Vida y Pluralidad
Vida y Pluralidad
Vida y Pluralidad
Revista de Filosofía
ISSN: 0034-8244
https://dx.doi.org/10.5209/resf.69090
Resumen. El presente trabajo se ocupa del efecto que la propuesta de Nietzsche de una forma de vida
que aspira a la autorrealización del individuo tiene en María Zambrano y Hannah Arendt. La lectura
que cada una de ellas hace del autor alemán permite establecer con respecto a este continuidades y
divergencias e hilvanar también un paralelismo entre sus propios planteamientos. Al igual que
Nietzsche, Zambrano y Arendt asumen la pluralidad como rasgo constitutivo de lo humano y parten
por ello de la crítica del paradigma platónico que uniformiza la existencia. Sin embargo, tanto la
noción de persona que perfila Zambrano como la de acción que desarrolla Arendt se desvían del
pathos individualista que anima la obra nietzscheana y de la persistente reprobación de la igualdad
que contiene. Ambas autoras acaban señalando la insuficiencia de este enfoque para pensar la
pluralidad en el horizonte de la democracia.
Palabras clave: Nietzsche; pluralidad; forma de vida; Zambrano; Arendt.
1 Universidad de Alicante
[email protected]
1. Introducción
2
Jenseits von Gut und Böse (JGB) 6. Nietzsche (1980), a partir de ahora KSA, 5 19, Nietzsche (2011ss), a
partir de ahora OC, IV 300.
3
“Al fin y al cabo, nadie puede escuchar en las cosas, incluso en los libros, más de lo que ya sabe. No se tiene
oídos para aquello a lo que no se tiene acceso desde la vivencia”, Ecce Homo (EH), “Warum ich so gute
Bücher schreibe” 1, KSA 6 300, OC IV 810.
4
Götzen-Dämmerung (GD), “Die «Verbesserer» des Menschheit” 2, KSA 6 99, OC IV 646.
5
JGB 207, KSA 5 136.
6
Sobre la lectura que hace Zambrano de Nietzsche y la valoración de su figura a lo largo de su obra, puede
consultarse Rodríguez (2018), el número 10 de Aurora. “Papeles del Seminario María Zambrano” dedicado
Zambrano y la filosofía de Nietzsche, Revilla (2009) y los trabajos recogidos sobre la relación de ambos
autores en Revilla (2013). Sobre la relación entre Arendt y Nietzsche, puede consultarse Biskowski (1995),
Quesada (1997), Siemens (2005), Villa (2008), Roodt (2008) y Schoeman (2008). Entre los estudios que han
reunido a María Zambrano y Hannah Arendt, cabe destacar: Boella (2010) y Moreno Sanz
(2014).
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de vida que aspira a la autorrealización, a la autenticidad, y que exige, por ello, que
la intersubjetividad se correlacione con la afirmación de las singularidades. Este es
el sentido del concepto de pluralidad, que desempeña una función clave en ambas
pensadoras.
Al respecto, y entre las páginas escritas por una y otra, puede rastrearse un diálogo
con Nietzsche en torno a la necesaria impugnación de ese logos que Platón focaliza en
la búsqueda de lo universal y en la elaboración de categorías unificantes. De aquí se va
a partir en el presente trabajo para poder contrastar seguidamente las diferentes
elaboraciones ético-políticas a las que se presta esta crítica común. Zambrano y Arendt
coinciden con el autor alemán en que el paradigma inaugural platónico dificulta una
adecuada comprensión de lo humano. Sin embargo, las nociones de persona y de
acción en las que desembocan respectivamente sus posiciones quieren marcar sendas
distancias con la gestión del individualismo que adscriben al Übermensch. El cruce de
las tres voces permitirá en última instancia precisar el rendimiento, así como los
límites, del planteamiento nietzscheano para pensar –y no ya solo imaginar– una forma
de vida comprometida con la pluralidad.
7
Tal y como se plantea en Über Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne.
8
Platón (1995), p. 426.
