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SEMANA INTERNACIONAL
DE ESTUDIOS MEDIEVALES
ERDI AROKO IKERLANEN
NAZIOARTEKO ASTEA
ESTELLA-LIZARRA
Campo y ciudad
Mundos en tensión
(siglos xii-xv)
18-21
JULIO / uztaila
2017
XLIV Semana Internacional XLIV Erdi Aroko Ikerlanen
de Estudios Medievales Nazioarteko Astea
Estella-LizarraEstella-Lizarra
18/21 de julio de 2017 2017ko uztailaren 18/21
Todos los originales han sido revisados según los protocolos en uso en revistas referenciadas por
evaluadores del Comité científico de la Semana Internacional de Estudios Medievales de Estella-
Lizarra. Este comité está formado por los siguientes evaluadores: Eloísa Ramírez, Julia Pavón,
Veronique Lamazou-Duplan, Pascual Martínez Sopena y Juan José Larrea.
ponencias
11 Las relaciones campo-ciudad. Aspectos de dominio, concurrencia
y colaboración en los reinos hispánicos medievales
María Asenjo González
129 The thickness of city walls. Late medieval popular revolt in England and Italy compared
Samuel K. Cohn, Jr.
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Comunicaciones
221 Entre el campo y el burgo. La presencia urbana de la orden de
San Juan de Jerusalén en la Navarra bajomedieval
Anna K. Dulska
233 La familia de Roca. El monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau
Clara Francesch Roher
Andrea Aparicio Lozano
279 Ville et campagne en Béarn. Morlaàs, une ville sous tension (1367)
Coralie Nazabal
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ponencias
129 The thickness of city walls. Late medieval popular revolt in England and Italy compared
Samuel K. Cohn, Jr.
E
l tema elegido por la Semana de Estudios Medievales, en su xxv edi-
ción, se encuentra entre los que despiertan gran interés, ya que el
estudio de las relaciones campo-ciudad ha contado con una biblio-
grafía de referencia que ha conocido diferentes enfoques y planteamientos.
En el presente trabajo nos proponemos reconocer las líneas maestras que
han marcado algunas de las interpretaciones en este tema y apuntar nuevos
enfoques y propuestas para su estudio en los reinos hispánicos, a fines de
la Edad Media y en los inicios de la Edad Moderna. En esas aportaciones
podremos percibir el cambio operado en las líneas interpretativas que han
condicionado, estimulado e impulsado el conocimiento de una cuestión que
sigue siendo de interés para la comprensión de aspectos fundamentales del
proceso histórico 1.
En el ámbito hispano, el estudio de la ciudad y el territorio tuvieron un
desarrollo pionero, asociado al avance de la Reconquista y a la repoblación
de los territorios conquistados en Al-Andalus 2. Un análisis que destacó el
que los trabajos que se ocupaban de estas cuestiones se volcaron en presentar a las ciudades
castellanas conectadas a extensos territorios: desde trabajos con objetivos regionales y locales
hasta los más generales; A. Merino Álvarez, Geografía histórica del territorio de la actual provincia
de Murcia: desde la reconquista por D. Jaime I de Aragón hasta la época presente, Madrid, Impren-
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para la producción rural, ya que considera que ese fue el estímulo más im-
portante, capaz de generar un crecimiento agrario antes de la revolución
industrial, que favorecería la aparición de un mercado nacional integrado 8.
Pero el enfoque económico no podía dejar de tener en cuenta que las vías de
urbanización en la periferia europea probaban que las ciudades medievales
y modernas no emergían espontáneamente, como resultado de la natural
actividad del mercado, sino que fueron el resultado de una acción política
deliberada y de la presión social unida a la coerción legal, política y econó-
mica. Las ciudades fueron establecidas o renovadas, en el caso de las anti-
guas ciudades romanas, y reconocidas por monarcas o señores feudales, y se
beneficiaron de sus acciones urbanas, ganando centralidad política, econó-
mica y administrativa al ejercer determinados derechos sobre un territorio
rural circundante, hasta el punto de convertirse en señores colectivos, en su
propio derecho de usurpación consciente, lo que Max Weber (1864-1920)
denominaba «dominación no legitimada» 9.
A estos trabajos, se fueron incorporando nuevos enfoques que aborda-
ban la cuestión desde los parámetros dominantes de la escuela de Annales,
a los que se añadiría el enfoque de la metodología marxista y los trabajos
de análisis institucionalista, que se siguieron elaborando en las décadas de
los años ochenta y noventa. En este proceso hay que destacar que, en el
año 1984, se publicó el trabajo de Jan de Vries que abordaba el fenóme-
no urbano desde un enfoque amplio y en un contexto territorial europeo 10.
Su estudio reconocía a España como espacio urbanizado preeminente, en
el contexto europeo, a la altura de 1500, situándolo por detrás de Italia y
Países Bajos. Pero los trabajos en los que las relaciones ciudad y campo se
abordaban, dando mayor relieve a las ciudades, eran los centrados en Italia,
en particular las urbes del centro y norte, ya que estas habían construido el
contado como territorio de expansión sujeto a la ciudad 11.
8 E. A. Wrigley, «Le funzione della città in un’economia preindustriale», en P. Abrams y
E. A. Wrigley (eds.), Città, storia, società, Bologna, Il Mulino, 1983, pp. 283-298; y P. Abrams,
«Città e sviluppo economico: teorie e problemi», ibid., pp. 15-44.
9 M. Weber, Economía y Sociedad, México df, fce, 1964, p. 195.
10 Traducido al español: La urbanización de Europa, 1500-1800, Barcelona, Crítica, 1987.
11 Los estudios de A. Grohmann, Città e territorio tra Medievo ed età moderna (Peruggia, secc. xiii-xvi),
vol. i-ii, Perugia, Volumnia, 1985 y de Giuliano Pinto, que a partir de las problemáticas de
la historia agraria y del campesinado realiza un acercamiento paulatino y constante a la pre-
sencia de la ciudad en el entorno rural. Sus trabajos arrancan del año 1972 y se mantienen
últimamente más conectados a la relación campo-ciudad en el territorio de la Toscana y
de Italia septentrional. Uno de los últimos trabajos: P. Giuliano, Firenze medievale e dintorni,
Roma, Viella, 2016.
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Press, 2001.
14 Algo que quisimos mostrar en «Ciudad y territorio en la Castilla bajomedieval. Dinámica
socioeconómica», en F. Sabaté (ed.), El poder a l’Edat Mitjana. VIII Curs d’Estiu Comtat d’Urgell
(Balaguer 9, 10 i 11 de juliol), Lleida, Pagès Editors, 2004, pp. 173-208.
15 Interesante enfoque en el trabajo de G. Pinto, «Tra demografia, economia e politica: la rete
urbana italiana (xiii-inizio xvi secolo)», Edad Media. Revista de Historia, 15, 2014, pp. 37-57.
16 S. R. Epstein (ed.), Town and Country..., op. cit., p. 11.
17 P. M. Hohenberg y L. H. Lees, La formation de l’Europe urbaine (1000-1950), París, puf, 1992.
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18 Ibid., pp. 12-14.
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podían retrasar el desarrollo de los estados nacionales casi hasta 1800. Solo
allí donde las monarquías nacionales podían dominar con sus ejércitos redu-
jeron a las ciudades a meros agentes de la centralización, ya que el objetivo
era vincular los territorios al máximo a la corona 19.
Tal y como hemos ido comprobando, el interés por estudiar las re-
laciones ciudad-campo se ha ido afirmando en los últimos decenios y los
enfoques han ido implicando a las ciudades en los aspectos políticos de gran
calado como los orígenes del Estado Moderno. Nuestro propósito en este
trabajo es abordar la relación ciudad-tierra, como cuestión todavía abier-
ta, para analizarla desde una perspectiva de larga duración, que permita
comprender la variedad de modelos urbanos y las transformaciones que
conocieron en el último período medieval. Con ello se pretende no tanto
presentar conclusiones cuanto hacer propuestas explicativas de esa com-
pleja relación, en la que consideramos que un mejor conocimiento de la
sociedad en su desarrollo cronológico largo, unido al estudio de las formas
de producción, puede ser muy ilustrativo de los procesos de adaptación y
cambio institucional y político de las ciudades, en el tránsito a los inicios del
mundo moderno.
Ciertamente, ha sido a partir de estudios monográficos, en los que se
han conocido las peculiaridades del desarrollo urbano de las distintas ciuda-
des, como hemos ido sabiendo acerca de la particularidad de ese desarrollo
en los distintos reinos hispano-cristianos, y se ha destacado el papel que ju-
garon las ciudades en la construcción de las nuevas formas socioeconómicas
y políticas surgidas tras la superación de la crisis bajomedieval 20. Esas apor-
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Middle Ages, Cambridge, Cambridge University Press, 1982; M. A. Esteban Recio, Palencia a
fines de la Edad Media. Una ciudad de señorío episcopal, Valladolid, Universidad de Valladolid,
1989; C. Fernández-Daza Alvear, La ciudad de Trujillo y su Tierra en la Baja Edad Media, Ma-
drid, Universidad Complutense, 1991; M. D. García Oliva, Organización económica y social del
concejo en Cáceres y su tierra en la Baja Edad Media, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1985;
A. Rucquoi, Valladolid en la Edad Media. i: Génesis de un poder. ii: El mundo abreviado, Vallado-
lid, Junta de Castilla y León, 1987; M. A. Sánchez Rubio, El concejo de Trujillo y su alfoz en el
tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Badajoz, Universidad de Extremadura, 1993. Con
una perspectiva integradora de contenidos se hace un seguimiento de estos y otros muchos
trabajos de historia urbana en M. A. Ladero Quesada, «Monarquía y ciudades de realengo
en Castilla. Siglos xii-xv», Anuario Estudios Medievales, 24, 1994, pp. 719-774. Una revisión del
panorama historiográfico: M. Asenjo González, «La ciudad medieval castellana. Panorama
historiográfico», Hispania, 50/2, 175, 1990, pp. 793-808.
21 J. Fernández Viladrich, «La comunidad de villa y tierra de Sepúlveda durante la Edad Me-
Castilla en la Baja Edad Media. Un comentario crítico con sugerencia de nuevas líneas de
trabajo encontramos en P. Iradiel Murugarren, «Ciudades, comercio...», op. cit., pp. 603-658.
23 A. Mackay, «Ciudad y campo...», op. cit., pp. 27-53.
24 En el trabajo de J. Mangas Navas, se aborda el estudio de los concejos castellanos en las de-
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25 Organizado por Emilio Sáez Sánchez y editado también por C. Segura Graíño y M. Cantera
Montenegro, La ciudad hispánica durante los siglos xiii al xvi. Actas del Coloquio celebrado en La
Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981, 3 vols., Madrid, ucm, 1985.
26 C. Estepa Díez, «Las relaciones mundo rural-mundo urbano en los reinos hispánicos medie-
vales», El Fuero de Santander y su época (Actas del Congreso Conmemorativo de su VIII Centenario),
Santander, Diputación Regional de Cantabria, 1988, pp. 351-367; J. M. Mínguez Fernández,
«Feudalismo y concejos. Aproximación metodológica al análisis de las relaciones sociales en
los concejos medievales castellano-leoneses», En la España Medieval, 2, 1983, pp. 109-122
27 A destacar el trabajo de J. A. Bonachía Hernando, «El concejo como señorío (Castilla, si-
rial. Nájera, Encuentros internacionales del medievo, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2007.
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al xv 32. Esta situación dio lugar al universo de villas y pequeñas villas que
se desarrollaron en la cercanía o al amparo de las grandes ciudades, que
jugaron un papel clave en la integración del territorio y en su desarrollo
a diferente escala, tal y como veremos más adelante.
A partir de ese condicionante común de la frontera, sí que podemos
diferenciar entre ciudades acordes a los modelos del despertar urbano eu-
ropeo, relacionado con la actividad artesano-mercantil y la lucha con los
poderes feudales para recabar prerrogativas y derechos. Ese sería el caso de
las ciudades del norte de la península, en particular las que se insertan en
el Camino de Santiago, ciudades del reino de Aragón 33 y del condado de
Cataluña 34. Un origen y desarrollo diferente tuvieron las ciudades de la Ex-
tremadura castellano-leonesa, con una originalidad que también presentan
algunas villas y ciudades del Reino de Aragón.
32 El tamaño de las ciudades es otro aspecto distintivo que distancia algunos núcleos de otros encla-
ves o aglomeraciones de menor importancia. Pero lo cierto es que el estatus de ciudad y villa pue-
de recaer en localidades con un número de habitante que oscila entre 500 y 50. 000 habitantes,
que se reconocen por aspectos comunes. En ese grupo se podrían diferenciar también a núcleos
proto-urbanos que germinarían fundamentalmente en el curso del siglo xiii, al convertirse en
villas. Ver los trabajos de J. M. Lacarra (ed.), La Reconquista española y la repoblación del país. Confe-
rencias del curso celebrado en Jaca en agosto de 1947, Zaragoza, csic, 1951; J. Gautier-Dalché, Historia
urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos ix-xiii), Madrid, Siglo xxi, 1979; S. de Moxó,
Repoblación y sociedad en la España cristiana medieval, Madrid, Rialp, 1979; M. A. Ladero Quesada,
La formación medieval de España. Territorios, regiones, reinos, Madrid, Alianza Editorial, 2004.
33 E. Sarasa Sánchez, «Concejos y ciudades medievales en el reino de Aragón. Hacia una tipo-
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36 Pudimos comprobarlo en nuestro trabajo: Espacio y sociedad en la Soria Medieval. Siglos xiii-xv, So-
ria, Diputación de Soria, 1999.
37 M. Asenjo González, «La repoblación de las Extremaduras (s. x-xiii)», Actas del coloquio de
en D. Menjot (ed.), Les villes frontière (Moyen Âge-Époque Moderne), París, L’Harmattan, 1996,
pp. 17-40.
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de su oficio a fines del siglo xv y principios del xvi», Studia Historica. Historia Moderna, Dos-
sier: El «habitus» del oficial real. Ideal, percepción y ejercicio del cargo en la Monarquía Hispánica
(siglos xv al xviii), 2017, pp. 1-25.
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nes en Castilla durante la Edad Moderna», Hispania, 58/2, 1998, pp. 439-470, 464.
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pp. 1159-1200.
47 J. L. Corral Lafuente, La comunidad de aldeas de Daroca en los siglos xiii y xv: origen y proceso de
consolidación, Zaragoza, Instituto Fernando el Católico, 1987; M. Asenjo González, «Los con-
cejos de frontera en el reino de Aragón. Desarrollo económico y social de un ámbito regional
en los siglos xii al xv», «El món urbà a la Corona d’Aragó, del 1137 als decrets de Nova Planta»,
XVII Congreso Internacional de Historia de la Corona de Aragón, 3, Barcelona, 2003, pp. 19-54.
48 E. Cortés Ruiz, «Articulación jurisdiccional y estructura socioeconómica en la comarca de
Molina de Aragón a lo largo de la Baja Edad Media», tesis doctoral, Universidad Compluten-
se, Madrid, 2000.
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rrios García, «Poder y espacio rural: reajustes del poblamiento y reordenanción del espacio
estremadurano en los siglos xiii-xv», en C. Estepa (ed.), Despoblación y colonización del valle
del Duero. Siglos viii-xx. IV Congreso de Estudios medievales, León, Fundación Sánchez-Albornoz,
1995, pp. 227-276. Para Castilla J. L. Corral Lafuente, «Cambios estructurales...», op. cit.,
pp. 95-112. Destaca la fractura demográfica de mediados del siglo xiii en las ciudades ara-
gonesas que sufrieron un freno en el crecimiento. La comparación la hace entre cifras del
siglo xiii y las de 1495, por lo que calcula que la reducción supuso el 50%.
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52 J. A. Sesma Muñoz, «Pequeñas ciudades y grandes villas en el ordenamiento del espacio
aragonés», Les sociétés urbaines en France méridionale et en péninsule Iberique au Moyen Age. Actes du
Colloque de Pau, 21-23/9/1988, París, cnrs, 1991 pp. 51-72, 44-45; y «Rasgos precapitalistas en
la organización industrial aragonesa, siglo xv», Medievalia, 10, 1992, pp. 387-402. , 393-394.
53 A. Malpica Cuello, «La vida urbana en Al-Andalus y su papel en la estructura del poblamien-
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a las transformaciones del paisaje agrario. Todo ello a pesar del poder de
los señores, la autonomía de las comunidades campesinas y el papel he-
gemónico de la Corona. Así, tras la conquista, señala que se produjeron
cambios fundamentales como la concentración de la población campesina,
por el abandono del hábitat disperso en alquerías. También se vaciaron los
poblados y asentamientos en altura lo cual derivó en la reducción drástica
del número de asentamientos. Una concentración probada por el hecho de
que, en la Huerta de Valencia, los 200 asentamientos entre alquería y raflas
contabilizados en el siglo xiii, pasaron a no ser más de 40 en el siglo xiv 56.
También se produjo una parcelación acusada de las unidades de explo-
tación, al pasar de las grandes demarcaciones de entre 70 y 90 ha. de Alcoy,
o de más de 100 ha. en la Ribeira Baxa, a explotaciones familiares que no
superaban las 9 ha. En ellas se practicaba una agricultura de supervivencia
por unidades familiares reducidas. Los cultivos también cambiaron a inicia-
tiva de los señores dominantes, que imponían trigo y vid en zonas de huerta.
Sin embargo, los espacios de huerta, próximos a los núcleos urbanos, se
mantuvieron sin grandes cambios. Los señores feudales trataron de mante-
ner y preservar esas áreas de cultivo de las que pretendían sacar la máxima
rentabilidad. Los sistemas hidráulicos se vieron frenados y amenazados por
la fragmentación de la propiedad entre los señores y sus manipulaciones en
el reparto del agua. Pero, a pesar de todo, los sistemas de riego pervivieron.
Así, en el reino de Valencia, el peso de la trama urbana heredada se con-
firma y el protagonismo fundamental de las ciudades se consideran herencia
musulmana, y también en los territorios de Castilla se mantuvo un modelo je-
rárquico de capitales regionales y comarcales, que los cristianos consolidaron
con la creación de nuevas villas y poblaciones de colonización 57.
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contactos entre campo y ciudad fueron muy intensos y las marcadas distin-
ciones descritas en los distintos ámbitos regionales empezaban a ser iguala-
das por el creciente peso de las ciudades y su capacidad de atracción. Esto se
evidencia en los testimonios que prueban que buena parte de los habitantes
del campo recorrían distancias de varios kilómetros para desplazarse a la
ciudad. Un asunto en el que la precisión y la frecuencia del tránsito ha sido
difícil de lograr y se ha conseguido al centrarse en la acogida de inmigrantes
y la movilidad en sus vías de comunicación 58. Las razones que motivaban
esa movilidad han permitido fijar el alcance del hinterland de una ciudad so-
bre su territorio, siempre basado en indicaciones indirectas de movimiento
de mercancías o de gentes, pautas de migración tomadas del uso de patroní-
micos, y también los pleitos sobre deudas 59.
Los hinterlands resultan más difíciles de definir a partir de evidencias
arqueológicas, pero han sido muy elocuentes las precisiones acerca del con-
sumo de ganado de una procedencia determinada o de la adquisición de ce-
rámica y otros productos de localización conocida. De ese modo los factores
geográficos han podido ser condicionantes en la dirección e intensidad de
los contactos, lo mismo que las vías de comunicación, ya fueran terrestres o
fluviales.
En los territorios peninsulares las ciudades contaban con la asignación
de un territorio o alfoz sobre el que ejercía su autoridad. Esa asignación faci-
litaba la proyección de la influencia urbana sobre el territorio, término, tie-
rra o alfoz, que también se llevó a las ciudades andalusiés tras su conquista.
Sus competencias legislativas y judiciales equivalentes a las de las ciudades
del reino se hacían más explícitas en sus normativas de aplicación para po-
ner de manifiesto que la ciudad supervisaba incluso la elección de gobierno
en las villas de su término 60.
Las grandes ciudades acumulaban una serie de opciones de gran im-
pacto, como eran los mercados bien abastecidos de mercancías con produc-
tos diversos y caros, al alcance de las fortunas de los más pudientes. También
la presencia de tribunales y de la corte con las instituciones de gobierno.
58 Para un período posterior lo ha estudiado: E. A. Wrigley, «A Simple Model of London’s
Importance in Changing English Society and Economy, 1650-1750», Past & Present, 37, 1967,
pp. 44-70; y F. Varela, «Desplazamientos de corto radio en Madrid, siglos xv y xvi», Caminos
y caminantes por las tierras del Madridi Medieval, Laya, 12, 1994, pp. 176-205.
59 M. Boone, «Diritto di borghesia e particolarismo urbano nelle fiandre borgognone e asbur-
dieval..., op. cit., pp. 21-33. Afirma que sus competencias de estas nuevas ciudades sobre los
concejos de las villas de sus alfoces llegaron a ser mayores que en algunas zonas de Castilla.
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63 J. Carretero Zamora, Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comienzos de la época
moderna (1475-1515), Madrid, Siglo XXI, 1988.
64 Sobre esta cuestión: M. Asenjo González (ed.), Villas y ciudades a finales de la Edad Media. El
sociedad política en los concejos castellanos de la Meseta durante la época del regimiento
medieval. La distribución social del poder», Concejos y ciudades..., op. cit., pp. 358-413.
66 M. Asenjo González, «“Labradores ricos”: nacimiento de una oligarquía rural en la Segovia
del siglo xv», En la España Medieval, 4, 1984, pp. 63-85; M. Aventín, La societat rurtal a Cata-
lunya em temps feudals. Vallès oriental. Segles xiii-xvi, Barcelona, Columna 1996; J. M. Salrach
Mares, «Sociedad rural y mercados en la Cataluña medieval», Edad Media: revista de historia,
4, 2001 (ejemplar dedicado a: Contestación social y mundo campesino), pp. 83-111, 97-98; y
J. Bolós, El mas, el payes i el senyor, Barcelona, Curial, 1995, pp. 120 y ss.
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67 J. Glledhill, B. Bender y M. Trolle Larsen (eds.), State and society: the emergence and development
of social hierarchy and political centralization, Unwin Hyman, 1988; J. Laughton, E. Jones y C.C.
Dyer, «The urban hierarchy in the later Middle Ages: a study of the East Midlands», Urban
History, 28:3, 2001, pp. 331-357.
68 Fue pionero el trabajo de J. A. Sesma Muñoz, «Pequeñas ciudades y grandes villas en el or-
denamiento del espacio aragonés», en Les sociétés urbaines en France méridionale et en péninsule
ibérique au Moyen Âge (Actes du colloque de Pau, 21-23 septembre 1988), París, 1991, pp. 37-50;
A. Millan da Costa (eds.), Petites villes européennes au bas moyen age: perspectives de recherche, Lis-
boa, 2013, <http://iem.fcsh.unl.pt/ebooks/estudos11/> [visto 11-2017].
69 E. Sakellariou, «Le piccole e medie città nel Regno Aragonese di Napoli», El món urbà a la Co-
rona d’Aragó del 1137 als decrets de Nova Planta [XVII Congrés d’Història de la Corona d’Aragó. Bar-
celona. Poblet. Lleida, 2000], S. Claramunt Rodríguez, 1, 2003, pp. 557-572, 557.
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pagar las rentas en moneda al señor. Pero, a medida que fueron cayendo los
precios de los granos, la necesidad de dinero en metálico les llevó a ampliar
la diversidad de su producción, siempre con el punto de vista puesto en el
mercado. Así, la cebada se extendió por Alemania para la fabricación de
cerveza y lo mismo ocurrió con el lúpulo y la vid en el Mediterráneo. Las
mismas fuerzas favorecieron la cria de vacas para leche y mantequilla, y la
cría de ovejas en Aragón y Castilla derivó en la necesidad de la organización
de Mestas locales. Pero, al mismo tiempo, la demanda procedente de las
ciudades actuó como estímulo de crecimiento en el campo, que en algunos
casos daría lugar a la aparición de una agricultura intensiva y altamente
especializada. Los mismos argumentos explican el desarrollo de la industria
en el campo y en ello vieron los inversores urbanos la nueva forma de orga-
nización del Verlagsystem o putting-out system 70.
