KAMEN, HENRY - La Sociedad Europea, 1500-1700 (OCR) (Por Ganz1912)
KAMEN, HENRY - La Sociedad Europea, 1500-1700 (OCR) (Por Ganz1912)
KAMEN, HENRY - La Sociedad Europea, 1500-1700 (OCR) (Por Ganz1912)
Alianza Universidad
Para mi madre, en reconocimiento.
INDICE
P ró lo g o ..................................................................................................... 11
9
10 Indice
5. La burguesía.................................................................................. 129
La burguesía negociante, 130.— £1 burgués como rentista y finan
ciero, 133.— La función del cargo, 138.— La ascensión de la bur
guesía, 140.— ¿Traición de la burguesía?, 146. '
H . K.
II
Capítulo 1
LAS ESTRUCTURAS DE POBLACION
El espacio y el tiempo
Las comunidades
La familia
Región
Inglaterra de Elbogen Inglaterra
Grupo Venecia y Gales
(Bohemia) v Gales
de edad (1610-1620) (169}) a finales del (1958)
( King) siglo XVII
En porcentaje de la población
Las epidemias
El hambre
El pueblo, que de mucho tiempo atrás venía padeciendo por la escasa dicta,
se encolerizó ante esto y salió del templo con mucho enojo, diciendo que más
necesitaban consuelo que acusaciones...; que bien sabían ellos cómo estaban
las cosas; y que el pastor no tenía idea de la miseria de los muchos que pa
saban días y semanas en sus casas sin una barra de pan, y que tenían que
privarse de aquello de que otros se saciaban.
La guerra
Por las mismas (echas sufrían los Países Bajos una guerra civil.
La guerra de las Ochenta Años (1568-1648) escindió al país en una
parte septentrional (las Provincias Unidas) y otra meridional (some
tida a España). En los primeros años el norte padeció males consi
derables, pero de finales del siglo xvi en adelante sería el sur el que
llevase el peso de la contienda. Hasta la década de 1630, en que los
piratas de Dunquerque atacaron con éxito la navegación norteña, no
sufrieron las Provincias Unidas serios reveses. Varios factores se
combinaron para producir efectos desastrosos sobre el sur. El co
lapso del país fue hasta cierto punto consecuencia del colapso de
Amberes, que fue víctima del bloqueo del Escalda a partir de 1572
y de la rebelión de las tropas españolas — la Furia Española— en
1576. De 1580 en adelante el territorio belga conoció una grave cri
sis, conforme la economía se iba paralizando. En 1581 se hundieron
las industrias de paños de Courtrai y Oudenarde, y alrededor de
Bruselas no se pudo sembrar nada por la guerra. En 1582 las tropas
idel duque de Anjou saquearon varias ciudades industriales. Los mer-
jeenarios mataban campesinos, las granjas eran destruidas, los cam
pos quedaban sin labrar. En 1585 el Escalda quedó firmemente ce
rrado por los holandeses. Durante algún tiempo la extensión culti
vada en las cercanías de Gante descendió en un 92 por 100. En 1586
la población de la mayoría de las aldeas de Brabante había descen
dido entre un 25 y un 50 por 100 de lo que fuera en 1575. «El
comercio ha cesado casi por completo», informaba el duque de Sa
jorna en su visita a Amberes en 1613. El estallido de la guerra en
1621, al expirar la Tregua de Doce Años entre España y las Pro
vincias Unidas, trajo nuevos problemas. «He venido a Amsterdam,
donde ahora estoy», informaba un sacerdote en 1627, «y encuentro
todas las ciudades tan llenas de gente como vacías están las que
controla España». De hecho la larga lucha tuvo repercusiones menos
graves en las tierras del sur, en la Valonia; y en muchas zonas la
conservación de buenas tierras y otros recursos contribuyó a que la
recuperación después de la guerra fuera rápida.
La primera fase de las guerras de Holanda coincidió con una
expansión demográfica, por lo que el descenso de la fertilidad fue
sólo moderado. Las guerras del siglo xv n , en cambio, se produjeron
en un período de estancamiento o retroceso demográfico, y tuvieron
un efecto más marcado. En Francia los reveses más graves aparecen
vinculados a la Fronda (1648-1653), que se desarrolló principalmente
en el norte, en torno a París. Angélique Amauld se lamentaba en
1649 de «el pavoroso estado en que se encuentra esta pobre comar
ca; todo está saqueado, se ha dejado de arar, no hay caballos, todo
lo han robado, los campesinos tienen que dormir en los bosques».
46 La sociedad europea, 1500-1700
El movimiento demográfico
La emigración al extranjero
£1 coste de la vida
Desde finales del siglo xv las relaciones sociales del Viejo Mundo •
se vieron sometidas a un fenómeno nuevo que afectó a todas las
clases y aceleró el ritmo del cambio: la elevación •del coste de la
vida. En España Alonso de Herrera afirmaba en 1513: «Una libra J
de cordero cuesta ahora lo que antes un cordero entero». En Ale* i
mania Sebastián Franck observaba en 1538: «Todo cuesta más, y
hay que contar ya más por grueso que por menudo». En Inglaterra
sir Thomas Smith sostenía en 1549: «Ahora seis peniques diarios
no llegan para tanto como antes cuatro; y donde antes de esta época
cuarenta chelines al año eran un buen salario para un labrador, y un
jornal semanal de veinte peniques era suficiente, ahora con el doble
de eso malamente atienden a sus gastos». En Francia Juan Bodino
testificaba en 1568: «E l precio de las cosas hace cincuenta o sesenta
años era diez veces menor que ahora». Todas las clases se resentían:
el famoso ingeniero italiano Antonelli, contratado por Felipe I I ,
afirmaba en 1581 que en España «los precios de los artículos han
subido tanto que ni los señores ni los caballeros, ni los plebeyos ni
el clero pueden vivir con lo que ganan».
Casi todos los componentes del conjunto habitual de artículos
de consumo subieron apreciablemente durante el siglo xvi. Entre
1500 y 1600 el precio del trigo, alimento básico para la mayoría de
la población, subió en un 425 por 100 en Inglaterra, un 318 por 100
en las Provincias Unidas, un 651 por 100 en Francia, un 271 por 100
en Austria, un 376 por 100 en Castilla y un 403 por 100 en Polo-,
nia. En casi todos los casos, como hemos de ver, el alza de los pre
cios fue menor para los bienes manufacturados, pero incluso tomando
éstos en cuenta y añadiéndolos al precio de otros productos básicos
para construir un índice del coste de la vida el cuadro resultante .
es claro. Un índice construido por Phelps Brown y Hopkins para
el sur de Inglaterra revela que en esa región el coste de la vida subió /
en más de un 700 por 100 entre 1450 y 1700. '
Algunos autores han puesto en duda que se pueda hablar de una
«revolución de los precios». El índice Brown-Hopkins, por ejemplo,
indica que la tasa anual media de aumento de los precios en Ingla
terra entre 1532 y 1660 fue del 0,86 por 100, y que incluso durant^
el período más inflacionario registrado bajo los Tudor, de 1532 "\
a 1580, no excedió del 1,5 por 100. Esas cifras parecen ridiculas si
58 La sociedad europea, 1500-1700
Sur de
Alsacia Francia
Inglaterra
plata fue el cobre el que llegó a representar más del 98 por 100 de
la moneda que se usaba en España en 1650.
Inglaterra fue el único país que mantuvo una moneda relativa
mente estable en este período, gracias al resello emprendido por Isa
bel I en 1560-1561, operación que se tardó varios años en completar
y que sirvió para restaurar la confianza pública en el dinero del país
y aportar una pequeña ganancia a la corona. En el resto de Europa
el valor intrínseco de la moneda bajó repetidas veces, casi de año
. en año. Con la misma regularidad los precios y los costos del Estado
- tendían a dispararse en espiral ascendente.
Un rendimiento real más bajo de la tributación y unos costos d e ;
guerra más elevados fueron la triste suerte de todos los gobiernos
en la era de la revolución de los precios. La penosa situación de los
primeros Estuardo en Inglaterra se refleja en la lamentación del
ministro del Tesoro, Cranfield, en 1623: «No podéis fácilmente ima
ginaros en qué apuros me veo a diario para allegar fondos para los
gastos de Su Majestad, que la Hacienda no puede costear, tan infi
nitos son y tan apremiantes.» En Francia, las guerras de finales del
siglo xvi dejaron arruinada a la monarquía, que repetidas veces sus
pendió el pago de intereses de las rentes y se declaró insolvente.
