Power Point Ética Kantiana 2-271218288610

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ÉTICA KANTIANA

Evelio Esteba
1. Ética kantiana

Las inquietudes morales y políticas estuvieron presentes en su pensamiento, siendo


centrales en obras como la Crítica de la razón práctica, publicada en 1788, o La
fundamentación de la metafísica de las costumbres, de 1785.

La Crítica de la razón práctica, Kant despliega lo que fue el núcleo de su pensamiento


moral: el imperativo categórico. Un argumento que se formula: “Obra de tal modo
que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio
de una legislación universal”.

El imperativo categórico de Kant se basa en unos rasgos concretos que debe tener
todo buen sistema ético: debe ser autónomo, deontológico, a priori y universal.
Éticas heterónomas y autónomas

Heterónoma sería aquella ética que basa sus principios en criterios externos,
conforme a la opinión ajena. Por ejemplo, llevar una vida basada en la imposición de
alguien que ejerce una autoridad sobre uno. O una en la que el sujeto se deje llevar
por la corriente, sin pensar de forma crítica en sus deberes morales.

Autónoma, donde sea uno mismo el que se dé el fundamento moral de la propia


acción. De esta manera, el ser humano sale de lo que Kant llama en su texto ¿Qué es la
ilustración?, de 1784, “la autoculpable minoría de edad” en la que se halla sumergido.

Cuando obramos porque tememos un castigo y no por el propio


convencimiento, actuamos conforme a lo que Kant denomina imperativo hipotético. Es
decir, un imperativo según el cual calculamos hipotéticamente el coste material de
nuestras acciones y no actuamos de forma consecuente y buscando el bien, sino el
propio beneficio.
Éticas teleológicas y deontológicas

Para el filósofo, las éticas teleológicas son aquellas que basan el curso de acción en
las consecuencias de este. De esta manera, consideramos que un acto es bueno o
malo según sus consecuencias. Un ejemplo de ética teleológica es la utilitarista. Para
el utilitarismo, una acción buena es aquella que genera felicidad. Sin embargo, si un
acto genera infelicidad, podemos considerarlo inmoral.

Las éticas deontológicas son aquellas que valoran el deber por encima de las
consecuencias, para Kant, el bien ha de ser perseguido, incluso aunque no
obtengamos ningún premio a cambio. Buscar la utilidad o la felicidad no puede
considerarse un deber; más bien es un rasgo que nos caracteriza como humanos. Esto
convierte a la ética kantiana en una ética incondicional.
Por una ética a priori

Para Kant, el objetivo es fundamentar una ética a priori, es decir, que no dependa de la
experiencia concreta. Esto es así porque, para el autor, solo los juicios a priori pueden
ser constitutivos de la ciencia.

En relación con esto, para Kant la ética debe ser universal, y la única forma de que así
sea es que sea a priori. Su objetivo es generar un marco bajo el cual puedan juzgarse
todas las acciones humanas. Por eso, el autor no da claves concretas de cómo debe
comportarse el ser humano en circunstancias concretas, sino directrices que sirvan
para orientarnos en cualquier tiempo y situación posibles.
Primera formulación del imperativo categórico

Como se dijo al inicio, el Imperativo Categórico es formulado por Kant con la siguiente
declaración: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo
tiempo como principio de una legislación universal”.

Esto tiene que ver con la necesidad de universalidad a la que aspira la ética kantiana. Lo que
propone Kant es una ética donde cada acción concreta es definida como buena si se puede
extender a todo tiempo y lugar posible. De esta forma, no cabría, por ejemplo, la posibilidad de
considerar buena una mentira piadosa, porque nos parece negativa en general la mentira.

