Barbini Bernarda Cruz Gonzalo Roldán Nadia Cacciutto Mariangel
Barbini Bernarda Cruz Gonzalo Roldán Nadia Cacciutto Mariangel
Barbini Bernarda Cruz Gonzalo Roldán Nadia Cacciutto Mariangel
Barbini Bernarda
Cruz Gonzalo
Roldán Nadia
Cacciutto Mariangel
1. Introducción
De este modo, es posible distinguir una primera etapa de desarrollo y expansión del
turismo masivo de sol y playa, en correspondencia con un modelo de desarrollo
modernizador según el cual era necesario que los países menos favorecidos transformen
sus economías a partir de la incorporación de actividades industriales y del sector
terciario, superando de esta manera el subdesarrollo. Bajo este paradigma, el turismo
visto como industria sin chimeneas fue incorporado a la economía de los países como
panacea.
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economías habían sido sobrevalorados, por lo que era necesario buscar la causa del
subdesarrollo en las relaciones históricas complejas entre países dominantes y
dominados. En la literatura científica referida al turismo, esto implicó una crítica hacia
los impactos negativos provocados por el modelo masivo.
No obstante, con el correr del tiempo comenzó a observarse que tales teorías, más allá
de sus diferencias, se vinculaban a una visión clásica del desarrollo, al poseer rasgos
comunes como el universalismo, el racionalismo, el centralismo, el economicismo y el
elitismo surgiendo un cambio de perspectiva que incorpora al concepto de desarrollo
nuevos aspectos de tipo cualitativo, hasta el momento no tenidos en cuenta,
relacionados con la cultura, la sociedad y el medioambiente. De este modo se
conforman las visiones alternativas del desarrollo.
En este contexto, hacia fines del siglo XX surgen modalidades alternativas de turismo,
en oposición al turismo de masas, tales como el ecoturismo, difundido en el marco de la
teoría del desarrollo sustentable. También en este mismo período, el concepto desarrollo
adquiere la acepción de local, cobrando importancia la endogeneidad de las iniciativas
de desarrollo turístico y la participación de los actores locales.
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Así, el desarrollo es concebido como un proceso lógico, racional, evolutivo, abstraído
del contexto político, institucional y cultural local, por lo que la planificación se
interpreta como racional y universal, proveyendo recetas sin considerar diversidades.
Sin embargo, al indagar sobre las transformaciones que ha sufrido el pensamiento sobre
desarrollo a lo largo del tiempo, puede observarse que su interpretación avanza en
términos de los intangibles del desarrollo, otorgando valor a la dimensión subjetiva y
relacional. De este modo, se hace posible el análisis de los procesos de desarrollo más
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allá de los aspectos estructurales, ofreciendo una comprensión más integral de las
capacidades endógenas.
Así, puede apreciarse un cambio desde las perspectivas que entienden el desarrollo
como proceso inducido por factores productivos (capital, inversión, infraestructura,
tecnología); hacia aquellas que conciben el desarrollo como conjunto de capacidades
ligadas al potencial organizativo y emprendedor de los agentes locales que,
expresado en las nociones de sinergias y redes, complementa los componentes
materiales y caracteriza el estilo de desarrollo de cada sociedad (Madoery, 2008).
Cuando los países en vías de desarrollo optaron por el turismo, asumieron un alto grado
de integración en la economía mundial, siendo las condiciones de su desarrollo y las
consecuencias económicas y políticas acaecidas, controversiales y divergentes. Es así
como en la década de los ’70 y ’80, el turismo entró en los debates sobre la economía
del desarrollo, teniendo como marco los enfoques divergentes de modernización y
dependencia (Clancy, 1999).
Teniendo en cuenta lo anterior, esta teoría se vincula con el paradigma evolucionista del
desarrollo, según el cual este implica un conjunto de etapas las cuales es necesario
transitar para llegar a un final previamente determinado. Según este paradigma, existe
una dinámica evolutiva positiva que se dirige al progreso, la cual puede recibir frenos de
aquellas tradiciones locales que se oponen a esta dinámica. De esta manera se parte de
lo tradicional, visto como lo negativo a superar y se va hacia un objetivo, es decir, la
modernidad (Gallicchio, 2002).
