Los Nuevos Dueños Del Perú
Los Nuevos Dueños Del Perú
Los Nuevos Dueños Del Perú
La curiosidad reina cuando quienes poseen la riqueza en grado sumo se afanan por demostrar en
privado lo que tienen y esconder al público cuanto tienen. La acicatea el hecho que son y se
sienten poderosos al extremo y porque esa isla de prosperidad en medio de un mar de pobreza
constituye un problema. Los ricos temen ser tocados, rodeados, acosados, abrumados, atacados,
o alabados -interesada o sinceramente-, por el pueblo que trabaja o depende de ellos. Por lo tanto,
mejor ocultarse.
Poderes ocultos Lo que sabemos de ellos es poco. La propiedad anda repartida entre varias ramas
de las grandes familias, o manejada por holdings -compañías que controlan compañías-, ese
ingenioso invento norteamericano de los años 20 para esconder lo que se tiene, y también porque
es controlada por muchas corporaciones extranjeras. Si no fuera por la bolsa de valores, y la
obligación de reportar al público quien tiene qué -en tanto algún derecho informativo existe para
poder comprar acciones-, y de la internet -que socializa la información-, estaríamos en una
oscuridad mayor. Aun así, muchas empresas no operan en bolsa y permanecen cerradamente
familiares. De otras sabemos poco porque operan en el extranjero. Además, cambian de manos
con frecuencia, lo que dificulta un seguimiento. El Estado ciertamente conoce mucho, sea porque
recibe las declaraciones juradas de impuestos, o por contar con información sobre propiedades e
inversiones. Pero la guarda celosamente; muy rara vez sale a la luz. No sabemos, por ejemplo,
quiénes son los principales pagadores del impuesto a la renta, aunque sospecho que
encontraremos nombres como Dionisio Romero Seminario y Pedro Brescia Caferatta, dos
conocidos jefes de los grupos de poder económico (GPE) nacionales de mayor peso. Ni siquiera
los contratos de estabilidad tributaria, ese ejemplo de privilegios legales en la era de la
globalización económica, que obliga a los Estados más que a las empresas, y concede por escrito
rentas a los “grandes inversionistas”, contratos a veces abusadamente interpretados, -caso de las
eléctricas Luz del Sur y Edelnor-, se publican. Son leyes secretas hechas para los grandes poderes
que los demás no deben conocer, menos criticar. La prensa informa de sus negocios, cierto, pero
suele alabarlos en lugar de criticarlos. Si por ahí un periodista audaz, o un director amargado,
echan un leña al fuego que consume a quienes critican a los dueños corporativos del Perú, la poca
crítica se ahoga rápidamente en un mar de publireportajes y contracampañas a las cuales se
prestan muchos. En tiempos de paz el silencio se paga con publicidad. Poderes revelados Pero la
curiosidad termina predominando y siempre hay alguien dispuesto a hacer revelaciones. Para
satisfacer esa insaciable interés sobre quién posee qué, investigadores amateurs y profesionales,
empíricos y científicos, se han esforzado por revelar los secretos mejor guardados de la sociedad
capitalista. Uno de los primeros en hacerlo fue Ricardo Lagos, el actual presidente del vecino país
prusiano, quien en 1961 publicó el libro La concentración del poder económico: su teoría, realidad
chilena. Imprimió cinco ediciones en seis años. Otros le siguieron. En el Perú, Carlos Malpica
escribió allá por 1965 el ahora famoso Los dueños del Perú. En esos años el poder de los “barones
del algodón y del azúcar”, todavía relucía, a pesar de estar cada vez más a la sombra de las
multinacionales, y compitiendo con nuevos empresarios nacionales de origen europeo. El caso
más conocido fue el de Luis Banchero Rossi, el magnate de la pesca al que se le negó entrada en
el exclusivo y hereditario Club Nacional. Estos empresarios emergentes blancos siguieron
insistiendo en ser invitados a los saraos de las mansiones de Miraflores y San Isidro y los clubes
exclusivos, hasta que un general, Velasco, acabó con sus propiedades y abrió las puertas del
poder económico a otra generación, quienes de pronto pasaron a ser los más fuertes
representantes del sector privado nacional. Tres ediciones de esta obra famosa se agotaron en dos