En cuanto al comportamiento de los mercados, interesa precisar la pro-
fusión de los mercados locales y regionales a fines de la Edad Media que
favorecieron este proceso de intercambios, lo mismo que algunas pequeñas
ferias que surgieron antes del siglo xv y cuyo impacto actuó a escala local
y regional. Cabe deducir que estos cambios supusieron, al menos a largo
plazo, estímulos que explican: la intensificación de los mercados, la diver-
sificación de los cultivos, la flexibilidad en las mejoras, la asociación entre
agricultura e industria capaces de movilizar mayor esfuerzo campesino y
el desarrollo de actividades del proceso. Todo ello sin la necesidad de una
división del trabajo demasiado técnica. Estas actividades ampliaron la gama
de recursos disponibles e hicieron más resistente la economía rural a los ata-
ques de las malas cosechas. También fue importante el factor del consumo
doméstico, ya que un mínimo desarrollo del comercio se convierte en un
estímulo importante para el desarrollo 71. Un comercio con redes de contacto
amplias, en el ámbito del Mediterráneo y el Atlántico, que aportaban con-
tactos sólidos y estimulantes para la economía 72.
El nuevo marco de crecimiento desató la atracción del capital por la
tierra y la adquisición de predios y tierras de labor se vio incrementada, ya
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76 J. E. Gelabert González, «Cities, towns and small towns in Castile, 1500-1800», en Small Towns
in Early Modern Europe, Cambridge, 1995, pp. 271-294.
77 M. Asenjo González, «El obraje de paños en Segovia tras las Ordenanzas de los Reyes Cató-
licos», La manufactura urbana i els menestrals (ss. xiii-xvi), Palma de Mallorca, 1991, pp. 13-29;
M. Asenjo González y D. Igual Luis, «Mercaderes extranjeros...», op. cit., pp. 55-72.
78 C. Reglero de la Fuente, «El fenómeno urbano medieval en las actuales provincias de Va-
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79 K. Giles y Ch. Dyer (eds.), Town and country in the Middle Ages: contrasts, contacts and interconnec-
tions, 1100-1500, Leeds, UK, Maney, 2007, p. 44.
80 M. Asenjo González, «El obraje de paños...», op. cit., pp. 55-72.
81 Idem, «Transformaciones de la manufactura de paños en Castilla. Las Ordenanzas Generales
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84 C. Orcástegui Gros, «Ferias y mercados en Aragón durante la Edad Media», en Actas de las
primeras Jornadas sobre el Estado actual de los estudios sobre Aragón, celebradas en Huesca, del 18 al
20 de diciembre de 1978, Teruel, 1979, pp. 307-310; M. Bonet Donato, «Las expansiones de las
ciudades y las reacciones de los poderes locales en la Cataluña medieval», en J. Á. Solórzano
Telechea y B. Arízaga Bolumburu (coords.), La gobernanza de la ciudad europea en la Edad Media,
2011, 9, pp. 97-129.
85 J. E. Gelabert González, «Cities, towns...», op. cit., pp. 271-294.
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Conclusión
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La institucionalización de las tensiones
entre campo y ciudad en Aragón
(1250-1350). La acción política de
las comunidades de aldeas*
Guillermo Tomás Faci
Universidad de Zaragoza
[email protected]
H
acia 1310, Domingo García de Echauri, clérigo que trabajaba al ser-
vicio del rey de Aragón Jaime II, escribió al monarca una carta que
se iniciaba con la siguiente frase:
Sennor, vos bien sabedes que una de las enamistanças generales del
mundo es entre aldeanos et hombres de su villa, et si en tierra del mundo es
cruel es entre Calatayut et sus aldeas 1.
* Este artículo está asociado a la actividad científica del Grupo de Investigación cema de la
Universidad de Zaragoza, dirigido por Carlos Laliena Corbera y financiado por el Gobierno
de Aragón, y al proyecto de investigación HAR2013-44093-P financiado por el Ministerio de
Economía, Industria y Competitividad.
1 Archivo de la Corona de Aragón, Real Cancillería (aca, rc), Cartas reales de Jaime II,
n.º 12.660.
2 Sobre las relaciones entre campo y ciudad, véase: A. Mackay, «Ciudad y campo en la Europa
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40 | Guillermo Tomás Faci
mountains and the city: the Tuscan Apenines in the early Middle Ages, Oxford, Clarendon Press,
1998; M. T. Ferrer i Mallol, «Viles i llocs associats a Barcelona a l’Edat Mitjana. El carrerat-
ge», en El món urbà a la Corona d’Aragó del 1137 als decrets de Nova Planta, Barcelona, Universi-
tat, 2003, pp. 293-314; A. Furió y A. J. Mira Jódar, «La ciudad y el campo», en J. Hermosilla
(coord.), La ciudad de Valencia: historia, geografía y arte de la ciudad de Valencia, i, Valencia,
Universitat, 2009, pp. 227-244; etc.
3 M. Lafuente Gómez (ed.), Acta Curiarum Regni Aragonum. Cortes y parlamentos del reinado de
Pedro IV/1, Zaragoza, Grupo cema, 2013, pp. 38-39; C. Laliena Corbera (ed.), Acta Curiarum
Regni Aragonum. Cortes del reinado de Pedro IV/2, Zaragoza, Grupo cema, 2008; R. Esteban
Abad, Estudio histórico-político sobre la ciudad y comunidad de Daroca, Teruel, Instituto de Estu-
dios Turolenses, 1959, pp. 109-110.
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Teruel, Madrid, 1861 (discurso de recepción en la Real Academia de la Historia); idem, Las
comunidades de Castilla y Aragón bajo el punto de vista geográfico, Madrid, Imp. de Fontanet, 1880;
idem, «El régimen popular en Aragón», en Estudios críticos sobre la Historia y el Derecho de Aragón,
ii, Madrid, Imp. de M. Tello, 1885, pp. 241-314.
8 T. del Campillo, Documentos históricos de Daroca y su comunidad, Zaragoza, Imp. del Hospicio
rral Lafuente, «El origen de las comunidades medievales aragonesas», Aragón en la Edad
Media, 6, 1984, pp. 67-95; idem, La Comunidad..., op. cit.; idem, «Aldeas contra villas: se-
ñoríos y comunidades en Aragón (siglos xii-xiv)», en Señorío y Feudalismo en la Península
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Ibérica (ss. xii-xix), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1994, ii, pp. 487-499; idem,
«Ideología política y concepción territorial en las comunidades campesinas de los grandes
concejos castellanos y aragoneses de los siglos xii y xiii», en J. I. de la Iglesia (coord.),
Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval, Logroño. Gobierno de La Rioja,
2010, pp. 257-270. Además, ha publicado varios artículos sobre la Comunidad de Calata-
yud: idem, «La génesis de la Comunidad de aldeas de Calatayud», Aragón en la Edad Media,
16, 2000, pp. 197-213; idem, La comunidad de aldeas de Calatayud en la Edad Media, Calata-
yud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 2012; idem y M. J. Sánchez Usón, «Las sesmas de la
comunidad de Calatayud: un modelo de ordenación territorial en los siglos xv y xvi», en
Primer Encuentro de Estudios Bilbilitanos, ii, Calatayud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 1983,
pp. 129-132.
10 A. Gargallo, Los orígenes..., op. cit.; idem, El Concejo de Teruel en la Edad Media 1177-1327, 4 vols.,
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por Toribio del Capillo y Antonio Gargallo, y por otra, se han explorado
directamente dos series: los registros de la Real Cancillería hasta 1350, y las
cartas reales de Jaime II y Alfonso IV 11.
11 Los registros de la Real Cancillería se han explorado a través de las descripciones del Centro
de Documentación de Ibercaja (que llegan hasta 1292), y con el índice de Josep Llaris a partir
de esa fecha. Las Cartas Reales se han vaciado de forma exhaustiva a través de las reproduc-
ciones custodiadas en el Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza.
12 Sobre la conquista de esta región, la formación de los términos locales y la fijación de la fron-
tera con Castilla, véase: A. Ubieto Arteta, Historia de Aragón. La formación territorial, Zaragoza,
Anubar, 1981, pp. 203-292; C. Laliena Corbera, «Castillos y territorios castrales en el valle
del Ebro en el siglo xii», en J. A. Barrio y J. V. Cabezuelo (eds.), La fortaleza medieval. Realidad
y símbolo, Alicante, Universidad, 1998, pp. 31-45; E. Guinot Rodríguez, El límits del regne,
Valencia, Generalitat, 1995 (pp. 13-24).
13 M. M. Agudo Romeo (ed.), El fuero de Daroca, Daroca, Centro de Estudios Darocenses, 1992;
M. L. Ledesma Rubio, Cartas de población del reino de Aragón en los siglos medievales, Zaragoza,
Institución Fernando el Católico, doc. 111; J. M. Ramos Loscertales, «Textos para el estudio
del derecho aragonés en la Edad Media», Anuario de Historia del Derecho Español, 1, 1924,
pp. 397-416.
14 Sobre la ciudad y Comunidad de Albarracín, véase: E. Cutanda Pérez, «La comunidad de
Albarracín en los siglos xvi y xvii (hacienda, elites y poder)», tesis doctoral defendida en
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blecía que no se observase «aliquid in Serrania non consuetum», de forma que se aplicase
«quod in ville Daroce vel eius aldeis est in similibus fieri consuetum» (aca, rc, reg. 887,
f. 60r). La singularidad de la región también se percibe en el plano idiomático, como ates-
tigua un sermón de Vicente Ferrer: «vosaltres de la Serrania, qui estats enmig de Castella e
de Cathalunya e per çò prenets un vocable castellà e altre català» (V. Ferrer [ed. G. Schib],
Sermons, iv, Barcelona, Barcino, 1977 [Els nostres classics], p. 64), e incluso en el momento
puntual de la instauración de la Inquisición en 1484 ese corónimo se utilizó en oposición a
Aragón: «non dicunt nasci nec habitare in Aragonia, sed in Serrania» ( J. A. Sesma Muñoz
et al., Un año en la Historia de Aragón: 1492, Zaragoza, Caja de Ahorros Inmaculada, 1992,
p. 48).
17 La bibliografía sobre los concejos y «comunidades de villa y tierra» de la Extremadura de
Castilla es muy abundante; cabe citar, entre otros: G. Martínez Díez, Las comunidades de Villa
y Tierra de la Extremadura castellana: estudio histórico-geográfico, Madrid, Editora Nacional, 1983;
A. Barrios García, Estructuras agrarias y de poder en Castilla, el ejemplo de Ávila (1085-1320), Sa-
lamanca, Universidad, 1983; idem, «Repoblación y feudalismo en las Extremaduras», en En
torno al feudalismo hispánico, León, Fundación Sánchez Albornoz, 1989, pp. 419-433; M. San-
tamaría Lancho, «Del concejo y su término a la Comunidad de Ciudad y Tierra: surgimiento
y transformación del señorío urbano de Segovia (siglos xiii-xvi)», Studia Historica. Historia
Medieval, iii/2, 1985, pp. 83-116; M. Asenjo González, Espacio y sociedad en la Soria medieval. Si-
glos xiii-xv, Soria, Diputación Provincial, 1999.
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18 A. Linage Conde, «El Fuero de Sepúlveda en la gestación del derecho de Teruel», Revista de
Historia Jerónimo Zurita, 49-50, 1984, pp. 7-29.
19 De forma general, véase: J. L. Corral, La comunidad..., op. cit., pp. 19-62; A. Gargallo, El con-
cejo..., op. cit.
20 A. Gargallo, El concejo..., ii, pp. 540-568; A. Ríos Conejero, «Los caballeros villanos de
pp. 90-92; A. Gargallo, El concejo..., op. cit., iii, pp. 744-755; F. López Rajadel, Crónicas de los
Jueces de Teruel (1176-1532), Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1994, pp. 13-22. Cabe
apuntar que el vocablo «juez» en Aragón estaba prácticamente restringido a la Serranía,
mientras que en el resto del reino predominaba «justicia» o «jutge»; por lo tanto, es probable
que se trate de un castellanismo léxico asociado a la circulación de códigos legales venidos
del oeste.
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26 Esas fracturas sociales se atestiguan desde comienzos del siglo xiii, véase: A. Gargallo, «Con-
flicto social...», op. cit.; idem, El concejo..., op. cit., ii, pp. 618-643.
27 F. López Rajadel, Crónicas..., op. cit., p. 104: «levantáronse los menudos contra los mayores en
pp. 37-46; A. Gargallo, Los orígenes..., op. cit., pp. 1-7; idem, El concejo..., op. cit., i, pp. 306-
315. La idea de la ciudad como forma de señorío ha sido ampliamente desarrollada por la his-
toriografía castellana; entre otros trabajos, véase: C. Estepa Díez, «El realengo y el señorío ju-
risdiccional concejil en Castilla y León (siglos xii-xv)», en Concejos y ciudades en la Edad Media
hispánica, León, Fundación Sánchez-Albornoz, 1990, pp. 467-506; J. Gautier-Dalche, «Burgos
médiévale: une ville et sa región, une seigneurie urbaine», Le Moyen Âge: Revue d’histoire et de
philologie, 101/3-4, 1995, pp. 475-487.
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se contaban entre los gastos de la cabecera que los aldeanos debían sufra-
gar. El juez tenía plena jurisdicción sobre los pueblos, cuyos vecinos debían
desplazarse para cualquier pleito a la ciudad, a veces emplazada a más de
cincuenta kilómetros de sus casas; ese oficial también ejercía otras compe-
tencias como dirigir las huestes locales, en las que los combatientes a caballo
solían ser ciudadanos, y quienes lo hacían a pie, aldeanos. Por último, los es-
cribanos públicos eran elegidos por los concejos y estaban asentados en las
ciudades, de forma que este oficio era un lucrativo negocio monopolizado
por la elite urbana y un motivo adicional de desplazamientos de los rústicos
a la cabecera.
La pesada dominación sobre la población rural que acabo de descri-
bir fue una aspiración política constante de las oligarquías de Calatayud,
Daroca y Teruel, que encontraba una base legal sólida en sus fueros, cartas
pueblas y privilegios, pero en la práctica apenas se llegó a ejercer en todas
sus facetas simultáneamente, debido a la temprana emergencia de las aldeas
como sujeto político diferenciado que combatió las diferentes caras de la
dependencia respecto a las ciudades. De hecho, algunas de esas formas de
dominio urbano se formularon exclusivamente en la dialéctica mantenida
entre las partes, dentro de un conflicto de baja intensidad que se prolongó
durante siglos, que es la cuestión en que quiero detenerme.
30 T. Bisson, La crisis del siglo xii. El poder, la nobleza y los orígenes de la gobernación europea, Madrid,
Crítica, 2010.
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35 A. Gargallo, Los orígenes..., op. cit., p. 67; M. Alvira Cabrer, Pedro el Católico, rey de Aragón y conde
de Barcelona (1196-1213). Documentos, testimonios y memoria histórica, iii, Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, 2010, doc. 1083.
36 aca, rc, reg. 44, f. 232v.
37 M. D. Cabanes Pecourt, Documentos de Jaime I relacionados con Aragón, Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, 2009, doc. 59; aca, rc, reg. 44, f. 232r (se trata de un resumen confir-
mado en 1283).
38 T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., docs. 4, 6, 10, 11, 13, 14, 18, 23 y 28.
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52 | Guillermo Tomás Faci
39 A modo de epílogo del periodo fundacional, Pedro III confirmó en las Cortes de Zaragoza
de 1283 los principales privilegios concedidos por Jaime I a las comunidades, 16 en el caso
de Daroca (aca, rc, reg 192, ff. 52r-53v), y 18 en Calatayud (reg. 44, ff. 232r-232v).
40 Documento editado en: A. Gargallo, Los orígenes..., op. cit., pp. 72-77. Ahora bien, algunos
documentos previos, como unas disposiciones para la recaudación de la pecha en las aldeas
(ibid., pp. 71-72), sugieren que la institución existía desde fechas similares a las comunidades
de Daroca y Calatayud.
41 R. Esteban, Estudio histórico-político..., op. cit., pp. 137-151; J. L. Corral, La Comunidad..., op. cit.,
«sesmeros».
43 La necesidad de que el Baile General de Aragón u otro alto funcionario regio presenciase
las «plegas» de las tres comunidades obligó a instaurar mecanismos de rotación: en 1303
Jaime II estableció que estas reuniones tendrían una duración máxima de ocho días, y se
sucederían del siguiente modo: comenzarían las aldeas de Calatayud el 1 de octubre, segui-
rían las de Daroca desde el 10 y acabarían las de Teruel a partir del 20 del mismo mes (T. del
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 53
Campillo, Documentos históricos..., op. cit., doc. 172). Se analizan con detalle las actas de dos ple-
gas en: E. Salvador Esteban, «Dos plegas generales de la Comunidad de las aldeas de Teruel
en el siglo xv», en Homenaje a Don José María Lacarra de Miguel en su jubilación del profesorado,
Zaragoza, Anubar, 1977, pp. 305-329.
44 Por ejemplo, sobre el nombramiento del «escribano» de la Comunidad de Daroca, véase:
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
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46 Biblioteca de Catalunya, ms. 703, Liber sive registrum privilegiorum Turolii, f. 16r: «procurator
prefatus, prius quam se inmisçeat regimini et exercicio dicti officii, juret seu jurare habeat et
teneatur in posse bajuli [baile general de Aragón] et regitorum predictorum [regidores de la
Comunidad de Teruel] de bene et legaliter se habendo et gerendo»; f. 76v: «se haja de pre-
sentar e jurar solempnement a Deu e als sants quatre evangelis de regir e exercir lo dit offici
a honor e servey del dit senyor [rey] e ben publich de la dita Comunitat».
47 M. J. Barraondo Urdampilleta, «Notas históricas sobre Huesa del Común», Teruel, 80-81/2,
1989-1990, pp. 49-94; aca, rc, reg. 200, f. 160r; reg. 858, ff. 92r-92v; Cartas reales de Jai-
me II, n.º 12.645.
48 G. Tomás Faci, Montañas, comunidades y cambio social en el Pirineo medieval. Ribagorza en los
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50 T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., docs. 14 y 18; aca, rc, reg. 196, ff. 190r-190v.
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56 | Guillermo Tomás Faci
y aldeas: Calatayud en 1276 (aca, rc, reg. 39, f. 130v) y 1298 (reg. 196, ff. 287r-296r); Daroca
en 1325 (reg. 218, ff. 144v-145v); y Teruel en 1277, 1325 y 1334 (A. Gargallo, Los orígenes...,
op. cit., pp. 72-77, 89-94 y 100-103).
55 A título de ejemplo, las respuestas a algunas de esas peticiones, tomadas de los registros de la
Real Cancillería, se han editado en: A. Gargallo, El concejo..., op. cit., iv, docs. 299, 307, 322,
363...; T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., docs. 257, 259, 260, 267, 281... Más
inusualmente, se conservan las misivas de los aldeanos: aca, rc, Cartas reales de Jaime II,
n.º 972, 1 477, 1 649, 1 699, 4.770...
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 57
con otras instituciones locales: en 1266 las aldeas de Calatayud sellaron con
las de Molina de Aragón un acuerdo de buena vecindad sin contar con las
cabeceras 56; y desde sus orígenes la Comunidad de Teruel negoció y pleiteó
directamente con numerosos pueblos valencianos los derechos de paso y
arriendos de pastos para conducir allí sus rebaños durante el invierno 57. Esa
actividad era decidida y coordinada por la plega, y exigía la contratación
de juristas profesionales en los centros políticos del reino; por ejemplo, los
aldeanos de Calatayud ya tenían un abogado estable en la ciudad en 1309,
pues sabemos que Jaime II lo hubo de proteger de las amenazas y agresiones
que recibía del concejo como represalia por haber aceptado el cargo 58.
Los aldeanos consiguieron también asiento y voz en las Cortes de Ara-
gón, ámbito donde se dirimían las principales decisiones políticas del país.
Calatayud, Daroca y Teruel enviaron regularmente sus apoderados a las
asambleas parlamentarias desde las primeras reuniones conocidas. Esa repre-
sentación empezó a desdoblarse en 1283: al final de la lista de síndicos de cada
ciudad, se mencionaba a unas personas que intervenían en nombre de aldeas
y habían sido acreditadas mediante una carta de poderes específica, expedida
por la plega 59. Las controversias derivadas de esta representación separada se
trataron de resolver en Daroca en 1307 mediante una sentencia de Jaime II
que estableció que cada parte tuviese dos síndicos en las Cortes, como pedían
los rústicos, pero también les obligó a sufragar casi todo el gasto conjunto 60.
El distanciamiento posterior fue tan grande que, desde que tenemos actas de-
talladas del transcurso de las reuniones, comunidades y ciudades no dudaron
en escenificar sus desavenencias ante el rey y el reino, como sucedió en 1371,
cuando Teruel y sus aldeas se acusaron mutuamente de algo tan grave como
ser corresponsables de la debacle aragonesa ante Pedro I de Castilla en 1364 61.
Las cuentas de Arnalt de Pamiés, procurador de las aldeas de Teruel
en 1311-1312, permiten acercarse a la intensa actividad política de los re-
una partida para «el advocado del común por muytos treballos» (Cartas reales de Jaime II,
extrainventario, n.º 295), y las del procurador general de Teruel en 1311 (ibid., n.º 820) inclu-
yen el pago a numerosos «sabios» de la ciudad de Valencia que les asesoraban en los pleitos.
59 He podido documentar la asistencia de representantes aldeanos por primera vez en una de
las reuniones parlamentarias que siguieron a la concesión del Privilegio General en octubre
de 1283: L. González Antón, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), Zaragoza,
csic, 1975, ii, p. 38.
60 T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., doc. 187.
61 Archivo Histórico Provincial de Teruel (ahpt), concejo, caja 21, doc. 1.
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 59
Gestión económica
64 Sobre la fiscalidad en la Corona de Aragón en los siglos xiii y xiv, véase: M. Sánchez Martínez,
El naixement de la fiscalitat d’Estat a Catalunya (segles xii-xiv), Barcelona, Eumo Editorial, 1995.
65 Se conservan varias cartas de agentes regios explicando a Jaime II su comparecencia ante las
plegas aldeanas y el desarrollo y resultado de las negociaciones: aca, rc, Cartas reales de
Jaime II, n.os 10 557, 10 600, 11 516 y 11 576.
66 M. Sánchez Martínez, «Sobre la fiscalidad real en el Reino de Aragón durante el primer tercio
del siglo xiv: los subsidios para la campaña granadina (1329-1335)», Revista de Historia Jeró-
nimo Zurita, 67-68, 1993, pp. 7-42. Véase también: S. Quílez Burillo, «Fiscalidad y autonomía
municipal: enfrentamientos entre la villa de Daroca y la Monarquía», Aragón en la Edad Media,
3, 1980, pp. 95-146; M. Lafuente Gómez, «La incidencia de la fiscalidad real extraordinaria
sobre las villas y comunidades de la Extremadura aragonesa. Calatayud, Daroca y Teruel
(1309-1362)», en F. García y J. F. Jiménez (coord.), La historia peninsular en los espacios de fronte-
ra: las «extremaduras históricas» y la «transierra» (siglos xi-xv), Murcia, Editun, 2012, pp. 153-177.
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se trata de un hecho puntual, sino que, desde 1300, los reyes solicitaron
subsidios a las plegas con frecuencia casi anual, rara vez inferiores a 30 000
sueldos por comunidad, y tras la subsiguiente negociación política, solían
ser aceptados con alguna rebaja o contrapartida. Sería ingenuo pensar que
el apoyo dispensado por la monarquía a las reivindicaciones aldeanas fue
completamente ajeno a estas contribuciones a la hacienda regia; de hecho,
algunos privilegios y confirmaciones fueron consecuencia directa de un sub-
sidio 67. Las comunidades asumían indirectamente otros gastos de la Corona,
muchos relacionados con su situación en la frontera de Castilla; así, en tiem-
pos de paz debían encargarse del mantenimiento y gobierno de los castillos,
y en los de guerra, los cedían a alcaides de nombramiento real, pero conser-
vaban un rol central en su defensa y en la del territorio, como ha estudiado
Mario Lafuente 68.
