La Historia de Los Afrodescendientes en México: Visibilizando Un Pasado Común

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La historia de los afrodescendientes

en México: visibilizando
un pasado común
The History of Afrodescendants in
Mexico: Exposing a Common Past
Alexandra Haas Paciuc
Presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
[email protected]

Resumen:
En este artículo se presenta brevemente la historia de las comunidades afrodescendientes en
México desde su llegada en el contexto del comercio transatlántico de personas esclavizadas
hasta su situación durante el periodo virreinal, pasando por la guerra independentista y la
creación del México independiente. También se explican las ideologías racistas que jus-
tificaron la discriminación de este colectivo en la historia nacional; así como las principales
reivindicaciones de los colectivos de personas afrodescendientes en épocas recientes; y los
avances y desafíos pendientes en la lucha por la igualdad y el reconocimiento pleno de
sus derechos como ciudadanos mexicanos.

Abstract:
This article briefly presents the history of afro descendant communities in Mexico, from their
arrival in the context of the transatlantic trade of enslaved people to their situation during the
Viceroyalty, and through the independence war and the creation of independent Mexico.
The racist ideologies that justified the discrimination of this group in national history are also
explained; as well as the main demands of the African descent communities and civil orga-
nization in recent times. Finally, the main progresses and pending challenges in the fight for
equality and full recognition of their rights as Mexican citizens are also mentioned.

Palabras clave:
Afromexicanos, afrodescendientes, racismo, igualdad, no discriminación, multiculturalismo.

Key Words:
Afro-Mexicans, afro-descendants, racism, equality, non-discrimination, multiculturalism.

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La historia de los afrodescendientes
en México: visibilizando
un pasado común

Alexandra Haas Paciuc

La historia de los afrodescendientes en México es la de una pobla-


ción que por siglos fue ocultada, invisibilizada y condenada al olvido.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX surgió interés
por parte de académicos estadunidenses como Melville Herskovits1 o Colin
Palmer2 en el estudio de la población de origen africano en México.
Este interés llegó al país de la mano de Gonzalo Aguirre Beltrán, uno de
los investigadores pioneros en el tema, quien fuera discípulo de Her-
skovits. Su libro La población negra en México3 es considerado uno de
los acercamientos más valiosos en lo que respecta a la cultura, los oríge-
nes tribales y la historia de los afrodescendientes mexicanos. Publicado
en 1946, esta obra mantiene su vigor y relevancia dentro de la etnohistoria
mexicana. Más recientemente, ciertas coyunturas políticas y movimien-
tos sociales en México —notablemente la labor de organizaciones civiles
como México Negro, A. C., constituida en 1997 con el objetivo de organizar
a las comunidades afrodescendientes en el país, luchar por sus derechos y

1
Antropólogo e historiador estadunidense que estableció firmemente los estudios africanos
y afroestadunidenses en la academia. En 1948 fundó el primer programa principal interdiscipli-
nario de Estudios Africanos en la Northwestern University en Evanston, Illinois.
2
Véase Colin A. Palmer, Slaves of the White God: Blacks in Mexico 1570-1650, Cambridge, Harvard
University Press, 1976.
3
Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra en México. Estudio etnográfico, México, FCE, 1946.

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lograr su reconocimiento constitucional como una etnia más de la Repú-
La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común

blica Mexicana— han despertado el interés de nuevas generaciones


de investigadores mexicanos y estadunidenses por la historia de los afro-
descendientes en México. Sus estudios han revelado una historia oculta
que es testigo de la importancia económica, social y cultural de los pueblos
africanos en la construcción del Estado-nación mexicano desde el periodo
virreinal y en momentos históricos que definieron el rumbo del país,
notablemente el movimiento independentista. Estos grupos conformaron
junto con indígenas y europeos un entramado social y cultural complejo
que no ha sido justamente reconocido. Desde el siglo XVI, con la llegada
de los españoles y, de manera forzada, de personas africanas a la Nueva
España, comenzaron a intercambiarse y mezclarse lenguas, costumbres,
creencias y conocimientos de cocina o medicina tradicional entre dis-
tintos grupos. Sin embargo, gran parte de la sociedad mexicana de hoy
desconoce esta historia, de ahí la importancia de reescribir la memoria
colectiva de la identidad nacional mexicana y reconocer la deuda histó-
rica con el pueblo y la cultura afromexicanas.
En este artículo, se presenta de manera breve la historia de las comu-
nidades afrodescendientes en México. Se comenzará por narrar su llegada
a lo que hoy es México, su situación y la de sus descendientes durante
el periodo virreinal, etapa en la que se intentó regular la sociedad y las
relaciones entre los distintos grupos sociales novohispanos —si bien en la
historia de México no se experimentó el fenómeno de la segregación social
como en Estados Unidos—, así como el contexto histórico del comercio
transatlántico de personas africanas esclavizadas. Más tarde, se narrará
brevemente la participación de destacados afrodescendientes en la lucha
independentista y el final de la era colonial, así como en los inicios de la
República Mexicana y la inserción de las personas afrodescendientes como
ciudadanas en la nueva nación. Finalmente, se hablará sobre las ideas
racistas que justificaron la discriminación y la marginación de este colec-
tivo en la historia nacional; sobre cuáles han sido las principales reivin-
dicaciones de los colectivos de personas afrodescendientes en México
en épocas recientes, así como sobre los avances y desafíos pendientes en
la lucha por la igualdad y el reconocimiento pleno de sus derechos como
ciudadanos mexicanos.

