La Cristalizacion de La Ciudad Historica

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LA CRISTALIZACIÓN DE LA CIUDAD HISTÓRICA: UN PROCESO

URBANO DE ALTERACIÓN SOCIAL.


Pablo Manuel Millán Millán. Universidad de Sevilla. España.

[email protected]

ABSTRACT

Si sentamos como premisa que la herencia se materializa, entre otras


cosas, en un soporte físico y objetivable, será el ámbito de los centros históricos
el que lo ocupe. Si a esto unimos la memoria que de ellos emana, tendremos el
legado heredado. En la actualidad observamos procesos por los cuales el soporte
físico del patrimonio va siendo desprovisto de memoria, de reconocimiento
histórico en la sociedad. Si esto es así, ¿podemos seguir afirmando que los
centros históricos son tales cuando han sido privados de la memoria y alterados
socialmente?

Podemos asegurar que los centros históricos son los espacios urbanos
más complejos y frágiles de la ciudad, dado que en ellos convergen valores de
tipo simbólico y social compaginándose con una fuerte degradación.
Consideramos a la ciudad como resultado de la historia, como elemento
fundamental del desarrollo del presente y sustento del porvenir. La herencia del
pasado debe conservarse, permanecer y transformarse, preservando siempre su
valor y asumiéndolo.

El proceso de cristalización, objeto de este artículo, explica cómo a partir


de procesos de segregación económica modifican el soporte físico, alterando la
trama social que lo habita. Los centros históricos presentan por tanto, una gran
complejidad, deterioro, abandono, usos y destinos incompatibles, derivados de
la disminución de los espacios en las viviendas por el establecimiento de sector
terciario y de la explotación económica de los mismos.

Palabras clave: Ciudad histórica, patrimonio, cristalización, gentrificación,


centro histórico.

0. INTRODUCCIÓN

“Se trata de un cambio ambicioso: la calle Rèpublique –arteria central que


une ambos puertos- con sus cafetines vietnamitas, cuscús a toda hora y sus
inquilinatos, hasta ahora se parecían menos a los Campos Elíseos que a un
barrio popular de París como La Goutte-d’Or. Pero, precisamente, se felicita
Foillard, ‘el centro de la ciudad está en vías de ser reconquistado’ y su
empresa, en manos del fondo anglosajón Lonestar, vinculado a la Caja de
Ahorro y a la Société Général, participa en la avanzada de esta ‘reconquista’.
En una de las manzanas se va a implantar una decena de letreros luminosos
de las firmas francesas más prestigiosas en productos de lujo. Cuatrocientos
mil turistas que viajan en cruceros pasan por Marsella todos los años, lo que
constituye una ocasión a aprovechar por las cadenas, ya que podrán
descender del barco y tener marcas modernas a una distancia que puede
recorrerse a pie…1” (Le Monde Diplomatique).
Reflexionar sobre la condición de los centros históricos nos acerca
inexorablemente a las diferentes intervenciones que se han hecho en Europa en
los últimos años, así como a las transformaciones que en torno a ellos se han
dado. Estamos en un territorio que se caracteriza por el número e importancia
de sus centros históricos de diversa dimensión. La preocupación por el lugar
que damos a estos ámbitos patrimoniales de ciudad es generalizada. Aunque el
concepto en sí de centro histórico es muy reciente y surge, como hemos visto, en
la década de los años 60, ya existía mucho antes una noción y conciencia del
monumento aislado. La Carta de Atenas de 1931 recogerá este interés como
“edificaciones emblemáticas que destacan como hitos dentro del paisaje
urbano”.
Posteriormente, en 1933, promovida por el Congreso Internacional de
Arquitectura Moderna (CIAM), se publica una nueva Carta que asienta los
fundamentos de la nueva planificación en cuatro funciones: habitar, trabajar,
recrearse y circular. Este modelo de ciudad chocará con la ciudad tradicional
alojada en los centros históricos que, a su vez, serán vistos como insalubres,
ineficientes y pretéritos. En Europa existen algunos antecedentes ya que en
1961, en el Congreso Internacional de Vivienda y Urbanismo, el problema de los
conjuntos y centros históricos fue tema central. Es una problemática
generalizada.
“Es necesario adquirir un conocimiento detallado e integral de la historia. El
objetivo es establecer una relación armoniosa entre el hombre y la naturaleza,
la tradición y el modernismo, el desarrollo de la cultura de las minorías y la
ciudad” (Profesor Shao Yong, Universidad de Tongli y Centro de Investigación
Nacional de Ciudades Históricas de China).
“El taller de diseño urbano (octubre de 2006) formaba parte de un evento
urbano más amplio que tenía como objetivo ser un ejercicio de planificación,
consulta y comunicación para un diálogo constructivo entre interlocutores
interesados en la revitalización sostenible del distrito histórico de
Griffintown”. (Ciudad de Montreal, convocatoria de candidaturas para el Taller
de diseño urbano, previo al desarrollo del Place d’Armes 2007).
“La conservación de las poblaciones o áreas urbanas históricas solo puede ser
eficaz si se integra en una política coherente de desarrollo económico y social,

