Capítulo 1 y 2 de Socioeconómica General USAC

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CAPITULO 1

EL MATERIALISMO HISTÓRICO

Como parte del Plan de Estudios 1995, el Curso


Socioeconomía General se imparte en el primer semestre del Área
Común y es obligatoria para todos los estudiantes de la Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos de
Guatemala. Socioeconomía General no es una disciplina
científica, sino que es el nombre de una materia que estudia las
principales corrientes del pensamiento social, como el positivismo,
estructural-funcionalismo y la sociología comprensiva, pero
enfatiza en el aprendizaje de la concepción materialista de la
historia también conocida como materialismo histórico, que es el
verdadero enfoque científico! que nos permite interpretar el
movimiento histórico-natural de la sociedad en su totalidad
regido por las leyes más generales, con el propósito de que la
práctica sociopolítica transformadora del ser humano, como arte
de lo posible, se realice con el conocimiento de las condiciones
históricas determinadas, así como de las leyes y fuerzas sociales
aptas para emprender la construcción de una nueva forma de
sociedad superior factible de alcanzar.

En este proceso de transformación histórico-natural de la


sociedad, la praxis del sujeto llamado a desarrollar esta forma de
organización social de la materia, se debe orientar hacia la
negación, conservación y superación de la forma de organización
social e histórica imperante, que desde la segunda mitad del
pasado siglo XX ha evidenciado con suma nitidez la amenaza
para la misma supervivencia del ser humano, al provocar un
desplazamiento estructural y permanente de los trabajadores
asalariados de los procesos de acumulación de capital, al ser
despedidos, por la implementación de los progresos de la ciencia y
la tecnología en las actividades productivas, de servicios y
especulativas y, por otro lado, por el deterioro progresivo de las
condiciones ambientales, como consecuencia de las necesidades
ineludibles de competitividad de las empresas capitalistas, que su
en búsqueda obsesiva de las máximas ganancias, contaminan y
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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
destruyen el medio ambiente, ya que lo importante para estas
unidades económicas es la incesante sed de reproducción en
condiciones cada vez mayores, y los costos que representa el
cuidado del entorno natural las hace perder capacidad de éxito en
la competencia global.

Como todas las disciplinas científicas que estudian los


fenómenos naturales y los sociales, el materialismo histórico, tiene
su objeto preciso de estudio, y éste es la sociedad en su totalidad,
que en su funcionamiento y desarrollo no responde a la acción de
fuerzas sobrenaturales, a la casualidad o a las condiciones
naturales, ni a seres extraterrestres, sino que está regida por leyes
sociohistóricas objetivas de carácter más general, que se imponen
inexorablemente mediante la actividad de los seres humanos en
condiciones históricamente determinadas y concretas.

La concepción materialista de la historia o materialismo


histórico entiende por sociedad la organización de los seres
humanos, que resulta de sus interacciones recíprocas
fundamentadas en la transformación de la naturaleza durante los
procesos de la producción de los bienes materiales, formando en
estas interacciones recíprocas un todo único e íntegro, en el que
los diversos fenómenos sociales se encuentran concatenados
entre sí y con el resto de la naturaleza, en tanto que las fuerzas
sociales que provocan su movimiento tienen diferente grado de
importancia. La base material de estas fuerzas sociales, así como
la interacción y determinación del movimiento de todos los
fenómenos sociales, es la forma o modo concreto en que se
producen los bienes materiales en razón de su racionalidad
concreta, históricamente determinada.

El objeto de estudio del materialismo histórico, por lo tanto,


no son los distintos aspectos particulares de la vida social, sino el
movimiento histórico de la sociedad en su totalidad regido por la
acción de leyes objetivas generales independientes de la
conciencia, voluntad, sentimientos, conocimientos, intereses y
actividad de los seres humanos. Las fuerzas motrices que mueven
a la sociedad resultan del desarrollo de sus contradicciones
inmanentes que conducen a la práctica social del sujeto de la
historia, producto de la toma de conciencia de estas antípodas. La
sociedad se desarrolla en el tiempo y en el espacio y tiene formas
históricas concretas.
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Por otro lado, la concepción materialista de la historia o
materialismo histórico, no es creación de un solo individuo, sino
que es una ciencia que surgió como resultado de los
acontecimientos históricos y las necesidades concretas de
transformación de la sociedad desde finales del siglo XVII hasta la
primera mitad del siglo XIX, así como del nivel más desarrollado
de la cultura espiritual creada por grandes pensadores,
principalmente en los campos de la filosofía, economía política y
sociología hasta esos momentos históricos, pero que, como toda
ciencia, continúa desarrollándose sobre la base de las
investigaciones científicas de su objeto de estudio en constante
movimiento y transformación social.

EL MATERIALISMO HISTÓRICO COMO CIENCIA"


El materialismo histórico, como toda ciencia, tiene su
propio objeto especial de estudio; las leyes más generales del
funcionamiento y desarrollo de la sociedad en su conjunto. Debido
a ello ha adquirido una independencia relativa como teoría
sociológica general, como base histórico-científica del progreso
social, ya que es un sistema de conocimientos en desarrollo de la
sociedad en su totalidad, obtenidos mediante la aplicación de la
dialéctica materialista al estudio de este organismo social, del que
se explica su movimiento histórico en base a leyes objetivas más
generales, cuyo conocimiento se demuestra en la práctica social,

1. Surgimiento del materialismo histórico.


Como sabemos, el materialismo premarxista era
inconsecuente y limitado. No sabía aplicar los principios del
materialismo filosófico a la cognición de la vida social y de la
historia y sustentaba en este terreno concepciones idealistas.

En el desenvolvimiento del pensamiento científico


corresponde a Marx y Engels el grandioso mérito de haber
edificado el materialismo hasta su cima, es decir, de haberlo
extendido a la cognición de la sociedad. Gracias a ello, la
concepción materialista del mundo se hizo por vez primera
multilateral, consecuente y eficaz hasta el fin.
El Materialismo historico pudo surgir unicamente a partir de determinadas premisas
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El Materialismo Histórico como Ciencia
sociales y teoricas. Su aparición fue preparada por el desarrollo regular del pensamiento
sociopolitico y filosófico avanzado. Al mismo tiempo, la posibilidad de conocer las leyes
de la visa social estuvo determinada tambien por las condiciones sociales.

Las premisas sociales que facilitaron el surgimiento del


materialismo histórico pueden resumirse, en líneas generales, en
lo siguiente: aceleramiento del desarrollo social, rápida sucesión
de los acontecimientos a partir de la revolución inglesa y, sobre
todo, de la revolución francesa burguesa de 1789-1794,
exacerbación extrema de las contradicciones y los choques de
clase y entrada de la clase obrera en la palestra de la historia.

Cuando la historia avanzaba con extremada lentitud, como


ocurrió en la época del feudalismo, resultaba difícil determinar las
leyes del desarrollo progresivo de la sociedad y comprender la
sucesión de unas formaciones sociales por otras. En aquellos
tiempos era fácil que arraigara la concepción metafísica.

Los tempestuosos acontecimientos de fines del siglo XVII y


de la primera mitad del XIX mostraron que la sociedad no era en
modo alguno un firme monolito, sino más bien un original
organismo social vivo, sujeto a cambios y subordinado en su
existencia y desenvolvimiento «a unas leyes objetivas,
independientes de la voluntad y la conciencia de los hombres.

A esa conclusión llegó, por ejemplo, Hegel en su filosofía de


la historia. Pese al idealismo y al misticismo, Hegel intentó
enfocar la historia universal desde el punto de vista de la
necesidad interna de su desarrollo. Expuso conjeturas geniales
acerca de las leyes más generales que rigen el desenvolvimiento
social y sobre la correlación de la libertad y la necesidad en la
vida de la sociedad, dejando para la posteridad la dialéctica, que
es la doctrina más completa y profunda del desarrollo de la
realidad objetiva en su forma más diversa.

El conocimiento de esas leyes objetivas a las que está


sujeto el movimiento de la sociedad, fue preparado asimismo por
las doctrinas de los economistas burgueses ingleses —William
Petty, Adam Smith y David Ricardo-, por sus concepciones del
trabajo como fuente de la riqueza y por su aportación a la teoría
del valor producto del trabajo. Los economistas ingleses, dijo

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Marx, proporcionaron la anatomía económica de las clases.
Aunque consideraban que las bases de existencia de las tres
grandes clases de la sociedad burguesa (los propietarios agrarios,
la burguesía y el proletariado) radicaban en las distintas fuentes
de distribución y no en el modo de producción, sus opiniones
representaron un importante paso adelante en el progreso del
pensamiento social.

En la preparación del materialismo histórico tuvo gran


importancia el descubrimiento del papel de la lucha de clases
como fuerza motriz de la revolución en la Edad Moderna. Este
descubrimiento fue hecho por Agustín Thierry, Francisco Mignet
y Francisco Guizot, historiadores franceses de la época de la
Restauración y, ya antes, por Henri de Saint-Simon, el gran
socialista utópico francés, que junto con otros pensadores de esta
escuela como Robert Owen y Charles Fourier, observaban que la
miseria de la población heredada de la sociedad feudal se
extendía y profundizaba, por lo que criticaban severamente la
sociedad capitalista y pensaban metafísicamente con una
sociedad mejor, porque el socialismo utópico “no podía señalar
una salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud
asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su
desarrollo, ni encontrar la fuerza social capaz de emprender la
creación de una nueva sociedad”?, ya que consideraban que se
podía convencer a la burguesía de la inmoralidad que significaba
la explotación de los trabajadores asalariados.

Los adeptos del materialismo premarxista hicieron también


cierto aporte a la preparación de la ciencia que trata de la
sociedad. En la explicación de los acontecimientos sociales e
históricos defendían, en general, un punto de vista idealista; no
obstante, algunos de ellos hicieron conjeturas geniales. Por
ejemplo, Helvecio, materialista francés del siglo XVIII, destacó la
importancia del medio ambiente y de las circunstancias en la
formación de la opinión social y de las costumbres de los hombres.
Las malas costumbres -dijo- son resultado de las malas
circunstancias. Y de ahí sacó la conclusión de que para cambiar
las malas costumbres era preciso modificar las circunstancias.
Pero no pudo explicar científicamente cómo hacerlo. A su parecer,
el cambio de las condiciones sociales debía ser fruto de una
legislación nueva, más perfecta, que sólo podría promulgar un

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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
gobernante genial. En este terreno sustentaba posiciones
idealistas.

En el surgimiento del materialismo histórico ejercieron


asimismo cierta influencia los éxitos de las ciencias naturales. A
fines del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX se
intensificaron los esfuerzos por crear la sociología como una
ciencia social rigurosa del mismo tipo que las ciencias naturales:
la mecánica, la física, la química o la biología. Fueron intentos
erróneos, por cuanto se enfocaba la sociedad con un criterio
naturalista, sin tomar en consideración su especificidad como
organismo social que se atiene a leyes de desarrollo especiales,
propias sólo de él.

La obra de elaborar una teoría científica de la sociedad la


efectuaron, por vez primera, Carlos Marx y Federico Engels.
Ambos crearon el materialismo histórico, haciendo extensivos a la
concepción de la sociedad el materialismo filosófico y la
dialéctica, reelaborada con un criterio materialista y,
aplicándolos a la actividad práctica revolucionaria de la clase
obrera.

Lenin dijo al mostrar el irrompible nexo interno existente


entre el materialismo histórico y el materialismo filosófico
general: “Marx profundizó y desarrolló el materialismo filosófico,
lo llevó a su término e hizo extensivo su conocimiento de la
naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El
materialismo histórico de Marx es una conquista formidable del
pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que hasta
entonces imperaban en las concepciones relativas a la historia y a
la política, sucedió una teoría científica «asombrosamente
completa y armónica, que muestra cómo de un tipo de vida social
se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas,
otro más alto...”

