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URBANIDAD

De los deberes para con Dios:

Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación,


y contemplar un instante los infinitos bienes y comodidades que nos ofrece la tierra,
para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios y todo lo que debemos a
su amor, a su bondad y a su misericordia.

En efecto, ¿Quién sino Dios ha creado el mundo y lo gobierna? ¿Quién ha establecido


y conserva ese orden inalterable con que atraviesa los tiempos la masa formidable y
portentosa, del universo? ¿Quién vela incesantemente por nuestra felicidad y la de
todos los objetos que nos son queridos en la tierra? y, por último, ¿quién sino EL
puede ofrecernos y nos ofrece la dicha inmensa de la salvación eterna?

Le somos, pues, deudores de todo nuestro amor, de toda nuestra gratitud, y de la


más profunda adoración y obediencia; y en todas las situaciones de la vida estamos
obligados a rendirle nuestros homenajes, y dirigirle nuestros ruegos fervorosos, para
que nos haga merecedores de sus beneficios en el mundo, y de la gloria que reserva
a nuestras virtudes en el Cielo.

Deberes para con nuestros padres:

Los autores de nuestros días, los que recogieron y enjugaron nuestras primeras
lágrimas, los que sobrellevaron las incomodidades de nuestra infancia, los que
consagran todos sus desvelos a la difícil tarea de nuestra educación, son para
nosotros los seres más privilegiados y venerables que existen sobre la tierra.

En medio de las necesidades de todo género a que está sujeta la humana naturaleza,
muchas pueden ser las ocasiones en que un hijo haya de prestar auxilios a sus
padres, endulzar sus penas, y aun hacer sacrificios a su bienestar y a su dicha; pero
jamás podrá llegar a recompensarles todo lo que les debe, jamás podrá hacer nada
que le descargue de la inmensa deuda de gratitud que para con ellos tiene contraída.

Tonches Castillo Keyla Jaqueline 6H.


Los cuidados tutelares de un padre y de una madre, son de un orden tan elevado y
tan sublime, son tan cordiales, tan desinteresados, tan constantes, que en nada se
asemejan a los demás actos de amor y benevolencia que nos ofrece el corazón del
hombre, y sólo podemos verlos como una emanación de aquellos con que la
Providencia cubre y protege a todos los mortales.

Deberes para con la Patria:

Nuestra patria, generalmente hablando, es toda aquella extensión de territorio


gobernada por las mismas leyes que rigen en el lugar en que hemos nacido, donde
formamos con nuestros conciudadanos una gran sociedad de intereses y
sentimientos nacionales.

Cuánto hay de grande, cuánto hay de sublime, se encuentra compendiado en el dulce


nombre de PATRIA; y nada nos ofrece. el suelo en que vimos la primera luz, que no
esté para nosotros acompañado de patéticos recuerdos y de estímulos a la virtud, al
heroísmo y a la gloria.

Las ciudades, los pueblos, los edificios, los campos cultivados y todos los demás
signos y monumentos de la vida social, nos representan a nuestros antepasados y
sus esfuerzos generosos por el bienestar y la dicha de su posteridad, la infancia de
nuestros padres, los sucesos inocentes y sencillos que forman la pequeña y siempre
querida historia de nuestros primeros años, los talentos de nuestras celebridades en
las artes, los magnánimos sacrificaos y las proezas de nuestros grandes hombres,
los placeres, en fin, y los sufrimientos de una generación que pasó y nos dejó sus
hogares, sus riquezas y el ejemplo de sus virtudes.

Deberes para con nuestros semejantes:

No podríamos llenar cumplidamente el supremo deber de amar a Dios, sin amar


también a los demás hombres, que son como nosotros criaturas suyas, descendientes
de unos mismos padres y redimidos todos en una misma cruz; y

Tonches Castillo Keyla Jaqueline 6H.


fundamento de todos los deberes que tenemos para con nuestros semejantes, así
como es la base de las más eminentes virtudes sociales.

Fácil es comprender todo lo que los demás hombres tienen derecho a esperar de
nosotros, al sólo considerar cuan necesarios nos son ellos a cada paso para poder
sobrellevar las miserias dé la vida, contrarrestar los embates de la desgracia, ilustrar
nuestro entendimiento y alcanzar, en fin, la felicidad, que es sentimiento innato del
corazón humano.

Pero el hombre generoso, el hombre que obedece a las sagradas inspiraciones de la


religión y de la doctrina evangélica, siente en su corazón más nobles y elevados
estímulos para amar a sus semejantes, para extenderles una mano amiga en sus
conflictos, y aun para hacer sacrificaos a su bienestar y a la mejora de su condición
social.

De los deberes para con nosotros mismos:

Si hemos nacido para amar y adorar a Dios, y para aspirar a más altos destinos que
los que nos ofrece esta vida perecedera y calamitosa; si nos debemos también a
nuestros semejantes y en especial a nuestros padres, a nuestra familia y a nuestra
patria, y si tan graves e imprescindibles son las funciones que nuestro corazón y
nuestro espíritu tienen que ejercer, para corresponder dignamente a las miras del
Creador, es una consecuencia necesaria que nos encontremos constituidas en el
deber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestras pasiones.

La importancia de estos deberes está implícitamente reconocida en el simple


reconocimiento de los de más deberes, los cuales nos sería imposible cumplir, si la
luz del entendimiento no nos guiase en todas nuestras operaciones, si no cuidásemos
de nuestra salud, y si no trabajásemos constantemente en precavernos de la ira, de
la venganza, de la envidia, de la ingratitud, y todos los demás movimientos irregulares
a que desgraciadamente está sujeto el corazón humano.

Tonches Castillo Keyla Jaqueline 6H.


Tonches Castillo Keyla Jaqueline 6H.

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