1 RUFFIN, F., Allí, sí yo estoy. Le Monde Diplomatique. Marzo 2007.


y si es tomada en consideración en el planeamiento territorial y urbanístico a
todos los niveles” Por consiguiente ‘el plan de conservación tratará de lograr
una relación armónica entre el área urbana histórica y el conjunto de la
población’”. ICOMOS. Carta Internacional para la Conservación de Ciudades
Históricas y Áreas Urbanas Históricas (1987).
No hay dos centros históricos iguales, por lo que habrá que tener en cuenta la
especificidad del lugar y aprovechar el potencial del mismo. Estos valores
inherentes serán los catalizadores de las estrategias a desarrollar. La pluralidad
tipológica de ciudades históricas hace que se investigue, estudie y analice dicha
cuestión por todas las geografías y latitudes. “La necesidad de conciliar las
exigencias del progreso urbano con la salvaguarda de los valores ambientales,
es ya hoy día una norma inviolable en la formulación de los planes
reguladores a nivel local como nacional. En este sentido todo plan de
ordenación deberá realizarse en forma que permita integrar al conjunto
urbanístico de los centros o complejos históricos de interés ambiental”
(Normativa Urbanística de Quito, 1967).
“El mantenimiento del entorno histórico tuvo, en sus comienzos, motivaciones
políticas. En Estados Unidos, este movimiento empezó inmediatamente antes
de la Guerra Civil, como signo de la ansiedad reciente por impedir al principio
y luego por sanar la desastrosa brecha que se abría en la unidad de la nación.
Más tarde, el mantenimiento del entorno histórico se conectó, de un modo
explícito, a la ‘americanizacion’ del inmigrante extranjero que venía a
profanarlo. Posteriormente, fueron añadiéndose nuevos motivos: corrección
en las restauraciones arquitectónicas, investigaciones arqueológicas y, por
último, atracción turística según que el disfrute de los lugares históricos se iba
convirtiendo en fenómeno generalizado. Hoy en día, este placer se ha tornado
en un gusto tan prestablecido que ha dado lugar a que las zonas urbanas
enteras se hayan preservado y restaurado, y no ya sólo para los turistas, sino
para los propios residentes” (Lynch, 1981).
Igualmente se despertará este interés en Europa, pero no será hasta pasada la II
Guerra Mundial, tras la enorme destrucción de centros históricos y urbanos,
cuando surja un gran período de reflexión. En París, en 1957, se da un paso
significativo al convocarse el Primer Congreso Internacional de Arquitectos y
Técnicos, cuyos incipientes planteamientos se concretan en 1964 en un segundo
congreso, durante el cual se elabora la Carta Internacional para la Conservación
y la Restauración de los Monumentos y Sitios, la llamada ‘Carta de Venecia’,
cuyos postulados rigen en esencia, las últimas décadas del siglo XX. (Waisberg,
2004).
Un año después, en 1965, con el apoyo de la UNESCO, se funda el Comité
Internacional, conocido con las siglas ICOMOS. Constituido por personas e
instituciones no gubernamentales, asume la tarea de examinar los expedientes y
de designar a los expertos que informan de los casos de postulación a la
nominación de patrimonio de la humanidad. El hito de la ‘Carta de Venecia’
contendrá modificaciones substanciales tanto en el concepto de patrimonio
como en el tratamiento de las obras a proteger, siendo un paradigma con lo
pensado y escrito anteriormente. Ésta, junto con los Coloquios de Quito, la
Declaración de Bolonia, la Carta de Amsterdam de 1975, la Recomendación de la
UNESCO en Nairobi de 1975, etc. provocarán el efecto contrario, una reacción
anti-moderna contra la “renovación” de la ciudad heredada. Las secuelas de este
proceso adverso son marcas en la ciudad que hoy en día se siguen
desdibujando.
El caso de España será similar. Ya la Constitución de 1978, en el artículo 46,
dirá: “Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el
enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de
España y de los bienes que lo integran, cualesquiera que sea su régimen
jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este
patrimonio”.
En Andalucía, tendrá su propia especificidad, pues en el Estatuto de Autonomía,
recoge la protección y realce del Patrimonio Histórico como uno de los objetivos
básicos de la Comunidad Autónoma, atribuyendo a la misma competencia
exclusiva sobre esta materia. En virtud de ello se aprobará el 3 de julio la Ley
1/1991 de patrimonio Histórico de Andalucía (LPHA). Todo ello no exime de la
necesidad de un nuevo tipo de políticas basadas en la gestión eficaz, en el
conocimiento y diagnóstico de los conflictos en la participación de la ciudadanía
junto con el consenso, garantía en la toma de decisiones socialmente válidas.

1. PRESENTE-PASADO, PRESENTE-FUTURO
“La imposibilidad de uso tiene su lugar tópico en el Museo. La museificación
del mundo es hoy un hecho consumado. Una tras otra, de modo progresivo, las
potencias espirituales que definían la vida de los hombres –el arte, la religión,
la filosofía, la idea de naturaleza, incluso la política- se han ido retirando
dócilmente hacia el Museo. Museo no designa aquí un lugar o un espacio físico
determinado, sino la dimensión separada a la que transfiere aquello que en el
pasado fue percibido como verdadero y decisivo, y ya no lo es. El Museo puede
coincidir, en este sentido, con una ciudad entera (Évora, Venecia, declaradas
por eso patrimonio de la humanidad), con una región (declarada parque u
oasis natural) e incluso con un grupo de individuos (en cuanto representantes
de una forma de vida que se ha extinguido). En términos generales, hoy todo
puede volverse Museo, porque éste denomina simplemente la exposición de
una imposibilidad de usar, de habitar, de experimentar” (Agamben, 2005).
Con esta cita de Giorgio Agamben centramos el tema que nos preocupa en la
investigación. Abordamos el estado de la cuestión sobre el proceso de
tematización o, como iremos definiendo a lo largo de estas líneas, el proceso de
mercantilización2. El texto de Agamben termina con una ‘trilogía de
imposibilidades’ que se dan en el medio ‘museificado’. Esta tríada, que será
explicada de forma minuciosa, consiste en la imposibilidad de usar, habitar o
experimentar el patrimonio. Son características propias de los centros
comerciales, aquellos en los que su único fin es el mercado. Compararemos
estos centros comerciales del patrimonio, trozos de ciudad recualificados, con
los shopping-mall, para extraer desde ahí puntos para el estudio. Analizaremos
los paralelismos que se dan en ambos casos. Seguidamente, utilizaremos la
conferencia de Peter Sloterdijk sobre los palacios de cristal, que pronunció en el
marco del debate ‘Traumas urbanos. La ciudad y los desastres’, para analizar
junto con Fedor Dostoievsky el proceso de cristalización.
Los tejidos históricos de nuestras ciudades presentan dos riesgos extremos. Por
un lado el riesgo de una ‘degradación’ física y marginalización social, que los
convierte en zonas socialmente desplazadas y, a la postre, áreas urbanas
residuales y guetos. Por otro lado, el gran riesgo de la ‘tematización’, con la
consiguiente sustitución poblacional como paso previo a su entrada en el
mercado. Es evidente que hay pasos intermedios y que ninguno de los extremos
sería una alternativa deseable. El paradigma debería ser que la ciudad histórica
siguiera como una pieza viva en la ciudad contemporánea, con características y
valores específicos, con niveles de conservación, habitabilidad y diversidad
(social y funcional) razonablemente elevados (López, 2008: 70). Abordaremos
el gran riesgo y la fragilidad que supone la incorporación de los centros
históricos a las filas del mercado. Hay mucho publicado sobre los efectos
sociales que están deviniendo de las intervenciones en los centros de las
ciudades. Son muchos los análisis que tipifican, clasifican y encuadran las
consecuencias que han tenido las modificaciones del tejido residencial de estas
zonas, así como el cambio de uso de las mismas. Procesos como la
gentrificación3 (Smith, 1996), cristalización y zonificación de las ciudades

