KROTZ 1994 - Alteridad y Pregunta Antropologica

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Constructores de Otredad

Una introducción a la Antropología Social y Cultural

Mauricio Boivin
Ana Rosato
Victoria Arribas

E
A

1
Introducción

Alteridad y pregunta antropológica1

2
Esteban Krotz

E n lo que sigue se trata de esclarecer el significado que


tiene y que podría tener el término antropología des-
de el punto de vista de las ciencias antropológicas como
disciplinas científicas y también ciertas áreas o corrientes
de la filosofía y la teología pretenden tener como objetivo
central una pregunta sobre el ser humano. A éstas perte-
3
parte de las ciencias empíricas . necen, por ejemplo, la psicología, la patología y la eco-
Como es sabido, desde el surgimiento de las ciencias an- logía, aún cuando a ellas tiene que agregárseles el prefijo
tropológicas como tales, a fines del siglo pasado, existe una humano para distinguirlas, como también la filosofía, la
gran maraña de denominaciones y, por ello, también etología o la geografía, de áreas de investigación no refe-
mucha confusión sobre su delimitación con respecto a dis- ridas primariamente al ser humano. Otras ciencias tales
ciplinas vecinas. Hasta el día de hoy, la palabra antropología como la economía, la sociología o la politología son en un
tiene significados distintos en los diversos idiomas euro- sentido más estricto antropología, lo que considerado
peos. En alemán, por ejemplo, este nombre ha sido tradi- desde el punto de vista etimológico, en primera instancia
cionalmente sinónimo de una sola rama de las ciencias an- significa únicamente tratado sobre el ser humano o conoci-
tropológicas, a saber, de la arqueología. Por esto, muchos miento de los humanos. Por tanto, para la caracterización de
tratados sistemáticos generales o históricos de las ciencias las ciencias antropológicas, de las que aquí se trata, es nece-
antropológicas contienen una discusión sobre nombres y sario indicar bajo qué aspecto se ocupan del ser humano.
definiciones de la disciplina que no es usual en otras disci- De hecho hay una pregunta antropológica que ha sido
plinas científicas. A esto se agrega que en las diferentes áreas formulada una y otra vez de nuevo desde el inicio de la
lingüísticas se han usado por largo tiempo denominaciones vida humana en este planeta. Puede ser presentada a partir
especiales –piénsese, por ejemplo, en la diferenciación habi- de las situaciones, a primera vista un tanto dispares, del en-
tual en Alemania entre Völkerkunde [ciencia de los pueblos] cuentro de grupos humano paleolíticos, del viaje y de la ex-
y Volkskunde [ciencia del pueblo], en las definiciones de et- tensión imperial del poder.
nología y etnografía, en Rusia y en la antropología francesa De acuerdo con lo poco que sabemos sobre la mayor
(que, por cierto, se distinguen de modo diferente en cada parte de la historia de la especie humana, ésta consistía casi
caso) o muy especialmente en la contraposición que se con- siempre de grupos relativamente pequeños, cuyos miem-
formó entre las dos guerras mundiales entre la antropología bros estaban separados y al mismo tiempo interrelacio-
social británica y la antropología cultural norteamericana. nados ante todo según aspectos de género, de edad y de pa-
¿Puede reconocerse o construirse un denominador co- rentesco. Su vida entera era marcada completamente por
mún a estas posiciones tan distintas? ¿Una perspectiva que su comunidad. Durante miles de generaciones los así lla-
unifique el pasado como un panorama con sentido y que mados cazadores-recolectores obtenían lo necesario para la
al mismo tiempo permita vislumbrar el perfil de un futuro vida –o sea, no sólo alimento sino también medicamentos,
posible? vestimenta y casa, y hasta para los adornos y los artefactos
utilizados en el juego y ceremonias religiosas– a través de la
Orígenes de la pregunta antropológica caza, la pesca y actividades de recolección. Pero de nin-
Hay muchas preguntas antropológicas, si esto significa: pre- guna manera se trataba aquí de hordas que todo el tiempo
guntas acerca del ser humano o sobre lo humano. Así, varias estaban buscando alimento y apenas vegetaban en los már-

1 En: Revista Alteridades, 4 (8), 1994.


2 Unidad de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Yucatán
3 Se trata de una versión ligeramente modificada de una parte del capítulo segundo del libro Alteridad cultural entre utopía y ciencia (Krotz, 1994).

