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7 mitos tras la defensa de los

métodos de adiestramiento del


sueño infantil
Publicado el jueves, 12 de septiembre de 2019. Revisado el miércoles, 27 de mayo
de 2020.
Autor: DARCIA NARVAEZ
Tiempo medio de lectura: 9 minutos y 24 segundos
La ignorancia sobre las necesidades del bebé alimenta el maltrato de los adultos
hacia ellos, con repercusiones en su salud y bienestar, capacidades sociales y
morales a largo plazo. Tal ignorancia conduce a mitos que los adultos creen y
aplican, en parte porque carecen de experiencia y se les ha enseñado a no
seguir sus instintos. Ignorar las necesidades del bebé perpetúa el ciclo, porque
los bebés se convierten en adultos que no tienen emociones e instintos bien
formados que guíen su comportamiento. Deben confiar en los expertos para
"saber" cualquier cosa. Y gran parte de ese conocimiento es imprudente,
insignificante y está basado en estudios mal interpretados.

¿Cuáles son los mitos tras el adiestramiento del sueño usando el método de
dejar llorar al bebé, conocido como cry-it-out (extinción total, extinción no
modificada) o llanto controlado (extinción gradual) para que los bebés (de 0 a 2
años de edad aproximadamente) duerman solos? Aquí se explican varios.
Mito 1: Aislar a los bebés no es dañino para ellos.
Esta es la idea de que, si no lo miras, no pasa nada. Al contrario. Los mamíferos
bebés, como los humanos, están diseñados para estar físicamente juntos o cerca
de sus cuidadores las 24 horas, los 7 días de la semana, hasta que decidan
alejarse. Los bebés tienen muchas necesidades.

Hay muchos estudios (y observaciones) en animales sobre las necesidades de


los bebés mamíferos en cuanto a la presencia de los padres. (Y recuerda que los
bebés humanos necesitan mucho más que las ratas o ratones). Por ejemplo,
Hofer (1987, 1994) examinó la regulación fisiológica en bebés de rata, que son
mucho menos sociales que los humanos, y demostró que la separación de la
madre causa alteraciones en múltiples sistemas fisiológicos como la respiración,
la frecuencia cardíaca y las hormonas. Schanberg (1994) demostró que el
crecimiento se ralentiza cuando los bebés de rata son separados de la madre. En
los seres humanos, no podemos hacer experimentos, pero podemos ver los
efectos del abandono extremo en los cerebros de los niños: el cerebro ralentiza
el crecimiento de sus redes y vías de comunicación programadas para
desarrollarse en esa etapa concreta.
En comparación con las ratas, los humanos tienen mucho más cerebro que
desarrollar. En el momento del nacimiento (a término), los humanos tienen el
cerebro al 75% de su crecimiento (¡que será del 90% a los 5 años!) (Trevathan,
2011). Los estudios en animales nos dan solo una pista de cómo la experiencia
temprana puede afectar el desarrollo: la forma en que los bebés humanos son
tratados por sus cuidadores tiene incluso más efectos sobre ellos que
sobre cualquier otro animal, porque nacen muy inmaduros.
En EEUU y otros países avanzados donde los bebés son aislados y angustiados
de forma rutinaria los problemas de salud mental son masivos. ¡Incluso hay
especialistas en depresión infantil!. Los bebés pueden deprimirse cuando están
físicamente alejados de sus cuidadores (no sostenidos). Los malos hábitos de
sueño y alimentación y la falta de capacidad de expresión pueden ser signos de
depresión. El adiestramiento del sueño para obligarlos a dormir solo puede
conseguir empeorar la depresión.

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Mito 2: Exponer a los bebés a una situación angustiosa no es perjudicial
para ellos.
El estrés prolongado destruye los tejidos de los mamíferos, afectando a la
función de los órganos y la salud (Kumar y colaboradores, 2013). El aislamiento
es angustiante para los bebés rata y tiene todo tipo de efectos nocivos, como
desorganizar los sistemas de respuesta al estrés y socavar la expresión de los
genes que controlan la ansiedad (McEwen, 2003; Meaney, 2001). Los efectos
son mucho mayores en humanos. Dejar a los bebés llorar sin consuelo es muy
angustioso y tóxico a nivel físico y psicológico.

Imagina que estás sufriendo un ataque de pánico extremo, pero tu mejor amigo
te encierra en una habitación a solas y te dice: "No importa, vas a estar bien".
¿Cómo afectaría eso en tu relación de confianza con ese amigo? La relación
cambiaría para siempre. Los bebés, por supuesto, no entienden nada de esto,
pero sienten pánico profundo y se bloquean cuando el estrés es prolongado.

Es cierto que la mayoría de los estudios de investigación examinan casos


extremos de abuso o abandono. ¿Por qué? Porque:

• El daño por el abandono extremo o abuso ya se ha producido y se puede


comparar con un grupo de control de humanos ilesos. (En otras palabras, no es
ético realizar este tipo de experimentos).

• Debido a que no podemos realizar experimentos continuados de abandono, no


podemos ver cómo se ve afectado el desarrollo del cerebro en puntos críticos de
maduración de forma particular.

