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Entre estas páginas se encuentras diferentes relatos de personas que guardaron en

su corazón situaciones que no pueden ser expresadas en voz alta y que con mucho
cariño me las prestaron para plasmarlas en papel. Por protección las personas, los

lugares y algunos pequeños detalles fueron alterados, no sin dejar un mensaje entre
líneas, todas las personas estamos hechas de momentos y sin ellos no seríamos ni

una diminuta parte de lo que somos, abrazalos.

Nota del autor.

Dedicado a la persona que inspiró el primer relato,


no cayes lo que sientes.
AEROPUERTO.

Apenas entré a la sala lo vi sentado en el mismo lugar de siempre, esperando por el arribo
del avión de las 18:00 hrs desde Guadalajara.

Solté una risita irónica, era curioso que después de tanta historia juntos, ahora el único lugar
donde podíamos coincidir era en esta sala de espera; titubeé al dar el paso hacía donde se
encontraba, no era tan fácil solamente acercarme y esperar a su lado, no me había preparado
para tener que enfrentar al que alguna vez hizo de mi vida el cielo.

Ese preciso lugar guardaba muchos recuerdos en mi memoria, verlo ahí sentado me traía
tanta nostalgia como melancolía, y es que ahora éramos tan diferentes, que apenas podía
reconocerlo con el cabello tan largo y la barba crecida.

Por un momento sus ojos se cruzaron con los míos, ambos sin movernos un centímetro; a
juzgar por su mirada sabía que pensaba exactamente lo mismo que yo, que había estado
esperando mi llegada y ahora no sabía qué hacer. Noté como su cuerpo tuvo el impulso de
levantarse, pero sus manos se aferraron a los descansabrazos, ninguno pudo apartar la
mirada, ni moverse, estoy segura de que ni respirar.

¿Qué hacer cuando dos examantes sin solución tienen que encontrarse? ¿Cómo negar la
llegada de un gran amigo por la incomodidad de viejas peleas? ¿Cómo dar el paso?

Estos lugares están llenos de historias memorables, y la nuestra no era la excepción, si las
paredes hablaran, cuántas anécdotas tendrían a nuestra persona como protagonistas,
cuántos besos y cuántas lágrimas derramadas, cuáles secretos serían rebelados y cuáles
permanecerían solo en la memoria, cuánto tiempo más estaremos dispuestos a seguir con
este cuento.

“Vuelo No. 1412 de las 18:00 hrs desde Guadalajara arribando en la Sala B Norte”

Pronto todas las dudas y los malos recuerdos se desvanecieron, ambos sabíamos que
arrastrábamos un pasado el cual negábamos mutuamente a soltar; nos uniría por siempre
el recuerdo de lo bonita que fue la vida, y después de todo, un abrazo y una sonrisa siempre
disiparían nuestros temores, porque así éramos, infantiles examantes que ya no se amaban.

El aeropuerto sería siempre el lugar indicado para que los enojos del pasado quedaran
desapercibidos, para que tres amigos con tanta historia pudieran verse de nuevo con una
sonrisa, para que los viejos amores y las nuevas vivencias inunden la nostalgia de un trío
desequilibrado de corazones que siempre estarían destinados a reencontrarse.
AMOR, MIEDO Y VIDA.

A veces si cierro los ojos puedo verla en mi cabeza, su sonrisa de lado, sus pequeños
ojos brillantes y su diminuta y redondeada nariz, con otro poco de imaginación casi
puedo sentir como sus manos se juntan con la mías y quiero rodearle la cintura y
besarla, cuando los vuelvo a abrir ella no está, todo es parte de un juego que cree
para no extrañarla.

Ya no la amo y tampoco deseo volver a tener un lugar a su lado, somos mejores


amigas y eso me basta, sin embargo, siempre tendrá un pequeño espacio en mi
corazón, al menos una parte de lo fuimos y con todo esto la duda ‘¿Y si hubiera sido
más valiente?’

Cuando la conocí no era más que un manojo de desastres, después de perder a mi


primer amor por un accidente automovilístico que tuvo con sus papás, mis relaciones
románticas no fueron precisamente serias hasta que decidí que ya no quería
enamorarme; llegué a esa ciudad un invierno a inicios de año y la conocí un otoño,
pero la historia es más complicada que eso.

