María Elena Cruz Varela

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La voz de María Elena Cruz Varela

Introducción

En este trabajo vamos a estudiar la figura de la poeta cubana María Elena Cruz Varela.
Primero, explicaremos brevemente el método de investigación seguido, para después
pasar a centrarnos en la poeta, haciendo un recorrido por su biografía, su obra y su poética,
terminando por analizar un poema escogido que refleja con claridad los conceptos
explicados durante el desarrollo del presente trabajo.

Método de investigación

El proceso de búsqueda que requería este trabajo da comienzo en la propia


bibliografía del curso, donde se encontraban numerosas antologías y otros materiales de
consulta. Para este trabajo se utilizó el libro Residencia en la poesía: poetas
latinoamericanos del siglo XX de Carmen Alemany. De esta antología, que hace un
recorrido verdaderamente extenso y completo, se aprovecharon aquellos índices que
resultaran útiles para el trabajo, como fue la entrada Algunas voces femeninas en la poesía
de la revolución cubana (2005: 231) que, como su propio nombre bien explica, reúne las
voces de aquellas poetas más representativas dentro del contexto de la Revolución
Cubana, entre las que se encuentran Carilda Oliver Labra, Nancy Morejón, Reina María
Rodríguez, Marilyn Bobes, Damaris Calderón, Sonia Díaz, y por supuesto, María Elena
Cruz Varela. Cabe destacar lo interesante de este apartado, pues establece una conexión
entre el contexto político del país con la condición de mujeres de las poetas, lo que crea
una clase de poesía única. Carmen Alemany explica: “La poesía adquiere así un papel
salvador que tiene mucho de personal y que le sirve en muchas ocasiones para redimir a
la mujer de lo anodino, de lo absurdamente cotidiano” (2005: 236).

Si el nombre de María Elena Cruz Varela resonó más que otros es, tristemente, por
su historia personal, que no deja indiferente. Sin embargo, las palabras que le dedica
Carmen Alemany en esta obra dejan a un lado la parte más personal y llama a redescubrir
a esta poeta:
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Sin duda, los versos de María Elena Cruz Valera son portadores de
denuncia y de resistencia ante el poder, la suya es una poesía que delata el
confinamiento, la prohibición y la limitación agónica pero no será siempre así,
otras mujeres compartirán la denuncia de lo amoral pero la primacía de lo estético
estará siempre por encima de lo ideológico (2005: 241).

En consecuencia, se investigó sobre la autora y se adquirieron las obras que hoy están
disponibles, tanto en librerías como en la Biblioteca Hispánica de Madrid.

María Elena Cruz Varela: vida y obra

María Elena Cruz Varela nace en Cuba en 1953. Publicó dos poemarios Mientras la
espera el agua (1986) y Afuera está lloviendo (1987) antes de conseguir, de la mano de
la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), el Premio Nacional de Poesía Julián
del Casal por su obra Hija de Eva (1989). No obstante, esta organización terminaría
expulsando a la poeta en 1991 y suspendiendo la publicación de Hija de Eva, una vez
comenzó su militancia política (Peñas, 1998: 237), además de retirar y censurar sus dos
primeras obras publicadas.

Su expulsión vino después de que María Elena escribiera en 1990 una carta al propio
Fidel Castro expresando su disconformidad con su forma de gobierno, como ella misma
cuenta en su artículo Carta de ajuste, publicado en 2003 en la Revista Encuentro:

Escribí una Declaración de Principios a título de todas las «yo» que creía
ser: la madre, la cubana, la poeta, la mujer…, y las rodillas me tiemblan todavía al
recordar cómo me temblaban cuando, transida de pavor y vulnerabilidad,
redactaba la carta […] Puedo revivir el sentimiento de trasgresión que
experimentaba, ¡como si estuviera cometiendo una falta, tan grave, que no tendría
perdón de un Dios al que, por esos años, ni siquiera conocía! Esa carta fue
entregada en las dependencias del Comité Central del Partido Comunista de Cuba
y, como es lógico, obtuvo la callada por respuesta (p. 182).

