Hedu2022 41 289 303

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ISSN: 0212-0267

DOI: https://doi.org/10.14201/hedu2022289303

LAS PRIMERAS MUJERES


EN LA UNIVERSIDAD GRIEGA: EL OLVIDO
MÁS ALLÁ DE LA GRECIA CLÁSICA

The First Women in the Greek University:


The Oblivion beyond Classical Greece
Marcos Medrano Duque
Universidad de Salamanca
Correo: [email protected]

Recibido: 6 de abril de 2021


Envío a informantes: 14 de abril de 2021
Aceptación definitiva: 21 de julio de 2021

Resumen: El presente artículo tiene como objetivo exponer la situación, evolu-


ción y éxito de las mujeres griegas en su lucha por conseguir igualdad de derechos y
oportunidades, concretamente en el sistema universitario griego. Para ello, se realizará
una búsqueda exhaustiva por los documentos legales y testimonios personales de la
época de modo que se configure una imagen precisa y detallada del panorama social
de las mujeres griegas a finales del s. xix y principios del xx. Grecia fue un país de
vital trascendencia para el desarrollo de la civilización en la Antigüedad; sin embargo,
actualmente en nuestro entorno se conoce relativamente poco sobre el acceso de las
mujeres griegas a los niveles superiores de enseñanza. Por tanto, una aproximación
científica a ello, con su correspondiente contexto histórico y social, contribuirá con
seguridad a estudiar desde el método comparativo los logros de la lucha feminista en
distintos puntos del mundo. Además, también se dedicará un apartado a las primeras
mujeres griegas que alcanzaron una posición como profesoras en universidades griegas
o extranjeras, con el fin de completar el análisis del panorama universitario de la época.

Palabras clave: mujeres; Grecia moderna; igualdad; feminismo; universidad;


coeducación.

Abstract: The aim of this article is to expose the situation, evolution and
success of Greek women in their struggle to achieve equality in rights and op-
portunities, specifically in the Greek university system. By presenting a research
through legal documents and personal testimonies of the time, the analyses will

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reveal a precise and detailed depiction of the social outlook of Greek women
at the end of the xix century and early xx is formed. Greece was a country of
vital importance for the development of civilization in ancient times; however,
at present in our environment little is known about the access of Greek women
to higher levels of education. Thereupon, a scientific approach to it will certain-
ly contribute to studying from the perspective of the comparative method the
achievements of the feminist struggle in different parts of the world. In addition,
a section will be dedicated as well to the first Greek women that reached a posi-
tion as professors in Greek or foreign universities to complete the analysis of the
university outlook of the time.

Keywords: women; modern Greece; equality; feminism; university; coeduca-


tion.

1. Introducción

E
n la actualidad tanto la academia española como la internacional se en-
cuentran en pleno proceso de recabar y analizar la información pertinente
a la llegada de las mujeres a los diferentes planos sociales de los que han
sido históricamente privadas. Los estudios feministas están poniendo de mani-
fiesto una cara de la Historia Universal que es complicada de abordar, pero, sin
duda, muy necesaria.
Ser conocedores del transcurso de esta parte de la historia nos hará, con total
seguridad, más conscientes del valor de las diversas luchas que han perforado
transversalmente la férrea estructura patriarcal que hasta hace poco menos de un
siglo se consideraba impenetrable. Cuando aludimos a estas luchas nos referimos
concretamente no solo al movimiento feminista, sino también a lgtb, al anti-
rracismo, al anticapacitismo y a la lucha obrera. Gracias a ellos, hoy en día los
espacios educativos –y, por lo general, todos los demás– son lugares más justos,
seguros e inclusivos.
Grecia, por norma general, suele ser traída a colación en la Historia de la Edu-
cación por el sistema educativo que estructuró Atenas –y otras ciudades esta-
do– en épocas tempranas. Es muy extensa la literatura científica dedicada a la


  Puesto que en este artículo se trabajará principalmente con onomástica griega, he optado por
dar la transcripción más inteligible para quienes no sean hablantes de griego moderno. Por ejemplo,
las cinco grafías que pueden representar el fonema /i/ (<ι, υ, οι, ει, η>) son transcritas indiferencia-
damente como <i>; las antiguas vocales largas abiertas (ω, η) se marcarán como sus correspondientes
breves (<ο, ε>), esto es <o> y <e>; las antiguas vocales largas cerradas (<ου, ει>) se transcriben como
<ou, ei>, aunque en griego moderno se leen como /u, i/; la fricativa velar sorda (<χ>) se nota como
<h>; y la oposición entre bilabial oclusiva (<μπ>) y fricativa (<β>) se refleja como <b> y <v> res-
pectivamente. Por otra parte, se marcan las tildes siguiendo la convención ortográfica castellana con
el fin de facilitar la lectura correcta de los antropónimos.

  Neologismo proveniente del inglés anti-ableism. Actualmente se prefiere en contextos de
reivindicación en lugar de la tradicional «educación inclusiva».

