Resumen Temas (6.3 Al 7.2) : Laura - FG Historia de España 2º Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales San Mateo

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Resumen Temas (6.3 al 7.

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Historia de España

2º Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales

SAN MATEO

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
6.3. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868): LA CONSTITUCIÓN DE 1869. EVOLUCIÓN POLÍTICA:
GOBIERNO PROVISIONAL, REINADO DE AMADEO DE SABOYA Y PRIMERA REPÚBLICA.
En 1868 se unieron el descontento político debido a la alternancia entre unionistas y moderados, la
crisis económica y el desprestigio de la monarquía. Demócratas y progresistas exiliados firman el
Pacto de Ostende (1866), un acuerdo para acabar con el régimen de Isabel II y convocar unas Cortes
Constituyentes elegidas mediante el sufragio universal masculino; y en 1868 se une Unión Liberal,
dirigida por Serrano. En la alianza los progresistas aportan el apoyo masivo, los demócratas las ideas y
los unionistas la fuerza militar.
Las causas de la revolución fueron: la exclusión del poder de los progresistas, que recaía en una
camarilla de moderados; la muerte de los líderes políticos del partido moderado y unionista (Narváez
y O’Donnell); la crisis económica iniciada en 1860, que afectó principalmente a compañías ferroviarias,
la industria siderúrgica y textil; junto al descontento social debido al paro, hambre, subida de precios,
protestas estudiantiles,...
El 18 de septiembre de 1868 se produjo un pronunciamiento militar en Cádiz encabezado por el
general Topete, secundado por el general Serrano (Unión Liberal) y el general Prim (progresista) para
derrocar a Isabel II. Publican el manifiesto “España con honra”, donde se proponía un gobierno
provisional y el sufragio universal.
El pronunciamiento fue acompañado de un movimiento de amplia participación popular (La Gloriosa).
En muchas ciudades se formaron Juntas Revolucionarias, que reclamaban reformas de
democratización política (sufragio universal, libertad de imprenta) y sociales (abolición de impuestos de
consumo y de quintas). Fue apoyada por: grupos sociales e industriales, militares, clases populares,
pequeña burguesía urbana, algunos sectores obreros y campesinado.
El 28 de septiembre, Serrano venció al ejército gubernamental en Alcolea e Isabel II se exilió en Francia.
A continuación, se constituye un gobierno provisional de coalición entre progresistas y unionistas y
liderado por Serrano. Para garantizar el orden tras la revolución: se disolvieron y desarmaron las Juntas
Revolucionarias, se pusieron en marcha reformas liberales (derecho de asociación y reunión, libertad
de expresión, prensa, culto,...) y se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. Los diputados
fueron elegidos mediante sufragio universal masculino, dando la mayoría a la coalición de unionistas,
progresistas y demócratas (monárquicos pero contrarios a Isabel II), confirmando a Serrano como
presidente del gobierno y comenzaron a elaborar una nueva constitución.
La Constitución de 1869 fue la primera en establecer un régimen realmente deocrático en España, la
forma de gobierno sería una monarquía democrática y parlamentaria, el rey ejerce el poder ejecutivo
a través de sus ministros que elaboran las leyes en las Cortes, y el rey solo las condena o sanciona. Se
reconoce la soberanía nacional y se establece la división de poderes, con gran protagonismo de las
Cortes, capaces de legislar y controlar al gobierno. El poder legislativo residía en las Cortes
bicamerales, cuyos miembros eran elegidos por sufragio universal masculino: en el Congreso
directamente por los ciudadanos, y mediante sufragio indirecto (a través de comisarios o
representantes) en el Senado. Incluye una amplia declaración de derechos: libertad de culto (aunque
el Estado mantiene la Iglesia católica), de reunión de asociación, de imprenta,...
Una vez aprobada el general Serrano fue nombrado regente hasta que se encontrara un nuevo
monarca para que ocupase el trono, y éste encargó al general Prim que formara un nuevo gobierno.
El nuevo gobierno no consiguió crear un régimen estable y duradero debido a: su lucha por aunar a
los partidos políticos y emprender el desarrollo legislativo de la nueva constitución, la fuerte
conflictividad social, la insurrección independentista en Cuba y la dificultad de encontrar un
candidato al trono respaldado por las Cortes y con la aprobación internacional.
Finalmente, Prim logró que Amadeo de Saboya (hijo de Víctor Manuel II) aceptase la corona, su
elección por las Cortes, distó de ser unánime, y pocos días antes de que firmase la constitución, su
principal benefactor, Prim, fue asesinado. Amadeo acató fielmente la constitución en su reinado
(1871-1873) y asumió su papel como moderador entre los partidos, a pesar de la permanente