Las leyes más generales descubiertas por el materialismo


dialéctico actúan en la sociedad, pero lo hacen en una forma
singular, específica. Por eso, para revelar las leyes que rigen el
desarrollo de la sociedad humana no basta con conocer los
principios generales del materialismo filosófico y las leyes de la

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dialéctica: hace falta, además, estudiar las formas especiales de
su acción.

Unicamente en la sociedad, y además con una estructura


antagónica, la ley de la unidad y la lucha de los contrarios rige
como lucha de clases. ¡Y qué gran variedad de formas, tipos y
tendencias tiene esta lucha en las distintas épocas históricas!

El método dialéctico aplicado a la sociedad y el método del


materialismo histórico son, en esencia, conceptos idénticos. El
método dialéctico se concreta al ser aplicado a la sociedad. Esto
significa que, como complemento a las categorías filosóficas
generales, se conciben otras puramente sociológicas: formación
socioeconómica, fuerzas productivas y relaciones de producción,
modo de producción, base y superestructura, clases sociales,
naciones, etc. En estas categorías se resumen las más importantes
leyes del ser social y del conocimiento sociohistórico, las leyes del
desarrollo de la sociedad humana.

Marx y Engels formularon los postulados fundamentales


del materialismo histórico en los años 40 del siglo XIX en obras
tan importantes como Manuscritos económico-filosóficos de 1844,
La Sagrada Familia, La ideología alemana y, especialmente, en
forma más madura, en Miseria de la Filosofía y en el Manifiesto
del Partido Comunista. Al principio, la nueva concepción de la
historia y del desenvolvimiento social no era más que una
hipótesis y un método, pero una hipótesis y un método que
crearon, por vez primera, la posibilidad de un enfoque
rigurosamente científico de la historia. Marx y Engels, como decía
Lenin, fueron los primeros que transformaron la sociología en una ciencia, ya que dieron
la posibilidad de comprobar la reiteración y la justedad en el desarrollo de las relaciones
sociales, sintetizar los regímenes de distintos países en el concepto de formación
socioeconómica y descubrir lo general que los une y, a la vez, las diferencias inherentes
a dichos países en virtud de las condiciones específicas de su evolución.

En los años 50 del siglo XIX Marx emprendió un grandioso estudio de una formación
socioeconómica tan compleja como es el capitalismo. En su obra El Capital mostró esta
formación socioeconómica en su surgimiento, movimiento y desarrollo;
descubrió cómo se desenvuelven dentro de ella las contradicciones entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción y entre las clases sociales, y reveló cómo
aparecen,

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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
sobre la base de las relaciones de producción de bienes materiales,
la correspondiente superestructura política y determinadas ideas,
costumbres y relaciones en la vida cotidiana y en la familia. Con
la creación de El Capital, el materialismo histórico pasó a ser una
teoría sociológica científica argumentada.

Marx y Engels no aplicaron a su teoría el término de


“sociología” porque entonces lo usaban diversas doctrinas
positivistas idealistas, que no tenían nada en común con la
verdadera ciencia de la sociedad. Pero, en realidad, la doctrina
creada por ellos era y es la única teoría sociológica científica
digna de este nombre, pues sólo ella permite conocer las
auténticas leyes y fuerzas motrices del desarrollo de la sociedad.
“De la misma manera que Darwin ha puesto fin a la opinión de que
las especies de animales y plantas no están ligadas por nada, son
casuales, “creadas por Dios” e inmutables, y ha dado por primera
vez a la biología una base completamente científica al averiguar
la ley de la evolución de las especies y de la herencia; de esa
misma manera, Marx ha puesto fin a la concepción de la sociedad
como un agregado mecánico de individuos que admite toda clase
de cambios por voluntad de los jefes (o, lo que es lo mismo, por
voluntad de la sociedad y del gobierno), agregado que surge y
se modifica casualmente, y ha dado por vez primera a la
sociología una base científica al formular el concepto de la
formación socioeconómica como una sociedad concreta e
histórica, en cuya base se encuentra un conjunto de determinadas
relaciones de producción esenciales que constituyen su base
económica, al averiguar que el desarrollo de estas formaciones
constituye un proceso histórico-natural”.*

2. Objeto de estudio del materialismo histórico,

La sociedad humana es, por su esencia y estructura, la


forma más compleja de existencia de la materia. La sociedad es
una parte específica, cualitativamente original, de la naturaleza,
opuesta en cierto sentido a la naturaleza restante. Esta
concepción de la relación existente entre la sociedad y la
naturaleza distingue de manera radical al materialismo histórico
tanto del idealismo, que en la mayoría de los casos contrapone la

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sociedad y la naturaleza, como del materialismo metafisico, que no ve la diferencia
cualitativa existente entre ellas.

Juan Bautista Vico, pensador italiano del siglo XVIII, dijo


que la historia de la sociedad se diferencia de la historia de la
naturaleza en que la primera la hacen los hombres, y sólo los
hombres, en tanto que los fenómenos y procesos de la naturaleza
se producen por sí mismos, como resultado de la acción recíproca
de fuerzas ciegas, impersonales y espontáneas. El hecho de que
en la sociedad actúen seres humanos dotados de razón y
voluntad, que se señalan unos u otros objetivos y tareas y luchan
por realizarlos, ha sido en el pasado y, es con frecuencia en el
presente, la piedra de toque para los sociólogos e historiadores
que estudian la esencia y las causas cardinales, profundas, de los
procesos y fenómenos sociales. Algunos de ellos, al convertir en
absoluto la especificidad de los sucesos histórico-sociales,
contraponen metafísicamente las ciencias naturales, que estudian
los fenómenos y, procesos generales y reiterativos, a las ciencias
históricas, que, según ellos, tratan sólo de lo individual e
irrepetible. En el siglo XIX, los filósofos alemanes Enrique Rickert
y Guillermo Windelband, que representaban una de las escuelas
del neokantismo, opinaban que debían existir dos métodos
cognoscitivos diferentes e incluso contrarios: el llamado
nomotético o generalizador, que emplean las ciencias de la
naturaleza, y el ideográfico o individualizador (que trata
acontecimientos individuales e irrepetibles), utilizado por las
ciencias históricas.

Mas esta oposición metafísica de las ciencias de la


naturaleza a las ciencias de la sociedad es artificial y carece de
base. Ni en la historia de la sociedad ni en la naturaleza existen
dos fenómenos (por ejemplo, dos animales o dos hojas de un mismo árbol) que sean
absolutamente idénticos. De otra parte, en la sociedad, en la historia, a la par con lo
específico e individual existe también lo general, que se manifiesta en la economía, en
las relaciones sociales, en la vida política y espiritual de distintos
países y pueblos que se hallan al mismo nivel de desarrollo histórico. La separación de
esto general es precisamente lo que permite, descubrir las leyes de la vida social.

Puede parecer que, si los acontecimientos y procesos sociales son resultado de la


actividad de los propios hombres, en virtud de ello, su cognición es un problema menos
complicado que el conocimiento de los fenómenos de la naturaleza. Además, la

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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
instauración del poder del hombre y de la sociedad sobre las
relaciones sociales es, aparentemente, una obra más fácil que
subordinar al hombre las grandiosas fuerzas de la naturaleza que
le son hostiles. Sin embargo, la historia de la humanidad y la
historia de la ciencia testimonian que semejante idea es
equivocada.

En la primera mitad del siglo XIX, las ciencias naturales


habían alcanzado ya un desarrollo considerable, en tanto que la
auténtica ciencia sobre la sociedad estaba solamente naciendo.
La humanidad, al conocer las leyes y las fuerzas de la naturaleza,
fue sometiéndolas paso a paso a su poder. Pero la cognición, el
descubrimiento y la revelación de la verdadera naturaleza de la
sociedad humana y de sus leyes resultó ser una obra más larga y
complicada. Todavía más compleja, difícil y larga fue la
asimilación de las leyes y los procesos sociales y su sometimiento
al poder de la sociedad. Estas tareas pudieron ser cumplidas
únicamente al crearse la ciencia que trata de la sociedad y al
aplicarla a la práctica de la transformación revolucionaria de la
vida social.

La sociedad humana, los fenómenos y procesos sociales son


estudiados por diferentes ciencias. La economía política estudia
las relaciones económicas o relaciones de producción, las leyes
que rigen el surgimiento y desarrollo de los modos de producción
de bienes materiales. Las ciencias jurídicas se ocupan en el
estudio de las leyes referentes a la aparición de las diversas
instituciones políticas y jurídicas, del Estado, del Derecho y de sus
funciones. La historia del arte y la estética estudian las leyes del
surgimiento y desarrollo de las artes, la relación del arte con la realidad y los métodos
de creación artística. La ética investiga en el ámbito de las relaciones morales entre los
individuos. Así pues, aunque la sociedad humana es objeto de estudio de las ciencias
más diversas, cada una de las ramas del saber social enumeradas trata sólo de uno u
otro aspecto de la vida social, de este o aquel tipo de relaciones o fenómenos sociales
(económicos, políticos e ideológicos).

El objeto del materialismo histórico no son los distintos aspectos de la vida de la


sociedad, sino las leyes universales y las fuerzas motrices de su funcionamiento y
desarrollo, la vida social en su integridad, el nexo interno y las contradicciones de todos
los aspectos y relaciones. A diferencia de las ciencias sociales especiales, el materialismo
histórico estudia, ante todo y sobre

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todo, las leyes más generales del desarrollo de la sociedad, las
leyes del surgimiento y existencia de las formaciones
socioeconómicas en su totalidad y las fuerzas motrices de su
desenvolvimiento.

Las leyes sociológicas universales, las leyes más generales


del desarrollo de la sociedad, conciernen a todas las épocas
históricas y se manifiestan de una manera singular específica,
dentro de cada formación socioeconómica en cada época
histórica. Por eso, para comprender correctamente el carácter y
la esencia de las leyes sociológicas universales hay que estudiar
asimismo su acción, su funcionamiento, en la forma específica en
que se manifiestan en las diversas épocas históricas y en las
distintas formaciones (por ejemplo, en el feudalismo o el
capitalismo). Por consiguiente, el concepto de “leyes sociológicas
universales” comprende también los nexos y relaciones internos
que caracterizan las leyes más generales de las formaciones
socioeconómicas históricamente determinadas.

El materialismo histórico se diferencia igualmente de la


historia como ciencia. Es misión de la ciencia histórica estudiar la
historia de los países y pueblos y los acontecimientos en su
sucesión cronológica. En ella, el curso de los acontecimientos no
debe ser expuesto en una forma abstracta, teórica general, sino en
una forma viva, histórico-concreta, tomando en consideración las
condiciones específicas de cada país, los actos de individuos
verdaderos y la influencia de las casualidades, que desempeñan
con frecuencia un magno papel en los sucesos históricos.

A diferencia de la historia como ciencia especial concreta, el materialismo histórico es


una ciencia teórica general, metodológica. No estudia este o aquel pueblo, este o aquel
país por separado, sino la sociedad humana en su totalidad, analizada desde el punto
de vista de las leyes más generdles de su desarrollo.

El materialismo histórico, igual que la filosofía marxista en su conjunto, es la unidad de


la teoría y del método. De una solución materialista dialéctica al problema capital,
gnoseológico, de la ciencia social -la relación del ser social y la conciencia
social- y proporciona el conocimiento de las leyes más generales y fuerzas motrices del
desenvolvimiento de la sociedad. Por eso precisamente es una teoría sociológica
general científica. Y
también precisamente por eso, el materialismo histórico es un

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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
método vivo de estudio de los fenómenos y procesos de la vida
social y, simultáneamente, un método de acción revolucionaria.
Sólo con su ayuda pueden el historiador, el economista, el jurista y
el crítico de arte orientarse en la compleja red de fenómenos de la
vida social. El materialismo histórico pone en manos de los
dirigentes políticos de la clase obrera, el hilo conductor que les
permite estudiar y comprender las situaciones históricas
concretas.