El concepto de mentira piadosa se basa en la concepción de que, aunque mentir sea negativo en
general, hay momentos concretos en los que tiene consecuencias positivas. Sin embargo, como
para Kant no podemos saber con certeza las consecuencias de nuestra acción (podrían, por
ejemplo, pillarnos mintiendo), la acción sería mala moralmente.
Segunda formulación del imperativo categórico

Sin embargo, el imperativo categórico contaba con una segunda formulación, que
abre la puerta a considerar la ética kantiana en términos de una cierta
antropología. Escribe Kant: “Pues bien, ahora se desprende que, en el orden de los
fines, el hombre (y con él todo ente racional) es fin en sí, es decir, jamás puede ser
usado por nadie (ni siquiera por Dios) como medio sin ser al mismo tiempo fin, y, por
consiguiente, que la humanidad en nuestra persona debe ser sagrada para nosotros
mismos”.
El imperativo categórico

Kant sostuvo que una Ley moral universalmente aplicable gobierna el comportamiento
humano y puede ser descubierta por la razón humana.

Kant se había apoderado de la idea de la universalización como clave de la ley moral.


Llamó a la primera y más famosa formulación de la ley moral el imperativo categórico:

"Actúa sólo de acuerdo con aquella máxima por la cual puedas querer al mismo
tiempo que se convierta en una ley universal".

Una máxima es un principio subjetivo de acción que revela nuestra intención.


Universalizar una máxima es simplemente preguntar, ¿y si todos hicieran esto?
Debemos actuar de acuerdo con un principio que podamos universalizar con
consistencia o sin inconsistencia. Al probar el principio de nuestras acciones de esta
manera, determinamos si son morales. Si podemos universalizar nuestras acciones sin
ninguna inconsistencia, entonces son morales; si no podemos hacerlo, son inmorales.
Medita en estos ejemplos simples. No hay inconsistencia lógica en universalizar la
máxima, siempre que necesitemos un auto, trabajaremos duro para ganar el dinero.
Sin embargo, hay algo inconsistente en universalizar la máxima, siempre que
necesitemos un auto lo robaremos. Otra famosa formulación fue:

"Obra de manera que trates a la humanidad, ya sea en tu propia persona o en la de


otro, siempre como un fin y nunca como un mero medio“
Esta formulación nos introduce en la idea del respeto a las personas. Los individuos
no son un medio para un fin; no debemos usar a la gente. En cambio, son fines en sí
mismos con sus propias metas y propósitos. Ya sea que nos usemos a nosotros
mismos o a otros, violamos el imperativo si tratamos a cualquier ser humano sin
dignidad ni respeto. Ciertamente, es cierto que todos usamos a las personas hasta
cierto punto. Usamos médicos, maestros, enfermeras y mecánicos de automóviles
para obtener lo que queremos. Pero hay una diferencia entre pagar a las personas
por los servicios y usarlos simplemente como un medio para un fin. En este último
caso, ignoramos su valor inherente.
2. Conciencia moral

Cuando se piensa en conciencia moral regularmente la noción de “voz interior”


aparece de inmediato. Es decir, es la voz que le indica al individuo cómo debería
actuar, según su ser interior.

Pero esa voz es producto, según el concepto de conciencia, de una reflexión racional.
Gracias al raciocinio el sujeto distingue el bien del mal. La conciencia moral es
entonces el saber que faculta al ser humano para distinguir las conductas valiosas
sobre las que no lo son. La conducta moral puede ser más o menos constructiva.

La reflexión racional de lo moralmente correcto e incorrecto, se extiende también a las


intenciones, por lo que antecede al acto mismo y sirve de moderador del
comportamiento social.
La conciencia moral es el sentido común del bien y del mal, que involucra una
conducta específica. Pero el conocimiento moral, según la perspectiva más aceptada,
proviene de las enseñanzas y mandatos de la familia, y de la formación social y cultural
que le es propia. El ideario moral surge de las condiciones particulares de la existencia
de los individuos.

La conciencia moral se va conformando lentamente durante el proceso de


socialización, por lo que las condiciones y cualidades del contexto son fundamentales.
3. Juicio moral

El juicio moral es la capacidad que tiene una persona de determinar de modo


imparcial si algo es bueno o malo. Teniendo en cuenta que la moral es algo que se
transmite por medio de la educación, los juicios morales y la capacidad de
desarrollarlos de un modo adecuado, está permeada por el conjunto de experiencias,
valores culturales y aprendizajes que ha tenido un individuo.