• Los instrumentos de medición actuales no pueden proporcionar datos detallados,


ya que aún sabemos muy poco sobre la función cerebral.

• La mayoría de los estudios sobre el cerebro no determinan cuán normales son


realmente los cerebros que se estudian (¿cómo se desarrollaron?) por lo que no
tenemos una referencia de desarrollo óptimo para comparar. La comparación de
los "cerebros normales" de hoy en día con los cerebros abusados o descuidados
es poco probable que pruebe la optimalidad versus la suboptimalidad. Más bien,
lo que se hace es analizar diferentes tipos de suboptimalidad (ya que
actualmente a muy pocos bebés y niños pequeños se les proporciona lo que
necesitan).

Mito 3: El bebé no necesita estar con un cuidador por la noche.


Los bebés necesitan a los adultos para aprender a autorregularse mediante
la presencia de cuidadores. Punto. Dejar solo a un bebé pequeño puede alterar
su desarrollo, poco o mucho, dependiendo de muchos factores. Sin la presencia
de adultos, puede que los sistemas autorreguladores del bebé no se desarrollen
adecuadamente y es probable que se vean perjudicados. La investigación del Dr.
James McKenna demuestra la importancia de la presencia del cuidador para la
autorregulación del bebé.
Mito 4: Hay que enseñar a los bebés a ser independientes.
Se necesitan varios meses para que los cerebros de los bebés lleguen a
comprender que cuando un objeto está fuera de vista, aún existe. (Es lo que se
conoce como permanencia del objeto). Piénsalo. Cuando los padres no están
presentes, el bebé no siente que puedan estar cerca. Para ese bebé, se han ido
fuera de la vista y de toda percepción. Los bebés pequeños no perciben a nadie
a menos que detecten a una persona justo ahí. Por tanto, cuando se deja solo a
un bebé, es normal que experimente una reacción de estrés grave con una
reacción de lucha y huida. Pero los bebés no pueden moverse, por lo que están
atrapados; no pueden acudir a los padres en busca de ayuda (cosa que harían si
pudieran, como sabemos).

Si esta reacción activa se prolonga, el cuerpo del bebé tiene que cambiar a un
modo de autoconservación. Cambia a una reacción de paralización tenue que
hace que su cuerpo se ralentice para preservar su vida, aminorando el uso de
energía y frenando el crecimiento. El bebé parecerá catatónico. Extraña lógica
adulta si se piensa que esto es bueno para el bebé. Muchas veces esta
experiencia tendrá un efecto sobre la confianza y la salud (y la moralidad).

Mito 5: Los buenos bebés duermen toda la noche.


Nadie, ni siquiera los adultos, duerme toda la noche (Bonnett & Arand, 2007). A
menudo, los adultos no se dan cuenta de que se despiertan periódicamente
durante toda la noche. Simplemente tienden a no entrar en pánico, a diferencia
de lo que haría un bebé, que necesita y espera que sus cuidadores estén cerca.

Los bebés crecen rápidamente, miles de sinapsis se crean cada segundo. ¿Por
qué querríamos interferir con este desarrollo programado? Los bebés requieren
apoyo, como un útero externo, para desarrollarse hasta los 9-18 meses de
edad, cuando comienzan a parecerse a los recién nacidos de otros animales.
Cuando los bebés se despiertan, necesitan sentirse seguros para continuar
desarrollándose. Si entran en un estado de pánico, ralentizan el desarrollo y
aumentan la desconfianza en sus propias necesidades y en la naturaleza
solidaria del mundo. Piensa en cómo esto socava la inteligencia emocional.
Mito 6: Cuando los bebés paran de llorar, están bien.
Wendy Middlemiss y colaboradores (2012) demostraron que los bebés no están
"bien" cuando paran de llorar (aunque los padres se sientan bien). Un bebé
aprende a no expresar sus necesidades si los cuidadores las ignoran. Algunos
podrían pensar que esto es bueno (¡no me molestes, bebé!), pero realmente no
lo es, a menos que pretendas criar a una persona con habilidades sociales,
motivación social y autoconocimiento limitados.
Al igual que el aislamiento, el llanto de los bebés socava el crecimiento y el
desarrollo porque provoca estrés tóxico para los sistemas cerebrales, corporales
y psicológicos.

