La Nueva Triada Del Aprender (Autoguardado)
La Nueva Triada Del Aprender (Autoguardado)
La Nueva Triada Del Aprender (Autoguardado)
A raíz de la pandemia que nos ha tocado vivir, desde el ámbito educativo nos vimos en
la necesidad como estrategia, para combatir al coronavirus, trasladar las “escuelas en
casa”, dando origen a tres campos de acciones principales: el despliegue de
modalidades de aprendizajes a distancia; mediante la utilización de formatos y
plataformas (con o sin uso de tecnología); el apoyo y movilización del personal y las
comunidades educativas, y la atención a la salud y el bienestar integral de las y los
estudiantes.
Ante esta situación muchas familias tuvieron que enfrentarse a nuevos desafíos,
teniendo que acompañar a sus niños y niñas en sus aprendizajes, desde su propio hogar.
Hoy las familias cumplen un rol protagónico en el acompañamiento de las tareas
escolares de sus hijos.
Estos nuevos desafíos les ha llevado a enfrentarse a un abanico de inquietudes como
por ejemplo “¿Cómo ayudar a sus niños en sus aprendizaje sin frustrarlos?”, “¿Qué
hacer cuando la paciencia se agota?”, “¿Cómo motivarlo en el momento de realizar la
tarea?”, “¿Cómo se si mi hijo aprende?”, entre otros.
Estas situaciones han producido un aumento de estrés, añadido al propio encierro, la
dependencia del estudiante, lejos de progresar en la autonomía e iniciativa personales de
sus aprendizajes, generando en ocasiones aburrimiento y desinterés a la hora de
aprender.
Por esa razón es bueno preguntarnos qué, cómo y para qué han aprendido las niñas y los
niños en este tiempo de confinamiento social. Y cuando hablo de que aprendieron, no
me refiero a los aprendizajes académicos, sino a toda la experiencia que han acumulado
en el ámbito relacional, de reparto de tareas del hogar, que experiencias emocionales
tuvieron, como atravesaron las situaciones de pérdidas y cambios, todos estos son
aprendizajes. Necesitamos aprovechar toda la experiencia que estamos viviendo.
Debemos preguntarnos como sociedad, educadores y familia, ¿Qué es aprender?, en
este nuevo contexto de confinamiento social, ¿Quiénes enseñan y quienes aprenden?,
¿Podemos seguir hablando de estudiantes, o debemos empezar hablar de aprendientes
y enseñantes?, porque no solo aprenden las niñas y los niños sino también la familia, el
adulto responsable en ese nuevo espacio de aprendizaje, debe aprender a ¿cómo
enseñar? y para eso es importante conocer ¿Cómo aprende esa niña y/o ese niño?
Por esta razón debemos repensar el aprender desde una nueva triada conformada por
familia, educación y escuela, tenemos que empezar a reconstruir el “puente” que une a
la familia con la escuela. Es a través de la educación que se hace posible la
reconstrucción de ese “puente”, que permitirá dar lugar al aprendizaje.
Debemos romper con el paradigma de que el aprendizaje se logra con la realización de
las tareas escolares, siguiendo los patrones propios de los libros, con la repetición de
contenidos, con la idea de que los niños aprenden de forma solitaria, sin desprenderse
del cuadernos y los lápices, con la necesidad de mantenerse sentados y quietos,
realizando el menos ruido posible, y sobre todo con la idea de que lo que no se ve no
existe, cuando el verdadero motor de nuestros aprendizajes son las emociones, que
están presentes en cada sujeto, en cada aprendiente y en cada enseñante, tal como lo dijo
El Principito “lo esencial es invisible a los ojos”.
Otra de las cuestiones sobre las cuales tenemos que reflexionar es acerca del uso de la
tecnología. Hemos vividos a lo largo de esta pandemia la enorme dificultad en
implementar los saberes tecnológicos por el escaso nivel de conocimiento que cada
familia tenía o tiene sobre los diferentes aparatos tecnológicos, pero también hemos
visto cómo emergía la creatividad y se forzaba la imaginación, propia de las situaciones
críticas, en muchos casos ha ocurrido que los mismos aprendientes se han convertidos
en enseñantes de sus propios adultos, ya sean padres, tíos, abuelos, o hermano/as
mayores, ya que muchos de ellos no tienen un buen nivel de conocimiento sobre el uso
de los aparatos tecnológicos , y son los propios “estudiantes” quienes se han convertidos
en orientadores de estos aprendizajes.