En virtud de los acuerdos establecidos entre ciudades y aldeas cuando
se separaron fiscalmente, las comunidades siguieron abonando anualmen-
te cantidades fijas de moneda a sus cabeceras, una obligación que muestra
la pervivencia de formas mitigadas de dominación 69. El dinero tenía tres
destinos principales: el mantenimiento de las murallas urbanas, con la ex-
cusa de que también protegerían a los aldeanos en caso de urgencia bélica;
los salarios de los oficiales ciudadanos que retenían competencias sobre
las comunidades (jueces, sayones, almutazafes); y la financiación de los
negocios comunes, en que las ciudades solo aportaban entre un décimo y
un cuarto del total. Su importe anual en el siglo xiv solía ascender a 2 000
sueldos para las murallas, entre 1 000 y 2 000 para salarios y una cantidad
indeterminada por el tercer concepto citado; sin ser cuantías insignifican-
tes, suponían una punción pequeña en comparación con los impuestos re-
gios. Las comunidades utilizaron ocasionalmente estas obligaciones como
medio de presión, por el procedimiento de retener las cantidades debidas
a la ciudad en caso de que esta no respetase sus prerrogativas y autonomía;
las aldeas de Teruel no repararon los muros de su cabecera entre 1322
y 1324, en respuesta a ciertos abusos del juez, y así siguieron hasta que
67 Por ejemplo, Jaime II concedió en 1298 un extenso privilegio relativo a las competencias
del escribano de las aldeas de Daroca, por el cual las comunidades pagaron 40 000 sueldos
jaqueses (T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., docs. 123 y 124), y en 1309 les con-
firmó todos sus privilegios inmediatamente después de aprobarse un subsidio voluntario por
el mismo importe (ibid., doc. 195).
68 M. Lafuente Gómez, «El control de las fortificaciones en las grandes comunidades de aldeas
docs. 24 y 47.
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Para hacer frente a los gastos e impuestos, los ingresos de las comuni-
dades se basaban en un sistema de «puestas», esto es, un impuesto directo
sobre las familias cuyo importe dependía de la riqueza, permitiendo una
cierta proporcionalidad, mitigada eso sí por un tope que rebajaba la carga
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de los vecinos más adinerados 72; se debe subrayar que los bienes propios
eran escasos, y su rendimiento ínfimo. La coyuntura bélica que se inició a
mediados del siglo xiv hizo que este mecanismo, bastante eficaz hasta en-
tonces, se probase insuficiente para hacer frente a la necesidad de grandes
sumas en momentos puntuales, lo cual se resolvió mediante la venta de
deuda pública, es decir, censales; las primeras emisiones fueron compradas
en buena medida por las elites aldeanas, pero desde finales del Trescientos
se introdujo masivamente el capital zaragozano y barcelonés, ocasionando
nuevas formas de dominación urbana sobre el medio rural en las que no me
detendré 73.
Desde el momento en que estas instituciones se responsabilizaron de la
recaudación, las tensiones inherentes a la enorme presión fiscal de la época
se desplazaron al interior de la comunidad. El procurador, los sesmeros y
la plega recibían y valoraban las peticiones de rebajas o exenciones a pue-
blos o vecinos concretos, que en unas ocasiones se aceptaban, y en muchas
otras no, haciendo valer la disciplina fiscal de las aldeas; en estos últimos
casos, quedaba la opción de apelar al monarca para que este forzase a la
comunidad correspondiente a aplicar la demanda, aunque esta no fue una
situación corriente 74. La transparencia en la gestión económica de los escri-
banos y procuradores también ocasionó tiranteces internas 75: desde finales
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del siglo xiii, los cargos de gobierno rendían cuentas de sus acciones y gas-
tos ante los representantes aldeanos en el transcurso de la plega ordinaria de
octubre (de hecho, se conservan algunos cuadernos de cuentas presentados
por los procuradores, escribanos e incluso por los encargados de reparar
las murallas de la ciudad a partir de 1307) 76; ahora bien, las denuncias de
las aldeas contra oficiales que rechazaban justificar los gastos públicamente
prueban que los mecanismos de control no anularon las áreas opacas.
Calatayud muestra con rotundidad las tensiones internas causadas por
los impuestos, las demandas de transparencia y el predominio de un gru-
po oligárquico. En 1340 las «gentes menudas» denunciaron ante Pedro IV
que el escribano no les mostraba las cuentas como debía, y en 1348 el rey
aceptó una larga serie de reivindicaciones de los «menores» y «medianos»
contra los «mayores» que controlaban la Comunidad: las cuentas íntegras se
presentarían a la plega, no se pagarían dietas abusivas, no se utilizarían las
casas de la institución en la ciudad en beneficio particular, y no se alteraría
el sistema de recaudación para beneficiar a los mayores propietarios, entre
otros puntos 77. Sin embargo, estos capítulos quedaron en papel mojado, y en
1373 los aldeanos estaban de nuevo en pie de guerra por el ninguneo de la
plega, situación que fue el detonante de un motín en Maluenda donde, al
grito de «¡Moriantur proditores! ¡Moriantur qui nos consumunt et distruunt!
¡Peccunia ista non pro domino rege, set pro se ipsis querunt!», una multitud
de labradores trató de linchar a los oficiales de la Comunidad 78. La nefasta
gestión de la oligarquía gobernante condujo a la quiebra en 1398 y la huida
a Castilla de algunos responsables; como resultado, las elites políticas del
reino y la oligarquía económica de Zaragoza diseñaron un inmenso plan de
rescate financiero que puso en sus manos la economía aldeana, al tiempo
que la monarquía impuso una reforma institucional que reforzó la plega y
garantizó la rendición de cuentas 79.
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La jurisdicción judicial
Hasta mediados del siglo xiii toda la jurisdicción judicial sobre las ciu-
dades y sus distritos correspondía a los «jueces» escogidos por las oligarquías
urbanas. La constitución de las comunidades implicó que los jurados de
las aldeas y los sesmeros asumiesen la competencia para juzgar cuestiones
menores que afectaban exclusivamente a la población rural, mientras que
los jueces retuvieron las apelaciones y los pleitos que implicaban multas
elevadas o castigos corporales. En consecuencia, la justicia se convirtió en
la principal herramienta de dominio urbano sobre las aldeas que persistió
tras la separación, y fue el objeto de los mayores conflictos entre las partes;
y cuando la oposición alcance las mayores cotas de violencia a mediados
del xv, el levantamiento y destrucción de horcas o el quebrantamiento de la
vara de mando del juez fueron actos recurrentes en el conflicto, dotados de
una indudable carga simbólica 80.
La jurisdicción permitía a las oligarquías urbanas intervenir en el go-
bierno de las comunidades y extraer rentas abundantes; para mostrar los
procedimientos he seleccionado tres casos paradigmáticos. Cada pueblo de
Calatayud tenía asignados unos montes de uso exclusivo y nombraba guar-
dianes para su vigilancia frente a personas ajenas; sin embargo, los habitan-
tes en la ciudad reclamaban libre acceso a esos espacios para aprovisionarse
de leña o pastos, de forma que el juez citó y encarceló sistemáticamente a
los guardianes aldeanos que se les oponían; en realidad, los mandatos re-
gios eran favorables a los rústicos y los presos eran liberados algunos días
después, pero el objetivo de esa estrategia se consiguió, ya que en 1313 los
representantes de la Comunidad lamentaron ante Jaime II que esos cargos
quedaban vacantes por el temor vecinal a ser encausados 81. En 1319 la Co-
munidad de Teruel protestó contra el juez por extralimitarse en sus com-
petencias para forzar la devolución de las deudas que los aldeanos tenían
contraídas con los prestamistas judíos asentados en la ciudad, mediante em-
bargos que violaban la legislación contra la usura 82; en relación con esto,
cabe apuntar que en 1298 se obligó a las aldeas de Daroca a comprar una
casa en la cabecera para depositar las fianzas judiciales, que quedaban así
80 Los conflictos más graves tiene lugar en Teruel entre 1440 y 1460 (véase: F. López Rajadel,
Crónicas..., op. cit., pp. 245-276) y en Daroca en las décadas siguientes (M. I. Falcón Pérez, El
municipio de Zaragoza entre 1468 y 1472 según los Libros de Actos Comunes de sus Jurados, Zaragoza,
Ayuntamiento de Zaragoza, 2006).
81 aca, rc, reg. 110, f. 64rv; reg. 151, f. 53r.
82 aca, rc, Cartas reales de Jaime II, n.º 6083.
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 65
a merced no solo del juez, sino también de las oligarquías urbanas 83. Ante
todo, el ejercicio de la jurisdicción era una fuente de ingresos para el juez
y el concejo gracias a las multas judiciales, tasas o extorsiones, de modo
similar a lo que sucedía en los señoríos de la época; así, el memorial de
agravios contra la ciudad que las aldeas de Calatayud presentaron ante el
rey en 1298 describe con precisión los diversos motivos de esas exacciones
(no acudir a citaciones arbitrarias, redenciones de apresamientos injustifi-
cados, tasas inmoderadas para expedir escrituras, salarios elevadísimos por
los procedimientos...), y el concejo de Teruel afirmó sin reparos en las Cor-
tes de 1446 que buen parte de su esplendor edilicio se debía a los ingresos
derivados de la jurisdicción 84.
Las protestas de las comunidades ante la corte por esta cuestión for-
zaron mandatos puntuales para revocar decisiones concretas de los jueces
y, sobre todo, una sucesión de concordias entre finales del Doscientos y el
primer tercio del Trescientos; gracias a ellas las competencias judiciales de
los jurados aldeanos y los sesmeros se incrementaron significativamente,
pero en ningún caso conllevaron una desvinculación respecto a las cabe-
ceras similar a la que se había alcanzado en materia fiscal o representativa.
En Teruel, por ejemplo, hubo concordias sucesivas en 1325, 1331 y 1334,
mediante las cuales se regularon las citaciones judiciales para evitar su uso
abusivo, mientras que los pleitos vistos por las aldeas, antes restringidos a
los que tenían multas inferiores a cinco sueldos, pasaron a ser los inferiores
a 40 sueldos 85; en cualquier caso, basta decir que las causas entre turolenses
y aldeanos siguieron siendo competencia exclusiva del juez.
Además, las aldeas trataron de influir en la elección de los jueces, como
sucedió hacia 1325, cuando el concejo de Daroca presentó a Jaime II una
terna para que él escogiese un nuevo juez, y la Comunidad escribió a la
reina para que intercediese a favor de uno de los candidatos, Martín de
Mengucho, «que es omen bueno et leal pora’l dito oficio, et omen que nos
aguardará bien los privillegios et franquezas et libertades a los omes de las
ditas aldeas» 86. Puntualmente, los reyes de Aragón intervinieron la justicia
local al imponer personas ajenas a la oligarquía urbana o crear magistrados
concurrentes, acciones que fueron contestadas por los concejos con el mis-
op. cit.
86 aca, rc, Cartas reales de Jaime II, n.º 13.459.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
66 | Guillermo Tomás Faci
mo ímpetu con que fueron apoyadas tanto por las aldeas como por la «gent
común»; por ejemplo, cuando Juan Garcés de Alagón se presentó en Cala-
tayud en 1313 con una carta de Jaime II que le convertía en juez, sin pasar
por los procedimientos electivos consuetudinarios, fue reconocido por «los
de las aldeas» y «los del común», pero «los mayores» reaccionaron con viru-
lencia: pronunciaron «muytas villanías» contra quienes habían respaldado
y escoltado a su posada al nuevo magistrado, expulsaron del concejo a los
representantes del común, nombraron un segundo juez entre sus filas (pese
a que el rey le había prohibido expresamente hacerlo), y aprobaron «muytos
paramientos qüentra hel común et los de las aldeas» 87.
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 67
90 J. Ortega, «Mercado sin competencia...», op. cit.; A. Gargallo, El concejo..., op. cit., iv, doc. 45.
91 M. T. Iranzo y J. Ortega, «Disciplina agraria...», op. cit.
92 La Comunidad de Calatayud también orientó a la fiscalidad sus acciones en la organización
espacial y económica; por ejemplo, prohibió todas las ventas de tierra a los ciudadanos bilbi-
litanos o a cualquier grupo exento (infanzones, monasterios, etc.) e incluso impuso un plan de
recompra forzosa de todas las parcelas que se les habían vendido con anterioridad (aca, rc,
reg. 19, 70v-71r; reg. 44, 232v; reg. 196, f. 290v).
93 Sobre la trashumancia en Teruel, véase: J. L. Castán Esteban, Pastores turolenses. Historia de la
trashumancia aragonesa en el Reino de Valencia durante la época foral moderna, Zaragoza, ceddar,
2002; E. Pascua Echegaray, Señores del paisaje. Ganadería y recursos naturales en Aragón, si-
glos xiii-xvii, Valencia, Publicacions de la Universitat, 2012.
94 Ibid., pp. 106 y 209.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
68 | Guillermo Tomás Faci
95 Ibid., pp. 213-214; A. Gargallo, El concejo..., op. cit., iv, doc. 321; aca, rc, reg. 164, f. 80r. Sobre
el proceso de apropiación particular de los espacios vacantes, véase: J. Ortega, «Mercados sin
competencia...», op. cit.
96 Para el conflicto con la Comunidad de Teruel, véase: A. Canellas López, Diplomatario medie-
val de la Casa de Ganaderos de Zaragoza, Zaragoza, Real Sociedad Económica de Amigos del
País, 1998, docs. 29, 38, 39, 42 y 98. Sobre la Comunidad de Daroca, véase: M. I. Falcón, El
municipio..., op. cit.; Archivo de la Casa de Ganaderos de Zaragoza, caja 430, leg. 203/1; caja
432, leg. 204/1.
97 E. Pascua, Señores del paisaje..., op. cit., p. 111; J. Ortega, «Mercado sin competetencia...»,
op. cit., p. 299.
98 V. García, «El Libro...», op. cit.
99 A. Gargallo, El Concejo..., op. cit., iv, docs. 347 y 357; E. Pascua, Señores del paisaje..., op. cit.,
p. 108.
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La institucionalización de las tensiones entre campo y ciudad en Aragón (1250-1350) | 69
La gestión de la escritura
100 J. A. Sesma Muñoz, «Producción para el mercado, comercio y desarrollo mercantil en espa-
cios interiores (1250-1350): el modelo del sur de Aragón», en Europa en los umbrales de la crisis
(1250-1350), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1995, pp. 205-246.
101 aca, rc, reg. 43, ff. 90r-90v.
102 T. del Campillo, Documentos históricos..., op. cit., doc. 324; aca, rc, reg. 182, f. 165r; reg. 185,
289r-289v.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
70 | Guillermo Tomás Faci
de actas de 1447), f. 5r: «Domingo Tibona, vezino del dito lugar de Carinyena, tenient en
comanda el archiu de las scripturas de la dita comunidat».
106 Del archivo de la Comunidad de Daroca, aparte de los materiales preservados en el ahn,
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108 H. R. Oliva Ferrer y V. Challet, «La sociedad política y el mundo rural a fines de la Edad
Media», Edad Media. Revista de Historia, 7, 2005-2006, pp. 75-98.
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guiré los artículos que el concejo de Calatayud presentó a Jaime II dentro de las
investigaciones previas a la concordia alcanzada con la Comunidad en 1298 109.
En primer lugar, los representantes urbanos se apoyaron en los privi-
legios fundacionales del siglo xii, de los que se resumió tanto la delimitaron
del distrito como la genérica potestad concedida sobre la población rural
que habitaba en su interior; y siguiendo el mismo razonamiento, afirma-
ron que todas las aldeas se fundaron con posterioridad sobre unas tierras
que ya tenían dueño, por lo que estaban inexcusablemente sometidas a su
autoridad. Desde este punto de vista, la disposición regia originaria tenía
un valor absoluto e irreversible, y conllevaba la nulidad de las concesiones
posteriores que la contradijesen aunque procediesen de la misma autoridad
soberana, y se afirmaba de ellas que el rey las tomó «per fuersa o a enganno
de los homnes de las aldeas» y sin consultar al concejo. Así, esta idea permi-
tía negar la validez de los privilegios de Jaime I por los que las comunidades
se instituyeron y dotaron de competencias, o lo que es lo mismo, daban pie
a una enmienda a la totalidad.
Aparte del derecho que afirmaban tener a ello, las ciudades sostuvie-
ron que la dominación que ejercían sobre las aldeas se ajustaba al orden
natural de la sociedad, y que lo contrario conducía al desorden. Los síndicos
de Calatayud así lo expusieron dentro de un epígrafe que echa mano de la
habitual metáfora antropomorfa del cuerpo social para dejar en evidencia la
aberración que padecían:
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este argumento, fue habitual que las cabeceras afirmasen estar despobladas y
empobrecidas –«venida en gran pobresa et mengua» en el ejemplo analiza-
do– y ser incapaces de hacer frente a esas necesidades por sí solas.
El discurso dominante de las comunidades se alejaba drásticamente
del urbano, y de hecho ni siquiera rebatía directamente los argumentos an-
teriores. En primer lugar, la defensa de los derechos adquiridos en el pasado
no constituía un elemento central, a pesar de que los custodiaban cuidado-
samente en sus archivos y los alegaban en los pleitos cuando era preciso;
de hecho ni siquiera solían alegar la antigüedad de las prácticas sociales o
la costumbre como soporte de su posición. Muy al contrario, las aldeas no
tenían reparos en reconocer que antiguamente estaban sometidas a una pe-
sada dominación concejil de la que después se emanciparon, dando inicio
a un periodo de prosperidad («las aldeas nunqua fueron tan riquas», decía
una misiva de la Comunidad de Calatayud) 112. Consecuentemente, en lugar
de rebuscar en el pasado o plantear reflexiones abstractas sobre el orden
social, como hemos visto que hacían las ciudades, los representantes rurales
alegaron situaciones concretas y prácticas en las que consideraban que se
les trataba injustamente. Así sucede, sin ir más lejos, en los argumentos de
la Comunidad de Calatayud expuestos con motivo de la citada sentencia
arbitral de 1298, menos expresivos y retóricos que los de cabecera, pero
más efectivos 113.
El elemento que dotaba de coherencia al cúmulo de reivindicaciones de
las aldeas era el servicio al rey, es decir, se asumió como propio un discurso
ajeno, muy poderoso en el contexto de construcción del Estado Moderno,
y se instrumentalizó para legitimar sus propios intereses políticos 114. De esa
manera, las comunidades convirtieron sus inmensas contribuciones econó-
micas a la Hacienda en un argumento a favor de su autonomía, y se presen-
taron constantemente como garantes de la autoridad de la monarquía, en
oposición a las ciudades que se cerraban en banda a cualquier disposición
que alterase sus antiquísimos derechos. En todo caso, este razonamiento era
utilizado con notable habilidad, tanto para defender las decisiones sobera-
nas que les favorecían, como también para oponerse a las disposiciones o
situaciones adversas, advirtiendo que, de cumplirse, no podrían servir tanto
ni tan bien como querrían.
Un ejemplo de lo primero es el agrio debate que enfrentó a Teruel con
sus aldeas en las Cortes de Aragón de 1371 debido a una concesión de Pe-
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5. Conclusión
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76 | Guillermo Tomás Faci
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Le Contado et la Ville.
Florence (xiiie-xve siècles)
Paolo Pirillo
Università di Bologna
[email protected]
D
ans leur forme plus aboutie rédigée entre 1409 et 1415, les statuts de
Florence définissaient avec précision le territoire sur lequel la ville
exerçait une juridiction et un contrôle effectifs : les terres, les villes
et villages, les fleuves et rivières, les îles et tout ce qui était compris dans des
limites claires et stabilisées. Au début du xve siècle, ces statuts donnaient au
territorium une dimension juridique jusqu’alors différente 1. Cette précision lé-
gislative marquait en quelque sorte la fin de la Ville-État et représentait l’achè-
vement d’un programme idéologique et politique mis en place un siècle et
demi auparavant, lorsqu’en 1255 une plaque apposée sur le Palais du Peuple
pour célébrer le nouveau régime politique (Primo Popolo), présentait Florence
comme la nouvelle Rome, pour le bonheur de toute la région (Tuscia) 2. La
ville - pouvait-on lire - « ... fervens sternit nunc castra salute, que mare, que
terram, que totum possidet orbem per quam regnantem fit felix Tuscia tota ;
tamquam Roma sedet semper ductura triumphos... » 3. Ces mots, attribués au
poète Brunetto Latini, trahissaient l’euphorie qui avait suivi la disparition de
l’empereur Frédéric II, mais ils avaient une valeur tout à fait performative.
En effet, à cette époque-là, il s’agissait plutôt d’un souhait de « civitas per
1 E. Fasano Guarini, « Gli statuti delle città soggette a Firenze tra ‘400 e ‘500 : riforme locali
e interventi centrali », dans G. Chittolini et D. Willoweit (ed.), Statuti, città, territori in Italia e
Germania tra Medioevo ed Età moderna, Bologna, Il Mulino, 1991, p. 69-124 : p. 87; et G. Chitto-
lini, « Introduzione », dans G. Chittolini (ed.), La crisi degli ordinamenti comunali e le origini dello
stato del Rinascimento, Bologna, Il Mulino, 1979, p. 7-50 : p. 31. Pour la tradition précédente :
P. Marchetti, De iure finium. Diritto e confini tra tardo medioevo ed età moderna, Milano, Giuffrè,
2001, p. 83 ss.
2 S. Diacciati et L. Tanzini, « Uno spazio per il potere : palazzi pubblici nell’Italia comunale »,
dans S. Diacciati et L. Tanzini (eds.), Società e poteri nell’Italia medievale. Studi degli allievi per
Jean-Claude Maire Vigueur, Roma, Viella, 2014, p. 59-80 : p. 65.
3 S. Diacciati, Popolani e Magnati. Società e politica nella Firenze del Duecento, Spoleto, Centro Ita-
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4 La définition de civitas princeps (milieu du xive s.) est de Bartolo de Sassoferrato (cit. par
L. Martines, Lawyers and Statecraft in Renaissance Florence, Princeton, Princeton University
Press, 1968, p. 412 ss.).
5 S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine State: Peasants and Rebellion, 1348-1434, Cambridge,
Cambridge University Press, 2008. Voir aussi P. Jones, The italian city-state. From Commune to
Signoria, Oxford, Clarendon Press, 1997, p. 193 ; L. Tanzini, Dai comuni agli Stati territoria-
li. L’Italia delle città tra xiii e xv secolo, Bologna, Monduzzi, p. 21.
6 L’ampleur des activités commerciales qui auraient orientés les intérêts florentins explique-
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8 Rodolico soutenait que les gouvernements populaires n’étaient pas favorables à un engage-
ment important en politique étrangère (N. Rodolico, La democrazia fiorentina nel suo tramonto
(1378-1382), Bologna, Zanichelli, 1905, p. 309 ss. ; G. Chittolini, La formazione dello Stato
regionale e le istituzioni del contado, Torino, Einaudi, 1979, p. 293 ss.).
9 M. B. Becker, Florence in Transition, i, The Decline of the Commune, Baltimore, The Johns Hop-
trouve que le terme État ne s’adapte pas à l’Italie médiévale (G. Chittolini, « Il “privato” e il
“pubblico”, lo Stato », dans G. Chittolini, A. Molho et P. Schiera (eds.), Origini dello Stato. Pro-
cessi di formazione statale in Italia fra medioevo ed età moderna, Bologna, Il Mulino, 1994, p. 553-
589 : p. 561 ss., cfr. aussi P. Schiera, « Legittimità, disciplina, istituzioni : tre presupposti per
la nascita dello Stato moderno », dans Origini dello Stato..., op. cit., p. 17-48 : p. 26).
