Unidad1 El Romanticismo

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CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL UD 1

ENTRE LA REVOLUCIÓN LIBERAL Y LA REACCIÓN ABSOLUTISTA


El siglo XIX se inició con el Imperio Napoleónico (1799-1815), que consolidó las realizaciones de la Revolución Francesa y propagó sus ideas e
instituciones por toda Europa.
Tras la derrota definitiva de Napoleón, la Europa de la Restauración (Austria, Rusia, Prusia y Gran Bretaña, junto con la Francia de la
restablecida monarquía de Luis XVIII), se propuso un retorno al Antiguo Régimen y el absolutismo.
Sin embargo, en el terreno económico, la revolución industrial seguía su avance imparable y con ella el ascenso de la burguesía, que
protagonizó las tres oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848 para recuperar el poder político que correspondía a su fuerza social y económica.
Tales revoluciones liberales se solían iniciar en Francia, desde donde se extendían por Europa occidental y central.
Así, la revolución de 1830 en Francia puso fin al absolutismo de Carlos X, hermano y sucesor de Luis XVIII, e implantó la monarquía liberal de
Luis Felipe, que derivó también hacia el autoritarismo y fue sustituida por la II República democrática tras las revolución de 1848.
En definitiva, la primera mitad del siglo XIX estuvo marcada, en el terreno político, por el enfrentamiento entre revolucionarios liberales y
partidarios del Antiguo Régimen y en el económico, por el desarrollo constante de la revolución industrial, que modificó por completo la estructura
social y las relaciones entre campo y ciudad.
En España, el tránsito de la Ilustración dieciochesca, confiada y optimista, al convulso inicio del siglo XIX, fue una auténtica encrucijada en su
historia. El reinado de Carlos IV, en manos de Godoy, se vio asfixiado por la presencia de los franceses con quienes había colaborado. La abdicación en
su hijo Fernando VII precipitó el estallido de la Guerra de la Independencia (1808-1814), ya que Napoleón quería instalar a su hermano José como
rey de los españoles. Con Fernando VII de nuevo en el trono, se produjo el pronunciamiento militar del comandante Riego en 1820, por lo que aquél
se vio obligado a establecer un sistema constitucional que, por su duración, se conoce como Trienio Liberal (1820-1823). A su muerte , se plantean
problemas de sucesión, con la aparición del carlismo y la primera Guerra Carlista, ya que se consideraba que su primogénita, la futura reina Isabel II,
no podía ser la legítima heredera.
En el ámbito cultural y artístico la expansión del Romanticismo ocupa todo el período, pero el siglo XIX merece identificarse con la figura
genial e inclasificable de Goya, que, moviéndose entre la razón de los ilustrados y el sentimiento de los románticos, y sin desvincularse del todo de
ninguna de las corrientes de su época, superó a todas y se adelantó a las más diversas vanguardias artísticas.
EL ROMANTICISMO
Aunque tuvo sus primeras manifestaciones en el siglo XVIII, el Romanticismo alcanzó su
plenitud aproximadamente entre 1820 y 1850, estrechamente relacionado, en algunos países
como Francia, con las ideas revolucionarias de carácter liberal.
Fue, por encima de todo, una actitud ante la vida más que un estilo artístico propiamente
dicho, en oposición a la fría racionalidad de la Ilustración y a la igualmente fría estética del
Neoclasicismo.
Sus valores esenciales reflejaban en gran medida el sentir de una burguesía revolucionaria que
hizo del liberalismo y del nacionalismo su bandera política, y se le pueden asignar cuatro rasgos
característicos:
• La exaltación del individualismo.
• El anhelo de libertad.
• La reivindicación del sentimiento, tanto el individual como el colectivo de los pueblos.
• La tendencia a la ensoñación y la evasión tanto en el espacio, hacia lugares lejanos o
exóticos, como en el tiempo, hacia épocas remotas e idealizadas.

Artísticamente el Romanticismo, aunque extendió también su influencia a la arquitectura y


la escultura, tuvo sus mejores cauces de expresión en la literatura y la pintura, en las que el
espíritu romántico se manifestaba mejor a través de los temas, sin que para ello requiriese un
lenguaje formal específico. De ahí que muchos artistas clásicos en cuanto a su estilo, puedan
considerarse románticos por los temas que abordan y la pasión que en ellos depositan.
La temática romántica abarcó un amplio abanico de intereses, que respondían siempre a
la visión personal y exaltada del artista:
• Acontecimientos históricos o de actualidad que reflejaban los ideales románticos de
libertad y sentimiento colectivo, como las rebeliones independentistas o nacionalistas.
• Temas relacionados con la Edad Media, tanto por la visión idealizada que se tenía de esa
época, espiritual y caballeresca, como por ser el período en que, tras la desintegración del
Imperio Romano, surgieron las diversas identidades nacionales en Europa.
• Lugares exóticos, especialmente de Oriente, España e Italia, que satisfacían el afán de
evasión y ensoñación.
• Situaciones límite o desesperadas (naufragios, suicidios, pasiones amorosas trágicas e
imposibles), que se prestaban a la exaltación de los sentimientos.
• Paisajes sublimes o pintorescos, que carecían de la belleza serena e idealizada del
clasicismo para convertirse en escenario de las impetuosas fuerzas de la naturaleza o en la
expresión del estado de ánimo del artista.

En conclusión, se puede considerar al Romanticismo como el primer movimiento


vanguardista de la historia del arte, porque fue el primero que elevó a la categoría artística los
temas de actualidad y la visión subjetiva del artista, en abierta ruptura con la tradición clásica, que
solo otorgaba importancia a los temas de historia (religiosa, política o mitológica).

