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LaNombre

Ética y la Moral
del estudiante:

Semana #9

Presentado por:
Jem Marcela Ramírez Rodríguez. Cuenta: 32151045

Ana Luisa García Blexin. Cuenta:

32151099 Nidia Letizia Pineda Mejia. Cuenta:

32211323 Jorge Humberto Durón Ferrera. Cuenta:

32211593 Keidy Yogely González Agurcia Cuenta:

32121035 Welsy Lizeth Jiménez Figueroa Cuenta:

32211701

Sede de estudio:
Ceutec - Tegucigalpa

Catedrático:
Lic. Elva Patricia Calix Matute

Sección:
#76

Tegucigalpa, M.D.C., 21 del mes de marzo del año 2022


ÍNDICE
CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 5

Objetivo general 5
Objetivos específicos 5
Preguntas de investigación 6
Introducción 7
Antecedentes 8
Antigua Grecia 8
Edad Media 8
Edad Moderna 9
Edad Contemporánea 9

Justificación 10
Problemática 11
Problema de la Diversidad de Sistemas Morales 11
Problema de la Libertad Humana 11
Problema de los Valores 11
Problema de la Obligación Moral 11
Diferencia entre Ética y Moral 11

Matriz de descriptores 12

CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO 13

LA ÉTICA Y LA MORAL 13
Los actos humanos y la conducta ética 13
Ética Contextualista 14
Ética a Nicómaco: Aristóteles 14
Ética Universalista 15
Crítica de la razón práctica: Kant 15
La buena voluntad 16
El reino de los fines 16
Ética y la Axiología 17
Ética en el hilo empresarial con un contexto de una ética cívica 17
No es posible una ética empresarial sin una ética cívica 18
No es posible una ética cívica sin una ética empresarial 18
Funciones de una Ética Cívica 19
Ética de mínimos 19
Contenidos mínimos de una ética cívica 20
Los valores de libertad, igualdad y solidaridad 20
Los derechos humanos 21
La tolerancia activa 22
Un ethos dialógico 22
Ética de ciudadanos, no de súbditos 23
Ética de la Modernidad 23
Ética en la actividad económica 24
¿Qué impacto puede tener la ética en la economía? 24
El razonamiento, la supervivencia y la ética del comportamiento 25
Diferencias más destacadas entre ética y moral 26
Similitudes entre ética y moral 27

CAPÍTULO III: MARCO METODOLÓGICO 28

Enfoque de investigación 28
Linea de investigación 29
Corte de investigación 30
Métodos de investigación 31
Instrumentos 32
Universo 33
Población 34
Muestra 35
Tipo de muestreo 36
Validación de instrumentos 37
Interrogantes de la encuesta 38
Análisis 38
Tablas 38
Gráficos 38

Conclusiones 39
Recomendaciones 40
BIBIOGRAFIA 41
CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

OBJETIVO GENERAL
Analizar los conocimientos sobre las doctrinas éticas que ofrecen elementos
metodológicos para la interpretación del sentido moral de los actos en los diferentes
ámbitos de la conducta humana, mediante una reflexión crítica de los principios,
normas y valores que determinan el comportamiento individual y social de las personas.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
 Identificar y analizar críticamente los problemas morales y éticos que se
enfrentaban los filósofos y la humanidad.
 Reconocer y analizar cuestiones relativas a los valores morales fundamentales
en función de la vida personal.
 Estudiar la ética no solo en el ámbito filosófico, sino que también en el ámbito
económico, empresarial y axiológico ya que es un tema con ramas extensas.
 Conocer las similitudes entre ética y moral por la razón de que la sociedad no
hace ni una referencia a sus desigualdades.
PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN
INTRODUCCIÓN
En primer lugar dedicaremos este informe a profundizar el tema ética y moral y a
saber cuáles son sus diferencias, semejanzas, problemática, entre otros. Como primer
punto concordaremos que en el lenguaje cotidiano no hace ni una diferencia entre esas
dos palabras ya que escuchamos decir que una conducta es poco ética o inmoral como si
fueses sinónimos. Desde un punto etimológico los dos términos son equivalentes,
porque moral es la traducción castellana del termino latino mores y este proviene del
griego ethos, así que la palabra castellana moral no es otra cosa que la versión castellana
del griego ethos, el termino ética por otra parte fue obtenido por la castellanización
directa del griego ethos evitando la versión latina como en el caso dela moral. Es así que
ética y moral son dos términos castellanos que se usan para traducir una misma raíz
griega. La palabra ethos tiene dos significados, por una parte costumbres y por la otra
carácter, significando de este modo un sistema de costumbres o creencias valorativa de
la vida, pero no en un campo como las ciencias sociales ya que las ciencias estudian la
materia desde la perspectiva del observador no desde la del participante, el aspecto del
carácter remite de que para los griegos el sistema de creencias morales podía ser visto
desde la perspectiva de las actitudes y hábitos que cada individuo iba haciendo suyos.

La ética no solo promueve un registro de lo sucedido sino un juicio acerca de lo que