Claramente está siendo un tiempo de cambios profundos y de muchos cuestionamiento
sobre esta nueva forma de aprender, hay prácticas que probablemente se queden atrás,
otras que se seguirán manteniendo, y algunas serán transformadas. Las propias
percepciones que están teniendo, los niños y adolescentes, las familias que hoy están
cumpliendo un rol protagónico en los aprendizajes educativos de sus hijos, como así
también los propios actores institucionales (docentes, equipos directivos, entre otros)
harán cambiar la mirada sobre estos nuevos procesos de aprender. Algunos han vistos
que pueden aprender sin asistir a la escuela, o sin tener que escuchar una clase
magistral, otros se estarán preguntando si realmente están aprendiendo, como así
también las familias están descubriendo nuevas formas de relacionarse con sus hijos a
través de distintos espacios de enseñanza-aprendizaje. Está siendo un tiempo de
aprendizaje para todo/as, y debemos aprovecharlo.
Lo esencial ante toda esta situación, es que tomemos conciencia de la necesidad de
darnos espacios de meta-aprendizaje, de prever y estructurar tiempos y espacios a la
hora de realizar las actividades escolares con nuestros niños y jóvenes, de reconstruir el
puente entre familia, educación y escuela.
Cuando hablo de meta-aprendizaje me refiero a darnos espacios para autoevaluar los
propios procesos mentales mientras nuestros aprendientes asimilan nuevos
conocimientos, para así poder seleccionar las estrategias cognitivas más adecuadas para
un aprendizaje eficiente.
Para lograr alcanzar este espacio, necesitamos saber ¿Cómo aprenden nuestros niños y
jóvenes?, ¿Qué es aprender?, ¿Qué factores intervienen en el aprendizaje?, de esta
forma podremos conocer ¿Por qué no aprenden nuestros niños y jóvenes?, ¿Qué
podemos hacer ante esta situación?
Debemos lograr entre todos, familia y escuela, que el aprendiente pueda hacer
consciente como aprende, como planifica y de cómo lleva a cabo su aprendizaje.
¿Qué es Aprender?
El verbo aprender posee la misma raíz latina que “aprehender”: tomar, atrapar,
consolidar. Podríamos decir que Aprender, es atrapar con el pensamiento, es decir
llevarse una porción de la realidad, y transformarla en un conjunto de conocimientos
útiles y explotables.
Seguramente se preguntarán, ¿cómo un niño o una niña, y/o un adolescente logran
aprender o aprehenderse de un conocimiento, o atrapar con el pensamiento una porción
de la realidad?
Para poder responder a esta pregunta, me voy a remitir a un sencillo ejemplo, tomado
por la querida “Alicia Fernández”, para definir ¿Qué es aprender?, y para que la familia
puedan ubicarse, desde el lugar de enseñante.
Este ejemplo nos deja claro, que en todo “aprender” necesitamos siempre de un
enseñante y un aprendiente, ambos están superpuestos. Para que Lucia pueda explicar
que es aprender necesito recurrir primero a “quien enseña”, en este caso debemos tener
en cuenta cual es la característica y posición que toma el enseñante.
En este enseñar, a andar en bici, podemos observar que intervienen varios aspectos
importantes, en primer lugar como se “pensaba” el enseñante (papá de Lucia) a sí
mismo, la confianza que en él tenía para poder enseñar, la importancia que daba a lo
enseñado, la confianza que en ella depositaba en relación con lo que iba a poder
aprender, la alegría y el placer que a él le proporcionaba el estar con su hija haciendo
aquello.
Esta modalidad de enseñanza que adquiere el papá, favorece y promueve el aprender
de Lucia, no solo le enseña a como andar en bicicleta si no también se abre un campo de
diferencias donde se sitúa el placer de aprender. El enseñante entrega algo, no solo
contenido si no también la confianza en el aprendiente, pero para poder apropiarse de
ello, este necesita inventarlo de nuevo, es decir transformar ese conocimiento en algo
útil y aprovechable.
¿Quiénes enseñan?
Enseñantes son los padres, hermanos, los tíos, los abuelos y demás integrantes de la
familia, así como docentes y compañero/as de la escuela.
Ser enseñante significa sobre todo, crear un espacio para aprender, en este espacio se
ponen en juego, dos trabajos simultáneos:
Espacio de aprendizaje
Construcción de Construcción de sí
conocimientos mismo, como sujeto
creativo y pensante
Los padres, al ser los primeros enseñantes pueden nutrir y producir en sus hijo/as esos
espacios donde el aprender es constructor de autoría de pensamiento, o bien perturbarlo
hasta destruirlo.