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Los partidarios de esta teoría también lo eran de las ideas del liberalismo económico y
consideraban que las relaciones norte – sur eran benignas y hasta beneficiosas. A su
vez, se consideraba al Estado como un actor principal, el cual actuaba través de la
creación de agencias de desarrollo, la promoción de la inversión en tecnología y la
necesidad de expandir mercados internos. En cuanto a los actores locales, estos no
desempeñaban ningún rol y eran vistos más que nada como un freno al desarrollo,
siendo su función el acatamiento de las demandas del crecimiento económico.
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carácter de colonias, por lo que éste se produjo cuando el capitalismo integró en un
mismo mercado, economías con diferentes sistemas productivos, generando relaciones
de dependencia y dominación.
Es por eso que la noción de dependencia alude a las condiciones del sistema económico
y político internas de cada país que hacen que el modo de integración de las economías
nacionales al mercado suponga formas distintas de interrelación de los grupos sociales
entre sí y con grupos externos.
Bajo el paradigma clásico del desarrollo, a mediados del siglo XX, el turismo era
considerado un factor clave para propulsar el desarrollo de aquellos países considerados
subdesarrollados, es así como organismos internacionales tales como el Banco
Mundial, la Organización de las Naciones Unidas o la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) comenzaron a fomentar las bondades de esta
industria sin chimeneas, dadas por un importante ingreso de divisas, la generación de
numerosos puestos de empleo directo e indirecto, el surgimiento de nuevas inversiones
y la modernización de las sociedades, entre otros beneficios.
Es así como gran cantidad de países, entre ellos España, México, y las Antillas
apostaron al turismo para alcanzar el desarrollo, realizando cuantiosas y costosas
inversiones, impulsados por empresas multinacionales, especuladores del suelo y
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políticos encantados, sin realizar ningún tipo de estudio de planificación previo para
medir posibles impactos.
Sin embargo, el tiempo evidenciaría impactos de tipo social y cultural que no fueron
considerados y que pusieron en duda la afirmación del turismo como panacea. Estos
efectos colaterales fueron denunciados en un informe denominado “Turismo ¿Pasaporte
al Desarrollo?” (De Kadt, 1979), el cual abrió camino a una nueva serie de estudios
críticos acerca de la actividad turística.
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consideraba que los efectos positivos del turismo habían sido sobrevalorados y que la
comprensión de la economía del turismo requería de su contextualización en las
relaciones complejas de tipo histórico, económico y político, que involucraban regiones,
países y clases (Clancy, 1999).
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En definitiva, en la búsqueda de la sostenibilidad es preciso integrar las diferentes
dimensiones considerando la articulación de los criterios que abordan el desarrollo,
teniendo en cuenta simultáneamente aspectos globales y locales, y ampliar el horizonte
temporal y espacial para propiciar una adaptación a la necesidad de equidad
intergeneracional e intrageneracional (Gallopín, 2003).
Por otro lado, según plantean Salinas Chávez y Osorio (2006), luego de la presentación
del mencionado informe y la aprobación de la Agenda 21 en la Cumbre de Río de 1992
se ha profundizado en la definición del concepto y se han desarrollado pautas para su
aplicación en las políticas de gestión alcanzando gran repercusión en las decisiones a
nivel global. Sin embargo la popularidad del concepto no implicó necesariamente un
consenso en cuanto a su definición ya que se han generado diversas interpretaciones de
acuerdo a la base teórica a partir de la cual se aborda la temática.
Por su parte Bertoni (2008) hace referencia a tal circunstancia haciendo hincapié en la
incapacidad para alcanzar un único sentido conceptual y práctico en la aplicación
concreta del concepto de sostenibilidad, advirtiendo de este modo, la falta de
unificación en las vías de transición a la sostenibilidad y destacando la existencia de
diferentes formas de apropiación según los intereses predominantes.
Con el propósito de sistematizar las diferentes posturas a partir de las cuales se aborda
la sostenibilidad y el desarrollo sostenible, Gallopín (2003) identifica tres puntos de
vista alternativos susceptibles de ser caracterizados según su tendencia a privilegiar
determinados aspectos o dimensiones, a saber: la sostenibilidad del sistema humano
únicamente, la sostenibilidad del sistema ecológico principalmente y finalmente la
sostenibilidad del sistema socio-ecológico total.
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la existencia de un vínculo estrecho entre la sociedad y la naturaleza, configurándose de
esta forma, como la única opción que tiene sentido procurar alcanzar.
