Trabajo Sociales

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INTRODUCCIÓN

Esta es una estrategia que les ayuda a los estudiantes a


tener habilidad como realizar como realizar un cuento de
manera fácil y práctica. En el árbol de cuentos se realiza con
la ayuda de todos los alumnos. Cuentos son ideales para
mejorar la lectura y escritura de los estudiantes
principalmente si los ilustran.
En los cuentos se mescla fantasía y la realidad de la vida
cotidiana, también valores los cuales son muy útiles para
nuestra formación tanto dentro como fuera de las aulas del
establecimientos.
Los 3 cerditos
Había una vez tres cerditos que decidieron construir sus
propias casas. El primer cerdito, muy perezoso, construyó su
casa de paja. El segundo, un poco más trabajador, la hizo de
madera. El tercer cerdito, el más responsable, construyó una
casa de ladrillos.
Un día, un lobo hambriento llegó a la casa de paja. Sopló y
la derribó fácilmente, así que el primer cerdito corrió a la
casa de su hermano. El lobo lo siguió y, al llegar a la casa de
madera, sopló con fuerza y también la derribó. Los dos
cerditos, asustados, corrieron a la casa de ladrillos.
El lobo, decidido, llegó a la casa de ladrillos y sopló con
todas sus fuerzas, pero no pudo derribarla. Entonces,
frustrado, intentó entrar por la chimenea. Pero los cerditos
habían preparado una olla de agua hirviendo. Cuando el
lobo cayó en ella, salió disparado y nunca volvió a molestar
a los cerditos.
Desde ese día, los tres cerditos vivieron felices y seguros en
la casa de ladrillos.
La caperucita roja
Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, que
siempre llevaba una capa roja que le había hecho su abuela.
Un día, su madre le pidió que llevara una cesta con comida a
su abuela, que vivía en el bosque. Antes de salir, su madre le
advirtió que no hablara con extraños y que no se apartara
del camino.
Mientras caminaba, Caperucita se encontró con un lobo. El
lobo, astuto, le preguntó a dónde iba. Ella, inocentemente,
le dijo que iba a casa de su abuela. El lobo decidió llegar
primero, así que tomó un atajo y llegó a la casa de la abuela.
Allí, se comió a la abuela y se disfrazó con su ropa.
Cuando Caperucita llegó, notó que su "abuela" se veía un
poco extraña. Al acercarse, el lobo la engañó,
preguntándole: "¿Qué ojos tan grandes tienes!" y "¿Qué
dientes tan afilados tienes!" Finalmente, el lobo reveló su
verdadera identidad y trató de comerse a Caperucita.
Pero, en ese momento, un cazador que pasaba por allí
escuchó el alboroto y corrió a la casa. Al entrar, vio al lobo y
lo ahuyentó, liberando a Caperucita y a su abuela, que
habían sido tragadas enteras. Las dos mujeres estaban muy
agradecidas y aprendieron a tener más cuidado en el futuro.
La bella y la bestia
Había una vez un rey y una reina que deseaban con todo su
corazón tener una hija. Cuando finalmente nació,
organizaron un gran banquete y convidaron a todas las
hadas del reino, excepto a una, que se había enojado por no
haber sido invitada.
Cada hada otorgó a la princesa un don especial, como la
belleza y la inteligencia. Pero la hada olvidada apareció y,
enojada, lanzó una maldición: cuando la princesa cumpliera
16 años, se pincharía el dedo con el huso de una rueca y
caería en un profundo sueño del que solo un beso de amor
verdadero podría despertarla.
Los reyes, intentando proteger a su hija, ordenaron destruir
todas las ruecas del reino. Sin embargo, el destino fue
inevitable. En su cumpleaños número 16, la princesa
encontró una rueca en una torre olvidada, se pinchó el dedo
y cayó en un profundo sueño.
El reino entero fue sumido en un sueño también, y un
espeso bosque de espinas creció alrededor del castillo. Con
el tiempo, muchos príncipes intentaron atravesar el bosque,
pero fracasaron. Finalmente, un valiente príncipe llegó y, al
ver a la hermosa princesa, se inclinó y le dio un beso.
Al instante, La Bella Durmiente despertó, y todo el reino
también despertó del hechizo. La princesa y el príncipe se
enamoraron y se casaron, y vivieron felices para siempre.
La bella y la bestia
Había una vez un mercader que, al regresar a casa, se perdió
en el bosque y se refugió en un extraño castillo. Allí, tomó
una rosa para llevarle a su hija Bella, una joven hermosa y
bondadosa. Sin embargo, el dueño del castillo, una Bestia, lo
atrapó y le dijo que debía regresar con una de sus hijas
como pago.
Cuando el mercader contó la historia a Bella, ella decidió ir
en su lugar. Al llegar al castillo, la Bestia la recibió con mal
humor, pero Bella, valiente y compasiva, decidió quedarse
para salvar a su padre. Con el tiempo, descubrió que la
Bestia tenía un corazón noble, a pesar de su apariencia
aterradora.
A medida que pasaban los días, Bella comenzó a conocer la
verdadera naturaleza de la Bestia y a apreciar su compañía.
Ella se dio cuenta de que estaba rompiendo el hechizo que
la había transformado en Bestia. Sin embargo, un día, Bella
recibió noticias de su padre enfermo y pidió permiso para
visitarlo. La Bestia, triste pero comprensiva, la dejó ir con la
condición de que regresara.
Bella, al ver a su padre, se dio cuenta de cuánto lo quería,
pero cuando regresó al castillo, encontró a la Bestia herida y
triste. Con su amor y valentía, Bella se declaró y rompió el
hechizo, transformando a la Bestia de nuevo en un apuesto
príncipe.