Retomando el ejemplo anterior, el padre de Lucia necesitaba creer y querer que su hija
aprendiera a andar en bicicleta y desde allí se creaban las condiciones para que ella
pudiera andar en bicicleta y él enseñar. Esto muestra que un enseñante es alguien que
cree y quiere que el aprendiente aprenda.
De esta forma los verbos querer y creer se interrelacionan con otro: crear.
Confianza
Creer Querer
Crear
Si un niño o niña aprende a caminar, no es porque tenga piernas, sino porque los padres
Aprender
desean que camine y los considera capaces de caminar.
De esta forma estamos enseñando a caminar a los hijos, lo cual implica que nuestros
niños en algún momento dejaran de necesitarnos, ya sea para que los carguemos, para
continuar promoviendo el aprender.
Se enseña desde el lugar de padres y esto es prioritario, acompañamos, orientamos,
sostenemos, pero el niño o la niña aprenden solo, lo cual no quiere decir que aprende en
solitario. En esta aparente paradoja está la clave de todo proceso saludable.
A través de este proceso de diferenciación, que se hace presente en todo aprender,
vamos reconociendo que el aprendiente no nos necesita más, esto da lugar a la
autonomía en el aprendizaje, del cual hablare más adelante.
El Deseo y el Aprender
Retomando el ejemplo de Lucia, lo primero que ella recuerda, cuando tiene que definir
el aprender, es “su ganas de andar en bicicleta”. El desear, la energía deseante no es solo
lo que impulsa a Lucia a aprender, sino también es el terreno donde se nutre ese
aprendizaje.
De esta manera el andar en bicicleta, así como el caminar, el escribir y los demás
conocimientos requieren de un aprendizaje que se nutre por el deseo o las ganas de…
¿Cuál es el plus que el aprender otorga? Es el placer de dominar…la bicicleta,
instrumento –lápiz- escritura- conocimiento, tiene que ver con el placer de dirigir, de
autonomía, es decir de apropiarse por su autoría productiva.
En todo aprender siempre debe intervenir el cuerpo y el deseo, es el niño, la niña y/o el
adolescente quien debe ser protagonista de sus propios aprendizajes.
La primera experiencia de la autoría es el jugar. Algo que se hace sin la demanda del
otro y sin la exigencia de la necesidad. Nace en esa zona intermedia, que no es ni
interior, ni exterior y a su vez la crea.
Es en el juego, y solo en él, donde el niño o la niña y el adulto pueden crear y usar toda
la personalidad, y el sujeto descubre su persona cuando se muestra creador. El jugar es
un espacio inagotable que nos lleva a poner en movimiento nuestro archivo imaginario,
receptor de imágenes, sensaciones y metáforas, que se conservan y se desarrolla cuando
algo de a actualidad los convoca, para manifestar alegría, para pensar el dolor, para
imaginar el futuro.
Al jugar, un fragmento del espacio, el tiempo y de la condición de los objetos se
suspende para ser cargados de otros valores, y este procedimiento de transformación es
una clave en el proceso creativo del jugar. De esta forma el jugar nos permite crear la
experiencia de tomar la realidad del objeto para transformarla o, bien de transformar la
realidad aceptando los límites que nos impone. Es allí donde nace el pensamiento
tratando de resolver ese desafío.
El jugar es la acción en que los niños ordenan a sus padres. Ordenan en un doble
sentido: por un lado, ordenan los sentimientos, a veces ambiguos que sienten en relación
a sus progenitores; por otro lado, en relación con la acción de mandar, de dar órdenes.
En el juego se despliega sentimientos de amor y hostilidad, emociones a veces
contradictorias, que pueden formar parte de sentimientos caóticos y ambivalentes, pero
que necesitan ser elaborados y manifestados a través de este espacio transicional.
El Adulto y el Jugar.
La base del jugar se producen en los primeros años de vida con la presencia, constancia
y en cercanía del adulto. Es el adulto quien introduce el jugar en la vida del niño, lo
pone en situación lúdica. Para que esto sea posible, el adulto debe estar posicionado en
un actitud lúdica, con esto quiero decir, debe estar dispuesto a generar un espacio de
juego en el cual se instala y desarrolla el jugar. Esta actitud constituye así la base sobre
la cual el juego es posible.