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genes de la sobrevivencia física; así se ha querido presentar entre sus miembros, a pesar de que sólo el hecho de la
esta era de la humanidad, la más larga hasta ahora, desde la lengua misma, pinturas rupestres y adornos paleolíticos,
invención de la agricultura y más todavía desde la emer- así como restos de ofrendas mortuorias de aquel tiempo
gencia de la cultura urbana. Todo lo contrario: dejando de han permanecido como escasas y casuales huellas de todo
lado excepciones, parece que más bien se trataba de una ello. Esto significa que hay que suponer también para
forma de vida que enteramente puede ser caracterizada aquella época de la humanidad la existencia de una rica re-
como buena vida. Incluso ha sido calificada como la pri- flexión y creación intelectual: tal vez incluso se daban de
mera sociedad de abundancia4 aquella época de la historia manera más constante y con una participación mucho
humana en la cual ciertamente no se creaban grandes al- más general de lo que es el caso hoy en día de las sociedades
macenamientos de provisiones ni se acumulaba otro tipo llamadas “desarrolladas”.
de bienes materiales –lo que no puede esperarse en un Tal reflexión se ocupaba naturalmente también de un
modo de vida nómada- en la cual, empero, normalmente suceso quizás no demasiado frecuente pero que ocurría
ningún ser humano tenía que trabajar más de cinco horas, una y otra vez: el encuentro entre uno o varios miembros
incluso más bien menos, para la procuración de la comida del grupo con miembros de otras comunidades humanas.
del día. Esta constatación es aquí importante también Como lo documentan descripciones de este tipo de con-
porque de esta manera se evidencia que estos cazadores y tactos de tiempos mucho más posteriores todavía, estas si-
recolectores tenían, por así decirlo, “libre” la mayor parte tuaciones constituían en primer lugar un problema cogni-
de sus días para otras cosas (aunque, desde luego, no se tivo. Cuando los seres vivientes no pertenecientes al grupo
daba una separación como la que existe en el presente, propio no eran vistos de antemano como monstruos inin-
entre tiempo de trabajo y tiempo libre). teligibles, entonces había que aclarar si ellos o sus huellas
Aunque carecería de sentido considerar pueblos exis- eran realmente de naturaleza humana. De acuerdo con las
tentes todavía durante los siglos XIX y XX con tecnología clasificaciones muchas veces testimoniadas a lo largo de la
paleolítica y economía de caza y recolección como relictos historia de tales contactos, podía tratarse aquí tanto de
congelados de épocas prístinas de la humanidad (porque seres vivos infrahumanos, por ejemplo, de una variedad de
todas las sociedades humanas tienen su historia, aunque animales especiales, como también de seres suprahumanos,
esta historia se encuentre presente de modo diverso en la tales como espíritus, demonios o dioses. El paso decisivo
historia colectiva [Lévi-Strauss, 1988:59]), el estudio de en esta reflexión consistía siempre en ver a otros seres hu-
tales pueblos, empero, proporciona elementos útiles para manos como otros. Es decir, precisamente a pesar de las di-
el conocimiento de la época más temprana de la historia ferencias patentes a primera vista y a pesar de muchas
humana. Ante todo, de este modo queda comprobado que otras, que emergen sólo con la observación detenida y que
relaciones que suelen ser presentadas demasiado rápido pueden referirse a cualquier esfera de la vida, siempre se
como necesarias, no lo son. Así, por ejemplo, como lo ha trata de reconocer a los seres completamente diferentes
demostrado de manera impresionante Claude como iguales.
Lévi-Strauss5, no existe ningún motivo para suponer una Exactamente este es el lugar de la pregunta antropoló-
correlación necesaria, o incluso predominante, entre sen- gica de la que aquí se trata: la pregunta por la igualdad en la
cillez tecnológica o caza y recolección y capacidad del diversidad y de la diversidad en la igualdad. Abundando un
habla y del pensamiento rudimentario u orientado exclu- poco, este problema de identidad y diferencia humana
sivamente de modo utilitario. Visto de manera conjunta, también podría expresarse así: es la pregunta por los as-
parece bastante acertada la suposición de que la sociedad pectos singulares y por la totalidad de los fenómenos hu-
cazadora–recolectora nómada con su detallada y precisa manos afectados por esta relación, que implica tanto la al-
observación de la naturaleza y sus desarrollados meca- teridad experimentada como lo propio que le es familiar a
nismos sociales de cooperación y coordinación exigía y, al uno; es la pregunta por condiciones de posibilidad y lí-
mismo tiempo, impulsaba, una intensiva comunicación mites, por causas y significado de esta alteridad, por sus