Mito 7: Los estudios sobre adiestramiento del sueño pueden aportar


información sobre los efectos a largo plazo en el bienestar de los niños.
La mayoría de las investigaciones sobre el adiestramiento del sueño estudian si
una intervención es efectiva para lograr que el bebé deje de llorar, de modo que
los padres duerman más. Generalmente, estas investigaciones no estudian los
efectos sobre el desarrollo y el bienestar del bebé. Los estudios suelen usar un
estándar de "intención de tratar", en el que incluso no se supervisa lo que hace el
grupo de control. Por tanto, no hay forma de medir de manera fiable lo que
realmente ha experimentado un bebé. En consecuencia, incluso cuando miden el
resultado de un niño, no son fiables.
Conclusión para los bebés: Los bebés han evolucionado de forma que
necesitan una exterogestación hasta, por lo menos, los 9 meses (debido a su
inmadurez en el momento del nacimiento y al rápido crecimiento epigenético
posterior). Esperan la presencia constante de un cuidador. No deberían
angustiarse mientras el cerebro está experimentando ese rápido desarrollo o
pueden surgir secuelas a largo plazo.
Conclusión para los padres: Los bebés necesitan la presencia constante de los
cuidadores. Lo mejor es que los padres encuentren una manera de remodelar
sus vidas en torno a esta necesidad. Si los padres "modifican" al bebé para que
no los necesite, lo dañan.
Conclusión para los investigadores y el personal médico: Toma en serio el
punto de partida de un bebé mamífero y emplea un principio de precaución. No
hagas recomendaciones en contra de las conductas de 30 millones de años de
antigüedad, a menos que cuentes con análisis longitudinales de alta calidad (10 -
60 años) y múltiples variables de bienestar significativas. De no ser así, ayuda a
los padres y a la sociedad a encontrar maneras de satisfacer las necesidades de
los bebés (así como las de los propios padres).
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Sobre Darcia Narvaez


Darcia Narvaez es profesora de Psicología en la Universidad de Notre Dame (Estados
Unidos). Ha publicado numerosos libros y está especializada en cómo las experiencias
tempranas afectan al desarrollo.

Documentos de Darcia Narvaez publicados en Crianza Natural

Los peligros de dejar llorar a los


niños hasta el agotamiento
Publicado el viernes, 20 de julio de 2012. Revisado el jueves, 03 de enero de 2013.
Autor: DARCIA NARVAEZ
Tiempo medio de lectura: 13 minutos y 60 segundos
El daño a los niños y a sus relaciones a largo plazo
Dejar "llorar a los bebés hasta que se cansen" es una idea que ha estado entre
nosotros por lo menos desde 1880. En ese año el campo de la medicina estaba
completamente revolucionado con el descubrimiento de los gérmenes y la
transmisión de infecciones, y surgió la idea de que los bebés debían ser tocados
lo menos posible. (Ver Blum 2002 para una gran revisión sobre este periodo de
tiempo y sus actitudes respecto a la crianza.)
En el siglo XX, el conductista John Watson, interesado en convertir la psicología
en una ciencia sólida, tomó a su cargo la cruzada "contra el afecto" como
presidente de la American Psychological Association. Aplicó el paradigma
mecánico del conductismo a la crianza de los hijos, alertando sobre los peligros
de demasiado amor materno. El siglo XX fue el siglo en el que se asumió que los
"hombres de ciencia" sabían mucho más que las madres, abuelas y familias
sobre como criar a un hijo. Demasiada bondad con el bebé daba como resultado
un ser humano quejoso, dependiente y fallido. ¡Es interesante darse cuenta como
"los expertos" se salieron con la suya con esta opinión sin tener ninguna prueba
que los respaldase! En vez de eso, por todas partes había pruebas (entonces y
ahora) mostrando que la realidad ¡es justo lo contrario!

Un panfleto del gobierno de la época recomendaba que "criar significaba tener en


brazos al bebé en silencio, en posiciones que indujesen a la tranquilidad" y que
"la madre debía dejar al bebé inmediatamente si se le cansaban los brazos"
porque "un bebé no debía nunca incomodar al adulto". Los bebés mayores de
seis meses "deberían aprender a sentarse en silencio en la cuna; de otro modo,
podría ocurrir que necesitasen ser constantemente vigilados y entretenidos por la
madre, lo que constituiría una seria pérdida de tiempo." (Blum, 2002).

¿No le suenan familiares estas actitudes? Unos padres me contaron


recientemente que les habían animado a que dejasen a su bebé llorar hasta
dormirse solo para que "pudiesen recuperar su vida".

Con la neurociencia, podemos confirmar lo que nuestros antepasados daban por


descontado: dejar a los bebés angustiarse es una práctica que puede dañar a los
niños y a su capacidad de relacionarse a largo plazo en muchos sentidos. Ahora
sabemos que dejar a los bebés llorar es una buena forma de hacerles menos
inteligentes, menos saludables, más ansiosos y poco cooperativos, y de
convertirlos en personas alienadas que podrían pasar los mismos o peores
rasgos a las próximas generaciones.

El punto de vista desacreditado de los conductistas ve al bebé como un intruso


en la vida de los padres, una intrusión que ha de ser controlada de varios modos
para que los adultos puedan vivir sus vidas sin demasiadas molestias.

Quizá podamos excusar esta actitud e ignorancia porque en ese tiempo las
familias extensas estaban desapareciendo y los nuevos padres tenían que
arreglárselas solos con sus bebés, una condición no natural para la humanidad
que hasta entonces había criado a sus hijos en grandes familias. Los padres
siempre habían compartido el cuidado con varios parientes adultos.
De acuerdo con el punto de vista conductista, que ignora completamente el
desarrollo humano, "el niño debía aprender a ser independiente". Podemos
confirmar ahora que forzar la "independencia" del niño conduce a una mayor
dependencia. En cambio, dar a los bebés lo que necesitan les lleva a una mayor
independencia posterior. En informes antropológicos de pequeños grupos de
cazadores y recolectores, los padres se encargan de atender todas las
necesidades de los bebés y los niños pequeños. Los niños se sienten
suficientemente confiados (y así mismo se sienten los padres) para entrar en el
bosque ellos solos. (Ver Hunter-Gatherer Childhoods, editado por Hewlett&Lamb,
2005).