El termino juego se utiliza como modelo de acuerdo, es decir que hacer juego implica
un acuerdo, una articulación.
En el juego adulto-niño, cuando se trata de competir, confrontar, perseguir, las reglas,
de juego tienen que estar de acuerdo con las posibilidades de cada uno.
Si se trata de un juego de competencia, siempre resulta de utilidad que la
reglamentación contemple la asimetría de los cuerpos y las diferencias en cuanto a
experiencias y habilidad.
En la primera infancia, al jugar con la niña o el niño, el adulto suele acomodar las
formas para que el jugar fluya sin mayores inconvenientes, previniendo actividades en
las que, ante la aparición de una confrontación, se disminuyan las fuerzas, las
habilidades y se equiparen las alturas, poniéndose en el nivel del niño.
En cambio, en la segunda infancia, cuando el niño entra en la escolaridad primaria (6
a12 años), los juegos de confrontación y persecución se hacen más frecuentes. En estos
casos es necesario recordar que, por ser distintos adulto y niño, las reglas y las formas
lúdicas deben seguir contemplando esas diferencias. Como por ejemplo explicándole al
niño/a, que como hay diferencia entre ambos (edad, altura, experiencias, etc.), es
necesario tener reglas distintas.
Familia y Autoría de Pensamiento
Existen 4 pilares del aprendizaje que son indispensables para las construcciones
mentales que realizan las personas, si solo uno de estos pilares falta o es inestable, todo
el edificio tambalea.
Cada vez que necesitamos aprender, y aprender rápido, podemos confiar en ellos para
optimizar los esfuerzos. Estos pilares son:
1. La atención, que amplifica la información sobe lo que nos concentramos.
2. El compromiso activo, un algoritmo que llamamos también “curiosidad” y
que incita al cerebro a evaluar constantemente nuevas hipótesis.
3. La revisión partir del error, que compara las predicciones con la realidad y
corrige los modelos que elaboramos acerca del mundo.
4. La consolidación, que automatiza y vuelve fluido lo que aprendimos,
especialmente durante el sueño.
La Atención y su Desarrollo
La atención es el primer pilar del aprendizaje, que pone el foco en determinadas zonas
del objeto de conocimiento.
El niño, desde sus primeros días de vida, recibe multitud de estímulos que provienen del
medio a través de los sentidos.
En la etapa infantil, el niño comienza a dominar la atención voluntaria, en parte gracias
a la acción mediadora del adulto quien orienta, organiza y dirige la atención del niño a
través de actividades y acciones que le sean llamativas. Por ello, la atención voluntaria
es propiciada por la acción del adulto, sobre todo a través del juego y las actividades
propuestas, fomentando que mantenga la atención a un buen nivel.
Cuando los niños son pequeños les resulta difícil concentrarse mucho tiempo en una
actividad, por ello pocas veces logran ocuparse de una misma tarea durante un tiempo
prolongado. Poco a poco, aumentarán el tiempo de su interés por algo y dirigirán su
atención hacia el objeto que le genera interés, a guiarla conscientemente y a mantenerla
dirigida hacia el centro de su atención, siendo esta cada vez más concentrada y estable.
De esta forma el aprendiente llegará con posterioridad a guiar la atención por sí misma.
En el segundo año de vida, la atención se hace más selectiva. Los niños de 3 y 4 años
pueden jugar a un mismo juego durante 30 a 50 minutos, mientras que a los 5 o 6 años
la duración del juego aumenta hasta hora y media. La niña y/o el niño van aumentando
su nivel de atención, sobre todo cuando observa láminas ilustradas, escucha cuentos,
etc. De esta manera, el tiempo de permanencia en la contemplación de una lámina
aumenta mucho al final de la etapa infantil. Sin embargo un niño de 6 años no sólo
permanece más tiempo que uno de 3 años sobre una lámina sino que la capta mejor,
destacando más detalles en ella.
A lo largo de la infancia aumenta notablemente el uso del lenguaje para organizar la
atención. Al principio, los adultos organizan la atención del niño para mediante
indicaciones verbales, recordatorios y explicaciones. Más tarde, el niño o la niña,
comienza por si solo a nombrar por si solo los objetos sobre los que debe prestar
atención para lograr el resultado deseado. Esto se manifiesta por ejemplo, por el hecho
de que a las horas de cumplir las tareas siguiendo las instrucciones del adulto , los niños
de 5 a 6 años se ponen de acuerdo en lo que van a hacer con una frecuencia de diez o
doce veces mayor que los niños de 4 a 5 años.