LA PINTURA ROMÁNTICA
Es fácil de comprender que en muchos países, en particular en Inglaterra y en Alemania , el
paisaje (que hasta este momento solo era el fondo sobre el que desarrollaba la escena principal) se
convirtiera en el tema preferido de la pintura, ya que en él la naturaleza aparece como escenario
de fuerzas superiores. La infinitud del mar, el sublime mundo montañoso, la vista panorámica
hasta el horizonte lejano y la soledad del bosque, parecen simbolizar la divinidad de la naturaleza
elemental, que se refleja en el observador contemplativo. Pero también puede expresar el
abandono y la soledad humana frente al universo. En último término, no se representa a la
naturaleza por sí misma, sino que refleja lo que sucede en el interior del sujeto.
En este sentido, el tema representado aparecerá bajo el aspecto de dos conceptos
contrapuestos que marcarán las líneas de trabajo de los artistas:
• Para lo “pintoresco”, la naturaleza es un ambiente variado, acogedor, propicio, que
favorece en los individuos el desarrollo de sentimientos sociales.

John Constable, El valle de Dedham, John Constable, La catedral de Salisbury, vista desde el jardín
1802 del palacio arzobispal, 1828

• Para lo “sublime”, la naturaleza es un ambiente misterioso y hostil que desarrolla en la


persona el sentido de su propia soledad e individualidad y de la desesperada tragedia de la
existencia. Algunos críticos consideran que lo sublime no solo tiene que ver con lo
terrorífico y lo fantástico, sino que es el aspecto insondable de la naturaleza el que nos
puede abrir las puertas de lo infinito, y que ese sobrecogimiento puede ser inspirador y
germen creativo.

William Blake, Torbellino de Amantes, 1827. Füssli, La pesadilla, 1871.


William Blake, El Gran Dragón Rojo y la Mujer Turner, Tempestad de nieve en el mar, 1842
revestida con el Sol, 1805-1810
LA PINTURA DE PAISAJE: FRIEDRICH Y TURNER
En Alemania, los artistas románticos encontraron en la pintura de finales del XVIII de la
vecina Suiza el modelo perfecto para su arte. En particular los paisajes montañosos bellos y
lúgubres de Caspar Wolf sirvieron como vehículo para indagar en lo sublime.
Es el caso de Caspar David Friedrich (1774-1840), cuyas pinturas combinan un realismo con
una metafísica de la luz inspirada en conceptos cristiano-platónicos. Sus paisajes reflejan el alma
de las figuras que aparecen en primer plano. Son “paisajes íntimos”, como se decía en el siglo XIX,
en los que se materializaba el estado anímico de los observadores, vuelto al exterior. Contienen
siempre dos elementos: la realidad objetiva de la naturaleza y el estado de ánimo del espectador,
que a veces parece duplicarse en otro observador colocado de espaldas. Los grandiosos paisajes de
horizontes lejanos y el limitado espacio reservado a las figuras humanas en primer plano hacen
referencia a los dos aspectos de la existencia humana – cuerpo y alma, lo terrenal y lo espiritual – ,
las dualidades del pensamiento cristiano y neoplatónico. Friedrich fue un pintor filósofo. Fue
además un ferviente patriota, como muestran los símbolos referentes a las guerras de liberación
que se encuentran en muchos de sus cuadros: los bloques de rocas, las rocas erráticas, los robles,
abetos se convierten en paradigmas de lo alemán.

Caminante sobre el mar de nubes, Abadía en el Robledal, 1809


1818

El mar de hielo, 1824 Luna saliendo sobre el mar, 1828


Monje en la orilla del mar, 1810 Acantilados blancos en Rügen,1818

En Inglaterra, la transición al Romanticismo se hizo por cauces más tranquilos, que primero
subrayaban solo el estado de ánimo sereno. En este campo destacó John Constable, cuyas obras de
pincelada suelta entusiasmaron a Delacroix y a Géricault, y que acabarían influyendo a los pintores
de Barbizon e incluso a los impresionistas.
Pero el pintor más sobresaliente es William Turner (1775-1851) que apostó por unas
imágenes descompuestas en color y luz. Aunque en un principio se orientó hacia la pintura
paisajística clásica en acuarelas de gran éxito entre la crítica, sus viajes a la Europa continental le
abrieron nuevas vías experimentales para su arte. Desarrolló una reproducción revolucionaria de la
luz y un colorido que se intensificaron hasta llegar a estructuras impresionistas e incluso de
carácter abstracto. Turner consideraba la naturaleza ilimitada como un enigma irresoluble. Por eso,
partiendo de los polos de luz y oscuridad, relacionó formalmente el aparecer y el desaparecer del
ser humano y sus obras en la naturaleza. Sus representaciones sublimes de naufragios y siniestros
naturales, presentan una mezcla de realidad y fantasía a través del color, que se convierte en
metáfora de las fuerzas naturales.