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inestabilidad social y política. Esta se debió a: la falta de apoyos políticos (los progresistas se
dividieron tras la muerte de Prim en constitucionalistas y radicales y contó con el rechazo de carlistas,
republicanos y alfonsinos); la oportunidad de llegar a una solución pacífica en la Guerra de Cuba
(iniciada en 1868 por criollo a los que se unió rápidamente el apoyo popular) mediante reformas se vio
frustrada debido a la negativa de militares y sectores económicos; la sublevación a favor de Carlos VII
iniciada en mayo de 1872 (Tercera Guerra Carlista), que controlará amplias regiones en País Vasco,
Navarra, Cataluña y Valencia; y a agitación social ligada al desarrollo del movimiento obrero. Este
ambiente provocaría la dimisión de Amadeo el 11 de febrero de 1873, día en el que el Senado y el
Congreso proclamaron la República (febrero 1873-diciembre 1874).
La Primera República nació con la oposición de los grupos sociales más poderosos y poco apoyo social,
solo los republicanos, divididos en unitarios (partidarios de una organización territorial centralizada) y
federales (de una organización territorial federal), cuyos únicos apoyos provenían de las clases medias
urbanas. El contexto fue muy conflictivo debido a: los fuertes conflictos sociales debido a que no se
llegó a las expectativas de las clases populares, los conflictos armados (Tercera Guerra Carlista,
Guerra de Cuba e insurrección cantonal), la oposición de los partidos monárquicos y el aislamiento
internacional (fue reconocida solo por EEUU y Suiza). Hubo tres modelos de gobierno y se sucedieron
cinco presidentes (Figueras, Pi y Margal, Salmerón, Castelar y Serrano).
El primer presidente de la República Federal (febrero-septiembre 1873) fue Figueras, quien convocó
elecciones a Cortes, en las que triunfaron los federalistas (partidarios del laicismo del Estado, la
ampliación de derechos democráticos y la intervención del cargo en la regulación laboral). Pi y Margall
elaboró un proyecto de constitución federal (1873) muy progresista que recogía: la separación
Iglesia-Estado, el matrimonio civil, un poder legislativo bicameral (Congreso con plenos poderes
legislativos y Senado con representación de los Estados) y la centralización en una estructura federal
para resolver el problema colonial, incluyendo a Cuba y Puerto Rico en la nación española. Tuvo que
enfrentarse a numerosos conflictos: la Tercera Guerra Carlista, la Guerra de Cuba y los
levantamientos cantonalistas. El cantonalismo surgió en julio de 1873 en Cartagena con el objetivo de
convertir provincias y comarcas en estados independientes para formar un Estado federal constituido
desde abajo. Se extendió rápidamente por la Península, pero sería dominado por medio del ejército
entre julio y septiembre, excepto en Cartagena, que no se rindió hasta enero de 1874. Le sustituye
Salmerón, más conservador, que buscaba restablecer el orden y para ello envió al ejército al
movimiento cantonalista, pero dimitió porque su conciencia le impedía firmar dos sentencias de sus
líderes.
La República unitaria se inaugura con Emilio Castelar, al que las cortes le concedieron poderes para
gobernar por decreto durante tres meses para restablecer el orden público. Suspendió a las Cortes y
reforzó el ejército para acabar los conflictos. Cuando las cortes se volvieron a reunir (enero 1874), fue
sometido a una moción de censura. Para evitar que el poder volviera a recaer en los federales, el
general Pavía dio un golpe de Estado. Se entra en una República autoritaria, presidida por Serrano
con un gran protagonismo del ejército, las Cortes cerradas, la Constitución suspendida y una
fuerte represión para restablecer el orden público. Su mayor logro fue tomar Cartagena. La
inestabilidad provocó la migración de la burguesía a posiciones más conservadoras, lo que hizo que
las conspiraciones monárquicas lideradas por Cánovas del Castillo tomasen fuerza. En diciembre de
1874 se produjo el pronunciamiento del general Martínez Campos que proclamó rey a Alfonso XII,
hijo de Isabel II, acabando así con el Sexenio Democrático.