El materialismo histórico «adquiere una importancia


metodológica especial en momentos de tempestuoso desarrollo
social, de rápidos cambios en el mundo y de virajes bruscos, en los
que es necesario un análisis singularmente riguroso y objetivo de
los acontecimientos, de la conducta de las clases y los partidos.

La economía política marxista y el materialismo histórico


son la base en que se asienta el conocimiento del paso a
formaciones sociales superiores, para lo cual se estudia la
estrategia y la táctica de la lucha de clase del proletariado, las
leyes y fuerzas motrices de la revolución social, del movimiento de
liberación nacional y del movimiento de transformación y
superación de la sociedad en su conjunto.

El materialismo histórico tiene también gran importancia


en el avance de las investigaciones sociales concretas. Al utilizar
en ellas los métodos matemáticos, los métodos de la encuesta, la
interviú, el sondeo, etc., hay que asentarse en la teoría sociológica
general del materialismo histórico y en su método.

A su vez, el materialismo histórico, como ciencia teórica


general de la sociedad, se apoya para su desarrollo en las
investigaciones sociales concretas (incluidas las sociológicas), en
el aprovechamiento a gran escala de los datos estadísticos y otros datos empíricos
concernientes a los diversos aspectos de la vida social. Las investigaciones sociales
concretas están llamadas a descubrir y mostrar el mecanismo de la acción, del
funcionamiento de las leyes sociológicas en las más diversas condiciones concretas.

Los clásicos del marxismo-leninismo han dado brillantes ejemplos de aplicación del
método sociológico general a las investigaciones concretas de los procesos sociales. “La
teoría, amigo mío, es gris, pero el árbol de la vida es eternamente verde”. Estas palabras
del Fausto, de Goethe, fueron citadas más de una

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vez por Lenin en la polémica con los marxistas que no captaban ni
veían lo nuevo e inesperado que nos brinda a menudo la vida en
impetuoso desarrollo. La vida, la práctica histórica universal, es
siempre más rica que la teoría social más avanzada. Importa
tener esto en cuenta especialmente en nuestra época,
tempestuosa y dinámica.

El materialismo histórico proporciona una orientación


científica objetiva en la marcha de los acontecimientos, hace
posible su cognición, su comprensión y la previsión científica,
permite ver las perspectivas y la orientación del desarrollo social
y sirve de base teórica de la acción revolucionaria.

3. Las leyes del desarrollo de la sociedad y su carácter objetivo,

Hace más de cien años, en el prólogo a la obra Crítica de la


economía política, Marx hizo una definición clásica de los
postulados y principios fundamentales del materialismo histórico.
Dijo: “En la producción social de su vida, los hombres contraen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la
estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la supraestructura jurídica y política y a la que
corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo
de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida
social, política y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es el ser
social lo que determina su conciencia. Al llegar a una
determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las
relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro
de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de
revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos
rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian
esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en
las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias naturales, y las formas
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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una
palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo
modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa
de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por
su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta
conciencia por las contradicciones de la vida material, por el
conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las
relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece
antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas
relaciones de producción antes de que las condiciones materiales
para su existencia hayan madurado en el seno de la propia
sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre
únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas
las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando
ya se dan, o, por lo menos, se están gestando, las condiciones
materiales para su realización”.

Esta fórmula concisa, y rigurosamente científica, de los


postulados y principios fundamentales de la doctrina marxista
acerca de la sociedad muestra con todo relieve dos
importantísimas peculiaridades de dicha doctrina: primera, la
aplicación consecuente de la concepción materialista de la
historia como un proceso regular, condicionado, en última
instancia, por el progreso de los modos de producción; segunda, la
rigurosa historicidad, el enfoque de la sociedad como un ser en
constante desarrollo.

Hemos dicho más arriba que ya antes del materialismo


histórico, el pensamiento sociológico -bajo el influjo, en particular,
de los éxitos logrados entonces por las ciencias naturales- trató de
comprender la vida social, la historia de la sociedad, como un
proceso sujeto a leyes. Pero las leyes sociales eran identificadas,
en su mayor parte, con las leyes de los procesos mecánicos, físicos o biológicos que
tienen lugar en la naturaleza. De esa forma quedaba de lado lo específico que
caracteriza la vida social, la cual es creada por los hombres, dotados de razón y voluntad.

A Marx y Engels les corresponde el gran mérito de haber descubierto en la vida social,
en la historia de la sociedad, no sólo lo que acerca las leyes sociales a las leyes de la
naturaleza, sino

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también lo que diferencia radicalmente una ley histórico-social de
una ley natural. Este hecho se manifiesta en la definición hecha
por ellos del desarrollo social como un proceso histórico-natural.

El proceso histórico-natural es tan regular, necesario y


objetivo como los procesos de la naturaleza; no depende de la
voluntad y la conciencia de los hombres, sino que, al contrario,
determina su voluntad y su conciencia. Al mismo tiempo, a
diferencia de los procesos de la naturaleza, el proceso histórico-
natural es resultado de la actividad de los propios hombres.

Ley social.

Toda ley expresa un nexo objetivo, necesario y estable,


reiterativo, esencial de relaciones entre fenómenos y procesos
sociales. Las leyes formuladas por el materialismo histórico y
otras ciencias sociales contienen estas características.

Hay leyes sociales que actúan en todas las etapas del


desarrollo de la sociedad. Entre ellas pueden mencionarse las
siguientes: papel determinante del ser social con respecto a la
conciencia social; papel determinante del modo de producción con
respecto a una u otra estructura de la sociedad; papel
determinante de las fuerzas productivas con respecto a las
relaciones económicas; papel determinante de la base económica
con respecto a la supraestructura jurídica y política; dependencia
de la naturaleza social del individuo respecto del conjunto de
relaciones sociales, etc. Estas leyes son denominadas leyes
sociológicas generales y rigen en todas las formaciones sociales.

Además de las leyes sociológicas generales, existen otras inherentes sólo a algunas
formaciones sociales. Son, en primer término, la ley de la división de la sociedad en
clases, peculiar únicamente de determinadas formas concretas de sociedad; la ley
de la lucha de clases como fuerza motriz de la historia, propia exclusivamente de las
formaciones socioeconómicas basadas en el antagonismo de las clases.

Algunos críticos del materialismo histórico dicen que la ley es una relación que existe
siempre y en todas partes. Según ellos, si la ley de la lucha de clases no responde a esta
exigencia, no es una ley. Las leyes de la vida social tienen una existencia y una
vigencia menores que las leyes eternas de la naturaleza, lo cual constituye en general
una de sus peculiaridades. Al igual que la

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Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
ley de la lucha de clases, otras leyes sociales rigen únicamente
allá y cuando existen las correspondientes condiciones y
relaciones. No obstante, son leyes objetivas, reales, que expresan
los nexos esenciales internos y relativamente estables entre los
fenómenos y procesos sociales. Porque tampoco las leyes de la
biología terrestre actúan en el Sol. Y sin embargo, nadie duda que
son leyes objetivas, reales.

Ciertos economistas y sociólogos burgueses elevan las


leyes sociales (por ejemplo, las que rigen la existencia y el
desarrollo del capitalismo) al rango de eternas, naturales e
imperecederas; en todas las etapas del desarrollo de la sociedad
ven el capitalismo con su desigualdad de bienes, con sus
relaciones de dominación y subordinación.

Federico Engels criticó en los siguientes términos


semejantes opiniones sobre las leyes sociales y económicas “Para
nosotros, las llamadas “leyes económicas” no son leyes eternas de
la naturaleza, sino leyes históricas que aparecen y desaparecen. Y
el código de la economía política moderna, por cuanto los
economistas lo han confeccionado objetivamente correcto, es
para nosotros sólo un conjunto de leyes y condiciones en las que
únicamente puede existir la sociedad burguesa de nuestros días.
En una palabra, este código es expresión abstracta y resumen de
las condiciones de producción e intercambio de la sociedad
burguesa moderna. Por eso, para nosotros, ninguna de estas leyes,
por cuanto expresa relaciones puramente burguesas, no es más
antigua que la sociedad burguesa moderna. Las leyes que tienen
vigor, en grado mayor o menor, para toda la historia precedente
expresan únicamente relaciones que son comunes a toda sociedad
basada en la dominación de clase y en la explotación de clase”.

La redlidad es que cada ley actúa en condiciones


determinadas y los resultados de su acción dependen de esas
condiciones concretas, que cambian de una formación a otra, e
incluso dentro de cada formación, y de un país a otro.

De la misma manera que el capitalismo adquirió en los


distintos países ciertas peculiaridades, vinculadas al pasado
histórico del país en cuestión y al peso relativo, mayor o menor, de
los tipos precapitalistas de economía, la sociedad socialista,

16
sometiéndose en su desarrollo a las leyes generales, tiene en cada
país algunos rasgos y peculiaridades derivados, de su pasado
histórico, así como del nivel que han alcanzado en él las fuerzas
productivas y la cultura. Pero esas peculiaridades no afectan lo
principal, en tanto no pueden abolir las leyes generales que le son
inherentes. No hay leyes nacionales de desarrollo del capitalismo
o del socialismo, leyes peculiares de cada país. Las leyes de las
distintas formaciones generales, son a la vez leyes generales para
todos los países que integran la formación dada. Aquí, como en los
demás ámbitos, existe la unidad dialéctica de lo universal y lo
particular, de lo internacional y lo nacional. El desconocimiento y
la violación de esta unidad, la acentuación excesiva de lo
nacional en perjuicio de lo general, de lo internacional, puede
conducir a tendencias nacionalistas. En este terreno existe un
límite que el marxista-leninista, el internacionalista en la política
y dialéctico en la teoría, debe ver y comprender.

4. La actividad consciente de los hombres y su papel en la historia. Libertad y


necesidad.

Al considerar el desarrollo social como un proceso


histórico-natural, ¿no nos cerraremos el camino que lleva a
comprender correctamente el papel de la acción creadora, de la
activa labor revolucionaria y transformadora de los hombres?
¿No conducirá eso a rebajar la actividad y la iniciativa históricas
de las fuerzas sociales avanzadas, a empequeñecer el papel del
factor subjetivo? Los adeptos de la concepción idealista subjetiva
de la historia han acusado más de una vez a los marxistas de fatalismo. En nuestros días,
los revisionistas de derecha y de “izquierda” combaten la doctrina científica de las leyes
objetivas del desarrollo social, de la necesidad histórica. Haciendo coro a los
sociólogos burgueses, los revisionistas afirman falsamente que esta doctrina subestima
la libre actividad de los hombres, humilla al individuo y es antihumana. Para los críticos
del marxismo, el factor económico lo es todo, en tanto que las ideas, las diferentes
formas de conciencia social -la filosofía, la moral, la religión- no son nada y no tienen la
menor importancia desde el punto de vista del materialismo histórico. Pero tales críticos
confunden el materialismo histórico con el materialismo vulgar, económico, a
pesar de que ambos se diferencian radicalmente.

El materialismo histórico no desconoce, ni mucho menos, la


importancia de la política, de la conciencia social y de los diversos
valores espirituales; por el contrario, reconoce su inmensa fuerza
17
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
en el desarrollo social. Las ideas y las políticas reaccionarias (por
ejemplo, la ideología racista y la política del fascismo)
desempeñan un papel negativo en extremo y pueden acarrear a
los pueblos, y les acarrean en realidad, las mayores calamidades.

En oposición a eso, las ideas avanzadas, revolucionarias-


filosóficas, sociales, económicas, políticas y morales, y la política
basada en ellas desempeñan un ingente papel, sobre todo cuando
alcanzan vasta difusión entre las masas, cuando sirven como
fuerza histórica movilizadora, organizadora y transformadora.