Tempestad de nieve en el mar, 1842 Crepúsculo sobre un lago, 1840


Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste, 1844 Paz, funerales en el mar, 1842

Olas rompiendo contra el viento, 1840

Hannibal y su ejército cruzando los Alpes, 1810-12


EL ROMANTICISMO FRANCÉS: GÉRICAULT Y DELACROIX
La Revolución de 1789 condicionó la pintura del siglo XIX en Francia, ya que se utilizó como
propaganda política y sirvió para hacer justicia a los ideales republicanos. Cuando Napoleón inició
su marcha triunfal por toda Europa, las alegorías siguieron estando de moda para ensalzar los
triunfos del emperador y sus ejércitos. Sin embargo, la pintura propiamente romántica no empezó
en Francia sino como reacción al estilo impuesto por el emperador, el “Empire”, muy ligado a la
estética neoclásica del siglo anterior.
Pero el Romanticismo en Francia adopta nuevos modos que lo distinguen del alemán o del
inglés. Se deja de lado el paisaje, preferido en toda Europa, en pro del cuadro de historia, pero por
lo general, van a ser acontecimientos recientes los que aparezcan retratados. El color y la luz van a
contribuir a crear el pathos (afecto vehemente del ánimo) en las composiciones. Los héroes que
aparecen van a ser, pues, personajes anónimos, individuos inmersos en un acontecimiento fatal.
Esta nueva sensibilidad romántica se manifiesta en la obra de sus dos principales
representantes Géricault y Delacroix. Los dos tenían un auténtico temperamento de pintor, los dos
eran artistas geniales, que por su propia naturaleza, son difíciles de clasificar dentro de un estilo.

Así, Théodore Gericault (1791-1824) fue un representante característico del Romanticismo


tanto en su obra como en su vida apasionada y rebelde, que finalizó a la temprana edad de treinta
y tres años. Estuvo en Italia, donde admiró la obra de Miguel Ángel y los pintores barrocos, y en
Londres, donde retrató la miseria resultante de una industrialización deshumanizada,
anticipándose con ello al Realismo.

La ludópata, hacia 1820 La loca, hacia 1820


La balsa de la Medusa, 1819

Esta obra es un auténtico manifiesto del Romanticismo.


El tema corresponde a un hecho real acaecido tres años antes. Narra la desesperación y agonía de
un grupo de colonos franceses que, tras el hundimiento de La Medusa (barco del gobierno francés)
frente a las costas de África, reclaman desde su balsa ayuda a una embarcación que pasa sin
verlos. Tras doce días a la deriva, solo sobrevivieron quince de ciento cincuenta. El suceso tuvo una
gran repercusión en la opinión pública, ya que el capitán del barco, un incompetente aristócrata
bien relacionado con la restaurada dinastía borbónica, se había puesto a salvo abandonando a su
destino a los pasajeros, que hubieron de recurrir incluso al canibalismo.
Este cuadro de Géricault, como algunas de las obras de su contemporáneo Goya, refleja la
deshumanización y la irracionalidad de una situación límite. Su modernidad radica en otorgar a un
tema de actualidad, en un formato de grandes dimensiones (casi cinco metros de altura por más
de siete de ancho), el mismo rango de importancia que hasta entonces había estado reservado a la
pintura de historia. Las formas se crean mediante masas de color y no, como en la pintura
neoclásica, mediante líneas bien definidas. La composición en aspa y las actitudes de las figuras
infunden al cuadro una agitación frenética y un dramatismo al que también contribuyen las luces
violentas y contrastadas. Todo ello nos remite de nuevo al Barroco, e incluso a los «condenados»
del Juicio Final de Miguel Ángel.

Eugène Delacroix (1798-1863) también fue un característico dandy romántico. Admiraba a los
grandes pintores barrocos, como Rubens, Rembrandt o Velázquez. Viajó a Londres, donde estudió
la obra de los paisajistas contemporáneos ingleses, en especial de Constable, y al norte de África
(abriendo la puerta al “orientalismo” de moda a lo largo del S. XIX), que le fascinó por su carácter
«pintoresco». Y como ya se ha dicho a propósito de Ingres, protagonizó con este un polémico
debate como defensor del color frente al dibujo clasicista.
La barca de Dante, 1822 La Libertad guiando al pueblo, 1830

Mujeres de Argel (en su apartamento), 1834 Niña huérfana en el cementerio, 1823-24

La matanza de Quios, 1824


La muerte de Sardanápalo
El tema de este óleo sobre lienzo de 1827 se inspira en una obra del también romántico
Lord Byron, muy admirado por Delacroix, y representa el momento en que Sardanápalo, monarca
asirio del siglo VII a.C., sitiado por sus enemigos y sin salida posible, ordena ejecutar a sus mujeres
y animales y prender fuego a todas sus pertenencias. Una vez más se recurre a una situación límite
que propicia un tratamiento dramático y apasionado.
El colorido brillante y cálido, los contrastes de luces, la pincelada suelta y la agitada
composición en diagonal, saturada de elementos, nos recuerdan la pintura de Rubens y del
Barroco en general.
FRANCISCO DE GOYA
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) está considerado unánimemente uno los
pintores más extraordinarios de la historia universal del arte. Aunque las dos terceras partes de su
vida transcurrieron en el siglo XVIII, su producción más personal e innovadora corresponde ya al
XIX, lo que justifica su inclusión en este y no en el anterior, como tradicionalmente se hace.
Su obra, que resalta aún más dentro de la discreta pintura española de los siglos XVIII y XIX,
resulta imposible de clasificar en ningún estilo concreto, por su originalidad y carácter
vanguardista, que la hace precursora de movimientos posteriores tan diversos como el
impresionismo, el expresionismo o el surrealismo. Esto no significa que en muchas de sus
creaciones no se puedan apreciar rasgos propios del arte de su época, tanto del Rococó como del
Neoclasicismo y, sobre todo, del Romanticismo.
Por otra parte, sus pinturas y grabados son un magnífico testimonio de los conflictivos
tiempos que le tocó vivir: el tránsito de la Ilustración dieciochesca, confiada y optimista, al
convulso inicio del siglo XIX, que fue una auténtica encrucijada de la historia española, plasmada
por él con lucidez y espíritu crítico.