La pequeña vendedora de fósforos


Era una fría noche de invierno, y una niña pobre vagaba por
las calles vendiendo fósforos. A pesar del frío y la tristeza,
nadie se detenía a comprarle. Desesperada y helada, la
pequeña se sentó en una esquina y comenzó a encender
uno de sus fósforos para calentarse.
Cada vez que encendía un fósforo, se le aparecían visiones
maravillosas: primero, una estufa cálida y acogedora, luego
una deliciosa comida, y finalmente, su querida abuela, quien
había fallecido y siempre la había querido. Estas visiones la
llenaban de calidez y felicidad, aunque solo fueran por un
momento.
La niña, consumida por el frío, siguió encendiendo fósforos,
viendo más visiones de amor y felicidad, mientras la
realidad de su situación se volvía más dolorosa. Al final,
cuando se quedó sin fósforos y su cuerpo ya no pudo
soportar el frío, vio una última visión de su abuela, que la
invitaba a unirse a ella en un lugar mejor.
Al día siguiente, la gente encontró a la niña muerta en la
calle, rodeada de fósforos apagados, pero su rostro reflejaba
una paz y felicidad que habían iluminado su difícil vida.
El cuento nos recuerda la importancia de la empatía y la
compasión hacia los más necesitados.

La cenicienta
Había una vez una joven llamada Cenicienta, que vivía con
su madrastra y sus dos hermanastras. Ellas la trataban muy
mal, obligándola a hacer todo el trabajo de la casa y
despreciándola. A pesar de su difícil situación, Cenicienta
era bondadosa y siempre mantenía la esperanza.
Un día, el rey organizó un gran baile para encontrar una
esposa para su hijo, el príncipe. Cenicienta soñaba con
asistir, pero su madrastra no la dejó ir. Sin embargo, su hada
madrina apareció y, usando magia, le proporcionó un
hermoso vestido y unos zapatos de cristal, además de un
carruaje para llevarla al baile. La única condición era que
debía regresar antes de la medianoche.
Cenicienta fue al baile y cautivó al príncipe, quien se
enamoró de ella de inmediato. Bailaron juntos toda la
noche, pero al acercarse la medianoche, Cenicienta tuvo
que huir, dejando atrás uno de sus zapatos de cristal.
El príncipe, decidido a encontrarla, recorrió el reino
probando el zapato a todas las jóvenes. Cuando llegó a la
casa de Cenicienta, sus hermanastras intentaron ponérselo,
pero no les quedó. Finalmente, Cenicienta se probó el
zapato y le quedó a la perfección.
El príncipe la reconoció y, al ver su bondad y belleza, la llevó
al castillo, donde se casaron y vivieron felices para siempre.