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educación en la Antigua Grecia, desde sus estadios peor documentados, como


la Época Arcaica (800-490 a. e. c.), hasta aquellos que conocemos con relativo
detalle, como la Clásica (490-323 a. e. c.) y la Helenística (323-31 a. e. c.). Sin em-
bargo, al menos en el occidente europeo, existe un gran vacío de documentación e
información en lo que refiere a la educación de las mujeres griegas en los últimos
siglos. Este hecho, a mi juicio, responde parcialmente a la naturaleza y grado de
participación del país en la economía y en la política europeas.
Por supuesto, son muchas las mujeres de las que tenemos constancia en épocas
pretéritas, como es el Imperio bizantino (667-1453 e. c.), la Ocupación Otomana
(1453-1821 e. c.) y los años posteriores tan convulsos políticamente; con todo, la
estabilización e igualdad de derechos tardará varios siglos todavía en llegar. Este
es el cuadro histórico que trataremos en las siguientes páginas.
Por estos motivos, consideramos de vital importancia tender un puente entre
los primeros sistemas educativos implantados en la Grecia Clásica y aquellos de
la actualidad, con el fin de que se establezca un contínuum de documentación
sólido.
En cuanto a la estructura del presente trabajo, primeramente, se proporcio-
nará el estado general de la cuestión y el contexto sociohistórico de este país en
los años previos a la llegada de las mujeres a los estudios superiores, con el fin de
crear una visión más precisa de la situación. A continuación, se procederá a la ex-
posición de los hechos históricos, los marcos legales que los ampararon y algunas
de las reacciones sociales que suscitaron. Habida cuenta de todo esto, damos paso
a la exposición de la empresa de las mujeres griegas para acceder a los entramados
de educación superior.

2. Contexto sociohistórico

La incorporación de las mujeres a la universidad en Europa fue relativamente


paralela en diversos países. Las primeras profesiones que ocuparon las mujeres y,
por ende, los primeros estudios a los que estas pudieron acceder fueron el magis-
terio y la enfermería. A mediados del s. xix en Londres se dedicaron espacios para
la formación de aquellas en estas disciplinas, a pesar de que no tuvieron derecho
a títulos oficiales hasta décadas después; más adelante, a finales de este siglo y
principios del siguiente, otros países europeos fueron sumándose a la nómina de
universidades con coeducación, a saber, Alemania, Finlandia, Noruega, España y
Francia (Ballarín et al., 2010: 28-30).
Uno de los efectos de esta empresa a nivel académico es la implantación y el de-
sarrollo de los estudios de la mujer y feministas en múltiples disciplinas y áreas de


  En este trabajo se ha empleado la nomenclatura universal e.c. (era común) y a.e.c. (antes de
era común), tal y como se viene haciendo en gran parte de la literatura científica contemporánea
(aceptada por la Real Academia de la Lengua Española desde 2016 y revalidada en 2018).

  Sobre la posición de las mujeres durante el Imperio bizantino vid. Garland, 1999.

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conocimiento en las universidades desde los años setenta (Flecha García, 1999 pas-
sim). Este tipo de estudios son la base formal para la comprensión y la crítica cien-
tífica de la historia de las mujeres y, sin duda, ayudan sobremanera a la captación y
entendimiento de antiguos y nuevos problemas sociales. En territorio español son
cuantiosos los estudios académicos dedicados a la historia de las mujeres en el sis-
tema educativo y, de manera progresiva, estos van abarcando un mayor número de
campos científicos con el fin de que, con base en la interdisciplinariedad, se alcance
una perspectiva más detallada de la situación histórica y actual.
Grecia tuvo un lugar de especial relevancia entre las naciones que permitieron
el acceso a las mujeres en sus universidades, puesto que partió principalmente
del movimiento feminista francés, pero bebía indiscutiblemente de una tradición
educativa milenaria propia que había impregnado gran parte de la educación eu-
ropea y, al mismo tiempo, intentaba evitar este progreso que ya se daba en otros
países del continente.
En primer lugar, para entender la entrada de las primeras mujeres en la univer-
sidad griega, es preciso dar unas pinceladas sobre la situación sociohistórica que
vivía el país en los albores del siglo xix. El acceso a la universidad, como resulta
lógico, fue uno de los últimos logros conseguidos por las mujeres griegas en la
escala educativa como alumnas. Antes de ello, debieron luchar por su derecho a
una educación primaria y secundaria oficial y regulada.
Durante la guerra de Independencia entre los griegos y los otomanos (1821-
1829), en determinadas regiones periféricas, como Creta y otras islas, se llegó a la
decisión de permitir la entrada de algunas mujeres en escuelas masculinas. Esto
se debe a la ausencia prácticamente total de hombres en las poblaciones, ya que la
mayoría de ellos en edad de servir en el ejército pasaban gran parte de sus vidas
fuera de casa. De este modo, los hijos de estas familias no permanecerían analfa-
betos y podrían acceder a mejores puestos de trabajo.
Así pues, a lo largo de la primera mitad del siglo xix un número reducido de ni-
ñas acceden a colegios concebidos anteriormente como exclusivos para hombres.
Por otra parte, fue también importante la presencia de agentes externos, como los
americanos, quienes fundaron la primera escuela para mujeres en 1831 (Hill Me-
morial School de Atenas). Después de la liberación del Imperio otomano (1830) el
porcentaje de niñas escolarizadas aumentó, tanto en colegios con configuración
coeducativa como en centros segregados por sexo. Este hecho supuso una ruptura
en la mentalidad griega del momento, dado que su Estado empezaba a florecer tras
muchos años de encarnizadas batallas contra los turcos. La población adulta, con
todo, no recibió sistemáticamente una educación para intentar paliar la ingente tasa


  Es importante, no obstante, hacer hincapié en la excepcionalidad y el carácter utilitarista de
este acontecimiento: la mujer no era un sujeto educable sensu stricto, sino el catalizador de educación
enfocado a sus hijos.