Cuando Sully llegó al poder, su primer acto no fue pagar las deudas
, de la corona, sino declarar la bancarrota. En España, que fue el país
más perjudicado, el Gobierno se declaró regularmente en quiebra
cada veinte años, en 1557, 1575, 1596, 1607, 1627 y 1647.
« «La guerra le resulta extremadamente cara», escribía en 1597
un francés refiriéndose a Felipe I I , «y le cuesta más que a ningún
otro príncipe.» Tal afirmación venía a ser una perogrullada, en vista
de que España — o mejor dicho, Castilla— tenía que financiar el
mayor imperio del mundo. Un memorándum redactado en abril de
1574 por Juan de Ovando calculaba en 5.642.304 ducados los ingre
sos de la corona para el año siguiente, de los cuales sólo un millón
se esperaba obtener de América en forma de metales preciosos. Las
deudas totales de la monarquía en esa fecha (no sus obligaciones
ordinarias) ascendían a 73.908.271 ducados, de los cuales cuatro mi
llones se debían a los Países Bajos. Otros cálculos hechos por enton-
, ces muestran ligeras diferencias, pero la proporción de la deuda pa-
•rece harto creíble.
La baja del valor real de los impuestos obligó a los gobiernos a
buscar nuevos medios de sufragar sus obligaciones. Esa búsqueda de
nuevos fondos produjo enfrentamientos con los sectores privilegia
dos y organismos constitucionales. Tanto los años de crisis política
que siguieron en Francia a 1630 como la tiranía de los Once Años
en Inglaterra tuvieron relación con las finanzas reales. La década re-
70 La sociedad europea, 1500-1700
El dinero y el capitalismo
délo para todas las demás naciones, se ganó la estima de sus inver
sores por su seguridad, pero su función primordial residió en el
fomento del comercio, la industria y el mercado monetario. Tenía
708 depositantes en 1611, y 2.698 en 1701. Los depósitos se ele
varon de 9 2 5.562 florines en 1611 a 16.284.849 en 1700. Entre sus
clientes se contaban los mayores capitalistas de Amsterdam, y en
particular los que tenían intereses internacionales. La gran maqui
naria en la que el banco se engranaba era la del capitalismo comer
cial, y para servir a ese mundo del comercio se facilitó un vasto
volumen de créditos. Ciertamente se contaba en su respaldo con fon
dos de oro y plata, pero la cantidad de transacciones monetarias, su
alcance internacional y la velocidad con que se llevaban a cabo pro
piciaron la formación de un fondo crediticio que hizo que la depen
dencia del dinero en metálico fuera aquí menos esencial que en otros
centros comerciales de Europa.
El comercio y el capitalismo
dadanía entre 1551 y 1560, pero esos diez llegaron a ser los más
prósperos y destacados de la ciudad, y a ellos debió Sajonia los ini
cios de su expansión industrial.
Cuando Wallenstein comenzó su carrera militar en la década de
1620 tenía a un neerlandés, Hans de W itte, como encargado de sus
finanzas. De W itte, nacido en Amberes, había llegado a Praga hacia
1600. Sus actividades se vieron facilitadas por contactos con otros
refugiados dispersos por Europa central, desde Amberes hasta Nu-
remberg. A partir de 1550 aproximadamente los refugiados empe
zaron a buscar asilo en Inglaterra. Se dice que Londres acogía en 1568
cerca de 7.000, casi en un 80 por 100 procedentes de los Países
Bajos del sur. Los comerciantes de paños y trabajadores textiles com
ponían más del 35 por 100 del total de refugiados de Londres a
finales del siglo x v i; en 1635 la proporción se había elevado ya al
68 por 100. En Norwich la contribución de los refugiados se resu
mía en estos términos:
Son tan escasos los datos de que se dispone acerca del capital
en los comienzos de la Europa moderna que la atención ha tendido
a centrarse menos en el capital mismo y más en los medios que po
sibilitaron su existencia y su desarrollo. La mayoría de los historia
dores han tratado el crecimiento del capital dentro del contexto del
aumento de población de la primera mitad del siglo xvi, que puso
en marcha diversos sectores de la economía y creó una acumulación
de la demanda que impulsó también el comercio ultramarino, el
cual a su vez inyectó nuevos caudales a Europa. En términos gene
rales, esa formulación es la que se ha dado más atrás (en el capí
tulo 2), y no hay razones para ponerla en duda. Pero las condiciones
del crecimiento no generaron expansión en todos los ámbitos, y de
hecho produjeron efectos contradictorios en unos países y otros.
Por ese motivo algunos historiadores (casi todos marxistas) han
argumentado recientemente que los factores demográficos y comer
ciales no fueron los generadores del cambio, cambio que según ellos
fue ocasionado exclusivamente por la estructura de las relaciones de
clase. Para esos historiadores el tema central de los inicios de la
Europa moderna es «la transición del feudalismo al capitalismo», y
la clave de la explicación está en el carácter de las relaciones de
clase en la sociedad agraria, toda vez que en la agricultura estaba
la base de la economía y de la mayoría de las obligaciones sociales.
Todas las restantes causas de cambio se consideran secundarias a la
«estructura de clase». La incapacidad de un sector de la economía
para producir innovaciones o un crecimiento del capital, por ejem
plo, se explica por el carácter de las relaciones existentes entre el
señor y el campesino, en las que el señor o bien niega al campesino
3. Las estructuras económicas 97
La guerra y la violencia
La importancia militar de los nobles residía en sus séquitos ar
mados privados, así como en las tropas que reclutaban al servicio
104 La sociedad europea, 1500-1700
La nobleza negociante
esos países, y aun sin ser compartido allí por todo el mundo. Du
rante una época de la segunda mitad del siglo xvi parece como si
la opinión más extendida entre los juristas latinos fuera la de que
los nobles no debían tomar parte en negocios, pero esas actitudes
cambiaron en el curso del siglo siguiente.
Entre los escritores de la segunda mitad del siglo xvi que abo
garon en favor de la actividad mercantil se cuenta el jurista francés
André Tiraqueu, cuyos Comentarii de nobilitate (Comentarios sobre
la noble2 a, Basilea, 1561) sostenían que el comercio no degradaba
de la nobleza cuando era el único medio de salir adelante. En Italia
el jurista Benvenuto Stracca, representando, es cierto, una visión
más conservadora que la que hasta entonces había prevalecido en
Venecia, dejaba bien sentado en su Tractatus de mercatura (Tratado
del comercio, 1575) que un noble podía tomar parte en el comercio
a gran escala, pero no en la venta al por menor, ni debía intervenir
en persona sino sólo desde un puesto directivo. Estas distinciones
eran corrientes y llegarían a gozar de gran aceptación. La opinión v
prevalente quedaría resumida por el jurista Loyseau en su Traité
des ordres (1 6 1 3 ): «Es el lucro, vil o sórdido, lo que degrada de la
nobleza, cuyo cometido propio es vivir de las rentas». La «degra
dación», dérogeance, concepto que tuvo su mayor fuerza en Francia,
significaba la pérdida de la condición de noble para todo el que
participase en trabajos manuales o «de ganancia»; se permitía el
comercio mayorista, pero no el minorista. En cambio, la actividad
agrícola en las propias tierras nunca se consideró degradante, sino
«tan digna de un hidalgo en tiempo de paz como gloriosa es la de
portar armas en tiempo de guerra». Como otros juristas, Loyseau
admitía que participar en empresas mercantiles no acarreaba la pér
dida del status nobiliario, sino únicamente su suspensión: «Todo lo
que se necesita para la rehabilitación son cartas firmadas por el rey».
Dos influencias contribuyeron especialmente a eliminar los pre
juicios contra el noble negociante: la primera y más importante fue
el fuerte deseo de la élite que se había hecho a sí misma de seguir
en el comercio aun después de haber adquirido rango social; la se
gunda era el deseo del Estado de orientar las considerables riquezas
de los nobles hacia el comercio y la industria. En Francia ya en 1*566
se había permitido a la élite de Marsella ser a la vez noble y co
merciante; en 1607 el consejo real comunicaba a los nobles-merca- >
deres de Lyon que «el rey desea que disfruten plena y libremente
de los privilegios de la nobleza, como si fueran nobles de antiguo
linaje, y que puedan seguir en los negocios y el comercio, tanto de
dinero y de banca como de cualquier otra transacción a gran escala»;
y en el Código Michau de 1629, redactado por Richelieu y Marillac,
108 La sociedad europea, 1500-1700
dinero, pero ricos en honor». En Venecia los nobles tenían sus for
tunas ligadas al comercio; cuando éste decayó les fue difícil reinver
tir. Su número descendió de un total de 2.090 en 1609 a 1.660
en 1631; a medida que iban siendo menos se hacían más exclusi
vistas, más adictos a su casta y más aristocráticos. El embajador
inglés les veía en 1612 «comprando casa y haciendas, surtiéndose de
coche y caballos y dándose buena vida». También en las Provincias
Unidas la nobleza había quedado reducida a un pequeño remanente
que, según afirmaba sir William Temple en 1673, protegía su eli-
tismo negándose a contraer matrimonio con personas de rango infe
rior, y haciendo gala de un exclusivismo que se exteriorizaba en la
adopción de la indumentaria, los modales y el habla franceses.