años. Fue incluso popular entre los propios dueños, quienes, según me relatara el propio Malpica,
le pedían autógrafos o lo criticaban por haber cometido la terrible omisión de no considerarlos en la
lista siendo, según insistían, vecinos notables, parte cierta, comprobada de las grandes familias de
valles alejados. No han faltado similares esfuerzos en otros países, que muchas veces siguieron la
claridad denunciativa e informativa del peruano. Este se limitó a listar familias, haciendas, y
empresas, con rigurosidad de ingeniero, descubriendo que la riqueza habla por si misma. En
Colombia, Silva Colmenares publicó Los verdaderos dueños de Colombia (1977). En otros lares,
Hughes y Quintero editaron Quiénes son los dueños de Panamá? (1987). En México Concheiro,
Gutiérrez y Fragoso publicaron El poder de la gran burguesía (1979). Rosario también hizo lo suyo
en el Caribe con Dueños de la República Dominicana (1988). En el Uruguay, Stolovich, Bértora y
Rodríguez sacaron el muy popular libro El poder económico en el Uruguay actual (1988). Acevedo
lo hizo en la Argentina con Quién es quién: Los dueños del poder económico (1990 ), seguido por
Majul, con Los dueños de la Argentina (1992). Volvamos al Perú. En tiempos más recientes, y
luego del estéril afán expropiatorio del alocado presidente García en 1987, una ola de información
se filtró desde el ejecutivo para atacar a la “nueva oligarquía” liderada por los GPE. El Instituto
Nacional de Planificación iba a filtrar información con su última acción de importancia antes de que
el presidente Fujimori lo cerrara para siempre. Esos actos audaces fueron seguidos por acuciosas
investigaciones del Congreso, desde donde el entonces senador Malpica volvió a la carga con más
bríos, exigiendo información y demandando documentos. De allí salió otra generación de sus libros
titulada con menos acierto El poder económico en el Perú (1989) y publicada en varios tomos.
Acompañaron al ya legendario investigador el texto más analítico de Alcorta, Concentración de
capital en el Perú (1987), con información compilada en la Bolsa de Valores de Lima, y el de
Anaya, Los grupos de poder económico (1991), basado en datos de Contribuciones. También
destacó el esfuerzo multidisciplinario de Campodónico, Castillo y Quispe, investigadores de
DESCO, con el sugerente título De poder a poder (1993). En cuanto a la adaptación de los GPE a
los nuevos tiempos, eso que algunos llaman reingeniería, la obra más elaborada es la de Vásquez,
Estrategias del poder: grupos económicos en el Perú (2000). Reconfiguración del poder económico
Dado que un título bueno ayuda a la diseminación de ideas, me atengo a la temprana inspiración
malpiquiana. Debemo entender los cambios profundos ocurridos desde 1990. Ese nuevo mapa es
fundamental para ubicar a las elites económicas de la sociedad peruana del siglo XXI, quienes se
han convertido en el actor político más influyente. Lo dicho no debe sorprender pues en nuestro
siglo sucede acá y acullá. Como dijera un multimillonario norteamericano, “es cierto que existe la
lucha de clases y la estamos ganando nosotros”. El análisis del nuevo mapa del poder económico
también sirve para contrarrestar la prédica neoliberal vigente, que usa términos vagos como
fuerzas de mercado y grandes inversionistas. Además, insisten en mantener discutibles supuestos
teóricos como el del equilibrio general y la competencia perfecta. Estos conceptos con dados
cargados, a los cuales se añade un nuevo, el ruido político –que implícitamente admite que no se
debe espantar a los inversionistas-, ocultan más que explican la realidad vigente y desvían nuestra
atención de la realidad propietaria de nuestro tiempo. La transformación ocurrida en parte nos
asemeja a lo que el país era cuando, antes de la revolucion velasquista de 1968, y en plena etapa
oligárquica, Malpica sacó su primer libro. El país vivía con un Estado pequeño y una economía
dominada por el sector privado nacional, liderada por las grandes familias oligárquicas y algunas
multinacionales (MN). A diferencia del pasado, hoy se configura una nueva y dura realidad: existe
un predominio sofocante de las MN, combinado con la entrada agresiva de GPE de países latinos,