  Para una mejor comprensión de la estructura del sistema educativo griego, aclaro que la pri-
mera enseñanza o scholeío (σχολείο) abarca desde los 6 a los 12 años y la segunda enseñanza desde
los 13 a los 18 años, divida en Gimnasio (Γυμνάσιο) –de los 13 a los 15– y Likeio (Λύκειο) –de los 16 a
los 18–.

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de analfabetismo con la que el país contaba en aquel momento, por lo que este fue
un proceso que bebió principalmente de la población joven.
Sin embargo, para presenciar la 1. Introducción de la primera mujer en la
educación superior, esto es, la universidad, debemos esperar casi medio siglo.
En la Grecia de las primeras décadas del s. xix las mujeres tenían prohibido
entrar en la universidad. Esta prohibición no derivaba explícitamente de una
ley o de un decreto, sino, en primer lugar, de la inexistencia de una enseñanza
secundaria y, por ende, de la imposibilidad de formarse en los niveles medios;
más adelante, de la ausencia de oficialidad de la enseñanza media a la hora de
acceder a los niveles superiores de educación; y, por último, de las universidades
individualmente, puesto que la decisión dependía finalmente de los órganos
de gobierno de cada facultad. Con todo, algunas de ellas, aun así, decidieron
tentar a la suerte y enviar sus documentos de inscripción a las administraciones
públicas. Estos documentos llegaban al Parlamento, donde eran rechazados de
manera automática.
En uno de estos conatos frustrados, el senador Zerbós consiguió un im-
portante avance: dar un estatus oficial a la escuela independiente Arsakeio –
una fundación paralela al sistema educativo fundada en 1836 para escolarizar
a las niñas griegas y que dependía de la Sociedad de Amigos de la Educación
(Φιλεκπαιδευτική Εταιρεία)–. Esto supuso la regularización de la segunda en-
señanza de las mujeres algunos años más tarde, en 1842, cuando todavía estaba
relegada al sector privado.
El número de alumnas matriculadas o becadas era generalmente bajo, ya que
la decisión final sobre su educación recaía en las familias y estas consideraban
suficiente la escolarización de sus hijas durante solo dos años. Por otro lado, el
título obtenido tras finalizar los estudios en los centros de esta sociedad permitía
a las estudiantes dirigir los centros de educación femenina llamados parthenago-
geía (παρθεναγωγεία) y ser maestras tanto en familias adineradas como en insti-
tuciones privadas de enseñanza reglada (Kourkouta y Samará, 2018: 16).
A partir de este momento, la llegada de solicitudes de inscripciones aumentó
considerablemente y, aunque los poderes patriarcales no claudicaron en primer
lugar, esto acrecentó la presión político-social que acabaría convirtiéndose en el
caldo de cultivo idóneo para la reclamación de igualdad de derechos.


  En Creta fue precisamente una mujer, Diamanta Dalabela, quien en 1837 cedió parte de su
residencia para fundar la primera escuela griega en Rétimo (Ρέθυμνο) después de la ocupación oto-
mana. Antes de este acontecimiento, en la isla funcionaban algunas escuelas y maestros privados a
los que pocas niñas tuvieron acceso (Delaki, 2007: 34, 42 y ss.).

  El artículo dos del reglamento de esta fundación (Organización de la Sociedad de Amigos de
la Educación) expone que «[el] objetivo de esta Sociedad es el desarrollo de los colegios públicos
y la educación elemental del pueblo» (Kourkouta y Samará, 2018: 14). En estas premisas, podemos
ver claramente ciertas reminiscencias con el surgimiento de la conciencia de educación pública y
universal en España.

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3. La llegada de las primeras mujeres griegas a la universidad

Más adelante en el tiempo, debido a aquella presión ejercida ya durante décadas,


en 1884 reaparece en el Parlamento el debate de las mujeres en la educación superior.
No obstante, tanto la petición como sus defensores son tachados de «locos». Al-
gunos años antes de la primera mujer matriculada oficialmente en la universidad, se
tiene constancia de la contribución de autoras en publicaciones de renombre, como
Artemis (1866), Thaleia (1867) o Eurydice (1870-1873) (Pantziara, 2003: 28).
Por otro lado, la lucha feminista también tomaba voz en otros espacios, como
los medios de comunicación. Kallirroi Parrén –educada en el mencionado Ar-
sakeio– crea en 1887 El Periódico de las Señoras (Η Εφημερίς των κυριών), en cuyas
páginas hasta 1917 se defendió y alentó desde una óptica abiertamente feminista la
lucha de las mujeres.