2 La mercantilización del patrimonio parece implicar una profundización del olvido.


RUBIO, A., plantea que a mayor mercantilización del patrimonio mayor ampliación del olvido.
La mercantilización pone en un primer plano todos aquellos aspectos y contenidos de
magnificencia útiles para el espectáculo y suprime aquellos otros que pudieran conducir a la
depresión. Todo parece conducir a producir una impresión de magnificencia, grandiosidad..,
que encubre las verdaderas condiciones de producción de la cosa. Pero este aspecto creo que
necesita ser penado más profundamente y remite a las relaciones del patrimonio con la
interpretación y la sociedad del espectáculo. (RUBIO, 1996, 1998, 2000)

3 La palabra gentrificación procede del inglés gentry y significa, literalmente,


aburguesamiento. Este concepto viene a definir el proceso mediante el cual un barrio de clase
obrera, que ha sufrido una situación previa de abandono y degradación del caserío, vive un
proceso de revalorización que implica la expulsión de sus habitantes tradicionales y su
sustitución por habitantes de clase media-alta.
El proceso implica la sustitución de la población, de la tipología de viviendas y de las
actividades comerciales y productivas, la sustitución, por ejemplo, de talleres y tascas por bares
históricas han sido objeto de muchos estudios. Ahora, cuando la situación
económica empieza a demandar atracción e identidad a la ciudad como caminos
previos a movimientos turísticos, se hace necesario un análisis sobre el
circunloquio que suponía hablar de puestas en valor cuando realmente se estaba
hablando de mercantilizar el patrimonio histórico. Los datos sobre el turismo en
el último periodo acentúan el poder seductor de este sector sobre las ciudades.
Según el Instituto de Estudios Turísticos de España, somos el segundo país
receptor de ingresos por este concepto después de Estados Unidos. Esto, que es

y tiendas de diseño. El móvil de este fenómeno es la ganancia especulativa obtenida a través del
cambio sufrido en el valor del suelo entre la fase de abandono de la zona y su posterior
revalorización. El abandono o desvalorización previa del barrio, tanto por parte del capital
inmobiliario como por parte de la administración, tiende a considerarse requisito fundamental
para la aparición de este proceso, aunque dicho abandono aparece en muchos barrios obreros
más o menos degradados. A su vez, la revalorización del barrio puede venir dada por planes de
rehabilitación de la administración pública o por el desarrollo de zonas nobles próximas a los
barrios afectados que provocan cambios en el valor del suelo de su entorno.Otros aspectos que
facilitan el desarrollo del proceso son la existencia de una población envejecida o el predominio
del alquiler sobre la propiedad (lo que facilita los desalojos masivos). Asimismo, es un proceso
que se desarrolla a lo largo de muchos años, habitualmente comprende varias décadas. Fuente:
http://estrecho.indymedia.org/newswire/display/14848/index.php

La primera referencia al término gentrification se atribuye a R. Glass (1964), que en su


estudio sobre Londres en 1964 utilizó esta expresión comparando el proceso con un viejo hábito
propio de la gentry, la clase media-alta inglesa, de las áreas rurales: solían mantener una
vivienda en la ciudad además de su residencia en el campo, hecho parecido al que se observaba
en Londres en los años 60. Las primeras descripciones que utilizaron el término de
gentrification destacaban fundamentalmente la revalorización que experimentaban ciertos
barrios (Van Weesep, 1994).
Utilizamos la adaptación al español del término inglés gentrification, acuñado en
Londres y usado en la mayoría de estudios sobre el tema, frente a otros términos como
brownstoning -empleado en Nueva York, whitepainting -propio de Toronto- (Pacione, 1990) o
aristocratización, vocablo utilizado por J.E. Hardoy (1992) entre otros.
Actualmente el estudio del tema constituye un importante foco de debate para la
investigación en geografía, ya que se trata de un proceso fundamental en la reestructuración
metropolitana contemporánea. Mientras que la suburbanización y el declive socioeconómico de
los centros urbanos fueron temas básicos a estudiar en los años 1950 y 1960, desde los 1970 en
adelante se redujo e incluso cambió la tendencia a la pérdida de población de clase media en los
centros de las ciudades. En este sentido, la gentrificación supone un reto a las teorías
tradicionales sobre localización residencial y estructura social urbana: Burgess y Hoyt sostenían
que las clases más pudientes emigran del centro hacia la periferia, y que raramente volvían a las
áreas centrales previamente abandonadas. Del mismo modo Alonso afirmaba en su teoría sobre
el mercado del suelo urbano que la preferencia por la disponibilidad de espacio y las bajas
densidades son elementos mucho más valorados que la accesibilidad al centro urbano. En
definitiva, la aparición y desarrollo del proceso pone en tela de juicio los modelos sobre el
cambio urbano residencial basados en etapas sucesivas, que consideran la suburbanización
llevada a cabo por las clases medias como la fase final de la progresión desde la ciudad pre-
industrial a la industrial (Hamnett, 1991).
algo que no pasa inadvertido a los políticos, será el gran motivo de las
transformaciones físicas en las zonas históricas. Todos estos cambios se dan
dentro del proceso de tematización, en el que las ciudades han visto una nueva
forma de ser ‘atractivas’ sin sopesar los riesgos que las transformaciones
entrañan. Este peligro es típico de las zonas más monumentales y características
de la ciudad. Los desarrollos habitualmente vienen precedidos o acompañados
del envejecimiento y abandono de la población originaria. Las carencias físico-
sanitarias que estas zonas han sufrido durante mucho tiempo por lo que son
causa justificada para el abandono de muchos de ellos. Así, el tejido histórico se
vacía, la ciudad se convierte en un contenedor ‘hueco’, en un mero escenario.
Será el potencial de la imagen de los grandes monumentos y la identidad que
aportan los mismos a las ciudades los que den el interés y por tanto sirvan de
escaparate al mercado.
Para explicar estas transformaciones y el fin buscado con ellas, hemos cogido la
figura del shopping-mall. Este concepto del comercio es diferente al del centro
comercial y al del museo. Es un punto intermedio entre ambos. Son ‘trozos’ de
ciudad convertidos en auténticos mercados, en los que toda la estructura física
se mantiene hermética a cualquier transformación. Ahí no se le da paso a la
historia. Como dice P. Slóterdijk, aquí sólo ocurrirán meros ‘accidentes
domésticos’ (Sloterdijk, 2001). Como veremos ahora detenidamente, ese será
uno de los requisitos fundamentales del nuevo modelo de centro histórico.