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7.1. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (874-1902): CÁNOVAS DEL CASTILLO Y EL TURNO DE
PARTIDOS. LA CONSTITUCIÓN DE 1876.
Antonio Cánovas del Castillo organizó durante el Sexenio el partido alfonsino, cuyo objetivo era
restaurar la monarquía de Alfonso XII de Borbón (1875-1885). Consiguió que Isabel II abdicara de su
derecho al trono en su hijo Alfonso, logrando atraer a gran parte del ejército, gran parte de la burguesía
catalana, la aristocracia madrileña y los círculos conservadores españoles y cubanos. El 1 de diciembre
de 1874 se publicó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas y firmado por el príncipe
Alfonso, afirmaba que la única solución para los problemas de España era el restablecimiento de un
régimen conservador y católico y una monarquía constitucional, que devolviera la estabilidad
política y el orden social. El 29 de diciembre de 1874 el general Martínez Campos proclamó rey a
Alfonso XII tras un pronunciamiento en Sagunto, iniciando la Restauración borbónica (1874-1923).
Se procedió a la formación de un gobierno provisional con Cánovas a la cabeza hasta la llegada del
monarca (enero de 1875).
El primer gobierno fue presidido por Cánovas del Castillo y tenía como objetivo conseguir la
estabilidad política. Propuso soluciones a los problemas del país: pone fin a la Tercera Guerra
Carlista (1876); trata de terminar el conflicto con Cuba mediante la Paz de Zanjón (1878); con el
objetivo de evitar sus intervenciones políticas, el ejército quedó subordinado al poder civil y su misión
será la defensa de la nación; y se estableció un sistema político estable, cuyas bases se hallaban en
la Constitución de 1876. Este integró a las dos grandes corrientes del liberalismo mediante la
creación de dos partidos (Conservador y Liberal), que se alternarán en el poder. El Partido
Conservador ejerció el poder hasta 1881, cuando con el primer gobierno del Partido Liberal hasta
1884, comenzó a funcionar el turno de partidos.
Maria Cristina de Habsburgo-Lorena asumió la Regencia (1885-1902) hasta la mayoría de edad de
Alfonso XIII. Ante el temor de una posible desestabilización política, Cánova y Sagasta firmaron el
Pacto del Pardo, acuerdo por el que se comprometían a apoyar a la gente para garantizar el sistema
político establecido en el reinado de su marido. Durante este periodo el partido Liberal gobernó más
tiempo que el conservador. Tras la muerte del rey, Cánovas dimitió y la Regente nombró presidente a
Sagasta, iniciándose así el Gobierno Largo de Sagasta (1885-1890).
En este gobierno los liberales llevaron a cabo una importante labor reformista: se culmina el proceso
codificador con el Código de Comercio (1885) y el Código Civil (1890); se aprueba la Ley de
Jurados, que permite el juicio por jurados para ciertos delitos; la Ley de Asociaciones (1887), que
legalizaba organizaciones obreras y sindicales (proceso iniciado con la creación de la Comisión de
Reformas Sociales (1883)); y se acaba con la censura con la aprobación de la libertad de cátedra y
prensa (1887). Se establece el sufragio universal masculino (1890), principalmente por el deseo de
prolongar el gobierno. Esto no acabó con el fraude electoral, pero permitió que los republicanos
obtuviesen algunos escaños en las ciudades.
Con la vuelta de los conservadores en 1890, se retornó a una política económica proteccionista
(Ley de Aranceles, 1891), que complació a industriales catalanes y vascos y a la burguesía agrícola
castellana. Del siguiente gobierno, de Sagasta (de 1892 a 1895), destaca el proyecto de reforma de la
administración de Cuba, que fracasó dando lugar a la Guerra de Cuba. Le sigue otro gobierno de
Cánovas (1895-1897), que finalizaría de forma abrupta debido al atentado anarquista que acabó con su
vida; siendo Sagasta el que tendría que afrontar el desastre del 98. En 1902, al llegar a la mayoría de
edad, Alfonso XIII fue proclamado Rey de España, dando fin a la regencia de María Cristina de
Habsburgo.
El régimen político de la Restauración (sistema canovista), fue diseñado por Cánovas del Castillo, de
ahí su nombre. Estaba inspirado en el modelo británico y se trataba de una monarquía parlamentaria
(rey y Cortes como instituciones fundamentales) en la que dos grandes partidos se turnan el poder,
esto se lograba mediante el fraude electoral. Y todo ello, bajo el marco jurídico, de la Constitución
moderada de 1876. Sus objetivos eran: dar estabilidad política y mantener el orden social, para
evitar pronunciamientos militares y evitar que se identificase a la corona con un partido político.