Así comenzaron reuniones, en principio clandestinas, en casa de la poeta, donde otros


intelectuales cubanos intercambiaban opiniones similares e intentaban encontrar una
manera de cambiar la situación de su país. Aquí se formó el conocido grupo disidente
Criterio Alternativo que redactó la Declaración de Intelectuales o más conocida como La

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Carta de los Diez, firmada por diez artistas cubanos: “María Elena Cruz Varela, Raúl
Rivero Castañeda, Manuel Díaz Martínez, Manolo Granados, José Lorenzo Fuentes,
Fernando Velázquez Medina, Roberto Luque Escalona, Víctor Manuel Serpa Riestra,
Bernardo Marqués Ravelo y Nancy Estrada Galván” (Cruz, 2003: 185).

En este momento comenzaron la vigilancia, las amenazas y el descrédito hacia los


firmantes, además de otras consecuencias que ya hemos comentado previamente. A pesar
de esto, años después, la poeta se mostraría «optimista» con los resultados, como indican
sus palabras: “Habíamos levantado una coral en medio de una sinfonía de silencios. Por
eso empezaron a sumarse más y más adeptos a nuestra causa, aunque, en el fondo,
sabíamos que, a la hora de la verdad, estaríamos solos” (Cruz, 2003: 186). Tanto fue así
que, en medio de esta tensión, pudo publicar su poemario El ángel agotado (1991),
aunque no en Cuba, sino en Madrid, España.

La represión a la que fue sometida llegó a un punto de no retorno durante los Juegos
Panamericanos disputados en La Habana en septiembre de 1991. María Elena fue puesta
bajo arresto domiciliario para evitar que hablara con los periodistas extranjeros, sin
embargo, consiguió reunirse con un corresponsal extranjero y hablar en favor de un
cambio social y económico para Cuba. Al día siguiente, las «Brigadas de Respuesta
Rápida», es decir, “grupos de acción progubernamentales creados para disuadir a los
disidentes” (Cubaencuentro, 2006) detuvieron a la poeta en su propio domicilio.
Permaneció arrestada durante seis días antes de la celebración de un dudoso juicio a
puerta cerrada en el que fue condenada a dieciocho meses de cárcel. Esto fue contado por
la propia autora en la única antología que hoy existe sobre ella, Balada de la Sangre, una
edición bilingüe escrita por Mairym Cruz Bernal, que pudo visitar a la poeta en su casa
de Cuba en 1993, poco después de salir de prisión.

En 1994 se le permitió salir de la isla para viajar a Nueva York, y en 1996 se muda
definitivamente a Madrid. En 2001 publica su último poemario conocido, La voz de Adán
y yo, en España.

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Poesía y poética

Las circunstancias sociales y políticas que rodearon la vida de esta autora afectaron
tanto a su poesía como a los estudios surgidos de ella. Para hablar de la poética de María
Elena Cruz Varela es necesario dibujar las diferentes etapas, artísticas y personales, por
las que pasó, pues resulta interesante su uso de la lírica para plasmar sus inquietudes
personales dentro de una experiencia común.

Es complicado, no obstante, hablar de poética cuando los primeros versos de sus


primeras obras son imposibles de recuperar. Como se explica en este trabajo, sus tres
primeras obras, que fueron publicadas exclusivamente en Cuba, fueron censuradas, y hoy
día apenas quedan testimonios que reflejen con exactitud los primeros pasos de esta poeta.
Para este trabajo, solo hemos podido acceder a dos: Afuera está lloviendo y la antología
Balada de la Sangre. Del primero se conserva una copia en la Biblioteca Hispánica de
Madrid, además de que, en la edición de La voz de adán y yo publicada en España en
2001, la autora decidió incluir una selección de poemas de su segundo poemario, con el
fin de que este no se perdiera en el olvido; no obstante, no se trata de la obra completa.
En el caso de la antología, Mairym Cruz Bernal cuenta que la autora le entregó su obra
completa, “un manuscrito que incluía muchos poemas inéditos, poemas exquisitos”
(Cruz, 1996: 14).

