Unidad 1. Por Qué y para Qué Filosofar - Editable 27 02 23
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para qué
filosofar?
Unidad 1
A modo de introducción: filosofía
y filosofar
Apunte de cátedra
Filosofía (42)
Cátedra: Beraldi
¿Por qué y
para qué filosofar
Apunte de cátedra
Gastón Beraldi
Introducción
Continuamos con el diálogo iniciado antes, y ahora nos
preguntamos por el sentido de filosofar.
[…] es valioso dar cuenta una vez más de la otra ficción moral que La pregunta
emerge del intento del siglo XVIII de reconstruir la moral, el concepto por la
de utilidad. Cuando Bentham convirtió “utilidad” en un término cuasi- utilidad.
¿Tiene
técnico, lo hizo […] definiéndolo de modo que englobase la noción de sentido?
las expectativas individuales de placer y dolor. Pero, […] los objetos del
deseo humano, natural o educado, son irreductiblemente
heterogéneos, y la noción de su suma tanto para el caso de los
individuos como para el de alguna población no tiene sentido definido.
Pero si la utilidad no es un concepto claro, usarlo como si lo fuera,
¿Por qué y para qué filosofar? 7
emplearlo como si pudiera proveernos de un criterio racional, es
realmente recurrir a una ficción.
[…] El concepto de utilidad se diseñó para un conjunto de propósitos
[…] y […] se elabor[ó] en una situación en que se requerían artefactos
sustitutivos de los conceptos de una moral más antigua y tradicional,
sustitutivos que aparentarían un carácter radicalmente innovador e
incluso iban a dar la apariencia de poner en acto sus nuevas funciones
sociales (2004, 117-118).
La totalidad perdida
La ilusión de crear un sistema teórico de explicación del mundo a partir de la
pura razón se terminó con Kant, quien situó los límites del conocimiento
humano y delineó los usos posibles de la razón pura y práctica. “Las
cosmovisiones omnicomprensivas del mundo, sean de carácter religioso,
metafísico o ideológico, o inclusive metafísicas laicas y seculares como el
marxismo leninismo, han perdido vigencia absoluta”, dice Osvaldo Guariglia,
profesor de ética en la UBA e investigador del Conicet. ¿Significa que los
márgenes de utilidad de la filosofía son más estrechos?
“En este mundo nuevo de pensamiento postmetafísico –sigue Guariglia– el
filósofo de la ética y la política debe preguntarse cuáles son los fundamentos
intersubjetivos de las normas que nos deben regir todos los días. La crisis del
relativismo cultural, del escepticismo moral, de la desorientación subjetiva es
efecto de la secularización que trae la modernización, y esto no produce
siempre progreso. También produce el terror al progreso, a la modernización
de las relaciones sociales y a la secularización de la sociedad, que está en la
base de todo fundamentalismo. En este marco, el filósofo puede aportar una
visión crítica porque al tener en cuenta el deber ser no intenta rever el
pasado sino abrir el horizonte de las expectativas”.
Pensar lo público
Karl Marx, graduado en filosofía con una tesis doctoral sobre el atomismo de
Demócrito, escribió en su madurez: “Los filósofos se han limitado a
interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de
transformarlo”.
Con esta sentencia subrayó lo que ya era un lugar común desde tiempos
antiguos: los filósofos “interpretan”, en cambio la actuación sobre la realidad
Abismo 1 Abismo 2
Sztajnszrajber Zizek
1. Véase también en Nota 1 “La crisis de la razón”, en sesión 10. La expresión “Dios
ha muerto” más que hacer referencia a la muerte de un dios particular, en este caso,
el cristiano, remite a la caída de todos los fundamentos últimos, aquellos que se
consideran absolutos: Dios, la Verdad, el Imperativo categórico, la Razón, la Ciencia,
etc... Aquellos que funcionan de guía inconmovible para dar sentido a nuestra vida.
Es la caída de los relatos unitarios que daban “finalidad” a nuestra existencia. La
denuncia nietzscheana de la muerte de Dios manifiesta un síntoma de la época: el
nihilismo. La razón raciocinante iluminista, positivista y cientificista se ha agotado,
porque lo que esta nos ofrece no es útil para pensar la vida y la muerte, sino que es
útil sólo materialmente: nos ha traído los nuevos medios de transporte, las
comunicaciones, las vacunas, etc., pero no puede explicar qué será de nosotros ante
la venidera muerte, y si lo hace, lo hace en términos meramente biológicos y
fisicalistas; ante el problema de mi destino individual (y social), no hay nada. Como el
resto de las bestias, el hombre está destinado a desaparecer para siempre. Así, ante
la falta de dioses que nos aseguren nuestro devenir, el hombre de fines del siglo XIX
e inicios del XX se encuentra ante un vacío existencial que no puede ser llenado ya
por nada. A ese hombre no le queda otra alternativa más que hacérselas con su
propia vida, una vida que, una vez muertos todos los dioses, ya no es nada. No hay
salvación ultraterrena y, en consecuencia, hay que enfrentarse a la propia finitud.