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Estaba regido por valores conservadores combinados con algunos aspectos liberales que atrajeron
a la oligarquía financiera, industrial y terrateniente.
Para Cánovas, la nación se configuraba a lo largo del tiempo, y de su propia experiencia histórica surgía
una constitución interna. La historia había convertido al rey y las Cortes en las instituciones
fundamentales de España, por lo que debían ejercer una soberanía compartida.
Solo dos partidos participan en el sistema, quedando fuera republicanos, socialistas o nacionalistas;
ambos partidos dinásticos (defensores de la monarquía borbónica) y de cuadros (integrados solo por
dirigentes políticos, sin base de afiliados). El Partido Conservador, creado por Cánovas y respaldado
por la alta burguesía e integraba a los miembros del antiguo partido moderado y de la Unión Liberal.
Defendía una monarquía parlamentaria con sufragio censitario, la soberanía compartida entre el
rey y las Cortes, partidario de la limitación de libertades (prensa, cátedra, asociación), de la
confesionalidad católica del Estado y del proteccionismo económico. El Partido Liberal, era
liderado por Sagasta y de base social más amplia, aglutinaba a los progresistas, un sector de
demócratas y radicales del Sexenio. Defendían la soberanía nacional, el sufragio universal, unas
libertades más amplias (incluida la de asociación y culto), eran laicos y partidarios del librecambismo.
Cuando por desgaste, pacto o decisión real se decidía el cambio de partido gobernante, se procedía al
fraude del proceso electoral. El fraude electoral se organizaba de arriba a abajo, bajo la coordinación
del propio ministerio de Gobernación. Cuando se disolvían las Cortes y se convocaba elecciones,
desde Madrid la oligarquía (altos cargos políticos y personajes influyentes) se enviaba a los
gobernadores civiles de cada provincia la lista de los candidatos que tenían que salir elegidos en cada
localidad (los encasillados) y se lo comunicaban a los alcaldes y caciques locales (que controlaban
los movimientos políticos de su circunscripción o distrito electoral). Estos se encargaban de la
manipulación directa de los resultados electorales utilizando distintos procedimientos: actitudes
protectoras hacia los electores, amenazas, extorsiones, compra de votos, el cambio de urnas o
pucherazo (computar votos no emitidos, desaparición o duplicación de urnas, utilización del nombre de
electores fallecidos,...).
El modelo político de Cánovas del Castillo se concretó en la Constitución de 1876, mantiene el
carácter de la Constitución moderada de 1845, pero incluyendo algunos elementos progresistas de la
de 1869 y se mantendría vigente hasta 1923 (Primo de Rivera la suspende). Su redacción es muy
ambigua y flexible para que el partido que gobernase pudiera hacer una interpretación más amplia o
más restringida del texto constitucional y evitar su cambio constante.
Su marcado carácter conservador se manifiesta en: el establecimiento de una monarquía
parlamentaria con soberanía compartida entre el rey y las Cortes, la confesionalidad católica del
Estado, o el centralismo, quedan bajo control gubernamental ayuntamientos y diputaciones y se
suprimen fueros vascos. Se le atribuye un papel moderador al monarca y se le conceden amplios
poderes: puede convocar, suspender y disolver las Cortes y tiene derecho de veto, tiene el poder
ejecutivo y nombra a sus ministros al margen del Parlamento y se convierte en el jefe del ejército. Se
limitó el poder de las Cortes, que eran bicamerales: un Senado integrado por: senadores vitalicios
(por derecho propio o nombrados por el rey) y senadores elegidos mediante un sistema indirecto, y un
Congreso electivo. No definía el tipo de sufragio que fue censitario en un principio y, desde 1890,
universal para varones mayores de 25 años. La declaración de derechos individuales es ambigua,
los derechos se regulaban por decretos que los conservadores limitarán y los liberales ampliarán.