está permitido en la convivencia humana, o una reflexión sobre la necesidad de hallar
una mejor manera de vivir. Estas dos conceptualizaciones nos llevan a entender que la
ética o la moral son una reflexión sobre las buenas prácticas de una sociedad. Pero
resulta que los manuales de la ética nos dicen que hay una diferencia: en la cual moral
es el sistema de valores inmanente a una determinada comunidad mientras que ética es
la reflexión filosófica sobre el sentido de dichas normas morales ya que no es lo mismo
compartir el sistema de valores común en una sociedad, que discutir sobre las razones
por las cuales los seres humanos adoptamos ese sistema, estas diferencias desprenden
una problemática tanto en la diversidad de cultura, costumbres, valores o en la
estandarización de diferenciarlos en el lenguaje y razonamiento social, que es de lo que
se verá a continuación. Cuando se reflexiona sobre los datos específicos del ser humano
no solo estamos en el terreno de la ética sino que también en el capo de la filosofía que
en este caso llamaremos justificación del tema en relación a la filosofía.
ANTECEDENTES
La ética, como una rama de la filosofía, está considerada como una ciencia
normativa, porque se ocupa de las normas de la conducta humana y social. Desde que
los hombres viven en comunidad, la regulación moral de la conducta ha sido necesaria
para el bienestar colectivo. Aunque los distintos sistemas morales se establecían
sobre pautas arbitrarias de conducta, evolucionaron a veces de forma irracional, a partir
de que se violaran los tabúes religiosos o de conductas que primero fueron hábito y
luego costumbre, o asimismo de leyes impuestas por líderes para prevenir desequilibrios
en el seno de la tribu. Incluso las grandes civilizaciones clásicas egipcia y sumeria
desarrollaron éticas no sistematizadas, cuyas máximas y preceptos eran impuestos por
líderes seculares como Ptahhotep, y estaban mezclados con una religión estricta que
afectaba a la conducta de cada egipcio o cada sumerio. En la China clásica las máximas
de Confucio fueron aceptadas como código moral. Los filósofos griegos, desde el siglo
VI a. C. en adelante, teorizaron mucho sobre la conducta moral, lo que llevó al posterior
desarrollo de la ética como una filosofía.
Antigua Grecia
Desde el inicio de la reflexión filosófica ha estado presente la consideración sobre la
ética. Platón afronta la temática ética en diversos lugares y desde contextos diferentes.
Así, por ejemplo, en el Gorgias busca superar el hedonismo y la ley del más fuerte. En
el Fedón evidencia la importancia de lo que exista tras la muerte para regular el propio
comportamiento. En La República aborda juntamente la ética individual (desde la
perspectiva de una justicia dentro del alma) y la ética pública, con una compleja teoría
del estado, que encuentra complementos y puntos de vista diferentes en otras dos
obras, el Político y las Leyes.
Edad Media
Es un momento en el que la ética asume elementos de las doctrinas clásicas de la
felicidad (el fin del actuar humano consiste en obtener el bien que nos hace felices) y
los une a la doctrina cristiana (vista como Revelación divina), especialmente
según la normativa que recogen los mandamientos. El fin último del actuar humano es
la caridad, que se consigue al vivir desde el Evangelio, y que permite al hombre acceder
a la visión de Dios (en el cielo), donde el ser humano alcanza su máxima plenitud y el
bien supremo.
Edad Moderna
Los filósofos éticos modernos trabajan con la mirada puesta, sobre todo, en el
mundo antiguo (estoicos, epicúreos, Platón, Aristóteles), si bien con algunos elementos
heredados de la Escolástica medieval. Descartes tiene algunos elementos de ética
en su famoso Discurso del método. Dentro del racionalismo, es Baruch Spinoza quien
elaboró de modo más amplio y sistemático una propuesta ética. En el ámbito del
empirismo, David Hume trabajó en diversos momentos para comprender los motivos
profundos de las acciones humanas.
Edad Contemporánea
La ética del siglo XX ha conocido aportes importantísimos por parte de numerosos
autores: los vitalistas y existencialistas desarrollan el sentido de la opción y de la
responsabilidad, Max Scheler elabora una fenomenología de los valores. Autores como
Alain Badiou han intentado demostrar que esta principal tendencia (en las opiniones y
en las instituciones), la cuestión de “la ética” en el siglo XX, es en realidad un
“verdadero nihilismo” y “una amenazante denegación de todo pensamiento”
JUSTIFICACIÓN
El nexo entre ética y filosofía repercute en la adopción de un criterio para la vida,
que consiste en tener conciencia de lo que se requiere y de lo que se hace. En esta
conciencia radica el sentido moral de la conducta; será más elevada la forma de
conducirla mientras mayor sea la conciencia que se tenga de ella. Ahora bien, la
conciencia de la acción se manifiesta en tres grandes planos que se distinguen por su
nivel estructural. Ordenados de singularidad a generalidad, de concreción a abstracción,
están en primer término los acontecimientos singulares de la vida, como testimonio
inmediato del existir; en segundo término, se encuentran las obras de la cultura, que son
los momentos selectos y creativos de la vida; en el tercero está la reflexión filosófica,
capaz de llegar a una generalización máxima de todos los problemas. La filosofía de la
reflexión abocada a proporcionar el criterio para vivir, que de modo ingente reclama
nuestro tiempo.

Los acontecimientos de la vida son hechos concretos y singulares, transitorios e


irrepetibles, que se suceden unos a otros en el decurso temporal; se dan en gran número
a cada momento, podríamos decir y su grado de significación varía de acuerdo con la
trayectoria en que se hallan colocados, o sea la finalidad a que se destinan. Desde luego,
los menos importantes cubren la mayor parte de la vida, y su neta singularidad contrasta
con la universalidad ideal a que aspira el hombre; esta clase de actos provocan en sí
mismos un desconcierto que se resuelve únicamente al serles aparejado un criterio de
valor que los lleve por una dirección definida. La ética y la filosofía están relacionadas
entre sí ya que la ética es una de las ramas de la filosofía por lo tanto es la búsqueda del
saber, ambas se interesan por el estudio y análisis de los episodios humanos, buscar sus
principales características, condiciones, valores. Tanto la filosofía como la ética
investigan las maneras de actuar de los hombres, que los lleva a hacer eso, su conducta
ya que de esta manera se distinguirán sus aspectos relacionados con los valores, lo que
les permitirá convivir como sociedad. La existencia de las normas morales siempre ha
afectado a la persona humana, ya que desde pequeños captamos por diversos medios la
existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados por ellas en forma de
consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero siempre con
el fin de tratar de orientar e incluso determinar la conducta humana. Ya que las normas
morales existen en la conciencia de cada uno, esto provoca que existan diferentes puntos
de vista y por ende problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas
existenciales que ejercen las personas frente a ellas.
PROBLEMÁTICA
Problema de la Diversidad de Sistemas Morales
Este se da debido al pluralismo que existe en las tendencias frente a un mismo acto,
esto es que, para cuando algunas personas un acto es lo correcto, para otros es inmoral,
por ejemplo el divorcio, el aborto, la eutanasia, entre otros. Este problema está en todo
el mundo, dependiendo el país, religión y contexto.

Problema de la Libertad Humana


La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma
condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión social,
cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar una
conciencia, misma que permite a una persona actuar en base a un criterio propio. El
problema está en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea
en el ser y el deber ser.

Problema de los Valores


De este problema surgen numerosos cuestionamientos pero el problema radica
principalmente en la objetividad y subjetividad de los valores, o sea, que la humanidad
se plantea cuestionamientos donde se basan en la importancia de la axiología.

Problema de la Obligación Moral


Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya que normalmente se dice
que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito, en cambio, cuando se realiza por
propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a entender que la
obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser el mismo, de acuerdo
con su propia moralidad y con su propio criterio. Pero hay que aclarar también que una
cosa es la obligación entendida como corrección externa y otra como la obligación
basada en la presión interna que ejercen los valores en la conciencia de una persona.