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El origen de los afrodescendientes en México

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y su integración en la sociedad colonial

El origen de las poblaciones y comunidades afrodescendientes en México


se remonta al periodo virreinal (1521-1821). Con Hernán Cortés y el resto
de los conquistadores llegaron las primeras personas africanas, varias de
ellas fueron recompensadas con tierras, mano de obra e incluso con su
libertad, por su participación en la conquista de los pueblos indígenas.
Un ejemplo notorio fue Juan Garrido, quien nació en África oriental,
fue esclavo, se convirtió al cristianismo en Portugal y participó en las
expediciones de conquista de Puerto Rico y la Florida; fue probable-
mente el primer africano en llegar con Cortés a estas tierras.4 De acuerdo
con Aguirre Beltrán, se estima que durante esa época, alrededor de dos-
cientas cincuenta mil personas (mujeres, hombres, niñas y niños, tanto
esclavos como libres al mando de españoles y criollos) llegaron a los
puertos de Veracruz, Campeche y Acapulco, en su mayoría provenientes
de África occidental, de la región de Senegambia, y África central, Angola
y el Congo, así como de otras regiones de África oriental. De ahí viajaron y
se establecieron prácticamente en todo el territorio de la Nueva España,
pero particularmente en aquellos que hoy ocupan los estados de Guerre‑
ro, Oaxaca y Veracruz. En la Costa Chica, se establecieron en haciendas
dedicadas principalmente al cultivo de cacao y algodón, y a la explotación
ganadera. Con el transcurso del tiempo, muchas personas esclavizadas
obtuvieron su libertad y se convirtieron en capataces, arrieros, pescado-
res y vaqueros y, junto con otros afrodescendientes de zonas aledañas
que huían de la esclavitud, poblaron la franja costera de esta región.
Por su parte, en la región de la Costa Grande (que abarca del puerto
de Acapulco a Zihuatanejo, en Guerrero), la participación de las perso-
nas africanas fue esencial para trabajar como estibadores o cargadores
en el puerto de Acapulco, formar parte de la defensa militar del fuerte,
y dedicarse a la ganadería, la agricultura y la pesca, en especial al cultivo

4
Matthew Restall, “Los conquistadores negros: africanos armados en la temprana Hispanoamé-
rica”, en Juan Manuel de la Serna Herrera (coord.), Pautas de convivencia étnica en la América Latina
colonial (indios, negros, pardos, mulatos y esclavos), México, UNAM/Centro Coordinador y Difusor
de Estudios Latinoamericanos/Gobierno del Estado de Guanajuato, 2005, pp. 19-72.

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del café y la copra. El territorio que ocupa actualmente el estado de Vera-
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cruz tuvo una significativa población de origen africano, en especial en el


centro y el sur del estado, de la que son testigo las expresiones cultu-
rales como los carnavales del puerto, la música como el son jarocho,
los bailes, la comida y los nombres de varios pueblos como Mandinga,
Matosa o Mozomboa, posiblemente derivados de antiguos palenques
(lugares formados por esclavos que huían de las haciendas y de la escla-
vitud). Esto se explica en gran medida porque Veracruz fue el puerto
autorizado para el intercambio comercial con Europa durante el periodo
virreinal, por lo que gran parte de las personas africanas esclavizadas
llegaron a la Nueva España por este puerto y muchas de ellas permane-
cieron en la región trabajando en las haciendas azucareras de Córdoba
y Xalapa, en actividades de ganadería en Sotavento y realizando oficios
como el servicio doméstico y la milicia de pardos y mulatos en las prin-
cipales ciudades.5 Finalmente, en urbes como la Ciudad de México, Pue-
bla o Morelia las personas conocidas como “negras y mulatas” ingresaron
a los gremios de artesanos y trabajaron de herreros, pintores, arquitectos,
albañiles o comerciantes, y también prestaron sus labores en los servicios
domésticos como cocheros, lavanderas, cocineras o nodrizas. Aguirre
Beltrán fue el primero en destacar la importancia de la cantidad de la
población africana y afrodescendiente en México. A partir de la revisión
y el análisis de cifras en documentos del periodo virreinal, demostró que,
en diversas etapas del mismo, las personas africanas y afrodescendientes
ocuparon el segundo lugar en densidad de población de la sociedad novo-
hispana, después de la población indígena. En 1570, por ejemplo, 98.7%
de la población era indígena, 0.6% africana y 0.2% europea. Para mediados del
siglo XVII, la población africana había aumentado al 2%, contra 74.6%
de población indígena y 0.8% de población europea.6

5
Adriana Naveda Chávez-Hita, Esclavos negros en las haciendas azucareras de Córdoba, Veracruz,
1690-1830, Xalapa, Centro de Investigaciones Históricas-Universidad Veracruzana, 1987.

6
G. Aguirre Beltrán, op. cit., p. 234. Citado en Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(Conapred), Derechos colectivos y reconocimiento constitucional de las poblaciones afromexicanas, Méxi-
co, Conapred-Secretaría de Gobernación, 2015, p. 51.