7.2. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): LOS NACIONALISMOS CATALÁN Y VASCO Y

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EL REGIONALISMO GALLEGO. EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO.
A finales del siglo XIX, nacen en Cataluña y País Vasco movimientos que cuestionan la existencia de
una única nación dentro del territorio español como respuesta al proceso de centralización política y
de uniformidad cultural impulsado por la Restauración. Su aparición coincide con el apogeo del
nacionalismo en Europa y su actividad política viene precedida de un renacimiento cultural de las
lenguas autóctonas no castellanas, que difunde la idea de una conciencia nacional entre la burguesía.
Comenzó como un regionalismo que pretendía la creación de instituciones propias y la autonomía
administrativa, y en algunos caso evolucionó hacia el nacionalismo centrífugo al invocar la existencia
de una nación con unas características propias (lengua, derechos históricos, cultura, costumbres,..)
por lo que tienen derecho al autogobierno e incluso a constituirse como estado independiente.
En Cataluña se desarrolla el primero y más importante movimiento nacionalista. Se origina hacia 1830,
en la Reinaixença, movimiento cultural que reivindica la lengua y literatura catalana. Se relaciona
también con los cambios socioeconómicos que experimentó la región, que provocaron la ruptura
entre la oligarquía centralista y la burguesía industrial. Se extendió esencialmente entre la burguesía y el
campesinado. Hay dos vías, el catalanismo de izquierdas, federalista y republicano, representado
por el Centré Catalá (1882) de Almirall, que buscaba la autonomía catalana. En el siglo XX,
evolucionará hacia Esquerra Republicana de Catalunya (1931). Por otra parte, se halla el
catalanismo conservador, católico y burgués, iniciado con la fundación de la Unió Catalanista
(1891) de Prat de la Riba. Aprobó las Bases de Manresa, programa que reclamaba el autogobierno, el
catalán como lengua oficial y una división de competencias entre el Estado español y la autonomía
catalana. En 1901 nace la Lliga Regionalista, con Prat de la Riba y Francesc Cambó, que desea la
autonomía y busca participar en la política nacional.
El nacionalismo vasco es un caso particular, ya que el euskera era una lengua rural sin tradición
literaria ni unificación entre sus distintas ramas. Su aparición se debió a la abolición de los fueros tras
la última guerra carlista (1876) y los cambios socioeconómicos provocados por la industrialización,
principalmente la llegada masiva de inmigrantes, que llevó a la idealización del pasado y la sociedad
tradicional vasca (católica y rural). Su ideólogo fue Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista
Vasco (1895), con un programa antiliberal, racista y ultracatólico y bajo el lema “Dios y Leyes
Viejas”, reivindicaba la soberanía y la independencia para la nación vasca (Vizcaya, Álava, Guipuzcuo,
Vizcaya y el “Iparralde” o País Vasco francés). Se promocionaba el euskera y las tradiciones
culturales vascas, rechazando la cultura española, y se defendía la pureza racial mediante la
oposición a los matrimonio mixtos y el rechazo a los inmigrantes o maquetos. A su muerte, en 1903, se
moderó el programa acercándose al liberalismo y al autonomismo.Se propagó especialmente en las
zonas rurales de Vizcaya y Guipúzcoa con apoyos de la pequeña y mediana burguesía y el mundo rural.
En otras regiones también se dan movimientos regionalistas pero con menor intensidad y arraigo social.
A mediados del siglo XIX, se inició un movimiento cultural (O Resurdimento) con tímidos
planteamientos políticos que dio lugar al regionalismo gallego, con un desarrollo mucho más lento y de
menor arraigo social, debido esencialmente al atraso económico de la región y a que la escasa
burguesía era dependiente en el ámbito político. Se haría un hueco en la política cuando Murguía
funda la Asociación Regionalista Galega (1889), de marcada tendencia tradicional. Más débiles
resultaron los movimientos regionalistas valenciano, en el que destaca la figura de Teodoro Llorente, y
andaluz, algo más tardío; destacó Blas Infante.
Las primeras manifestaciones de protesta obrera fueron la destrucción de máquinas (el ludismo) en el
reinado de Isabel II, en torno a 1840 se crearon las primeras agrupaciones de trabajadores
(Sociedades de ayuda mutua), siguiendo el modelo del asociacionismo británico, a las que los obreros
asociados entregaban una pequeña cuota para conseguir ayuda en caso de desempleo, enfermedad o
muerte; estas serían prohibidas en 1844. Posteriormente la lucha obrera se orientó hacia la defensa del
derecho de asociación y la mejora de las condiciones de vida y de trabajo.