Ingresé a la escuela en una etapa de la adolescencia muy extraña y fue difícil


comenzar de nuevo, sin embargo, pronto me rodee de compañía y los días se
hicieron más a menos, entonces había dos niñas en mi grupo que resultaron un gran
impacto en mi vida, a la primera la llamaré María, por decir algo, y era la personita
más dulce, hermosa e inteligente que había conocido, bastó que la mirara una sola
vez para que mi corazón saliera desbocado.

En 16 años de mi vida no me había tenido que cuestionar mi sexualidad, era natural


para mi ver a ciertas mujeres de la misma manera que veía a determinados hombres,
pero uno no lo piensa, simplemente lo deja fluir, es decir me gustaba Avril Lavinge
exactamente de la misma forma que Nick Jonas, y no me había por qué cuestionarlo,
al menos no hasta que ese gusto se materializa en alguien más cercano y real, eso
me pasó María, para mi era un ángel y estaba completamente engatusada por ella.

Salir del closet no es cosa fácil porque ni siquiera estoy segura de cuando me metí,
no tardé en aceptar que lo que sentí por esa niña fue amor a primera vista, quiero
decir ya lo había experimentado y era lo mismo, pero de pronto todo se complica, y
llega el momento en que te enfrentas a algo más que la sociedad, tu propia familia,
eso pone muchos muros. En fin, tomé la decisión de manejar mi enamoramiento
discretamente, así solo se lo confesé a la segunda niña de la cuestión, a la que llamaré
Daniela.

Por algunos meses viví con este sentimiento dentro de mi pecho, extraño, nuevo e
increíble, pero luego floreció la duda y la tristeza, era evidente que María era
heterosexual 100%, incluso podía jurar que le gustaba un niño de nuestro mismo
grupo, aun así, motivada por Daniela, finalmente un día de febrero le declaré todos
mis sentimientos. Como el ángel que era, me rechazó de la manera más dulce y
tierna, no hizo falta que le pidiera que mantuviera el secreto, estamos hablando de
la niña más considerada que conozco.

Aquel día no pude mantener mi atención clases así que me salí del salón y pasé horas
en las gradas del segundo patio, pensando, sintiendo muy triste, al cabo de algún
rato llegó Daniel y tan pronto me abrazó me hice un mar de lágrimas, ni si quiera sé
cuánto tiempo lloré, me dolía mi corazón.

Ella me seguí abrazando cuando me calmé y de la nada me soltó una gran confesión
como una bomba -¿Sabes lo doloroso que es ver a la persona que amas llorar por
alguien más?- tratando de soltarme de su agarre me moví, pero ella no me soltó, no
quería que la mirara -Nunca te lo dije, yo también soy bisexual, desde hace años,
temía que si te lo decía notaras que te veo de la misma manera que tu la ves a ella-
Y se hizo un silencio profundo, no me soltó y yo no dije una sola palabra, tras unos
minutos finalmente dijo ¬-Te quiero, Francisca-

Daniela era la única persona a la que le permitía hablarme por mi segundo nombre,
solo en de su voz sonaba bonito y aquella tarde resonó con más ternura de lo que
lo había hecho nunca.

No le dije nada, ni siquiera cuando por fin me liberó de sus brazos, tampoco cuando
caminamos juntas hasta el salón, no sabía que decir o si realmente ella acababa de
decirme todas esas cosas. Pasadas las semanas simplemente volvimos a ser las
amigas de siempre, ella no volvió a mencionarlo ni a meter presión y pronto me
encontré llena de duda y confusión, continuamente me preguntaba ‘¿De verdad me
quiere? ¿Por qué no hace nada al respecto? ¿Quiero que lo haga?’
Siendo honesta, cuánto tiempo tenía que pasar para que pudiera gustarme alguien
más después de que me habían roto el corazón, cuál es la medida correcta que se
tiene que dejar pasar para volver a la carrera, nadie nos explicaba esas cosas, uno
leer y escucha sobre el amor y siente que todo es fácil, pero cuanto nos toca estar
ahí en medio quedamos paralizados.

Un día, en medio de una presentación de teatro que escribí y dirigí, me encontré


pensando en Daniela, esperaba que ella estuviera viendo y que se sintiera orgullosa
de mis logros, cuando la función terminó la tome del brazo y me la lleve hasta las
gradas, no me cuestionó y dejó que la guiara.

