Kitsch

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KITSCH

El kitsch pude definirse como una estética más que como un estilo artístico.
Entre los principales motivos de esta corriente estética pueden identificarse:
La disociación entre la función y la estética de un objeto, por ejemplo, un salero con forma
de patito o una cabaña suiza en medio de un clima templado.
La redimensionalización: una pelota de tenis gigante o una Torre Eiffel en miniatura.
La aplicación de representaciones artísticas como motivo decorativo: el dulce de batata La
Gioconda o un inflable con El Grito de Munch
El uso de materiales exageradamente llamativos o disfrazados, como una pieza plástica en
dorado que simula ser de oro.

El kitsch como actitud estética se permite incorporar elementos de gusto dudoso o que
podrían llegar a ser considerados de mal gusto por algunas personas. La rebeldía del kitsch
consiste en poner en evidencia que el “buen gusto” no es más que una noción subjetiva e
histórica, que varía con cada persona, cada época y cada sociedad.

Para algunos críticos el kitsch no solo abarca al arte visual (pintura, fotografía, cine). Las
novelas y la música también tienen sus vástagos kitsch. El ejemplo más evidente se puede
observar en la infinidad de Best Sellers que abundan el mercado. No todos entran en la
categoría de kitsch pero este tipo de libros suele contemplar una misma estructura narrativa,
un mismo molde de personajes que viven las mismas historias recicladas y en las que,
incluso, los finales “inesperados” se convierten en una maquinaria de ventas carente de
elementos simbólicos que muestran que la finalidad de la obra no es hacer literatura sino
vender. En la música un buen ejemplo podría ser algunos intentos de fusionar el pop con lo
clásico como realizar una versión de una sinfonía de Beethoven con teclados o incorporar
algún pasaje reconocido de la música barroca dentro de un solo de guitarra sin que tenga
ninguna función mas que la de demostrar el conocimiento de esa clase de música. 

Se denomina así a objetos caracterizados por supuesta inautenticidad estética y su


formalismo efectista, que persigue una gran aceptación comercial.
El kitsch, como categoría artística, funciona dentro del contexto aristocrático -enjuiciador
que determina un “buen” y un “mal” arte... cuanto más productos kitsch hayan, más brillará
la apreciación de la autenticidad del arte, como sello de garantía del mismo.

De este modo, se establece que el kitsch no es algo simplemente alejado del arte, sino su
antítesis: este estilo posee las características extrínsecas de aquél, pero funciona como su
negación.

La esencia del kistch, para los moralistas del arte, consiste en la sustitución de la categoría
ética con la categoría estética: el artista o realizador se impone generar no “un buen
trabajo”, sino un trabajo “agradable”, dado que lo que más importa es el efecto.

El kitsch, según el concepto común que se tiene del mismo, no pretende ni pide nada más a
los espectadores que su dinero, ni siquiera su tiempo (tiempo aplicado a la reflexión de la
obra, por ejemplo).

Aunque, aún hoy en día, muchos intelectuales se encuentran en un proceso de re valoración


de este estilo, preguntándose si existe efectivamente una diferencia real entre arte y kitsch;
esto a raíz de, por ejemplo, la constatación de paralelos tales como que las vanguardias
funcionan imitando los procesos del arte, y el kitsch imitando sus efectos, y de que el kitsch
sería otra cara de la moneda artística: en una sociedad en la que el único lenguaje estético
que reciben las masas está modulado ‘en clave kitsch’, se debe reflexionar profundamente
sobre su reivindicación.
De este modo, el “arte” y el “kitsch” comienzan a olvidarse como dos polos opuestos y
antagónicos.

Desde otro punto de vista el kitsch puede percibirse en términos de lo que se denomina
Industria Cultural, donde el arte es controlado y planeado por las necesidades del mercado
y es dado a un pueblo pasivo que lo acepta. Lo que es comercializado es un arte que no
cambia y que es formalmente incoherente, pero que sirve para dar a la audiencia ocio y algo
que mirar. Así el kitsch es una parodia de la catarsis, y también parodia de la verdadera
conciencia estética. Los rasgos que definen lo kitsch según esta perspectiva son la
inoriginalidad o imitación y la pretenciosidad, el "deseo de aparentar ser"; en este sentido,
todas las imitaciones y copias son manifestaciones de lo kitsch y el empleo en este tipo de
obras de materiales no genuinos, sucedáneos o improcedentes (plástico que imite oro,
cristal o madera, por ejemplo), siempre y cuando estén pensadas para que su poseedor
aparente ser de una clase social, económica o cultural «superior» a la suya.

Existe un pequeño debate sobre el uso del término y la forma de definir las obras que
responden a la intención estética de su creador. De ordinario, la definición de una pieza
como kitsch implica un secreto desprecio y el deseo de diferenciarlo del «arte culto», por lo
que las piezas realizadas en materiales económicos que imiten otros más caros,
normalmente ostentosas, son consideradas kitsch, al margen de que el autor tenga o no la
intención de aparentar una pieza más costosa para que quien la posea se destaque como
superior.

Ejemplos musicales

https://www.youtube.com/watch?v=i_G_0vgEYJg

https://www.youtube.com/watch?v=z5bNYfkOZv8

Ejemplos pictóricos
Ejemplos escultóricos

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