Deberes para Con Dios

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EL MANUAL DE CARREÑO

(RESUMEN)
Capítulo I
De los deberes para con Dios.
Dios es el principio de todo de lo que nos rodea, de las maravillas y de la
creación. Nos ofrece infinitos vienes y comodidades que nos ofrece la tierra
para concebir la sabiduría y grandeza; y todo lo que le debemos de amor,
bondad y misericordia.
Es el creador del mundo y lo gobierna. En todas las situaciones de la vida
estamos obligados a rendirle nuestros homenajes para que seamos
merecedores de sus beneficios.
Dios es el ser que reúne la inmensidad de la grandeza y de la perfección; y
nosotros somos criaturas suyas, estamos destinadas a gozar una eternidad;
somos seres humildes. Él complace nuestras alabanzas, las recibe como un
homenaje pero tampoco nuestros ruegos le pueden ser más justos porque son
infinitos, ni le son necesarios para conocer nuestras necesidades y deseos: ya
que el penetra en lo más íntimo de nuestros corazones. Él es la fuente de todo
bien, de todo consuelo y felicidad; él es Dios de bondad y no tiene límites.
Así es el acto de acostarnos como al levantarnos, elevaremos nuestra alma a
Dios, le dirigiremos nuestras alabanzas y daremos gracias por todos sus
beneficios. Pediremos por nuestros padres, nuestra familia, nuestra patria,
amigos y enemigos.
Nosotros satisfacemos el sagrado deber de la obediencia a Dios
guardando fielmente sus leyes, y las que nuestra Santa Iglesia ha
dictado en el uso legítimo de la divina delegación que ejerce; y es éste
al mismo tiempo, el medio más eficaz y más directo para obrar en favor
de nuestro bienestar en este mundo, y de la felicidad que nos espera
en el seno de la gloria celestial.
Debemos de manifestar a Dios nuestro amor, nuestra gratitud y nuestra
adoración, con actos públicos hagan satisfacer nuestros corazones y
sirvamos de ejemplo a los que nos rodean. Trataremos de visitar al
señor con más frecuencia.
Los sacerdotes son los ministros que tienen la alta misión de conducir
nuestras almas por el camino de la eterna felicidad. Nos impone el
deber de respetarlos y honrarlos, escuchando atentamente los consejos
que nos favorezcan. El respeto de los sacerdotes es una manifestación
de nuestro respeto a Dios y signo de buena educación moral y
religiosa.

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