Ni siquiera titubee cuando estuvimos ahí -No sé si esto es correcto, pero no puedo
dejar de pensarte, todo el tiempo quiero verte y deseo que me veas, creo que yo
también te quiero Dany- ni siquiera me dio oportunidad de terminar mi confesión
cuando me plantó un beso en los labios, entonces supe que si algo se sentía tan bien
y me hacía ver fuegos artificiales como aquel beso no podía estar mal, la rodee por
la cintura y la besé con más confianza, la quería.

-¿Quieres ser mi novia?- le pregunté y simplemente sello su respuesta sobre mis


labios.

Mi relación con ella creció y se hizo pura y dulce, me enseño muchas cosas y la quise
como tenía mucho que no quería a nadie, el sexo era maravilloso, más que con
cualquier hombre con el que hubiera estado antes, pero conforme la relación se hizo
más formal también se complicó, creo que eso fue lo que me metió al closet, y
hacerlo destruyó cualquier futuro que hubiera podido tener con ella.

Pronto comencé a rechazar tomarme fotos con ella, salíamos, pero jamás la veía
cerca de casa, en la escuela éramos libres, pero tan pronto dábamos paso fuera del
portal no podía bajar la guardia; no me importaba que mis compañeros supieran de
nuestra relación, pero no podía aceptar que lo vieran mis papás o mis hermanas, me
aterraba la idea de confesarles que estaba enamorada de una niña.

Es curioso, porque mis papás siempre me habían parecido de mente muy abierta, a
menudo podía hablar con ellos de sexo, de asuntos personales, no había límites,
hasta que mi situación me llevó a observar algunas maneras de expresión que
usaban cuando alguien homosexual entraba en las charlas, y esto me convenció que
si se enteraban de mi situación no podrían aceptarlo, han paso 7 años desde que sé
que soy bisexual, y todavía no he podido decírselo a mis padres.

Esta situación me llevó a tener muchos problemas con Daniela, le dolía que no la
invitara jamás a mi casa, a pesar de que en la suya me conocían como su novia; pero
el día que finalmente culminó todo fue una tarde mayo durante un recital de
declamación en el que participé y al que asistieron mis padres.

Lo único que pude hacer fue fingir que no la conocía, la pasé de largo, la ignoré, la
desprecié para ocultar que la amaba; cuando regresamos a clases ese mismo día ella
no me dirigió la palabra, y al día siguiente terminó conmigo. Ni siquiera pude pedirle
que no lo hiciera, acepté la culpa y me di cuenta cuánto tiempo llevaba lastimándola,
así que simplemente la dejé ir.

Volvimos a ser amigas cercanas, a veces nos besábamos en el baño de la escuela y


luego fingíamos que nada había pasado, luego me mudé a otro estado, y quizás eso
hizo más fácil toda nuestra separación, pero la extrañé por mucho tiempo, y no su
amistad, extrañe su amor, quería seguir protegiéndola, y todavía la extraño, aunque
de diferente manera sin afán de amarla, excepto esos días que cierro los ojos y la
veo.
CIRCUNSTANCIAS.

Había llegado la noche y aún no encontraba el momento de entregarle su regalo de


cumpleaños, nunca estaba solo, o yo estaba ocupada, simplemente no coincidíamos;
plantada en la entrada de la cocina escolar, me pregunté si realmente era tan
importante dárselo, pero sacudí la cabeza de inmediato tratando de alejar esa idea,
sabía perfectamente que era la única manera de terminar todo lo que estaba
pasando, que iba a ser mi cierre, me lo había prometido, me lo debía.

Así que respiré hondo para recuperar la poca cordura que me quedaba, estaba
dispuesta a no permitir que se fuera sin antes hablar con él.

Para ser sincera no sé cuándo pasó, un día simplemente me encontré pensando en


él más de lo habitual, y no es que fuera difícil notarlo, es esa clase de personas que
siempre llaman la atención, bien parecido, inteligente, agradable, vamos, un tipo de
esos que no puedes pasar junto a él sin voltear la mirada. Y no es que solamente
considere que está muy guapo, de hecho, puedo jurar que mucho antes de darme
cuenta de lo atractivo que es, me vi irremediablemente atraída por su calidad de
persona.

Al final, uno no sabe hasta donde son capaces de llegar los sentimientos por alguien,
inició como una pequeña atracción, lo admiraba y nada más, pero el algún momento
de esta historia todo se magnificó, hasta el punto en el que estaba con su regalo de
cumpleaños en mi bolsa, a sabiendas de que no tenía ni siquiera la mínima
oportunidad de evolucionar algo más allá de la amistad.

