Power Point Ética Kantiana 2-271218288610
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Evelio Esteba
1. Ética kantiana
El imperativo categórico de Kant se basa en unos rasgos concretos que debe tener
todo buen sistema ético: debe ser autónomo, deontológico, a priori y universal.
Éticas heterónomas y autónomas
Heterónoma sería aquella ética que basa sus principios en criterios externos,
conforme a la opinión ajena. Por ejemplo, llevar una vida basada en la imposición de
alguien que ejerce una autoridad sobre uno. O una en la que el sujeto se deje llevar
por la corriente, sin pensar de forma crítica en sus deberes morales.
Para el filósofo, las éticas teleológicas son aquellas que basan el curso de acción en
las consecuencias de este. De esta manera, consideramos que un acto es bueno o
malo según sus consecuencias. Un ejemplo de ética teleológica es la utilitarista. Para
el utilitarismo, una acción buena es aquella que genera felicidad. Sin embargo, si un
acto genera infelicidad, podemos considerarlo inmoral.
Las éticas deontológicas son aquellas que valoran el deber por encima de las
consecuencias, para Kant, el bien ha de ser perseguido, incluso aunque no
obtengamos ningún premio a cambio. Buscar la utilidad o la felicidad no puede
considerarse un deber; más bien es un rasgo que nos caracteriza como humanos. Esto
convierte a la ética kantiana en una ética incondicional.
Por una ética a priori
Para Kant, el objetivo es fundamentar una ética a priori, es decir, que no dependa de la
experiencia concreta. Esto es así porque, para el autor, solo los juicios a priori pueden
ser constitutivos de la ciencia.
En relación con esto, para Kant la ética debe ser universal, y la única forma de que así
sea es que sea a priori. Su objetivo es generar un marco bajo el cual puedan juzgarse
todas las acciones humanas. Por eso, el autor no da claves concretas de cómo debe
comportarse el ser humano en circunstancias concretas, sino directrices que sirvan
para orientarnos en cualquier tiempo y situación posibles.
Primera formulación del imperativo categórico
Como se dijo al inicio, el Imperativo Categórico es formulado por Kant con la siguiente
declaración: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo
tiempo como principio de una legislación universal”.
Esto tiene que ver con la necesidad de universalidad a la que aspira la ética kantiana. Lo que
propone Kant es una ética donde cada acción concreta es definida como buena si se puede
extender a todo tiempo y lugar posible. De esta forma, no cabría, por ejemplo, la posibilidad de
considerar buena una mentira piadosa, porque nos parece negativa en general la mentira.
El concepto de mentira piadosa se basa en la concepción de que, aunque mentir sea negativo en
general, hay momentos concretos en los que tiene consecuencias positivas. Sin embargo, como
para Kant no podemos saber con certeza las consecuencias de nuestra acción (podrían, por
ejemplo, pillarnos mintiendo), la acción sería mala moralmente.
Segunda formulación del imperativo categórico
Sin embargo, el imperativo categórico contaba con una segunda formulación, que
abre la puerta a considerar la ética kantiana en términos de una cierta
antropología. Escribe Kant: “Pues bien, ahora se desprende que, en el orden de los
fines, el hombre (y con él todo ente racional) es fin en sí, es decir, jamás puede ser
usado por nadie (ni siquiera por Dios) como medio sin ser al mismo tiempo fin, y, por
consiguiente, que la humanidad en nuestra persona debe ser sagrada para nosotros
mismos”.
El imperativo categórico
Kant sostuvo que una Ley moral universalmente aplicable gobierna el comportamiento
humano y puede ser descubierta por la razón humana.
"Actúa sólo de acuerdo con aquella máxima por la cual puedas querer al mismo
tiempo que se convierta en una ley universal".
Pero esa voz es producto, según el concepto de conciencia, de una reflexión racional.
Gracias al raciocinio el sujeto distingue el bien del mal. La conciencia moral es
entonces el saber que faculta al ser humano para distinguir las conductas valiosas
sobre las que no lo son. La conducta moral puede ser más o menos constructiva.
De este modo, para que haya un juicio moral, tienen que haber
condiciones fundamentales:
El razonamiento moral también puede ser definido como el proceso en el cual los
individuos intentan determinar la diferencia entre aquello que es correcto y aquello que
no usando la lógica. Es un proceso diario, que a veces se manifiesta de una forma muy
sutil, en situaciones que no nos parecerían que estuvieran implicados procesos morales.
Desde edades muy tempranas, los seres humanos somos capaces de tomar decisiones
morales sobre lo que creemos que es correcto o incorrecto.
Se ha visto que decisiones cotidianas, como pueden ser el decidir qué ponerse, qué comer
o decir ir al gimnasio son bastante similares a decisiones en las que se tiene que aplicar un
razonamiento moral, como el decidir si está bien mentir, pensar en lo apropiado de reciclar
o atreverse a preguntar a un ser querido que vemos de mal humor si se encuentra bien.
Aunque el razonamiento moral es algo que todos aplicamos en nuestro día a día, nos
es muy difícil llegar a explicar el por qué hemos tomado una determinada decisión,
por muy banal que pueda llegar a ser. Incluso se ha planteado la idea de “estupefacto
moral” para describir a aquellas personas que, si bien llevan a cabo razonamientos de
este tipo, no son capaces de explicar por qué han decidido tomar una determinada
razón.
Muchas de las decisiones que tomamos y que implican seguir unas leyes o reglas
morales no las tomamos de forma lógica, sino en base a emociones. Las decisiones
vienen influenciadas por aspectos internos (p. ej., prejuicios) o aspectos externos
(p.ej., opiniones de otras personas, el qué dirán).