ETAPA INICIAL (HASTA 1792)


Goya nació en Fuendetodos, pueblo de Zaragoza, y se inició en la pintura en el taller de un
modesto pintor zaragozano. Intentó obtener una de las becas en Roma que concedía la Academia
de Bellas Artes de San Fernando, pero no tuvo éxito y acabó viajando a Italia por sus propios
medios. A su regreso, en 1771, recibió los primeros encargos de importancia, como los frescos que
realizó para la Basílica del Pilar de Zaragoza. En 1773 contrajo matrimonio con Josefa Bayeu,
hermana del pintor Francisco Bayeu, que le introdujo en la Corte, donde se instaló al año siguiente.
Desde 1774 hasta 1791 trabajó realizando patrones o modelos para la elaboración de
tapices en la Real Fábrica, destinados a la decoración de los aposentos reales. Son los
denominados cartones, por su destino y no por el material con que estaban hechos, pues se
trataba de pinturas al óleo sobre lienzo.
Al mismo tiempo Goya se fue perfilando como un gran retratista, lo que le permitió ir
escalando peldaños en su carrera como pintor: en 1780 ingresó en la Academia, en 1786 fue
nombrado Pintor del Rey, y en 1789 Pintor de Cámara del recién entronizado Carlos IV.

El quitasol, 1777 El pelele, 1791-92 La vendimia, 1786

Siguiendo la moda que se había impuesto entre las clases elevadas europeas en el último tercio del siglo XVIII,
los cartones que Goya elaboró para la Real Fábrica de Tapices representaban en su mayoría escenas de ambiente
popular, protagonizadas por majos, manolas, vendedores ambulantes, niños jugando. En general, ofrecían una visión
pintoresca, alegre y desenfadada, con una técnica de colores ricos y luminosos, y un dibujo preciso, necesario para la
realización posterior del tapiz. El quitasol, pintado al óleo en 1777, es uno de los más famosos y estaba destinado a
una zona elevada del comedor del Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV, en el Palacio de El Pardo. En él Goya
muestra su conocimiento de la pintura clásica (composición piramidal, dominio de la luz, perspectiva de abajo arriba
por la posición elevada del tapiz), así como la influencia de la pintura galante del Rococó.
RETRATOS

La Duquesa de Alba, 1795 La Condesa de Chinchón, 1800 Gaspar Melchor de Jovellanos,


1798
LA CRISIS PERSONAL (1792-1808)
1792 fue un año crucial en la vida de Goya, ya que sufrió una gravísima enfermedad que le
puso al borde de la muerte y le dejó como secuela la sordera. A esta desgracia personal hay que
añadir la virulencia de los acontecimientos de la Francia revolucionaria (ejecución de Luis XVI,
período del Terror, etc.), que tuvieron una gran repercusión en los círculos políticos e ilustrados
españoles, con los que estaba relacionado. Su obra inició entonces una trayectoria absolutamente
personal, inclasificable en cualquiera de las corrientes artísticas europeas en boga, y en ella se
observa el paso de la visión desenfadada de la etapa anterior a otra crítica y atormentada, que
incide en los aspectos más negativos y sórdidos de la sociedad, aunque todavía mantiene viva la
esperanza en su posible cambio.

LOS CAPRICHOS
Goya fue uno de los grandes grabadores del arte europeo,
junto con Durero, Rembrandt, Ribera y Picasso. «Los Caprichos»
es su primera serie de grabados y consta de ochenta estampas
al aguafuerte, publicadas en 1799. Son auténticas sátiras de la
sociedad y la condición humana en las que Goya se muestra
irónico y combativo con la corrupción de las costumbres, la
superstición, la inmoralidad del clero o la ignorancia popular.
Pero su intención, como la de los críticos ilustrados, era
denunciar las malas prácticas y creencias, para acabar con ellas.
El Capricho titulado El sueño de la razón produce
monstruos iba a ser en su proyecto inicial el frontispicio de la
serie, pero fue relegado finalmente al número 43.
Las criaturas de la noche (murciélagos y lechuzas) rodean a
un hombre que duerme sobre una mesa de trabajo y que tiene
a sus pies a un vigilante lince.
Como a menudo ocurre en la obra de Goya, su carácter
enigmático y ambiguo, para eludir posibles represalias políticas
o de la Inquisición, da pie a múltiples interpretaciones.
Hasta la muerte Tú que no puedes Ya van desplumados

LA FAMILIA DE CARLOS IV

Goya había sido nombrado Primer Pintor de Cámara en 1799, un año antes de la realización
de este óleo sobre lienzo, que es su obra maestra como retratista. Para su composición dispuso a
los trece miembros de la familia real como en un friso, al modo neoclásico. Sin embargo, este
cuadro nada tiene que ver con los principios del Neoclasicismo europeo, ya que la luz y el color se
imponen sobre los elementos lineales del dibujo, y la pincelada obedece a toques de gran libertad,
con una gama cromática muy variada, todo ello aprendido de Velázquez, cuya huella es clara en
este cuadro en concreto.
La visión de los personajes es realista y, al contrario de lo habitual en los retratos regios, sin
concesiones a la idealización, plasmando la psicología de cada uno de ellos a través de gestos y
actitudes que muestran sin rodeos su verdadera naturaleza: soberbia y altanera la de la reina
María Luisa, en el centro y como figura dominante; débil y bondadosa la del rey; taimada la del
futuro Fernando VII, a la izquierda. Pero es absurdo pensar que Goya pretendiera caricaturizarlos,
como se ha dicho a veces.
Lo que sí pretendió fue establecer una relación con «Las Meninas» de Velázquez mediante
algunos inequívocos detalles: se autorretrató a la izquierda y pintando de cara al espectador,
colocó a la reina en la misma postura y posición que la infanta Margarita en el cuadro velazqueño,
y tal vez simuló que todos miraban hacia un espejo, pero en este caso, al contrario que en Las
Meninas, situado frente a ellos, fuera del cuadro.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814)