El materialismo histórico se ha formado y desarrollado en


lucha contra dos corrientes opuestas: primero, contra el
subjetivismo de los jóvenes hegelianos (y en Rusia, contra el
subjetivismo de los populistas y los machistas, así como contra el
voluntarismo de los trotskistas y de los comunistas “de
izquierda”); segundo, contra el providencialismo y el fatalismo,
que rebajan la importancia de la labor activa, consciente y
creadora de los hombres (contra el objetivismo burgués, el
“economismo”, las teorías oportunistas de derecha de sistemas
diferentes, etc.).

Los críticos burgueses del materialismo histórico intentan


descubrir una contradicción entre la intensa actividad
transformadora de los partidos progresistas y su doctrina sobre la
necesidad histórica, en particular, sobre el perecimiento
inevitable del capitalismo. Esos críticos dicen: Si sabemos que el
eclipse de Luna es ineluctable y llegará de manera regular, a
nadie se le ocurrirá fundar un partido que coadyuve al eclipse
lunar; pero los marxistas enseñan que el capitalismo será
sustituido ineluctablemente por el socialismo y, al mismo tiempo, crean partidos
políticos para luchar contra el capitalismo y afirmar el socialismo. Este argumento fue
expuesto en su tiempo, entre otros, por el neokantiano Rudolf Stammler.

Por supuesto, es estúpido e insensato crear partidos para “organizar” eclipses de Luna
o el advenimiento de la primavera y del verano. En el movimiento de la Tierra alrededor
del Sol y en el movimiento de la Luna no participa la actividad humana. Antes
ya de que apareciera el hombre, la Tierra giraba alrededor del Sol, y la Luna, alrededor
de la Tierra. Pero la historia la hacen los hombres y sólo los hombres. Las leyes del
desarrollo social, a diferencia de las de la naturaleza, son leyes de la actividad humana
y no existen fuera de esa actividad. Por eso, las

18
revoluciones sociales se producen únicamente como resultado de
la lucha de las clases avanzadas sobre la base de utilizar y
realizar las leyes objetivas del desarrollo social, en particular, las
leyes de la lucha de clases. Cuanto más a fondo conozcamos en
todos sus aspectos las leyes del desarrollo social; cuanto mayor
sean el grado de conciencia, la cohesión, la unidad y la
organización de los trabajadores, tanto más victoriosa será la
lucha por formas superiores de organización social y con tanta
mayor rapidez avanzará la historia.

De la misma manera que el conocimiento de las leyes y los


procesos de la naturaleza permite domeñar con el mayor éxito las
fuerzas espontáneas de la naturaleza, el conocimiento de las leyes
sociales y de las fuerzas motrices del desarrollo de la sociedad
permite a las clases avanzadas crear conscientemente la historia,
luchar por el progreso social. Cuando conocen las leyes objetivas
del desenvolvimiento social, las fuerzas avanzadas de la sociedad
no actúan a ciegas, de una manera espontánea, sino con
conocimiento de causa, con libertad.

Las leyes del desarrollo social se manifiestan con la mayor


frecuencia como tendencias. Se abren camino a través de
numerosos obstáculos, de gran cantidad de casualidades; a través
de la confrontación con tendencias opuestas, tras las que se
hallan fuerzas hostiles que es preciso paralizar y vencer para
asegurar el triunfo de las fuerzas y tendencias progresistas.

El choque de las diferentes tendencias hace que en cada


momento histórico no exista solamente una posibilidad. Por
ejemplo, el imperialismo lleva consigo en todo momento la
posibilidad de guerra, y en los países imperialistas hay siempre
fuerzas interesadas en desencadenar guerras. Pero a la par con esta posibilidad,
implícita en la naturaleza del imperialismo, hoy existe también otra posibilidad real: la
de asegurar la paz. Esta posibilidad dimana del crecimiento de las fuerzas pacifistas, de
la organización del movimiento progresista de los países capitalistas, del movimiento de
liberación nacional de los pueblos y de las fuerzas adictas a la paz, que luchan contra el
imperialismo.

Así pues, la necesidad histórica no es idéntica a la predeterminación. El conocimiento


de las leyes de la necesidad histórica, de las leyes objetivas del desarrollo social, lejos
de liberar a los hombres de toda actividad, requiere, por el contrario,

19
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
una intensa labor consciente para su realización. La doctrina del
materialismo histórico acerca del proceso histórico-natural no
rebaja el papel del individuo y de su actividad consciente, sino
que, a la inversa, muestra la importancia de esta actividad, de la
lucha de las fuerzas sociales avanzadas. El desconocimiento de
las leyes, el desprecio de las condiciones reales y de los medios de
lucha condenan a las masas trabajadoras y a su partido a la falta
de perspectivas y la pasividad o al aventurerismo y la derrota.

Así resuelve el materialismo histórico el viejo problema


filosófico y sociológico de la correlación de la libertad y la
necesidad, el problema de la libertad y la determinabilidad de la
voluntad.

“La libertad -dice Engels- no reside en la soñada


independencia de las leyes naturales, sino en el conocimiento de
estas leyes y en la posibilidad que lleva aparejada de hacerlas
actuar de un modo planificado para fines determinados. Y esto
rige no sólo con las leyes de la naturaleza exterior, sino también
con las que presiden la existencia corporal y espiritual del
hombre: dos clases de leyes que podremos separar a lo sumo en la
idea, pero no en la realidad. Por tanto, el libre albedrío no es otra
cosa, según eso, que la capacidad de decidir con conocimiento de
causa. Así pues, cuanto más libre sea el juicio de una persona con
respecto a un determinado problema, tanto más señalado será el
carácter de necesidad que determine el contenido de ese juicio; en
cambio, la inseguridad basada en la ignorancia, que elige, al
parecer, caprichosamente entre un cúmulo de posibilidades
distintas y contradictorias, demuestra precisamente de ese modo
su falta de libertad, demuestra que se halla dominada por el
objeto al que debiera dominar. La libertad consiste, pues, en el
dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior, basado
en la conciencia de las necesidades naturales; es, por tanto,
forzosamente, un producto del desarrollo histórico”.”

Lo dicho por Engels sobre las leyes de la naturaleza puede


aplicarse plenamente a las leyes sociales, a la correlación de la
libertad y la necesidad en la vida social. Las leyes sociales, mientras no son conocidas y
los hombres actúan contra ellas, se manifiestan como fuerzas espontáneas que les son
hostiles. Pero después de que estas leyes fueron conocidas y se descubriera su
naturaleza, las condiciones en que actúan y la dirección de esta

20
acción, los hombres tuvieron la posibilidad de dominarlas y
utilizarlas para someter cada día más a su voluntad las leyes
objetivas y, como consecuencia, alcanzar en grado creciente sus
propios objetivos.

La historia de la humanidad no ha seguido siempre, ni


mucho menos, una línea recta ascensional. Tendría un aspecto
muy místico si en ella hubiera solamente movimiento de avance.
Sin embargo, a pesar de los movimientos retrógrados, del zigzag y
de las catástrofes históricas (como las guerras, las invasiones de
los bárbaros, la decadencia y el desmoronamiento de Estados
poderosos) la historia humana ha avanzado regularmente en línea
ascensional, de una formación socioeconómica a otra, de lo
inferior a lo superior.

Y este desarrollo histórico no sigue una sola línea. Es


multiforme y tiene mucho de específico, vinculado a las
peculiaridades y condiciones de desenvolvimiento de los distintos
pueblos. Pero precisamente por eso es tan grande la importancia
del materialismo histórico, que en el aparente caos y la diversidad
infinita ha descubierto las leyes, la regularidad y la repetición en
lo principal y más esencial que caracteriza la evolución de la
humanidad.

¿Existe algún sentido en la historia de la humanidad, en el


desarrollo de la sociedad? ¿O es un movimiento tan absurdo y
espontáneo como la corriente de los ríos, que arrastran todo lo que
encuentran en su camino? Está claro que no se puede admitir
ningún sentido introducido desde fuera en la historia, una especie
de predestinación divina, un plan programado con antelación o de
prescripciones sobrenaturales para los pueblos. Además, la
historia de la sociedad tiene en cada época un contenido concreto.
Los pueblos y las fuerzas sociales avanzadas, que hacen la
historia, abren camino a nuevas relaciones sociales avanzadas
(económicas, políticas y otras) y luchan por cumplir determinadas
tareas históricas. Los hombres pueden tomar conciencia de estas
tareas con plenitud mayor o menor, o al revés de cómo debe ser, a
veces en una forma falseada, fantástico-religiosa. En las épocas históricas cruciales se
produce un ascenso de la actividad creadora consciente de las masas, de las clases
avanzadas. Por lo tanto, la historia de la humanidad no se hace sólo de una manera
espontánea, sino que en ella participa también la conciencia social.

21
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia

El contenido de nuestra época es la lucha entre las fuerzas


progresistas y las retrógradas; la lucha consciente de todas las
clases trabajadoras y grupos que son impactados negativamente
por los efectos de la aplicación de políticas neoliberales. Y este
movimiento se efectúa mediante la superación de dificultades de
distinto tipo, a través de profundas contradicciones y
antagonismos. Por eso no sigue una línea recta. También aquí
tienen lugar zigzag y movimientos retrógrados. Pero, en su
conjunto, el proceso histórico contemporáneo tiende hacia la
superación del actual ordenamiento social y en eso reside su
profundísimo sentido.

22
CAPÍTULO II
PECULIARIDADES Y DIFICULTADES DEL CONOCIMIENTO DE LA SOCIEDAD"

El hombre, además de vivir y moverse dentro de la


sociedad, entra en conocimiento con ella del mismo modo que con
la naturaleza circudante. Conocer la sociedad no sólo significa
advertir el ambiente social por vía de los sentidos, sino
investigarla toda. La sociedad humana es una formación
compleja, nace de la interacción de los hombres y la naturaleza,
de los unos y los otros. La actividad y las relaciones del hombre
constituyen la realidad social de la que se parte para conocer la
sociedad.

La sociedad se desarrolla en el espacio, pues ya en los


tiempos prehistóricos el hombre poblaba la tierra y formaba
grupos más o menos aislados -tribus y gens- que en su evolución
han devenido en pueblos y constituido los Estados. La sociedad
existe también en el tiempo y tiene su historia de las distintas
comunidades, y sus interrelaciones componen la historia de la
humanidad o, dicho de otra forma, de la sociedad. El conocimiento
de ésta es el conocimiento de la historia humana en sus diversas
formas.