entre los cuales destacan las provenientes del vecino prusiano, y se observa el debilitamiento o
desplazamiento de los GPE nacionales. Este desequilibrio no ha sido todavía revertido con la
aparición de nuevas fortunas aunque han emergido algunos aspirantes. Hoy tenemos un
capitalismo más institucional e internacional, mas gerencial también, y definidamente corporativo,
que se combina con el remanente de la vieja estructura patrimonial de familias propietarias
poderosas de origen rural o urbano. Entre uno y otro momento -1965, 1995-, como se ilustra en el
gráfico No. 1, el país ha ido pasando por ajustes y transformaciones sucesivas que al principio
apuntalaron al Estado y el capital nacional. Luego -1975, 1985-, caminaron en dirección opuesta,
hacienda a un lado tanto al Estado como al capital nacional, mientras las nuevas EM se “adueñan”
del país. Este desequilibrio es más fuerte en el Perú que otros países, aunque no es único. Bolivia,
Ecuador y Argentina se le asemejan. Seis procesos Desde 1990, año en que entra Alberto Fujimori
al poder, varios procesos internacionales y nacionales económicamente determinantes y
determinados - globalización, privatización, oligopolización, reprimarización, desnacionalización,
consumismo-, se desataron sin mayor resistencia. Luego Alejandro Toledo y Pedro Pablo
Kuczyniski, su ministro de economía vinculado a Wall Street, lo profundizan, aunque enfrenta
mayores dificultades al aparecer diversos focos de protesta social. Los seis procesos han
reconfigurado el poder económico y las relaciones inter-clase e intra-clase en el Perú.1 Se trata,
primero que todo, de la llamada globalización económica. Este megaproceso está dirigida por las
EM, comandada por el Grupo de los 7 (EUA, Canadá, Japón y los cuatro grandes europeos) y los
organismos financieros internacionales. La triada del poder mundial busca “civilizar” al mundo para
crear un solo mercado mundial de capitales, mercancías, conocimiento, y en menor medida de
fuerza de trabajo, que operan con reglas más a o menos similares y que es tutelado militarmente.
La globalización se acelera a escala nacional con políticas económicas neoliberales y a nivel
continental con tratados de libre comercio. Ambos influyen en privatizar más la economía, que es el
segundo proceso desatado, y que redefine el conflicto capital-trabajo al mismo tiempo que abre
otros nuevos. Esta predominio hegemónico de la propiedad privada conduce al achicamiento del
Estado y al arrinconamiento extremo de la vieja propiedad comunitaria andina y amazónica. A
medida que las corporaciones buscan materias primas en los lugares más apartados para extraer
minerales, gas, petróleo, madera, plantas, o animales exóticos, la privatización llega a todos los
rincones, hecho que genera 1 Para un estudio más detallado, ver del autor “Fuego y humo:
reconfiguración de la clase empresarial y cambios politicos en la globalización”, Aportes al Debate
No. 11, Fundación Friedrich Ebert (2004). resistencias y protestas. Y en tanto los nuevos dueños
se apropian de los servicios públicos, enfrentan críiticas y hasta rechazo de los usuarios. La
política de privatización de empresas estatales, combinada con el enorme poder financiero, y la
mayor capacidad competitiva, de las grandes corporaciones, que “te quiebran o te compran”, han
dado lugar a una estructura oligopólica. Este tercer proceso implica que cada vez menos unidades
producen una mayor cantidad de bienes y servicios en ramas claves de la economía: financiera,
minera, enérgetica, industrial de exportación, comunicaciones. La nueva estructura corporativa
tiene la enorme limitante de no generar mayores eslabonamientos con la economía local y ser muy
intensiva en capital: tiende a generar poco empleo directo e indirecto. Además, una vez que se
logra “la captura del Estado”, la nueva clase corporativa pierde interés en las reformas
institucionales. Esto es algo que, como diría Julio Cotler, no se ha dicho, y por lo mismo conviene
insister: evita adrede la creación de una tecnoburocracia pues cuestionaría el rol de los asesores
privados y los grandes estudios de abogados, que participan en el diseño de normas en calidad de
consultores.