Estos enfoques resultan relacionables con los tipos de sostenibilidad planteados por
Pearce y Turner (1993) en los que de acuerdo a la valoración de los distintos tipos de
capital, la sostenibilidad adquiere el calificativo de débil o fuerte. Así, en el primero de
los casos, el ambiente se constituye solo como otra de las formas de capital junto con el
capital humano y el capital hecho por el hombre (Chavarro y Quintero, 2005). Aquí la
sostenibilidad implica dejar a las generaciones futuras un capital no menor al actual
siendo el capital natural sustituible por cualquiera de los otros.
Ahora bien, al relacionar estos conceptos con los tipos de sostenibilidad previamente
establecidos es preciso indicar que la sostenibilidad del sistema humano únicamente, es
considerada débil ya que relega al capital natural a un segundo plano incorporándolo
como un factor sustituible. Sin embargo la sostenibilidad del sistema ecológico
principalmente y la sostenibilidad del sistema socio-ecológico total pueden asumirse
como fuertes debido a que en ambos casos se establece la necesidad de mantener o
apreciar los niveles de capital natural existentes.
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de las comunidades locales, promoviendo el estímulo a las relaciones y la cooperación
entre los actores locales públicos y privados, y promulgando un reparto más equitativo
de los beneficios y costes producidos por la actividad.
En este sentido, la OMT define al turismo sostenible como aquel que: “satisface las
necesidades de los turistas actuales y las regiones de destino, al mismo tiempo que
protege y garantiza la actividad de cara al futuro. Se concibe como una forma de
gestión de todos los recursos de forma que las necesidades de económicas sociales y
estéticas puedan ser satisfechas al mismo tiempo que se conservan la integridad
cultura, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que
soportan la vida” (OMT, 1999: 18).
Bertoni (2008) afirma que los principios de la sostenibilidad aplicados al turismo son,
en la actualidad, un referente esencial en los procesos de desarrollo y promoción de
destinos potenciales y de reestructuración de destinos actuales o maduros. Chávez y
Osorio (2006) refuerzan esta idea argumentando a propósito de la importancia que
conlleva la adopción de tales lineamientos tanto en destinos de ecoturismo o de
prácticas alternativas como en aquellos en los que se desarrolla un turismo de carácter
masivo.
Existen pues diversas interpretaciones del turismo sostenible establecidas a partir de las
diferentes concepciones y lógicas a través de las cuales se abordó la temática. Coccosis
(1996) expone cuatro enfoques: la sostenibilidad económica del turismo, el turismo
ecológicamente sostenible, el desarrollo del turismo sostenible a largo plazo de la
actividad y el turismo como parte de una estrategia de desarrollo sostenible.
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efectos causados por el turismo sobre el medio natural y que se resumen en la pérdida
de rentabilidad de algunos destinos. Esta última cuestión evidencia el carácter regresivo
de este enfoque, en tanto los recursos turísticos naturales son concebidos en términos de
su utilidad para el sector privado.
La visión del desarrollo del turismo sostenible a largo plazo de la actividad, considera al
turismo sostenible como un proceso de cambio desde las demandas de turismo masivo
hacia formas más sostenibles. Este proceso de cambio implica la participación de los
actores implicados y la aplicación de planes de gestión para reducir impactos negativos.
Finalmente la interpretación del turismo como parte de una estrategia de desarrollo
sostenible, postula que el turismo sostenible es una meta de todos los tipos de turismo y
que el turismo sostenible aún no ha establecido la forma de alcanzar la sostenibilidad.
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A mediados de la década del ´70, la crisis del petróleo marcó el final del crecimiento
ilimitado, y en Europa se comenzó a hablar del “desarrollo de los países
industrializados”. La crisis generó una disminución del poder adquisitivo de la
población y de su capacidad de consumo, además de generar crecientes procesos de
exclusión social (Arocena, 1995)
Otros, sitúan lo local como una opción o intento de dar respuesta a los efectos
negativos que provoca la globalización tales como la pobreza y la exclusión, causados
por la decadencia industrial y el fracaso relativo de los proyectos organizados y
aplicados desde el ámbito nacional (Cuervo, 1998), (Boisier, 2001).