4 Véase Sahlins 1977:13 y ss. y Clastres 1981.


5 Lévi-Strauss, 1964. Por cierto que dos generaciones antes, su compatriota Emile Durkheim (1968) había quedado fascinado por las clasificaciones
de parentesco y reglas matrimoniales de los aborígenes australianos que hasta el día de hoy suelen ser tildados despectivamente de “primitivos”;
pero es comprensible que una civilización como la europea, que se estaba expandiendo ante todo con base en la violencia pura, siempre dirigía su
atención a la tecnología de los pueblos por conquistar, por vencer y por volver tributarios. Sin embargo, los reportes etnográficos de todos los tiem-
pos han enfatizado –especialmente en su comparación con la situación europea moderna– la franca abundancia de concepciones y rituales religio-
sos y cosmológicos de las llamadas sociedades “tradicionales”, aun cuando éstas siempre parecían quedar rezagadas con respecto a filosofías y
teologías basadas en textos escritos.

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Introducción

formas y sus transformaciones, lo que implica a su vez la La mención de este tipo de relación conduce a otra
pregunta por su futuro y su sentido. Finalmente es tam- forma de contacto entre sociedades conformadas de modo
bién siempre la pregunta por la posibilidad de la inteligibi- distinto, que en la historia de la humanidad se dio más
lidad y de la comunicabilidad de la alteridad y por los cri- tarde aún. Bajo ciertas condiciones, determinados tipos de
terios para la acción que deben ser derivados de ella. organismos sociales, a saber, civilizaciones organizadas de
Una forma del contacto cultural como lugar de la pre- modo estatal, parecen rendirse casi de modo obligado al
gunta antropológica que se da en términos cronológicos y impulso hacia la expansión absoluta. Esta persigue la ma-
6
de historia civilizatoria mucho más tarde, es el viaje. De- yoría de las veces una combinación de intereses territo-
jado de lado nuestro propio siglo, parece que en todos los riales, demográficos, económicos, religiosos y militares, y
tiempos –al menos en lo que se refiere a Europa– han sido está encaminada hacia el aumento de prestigio de la so-
los guerreros y los comerciantes quienes han provisto los ciedad en cuestión, ante sí misma o ante las deidades, y
mayores contingentes de viajeros, pero también hay que re- lleva a la incorporación más o menos violenta de otros
cordar a los exploradores y los mensajeros, los peregrinos y grupos humanos. Así, los imperios que se forman de esta
los misioneros, los refugiados y los marineros; de modo más manera institucionalizan un contacto cultural, pero éste es
bien marginal y sólo en la época moderna de Europa se por principio asimétrico. Sin embrago, hasta ahora siem-
agregan a ellos los aventureros y los artistas, los estudiosas y pre ha habido un momento en el correr del tiempo en el
los trabajadores migrantes. Estos viajeros proporcionaban cual se ha revelado la fragilidad por principio de una inte-
en las regiones que atravesaban y en los pueblos donde per- gración realizada sobre la base de una comunidad sólo afir-
manecían, toda clase de impresiones sobre las culturas de las mada o exigida. Porque siendo normalmente más es-
que provenían. Esto sucedía ya a través de su idioma ex- quema doctrinal que realidad política, esta base usual-