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Cuadro 1. Cifras de la población africana durante el periodo virreinal

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Población Población Población Poblaciones
Año Total
europea africana indígena mestizas

1570 3 380 012 6644 20 569 3 366 860 15 939

1646 1 712 615 13 780 35 089 1 269 607 394 139

1742 2 477 277 9814 20 131 1 540 256 907 076

1793 3 799 561 7904 6100 2 319 741 1 465 816

1810 6 122 354 15 000 10 000 3 676 281 2 421 073

Año Total % % % %

1570 100 0.2 0.6 98.7 0.44

1646 100 0.8 2 74.6 22.6

1742 100 0.4 0.8 62.2 36.6

1793 100 0.2 0.1 61 38.6

1810 100 0.2 0.1 60 39.5

Fuente: María Elisa Velázquez y Gabriela Iturralde Nieto, Afrodescendientes en México, una historia de silen-
cio y discriminación, México, Conapred, 2012, p. 37.

La llegada de mano de obra esclavizada desde África a la Nueva España


se debió a diversos factores. En primer lugar, para contrarrestar la importante
caída demográfica de la población indígena como consecuencia de la guerra
de conquista (principalmente por las epidemias provocadas por las enfer-
medades traídas de Europa y contra las que la población nativa no había
desarrollado anticuerpos). Ciertas fuentes señalan que en poco más de
un siglo, hacia 1630, casi noventa por ciento de la población originaria
había muerto.7 En segundo, la prohibición de esclavizar a la población
nativa determinada por las Leyes Nuevas de 1542, con las que la Corona
española prohibió esta práctica y legisló para que los indígenas de los terri-
torios americanos fueran tratados como vasallos como consecuencia de la

7
Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, México, UNAM, 1986, p. 24.

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célebre Controversia de Valladolid, que enfrentó dos formas antagónicas
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de concebir la conquista de América, una representada por Bartolomé de las


Casas, considerado hoy un pionero de la lucha por los derechos huma-
nos y la igualdad fundamental de los pueblos, y la representada por Juan
Ginés de Sepúlveda, que defendía el derecho y la conveniencia del domi-
nio de los españoles sobre los indígenas, a quienes concebía como natu-
ralmente inferiores.
Con el paso del tiempo, y a lo largo del periodo virreinal, hubo personas
africanas y afrodescendientes que lograron obtener su libertad y mejorar
sus condiciones de vida. En la sociedad novohispana, a pesar de la desi‑
gualdad y las normas establecidas por la Corona española, los matrimonios
mixtos estaban permitidos, y eran comunes las uniones formales o infor-
males entre españoles, indígenas y africanos, particularmente en los estra-
tos sociales más bajos. Esta convivencia e intercambio cultural dio como
resultado una sociedad muy diversa tanto en sus culturas y tradiciones
como en sus fenotipos. Por ello, las diferencias en las características entre
las poblaciones de origen africano tienen que ver con los procesos de
intercambio y convivencia que mantuvieron con indígenas y españoles,
es decir, con las variantes que el mestizaje tuvo en cada región. En regiones
como la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, así como en Veracruz, los ras-
gos físicos como el color de piel, la forma del cabello, entre otros, son más
notorios; así como sus manifestaciones culturales (la comida, las fiestas, la
música o la medicina tradicional).
Cabe señalar que, a pesar del mestizaje, y si bien no hubo en el México
virreinal una segregación racial como la que se experimentó en otros países
de América, notablemente en Estados Unidos y Brasil, sí existió una discrimi-
nación estructural hacia los indígenas y africanos que se tradujo en un sistema
de castas, es decir, una jerarquía social en cuya cúspide estaban los espa-
ñoles —ya fueran peninsulares (nacidos en España) o criollos, que cons-
tituían una minoría de terratenientes que se conformó como aristocracia
colonial de origen europeo y de “raza blanca”— y por debajo ellos, a gran
distancia en poder político, económico y prestigio, los indios o natura-
les, indígenas americanos, y los negros (provenientes de África mediante
el comercio de esclavos). En una posición intermedia estaban los mestizos.
Cada categoría se caracterizaba por una posición socioeconómica específica,
vinculada a la identidad racial como se le reconocía socialmente. Esta visión

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de castas se reforzó durante el siglo XVIII con el surgimiento del pensamiento

