EP3 - Tarea 6

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

Dr.

Eber Omar Betanzos Torres


Tarea 6

Nombre de la materia: Economía Política 3

Nombre del alumno: Guillermo Reyes Castañeda

Número de Cuenta: 420153896

1. Elabora un resumen de la lectura.

2. Agrega un comentario donde expliques con tus palabras lo que entendiste de la


lectura, puedes ayudarte de un ejemplo.

La teoría marxista del cambio tecnológico es indisociable de la interpretación general que


tiene esta concepción del funcionamiento del capitalismo. Solo a fin de establecer una
comparación con otros enfoques de la innovación, tiene sentido delimitar sus
características específicas. La visión de Marx sobre la tecnología está expuesta en
diversos textos, y en las compilaciones que han seleccionado sus reflexiones sobre el
tema.

Aunque Marx está muy presente en las visiones contemporáneas del cambio tecnológico,
ninguna de estas rescata globalmente su enfoque, y menos aún la conexión que
estableció entre el cambio tecnológico y las leyes del capitalismo. Frecuentemente los
autores toman solo aquellos rasgos de su pensamiento, que sirven de argumento contra
las escuelas rivales. Por eso restringen exclusivamente a ciertos escritos de Marx, una
teoría de la innovación que en realidad ha sido desarrollada intensamente por los
marxistas en los últimos 100 años. El análisis de estos textos está completamente
ausente entre los estudiosos académicos más recientes. Incluso en obras abarcativas,
que intentan contrastar distintas visiones contemporáneas de la innovación16 se ignora
cuál es la contribución de los marxistas a la teoría del cambio tecnológico. Estos aportes
son los que utilizamos reiteradamente en los capítulos siguientes, para destacar que la
interpretación marxista es la explicación más satisfactoria de la innovación.

Para el marxismo el cambio tecnológico equivale al desarrollo cualitativo de las fuerzas


productivas, en un cuadro de relaciones de propiedad definidas por el modo de
producción prevaleciente. Innovar significa incrementar la fuerza social del trabajo, en
condiciones impuestas por las relaciones de producción dominantes. Bajo el capitalismo
las normas que definen cómo, cuándo, y para qué se innova son las leyes de
acumulación. El cambio tecnológico es un fenómeno social, porque está enteramente
determinado por las características de sistema capitalista.

El marxismo subraya el carácter social del cambio tecnológico contra las dos variantes
ahistóricas y formalistas de los neoclásicos. El progreso técnico exógeno, generado en el
universo cerrado de la ciencia y transferido sin ningún costo a la economía; y el progreso
1
técnico endógeno, incorporado a la producción dentro del factor trabajo y/o el factor
capital. En la primera noción la innovación resulta directamente incomprensible. Suponer
que el cambio tecnológico se gesta fuera de la órbita económica, y luego queda a
disposición de cualquier empresa que quiera utilizarlo es una visión tan irreal, que
actualmente cuenta solo con contados adeptos en la ortodoxia marginalista.

En cambio, el enfoque endógeno se ha puesto de moda no solo entre los neoclásicos,


sino también entre autores opuestos a esta concepción. El marxismo rechaza esta visión
porque ignora el carácter social del cambio tecnológico, al pretender cosificar la
innovación dentro de algún factor El capital y el trabajo no son factores técnicos, cuyas
productividades marginales aumentarían o decrecerían, según la magnitud de las
innovaciones absorbidas. Representan los dos polos de la relación social dominante bajo
el capitalismo. Uno expresa la acumulación del trabajo no remunerado a los asalariados, y
el otro es la fuente de esta generación de valor y plusvalía. La innovación hay que situarla
en el desenvolvimiento de esta relación,

El marxismo rechaza estudiar el cambio tecnológico utilizando la función de producción,


que han generalizado los neoclásicos exogenistas y endogenistas. Esta categoría no es
un escéptico instrumento para determinar el uso óptimo de las tecnologías en función de
los precios. Consagra implícitamente todos los principios neoclásicos de análisis, como si
fueran los únicos admisibles. Estimar mediante funciones de producción, cual es la mejor
tecnología que debería aplicarse en cada circunstancia presupone aceptar previamente,
que el salario remunera la productividad marginal del trabajo, o que el beneficio y la tasa
de interés retribuyen la productividad marginal del capital. Todas las conclusiones de la
función de producción están predeterminadas por los supuestos marginalistas.