Diferencia entre Ética y Moral


Este es un problema que a la mayoría de las personas nos ha ocurrido y nos hemos
preguntado ¿qué no es lo mismo? Pues no, por definición de raíces significan lo mismo
(costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy conocemos
como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las normas
que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.
MATRIZ DE DESCRIPTORES
CONCEPTO ETIMOLOGÍA DIFERENCIA SIMILITUD
El término “moral”
proviene del latín mos, La moral es la forma en La moral es el conjunto de
que es de etimología que actuamos, el comportamientos y normas
MORAL
dudosa, pero quizás comportamiento, el que solemos aceptar como
provenga de la raíz ma- hábito. válidos.
medida y que sería
propiamente una regla de
vida que mide o guía
El término “Ética”
La ética puede ser La “ética” s la reflexión
compartiría sus raíces con
definida como el estudio sobre por qué lo
ÉTICA el término “etología” que
de la moral, la teoría consideramos válidos y la
del griego significa
racional de cómo actuar comparación con otras
costumbre, razonamiento,
en la sociedad. “morales” que tienen
estudio o ciencia.
personas diferentes.
CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO

LA ÉTICA Y LA MORAL
Los actos humanos y la conducta ética

La ética es una concepción valorativa de la vida. Su peculiaridad reside en el hecho


de tratarse de una concepción valorativa, que pretende decirnos cuál debería ser el orden
de prioridades en la organización de la convivencia humana, es decir, que se propone
establecer cuál es la mejor manera de vivir. No es, pues, una concepción que se restrinja
a describir el modo en que los seres humanos ordenan el mundo; su punto de vista es el
del participante en la interacción, no el de un observador. Tampoco es, en sentido
estricto, una concepción estética de la vida, que ponga la mirada en el goce
contemplativo o en la representación original de la experiencia, aunque más de uno
podría pensar que esta sería acaso la mejor manera de vivir. Podría serlo, por supuesto,
pero sería entonces una concepción simultáneamente estética y valorativa en sentido
moral.

La conciencia moral y ética es la capacidad para sentir, juzgar, deliberar


(argumentar) y actuar conforme a valores morales de modo coherente, persistente y
autónomo. La moral es aquella dimensión que nos permite declarar lo bueno y lo malo;
lo justo y lo injusto; lo honesto y lo deshonesto; etc. en tales acciones y situaciones. Es
la capacidad que le permite hacer estimaciones o prescripciones sobre las acciones o
relaciones humanas a la luz de un valor moral. Por otro lado, toda moral se hace sobre
un fundamento o base que podemos descubrir cuando le preguntamos a la persona ¿por
qué lo dices? Típicamente las respuestas de las personas tienden a reflejar unas
motivaciones o razones para su juicio que pueden clasificarse en niveles de juicio
moral. Esto niveles van de la heteronomía a la autonomía. El desarrollo de la capacidad
del juicio moral implica un desarrollo en dirección de la autonomía.

Por su parte la ética se refiere, por un lado, a nuestra capacidad para analizar la
moral; la conciencia ética es la conciencia de la conciencia moral; o más simplemente,
la autoconciencia. La autoconciencia o conciencia ética no nos dice cómo actuar; pero
mejora la conciencia moral haciéndola más clara en sus contenidos, mejorando su
proceso y haciéndola más coherente. Por otro lado, la ética busca formular valores o
deberes deliberadamente y de carácter "universal", es decir a un nivel de generalidad
que trasciende los valores particulares. Estos valores son necesarios en aquellas
sociedades con una pluralidad de sistemas de moral porque crean un consenso en torno
a ciertos fines
de la sociedad en su conjunto. Tal es el caso de los valores de dignidad y solidaridad,
los cuales pueden ser aceptados, en su formulación general, por diversas tradiciones
religiosas y filosóficas. La ética es la parte de la filosofía que estudia los fundamentos
de la moralidad de los actos humanos, es decir, aquellos en virtud de lo cual estos
pueden ser considerados buenos o malos.

Ética Contextualista
Ética a Nicómaco: Aristóteles

Toda arte y toda investigación, y del mismo modo toda acción y toda elección,
parecen tender hacia algún bien; por esto se ha dicho con razón que el bien es aquello a
que tienden todas las cosas. Sin embargo parece existir alguna diferencia entre los fines,
dado que unos son actividades y otros son obras. En los casos en que hay algunos fines
aparte de las acciones, las obras o resultados de tales acciones son preferibles a las
acciones que los producen. Y dado que hay múltiples acciones, artes y ciencias, hay
también muchos fines; en efecto, el fin de la medicina es la salud; el navío es el fin de la
construcción naval; la victoria es el fin de la estrategia o arte de la guerra, y la riqueza es
el fin de la economía. En todas aquellas acciones, artes o ciencias que dependen de una
sola facultad los fines de las principales son preferibles a los fines de las subordinadas,
dado que los fines de éstas se persiguen en razón de los fines de aquéllas. Así, el arte de
fabricar frenos y todo el conjunto de arreos para los caballos se subordina a la
equitación. Y ésta y toda actividad guerrera se subordinan a la estrategia o arte de la
guerra. Y del mismo modo hay que decir de otras acciones, artes o ciencias igualmente
subordinadas. Poco importa el hecho de que los fines de las acciones sean las mismas
actividades o alguna otra cosa distinta de ellas, como ocurre en las ciencias
mencionadas.

Volvamos de nuevo sobre el bien que buscamos para preguntarnos qué es. Parece,
pues, que es distinto en cada actividad y en cada arte; así es uno en la medicina, otro en
la estrategia, y de este modo en las demás artes. Pero ¿qué es el bien de cada una? ¿No
es aquello en vista de lo cual se hace todo lo demás? En efecto, en la medicina, es la
salud; en la estrategia, es la victoria; en la arquitectura, es la casa; en otros casos, son
otras cosas, y en toda acción y elección deliberada es el fin, pues con vistas a este fin
todos los hombres hacen las demás cosas. De esta forma, si existe un fin para todas las
acciones posibles, éste será el bien realizable, y si hay varios fines, varios serán los
bienes realizables.
Nuestro razonamiento, pues, vuelve al punto de partida, después de que, al parecer,
los fines de nuestras acciones son varios, y que algunos de estos fines no los elegimos
por sí mismos, sino por otros fines; tal sucede, por ejemplo con la riqueza, las flautas y
en general, todos los instrumentos; es evidente que todos los fines no son fines
perfectos. Pero lo mejor parece ser algo perfecto, de modo que si sólo existe un bien
perfecto, que es lo mejor, ése será justamente el que buscamos, y si hay varios bienes
perfectos, buscamos el más perfecto de ellos. Afirmamos que es más perfecto el bien
que se persigue por sí mismo que el bien que se busca por otra cosa; y aquel bien que
nunca se elige con vistas a otra cosa es más perfecto que aquellos bienes que se eligen
por sí mismos y por otra causa, y, de forma general, consideramos perfecto aquello que
se elige siempre por sí mismo y nunca por otro motivo. Este bien parece ser de forma
especial la felicidad; y ello es así porque la elegimos siempre por ella misma y nunca
por otra cosa, algo que no sucede con los honores, con el placer, el pensamiento y toda
clase de virtudes que ciertamente las intentamos conseguir por sí mismas, aunque nada,
en efecto, resultara de su posesión, desearíamos poseerlas todas, pero también las
deseamos en función de la felicidad, pues nos imaginamos que alcanzamos la felicidad
por medio de ellas. En cambio, nadie desea la felicidad por los beneficios antes
mencionados, ni, en general, por ninguna otra cosa que no sea ella misma.