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ilustrado, que al tiempo que sentó las bases de los derechos humanos y la
justicia universales, y aportó nuevas ideas científicas, políticas y sociales, jus-
tificó de manera paradójica e irracional el tráfico de personas africanas y su
explotación laboral, mediante el desarrollo de ideologías racistas que justifi-
caron el sometimiento de ciertos pueblos por otros con base en su fenotipo
y su cultura; clasificando la diversidad humana y explicando sus diferencias
a través de la noción de raza.
Por supuesto, la experiencia de México no fue un caso aislado. La historia
del continente africano se vio marcada por diferentes sistemas de esclavitud
desde la Edad Antigua. Con el inicio del comercio transatlántico, los sis-
temas esclavistas locales cambiaron y pasaron a suministrar cautivos a los
mercados esclavistas de otros continentes. Pueblos como los ashanti de
Ghana y los yoruba de Nigeria participaron en el comercio de esclavos, lle-
vando a cabo guerras para capturar personas y exportarlas como esclavos,
mientras que agentes comerciales europeos y árabes favorecieron activa-
mente a ciertos grupos contra otros para provocar el caos y poder continuar
con sus actividades esclavistas. Si bien la cifra exacta de africanos enviados
al extranjero como esclavos está en constante debate, las estimaciones osci-
lan entre 10 y 28 millones. De acuerdo con estudios y cálculos realizados
con base en registros de compañías navieras y aduanas de la época, entre
1450 y 1850, al menos 12 millones de niñas, niños, mujeres y hombres afri-
canos fueron trasladados a través del Atlántico, principalmente a colonias
en América del Norte, América del Sur y el Caribe.8 Los virreinatos espa-
ñoles de Nueva España y Perú recibieron el mayor número de población
africana entre 1580 y 1640.
Los españoles fueron los primeros europeos en traer esclavos africanos
al Nuevo Mundo, en un inicio a las islas de Cuba, Puerto Rico y La Espa-
ñola (territorio actual de la República Dominicana y Haití), en gran medida
debido a la alarmante tasa de mortalidad de la población nativa. Los pri-
meros esclavos africanos llegaron a La Española en 1501, poco tiempo
después de que la bula menor Inter caetera de 1493, otorgada por el papa

8
“Focus on the Slave Trade”, en BBC News, 3 de septiembre de 2001, en http://news.bbc.co.uk/2/hi/
africa/1523100.stm (fecha de consulta: 7 de agosto de 2019).

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Alejandro VI en favor de los reyes de Castilla y Aragón, concediera todo
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el Nuevo Mundo a España. Las economías basadas en la fuerza laboral


de los esclavos rápidamente se expandieron al Caribe y a la franja sureña de
lo que se conoce actualmente como Estados Unidos. Con el poderío cre-
ciente de las naciones europeas, comenzó la lucha por controlar el comercio
de esclavos africanos, principalmente entre Portugal, España, Francia, Gran
Bretaña y Holanda. El comercio atlántico de esclavos alcanzó su máximo
apogeo a finales del siglo XVIII, mediante expediciones llevadas a cabo
en el interior de África occidental por reinos africanos contra tribus locales
más débiles, ya que los europeos raramente entraban en el interior de África
por miedo a las enfermedades tropicales y a la resistencia africana. Esta
situación continuó hasta 1860, cuando el último barco esclavista estaduni-
dense, Clotilde, llegó a Alabama con poco más de un centenar de esclavos
capturados en África.
El contexto histórico narrado con anterioridad permite entender la enorme
desigualdad económica que desde la época virreinal sufrieron las comuni-
dades africanas en el nuevo continente, lo que explica que estas poblacio-
nes apoyaran de manera decisiva los movimientos de insurgencia de 1810.9

El fin de la colonia: el papel de los afrodescendientes


en la guerra de independencia y en el México independiente

Para inicios del siglo XVIII, muchas personas afrodescendientes eran libres,
pues la esclavitud dejó de ser rentable gracias al aumento considerable de la
mano de obra. Las formas de obtener la libertad eran diversas, ya fuera
que dueños o amas la otorgaran en vida o por testamento en reconocimiento
a sus cuidados y atenciones; que las personas esclavizadas compraran

9
Para un recuento mucho más exhaustivo sobre la historia de los afrodescendientes en este
periodo, véase María Elisa Velázquez y Gabriela Iturralde Nieto, Afrodescendientes en México,
una historia de silencio y discriminación, México, Conapred, 2012, disponible en https://www.cona
pred.org.mx/userfiles/files/TestimonioAFRO-INACCSS%281%29.pdf (fecha de consulta: 7 de agosto
de 2019); para el caso específico de las condiciones de las mujeres afrodescendientes, véase
M. E. Velázquez Gutiérrez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVIII,
México, UNAM, 2006.

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su libertad (por ejemplo, muchas esclavas lograban reunir dinero suficiente

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para pagar la libertad de sus hijos mediante la venta de diversos productos),
o por medio de relaciones de pareja legítimas o ilegítimas con otros gru-
pos. Los africanos esclavizados solían establecer parejas con mujeres indí-
genas para que sus hijos no heredaran la condición de esclavitud, que se
transmitía por vía materna; mientras que las esclavas entablaban relaciones
con españoles, criollos o mestizos logrando en ciertos casos que sus hijos
fueran reconocidos y que se les concediera la libertad.
También, desde los inicios de la presencia africana en México, existie-
ron manifestaciones de resistencia ante la esclavitud. Era frecuente que,
ante el trato inhumano al que eran sometidos, las personas esclavizadas
huyeran de las haciendas, plantaciones, casas o conventos y comenzaran
insurrecciones armadas e intentos por tomar el poder, que eran penados
severamente. A los que lograban huir se les conocía como cimarrones,
y éstos fueron estableciendo sus propias comunidades, llamadas palenques,
mocambos o quilombos, si bien escapar era considerado un delito grave.
Una de las rebeliones más importantes del periodo virreinal tuvo lugar
en Córdoba, Veracruz, y estuvo encabezada por Gaspar Yanga (o Nyanga),
un africano que según se creía era miembro de la familia real de Gabón
y que fue apresado en la región de “Brang” o “Brong de Atabubu”, en Gui-
nea. Se estima que llegó a Veracruz alrededor de 1570 y que al poco tiempo
huyó de sus amos, refugiándose junto con otros cimarrones en las montañas,
y encabezó por más de treinta años la rebelión contra las fuerzas virreinales.
En 1609, y tras varios intentos fallidos de someterlos, el gobierno español
decidió pactar con Yanga y así poner fin a los asaltos en los caminos y a
las permanentes fugas de esclavos de las haciendas de la región, fundando
así el pueblo libre de San Lorenzo de los Negros; si bien esa fecha fue sólo
el inicio de una trayectoria muy larga que no resultó en una libertad en tér-
minos políticos, aunque sí se obtuvieron derechos jurisdiccionales y terri-
toriales importantes para la población negra de la región.
Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XIX que, con el fin de la guerra
de independencia y la construcción de la nación mexicana moderna, se pro-
hibió de manera expresa la esclavitud. El movimiento insurgente de 1810
surgió por diversas causas tanto externas —notablemente, la influencia de la
independencia de las Trece Colonias de Norteamérica y la Revolución fran-
cesa, así como por las ideas de igualdad y el reconocimiento de los derechos