La nobleza menor dio en todas partes las víctimas más señaladas.
En Dinamarca, donde de cerca de quinientos terratenientes nobles
en 1625 un tercio acaparaba más de tres cuartas partes de la tierra,
era inevitable que muchos tuvieran pocos recursos. En Francia era
notoria la fama de pobres de los caballeros del campo (bobereaux),
pero es posible que en muchos casos su pobreza fuera sólo relativa.
Se puede seguir la ascensión y veloz caída de una familia francesa
en el caso de Nicolás de Brichanteau, señor de Beauvais-Nangis y
capitán de cincuenta hombres, que falleció en 1563. Su hijo Antoine
escaló puestos en el ejército, se granjeó el favor real y acabó siendo
almirante de Francia y coronel de la guardia. Sus excesivos gastos
en tan encumbrada posición empezaron a labrar su ruina. Su hijo
Nicolás trató de abrirse camino en la corte, pero las deudas de la
familia le ganaron por la mano. En 1610 pesaban sobre el estado de
Nangis deudas, acumuladas en la corte, de hasta cuatro veces su
valor. Ello obligó a Nicolás a retirarse a sus posesiones en la pobreza.
En España «los grandes, títulos y caballeros que poseen hoy tie
rras y otras rentas», escribía un observador en 1660, «se ven com
pletamente privados de ingresos por la merma de población y del
número de jornaleros, y porque los precios han subido tan desme
didamente». «Muchos de los títulos de Castilla», comunicaba un
jesuita en 1640, «se han excusado [de la corte] por la gran falta
en que se hallan de hacienda». E l endeudamiento desde finales del
siglo xvi se pone de relieve por el número de grandes señores de
Castilla — los duques de Alburquerque y Osuna, los condes de Be-
navente y Lemos, los marqueses de Santa Cruz y Aguilar— que
figuran entre los deudores de los prestamistas de Valladolid en la
década de 1590: Alburquerque había pedido prestado para pagar un
pleito, Aguilar para pagar un tributo, Benavente para pagar una
dote. Mediado el siglo x v ii la nobleza española, incluidos los títulos
118 La sociedad europea, 1500*1700
bres, sir John Oglander, repudiando así dos de los principales dis
tintivos del burgués. Sus fortunas siguieron derroteros muy seme
jantes a los de la aristocracia superior. Algunos se veían en apuros,
no podían saldar sus deudas, vendían sus propiedades; otros pros
peraban con los errores ajenos, invertían en tierras o negocios en
momentos en que los beneficios eran prometedores, y fundaban gran
des fortunas. La gentry aumentó en número y en riqueza, debido
principalmente a la alta rotación de la tierra en el mercado de pro
piedades. Cómo se verificaba esto se puede ilustrar con las ventas
de tierras hechas por lord Henry Berkeley entre 1561 y 1613. De
un valor total de lo vendido de aproximadamente 42.000 libras es
terlinas, más de 39.000 en tierras se vendieron a trece miembros de
la gentry superior, siendo adquirido el resto por otras veinticinco
personas cuya condición social se desconoce. Construyendo de este
modo sus fortunas, mediante la compra de propiedades, muchas fa
milias nuevas fueron ascendiendo por la escala social. En el Wilts-
hire se habían añadido entre 1565 y 1602 no menos de ciento nueve
nuevos apellidos de gentry al total original de doscientos tres. Este
incremento numérico y de riquezas prestó a la gentry una nueva
significación a ojos de los contemporáneos. El teórico de la política
James Harrington llegó hasta el punto de afirmar en su Oceana
(1 6 5 6 ) que la gentry había venido a ser el estado más rico del reino:
«En nuestros días, destruido el clero, las tierras en poder del pueblo
superan a las que posee la nobleza, al menos por nueve de cada
diez». O tro contemporáneo afirmaba en 1600 que la gentry más
rica tenía los ingresos de un conde, y en 1628 se decía que la Cámara
de los Comunes podía comprar tres veces a la de los Lores. Como
muchas otras coetáneas, estas afirmaciones tienen pocas pruebas en
su respaldo. Es verdad que el número de la gentry aumentó, y lo
más probable es que como grupo reuniera en sus manos más riqueza
en 1660 que un siglo antes. Pero ni hubo una transferencia radical
de poder ni de riqueza de la aristocracia a la gentry.
En ningún caso sería lícito medir el movimiento ascensional de
la gentry únicamente en términos de riqueza, porque aún había pocos
de sus miembros capaces de competir con los grandes terratenientes
aristócratas, y ni siquiera las ventas de tierras de los realistas durante
el período republicano sirvieron para crear una gentry nueva pro
pietaria de grandes haciendas. Si se quiere calibrar su importancia
habrá de ser en términos de una acumulación constante de poder en
el campo (más que en la corte, donde prosperaban pocos de sus
miembros), basada en gran medida, es cierto, en la tierra, pero pre
cipitada por los acontecimientos de la década de 1640 y por el tras
vase de la autoridad, en aquellos años de crisis y más allá de 1688,
120 La sociedad europea, 1500-1700
diados del siglo xvn el Estado rehusó actuar con severidad contra
la traición declarada de las ciudades de Burdeos y Marsella, que ha
bían intentado aliarse con España, y el príncipe de Condé, que había
mandado un ejército español contra su propio país, fue al cabo per
donado y autorizado a volver a sus posesiones.
La aristocracia empezaba a domesticarse, aunque la base de su
poder no había sufrido graves quebrantos. Un censo de Castilla la
Nueva en 1597 mostraba que los señores controlaban casi el 40 por
100 de las villas y tenían jurisdicción sobre más del 34 por 100 de
la población. En Castilla la Vieja, y ya en el siglo x v m , el 47 por 100
de la población vivía bajo jurisdicción señorial, y en la provincia de
Salamanca nada menos que el 60 por 100. Algunos grandes nobles,
como el condestable de Castilla y el duque del Infantado, tenían
señorío sobre más de quinientas villas. Aunque siguiera ejerciendo
una gran autoridad, sin embargo, la nobleza castellana aceptaba el
papel de la corona. La alianza entre la corona y los nobles puesta en
marcha por los Reyes Católicos creó una estabilidad política casi
única en Europa occidental: no hubo una sola rebelión nobiliaria 1
entre 1516 y 1705. /
*E n Inglaterra la monarquía Tudor (1485-1603) introdujo cam
bios administrativos que alteraron completamente la balanza de poder
dentro del reino. La extensa autoridad asumida por el consejo real
en Londres y en las provincias era ejercida por nobles y prelados que
habían hecho suya la causa de la corona. Pero la tarea administrativa
iba recayendo progresivamente sobre la gentry, la clase en que se
solía elegir a los sheriffs y jueces de paz. La gentry era, además, el <
grupo con mayor número de miembros en la Cámara de los Comu
nes, cuya importancia constitucional se acrecentó enormemente a i
finales del siglo xvi. Privada en su mayor parte de intervención en
el gobierno local y central, tarea esta a la que de todos modos no
se había sentido nunca muy inclinada, la aristocracia dependía para
su medro de los altos cargos del Estado que el rey podía otorgar
libremente: lord-lieutenancies de condados, puestos y sinecuras en
la casa real y en los servicios militar y diplomático. La lealtad y
deferencia que tradicionalmente se acordaban a los nobles en sus
sedes rurales se mantuvieron en muy grande medida, pero también
este vínculo se fue disolviendo al paso que las tenencias feudales
desaparecían y los colonos venían a ser menos dependientes de sus
señores. Inevitablemente, pues, los nobles gravitaban hacia la corte,
y tocaba a la corona decidir entre qué grupos habrían de dividirse
los favores. La política oficial era favorable a que los nobles pres
taran servicios a la corona: «Recompensad a vuestra nobleza», acón-
126 La sociedad europea, 1500-1700
cadetes, gentes que viven de sus rentas u otros». Todas esas cate
gorías llevaban aneja la posesión de propiedades, lo cual nos lleva
a concluir que, aunque dentro de la burguesía hubiera distintos tipos
y niveles de status, la posesión de propiedades apreciables era siem
pre una característica esencial. «Los buenos ciudadanos»: en muchas
villas el ciudadano (burgués, bourgeois, biirger) era el que había
sido inscrito formalmente en el «libro de ciudadanía», que otorgaba
diversos privilegios de residencia y tributación. En la Lille del si
glo xvn los habitantes se dividían en «ciudadanos» (burgueses) y
«villanos»; los primeros constituían una quinta parte de la pobla
ción. «Funcionarios del rey»: a medida que crecía la burocracia del
Estado, los funcionarios reales se hacían notar más en las ciudades;
en su Traité Loyseau situaba a los funcionarios financieros y a los
abogados en la cumbre de su «Tercer Estado». También los «mer
caderes» eran parte integral: afirmaba Loyseau que «los mercaderes
son las personas más bajas que gozan de categoría honorable, y se
les llama honorables hommes u honnétes personnes y bourgeois des
villes, títulos que no se dan a los granjeros o artesanos, y aún me
nos a los operarios, que son todos considerados villanos».