La reprimarización, el cuarto proceso, ocurre con la apertura de una economía rica en recursos
naturales y pobre en salarios, incentivada por el propio Estado, que abandona el desarrollo
industrial nativo y privilegia, vía contratos de estabilidad juridica, y concesiones tributarias, los
megaproyectos primarioexportadores. Con ello, la economía vuelve sobre su eje colonial y
republicano temprano, aunque combinada con algunas exportaciones industriales, mayormente
concentrada en el area textil y de confecciones. Como consecuencia de los procesos anteriores,
ocurre un quinto que también es preocupante: se desnacionaliza la economía peruana. Por primera
vez desde la colonia, la riqueza del país no está mayormente en manos de nacionales ni volverá a
ser recuperada, al menos no en el futuro inmediato. Lo dicho no quiere decir que los grandes
capitalistas nacionales hayan dejado de existir, sino mas bien que ha ocurrido, según los casos,
una quiebra y un desplazamiento que ha puesto a los GPE peruanos en un lugar menos
importante. Antes se les podia denominar grandes GPE. Hoy algunos siguen siendo grandes -caso
de Romero y Brescia-, pero son cada vez menos. Como algunos de sus gerentes me lo admitieron
en conversaciones sostenidas, comparado al poder acumulado por EM y algunos GPE
latinoamericanos, los grupos peruanos que quedan están en la categoría de “medianos”. Ello
representa un problema en la medida que la ausencia de casos de éxito nacional debilita al
modelo, le impide a los nuevos dueños del Perú alcanzar legitimidad y dificulta elaborar un
“proyecto de desarrollo”, pues este no puede venir de las EM sino del Estado y las empresas
nacionales, que ahora está subordinadas. Finalmente, el sexto proceso es la implantación tipo
injerto de un estilo de vida basado en logos, que incorpora a todos a un patrón de consumo dictado
por las MN, y a otro de información global manejado por la corporaciones de comunicaciones, que
justifica el actual orden internacional. En los rincones más remotos va imperando lo moderno sobre
lo tradicional, la economía de mercado sobre la de subsistencia. De ese modo se incorporan todos
los pueblos y clases al mercado, así no tengan los ingresos como para satisfacerlo. Con ello se
borra la distinción entre necesidades y deseos. Al mismo tiempo, las multitudes usan la red para
concectarse. Tienden a reproducir sus propios valores culturales articulando la ciudad y el campo,
el país y el mundo, lo que facilita formas de resistencia cultural y hasta de protesta cibernética.
Cada proceso, por tanto, tiene sus propias limitantes y genera contradicciones. Desnacionalización
El proceso de desnacionalización de la economía es un aspecto que conviene analizar en más
detalle. Ha ocurrido una entrada masiva de capital extranjero atraída primero por las políticas de
privatización acelerada de empresas estatales -a partir de 1994, con la venta de Telefónica-, y
luego por las oportunidades de nuevas inversiones mineras, energéticas y financieras –banca y
pensiones-, y en el area de servicios públicos –luz, telefonía, puertos, aeropuertos-. Este proceso
se acelera en la crisis de 1998, que desplaza con más fuerza al capital nacional debido a la
abrupta salida masiva de capitales – US$500 millones en una semana- que quiebra el espinazo de
casi toda la banca nacional -Wiese, Latino, y muchos otros menores-, lo que la concentra y
desnacionaliza más. También por la caída de la actividad de obras públicas que pone en
problemas a los grupos constructores –Graña y Montero, Piazza-. Este nuevo mapa de poder se
revela en el ranking de las principales empresas del país que se presenta en el cuadro No. 1.