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del hombre propios de la Ilustración— como internas (en particular, el des-
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contento y la desigualdad social y económica generadas por las reformas


borbónicas aplicadas desde 1765 con el objetivo de retomar la sujeción colo-
nial e impulsar empresas que favorecieran a España). Finalmente, la crisis
política en España, derivada de la invasión napoleónica y de la abdicación
de Fernando VII, fue determinante para los movimientos insurgentes en Amé-
rica, así como para el panorama general de la Nueva España en los años
previos a la guerra, en el que el auge minero, comercial e industrial había
favorecido sólo a una minoría, mientras que el sector agrario enfrentaba
serios problemas de deudas, escasa producción y especulación.
Para inicios del siglo XIX, la población en México era de alrededor de seis
millones de personas, en su mayoría indígenas, pero también había perso-
nas mestizas de ascendencia indígena, europea, africana y asiática. Por su
parte, la población afrodescendiente tenía presencia en distintos ámbitos
y su postura con respecto al surgimiento del movimiento insurgente depen-
dió de varios factores económicos y sociales. En las regiones en las que la
esclavitud continuaba vigente, la causa insurgente recibió un mayor apoyo
por parte de los habitantes de origen africano. Esto, debido a que dos de
las consignas centrales del movimiento insurgente de 1810 fueron la abolición
de la esclavitud y la supresión de las “calidades” de personas, que implicaban
diferenciaciones no sólo de apariencia física, sino de posición económica
y social. El apoyo de la población afrodescendiente a la causa independentista
más reconocido y documentado fue el de las tropas de José María Morelos.
Morelos nació en Valladolid (hoy Morelia en su honor), estudió en el
Colegio de San Nicolás y en 1789 entró al seminario Tridentino de Valla-
dolid, donde se ordenó sacerdote en 1797. En 1799 fue nombrado cura
de Carácuaro, donde permaneció hasta 1810, año en que fue comisionado
por Miguel Hidalgo como jefe insurgente en el sur de México con la prin-
cipal encomienda de ocupar el puerto de Acapulco, considerado estraté-
gico para las comunicaciones de la Nueva España. En sus filas se contaban
dueños de haciendas que fungían como jefes rebeldes e insurgentes erran-
tes, mulatos en su mayoría.10 Sin embargo, tras varias derrotas, Morelos

Peter Guardino, “Las bases sociales de la insurgencia en la Costa Grande de Guerrero”, en Ana
10

Carolina Ibarra (coord.), La independencia en el sur de México, México, UNAM, 2004, pp. 33-57.

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fue capturado el 5 de noviembre de 1815 en Temalaca por el coronel Manuel

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de la Concha, juzgado por la Inquisición y finalmente fusilado en San Cris-
tóbal Ecatepec, el 22 de diciembre de 1815.
Otros afrodescendientes que desempeñaron un papel esencial en la
lucha insurgente fueron Vicente Guerrero y Juan Álvarez. Guerrero nació
en Tixtla, en las montañas de la entidad que hoy lleva su nombre. Perte-
neció a una familia de arrieros y armeros afrodescendientes, y se convirtió
en el líder liberal más popular del movimiento insurgente tras la muerte
de Morelos. Sostuvo la lucha mediante guerrillas durante los años más difí-
ciles, entre 1815 y 1821. Pactó finalmente con Iturbide en Acatempan para
lograr la consumación de la independencia y se convirtió en 1829 en el
segundo presidente de México. Guerrero volvió a decretar la abolición de la
esclavitud. Por presiones políticas internas, renunció al cargo y pocos años
después fue secuestrado y fusilado en Cuilapan, Oaxaca.
Por su parte, Juan Álvarez fue pieza clave durante la mayoría de los con-
flictos armados del México independiente, desde la guerra de independen-
cia hasta el derrocamiento del emperador Maximiliano durante la Segunda
Intervención francesa. Ocupó varios rangos durante su servicio al país;
el más destacado, el de presidente de la República por un breve periodo
en 1855, después de derrocar al dictador Antonio López de Santa Anna.
Si bien ambos personajes son reconocidos en la historia de México, pocas
veces se menciona su ascendencia africana.
La lucha de independencia fue un proceso largo y complicado, y su cul-
minación en 1821 representó grandes cambios para la sociedad mexicana,
pero también una constante tensión entre el proyecto liberal y el conserva-
dor. Por otra parte, si bien la independencia abolió la esclavitud y promulgó
la igualdad de todos los mexicanos sin distinciones, de manera paradójica,
el nuevo proyecto de nación invisibilizó la participación de las personas
africanas en la historia. Esto se debió en gran medida al mito del mestizaje,
que simbolizaba la unión entre indígenas y españoles en la creación de una
nación homogénea, proyecto que permitía solucionar las diferencias y los
conflictos internos de México, pero silenciaba la participación y la contri-
bución de las personas africanas, afrodescendientes y de otras ascenden-
cias en la formación del país. Este silencio respecto de las aportaciones de
las personas africanas estuvo también vinculado al desarrollo de ideas
racistas que justificaron las desigualdades sociales y económicas entre