Ética Universalista
Crítica de la razón práctica: Kant

Son principios prácticos las proposiciones que contienen la idea de una


determinación general de la voluntad que abraza muchas reglas prácticas. Son
subjetivos, o se llaman máximas, cuando el sujeto no considera en ellos la condición
como válida sino para su propia voluntad; cuando esta condición es considerada, por el
contrario, como objetiva, es decir, como válida para la voluntad de todo ser racional, los
principios son objetivos y toman el nombre de leyes prácticas.

La ley fundamental de la razón pura práctica es obra de tal suerte que la máxima de
tu voluntad pueda siempre ser considerada como un principio de legislación universal.
La autonomía de la voluntad es el único principio de todas las leyes morales y de todos
los deberes que a ella son conformes: toda heteronomía de la voluntad, por el contrario,
no solamente no funda obligación alguna, sino que aún es opuesta al principio de la
obligación y a la moralidad de la voluntad.
La buena voluntad
Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada
que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena
voluntad…, y así parece constituir la buena voluntad la indispensable condición que nos
hace dignos de ser felices. La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice,
no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es
buena sólo por el querer, es decir, es buena por sí misma. Pues como la razón no es
bastante apta para dirigir seguramente a la voluntad, en lo que se refiere a los objetos de
ésta y a la satisfacción de nuestras necesidades, a cuyo fin nos hubiera conducido
mucho mejor un instinto natural ingénito.

Toda ley práctica representa una acción posible como buena y, por tanto, como
necesaria para un sujeto capaz de determinarse prácticamente por la razón. Resulta,
pues, que todos los imperativos son fórmulas de la determinación de la acción que es
necesaria según el principio de una voluntad buena en algún modo. Ahora bien, si la
acción es buena sólo como medio para alguna otra cosa, entonces es el imperativo
hipotético, pero si la acción es representada como buena en sí, esto es, como necesaria
en una voluntad conforme en sí con la razón, como un principio de tal voluntad,
entonces es el imperativo categórico. El imperativo hipotético dice solamente que la
acción es buena para un propósito posible o real. En el primer caso es un principio
problemático práctico, en el segundo caso es u principio asertórico-práctico. El
imperativo categórico que, sin referencia a propósito alguno, es decir, sin ningún otro
fin, declara la acción objetivamente necesaria en sí, tiene el valor de un principio
apodíctico-práctico. El imperativo práctico será, pues, como sigue: obra de tal modo que
uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre
como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio.

El reino de los fines


El concepto de todo ser racional, que debe considerarse, por las máximas todas de su
voluntad, como universalmente legislador, para juzgarse a sí mismo y a sus acciones
desde ese punto de vista, conduce a un concepto relacionado con él y muy fructífero, el
concepto de un reino de los fines. Por reino entiendo el enlace sistemático de distintos
seres racionales por leyes comunes. Mas como las leyes determinan los fines, según su
validez universal, resultará que, si prescindirnos de las diferencias personales de los
seres racionales y asimismo de todo contenido de sus fines privados, podrá pensarse
un todo
de todos los fines (tanto de los seres racionales como fines en sí, como también de los
propios fines que cada cual puede proponerse) en enlace sistemático; es decir, un reino
de los fines, que es posible según los ya citados principios.

Pues todos los seres racionales están sujetos a la ley de que cada uno de ellos debe
tratarse a sí mismo y tratar a todos los demás, nunca como simple medio, sino siempre
al mismo tiempo como fin en sí mismo. Más de aquí nace un enlace sistemático de los
seres racionales por leyes objetivas comunes; esto es, un reino que, como esas leyes se
proponen referir esos seres unos a otros como fines y medios, puede llamarse muy bien
un reino de los fines (desde luego que sólo un ideal).

Un ser racional pertenece al reino de los fines como miembro de él, cuando forma
en él como legislador universal, pero también como sujeto a esas leyes. Pertenece al
reino corno jefe cuando como legislador no está sometido a ninguna voluntad de otro.
El ser racional debe considerarse siempre como legislador en un reino de fines posible
por libertad de la voluntad, ya sea como miembro, ya como jefe. Mas no puede ocupar
este último puesto por sólo la máxima de su voluntad, sino nada más que cuando sea un
ser totalmente independiente, sin exigencia ni limitación de una facultad adecuada a la
voluntad.

La moralidad consiste, pues, en la relación de toda acción con la legislación, por la


cual es posible un reino de los fines. Mas esa legislación debe hallarse en todo ser
racional y poder originarse de su voluntad, cuyo principio es, pues, no hacer ninguna
acción por otra máxima que ésta, a saber: que pueda ser la tal máxima una ley universal
y, por tanto, que la voluntad, por su máxima pueda considerarse a sí misma al mismo
tiempo como universalmente legisladora.

Ética y la Axiología
Ética en el hilo empresarial con un contexto de una ética cívica

La ética cívica es relativamente reciente, porque nace en los siglos XVI y XVII a
partir de una experiencia muy positiva: la de que es posible la convivencia entre
ciudadanos que profesan distintas concepciones religiosas, ateas o agnósticas, siempre
que compartan unos valores y unas normas mínimas. Precisamente la experiencia del
pluralismo nace con la de una incipiente ética cívica, porque la ética cívica consiste en
ese mínimo de valores y normas que los miembros de una sociedad moderna comparten,
sean cuales fueren sus cosmovisiones religiosas, agnósticas o ateas, filosóficas, políticas
o culturales; mínimo que les lleva a comprender que la convivencia de concepciones
diversas es fecunda y que cada quien tiene perfecto derecho a intentar llevar a cabo sus
proyectos de felicidad, siempre que no imposibilite a los demás llevarlos también a
cabo. Esta es la razón por la que consideramos la ética cívica como una ética moderna
de mínimos.