Los conductistas ignorantes animaban entonces y ahora a los padres a


condicionar a su bebé a que sus necesidades no iban a ser atendidas a
demanda, fuesen estas de alimento o consuelo. Se asume que son los adultos
los que deberían estar "a cargo" de la relación. Ciertamente esto podría fomentar
en un niño la actitud de no pedir demasiada ayuda ni atención (replegándose en
una depresión, entrando en estasis e incluso dejándose consumir), pero es más
probable que fomente un niño quejumbroso, infeliz, agresivo y/o demandante, un
niño que ha aprendido que se debe gritar para que atiendan sus necesidades. E s
muy posible que durante toda su vida conserve una profunda sensación de
inseguridad.

Los hechos muestran que los cuidadores que habitualmente responden a las
necesidades del bebé antes de que entre en distrés (angustia aguda) evitando
que llore, tendrán más posibilidades de tener hijos independientes que haciendo
lo contrario (e.g. Stein&Newcomb, 1994). Lo mejor es comenzar desde el
principio atendiendo y calmando al bebé, ya que, una vez que el patrón está
establecido, es mucho más difícil cambiarlo.

En estudios realizados con ratas muy atentas o poco atentas con sus crías,
existe un periodo crítico en el que se activan determinados genes que controlan
la ansiedad durante el resto de la vida. En los diez primeros días de vida de la
cría con una madre (rata) poco atenta (el equivalente a los primeros seis meses
de vida humana), el gen nunca se activa y la cría se mostrará ansiosa frente a las
nuevas situaciones por el resto de su vida, salvo que se le administre drogas
para aliviar esta ansiedad. Estas investigaciones muestran que hay cientos de
genes afectados por esta falta de atención y cuidados. (Work of Michael Meaney
and colleagues; e.g., Meaney, 2001).

Deberíamos entender a la madre y al niño como una díada de respuesta mutua.


Son una unidad simbiótica que hace al otro más sano y más feliz en esta mutua
atención. Y esto se amplía también a los cuidadores.

Una extraña idea popular que todavía podemos encontrar es la que nos trae a
este artículo: la de dejar a los bebés que lloren cuando están solos, aislados en
cunas u otros artefactos. Esta idea proviene de un mal entendimiento del niño y
del desarrollo del cerebro.

• Los niños crecen al ser abrazados. Sus cuerpos no se regulan bien cuando son
físicamente separados de sus cuidadores.

• Los bebés indican sus necesidades a través de gestos y en ocasiones, si es


necesario, llorando. Igual que los adultos buscamos líquido cuando estamos
sedientos, los niños buscan lo que necesitan en el momento. Igual que los
adultos se calman cuando se satisface su necesidad, así hacen también los
niños.

• Existen muchos efectos a largo plazo de la falta de cuidado y la negligencia al


atender las necesidades de los bebés. (e.g., Dawson et al., 2000)

¿Qué es lo que "dejar llorar al bebé" produce realmente al bebé y a la


díada?
Las neuronas mueren. Cuando el bebé está estresado, se libera cortisol, una
hormona tóxica que asesina neuronas. Un bebé a término (40-42 semanas), con
solo un 25% de su cerebro desarrollado, experimenta un rápido crecimiento
cerebral. El cerebro crecerá hasta una media de tres veces más al final del
primer año (y el crecimiento del tamaño de la cabeza durante el primer año es un
signo de inteligencia, Gale et al., 2006). ¿Quién sabe qué neuronas no están
siendo conectadas o cuáles están siendo eliminadas durante el tiempo de estrés
máximo? ¿Qué déficits podrían mostrarse años más tarde tras sufrir experiencias
de distrés habituales?
La reactividad al estrés desordenado puede llegar a establecerse como un patrón
de vida no solo para el cerebro, mediante el sistema de respuesta al estrés, sino
también para el cuerpo a través del nervio vago, un nervio que afecta a múltiples
sistemas. Por ejemplo, el estrés prolongado en los primeros meses de vida,
resultando en un funcionamiento pobre del nervio vago, está relacionado con
trastornos como el síndrome del intestino irritable (Stam et al, 1997). Se puede
leer más sobre como la toxicidad del estrés en los primeros meses de vida en un
informe reciente de Harvard: The Foundations of Lifelong Health are Built in Early
Childhood.

En esta situación la autoregulación del niño también queda menoscabada. El


bebé es absolutamente dependiente de los cuidadores para aprender a
autoregularse. El cuidado receptivo (cubrir las necesidades del niño antes de que
entre en distrés) va sintonizando con el estado de calma en el cuerpo y en el
cerebro. Cuando un bebé se asusta y sus padres le abrazan y confortan, el bebé
está construyendo su expectativa de ser calmado, la cual se integra dentro de su
habilidad de autoconfortarse. Los bebés no pueden autoconfortarse estando
aislados. Si se les deja llorar solos, aprenden a "cerrarse" frente a situaciones de
distrés prolongado y dejan de crecer, dejan de sentir y dejan de confiar (Henry &
Wang, 1998).