Queda en claro quien manda. Añadamos que las inversiones extranjeras recientes en el Gas de
Camisea y Las Bambas refuerza ese predominio exógeno. CUADRO No. 1. RANKING DE 30
PRIMERAS EMPRESAS ORDENADAS SEGUN VOLUMEN DE VENTAS (en millones de nuevos
soles), 2004 Ranki ng Empresa Tipo de empresa EMN o GPE nacional o latinoamericano Ventas
(millones de Nuevos Soles) Empleados 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22
23 24 25 26 27 28 29 30 Telefónica Refinería La Pampilla Souther Peru CC Minera Yanacocha
Occidental Petroleum Perupetro Alicorp Mobil Oil Shell Luz del sur San Ignacio de M. Cargill Peru
Backus Edelnor Peruana de Combustibles Barrick Ferreyros Molinos Mayo Gloria GyM Química
Suiza Repsol YPF Santa Isabel supermerc. Nestle Procter & Gamble Saga Falabella Refineria de
ZincCajam Consorcio Minero Minsur Cementos Lima EMN EMN EMN EMN/G. Benavides EMN
EMN G. Romero EMN EMN EMN G. Arias EMN G. Bavaria (Col). EMN Nacional EMN G. Ferreyros
EMN G. Rodriguez G. Graña y Montero EMN EMN EMN EMN EMN G. Falabella (Chile) EMN EMN
G. Brescia Familia Rizo Patrón 4,238.284 2,793,487 2,040,378 1,639,300 1,511,552 1,463,540
1,400,422
La desnacionalización se revela no solo en ramas antes importantes como la
manufactura, sino entre los GPE peruanos, que han perdido posiciones en la
punta de la pirámide o que, simplemente, han dejado de existir en el shock
competitivo. Es una constatación interesante. De las 30 empresas con mayor
volumen de ventas al 2003, un total de 19 son MN, en una importante un GPE
nacional es copropietario -Yanococha, Benavides-, dos son GPE
latinoamericanos -Chile, Colombia- y solo ocho pertenecen a GPE nacionales -
Brescia, Ferreyros, Romero, Rodríguez, Graña y Montero, Benavides, Arias- o a
las grandes familias -Rizo Patrón-. Observemos que de los 25 gigantes para los
cuales se tiene información de empleo, el promedio alcanza a la modesta cifra
de 1,040 empleados. Pies de barro tiene el gigante.
La desnacionalización extrema de las bases del poder económico se explica por
una serie de razones, entre las que destacan las siguientes:
a) Comparado a países de similar tamaño, el Perú tuvo un desarrollo industrial
más reciente y débil que otros. Cuando el Estado en 1968 finalmente se decidió
a industrializar, privilegió la empresa estatal e impuso controles y reformas en la
propiedad y el trabajo que dieron señales contradictorios al industrial nacional,
inhibiendo su rol. Cuando llegó la apertura en 1990 no se había desarrollado
mayormente, lo que confirma que los países de desarrollo tardío tienden a ser
más vulnerables a la globalización.
b) El Perú es uno de los países latinoamericanos que, con la probable excepción
de Argentina, ha ido de crisis en crisis, a promedio de más de una cada diez
años, coincidiendo fatídicamente en los años ocho, –1968, 1978, 1983, 1988,
1998-, proceso que ha generado un fuerte debilitamiento del capital nacional,
haciéndolo más vulnerable al shock competitivo. Ha existido más destrucción
masiva que la “destrucción creativa” que predicen los neoliberales.
c) El gobierno de Fujimori, en particular los ministros Boloña y Camet, pusieron
en marcha una de las liberalizaciones económicas más extremas de America
Latina, la segunda después de Bolivia. Este proceso favoreció a los grandes
inversionistas y el capital extranjero con bajas contribuciones y rentas de tipo
tributario, que desnivelaron la cancha a favor de la nueva clase corporativa,
predominantemente extranjera.
d) El capitalista peruano se caracteriza por un fuerte patrimonialismo: la
predominancia del capital familiar y la ausencia de gerentes no propietarios
fuertes. El familismo en varios casos los hizo más vulnerables a la competencia
de las corporaciones extranjeras mas competitivas pues no tenía, salvo
excepciones, ni el conocimiento ni los reflejos para enfrentarlo. Varias crisis de
sucesión llevaron a la caída o debilitamiento de GPE nacionales –Lanata
Piaggio, Delgado Parker, Arias Dávila-.
La trayectoria errática de éxito de algunos, resultados discutibles en otros, y
fracaso empresarial de muchos, que comienza en 1990, se resume en el cuadro
No. 2. Nos indica que de los Doce Apóstoles quedan prácticamente solo tres
grandes -Romero, Brescia y Benavides de la Quintana- más dos en calidad de
medianos -Raffo, Ferreyros-. Nicolini fue absorbido por Alicorp del grupo
Romero. Olaechea vendio su brazo financiero al Sudameris. Lanata fue
absorbido por Bentin, quién a su vez perdio el control de Backus a manos del el
grupo colombiano Bavaria. Picasso y Wiese quebraron en la crisis de 1998.