Al margen de que Goya simpatizara por un bando u otro durante la guerra contra la
ocupación francesa, su obra refleja ante todo la crueldad, la tragedia y el espanto de la guerra en
sí. Los protagonistas de sus cuadros y grabados de esta época no son personajes conocidos o
importantes, sino seres anónimos de ambos bandos, en ocasiones verdaderos tipos humanos, que
ejercen o sufren la violencia del conflicto en su cotidianeidad. El punto de vista de Goya es, por
tanto, el de un testigo horrorizado que pretende denunciar la brutalidad de la guerra, en tanto que
representa la máxima expresión de la barbarie y el fracaso absoluto de la razón.
EL DOS DE MAYO DE 1808 EN MADRID O LA LUCHA CON LOS MAMELUCOS
Este cuadro y el siguiente no está claro si corresponden a un encargo hecho al pintor o a un
ofrecimiento suyo, con motivo del regreso de Fernando VII en 1814, una vez finalizada la guerra.
En cualquier caso, los realizó cuando el rey ya estaba en Madrid y ambos constituyen una unidad
temática sobre las jornadas del 2 y el 3 de mayo en la capital, que encendieron la chispa del
conflicto.
La visión que se nos ofrece no es la inicialmente propuesta de «perpetuar por medio del
pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el
tirano de Europa», sino más bien la cruda expresión de la violencia ejercida y sufrida por uno y
otro bando.
En «El 2 de mayo», también conocido como «La lucha con los mamelucos», se representa el
crispado ataque del pueblo madrileño, armado con simples navajas y cuchillos, a la bien equipada
caballería francesa, para impedir el traslado de los infantes Francisco de Paula y María Luisa a
Bayona, donde estaba recluido su padre, el rey Carlos IV.
Los protagonistas de la escena son el pueblo llano de Madrid y las tropas francesas,en su
mayoría mamelucos, soldados de origen egipcio al servicio de Napoleón. No aparece, en cambio,
ningún personaje histórico reconocible.
Con recursos de gran fuerza expresiva y dramática (composición abigarrada y muy próxima
al espectador, intensa agitación, grandes contrastes lumínicos, pinceladas rápidas en grandes
manchas sin apenas dibujo), Goya nos muestra el ensañamiento de unos y otros sin escatimar
detalles. En este sentido, destaca el grupo central en torno al mameluco que cae muerto, mientras
un madrileño sigue apuñalándole y otro clava un cuchillo en el costado de su caballo.

LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO DE 1808

Este cuadro representa la consecuencia de los hechos narrados en el anterior: las


ejecuciones de represalia del ejército francés. Entre ambos se establece un juego de
contraposiciones: el día y la noche; la violencia por parte del pueblo madrileño y la del ejército
francés; la furia y el miedo.
Por lo demás, los protagonistas siguen siendo seres anónimos: los fusilados, tipos humanos
con diversas actitudes ante la muerte; y el pelotón de fusilamiento, simple maquinaria de matar
sin rasgos individuales. Todo ello con un acentuado dramatismo, reforzado por el manto de la
noche y la intensa luz del farol dirigida hacia la figura desafiante que va a ser ejecutada.
Pero el verdadero tema del cuadro trasciende lo anecdótico para denunciar la destrucción
fría y metódica del ser humano, en un tratamiento propio del Romanticismo (situación límite y
personajes anónimos) que se anticipa en mucho tiempo al expresionismo (deformaciones
intencionadas pararesaltar el dolor y la desesperación).
Técnicamente, la mancha de color y la luz se han impuesto definitivamente al dibujo.

LOS DESASTRES DE LA GUERRA


Goya elaboró esta segunda serie de grabados entre 1810 y 1815. Está formada por ochenta
y dos estampas que representan en su mayoría escenas cotidianas de la guerra, algunas de
extrema dureza: prisioneros mutilados, pueblos destruidos, hombres empalados, etc. Son una
reflexión desesperada sobre el absurdo, la crueldad y la sinrazón de la guerra en sí.
Tanto en su temática como en su
composición muchas de ellas están
relacionadas con el cuadro de Los
fusilamientos del 3 de mayo de 1808.
El «Desastre» de la imagen es el número
39, titulado Grande hazaña! Con muertos!,
muestra tres cuerpos de perfecto tratamiento
clásico, pero mutilados y sangrantes,
resaltando así los efectos salvajes de la guerra
sobre la belleza y la dignidad humanas. Los
mostachos de los muertos hacen pensar que
se trata de soldados franceses, pero esto
carece de importancia porque Goya
denunciaba por igual la violencia de ambos
bandos.

Qué hay que hacer más? Esto es peor


LA POSGUERRA (1814-1824)
Al finalizar la guerra, Fernando VII restauró el absolutismo y persiguió con ahínco a los
afrancesados y más aún a los liberales, aunque estos últimos también habían luchado por su
retorno. Goya, sospechoso de simpatizar con las ideas reformistas, vivió años de temor que
agudizaron su visión pesimista y angustiada. A ello se añadió en 1819 una grave enfermedad que le
puso de nuevo al borde de la muerte.

LA TAUROMAQUIA
La Tauromaquia es su tercera serie de grabados, compuesta de treinta y tres estampas
realizadas hacia 1815. Es quizás la serie de menor trascendencia en cuanto a contenido y en ella
Goya recrea los orígenes y el arte del toreo de su
tiempo.

