Pandillas 123
Pandillas 123
Pandillas 123
Cada vez más, el fenómeno de las pandillas juveniles se ha convertido en una fuente de
preocupación para diversos gobiernos a lo largo del mundo, debido a que estos colectivos se
apropian de territorios recurriendo a la violencia, rivalizando con otras agrupaciones locales y
llevando a cabo un portafolio diverso de acciones delictivas Particularmente en Centroamérica, en
el denominado “Triángulo del Norte”, las principales pandillas (Mara Salva trucha y Barrio 18)
iniciaron como grupos fuertemente cohesionados, cuya identidad se caracterizaba sobre todo por
profundos lazos de solidaridad y hermandad, lenguajes particulares, valores y simbologías propias,
y no tanto por el recurso permanente a la violencia. No obstante, hoy estos grupos juveniles se
han sumergido mucho más en la violencia y la delincuencia en la medida en que han obtenido
armas de mayor calibre, han tejido alianzas con otros actores armados ilegales y han desarrollado
un fuerte sistema extorsivo. En Colombia, el fenómeno ha venido creciendo por años sin mucha
atención por parte del Estado y ante un eventual periodo de posconflicto, resulta más que urgente
comprenderlo e intervenir en él para prevenir su reproducción. La pandilla, que emerge como una
opción de identidad alternativa, es resultado de un sin número de tensiones, contradicciones y
ansiedades de la juventud de nuestros días. Esta agrupación establece un nuevo estatus relacional,
con imaginarios que no se adecuan a la escala de valores hegemónica, pues dada la exclusión
social que enfrentan sus miembros, ésta se alza como un referente emocional y afectivo distinto,
el cual se asemeja al de una familia (particularmente para aquellos jóvenes que provienen de
familias caracterizadas por el maltrato, las necesidades económicas y la disfuncionalidad). Allí, el
amor tiene un costo, el espíritu gregario impulsivo y emocional sobresale, el respeto lo impone la
acumulación de actos violentos y la enemistad con la pandilla contraria es fuente de sentido.
APORTE A LA VIOLENCIA SOCIAL
EN LAS COMUNIDADES MAS
POBRES.
Maras, clicas, bandas, pandillas, parches, gangas; y sus miembros: gamines, homies,
parceros, pivetes, sicarios; con sus arengas: "por el barrio nací, por el barrio moriré",
"el enemigo es la ley", "¡amor del Rey!"; con las ropas de colores diferenciados y
exclusivos; con los tatuajes como símbolos de identidad: tres puntos en el antebrazo o
entre los dedos pulgar e índice que significan "dinero, drogas y mujeres", las cruces en
el pecho o las lágrimas en los ojos que indican el número de muertos, y esa clásica
leyenda en el cuello, en el pecho o en la espalda: "Perdóname madre mía por mi vida
loca". Y sus nombres: la Vida Loca, la Blood for Blood (sangre por sangre), la Denfo du
Barrio (morir por el barrio), la MM (Mexican Mafia), la Mara 13, la 18, los Panochos, la
21, los Salvatrucha... son sólo algunos cuantos de los nuevos símbolos de una vieja
realidad: organizaciones de autodefensa juveniles en "territorios enemigos", donde ser
joven pobre —y más si es migrante— tiene un alto costo de discriminación; donde la
única "salida" a la marginalidad tiene que romper la ley; donde la violencia, propia del
sistema capitalista, es enfrentada con más violencia; donde la vida no vale nada, o
más bien, donde se da el encuentro de la funesta realidad de saber que la muerte
comienza a ser un negocio lucrativo.