12 Voir les nombreuses contributions contenues dans A. Zorzi et W. J. Connel. (eds.), Lo Stato
territoriale fiorentino (secoli xiv-xv). Ricerche, linguaggi, confronti, Atti del seminario internazionale
di studi (San Miniato, 7-8 giugno 1996), Pisa, Pacini, 2001; et A. Molho, « Lo Stato e la finanza
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pubblica. Un’ipotesi basata sulla storia tardomedievale di Firenze », dans Origini dello Stato...,
op. cit., p. 225-280 : p. 277 et V. Mazzoni, « Dalla lotta di parte al governo delle fazioni. I
Guelfi e i Ghibellini del territorio fiorentino nel Trecento », Archivio Storico Italiano, a. 160,
2002, p. 455-513 : p. 475.
13 J.-P. Genet, « État moderne, féodalisme d’état : quelques éclaircissements », dans Europa e
Italia. Studi in onore di Giorgio Chittolini. Europe and Italy. Studies in honor of Giorgio Chittolini,
Firenze, Firenze University Press, 2011 ; p. 195-205 : p. 202.
14 S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine..., op. cit., p. 140 ss.
15 Archivio di Stato di Firenze (asfi), Archivi della Repubblica, Provvisioni, registri, 38, f. 244r, 28
juin 1351. Toutes les dates rédigées en style florentin (l’année commençant le 25 mars) sont
indiquées selon la datation moderne.
16 Tout en tenant compte de la capacité de la Commune florentine là où la présence de pouvoir
seigneurial était moins forte (G. Milani, I comuni italiani, Roma-Bari, Editori Laterza, 2005,
p. 120 et L. Tanzini, Dai comuni agli Stati..., op. cit., p. 21). Pour des manifestations d’intolérance
de la part de quelques communautés du Contado au xiiie s. : G. Dameron, « Episcopal Lordship
in the Diocese of Florence and the Origins of the Commune of San Casciano Val di Pesa, 1230-
47 », Journal of Medieval History, 12, 1986, 2, p. 135-154 et P. Pirillo, « Spazi, uomini e poteri
(secc. xiii-xv), dans I. Chabot et P. Pirillo (eds.), Il castello di San Donato in Poggio e il palazzo
Malaspina. Lo spazio della comunità, il segno del prestigio, Firenze, Edifir, 2013 ; p. 39-71 : p. 48-49.
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17 Même si les pertes ou la destruction partielle de documents, suite aux émeutes dues à l’ex-
pulsion de Florence du duc d’Athènes en 1343, pourraient biaiser cette impression (A. De
Vincentiis, « Politica, memoria e oblio a Firenze nel xiv secolo. La tradizione documentaria
della signoria del duca d’Atene », Archivio Storico Italiano, a. 161, 2003, 2, p. 209-248 : p. 213).
18 V. Mazzoni, « Dalla lotta di parte... », op. cit. , p.470-471.
19 « ... e quante sono le famiglie che vi sono e quante sono quelle che vi tornerebbono faccen-
dosi la compra per noi e che porteranno d’estimo » (asfi, Archivi della Repubblica, Missive I
Cancelleria, 14, c. 19r, 15 juillet 1366). La rédaction de listes de contribuables était un des
premiers actes qui suivaient la prise de pouvoir florentine sur un territoire. L’évolution vers
une dimension territoriale de l’État a été mise en relation avec les nécessités financières de
la Commune (M. B. Becker, Florence in Transition, i, op. cit., p. 157, 226; et idem, Florence in
Transition, ii, op. cit., p. 242-243).
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son Contado 20. Une taxe sur toutes les transactions était très difficile à appli-
quer partout et se prêtait aussi bien à la fraude de la part des intéressés qu’à
des détournements de fonds de la part des fonctionnaires 21. Elle donnait
également lieu à des protestations qui risquaient de dégénérer ouvertement
en manifestations d’hostilité contre l’ordre établi et ses représentants.
En 1321, cinq ans après l’introduction de la nouvelle gabelle florentine
sur les contrats, deux frères ainsi qu’ un individu d’une paroisse voisine et
deux habitants d’un autre village, avaient attaqué à main armée le collecteur
de la gabelle sur les contrats, le notaire et les deux hommes armés qui les
accompagnaient, en les menaçant de mort (« moriantur, moriantur ! »). En
fait, l’agression se répéta à deux reprises : la première fois dans la paroisse des
trois individus et la deuxième sur la place du village voisin des deux autres 22.
Les coupables étaient passibles de l’amputation de la main droite, mais, sans
même se rendre à Florence, ils chargèrent des représentants citadins de ré-
soudre le problème avec un acte privé : une solution qui trahissait leur statut
social. Tous les accusés faisaient, en effet, partie de l’élite des deux communau-
tés villageoises. Dans les mêmes années, les deux frères étaient effectivement
recensés parmi les contribuables les plus importants de leur paroisse et l’un
des assaillants de l’autre village, quelque temps plus tard, avait été élu comme
représentant officiel de sa commune 23. Tous avaient violemment exprimé leur
intolérance contre le pouvoir florentin dans une partie du Contado qui, même
au début du siècle suivant, était encore caractérisée par une très faible pré-
sence de métayers et par la persistance de petits et de très petits propriétaires
qui étaient les plus touchés par un durcissement de la pression fiscale 24.
20 On ne connaît pas grand chose sur la gabella dei contratti qui sembe exister dès le début du
xive siècle (asfi, Archivi della Repubblica, Provvisioni, registri, 14, cc. 164r-164v, 9 mars 1316) ;
et R. Caggese (ed.), Statuti della Repubblica fiorentina, nouvelle edition : G. Pinto, F. Salvestrini
et A. Zorzi (eds.), voll. 2, Firenze, L. S. Olschki editore 1999, i, Statuto del Capitano del Popolo
degli anni 1322-25, i, lib. v, 75, p. 244.
21 Comme on sait mieux par rapport à Sienne (W. M. Bowsky, Le finanze del Comune di Siena
torio della podesteria », dans I. Moretti (ed.), Le antiche Leghe di Diacceto, Monteloro e Rigna-
no. Un territorio dall’Antichità al Medioevo, Firenze, Studi Storici Artistici, 1988 ; p. 261-266 :
p. 273. Les détails plus précis utilisés ici ont été tirés de l’acte notarié original contenu dans
asfi, Notarile antecosimiano, 7370, ff. 75r-76r, 24 janvier 1322.
23 L’élection est dans asfi, Notarile antecosimiano, 7371, c. 6r, 24 février 1324. La liste de contri-
buables de la paroisse est dans asfi, Notarile antecosimiano,14192, ff. 58r-v, 6 février 1331.
24 Tout comme dans les cas montagnards analysés par S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine..., op. cit.,
passim. Pour les conditions socio-économiques de la parroisse aux xve et xvie siècles, cfr. E. Conti,
La formazione della struttura agraria moderna nel contado fiorentino, iii, parte 2.ª, Monografie e tavole
statistiche (secoli xv-xix), Roma, Istituto storico italiano per il medio evo, 1966, p. 307, 379.
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25 C. Wickham, Legge, pratiche e conflitti. Tribunali e risoluzione delle dispute nella Toscana del xii
secolo, Roma, Viella, 2000, p. 266 ss.
26 On a pu remarquer les mêmes sentiments collectifs dans les campagnes de Pistoia (D. Herli-
hy, Pistoia nel Medioevo e nel Rinascimento 1200-1430, Firenze, L. S. Olschki, 1972, p. 47).
27 asfi, Notarile antecosimiano, 7370, ff. 75r-76r, 24 janvier 1322.
28 Et les propriétaires florentins, élus par la Commune florentine comme chefs de la garnison
d’un château, recrutaient souvent leurs soldats chez leurs paysans et métayers. Par exemple,
en octobre 1349, Roberto et Andrea fils de Bartolo Visdomini avaient formé une garnison
avec 14 hommes provenant de paroisses où, depuis plus d’un siècle, les Visdomini possé-
daient des terres, y compris au nom de l’évêque de Florence (asfi, Notarile antecosimiano,
17839, 19 octobre 1349 et R. Nelli, Signoria ecclesiastica e proprietà cittadina. Monte di Croce tra
xiii e xiv secolo, Comune di Pontassieve, Firenze, 1985, p. 10, nota 24).
29 « Ci sono che non vorrenno né commissari né vicari [per] potere vivere a loro modo » (M. Be-
rengo, Nobili e mercanti nella Lucca del Cinquencento, Torino, Einaudi, 1974, p. 296).
30 Rappelons que les archives judiciaires de Florence furent détruites en 1343 et que l’épisode
de l’agression nous est connu par une procédure privée rédigée par un notaire.
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(« non erano usi a ciò ») (Marchionne di Coppo Stefani, Cronaca fiorentina, N. Rodolico [ed.], dans
Rerum Italicarum Scriptores, n.s., xxx, 1, Città di Castello, S. Lapi, 1903, p. 244-245), même s’il y
avait eu au moins un précédent, en 1322, quand une Compagnie de mercenaires qui se trouvait
entre Florence et Sienne « vivendo di ratto e di ruberia ; per la qual cosa in Siena n’ebbe grande
paura e gelosia » (G. Villani, Nuova cronica, G. Porta (ed.), voll. 3, Parma, Ugo Guanda editore
1990-1991, vol. ii, lib. x, rub. 183, p. 374-375.). Sur la « Grande Compagnia », cfr. M. Mallet,
Signori e mercenari. La guerra nell’Italia del Rinascimento, Bologna, Il Mulino, 1983, p. 41.
33 Marchionne di Coppo Stefani, Cronaca fiorentina..., op. cit., p. 244-245.
34 V. Challet, « Un mouvement anti-seigneurial ? Seigneurs et paysans dans la révolte des
Tuchins », dans G. Brunel et S. Brunet (eds.), « Haro sur le seigneur ! ». Les luttes anti-seigneuriales
dans l’Europe médiévale et moderne. Actes des XXIXes Journées Internationales d’Histoire de l’Abbaye de
Flaran (5-6 octobre 2007), Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2009 p. 19-31 ; et idem,
« Villages en guerre : les communautés de défense dans le Midi pendant la guerre de Cent
Ans », Archéologie du Midi médiéval, t. 25, 2007. p. 111-122.
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la ville devenait un risque réel alors que le choc et la peur étaient de plus en
plus accompagnés par des manifestations d’intolérance contre les décisions
et les choix du pouvoir central 35. Dès lors, deux conceptions de défense op-
posées entrèrent en conflit, révélant un écart entre des nécessités parfois
inconciliables comme dans le cas suivant.
Dans l’été 1351, à l’arrivée de l’armée milanaise, la population de Ca-
lenzano, un village fortifié au nord de Florence – qui comptait un peu plus
de 100 ménages fiscaux et dont les remparts étaient en ruine – chercha re-
fuge dans les alentours en attendant la fin de la crise 36. La situation avait été
très mal gérée par les officiers florentins au point que la critique lucide du
chroniqueur Matteo Villani leur attribua totalement la responsabilité en les
inculpant du fait que les gens du lieu « firent retour chez eux et commen-
cèrent à fuir avec leur bétail, leurs familles et tous les objets de leurs mai-
sons en maudissant la Commune de Florence et ses responsables à cause du
destin qu’on leur avait réservé » 37. Au-delà de la polémique, le témoignage
est assez clair : l’impossibilité d’obtenir une protection par Florence avait
poussé la communauté à prendre des décisions en toute indépendance du
gouvernement central. Mais cela ne faisait que commencer car, l’année sui-
vante, Florence décida de reconstruire entièrement les remparts qui entou-
raient les maisons de Calenzano, et essayer également d’organiser le trans-
fert de la population à l’intérieur. Il s’agissait d’éviter la désertion totale et
de maintenir une garnison permanente dans ce lieu qui contrôlait une des
vallées d’accès à la ville. Le résultat fut désastreux parce que les gens du lieu
refusèrent en masse de se déplacer à l’abris des nouveaux remparts alors
que Florence recevait des demandes d’exemption du service de gardes au
château. Tous étaient de la même idée: mieux valait se défendre ailleurs sans
risquer de devoir défendre la fortification au nom de la République. Sous cet
aspect, les relations entre la communauté et Florence ne risquaient pas de
s’améliorer. Dix ans après la reconstruction des remparts, les habitants de
Calenzano continuaient à refuser d’y construire le siège de leur commune
et, malgré les injonctions florentines, les réunions (sindacatus) de la commu-
nauté, qui autrefois se tenaient dans le château, avaient lieu ailleurs, en op-
position ouverte au pouvoir central. La question ne fut résolue qu’au début
35 Ibidem.
36 P. Pirillo, Costruzione di un Contado. I Fiorentini e il loro territorio nel Basso Medioevo, Firenze, Le
Lettere, 2001, p. 29 ss.
37 « ... tornarono a.ccasa, e cominciarono a fuggire il loro bestiame, e le loro famiglie e masse-
rizie, maledicendo il Comune di Firenze e i suoi governatori, con giusta cagione, della loro
fortuna » (M. Villani, Cronica, voll. 2, G. Porta [ed.], Parma 1995 ; i, lib. ii, rub. 11, p. 213).
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38 « ... e parci vogliono sapere e potere più di noi... E vogliamo vedere se eglino ànno intentione
di volerci ubbidire o no » (asfi, Archivi della Repubblica, Signori. Carteggi. Missive I Cancelleria,
15, c. 1r, 7 settembre 1375).
39 G. Cherubini, Una comunità dell’Appennino dal xiii al xv secolo. Montecoronaro dalla signoria
dell’abbazia del Trivio al dominio di Firenze, Firenze, L. S. Olschki, 1972, p. 140 ss.
40 Menaces d’évacuation forcée suite au refus d’exécuter des travaux de fortification en 1359
(asfi, Archivi della Repubblica, Signori Carteggi, Responsive originali, 5, n. 48, 3 avril 1359 et n. 54,
7 avril 1359), ou suite au refus de la population de se déplacer à l’intérieur des enceintes forti-
fiées à cause de l’arrivée de l’armée milanaise (asfi, Archivi della Repubblica, Missive I Cancelle-
ria, 10, c. 24r, 28 décembre 1349 et n. 13, c. 65r, 16 septembre 1365). Cfr. aussi : V. Mazzoni,
Dalla lotta di parte..., op. cit., p. 489.
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agricole et l’habitat liés au contrat de métayage qui éloignait les hommes des
châteaux, des bourgades, des villages et même des hameaux en les obligeant
à habiter dans des fermes isolées. Et ce n’est pas tout, parce que plus la ca-
pitale était loin, plus les relations s’avéraient difficiles, en particulier dans la
partie montagneuse du contado florentin où les seigneurs alimentaient un état
de belligérance permanente 41.
On remarquera tout de même que de véritables émeutes eurent lieu
en dehors du Contado historique ou, tout au plus, près de ses frontières, es-
sentiellement dans des zones situées dans les territoires des villes toscanes
nouvellement acquises (Districtus) comme Prato, Pistoia, Arezzo et, en 1406,
Pise 42. Il s’agissait parfois de tensions endémiques : entre 1303 et 1371, la
région de Pistoia et en particulier sa montagne fut agitée par des soulève-
ments périodiques qui en arrivèrent à menacer la ville même 43. Par ailleurs,
les rébellions manifestaient, au moins dans l’intention, la tentative des élites
locales de récupérer l’autonomie perdue à cause de la récente domination
florentine. En 1345, une révolte eut lieu à Fucecchio, en 1354 dans le grand
château de Montecatini, toujours dans le territoire de Pistoia. En 1359, une
centaine d’hommes armés décidèrent d’expulser les adhérents du parti
pro-florentin d’un château de la vallée de l’Arno près d’Arezzo. En 1384, un
groupe de conspirateurs essayèrent de soulever la grande bourgade de Pog-
gibonsi, entre Florence et Sienne. Dans les années ‘90, deux décennies après
la conquête par Florence, la nouvelle classe dirigeante de San Miniato al Te-
desco (un grand centre au marges orientales du territoire pisan) fut incapable
d’empêcher une révolte contre la République florentine 44. Au cri de « Que
meure le Parti Guelfe ! », les groupes d’insurgés dirigés par les membres des
familles de Magnats ou par des nobles anti-florentins donnèrent l’assaut à
ces lieux contrôlés par Florence 45. Dans ces circonstances, d’anciens leader
locaux se révélaient encore des références du fait de leur prestige et de leurs
compétences militaires 46. Derrière ces agitations se cachait tout un monde qui
41 Pendant la seconde moitié du xive siècle, on assiste par exemple à l’occupation ou à la reprise
d’un grand nombre de châteaux dans les Apennins où Florence continuait à avoir des pro-
blèmes encore au xve siècle (S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine..., op. cit., iie partie).
42 La conquête de Pise par Florence en 1406 n’amorce pas des investissements florentins sur les
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47 G. Chittolini, « Signorie rurali e feudi alla fine del Medioevo », dans G. Galasso (ed.), Storia
d’Italia, op. cit., p. 615 ss.
48 Cohn parle de « selective memory » (S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine..., op. cit., p. 113
ss. et p. 136). J’ai analysé les silences qui entourent les échecs des centres florentins de nou-
velle fondation (P. Pirillo, « Di fronte a un insuccesso. Il fallimento di un centro di nuova
fondazione », dans P. Galetti [ed.], « ‘Fondare’ tra Antichità e Medioevo », Atti del Convegno di
studio, Bologna, 27-29 maggio 2015, Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo,
2016, p. 175-185).
49 Comme lors d’une rébellion contre les contes Guidi, en 1360 (S. K. Cohn, Jr., Creating the
seigneuries féodales, le cas des comtes Guidi », Ricerche storiche, a. 15, 1985, p. 34-59 : p. 43
51 Dans une lettre, les autorités florentines (citant Jérémie 7, 11) souhaitaient ne plus entendre
« che cotesta contrada essere facta speluncha di ladroni » (asfi, Archivi della Repubblica, Missive
I Cancelleria, 13, c. 65v, 16 septembre 1365). Ces manifestations d’intolérance allaient conti-
nuer au siècle suivant sous forme de véritables insurrections qui suscitaient d’importantes
adhésions, comme dans l’été 1402 quand les populations de l’Appennin en révolte « fecionsi
forti di gente » (Chronica volgare di anonimo fiorentino già attribuita a Piero di Giovanni Minerbetti,
E. Bellondi (ed.), dans Rerum Italicarum Scriptores, t. xxvii, ii, Città di Castello, 1918, p. 225-
404 : p. 279, année 1402).
52 V. Mazzoni, Dalla lotta di parte..., op. cit., p. 506 et F. Canaccini, « Figline e i Ghibellini », dans
P. Pirillo et A. Zorzi (eds.), Il castello, il borgo e la piazza. I mille anni di storia di Figline Valdarno,
1008-2008, Firenze, Le Lettere, 2012, p. 85-93, p. 92.
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53 L’officier s’appellait « Iohannes de Sprenoch » (asfi, Archivi della Repubblica, Deliberazioni fatte
in forza di ordinaria autorità, 15, c. 53v, 25 octobre 1365).
54 M. Mallet, Signori e mercenari..., op. cit., p. 43-47.
55 Comme dans les situations décrites par V. Challet, « Villages en guerre... », op. cit.
56 « ... per rifarsi di loro danni, e vendicarsi delli oltraggi che avieno ricevuti. » (M. Villani, Cro-
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la Compagnie continua son chemin vers le sud 57. Entrés dans un comté pla-
cé sous la domination d’un autre seigneur, les mercenaires furent attaqués
une deuxième fois : personne ne fit le moindre cas des officiers florentins
qui accompagnaient les troupes et étaient chargés d’assurer la protection
de Florence 58. La Commune se trouva ainsi dans le plus grand embarras,
incapable de contrôler une situation qui lui avait échappée à cause de la
réaction de la population locale. Incapable de faire respecter les accords pris
avec les mercenaires, Florence ne put rien faire d’autre que de s’adapter aux
circonstances 59. Un poème rédigé peu d’années plus tard par un anonyme
Florentin, qui louait la valeur et le courage de Konrad von Landau, inculpa
les paysans de la violation de l’accord 60. C’était sans doute l’un des indices
qui rendaient évidente, ici comme ailleurs, la volonté d’autodéfense face à
l’incapacité des pouvoirs centraux 61.
Quelques années après ces événements, ces hommes allaient devenir
des comitatini, des sujets de Florence tenus à répondre à sa fiscalité, à ses of-
ficiers et à ses obligations en matière de gabelles, de conscription militaires,
d’entretien de la voirie et des fortifications 62. Mais les évènements de 1358 et
l’attitude florentine faisaient désormais partie de la mémoire collective qui
allait peser sur leurs rapports avec l’autorité centrale.
Par rapport aux attitudes des seigneurs locaux qui s’étaient révélés ca-
pables de garantir une protection à la population, ici comme ailleurs, Flo-
rence qui avait perdu l’initiative, réagit avec la propagande en discréditant
57 D’autres exemples de participation de femmes à ces épisodes : S. K. Cohn, Jr., Creating the Flo-
rentine..., op. cit., p. 141. Ne se fiant pas de leur seigneur, les montagnards livrèrent Konrad à
l’épouse d’un autre seigneur. En absence de son mari, la femme fit conduire le prisonnier chez
son frère, Giovacchino di Maghinardo Ubaldini, et ce dernier envoya Konrad au seigneur de
Bologne qui était son ami et il lui redonna sa liberté. L’épisode est raconté dans les moindres
détails par M. Villani, Cronica..., op. cit., ii, lib. viii, 74-79, p. 223-236.
58 Ibid., p. 228-229.
59 Ibid., p. 231.
60 Le texte avait été édité pour la première fois par I. Del Lungo, « Lamento del conte Lando
dopo la sconfitta della gran compagnia in Val di Lamone (25 luglio 1358) », Archivio storico
italiano, s. iv, a. 13, 1884, p. 3-19. J’ai utilisé l’édition : Lamento del conte Lando, dans Lamenti
storici dei secoli xiv, xv e xvi raccolti e ordinati a cura di A. Medin, L. Frati, i, Bologna, Romagno-
li-Dall’Acqua, 1887, p. 37-47.
61 Pour un cadre plus large : P. Contamine, « L’impact de la guerre de Cents Ans en France sur
le « plat pays » et sur la vie au village », dans C. Desplat (ed.), « Les Villageois face à la guerre
(xiv e-xviii e) siècle », Actes des XXII es Journées Internationales d’Histoire de l’Abbaye de Flaran (8-10
septembre 2000), Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2002, p. 15-34.
62 En ce sens, par rapport à l’interprétation de Cohn, je crois plutôt que les agitations anti-floren-
tines dans les montagnes sont dues à un ensemble de facteurs, dont faisait bien évidemment
partie la pression fiscale (S. K. Cohn, Jr., Creating the Florentine..., op. cit., passim).
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Le Contado et la Ville. Florence (xiiie-xve siècles) | 91
ces antagonistes. Ceux qui, au xiiie siècle, avaient été des ennemis, même
dignes de respect, se transformèrent en « lupi rapaces » et en « derobatores
stratarum » : des bandits et des brigands de grands chemins 63. De l’autre côté,
la population rurale, habituée à une situation de conflit permanent, prati-
quait la violence armée et organisée et la marge entre la légitime défense et
le banditisme devenait de plus en plus floue. Matteo Villani, un témoin des
événements, remarquait la façon avec laquelle les villageois avaient trouvé
« le cœur et le courage » d’organiser des actions militaires contre les mer-
cenaires qu’on assassinait après les avoir dépouillés de leurs armes et de
leurs chevaux 64. Dans l’imaginaire collectif, les fideles d’un seigneur prirent
encore plus les caractéristiques sous-humaines de l’homo silvestre qui tuait
les voyageurs après les avoir dérobés 65. Ces délits furent de plus en plus
sévèrement punis : au milieu du xve siècle, Sienne en arriva à autoriser la
pendaison immédiate des brigands, sans passer par un tribunal 66. Ce climat
d’insubordination au pouvoir central dura pendant tout le xve siècle, puisant
son énergie dans l’intolérance qui continuait à couver sous la cendre 67. Un
simple geste des vieux seigneurs ou de leurs descendants suffisait souvent à
activer une nouvelle rébellion de plus ou moins grande envergure comme
celles qui les avaient précédées au xive siècle.