Combinando estas dos lecturas, concluí que la poesía de María Elena Cruz Varela
habla del dolor existencial y la angustia vital desde temas como la soledad, la maternidad,
el amor y el desamor, entre otros. En Afuera está lloviendo vemos un yo poético
preocupado desde un plano personal, que siente la necesidad de desahogar su mente en la
escritura. Encontramos, por ejemplo, el poema «Retrato adolescente», que habla del
miedo a crecer, a perder la estabilidad que dan las figuras paternas, perder la inocencia de
la infancia y conocer la maldad de primera mano:

Entonces yo sabía quién era el mal


separado del bien por una línea tenue.
Definida. Todo era claro y firme:
Desayunar. Crecer.
Mi madre era el estado con sus leyes.
Mi padre era la masa reprimida.
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El orden era el orden.
Yo era sólo una niña que entrenaba
para futuras varices y estrías.

Todo era claro y firme:


Obedecer. Callar.
No tengas vocación de oveja negra.

Ahora, en qué grietas del caos aprendido


escondo la inocencia. Si no alcanzo a entender
cúando se fueron mis bromas de muchacha.

El plano individualista cambia una vez comienza su militancia política y posterior


encarcelamiento. Los miedos personales se transforman en un terror colectivo, plasmado
en su obra El ángel agotado, que publicó todavía residiendo en Cuba, pero repudiada de
su propia tierra. La temática de este poemario es comúnmente definida desde el conocido
como «exilio interior», es decir, la sensación de aislamiento y exclusión que se
experimenta al permanecer en un país que abiertamente te rechaza. Lismore Leeder
(1995) lo explica así:

La idea del destierro y, consecuentemente, la del exilio, hay que


relacionarla con el concepto del desplazamiento del individuo desde el punto de
vista geográfico de su país de origen. […] Pero también puede haber un exilio
íntimo, a pesar de encontrarse la persona en su propia patria. Es entonces cuando
existe una auténtica separación ideológica y viene la plena conciencia de
pertenecer a algo ajeno e incomprendido. Al examinar temática y estilísticamente
la poesía de María Elena Cruz Varela podemos ir apreciando con claridad esa clase
singular de 'exilio interior' (326-327).

María Elena juega con los sentimientos derivados de este «exilio interior», por un
lado, reflejando la soledad y el desarraigo más impotente, sumida en un dolor perpetuo,
como se puede ver en el poema «El ángel caído», donde el yo poético se identifica con
un ángel caído, agotado, roto, que solo quiere huir después de ver las constantes mentiras
y humillaciones:

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Mira David.
Cómo se encrespan los últimos corceles de la tarde.
Cómo se insubordinan.
Cómo aclaman triunfantes las voraces trompetas.
Pero ya no recuerdo cómo llegan las cosas a nombrarse.
Pero es que ya no sé.
Se me pudren de infamia las prendas de ir viviendo.
Y soy un ángel más.
Un ángel que se agota. En la corte agotada de los ángeles.
Mira David.
Cómo se agitan los corceles finales.
Cómo acuden al grito triunfal de la trompeta.
Anuncian que hay que huir. No importa a dónde.
No importa a qué país de miniaturas.
No importa a qué proyecto.
O espejismo. Yo sólo quiero huir.
Evadir los escombros del íntimo desastre.
Si pudiera negarles el don de la palabra.
Es que han mentido tanto.
Nos traicionaron tanto. La esperanza es tan frágil.
Es tan frágil la tierra prometida.
Los ángeles se exilian en bandadas.
Renuncian al instante de las revelaciones:
nos han mentido tanto.
Y soy un ángel roto dejándose rodar por las alcantarillas.
El agua inmunda es sólo
una verdad vaciada entre tanta mentira.
Migajas. Sólo nombro migajas. Es muy serio
cumplir treinta y siete años. Y ser un ángel roto.
Violento de llorar en la vigilia.