La confianza también resulta menoscabada. Como Erik Erikson señaló, el primer


año de vida es un periodo sensible para establecer el sentido de confianza en el
mundo, el mundo de quien nos cuida y el mundo del ser propio. Cuando las
necesidades de un bebé son satisfechas sin distrés, el niño aprende que el
mundo es un lugar digno de confianza, que las relaciones sirven de apoyo y que
el propio ser es una entidad positiva que puede conseguir que sus necesidades
sean satisfechas. Cuando las necesidades de un bebé son descartadas o
ignoradas, el niño desarrolla un sentido de falta de confianza en las relaciones y
en el mundo. Y la autoconfianza se ve menoscabada. El niño podría pasar el
resto de su vida intentando llenar ese vacío interior.

La sensibilidad del cuidador puede verse dañada. Un cuidador que aprende a


ignorar a un bebé que llora probablemente aprenderá a ignorar señales más
sutiles de las necesidades del niño. El adulto que ignora al bebé, va aprendiendo
mediante la práctica a "endurecer su corazón" cada vez más. La reciprocidad
entre el cuidador y el bebé se ve rota por el adulto, pero no puede ser reparada
por el niño. El bebé está indefenso.

La capacidad de respuesta del cuidador a las necesidades del bebé está


relacionada con la gran mayoría de los comportamientos positivos del niño. En el
tema que estamos tratando, la receptividad del cuidador está relacionada con la
inteligencia, la empatía, la no existencia de agresiones o de depresión, la
autoregulación o la competencia social. Puesto que la receptividad es tan
poderosa, tenemos que observarla en nuestros estudios sobre las prácticas de
los padres y la respuesta y resultados en los niños. La importancia de la
receptividad de los cuidadores es ampliamente conocida en la psicología
evolutiva. La falta de receptividad, en la que "dejarles llorar" está representada,
puede resultar en comportamientos opuesto de los antes mencionados en los
niños.

El enfoque de "dejarles llorar" parece haber surgido tras la disolución de la vida


en familias extensas a lo largo del siglo XX. La gran sabiduría de las abuelas se
perdió en la distancia existente entre los hogares con niños y los hogares donde
vivían las mujeres con más experiencia. La sabiduría de mantener a los niños
felices se dejó perder entre generaciones.

Pero… ¿no es normal que los niños lloren?


No. En la antigüedad un bebé llorando se habría señalado a sí mismo frente a los
depredadores como un sabroso bocado. Así que ya entonces nuestras prácticas
paternales aliviaban el distrés infantil e impedían el llanto excepto en las
emergencias.
Los bebés están "fabricados" para esperar el equivalente a un "útero externo"
tras el parto (Allan Schore, referencias especificas más adelante). ¿Y qué es un
útero externo? Ser tenido en brazos constantemente, ofrecer lactancia materna a
demanda, satisfacer las necesidades rápidamente. Está ampliamente reconocido
que estas prácticas facilitan un buen desarrollo del cuerpo y del cerebro. Cuando
los niños muestran falta de confort significa que sus necesidades, las
necesidades de unos sistemas en muy rápido crecimiento, no se están viendo
satisfechas.

¿Qué señala el llanto continuo de un bebé? Indica la falta de experiencia, de


conocimientos y/o de apoyo de la persona que lo cuida. Para remediar la falta de
información que hay en todos nosotros, más abajo dispone de una lista de
artículos sobre las cosas que el llanto de un bebé puede estar indicando.
Podemos aprender sobre lo que los bebés necesitan y las prácticas a realizar
para aliviar el llanto de un bebé. Podemos ayudarnos unos a otros para que esto
ocurra lo menos posible.

Enlaces (en inglés):

• http://www.babycenter.com/0_12-reasons-babies-cry-and-how-to-soothe-
them_9790.bc?page=1

• http://www.babycenter.com/0_what-to-do-when-your-baby-cries-for-no-
reason_10320516.bc