En conclusion, le tableau que j’ai tracé jusqu’ici voulait, en premier lieu,
souligner la grande difficulté que Florence avait rencontrée pour assurer un
contrôle réel sur toute la population qui vivait à l’intérieur des limites du
Contado historique. Le disciplinement efficace des comitatini prit du temps et
se prolongea au moins pendant tout le xve siècle, notamment là où les com-
munautés avaient une plus forte cohésion et n’avaient pas subi la diaspora
suscitée par la réorganisation du territoire et la diffusion du podere, la ferme
isolée dans les campagnes qui avait éloigné les agriculteurs des châteaux et
nino. Valli, comunità, signori, Firenze, Editoriale Tosca, 1992 p. 34. Cfr. aussi : idem, Signori,
contadini, borghesi. Ricerche sulla società italiana del basso Medioevo, Firenze, La Nuova Italia,
1974, p. 108 ss. et idem, « Appunti sul brigantaggio in Italia alla fine del Medioevo », dans
idem, Il Lavoro, la Taverna, la Strada. Scorci di Medioevo, Liguori, Napoli, 1997, p. 141-171 :
p. 145.
66 Ce qui peut expliquer l’absence de documentation concernant ces exécutions sommaires
(ibid., p. 143).
67 L. Landucci, Diario fiorentino dal 1450 al 1516 continuato da un anonimo fino al 1542, I. Del Badia
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
92 | Paolo Pirillo
des bourgades 68. Ce n’est pas la seule raison, mais cela peut tout de même
expliquer le calme relatif d’une campagne florentinisée avec ses fermes peu-
plées de paysans qui ne donnaient pas de signes d’agitations évidents, au
moins dans la documentation 69.
En dehors de ces zones du Contado, jusqu’au milieu du xive siècle et
au-delà, la réorganisation du contrôle florentin du territoire put rencontrer
une résistance qui dégénérait parfois en manifestations de dissidence me-
nées, en particulier, par les élites villageoises qui cherchaient un soutien po-
litique à la fois auprès des Magnats, le parti vaincu dans la ville, ou chez les
anciens seigneurs de la région 70. Au milieu du xive siècle, le problème de la
défense était devenu manifeste et il révéla l’incapacité de la Commune d’y
faire front, rehaussant ainsi la conscience et la volonté d’autonomie de nom-
breuses communautés qui entrèrent en conflit avec les autorités florentines 71.
Sur le fond, il y avait bien une intolérance qui, dans le Contado, n’arriva
pas à trouver l’espace et la force de se développer en mouvement ou en
émeute 72. À l’extérieur, dans les territoires jadis dépendants des villes sou-
mises à Florence comme Arezzo, Pisa, Pistoia, Prato, on peut, en revanche,
assister à des véritables émeutes anti-florentines, parce qu’ici, les commu-
nautés avaient continué à maintenir une certaine cohésion ; parce qu’ici,
68 Les paysans des poderi se réunissaient sur la place centrale seulement les jours de fête, quand
on déconseillait aux propriétaires terriens de s’y rendre de peur des réactions collectives de la
part des métayers : « e sono co’ l’arme loro, e non ànno in loro ragione niuna » (Paolo da Cer-
taldo, Libro di buoni costumi, A. Schiaffini [ed.], Firenze, Le Monnier, 1945, p. 92), cfr. aussi :
V. Challet, « Au coeur de la révolte : les conflits paysans et leur résonance en milieu urbain
en Languedoc à la fin du Moyen Âge », dans F. Clément, J. Tolan et J. Wilgaux (eds.), Espaces
d’échanges en Méditerranée : Antiquité et Moyen Âge, Rennes, Presses Universitaires de Rennes,
2006, p. 149-162.
69 Quand les communautés furent poussées à la crise par l’action des propriétaires fonciers et
La storia. I grandi problemi dal Medioevo all’Età contemporanea, ii, Torino, Utet, 1988, p. 673-692.
72 Dans ce sens, on pourrait penser avec Challet à une « crise de croissance de l’État mo-
derne » (V. Challet, Un mouvement anti-seigneurial ?..., op. cit., p. 31) même si, dans les
années Soixante les documents publics florentins parlent de « ragion di Stato » mais en se
référant simplement à un État souverain (W. Connel, « Il commissario e lo stato territoriale
fiorentino », Ricerche storiche, a. 18, 1988, p. 591-617 : p. 599 sgg.). Par la suite, le régime
politique des années 1380-90 concentra une plus forte autorité au niveau du gouvernement
central en intervenant avec force sur un important réaménagement territorial (M. B. Bec-
ker, Florence in Transition, ii, op. cit., p. 223 sgg. ; A. Molho, Lo Stato e la finanza pubblica...,
op. cit., p. 234 ; I. Lazzarini, L’Italia degli Stati territoriali. Secoli xiii-xv, Bari-Roma, Laterza,
2003, p. 98 sgg.).
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Le Contado et la Ville. Florence (xiiie-xve siècles) | 93
73 C’est aussi pour cette raison que dans ces situations Florence avait tendance à gouverner un
dominium plutôt qu’un état (A. Zorzi, « La formazione e il governo del dominio territoriale
fiorentino : pratiche, uffici, “ costituzione materiale ” », dans Lo Stato territoriale fiorentino...,
op. cit., p. 189-221 : p. 191).
74 Une cohésion de la communauté qui restait plus forte dans un milieu qui n’était pas ou
peu concerné par les investissements fonciers florentins : ce qui confirme la définition de
P. Blickle (« Ohne Gemeinde keine bäuerliche Rebellion ») évoquée par R. Comba, « Boschi
e alpeggi fra Certosini e contadini nell’Italia centro-settentrionale : fine xii secolo-inizi xv »,
dans Rivolte urbane..., op. cit., p. 217-250 : p. 249.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
Individus et communautés en révolte
dans la France du nord au xive siècle.
L’exemple des serfs de la cathédrale
de Laon
Ghislain Brunel
Archives Nationales (Paris)
[email protected]
A
u sein de l’Europe des révoltes que les médiévistes se sont efforcés de
reconstituer, la France du nord a concentré particulièrement l’atten-
tion par l’ampleur de la violence et l’extension géographique de la
Jacquerie de 1358 qui continue d’alimenter les réflexions et de susciter des
interprétations multiples 1. Mais en ce xive siècle troublé par les mouvements
urbains et la guerre franco-anglaise, la révolte de milliers de villageois du
Laonnois contre leur seigneur en 1338 offre l’occasion d’une immersion en
profondeur dans le monde rural de la fin du Moyen Âge. À la différence
de la Jacquerie documentée par des sources extérieures et postérieures aux
événements, à savoir les chroniques et les dizaines de lettres de rémission
qu’a octroyées la royauté aux acteurs des violences 2, la révolte laonnoise,
1 Sur la Jacquerie, voir la remise en perspective européenne de S. K. Cohn Jr., Lust for Liberty. The
Politics of Social Revolt in Medieval Europe, 1200-1425. Italy, France and Flanders, Cambridge (Mas-
sachusetts)-Londres, Harvard University Press, 2006 ; et la réflexion menée sur la violence par
B. Bommersbach, « Violence dans la Jacquerie de 1358 : “ faire couler à plaisir le sang ” ? »,
dans P. Rigault et P. Toussaint (dir.), La Jacquerie entre mémoire et oubli (1358-1958-2008), Amiens,
Encrage Edition, 2012, p. 73-88 ; et « Gewalt in der Jacquerie von 1358 », dans N. Bulst, I. Gil-
cher-Holtey et H.-G. Haupt (éd.), Gewalt im politischen Raum. Fallanalysen vom Spätmittelalter bis
ins 20. Jahrhundert, Francfort-New York, Campus Verlag, 2008, p. 46-81 ; voir aussi la récente
étude de J. Firnhaber-Baker, « The eponymous Jacquerie : making revolt mean some things »,
dans J. Firnhaber-Baker et D. Schoneaers (éd.), The Routledge History Handbook of medieval Revolt,
Londres, Routledge, 2017, p. 55-75. Pour un bilan sur la France des révoltes au xive siècle,
voir M. Bourin, « Les révoltes dans la France du xive siècle : traditions historiographiques et
nouvelles recherches », dans M. Bourin, G. Cherubini et G. Pinto (dir.), Rivolte urbane e rivolte
contadine nell’Europa del Trecento : un confronto. Atti del convegno internazionale di studi (Firenze, 30
marzo-1 aprile 2006), Firenze, Firenze University Press, 2008, p. 49-71.
2 Les études de référence restent pour les chroniques, celle de M.-T. de Medeiros, Jacques et
chroniqueurs. Une étude comparée de récits contemporains relatant la Jacquerie de 1358, Paris, Éditions
Honoré Champion, 1979, et pour les lettres de rémission, celle de S. Luce publiée après sa
mort, Histoire de la Jacquerie d’après des documents inédits, Paris, Honoré Champion, 1894.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
96 | Ghislain Brunel
ses prémices et ses résurgences sont éclairées tout au long par les riches ar-
chives du chapitre de Laon et des pièces judiciaires provenant du parlement
de Paris : celles-ci offrent une voie d’accès au fonctionnement interne de la
seigneurie et des pistes d’interprétation des multiples conflits qui opposèrent
les villageois à leur seigneur.
Le Laonnois présente également l’intérêt d’être situé au cœur de
la France capétienne des communes qui a été longtemps l’un des sujets
phares de l’historiographie, surtout pour le xiie siècle qui a été la période
de leur essor politique et économique 3. La commune de Laon occupe en
la matière une place privilégiée car la violence de l’insurrection de 1112 et
le choc causé par le meurtre de son évêque Gaudry ont attiré tous les re-
gards, ceux des contemporains autant que des historiens. Laon est pacifiée
et stabilisée sous la houlette du roi Louis VI qui confirme le 26 août 1128
la Paix instaurée entre tous les acteurs de la vie urbaine 4. Le roi, l’évêque,
les bourgeois, l’aristocratie chevaleresque, les clercs voient ainsi leurs rela-
tions encadrées par cette Institutio pacis qui gère autant les espaces urbains
que l’impôt, la justice, les mariages ou les successions. La puissance recon-
nue des bourgeois de Laon n’en demeure pas moins sujette à l’obstruction
constante des clercs de la cathédrale Notre-Dame qui leur contestent leur
prédominance. En conséquence, l’histoire de la domination du chapitre
cathédral de Laon sur les hommes et les femmes de ses seigneuries a des
liens forts avec ce conflit latent entre les chanoines et la bourgeoisie com-
munale.
Je retracerai d’abord le déroulement pas à pas des événements de 1338
à la lumière de nouvelles sources, puis je m’attacherai à restituer les conflits
3 Les études de référence restent : A. Luchaire, Les communes françaises à l’époque des Capétiens
directs, nouvelle édition, revue et augmentée d’une introduction par L. Halphen, Paris, Ha-
chette, 1911 (1ère édition, 1890) ; C. Petit-Dutaillis, Les communes françaises : caractères et évolution,
des origines au xviii e siècle, Paris, Albin Michel, 1947 ; A. Vermeesch, Essai sur les origines et la
signification de la commune dans le nord de la France (xi e et xii e siècles), Heule, Uga, 1966 ; Les
chartes et le mouvement communal, colloque régional (octobre 1980) organisé en commémoration du 9e
centenaire de la commune de Saint-Quentin, Saint-Quentin, Société Académique de Saint-Quen-
tin,1982. Voir aussi l’étude récente de Sébastien Hamel sur la commune de Saint-Quentin
(Aisne), La justice dans une ville du nord du royaume de France au Moyen Age. Etude sur la pratique
judiciaire à Saint-Quentin (fin xi e-début xv e siècle), Turnhout, Brepols (Studies in European Ur-
ban History, 24), 2011.
4 Sur la commune de Laon, voir J. Foviaux, « L’organisation d’un oppidum devenu civitas :
l’Institutio pacis, origine de la commune de Laon ? », dans La charte de Beaumont et les fran-
chises municipales entre Loire et Rhin. Actes du colloque du Huit-centième anniversaire de la charte
de Beaumont-en-Argonne (1182), Nancy, Presses Universitaires de Nancy, 1988, p. 119-147 ;
A. Saint-Denis, Apogée d’une cité. Laon et le Laonnois aux xii e et xiii e siècles, Nancy, Presses Uni-
versitaires de Nancy, 1994.
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Individus et communautés en révolte dans la France du nord au XIVe siècle | 97
latents entre le chapitre et ses hommes jusqu’au début du xve siècle, en ayant
une attention particulière pour les rôles joués respectivement par les com-
munautés, les individus, les groupes familiaux.
Passé inaperçu dans l’historiographie des révoltes, cet épisode avait pourtant
été repéré au début des années 80 par Hélène Millet à l’occasion de son
étude des chanoines de Laon. Elle avait identifié une « révolte paysanne »
suscitée par la levée d’une taille extraordinaire en 1336 et violemment
réprimée « par deux commissaires royaux qui procédèrent à neuf exécu-
tions sommaires en représailles ». Ses recherches lui avaient permis aussi
de conclure à la « persistance du servage » dans le domaine capitulaire et
au joug sévère sous lequel étaient maintenus les « hommes de corps » du
chapitre, ce qui expliquait « leurs révoltes, à plusieurs reprises » 5. Après elle,
Alain Saint-Denis, historien de la commune de Laon, insistait quant à lui sur
le « régime général des hommes de l’église de Laon » qui « est le plus dur qui
soit » : ils devaient chevage, mainmorte, formariage, taille à volonté ; leur
statut était appliqué dans toutes les villae du chapitre. Il soulignait aussi l’ag-
gravation des tensions dans la ville de Laon entre la commune et le chapitre
cathédral à la fin du xiiie siècle, il notait que des désordres intenses avaient
eu lieu après 1280 lorsque se produisit une « révolte générale des commu-
nautés villageoises... contre le chapitre de Notre-Dame », les paysans protes-
tant contre les levées de tailles et les pratiques judiciaires de leur seigneur.
Les troubles durèrent jusque vers 1295, lorsqu’une émeute se déclencha en
ville 6. L’historien de Laon faisait connaître ainsi un épisode précurseur de
la révolte de 1338, replacée désormais dans un cycle plus large, et dont il
restait à analyser plus précisément le mécanisme et la portée.
Enfin, en 2005-2006, deux nouvelles recherches menées en parallèle
s’intéressaient à la question. À l’occasion d’un colloque tenu en 2003 à Göt-
tingen sur le servage, je me suis appuyé sur un inventaire des titres du cha-
pitre cathédral de Laon relatifs à ses hommes de corps pour tenter de com-
prendre aussi bien la révolte elle-même et son déroulement que les étapes
versitaires de Nancy, 1994, p. 590-591 (serfs du Laonnois), p. 597 et 605 (révolte des villages
du chapitre en 1286-1295).
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
98 | Ghislain Brunel
de décembre 1340 conservés dans les registres de la chancellerie royale (cfr. infra, notes 15 et 22).
9 Archives départementales Aisne, G 126, cote CC : conservé dans les archives du chapitre
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sous la forme d’une copie authentique passée sous le sceau du conseiller Pierre d’Auxerre.
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100 | Ghislain Brunel
Arch. Nat., JJ 70, n.º 241, f. 140r, mars 1337 (n.st.) : « nous... avons ordené et ordenons que les
13
diz homes et femes de corps et leur successeurs soient doresenavant oys, receus et creus en
tesmoingnage... tout aussinc come s’il feussent franches personnes engendrés et nés de deus
personnes franches ».
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Individus et communautés en révolte dans la France du nord au XIVe siècle | 101
14 Arch. dép. Aisne, G 126, cote DD : tirées des archives du chapitre cathédral de Laon, ces
lettres de commission sont données à Vincennes le 22 janvier 1338 (n. st.).
15 Arch. Nat., JJ 71, n.º 86, f. 65 : la lettre de rémission octroyée à Robert de Picquigny et Pierre
d’Auxerre est donnée à Vincennes en mai 1338, sur ordre direct du « roy qui toute tele la
commanda ».
16 Brissy[-Hamégicourt] : Aisne, canton de Moÿ-de-l’Aisne ; Remies : Aisne, canton de Crécy-
sur-Serre.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
102 | Ghislain Brunel
L’objectif est d’expliquer aux rebelles que les autorités ont pour mission de
préserver les droits du chapitre et de protéger les chanoines de tout tort ou
coup de force ; ils espèrent ramener le calme en expliquant combien le roi
est déterminé et qu’il apporte tout son soutien au chapitre de Laon. La réac-
tion est la même dans les deux localités : les villageois se rassemblent à son
de cloches, prennent les armes et s’attaquent aux envoyés imprudents 17 ; ils
les injurient et les pourchassent, « criant à haute voix après eux : “ À mort !
À mort ! Aux meurtriers ! Aux voleurs ! ” ». Pour échapper aux menaces
de mort, les gens du roi et du chapitre s’enfuient ; mais dans l’un des deux
villages (le texte ne dit pas lequel), les habitants réussissent à s’emparer des
lettres royales, à briser le sceau du roi en morceaux et à rompre ainsi son
image qui y était représentée, attentant de ce fait à la personne du roi en un
crime de lèse-majesté qui ne pouvait rester impuni 18. Les deux commissaires
reçoivent tout pouvoir pour rétablir l’ordre, tant par des lettres – celles du
22 janvier ont sans doute suffi pour leur permettre d’exercer leur mission –
que par « commandement de bouche », c’est-à-dire par un ordre oral donné
directement par le roi. Ils identifient des responsables, hommes et femmes,
considérés comme ceux qui ont poussé le peuple à la révolte : « par leur
informacion trouverent et leur apparut evidenment que les dictes personnes
en estoient principaux promoteurs et esmouveurs du commun peuple » ;
ils font arrêter et emprisonner ceux qui peuvent être repérés. Puis, avec le
conseil d’un groupe de chevaliers, de nobles et de bourgeois réunis pour
l’occasion par le bailli de Vermandois, ils rendent justice rapidement 19 : ils
font exécuter neuf hommes issus de six villages différents et font marquer six
femmes au fer rouge sur les joues. Leur prise de décision est motivée par la
menace sur l’ordre public que fait peser le soulèvement de la population des
17 Sur la question des cloches comme signe de ralliement des communautés, voir J. Firnha-
ber-Baker, « A son de cloche. The interpretation of public order and legitimate authority in
Northern France, 1355-1358 », dans H. R. Oliva Herrero (dir.), La comunidad Medieval como
esfera pública, Séville, Université de Séville, 2014, p. 357-376.
18 Arch. Nat., JJ 71, n.º 86, f. 65r-v : « et encontre euls, a son de cloches se assemblerent et arme-
rent et les assaillirent, villenerent et enchacerent, criant a hautes voiz sur euls : “ A mort ! A
mort ! Aus murtriers ! Aus larrons ! ”, disanz que a nous ne a noz mandement il ne obeiroient
ne pour nous riens ne feroient ; et firent leur povoir de oster a noz dictes genz noz dictes
lettres de commission et de les rompre et depecier ; et ainsi l’eussent il fait et mis a mort noz
dictes genz et celles des diz doyen et chapitre et touz ceuls qui avec euls estoient se il ne s’en
fussent fuiz ; et en l’une des dictes villes briserent et depecierent nostre seel pendent a noz
dictes lettres et nostre figure qui y estoit ».
19 « Par deliberation de bon conseil ou furent pluseurs chevaliers et nostre bailli de Vermendois
avec grant foison d’autres tant nobles comme bourgois des plus souffisanz du païs » : sur cette
composition qui s’apparente à celle du conseil du bailliage depuis 1319, voir H. Waquet, Le
bailliage de Vermandois..., op. cit., p. 143-145.
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20 Arch. dép. Aisne, G 126, cote FF (Vincennes, 31 mai 1338) : « Toutesvoies n’est pas nostre en-
tente que es autres choses a vous commises touchanz les diz doien et chapitre et leurs subgiez
tant seulement vous lessiez pour ce a proceder selonc ce qu’il vous est commis ».
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L’individuel et le collectif
L’intérêt des sources conservées en masse par le chapitre cathédral de
Laon sur leurs femmes et leurs hommes de corps – il subsiste un millier d’actes
ou de notices brèves –, c’est de montrer qu’en tant que seigneur il s’intéresse
avant tout aux individus et aux familles, puisqu’ils interagissent avec lui au quo-
tidien. Qu’elles préparent, accompagnent ou masquent les actions collectives,
les stratégies individuelles et familiales occupent l’essentiel de l’espace d’écri-
ture des procédures et des accords, elles remplissent les écrits des archives.
Rares, producteurs d’effets déterminants en termes d’instabilité socio-politique,
gommant les destins individuels au profit de la stratégie collective, les cycles ré-
currents de révolte des habitants du Laonnois traduisent les crises sous-jacentes
de la domination seigneuriale avec plus de brutalité que les actes rapportant les
conflits localisés sur les chevages, les mainmortes ou les formariages. Pourtant,
ces comportements isolés dessinent une intéressante cartographie des rapports
entre les villageois et l’autorité seigneuriale. Intéressons-nous, par exemple,
aux condamnés de 1338, et tentons de repérer leur singularité par rapport aux
habitants de leurs villages et à leur réseau de relations.
Nous avons déjà signalé une reconnaissance de servitude que le chapitre
cathédral obtient de huit hommes de corps du village de Rouy durant l’épi-
sode de rébellion : le lundi 23 février 1338, Jean Hurel, Jean de Coucy, Pierre
Jaquier, Raoul Kayn, Mathieu de La Fère, Thomas Baillet, Pierre Cueret et
Gobin Mouton déclarent être hommes de corps de l’église Notre-Dame de
Laon, et lui devoir le chevage, le formariage et les mainmortes, en plus de la
taille annuelle 26. Comme il s’y trouve deux des neuf condamnés à mort, « Jean
de Coucy et Gobin Mouton, de Rouy », on en conclut que cette procédure
fait partie d’une stratégie de rappel à l’ordre menée par le chapitre auprès
d’hommes de corps identifiés comme contestataires, probablement avant que
la révolte n’en vienne à sa plus grande extrémité, avant que la répression ne
se traduise par des arrestations et des emprisonnements, avant que les sergents
royaux ne battent la campagne pour recueillir les aveux de servitude collec-
25 Arch. Nat., x1c 80B, n.° 218 (Martigny) ; x1c 87C, n.° 342 (Ailles) et n.° 345 (Tavaux et Pontséri-
court). Bibl. Nat. France, Picardie 285, n.° 38 (Barenton-sur-Serre).
26 Arch. Nat., L 734 , n.º 36 : aveu de servitude passé devant Raoul le Jaune de Laon, garde du
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Individus et communautés en révolte dans la France du nord au XIVe siècle | 109
Deux des huit familles rappelées à l’ordre en février 1338 ont donc bénéficié
de mesures personnelles, libératoires en tout ou partie ; il est difficile de ne
pas y voir un geste du chapitre pour leur rôle dans l’apaisement de la crise
ou pour leur neutralité. Pour d’autres familles, les mesures prises à leur en-
contre à la fin du xive siècle laissent supposer qu’elles ont été mêlées aux
nouveaux mouvements de rébellion contre la domination du chapitre de
Laon. En 1398, un certain Jean Jaquier, descendant de Pierre Jaquier ?, est
condamné à reconnaître « qu’il est un homme de condition servile et de che-
vage » ; en 1404, un certain Jean Cain, descendant de Raoul Kayn/Cain ?,
doit lui aussi reconnaître « qu’il est homme de corps de l’église de Laon » 30.
Entre la soumission, récompensée à terme, et la révolte latente puis ouverte,
les villageois du Laonnois avaient toute une gamme de réactions possibles à
la domination du chapitre cathédral qu’il faudrait pouvoir mettre en relation
avec leur niveau de fortune, leur patrimoine foncier, leur réseau de parenté,
pour mieux comprendre leur prise de décision ultime.
Conclusion
30 Arch. Nat., LL 979, f. 124r, notice S : aveu de servitude de Jean Jaquier (1398) ; f. 124v, notice
Y : aveu de servitude de Jean Cain (24 octobre 1404).