No es posible una ética empresarial sin una ética cívica


La meta de la actividad empresarial es la satisfacción de necesidades humanas a
través de la puesta en marcha de un capital, del que es parte esencial el capital humano -
los recursos humanos-, es decir, las capacidades de cuantos cooperan en la empresa. Por
tanto, el bien interno de la actividad empresarial consiste en lograr satisfacer esas
necesidades y, de forma inseparable, en desarrollar al máximo las capacidades de sus
colaboradores, metas ambas que no podrá alcanzar sino es promocionando valores de
libertad, igualdad y solidaridad desde el modo específico en que la empresa puede y
debe hacerlo. Es en este sentido en el que la recién nacida ética de la empresa tiene por
valores irrenunciables la calidad en los productos y en la gestión, la honradez en el
servicio, el mutuo respeto en las relaciones internas y externas a la empresa, la
cooperación por que conjuntamente aspiramos a la calidad, la solidaridad de alza, que
consiste en explotar al máximo las propias capacidades de modo que el conjunto de
personas pueda beneficiarse de ellas, la creatividad, la iniciativa, el espíritu de riesgo.

No es posible una ética cívica sin una ética empresarial


En efecto, en la vida cotidiana escuchamos críticas constantes a la inmoralidad de
políticos, periodistas, empresarios, etc., críticas que nos llevan a decir en último término
que es imposible ser político, periodista o empresario y a la vez comportarse de una
forma éticamente correcta. Ahora bien, si esto fuera cierto, entonces tendríamos que
reconocer que es imposible participar en cualquiera de las Filosofía y Ética Estudios
Generales 83 organizaciones y actividades ciudadanas sin ser inmoral, con lo cual
sucedería: a) que la vida humana se asienta sobre la inmoralidad constante - ya que
todos vivimos de esas organizaciones-, y b) que no habría ninguna ética cívica, porque
mal puede haberla si la estructura de todos los sectores los hace necesariamente
inmorales. Por eso, si queremos una sociedad alta de moral, es indispensable que las
distintas organizaciones se apresten a remoralizarla, a poner «en forma» sus peculiares
actividades, ya que estamos en el tiempo de las responsabilidades y no solo de las
exigencias.
Funciones de una Ética Cívica
Estos mínimos éticos de los que hemos hablado son los que nos permiten, además
de llevar a cabo una convivencia enriquecedora, realizar otras dos tareas: 1) criticar por
inmoral el comportamiento de personas e instituciones que violan tales mínimos, y 2)
diseñar desde un esfuerzo conjunto las instituciones y organizaciones de nuestra
sociedad, como es el caso de las empresas. Porque ¿cómo es posible criticar
determinadas actuaciones o crear organizaciones legitimadas socialmente, si no ha y
convicciones morales compartidas desde las cuales hacerla?

En efecto, en lo que se refiere a las críticas, es innegable que en nuestra sociedad se


producen fuertes críticas de inmoralidad contra determinadas conductas, como puede
ser en política la corrupción y el tráfico de influencias; en el mundo empresarial, la
adulteración de productos, la publicidad engañosa, la baja calidad; en el mundo
financiero, la falta de transparencia, los manejos, la falta de compasión por el débil.
¿Qué sentido tiene criticar si partimos de la base de que no hay convicciones morales
comunes?
¿No me puede responder aquel a quien critico que esa es mi convicción moral, pero que
él tiene otras, igualmente respetables? No parece, pues, que todo sea tan opinable y
subjetivo como algunos quieren suponer, sino que sí que existen en moral exigencias y
valores comunes, sobre la base de los cuales es posible argumentar y llegar a acuerdos.

Ética de mínimos
Que la ética cívica es una ética de mínimos significa que lo que comparten los
ciudadanos de una sociedad moderna no son determinados proyectos de felicidad,
porque cada uno de ellos tiene su propio ideal de vida buena, dentro del marco de una
concepción del mundo religioso, agnóstica o atea, y ninguno tiene derecho a imponerla
a otros por la fuerza. Las concepciones religiosas, agnósticas o ateas del mundo que
propongan un modelo de vida feliz constituyen lo que llamamos «éticas de máximos», y
en una sociedad verdaderamente moderna son plurales; por eso podemos hablar en ellas
de un pluralismo moral. Una sociedad pluralista es, entonces, aquella en la que conviven
personas y grupos que se proponen distintas éticas de máximos, de modo que ninguno
de ellos puede imponer a los demás sus ideales de felicidad, sino que, a 10 sumo, les
invita a compartirlos a través del diálogo y el testimonio personal. Por el contrario, es
totalitaria una sociedad en la que un grupo impone a los demás su ética de máximos, su
ideal de felicidad, de suerte que quienes no la comparten se ven coaccionados y
discriminados.
Sin embargo, «pluralismo» no significa que no haya nada en común, sino todo lo
contrario. Precisamente el pluralismo es posible en una sociedad cuando sus miembros,
a pesar de tener ideales morales distintos, tienen también en común unos mínimos
morales que les parecen innegociables, y que no son compartidos porque algún grupo
los haya impuesto por fuerza a los restantes, sino que los distintos sectores han ido
llegando mutuo propio a la convicción de que son los valores y normas a los que una
sociedad no puede renunciar sin hacer dejación de su humanidad.

Contenidos mínimos de una ética cívica


Los valores de libertad, igualdad y solidaridad

Desde la Ilustración nace, pues, la idea de que los hombres son individuos
autónomos, capaces de decidir por sí mismos cómo desean ser felices y también capaces
de darse a sí mismos sus propias leyes. De ahí que no haya poder alguno legitimado
para imponerles modos de conducta si ellos no le han reconocido la autoridad para
hacerla, con lo cual no se trata entonces de una imposición, sino de un reconocimiento
voluntario. Por eso en el ámbito político los hombres van dejando de considerarse como
súbditos, como subordinados, para pasar a convertirse en ciudadanos, lo cual significa
que nadie está legitimado para imponerles un ideal de felicidad, y que las decisiones que
se tomen en su comunidad política no pueden tomarse sin su consentimiento.

La ética cívica nace entonces de la convicción de que los hombres somos


ciudadanos capaces de tomar decisiones de un modo moralmente autónomo y, por tanto,
detener un conocimiento suficientemente acabada de lo que consideramos bueno como
para tener ideas moralmente adecuadas sobre cómo organizar nuestra convivencia, sin
necesidad de recurrir a los proyectos de autoridades impuestas. No es, pues, de extrañar
que el primero de los valores que componen nuestra ética cívica sea el de autonomía
moral con su trasunto político de ciudadanía, ni tampoco que a ellos acompañe la
noción de igualdad.