El patito feo
Había una vez una mamá pata que incubó sus huevos con
gran expectación. Cuando finalmente nacieron, todos los
patitos eran adorables, excepto uno que era diferente: un
patito gris y torpe que todos llamaron "el patito feo". Los
otros patitos y animales del estanque se burlaban de él, lo
que lo hizo sentir muy triste y solo.
El patito decidió abandonar el hogar para escapar de las
burlas. Viajó por el campo, encontrando diversos animales,
pero ninguno lo aceptaba. Se sintió más y más solo y, tras
muchas dificultades, llegó a un lago donde observó a unos
hermosos cisnes. A pesar de su tristeza, continuó buscando
un lugar al que pertenecer.
Con el paso del tiempo, el patito creció y se transformó. Un
día, al mirar su reflejo en el agua, se dio cuenta de que ya no
era el patito feo, sino un magnífico cisne. Los otros cisnes lo
aceptaron y lo admiraron, y finalmente encontró su lugar en
el mundo.
Blancanieves
Había una vez una hermosa princesa llamada Blancanieves,
cuya madrastra, la malvada reina, estaba celosa de su
belleza. La reina consultaba a un espejo mágico, que
siempre le decía que era la más hermosa del reino, hasta
que un día, le reveló que Blancanieves había superado su
belleza.
Furiosa, la reina ordenó que Blancanieves fuera llevada al
bosque y eliminada. Sin embargo, el cazador no pudo
hacerlo y dejó escapar a la princesa. Blancanieves se
adentró en el bosque y encontró una cabaña donde vivían
siete enanitos. Ellos la acogieron y le pidieron que se
quedara a vivir con ellos.
Mientras tanto, la reina descubrió que Blancanieves seguía
viva y decidió matarla ella misma. Disfrazada de anciana, le
ofreció a Blancanieves una manzana envenenada. Cuando la
princesa mordió la manzana, cayó en un profundo sueño.
Los enanitos, al encontrarla, la pusieron en un ataúd de
cristal. Con el tiempo, un príncipe que había oído hablar de
su belleza llegó y, al ver a Blancanieves, se enamoró de ella.
Al besarla, rompió el hechizo y la despertó.
Blancanieves y el príncipe se casaron, y la malvada reina, al
enterarse, fue derrotada. Así, Blancanieves vivió feliz junto a
su príncipe y los siete enanitos.

Pinocho
Había una vez un carpintero llamado Geppetto que talló una
marioneta de madera llamada Pinocho. Un día, un hada
mágica le dio vida, prometiéndole que se convertiría en un
niño de verdad si demostraba ser valiente y honesto.
Pinocho, curioso y travieso, se embarcó en muchas
aventuras. Sin embargo, a menudo se dejaba llevar por las
malas influencias. Conoció a personajes como el astuto
zorro y el gato, quienes lo engañaron, y a Lampwick, un niño
que lo llevó a un lugar donde podían jugar y divertirse sin
preocupaciones, pero que resultó ser un lugar terrible.
Cada vez que Pinocho decía una mentira, su nariz crecía, lo
que le enseñó la importancia de la honestidad. A lo largo de
sus peripecias, también se preocupó mucho por su padre
Geppetto, que había sido tragado por una ballena.
Finalmente, Pinocho logró rescatarlo y, al demostrar su
valentía y amor, el hada le concedió su deseo: se convirtió
en un niño de carne y hueso.
Pinocho aprendió valiosas lecciones sobre la
responsabilidad, la amistad y la verdad, y vivió feliz junto a
Geppetto.
La ratita presumida
Había una vez una ratita que vivía en una pequeña casa y
era muy coqueta y presumida. Un día, mientras barría su
casa, encontró una moneda de oro. Decidió comprar un lazo
hermoso para adornarse, ya que quería lucir bien.
Con su nuevo lazo, la ratita se sentía muy orgullosa y decidió
salir a pasear. En su camino, se encontró con varios animales
que la admiraban, como el gato, el perro y el pato, todos
intentando cortejarla. Pero la ratita, muy exigente, solo
quería a alguien que fuera guapo y elegante.
Finalmente, conoció a un ratón que era muy apuesto y se
sintió atraída por él. Sin embargo, cuando el ratón comenzó
a hablar, se dio cuenta de que no era tan encantador como
parecía. Desilusionada, decidió no seguir adelante con la
relación.
Al final, la ratita aprendió que lo más importante no es solo
la apariencia, sino también el carácter y la sinceridad.
Decidió no dejarse llevar por las apariencias y buscar a
alguien que realmente la valorara.

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