31 G. Brunel, « Seigneurs et paysans en Soissonnais et Valois », dans « Seigneurs et seigneuries au
Moyen Age ». Actes du 117e Congrès National des Sociétés Savantes (Clermont-Ferrand, 1992), Paris,
cths, 1993, p. 289-306.
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110 | Ghislain Brunel
et encore ! Se construit donc sous nos yeux un « droit de suite » des seigneurs
qui concerne les populations les plus dépendantes (hôtes, serfs, hommes de
corps) et qui est assorti d’un contrôle préalable des seigneurs sur les unions
matrimoniales.
L’organisation mise en place méthodiquement par le chapitre de Laon
sur les villages de sa domination prolonge tout à fait ces prémisses. En de-
mandant un aveu de servitude aux femmes qui entrent par mariage dans la
seigneurie capitulaire, en orchestrant des séries régulières de reconnaissances
de servitude à l’échelle de chaque village pour reconduire les statuts et rap-
peler la dépendance, en contrôlant les biens de ses hommes de corps (même
lorsqu’ils sont affranchis) et leur départ vers les communes environnantes,
le chapitre de Laon disposait à la fin du xiiie siècle d’un arsenal juridique et
répressif qui étouffait les populations du Laonnois. Elles se tournaient donc
vers les communes et les petites villes des alentours, à leurs risques et périls.
Plus qu’une tension entre villes et campagnes, il y avait entre les villages du
chapitre de Laon et le monde urbain une interdépendance nécessaire. Le
départ de récalcitrants ou de personnalités à la recherche de plus de repré-
sentativité ou de rôle politique au sein de la communauté pouvait s’avérer
une sérieuse soupape de sécurité à un système de subordination coercitif, en
même temps que la commune ou la ville renouvelait sa population avec des
forces vives et motivées. Certains préféraient donc abandonner la sécurité
de leur patrimoine et l’assurance d’une protection de proximité pour jouer
un rôle plus dynamique ailleurs. L’incapacité juridique des villages du cha-
pitre, obligés d’agir constamment par le biais de procurations strictement
encadrées par leur seigneur pour aller en justice ou lever des impôts internes
nécessaires à leurs actions collectives, a donné de l’attrait au monde exté-
rieur. Le besoin d’expression politique a pu convaincre certains villageois
(les plus riches ? les plus en relation avec le marché extérieur ?) de partir.
Pourtant les villages du Laonnois ont prouvé à maintes reprises leur capacité
à s’organiser, à saisir la justice locale ou celle du roi (après la répression, par
exemple), à construire des alliances objectives avec les autorités et les élites
locales. L’accès à l’écrit n’était sans doute pas le moindre de leurs atouts.
Leurs exécutifs (le maire, les élus de la taille après 1340, par exemple) met-
taient en oeuvre des savoirs et des écritures dont il ne nous reste aucun
témoignage. Mais la présence, au milieu de la liste des habitants de 1340,
d’une maîtresse d’école dans le village d’Ailles dit plus que tout la tension
entre instruction et liberté qui a entretenu ce long courant de rébellion au
sein des communautés laonnoises.
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Rébellion paysanne versus révolte urbaine ?
Réflexions sur le cas du Tuchinat
languedocien à la fin du Moyen Âge
Vincent Challet
Université Paul Valéry (Montpellier)
[email protected]
1 M. Mollat et P. Wolff, Ongles bleus, Jacques et Compi. Les révolutions populaires en Europe aux xiv e
et xv e siècle, Paris, Calmann-Lévy, 1970, p. 163.
2 M. Bourin, G. Cherubini et G. Pinto (éd.), Rivolte urbane e rivolte contadine nell’Europa del Tre-
cento. Un confronto, Florence, Presses Universitaires de Florence, 2008. Parmi les articles nuan-
çant très fortement cette opposition, voir en particulier celui de M. Bourin, « Les révoltes dans
la France du xive siècle : traditions historiographiques et nouvelles recherches », p. 49-72.
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112 | Vincent Challet
doute une telle hypothèse de départ pourra-t-elle paraître à la fois trop osée
et peu conforme à certains épisodes étroitement circonscrits à des milieux
urbains bien spécifiques, à l’instar de ces conflits qui agitent les travailleurs
du textile 3 et les voient parfois s’opposer, les armes à la main, aux ruraux,
soit que ces derniers soient accourus en ville à l’appel de leur seigneurs pour
y écraser le petit peuple urbain, soit, qu’au contraire comme en Flandre, les
milices urbaines ne mènent des expéditions militaires pour détruire métiers
à tisser ou moulins à foulons installés dans la campagne environnante. L’in-
terrogation n’en mérite pas moins d’être posée pour celles de ces rébellions
paysannes qui eurent pour ambition de dépasser la stricte solidarité entre les
tenants d’une seigneurie donnée et parvinrent à la fois à mettre en branle des
communautés villageoises issues d’horizons différents et à faire des centres
urbains des caisses de résonance de leurs propres revendications. N’est-il
pas en effet quelque peu paradoxal, pour s’en tenir à quelques exemples ma-
jeurs, que nous continuions à envisager des mouvements comme la Jacquerie
d’Île-de-France, la révolte de Wat Tyler de 1381 ou le Tuchinat de Languedoc
comme des révoltes paysannes 4 alors que l’attaque du Marché de Meaux fut
l’objet d’une opération conjointe entre Jacques et contingents parisiens, que
la ville de Londres ouvrit ses portes aux rebelles anglais – ce qui se traduisit
par le massacre de tisserands flamands sans qu’un quelconque lien entre
ces tueries et les revendications paysannes sur l’abolition du servage puisse
être raisonnablement établi 5 – et que les sources de la chancellerie royale
française n’hésitent pas à écrire qu’une ville comme Nîmes « tenait le parti
des Tuchins » ? L’un des premiers en son temps, Raymond Cazelles, osa
poser la question ô combien iconoclaste de savoir si la Jacquerie avait été un
mouvement paysan et sa réponse vaut d’être citée, sinon in extenso, du moins
assez longuement : « Non, à mon sens, si l’on entend par là que c’est la
condition de la paysannerie, la conjoncture agricole, les prix trop bas et les
investissements trop onéreux qui sont responsables de la révolte. Mais on ne
3 Il suffit ici de penser à la révolte florentine des Ciompi ; voir A. Stella, La révolte des Ciom-
pi. Les hommes, les lieux, le travail, Paris, ehess, 1993.
4 Voir le titre sans équivoque aucune du livre classique de R. B. Dobson, The Peasants’Revolt
des rebelles et des ruraux » ; R. Hilton, Les mouvements paysans du Moyen Âge et la révolte anglaise
de 1381, Paris, Flammarion, 1979, p. 251.
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peut nier que la Jacquerie soit un mouvement rural, auquel les habitants des
campagnes ont pris une part majeure (...) Mais l’incitation vient des villes. » 6.
Et dans cette réponse de l’historien, cette question de l’incitation urbaine est
d’un poids tout à fait considérable.
Peut-être, sans doute même, conviendrait-il d’abandonner la dénomi-
nation de « révoltes paysannes » dont Hugues Neveux avait parfaitement
démontré les faiblesses conceptuelles et l’incapacité à décrire réellement ce
qu’avaient été ces mouvements et ce qu’ils avaient vraiment représenté pour
leurs auteurs, ne consentant in extremis à réintroduire cette notion qu’à la
seule condition de la considérer comme « celle d’un sentiment de continuité
(...) dans le recours aux armes par des hommes et des femmes qui s’estiment
tous des descendants ou des parents des anciens paysans et qui pensent qu’il
n’y a pas de rupture, de cassure décisive et irrémédiable, entre eux et leurs
prédécesseurs ou leurs confrères » 7. Mais ces hommes et ces femmes qui
possèdent en eux un sentiment de continuité entre leurs actions et celles de
leurs prédécesseurs et qui ne sont pas tous, notons-le, des paysans – parler
de révoltes villageoises ou rurales paraît plus pertinent – ont-ils pour autant
le sentiment d’une cassure décisive entre villes et campagnes à la fin du
Moyen-Âge et cette rupture n’est-elle pas une illusion rétrospective induite
par le regard que nous portons sur des sociétés plus poreuses et moins cloi-
sonnées qu’il n’y paraît de prime abord ? L’étude de la révolte des Tuchins
qui agita le Languedoc entre 1381 et 1383 permettra, peut-être, de porter un
regard plus nuancé sur la séparation entre monde rural et monde urbain et
de réintégrer d’une certaine manière ces mouvements paysans au sein de
l’ensemble de la société politique tardo-médiévale 8 en acceptant, enfin, de
considérer que les paysans, eux-aussi, avaient une conscience politique qui
ne se limitait pas aux bornes de leur terroir 9 et que les relations entre villes et
campagnes ne sauraient se réduire à de simple rapports de domination, que
cette dernière soit culturelle, politique ou économique.
Le Tuchinat se prête parfaitement à une telle analyse puisque, à rebours
des études anciennes qui n’y voyaient qu’une manifestation de ce banditisme
6 R. Cazelles, « La Jacquerie fut-elle un mouvement paysan ? », Comptes rendus des séances de
l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 1978, vol. 122, n.º 3, p. 654-666, p. 665 pour la cita-
tion.
7 H. Neveux, Les révoltes paysannes en Europe xiv e-xvii e siècle, Paris, Hachette, 1997, p. 290.
8 R. Cazelles, La Société politique et la crise de la royauté sous Philippe de Valois, Paris, 1958.
9 V. Challet, « Pro deffensione rei publice et deffensione patrie : les paysans ont-ils une conscience
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13 Sur l’histoire et la signification de ce terme d’origine française et qui désigne à l’origine des
paysans réfugiés dans la « touche », c’est-à-dire dans les bois, pour échapper aux soldats an-
glais, voir V. Challet, « L’exclusion par le nom : réflexions sur la dénomination des révoltés à
la fin du Moyen Âge », dans N. Gonthier (éd.), L’exclusion au Moyen Âge, Lyon, Presses Univer-
sitaires de Lyon, 2007, p. 373-388.
14 Arch. Mun. de Narbonne, CC 2599. Ce registre est manquant, mais des extraits en ont été
publiés par A. Blanc, Le Livre de comptes de Jacme Olivier, marchand narbonnais du xiv e siècle, Paris,
Picard, 1899, t. ii, p. 949-952.
15 Ibid., t. ii, p. 949.
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116 | Vincent Challet
16 L. Ménard, Histoire civile, ecclésiastique et littéraire de la ville de Nismes, 1744-1758, t. iii, p. 73.
17 Arch. Nat. de France, JJ 124, n.º 240, f. 140 ; publié dans C. Devic et J. Vaissète, Histoire Gé-
nérale de Languedoc, Toulouse, Privat, 1885, t. x, preuves, col. 1690.
18 Arch. Nat. de France, JJ 133, n.º 163 ; publiée dans C. Devic et J. Vaissète, Histoire..., op. cit.,
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21 Ibid., p. 119.
22 Sur le séjour de Louis d’Anjou en Avignon et la préparation de son expédition en Italie, voir
N. Valois, La France et le Grand Schisme d’Occident, 1896, t. ii, p. 7-89.
23 Arch. Nat. de France, x1 A 1473, f. 325v. Cet argument, avancé lors des plaidoiries, est d’ail-
politique », dans J. Solórzano Telechea, B. Arizaga Bolumburu et J. Haemers (éd.), Los grupos
populares en la ciudad medieval europea, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2014, p. 395-412.
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118 | Vincent Challet
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Tuchin. D’ailleurs, en temps de trêves puisque les combats sont loin d’être
permanents, les Tuchins sont occupés à moissonner pendant tout l’été 1382
ou ad fodendum vineas 29 comme au mois de février 1383 juste après l’évacua-
tion du château de Sabran. Et, en réalité, il est même possible d’inverser les
positions : ce ne sont pas tant les Tuchins qui se font vignerons ou moisson-
neurs que les ouvriers agricoles qui, un temps, se font Tuchins.
29 Ibid., p. 261.
30 L. Stouff, « Une ville de France entre Charles de Duras et les Angevins. L’entrée des Tuchins
dans Arles le 24 juillet 1384 », dans 1388 : La dédition de Nice à la Savoie, Paris, Publications de
la Sorbonne, 1990, p. 144-157.
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120 | Vincent Challet
plus significative que Pons Biordon jouissait d’une très forte impopularité au
sein de la région en raison de son rôle dans la perception de la gabelle du sel
dont les Tuchins réclamaient précisément l’abolition. L’une de leurs actions
les plus spectaculaires fut l’occupation du grenier à sel royal de Pont-Saint-
Esprit, laquelle s’accompagna du bris des mesures qui servaient à percevoir
cette taxe et de la délivrance du sel sans gabelle.
La prise d’Aiguèze donna lieu à une répartition équitable du butin, es-
sentiellement composé de blé, entre les Tuchins qui avaient participé à l’opé-
ration selon des modalités relativement simples : une part d’un montant de
trois salmées de blé fut attribuée à chacun des rebelles tandis que les capitaines
touchèrent six salmées, une liste de tous les Tuchins présents, au nombre de
89, ayant été dressée à cette occasion mais n’étant malheureusement pas par-
venue jusqu’à nous 31. Les bandes de Tuchins, composées d’une vingtaine d’in-
dividus, étaient structurées autour d’un capitaine auquel tout membre prêtait
serment d’obéissance lors de son admission dans le mouvement. Si chaque
bande opérait de façon distincte et possédait sa propre bannière en signe de
ralliement, certaines opérations d’envergure – à l’instar de la prise du château
d’Aiguèze – furent menées de manière conjointe. C’est ainsi l’action concertée
des quatre bandes repérées dans les environs de Bagnols-sur-Cèze qui permet
d’expliquer ce chiffre de 89 rebelles attesté lors de l’assaut contre Aiguèze. Le
modèle de structuration de ces bandes n’empruntait pas à celui, proprement
urbain, des milices bourgeoises – lesquelles, sur la base d’une organisation ter-
ritoriale et dotées de dizeniers et de centeniers, se révèlent très hiérarchisées –
mais à celui, bien plus égalitaire, de la compagnie militaire, véritable noyau
humain constitutif des armées royales du xive siècle 32, et dont les paysans lan-
guedociens avaient pu constater l’efficacité depuis la multiplication des rou-
tiers anglo-gascons dans les contrées méridionales à compter des années 1360.
Ces compagnies militaires reposaient sur le principe d’une obéissance absolue
à un capitaine, sur l’existence d’un serment de fidélité et sur la répartition
équitable du butin réalisé – hors la part du capitaine –. Par mimétisme avec
ces compagnies de routiers dont ils subissaient les déprédations depuis une
vingtaine d’années et qu’ils se donnèrent pour tâche de combattre, les Tuchins
se regroupèrent en bandes d’une vingtaine de combattants unis par des liens
extrêmement forts, signe de leur capacité à emprunter des normes militaires
et donc à ne pas copier servilement des modèles urbains.
31 Voir la carte de répartition de ce butin dans V. Challet, « La révolte des Tuchins : banditisme
social ou sociabilité villageoise ? », Médiévales, n.º 34, printemps 1998, p. 101-112.
32 P. Contamine, Guerre, État et Société à la fin du Moyen Âge. Études sur les armées des rois de France
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L’un des épisodes les plus significatifs de la rébellion en ce qui concerne les
relations entre villes et campagnes s’avère être l’entrée ritualisée des Tuchins
dans Bagnols-sur-Cèze. Par divers témoignages recueillis au cours du procès
Pons Biordon, il s’avère qu’une telle entrée prit également place à Pont-
Saint-Esprit, Uzès et Anduze mais les indications sont trop allusives pour
qu’il soit possible d’en reconstituer le déroulement exact, à la différence de
ce qui se produisit à Bagnols-sur-Cèze.
33 Ces chiffres ne sont sans doute pas représentatifs de la proportion réelle entre urbains et ruraux
au sein du Tuchinat. En raison de la nature de la documentation – constitué essentiellement de
témoignages d’habitants de Bagnols-sur-Cèze – il est probable que les Tuchins résidant au sein
de l’espace urbain soient surreprésentés au sein des rebelles qui peuvent être identifiés.
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34 V. Challet, « Au cœur de la révolte : les conflits paysans et leur résonance en milieu urbain
en Languedoc à la fin du Moyen Âge », dans F. Clément, J. Tolan et J. Wilgaux (dir.), Espaces
d’échanges en Méditerranée. Antiquité et Moyen Âge, Rennes, Presses Universitaires de Rennes,
2006, p. 149-162.
35 Sur la rébellion considérée en tant que dialogue politique, voir V. Challet et I. Forrest, « The
masses », dans C. Fletcher, J.-P. Genet et J. Watts (éd.), Government and Political Life in England
and France, c. 1300-c. 1500, Cambridge, Cambridge University Press, 2015, p. 279-316.
36 Jacques Le Goff (éd.), La Ville en France au Moyen Âge, Paris, Seuil, 1980, p. 215.
37 Procès Biordon, témoignage de maître Guilhem de Collorgue (notaire) : Dixit que ulterius quod,
dictus loquens audivit quendam namphilum, eo subito apparuerunt in platea Balneolarum plures Tuchi-
ni, tam eques quam pedites, inter quos erat, ut dicebatur, Ferragutus capitaneus dictorum Tuchinorum,
cum sua societate cum vexillis erectis, qui Tuchini intraverant per portale de Peyreriis.
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concourt à présenter les Tuchins sous la forme d’une armée régulière et dis-
ciplinée, clairement identifiable par ses bannières et aux antipodes de cette
image de bandes de gueux dépenaillés 38 qu’au même moment la propagande
royale tente de mettre en avant.
Cette occupation par les Tuchins des endroits stratégiques de la ville
– à savoir la place publique et la rue Droite – est un message fort adressé
en direction de trois groupes distincts : envers les « populaires » de la ville
d’abord dont il s’agit de conforter l’adhésion en démontrant la capacité de la
rébellion à s’inscrire au cœur du tissu urbain ; envers l’oligarchie municipale
ensuite de manière à l’inciter à laisser les révoltés agir à l’intérieur de la ville
et à s’en servir comme un lieu de refuge pour les hommes et de recel pour
le butin ; envers le vicomte de Turenne enfin qui est à la fois le seigneur de
la ville et le représentant du roi dans la région pour le contraindre à engager
des négociations. Or, cette entrée des Tuchins et leur occupation de la place
publique remplissent parfaitement ces objectifs en constituant les rebelles
en interlocuteurs incontournables pour le pouvoir communal, seigneurial
et royal. Par une telle opération, les Tuchins parviennent même à dépla-
cer temporairement le centre du pouvoir politique à l’intérieur de la ville.
Ils ont en effet pris soin d’opérer leur entrée à un moment où le vicomte
de Turenne se trouvait en personne à Bagnols et leur démonstration pro-
voque un changement total dans l’attitude du vicomte. Alors que ce dernier,
quelques semaines auparavant, les avait traité par le plus profond mépris
allant jusqu’à les appeler « ribauds » 39, il accepte lors de l’entrée solennelle
des Tuchins de venir sur leur terrain, celui de la rue et de la place publique,
et pousse la conciliation jusqu’à inspecter leurs bannières 40. Il amorce même
in platea Balneolarum existentibus, dominus vicecomes Turenne cum tribus armorum hominibus, bassi-
netos defferentibus, intravit dictum locum Balneolis ; et, videns ipsum loquentem et alios predictos, petiit
ibidem qui erant illi ribaudi, loquendo de ipsis Tuchinis
40 Procès Biordon, témoignage de Johan Richard (coord.) : Adhiciens quod, Tuchinis in villa Balneo-
larum existentibus et portantibus eorum estandars que esse dicebantur Bernardi Regis et Vercherie, dictus
dominus vicecomes Turenne, dominus dicte ville, duabus vicibus per intervalla temporis intravit cum suis
gentibus ipsam villam, una vice per portale Fratrum Minorum et altera per portale de La Polagieyra, ut
dici audivit. Et tunc, qualibet vice, ipse loquens vidit dictum dominum vicecomitem transire per carre-
riam rectam Balneolarum ubi protunc existebant in ipsa carreria standarda predicta, que inspexit ipse
dominus vicecomes. Témoignage de Bertran Fanabregal (lah.) : quia dictus dominus vicecomes non
prohibuerat dictos Tuchinos ibidem receptare, licet ut asserebatur eos vidisset in platea Balneolarum cum
namphilibus sonantibus.
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le dialogue avec les capitaines Tuchins directement dans la rue 41 avant de ra-
mener les négociations vers un espace fermé qu’il maîtrise mieux politique-
ment, en invitant les capitaines à venir parler avec lui et boire de son vin 42
dans sa propre demeure qui ne se situe ni sur la place, ni sur la rue Droite. À
la logique des Tuchins qui, faute de lieu institutionnel, s’approprient l’espace
public 43 pour en faire la scène de leurs revendications, s’oppose l’attitude du
vicomte qui recourt à un lieu fermé pour mieux enclore les discussions et
circonvenir les capitaines tuchins : la parole d’autorité ne pouvant s’affirmer
sur la place publique, elle choisit alors de devenir secrète.
L’irruption des Tuchins, dont la majorité est issue des villages environ-
nants, dans les rues de Bagnols-sur-Cèze s’apparente à une revanche de l’ar-
rière-pays sur les élites urbaines et la présence des étendards paysans sur la
place publique signifie visuellement leur captation d’un espace public que
les ruraux ne peuvent constituer que de manière trop fragmentaire au sein de
leurs communautés paysannes. L’insertion en ville des bannières villageoises
parce qu’elle s’accompagne d’une prise d’armes et d’une démonstration de
force n’est ni un rite d’humiliation, ni une cérémonie de soumission mais
devient prise de possession temporaire du seul espace où peut se déployer
une parole publique exprimée tant dans le déploiement de signaux visuels
et sonores que par le biais de proclamations orales. Ce n’est qu’au prix de ce
rituel que la place de Bagnols peut devenir le lieu où s’amorce le nécessaire
dialogue entre Tuchins et autorités.
41 Ibid., témoignage de Martin Abrilhat (aub.) : dictus dominus vicecomes intravit villam Balneolarum et
eadem die expost, vidit ipse loquens ibidem Vercheriam et nonnullos alios Tuchinos. Quem Vercheriam vidit
loqui in carreria recta Balneolarum et ante hospicium Lucie de Sabrano cum dicto domino vicecomite.
42 Ibid., témoignage de Peire de Mondavilla (drapier) : dixit Vercheria et quidam alii Tuchini erant in
villa Balneolarum et eadem die dominus vicecomes Turenne intravit dictam villam Balneolarum et ipso
loquente existente in platea dicte ville, vidit ibidem dictum Vercheriam qui vocabat sex de sociis suis ut
irent secum ad hospicium dicti domini vicecomitis, nam ipse dominus vicecomes volebat loqui secum. Et
demum eadem die, ipse loquens dici audivit ab eodem Vercheria quod ipse loqutus fuerat cum dicto do-
mino vicecomite et biberat de eius vino cum eodem.
43 Sur la notion d’espace public et son usage par les médiévistes, voir P. Boucheron et N. Offens-
tadt (dir.), L’espace public au Moyen Âge. Débats autour de Jürgen Habermas, Paris, puf, 2011.
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une révolte paysanne. Au regard de ce qui vient d’être dit, il y a tout lieu
d’en douter : pour reprendre les propos de Raymond Cazelles, pas plus que
la Jacquerie, le Tuchinat ne fut un mouvement paysan. D’abord parce que
la notion de révolte, du moins telle que nous l’entendons généralement,
pourrait légitimement être remise en question tant le mouvement apparaît
d’abord comme une réaction d’autodéfense face aux ravages des compa-
gnies assortie d’une opposition politique à des modalités de gouvernement
– la lieutenance du duc de Berry – qui ne conviennent pas à l’ensemble de
la province. Mais surtout parce que le qualificatif de paysan paraît par trop
réducteur pour appréhender le Tuchinat dans la totalité de ses composantes.