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frente a la razón y a la ley, la fuerza irresistible de las pasiones, el frenesí. Frente al logos, el
hablar delirante. Frente a la vigilancia de la razón, al cuidado del filósofo, la embriaguez
perenne. Y frente a lo atemporal, lo que se realiza y desrealiza en el tiempo 11.
ella extrae la enseñanza básica e irrenunciable de que todo aquello desestimado por
los grandes sistemas conceptuales por ser accidental y particular es, sin embargo,
constitutivo del yo. Pero lo que cabe subrayar es que Nietzsche se integra en el
trasfondo de la crítica zambraniana que acabará alcanzando al propio magisterio de
Ortega en el proceso de búsqueda de un concepto de razón más ancho –como ella
misma precisará– que ha de abrazar la historicidad y contingencia de lo humano,
pero también hacerse cargo de un saber sobre el alma que, como se ha podido
apreciar, ha de asomarse a un fondo subjetivo que elude la traducción conceptual.
Y en este punto, para delimitar y matizar su propio posicionamiento vitalista, la
autora apela explícitamente a Nietzsche:
visión del hombre nuevo. Su distinción entre “moral de escuela” y “moral de señores”
va quedándose como lo que era: un instrumento para atacar a las morales al uso, un
apoyo intelectual en su crítica, una base de audacia21.
La autora aprecia, sin duda, esa “esplendente visión del hombre nuevo” que ha de
ayudar a corregir la abstracción que aqueja al sujeto del racionalismo y avanzar hacia
una razón poética atenta al derecho a la singularidad. Pero, al compás de este avance
facilitado por Nietzsche, quiere evitar, no obstante, los excesos de ese individualismo
hiperbólico –la “moral de aislamiento salvaje, de desprecio a lo mediocre, de afán
ilimitado de pureza”, tal y como se reseña en el fragmento– que solo
instrumentalmente, como un “apoyo intelectual” para la crítica, podría justificarse. La
cuestión es que Zambrano, convergiendo con Arendt –cuya posición se va a puntear
seguidamente–, comienza a advertir en este punto los límites ético-políticos de la
gramática colectiva con la que el autor alemán correlaciona la posibilidad de una forma
de vida adecuada a la realización del individuo. Tanto para una como para la otra se
trata de poder salvar así mismo la igualdad.
3. Distinción e igualdad
no prevé compaginarse con una ética de la igualdad, sino más bien sustraerse al
“veneno de la doctrina de la «igualdad de derechos para todos»”31. La llamada a un
aristocratismo de los sentimientos que “hace distinciones” y “ve rango, grado,
orden” entre un ser humano y otro dificulta la incorporación de la simetría al ethos
que propone32. La cuestión es que el acceso al ideal “singular, seductor, lleno de
peligros” al que alude el Übermensch queda para la mayoría descartado 33.
Para Arendt, sin embargo, la autenticidad no se produce aisladamente o sobre el
trasfondo de la impersonalidad general, sino en un mundo en el que, sin necesidad
de convocarlos deliberadamente, están presentes los otros. La pluralidad no puede
resolverse entonces en los términos nietzscheanos. Tampoco para Zambrano, como
se ha comenzado a ver, cuyo concepto de persona, hacia el que se va a avanzar a
continuación, recoge expresamente la preocupación por dimensionar
democráticamente al individuo y su aspiración a la autenticidad.
4. Individuo y persona
Y como un fatal resultado de este drama que Nietzsche nos presenta, claro espejo del
hombre moderno, tenemos el mundo fantasmal que hoy nos rodea: un mundo pre-
racional después de que la razón lo ha habitado. Mundo pre-lógico después de un largo
período de ejercicio del logos en todas sus formas. Y esto: un mundo del “antes” en el
“después” ¿no es la imagen más verídica del horror?37
37 Ibid., p. 139.
38 Ibid., p. 137.
39 “El delirio del superhombre”, Zambrano (1986), p. 168.
40 Ibid., p. 154.
41 FW 354.
42 GD, “Streifzüge eines Unzeitgemässen” 26, KSA 6 128, OC IV 668.
43 EH, “Vorwort” 3, KSA 6 258; Menschliches, Allzumenschliches II, “Vermischte Meinungen und Sprüche” 21,
KSA 2 387.