Imagen I. Detalle del número 22 de El Periódico de las Señoras (1887).

Será Sebastí Kallisperi la primera griega en obtener un diploma universitario,


aunque, por supuesto, no ocurrió en territorio griego. Nacida en el seno de una
familia docta, Sebastí consiguió que la sometieran en solitario a los exámenes


  El término griego trellós (τρελλός), «insano, demente», posee una fuerte carga peyorativa e
informal para el contexto en el que se encontraban.

  Sobre la biografía de Parrén y su impacto en la lucha feminista, vid. Psarra y Fournaraki
(2006: 402-407).

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oficiales de la segunda enseñanza, los cuales aprobó y, de este modo, se hizo con
el graduado escolar. Kallisperi recibió su educación secundaria en el colegio para
mujeres denominado parthenagogeío y, como apunté anteriormente, precisó del
apoyo de profesores particulares que la formaran en aquellas materias que no
eran concebidas para mujeres ,pero que eran prescriptivas para acceder a la uni-
versidad (Protogeraki, 2011: 13).
En 1885 fue admitida en la Facultad de Filosofía de París. Allí terminó su licen-
ciatura en Filología y pasó a formar parte del Consejo de Gobierno de la ya men-
cionada Sociedad de Amigos de la Educación. Otras mujeres griegas siguieron
sus pasos en los años venideros también en la Sorbona, como María Kalapothaki
en la Facultad de Medicina.
Los detractores de este movimiento que ostentaban cargos políticos enar-
bolaban como argumento más potente que una mujer no podía acceder a la
universidad dado que su educación no había comprendido asignaturas de vital
trascendencia –como el latín–, pues su currículo no estaba confeccionado como
preparación para niveles educativos superiores. No obstante, esto no fue óbice
para que aquellas mujeres que consiguieron un diploma universitario gracias a
su ímproba lucha y tesón alcanzaran algunos puestos de poder en el entramado
educativo, aunque todavía no como miembros del personal docente.
Algunos casos paradigmáticos son el de la conocida Kallisperi, supervisora
de los centros de primera enseñanza en 1895; Kalliopi Kehagiá, supervisora de los
colegios de la Sociedad de Amigos de la Educación en 1898, o María Amariotou,
quien llegó a ser consejera del Ministerio de Educación durante el gobierno de E.
Venizelou (1830) varias décadas antes (Dalakoura y Ziogou, 2015: 310).
Por ello, durante las siguientes décadas de lucha política, feminista y estu-
diantil el objetivo principal fue conseguir que la educación privada –y única– de
las mujeres se reconociera legal y administrativamente y, por ende, también sus
títulos. Así, en el curso escolar 1910-1911 más de un millar de niñas se escolari-
zaron en primera enseñanza y más de un centenar en la segunda (aún concebida
exclusivamente para hombres).
Por fin, un lustro más tarde que Kallisperi, la primera mujer se matricula en
la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional y Kapodistriaca de Atenas
(cincuenta y tres años más tarde de la fundación de esta institución). Esta mujer
fue Ioanna Stefanópoli, hija de un importante periodista de formación francesa, y


  Sobre el currículo escolar de estos centros, vid. Ziogou-Karastergíou, 1986: 90.

  La propia Kallisperi presentó al Congreso dos peticiones o memorias en 1899 para la creación
de centros superiores para mujeres (Dalakoura y Ziogou, 2015: 307-308). Sin embargo, estas fueron
desestimadas y durante la siguiente década las mujeres se vieron obligadas a participar de aquel sis-
tema educativo paralelo al masculino para poder acceder a los estudios universitarios fuera del país.

  La primera referencia legal a la educación superior de las mujeres fue la Ley 1.ª BTB del 12
de julio de 1895 «Sobre los exámenes en los colegios y las escuelas griegas», la cual manifiesta que
«[…] de esta disposición [la general para los hombres] quedan exentas las estudiantes que hayan
sido formadas particularmente por maestros de escuela reconocidos como testigos en las materias
de la escuela y que hayan sido elegidas para optar al examen de graduación…» (traducción propia)
(Anuario del Ministerio de Asuntos Eclesiásticos y de Educación Pública, 1910-1911).

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pocos años después siguieron sus pasos las hermanas Panagiostatou en la Facul-
tad de Medicina, quienes se graduaron con matrícula de honor (Kourti, 2015: 19).
Veinte años más tarde el número de mujeres matriculadas en la universidad au-
mentó ininterrumpidamente. La diferencia entre cifras era todavía abismal, pues,
de casi treinta mil estudiantes matriculados en treinta años, solo 392 fueron mu-
jeres. A continuación, presento un ilustrador cuadro donde se reflejan de manera
pormenorizada los datos mencionados más arriba.

Cuadro i. Número de alumnas griegas matriculadas desde 1890 hasta 1920


(Fuente: S. Ziogou-Karastergíou, Γυναίκες και ανώτατη εκπαίδευση στην Ελλάδα. Οι πρώτες
φοιτήτριες στο Πανεπιστήμιο Αθηνών 1890-1920, p. 50).