La rébellion témoigne d’une collaboration entre villes et campagnes fondée
sur une culture politique commune forgée entre 1360 et 1380 autour du
thème porteur de la deffensio patrie, dont témoigne notamment le relais assuré
par les États de Languedoc de revendications proprement paysannes – ainsi
l’autorisation accordée aux paysans de prendre les armes pour s’opposer
aux pillages de gens d’armes, y compris ceux aux gages du roi – et l’exigence
de l’utilisation du montant de l’impôt à des fins locales et strictement défen-
sives ou à des objectifs correspondant à l’utilitas publica. Un procès comme
celui intenté par Pons Biordon à l’universitas de Bagnols conduit à une révi-
sion complète de l’historiographie traditionnellement attachée au Tuchinat
et ceci même si nous n’en connaissons pas l’issue : que Pons Biordon ait pu
mener une telle action judiciaire et qu’elle ait été jugée recevable incite à
penser que, dans son esprit comme dans celui des juges, la responsabilité de
certains centres urbains dans la rébellion ne pouvait être éludée.
Plus largement, l’étude du Tuchinat invite à reconsidérer avec une cer-
taine prudence les relations entre villes et campagnes dans la société mé-
diévale et à nuancer tout à la fois l’antagonisme entre ces deux mondes
et l’a-politisation présumée de communautés rurales dotées pour certaines
depuis le xiiie siècle d’une autonomie non négligeable en matière fiscale et
politique par le biais notamment de la désignation de leurs propres repré-
sentants. D’une certaine manière, le Tuchinat languedocien est aussi l’indice
de la pleine participation des communautés rurales à une société politique
élargie. C’est désormais une donnée qu’il s’agit de pleinement prendre en
compte dans la réflexion historiographique.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
The thickness of city walls.
Late medieval popular revolt
in England and Italy compared
Samuel K. Cohn, Jr
University of Glasgow
[email protected]
T
his study will not be grounded in the archaeological remains of city
walls; instead, I use the notion of city walls metaphorically to in-
vestigate a subject that has not been treated comparatively--the
social separation between commoners in cities and their neighbouring
districts. No one has yet to analyse alliances and networks between com-
moners across cities and towns or into the countryside anywhere during
the Middle Ages and especially regarding alliances between rebel artisans
and peasants. This paper will consider two contrasting settings from the
mid-thirteenth to the mid-fifteenth century —England and northern Italy.
The two regions, I hypothesis illustrate striking differences in the history of
communication and sympathies between urban and rural spheres during
the late Middle Ages.
* * *
1 On the naming of this revolt and its controversies over the past two centuries, see R. B. Dob-
son, «Remembering the Peasants’ Revolt 1381-1981», pp. 1-20, in W. H. Liddell and
R. G. E. Wood (ed.), Essex and the Great Revolt of 1381: Lectures celebrating the six hundredth
anniversary, Essex Record Office Publication no. 84, Chelmsford, Essex, Essex Record Office,
1982, p. 16. For its re-naming as a «rising»; see Strohm, «A Peasants’ Revolt?», in S. J. Har-
ris and B. L. Grigsby (ed.), Misconceptions about the Middle Ages, New York, Routledge, 2007,
pp. 197-203.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
130 | Samuel K. Cohn, Jr
have vigorously argued, 2 the English revolts of 1381 were not confined to
villeins of the counties Kent and Essex, south and northeast of the capital
London. Instead, they swept across England, comprising towns such as St
Albans, Bury St Edmunds, Norwich, Cambridge, Rochester, Guildford, Bev-
erley, Scarborough, York, Shrewsbury, Yarmouth, Winchester, Bridgwater,
and Lynn. 3 Even within Kent, Essex, and Herefordshire, small towns such
Ware and St Albans were vital staging posts, supplying materiel, leadership,
and rank-and-file rebels to converge on London. These rebels were not ex-
clusively or, as Prescott and others even suggest, 4 predominantly peasants.
Instead, they ranged across social registers, extending to educated mer-
chants such as St Albans’s mayor, William Grindecobbe, who first led his
own townsmen, where he presented demands to the young King Richard II
at Mile End on 12 June, and later obtained a royal letter liquidating the ser-
vile conditions imposed on urban and rural subjects alike by the abbey of
St Albans. To make good these promises, Grindecobbe, back at home, led a
second insurrection comprised of rural and urban tenants against monastic
lordship. 5
Few have explored the avenues of communication and interrelations
between the revolts that occurred across England in 1381. Often, the sources
2 A. Réville and C. Petit-Dutaillis, Le soulèvement des travailleurs d’Angleterre en 1381, Paris, École
des Chartes, 1898; A. Prescott, «Judicial Records of the Rising of 1381», Ph.D thesis, Bedford
College, University of London, 1984, 362-3 and 373; and R. B. Dobson, The Peasants’ Revolt
of 1381, 2nd ed., London, St Martin’s Press, 1983. He speculates that urban struggles probably
touched all towns in England circa 1381 and that we do not know of them either because of the
absence of historical studies or the failure of the documentation to survive (ibid., pp. 112-3).
3 On urban revolts in 1380-1, see Réville, Le soulèvement; C. Liddy, «Urban Conflict in Late
Fourteenth-Century England: The Case of York in 1380-1», English Historical Review, 118,
2003, 1-32; Dobson, «The Rising in York, Beverley and Scarborough, 1380-1381», in The
Peasants’ Revolt of 1381, pp. 112-42 (which includes documentation on smaller towns such as
Rochester and Guildford); A. F. Butcher, «English Urban Society and the Revolt of 1381»,
pp. 84-111 (for Canterbury); H. Hinck, «The Rising of 1381 in Winchester », English Historical
Review, cxxv, 2010, 112-30 (for Winchester); T. B. Dilks, «Bridgwater and the Insurrection
of 1381», Proceedings of the Somerset Archaeological and Natural History Society 73, 1927, 57-69 (for
Bridgewater).
4 Prescott, «London in the Peasants’ Revolt: A Picture Gallery», London Journal, 7, 1981, pp. 128-
30; Herbert Eiden, «Joint Action against “Bad” Lordship: The Peasants’ Revolt in Essex and
Norfolk», History 83, 1998, 5-30, p. 10; P. Strohm, «“A Revelle!”: Chronicle evidence and
the rebel voice», in Strohm, Hochon’s Arrow: The Social Imagination of Fourteenth-Century Texts,
Princeton, Princeton University Press, 1992, pp. 33-56.
5 On Grindecobbe (or Grindcobbe), see Norman Maclaren Trenholme, The English Monastic
Boroughs: A Study in Medieval History in The University of Missouri Studies 3, 1927, p. 59; Prescott,
«Judicial Records», p. 350; Dobson, The Peasants’ Revolt of 1381, pp. 271-4; and Mark Free-
man, St Albans: A History, Lancaster, Carnegie, 2008, pp. 107 and 111.
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The thickness of city walls | 131
6 A. Audrey Locke, « Political History», in W. Page (ed.), The Victoria County History: A History
of Hampshire and the Isle of Wight, 5 vols., London, Archibald Constable and Co., 1912, vol. V,
pp. 293-358, 315; and Hinck, «The Rising of 1381...», op. cit.; class tensions and unlawful
assemblies had already arisen in 1380; ibid., p. 125.
7 G. Fouquin, The Anatomy of Popular Rebellion in the Middle Ages, trans. A. Chesters, Amster-
dam, North Holland Pub. Co., 1978, p. 25. For similar claims about «pre-modern» revolt,
see Patricia Crone, Pre-Industrial Societies, Oxford, Oxford University Press, 1989, 75; Da-
vid Sabean, «The Communal Basis of Pre-1800 Peasant Uprisings in Western Europe»,
Comparative Politics, 8, 1976, pp. 355-364; Yves-Marie Bercé, Revolt and Revolution in Early
Modern Europe: An Essay on the History of Political Violence, trans. Joseph Bergin, Manchester,
Manchester University Press, 1987, pp. 64, 107, 100-102, 124; and idem, History of Peas-
ant Revolts: The Social Origins of Rebellion in Early Modern France, Cambridge, Polity, 1990,
pp. 174-175, and 276.
8 N. Brooks, «The Organization and Achievements of the Peasants of Kent and Essex in 1381»,
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townsmen and villagers across Kent. 10 Even after the defeat and flight of the
rebels from London, such long-distant communications between peasants
and townsmen continued. By a curious twist of fate, the rebels of Kent had
heard from pilgrims that John of Gaunt, the uncle and chief adviser of the
boy-king Richard, despised for his corruption by peasants and Londoners
alike since at least 1377 and whose palace of Savoy and various manors
had been prime sites, targeted, pillaged, and burnt during the revolt, had
afterwards freed his bondmen from all of his estates. To verify whether the
rumour might be true, the rebels sent messengers to the duke. Convinced
that the pilgrims had been telling the truth, the rebels held further meetings
and «conspired» to make Gaunt king of England. Having lavished praise on
King Richard only a month earlier, now, because of Richard’s betrayal at
Smithfield, they planned to rise up against him. 11
The Peasant’s Revolt initial success did not hinge only on planning
across the wide terrains of small towns and villages surrounding London.
It relied on alliances between artisans and elites within the city of London
and those from outside. First, Londoners had already begun their siege of
John of Gaunt’s Savoy Palace, before the rebels from the countryside had
crossed London Bridge on 13 June. More astounding was the ease by which
they flowed into the city, unopposed, with the bridge’s gates unlocked, and
without violence. Sheriffs’ inquests and London’s letter books enrolled a
year later seemed to resolve the enigma. According to the court records,
the city’s alderman, John Horn, was the chief culprit, charged with negoti-
ating with the rebels and promising ‘them friendship, assistance, food, and
encouragement. 12 Other aldermen, prominent among London’s merchants,
William Tonge, vintner, Adam Karlille, grocer, John Fressh, mercer, and
10 Calendar of Patent Rolls preserved in the Public Record Office, 1216-1452, 49 vols, London, 1901-
1909 [hereafter, cpr], 1381-5, p. 158.
11 Cote had been the King’s approver on 13 July 1382, when he appealed on behalf of a Kent re-
bel, who was pardoned, and gave evidence leading to the capture of fellow rebels; cpr 1381-
5, op. cit., p. 158. Also, see Prescott, «Judicial Records», pp. 203-4 and 216. Despite Gaunt’s
possible change of sentiment after the Peasants’ Revolt, he still continued to arouse anger
and insurrection among his tenants and others within his vast possessions in towns and the
countryside, as in 1390, when «treasons, felonies, murders, etc. » spread across «his lordship»
of Knaresborough; cpr 1396-9, op. cit., pp. 269-70, 1390.iii.10.
12 Sheriffs’ tribunal 25 on 4 and 20 November 1382, in London Letter Book, H; see discussion of
these documents in Dobson, The Peasants’ Revolt of 1381, pp. 208-26. According to the indict-
ment, «John Horn... went to the place where the rebels were most thickly assembled... and
negotiated and conspired deceitfully and treacherously with the chief leaders of the malefac-
tors... promising them friendship and assistance of the entire city: he said the rebels would
have all the food and other things they needed», translated by Dobson, The Peasants’ Revolt...,
op. cit., p. 222.
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The thickness of city walls | 133
Walter Sibil, fishmonger (who controlled the ward of the Bridge with the
authority to open London Bridge) were also indicted. Moreover, Ruth Bird
claimed that the alliances and negotiations were organized by artisans not
amongst the ruling elites as with the butcher Adam atte Welle and Roger
Harry: they were the ones who «incited the men of Essex to enter the City
and led men of Essex against Savoy». 13
However, in 1940, Bernard Wilkinson questioned the validity of the in-
dictments against the aldermen, arguing that the election of the anti-victualler
mayor John of Northampton in post-rebellion London had heightened faction-
al politics, and his party had taken revenge against fishmongers and wholesale
grocers with these supposed false allegations. 14 Yet Wilkinson discovered no
new documents to support his case; nor had he resolved the question of how
the rebels crossed the Thames unopposed. 15 If it had been a fabrication against
factional enemies, why were their sentences revoked the following year, after
Northampton had lost his bid for mayor and his nemesis, Nicholas Brembre,
champion of London’s victuallers and elites, had seized office? Besides, North-
ampton was the populous mayor who against Brembre appealed to a broad
base of Londoners, many of whom had supported the rebellion in 1381. 16
* * *
13 R. Bird, The Turbulent London of Richard II, London, Longmans, Green, 1949, p. 55.
14 Wilkinson, «The Peasants’ Revolt of 1381», Speculum, 15, 1940, pp. 12-35. His argument ap-
pears to have remained almost entirely unquestioned as late as 2007; see Bird, The Turbulent
London, p. 53-62; Dobson, The Peasants’ Revolt, pp. 212-26; and most recently, Marion Turner,
Chaucerian Conflict: Languages of Antagonism in Late Fourteenth-Century London, Oxford, Oxford
University, 2007, pp. 31-9. The only scholar I know to have questioned Wilkinson’s argument
is F. Rexroth, Deviance and Power in Late Medieval London, P. Selwyn (transl.), Cambridge, Cam-
bridge University Press, 2007: Horn «had demonstrably colluded with the rebels» (p. 137).
15 See the Anonimalle chronicle’s description of their crossing, in Dobson, The Peasants’ Revolt...,
op. cit., p. 156.
16 The Westminster Chronicle 1381-1394, L. C. Hector and B. F. Harvey (ed.), Oxford, Clarendon
Press, 1982, pp. 63-5; also see London Letter Book, H, p. 229 and 235; and Walsingham, Chron-
ica Maiora, p. 214 (both in Dobson, The Peasants’ Revolt..., op. cit., who sees Northampton as the
revolt’s organizer). On the possibility of the bridge’s gates having been opened instead by the
enemies of the Aldermen, see Prescott, «Judicial Records», p. 19. Finally, Dobson, The Peasants’
Revolt..., op. cit., concluded that «all the aldermen accused, with the possible exception of John
Horn, were probably innocent of the crimes...» (p. 212).
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134 | Samuel K. Cohn, Jr
their demands and remembrance across the late Middle Ages, early modern
period, and Risorgimento to the present: Florence’s Tumulto dei Ciompi?
As far as urban-rural alliances go, it is difficult to imagine a more dramat-
ic contrast. The Ciompi revolt was exclusively an urban struggle, despite
Florence’s largest industry--wool production—linking workers within the city
with others who resided in the countryside such as spinners and stretchers
of cloth. This revolt also depended on prior planning and tactics as revealed
in sources such as the government’s discovery of a covert rebel meeting at
the city’s southern-most tip--the Ronco, just inside the city walls at the Porta
Romana, in fact within a parish, San Piero Gattolino, whose jurisdiction and
presumably church attendees crossed the Florentine city walls (see map 1).
Moreover, like the English Peasant’s Revolt, the success of the Ciompi relied
on a precisely-timed pincher movement, in fact one that was more complex
than the convergence from Essex and Kent. With the ringing of church bells
across the city’s outer parishes—San Niccolò, San Giorgio, San Piero Gat-
tolino, San Frediano, Santa Maria in Verzaia, Santa Lucia Ognissanti, San-
ta Maria Novella, San Lorenzo, San Pier Maggiore, Sant’Ambrogio, where
Florence’s labouring classes mostly resided, the rebels--largely wool work-
ers—marched from these directions on the town hall, the Palazzo Signoria,
at the city’s centre and attacked it, knowing its weakest point—the northern
door, which two years later the Signoria, even before the fall of the Govern-
ment of the Arti Minori walled up. 17
Yet at Florence, no allied movement from the countryside joined the
city rebels; nor did the Ciompi beseech their support. Just the opposite:
after the urban rebels had successfully attacked and occupied the town hall,
had cleared the chambers of the ancient regime, some thrown to their death
from the upper windows, the new government ordered all from countryside
(contado), who were lingering in Florence’s city streets, to leave the city. It
was one of the first ordinances of the rebel government, little more than
twenty-four hours after it had seized power, as recorded in the most detailed
account on the rebels’ actions and legislative decisions--the «anonymous di-
ary» probably by an ancestor of Niccolò Machiavelli. The rebels suspected
the peasants of looting spurred by the chaos of the revolution. Those who
had not departed by nine the next morning would lose a foot. But, according
to the anonymous chronicler, they did not leave. And «seeing the threat was
of no use», the new government then authorized «anyone without penalty or
17 N. Rubinstein, The Palazzo Vecchio, 1298-1532: Government, Architecture, and Imagery in the Civic
Palace of the Florentine Republic, Oxford, Clarendon Press, 1995, pp. 16-17.
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Map 1: Florence, 1378
The thickness of city walls | 135
Il Ronco
Map 1. Florence, 1378.
banishment the right to kill or hang anyone they caught robbing or carrying
anything off». 18
For the next three-and-a-half years of the governments of the Ciompi
and then of that of the minor guildsmen, towns and villages in Florence’s
contado harboured the Ciompi’s enemies--exiled magnates, merchant elites,
and after September, 1378, banished labourers of the lowest tiers, the «Popo-
lo di Dio ». From these positions as well as from other city-states, they staged
counter revolts against the regime of artisans and wool workers. In addition,
when the Florentine elites finally gained the upper hand and invaded the city
18 Diario d’anonimo fiorentino dall’anno 1358 al 1389, A. Gherardi (ed.), in Cronache dei secoli xiii
e xiv. Documenti di storia italiana, iv, Florence, Tipi di M. Cellini e c., 1876. See my annotated
translation in Popular protest in late medieval Europe: Italy, France, and Flanders. Medieval Sourc-
es Series, Manchester, Manchester University Press, 2004, pp. 206-38: 209-10. The near-daily
legislation of the large legislative bodies of the Florentine government (the Provvisioni), which
continued after the Revolt of the Ciompi, do not survive until an act of 22 September, 1378,
after the failed revolt of the radical «Eight of Santa Maria Novella», at the end of August and
the abolition of the third new guild of the «Popolo di Dio»; for this act, see ibid., pp. 249-51.
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136 | Samuel K. Cohn, Jr
in January 1382, the shock troops that brought down the government were
composed of peasants, recruited by patricians from their country estates.
They destroyed the workers’ guild halls, wrecked their furnishings, defaced
their guild arms and ceremoniously shredded their documents through the
streets. 19
* * *
19 Diario d’anonimo fiorentino..., op. cit., p. 435; also see Diario del Monaldi, in Istorie Pistolesi
dall’anno mccc. al mcccxlviii e Diario del Monaldi, Prato, Stamperia Guasti, 1835, p. 521; and
Croniche fiorentine di Ser Naddo da Montecatini, in Delizie degli eruditi toscani, Fr. Idelfonso di San
Luigi (ed.), 24 vols, Florence, Gaetano Cambiagi, 1770-89, vol. xviii, p. 37.
20 M. Bloch, French Rural History: An Essay on its Basic Characteristics, transl. Janet Sondheimer,
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The thickness of city walls | 137
Padua
●
Brescia ●
Bovolenta●
Parma
●
●
● Santa Maria di Lugo
Modena
Florence
●
Map 2
Map 2.
artisans, notaries, along with certain outcast nobles, all seeking to overthrow
the city’s merchant regime of the Nine, the rebels, also did not ally with the
peasantry. Instead, these rebels moved their operations to the countryside,
where with secret pacts and assistance from the Florentines, they raided
villages in the Val di Strove, and attacked small towns such as Poggibonsi,
under the Nine’s suzerainty 24 (see map 2).
Evidence of commoners allying across city walls was overwhelmingly
one of silence. I have uncovered over 600 incidents of popular insurrection
in the Italian peninsular alone from c.1200 to 1425. Only three reveal alli-
ances between popular rebels in towns and rural districts. Frist, Modena,
during a particularly frigid winter in 1305, provides the most striking ex-
ception, and I know of no modern historian to have noticed it. According
24 Cronaca senese attribuita ad Agnolo di Tura detta la cronaca maggiore, in A. Lisini and F. Iacometti
(ed.), xv/6.1 Cronache Senesi, Rerum Italicarum Scriptores, Nuova edizione [hereafter, ris1]
Bologna, Nicola Zanichelli, 1931-9, 15/6.1, pp. 375-80; and Frammento di cronaca senese di ano-
nimo (1313-1320), in Cronache senesi..., op. cit., p. 172.
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138 | Samuel K. Cohn, Jr
mccclxxxvii, in ris, vol. xiii, cols 1238-70, 1262; and S. K. Cohn, Jr, Lust for Liberty, p. 171.
28 G. and B. Gatari, Cronaca Cararesse confrontata con la redazione di Andrea Gatari (1318-1407), A.
Medin and G. Tolomei (ed.), ris1, 17/1, Città del Castello: S. Lapi, 1942-8, pp. 326-9.
29 Chronicon Parmense, 1008-1309, anonymo synchrono, ris, cols 870-1.
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* * *
By contrast, even though I have discovered less than half the number
of popular insurrections in England over a longer period--from Longbeard’s
revolt in London of 1196 to Jake Cade’s in 1450--than I found for Italy,
alliances among rebels in cities, towns, and villages are readily found in
chronicles and royal and municipal records. 32 On this score, the so-called
English Peasants’ Revolt was no exception. Space requires mentioning only
a few. 33 In 1266, townsmen of Stonor (Stonore) and Sandwich allied with
rural dependents of Canterbury’s priory of Saint Augustine and burnt the
water mills belonging to the abbey. 34 In 1318, these townsmen allied with dis-
contents from other towns and rural hamlets along the southern portion of
the Thames estuary to attack the priory again. In 1368 citizens of Stonor and
Sandwich allied yet again and this time with citizens of the Cinque Ports and
villagers across the region (see map 3). With armed force, they invaded the
priory’s buildings to recover their chattels, which the abbot had impounded
to cover «certain customs and services», he claimed they owed. 35
In 1343 and 1344, the priory continued to provoke Canterbury’s citi-
zens and those in small towns and villages to negotiate with one another and
form alliances. Canterbury’s elected bailiffs summoned «all their citizens,
aged 16 to 60» to assemble and to take an oath of unity, 36 whereby they
30 Chronicon estense cum additamentis usque ad annum 1478, G. Bertoni and E. P. Vicini (ed.), ris1,
15/3, Città di Castello, S. Lapi, 1908-1929), p. 511: «maximam multitudinem comitatinorum».
31 Corpus Chronicorum Bononiensium, A. Sorbelli (ed.), 3 vols., ris1, Città di Castello, S. Lapi, 1910-
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
Map 3
140 | Samuel K. Cohn, Jr
Map 3.
attacked the priory’s manors in the city’s surrounding districts. 37 At the end
of the year and into 1344, this movement reached beyond Canterbury’s city
walls. Allegedly, «aided and abetted» by Canterbury’s bailiffs and others
from the city, its citizens allied with those from surrounding market towns
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The thickness of city walls | 141
and villages to prevent juries and assizes from investigating «assaults, mur-
ders, mutilations, robberies, and other outrages in divers parts of the coun-
ty» that according to the crown had been committed by Kent’s allied rebels
over the past year. 38
Monastic lordship and recalcitrance to negotiate with burgesses over
juridical rights, local fairs, and other governmental prerogatives galvanized
further cross-city and city/countryside alliances in other towns. During the
political crisis at the end of Edward II’s reign, 1327 to 1328, Londoners
travelled to the monastic boroughs of St Albans and Bury St Edmunds,
where they met local burgesses in taverns to plan tactics and draft de-
mands to be presented to the abbeys. 39 On 14 January, 3,000 townsmen
broke into St Edmunds’ monastery, imprisoned monks, robbed the treas-
ury, stole papal charters, removed the monastery’s guards, replaced them
with townsmen, elected their own aldermen, prohibited the convent from
ringing its bells, and imposed their own on the town. In another revolt in
October, Bury’s burgesses ventured again beyond their city limits, seeking
advice and support from London. Reacting against the abbey’s imprison-
ing resident women and children, the burgesses torched the abbey, 40 then
took their battle to the countryside, plundering and burning twenty-two of
the abbey’s manors. 41
Extramural assistance to burgesses in towns controlled by Benedic-
tine monasteries was not limited to Londoners. During the same political
crisis of Edward II in 1327-8, Abingdon’s monastic burgesses disrupted
their abbey’s monopolies, markets, fairs, and tribunals, and then laid siege
to the monastery. In one royal commission, 74 of these rebels’ were list-
ed: of those identified by place, seven were from Abingdon and sixteen
from surrounding villages. In addition, others came from further afield:
two from Gloucester, one from Saint Fredeswilda (then, outside Oxford),
38 Ibid., p. 284, 1344.ii.7. A second commission the same day charged others listed from Canter-
bury with breaching the peace in Kent, again «with the aid and assent» of the city’s bailiffs;
ibid., p. 278.