Ninguna de estas categorías era fija en modo alguno, y dentro
de las filas medias de la sociedad había bastante movilidad. Los
había que llegaban a la burguesía procedentes del taller o del arado.
En el Alto Poftou del siglo xvi los campesinos ricos enviaban a sus
hijos a la universidad, se las arreglaban para comprarles un cargo de
poca monta e iniciaban así la escalada familiar en el seno de la bur
guesía. En Borgoña la familia Ramillón, en 1515, practicaba aún la
agricultura en la villa de Charlay. Ya en el siglo x v n algunos de sus
miembros se habían trasladado a Varzy: allí se dedicaron al comer
cio modesto, como carniceros o panaderos. En 1671 Etienne Rami
llón era ya mercader de paños. En 1712 un nieto suyo ascendió a
avocat del parlement.
La burguesía negociante
La ascensión de la burguesía
¿Traición de la burguesía?
lianas y con países del norte, hicieron parecer más deseable la com
parativa seguridad de la tierra y los arriendos. Los nobles, ciudada
nos y pueblo de Venecia compraron propiedades y fincas en tierra
firme, la Terraferma, sobre todo a finales del siglo xvi y principios
del x v ii . Al mismo tiempo, en Venecia era tan fácil vivir como ren
tista como en otras ciudades. Tanto la decadencia del comercio comoj
el éxito en los negocios animaron a las clases mercantiles a abando-'
nar sus ocupaciones tradicionales en favor de la seguridad y el status.
Poco a poco la oligarquía mercantil se transformó en patriciado,
como en la ciudad de Lucca; y en la de Como, aun sin renunciar a
sus negocios, amplió sus actividades al cobro de intereses sobre prés
tamos que hacía al gobierno o a las comunidades rurales. En Milán
muchos de los grandes mercaderes e industriales del siglo xv apare
cían, llegado el x v ii , incorporados a las clases feudales dirigentes.
La familia Missaglia, destacados fabricantes de armamento en el si
glo xv, consiguió carta de nobleza al término de su período de
mayor prosperidad y retiró su capital de los negocios. Mercaderes
del siglo xvi, como los Cusani, trasvasaron su dinero del comercio
a la compra de tierras. Burgueses que habían hecho carrera en la
administración (familias como los Borromeo, patricios como los Mo-
roni), miembros de las profesiones y ocupantes de cargos, todos
ataban sus fortunas a la tierra, que Ies proporcionaba carta de no
bleza y rentas feudales.
La evolución de la familia Riccardi de Florencia es instructiva.•
Los Riccardi empezaron a adquirir tierras a mediados del siglo xv:¡
entre 1480 y 1517 la producción de sus haciendas se multiplicó por
3,5 en cereales y por 1,5 en vino; entre 1517 y 1568 sus posesiones
rústicas aumentaron en un 250 por 100. Desde la década de 1560
invirtieron los beneficios que Ies producía la tierra en las industrias
lanera y textil de Florencia, y en 1577 pusieron en marcha una banca
dedicada al préstamo y a la inversión en empresas comerciales. En
la década de 1580 los Riccardi comerciaban con el Levante y con
España. Ya en 1600 sus inversiones de negocios — excluida la tie
rra— estaban en un 69 por 100 en la banca, en un 16 por 100 en
la lana y en un 15 por 100 en la seda. Seguían comprando tierras
e invirtiendo los beneficios en el comercio, prueba inequívoca de
que no había contradicción formal entre lo uno y lo otro. En las
primeras décadas del siglo x v ii , al decaer el negocio (Florencia tenía
ciento cincuenta y dos productores de lana en 1561 y sólo ochenta
y cuatro en 1616), los Riccardi trasladaron sus afanes a la tierra y
a las seguridades de una posición social. En la aldea de Villa Saletta
poseían en 1563 un 36 por 100 de la tierra, mientras que la Iglesia
poseía un 28 por 100 y otros un 36 por 100; en 1620 los Riccardi
150 La sociedad europea, 1500-1700
La economía agraria
La tendencia dominante de la agricultura del siglo xvi fue la
extensión del labrantío para cubrir las necesidades de alimentos de
una población creciente. Claude de Seyssel observaba en su Grande
Monarcbie de France (1 5 1 9 ) que «la abundancia de la población se
puede notar en los campos, pues muchos lugares y regiones que
solían estar arbolados o sin labrar ahora están todos cultivados y
poblados de aldeas y caseríos». El atractivo de los altos precios de
los cereales animaba a los agricultores a beneficiarse aplicando el
arado a nuevas tierras. El boom tuvo tres rasgos sobresalientes: el
avance del arado sobre lo que antes fueran terrenos boscosos, la
conversión de tierras comunales y pastos en tierras de labor y el
rescate de terrenos al mar.
La erosión del bosque fue el menos significativo. Aunque las
zonas boscosas menguaban continuamente, entre las causas del pro
ceso estaban, además de la conversión en labrantío, las ventas de
árboles por los propietarios necesitados de fondos (incluida la co
rona), la tala de bosques para hacer parques (costumbre frecuente
de los aristócratas) y el hurto de madera por los campesinos. En
6. El campesinado 157
Propietarios
de las tierras 1563 1575 1586 1614 1622
(en luki)
El vagabundeo
cuando ve lo poco o nada que logra el pobre, y que después de haber tenido
un intolerable trabajo en hallar el dinero no puede con él siquiera hartarse de
pan, que es la última desdicha a que el pobre puede llegar en esta vida, y si
ésta la ha de perder necesitado, no fuera muy extraño que por conservarla usara
de todos aquellos medios que le son permitidos por derecho natural, y aun de
los que no lo son. El pueblo, Señor, no pretende enfurecerse, ni pasar a ningún
alboroto ni escándalo; lo que pretende es que, pues Dios nos ha mejorado de
tiempo, mejoremos de fortuna.
Lo más corriente es que el campesino sencillo, sin mirar más allá que a la
pérdida de sus propios bienes, sea de opinión que no procuraría la muerte de
un hombre por todos los bienes del mundo; otros, sobre la promesa de recupe
rar sus bienes, darán débil testimonio si el juez no es estricto en la indagación.
Se fueron a los oficios de los escribanos del crimen, y los abrieron y saca
ron todos los papeles y en medio de la plaza a vista de toda la audiencia los
quemaron, haciendo lo mismo con la horca y escalera que estaba en la misma
plaza, y con el potro de dar tormento, cepo y ballesta, y con todos los instru
mentos del oficio del verdugo. Juntamente quemaron los libros del oficio de
las entregas, donde se escriben todos los presos de todas las cárceles, y todo el
papel sellado, y fue mucha la diligencia que se hizo porque no quemasen los
oficios de civil.
La beneficencia
almas. «En estos dos últimos años», afirma una carta enviada a Vi
cente en 1653, «toda la Champaña, y esta villa en particular, han
vivido únicamente de vuestra caridad. Toda la comarca se habría
despoblado, y muerto de hambre sus habitantes, si no hubiérais en
viado a quienes les sacaran de la pobreza y les dieran nueva vida».