a) Sin usar, sin habitar, sin experimentar. Así definía G. Agamben las
nuevas cualidades del Museo y así serán extrapoladas estas cualidades al
modelo de centro histórico. Aquí entenderíamos la definición augéiana de no-
lugar, espacio sin creación y sin sociedad ya que no se puede crear sociedad sin
la suma de experiencias personales, sin relaciones de habitar (Innerarity, 2001).
Esta ciudad fragmentada que venimos describiendo desde los centros históricos
es, en el momento actual, lo que vemos desarrollarse como centralización sin
centralidad, lugares que han renunciado a ser identitarios, a ser lugares activos.
En los centros de las ciudades vemos comercios, cafés, hoteles, plazas con su
mercado e iglesia, en definitiva, lugares que por lo reducido de la escala
pudiéramos decir que obligan a detener el tiempo y la actividad para acercar
más la persona al medio, para meter un nuevo reloj en la historia de ese centro,
un ritmo un poco perezoso y la atmósfera del domingo por la mañana (AUGÉ,
2004). En cambio, observamos cómo lo que subyace en estos conglomerados de
redes es la prisa, la individualidad y el desarraigo. Continúa diciendo M. Augé
que si un lugar lo pudiéramos definir como un ámbito de identidad relacional e
histórico, un no lugar, sería todo lo contrario, es decir, un ámbito para el
anonimato, que potenciaría la individualidad y sin historia presente. Todo ello
nos muestra cómo un centro histórico en la contemporaneidad es un ‘no lugar’
en el que la historia ha sido expulsada tras grandes procesos de especialización.
Estas dinámicas de individualidad, agilidad, y tematización, acaban
determinado el proceso de disolución urbana que ha sido subyugada a los
patrones de un nuevo urbanismo y forma de entender el patrimonio y el
mercado.
Son muchos los autores que hablan de centros históricos como centros
residenciales, ya que en la mayor parte estas superficies urbanas han sido y son
tejido destinados a este uso. Es más, algunos incluso subrayan que la vivienda es
un indicador de la recuperación de los conjuntos históricos (Álvarez, 2009).
Realmente éste podría ser un indicador válido si el uso residencial fuese unido
al de ocupación de viviendas y tipologías tradicionales. Como hemos dicho
anteriormente, las ciudades históricas sufren intensos fenómenos de expulsión
de la población original, eliminando con ello un recurso patrimonial como es el
patrimonio intangible. Esta población se dispersa por la ciudad ocupando
nuevas o diferentes tipologías habitacionales, y toda la memoria quedará callada
con el desasosiego de no haberse visto nuevamente sembrada para las siguientes
generaciones. El peso específico de esta gente no será más que el que tienen en
sí mismas, su capacidad económica e influencia política, que en la mayor parte
de los casos suele ser muy escasa o casi nula (Fernández, 2003). Esto traerá
consigo una nueva forma de “habitar” los centros históricos, una novedosa
manera de relacionarse con ellos. Son muchos los ‘archilab’ y ‘Europan4’ que se
han desarrollado en las ciudades históricas a fin de buscar y encontrar modos
inéditos de acercarse a la compleja realidad que supone adentrarse en los cascos
históricos de las ciudades. Ha habido muchos y diversos resultados en los que ya
empiezan a aparecer palabras algo manidas y en decadencia por el continuo mal
uso, como participación, proyectos participativos etc. El nuevo tejido social que
ocupa la ciudad histórica no generará nuevas formas de patrimonio inmaterial.
Como hemos dicho anteriormente, estos nuevos moradores ocupan un rol
diferente, no el del ciudadano que habita y vive una ciudad, sino el del
observador que vive una realidad paralela sin encarnarse en ese lugar. Serán la
casualidad y las sinergias sociales las que se encarguen del bien inmaterial
contemporáneo en un contenedor heredado. Así, como dice M. Delgado, la
ciudad que verdaderamente permanece, la que sobrevive a los cambios
morfológicos, sociológicos o culturales, es la que van componiendo los
quehaceres efímeros, “las pasiones azarosas, los avatares infinitos que
obedecen a una lógica desperdigada y sonámbula, cuyos protagonistas son un

4 EUROPAN designa un foro de debate sobre la vivienda, la arquitectura y el urbanismo


que pretende reunir a todas aquellas personas, Instituciones y Administraciones del ámbito
estatal, autonómico o local, que deseen participar en la labor de desarrollo de nuestras ciudades.
EUROPAN se basa en un concurso periódico de ideas seguido de realizaciones con un tema, un
reglamento y un calendario común a todos los países que lo organizan y cuyos participantes son
arquitectos europeos menores de 40 años que estén en el ejercicio profesional en cualquier país
de Europa.
magma de desconocidos que viven toda su vida cruzándose unos con otros y,
de vez en cuando, hasta sin querer” (Delgado, 2003).

b) Detenido en la historia. (Una historia que legitima el presente). “Según


las tradiciones, Museo es el amigo, el discípulo, el maestro, el hijo o
simplemente, el contemporáneo de Orfeo, del cual no parece ser sino una
réplica en la leyenda ática. Tiene por padre a Antifemo o a Eumolpo, cuyos
nombres indican que son cantores (Antifemo según su nombre sería el
inventor del “canto de varias partes”), del mismo modo que él es, en lo esencial,
el músico tipo. Parece que su madre fue Selene y que lo educaron las ninfas.
Museo pasa por un gran músico, capaz de curar las enfermedades con sus
melodías. Es también adivino, y a veces se le atribuye la introducción en el
Ática de los misterios de Eleusis. Algunos lo consideraban el creador del verso
dáctilo. Habría sido discípulo de Lino e incluso de Orfeo. Desde la antigüedad
se le atribuían poemas de inspiración mística.” (Grimal, 1991) Cuando el ICOM
(International Council of Museums, perteneciente a la UNESCO) define el
museo o espacio museístico lo hace de forma muy clara y concisa. Dice que éste
es un espacio abierto al público al servicio de la sociedad y su desarrollo, que
exhibe, conserva, investiga, comunica y adquiere con fines de estudio, educación
y disfrute, la evidencia material de la gente. El museo es el límite de lo temporal
con lo que quiere ser atemporal. Traspasar la puerta de un museo es algo más
que entrar en un espacio, es pasar de un lugar donde el tiempo avanza para
adentrarnos a un lugar que quiere estar detenido. Aunque no siempre lo
consiga, intenta ser atemporal, traducido esto en sus formas, colores, texturas y
hasta olores o sabores. Dentro de un museo surgen una serie de relaciones, de
contaminaciones (Améndola, 2000). Por un lado, la confusión entre el arte y el
consumo y, por otro y fundamental, el intento de experimentar. Para ello es
necesario borrar la relación con el tiempo exterior. Cuando uno se adentra en un
museo detiene el reloj y lo sincroniza según una nueva hora. El acierto en este
proceso de ascesis temporal será el que garantice la experiencia.
Lo mismo ocurrirá en la ciudad histórica. Como veremos en las tres escalas
analizadas, el intento de detener la historia en un instante concreto será un
elemento fundamental para esta puesta en valor. El punto de detenimiento del
tiempo será elegido en función de la singularidad del mismo para ofertar una
opción diferente y por tanto un atractivo más.