traño, sus ropas y armas, sus costumbres alimenticias y ritos mente no es capaz de disolver las tensiones de las
religiosos, sus joyas y en dado caso su mercadería, sus relatos confrontaciones socioculturales que resultan de la siempre
y sus respuestas a preguntas asombradas. De regreso a sus intentada supresión de tradiciones económicas, políticas y
lugares de origen, eran entonces sus relatos y los objetos cosmológicas. El conquistador y el lugarteniente, el rehén
traídos consigo –aparte de mercancías principalmente tro- y el recolector de tributo, el colono y el soldado de las
feos de toda clase– los que daban noticia a los que se habían tropas de ocupación, los inspectores y los funcionarios de
quedado en casa, de mundos extraños, a menudo tan des- las instituciones necesarias para el aseguramiento de la he-
conocidos como inesperados. Por cierto, llamar al viaje una gemonía se convierten en las figuras determinantes de esta
forma de contacto entre sociedades y civilizaciones implica forma del contacto cultural. Los reinos de los sumerios y
que siempre viajeros concretos son los medios de este con- de los babilonios, de los asirios y de los persas, de los
tacto, por lo que estos encuentros entre culturas –y así todos chinos y de los egipcios, de los romanos y de los aztecas
los encuentros entre culturas– y sus testimonios siempre pertenecen a los ejemplos tempranos más conocidos de
sólo difícilmente pueden ser separados de características de tales imperios; pero a pesar de sus extensiones enormes y
personalidad y de circunstancias de vida casuales de cada de su esplendor, la importancia de todos ellos no superó el
uno de los viajeros. carácter regional. Durante el siglo pasado, sucedió por pri-
El viaje como forma, como marco del encuentro entre mera vez que un tipo determinado de sociedad humana, a
culturas, implica también siempre la posibilidad del acos- saber, la sociedad industrial europea, se extendió en pocas
tumbramiento a lo que primero resulta completamente generaciones sobre todo el globo terráqueo. Así, ésta inició
desacostumbrado y de la aceptación de lo que hasta en- una relación directa, casi siempre impuesta con todos los
tonces era desconocido; incluso puede darse el caso de demás pueblos y en este marco incluso puso en contacto a
estar finalmente extrañado ante lo que alguna vez había muchas culturas no europeas, que hasta entonces no ha-
sido familiar. Empero, a causa de que tantos viajes tienen bían tenido conexión entre sí. Con esto se inició una
un objetivo claramente definido, no puede ocasionar sor- nueva era de contacto cultural de intensidad, multipli-
presa que la experiencia del hecho del encuentro a veces se cidad y complejidad hasta entonces desconocidas, uno de
desvanece en la conciencia del viajero, mientras que esa cuyos resultados fue la aparición de una forma especial de
sorpresa es experimentada de modo más intenso por quie- la pregunta antropológica, a saber: las ciencias antropoló-
nes sólo tienen acceso a otras formas de convivencia hu- gicas. Como en todas las formas de plantear la pregunta
mana a través de la narración de aquel. antropológica, su categoría central era la de alteridad.

6 Acerca de este tema véanse dos trabajos previos: Krotz, 1986 (publicado en un cuaderno monográfico sobre “El Occidente y lo otro”); 1991.