Una tercera propuesta, quizás de un tinte mediador, es aquella que considera que pensar
en la articulación del binomio global-local es necesario para comprender a la sociedad
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contemporánea como fenómeno complejo. De ello dan cuenta algunos autores como
García Canclini (1998 citado por Madoery, 2001) y Mantero (2004), entre otros, para
quienes el desarrollo local es una estrategia susceptible de ser llevada a cabo en
múltiples territorios, en donde los actores locales consolidan su identidad sociocultural
y, a su puedan generar estrategias de interrelación local/global en busca de beneficios
recíprocos.
Las definiciones propuestas por estos autores manifiestan la importancia de los cambios
que los actores de una determinada comunidad pueden generar a partir de sus propios
intereses, dando como resultado una modificación del territorio, término utilizado en
sentido amplio (Roldán, 2011:15).
Por lo que, pensar en desarrollo local implica considerar al territorio local como una
construcción social que abarca no solo el espacio físico, sino también a los actores
locales que lo habitan y por ende los procesos de acumulación de recursos y de los
intercambios, materiales y simbólicos que ellos realizan tendiendo a lograr el bienestar
común con el fin de guiar su propio desarrollo productivo, como así también socio-
institucional.
Ante esta visión del desarrollo local, es posible pensar que el turismo, como actividad
socio-productiva, pueda llegar a generarse a partir de acciones endógenas tendientes a
generar un desarrollo integral de aquellos territorios en donde hasta el momento; no se
lo piensa como una opción desde la comunidad local en su conjunto, ya sea por contar
con la presencia de otras actividades económicas principales, la falta de identificación
de recursos que podrían llegar a motivar desplazamiento, la existencia de recursos
conviviendo con el desinterés de dar a conocerlos, entre otras.
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Considerado lo planteado por Boisier (1993), la autora plantea que para dejar huellas
reales en los territorios locales, el desarrollo turístico deberá contener condiciones de
endogeneidad en diferentes planos interrelacionados:
• En el plano político, por la capacidad para tomar las decisiones relevantes con
relación a diferentes opciones de desarrollo, la capacidad de diseñar y ejecutar
políticas de desarrollo y la capacidad de negociar.
Así como la visión de un desarrollo local fue clave en la década de los 90, a principios
del siglo XXI producto de la consolidación de la globalización y de las consecuencias
negativas que esta acarreó, siguen profundizándose las visiones alternativas a las
modalidades clásicas del desarrollo, en un marco mundial de crecimiento de la pobreza
y el desempleo donde se observa que la pérdida de las identidades territoriales comienza
a ser un resultado visible como consecuencia de la homogeneización cultural a la que
tiende la globalización.
Esta definición enfatiza la necesidad de que exista un equilibrio entre las dimensiones
ambiental, social y económica del turismo, haciendo referencia a la necesidad de
contribuir al cumplimiento de objetivos mundiales propuestos para el desarrollo del
milenio. Dicha adhesión se manifiesta en la declaración “El turismo al servicio de los
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objetivos de desarrollo del milenio”1, donde se expresa que si bien el turismo aun no
cuenta con un reconocimiento destacado por parte de varios gobiernos y organismos
internacionales de asistencia al desarrollo; es latente la convicción de que el turismo
puede contribuir sustancialmente a la reducción de la pobreza, al crecimiento
económico, al desarrollo sostenible, a la protección del medio ambiente, al
entendimiento intercultural y a la paz entre las naciones”.
De esta manera, el turismo paso a ser pensado desde otra óptica, lo que indujo el
surgimiento de nuevas modalidades, basadas en principios sociales como la solidaridad,
la justicia y la responsabilidad de los turistas respecto de las comunidades receptoras,
pensadas en sentido integral, considerando su cultura y economía.
Esta cuestión de la identificación y realización de nuevas prácticas por parte los turistas
durante su tiempo libre ha sido denominada de múltiples maneras: turismo solidario,
turismo responsable, turismo justo y turismo comunitario, por mencionar aquellas que
se detectan con mayor frecuencia en la escasa bibliografía referida a este tema.