Desde la década de 1650, en que Francia empezó a conocer me
jores tiempos, el gobierno pasó a una política de internamiento.
Colbert afirmaría más tarde: «No hay cosa más dañina para el Es
tado que la mendicidad de hombres capaces». Un edicto de 1662
prescribía la fundación de un asilo general en todas las ciudades y
villas importantes. La misma política se reafirmaba en una circular
de 1676 dirigida a todos los obispos e intendentes, y a partir de
1680 se fundaron asilos con más frecuencia. A la tendencia a ence
rrar a los pobres se la ha llamado, no sin cierta exageración, «el
gran encarcelamiento». Ciertamente la hospitalización de los inca
pacitados fue un movimiento de grandes proporciones: en 1666 el
hospital parisiense de la Salpétriére tenía 1.900 alojados, de los cua
les ciento diez eran ciegos y paralíticos, ochenta y cinco retrasados
mentales, noventa ancianos impedidos, sesenta epilépticos y trescien
tos ochenta sexagenarios o de más edad. Pero sólo había cabida para
una parte de los pobres, y además el régimen más suave de los asilos
quedaba reservado básicamente para las mujeres y los jóvenes; a los
pocos hombres que aceptaban caridad se les internaba en los severos
centros de trabajo, de donde se escapaban si podían.
Tanto en los países católicos como en los protestantes eran la
élite y la burguesía las que sostenían las obras de caridad. En las
Provincias Unidas, donde se establecieron las casas de trabajo a
partir de 1589, tras la publicación de la Disciplina de rufianes, de
Dirck Coornhert (1567, publicado en 1587), un viajero inglés ob
servaba en 1685: «En nada se muestra mejor la inclinación cari
tativa de los holandeses que en el gran cuidado que ponen en soco
rrer, mantener y educar a los pobres, pues en ninguna parte se ven
mendigos por las calles». En Inglaterra los mercaderes de Londres
se distinguían por su caridad. Antes y después de la Reforma, los
más destacados dedicaron a ese fin una parte sustancial de sus fortu
nas personales: en el siglo que precedió a la Reforma esa propor
ción llegó al 29 por 100 de sus posesiones, en la época isabelina a
aproximadamente un cuarto. Uno de los aspectos más significativos
de las donaciones hechas por los burgueses de Londres fue su «secu
larización», tendencia que quizá redundase en favor de los pobres.
En el período de 1480 a 1540, por ejemplo, los mercaderes menores
de la capital inglesa dieron el 61 por 100 de sus donaciones para
fines religiosos, y sólo un 18 por 100 directamente a los pobres.
7. La población marginal 199
La esclavitud
ha hecho presa en todo el mundo al ser difundida por las clases más
pobres». El fraile italiano Samuele de Cassinis, el primero en de
nunciar la persecución, señalaba que ios llamados brujos solían ser
los viejos y débiles mentales (quaedam ignobiles vetulae, aut perso-
nae tdiotae atque simplices, grossae et rurales). Un análisis de tres
cientos sesenta y seis casos registrados en el condado de Namur en
tre 1509 y 1646 muestra que los acusados procedían de los sectores
menos privilegiados, y en la región del Jura los ancianos y enfermos
componían la mayoría de las víctimas. Todo parece indicar que los
escogidos eran los menos capaces de defenderse. Las comunidades
cerradas y aisladas eran particularmente susceptibles, como demues
tran los casos de «posesión diabólica» de los conventos de Notre-
Dame du Verger de Oisy (Artois) en 1613-1615 y de las ursulinas
de la localidad francesa de Loudun en 1634.
Esos pobres, proscritos, lisiados y enfermos eran los acusados
de conjuros y delitos tan terribles que jueces, obispos y hasta reyes
se aplicaban diligentemente a la tarea de su exterminio. E l maleficio
era el delito más común: de quinientas tres personas procesadas por
brujería por los tribunales de Essex entre 1560 y 1680, a todas
menos once se acusó de causar perjuicios o muerte a seres humanos
o sus propiedades. Los acusados solían ser mujeres: sólo uno de
cada cinco de todo el período moderno (1351-1790) en el norte de
Francia era hombre. Las declaraciones revelan que muchas brujas
creían realmente en sus poderes mágicos, y estaban convencidas de
haber sido transportadas a aquelarres y haber tenido comercio sexual
con el demonio. A nivel de superstición popular no había en ello
nada de sorprendente. Los campesinos italianos de esta época (del
Friuli) que se llamaban benattdanti estaban convencidos de poseer
la facultad de salir de sus cuerpos por la noche para ir a combatir
contra los poderes de las tinieblas. Las creencias de los benandanti,
sin embargo, constituían un culto agrario puramente local sin aso
ciaciones maléficas. Lo que asombraba a los tribunales que ju 2 gaban
la brujería era que, caso tras caso, los acusados presentaban relatos
virtualmente idénticos que variaban muy poco de un país a otro, de
modo que a lo largo y a lo ancho de Europa se dibujaba la visión
aterradora de cientos de miles de almas antes cristianas consagradas
al servicio de Satanás. El sexo desempeñaba un papel escaso o nulo
en la brujería, cuyo espíritu todo era contrario a la fertilidad. Las
supuestas orgías del aquelarre, lejos de ser ritos de fertilidad, lo
eran de hecho de esterilidad: era bien sabido que el ayuntamiento
con el demonio congelaba la matrÍ2 .
Las denuncias de brujería nacían de antipatías y agravios dentro
de la comunidad local. Sospechas mezquinas, celos y habladurías
218 La sociedad europea, 1500-1700
Ni que decir tiene que en la hechicería había más que una fic
ción impuesta desde lo alto, porque las creencias y prácticas mágicas
siempre habían sido corrientes. Lo nuevo eran las ideas del aquela
rre y del pacto con el demonio, ideas a las que los tratados de los
grandes juristas contribuyeron a dar credibilidad. La tradición eru
dita se introdujo entonces en la tradición popular de la magia fol
klórica, dando como resultado el delito de brujería diabólica. La
idea de un pacto con el demonio pareció también proliferar donde
quiera que se empleara la tortura en los juicios, porque los exami
nadores eruditos tendían a sugerir respuestas acordes con sus pro
pias opiniones; en Inglaterra, donde no se torturaba en esos casos,
no despuntó ninguna doctrina del aquelarre en los procesos por
brujería. ¿Qué fue lo que determinó la fusión de las creencias eru
ditas y populares? Parece claro que en gran medida fue precipitada
por el mismo fermento intelectual que dio origen al humanismo
renacentista y a la Reforma. Los intelectuales de la élite se intere
saban por la hechicería y el ocultismo porque brindaban vías de
conocimiento; otros reaccionaban en contra, pensando que había que
proteger la fe contra la intervención del demonio. No fue, pues,
coincidencia que el mayor auge de la persecución se diera precisa
mente en la época de la Reforma y la Contrarreforma: con la des
trucción de las brujas, los creyentes fervorosos destruían también la
superstición y la herejía.
Estos comentarios pueden esclarecer la parte que desempeñó la
tradición elitista, pero no demuestran que la crisis de la brujería
fuera desencadenada exclusivamente por la actuación de hombres
eruditos. La hechicería era un producto directo de las tensiones so
ciales, y es en el seno de la sociedad donde hay que buscar los orí
genes de la brujomanía. «¿D e dónde sale la bruja?», se preguntaba
Michelet en su estudio La Soráére. «Y o afirmo sin vacilar: de los
momentos de desesperación». La hechicería, según Michelet, brotaba
en tiempos de depresión, de guerra, de hambre, de crisis económica
y social, de pérdida de fe, seguridad y orientación. De ahí las gran
des cazas de brujas durante las guerras civiles de Francia, la guerra
de los Treinta Años en Alemania y la guerra civil de Inglaterra. En
las zonas rurales asoladas por la guerra y la escasez de víveres, la
población victimizaba a aquellos en quienes veía personificadas sus
desdichas. En todos los países los estallidos de persecución más in
tensos ocurrieron en épocas de calamidades.
A este cuadro genérico hubo lógicamente numerosas excepciones,
de las cuales es la más notable la que ofrece España. Aunque aquí
los tribunales seculares dictaban condenas por brujería de tanto en
tanto, desde 1526 la Inquisición se negó sistemáticamente a instruir
8. Cultura y comunicación 221
El escepticismo religioso
El alfabetismo y el pueblo
El desarrollo de la propaganda
Corrant out o f Italy, Germany etc., que daba con regularidad infor
mes sobre la guerra de los Treinta Años.
