MESCs Cap3
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PRINCIPIOS TEOLÓGICOS
Artículo 1. El sacerdocio común y el sacerdocio
ministerial
Jesucristo, Sumo Y Eterno Sacerdote, ha deseado
que su único e indivisible sacerdocio fuese
participado a su Iglesia. Esta es el pueblo de la
nueva alianza, en el cual, por la «regeneración y la
acción del Espíritu Santo, los bautizados son
consagrados para formar un templo espiritual y un
sacerdocio santo, para ofrecer, mediante todas las
actividades del cristiano, sacrificios espirituales y
hacer conocer los prodigios de Aquel que de las
tinieblas le llamó a su admirable luz (cfr. 1 Pe 2, 4-
10). Un sólo Señor, una sola fe, un solo bautismo»
(Ef4,5);
Las características que diferencian el sacerdocio ministerial de los Obispos y de los presbíteros de
aquel común de los fieles, y delinean en consecuencia los confines de la colaboración de estos en el
sagrado ministerio, se pueden sintetizar así:
Poner el fundamento del ministerio ordenado en la sucesión apostólica, en cuanto tal ministerio
continúa la misión recibida de los Apóstoles de parte de Cristo, es punto esencial de la doctrina
eclesiológica católica.
El ministerio ordenado, por tanto, es constituido sobre el fundamento de los Apóstoles para la
edificación de la Iglesia: «está totalmente al servicio de la Iglesia misma». «A la naturaleza
sacramental del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado el carácter de servicio. Los
ministros en efecto, en cuanto dependen totalmente de Cristo, quien les confiere la misión y
autoridad, son verdaderamente 'esclavos de Cristo' (cfr. Rm 11), a imagen de Él que, libremente ha
tomado por nosotros 'la forma de siervo' (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia de la cual son
ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán
libremente esclavos de todos».
Esta unidad cualifica esencialmente el ejercicio de las funciones del sagrado ministerio, que son
siempre ejercicio, bajo diversas prospectivas, de la función de Cristo, Cabeza de la Iglesia.
Si, por tanto, el ejercicio de parte del ministro ordenado del munus docendi, sanctificandi et
regendi constituye la sustancia del ministerio pastoral, las diferentes funciones de los sagrados
ministros, formando una indivisible unidad, no se pueden entender separadamente las unas de las
otras, al contrario, se deben considerar en su mutua correspondencia y complementariedad.
Sólo en algunas de esas, yen cierta medida, pueden colaborar con los pastores otros fieles no
ordenados, si son llamados a dicha colaboración por la legítima Autoridad y en los debidos modos.
«En efecto, El mismo conforta constantemente su cuerpo, que es la Iglesia, con los dones de los
ministerios, por los cuales, con la virtud derivada de El, nos prestamos mutuamente los servicios
para la salvación».
«El ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor: en realidad no es la tarea la que
constituye un ministro, sino la ordenación sacramental.
Solo el Sacramento del Orden atribuye al ministerio ordenado de los Obispos y presbíteros una
peculiar participación al oficio de Cristo Cabeza y Pastor ya su sacerdocio eterno. la función que se
ejerce en calidad de suplente, adquiere su legitimación, inmediatamente y formalmente, de la
delegación oficial dada por los pastores, y en su concreta actuación es dirigido por la autoridad
eclesiástica»
Es necesario reafirmar esta doctrina porque algunas prácticas tendientes a suplir a las
carencias numéricas de ministros ordenados en el seno de la comunidad, en algunos
casos, han podido influir sobre una idea de sacerdocio común de los fieles que
tergiversa la índole y el significado específico, favoreciendo, entre otras cosas, la
disminución de los candidatos al sacerdocio y oscureciendo la especificidad del
seminario como lugar típico para la formación del ministro ordenado. Se trata de
fenómenos íntimamente relacionados, sobre cuya interdependencia se deberá
oportunamente reflexionar para llegar a sabias conclusiones operativas.
Una comunidad de fieles para ser llamada Iglesia y para serlo verdaderamente, no
puede derivar su guía de criterios organizativos de naturaleza asociativa o política.
Cada Iglesia particular debe a Cristo su guía, porque es El fundamentalmente quien ha
concedido a la misma Iglesia el ministerio apostólico, por lo que ninguna comunidad
tiene el poder de darlo a sí misma, o de establecerlo por medio de una delegación. El
ejercicio del munus de magisterio y de gobierno, exige, en efecto, la canónica o jurídica
determinación de parte de la autoridad jerá rquica.
«El deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la comunidad cristiana, la cual ha
de procurarlo ante todo con una vida plenamente cristiana».
DISPOSICIONES PRÁCTICAS
Se debe proveer, entre otras cosas, a que el fiel delegado a tal encargo sea
debidamente instruido sobre la doctrina eucarística, sobre la índole de su servicio, sobre
las rúbricas que se deben observar para la debida reverencia a tan augusto Sacramento
y sobre la disciplina acerca de la admisión para la Comunión.
Para no provocar confusiones han de ser evitadas y suprimidas algunas prácticas que
se han venido creando desde hace algún tiempo en algunas Iglesias particulares, como
por ejemplo:
• la comunión de los ministros extraordinarios como si fueran concelebrantes;
• asociar, a la renovación de las promesas de los sacerdotes en la S. Misa crismal del
Jueves Santo, otras categorías de fieles que renuevan los votos religiosos o reciben
el mandato de ministros extraordinarios de la Comunión.
• el uso habitual de los ministros extraordinarios en las ss. Misas,
extendiendo arbitrariamente el concepto de «numerosa participación».