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No obstante, podemos ver también el lado combativo del que ya fuimos testigos en
la redacción de su Declaración de principios, donde se asume una voz colectiva en su
demanda por el cambio, por ser vista y oída. El poema que abre la obra, Poema del
hondero donde hasta en cuatro ocasiones se repite el verso «Estoy lanzando piedras contra
la oreja sorda» donde la voz poética insiste en hacer que su mensaje se escuche, aun
sabiendo que será ignorada por aquellos del otro lado.

Por último, otro elemento clave de su poética, pues aparece a lo largo de ella, son las
referencias bíblicas y mitológicas. Estos símbolos ayudan a legitimar su poesía al tratarse
de imágenes que se encuentran en el imaginario de todos. Como indica Cámara (1999:
88):

Para Cruz Varela, la Biblia es un instrumento para dar legitimidad textual


a su poesía y una fuente de imágenes que, de forma críptica pero también
universal, le facilitan abordar los temas humanos y políticos que interesan a la
autora en un contexto presionado por la censura interna y por la necesidad de hallar
interlocutores en cualquier latitud en que se encuentren.

Tomemos, por ejemplo, su último poemario La voz de adán y yo, donde todos los
poemas están titulados desde distintos mitos o episodios bíblicos. El poema de apertura,
«Confesiones de Adán», revierte el mito tomando la voz de Adán, que confiesa mentido
sobre la traición de Eva. Siguiendo las palabras de Cámara, vemos como aquí Cruz Varela
da voz a Eva, cuya historia podría decirse también fue censurada, y desmiente así una
narrativa aceptada por todos que conllevó la legitimación de una historia contada desde
solo una perspectiva. Podemos ver aquí fácilmente los paralelismos con la autora.

Desde el principio mismo de esta guerra

confieso haber mentido.

Cobarde fui. Merodeador. Absurdo.

No soporté el dictamen de sus piernas

ni el rice de sus labios susurrando en mi oído.

No soporté en la luz sus argumentos.

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La mujer era el fruto. El árbol sólo emblema.

La serpiente, reflejo de mis imperfecciones

destrozaba en las sombras el pabellón de oro.

Fui yo quien rompió el sello. Quien clausuró las puertas.

Quien devoró la piel del paraíso.

Yo transformé en infierno la sagrada promesa.

Confieso haber mentido

desde el principio mismo de esta guerra.

Y desde mi otredad

tiemblo al violar los signos prohibidos.

Análisis del poema La nave de los locos

«La nave de los locos» es un poema recogido en el libro El ángel agotado publicado
en 1991. Como recordatorio, pues este aspecto fue mencionado previamente, este
poemario fue publicado poco antes de la detención de la autora, en medio de duras e
intensas tensiones políticas. Estos hechos influyeron claramente a la poética de María
Elena, como vamos a poder comprobar tras un análisis exhaustivo de dicho poema, que
aquí incluimos:

LA NAVE DE LOS LOCOS

Porque ya nada sé. Porque si alguna vez supe


deshecha entre las zarzas he olvidado.
Aquí duelen espinas. Aquí duelen los cardos.
Aquí dejo mi olor. Olor de perseguido.
De animal acosado por todas las jaurías
bestiales del infierno. Porque ya nada sé.