c) En una experiencia totalizadora. La nueva ciudad, fragmentada tras la


implosión-explosión postmoderna, generará incoherencias físicas y sociales y
conformará una ciudad de trozos. La historia ocupará el papel del
conglomerante que dé unidad y podrá proporcionar al ciudadano una respuesta
a la continua y frustrada búsqueda de totalidad que no encuentra en la ciudad.
La ciudad actual no es la respuesta de síntesis y unificación que en otros
tiempos fue. La historia, en tanto en cuanto se traduce en comportamientos de
identidad, procesará estos ámbitos para bajarlos a la escala del ciudadano.
Siendo así, podemos decir que el patrimonio histórico en los centros de las
ciudades configura un catalizador de referencias. La gran metrópolis impedirá
cualquier intento de este acercamiento al individuo. (Soja, 2008). La historia
reflejada en el patrimonio físico, permite un acercamiento directo que será la
única experiencia demandada por el visitante. Hoy las ciudades se proponen,
cada vez más, como experiencias museísticas de inmersión total (Améndola,
2000). La experiencia totalizadora que demanda el nuevo turista sumergirá al
ciudadano para ocupar el papel de actor.
Era portada recientemente en prensa un hecho singular que ocurría en Calvià
(Baleares, España). Allí, los taxistas se enfrentaban con las prostitutas por,
aparentemente dar una imagen de inseguridad. Se escucharon voces que decían:
“estamos cansados de que las prostitutas roben y agredan físicamente a los
turistas. Se están cargando el turismo de la zona y, aquí todos vivimos de lo
mismo5”. Posiblemente, ni las prostitutas agredieran a los turistas ni incluso les
robaran, pero sí proporcionaban inestabilidad al palacio de cristal del turismo
balear.
La experiencia totalizadora no lo será solo en cuanto a premisas básicas, sino
también en lo que se refiere a contenidos. Se puede ir al Renoir coffee en
Cambridge y escuchar el Paradisum de Fauré o cruzar la Main Street y entrar en
el King College para ver una exposición de Agnès Poitevin-Navarre. Igualmente
podríamos disfrutar de un desfile de moda en el MoMa o admirar una
exposición de arte contemporáneo en Bloomingdale. Los grandes almacenes
compiten en cierta medida con los museos en cuanto al contenido, pero será el
contenedor del mismo el que cree tensiones entre unos y otros.

2.1. Shopping-mall, una hiperrealidad contenida


Los shopping-mall son cascarones que separan un exterior de otro exterior
matizado. Con este anglicismo denominamos a un tipo concreto de centros
comerciales. Todos tenemos alguno en la retina, dado que últimamente son
construcciones frecuentes en los centros de las ciudades. Estas tipologías se
multiplican, se diversifican, se complejizan y, con ese espíritu, ganan terreno en
las ciudades y modifican los hábitos de consumo de los ciudadanos. El concepto
de centro comercial cerrado o shopping center responde a la lógica de consumo
propia de los años 80 y 90, en sintonía con la reproducción de los malls en
Estados Unidos, resultado de combinar las actividades de ocio y de compra en
espacios cerrados. Su evolución ha sido exponencial. Así, encontraremos esta
tipología comercial extendida ya por toda la geografía, aunque será en Estados

5 http://ultimahora.es/mallorca/noticia/sucesos/ultimas/enfrentamientos-en-alvia-
entre-taxistas-y-prostitutas-durante-una-manifestacion.html 24 de septiembre de 2011.
Unidos donde puede trazarse claramente una línea de evolución. Según G. Tella
los podríamos clasificar en:
- Shopping center reciclados: los primeros complejos tuvieron una localización
sobre áreas centrales y estaban basados en el reciclaje de edificios industriales
decimonónicos desafectados;
- Shopping periféricos ex-novo: sin interrupción del anterior proceso, se inició
una etapa de construcción de nuevos edificios, con un lenguaje altamente
atractivo, de gran tamaño y situados sobre áreas periféricas;
- Shopping periféricos reciclados: finalmente, a mediados de los años 90 se
sumó una nueva instancia, la de los shoppings barriales o de vecindad,
usualmente construidos como resultado de operaciones de reciclaje, pero en una
escala reducida en relación con los anteriores. (Tella, 2009)
Todos ellos tienen una estructura común, un trozo de ciudad ‘cosificado’,
vaciado de su contenido original y colmatado con el uso comercial. Supondrán
la frontera entre un espacio donde todo puede ocurrir y un espacio en el que
nada que no haya sido programado ocurrirá. Dadas las características descritas,
podemos ver el paralelismo entre estos y los centros históricos tematizados.
Veamos los rasgos de estos espacios robados al espacio público:

a) son un invento que se separa definitivamente de la temporalidad y la


intemperie.
b) se anticipan a todas las necesidades de sus visitantes: no existe ni el frío ni el
calor, no hay montaje aleatorio de sonidos mecánicos y naturales, no hay
conflicto de estilos (el shopping-mall destruye los estilos incluso cuando
pretende conservarlos).
c) no existen las diferencias nacionales.
d) se separan de la naturaleza de manera completamente nueva y radical.
e) en el shopping-mall respiramos aire reciclado, las luces son siempre
artificiales y jamás se mezclan con la luz atmosférica, los sonidos del exterior,
por decisión arquitectónica, no deben traspasar las paredes fortificadas del
recinto; la ausencia de ventanas niega toda comunicación con el afuera.
f) de manera infantil, y con voluntad de producir un efecto de escenografía
‘ecológica’, los patios del shopping-mall no pueden prescindir de sus árboles, los
mismos árboles en todo el planeta, indiferentes al desierto que rodea al
shopping-mall, o a la ciudad decimonónica en la que éste se ha incrustado.
g) necesitan, para cumplir adecuadamente sus fines, expulsar cualquier
recuerdo del mundo exterior y convertirse en un espacio abstracto y universal.
h) se requiere del verde de los árboles como garantía, precisamente, de que la
universalidad tecnológica no deja nada afuera, ni siquiera a los árboles que,
embutidos en sus macetas y detenidos en la mitad de su crecimiento, son una
escenografía de ciencia ficción: hierbas verde esmeralda en un paisaje de silicio.
Estas características se reflejan de forma clara en los nuevos centros comerciales
conformados en los centros históricos. Dicha comercialización es vista como la
alternativa viable para las zonas patrimoniales. El análisis de las principales
experiencias de revitalización de centros urbanos, llevadas a cabo tanto en
España como en el extranjero (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia,
Bélgica y Suecia, básicamente), nos indica que para lograr la revitalización
comercial de los centros históricos, es necesario implantar un modelo de
relación entre todos los agentes involucrados en la zona (vecinos, propietarios
de los inmuebles, administraciones públicas, empresarios, etc.) que
desemboque en la creación de una asociación global con capacidad de gestión
integral. Ésta es la solución que desde los gobiernos y desde los estudios
económicos se suele dar al planteamiento de la revitalización de las zonas
históricas de la ciudad, hacer un ámbito comercial justificándolo de la siguiente
manera: “Para lograr la recuperación funcional del centro, hay que entender
que lo realmente importante no son los inmuebles, sino los usos que de ellos se
pueda hacer sin romper drásticamente con el pasado. Esto solo es posible, si se
produce una estrecha colaboración entre los poderes públicos y los agentes
sociales de las zonas afectadas, de tal forma que se articulen mecanismos que
permitan la ejecución de las actuaciones respetando el equilibrio de los
diferentes intereses puestos en juego; es lo que Hardoy y Gutman denominan
«gestión colaborativa» de las estrategias integrales de intervención, con la
participación de los distintos niveles de la Administración y de la población
beneficiaria”. (Molinillo, 2000).
Por otro lado, si analizamos los requerimientos que desde la Confederación
Española de Cascos Históricos se les pide a estos, comprendemos que éste es el
modelo apropiado y que se busca. Los fines de la confederación se resumen en:

1. Defender el comercio y las actividades mercantiles en los cascos históricos de


las ciudades y pueblos del Estado Español.
2. Facilitar información sobre las actuaciones de las Administraciones y
organismos públicos y privados en los centros históricos.
3. Facilitar la gestión de todas aquellas actuaciones encaminadas al desarrollo y
la promoción de los cascos históricos.
4. Asesorar sobre las actuaciones de las Administraciones y los organismos
públicos y privados en los centros históricos que afecten a las actividades de los
asociados y al desarrollo de los centros históricos.
5. Trabajar para la mejora general de los cascos históricos, teniendo en cuenta la
conservación de su patrimonio.
6. Cuantos fines puedan conseguirse a través de la Confederación en orden a la
defensa de los intereses de todos los asociados y de sus ciudades6.

6 Fuente: http://www.cocahi.org/
Será por tanto lógico ver el resultado actual de intervenciones en los centros
históricos si los requerimientos que a estos se les piden son los definidos por la
citada confederación.
Cuando Adolfo Vásquez define el hábitat contemporáneo en su obra Air
Conditioning en el mundo interior del capital, dice que el hábitat del ser
humano no es ya ni la naturaleza en estado puro ni la casa o el domicilio, sino
una organización intermedia que asegure la calidad urbana de la estancia
humana (Vásquez, 2009). De aquí la necesidad del estado del bienestar de
sentirse dentro de un gran ‘palacio de cristal’. Estas demandas de la nueva
sociedad tendrán su reflejo en los centros históricos, como una parte más de la
desmembrada ciudad. Estos entornos tematizados se caracterizarán por la
necesidad de esferas protectoras que den cobijo a los símbolos identitarios de la
ciudad. Ese palacio de cristal urbano en que se han convertido los centros
históricos, con sus calles peatonales y sus casas con aire acondicionado, parece
constituir una respuesta adecuada a ese deseo de protección. Ya lo decía Walter
Benjamin en la época de la Restauración en Francia, cuando hablaba de las
galerías comerciales, los pasajes y los mercados de París. Para él, construyendo
esos pasajes, el régimen de Napoleón III mostró su verdadera naturaleza al
tratar de transformar el mundo interior en una especie de fantasmagoría: un
gran salón abierto donde uno recibe al mundo sin estar obligado a salir de su
casa. Para él, ése era el fantasma burgués de base: querer disfrutar de la
totalidad de los frutos del mundo sin tener que salir de su casa.
El paralelismo del palacio de cristal (shopping mall) y el ámbito urbano que
conforma un centro histórico no es nada nuevo. Hay muchos autores que hablan
de la fragilidad del mismo. Así Fernández Salinas, que escribe sobre la
alarmante preocupación del estado de los centros históricos (Fernández, 2005),
subrayará que “volver al centro histórico como objeto de reflexión parece una
acción oportuna y necesaria”. Igualmente, y refiriéndose a la problemática de
transformación de los mismos, López de Lucio alerta de los riesgos que corren
los tejidos históricos de nuestras ciudades (López, 2008). Esta fragilidad,
representada en la imagen de ‘palacio de cristal’ por la fugacidad del material
construido, también se traducirá en la tensión que transmite. Ninguna
construcción en cristal ha sido nunca sinónimo de tranquilidad, estabilidad y
perdurabilidad; todo lo contrario, ha sido fiel reflejo de inestabilidad, fugacidad
y vértigo. Pues bien, esas serán las características que entresaquemos de los
centros históricos desde los numerosos estudios que hoy pueblan las bibliotecas.
La inconsistencia de estos espacios no es nada nuevo, sino que ya se viene
advirtiendo desde los comienzos del tiempo postindustrial. Habrá numerosos
autores que planteen alternativas desde la austeridad (Campos, 1981) hasta todo
lo contrario, y otros que se replanteen el modelo de estructuración económica
(Hall, 1996).
Entre todo este magma de publicaciones hay varios hilos conductores: la
problemática de los centros históricos, el papel de los mismos en el urbanismo
contemporáneo y la debilidad de estos, tanto a nivel material como inmaterial.
Igualmente ocurrirá con la escala, encontrando desde autores que lo verán como
problemas anecdóticos a resolver puntualmente hasta los que lo analizarán
desde una escala mayor, una escala de ciudad. Por otro lado, y dentro de la
preocupación de abordar esta problemática acuciante, aparecen los modelos de
indicadores como herramientas para clarificar y definir, de forma más precisa,
objetivos e impactos. Serán de gran ayuda para modelos objetivables, como la
clasificación, ordenación y determinación del estado de los centros, pero no lo
serán tanto cuando abordemos los modelos sociales. Ésta será una de las
demandas que se haga a este modelo (López, 1999).