Dos consideraciones dieron gran impulso al desarrollo del perió
dico en sentido estricto. En primer lugar, al Estado le interesaba
dar publicidad a sus ideas. De los edictos estatales se imprimían y
distribuían copias (sólo para los años 1598-1643 la Biblioteca Na
cional de París posee un total de más de medio millón de impresos
editados por el Estado). El deseo de disponer de una plataforma
periódica para las tesis oficiales llevó a Théophraste Renaudot a fun
dar en 1631, con la ayuda del cardenal Richelieu, la Gazette de
France como periódico para «reyes y poderes constituidos». Pero
también había de ser una fuente honesta de información, de utilidad
para el ciudadano medio, de modo que «el mercader ya no comercie
con una ciudad sitiada y asolada, ni el soldado busque empleo en un
país donde no hay guerra: por no hablar de la comodidad de los que
escriben a sus amistades, y que antes se veían obligados a dar noti
cias inventadas y fundadas en rumores». La Gazette salía todas las
semanas, y se componía de cuatro (más tarde ocho) páginas en cuar
to. Otros estados siguieron el ejemplo: Florencia tuvo su gaceta se
manal en 1636, Roma en 1640, Génova en 1642, los Estados G e
nerales de la República Holandesa en 1649, y en España el primer
número de la Gaceta de Madrid se publicó por orden real en 1661.
El segundo motivo del crecimiento de los órganos de prensa fue
el deseo de las facciones políticas de airear sus opiniones con regu
laridad. Las noticias se hacían particularmente deseables durante una
crisis política, y todo tipo de información se recibía entonces con
avidez. «Desde los grandes hasta los pequeños», dice un informe
acerca de París durante la Fronda, «todo el mundo discute cíe lo
que está pasando sólo a través de la Gazette. Los que pueden la
compran y la coleccionan. Otros se contentan con pagar por tomarla
en préstamo para leerla, o se reúnen unos cuantos para comprar un
ejemplar».
En Inglaterra la interrupción de la censura durante la guerra civil
propició una inundación de boletines sin precedentes: en la colec
ción Thomason de la Brithis Library hay sólo cuatro periódicos del
año 1641, pero ciento sesenta y siete de 1642 y setecientos veintidós
de 1645. Los dos más importantes eran el realista Mercurius Aulicas
(editado en Oxford) y el parlamentario Mercurius Britannicus. Sólo
en Londres la circulación del primero se cifraba en unos quinientos
ejemplares, pero cada uno lo leían varias personas; si de otros se
vendían otros tantos, la proporción total del público al que llegaban
debía ser elevada. La censura quedó reinstaurada con la Ley de
Licencias de 1662, pero en los últimos años del siglo, con la apa
8. Cultura y comunicación 235
La Fronda
La Península Ibérica
tos con las élites. Después del asesinato del virrey de Barcelona el
día del Corpus Christi de 1640, los agitadores volvieron su protesta
contra los nobles e hidalgos; en Manresa se revolvieron en el mes
de septiembre contra algunos ciudadanos ricos y poderosos llamán
doles traidores, y amenazando con prender fuego a sus casas. En
Andalucía la protesta popular se retrasó hasta 1648 y más tarde
(véase el capítulo 10). Entretanto los comentaristas empezaban a
criticar al régimen de Madrid, y los arbitristas seguían insistiendo
en la necesidad de efectuar cambios radicales en el gobierno y en
la estructura fiscal. Los estragos de la peste de 1647-1652, que costó
medio millón de vidas, vinieron a completar la ruina.
guesa, y aquellas virtudes burguesas que tanto iba a alabar sir Wi-
lliam Temple vinieron a ser norma de vida en el estado. Hasta la
clase noble rivalizó para casar a sus hijos con las familias regentes.
La crisis sueca fue comparable en algunos aspectos. También fue
consecuencia de la guerra y la paz; como en las Provincias Unidas,
1650 marcó un estadio temporal y el absolutismo no se confirmó
hasta pasados más de veinte años.
Ya en la década de 1630 la política bélica de Suecia estaba re
sultando cada vez más gravosa para su economía. Bajo Gustavo
Adolfo había sido posible vivir de los subsidios, los tributos por
tuarios y el producto del campo. A partir de 1635 algunos puertos
dejaron de pagar tributos, los franceses se vieron obligados a finan
ciar su intervención en la guerra y las campañas de Alemania encon
traron mayor resistencia. Fue en este período de la Regencia cuando
se multiplicaron las ventas de tierras reales, como medida de emer
gencia. «Nos vimos impelidos a utilizar aquellos recursos tan nece
sarios para salvar a la patria del peligro», afirmaba un funcionario
regio en 1638. Cuando subió al trono Cristina (164 4 -1 6 5 4 ), dichas
ventas eran un expediente habitual para recaudar fondos. Desde 1648
aproximadamente la reina realizó enajenaciones importantes, no sólo
con fines fiscales, sino también para favorecer a particulares. Los
resultados fueron algo sin precedentes. Cuando acabó su reinado,
casi dos tercios de las tierras reales habían dejado de pertenecer a
la corona. La superficie de tierras de la nobleza sueca era más del
doble en 1652 que en 1611, cuando empezaron las ventas. Dado
que los ingresos de la corona dependían en gran medida de la renta
de sus posesiones, se produjo una crisis financiera. Los ingresos rea
les descendieron de 6 ,3 6 millones de dólares de plata en 1644 a 3,79
al término del reinado de Cristina.
E l equilibrio entre las clases sociales quedó gravemente pertur
bado. El campesinado libre de las tierras que habían pertenecido a
la corona se vio sometido ahora al control aristocrático, con el con
siguiente deterioro de su posición. Sus quejas permanecieron mudas
hasta el fracaso de las cosechas de 1649-1650, las peores del siglo;
entonces la desesperación económica le empujó a unirse con el clero
y la burguesía para protestar ante la reina en la Dieta de 1650. Por
los lamentos del pueblo, se dijo a Cristina,
A mediados del siglo xvi, los cosacos de la región del bajo Dnié
per obtuvieron permiso del rey de Polonia para asentarse en el país
situado «allende los rápidos» (za porogi) del río. A partir de enton
ces los cosacos zaporózhets se constituyeron en poderosa comunidad
militar nómada. Con el tiempo aspiraron a ser reconocidos como
nación. JLa lucha de los cosacos ucranianos por independizarse de la
tutela polaca tuvo una importancia primordial para la historia del
este de Europa. En términos militares, los cosacos representaban
un auxilio poderoso para la corona polaca (el rey Esteban Báthory
había reclutado regimientos especiales de cosacos), y eran inestima
bles como fuerza fronteriza frente a los tártaros y turcos. En tér
270 La sociedad europea, 1500-1700
La política y la crisis
Los campesinos se hacen cada día más fuertes. Se dice que están acampados
no lejos de aquí, en número de 40.000, cerca del Danubio. Tienen jefes muy
dignos y experimentados que mantienen una estricta disciplina, de modo que
mucho podríamos aprender de ellos. Gimo todas las villas del país están obli
gadas a mandar tropas, hace muy poco que las de Wels fueron atacadas por
los campesinos y bien zurradas, pero no les dieron muerte. Solamente les qui
taron las armaduras y armas, y les despacharon otra vez a su pueblo.
sinos libraron una guerra a gran escala contra los ejércitos impe
riales, poniendo sitio a varias villas y llegando en cierta ocasión a
asediar la propia Linz. Durante ese asedio resultó muerto Fadinger,
que fue realmente el alma de la sublevación, un héroe popular
cuyo recuerdo pervivió durante siglos entre el pueblo de la Alta
Austria. Su puesto rector fue ocupado por un noble, Achaz Willin-
ger. En la primavera de 1627 la rebelión había acabado: el 26 de
marzo se ejecutó a Willinger con nueve jefes más. Pasada la Pascua
se dio muerte a otros veinte. Pese a la participación de varios no
bles en el levantamiento, sólo se ahorcó de ellos a Willinger. Con
el pueblo llano no se mostró la misma compasión: cuando acabó la
guerra habían muerto más de 12.000 campesinos, y fueron incon
tables los mutilados o exilados.
La guerra campesina de 1626 recibió amplia publicidad en todo
el territorio alemán. En Linz, Augsburgo, Francfort, Viena y otras
ciudades se editaron boletines y folletos sobre ella y contra ella.
Los propios campesinos tenían su propaganda, en forma de cancio
nes que cantaban en sus marchas o en los momentos de descanso.