44 Zur Genealogie del Moral III 8, KSA 5 352, OC IV 522.
378 Nájera Pérez, E. Revista de Filosofía, 47 (2), 369-385
45 Zambrano (1988), p. 8.
46 Ibid., p. 124.
47 Ibid.
48 Ibid.
49 Ibid., p. 133.
50 Ibid., pp. 164 ss.
51 Ibid., p. 164.
52 Ibid.
53 Ibid., p. 114.
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5. Natalidad y aurora
Esa oscuridad, pues, que conserva la continuidad del pensamiento, está bien lejos de ser
la plena oscuridad. Hace pensar más bien en un alba que se oculta para en seguida
reaparecer, y seguiría reapareciendo a través de la oscuridad de tantas vidas, si por
acaso se le hubieran dado a esa criatura, Nietzsche61.
58 Ibid., p. 433.
59 Lemm (2006) plantea la devaluación de lo político a propósito de la reivindicación nietzcheana del olvido frente a la
centralidad que Arendt le concede a la memoria y la promesa. Véase también Villa (1999) y Svampa (2014).
60 Este sería el significado de término aurora. Véase Zambrano (1987), p. 71. Con De la Aurora Zambrano rinde
un expreso homenaje a la propia Aurora de Nietzsche, publicada un siglo antes, 1881, en la que también se
apelaba a un tránsito de la oscuridad a la luz. Escribe Nietzsche en el “Prólogo” a propósito del ser soterráneo
que se muestra en el libro: “¿No será que le guía alguna creencia, que algún consuelo le compensa? ¿Quizá
desee disfrutar él también de una oscuridad duradera, de lo incomprensible, oculto y enigmático, porque sabe
lo que luego vendrá y será para él: la mañana, la redención, la aurora?”, KSA 3 11, OC III 483. Véase
Rodríguez González (2018), pp. 244ss.
61 Zambrano (1986), p. 124. Véase también el escrito “Una pequeña historia desconocida de Nietzsche en Italia” en el que la locura del filósofo alemán es igualmente elevada a una vía en la que se
abandonan las máscaras y se penetra en el fondo de la vida, Zambrano (1994).
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Hecho el recorrido propuesto, cabe subrayar que los conceptos de persona y acción
que articulan respectivamente Zambrano y Arendt se desvían del registro
individualista nietzscheano en la medida en que no ceden a la tentación solipsista y
esteticista que asoma en su comprensión de la autenticidad. El trazado de la
pluralidad para ambas exige, como se ha visto, no solo recuperar frente al sesgo
idealista de la filosofía la acepción múltiple de lo humano, sino cuidar el sentido de
la intersubjetividad en cuya matriz es donde se han de producir –con arreglo a las
imágenes emparentadas que han utilizado ambas autoras– las nuevas auroras, los
nuevos nacimientos. Es cierto que, a lo largo de su búsqueda de un sujeto inédito e
intempestivo –de “una especie nueva de filósofos” 65–, Nietzsche no deja de
presuponer una determinada gramática colectiva. A propósito de ella apela
recurrentemente a un nosotros que va encadenando diferentes apelativos: nosotros,
los inmoralistas, los buenos europeos, los hiperbóreos, los espíritus libres, los
últimos estoicos, los que-se-dan-leyes-a-sí-mismos…
Como se indicaba en la introducción, el proyecto de esta nueva subjetividad en
plural va ligado a la cuestión de cómo modificar la forma de vida que define el
presente, una cuestión que se vuelve escurridiza cuando se ha instalado una sospecha
casi absoluta en las prácticas normativas convencionales y la moral de factura
platónico-cristiana que se revalida en la Ilustración queda desactivada. La salida que
encuentra Nietzsche pasa por imaginar fórmulas alternativas que recrea en distintos
momentos de su obra recuperando pasajes históricos con eco aristocrático –como las
antiguas polis griegas o la Venecia renacentista 66– y recurriendo a diversas fuentes
filosóficas de inspiración, como Schopenhauer en un primer momento o las escuelas
helenísticas de una manera más continuada67. El jardín epicúreo parece proporcionarle,
de hecho, el prometedor paisaje de una reducida comunidad de iguales en la que se
cultiva la amistad y se comparten los afectos: una suerte de “jardín retirado, tranquilo y
hermoso, cuyos altos muros protejan de las tempestades y del polvo del camino y tenga
también una puerta abierta a la hospitalidad”68. En
un marco así podría desarrollarse el programa de llegar a ser lo que se es, pero se
trataría siempre de un espacio extramuros que habría de asegurar el
distanciamiento con respecto a la vida pública y sus rutinas gregarias. En él ese
nuevo nosotros podría proveerse de un ethos exento de las fórmulas estereotipadas
vigentes, pero su alcance sería fundamentalmente privado.