El marxismo tampoco acepta convertir a la tecnología en un factor mensurable con el


instrumental marginalista. El cambio tecnológico ni está incorporado a los factores capital
y trabajo, ni puede medirse como un residuo de las productividades de ambos elementos.
El enfoque marxista no reconoce ningún valor científico a los cálculos, que desde hace
décadas realizan los neoclásicos para estimar cual sería la contribución del progreso
técnico al crecimiento. Estas mediciones del progreso técnico de resultado son
inconducentes porque fallan los conceptos y la metodología. Si el cambio tecnológico se
interpreta por el contrario como equivalente al desarrollo de las fuerzas productivas,
puede mensurarse a través de cualquiera de los índices que cuantifican el incremento de
la riqueza material con igual trabajo.

La acepción marxista del carácter social del cambio tecnológico es también diferente a la
predominante entre los regulacionistas e institucionalistas, que asignan particular
importancia a los condicionamientos políticos que recibe el proceso innovador en los
distintos regímenes de acumulación. El marxismo acepta y estudia esta influencia, pero
desde un enfoque diferente. Le asigna en primer término un papel subordinado al ejercido
por las leyes de acumulación. Pero además en lugar de estudiar impactos institucionales,
indaga la incidencia de la lucha de clases sobre la innovación. El cambio tecnológico
recrea permanentemente choques entre los empresarios que introducen innovaciones
para incrementar su beneficio, y trabajadores que buscan evitar el impacto negativo de
esta transformación sobre el empleo, el salario, y las condiciones laborales. Esta
confrontación social de intereses entre los «actores» del cambio tecnológico es el foco de
atención del marxismo.

2
Es imposible estudiar el cambio tecnológico con modelos universales de competencia
perfecta, partiendo de las condiciones antihistóricas de transparencia, competitividad, o
atomicidad de los agentes. Esta descontextualización de la innovación no se resuelve con
el reconocimiento keynesiano de la existencia de monopolios, o intervenciones estatales.
No basta modificar un supuesto totalmente fantasioso, por otro más cercano a la realidad
económica. Reconocer el impacto de los monopolios o de la política estatal es apenas un
nuevo dato del problema. Para analizar históricamente el cambio tecnológico hay que
comprender, cómo se modificar las leyes de acumulación en cada etapa del capitalismo.

La atención histórica que brinda el marxismo al proceso innovador es una consecuencia


de la óptica social que tiene del problema. Esta percepción está en cambio reducida en el
evolucionismo, por la fundamentación biologista que utiliza para trazar una equivocada
analogía entre la selección natural y la tecnológica. La búsqueda de parámetros genéticos
en la evolución de las innovaciones es metodológicamente tan equivocada, como el uso
de criterios fiscalistas en el razonamiento neoclásico. Son dos visiones naturalistas
desacertadas. Una extrapola conceptos darwinianos al fenómeno social de la innovación,
y la otra concibe al cambio tecnológico como una sucesión de ajustes mecánicos en el
funcionamiento de una máquina perfecta, denominada capitalismo.

Para Marx el cambio tecnológico vehiculiza la acción de la ley del valor-trabajo, que rige el
funcionamiento del capitalismo. A través de la innovación se alteran las proporciones de
trabajo contenidas en las mercancías, y esta transformación modifica los precios relativos
que orientan la producción. La ley del valor determina cómo se distribuye el trabajo social
entre las distintas empresas, ramas y negocios, de acuerdo a los parámetros del costo y
el beneficio. Establece cual es la plusganancia receptada por las compañías que reducen
el tiempo socialmente necesario de fabricación, y como ocurre la desaparición de las
firmas que derrochan trabajo social.

La ley del valor-trabajo es la clave para entender el fenómeno de la incertidumbre, que


estudian con sumo interés los pos-keynesianos. La ausencia de racionalidad, equilibrio y
maximización, o la falta de automatismo son características del cambio tecnológico, que
estos economistas atribuyen a causas psicológicas, o a las anomalías de los mercados.
Pero la imprevisibilidad que rodea a la innovación es más directamente entendible,
comprendiendo los mecanismos anárquicos del funcionamiento capitalista.

Para Marx la plusvalía es el principal impulso para introducir cambios tecnológicos. La


innovación sirve para incrementar la porción del trabajo no remunerado que es apropiada
por la clase burguesa. Los capitalistas compiten a través del mejoramiento de la
maquinaria y la reorganización del proceso de producción para acrecentar la extracción
de plusvalía. La generalización de las innovaciones abarata los medios de subsistencia,
reduce los costos salariales, y aumenta la porción de trabajo expropiado durante la
jornada laboral. Se reduce el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de la
fuerza de trabajo, y se multiplica la plusvalía relativa.