La más famosa era su himno, el Bauernlied o Fadingerlied, que cele
braba el fin del antiguo orden, la eliminación de señores y sacer
dotes y la aparición del campesino como nuevo amo:
los streltsy o guardia real, compuestos por unos mil hombres, a los que se
había recortado y disminuido tanto la paga que no Ies alcanzaba para vivir,
tomaron el partido del pueblo llano, y por la tarde atacaron la mansión de
Morózov. ...D ich a mansión la saquearon totalmente, cuantas cosas preciosas y
de valor encontraron las hicieron pedazos ... y la vajilla de oro y plata la ma
chacaron, las perlas preciosas y otras joyas las redujeron a polvo, las aplastaron
y pisotearon, las tiraron por las ventanas, y no permitieron que nadie se llevase
la menor cosa, gritando: To Naasi Kroof, o sea, esto es nuestra sangre.
regional, como podía ser una feria (el caso de Suabia en 1524), una
festividad religiosa (el Corpus Christi de Barcelona en 1640) o un
carnaval (Romans en 1580), y puesto en práctica con la máxima
coerción frente a los individuos o las localidades que se negaban a
tomar parte. ^
(Los precipitantes de la revuelta en los comienzos de la Europa
moderna se pueden reducir, hablando en términos muy generales,
a tres: las malas cosechas, la tributación extraordinaria y la sol
dadesca. Las causas de la revuelta no coincidían necesariamente con
esos precipitantes. La escasez de alimentos por sí sola no desataba
el descontento; la mala cosecha era algo normal, y, mientras el pue
blo llano viera que todo el mundo pasaba hambre como él, se mos
traba sufrido. Sólo cuando se hacía patente que otros se beneficiaban
de los malos tiempos se levantaba el pueblo :> los exportadores y
acaparadores de alimentos fueron el blanco de la protesta en Ña
póles en 1585, Burdeos en 1648, Córdoba en 1653. En 1566 en
Amberes y en 1648 en Granada los disturbios se produjeron cuando
ya había pasado la crisis alimentaria; en la segunda de esas ciudades,
según un testigo presencial, el suministro y precio del grano me
joró, pero aumentó el desorden en la calidad y suministro del pan,
causando indignación allí donde no la había habido durante la es
casez real.
La tributación extraordinaria aparece como causa directa o próxi
ma en casi todas las revueltas; en Francia la política de guerra de
Richelieu hizo que la presión fiscal se cuadruplicara entre 1620 y
1641. Sin embargo, aunque los impuestos pudieran ser la provo
cación, eran invariablemente el detonante que hacía estallar otros
motivos de queja antiguos, de modo que son pocas las revueltas
que se pueden considerar limitadas a objetivos fiscales, y en algunos
casos la cuestión del impuesto se puede interpretar más bien como
pretexto que como causa de la insurrección. La soldadesca, tercero
de los puntos que señalábamos antes, era un agente notorio de ruina
en las zonas rurales. Fue el alojamiento de tropas lo que provocó
los levantamientos rurales de Cataluña en 1640 y 1688. En algu
nas ocasiones los soldados fueron causa indirecta de la rebelión. Un
informe sobre la frontera nororiental de Francia en 1645 afirmaba:
«La administración de justicia ha cesado o se ha interrumpido, de
bido al paso y alojamiento de ejércitos que han causado tantos
desórdenes en el campo que los campesinos no permiten que se to
me ninguna acción judicial, y en lugar de eso se rebelan incluso
contra los jueces».
La tradición de rebeldía aparecía como un aspecto de peso en
muchas insurrecciones. La geografía era importante: el bandidaje
10. Las rebeliones populares 305
que uno hurtase un pedazo de salchicha para que Masaniello le hiciera ahorcar;
ni perdonaban tampoco el oro, la plata ni las joyas, sino que todo lo arrojaban
a las llamas, como también carruajes y caballos quemados vivos, y tapices y
cuadros riquísimos; pero salvaban los libros y pinturas piadosos, que enviaban
a varias iglesias.
A finales del siglo xvn Europa, saliendo de una crisis que había
durado varias décadas, entraba en un época de mayor tranquilidad
y estabilidad. En casi todo el continente los niveles de fertilidad pa*
recen haberse estancado o reducido (una excepción fue España, don
de la tasa de natalidad subió, como en compensación de las repetidas
epidemias). Hay testimonios dispersos de una nueva tendencia a
restringir el tamaño de la familia contrayendo matrimonio más tarde
(entre el siglo xvi y finales del siglo xvn el promedio de edad de
las mujeres contrayentes subió en Normandía de veintiuno a vein
ticuatro años, en Amsterdam de alrededor de veinticuatro a más de
veintiséis, en Colyton de veintisiete a veintinueve años). La prefe
rencia por un matrimonio más tardío contribuyó a estabilizar los
niveles de población en un momento en que la peste, el temido
agente de mortandad masiva, había sido desterrada del norte de
Europa y no tardaría en desaparecer del Mediterráneo. También las
crisis de subsistencia fueron mucho menos frecuentes a finales del
siglo: hubo desastres naturales — en 1693 y 1709 en Francia, en
1696 en Finlandia— , pero a una escala más regional.
Al descenso de los niveles demográficos acompañó el descenso
de los precios. En el sur de Europa la producción agrícola decayó
(nuevamente con la excepción de España): en el Languedoc las tasas
de rendimiento, de casi 7 :1 a comienzos del siglo, cayeron en la
década de 1680 a menos de 5 :1 , en la Campagna romana se estan
caron en torno a 6 ,5 :1 . En el norte se dio otra respuesta a la apa
311
312 La sociedad europea, 1500-1700
los únicos garantes del imperio de la ley. El monarca tenía que ser
cauteloso frente a la Iglesia, las corporaciones municipales, las asam
bleas regionales. Los Estados que empezaban a forjar un rudimentario
aparato central estaban lejos de alcanzar una verdadera centralización
mientras dentro del país siguieran existiendo otras autonomías. Ya
a comienzos del siglo xvu todas las monarquías occidentales tenían
cuerpos consultivos y ejecutivos en sus capitales, pero a falta de
una burocracia nacional eran prácticamente cabezas sin tronco. Y , lo
que es todavía más importante, la estructura social era un impedi
mento a la centralización del poder.
Demasiadas veces se da por hecho que allí donde florecía el ab
solutismo se aplastaba a la élite dirigente, se anulaban sus privi
legios, se sometía a la Iglesia, se agobiaba de impuestos al pueblo
llano. Esta visión negativa identifica poder estatal con coerción. Sin
embargo, tal vez los dos monarcas más dichosos de la época que
abarca este libro, Isabel de Castilla hacia 1500 y Enrique IV de
Francia hacia 1600, se hicieron legendarios en vida y se ganaron el
corazón de sus súbditos precisamente porque empleaban la mínima
coerción. Hay motivos, pues, para sostener que la base en que des
cansaba el poder del Estado naciente era, más que la coerción, el
consentimiento.