• http://www.babycenter.com/0_colic-how-to-cope_1369745.bc?page=1
• La Ciencia de Ser Padres es un libro económico, lleno de fotos y muy fácil de leer
para los padres, escrito por Margot Sunderland, con mucho más detalle y
referencias sobre estos temas:
http://www.crianzanatural.com/prod/prod478.html
• Este es un magnífico artículo sobre el colecho (la práctica abandonada que está
detrás de pensamientos que abogan por dejar llorar a los niños) por mi estimado
colega Peter Gray.
http://www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn/201110/why-young-children-
protest-bedtime-story-evolutionary-mismatch
• Mucho más sobre estudios de colecho en la página web de mi colega, James
McKenna:
http://cosleeping.nd.edu/
• Sobre las necesidades de los niños aquí:
http://www.psychologytoday.com/blog/moral-landscapes/201008/the-decline-
children-and-the-moral-sense
• aquí:
http://www.psychologytoday.com/blog/moral-landscapes/201104/undercare-the-
bane-american-life
• y aquí:
http://www.psychologytoday.com/blog/moral-landscapes/201012/how-america-
morally-fails-its-children-what-needs-change
• Dar a los niños lo que necesitan es realmente el derecho básico de los bebés:
http://www.psychologytoday.com/blog/moral-landscapes/201111/do-we-need-
declaration-the-rights-the-baby
• El nuevo libro de Eileen Johnson sobre los derechos emocionales de los bebés:
http://www.amazon.com/Childrens-Bill-Emotional-Rights-
Children/dp/0765708507/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1323383698&sr=8 -1
Anexo
Fui criada en una familia de clase media con una madre depresiva, un padre
brusco y un ambiente emocionalmente poco cuidado, al igual que muchas otras
personas. Ha sido recientemente, tras muchos estudios sobre los efectos de los
cuidados de los padres en el desarrollo del cuerpo y del cerebro del niño, cuando
me he dado cuenta de que yo mostraba signos de no haber sido adecuadamente
atendida (poca memoria, puesto que el cortisol liberado durante el distrés daña el
desarrollo del hipocampo, intestino irritable y otros temas relacionados con un
tono vagal pobre y ansiedad social). En los Estados Unidos hay una epidemia de
mala salud física y mental (UNICEF 2007, USDHSS 1999, WHO/WONCA 2008).
La conexión entre la falta de práctica en los cuidados paternos y los pobres
resultados en salud ha sido estudiada teniendo en cuenta temas como el
contacto, la capacidad de respuesta, la lactancia, etc. (Narváez et al, en los
medios). Si queremos una sociedad fuerte, tendremos que prestar atención a lo
que los niños necesitan para un óptimo desarrollo.
Referencias:
• Blum, D. (2002). Love at Goon Park: Harry Harlow and the Science of Affection.
New York: Berkeley Publishing (Penguin).

• Dawson, G., et al (2000). The role of early experience in shaping behavioral and
brain development and its implications for social policy. Development and
Psychopathology, 12(4), 698-712.

• Catharine R. Gale, PhD, Finbar J. O´Callaghan, Phd; Maria Bredow, MBChB,


Christopher N, Martyn, DPhil and the Avon Longitudinal Study of Parents and
Children Study Team (October 4, 2006). "The influence of Head Growth in Fetal
Life, Infancy, and Childhood on Intelligence at the Ages of 4 and 8 years".
PEDIATRICS Vol. 118. Nº 4 October, 2006, pp. 1486-1492.
http://pediatrics.aappublications.org/cgi/content/short/118/4/1486.

• Henry, J.P., & Wang, S. (1998). Effectos of early stress on adult affiliative
Behavior, Psychoneuroendocrinology 23(8), 863-875.

• Hewlett, B., & Lamb, M. (2005). Hunter-gatherer childhoods. New York: Aldine.

• Meaney, M.J. (2001). Maternal care, gene expression, and the transmission of
individual differences in stress reactivity across generations. Annual Review of
Neuroscience, 24, 1161-1192.

• Schore, A.N. (1997). Early organization of the nonlinear right brain and
development of a predisposition to psychiatric disorders. Development and
Psychopathology, 9, 595-631.

• Schore, A.N. (2000). Attachment and the regulation of the right brain.
Attachement & Human Development, 2, 23-47.

• Schore, A.N. (2001). The effects of early relational trauma on right


braindevelopment, affect regulation, and infant mental health. Infant Mental
Health Journal, 22, 201-269.

• Stam, R., et al. (1997). Trauma and the gut: Interactions between stressful
experience and intestinal function. Gut.

• Stein, J. A., & Newcomb, M. D. (1994). Children's internalizing and externalizing


behaviors and maternal health problems. Journal of Pediatric Psychology, 19(5),
571-593.

• Watson, J. B. (1928). Psychological Care of Infant and Child. New York: W. W.


Norton Company, Inc.

Sobre Darcia Narvaez


Darcia Narvaez es profesora de Psicología en la Universidad de Notre Dame (Estados
Unidos). Ha publicado numerosos libros y está especializada en cómo las experiencias
tempranas afectan al desarrollo.

Documentos de Darcia Narvaez publicados en Crianza Natural


Cómo debe dormir mi bebé
Publicado el martes, 17 de marzo de 2015. Revisado el miércoles, 01 de abril de
2015.
Autor: MARÍA BERROZPE
Tiempo medio de lectura: 8 minutos y 60 segundos

Una de las mayores preocupaciones de los padres de un bebé pequeño suele ser
cómo deben poner a dormir a su hijo. Lo "normal", según lo que vemos a nuestro
alrededor, es colocarlo en una cuna, al principio en la misma estancia en que
nosotros dormimos, pero con el objetivo de sacarlo en unos pocos meses a la
suya propia. De hecho, una de las primeras cosas que preparamos ante la
llegada del bebé es "su habitación", como si la existencia de este espacio
separado del nuestro para dormir fuera una necesidad vital de nuestro recién
nacido.