Año académico Alumnas matriculadas


1890-1891 1
1891-1892 ¿?
1892-1893 (4)
1893-1894 ¿?
1894-1895 (1)
1895-1896 7
1896-1897 2
1898-1899 1
1899-1900 6
1900-1901 ---
1901-1902 ---
1902-1903 2
1903-1904 3
1904-1905 6
1905-1906 4
1906-1907 2
1907-1908 5
1908-1909 7
1909-1910 6
1910-1911 12
1911-1912 7
1912-1913 11
1913-1914 20
1914-1915 22
1915-1916 22
1916-1917 37
1917-1918 43
1918-1919 72
1919-1920 77
Total 392/29.696

Afortunadamente, estas alumnas contaban con algunos apoyos masculinos


dentro de la universidad desde el principio. Uno de ellos y quizás el más influyente

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fue el rector Giorgos Mistriotis (1840-1916), un filólogo clásico que promovió la


llegada de las mujeres a la educación superior. De hecho, este clasicista luchó
con tenacidad para que la primera estudiante, Stefanópoli, fuera aceptada en su
universidad. También un afamado pedagogo, G. G. Papadópoulos (1819-1873), en
su obra Sobre la mujer griega (1866, Περί γυναικός Ελληνίδος), defiende que «las
mujeres son iguales en lo que refiere a las cualidades psíquicas e intelectuales,
pero diferentes en cuanto a la fisiología, la cual es determinada por su especial
misión biológica, la maternidad […]», así como que su educación sistemática en
el colegio era una necesidad básica (Paleoseliti, 2014: 57). A pesar de los palmarios
tintes biologicistas que se aperciben en la anterior afirmación, estos fueron los
primeros atisbos de defensa de la coeducación real en Grecia por parte de varones
con gran relevancia política y social. Otros defensores de la coeducación fueron,
obviamente, estudiantes, quienes también participaron en la inclusión de aquellas
en el sistema educativo (Dalakoura y Ziogou, 2015: 185-189).
No obstante, consideramos necesario apuntar que esta inexorable lucha no se
desarrolló uniformemente por todo el territorio griego, sino que, por un lado, los
territorios continentales y, por otro, las islas individualmente fueron avanzando
hacia la igualdad de manera independiente. El panorama social, religioso y políti-
co de las diferentes provincias griegas era muy diverso y, como nos ilustra el caso
de Creta, no solo se pugnaba por una coeducación entre mujeres y hombres, sino
también entre cristianos y musulmanes (Delaki, 2007: 32-33).
Vale la pena hacer notar que la trayectoria de las mujeres griegas pioneras en
la universidad resulta excepcionalmente paralela, ya que las dos primeras que se
matricularon en la educación superior –en París y Atenas respectivamente– es-
tudiaron Filosofía y las dos segundas, también en estas dos ciudades, Medicina.

4. Las primeras profesoras universitarias en Grecia

En tercer lugar, consideramos de vital importancia dedicar unas líneas a la lle-


gada de las mujeres a la universidad en Grecia en calidad de profesoras, quienes,
tras terminar sus estudios superiores –tanto en el mismo país como en el extran-
jero–, accedieron al claustro de profesores universitarios. Por supuesto, esta em-
presa era heredera directa de aquella emprendida por las estudiantes unas décadas
atrás, pero también entrañaba otras dificultades de naturaleza diversa.
La década de los 30 en el s. xx fue decisiva para la culminación exitosa de
este objetivo, ya que el número de alumnas matriculadas en las universidades


  Conservamos la declaración de Z. Papantoníou, compañero de clase de Aggelikí, una de las
hermanas Panagiotatou matriculada en Medicina: «Yo era compañero de la señorita Panagiotatou.
Recuerdo que para evitar conflictos entraban en la clase al mismo tiempo que el profesor. Pero los
alumnos eran incapaces de contenerse y el demonio de la barbarie griega provocaba siempre un
acuerdo instantáneo de fustigarlas. Esta muchacha, en cambio, tuvo la valentía de estudiar abucheada
durante cuatro años» (traducción propia).

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aumentó diacrónicamente y las propuestas de docencia por parte de mujeres co-