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las llamadas castas o calidades del México independiente, que, si bien
La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común

en teoría fueron prohibidas por la ley, en la práctica continuaron las dife-


rencias de trato entre las personas por sus rasgos, su color de piel y su cul-
tura. A pesar de ello, los afrodescendientes contribuyeron al progreso de la
nueva nación mexicana participando en actividades y empresas económi-
cas en el campo y la ciudad como lo habían hecho en el periodo virreinal.11

La lucha contemporánea por el reconocimiento,


la igualdad y la no discriminación de los
pueblos afrodescendientes

Las ideologías racistas del siglo XIX en Europa argumentaron que cualquier
grupo humano distinto al europeo era inferior. Las bases pseudocientífi-
cas del racismo se fundamentaron en la taxonomía de Linneo (1707-1778),
las ideas de orden antropológico de Buffon sobre las diferencias entre etnias
(1707-1788), así como en los postulados de Blumenbach (1752-1840). Joseph
Arthur de Gobineau (1816-1882), influido por estos trabajos, produjo las ideas
centrales del racismo científico. En Ensayo sobre la desigualdad de las
razas humanas argumentó que las grandes civilizaciones mundiales tenían
en común la “raza aria”, y que su mezcla con “razas inferiores”, es decir,
la negra y amarilla, dio como resultado la decadencia cultural y biológica
de los pueblos. Estas ideologías llegarían al continente americano y alimen-
tarían fenómenos sociales como el racismo y la segregación.
Sobre la construcción de la identidad mexicana moderna, historiadores,
intelectuales y científicos teorizaron sobre las características que garanti-
zarían el progreso del país, concluyendo que el “mexicano” debía con-
tar con los mejores rasgos de las “razas” europea e indígena. Contrario
al racismo europeo, en México se consideró al “mestizo” como la figura
que haría posible la unidad demográfica y cultural de la nación. De esta
manera, si bien la población mexicana a inicios del siglo XIX era en su

Para mayor información sobre la historia de las personas afrodescendientes en este periodo,
11

véase M. E. Velázquez Gutiérrez, La huella negra en Guanajuato. Retratos de afrodescendientes de los


siglos XIX y XX, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2007.

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mayoría indígena, y existía también una importante población afrodescen-

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diente, estos sectores demográficos fueron invisibilizados, pues se consi-
deraron incompatibles con el proyecto político liberal.
Es por ello que una de las primeras reivindicaciones por parte de las
organizaciones afromexicanas en México fue la lucha por el reconocimiento
de su participación en la construcción de la identidad y la cultura mexica-
nas. Uno de los organismos que impulsó esta temática desde sus inicios
fue el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), notablemente
a partir del trabajo liderado por María Elisa Velázquez, quien fungió como
vicepresidenta del Comité Científico del Proyecto Internacional “La Ruta
del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio” de la UNESCO. Más tarde,
el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) se sumó
a la lucha por los derechos de los pueblos afrodescendientes, si bien en un
principio no existía un diagnóstico claro sobre su condición de grupo discri-
minado. A los pocos años de su creación, el Conapred comenzó a problema-
tizar la discriminación contra los afrodescendientes en México,12 inicialmente
desde una mirada académica que revisaba la historia, los orígenes y las
condiciones de vida de esta población. Más tarde, el trabajo del Consejo
se orientó hacia la prescripción de política pública, siendo una de sus pri-
meras inquietudes que se incluyera en el Censo Nacional de Población
y Vivienda 2010 una pregunta sobre la identidad afro. Su primera consta-
tación fue que la autoadscripción afrodescendiente en México involucraba
enfrentarse al racismo y a la discriminación estructural, ya que este grupo
no sólo era invisible para la población en general, sino que también lo era
para sí mismo.13 Esta iniciativa no se hizo posible hasta finales de 2014,
cuando se integró a la Encuesta Intercensal 2015 una pregunta relativa a la
autoadscripción14 afrodescendiente (1 381 853 mexicanos se autodefinieron

12
Julia Isabel Flores Dávila, Afrodescendientes en México: reconocimiento y propuestas antidiscriminato-
rias, México, Conapred (Documento de Trabajo E-19-2006), diciembre de 2006.
13
J. M. de la Serna Herrera, Exploración antropológica para la formulación de la pregunta sobre las per-
sonas afromexicanas en el Censo Nacional de Población y Vivienda y en encuestas relacionadas, México,
Conapred (Documento de Trabajo E-00-2009), 2009.
14
La pregunta de autoadscripción incluida en la Encuesta Intercensal 2015 fue: “De acuerdo con
su cultura, historia y tradiciones, ¿(nombre) se considera negra(o), es decir, afromexicana(o)