Pero los planes del bebé suelen ser muy diferentes a los nuestros. Él no
entiende, todavía, de tradiciones culturales, solo de instintos. Y su instinto es
muy claro: necesita estar en contacto continuo con su madre. Ser separado de
ella supone un malestar intolerable que frecuentemente le hará irrumpir en llanto
tanto de día como de noche. Y es precisamente por la noche cuando esta
situación puede volverse insostenible.

Muchos padres no tardamos en descubrir que las insoportables noches de


despertares, llantos y viajes entre nuestra cama y la cuna de nuestro hijo tienen
una solución muy sencilla: meterlo en la cama con nosotros. Pero entonces
chocamos de frente con una de las tradiciones más arraigadas en nuestra cultura
occidental: el sueño en solitario de nuestros hijos, que no solo es defendida a
ultranza por nuestros amigos, vecinos y familiares varios, sino también por
nuestro pediatra, enfermera de pediatría o comadrona que, además, nos
señalará el inminente peligro de muerte súbita al que exponemos al bebé cuando
lo metemos en nuestra cama.
Ante esta situación, los padres solemos sentirnos bastante perdidos. Algunos
optarán por seguir insistiendo en el sueño en solitario, cueste lo que cueste, lo
que suele conllevar la aplicación de algún método de adiestramiento. Algunos de
estos métodos son realmente insufribles, como los basados en "dejar llorar",
mientras que otros, mucho más respetuosos, van a necesitar una gran inversión
de tiempo y esfuerzo que puede traducirse en un buen número de noches
difíciles para todos.
Otros optamos por dejarnos llevar por nuestro "instinto" y decidimos dormir con
nuestro bebé. Pero esta decisión tampoco es fácil. Ya no son las amenazas de
que "nunca te lo sacarás de la cama" de nuestros allegados. Lo peor es la terrible
sombra de la muerte súbita del lactante (SIDS por sus siglas en inglés) que ronda
sobre nuestras cabezas. Pero, ¿qué hay de cierto en esta creencia? Realmente
aumentamos el riesgo de SIDS colechando con nuestro bebé.

Según los científicos del sueño infantil, dormir con nuestros hijos en la misma
habitación, al menos durante el primer año de vida, es altamente
recomendable, porque reduce drásticamente el peligro de SIDS. Pero el
colecho (entendido como bedsharing, esto es, dormir con un bebé en la misma
superficie) despierta más controversias. Por un lado, todos parecen estar de
acuerdo en que practicado de manera segura no supone ningún riesgo
después de los tres meses de edad. Pero hasta ese momento esta pregunta
continúa todavía abierta. Mientras algunos investigadores aseguran que el
colecho es un riesgo independiente (o sea, que actúa en ausencia de cualquier
otro riesgo) de SIDS antes de los tres meses, otros afirman que este peligro no
está en absoluto demostrado. Según este segundo grupo de investigadores, si
respetamos una serie de condiciones de seguridad (ver tabla adjunta), el colecho
debería ser un factor de protección, dado que el sueño del bebé que colecha con
su madre es diferente al del bebé durmiendo en solitario, lo que podría tener
unas importantes implicaciones, muchas todavía desconocidas, tanto para el
desarrollo saludable del bebé como para su seguridad durante el sueño (para
más información sobre las discrepancias existentes entre los investigadores
consultar el Capítulo 4, apartado 4.2.1 de El debate científico sobre la Realidad
del sueño Infantil).
Y, mientras el mundo científico sigue con su debate, ¿qué hacemos nosotros?
¿Colechamos o no colechamos?

Condiciones para un colecho (entendido como compartir cama o


bedsharing) seguro.
• Los bebés deben dormir en superficies firmes, limpias, en ausencia de humo, sin
almohada ni ningún muñeco que pueda asfixiarle.

• Siempre debes poner a dormir al bebé sobre su espalda.

• No deben existir espacios entre el colchón y la barrera de seguridad o la pared


donde este pueda quedar atrapado.

• Los bebés no deben dormir nunca en sillones o sofás ni en el regazo de algún


adulto somnoliento.

• Nunca debes cubrir la cabeza del bebé con nada que pueda dificultar su
respiración.

• Evita abrigar demasiado al bebé y tener la habitación demasiado caliente.

• Es preferible que el bebé duerma al principio entre la pared, o la cuna adosada o


unos barrotes seguros, y la madre, en lugar de entre el padre y la madre. Al cabo
de las primeras semanas, el padre ya es sensible a la presencia del bebé y
puede dormir entre los dos.
• Es especialmente recomendable que el colecho se practique cuando la madre
amamanta a su bebé, porque se ha demostrado que las madres que amamantan
no dan la espalda a su bebé en la cama y se ponen, de manera instintiva, en una
posición segura para su hijo.

• Las madres y los padres que colechen no deben ser obesos, fumadores, ni tomar
alcohol o cualquier otra droga (o medicamento) que comprometa el estado de
consciencia o la capacidad de reacción (que adormezcan).

• Los bebés menores de un año no deberían compartir la cama con otros


hermanos pequeños.