Igualdad, en este contexto no significa «igualitarismo», porque una sociedad en que


todos los hombres fueran iguales en cuanto a contribución, responsabilidades, poder y
riqueza es imposible de alcanzar sino es a través de una fuerte dictadura, que es justo lo
contrario de la autonomía que acabamos de reconocer. «Igualdad» significa aquí lograr
para todos iguales oportunidades de desarrollar sus capacidades, corrigiendo las
desigualdades naturales y sociales, y ausencia de dominación de unos hombres por
otros,
ya que todos son iguales en cuanto autónomos y en cuanto capacitados para ser
ciudadanos.

Libertad o autonomía e igualdad son, como recordamos los dos primeros valores
que acogió como suyos aquella Revolución Francesa de 1798, de la que surgió la
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, son efectivamente dos de los
valores que componen el contenido de la ética cívica. El tercero es la fraternidad, que
con el tiempo las tradiciones socialistas, entre otras, transmutaron en solidaridad, un
valor que es necesario encarnar si de verdad creemos que es una meta común la de
conseguir que todos los hombres se realicen igualmente en su autonomía. Ahora bien,
los valores pueden servir de guía a nuestras acciones pero para encarnados en nuestras
vidas y en las instituciones necesitamos concretados, y podemos considerar a los
derechos humanos en sus distintas generaciones como concreción de estos valores que
componen la ética cívica.

Los derechos humanos

Como es sabido, los derechos humanos reciben el nombre de derechos morales


porque, aunque son la clave del derecho positivo, no forman parte de él (no son
«derechos legales»), sino que pertenecen al ámbito de la moralidad, en el que el
incumplimiento de lo que debe ser no viene castigado con sanciones externas al sujeto y
prefiguradas legalmente. Por eso decimos que forman parte de la ética cívica,
concretando en sus distintas generaciones los valores de libertad, igualdad y solidaridad.

En efecto, la idea de libertad es la que promueve los derechos de la llamada primera


generación, es decir, los derechos civiles y políticos, que resultan inseparables de la idea
de ciudadanía. Es el liberalismo de los orígenes, desde autores como John Locke, el que
define estos derechos y no ve mayor razón para crear la sociedad civil que la defensa de
tales derechos. En definitiva, el Estado no tiene más tarea que la de proteger los
derechos civiles y políticos de sus ciudadanos.

Las tradiciones socialistas, por su parte, ponen en cuestión que tales derechos
puedan respetarse si no vienen respaldados por unas seguridades materiales, y de ahí
que la aspiración a la igualdad sea la que guíe el reconocimiento de la segunda
generación de derechos: los derechos económicos, sociales y culturales. Estas dos
tradiciones han sido ya reconocidas, explícitamente por las Naciones Unidas en la
Declaración del año 1948. Por lo que hace a la llamada tercera generación, que
todavía no ha sido recogida en
Declaraciones internacionales, viene guiada por el valor de la solidaridad, ya que se
refiere a un tipo de derechos que no puede ser respetado si no es por medio de la
solidaridad internacional. El derecho a la paz o derecho a vivir en una sociedad en paz,
y al derecho a un medio ambiente sano. Ambos derechos son imposibles de respetar sin
solidaridad universal, porque aunque individuos, grupos de individuos o naciones
determinadas trataran de fomentar una convivencia pacífica y de procurar un medio
ambiente sano, sin un acuerdo y una acción internacional es imposible alcanzar estas
metas. Ciertamente los dos derechos mencionados todavía no han sido expresamente
reconocidos en declaraciones internacionales, pero forman parte ya de la conciencia
moral social de los países con democracia liberal, forman parte de su ética cívica.

Lo cual significa que, aunque la legislación de un determinado país no recogiera


normas en torno a la fabricación y tráfico de armas o en torno a la contaminación, la
conciencia moral cívica de los países desarrollados sí que repudia un tipo de acciones
semejantes, de lo que se sigue que quien fabricara armas o traficara con ellas, o quien
no hiciera nada por evitar residuos contaminantes, estaría actuando de forma inmoral,
aunque en ese país concreto su acción no fuera ilegal. Porque una cosa es la moralidad y
otra la legalidad.

La tolerancia activa

Naturalmente, resulta imposible la convivencia de diferentes proyectos de vida feliz


si quienes los persiguen no son tolerantes con aquellos que tienen un ideaI de la
felicidad distinto, de ahí que la ética cívica fuera naciendo al calor de distintos escritos
sobre la tolerancia, como una actitud sumamente valiosa. Ahora bien, la tolerancia
puede entenderse solo en un sentido pasivo, es decir, como una predisposición a no
inmiscuirse en los proyectos ajenos por simple comodidad; o bien en un sentido activo,
como una predisposición a respetar proyectos ajenos que pueden tener un valor, aunque
no los compartamos. La tolerancia pasiva no sirve de base para construir un mundo
junto: para construir hace falta tolerancia activa.

Un ethos dialógico

La idea de tolerancia activa, junto con los otros valores que hemos mencionado y el
respeto a los derechos humanos, se expresan de forma óptima en la vida social a través
de un tipo de actitud, que llamaremos la actitud o el ethos dialógico. Ethos que conviene
potenciar, porque quien adopta semejante posición a la hora de intentar resolver los
conflictos que se platean en una sociedad, si la adopta en serio, muestra con ello que
tiene a los demás hombres y a sí mismo como seres autónomos, igualmente capaces de
dialogar sobre las cuestiones que les afectan, y que está dispuesto a atender a los
intereses de todos ellos a la hora de tomar decisiones. Lo cual significa que toma en
serio su autonomía, le importa atender igualmente a los derechos e intereses de todos, y
lo hace desde la solidaridad de quien sabe que «es hombre y nada de lo humano puede
resultarle ajeno».

Naturalmente cada quien llevará al diálogo sus convicciones y más rico será el
resultado del mismo cuanto más ricas las aportaciones que a él se lleven, pero a ello ha
de acompañar el respeto a todos los interlocutores posibles como actitud básica de quien
trata de respetar la autonomía de todos los afectados por las decisiones desde la
solidaridad. Este es sin duda el mejor modo de conjugar dos posiciones éticas, que
algunos autores tienen por difíciles de conciliar: el universalismo y el respeto a la
diferencia. Creen estos autores que el respeto a la diferencia nos lleva a una situación en
que no puede defenderse ningún valor con pretensiones de universalidad, porque
entonces ahogaríamos la diferencia. Y, sin embargo, es justo 10 contrario: solo si
reconocemos que la autonomía de cada hombre tiene que ser universalmente respetada,
podremos exigir que se respeten sus peculiaridades, y la forma de hacerlo será a través
de diálogos en los que cada quien exprese tales peculiaridades desde la unidad que
supone saberse al menos mínimamente entendido y máximamente respetado.