En 1855 estalló en Barcelona la primera huelga general en defensa del derecho de asociación. Los

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obreros comprendieron que los liberales, no iban a defender su causa, por lo que apoyaron a partidos
demócratas y republicanos.
Durante el Sexenio Democrático (al recoger la Constitución de 1869 el derecho de asociación) llegaron
a España las dos corrientes de la Primera Internacional, que difundió las nuevas doctrinas
socialistas y anarquistas y propició la expansión del movimiento obrero. La anarquista llegó con
Giuseppe Fanelli, y tuvo una mayor expansión (especialmente entre el campesinado andaluz y el
obrero catalán), creándose en 1870 la Federación Regional Española (sección española de la AIT). La
corriente marxista llegó con Paul Lafargue, y se aglutinó en torno a un núcleo madrileño que poco
después daría lugar al PSOE. El movimiento obrero estuvo condicionado por el decreto de 1874 que
disolvía la Internacional en España y obligó a las asociaciones obreras a mantenerse en la
clandestinidad.
Desde 1881 con el primer Gobierno liberal de Sagasta, el clima se distendió y las organizaciones
obreras empezaron a salir a la luz y aprovecharon para defender sus intereses mediante huelgas. A
partir de la promulgación de la Ley de Asociaciones de 1887 los partidos obreros se organizan
legalmente, siguiendo dos tendencias.
Los pequeños núcleos marxistas fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE),
liderado por Pablo Iglesias. El socialismo seguía la corriente marxista, defendiendo el fin de la
sociedad capitalista mediante la revolución obrera para establecer una dictadura del proletariado,
y fue implementado sobre todo en Madrid, País Vasco y Asturias. Aunque, poco a poco, evolucionó
hacia posiciones reformistas, la socialdemocracia, presentando candidatos en las elecciones. En
1888 los socialistas impulsaron la creación del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), que
centró su lucha en la mejora de las condiciones de trabajo (salario mínimo, jornada de 8 horas,
descanso dominical, prohibición del trabajo infantil). La UGT comprendió la importancia de los medios
de comunicación, por lo que creó sus propios diarios, como El Socialista o La Aurora Social.
Los anarquistas rechazaban toda forma de organización estatal y de participación política, su
difusión fue mucho mayor, especialmente en Andalucía (se buscaba formación de comunidades
autónomas, autogestionadas, sin una autoridad ni propiedad privada) y Cataluña (anarcosindicalismo,
sindicatos como única forma de organización social). Durante la década de 1890 se sirvieron de la
propaganda pacífica por medio de diarios o revistas como Tierra y Libertad o La Revista Blanca.
Dividida en torno a dos tipos de organizaciones, los grupos de acción directa eran pequeños
núcleos clandestinos (destaca La Mano Negra) que utilizaban la violencia para atentar contra los
pilares del capitalismo: el Estado, la burguesía y la Iglesia, y conseguir así el cambio político,
provocando atentados (asesinato de Cánovas del Castillo, bomba en el Liceo de Barcelona). La
Federación de Trabajadores de la Región Española (1881) defendía la actuación obrera a través de
sindicatos (anarcosindicalismo) y la huelga general revolucionaria como instrumento de
transformación social. Se disolvió por la persecución a la que fue sometida tras los atentados terroristas
de la Mano Negra. Ya en el siglo XX, en 1910, se creó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT)
que se convirtió en el sindicato obrero con mayor número de afiliados.

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