Sin embargo, desde un punto de vista técnico y


compositivo, estas estampas son, como las
anteriores, auténticas obras maestras. La de la
imagen muestra la ligereza y atrevimiento de
Juanito Apiñani en la plaza de Madrid, en la que
destaca la captación del instante y el magnífico
juego de luces y sombras, tanto en la plaza como
en el tendido, donde el público parece huir del
sol.

LOS DISPARATES O PROVERBIOS

Los Disparates o Proverbios es la cuarta serie de grabados de Goya, realizada


probablemente entre 1815 y 1824, aunque no fueron publicados hasta 1864, mucho después de
su muerte.
La inseguridad, el miedo y la represión absurda que caracterizaron el reinado de Fernando
VII son el telón de fondo de sus veintidós estampas, que tienen un carácter delirante y absurdo, a
menudo de difícil interpretación. Constituyen con las pinturas negras de esos mismos años la
culminación del desengaño y el pesimismo de Goya, que ya no pretende denunciar para corregir,
como en Los Caprichos, sino dar rienda suelta a sus obsesiones y fantasmas personales, al margen
de cualquier normativa y por delante del arte de su tiempo.

El Disparate alegre de la imagen


recuerda en su composición a uno de los
cartones para tapices realizado en su
juventud, que representaba el juego de la
gallina ciega. Pero lo que en este era
elegancia, alegría y desenfado, en el
grabado se ha convertido en una escena
grotesca en la que tres lascivos y ridículos
ancianos de sexos abultados danzan
torpemente junto a tres descaradas jóvenes.
Disparate de bobo Disparate matrimonial

LAS PINTURAS NEGRAS


En 1819, poco antes de caer enfermo, Goya compró una casa cerca del Manzanares,
conocida popularmente como la «Quinta del Sordo». Entre aquel año y 1823, en que legó la finca a
su hijo antes de partir para Francia, decoró dos de sus salas con catorce pinturas mediante la
técnica del óleo aplicado directamente sobre las paredes. Se ha llegado a afirmar que no son obra
suya, sino de su hijo, pero los principales especialistas mantienen la autoría de Goya.
Finalmente, en 1873 el nuevo propietario de la casa mandó pasar a lienzos estas pinturas,
que hoy se encuentran en el Museo del Prado, aunque parece ser que el encargado de hacerlo
realizó algunas modificaciones significativas.
Se conocen como «pinturas negras» tanto por sus tonos oscuros y su carácter sombrío,
como por la visión desgarrada que transmiten.
Goya las pintó para sí mismo y con absoluta libertad, lo que explica su carácter enigmático y
a veces incomprensible, que las relaciona con «Los Disparates». Aunque es muy probable que
todas ellas formaran parte de un programa unitario, es difícil determinarlo con exactitud.

Una de las pinturas más conocidas e


inquietantes es la de Saturno devorando a un hijo, tema de
la mitología clásica que nunca se había representado de una
forma tan brutal y expresionista.
Curiosamente estaba pintado en una sala cuyas
funciones serían las de comedor o salón principal. Es
probable que el anciano Goya, ante la proximidad de su
propia muerte, pretendiera hacer una reflexión sobre ella a
través de Saturno (el Tiempo), que destruye a los seres que él
mismo crea. Pero es igualmente posible, como a veces se ha
sostenido, que se tratara de una alusión velada a la tiranía de
Fernando VII, que estaba destruyendo a su propio pueblo.
Dos viejos comiendo sopa La romería de San Isidro, detalle

LOS ÚLTIMOS AÑOS EN FRANCIA (1824-1828)


Como consecuencia del pronunciamiento militar del comandante Riego en 1820, Fernando
VII se había visto obligado a establecer un sistema constitucional que, por su duración, se conoce
como Trienio Liberal (1820-1823). Pero desde el primer momento conspiró para restaurar de
nuevo el absolutismo, lo que consiguió con la ayuda de una intervención militar extranjera. Goya,
desengañado de España y de su taimado monarca, decidió exiliarse a Francia con el pretexto de
tomar unas aguas termales. De allí solo regresó a Madrid en dos ocasiones, por breve tiempo y
para resolver algunas cuestiones, como su pensión; y en Burdeos, donde se había establecido
definitivamente, murió en 1828 a los ochenta y dos años de edad.

La lechera de Burdeos, óleo sobre lienzo de


pequeño formato pintado hacia 1826, es su última
obra maestra, cuya autoría también ha sido objeto
de discusión.
La serena delicadeza de la figura refleja la
tranquilidad de ánimo recuperada por Goya, tras la
liberación del miedo que le producía la España negra
de Fernando VII.
De nuevo aparece en su pintura la luz y el color, pero
lo más interesante, desde el punto de vista técnico,
es la yuxtaposición de toques de color en una
inequívoca anticipación del impresionismo.
No es de extrañar, por tanto, que Goya fuera
admirado por tantos pintores vanguardistas de los
siglos XIX y XX, que vieron en él a un genio
inclasificable y precursor de todos ellos.
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827)
Para muchos, este compositor es el último del grandioso clasicismo
vienés, pero por otro lado es sin duda alguna el padre de los románticos, los
cuales, de una manera u otra, se sintieron influenciados por la fuerza
arrolladora de su obra.

Para entender mejor la vida y obra de Beethoven, se suele dividir en


tres períodos:

• El primer período es el de formación. El compositor estudia con diversos maestros y busca


su propio estilo, su propio lenguaje.
En esta época sus composiciones son bastante clásicas como sus primeras 10 sonatas para
piano, aunque algunas tienen ya novedades. Entre ellas una sonata famosa, la patética.