De esta forma, la atención voluntaria se forma a lo largo de la etapa infantil en relación
con el aumento general del papel del lenguaje en la regulación de la conducta del niño.
A medida que se desarrolla la función planificadora del lenguaje, la niña o el niño es
capaz de organizar previamente su atención en relación a las condiciones de la actividad
a realizar, expresar verbalmente hacia que se debe orientar.
En síntesis, la atención se desarrolla durante la infancia y adolescencia, se dirige hacia
estímulos relevantes y se hace cada vez más flexible. A su vez, las habilidades
cognitivas maduran y se vuelven más eficientes siendo el lenguaje el principal regulador
de la atención cuando el niño es mayor ya que organiza la atención y la motivación
incide sobre la dirección y la estabilidad de la atención.
Cada aprendiente debe aprender a prestar atención, y también los enseñantes deben
prestar más atención a la atención. Si los aprendientes no atienden a la información
correcta, es muy poco probable que aprendan algo.
Por ello el enseñante debe canalizar y cautivar constantemente la atención de quienes
aprenden para guiarles hacia el objeto de conocimiento.
La atención desempeña un papel tan crucial en la selección de información relevante
que está presente en muchos circuitos diferentes en el cerebro.
Se diferencia al menos tres sistemas de atención principales:
1) El alerta, que indica cuándo prestar atención y adapta nuestro nivel de vigilancia.
2) La orientación de la atención, que muestra a qué prestar atención y amplifica cada
objeto de interés.
3) El control ejecutivo, que decide cómo procesar la información a la que atendemos:
selecciona los procesos que son apropiados para determinada tarea y controla su
ejecución.
Cada uno de estos sistemas puede tanto facilitar el aprendizaje como también orientarlo
en la dirección equivocada.
1. Alerta: el cerebro sabe cuándo prestar atención.
El primer sistema atencional, dice cuando prestar atención. Envía señales de advertencia
que movilizan todo el organismo en caso de que la circunstancia lo exija. Por ejemplo si
nos invaden una emoción fuerte, una serie de núcleos subcorticales decide de
inmediato aumentar la vigilia y la vigilancia de la corteza ordena la liberación masiva
y difusa de neuro modulares como la serotonina, la acetilcolina y la dopamina.
El segundo sistema atencional del cerebro decide a qué le prestamos atención. Como
un poderoso reflector enfocado en el mundo exterior, este sistema de orientación
selecciona, entre los millones de estímulos que nos bombardean, aquello a que
adjudicarle recursos mentales, porque evaluamos que es algo urgente, peligroso,
atractivo o simplemente relevante para nuestros objetivos actuales.
La atención selectiva actúa en todos los ámbitos sensoriales, incluso en los más
abstractos. Por ejemplo: podemos orientar la atención a los sonidos que nos rodean, o
en la visión, la orientación de la atención, solemos mover la cabeza y los ojos hacia lo
que nos atrae. Cualquier representación en nuestro cerebro puede convertirse en el
foco de atención.
La orientación de la atención amplifica aquello que está en su foco. Prestar atención
implica elegir que elementos se pasarán por alto.
Orientar la atención supone elegir, filtrar. Esta atención selectiva amplifica la señal
seleccionada, pero también reduce drásticamente aquello que se consideren
irrelevantes.
Cuando enseñamos, tendemos a olvidar que significa “no saber”. Pensamos que todo
el mundo puede ver aquello que vemos. Eso causa que a menudo nos cueste entender
porque, aun con las mejores intenciones, un niño no puede ver, en el sentido más
literal del término, lo que estamos tratando de enseñarles. Sin embargo, queda claro
que para ver hay que prestar atención. Si los estudiantes están distraídos o no
comprenden a qué deben prestar atención, permanecen por completo ajenos al
mensaje de su enseñante, simplemente no lo ven y lo que no se ve, no puede
aprenderse.
La atención es un elemento clave para el éxito del aprendizaje. Una buena enseñanza
requiere atención permanente a la atención de los niños y las niñas.
El control ejecutivo funciona como un panel de madno: orienta, dirige y gobierna los
procesos cerebrales. Forma parte del ssitema atencional porque el alerta y la
orientación, elige entre las operaciones mentales disponibles las más adecuada para
tratar la informacion. Asi , la atencion espacial y la atencion ejecutiva se
compplementan.