Sólo por la ciencia se puede dominar la esencia de la


actividad y las relaciones del hombre a escala de toda la sociedad,
conocer su historia. La noción científica de la sociedad, como toda
noción, comienza por los hechos y los acontecimientos descritos.
Sin embargo, los hechos sólo son materia prima que emplea la
ciencia, pero no son lo mismo que esta última. Ésta comienza allí
donde hay generalizaciones, donde se revelan leyes y surge una
teoría que ofrece una explicación correcta de los hechos. Aplicado
al conocimiento de la sociedad, esto significa que, al explicar la
actividad y las relaciones de los hombres, la teoría debe mostrar
por qué éstos hacen la historia precisamente de una manera y no
de otra. Ahora bien, ¿es eso posible? El hombre puede elegir
diversos modos de proceder. A veces, él mismo no sabe explicar
por qué ha procedido precisamente así y no de otro modo. ¿Cómo
discernir, pues, sus actos, y más tratándose de millones de seres

23
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
Peculiaridades y Dificultades del Conocimiento de la Sociedad
humanos? La explicación científica de la actividad de los
hombres en la historia es, en efecto, una tarea teórica
excepcionalmente difícil. Y, además, ¿puede hacerse? Ciertos
filosóficos, por ejemplo, los neokantianos! responden
negativamente a esta pregunta, consideran que la ciencia puede
sólo explicar los fenómenos, y los procesos de la naturaleza,
mientras que el proceso histórico, la actividad del hombre en la
sociedad no tienen explicación científica. <<Las ciencias
naturales y las históricas -escribe, por ejemplo, el neokantiano
H. Rickert- deben hallarse siempre en oposición lógica por
principio.? Esta no es una observación fortuita, sino una posición
determinada. H. Rickert, W. Windelband y otros representantes de
la escuela de Baden deslindaban y oponían, unas a las otras, las
ciencias naturales y las sociales, por la razón de que, según ellos,
en la sociedad, a diferencia de la naturaleza, todos los fenómenos
son singulares y únicos, por lo cual, las ciencias de la naturaleza
pueden usar el método de la generalización, mientras que las
ciencias históricas, sólo el método de la singularización. Las
primeras tratan las leyes de la naturaleza, las conexiones
causales que les son inherentes (por eso se llaman nomotéticas, es
decir, generadoras de leyes), explican y prevén la marcha de los
procesos naturales, mientras que las segundas deben limitarse a
los acontecimientos aislados y únicos de la historia concreta. Los
neokantianos calificaban de ideográficas (descriptivas) las
ciencias sociales. Este punto de vista sigue hasta hoy influyendo
en dichas ciencias. Incluso en nuestros días, muchos miran con
escepticismo las posibilidades del conocimiento social. En
oposición a éstos, hay otros que se muestran asombrados y
molestos por semejante actitud ante las ciencias sociales, por la
incredulidad acerca de sus capacidades cognoscitivas y poder de
penetración. Pero no se trata de emociones. Hay que ahondar en
su esencia. En efecto, ¿acaso es justa la contraposición
neokantiana de la sociedad a la naturaleza, y del conocimiento
social a las ciencias naturales? Diríase que, por cuanto la sociedad
se distingue efectivamente de la naturaleza, la posición de los

24
neokantianos posee cierto fundamento, tanto más por cuanto
reaccionan ante la simple parificación de lo natural y lo social. Sin
embargo, no se puede olvidar que, en la ciencia, no basta, ni
mucho menos, apelar a la percepción directa, en este caso a la
desemejanza visual, de la sociedad y la naturaleza. Incluso la
afirmación, ahora evidente para todos, de que la Tierra es
redonda, ha tropezado en tiempos con muchas barreras, ya que
contradecía la percepción directa. Por tanto, hasta la evidente
diferencia que hay entre la sociedad y la naturaleza no puede
reconocerse como argumento convincente del criterio
neokantiano. Así comenzaremos por poner en claro el problema de
en qué consisten las peculiaridades del conocimiento de la
sociedad y con qué dificultades específicas se tropieza para ello.
En el curso de la exposición de nuestro tema veremos lo hecho por
la ciencia para superarlas.

Si resumiéramos las peculiaridades de la vida social, a


diferencia de la naturaleza, y las dificultades de conocimiento de
la sociedad que se desprende de ello, se reducirían a lo siguiente:

Primero, en la naturaleza, todo lo que ocurre obedece a


causas naturales. Todo es producto de la interacción de las
fuerzas ciegas de la naturaleza. Un rayo fulmina un árbol, el
viento propaga la llama, el bosque se reduce a cenizas, éstas, a su vez, abonan el suelo...
y así sucesivamente. Entra en acción toda una cadena de conexiones y dependencias
naturales que pueden ser observadas objetivamente, analizadas y explicadas por la
ciencia. Aquí no existen objetivos fijados de antemano ni propósitos deliberados.

Muy otra cosa es la sociedad humana. Todo lo que ocurre en ella es resultado de la
actividad de los hombres, de su interacción. Pero los hombres son seres conscientes, y
todo lo que hace cada uno pasa, de una manera u otra, por su cabeza. Los hombres
actúan movidos por pasiones, reflexiones o, en el peor de los casos, por caprichos. Y si
fuese así, parecería imposible analizar la sociedad apelando a las ciencias naturales,
igual que éstas hacen con la naturaleza. En realidad, no se pueden tomar en cuenta
todas las opiniones y teorías, todos los deseos y aspiraciones, todas las pasiones y
caprichos, todo lo que mueve a los hombres a actuar de una u otra forma y condiciona
determinados efectos sociales. <<En las violentas convulsiones que conmueven, a
veces, las sociedades políticas -escribía el famoso pensador francés Holbach- y que
ocasionan el
25
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
hundimiento de uno u otro imperio, no hay una sola acción, una
sola palabra, un solo pensamiento, una sola voluntad, una sola
pasión de quienes toman parte en la revolución, ya sea como
elementos activos, ya como víctimas de la misma... que no
produzcan infaliblemente los efectos debidos en consonancia con
el lugar que ocupan en ese torbellino moral. Esto parecería
evidente para toda inteligencia capaz de abarcar y de
comprender todas esas acciones y reacciones de los espíritus y de
los cuerpos de quienes coadyuvan a esta revolución>>?. No hay
duda de que Holbach se equivoca. Incluso en los que respecta a la
interacción de partículas de la materia, los físicos no pueden
prever, con absoluta exactitud, todos los efectos, por cuanto en
dicha interacción no sólo concurre la necesidad, sino también el
azar. Aplicada a la sociedad humana, la solución de tal problema
resulta imposible, tanto práctica como teóricamente, no sólo
porque en la sociedad, al igual que en la naturaleza, actúe el azar
y en cualquier proceso social existe, actúe y se entrelace una gran
diversidad de conexiones, relaciones, interacciones y factores,
sino también porque intervienen la conciencia, la voluntad, las
pasiones, etc. Todo esto presenta especiales exigencias al proceso
de conocimiento de la sociedad. Al tratar de conocer los
fenómenos sociales <<es preciso tener siempre en cuenta que
tanto en la realidad como en el pensamiento existe el sujeto
dado>>.* En eso reside la peculiaridad, y la dificultad específica de
las ciencias sociales, cuya superación sólo es posible si se resuelve
el problema de la correlación entre lo objetivo y lo subjetivo.

Segundo, en la naturaleza se observa por doquier la


repetición. Cada día, el sol se levanta en el Este y cada primavera
reverdecen los árboles; todos los cuerpos se dilatan con el calor y
cada ser nace, vive y perece. Y no es difícil observar la repetición
en los procesos y fenómenos naturales, aunque la repetición no
sea absoluta, idéntica en todos los detalles. Al investigarse la
repetición de los fenómenos en la naturaleza, bien sean naturales
o en el laboratorio, los hombres de ciencia logran, a la corta o a la
larga, descubrir las leyes a que dichos fenómenos obedecen. Y la
ley es, precisamente, lo común, lo requerido, lo esencial y lo
estable que se repite en los fenómenos.

26
Muy otra cosa ocurre en la sociedad humana. Los procesos
concretos y los acontecimientos históricos revisten aquí un
carácter muy individual y jamás se repiten en parte alguna.
Cualquier acontecimiento histórico, ya sean las guerras greco-
persas o las campañas de Alejandro Magno, ya la Gran Revolución
Burguesa de Francia o la Gran Revolución Socialista de Octubre,
la segunda guerra mundial o la desintegración del sistema
colonial del imperialismo, es siempre único en su género y no tiene
repetición absoluta. De ahí podría desprenderse la conclusión de
que no existen leyes que rijan el desarrollo de la sociedad, de que
no se la puede enfocar desde un criterio científico general de la
repetición y de que, por tanto, no puede haber ciencia de la
sociedad. Sin embargo, no se puede elevar al absoluto esta
singularidad, puesto que muchas cosas se repiten también en la
sociedad. El hombre nace, estudia, trabaja, forma un hogar y cría
hijos, se comunica con sus amigos, se plantea determinados
objetivos, y así sucesivamente. Todo ello muestra que, pese a la
colosal diversidad de las condiciones de vida, de costumbres, de
peculiaridades de la historia concreta de unas u otras zonas,
regiones, países, pueblos y Estados, el estudio detallado de la vida
de la sociedad permite indiscutiblemente advertir muchos más
elementos comunes que se repiten que lo que podría parecer a
primera vista. Por consiguiente, las perspectivas de la ciencia
social no son tan tristes y pesimistas. El quid de la cuestión reside
en la correlación entre lo común y lo singular aplicado a la historia.

Prosigamos. La evolución de los sistemas estelares y el movimiento en el micromundo,


los procesos geológicos y el desarrollo del reino vegetal y del reino animal, es decir,
todas las formas de movimiento y de desarrollo en la naturaleza poseen estados
relativamente, estables, susceptibles de ser delimitados, comparados y mediados.

Muy distinto ocurre con la sociedad. ¿Cómo abordar el análisis de la misma? Unos dicen
que la historia de la sociedad humana es un torrente ininterrumpido. Miles de millones
de seres humanos viven y actúan, administran la economía y educan la
nueva generación, construyen ciudades y ponen en cultivo nuevas tierras, estudian y
practican el deporte, mantienen relaciones de amistad los unos con los otros o se pelean
y luchan, y de todas estas acciones y actitudes forman la continua historia
del género humano. La muerte y el renacimiento renuevan constantemente el mar
humano, en el que todo se halla en
27
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
constante proceso de cambio y, diríase, no se puede detener para
analizarlo, aunque sea en términos generales. Otros, al contrario,
afirman que no es continua la evolución en la historia. Cada
persona está ligada a una determinada cultura, la cual forma su
modo de pensar y actuar y no cambia a lo largo de siglos, e incluso
milenios. Empero, cada cultura es tan peculiar que no tiene
sentido compararlas y trazar una línea única de evolución. Se
atienen a estas concepciones ciertos etnólogos adeptos de la
llamada <<antropología cultural>> que se dedican al estudio de la
vida y la cultura, efectivamente muy estables, de los pueblos
primitivos.

Todo ello muestra que en la sociedad humana existe lo uno


y lo otro, o sea, tanto el constante proceso de cambios como los estados estables, y que
estos aspectos del proceso histórico se reflejan de modo unilateral en los diversos
sistemas de concepciones. En virtud de ello ante la ciencia se plantea destacar las
formaciones sociales capaces de dividir la historia sin deformarla, y hallar los elementos
estables, que se repiten en el torrente común de los acontecimientos históricos.

Finalmente, en el contenido mismo del conocimiento concreto, científico-natural, no


suele manifestarse claramente la diferencia de los intereses sociales de clase, por lo
cual, las ciencias naturales, matemáticas, no revisten un marcado carácter de clase.
Cierto es que la historia conoce casos de crueldad, como el del juicio tramado por la
Inquisión contra Galileo, e incluso el sacrificio de Jordano Bruno en la hoguera. Ahora
bien, lo esencial es que el significado práctico de sus descubrimientos no era del
dominio público, mientras que su contradicción con las creencias religiosas imperantes
no dejaba lugar a dudas.

Estos ejemplos históricos atestiguan que los intereses de clase influyen en la


interpretación filosófica de los datos que ofrecen las ciencias naturales y en las
conclusiones filosóficas que se sacan de dichos descubrimientos.

En nuestra época, la religión es más cautelosa, y los sacerdotes de la Iglesia sólo exigen
que la ciencia deje a Dios lo que <<es de Dios>>, es decir, que no critique las
concepciones religiosas.

Los mayúsculos adelantos de la física y la química, de la matemática y la cibernética, de


la biología y la medicina han convertido las ciencias naturales en <<benjamin>> de
cualquier
28
sociedad moderna, aunque, por supuesto, éstas se utilicen de
modo desigual y con distintos fines sociales en los diversos países.