De este modo, para que haya un juicio moral, tienen que haber
condiciones fundamentales:

El objeto: Asociado con la conducta elegida por el sujeto.


Las circunstancias: Se refiere a las condiciones involucradas en el acto.
La intención: Relativa a la motivación con la que un individuo emprende una acción.
4. Argumento moral

Es la capacidad de los seres humanos de realizar un análisis crítico delante de una


determinada situación en la que no es posible obtener una respuesta satisfactoria si esta se
hace en base a criterios puramente lógicos. Se trata de aplicar los valores morales de uno
mismo para saber si actuar de una u otra forma sería correcto o no.

El razonamiento moral también puede ser definido como el proceso en el cual los
individuos intentan determinar la diferencia entre aquello que es correcto y aquello que
no usando la lógica. Es un proceso diario, que a veces se manifiesta de una forma muy
sutil, en situaciones que no nos parecerían que estuvieran implicados procesos morales.
Desde edades muy tempranas, los seres humanos somos capaces de tomar decisiones
morales sobre lo que creemos que es correcto o incorrecto.

Se ha visto que decisiones cotidianas, como pueden ser el decidir qué ponerse, qué comer
o decir ir al gimnasio son bastante similares a decisiones en las que se tiene que aplicar un
razonamiento moral, como el decidir si está bien mentir, pensar en lo apropiado de reciclar
o atreverse a preguntar a un ser querido que vemos de mal humor si se encuentra bien.
Aunque el razonamiento moral es algo que todos aplicamos en nuestro día a día, nos
es muy difícil llegar a explicar el por qué hemos tomado una determinada decisión,
por muy banal que pueda llegar a ser. Incluso se ha planteado la idea de “estupefacto
moral” para describir a aquellas personas que, si bien llevan a cabo razonamientos de
este tipo, no son capaces de explicar por qué han decidido tomar una determinada
razón.

Muchas de las decisiones que tomamos y que implican seguir unas leyes o reglas
morales no las tomamos de forma lógica, sino en base a emociones. Las decisiones
vienen influenciadas por aspectos internos (p. ej., prejuicios) o aspectos externos
(p.ej., opiniones de otras personas, el qué dirán).

Razonamiento moral desde la filosofía


Dado que el concepto de razonamiento moral implica la movilización de nuestros
valores morales, es lógico pensar que la historia de la filosofía ha tratado de darle una
explicación a cómo las personas llegamos a realizar las decisiones que tomamos, y en
base a qué moral nos movemos.
Otro filósofo, Jonathan Haidt, también coincide con Hume, defendiendo la idea de que
el razonamiento relacionado con los aspectos morales viene como consecuencia
de una intuición inicial, una percepción puramente subjetiva del mundo que nos
rodea. Las intuiciones morales implican juicios morales.

La visión de Immanuel Kant, no obstante, es radicalmente diferente. En su visión


considera que hay leyes universales para la moralidad, y que estas nunca se pueden
romper por sí solas. Deben romperse a causa de las emociones. Es por ello que este
filósofo plantea un modelo de cuatro pasos para determinar si una decisión o acción
moral ha sido tomada desde la lógica o no.
El primer paso del método consiste en formularse “una máxima capturando la razón
para una acción”. El segundo paso, “pensar en que la acción fuera un principio
universal para todos los agentes racionales”. Luego viene el tercero, “si el mundo
basado en este principio universal es concebible”. La cuarta, preguntarse a uno mismo
“si uno haría este principio como máxima en este mundo”. En esencia, y de una forma
menos rebuscada, una acción es moral si la máxima se puede universalizar sin que el
mundo se convierta en un ambiente caótico.

Por ejemplo, pensemos en si es moralmente correcto o no mentir. Para ello, debemos


imaginar qué pasaría si todo el mundo mintiera. Normalmente, la gente miente
cuando considera que puede sacar algún tipo de provecho al hacerlo, pero, si todo el
mundo miente, ¿qué provecho hay en ello? Supondremos que absolutamente todo lo
que nos dicen no es verdadero, es por ello que no estaría bien mentir, según el modelo
de Kant.

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