El aporte de Marx radica en afirmar que los capitalistas innovan para mejorar su beneficio,
y en clarificar de dónde proviene ese lucro. Lo que está en disputa es la porción del
trabajo abstracto, que le corresponde a cada capitalista. Esta finalidad explotadora
transforma a la innovación en un instrumento de opresión social.

3
La relación interna que existe entre la plusvalía y el cambio tecnológico es también
ignorada por los autores neoricardianos, que, en lugar de presentar a la innovación como
un vehículo de apropiación del trabajo no remunerado, estiman que solo constituye un
mecanismo político-social de reforzamiento del poder patronal. Desconocen de qué forma
las innovaciones modifican objetivamente las relaciones entre el salario y el beneficio,
alterando el valor de la fuerza de trabajo. Este enfoque des jerarquiza el plano de la
producción en el análisis, concibiendo a la explotación solo como una deducción de los
ingresos de los trabajadores perpetrada en la esfera distributiva. Este error conduce a
presentar al cambio tecnológico como un elemento dado. La innovación es vista
exteriormente, como una respuesta al comportamiento de los salarios y las ganancias, y
se desconoce que el cambio tecnológico opera previamente en la formación interna de
ambas variables.

Para el marxismo no existe la ligazón indisoluble entre la innovación y capital, que


suponen las restantes teorías del cambio tecnológico. Los mejoramientos técnicos que se
con-suman en el proceso de trabajo, no requieren la relación social predominante en el
capitalismo. Crear un nuevo producto, ampliar la riqueza material, o desarrollar nuevas
tecnologías, no exige la propiedad privada, el trabajo asalariado, la competencia, o el
beneficio. Son fenómenos distintos, aunque aparezcan uniformados en la reproducción.

La asimilación corriente del capital con la innovación diluye la diferencia entre las
relaciones sociales y técnicas, y atribuye a las máquinas la propiedad de crear valores y
gestar beneficios, desconociendo que esta facultad es exclusiva de los hombres que
actúan en el proceso de trabajo. Se le otorga al capital la capacidad de organizar la
fabricación de productos, cuando esta actividad corresponde a los obreros, técnicos e
ingenieros. El fetichismo tecnológico, que cosifica las relaciones sociales, se origina en
esta confusión. Para evitarlo, se requiere separar el proceso interno de la innovación de
su entorno capitalista.

La tasa de ganancia es decisiva en la teoría del cambio tecnológico, porque el beneficio


esperado determina la inversión en innovaciones. Qué lo técnicamente viable deba ser
económicamente factible, significa que en el capitalismo se desechan todas las
tecnologías que no auguran beneficios.

Para Marx esta dependencia del lucro somete al proceso innovador a un


desaprovechamiento de sus potencialidades, especialmente cuando disminuye la tasa de
ganancia. Esta caída no es un episodio fortuito, sino la consecuencia de la propia
acumulación del capital, que opera incrementando la inversión en maquinarias y las
materias primas en relación a los pagos de salarios. La consecuente elevación de la
composición orgánica del capital reduce la tasa de beneficio. Esta disminución del trabajo
vivo contrae relativamente la única fuente de creación de valor, que es el trabajo humano.
El cambio tecnológico se introduce para incrementar el lucro, pero termina provocando el
decrecimiento de este beneficio.

El cambio tecnológico guiado por la acumulación del capital conduce a la crisis. Esta es la
principal conclusión del enfoque marxista. Las innovaciones que potencian inicialmente la
valorización del capital, redistribuyendo las ganancias en favor de las empresas más
innovadoras, generan caídas periódicas de la tasa de beneficio, que producen
desocupación, quebrantos, y pobreza.

4
En el capitalismo, la competencia por innovar impone la fabricación de una masa de
bienes muy superior a la capacidad de absorción de los mercados. Por ello, el cambio
tecnológico precipita la sobreproducción, y bloquea la realización del valor mercantil de
los bienes.

Las crisis de valorización y realización demuestran que las fuerzas productivas están
encerradas por las relaciones de producción. La generación ilimitada de valores de uso
enfrenta las restricciones del mercado y del beneficio. En el capitalismo, la condición para
el progreso tecnológico es la consumación de ciclos desvalorizadores del capital sobrante.
Este requisito impone una norma irracional a la innovación que se reitera periódicamente.
Como la magnitud de las crisis es proporcional al desenvolvimiento alcanzado, si una
nueva etapa de pujanza innovadora sucede a la depresión, otra crisis coronará este
renovado desenvolvimiento.

También podría gustarte