menzaban a llegar a los despachos. En un primer momento, estas eran rechazadas
sistemáticamente por el mero hecho de ser mujeres. La primera de ellas fue la
arqueóloga y bizantinista Venetía Kotta, profesora doctora en la Universidad de
París, cuya solicitud fue denegada en dos ocasiones en 1933 por la Junta de la Uni-
versidad de Tesalónica. Su incesante lucha merece la pena ser relatada brevemente
en las siguientes líneas.
La arqueóloga Kotta –a posteriori curadora del Museo Bizantino– presentó
en primer lugar, el 21 de mayo, una candidatura para la asignatura de «Filología
griega medieval» que fue rechazada de inmediato por la Junta de Facultad. Más
adelante, en junio de ese mismo año, se postuló para el curso de «Vida pública
y privada de los bizantinos». Esta petición fue acogida con tremendo desprecio
por parte de algunos profesores en el claustro convocado ad hoc (Kokkinidou,
2016: 31-34). Por suerte conservamos el acta de aquella junta y las intervenciones
de cada profesor, realizadas en un perfecto griego katharévousa, y, debido a la
importancia que suponen aquellas a efectos sociohistóricos, he decidido adjuntar
al final de este artículo la traducción del documento para que se tomen en con-
sideración los instrumentos dialécticos y administrativos mediante los cuales se
manipula la situación y se alcanza su objetivo final: prohibir a una mujer ocupar
un puesto docente (vid. Texto I).
En 1937 Sofía Gedeón-Karanikola es la primera mujer en conseguir una plaza
en la universidad, siendo esta curadora de Pedagogía en la Facultad de Filosofía
de Tesalónica. Al año siguiente entra en la Facultad de Medicina como profeso-
ra temporal de enfermedades tropicales la ya nombrada Aggelikí Panagiotatou.
En esta misma facultad ejercerá su magisterio en 1949, también como profesora
temporal de farmacología, Elli Sotiriadou (Dalakoura y Ziogou, 2015: 204-206).
A principios de este siglo (1908 y 1911 respectivamente), dos mujeres, A. Panagio-
tatou y A. Katsigra, lograron ocupar un puesto de docencia en la universidad,
aunque no se encontraban en igualdad de condiciones, ya que ni siquiera recibían
un salario como el resto de compañeros masculinos.
Así pues, las mujeres griegas fueron accediendo a los cuerpos docentes uni-
versitarios incansablemente de manera gradual pero ininterrumpida durante las


  La jerarquía griega de docentes universitarios durante el s. xx era la siguiente (de menor
categoría a mayor): profesor ayudante (βοηθός), curador o lector (επιμελετής), profesor numerario
(εντεταλμένος υφηγητής), profesor temporal (έκτακτος καθηγητής), profesor contratado (αναπληρωτής
καθηγητής) y profesor fijo (τακτικός καθηγητής).

  Este texto supone un gran interés no solo a nivel social, sino también organizativo e institu-
cional en cuanto que el rechazo a las profesoras viene dado directamente por las votaciones internas
de los miembros de la facultad. Por ello, recomiendo encarecidamente su lectura y análisis.

  Parrén, en un artículo de su periódico, Las griegas y las ciencias políticas, apunta que Pana-
giotatou mostraba magistralmente sangre fría y templanza a la hora de impartir sus lecciones, dado
que los alumnos la interrumpían y atacaban de manera continua. A pesar de todo esto, comenta la
periodista, nunca abandonó una clase antes de tiempo.

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siguientes décadas hasta el día de hoy, tal y como podemos observar en la tabla
que se expone a continuación.

Cuadro ii. Primeras profesoras universitarias en Grecia (elaboración propia)


Académica Año escolar Universidad Materia
Universidad Aristóteles
Sofía Gedeón-Karanikola 1937-1938 Pedagogía
de Tesalónica

Aggelikí Panagiotatou 1938-1939 Universidad de Atenas Medicina

Universidad Aristóteles
María Marketou-Pilarinoú 1947-1948 Física
de Tesalónica

Elli Sotiriadou 1949-1959 Universidad de Atenas Farmacología

Universidad de Mace-
Ekaterini Striftoú-Kriará 1956-1957 Psicología
donia (Tesalónica)
Universidad Aristóteles
Eleni Papadimitraki-Hlilia 1965-1966 Física
de Tesalónica
Universidad Aristóteles
Tereza Pentzopoulou-Balalá 1973-1974 Filosofía
de Tesalónica
Universidad Aristóteles Antropología
Aliki Kiriakidou Néstoros 1976-1977
de Tesalónica cultural
Universidad Aristóteles
Mika Haritou-Fatourou 1976-1977 Psicología
de Tesalónica

Finalmente, termino este trabajo con un fragmento del discurso pronunciado


por B. Kiriazópoulos –profesor de Meteorología en la Universidad Aristóteles de
Tesalónica– con motivo de la elección como profesora de Física de María Marke-
tou-Pilarinoú (1947):

Desde este punto de vista, debemos estar orgullosos puesto que en la Grecia
actual la mujer compite con el hombre con bastante éxito en casi todas las especia-
lidades del trabajo intelectual […]. Tras Sofía Antoniadou del Pireo, la cual desde
hace más de cinco años es profesora fija de Filología Neohelénica en la universidad
holandesa de Leiden […] y la doctora Aggelikí Panagiotatou de Egipto elegida pro-
fesora honoraria de la Universidad de Atenas […], de cuantas conocemos ninguna
otra griega hasta el día de hoy ha llegado hasta la categoría de profesora fija. He
considerado necesario este breve apunte para llamar la atención de la Facultad sobre
la importancia general de la crisis actual, puesto que, en efecto, hoy debemos tomar
una decisión sobre la elección de la primera griega que ocupará verdaderamente una
plaza en la universidad griega (traducción propia).