2.2. Patrimonio y mercado: Singularizar, valorar y preservar.


Si incluimos un apartado sobre la relación entre el patrimonio histórico y el
mercado es porque, como venimos diciendo, ahí radica gran parte del problema
o del potencial que desarrolla esta investigación y porque es innegable que la
cultura, y más concretamente el patrimonio, se han convertido en un tipo de
mercancía. El mercado suele objetualizar o cosificar toda realidad con potencial
de ser transada. Esto también ocurre con el patrimonio y con el hecho
patrimonial. Puede tratarse de ritos, relatos, lugares, etc (Godelier, 1996). Tal
como entendemos y analizamos, los objetos patrimoniales suelen ser guardados
y expuestos para ser musealizados. Se separan de su ámbito original, se
reservan, se almacenan, se retiran de la circulación para conservarlos y
protegerlos. Este triple proceso de singularizar, valorar y preservar será el que
vaya conformando la idea de centro histórico como gran centro musealizado en
el que el mercado entrará para acabar haciendo, en todos los sentidos, un lugar
para el comercio.
A su vez, esta trilogía de mecanismos será la que nos determine tres escalas en
el proceso de ‘tematización’ o puesta en mercado de la herencia (Franquesa,
2010). Procedemos a explicar cada uno de estos niveles a partir de David Harvey
(2001 [2007]).
El primero de los niveles o etapas sería el de la singularización. Se singulariza
todo aquello a lo que se le da un valor no común, todo aquello que es diferente
por un valor inherente, único. Será la primera etapa dentro de este proceso de
puesta en valor, ya que sin reconocimiento de valores singulares no se podrá
nunca llegar a hacer una identificación distintiva. La historia es la que confiere
este carácter identitario al patrimonio u objetos patrimoniales, así como ciertas
prácticas y discursos asociados que otorgan validez e instrumentación a tal
lectura. Este proceso de singularización, dentro del patrimonio histórico tiene
tres escalas o hitos. El primero sería el reconocimiento público. No se
singulariza lo que no recibe valores de la comunidad. Ésta sería la escala más
básica en la que tendría cabida la iglesia del pueblo, la plaza, etc. Avanzando,
entraríamos en el reconocimiento de valores de elementos comunes que están
siendo transformados, dando trascendencia a los que permanecen inalterados.
Aquí podríamos reconocer la arquitectura vernácula que no fue pasto de las
transformaciones y crecimientos en altura de los años 70 y 80. La última escala
dentro de la singularidad sería el alto precio reconocido fuera de los límites de la
comunidad, el reconocimiento exterior.
En segundo nivel situamos el proceso de valoración. Será un paso más dentro
del mecanismo de puesta en valor. Aquí ya se ha reconocido previamente una
identidad singular pero se le adhiere un discurso que es otro valor en sí. La
valoración sería una simple delimitación: la iglesia del pueblo, el monumento,
etc. Ahora estos elementos se enmarcan dentro del reconocimiento de un
trabajo realizado, adquiriendo como dice J. Franquesa, un valor sui generis. En
este segundo nivel podríamos subrayar también tres escalas importantes que se
irán dando procesualmente. En primer lugar el valor del contexto y del proceso.
Así, serán piezas clave dentro de un discurso y sin valor aparente fuera de él. En
segundo lugar elementos que en sí niegan el valor de lo económico: “La
economía se ocupa de preservar todos los ámbitos que deben mantenerse como
sacrosantos. Pero, como es sabido, también las cosas aparentemente no
veniales tienen su precio. La dificultad de convertirlas en dinero radica en que
son fabricadas con la intención de una expresa negación de lo económico”
(Bourdieu, 2001). Una tercera escala o característica sería la del reconocimiento
institucional, así como el poder establecer comparativas con otros objetos
semejantes. Aquí jugaría un papel muy importante el museo como aglutinador
de diferentes objetos entre los que se puede establecer comparativas. La
cercanía de unos con otros, la descontextualización de los mismos y el intento
de establecer relaciones entre ellos será fundamental para pasar al siguiente
nivel.
El tercer y último nivel es el de la preservación. Lleva implícita la protección
del objeto o el conjunto de estos, se les saca de la libre circulación. Para poderlo
ejemplificar, miremos el tema que nos centra en la investigación: los centros
históricos. Este proceso implicará la eliminación de todo aquello que obstaculice
la apreciación de su valor. “Por otro lado, no debemos olvidar que si bien la
forma de valor se refiere a su ‘valor extraordinario’ este suele ir en paralelo a
su valor económico, y así en el ejemplo de la reforma de un centro histórico
sabemos que este tipo de procesos implican el incremento de su valor
inmobiliario o turístico; es más, es tal incremento aquello que suele motivar la
preservación” (Franquesa, 2010).
SINGULARIZAR VALORAR PRESERVAR
ESCALA 1 Reconocimiento público Reconocimiento público Los Cuidado y
objetos y piezas preservación del
patrimoniales se insertan en objeto sin
un proceso y son valoradas reconocimiento el
en él. entorno por lo usual
de éste.
ESCALA 2 ESCALA 2 Tras un Negación de lo económico. Generación de
proceso de discursos museísticos
homogeneización que y producción de
comenzó en los 70, se mercancías sobre
empieza a reconocer ello.
estructuras cotidianas.
Reconocimiento de
Arquitectura vernácula
ESCALA 3 Reconocimiento exterior Reconocimiento por expertos Desarrollo de
y alto precio. y entidades públicas. Se infraestructuras y
establecen comparativas plataformas
entre modelos de las mismas económicas dentro
características. de programas de
rehabilitación de
centros históricos.

