Guía de Lectura 18 Marzo
Guía de Lectura 18 Marzo
Guía de Lectura 18 Marzo
Nombre: ____________________
Lee y luego responde:
Las habichuelas mágicas
[Cuento infantil. Texto completo] Hans Christian Andersen
Periquín vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña del bosque. Como con
el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a
Periquín a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El
niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró
con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
-Son maravillosas -explicó aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la
vaca.Así lo hizo Periquín, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda,
disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojó a la
calle. Después se puso a llorar.
Cuando se levantó Periquín al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las
habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de
vista. Se puso Periquín a trepar por la planta, y sube que sube, llegó a un país
desconocido.
Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía un
huevo de oro cada vez que él se lo mandaba. Esperó el niño a que el gigante se
durmiera, y tomando la gallina, escapó con ella. Llegó a las ramas de las
habichuelas, y descolgándose, tocó el suelo y entró en la cabaña.
La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con
su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y
Periquín tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante.
Se escondió tras una cortina y pudo observar cómo el dueño del castillo iba
contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero.
En cuanto se durmió el gigante, salió Periquín y, recogiendo el talego de oro, echó
a correr hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. Así la viuda y su hijo tuvieron
dinero para ir viviendo mucho tiempo.Sin embargo, llegó un día en que el bolsón
de cuero del dinero quedó completamente vacío. Se cogió Periquín por tercera vez
a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al
ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa,
dejaba caer una moneda de oro.Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el
niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vio Periquín que el
gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, oh maravilla!, tocaba sola, sin que
mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras
escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco.
Apenas le vio así Periquín, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba
encantada y, al ser tomada por Periquín, empezó a gritar:-¡Eh, señor amo,
despierte usted, que me roban!Se despertó sobresaltado el gigante y empezaron a
llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores:
-¡Señor amo, que me roban!Viendo lo que ocurría, el gigante salió en persecución
de Periquín. Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya cogido a
las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura,
vio que también el gigante descendía hacia él. No había tiempo que perder, y así
que gritó Periquín a su madre, que estaba en casa preparando la comida:-¡Madre,
tráigame el hacha en seguida, que me persigue el gigante!
Acudió la madre con el hacha, y Periquín, de un certero golpe, cortó el tronco de la
trágica habichuela. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y
Periquín y su madre vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse,
dejaba caer una moneda de oro.
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda
impertinente con dos hijas cada cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos
más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de
ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba
a todas las jóvenes casaderas del reino.
Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras
hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus
sollozos.
Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que
pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las
doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el
zapatito.