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Porque apenas me palpo una rodilla
y ya no sé más nada. Y soy
esta ciudad que se derrumba. Y soy
este país de locos náufragos.
Dejados en su nave a la deriva.
Porque ya nada sé. Los perros devoraron mi memoria.
¿Adónde voy? ¿Adónde vamos todos? ¿Adónde van?
¿Adónde? ¿Sabe alguien adónde dirigirse que no sea
tan sólo un espejismo? A ver:
¿Quién me indemniza?
¿A quién puedo condenar al destierro
por haber arruinado mi manzana. La manzana de todos?
¿Cuál es Caín? ¿Y Abel? ¿Quién el bueno? ¿Y el malo?
¿Por qué tapan con hiedra mis opacas pupilas?
Y ya no veo más nada. Y ya no sé más nada.
Y si alguna vez supe
entre zarzas ardientes y jaurías sangrientas lo he olvidado.

El título de este poema es una clara referencia al cuadro de El Bosco del mismo
nombre. Este tipo de referencias culturales son muy comunes en su poesía, por ejemplo,
en sus poemas dedicados a Virginia Woolf o en el poema que abre El ángel agotado,
«Poema de hondero», donde se menciona una canción de los Beatles. Estas selecciones
nunca son casuales, y en este poema la alusión a este cuadro encierra en si mismos la
temática que la propia autora quiere expresar, incluso antes de plasmarla en sus versos.

La nave de los locos es un cuadro del pintor flamenco el Bosco, de fecha


indeterminada, aunque se cree que fue entre los años 1490 y 1500, época en la que era
muy común la representación pictórica de la locura, embarcando a ciertos personajes en
un viaje simbólico, como en este cuadro (Orozco-Quibrera, Mínguez-García, 2017: 283).
La obra representa como la locura humana cede a los vicios y nos deja a la deriva, sin
posibilidad de retorno. Orozco-Quibrera y Mínguez-García explican:

La imagen suspendida congela el momento peligroso de un seguro


naufragio, la nave destina a sus tripulantes al desastre, pero al mismo tiempo

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subyace en ella una segunda lectura; si los protagonistas se encuentran atrapados
físicamente por la barcaza, también lo están espiritualmente por la locura del
pecado. Por lo tanto, los hombres y mujeres a bordo no solo son humanos
sino también almas, así los individuos afrontan un doble peligro, la pérdida del
cuerpo aunada a la del espíritu (2017: 288).

La relación con la situación de María Elena (y de muchos otros ciudadanos cubanos)


es clara. En el momento de su concepción la poeta vivía en una especia de «exilio
interior», repudiada por su país pero sin poder escapar de él. La lucha por sus principios
la lleva a encontrarse a la deriva, perdida, entre dos realidades. El yo poético se identifica
con los desamparados, los perseguidos, los repudiados, los locos, que son rechazados pero
a la vez marcados por el resto de la sociedad (Y soy / este país de locos náufragos. /
Dejados en su nave a la deriva).

La deconstrucción de los motivos bíblicos apoyan esta visión: primero, la


identificación del yo poético como una especie de Cristo, que a su vez fue perseguido y
crucificado (Aquí duelen espinas. Aquí duelen los cardos. / Aquí dejo mi olor. Olor de
perseguido). La expresión de la deriva no es solo física, sino psicológica: el yo poético
siente la manipulación, el trastorno de su propia memoria, pero no es pasivo, demanda
una respuesta. Una respuesta para saber quién es el culpable de su situación, de «haber
arruinado su manzana» y sobre todo «la manzana de todos».

El final de poema es desolador, pues nunca obtenemos respuestas: las protestas son
inútiles, las preguntas quedan vacías, y los perseguidores consiguen su cometido: tras el
acoso, la memoria falla; ya no sabemos quiénes son en realidad los locos.

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BIBLIOGRAFÍA

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Universidad de Alicante.

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………………… (2001). La voz de Adán y yo. Colección Esquío de Poesía.

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https://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/autoridades-activan-las-brigadas-
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Congrès de l’Association Internationale d’Hispanistes, AIH, 326-331.

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https://doi.org/10.5209/ARIS.54605

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