Delgado Parker ha quedado debilitado por pleitos de sucesión al morir uno de
los hermanos y enfrentarse el resto. Entre los grupos emergentes menores, los
fortalecidos son basicamente dos -el grupo lácteo y cementero de los Rodríguez,
y el comercial de Wong-. Ambos resistieron bien la competencia internacional,
saliendo adelante en la “guerra de las leches” y la “guerra de los
supermercados”. Varios han quedado debilitados -el pesquero Galski, los
constructores Graña y Montero y Piazza-. Con la quiebra financiera nacional de
1998 se debilitaron Lucioni -Banco Orión- y varios otros, incluyendo el grupo
judío-peruano de los Levy. Igual le pasó a Galski, que perdió su brazó financiero
con la quiebra del NBK. Curiosamente, los grupos de origen chino, han podido
salir adelante, caso del grupo comercial importador Wu y de Wong, ya
mencionado.
Para muestra, un grupo Para no cargar la mano al pesimismo, veamos un caso exitoso. El grupo
Romero es uno de los que ha capeado bien el temporal competitivo, fortaleciéndose en el campo
financiero -aunque perdiendo su presencia en los lucrativos y seguros fondos de pensiones-, en el
industrial, y en la economía de exportación. El mapa actualizado de este megagrupo, elaborado
principalmente en base a un trabajo del investigador japonés Tatsuya Shimuzu –IDE, Tokio- y otras
fuentes, se observa en el Gráfico No. 2. La modernización y fortalecimiento del gigante
agroalimentario Alicorp ha estado comandada por un gerente, Leslie Pierce. Su poder es inmenso.
Alicorp es el resultado de varias fusiones y absorciones que comenzaron con Anderson Clayton en
los 70 –ahuyentado por Velasco- la quiebra de Nicolini a principios de los 90 –endeudada con el
BCP-, y la compra del grupo La Fabril fines de los 90 –cuando el grupo argentino Bunge& Born se
restructure y se retira del Perú-. Cada una de esos conglomerados fue en su momento un GPE, así
que se pueden imaginar el poder corporativo del que estamos hablando: son cuatro grupos en uno.
La salida del grupo chileno Luchetti el 2002 ha fortalecido su presencia en el ramo harinero. Buena
fortuna hasta ahora. Luego está el BCP, modernizado bien, enfrentando la competencia española,
invirtiendo en el exterior -Bolivia, El Salvador, Chile, Colombia, EUA-, y creando holdings en el
exterior que controlan la propiedad de este banco. El BCP es a su vez un grupo de poder, en tanto
controla varias compañías. El 2004 compró incluso el Banco Santander Central Hispano, que se
batió en retirada por decisiones ajenas al Perú que se tomaron en Madrid. Dionisio Romero, y un
hábil gerente, Raymundo Morales, han sido responsables de tal evolución. Hoy el BCP es
considerado uno de los mejores bancos de Latinoamérica. El complejo textil algodonero y aceitero
se mantiene con Textil Piura y Universal Textil, Palmas del Espino e Industrial del Espino. Pero lo
más importante, asunto que preocupa a la Federación de Trabajadores Portuarios, es que Romero
ha armado de a pocos un complejo exportador y de transporte que incluye almacenes, empresas
aduaneras, puertos, navieras y compañías de aviación. Ganó el Puerto de Matarani siendo único
postor, comparten el de Arica con los grupos chilenos Claro y Appen, y se alistan a dar la pelea por
adquirir el premio mayor: el Callao. También poseen Aerotransporte, la empresa de los aviones
que han transportado interesadamente a varios presidentes –García entre ellos-, muchos políticos
–sobre todo en las campañas- y al propio Vladimiro Montesinos -al que se le facilitó su salida
cuando se fue rumbo a Panamá el fatídico mes de septiembre del 2000-. Es así que Romero, el
antiguo hacendado algodonero piurano que figuraba en un lugar modesto cuando Malpica sacó su
primero libro, es hoy, por derecho propio, buen aprovechamiento de circunstancias, gracias a un
persistente apoyo del Estado, y buenas relaciones con todos los gobiernos, en los cuales siempre
lograron “colaborar” -colocando a sus gestores o gerentes en altos niveles decisorios,
principalmente el MEF-, uno de los grandes dueños del Perú. Dionisio aún conserva sus instintos
empresariales y su sangre fría para los negocios y la política. La manera como derrotó limpiamente
el intento expropiador bancario de García es su mejor logro. Pero este cocodrilo fue sacudido el
2000 cuando el Congreso se atrevió a sacar el vladivideo con su conocido Montesinos, el mismo
personaje que asesoraba a narcos en Tocache, donde se encuentra otra empresa del grupo,
Palmas del Espino. El asunto del vídeo trajo y trae cola. La pérdida de reputación del gran Dionisio
fue tan fuerte que incluso sus socios extranjeros en Credicorp cuestionaron su liderazgo. Esa crisis
sorda, que sacudió al grupo y su mundo de relaciones internacionales, llevó a adelantar el
recambio generacional. El hijo único del gran jefe, Dionisio Romero Paoletti, pasó al mando de
Alicorp, mientras el alicaído padre se mantuvo en el BCP. Allí se quedó capeando la crisis:
fraguando un costoso cambio de imagen –con nuevos colores institucionales-; cambiando, para
manejar su juicio por tráfico de influencias, de sala y de jueces; y armando con Rafael Rey, uno de
sus gestores, una sospechosa campaña de acoso al agonizante régimen toledista, quien todavía
deja actuar a los juices anticorrupción.