Hay un vinculo estrecho entre el control ejecutivo y lo que llamamos “memoria de
trabajo”
La atención ejecutiva
controla las entradas y las
salidas de lo que se denomina
“espacio de trabajo
neuronal global”; una memoria
temporaria consciente, en
la cual se puede ingresar casi
cualquier información que nos parezca pertinente.
“Valentina usa veintes lápices, esto es, cinco más que Javier. ¿Cuántos lápices usa
Javier?
¿Quién no sintió la necesidad de luchar contra el impulso de sumar las dos cifras? El
enunciado del problema emplea la palabra “más” cuando es necesario restar; es una
trampa en la cual caen muchos niños, antes de lograr autocontrol y reflexionar con
mayor profundidad sobre el sentido de un problema matemático o de lógica en busca
de seleccionar la operación aritmética que corresponde.
Dado que ese sistema interviene en tareas cognitivas muy diversas, numerosas
actividades educativas, incluidas las más lúdicas, desarrollan el control ejecutivo.
Desde la edad más temprana, el niño o la niña sigue al adulto con la mirada y mira su
rostro. Presta atención a la región de los ojos de las personas con las cuales interactúa.
Tan pronto como se le dice algo, su primer reflejo no es explorar la escena, sino cruzar
la mirada de la persona que le habla. Recién cuando hay contacto visual, el niño o la
niña se vuelve en la dirección que examina el adulto. Esta capacidad de compartir
socialmente la atención, que denominamos “atención compartida”, determina lo que
el niño o la niña aprende.
Padres, madres, docentes es primordial tener en cuenta que “la actitud y la mirada
cambian por completo el mensaje que reciben cada niño y niña. Captar su atención
con el contacto visual y verbal garantiza que compartirán su atención y multiplicará
por igual las posibilidades de que retengan la información que ustedes buscan
transmitirles”.
EL Compromiso Activo
Una de las bases del compromiso activo es la curiosidad, el deseo de aprender, la sed
de conocimiento. Estimular la curiosidad del niño significa haber garantizado ya la
mitad del aprendizaje. Una vez que su atención se moviliza y su mente está en busca
de una explicación, solo nos queda guiarlo hacia el objetivo. Desde el jardín de
infantes, los estudiantes más curiosos son quienes tienen mejores resultados en
lectura y matemáticas. Es así que, lograr mantener la curiosidad de los niños, es uno de
los factores clave de una educación exitosa.
¿De qué hablamos, cuando hablamos de curiosidad?
La curiosidad está presente desde la edad más temprana y forma parte integral de
nuestra biología de seres humanos neuronales; es uno de los ingredientes de nuestro
algoritmo de aprendizaje.
La curiosidad es un recurso fundamental del organismo: una fuerza propulsora que nos
hace reaccionar, al igual que el hambre, la sed, la necesidad de seguridad o el deseo de
reproducirnos. La curiosidad está motivada por un valor inmaterial, que es la
adquisición de información nueva, en el cerebro humano el descubrimiento de esta
información conlleva su propia recompensa: activa el circuito de la dopamina. El
simple hecho de reír mientras aprendemos, aumenta la curiosidad y mejora la
memoria.
La curiosidad nos guía hacia lo que nos parece que podemos aprender, mientras que
nos aleja de aquello que ya sabemos, o de las áreas que, según dicta nuestra
experiencia, ya nada tienen para enseñarnos.
La curiosidad no orienta hacia ámbitos nuevos y accesibles, sin embargo esta atracción
cambia a cada instante. A medida que los dominamos, perdemos interés en los objetos
que nos parecían atractivos, y orientamos la curiosidad hacia otros desafíos
novedosos.
La Metacognición y la Curiosidad.
Para despertar la curiosidad, una persona debe ser consciente de lo que no sabe, y
quizás también de su velocidad de aprendizaje. En otras palabras, desde muy
temprana edad, la persona debe poseer facultades que son conocidas, como
“metacognitivas”. La metacognicion es la conocimiento sobre el conocimiento, vale
decir, el conjunto de sistemas que supervisan los aprendizajes y evalúan todo el
tiempo qué sabemos y qué no, si nos equivocamos o no, si somos rápidos o lentos, en
si todo lo que conocemos sobre nuestra propia mente.
La metacognicion desempeña un papel determinante en la curiosidad. Ser curioso es
querer saber, y eso supone también saber lo que todavía ignoramos.