2.3. Ventajas e inconvenientes de un presente inmóvil.


Hemos de ser conscientes en todo momento de que la sociedad, en una gran
escala, no ha dejado de hacerse paulatinamente más urbana y tiende a
aglomerarse cada vez más. Solo en Estados Unidos, doscientos cuarenta y tres
millones de personas se concentran en el tres por ciento urbano del país7. Esta
sociedad que tiende al sinecismo8 (Soja, 2008) se ha acrecentado en los últimos
años, durante los tiempos de bonanza económica. Así, la ciudad, como si se
tratara de la sección de un árbol, ha ido marcando en su trazado urbano los
tiempos de expansión económica e irá marcando ahora los de la actual recesión.
El análisis dendrocronológico que hará el urbanismo y la economía, nos

7 En julio de 2009, la población de Estados Unidos era de 307.006.550 personas, y el 79


por ciento de ellas vivía en territorio urbano. Así la población urbana estadounidense es de
242.535.175 personas. Fuente: Departamento de Agricultura, Servicios de Investigación
Económica. http://www.ers.usda.gov/publications/EIB14/eib14g.pdf

8 Sinecismo: término usado por E. Soja (2008[2000]) Postmetrópolis, para explicar la


“interdependencia económica y ecológica y las sinergias creativas, así como también
destructivas, que surgen del agrupamiento intencionado y de la cohabitación colectiva de la
gente en el espacio de un hábitat”.
mostrarán un presente paralizado, sin la inercia de la expansión pasada. Los
centros históricos se enfrentan a profundos cambios funcionales y sociales. En
ellos se imbrican centralidades históricas, económicas, culturales, turísticas y
simbólicas. También se configuran realidades urbanas conflictivas donde
conviven en tensión permanente viejas y nuevas funciones, es lo que conocemos
como la tensión del cambio (Troitiño, 2003). La planificación urbana está
teniendo dificultades para adaptar los paisajes del pasado a las necesidades del
presente, más aun si cabe en este momento de crisis económica. Hace un tiempo
leíamos en prensa (El Confidencial 01 de mayo de 2011) “Los visados para
rehabilitar viviendas cayeron un 4,1% interanual hasta febrero, con 4.225
certificados solicitados, pese a que el Gobierno aprobó en abril de 2010 la
aplicación de una deducción del 10% en el IRPF”. Se trata de un dato muy
significativo sobre la magnitud de inversiones y, por tanto, de movimientos y
planteamientos en los centros históricos. En la ciudad contemporánea, la idea
del límite al planeamiento no lo ha puesto ningún soporte físico o límite
administrativo; como estamos viendo, lo ha puesto el impacto económico.
(Ezquiaga, 2009). El crecimiento de la construcción en España entre 1996 y
2007 ha sido del 5% anual, con un incremento del 30% en el parque de
viviendas desde 1998 (Arellano y Bentolila, 2009). La extraordinaria expansión
en ingeniería civil y construcción de edificios ha dado lugar a una
especialización productiva hacia actividades relacionadas con la construcción.
Dicha especialización no solo se ha reflejado en el empleo, con cifras de
ocupación en la construcción que duplicaban las de Alemania o Reino Unido,
sino también en la manipulación, alteración y modificación del suelo construido
existente.
La huella edificada en España ha aumentado un 40% en los últimos 18 años y lo
ha hecho a un ritmo de crecimiento muy superior al del resto de países
europeos. Es una de las principales estimaciones del informe Cambios de
ocupación del suelo en España. Implicaciones para la sostenibilidad, realizado
por el Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE), organismo
dependiente del Ministerio de Medio Ambiente. El trabajo, cuya metodología se
basó en la interpretación de fotografías tomadas por satélite y la información
facilitada por el Instituto Geográfico Nacional junto con el Ministerio de
Fomento y las comunidades autónomas, confirma que el urbanismo salvaje se
cebó entre 1987 y 2000 en el Mediterráneo con incrementos de más del 50%.
Más de un tercio de ese litoral se encuentra ya construido en su primer
kilómetro desde el mar.
El paisaje cultural heredado es una realidad urbana dinámica donde los
problemas de reorganización interna, ya sean de reforma, renovación,
protección o recuperación, han estado siempre presentes. Por ello, no existe una
vía única de intervención en los centros históricos, primando en unos casos
planteamientos conservacionistas y, en otros, posturas enmarcadas en
estrategias de recuperación de naturaleza más integral. Siempre que en la
Historia se producen cambios socioeconómicos de gran calado, como el que
vivimos ahora, hay que replantearse en nuevos términos la cuestión de la
funcionalidad de los centros históricos. El presente actual, más que verlo como
el momento amenazante por las escasas inversiones en las zonas históricas,
habrá que analizarlo desde la perspectiva de un tiempo de reposo en el que
valorar, estudiar y discretizar qué planteamos para el futuro.

CONCLUSIONES
La aparición de una industria patrimonial, orientada por el valor de
cambio, responde más a la demanda de distracción y de ocio, confiriéndole a sus
consumidores un estatus social y de distinción, donde el valor histórico del
edificio es considerado como parte de la estrategia de la venta. La
mercantilización del patrimonio histórico ha sido presentada como una solución
empresarial y de la autoridad local para el establecimiento de programas de
renovación urbana que deberían de reactivar la dinámica económica del centro
histórico. Se considera que una parte importante del patrimonio histórico se
localiza en las ciudades que conservan su función simbólica, política y
económica en el imaginario social, a pesar de su expansión física. Y todo ello
gracias a este proceso de puesta en venta o mercantilización.
En este sentido, el patrimonio tiene que hacer continuamente el
esfuerzo por ser un proceso vivo, que tiene sentido solamente cuando, por
medio de elementos materiales, activa el acto de rememorar algo vital e
identitario para determinado grupo social. Se ve obligado a dejar de ser por un
momento el cascarón inerte que se exhibe diariamente a los tour-operadores
para ser una realidad heredada generadora de memoria. En su libro La Memoria
Colectiva y el tiempo, Halbwachs hace una reflexión interesante sobre esta
relación: “Si entre las casas, las calles y los grupos de habitantes, no hubiera
más que una relación accidental y de corta duración, los hombres podrían
destruir sus casas, su barrio, su ciudad y reconstruir otros, en el mismo lugar,
según un plano distinto. Pero aunque las piedras se dejen transportar, no es
tan fácil modificar las relaciones que se han establecido entre las piedras y los
hombres. Cuando un grupo humano vive durante mucho tiempo en un lugar
adaptado a sus costumbres, no sólo sus movimientos, sino también sus
pensamientos, se regulan según la sucesión de imágenes materiales que les
ofrecen los objetos exteriores. Ya se pueden suprimir en parte o modificar la
dirección, la orientación, la forma o el aspecto de las casas, estas calles, estos
pasos o cambiar solamente el lugar que ocupan unos respecto a otros. Las
piedras y los materiales no se resistirán y, en ellos, se enfrentarán, no tanto el
apego a las piedras, como al que tienen a sus antiguos lazos”. (Halbwachs,
2004)
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