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Alteridad: experiencia y categoría ticamente extraña. El cazador paleolítico reconoce enseguida


La pregunta antropológica de que se habla aquí no existe al extraño; el viajero medieval se sabe constantemente en el
por sí sola. Más bien tiene que ser formulada. También extranjero y a su regreso permite participar a otros de él me-
por eso ella no existe de modo abstracto sino depende diante su narración; conquistadores, lugartenientes y tropas
siempre también del o de los encuentros concretos de los de ocupación ligan penosa y violentamente pueblos mutua-
que nace y de las configuraciones culturales e históricas mente extraños en una unidad renitente. Pero la experiencia
siempre únicas, de las cuales estos encuentros son, a su vez, del extranjero no es posible sin el extrañamiento de la siem-
partes integrantes. También podría decirse que la pre- pre previa patria-matria7, que se recuerda justamente estando
gunta antropológica es el intento de explicitar el contacto en el extranjero. Por ello, desde el comienzo el país extranjero
cultural, de volverlo consciente, de reflexionar sobre él, de se encuentra cargado de tensión inquietante: extraño es el ex-
resolverlo simbólicamente. Pero esta manera de expresarlo tranjero, son los extranjeros primero siempre. Pero esto no
tiene valor sólo cuando puede evitarse el peligro de una tiene que quedar así, la nostalgia es –al menos en la moder-
doble reducción. Por un lado, esto no se refiere a la “eleva- nidad europea, época que proporciona la perspectiva en
ción al concepto”, tan para el racionalismo occidental que, cuyos términos aquí se habla– algo tan difundido como el
dicho sea de paso, constituye sólo una entre muchas anhelo por lo lejano; el rechazo angustiado se encuentra tan
formas de tal reflexión (por ejemplo, al lado del ritual, de testimoniado como la partida colmada de ansia e incluso el
la imagen de la poesía y del mito). Por el otro lado, una co- éxodo definitivo.
munidad no siempre y no sólo se expresa a través de sus Alteridad no es pues, cualquier clase de lo extraño y
discursos, por lo que también en sus instituciones, pa- ajeno, y esto es así porque no se refiere de modo general y
trones de conducta, formas comunicacionales y crea- mucho menos abstracto a algo diferente, sino siempre a
ciones estéticas se puede encontrar, por así decirlo, de otros. Se dirige hacia aquellos seres vivientes que nunca
modo materializado tal reflexión. quedan tan extraños como todavía lo quedan el animal más
Pero en la medida en que sea posible de algún modo un domesticado y la deidad vuelta familiar en la experiencia
enunciado general sobre los contactos culturales –al me- mística. Se dirige hacia aquellos que le parecen tan similares
nos en el área cultural occidental–, éste consiste en la de- al ser propio que toda diversidad observable puede ser com-
mostración de que la pregunta antropológica a tratar aquí parada con lo acostumbrado, y que sin embargo son tan dis-
tiene su momento decisivo en la categoría de la alteridad. tintos que la comparación se vuelve reto teórico y práctico.
Esta alteridad u otredad no es sinónimo de una simple y En esto, tanto la historicidad de la existencia del ser hu-
sencilla diferenciación. O sea, no se trata de la constatación mano individual como de las sociedades abre la dimensión
de que todo ser humano es un individuo único y que del tiempo, a menudo sólo captada de modo poco claro y
siempre se pueden encontrar algunas diferencias en compa- que se hace más visible en el caso del viajero: cuando repite
ración con cualquier otro ser humano (dicho sea de paso su viaje, entonces frecuentemente llega a la conclusión de
que la misma constatación de diferencias pasajeras o inva- que el extranjero ha cambiado; además puede ser más fácil
riantes de naturaleza física , psíquica y social depende am- para él que para quienes se quedaron en casa percibir su
pliamente de la cultura a la que pertenece el observador). propio tiempo de vida como transcurriendo.
Alteridad significa aquí un tipo particular de diferencia- Alteridad, pues, “capta” el fenómeno de lo humano de un
ción. Tiene que ver con la experiencia de lo extraño. Esta sen- modo especial. Nacida del contacto cultural y permanente-
sación puede referirse a paisajes y clima, plantas y animales, mente referida a él y remitiendo a él, constituye una apro-
formas y colores, olores y sonidos. Pero sólo la confrontación ximación completamente diferentes de todos los demás
con las hasta entonces desconocidas singularidades de otro intentos de captar y de comprender el fenómeno humano.
grupo humano –lengua, costumbres cotidianas, fiestas, cere- Es la categoría central de una pregunta antropológica especí-
monias religiosas o lo que sea– proporciona la experiencia de fica8. Contemplemos brevemente algunas de las caracterís-
lo ajeno, de lo extraño propiamente dicho; de allí luego tam- ticas más importantes de esta categoría, al mismo tiempo,
bién los elementos no humanos reciben su calidad caracterís- si es lícito decirlo así, total y dinámica.