Tal vez la visualización más convincente del absolutismo real
sea la de una autoridad de supervisión global que arbitra entre in
tereses contrapuestos. Teóricos como Loyseau y Le Bret sentían la
necesidad de exaltar la autoridad ejecutiva de la corona, y al hacerlo
amplificaban los principios de soberanía medievales, pero en ningún
momento dejaban de reconocer que había que respetar los intereses
de la Iglesia, de la nobleza, de la ley. Claro está que en la práctica
se daban innumerables casos aislados en los que el rey transgredía
todas las normas: usurpaba derechos eclesiásticos, encarcelaba y eje
cutaba a nobles, imponía tributos y quebrantaba desde las leyes re
gionales hasta las que regulaban la sucesión. Y podía hacerlo no
porque fuera fuerte, sino porque podía enfrentar a unos intereses
con otros. Hay de esto un ejemplo particularmente revelador en có
mo pudo la corona dividir a los Estados franceses en su asamblea
general de 1614 y aniquilar su papel en la política; de allí en ade
lante no se volvería a convocar al Tercer Estado, y al Primero y
Segundo sólo por separado. Análogamente, si la monarquía sobre
vivió a la Fronda no fue por ser fuerte, sino porque sus oponentes
estaban divididos. Desde comienzos del siglo xvi hasta finales
del x v ii , el indiscutido aumento de la autoridad regia se logró sin
menoscabo importante del poder de las élites. Ello fue posible por
que hubo una transferencia de poder dentro de la clase dominante,
322 La sociedad europea, 1300-1700
327
328 La sociedad europea, 1500-1700
Población y comunidades
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Galateo, 216
Eidersted, 65
Galileo, 238, 254
Elcano, Sebastián, 16
Gama, Vasco de, 13
Eliot, sir John, 256
Gante, 45
Elsevier, firma, 92, 229
Emmcnegger, Johanes, 300 Gardie, de la, 176, 238
Gassendi, Pierre, 223
Enrique IV de Francia, 21, 115, 158
Geer, Louis de, 92, 94
Enrique V I I I de Inglaterra, 105
Gónova, 37, 77, 201
Epernon, duque de, 112
Genoino, Giulio, 296
epidemias, 36-8, 252
Ginebra, 17, 29, 34, 41
Erasmo, 212, 316
refugiados, 94
esclavitud, 199-203
universidad, 242
Escocia, 109, 202, 219
gitanos, 183
España, 14-5, 70, 112, 147-48, 163,
Gómara, Francisco López de, 60
199-200, 221, 317
Goma rus, 92
revolución de los precios en, 58-9,
Gómez de Castro, Alvar, 236
62-3, 67*8
Gostomski, Anselm, 158
Española, La, 82
Gouffier, familia, 137
Esticnnc, Henry, 33
Gozzi, Alberto, 153
Estrasburgo, 136-37
Granada, 26, 185, 297, 306
Evelyn, John, 242
Gravedona, 134
Exeter, 182
Greene, Robert, 191
Grellety, Pierre, 287
gremios, 86-7
Fadinger, Stefan, 290 Gresham, colegio, 238
Fagel, Fran?ois, 92 Grimaldi, firma, 78
Fail, Noel du, 25 Grocio, Hugo, 254
Fairfax, sir Thomas, 238 Grocio, Stefano, 101-02
familia, 22-7 Guernica, 20
Fénclon, 249 guerra, 68-9, 252, 270-72
Felipe I I , 16, 105, 106, 123, 139, Guillermo I I de Orange, 266-67
194, 227, 323 Guisa, duque de, 282
Felipe IV , 114, 126 Gustavo Adolfo, rey de Suecia, 94,
fertilidad, 26-8 105
Ferrier, Jeremie, 223
Fettmilch, levantamiento de, 95
Finlandia, 41 Haarlem, 92
Florencia, 58, 149, 253 Hakiuyt, 14
Foxe, John, 235 hambre, 38-43
Foy, Toussaint, 136 Hales, John, 181
348 La sociedad europea, 1500-1700
nacimientos
Madrid, 35, 105, 113, 189 control de, 33
Magallanes, 13 16 tasas de, 29-33
Malatcsta, Ramberto, 286 Nalivaiko, Severin, 285
Malynes, Gerard, 60 Nantes, Edicto de, 94, 320
Manguio, 166 Napierski, Alexander, 299
Mannheim, 90 Nápoles, 35, 37-8
Mantua, 37 nobleza, 118, 126
Maquiavclo, 316-17 * revueltas, 281, 296, 307
Marburgo, 239 Naudé, Gabriel, 223
Marcelis, familia, 93 Navarrete, Pedro Fernández, 183
Mariana, Juan de, 192 Nelli, Fabio, 38
Marillac, Michel de, 107 nobleza, 101-28, 141-43, 313-15
Marsella, 21, 37-8, 107, 125, 305 y absolutismo, 123-24
Masaniello, 296, 308 violencia, 103-06, 123
Mather, Cotton, 184 Noiron-les Clteaux, 165
matrimonio, 23-8, 51 Nórdlingen, 30, 47
Mauricio de Nassau, 105 Norfolk, duque de, 124
Mayernc, Louis Turquet de, 154 Normandía, 141
Mazarino, cardenal, 231, 261, 273 Norwich, 32, 91
Meckleburgo, 171 Noue, Francois de la, 104, 115, 223
Médicis, Catalina de, 309
Medina del Campo, 131, 180
Medina Sidonia, duque de, 118, 124 ofidos, 138-39
Mendieta, 210 Oglander, sir John, 119
Menteith, R ., 254 Oldenbarnevelt, 266
mercantilismo, 313-15 Oldenburg, 30
Messina, 35, 38, 201 Olivares, 106, 2 6465, 273, 318
Mesta, 157 Olomouc, 74
Meulan, 41 Ordóñez, Pedro, 222
Milán, 35, 77, 120, 133, 253 Oropesa, conde de, 114
Milton, John, 235 Orsini, familia, 118
Missaglia, familia, 149 O rtí, Josep, 139
Molé, Matthieu, 140 Ortiz, Luis, 61, 108
Moneada, Sancho de, 60 Os, Dirck van, 92
Montaigne, 244 Ostorog, familia, 121
Montaud, Nicolás de, 141 Osuna, duque de, 117
Montmorency, duque de, 105, 12426 Oudenarde, 45
Montpellier, 53, 70, 135 Ovando, Juan de, 69
Montplaisant, 23 Overton, Richard, 295
moriscos, 205 Oviedo, Fernández de, 55
Moro, Tomás, 227, 244
Morózov, Boris, 151, 299, 307
Moscú, 35, 70, 298, 301, 307 Padilla, J . de, 276
Motolinía, Fray Toribio de, 14 Padua, 238
350 La sociedad europea, 1500-1700
Países Bajos, 45, 68, 83, 216 Quevedo, Francisco de, 189, 254
refugiados, 89-95 Quiroga, Vasco de, 244
Patencia, 28, 52
Paiermo, 35
revuelta de, 296
Radziwill, familia, 121, 299
Paraguay, 245
Raleigh, sir Walter, 123, 223
París, 21, 35, 88, 113
Rambouillet, marqués de, 223
Fronda, 45 Ramillón, familia, 130
arlement de, 45
Ramusio, Gian Battista, 14
pobreza en, 197-98
Rantzau, Heinrich, 109, 167
Patín, Guy, 223 Ratzeburgo, 50
Patrizi, Francesco, 245
Razin, 222, 300-01, 309
Paulette, 140, 263 refugiados, 89-95
Paulmier, Jean, 281 Reinking, 319
Pavía, 43 relojes, 17-8
Pedralba, 31, 51 Rémy, Nicolás, 216, 219
Pellizari, familia, 89 Rcnaudot, Theophraste, 234
Pembroke, conde de, 114 rendimiento, tasas de, 311-12
Percy, propiedades, 115 Rennes, 301
Pérez de Herrera, 192 rentas, 133*34
periódicos, 232-35 Requesens, Luis de, 16-7
Perkins. William, 26, 284 Retz, cardenal de, 231
Perriére, Guillaume de la, 103 Reval, 81
Peter, Hugh, 56 revolución de los precios, 56-72, 116
Petty, sir William, 44, 55, 205 revueltas populares, 275-310
Riccardi, familia, 149
Piamonte, 128, 314
Richelieu, cardenal, 93, 105, 107-08,
picaro, 191 115, 126, 132, 219, 234, 239, 261,
Piccolomini, Alfonso, 285 292, 304, 318
Pigafetta, Antonio, 14 Riga, 71, 172
Pignatelli, familia, 118 Rocaguinarda, Perot, 286
Pilgrimage of Grace (Peregrinación de Rochefoucauld, 104
gracia), 278 Roma, 35, 41, 44, 77, 95, 113, 115,
Pizarro, 1 5 ,5 4 233
población, 25, 33 Romans, 281, 307
caída de la, 36-47 Roquevaire, 160
movilidad de la, 49-57 Rouvrai, 51
y revolución de los precios, 60-2 Ruán, 35, 44, 135, 140
Polonia, 63, 114, 205 Ruiz, Simón, 80, 132, 147
inflación en, 59, 166 Rusia. 94, 111, 151, 173, 202
nobles en, 114, 121, 175 Rutland, conde de, 112, 114
y Ucrania, 269-71 Ryff, Andreas, 81 '
Portugal
imperio de, 13, 203
esclavitud en, 199-203 Saint-Simon, 106
propaganda, 228-36 Sajonia, 88
proto-industria, 85-9 Salamanca, 135, 306
Provincias Unidas, 117, 198, 266-69 salarios, 63-4
(véase también Países Bajos) Salazar Frías, Alonso, 218, 221
Prusia, 168, 172, 313 Salem, 218
Priitze, Balthasar, 172 Sales, San Francisco de, 27, 229
Prynne, William, 233 Sandys, Edwin, 56
puritanos, 228-29, 255-60 Santa Cruz, marqués de, 117
Indice analítico 351