Ética de ciudadanos, no de súbditos


Es un tipo de convicción al que nos lleva la experiencia propia o ajena, pero sin
imposición, la ética cívica solo ha sido posible en formas de organización política que
sustituyen el concepto de súbdito por el de ciudadano. Porque mientras se considere a
los miembros de una comunidad política como súbditos, como subordinados a un poder
superior, resulta difícil por no decir imposible pensar que tales súbditos van a tener
capacidad suficiente como para poseer convicciones morales propias en lo que respecta
a su modo de organización social. Lo fácil es pensar en ellos como menores de edad,
también moralmente, que necesitan del paternalismo de los gobernantes para poder
llegar a conocer qué es lo bueno para ellos.

Ética de la Modernidad
El célebre escrito kantiano ¿Qué es la Ilustración? nos presenta esta época como la
entrada de los hombres en la mayoría de edad, en virtud de la cual ya no quieren dejarse
guiar «como con andadores» por autoridades que no se hayan ganado su crédito a pulso,
sino que quieran orientarse por su propia razón. Sapere aude es, según el escrito
kantiano, la divisa de la Ilustración: « ¡atrévete a servirte de tu propia razón!». El
paternalismo de los gobernantes va quedando desde estas afirmaciones deslegitimado y
en su lugar entra el concepto moral de autonomía, porque aunque la ética y la política
no se identifican, están estrechamente relacionadas entre sí, como lo están también con
la religión y el derecho, de suerte que un tipo de conciencia política como es la idea de
ciudadanía está estrechamente ligado a un tipo de conciencia moral como es la idea de
autonomía.

Ética en la actividad económica


¿Qué impacto puede tener la ética en la economía?
Muchas personas son renuentes a “mezclar” la ética con la economía, y rehusarían
igualmente pronunciarse en materia de “ética y desarrollo” por el mismo motivo por el
que declinarían una invitación a beber y luego conducir un automóvil. Puede resultar
útil empezar específicamente por el comportamiento empresarial, y, de manera más
general, con cálculos de corte económico, los cuales se suponen están motivados por
objetivos que, por lo menos en función de una teoría, no tienen nada que ver con la
ética. El aforismo citado con mayor frecuencia en la economía es el comentario de
Adam Smith acerca del carnicero, el panadero y el cervecero, que de hecho es lo único
de Smith que algunos académicos selectivos leen: "No es de la benevolencia del
carnicero, del cervecero o del panadero que esperamos nuestra comida, sino de la
consideración que ellos hacen de sus propios intereses. Apelamos no a su sentido
humanitario sino a su amor por ellos mismos…”Aunque nos moleste el que a Adam
Smith se le califique tan a menudo de economista de una sola frase, obviamente esta
afirmación no tiene nada de malo, de hecho es sensata y también denota discernimiento.
El carnicero, el cervecero y el panadero quieren ganar dinero de nosotros, y nosotros,
los consumidores deseamos la carne, la cerveza y el pan que ellos tienen para vender.
Lo que se necesita para generar este deseo de intercambio es simplemente algo de
“amor por uno mismo” (como lo llamaba Adam Smith) de parte de cada uno. Esta idea
es, en sí, brillante. Ayuda a explicar por qué deseamos el intercambio. Pero no nos dice
absolutamente nada acerca de cómo asegurar que esos intercambios deseados se
organicen y ocurran en la práctica y además en forma expedita. Smith nunca fusionó
estos aspectos claramente diferenciados. Para una negociación exitosa de un contrato
aceptable y para la ejecución eficiente y adecuada del mismo, no basta la motivación.
Las normas de comportamiento también pueden ayudar a las partes a cumplir
promesas y respetar contratos (aun cuando las partes puedan preferir en un momento
determinado un cumplimiento parcial, y algunas veces una revocación total, en la
medida en que las condiciones pueden resultar diferentes a las esperadas). De hecho, las
normas de comportamiento pueden inducir a las personas a actuar en forma honorable
sin necesidad de recurrir incesantemente a demandas entre las partes contratantes.

El razonamiento, la supervivencia y la ética del comportamiento


Por lo tanto, la ética empresarial es necesaria inclusive para el comercio normal.
Naturalmente resulta fácil explicar el motivo por el cual aún las personas que persiguen
su beneficio personal con frecuencia captan la clara conveniencia de actuar en una
forma moralmente apropiada, debido a los requerimientos del “esclarecido interés
propio” (la lúcida comprensión de la propia conveniencia) lo que Smith llamaba
“prudencia”. Por ejemplo, es útil para las personas tener la reputación de ser íntegros y
dignos de confianza.

Cabe preguntarse entonces si ese “esclarecido interés propio” es suficiente para


lograr una ética del comportamiento. Smith no lo creía así, y por ello siguió recalcando
la importancia de otras virtudes que van mucho más allá de la prudencia, entre ellas la
“comprensión”, la “generosidad” y el “actuar en función del colectivo”. Si bien el
cálculo estricto de nuestros beneficios a largo plazo nos llevaría más allá de la limitada
búsqueda del beneficio personal para ubicarnos en el más amplio “esclarecido interés
propio” y la prudencia, Smith abrigaba la esperanza de que una consideración más plena
de nuestro papel en la sociedad y de nuestras mutuas interdependencias nos conduciría
mucho más allá de la búsqueda del bien personal, aún esclarecida. En este contexto
invocaba el apelar a recursos tales como la necesidad de imaginar lo que sugeriría un
“espectador imparcial”. Nuestras vidas transcurren en situación de dependencia mutua,
y nos debemos algo los unos a los otros, que se ubica más allá de aquello que nos aporta
beneficio personal a largo plazo.

Este es el tema más amplio de la ética del comportamiento que trasciende no sólo la
conducta carente de ética, sino también el valor instrumental de la conducta ética en
función del interés propio esclarecido. De cualquier manera, Smith no esperaba que este
sería el comportamiento habitual de los hombres de negocios, puesto que en general el
no esperaba un alto nivel de moralidad de la gente adinerada, de quienes desconfiaba
enormemente (bastante más que alguien como Karl Marx, por ejemplo). Esbozó el
beneficio social derivado de tener en cuenta el bien público, pero dejó sin definir gran
parte de lo que realmente cambiaría la conducta individual, especialmente la de los
adinerados y de los poderosos. En cierta forma abrigaba la esperanza de que emergiesen
normas de comportamiento que no estuviesen condicionadas por calculados intereses
egoístas en cada caso, sino vinculadas a la consideración de ser las normas de
comportamiento “apropiadas”, que reflejasen las convenciones establecidas y
normativas de la conducta habitual.