7 Se usa aquí este compuesto para aproximarse al significado del término alemán “Heimat” que tiene importantes connotaciones en el habla popu-
lar, el romanticismo y la filosofía de Bloch, por ejemplo, y que supera lo que usualmente suele estar contenido en la palabra patria. Este último pue-
de complementarse mediante el significado de matria elaborado por L. González (1978) que se refiere a los aspectos menos marciales del terruño y
de la patria chica.
8 Podría decirse también, que es la perspectiva específica que elabora la antropología como disciplina científica (independientemente de formas pre
y extracientíficas) acerca de los fenómenos sociales; ésta la distingue de las demás ciencias sociales que se diferencian unas de las otras, como es bien
sabido, no por tratar fenómenos empíricos diferentes, sino por tener maneras diferentes de enfocar estos fenómenos empíricos.

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Introducción

Un ser humano reconocido en el sentido descrito como al conjunto de los fenómenos socioculturales, el cual com-
otro no es considerado con respecto a sus particularidades prende a ambas culturas.
altamente individuales y mucho menos con respecto a sus A pesar de que el hablar de los unos y los otros puede
propiedades “naturales” como tal, sino como miembro de inducir a un modo estático de ver las cosas (que se ha
una sociedad, como portador de una cultura, como here- condensado en los estereotipos que se pueden encontrar
dero de una tradición, como representante de una colecti- en todo el mundo acerca de los pueblos vecinos respec-
vidad, como nudo de una estructura comunicativa de larga tivos y hacia el cual parece tender desde hace mucho la
duración, como iniciado en un universo simbólico, como lógica cognitiva occidental), la categoría de la alteridad
introducido a una forma de vida diferente de otras –todo introduce por principio el proceso real de la historia hu-
esto significa también, como resultado y creador partícipe de mana. Pues, con el correr del tiempo se modifica el ser
un proceso histórico especifico, único e irrepetible. En otro observado y experimentado de los otros; después
esto no se trata de una sencilla suma de un ser humano y su de un cierto tiempo de recorrer el extranjero o de estadía
cultura o de una cultura y sus seres humanos. Al divisar a en él, la patria-matria ha cambiado y el regreso se con-
otro ser humano, al producto material, institucional o es- vierte en un nuevo inicio bajo condiciones modificadas;
piritual de una cultura o de un individuo-en-sociedad, la relación entre los conquistadores y los pueblos domi-
siempre entra al campo de visión en conjunto de la otra cul- nados se transforma en complejos procesos de acultura-
tura y cada elemento particular es contemplado dentro de ción e innovación así como de resistencia. La valoración
esta totalidad cultural –lo que no quiere decir que se trate de los otros y la disposición de afectiva hacia ellos igual-
de algo integrado sin tensiones– y, al mismo tiempo, con- mente acusan tales transformaciones, por más que éstas,
cebido como su parte integrante, elemento constitutivo y fuera de determinados momentos de crisis, no suelen
expresión. ser muy visibles.