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como afrodescendientes, y casi dos millones consideraron que lo eran
La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común

en parte). La encuesta reveló el carácter multidimensional de las identi-


dades: dos de cada tres personas que contestaron sí a la pregunta sobre
afrodescendientes se reconocieron también como indígenas.15 Los resul-
tados de la Encuesta hicieron posible la elaboración del Perfil sociodemo-
gráfico de la población afrodescendiente en México,16 que permitió a su
vez identificar acciones para su inclusión en los programas de desarrollo
económico y social del país. En 2017, la Encuesta Nacional sobre Discri-
minación (ENADIS) también incorporó la pregunta sobre el autorrecono-
cimiento de afrodescendencia, aumentando la población autoidentificada
a 3 186 073 personas (2.9% del total de la población)17, al ampliarse la pre-
gunta,18 considerándose tanto la ancestría como la cultura.
El tema del reconocimiento afro no es menor, ya que desde los pri-
meros acercamientos con estas comunidades y pueblos se hizo palpable
la necesidad de visibilizar y concientizar a la población mexicana sobre
sus propios orígenes. Un momento clave en este sentido fue la organi-
zación del Primer Encuentro de Pueblos Negros, llevado a cabo en 1997
en El Ciruelo, Pinotepa Nacional, Oaxaca, que reunió a diversas comuni-
dades y pueblos de mexicanas y mexicanos con herencia africana en la
búsqueda del reconocimiento; sus principales demandas eran:19 el pleno
reconocimiento constitucional de las comunidades y pueblos afromexi-
canos con la armonización legislativa que esto implicara; la inclusión

o afrodescendiente?”. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Encuesta Intercensal


2015. Marco conceptual, Aguascalientes, Inegi, 2018, p. 32.
Eduardo Torre Cantalapiedra, “Novedades en el panorama de las identidades en México: la
15

pregunta sobre afrodescendientes en la Encuesta Intercensal, 2015”, en Coyuntura demográfica,


núm. 12, julio-diciembre de 2017, pp. 87-95.
Inegi, Perfil socioeconómico de la población afrodescendiente en México, Aguascalientes, Inegi, 2017.
16

La Encuesta Nacional de Discriminación (ENADIS) 2017 puede consultarse en http://sindis.


17

conapred.org.mx/estadisticas/enadis/.
La pregunta de autoadscripción afrodescendiente en la ENADIS 2017 fue: “Por sus antepasados
18

y de acuerdo a sus costumbres ¿(nombre) se considera negro(a) afromexicano(a) (afrodescen-


diente)?”. Inegi, Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 ENADIS. Diseño conceptual, Aguasca-
lientes, Inegi, 2018, p. 43.
Primer Foro Nacional Poblaciones Afrodescendientes en México, Declaración, 2012.
19

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de la variable étnico-cultural en censos y conteos de población y vivienda,

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así como en instrumentos estadísticos administrativos; la creación de un
observatorio contra la discriminación racial con especial énfasis en la obser-
vación de los contenidos en medios de comunicación, políticas públicas
y otros espacios de la sociedad en general. Estos encuentros se organi-
zaron cada año de manera prácticamente invisible para las instituciones
de gobierno, si bien contaron con la participación de diversas institucio-
nes académicas.20
Con el objetivo de lograr una mayor visibilidad sobre esta proble-
mática, Conapred se sumó a la iniciativa de la ONU para proclamar 2011
como el Año Internacional Afrodescendiente, y más tarde 2015 como
el Decenio Internacional de las y los Afrodescendientes. Además, en su
Guía para la acción pública: afrodescendencia. Población afrodescen-
diente en México, el Conapred propuso la adopción de medidas concre-
tas para hacer efectivo el derecho a la no discriminación de la población
afrodescendiente en México desde la administración pública federal.21
La Guía constituyó, junto con los hallazgos de los foros y encuentros de
pueblos negros y las recomendaciones del Comité para la Eliminación
de la Discriminación Racial (CERD, por sus siglas en inglés) la base para
la creación del Programa Nacional para la Igualdad y la No Discrimi-
nación (Pronaind) 2014-2018, el cual propuso iniciativas como la revi-
sión de los contenidos de los libros de texto gratuitos de primaria para
incorporar aportes de la población afrodescendiente. En el ámbito de la
salud, se desarrolló el Modelo Intercultural de Atención de la Salud de
los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes para proporcionar servicios
con enfoque intercultural.

20
Entre otras: INAH, Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Universidad Nacio-
nal Autónoma de México (UNAM), Universidad Autónoma Chapingo (UACH), Universidad
Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Universidad Autónoma Metropolitana (UAM),
Universidad Veracruzana, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Universidad
Autónoma de Querétaro, Universidad Autónoma Benito Juárez, Universidad Autónoma de
Guerrero.
21
Conapred/Movimiento Nacional por la Diversidad Cultural de México, Guía para la acción
pública contra la discriminación y para la promoción de igualdad e inclusión de la población afrodescen-
diente en México, México, Conapred, 2012, en https://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/
GAP_Afrodesc_ACCSS_OK.pdf (fecha de consulta: 7 de agosto de 2019).