Dueños peruanos
La trayectoria del grupo Romero nos muestra ciertos rasgos interesantes; está más
internacionalizado que antes, bien posicionado en la banca, con propiedad asegurada por holdings
en el extranjero, que la protegen de cualquier veleidad expropiatoria; tiene importantes socios
estratégicos en Chile con los cuales busca compartir el manejo comercial exportador del Pacífico
sur; y ha manejado bien los retos de la sucesión compartiendo el poder con gerentes. Queda por
ver qué pasara cuando Dionisio padre finalmente se retire. No es el único dueño del Perú que
tendrá que enfrentar los retos que el tiempo exige a las grandes familias. En el caso de los Brescia,
probablemente el más rico, Alex Fort Brescia, se perfila como succesor y pronto habrán cambios
mayores. Los Rodríguez Banda no tienen aún a nadie en el relevo, pero todavía le quedan años
por delante a los dos hermanos que heredaron y expandieron el negocio camionero del padre. El
grupo platero de los Benavides de la Quintana sigue liderado por Don Alberto, pero ya Roque se
perfila como sucesor y pronto asumirá el mando con su hermano. Juega además a la política con
el APRA. Los Wong cuentan con los hijos de Don Erasmo, todavía jóvenes y bien entrenados. Con
los Raffo, como con los Wu, las empresas se han abierto a miembros de las nuevas generaciones
pero manteniéndose el liderazgo de los viejos jefes. Ferreyros hace tiempo que está dirigida por
Oscar Espinoza, un gerente con más peso y maña que el sucesor. Olaechea ha encontrado un
nuevo líder familiar que está promocionando el único vino peruano competitivo además del pisco.
La suerte de los dueños peruanos del Perú, hoy en posición minoritaria si uno ve el panorama de
conjunto de la economía peruana, dependerá del mercado, y también de la capacidad de
adaptación al cambio de las nuevas generaciones propietarias que, o tendrán que compartir el
poder con gerentes, o deberán dejarlos al mando. El capitalismo actual ha generado el
conocimiento como un factor de producción más y ello implica reclutar más allá de las grandes
familias. No hay otra, y todo dependerá del grado de talento empresarial en las familias que, como
sabemos, tiende a disminuir. Mientras tanto queda por ver si el nuevo modelo económico dará
lugar a nuevas generaciones de empresarios competitivos con capacidad para formar con el paso
del tiempo grandes conglomerados que compitan por la hegemonía perdida. Queda también por
ver si los GPE peruanos desarrollaran una visión del país y una capacidad de manejo que vaya
más allá de la renta y los privilegios. Será esa la intención de Roque Benavides y Raymundo
Morales, dos prominentes miembros del Patronato, de colocar a Felipe Ortiz de Zeballos, “su
rector”, al mando de la Universidad del Pacífico? Porque ciertamente ese liderazgo no va a venir
de Nueva York, Madrid, Toronto o Londres, ni puede hacerse sin intelectuales y técnicos. Los
nuevos dueños del Perú peruanos deberían ser algo más que propietarios. En eso, el país sigue
esperando porque la fortuna genera obligaciones. De no ser así, se trata de un predominio
inmerecido.