  De igual modo resulta de supina relevancia el discurso de G. Várvoglis, profesor también
de Tesalónica, respecto a la llegada de esta primera profesora universitaria: «Me alegro aún más
particularmente puesto que nuestra universidad, pionera en la materia y más progresista debido a su

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Además de ser la primera en ejercer su magisterio en la universidad, Marke-


tou-Pilarinoú fue la única decana de una facultad de ciencias de la época y tam-
bién desempeñó importantes cargos de representación, como la dirección de la
Asociación de Mujeres Griegas Científicas (Kimourtzis y Sigountou, 2020: 11).
Con María Marketou-Pilarinoú se completa el inmenso abismo que separó
a las mujeres griegas de los estudios de ciencias exactas –y de las demás ramas
de conocimiento– desde los dos últimos siglos antes de nuestra era, cuando la
astrónoma Aglaonice de Tesalia estudió los movimientos lunares y los eclipses.
Esta mujer en la literatura posterior fue tratada con tintes tremendamente peyo-
rativos, siendo acusada de brujería y hechicería por el simple hecho de ser una
mujer docta. Por ello, la lucha heredera de Marketou-Pilarinoú y de Aglaonice
continúa infatigablemente hoy en día en busca de la igualdad.

5. Conclusiones

En un trabajo de estas características el apartado de conclusiones deviene su-


mamente complicado, puesto que se han de abordar diversas esferas de poder y
estratos sociales que se comunican entre sí multilateralmente. Por este motivo, a
continuación, trataré de esbozar algunas de las conclusiones más relevantes infe-
ridas a partir de estas páginas.
En primer lugar, hemos de volver sobre el concepto de sociedad y la reper-
cusión práctica de su ideología. Las mujeres, en el caso de Grecia, no tuvieron la
oportunidad de formarse oficialmente hasta que la estructura patriarcal no se vio
en una tesitura de necesidad. Esto no significa que la sociedad griega de mediados
del s. xix propugnara la coeducación y la igualdad de derechos. Se trata simple-
mente de una estrategia de planificación social para la cual las mujeres eran el
único recurso. Sin embargo, estas concesiones patriarcales sentaron un preceden-
te en la sociedad griega y permitieron proporcionar un primer espacio de lucha
en el sistema educativo. Además, tal y como sucedió en España con las escuelas
dependientes de órdenes religiosas, las primeras niñas griegas accedieron a insti-
tuciones privadas, de origen extranjero generalmente, antes de que el Estado y el
Ministerio de Asuntos Eclesiásticos y Educación aprobase la coeducación.
En segundo lugar, las decisiones o premisas emitidas por la sociedad suelen te-
ner un correlato bastante claro en las instituciones tanto públicas como privadas.
Así es el caso de los órganos de gobierno de las diferentes universidades griegas,

edad, destaca en la persona de la señora M. Marketou-Pilarinoú a la primera profesora griega». Y


finaliza otro docente, K. Kavvasiadis: «Estoy, en efecto, seguro de que la señora M. Marketou-Pi-
larinoú, la primera profesora de universidad en Grecia, justificará no solo la opinión de la Facultad,
sino también los argumentos del sexo femenino acerca de la igualdad intelectual de los dos sexos»
(traducciones propias) (Registro de la U.A.T., 1947: 113-115).

  Cf. Plut.Conjug.48 «[…] y sabiendo de antemano el momento en el que la luna debía ser al-
canzada por la sombra de la Tierra, [Aglaonice] se imponía sobre las mujeres y les hacía creer a todas
que estaba bajando la luna»; y Plut.Mor.417a.

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los cuales votaron en contra de la presencia de mujeres docentes por puro prejui-
cio y desprecio misóginos. También fueron activos partícipes de esta misoginia
los alumnos y profesores que obstaculizaron la ardua lucha diaria de las primeras
estudiantes y profesoras. El odio a las mujeres llegó a tal punto que, en la Junta
de Facultad de 1930 más abajo traducida, se optó por eliminar la asignatura para la
que se había postulado una profesora, aduciendo la falta de utilidad e importancia
del curso en cuestión. Por ende, aquellas mujeres no solo lucharon contra un en-
tramado patriarcal que las rechazaba, sino también contra sus propios iguales en
los diferentes niveles que no las consideraban dignas de una formación de calidad.
En tercer lugar, hemos incidido en varias ocasiones a lo largo del texto en la
permanente asimetría que caracterizó la llegada de las mujeres griegas a las uni-
versidad, puesto que el germen de esta empresa se originó en los territorios peri-
féricos del país, en contra de lo que ocurrió por lo general en las demás naciones
europeas, y su desarrollo fue relativamente independiente, a pesar de que, como
es evidente, las diferentes universidades recibieron influencias de otras del mismo
Estado y extranjeras. Asimismo, de manera paralela la presencia de profesoras en
las universidades también se desarrolló asimétricamente en toda Grecia, partió
de la educación privada y encontró opositores tanto en el sector de estudiantes
como de profesores.
Por último, el motor principal de lucha en cualquier reivindicación no se en-
cuentra en las cátedras ni en los parlamentos, sino en el combativo espíritu de
justicia de cada persona oprimida. La lucha de las mujeres, el feminismo, les per-
tenece exclusivamente a ellas, así como sus innumerables triunfos conseguidos.
Los ataques que recibió en su día Aglaonice se enraízan, sin duda, en las mismas
consideraciones y conductas que manifestaban los compañeros de lección de las
hermanas Panagiotatou y los profesores que desestimaron en dos ocasiones la
candidatura de V. Kotta.