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Finalmente, un tema de relevancia mayor es el impulso de cambios en la
La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común

legislación mexicana que se traduzcan en una igualdad sustantiva para los pue-
blos y comunidades afro. A este respecto, Conapred ha servido de puente
para la interlocución entre los liderazgos afromexicanos y el poder legislativo.
Entre 2014 y 2018 se presentaron diversas22 iniciativas ante la LXIII Legislatura
del Congreso de la Unión relativas al reconocimiento constitucional de los
pueblos y las comunidades afromexicanas. De manera adicional, la iniciativa
de reforma al artículo 2 constitucional para reconocer a las personas afrodes-
cendientes como integrantes de la composición pluricultural de la nación,
presentada por los senadores Susana Harp y Martí Batres, ya fue aprobada23
en el Senado de la República y ha logrado el pleno reconocimiento consti-
tucional con 17 entidades a favor de la reforma.24

Conclusión

A modo de conclusión se puede mirar en retrospectiva los avances logrados


en los últimos 10 años en cuanto a visibilización, sensibilización y cuanti-
ficación de la población afromexicana en México. Sin embargo, por más
grandes que estos logros pudieran parecer para una población que hace ape-
nas 30 años era completamente invisible frente al Estado mexicano, no hay

22
En el Senado de la República presentaron iniciativas: Ángel Benjamín Robles Montoya (re-
forma del artículo 2); Cristina Díaz Salazar (reforma a los artículos 2, 27, 28 y 115), y Angélica
de la Peña Gómez (reforma a los artículos 2, 27, 28 y 115). En la Cámara de Diputados: Lillian
Zepahua García (reforma de los artículos 2 y 73 de la CPEUM y otra para expedir la Ley General
sobre los Derechos, la Cultura y el Desarrollo de las Comunidades Afromexicanas; y Laura
Beatriz Esquivel Valdés (reforma de los artículos 2, 27, 28 y 115).
23
Senado de la República, “Dictamen de las comisiones unidas de Puntos Constitucionales
y Estudios Legislativos en relación a las iniciativas con proyecto de decreto que adiciona un
Apartado C al Artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para
reconocer a las personas afrodescendientes como integrantes de la composición pluricultural
de la nación”, 24 de abril de 2019, disponible en http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documen
tos/2019/04/asun_3864359_20190425_1556205144.pdf (fecha de consulta: 7 de agosto de
2019).
Véase Perla Fuentes, “Bienvenidos afromexicanos a la Constitución”, en SDP Noticias, 2 de
24

agosto de 2019, en https://www.sdpnoticias.com/nacional/2019/08/02/bienvenidos-afromexicanos-


a-la-constitucion (fecha de consulta: 7 de agosto de 2019).

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que conformarse con el mero reconocimiento legal, pues éste es sólo el punto de

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partida para responder al reto aún más grande de garantizar el pleno ejercicio
de sus derechos y una inclusión efectiva en la vida nacional desde una pers-
pectiva de no discriminación. Evidentemente, los retos son inmensos.
La demanda de reconocimiento por parte de los pueblos afrodescen-
dientes en México no es única en su tipo. En diversas naciones democráticas
modernas ha surgido el debate sobre si las instituciones públicas deben reco-
nocer —y cómo— la identidad de las minorías culturales, principalmente
aquellas históricamente discriminadas y excluidas. El liberalismo político
moderno se fundó con la premisa de que, a fin de garantizar la igualdad,
debían dejarse de lado las características particulares de los seres huma-
nos. Sin embargo, éste tomó como base el prototipo del hombre blanco
y propietario. Con las críticas contemporáneas a este modelo, ha surgido
la inquietud desde las instituciones de gobierno, escuelas y centros cultu-
rales, de debatir sobre cómo integrar al concepto de ciudadanía las iden-
tidades particulares —generalmente basadas en la etnicidad, el sexo o la
religión— y en qué medida el reconocimiento de estas particularidades
puede contribuir al desarrollo de una sociedad más justa e igualitaria. En el
caso de la nación y la cultura mexicanas, parecería que un ejercicio primor-
dial sería una interlocución con el pasado y la formulación de interrogan-
tes al presente, a fin de trazar el esbozo de una visión de futuro: ¿qué tipo
de sociedad hemos sido, somos y queremos ser? Para ello, la voz de los
pueblos afrodescendientes es fundamental:

Nosotros, personas integrantes de diversas comunidades y pueblos


afromexicanas y afrodescendientes […]: Hacemos saber: que existi-
mos como pueblo desde antes de la formación del Estado mexicano,
que hemos aportado en el desarrollo histórico, social, político, econó-
mico y cultural de nuestro país. Que nuestra identidad tiene múltiples y
vitales expresiones actuales que recrean nuestra herencia africana
y nuestra convivencia con los pueblos indígenas y mestizos del país.
[…] Que nuestro trabajo contribuye a la construcción de la nación,
su identidad pluricultural y su patrimonio tangible e intangible.

Así lo expresaron en la Declaración del Primer Foro Nacional Población Afro-


mexicana y Afrodescendiente en México, celebrado en septiembre de 2012.

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