Muchas personas se comportan de manera muy decente, y a través de todas su vida


evitan caer en entredicho y es muy posible que nunca hayan experimentado el
sentimiento en el cual nosotros fundamos nuestra aprobación de su comportamiento,
sino que se limitaron a actuar basándose en lo que consideraron ser las normas de
comportamiento establecidas. Es evidente que es posible reforzar dichas normas
mediante la supervivencia evolutiva, pero también hay procesos cognoscitivos que
pueden justificar un razonamiento como éste aun cuando la mayoría de las personas
podría actuar, como lo expresaba Smith “únicamente basándose en lo que consideraron
ser las normas de comportamiento establecidas”. Lo que cabe resaltar aquí es que esto
abre un enorme espacio a la ética y la moralidad del comportamiento, que puede
vincularse, por una parte al razonamiento ético en nombre de la sociedad y, por la otra,
relacionarse con la elección, razonada o por inclinación, inspirada en la supervivencia
evolutiva vinculada a beneficios individuales a largo plazo y al éxito social. Estos temas
se plantean en varios contextos prácticos, muchos de los cuales tienen ahora mayor
importancia de la que tenían en la época de Adam Smith. Un buen ejemplo,
naturalmente, lo constituye el desafío del deterioro ambiental.

Diferencias más destacadas entre ética y moral


 La moral está relacionada con los valores y comportamientos más adecuados
dentro de un contexto o sociedad determinada. Se trata de la puesta en práctica
de estos conceptos para que esa sociedad esté regulada de forma equilibrada.
 La ética define los comportamientos correctos o no basándose en principios
generales. No se centra en determinar estos con respecto a una sociedad
concreta. La ética está más relacionada con la parte teórica de este tipo de
términos.
 La ética tiene su origen en la individualidad. Diferentes individuos reflexionan
sobre temas como el bien y el mal. Posteriormente, ellos mismos implementan
esas reflexiones en sus vidas. No es algo obligatorio que tengan que poner en
práctica, es opcional, ya que son reflexiones individuales.
 La moral es un concepto más extendido, grupal, ya que son valores aceptados
socialmente e influyen en todas las personas que conforman esa sociedad
concreta a la que pertenecen.
 La ética es un valor individual propio de la reflexión y la persona que la pone en
práctica puede aplicarla a su propia vida. Son valores racionales o creencias que
se pueden poner en práctica o no.
 La moral es algo que no pueden elegir los individuos que pertenecen a una
sociedad. Es algo establecido y aceptado socialmente. Tener un mal
comportamiento puede tener como resultado un castigo.
 La ética es un principio general, un pensamiento, una reflexión sin aplicación a
ningún contexto determinado. La moral puede variar dependiendo de la sociedad
en la que el individuo se encuentre.

Similitudes entre ética y moral


 Tanto la moral como la ética se tratan de normas, percepciones, debe ser.
 La moral y la ética son valores y principios que tienen que ver con el
comportamiento humano, mostrándonos lo correcto e incorrecto y así
fundamentar en conjunto todos los principios.
 Ambas se encargan de nuestras costumbres y formas de actuar en la medida en
que pueden considerarse como correctas e incorrectas.
 Ayudan a comprender el compromiso con las normas justas.
 Invitan al cumplimiento de las responsabilidades y obligaciones.
 Facilitan distinguir entre los derechos y los privilegios.
 Promueven el apreciar los bienes convenientes a su desarrollo humano, esfuerzo,
disciplina y constancia.
 La moral da pautas para la vida cotidiana, la ética es un estudio o reflexión sobre
qué origina y justifica estas pautas. Pero las dos, si bien son distinguibles, son
complementarias. La ética y la moral interaccionan, los principios éticos regulan
el comportamiento moral.
CAPÍTULO III: MARCO METODOLÓGICO

ENFOQUE DE INVESTIGACIÓN
LINEA DE INVESTIGACIÓN
CORTE DE INVESTIGACIÓN
MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN
INSTRUMENTOS
UNIVERSO
POBLACIÓN
MUESTRA
TIPO DE MUESTREO
VALIDACIÓN DE INSTRUMENTOS
INTERROGANTES DE LA ENCUESTA
Análisis

Tablas

Gráficos
CONCLUSIONES
 La ética debe ser considerada como constante disciplina para la vida, pues nos
obliga a realizar nuestras labores con eficiencia y a mantener una actitud de
rechazo frente a todo lo que minimice nuestra dignidad, de aquí se dice que el
hombre es un ser inexorablemente moral, pues su vida no le viene dada con
dignidad y moral, sino que debe hacerla, debe construir la dignidad y la moral.

 Vivimos en una sociedad donde se echan a un lado los valores y la integridad,


por ello es indispensable que cada uno de los seres humanos debe saber los
valores que ha aprendido a lo largo de su vida, para ponerlo en práctica en un
momento
determinado.
 El fenómeno moral es una creación exclusiva del hombre, la posibilidad de
disertar sobre normas, costumbres y formas de vida que se presentan como
obligatorias, son valiosas y orientan la actividad humana.
 La personalidad moral se va definiendo a través de cada uno de los actos
humanos, con cada nueva posibilidad que nos apropiamos, con cada
actualización de un vicio o de una virtud, descubrimos, corregimos o
subrayamos los rasgos de nuestro carácter.

 La moral son esas reglas que actúan en la comportamiento, desde el inconsciente


porque tiene un sentido y una base social, es un conjunto de reglas establecidas
en el seno de una colectividad, es decir estas mismas reglas son impuestas por la
misma sociedad, ese grupo de personas que habita, que vive, que trabaja, que
respira, que piensa pero sobre todo que juzga nuestros comportamientos tanto
buenos como malos, es por ello que la sociedad ejerce un poder muy importante
en la conducta de cada uno de sus individuos.
RECOMENDACIONES
BIBIOGRAFIA
(2019). Breve Hosttoria de la Etica. Madrid.

Peiró, R. (2022). Ecomipedia . Obtenido de


https://economipedia.com/definiciones/diferencia-entre-etica-y-moral.html

Sánchez, A. (2003). Concepto de la Ética y moral. Obtenido de


https://ntic.uson.mx/plataforma/fotosntic/etica_doc/unidad2/etica.htm

Cortina, A., Ética mínima. Introducción a la filosofía práctica, Tecnos, Madrid 1986

 Aristóteles (1993). Ética a Nicómaco. [siglo V a. C.]. Universitat de


Valencia. ISBN 9788437014029.

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