Esto no es poco, pues en la vida privada reside una buena parte del valor del
individuo y del habitus ético en ella atesorado depende en última instancia la suerte de
la vida pública y la fuerza de nuestro compromiso con sus demandas. Quizás Nietzsche
atine en este sentido replegando la clave de la gramática colectiva en ese individuo
deseoso de disfrutar de la reciprocidad entre afines y de cumplir con las obligaciones
que esta conlleva. Resultaría posible ciertamente así delinear un modus vivendi capaz
de resguardar la intersubjetividad de la instrumentalización que pueden llegar a
administrar las sociedades democráticas, pero la insistente crítica del concepto de
igualdad que acompaña la imaginación nietzscheana impide la ampliación de la
simetría fuera del círculo particular de la amistad. El perímetro del pronombre en
primera persona del plural que emplea el Übermensch es necesariamente restringido y
su construcción queda además emplazada como un proyecto sine die, lo que acaba
apuntalando el pathos de la distancia como pauta intersubjetiva principal. Esta permite
afirmar la diferencia, pero no pensar, en resumidas cuentas, la pluralidad.
Para Arendt y Zambrano, la pluralidad opera, no obstante, como un concepto
normativo que no puede resolverse en el ejercicio hermenéutico individual ni
implementarse en una forma de vida amurallada. Conlleva la difícil exigencia de vivir
como individuo en un mundo de pares de acceso abierto. Sin embargo, a pesar de las
distancias marcadas, en ambas autoras se sigue reconociendo una cierta gestualidad
que conserva el aire de familia con Nietzsche. La compenetración entre filosofía y vida
que comenzaban señalando estas páginas como seña de identidad de este autor también
se advierte en ellas como proyecto. Ninguna quiere encajar desde luego en ese perfil
del filósofo profesional que quedaba desacreditado y ninguna cancela tampoco la
sospecha sobre la capacidad del logos de hacerse cargo de la condición humana e
impedir que la realidad se vuelva opaca al pensamiento.
Ambas, sin embargo, intentaron vencer la fuerza de atracción del nihilismo.
Zambrano hablaba de una época ambigua –en la que “la luz parece sufrir una
agonía”69– que en Persona y democracia alcanzaba el diagnóstico de “orfandad” 70.
Ubicaba en el viejo continente “un eclipse”: “la noche oscura de lo humano” 71. Arendt
admitía igualmente –parafraseando a B. Brecht– vivir en tiempos de oscuridad en los
que resultaba difícil iluminar los asuntos humanos y, en definitiva, comprender 72.
Asumieron por ello el reto de la comprensión como una actividad tentativa y sin
término en la que concurre el razonamiento, pero también la intuición y la emoción.
Zambrano reclamaba al respecto una palabra que trajera orden y claridad apelando a un
“corazón transparente” que pudiera aliviar el “corazón desgarrado y oscuro” que había
dejado el siglo xx73. De nuevo en sintonía, Arendt apelaba metafóricamente al hilo de
una antigua oración del rey Salomón a una suerte de “corazón comprensivo” ajeno al
sentimentalismo y más amplio que la pura reflexión que movilizara la
7. Referencias bibliográficas
74
Arendt (2018), p. 467.
75
Arendt (2010), p. 68.
76 Sobre el paralelismo de ambas autoras que puede establecerse en este punto teniendo en cuenta su reacción
contra el totalitarismo, véase Lizaola (2009), Tejada Mínguez (2017) y Johnson (2019).
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