Muy otro es el conocimiento de la sociedad. Por ejemplo, la


presencia de ricos y pobres en la sociedad dividida en clases
antagónicas, la existencia de explotadores y explotados, de
Opresores y oprimidos, de clases dominantes y dominadas, da
lugar a distintas, e incluso contrarias, actitudes respecto al orden
de cosas reinante en ella, respecto a la modificación o a la
conservación de éste. A unos les conviene este orden de cosas,
están vitalmente interesados en mantenerlo y consolidarlo; otros
lo odian y quieren destruirlo. Los primeros ven en dicho orden un
bien, los segundos, un mal. Los intereses de los hombres influyen
directamente en la apreciación de los fenómenos de la vida social
y en las conclusiones que se sacan del análisis de dichos
fenómenos. Al no haber imparciabilidad respecto de los
fenómenos sociales, diriíase imposible la objetividad en la
investigación de los mismos. Surge la pregunta: ¿pueden las
ciencias sociales poseer las virtudes de la verdad objetiva, las
virtudes propias de toda ciencia o sólo permiten clasificar los
hechos de la historia y apreciarlos desde el punto de vista de
algún ideal, del bien o del mal, de la justicia o de la hermosa
armonía? Por el momento vemos que los datos de las ciencias
naturales, digamos, los adelantos de la física o de la matemática
son reconocidos por todos y se utilizan (aunque, como es lógico, no
siempre del mismo modo y con iguales fines) en todos los países,
incluso en los de distinto régimen social, mientras que la filosofía, la sociología, la
historia, la Economía Política y otras humanidades, apenas poseen tesis y enunciados
aceptados en todas partes. De ello se desprende la correlación entre el enfoque de clase
y la objetividad, entre partidismo y la verdad en las ciencias sociales, de lo que
hablaremos detalladamente más adelante.

Por tanto, no cabe lugar a dudas, la sociedad, como objeto de estudio, se distingue muy
esencialmente de la naturaleza, y el pensamiento teórico tropieza aquí con dificultades
en verdad colosales.

Esta es, en gran parte, la causa de la complejidad y la duración del proceso del devenir
y del desarrollo de las ciencias sociales, aunque no siempre se ha tenido conciencia de
las dificultades, y el advertirlas ha sido ya, de por sí, un adelanto de la ciencia.
29
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
Durante varios milenios, la historia escrita ha registrado el
desarrollo del conocimiento de la sociedad y se han ido formando
las corrientes de acumulación de conocimientos sobre la misma,
los cuales han ofrecido la base para distinguir tres esferas
fundamentales de las ciencias sociales.

El primer paso de la ciencia consistió en recoger,


seleccionar y describir los hechos históricos dignos de la memoria
de los hombres. Así ha nacido la historia, que se ha ramificado
paulatinamente y se ha convertido en toda una esfera de ciencias
históricas.

La necesidad de la dirección estatal, la actividad práctica


del procedimiento judicial, la actividad diplomática y militar, la
enseñanza escolar y las artes, el desarrollo de la escritura y la
complicación de la vida económica han engendrado
ineludiblemente la necesidad de conocimientos políticos, jurídicos,
pedagógicos, estéticos, lingúísticos, económicos, etc. Ha surgido un
grupo de ciencias que no estudian la sociedad como un todo
íntegro, sino unos u otros aspectos de la misma, unos u otros
fenómenos peculiares o procesos de la vida social. Estas ciencias
suelen denominarse ciencias sociales particulares o concretas.

Finalmente, a la par con el progreso de los conocimientos históricos y con el estudio de


unos y otros aspectos de la vida social, se formulan concepciones que expresan un
criterio de conjunto acerca de la sociedad y su historia. Esto constituye un eslabón
imprescindible para el conocimiento de la sociedad, puesto que ninguna ciencia social
concreta enfoca la sociedad como un todo único. Tal concepción de la historia humana
la requieren todas las ciencias concretas, ya que les ofrece una posición de arranque y
una base teórica general. Por eso no es casual que significados historiados, filósofos y
sociólogos del pasado procuraran tan afanosos abarcar con su pensamiento la vida
social como un todo íntegro y dar una respuesta a la cuestión del carácter del
conocimiento histórico, del sentido de la historia, del destino y sentido de la vida
humana y de los destinos de la humanidad. El planteamiento de estos problemas reviste
ya un carácter filosófico, por cuanto es una parte de la concepción general que se tiene
del mundo y del lugar que en él ocupa el hombre.

El carácter específico de la filosofía y lo que la distingue de las ciencias naturales y


sociales concretas consiste en que estudia
30
el mundo y la actitud del hombre hacia el mundo en sus rasgos
más generales y desde el ángulo de las leyes más generales de
éste. ¿Qué es el mundo en que vivimos? ¿De qué <<principios>> ha
nacido toda esa diversidad de objetos y fenómenos que nos
rodea? La ha creado alguna fuerza superior, o existe por sí solo
desde siempre, ¿desarrollándose por sus leyes propias no
inventadas ni impuestas por nadie? Todo eso son diversas
formulaciones del problema fundamental, sin cuya solución no se
puede llegar a una concepción integral del mundo. ¿Qué es lo
primario en el mundo: el principio material o el espiritual? Ese es
el problema básico de la filosofía. Todo el sinnúmero de escuelas,
corrientes y orientaciones filosóficas pueden dividirse en dos
líneas o partidos fundamentales: la línea del materialismo, que
reconoce como primario el principio material, y la línea del
idealismo, que reconoce como primario el principio espiritual,
ideal. A tono con la solución de este problema, cada corriente
traza su propia teoría el conocimiento del mundo. Los
materialistas afirman que las sensaciones e ideas del hombre, con
ayuda de las cuales se logra el conocimiento, son reflejo de la
materia, mientras que, para los idealistas, el conocimiento es,
cuando no una expresión de la esencia ideal (divina) del mundo,
una formación del saber por el propio hombre. La mundividencia
materialista orienta las ciencias hacia la comprensión del mundo
tal y como es y procura apoyarse en las ciencias concretas al definir su idea general del
mundo. En cambio, la concepción idealista ofrece, en esencia, una noción tergiversada
del mundo, impone sus propios esquemas a las ciencias, lo cual entorpece el progreso
de éstas y frena el proceso del auténtico conocimiento. Sin embargo, esto no significa,
en absoluto, que los filósofos idealistas no hayan dado nada de valor y fructífero al
desarrollo del conocimiento. Semejante planteamiento sería vulgar y primitivo. Esta
cuestión cabe enfocarla de modo histórico. El progreso de los conocimientos filosóficos
se ha producido, como se sabe, sobre la base del materialismo y dentro del marco de la
mundividencia idealista, en el proceso de la lucha del uno con el otro, del
enfrentamiento de las opiniones. Además, no hay que olvidar que el propio
materialismo del pasado tenía un punto esencial, muy vulnerable: era metafísico. Este
materialismo no supo comprender el mundo y la marcha del conocimiento del mismo
en proceso de desarrollo y de constante cambio. A la vez que descubría correctamente
la naturaleza material y el contenido material de las nociones humanas, se valía de ellas
como de cosas inmóviles, inmutables y petrificadas de una vez y para siempre. Los
materialistas metafísicos estimaban que la
31
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
conciencia humana era un reflejo pasivo de la materia y no
comprendían el papel activo de la misma. Y los idealistas, por
cuanto atribuían la diversidad del mundo circudante el papel
creador del espíritu y de la conciencia, se dedicaban precisamente
al estudio del aspecto activo de esta última. La doctrina más
completa del pensamiento, de la flexibilidad universal y la
movilidad de las ideas, es decir, la dialéctica de las ideas,
pertenece a Hegel, autor de la dialéctica como teoría de las leyes
del desarrollo del espíritu. Hegel advirtió genialmente la dialéctica
del mundo material real. La dialéctica materialista pertenece a
Marx y Engels, que superaron con ánimo crítico los aspectos
débiles de la filosofía hegeliana y elevaron el materialismo a un
nivel cualitativamente superior, haciéndolo dialéctico.
Precisamente por ser dialéctico ha podido el materialismo servir
de auténtica base teórico-filosófica a la investigación científica y
de arma eficaz en la lucha contra el idealismo.

El descubrimiento del materialismo dialéctico estuvo ligado


igualmente a la inclusión del hombre en la filosofía, del hombre
como ser social activo dedicado a transformar prácticamente el
mundo. El análisis de la práctica y, ante todo, de la actividad en la
esfera de la producción material, ha permitido unir la concepción
de la realidad, en tanto que existente objetivamente, con el
aspecto activo del pensamiento humano. La correcta comprensión
de la actividad práctica humana constituye el punto de partida tanto de la teoría
científica del conocimiento como de toda la historia del conocimiento.

Esta breve excursión a la esfera de las principales concepciones filosóficas nos ha sido
necesaria para establecer una mayor claridad en la exposición que sigue, ya que
recurriremos con frecuencia a dichas concepciones. Aquí no se puede prescindir de la
terminología filosófica ya que la filosofía abarca las teorías sociales generales, que
plantean problemas de la sociedad en conjunto, mientras que las posiciones filosóficas
departida de sus autores influyen en la esencia de las teorías mismas y determinan el
sentido en que se resuelven los problemas planteados. Reviste también un carácter
filosófico la teoría marxista del desarrollo de la sociedad, es decir, el materialismo
histórico (la concepción materialista de la historia).

Por tanto, la historia del conocimiento de la sociedad comprende: primero, el desarrollo


de las ciencias históricas; segundo, el desarrollo de las ciencias concretas, y tercero,
32
numerosos intentos de crear concepciones generales, que
contienen una visión sintética de todo el proceso histórico
considerado en conjunto, elaboradas partiendo del planteamiento
y la solución del problema fundamental de la filosofía en lo que a
la sociedad se refiere. En nuestro caso nos interesa, precisamente
y ante todo, la tercera esfera fundamental de las ciencias sociales.

Como es sabido, existe una infinidad de teorías filosófico-


históricas, pero la verdad es una sola. Por consiguiente, surge la
pregunta: ¿es posible crear una teoría general que corresponda a
la realidad? ¿No sería mejor considerar cada teoría general como
expresión de las posiciones filosóficas subjetivas de su autor o
como expresión de un determinado estado de ánimo? ¿Ha
madurado la humanidad para comprender el sentido oculto de su
ser social?

Trataremos de responder brevemente a esta pregunta.


Claro es que, si una u otra teoría social se limita a una
extrapolación de las concepciones filosóficas del pensador a la
sociedad, se puede decir, a priori, que no responde a la realidad
histórica. Ocurre más bien lo contrario, se suele adaptar la
realidad histórica al esquema trazado. Para establecer una teoría
social científica se deben tomar en cuenta todos los aspectos
específicos de la sociedad y su naturaleza. Dicha exigencia puede
expresarse, en otros términos: la teoría social general no debe
revestir un carácter simplemente filosófico, sino un carácter filosófico-sociológico. Así
se deja constancia de su pertenencia a la filosofía, como también de su lugar en el
sistema del conocimiento social, y no sólo filosófico. El tercer eslabón el
sistema de las ciencias sociales del que hemos hablado es, precisamente, la esfera del
saber sociológico. El tránsito de las concepciones puramente filosóficas de la sociedad
a las filosófico-sociológicas, observado ya en el siglo XIX, ha sido un gran progreso en el
desarrollo del conocimiento de la sociedad, de las ciencias sociales. Ha significado la
aproximación del pensamiento humano a la comprensión del proceso histórico más
adecuada, basada en el análisis de los caracteres específicos y en los hechos sociales.

Pero aquí se presenta el crítico y dice que semejante teoría social, tan amplia que se
sitúa por encima de toda realidad social, es imposible ya por el solo hecho de que debe
abarcar un colosal número de datos, de que la sociedad no ha sido estudiada todavía
suficientemente en todos sus detalles para que se establezca una
33
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
teoría general. Tales voces críticas suenan incluso en nuestra
época entre ciertos sociólogos burgueses. El problema merece
especial atención.

Por supuesto, toda teoría que menosprecie los hechos es


estéril. Pero ¿es posible que el gigantesco progreso de las ciencias
históricas y otras ciencias sociales no haya acumulado todavía
suficientes datos para crear una teoría general? ¿Por qué, pues,
suenan semejantes voces? Para comprenderlo es preciso conocer
las fuentes del problema.