Continuó pasando el tiempo y sentí que sería cada vez más difícil poder acercarme
y hablar a solas, todos estaban alborotados y él tampoco parecía dispuesto a
retirarse pronto, la clase de cocina se hizo larga, y a punto de rendirme y soltar la
cuerda, uno de ellos propuso salir a festejar, nuevamente se abría mi oportunidad
de hablar con él.

Como es costumbre, tomamos un par de cervezas en el restaurant de la esquina y


platicamos de todo un poco, me sigue sorprendiendo lo mucho que conectamos al
hablar, cuando lo hacemos termino por preguntarme ¿Realmente estamos
destinados a no ser? Ideas como esa me torturan por ratos, por eso tenía entregarle
su regalo cuanto antes, me lo había prometido, apenas se lo entregara, dejaría
también todos los sentimientos que habían surgido a lo largo de ese año.

Al acabar la velada, por fin pude estar a solas, y sin saber cómo comenzar,
simplemente fui al grano, le di su regalo y con pocas palabras expliqué que era solo
un pequeño detalle para no dejar pasar la ocasión. Mi corazón latía tan fuerte que
temía que él pudiera escucharlo, no sabía que más decir, o si simplemente debía
darle un abrazo e irme, fueron los segundos más largos de mi vida, y al darse cuenta
de que no diría una palabra más, agradeció profundamente el detalle, asegurando
que no debía haberme molestado, que no esperaba nada.

Me pregunto si sabía que ese regalo era el final de cualquier cosa que pudiera sentir
por él, o si él se sentía de la misma manera, de pronto nos encontramos hablando
de sentimientos que ambos traíamos en la garganta, fue tan natural que ni siquiera
dio miedo.

-Noto como me miras en clase- dijo de repente -y no te negaré que también me


sentí confundido; te admiro mucho, creo que eres una persona completa, pero tú
tienes novio, y mi filosofía de vida me impide enamorarme de alguien con quien
convivo tanto tiempo en un mismo grupo, simplemente al final me parece imposible-
Hizo una pausa, creo que ambos estábamos en la misma sintonía, sabíamos lo que
estaba a punto de pasar, y quizás por eso nos mantuvimos en silencio por un
momento, ninguno de los dos quería ser el que dijera esas palabras, pero como
siempre, él fue más valiente y dijo -Tal vez, bajo otras circunstancias tu y yo
podríamos haber sido una pareja increíble, pero en este momento, en este plano
universal, creo que ambos sabemos que no podemos ser más que amigos, y eso es
lo que te propongo, no te alejes, simplemente seamos el dúo dinámico que hemos
sido hasta ahora, no hay nada más que yo te pueda ofrecer-

Lo miré, y parte de mi suplicó que me dijera que era broma, que me amaba, pero
siendo honestos yo había llegado esa noche con el corazón en la mano, dispuesta a
dejar todo lo que sentía por él atrás; en otras circunstancias creo que incluso hubiera
llorado, sin embargo, el dolor no fue tan grande y simple mente me reí pensando en
la ironía de nuestra historia.

Era de noche, y estábamos solos, hablando de opciones que no teníamos, de un


futuro que no existía, de posibilidades que no serían; no había nada de especial con
esa noche, solamente que por primera vez estábamos siendo honestos -Bajo
nuestras circunstancias, me temo que lo único que tendremos hoy será este regalo
y…- sin previo aviso posó sus labios sobre los míos, en un suave y corto beso, tan
corto que no tuve tiempo de reaccionar, ni tampoco volaron mariposas, ni siquiera
estoy segura de que lo sentí -…quizás en otra vida- dijo, sin apartar su mirada de la
mía -buenas noches, ve con cuidado a casa, y gracias por el regalo-

Como si no hubiera pasado nada le sonreí, me di la media vuelta y seguí mi camino.


Con ese pequeño beso se acababa todo, dejaba mis sentimientos detrás de mis
pasos, esperando que el viento, que tal vez habría al día siguiente, se los llevara, de
manera que la siguiente vez que entrara al salón de clases, fuera más fácil verlo y
sonreírle. Porque las circunstancias no era nuestras y, bueno, el camión seguía
andando.

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