Contemplar el fenómeno humano de esta manera en La alteridad tiene un alto precio: no es posible sin etno-
el marco de otras identidades colectivas, empero, no sig- centrismo. “Etnocentrismo es la condición humana de la
nifica verlo separado del mundo restante; al contrario, alteridad” (Lewis, 1976:13) y tan sólo él posibilita el con-
este procedimiento implica remitirse siempre a la perte- tacto cultural, la pregunta antropológica. Es la manera y la
nencia grupal propia. De este modo se refuerza y se enri- condición de posibilidad de poder aprehender al otro
quece la categoría de la alteridad a través de su mismo como otro propiamente y en el sentido descrito. Entre el
uso. Así, para el observador, para el viajero, incluso para grupo propio y el grupo extranjero existe, pues, una rela-
el lugarteniente, las situaciones del contacto cultural ción semejante a la que hay entre lo conocido y lo desco-
pueden convertirse en lugar para la ampliación y profun- nocido en el acto cognitivo, donde lo último es accesible
dización del conocimiento sobre sí mismo y su pa- casi siempre sólo a partir de lo primero. Ahora, es intere-
tria-matria, más precisamente, sobre sí mismo como sante ver cómo el contacto cultural igualmente puede re-
parte de su patria-matria y sobre su patria-matria como forzar y menguar el etnocentrismo; en esto, grado de dis-
resultado de la actuación humana, o sea, siempre también tancia y de cercanía, importancia de las diferencias y de los
de su propia actuación. aspectos considerados centrales juegan un papel, al igual
Mirando más de cerca, esta bipolaridad de grupo pro- que disposiciones históricamente prefiguradas hacia en-
pio y grupo extranjero que constantemente es incluida en capsulamiento o asimilación. La modernidad occidental
la perspectiva, se revela como tripolaridad –en caso de que muestra que en el interior de una sociedad se encuentran
esta formulación no evoque la imagen equivocada de una con respecto a todo esto bastantes tensiones –recuérdese
base común de un ser humano abstracto, que sólo “se ma- sólo la fascinación y el pavor que siempre provocaron los
nifiesta” en las dos formas culturales diferentes, que mera- pueblos y las culturas “orientales” en Europa o la imagen
mente “aparece” en las situaciones de contacto cultural; se ampliamente difundida de los indios norteamericanos,
trataría de una representación que tendría mucho en co- que en todas partes inspiraban miedo por su carácter gue-
mún con determinada idea sobre la relación entre sus- rrero supuestamente innato y que al mismo tiempo susci-
tancia y accidentes. Lo que tienen en común observadores taban admiración a causa de su inocencia presuntamente
y observados, cultura familiar y cultura extranjera no se natural.
encuentra, pues “en la base” o “encima” de las culturas, Finalmente, en esta presentación de la categoría alte-
sino en ellas mismas y en su interjuego. De ahí que en vez ridad hay que volver a recordar que los contactos cultu-
de hablar de bi y tripolaridad, sea más conveniente el con- rales nunca se dan en el espacio vacío, o sea, que no
cepto de una pertenencia dinámico dialéctica que remite pueden aislarse de la dinámica de la historia universal de