• Evitar camisones o vestidos con lazos largos que puedan cubrir la cara del bebé
o enrollarse alrededor de su cuello. Los cordones de las cortinas o estores
cercanos pueden ser igualmente peligrosos. Si alguno de los progenitores tiene
el pelo muy largo, mejor que se lo recoja en una coleta.
Generalmente, ante la duda, los padres buscamos las recomendaciones al
respecto de diferentes organismos oficiales. Pero en este tema tan controvertido
encontramos bastante diversidad, dependiendo de a qué tendencia de las antes
citadas pertenecen los miembros del comité que las han escrito. Por lo tanto, y
ante la falta de unanimidad entre los expertos, solo nos queda evaluar las
diferentes recomendaciones y elegir la opción que mejor se adapte a nuestras
necesidades, creencias y filosofía de vida.

A continuación presento una recopilación de las últimas recomendaciones de los


principales organismos. El rango de variabilidad es importante: desde las más
conservadoras (como la Asociación Americana de Pediatría, que desaconseja
absolutamente el colecho) hasta las más abiertas y acordes con la evidencia
científica más actual. Cabe destacar que, con el paso del tiempo, muchos
organismos han ido abriéndose a la aceptación del colecho, siempre señalando
unas condiciones de seguridad muy concretas (ver tabla adjunta), dada su
importancia demostrada en el desarrollo saludable del bebé y en el
establecimiento de una lactancia materna exitosa.

Lista de Recomendaciones Oficiales Sobre el Sueño del


Bebé
• El Comité de Lactancia Materna y el Grupo de Trabajo para el Estudio de la
Muerte Súbita Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Consideran
el colecho una práctica beneficiosa para el establecimiento de la lactancia
materna, pero resaltan una serie de condiciones en las que este no debería
practicarse, ya que podría estar aumentando el riesgo de SIDS.
• Academia Americana de Pediatría (AAP). Las recomendaciones de esta
asociación provienen de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome.
Entre un total de 18 recomendaciones (organizadas en tres grupos según el nivel
de evidencia científica: A, B y C) se encuentra la de compartir habitación con el
bebé, pero no cama, una recomendación que ha suscitado numerosas críticas de
los sectores más innovadores defensores del colecho o bedsharing (para ver las
críticas a estas recomendaciones consultar el Capítulo 4, apartado 4.2.1 de El
debate científico sobre la Realidad del sueño Infantil).
• UNICEF. En sus recomendaciones los expertos de UNICEF afirman que el lugar
más seguro para el bebé es una cuna al lado de la cama, pero están abiertos al
colecho o bedsharing siempre que se cumplan las condiciones de seguridad.
• La Sociedad Suiza de pediatría (Schweizerischen Gesellschaft für Pädiatrie,
SGP), la Sociedad Suiza de Neonatología (der Schweizerischen Gesellschaft für
Neonatologie) y la Fundación Suiza para la Promoción de la Lactancia Materna
(Schweizerischen Stiftung zur Förderung des Stillens) realizaron, en el año 2013,
un comunicado conjunto en el cual, ante la importancia del colecho
o bedsharing como un factor favorecedor de la lactancia materna, el papel de la
lactancia materna como factor protector del SIDS, y la existencia de familias que
deciden libre y conscientemente colechar con sus bebés, relajan sus
recomendaciones anteriores en su contra, aceptando la realidad de que
practicarlo o no es una decisión de los padres y dando las directrices para que
pueda realizarse con la máxima seguridad, recomendando, por ejemplo, el uso
de una cuna tipo sidecar (superficie independiente adosada a la cama de los
padres), que facilita la lactancia y no interfiere con la frecuencia de las tomas de
pecho.
• La Liga de la Leche. Apuesta en sus recomendaciones por un colecho seguro,
resaltando los enormes beneficios que esta práctica supone tanto para el bebé
como para su madre.
• La Academia de Medicina de la Lactancia (The Academy of Breastfeeding
Medicine). Hace hincapié en la importancia del colecho para la lactancia materna
y considera que no hay evidencias concluyentes que permitan recomendar en
contra del colecho de manera rutinaria. Animan a seguir unas estrictas
recomendaciones de seguridad en caso de que se decida colechar.
• El National Institute for Health and Care Excellence (NICE) y la Infant Sleep
Information Source resaltan que la cama de adultos debe ser adaptada para que
el bebé duerma con seguridad, además de hacer hincapié sobre lo peligroso que
es quedarse dormido con el bebé en un sofá, hecho que puede ocurrir cuando
una madre muy cansada no se atreve a meterse el bebé en su cama para
amamantar por la noche. Por lo tanto, y ya que está demostrado que la gran
mayoría de madres acabará colechando en algún momento con su bebé,
recomiendan planearlo cuidadosamente, antes incluso del nacimiento, para que
así pueda ser practicado con las máximas garantías de seguridad.

Sobre María Berrozpe


María Berrozpe, PhD, es doctora en ciencias biológicas y autora de "El Debate Científico
sobre la Realidad del Sueño Infantil" y del blog Reeducando a mamá. Es, además,
monitora de La Liga de la Leche Internacional.

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