Al fijar la atención en la esterilidad de las formaciones


filosófico-históricas especulativas. Augusto Comte formuló a
mediados del siglo XIX la idea de la creación de la sociología como
ciencia de la sociedad, libre de toda relación con la filosofía y
basada en datos empíricos en igual medida que las ciencias
naturales. Sin embargo, el propio Comte no creó tal ciencia. Es
reconocida por todos la afirmación de que <<Comte dio a la
sociología el nombre y el programa, que predicaba pero que no
cumplia>>*. So pretexto de expulsar la filosofía de las ciencias
sociales, Comte no hacía más que imponerles su filosofía
positivista. Entre otros, han influido mucho en el sucesivo
desarrollo de esta última: Herber Spencer, Emilio Durkheim, Max
Weber y Vilfredo Pareto.

La sociología de Comte, Spencer y otros, desarrollada en estrecho contacto con la


filosofía positivista y opuesta a la teoría del marxismo, suele denominarse
<<tradicional>>. Sin embargo, después se ha visto claro que no sólo la filosofía idealista
de la historia, criticada por Comte, sino la sociología teórica del mismo, son fruto de las
búsquedas especulativas y tienen poco valor práctico. El deseo de crear una sociología,
como ciencia de significación práctica, ha llevado a los sociólogos norteamericanos,
entre los que eran particularmente fuertes los ánimos pragmático-practicistas, a la
creación de la sociología empírica. Casi toda la primera mitad del siglo XX ha sido una
época de propagación de esta sociología, que se proclama despreciativa de la teoría y
se empeña en elaborar los métodos y la técnica de las investigaciones sociales
concretas, y también en formular un conjunto especial de conceptos sociológicos, a
saber:

34
<acción social>>, <<cambio social>>, <<grupo>>,
<<comunicación>>, <<conflicto>>, <<adaptación>>,
<<asimilación>>, <<conducta colectiva>>, etc., etc. Se produce un
auge impetuoso del número de investigaciones empíricas, surgen
oficinas, centros e institutos especiales de investigación, se
fundan cátedras y facultades de sociología. <<Se eleva al absoluto
el empirismo, no entendido como base de los conocimientos, sino
como principio opuesto a la teoría. La sociología es proclamada
disciplina empírica, dedicada al estudio de la <<conducta social>>
de los hombres, y entre los sociólogos <<no está ya en boga>»>, el
ser fundador de escuelas de pensamientos>>*.

No obstante, ya en los años 40, unos sociólogos no


marxistas comenzaron a señalar y a criticar los defectos de la
sociología empírica, pese a ciertos éxitos prácticos limitados,
debidos a vastas investigaciones empíricas, pese al éxito de
determinados trabajos, como El campesino polaco en Europa y en
América de W. I. Thomas y F. Znaniecki, Introducción a la ciencia
de la sociología de R. E. Park y E. Watson, Middletown de los
esposos Lynd, así como los famosos Experimentos de Hotorne de
Mayo y los sondeos practicados en el ejército norteamericano
por el grupo de Stouffer. La razón de ello se debe tanto a la
extrema pobreza de los resultados prácticos de las
investigaciones empíricas como a la impotencia teórica de las
mismas. La propia lógica del desarrollo de las ciencias sociales ha
mostrado con toda elocuencia que tanto las construcciones
especulativas divorciadas de la realidad como el empirismo
rastrero, opuesto a la concepción teórica general de la sociedad,
no pueden dar vida a una verdadera ciencia de la sociedad. <<Si
bien antes, la teoría social, no confirmada por observaciones
comprobadas, carecía de fundamento, la búsqueda de hechos que
no se guíe por la teoría carece de objetivo, y la acumulación de los
mismos, sin sintetización teórica, carece de sentido>>”.

Por consiguiente, en la sociología burguesa se va perfilando


la exigencia precisa de unir la <<investigación social>> con la
<<ciencia social>>, lo cual significa que se reconoce
indirectamente que carece de todo fundamento real la
identificación de las investigaciones empíricas con la propia
35
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
sociología como ciencia. Este imperativo se formula
explícitamente en el trabajo Social Theory and Social Structure
(1949) del sociólogo norteamericano Robert Merton.

<<El estereotipo del teórico social -escribe Merton-, que


paira en las alturas del empíreo de las ideas puras no
contaminadas con los hechos mundanos, envejece con la misma
rapidez que el estereotipo del sociólogo investigador pertrechado
con un cuestionario y un lápiz a la caza de datos aislados y
carentes de sentido>>*,

En la actualidad existen en la sociología burguesa varias


concepciones rivales, empeñadas en representar la teoría
sociológica. Además, los sociólogos occidentales proclaman que no
quieren volver a los esquemas puramente especulativos. Sin
embargo, la experiencia del desarrollo de las ciencias sociales no
ha sido estéril. Entre dichos sociológicos, muchos afirman ya que
la teoría sociológica debe descansar en datos empíricos. Pero,
precisamente aquí surge la contradicción fundamental. Las
necesidades internas de la ciencia exigen que se elabore una
teoría sociológica general, mientras que la aplicación limitada de
la sociología a la solución de problemas muy particulares
(encuestas para sondear la opinión pública, las relaciones en una
colectividad poco numerosa, etc.) no estimula, ni mucho menos,
semejante elaboración. Precisamente esta contradicción se
encubre con la palabrería de que en nuestra época no se dispone
todavía de suficientes datos para establecer una teoría
sociológica general y que, por el momento cabe circunscribirme a
síntesis más particulares, a la <<teoría de rango mediano,
aplazando la creación de la teoría sociológica general hasta que
se hayan acumulado suficientes datos y se pueda hacer generalizaciones más amplias.
En Occidente se tienen muchas esperanzas en que el problema lo solucionará la escuela
estructural-funcional de Talcot Parsons. Después de la segunda guerra mundial, el
funcionalismo ha adquirido en Occidente una gran difusión y muchos lo consideran
como «<<base del pensamiento sociológico>>.

No obstante, la escuela estructural-funcional en sociología, que enfoca los fenómenos


sociales desde el ángulo de su lugar en la estructura del organismo social integral y de
la función del
36
mantenimiento de la estabilidad de dicho organismo, no pone al
descubierto ni las causas que unen los distintos elementos
estructurales de la sociedad ni las leyes y fuentes del desarrollo
de la misma. Por eso, el enfoque estructural-funcional puede, en el
mejor de los casos, servir de elemento integrante de la teoría
general, pero esta última no puede reducirse sólo a este enfoque.

Por tanto, ni Comte, considerado tradicionalmente como el


precursor de la sociología burguesa, ni sus posteriores discípulos
han logrado establecer una teoría sociológica general que pueda
tender el camino de la comprensión científica de la vida social. El
auténtico comienzo de la sociología científica arranca de
mediados del siglo XIX y va unido a los nombres de Carlos Marx y
Federico Engels.

A Carlos Marx precisamente le corresponde el mérito de


haber creado la teoría filosófico-sociológica -el materialismo
histórico-, con la que se sientan los cimientos del conocimiento
científico de la esencia del proceso histórico examinado en
conjunto y que ofrece, finalmente, la base teórica a toda la ciencia
de la sociedad. La experiencia del establecimiento de esta teoría muestra que en el
estudio de la sociedad se han acumulado ya suficientes datos para levantar una teoría
social general, aunque no en una forma definitiva, por supuesto, ya que es un poco
probable que ninguna teoría adquiera nunca semejante forma, sino como principios
generales, y que, por ende, la humanidad ha madurado para que se conozca a sí misma.
La experiencia con respecto a dicha teoría muestra que los teóricos burgueses si no han
podido establecer una teoría filosófico-sociológica no ha sido por falta de hechos, de
datos empíricos, sino por hallarse en poder de su concepción clasista del mundo y por
la estrechez de sus intereses sociales.

Cualquier ciencia, incluida la social, sólo puede nacer y desarrollarse cuando tiene
terreno para ello, cuando hay condiciones sociales concretas y cuando lo impone la
necesidad social. No puede nacer ni desarrollarse en cualquier lugar ni en cualquier
tiempo.

Cada época histórica ha ofrecido determinadas posibilidades tanto para conocer la


naturaleza como la sociedad. Por ejemplo, antes del capitalismo, e incluso en los
primeros brotes de su devenir, la posibilidad de conocimiento científico de la naturaleza
por los hombres e incluso de sus propias relaciones
37
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
sociales era muy limitada. Pero más tarde, con el progreso del
capitalismo, las condiciones materiales de la vida social
maduraron a tal punto que se hace prácticamente posible la
comprensión científica del proceso histórico en su conjunto.
¿Cuáles son, pues, estas nuevas posibilidades?

Con el desarrollo del capitalismo desaparece el anterior


aislamiento entre los países y los pueblos. La gran mayoría se
incorpora al cauce común de dicho proceso: se forman las
naciones modernas y entre ellas se establecen vínculos de toda
índole. Así se hace patente que la historia de toda la humanidad
es una sola y que cada pueblo pasa por una serie de peldaños
obligatorios del movimiento histórico. Han surgido grandes
posibilidades para comparar la historia de los diversos pueblos,
destacar lo común existente en el orden económico y político de
los países, y hallar así la repetición objetiva en las relaciones
sociales. A este respecto, es oportuno recordar las palabras de
Engels acerca de que <x<el materialismo moderno ve en la
historia el proceso de desarrollo de la humanidad y se plantea
descubrir las leyes que rigen dicho proceso>>.

El tránsito al capitalismo, que va ligado a violentos virajes


revolucionarios en todas las esferas de la vida, ha sacado a la
palestra histórica poderosas fuerzas sociales, en cuyos choques y
luchas se han ido resolviendo los problemas sociales candentes.
Esta lucha se distinguía por una peculiaridad esencial. Si bien en
la Edad Media, la lucha se libraba preferentemente bajo
banderas religiosas (cruzadas, herejías, Reforma, etc.), lo cual
dificultaba la comprensión de las verdaderas causas que la
movían, posteriormente, la lucha de los campesinos por la tierra en las revoluciones
burguesas, los choques entre los pudientes y los desposeídos, entre los ricos y los
pobres bajo el capitalismo, ponían ya al desnudo la base económica de los conflictos
sociales, y eso, como es lógico, impulsaba a los hombres a buscar las causas de los
acontecimientos históricos en la economía de la sociedad.

El vasto desarrollo de la división social del trabajo y el establecimiento de firmes


conexiones entre las diversas ramas de la producción (industria, agricultura, etc.) han
permitido que se pueda analizar el desarrollo de la producción material como tal,
independientemente de sus formas particulares.
38
Por consiguiente, el capitalismo, al dar un viraje a las
condiciones de vida de los hombres, ha creado las premisas
objetivas para que se penetre en la esencia del proceso histórico,
para que se conozcan las bases de este último.

Además de brindar esas nuevas posibilidades para conocer


la sociedad, el desarrollo del capitalismo ha engendrado la
necesidad social de establecer la ciencia de la sociedad.

Con el avance del capitalismo se vislumbran y se agravan


más y más sus contradicciones. La competencia y la anarquía de
la producción, las crisis periódicas, la opresión social y nacional y
otras contradicciones antagónicas del capitalismo han planteado
ante la sociedad la impostergable tarea de buscar y hallar las vías
y los medios por los que solucionen estas contradicciones. La
producción capitalista ha alcanzado un nivel tan alto de
desarrollo que se hacen necesarios el control y gobierno
conscientes de la misma a escala de toda la sociedad. Es éste un
problema que no conocían las épocas anteriores. Pero, bajo el
régimen capitalista, bajo la dominación de la propiedad privada
sobre los medios de producción no se puede efectuar semejante
control de modo consecuente. Para ello es preciso, en primer lugar,
erigir un régimen nuevo que se base en la propiedad social y, en
segundo lugar, se necesita de la ciencia. Del mismo modo que las ciencias naturales han
ayudado y ayudan a los hombres a utilizar las poderosas fuerzas de la naturaleza, las
ciencias sociales pueden y deben ayudarles a dominar las demoníacas fuerzas del
desarrollo social. Por cuanto es en la sociedad donde nace la necesidad vital de superar
los antagonismos sociales, surge el imperativo de disponer de una ciencia con la que se
dominen dichas contradicciones y las vías para superarla. Y el nuevo régimen social es,
en general, inconcebible si no está basado en la ciencia social, como fundamento teórico
de gobierno de todos los procesos sociales, si la sociedad no los somete a un control
racional y consciente en beneficio del desarrollo y de la libertad del hombre.