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Constructores de Otredad

los pueblos que comprende. Lo que aparece poco en el y misión, investigación en historia natural y aseguramien-
caso del cazador paleolítico, porque por la densidad demo- to militar de conquistas realizadas y planeadas, no deben
gráfica relativamente reducida, las áreas de caza y recolec- ser vistas , pues, como un “marco de condiciones” exterior
ción podían ser ampliadas casi siempre en varias direc- a los contactos de Europa con el resto del mundo, sino
ciones, se hace patente en el caso del viajero y más aún en como elementos de carácter constitutivo de éstos. Como
el del tipo imperial de organización social: los contactos tales llegaron a formar parte integrante de las formula-
culturales parecen haber sido casi siempre un producto co- ciones concretas de la pregunta antropológica y, de modo
lateral de otros procesos, que predisponían la configura- peculiar, de las ciencias antropológicas nacientes, al igual
ción y la utilización de la categoría alteridad y que en dado que los modelos de reflexión y las estructuras comunica-
caso trataban de aprovecharse de su uso. Cruzadas y co- tivas en cada caso existentes.
mercio con productos de lujo provenientes de lejos, emi-
gración y prestigio nacional, búsqueda de materias primas

Bibliografía

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50-57.

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Introducción

Las tres fuentes de la reflexión


etnológica1

Claude Lévi-Strauss

P arece obvio que la etnología disponga de plaza re-


servada en una compilación consagrada a las cien-
cias humanas. La etnología, en efecto, tiene por objeto de
tivos de figuras animadas o que éstas últimas, hechas con
materiales perecederos, sólo nos son conocidas a través de
las obras más recientes. La etnología puede, pues, por lo
estudio al hombre y en principio sólo se distingue de las que hace a su objeto, permanecer fiel a la tradición huma-
demás ciencias humanas por lo acusadamente alejado, en nista; no así por lo que se refiere a sus métodos, dado que
espacio y tiempo, de las formas de vida, pensamiento y la mayoría de las veces echa en falta los medios –textos y
actividad humana que trata de describir y analizar. ¿No monumentos– utilizados por aquélla. De esta forma, la et-
hacía otro tanto, con una simple diferencia de grado, el nología se ve constreñida a buscar nuevas perspectivas.
humanismo clásico al intentar reflexionar acerca del Ante la imposibilidad de seguir los procedimientos clá-
hombre desde aquellas civilizaciones diferentes a las del sicos de investigación, le es necesario valerse de todos los
observador, y de las que la literatura y los monumentos medios a su alcance: ya sea situándose, para ello, bien lejos
grecorromanos le mostraban el reflejo? Pues éstas consti- del hombre en su condición de ser pensante, como hacen
tuían, por aquel entonces, las civilizaciones más distantes la antropología física, la tecnología y la prehistoria, que
de entre aquellas a las que se podía tener acceso. Las hu- pretenden descubrir verdades sobre el hombre a partir de
manidades no clásicas han intentado extender el campo los huesos y las secreciones o partir de los utensilios cons-
de acción, y la etnología, desde este punto de vista, no ha truidos; ya sea, por el contrario, situándose mucho más
hecho sino prolongar hasta sus límites últimos el tipo de cerca de lo que están el historiador o el filólogo, lo que
curiosidad y actitud mental cuya orientación no se ha acontece cuando el etnógrafo (es decir, el observador de
modificado desde el Renacimiento, y que sólo en la ob- campo) trata de identificarse con el grupo cuya manera de
servación y en la reflexión etnológicas encuentra definiti- vivir comparte. Siempre forzado a permanecer en el
vo cumplimiento. De esta manera, la etnología aparece aquende o en el allende del humanismo tradicional, el et-
como la forma reciente del humanismo, adaptando éste a nólogo, haciendo de la necesidad virtud, llega sin quererlo
las condiciones del mundo finito en que se ha convertido a dotar a éste de instrumentos que no dependen necesaria-
el globo terrestre en el siglo XX: siglo a partir del cual de mente de las ciencias humanas, y que han sido a menudo
hecho, y no sólo de derecho, como antes, nada humano tomados a préstamo de las ciencias naturales y exactas, por
puede ser ajeno al hombre. un lado y, de las ciencias sociales, por otro. La originalidad
Sin embargo, la diferencia de grado no es tan simple, de la etnología reside precisamente en el hecho de que
pues va unida a una transformación obligatoria de los mé- siendo, como es, por hipótesis una ciencia humana, no
todos a emplear. Las sociedades de las que se ocupa el et- puede, sin embargo, permitir que se la aísle de las ciencias
nólogo, si bien tan humanas como cualesquiera otras, di- naturales y sociales con las que varios de sus propios mé-
fieren, sin embargo, de las estudiadas por las humanidades todos mantienen tantas cosas en común. Desde este punto
clásicas u orientales, en que en su mayor parte no conocen de vista, la etnología no sólo transforma el humanismo
la escritura; y en que, varias de entre ellas poseen bien cuantitativamente hablando (incorporándole un número
pocos, por no decir ninguno, monumentos representa- cada vez mayor de civilizaciones) sino también cualitativa-

1 Llobera, J. (ed.), La antropología como ciencia, Anagrama, Barcelona, 1988. Reproducido en: http://www.geocities.com/latrinchera2000/articu-
los/claude.html

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