• El segundo período es el más representativo de su estilo, en el que compone la mayor parte


de las obras por las que se le reconoce y el que más influenció a los compositores
románticos.
Su música es furiosa y agresiva, pero también sus melodías son desesperadas y
melancólicas. Su alma vive atormentada principalmente porque su sordera ya empieza a
ser muy evidente y su vida empieza a ser una lucha constante, aunque por aquel entonces
era el pianista y compositor pianístico más reconocido de Viena.
De entre la música de esta época tenemos las sinfonías de la 3ª (la Heroica) a la 8ª, la ópera
Fidelio, los cuartetos Razumovsky, la obertura Coriolano, la música para el drama Egmont,
los conciertos para piano 4 y 5 (Emperador) y 8 sonatas. De su obra de esta época se
desprende un aire revolucionario, hecho que le trajo más de un problema.
La 3ª sinfonía de Beethoven supone una enorme novedad, ya que es una sinfonía
programática, es decir, una obra que a pesar de no tener texto, trata de narrar una historia
mediante recursos sonoros.

• El último período de la vida y obra de Beethoven se ve dirigido por su absoluta sordera. Su


fama empieza a mermar. La gente pensaba que estaba loco, por su agresividad y
vehemencia, por su apariencia de vagabundo y por su adicción al vino. Su carácter era
desagradable, iracundo y muy suspicaz. Sin embargo su música está colmada de
tranquilidad, como si a la vez que sufre esa lucha con el mundo, por dentro estuviese
completamente en paz consigo mismo. Su música no es tan experimental sonoramente
hablando, es meditativa, muy contrapuntística y basada en el constante desarrollo
temático. Todos los conocimientos aprendidos en su vida los trabaja sobre la mesa y
consigue un lenguaje más abstracto y concentrado.
Algunas de las obras más importantes de este último período son la 9ª sinfonía, las
Variaciones Diabelli, la Misa Solemnis, la Grosse Fuge para cuarteto de cuerda y las últimas
5 sonatas para piano.
La 9ª sinfonía puede ser quizás una de las obras más representativas de la historia de la
música de la humanidad. Beethoven quiso añadir texto en su último movimiento para, a
través de los solistas y el coro, decirle al mundo que todos los hombres somos hermanos,
hijos del mismo padre, eterno y celestial, y que debemos festejarlo unidos bajo la
expresión de la alegría. El texto es una selección del poema Oda a la alegría de su viejo
amigo Schiller.
LA ÓPERA: WAGNER Y VERDI
RICHARD WAGNER, (1813-1883)
Wagner es la figura más destacada de la ópera alemana
decimonónica, siendo este campo el único que realmente le
interesaba para desarrollar sus ideas revolucionarias, reflejadas no
solo en su música, sino también en sus muchos escritos que
ejercieron una notable influencia en el pensamiento del s. XIX y
buena parte del XX.
Wagner quería crear una obra de arte total, donde se
fusionaran todas las partes (libreto, música, escenificación,…) Su
obra más importante es la tetralogía El anillo del nibelungo,
formada por los cuatro dramas El oro del Rin, La valkiria, Sigfrido y
El ocaso de los dioses, basadas en sus ideas estéticas y con libreto
también propio, como siempre. La tetralogía fue estrenada en un
teatro especialmente construido en Bayreuth (Alemania) bajo la
supervisión del compositor para la representación de sus obras.
Algunas óperas anteriores al desarrollo de sus ideas y de la tetralogía son El holandés
errante, Tannhäuser y Lohengrin, y los dramas musicales más importantes, ya posteriores, son:
Tristan e Isolda, Los maestros cantores de Nuremberg y Parsifal.

Las novedades son muy evidentes e importantes:


• La fusión máxima entre las artes que forman el drama
musical.
• La obra no se divide en números cerrados y aunque hay
división de escenas, la música es casi continua, es el tejido de
unión constante.
• El uso de leitmotiv o temas musicales que Wagner asocia a
cada personaje, cosa o idea y que suena siempre que se hace
referencia a ello, ya esté en el escenario o simplemente se
nombre o se evoque su recuerdo.
• la armonía tan atrevida que caracteriza sus últimas obras y
que precipitan la ruptura de la tonalidad. Es por eso quizás la
figura más influyente del s. XIX con respecto a las nuevas y
múltiples ideas musicales que emergerán en el complejo
siglo XX.

Hans Makart, La Valquiria

GIUSEPPE VERDI (1813-1901)