1
OMT (2005). http://sdt.unwto.org/en/content/about-us-5
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En base a su análisis la autora logra identificar al turismo responsable como marco que
engloba, contiene y precede al fenómeno del turismo solidario, definiendo a este último
como una “respuesta concreta a una realidad social, económica, política, ambiental y
cultural mundial determinada y se inscribe dentro de los conceptos generales de
desarrollo sustentable”. El turismo solidario se caracteriza por su especificidad y,
principalmente, por su carácter solidario, el cual consiste en beneficiar principalmente a
las comunidades de destino a través de prácticas o actividades concretas que realizan
los visitantes de manera conjunta con la población local.
Así como se puede caracterizar al turismo solidario, sucede algo similar con el llamado
turismo comunitario, si bien comparten los mismos cimientos en “lo responsable”,
generando similares beneficios en las comunidades indígenas y/o rurales de pequeña
escala. El turismo comunitario se concibe como una actividad económica que puede ser
compatible y a la vez complementaria con otras actividades económicas que desarrolla
una comunidad local; destacándose el rol activo que desempeñan sus integrantes a la
hora de gestionar e implementar el turismo.
En suma, tal como afirma Pingel (2007:8) “el movimiento de turismo responsable y la
modalidad de turismo solidario se configuran como fenómenos que buscan dar
respuesta a las problemáticas mundiales, de forma tal de transformar carencias en
potencias y aportar a aquellos sectores menos favorecidos; proponiendo desarrollos
turísticos que complementen las economías locales, ayuden a reforzar y valorar las
identidades y culturas locales, fortalezcan la participación local, inciten al
entendimiento y mutuo aprendizaje entre turistas y residentes promuevan actividades
solidarias tanto en los visitantes como en las comunidades locales y fomenten la paz en
el mundo”.
VII. Conclusiones
Concebir al turismo como hecho social, implica investigar separadamente las causas
que lo producen y las funciones que desempeña en cada momento histórico. En este
sentido, es posible afirmar que la singularidad de los modelos turísticos observada en
cada época, se inscribe en una realidad estructural que la supera, a la que pertenece y
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cuyas lógicas de funcionamiento están presentes en ella. Así, es posible analizar el
desarrollo turístico como una realidad singular inscripta en regularidades sociales de
tipo estructural.
Bajo esta perspectiva, se observó que desde la posguerra hasta la actualidad, el turismo
fue presentando diferentes modalidades acordes a las concepciones de desarrollo
imperantes en cada momento histórico, distinguiendo una primera etapa de desarrollo y
expansión del turismo masivo de sol y playa, en correspondencia con un modelo
modernizador de desarrollo que provocó que el turismo fuera incorporado a la economía
de estos países como panacea.
Por otra parte, se analizó cómo la teoría de la dependencia, que sucedió a la teoría de la
modernización, consideraba que los efectos positivos impulsados por la modernización
de las economías habían sido sobrevalorados, lo que en relación al turismo implicó una
crítica hacia los impactos negativos provocados por el modelo masivo.
Asimismo, se explicó que con el correr del tiempo tales teorías, más allá de sus
diferencias, se vincularon a una visión clásica del desarrollo, surgiendo críticas y un
cambio de perspectiva a partir de la incorporación al concepto de nuevos aspectos de
tipo cualitativo relacionados con la cultura, la sociedad y el medioambiente.
De este modo se conformaron las visiones alternativas del desarrollo y hacia fines del
siglo XX las modalidades alternativas de turismo, entre las que se destaca el turismo
sostenible, así como la importancia otorgada a la endogeneidad de las iniciativas de
desarrollo turístico y la participación de los actores locales.
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comunidades locales, y en la responsabilidad que hacia ellas tienen los turistas, bajo la
denominación de turismo solidario y turismo comunitario.
A la luz del análisis realizado puede concluirse que la evolución del pensamiento sobre
el desarrollo se ha producido un traspaso de las nociones básicas de crecimiento hacia
una perspectiva más abarcadora que involucra las dimensiones social y ambiental
constituyendo un nuevo paradigma que implica una comprensión más profunda de las
sociedades, los territorios, y sus capacidades en términos de desarrollo.
VIII. BIBLIOGRAFIA
19
CARDOSO, F. H y FALETTO, E. (1969) “Dependencia y desarrollo en América
Latina”. Siglo XXI Editores. México.
LEBRET, L.J. (1969) “Dinámica concreta del desarrollo”. Editorial Herder, Barcelona.
20
--------------------------(2008). “Otro desarrollo: el cambio desde las ciudades y
regiones”. UNSAM Edita. Bs. As.
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