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5°3°- ACTIVIDAD 7- LITERATURA- PROF.

YASMÍN MORENO

ESCUELA SECUNDARIA N°15


PROF. YASMÍN MORENO
MATERIA: LITERATURA
5TO 3RA T.T

ACTIVIDAD 7
(Fecha límite para entregar la actividad 21/06)

EL GÉNERO FANTÁSTICO

CÓDIGO DE CLASSROOM :4sme4v7


MAIL DE LA PROFESORA: [email protected]

¡Hola chicos! ¿Cómo andan? Espero que bien. En la actividad anterior empezamos a
hablar del género fantástico. Hoy les propongo leer un cuento de Julio Cortázar (ya
leyeron su biografía) y resolver una serie de actividades.

¡A trabajar!

1) Lee el cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar (si hay alguna palabra que no entendés
buscala en el diccionario y copia una breve definición para no olvidar su significado):

Casa tomada
[Cuento - Texto completo.]
Julio Cortázar

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y


antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más

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ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros


bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura
pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza
por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene
las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al
mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos
sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y
cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era
ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo,
a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos.
Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y
silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía
asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día,
vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para
enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la
voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad
matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por
qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor
el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre
necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para
ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no
le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada
resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a
comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca
tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por
las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa.
Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo
no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno
puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede
repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor
lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en
una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas.
No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y
el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una
destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos
plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se
agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con
gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más
retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza
puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina,
nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el
pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al
living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al
living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo
que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la
puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a

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la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que
llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la
casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se
edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de
la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la
limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será
una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay
demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los
mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da
trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento
después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias
inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de
repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta
enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la
cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía
impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado
susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en
el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra
la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo;
felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo
para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja
del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar
su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la
parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por
ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina
de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días)
cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun
levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya
estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y
ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras
yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos
alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios
al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio
de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba
un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a
revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo.

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Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el
dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel
para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y
poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude
habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la
garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces
hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero
de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser,
presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes
insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores
domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del
álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y
el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más
alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de
loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces
permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living,
entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no
molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a
soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y
antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de
agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la
cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le
llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir
palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de
este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde
empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo
hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte
pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos
quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las
hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían
quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario
de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé
con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a
la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la
llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se
metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

2) ¿El narrador es de primera o tercera persona? ¿Quién es?

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3) Según lo que leíste, ¿Cómo es la casa? ¿Por qué les gustaba?

4) Describe al protagonista y a Irene (el parentesco que los une, qué actividades
realizan y cómo es su carácter).

5) ¿Cuál es el primer suceso extraño que se da en la casa? ¿Cómo reaccionan los


protagonistas?

6) ¿Qué diferencia encuentra el protagonista entre el primer y segundo ruido?

7) ¿Qué hacen finalmente los protagonistas? ¿Qué opinión tenés al respecto? ¿Qué
hubieses hecho en su lugar?

8) En la clase anterior y en el audio explicativo dijimos que el género fantástico se


caracteriza por presentar situaciones cotidianas, pertenecientes a la realidad pero que en
determinado momento esa realidad se ve interrumpida por un hecho sobrenatural. El
lector puede optar por una explicación racional o una sobrenatural.
Completá según tu lectura:

Los hechos cotidianos o realistas de este cuento son:


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El hecho sobrenatural en esta historia es:


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La explicación racional sería:


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La explicación sobrenatural sería:
______________________________________________________________________
______________________________________________________________________
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9) ¿En algún momento se aclara quienes son los intrusos? ¿Qué pensas vos sobre estos?
10) ¿Te gustó la historia? ¿Por qué?

¡Es todo por hoy! ¡Hasta la próxima clase!

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