Por tanto, el desarrollo de la sociedad capitalista y la agravación de sus contradicciones


han posibilitado e impuesto que surja la comprensión científica de la historia. La
grandeza genial de Marx y Engels está en que, echando por la borda las viejas
tradicionales concepciones idealistas, descubrieron las
leyes del desarrollo de la sociedad, cuya existencia negaban los
39
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
subjetivistas. Al ofrecer la comprensión materialista científica de
la historia, estos dos pensadores resolvieron el problema
planteado por la época.

La experiencia del desarrollo del conocimiento social,


examinada aquí brevemente, y la síntesis de la misma desde las
posiciones de la concepción materialista de la historia nos
permiten ahora contestar a la pregunta hecha en el comienzo del
capítulo, a la cuestión de si cabe contraponer el conocimiento
social a las ciencias naturales, en que insistían los neokanteanos.

La sociedad se distingue efectivamente de la naturaleza,


pero no deja de ser una parte de ella. Entre la primera y la
segunda existen tanto diferencias como elementos comunes. Ello
da fundamento objetivo para dos tipos de conclusiones erróneas:
para la parificación naturalista de la una con la otra (II. Spencer,
los social-darwinistas, etc.) y para el divorcio neokantiano entre
la una y la otra y, por tanto, para que se borren las diferencias
entre las ciencias naturales y las sociales (<<física social>>, <<social-darwinismo>>,
<<energetismo>>, etc.), por una parte, y, por otra, para su enfrentamiento absoluto. Es
evidente que ambas posiciones son unilaterales. El enfoque dialéctico materialista de la
vida social ha permitido mostrar que la sociedad en su funcionamiento y desarrollo, al
igual que la naturaleza, obedece a la acción de leyes objetivas, y la ciencia social, por
haber llegado a dominar dichas leyes, es capaz tanto de describirlas como de explicar el
proceso histórico. De ahí que todas las ciencias, ante todo la filosofía que estudia las
leyes generales de todo desarrollo, así como las ciencias que estudian los rasgos y las
leyes generales de las estructuras materiales (las ciencias matemáticas, la cibernética,
etc.), pueden aplicarse al estudio de los fenómenos de la vida social.

A su vez, por cuanto la sociedad se distingue de la naturaleza, no se pueden hacer


extensivas a la vida social las leyes y conclusiones específicas de los procesos naturales.
La sociedad obedece a la acción de sus leyes específicas, y conocerlas corresponde sobre
todo a las ciencias sociales.

Habría sido imposible que surgiera el materialismo histórico sin la enorme labor crítica
de superación del idealismo, dominante en la ciencia social anterior, y sin conservar y
aprovechar desde un punto de vista crítico todo lo valioso que había acumulado el
desarrollo de la filosofía, la historia, la ciencia económica y todo el pensamiento social
considerado en conjunto.
40
A la par con ello, el materialismo histórico ha resuelto la antítesis
de la verdad y el interés.

Es preciso conocer el objeto para poder modificarlo. En su


actividad práctica, el hombre, además de transformar el objeto en
el que recae su trabajo, hace realidad sus metas, aspiraciones e
intereses. Por consiguiente, en la actividad de los hombres se
conjugan los conocimientos objetivos, sus necesidades y sus
intereses. Ahora bien, el modo de conjugarlos puede ser distinto,
por cuanto son distintos, e incluso opuestos, los propios intereses
de los hombres. En el conocimiento de la vida social, la diferencia
de los intereses, sobre todo la diferencia de clase, conduce a que a
cada punto de vista se le oponga otro contrario que da una
interpretación diferente a unos mismos hechos. Surge la pregunta:
¿Cómo se puede lograr el auténtico conocimiento? ¿Quizá haya
que colocarse por encima de la sociedad, de las clases, y mirar
desde el margen la lucha entre los hombres, la colisión de sus
intereses y la ebullición de sus pasiones? Pero la experiencia
muestra que con eso no se logra nada en absoluto, que la posición
del hombre colocado por encima de la sociedad es mera ilusión.
Además, las razones teóricas nos dicen que es imposible e incluso
inútil toda investigación social que no se guía por intereses
sociales o de clase concretos, por determinadas normas de
valores*”. Y los conocimientos sociales mismos son necesarios, ante
todo, para servir a la actividad de los hombres. Por eso, el
problema de la autenticidad del conocimiento social se resuelve
sobre otra base: en la sociedad misma hay que hallar la clase
social, la fuerza social que no pueda actuar sin poseer
conocimientos objetivos de la realidad social, es decir, que esté
interesada en poseerlos. En este caso, entre el conocimiento y el
interés se establece cierta correspondencia, y el interés se expresa
en el afán de lograr el conocimiento auténtico. Pero si el
conocimiento y el interés entran en contradicción el uno con el
otro, en lugar de la ciencia nacen los mitos, las ilusiones y las

41
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
ideas tergiversadas. El interés es una fuerza poderosa; y si,
digamos los axiomas o los teoremas geométricos contradijeran los
intereses de alguien, aparecerían inevitablemente hombres
empreñados en refutarlos.

El reconocimiento de la conexión entre la teoría social y los


intereses de uno y otro grupo social, de una u otra clase social se
denomina principio del partidismo o espíritu de partido. La ciencia
del materialismo histórico se liga abiertamente a los intereses de
la clase progresista, a la lucha por la liberación de los
trabajadores de toda explotación, al avance de la sociedad hacia
formas de organización social superiores. En ello consiste su
principio del partidismo o espíritu de partido. Pero dicha ciencia
conoce sólo un camino para coadyuvar realmente a la lucha de
las masas trabajadoras: el de reproducir objetivamente el cuadro
de la realidad, la correlación de fuerzas, las contradicciones
existentes y las tendencias del desarrollo. Aplicando esta ciencia
a la actividad práctica -y no se trata simplemente de la actividad
de un individuo u otro, sino de la lucha de masas, de clases y de
grupos sociales-, se puede lograr que los objetivos correspondan a
los resultados de la actividad. La estrecha e indestructible
unidad con la lucha de los trabajadores le imprime a la ciencia social y a toda la filosofía
dialéctica materialista un carácter científico, revolucionario y crítico, con la vista puesta
en el porvenir. La ciencia social puede describir y explicar el pasado, analizar el presente
y prever el porvenir sólo en el caso de poder descubrir la ley objetiva del desarrollo
social. Claro que aquí no se trata de prever acontecimientos concretos del futuro, sino
sólo el sentido general de los cambios sociales. Una vez descubierta la huella de una ley
científico-natural, el hombre no puede modificarla ni abolirla, mucho menos por
decreto, pero está en condiciones de disminuir los dolores en el parto de lo nuevo. Y en
eso consiste el colosal papel de la ciencia social.

Ahora bien, si una y otra teoría social se liga de cualquier modo con los intereses
egoístas de clases o grupos sociales privilegiados, que bregan por imponer su voluntad
a la sociedad y frenar el progreso social para mantener dichos privilegios, relacionados
con la procedencia, la riqueza y el poder, se coloca inevitablemente en una posición que
no le permite apreciar de modo objetivo la realidad, es decir, emprende el camino de la
deformación de esta última. En ese caso, el <<partidismo>> se opone al enfoque
científico, levanta obstáculos en el camino del conocimiento objetivo y conduce a que
se creen mitos. En la carta
42
a Kugelmann (11 de julio de 1868), Carlos Marx expresó de la
siguiente manera la esencia del problema que nos ocupa: <<Una
vez se ha penetrado en la conexión de las cosas, se viene abajo
toda la fe teórica en la necesidad permanente del actual orden
de cosas, se viene abajo antes de que dicho estado de cosas se
desmorone prácticamente. Por tanto, las clases dominantes están
absolutamente interesadas en perpetuar esta insensata
confusión>>",

Por otra parte, objetividad y objetivismo no son dos cosas


iguales. Si bien el primer término se emplea para caracterizar el
conocimiento científico, el segundo determina la posición del
teórico, a saber, la posición de <<imparcialidad>> en el
conocimiento de la vida social, la posición de observador
pretendidamente objetivo y desinteresado de los procesos
sociales. Lenin criticó acerbamente el objetivismo, considerándolo
como una forma encubierta y camuflada de expresión del
partidismo. A los ideólogos de la burguesía no les conviene
manifestar su partidismo y poner al descubierto la conexión de
sus estructuras teóricas con los intereses egoístas de la clase
dominante. En este caso, la postura del objetivismo -ya sea
consciente, ya inconsciente- resulta muy cómoda para ellos.

Por consiguiente, no es la posición indiferente y de aparente imparcialidad del


observador, sino la participación activa en la vida contemporánea al lado de las fuerzas
progresistas la que tiende al hombre el camino de la comprensión objetiva de los
aspectos esenciales de los fenómenos y procesos sociales. No es la renuncia al
partidismo en la ciencia social, sino la lucha por la unión de la objetividad científica con
el partidismo que le brinda a la ciencia la posibilidad de ser instrumento útil y eficaz en
el proceso de conocimiento y transformación de la realidad social.

El lector se puede preguntar: ¿por qué los autores se empeñan tanto en convencerle de
que para la ciencia social se necesita una posición y orientación determinadas, se
requiere ligazón con la práctica, etc.? ¿Por qué, al tratarse de una teoría social, es
preciso decir y subrayar, además de exponer su contenido, que es una teoría científica?
Todos están de acuerdo en que la ciencia no necesita propaganda. Por ejemplo, en los

43
Capítulo II
El Materialismo Histórico como Ciencia
manuales de física no se insiste en demostrar que la física es una
ciencia; lo que se suele hacer es exponerla. En los trabajos de
mecánica cuántica no se dice que una solución sea la <<única
científica>>. Nadie trata de indicar que la tabla de multiplicar es
exacta, se aprende de memoria y nada más. ¿Por qué, pues, hay
que esforzarse por demostrar la razón de las tesis y los enunciados
de las ciencias sociales? Hay que reconocer que estas preguntas
son legítimas. La respuesta se desprende al definirse el carácter
específico de la función de las ciencias sociales, sobre todo las que
guardan relación estrecha con la actividad sociopolítica de los
hombres. En las ciencias sociales se libra constantemente una
lucha de ideas, entran en pugna intereses, y el convencimiento
basado en el saber figura en ellas como factor de orden individual
y de gran valor social. La seguridad en la exactitud de las tesis y
conclusiones de las ciencias sociales determina la orientación
social del hombre. La influencia de una u otra teoría social
depende del número de sus adeptos, y para reunir bajo sus
banderas a más y más partidarios es preciso convencer y
demostrar la certeza de la ciencia, exponerla objetivamente,
comparándola con las otras concepciones. Es importante, aun sin
ser decisivo, para una u otra teoría saber a qué fines sirve, a qué
intereses está ligada y qué valores la orientan.

La teoría científica del desarrollo social da a todas estas


preguntas respuestas exactas y explícitas. Esta teoría presta sus
servicios a la construcción de una sociedad nueva, de una
sociedad superior, está ligada a los intereses de la clase obrera y
de todas las masas trabajadoras y explotadas y se guía por los
valores del humanismo, es decir, en última instancia, está ligada a
los intereses de todo el género humano. La esencia del hombre se
exterioriza en su actividad y su trabajo. La supresión de las
condiciones inhumanas de trabajo, la superación del
enajenamiento de la esencia humana y la emancipación del
trabajo son la finalidad humanista del marxismo.

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