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7. Anexos

El señor Pelekidis propone que, antes de toda discusión relativa al tema, se someta al
juicio de la Facultad el examen de la cuestión: si, para empezar, se permite a una mujer ser
profesora en la Facultad.
El señor Kiriakidis considera que la Facultad, a través de la decisión del 3 de junio tras
el debate sobre la primera petición de la señora Kotta, ya resolvió pragmáticamente la
cuestión sobre el profesorado femenino, en cuanto que, habiendo recibido su candidatura,
determinó un relator sobre los trabajos científicos presentados por la solicitante. Después
de la cuestión sobre si es posible que sea elegida profesora la señora Kotta como candidata
para la asignatura de «Vida pública y privada de los bizantinos», dado que a través de su
segunda solicitud complementaria del 20 de junio cambió de opinión, ella pide enseñar
esta asignatura, hecho que la Facultad no tuvo en cuenta entonces.
El señor Apostolakis piensa que, ya que la señora Kotta cambió de opinión respecto a
la asignatura, la Facultad puede volver a abordar la cuestión del sexo.
El señor Decano propone una votación para retomar la conversación acerca del debate
sobre el sexo. El señor Papadakis considera esta discusión ya resuelta conforme a la junta
del 8 de junio. En ese momento abandona la reunión el señor Apostolakis.
El señor Delmouzos considera apropiada una conversación desde cero en cuanto la
candidata ha cambiado la asignatura.

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No habiendo sido aceptada la propuesta por mayoría, comienza el debate sobre la can-
didatura para la nueva asignatura.
El señor Vogiatzidis dice que, respecto a la aceptación de la candidatura de la señora
Kotta, consiente en dar su voto en favor del título de profesora, pero no si implica la asig-
nación mandataria de la docencia de una asignatura en la Facultad.
El señor Kiriakidis recupera el artículo 2.2 sobre el profesorado y docentes de la Uni-
versidad de Tesalónica del 26 de febrero de 1930 y sugiere que se debata el tema de la utili-
dad de la enseñanza o de la importancia científica de la asignatura «Vida pública y privada
de los bizantinos» (la cual ahora se ha suprimido), una vez presentó la interesada, la señora
Kotta, esta solicitud en período de prueba como docente.
El señor Theodorakópulos dice que, puesto que la Facultad ha pronunciado su opi-
nión y ha suprimido la cátedra de Vida Pública y Privada de los Bizantinos, ya se ha dado
una respuesta negativa acerca de la utilidad de la asignatura.
El señor Euggelidis considera que, dado que la cátedra no es necesaria, no hay razón
para decir que la asignatura es necesaria.
El señor Delmouzos no acepta la utilidad de la enseñanza de esta asignatura de manera
independiente y autónoma.
El señor Haritonidis dice que, como promotor de la supresión de la cátedra, considera
superficial también la discusión sobre la utilidad de la asignatura.
El señor Pelekidis supone que la supresión de la cátedra prosperó a causa de la ausen-
cia de un profesor especialista.
El señor Triantafillidis dice que el asunto es confuso. Se suprimió la cátedra puesto que
la asignatura habría absorbido otra más importante. Y ahora es difícil ignorar la asignatu-
ra, dado que la cátedra se ha suprimido. Una vez a la semana podría enseñarse.
El señor Delmouzos dice que, tras proponer la supresión de la cátedra, era seguro que
no era posible que se mantuviese la asignatura, la cual no puede desligarse de la Filología
Bizantina y convertirse en una asignatura propia. La candidatura de la señora Kotta se
aceptaría para la Filología Bizantina.
El señor Vogiatzidis dice que no puede negarse la importancia de la asignatura. El
señor Theodoridis no encuentra ninguna utilidad en la asignatura. También el señor Ki-
riakidis y el señor Gratsiatos no ven ni utilidad ni importancia en la asignatura.
De este modo, por mayoría la Facultad se manifiesta acerca de la no utilidad y no
importancia de la asignatura suprimida por esta cátedra de Vida pública y privada de los
bizantinos y rechaza la solicitud de la señora Kotta para un período de prueba como pro-
fesora para la asignatura mencionada.
Después de esto, tiene lugar una conversación sobre el registro incompleto de la solici-
tud, habiendo entrado también Apostolakis. (Traducción propia) (Πρακτικά συνεδριάσεων
της Φιλοσοφικής Σχολής του Αριστοτελείου Πανεπιστημίου Θεσσαλονίκης, συνεδρίες 213η, 3
Ιουνίου 1933, 214η, 10 Ιουνίου 1933, 215η, 16 Ιουνίου 1933, 217η, 16 Νοεμβρίου 1933, τόμ. 2: 307-
308, 312, 315, 318-320).

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