Verdi es la máxima figura de la ópera italiana del s. XIX. Tras
importantes antecedentes, Verdi depura al máximo la técnica y los
objetivos del romanticismo italiano, llevando la ópera de su país
hasta un punto de perfección jamás superado desde entonces. Sus
ideales eran fuertemente nacionalistas y rechazaba las ideas
extranjeras, especialmente las alemanas, aunque encontramos
ciertas influencias de la grandiosidad de la ópera francesa. Su propio
nombre evocaba un grito político nacionalista (Viva Verdi significaba,
Viva Vitorio Emanuel Rey De Italia) y fue símbolo de los patriotas
italianos.
Sus ideas se comprimen en la exaltación de la melodía, solística y sencilla, que expresaba
íntimamente los devenires del alma y las relaciones humanas, base de sus historias, más o menos
realistas pero muy intensas y emocionales, y casi en su totalidad de carácter serio y fuertemente
dramático. Los libretos eran arreglos de grandes escritores románticos como Schiller (el del himno
de la alegría), Victor Hugo, Alejandro Dumas o Lord Byron.
De sus obras tempranas destacan Nabuco e Il Trovatore, muy famosas por sus coros. Pocos años
más tarde compuso obras de primer orden como La Traviata y Rigoletto, y más tardiamente Don
Carlo, La forza del destino y Aida. En su último período compone Otello, y su única ópera cómica,
Falstaff.
ESTILO REGENCY
El estilo Regency se conoce mucho en muebles antiguos y decoración.
La Regencia está definida como el período entre 1811-1820 en
el que el Príncipe de Gales(posteriormente Jorge IV) ejerció “la
regencia” durante la época de inestabilidad mental de su padre, Jorge
III. A pesar de los nueve años de duración, el estilo y moda Regency se
extendieron más allá de la década que le dio este nombre, al ser
coronado Jorge IV.
Sería más apropiado haber nombrado este estilo con el
nombre del príncipe, ya que todo provenía de su propio gusto. Sin
embargo, parece ser que el ya rey Jorge IV, obeso y extravagante no era
bien visto por la propia corte inglesa.
No obstante, el príncipe patrocinó construcciones, compró
cuadros, porcelana y muebles, en los que gastó importantes sumas. Así,
enriqueció las colecciones de la casa real inglesa. Fue el gran artífice de
la reconstrucción de Londres, cuya obra más importante fue la Carlton House, epítome del estilo
Regency.

Carlton House

Características:
• Se copian los muebles representados en las vasijas antiguas Griegas y se decoran con
motivos clásicos como máscaras de leones, hojas de acanto y dibujos jónicos, o egipcios
como leopardos, leones, grifos y hojas de palmeras .
• Estaba de moda reclinase en vez de sentarse, y como resultado se hicieron chaise-longues o
divanes, otomanas, banquetas y los famosos sofás de estilo griego con cojines redondos y
patas de garra. También las características sillas estilo Klismos griegas con patas curvadas.
ESTILO NAPOLEÓN III O SEGUNDO IMPERIO

Estilo artístico que se desarrolló en Francia durante el reinado del emperador Napoleón III
que va de 1852 a 1870. Es este estilo un verdadero caos de tendencias muy dispares entre sí.
Características:

• Se difundió entre la clase alta el deseo de poseer muebles que fueran lo más parecido
posible a piezas originales antiguas; como consecuencia, se produce un elevado numero de
copias casi perfectas de épocas pasadas. En esto coincide con el estilo Regency y se aprecia
un gusto por lo egipcio y la antigüedad clásica.

• Existe confusión y solapamiento de diferentes estilos cuyo resultado es una estética


bastante confusa; el gótico y el renacimiento son dos de los estilos más utilizados y los
muebles inspirados en ellos están realizados con maderas oscuras y estructura maciza.

• Siguen en boga otros estilos de etapas anteriores, como el estilo Luis XIV, que se distinguía
por el uso de riquísimas marqueterías, el estilo Luis XV, con motivos decorativos rococó
muy fantásticos; y, finalmente, el Luis XVI, muy del gusto de la emperatriz Victoria Eugenia.

• Renacimiento de la moda china, que incluye el regreso de muebles lacados; y una efímera
pasión por el estilo morisco y por el neopompeyano, que se desarrollan durante el último
decenio del reinado de Napoleón III.

A pesar de todo lo expuesto no se puede decir que el segundo imperio no haya aportado
nada nuevo. Durante este período, el salón adquiere una gran importancia, y con él los asientos,
divanes, sillones y sillas que no son la decoración principal, y precisamente es en estos muebles
donde se manifiestan las nuevas tendencias.
CLAVES ESTILÍSTICAS EN LA INDUMENTARIA DEL ROMANTICISMO

Los corsés, miriñaques y pelucas empolvadas, elementos característicos del absolutismo,


empiezan a ser desterrados del vestuario femenino. Se va imponiendo una nueva moda con clara
influencia del neoclasicismo, mucho más simple y menos ostentosa. La silueta es más sencilla sin
grandes volúmenes y se populariza el talle imperio, que supone que el vestido se ajusta debajo del
pecho. La producción industrial ofrece nuevos tejidos más sencillos, el desarrollo de la química,
más color.
Se inician fenómenos asociados a la moda como las revistas, las colecciones, las modelos...
Surgen nuevas tendencias como el dandismo y movimentos críticos como el higienismo. Londres
en competencia con París son referentes internacionales en la fabricación de textiles y la moda.

EL DANDISMO Y EL TRAJE BURGUÉS

Desde la segunda mitad del setecientos, en Inglaterra se puso de moda el uso de diversos
conjuntos de diario que contrastaban con los lujosos conjuntos a la francesa. Consistían estos en:
chaquetas de paño sin bordados ni adornos, pantalones de cuero o de otro género de carácter
duradero. Este traje simple del ciudadano inglés se propagó paulatinamente en el continente y
antes de 1789 era conocido como “traje burgués” en oposición al caro y recargado atuendo
cortesano.
Para la simplificación del traje masculino y dar el primer paso para la vestimenta burguesa
se tuvo que renunciar a los atributos del “buen vestir” masculino (peluca empolvada, calzón corto
y tejidos lujosos) y sustituirlos por los de las clases pobres, se daba paso al concepto del hombre
burgués, en oposición al que respondía a un régimen al que ya designaban como “antiguo”.
Se define la indumentaria del nuevo hombre burgués. Más adelante se refinará en el
“dandi”, un personaje atento a la moda que concede igual importancia a su mente y a su aspecto.
Se tratará de una nueva forma de ser en la indumentaria y en el comportamiento. Será también
una posición individual contra las conveniencias sociales y el aburrimiento de lo convencional.

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