39 Depraedatio Abbatiae Sancti Edmundi, in T. Arnold (ed.), Memorials of St Edmund’s Abbey, Roll
Series. Rerum Britannicarum medii aevi scriptores, 119 vols. London, Public Record Office,
1858-96) [hereafter rs], vol 96, 1892), pp. 329-30 and 332, and Trenholme, The English Monas-
tic..., op. cit., p. 38 (for St Albans).
40 Calendar of Plea and Memoranda Rolls Preserved among the Archives of the Corporation of the City
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and nineteen from the city of Oxford, who had travelled to Abingdon to
assist burgesses. 42 According to the principal chronicler of these events, the
Oxford insurgents were students. 43
Certainly, monastic boroughs were not the only towns to witness ex-
tramural alliances and where commoners from towns and the country-
side united in common cause against the abuses or impositions of elites.
England’s next major crisis of kingship and political control came in 1347
when Edward III was absent from England, leading military campaigns at
Calais and Gascony. 44 With this reheating of the Hundred Years’ War, King
Edward imposed new taxes and requisitioned 699 ships to be fully laden
with grain and other supplies at eighty-three English ports from Bamburgh
to Bristol during one of the worst years of scarcity since the Great Famine
of 1316-18. 45 The result was widespread revolt across cities, towns, and vil-
lages. These were not, however, bread riots incited by the utterly destitute.
Instead, they were revolts of citizens led by skilled artisans, who succeeded
in achieving radical reforms (at least in the short term) that toppled munic-
ipal governments.
At Boston, the insurgents elected their own leader, a cordwainer as
their «captain and mayor». They boarded ships, licensed by the king, lad-
en with corn and other victuals, plundered the ships, and imprisoned city
elites («good men»), who opposed them. 46 The insurgents then assumed
royal prerogatives by legislating that all who had left town return imme-
diately; otherwise, their homes would be destroyed. At King’s Lynn, re-
bels used armed force to seize corn brought to town for sale and sold
it themselves. «Without process of law», they brought corn merchants to
the town’s pillory, where they were tried. They assumed control of the
town, arresting the mayor and other elites, compelling them to abide by
the rebels’ «divers quasi-royal proclamations». 47 These rebels along with
king, recalling its supplications from 1344 and repeated in the last session of Parliament in
1346. It decried the tax burdens placed on the populace (the fifteenths, ninths and on wool) to
support war efforts in France; The Parliament Rolls of Medieval England, C. Given-Wilson (ed.),
Woodbridge, Boydell Press; London, National Archives, 2005, Edward III, January 1348,
membranes no. 2, items 16, 20-2, no. 4, items 44 and 57, and no. 5, item 59.
45 J. Sumption, The Hundred Years War, i: Trail by Battle, London, Faber and Faber, 1990, pp. 577-
579.
46 cpr 1345-8, op. cit., p. 381, 1347.vii.16.
47 Ibid., p. 388, 12.vii.1347.
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The thickness of city walls | 143
48 cpr 1345-8, op. cit., p. 392, 1347.vii.12. Law and order appear to have already been break-
ing down in Bristol by April. Because of increased disturbances by those who «wander and
run about by day and night perpetrating in divers ways damages, evil-doings and excesses»,
a royal charter granted the mayor, bailiffs and «worthy men» increased powers to punish
«evil-doers» and «make anew one cage for prisoners within the town» as «used in London»;
Bristol Charters, 3 vols., Bristol, Bristol Records Society’s Publications, i: 1155-1373, pp. 8-11.
49 cpr, op. cit., p. 455, 1347.ix.11.
50 Ibid., pp. 383, 1347.vii.20; 589, 1347.x.10; 455; 382, 1347.vii.8
51 Ibid., pp. 156, 1348.v.20.
52 Ibid., p. 157-8, 1348.v.20.
53 T. Walsingham, The St Albans Chronicle: The Chronica maiora of Thomas Walsingham, J. Taylor
(ed.) and W. R. Childs (trans.), Leslie Watkiss, 2 vols, Oxford, Oxford University Press, 2003-
11, ii, pp. 440-1. On the social composition of Scrope’s followers, see D. Piroyansky, Martyrs
in the Making: Political Martyrdom in Late Medieval England, Basingstoke, Palgrave Macmillan,
2008, pp. 67-71: «it centred on the laity, men and women alike». For a view that the revolt
comprised predominately the clergy, see C. Liddy, «William Frost, the City of York and
Scrope’s Rebellion of 1405», in P. J. P. Goldberg (ed.), Richard Scrope: Archbishop, Rebel, Martyr,
Donington, Shuan Tyas, 2007, pp. 64-85.
54 T. Walsingham, The St Albans Chronicle..., op. cit., ii, pp. 440-1.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
144 | Samuel K. Cohn, Jr
Conclusion
55 For these, see my Lust for Liberty..., op. cit., pp. 77-9, 97, 105, 124, 145, 162, 206-7, and 234.
56 Among other places, S. K. Cohn, Jr, Lust for Liberty..., op. cit., pp. 53-7, 78-9 and 107; and
J. Dumolyn and Y. Haemers, «Patterns of Urban Rebellion in Medieval Flanders», Journal of
Medieval History, 31, 2005, pp. 369-93.
57 B. Corio, Storia di Milano, A. Butti and L. Ferrario (ed.), 3 vols, Milan, Franco Colombo, 1855-
6, ii, p. 467.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
The thickness of city walls | 145
58 Such incidents are described in the criminal sentences of the Podestà and Capitano del Popo-
lo from 1343 to the Black Death.
59 S. K. Cohn, Jr, Women in the Streets: Essays on Sex and Power in Renaissance Italy, Baltimore,
Johns Hopkins University Press, 1996,, ch. 6; idem, «Highlands and Lowlands in Late Medie-
val Tuscany», in D. Broun and M. MacGregor (ed.), Morum Mòr nam Gall, «The Great Ill-Will
of the Lowlander»?: Lowland Perceptions of the Highlands, Medieval and Modern, Glasgow, Centre
for Scottish and Celtic Studies, 2007, pp. 110-27; C. Bec, « La paysan dans la nouvelle toscane
(1350-1530)», in Civiltà ed economia agricola in Toscana nei secc. xiii-xv: Problemi della vita delle
campagne nel tardo medioevo (Pistoia, 21-24 aprile 1977, pp. 29-52. Centro italiano di studi di
storia e d’arte Pistoia, Pistoia, Presso la sede del Centro, 1981: «Et l’on passe, de Boccace à
Sermini, du dédain propre à l’intellectuel à une sorte d’agression moraliste et idéologique»
(p. 40).
60 The Political Songs of England from the Reign of John to that of Edward II, T. Wright (ed.), Camden
Society, 6, London, Publications of the Camden Society, 1839; and Anglo-Norman Political
Songs, I. S. T. Aspin (ed.), Oxford, Published for the Anglo-Norman Text Society by B. Black-
well, 1953. The most notable exception to this literary tradition is John Gower’s Vox Clamantis,
written after the English Rising of 1381, his «vision of rebels changing into beasts... suddenly
turned savage and dangerous to men»; on this work, see among other places, E. B. Fryde,
Peasants and Landlords in later Medieval England c. 1380-c. 1525, London, St Martin’s Press,
1996, p. 31; and R. Hilton, Bond Men Made Free: Medieval Peasant Movements and the English
Rising of 1381, London, Temple Smith, 1973, p. 176.
61 Among other places, see Hilton, Bond Men Made..., op. cit., 152 and on fourteenth-century po-
ems such as «The Outlaw’s Song of Trailbaston»; also see E. Powell, Kingship, Law, and Society:
Criminal Justice in the Reign of Henry V, Oxford, Oxford University Press, 1989, p. 39, on Robin
Hood and popular notions of law and justice.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
El campesinado mudéjar de la
Valencia bajomedieval. De la libertad
a la servidumbre (siglos xiii-xv)*
Enric Guinot Rodríguez**
Universitat de València
[email protected]
U
n día a primeros del año 1398, al despuntar el alba, doña Sibilia de Puig-
Pardines, esposa del caballero Andreu Martínez de Vallterra, constató
que se había quedado prácticamente sola, únicamente en compañía de
sus dos hijas pequeñas y pocas personas más. Esto había sucedido en la peque-
ña población, más bien alquería, llamada Sot (actualmente el municipio de Sot
de Ferrer), situada entonces dentro de los términos generales de la ciudad de
Segorbe (actual provincia de Castellón). Durante la noche, varias decenas de
sus vecinos, todos ellos mudéjares, hombres, mujeres y niños, acompañados
de sus animales y cargados con las pertenencias muebles que pudieron aco-
piar, habían abandonado silenciosamente sus casas y el lugar, refugiándose en
localidades vecinas o en el arrabal/morería de la cercana ciudad de Segorbe.
Inmediatamente la señora envió aviso a su marido, que estaba en la ciudad de
Tarragona ya que su hermano, don Íñigo de Vallterra, era el arzobispo. Acu-
dió aquel lo más rápido posible y, según relata en el pleito judicial que sucedió
a estos hechos, llegando «al dito lugar de Sot, aquell trobé solo, desemparado,
sin que persona alguna no estava ni habitava en aquell [...]» 1.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
148 | Enric Guinot Rodríguez
Ibidem.
2
Sobre los Vallterra como linaje, algunos datos de contexto en J. Corbalan de Celis y H. Borja
3
Cortijo, «Los Vallterra y la capilla del Salvador: nuevas interpretaciones», Boletín de la Socie-
dad Castellonense de Cultura, 72:2, 1996, pp. 179-188; idem, «La biblioteca del señor de Torres
Torres: el doncel Joanot de Vallterra», Estudis Castellonencs, 8, 1998-1999, pp. 181-197.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
El campesinado mudéjar de la Valencia bajomedieval | 149
4 Sobre la nobleza valenciana bajomedieval y sus niveles puede verse C. López Rodríguez, No-
bleza y poder político en el Reino de Valencia (1416-1446), Valencia, puv, 2005; V. Pons Alós, «Los
Trastámara y la nueva nobleza valenciana», en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón,
Jaca 1993, t. 1, vol. 5, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1996, pp. 243-256; F. Garcia-
Oliver, Terra de feudals, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 1991, pp. 67-94; A. Furió, «Sen-
yors i senyories al País Valencià al final de l’Edat Mitjana», Revista d’Història Medieval, 8, 1997,
pp. 109-152; E. Guinot Rodríguez, «Aproximació a la noblesa valenciana en la segona meitat
del segle xv», en XVI Congresso Internazionale di Storia della Corona d’Aragona, Napoli, Paparo edi-
zioni, 2000, pp. 899-917; S. Ponsoda López de Atalaya, «Noblesa i poder polític al sud del regne
de València. Segle xv (1458-1516)», tesis doctoral en línea, Alicante, Universidad de Alicante,
2014; J. Saiz Serrano, «Nobleza y expansión militar de la Corona de Aragón: la nobleza valen-
ciana en las guerras del rey (1420-1448)», Anuario de Estudios Medievales, 33:2, 2003, pp. 729-780;
J. Pastor Fluixà, «Nobles i cavallers al País Valencià», Saitabi, 43, 1993, pp. 13-54.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
150 | Enric Guinot Rodríguez
sociedad. Con todo, aún ahora son muy escasas las aproximaciones de tipo
general, que vayan de la conquista a los bautizos como moriscos, en una vi-
sión de larga duración, tal como han hecho A. Furió, J. Torró o J. Hinojosa 5.
Porque los especialistas existen y con obras realmente importantes, si
bien en la práctica suelen estar bastante centrados en cada uno de los respec-
tivos siglos bajomedievales, como es el caso de los trabajos muy detallados
de Robert I. Burns sobre los primeros tiempos mudéjares en el siglo xiii, e
incluso tan solo sobre los del reinado de Jaime I (1213-1276) 6. Esto también
sucede, por ejemplo, con los más recientes y amplios de perspectivas de Jo-
sep Torró sobre justamente cómo pasaron de andalusíes a mudéjares 7, y pa-
recido es el caso de Brian Catlos para el conjunto de la Corona de Aragón 8.
Similar es el caso de los importantes trabajos de la profesora M.ª Teresa
Ferrer i Mallol sobre los mudéjares de la Corona de Aragón y especialmen-
te sobre los de la llamada Gobernación de Orihuela, en el sur del reino
valenciano, muy centrados cronológicamente en el siglo xiv y a partir de
las fuentes de la Cancillería real 9. E igualmente sería el caso de otros espe-
cialistas en mudejarismo valenciano centrados básicamente en el siglo xv,
caso de M. Ruzafa y sus estudios mayoritariamente sobre la morería de la
ciudad de Valencia, sus élites y su actividad comercial 10; el de M. Meyerson
1973, pp. 199-225; idem, Moros, cristians i jueus en el Regne croat de València, Valencia, E. Climent,
1987; idem, Colonialisme medieval, Valencia, E. Climent, 1987; idem, Islam sota els croats, 2 vols.,
Valencia, E. Climent, 1991.
7 J. Torró, El naixement d’una colònia. Dominació i resistència a la frontera valenciana (1238-1276),
Valencia, puv, 1999; idem, «Els musulmans de la Corona d ‘Aragó en temps de Jaume I», en
R. Narbona (ed.), Jaume I i el seu temps 800 anys després: encontres acadèmics de Castelló, Alacant i
Valencia, actes, Valencia, Fundació Jaume II el Just-puv, 2012, pp. 109-132.
8 B. A. Catlos, The victors and the vanquished: Christians and Muslims of Catalonia and Aragon, 1050-
1988; idem, La frontera amb l’Islam en el segle xiv. Cristians i sarraïns al País Valencià, Barcelona,
csic, 1988; idem, Els sarraïns de la Corona catalano-aragonesa en el segle xiv. Segregació i discrimi-
nació, Barcelona, csic, 1987.
10 M. Ruzafa García, «Los mudéjares en el desarrollo mercantil valenciano del Cuatrocientos»,
Revista d’Història Medieval, 2, 1991, pp. 179-189; idem, «Los operadores económicos de la mo-
rería de Valencia», Actas del IV Simposio Internacional de Mudejarismo: Economía, Teruel, Instituto
de Estudios Turolenses, 1992, pp. 247-259; idem, «Elites valencianas y minorías sociales: la
élite mudéjar y sus actividades (1370-1500)», Revista d’història medieval, 11, 2000, pp. 163-187.
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El campesinado mudéjar de la Valencia bajomedieval | 151
11 M. D. Meyerson, Els musulmans de València en l’època de Ferran i Isabel, València, ivei, 1994;
idem, «The Survival of a Muslim Minority in the Christian Kingdom of Valencia (Fifteen-
th-Sixteenth Centuries)», en Conversion and Continuity: Indigenous Christian Communities in Is-
lamic Lands, Eighth to Eighteenth Centuries, Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies,
1990, pp. 365-380.
12 M.ª C. Barceló Torres, Minorías islámicas en el País Valenciano. Historia y dialecto, Valencia, Uni-
puv, 2003.
14 M. Ruzafa García, «Los mudéjares en las sociedades peninsulares de la Baja Edad Media: la
Corona de Aragón», en Rentas, producción y consumo en España en la Baja Edad Media (Sesiones
de Trabajo. Seminario de Historia Medieval. Zaragoza, 2000), Zaragoza, Universidad de Zaragoza,
2001, pp. 89-107.
15 J. Torró, «El urbanismo mudéjar como forma de resistencia. Alquerías y morerías en el reino
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
152 | Enric Guinot Rodríguez
muy mayoritaria en los señoríos nobiliarios, de tal forma que hubo comar-
cas en que fueron la población mayoritaria o casi general hasta el siglo xvi
aunque realmente nos sea imposible por ahora evaluar con cierta precisión
sus niveles demográficos. Además, como vasallos en dichos señoríos, fueron
objeto de una presión económica, exacción de rentas y obligaciones perso-
nales casi siempre superiores a la de sus vecinos cristianos 16.
Sus actividades económicas fueron muy mayoritariamente rurales,
mucho más agrícolas que ganaderas, y con un nivel de riqueza bajo o muy
bajo 17. En cambio fueron bastante limitadas las actividades artesanales, con
oficios de bajo nivel de especialización, sin capacidad de competir finan-
cieramente y con una exclusión de las corporaciones de oficio organiza-
das en el mundo urbano a partir del 1300 18. Probablemente este reducido
espacio artesanal lo sea más que en el caso del vecino reino de Aragón, a
no ser que haya un cierto espejismo con este último en cuanto a la imagen
construida por la bibliografía. Y si limitadas fueron sus actividades arte-
sanales, aún más lo fueron las actividades comerciales de cierta entidad,
personalizadas en muy pocas familias y más del siglo xv, tal como ha
estudiado M. Ruzafa 19.
Valencia, E. Climent, 1995, pp. 137-173; idem, «Las relaciones económicas entre los mudé-
jares valencianos y el reino de Granada en el siglo xv», en Relaciones exteriores del Reino de
Granada. Actas del IV Coloquio de Historia Medieval Andaluza, Almería, Diputación Provincial,
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El campesinado mudéjar de la Valencia bajomedieval | 153
1988, pp. 343-381; idem, «Los mudéjares en el desarrollo...», op. cit., pp. 179-189; idem,
«Los operadores económicos...», op. cit., pp. 247-259; idem, «Elites valencianas...», op. cit.,
pp. 163-187.
20 M.ª T. Ferrer i Mallol, Els sarraïns de la Corona..., op. cit., pp. 105-209; M. Ruzafa García, «La
riscos, a los saqueos de las naves turcas, a los moros de las guerras de Marruecos del siglo xix
y xx y que llega a los moros de Franco en la Guerra Civil de 1936-1939.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
154 | Enric Guinot Rodríguez
F. Roca Traver, «Un siglo de vida mudéjar en la Valencia medieval (1238-1338)», Estudios
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El campesinado mudéjar de la Valencia bajomedieval | 155
mente en ese período histórico, y que incide, entre las muchas vertientes
que analiza, en esa visión del equilibrio y el «buen pacto» en la creación del
mundo mudéjar valenciano 25. De hecho, la cuestión del cómo del contacto
entre sociedad feudal y sociedad andalusí en el marco de las conquistas es
un clásico historiográfico y vuelve a ser planteado periódicamente, tal como
evidencian las investigaciones más recientes de J. Torró o B. Catlos, por
ejemplo 26.
Pero lo que queremos subrayar ahora es que, al mismo tiempo, un
aspecto fundamental de esta llamada «repoblación» fue la instauración del
modelo de relaciones sociales feudales. Así pues, este fue el momento his-
tórico en el que el campesinado andalusí perdió su libertad en el marco de
un Estado musulmán, sometido evidentemente a la fiscalidad de este, para
dar paso a lo que se ha dado en llamar «mudejarismo». Esto es, a que las
comunidades andalusíes que no fueron expulsadas forzadamente a raíz de
estas guerras, o que huyeron de forma colectiva o individual en el marco de
esas décadas de la llamada «repoblación», pasaron a quedar enmarcadas en
un modelo de relaciones sociales feudales, bien en el marco del señorío o en
el del realengo, pero en ambos casos modelo feudal. Y el mecanismo básico
y general de su concreción en cada una de las nuevas unidades de encuadra-
miento (señorío o lugar de realengo) fueron las cartas pueblas.
Es en ellas donde, de forma colectiva, se regulan, especifican y con-
cretan las obligaciones y rentas a pagar a la clase nobiliaria, o la corona
detentadora del señorío feudal, por la tierra u otros aspectos por parte de
los nuevos repobladores cristianos o de la población anterior andalusí no
expulsada. En el caso concreto de las comunidades ya mudéjares, estas
cartas pueblas tuvieron en parte un carácter de «pactos» entre población
indígena y conquistadores, incluso bajo la forma de capitulación, especial-
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
156 | Enric Guinot Rodríguez
mente en los años de las conquistas militares entre 1233 y 1278 aproxima-
damente. Además, también contienen de una forma más o menos detalla-
da la regulación de las rentas, pagos y sometimiento al poder político y
jurisdiccional del poder feudal respectivo, bien fuese la corona, un noble
laico o una institución eclesiástica, tal como ha estudiado P. Guichard,
R. I. Burns, J. Torró o E. Guinot 27.
Es así como se produjo una general expropiación de las tierras y casas
de la población andalusí, perdiendo la propiedad de la tierra pues esta pasó
a ser señorial, en señorío territorial en términos clásicos. Simultáneamente
la carta puebla/carta de capitulación procedía a establecérsela a las mismas
familias, pero ya en condición de propiedad compartida según el régimen
jurídico de la enfiteusis regulado en las leyes de la Corona de Aragón y el
Fuero de Valencia 28. Ello comportaba tanto la existencia de derechos sobre
dicha tierra por parte de los señores como la privatización nobiliaria de las
rentas e impuestos que se les cobraban, aunque una buena parte de ellos
existiesen ya en su variedad y nivel de exacción bajo el Estado almohade
desaparecido con la conquista, tal como argumentó muy razonablemente
P. Guichard en su momento 29.
Igualmente, esta señorialización general de los mudéjares comportó su
paso a ser vasallos y por tanto la pérdida de la libertad, tanto individual
como colectiva de la comunidad organizada en aljamas, dado el control
político de la corona o señores sobre las autoridades locales mudéjares (ala-
mín, alcadí, etc.). Más allá de lo tensas que pudiesen ser la relaciones entre
las comunidades locales andalusíes y el Estado musulmán, la instauración
de la sociedad feudal significó en el caso de la población mudéjar su pasó
general a depender de un poder privado y de sometimiento no solo político
sino también jurisdiccional.
gènesi de les senyories i l’establiment de les terres», en F. Sabaté y J. Farré (eds.), El temps i
l’espai del feudalisme, Lleida, Pagès Editors, 2004, pp. 421-442.
29 P. Guichard, Al-Andalus frente..., op. cit., pp. 613-657.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
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158 | Enric Guinot Rodríguez
32 J. Torró, El naixement d’una colònia..., op. cit., pp. 187-237; E. Guinot, «“Donamus et concedi-
mus vobis”. Monarquia i senyorialització del Patrimoni Reial al País Valencià en temps de
Jaume II», en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón, t. 1, vol. 1, Zaragoza, Institución
Fernando el Católico, 1996, pp. 221-235; M. Ruzafa García, «Señores cristianos y campesinos
mudéjares en el País Valenciano (siglo xv)», en Señorío y Feudalismo en la Península Ibérica, t. 3,
Zaragoza, Institución Fernando el Católico, t. 3, 1993, pp. 423-434.
33 E. Guinot, «El repartiment feudal de l’Horta de València al segle xiii: jerarquització social i
reordenació del paisatge rural», en E. Guinot y J. Torró (eds.), Repartiments a la Corona d’Aragó
(segles xii-xiii), Valencia, puv, 2007, pp. 111-196; J. Torró, «Guerra, repartiment i colonització
al regne de València (1248-1249)», en E. Guinot y J. Torró (eds.), Repartiments medievals..., op.
cit., pp. 201-276.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
El campesinado mudéjar de la Valencia bajomedieval | 159
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
160 | Enric Guinot Rodríguez
J. Torró, «Els camperols musulmans...», op. cit., pp. 201-212; J. Torró, «Del almagram a las
36
particiones de frutos. Las cargas agrarias en las aljamas musulmanas del Reino de Valencia»,
en R. Vallejo Pousada (ed.), Los tributos de la tierra. Fiscalidad y agricultura en España (siglos xii-
xx), Valencia, puv, 2008, pp. 185-222; E. Guinot, «Los mudéjares de la Valencia medieval:
renta y señorío», Áreas. Revista de Ciencias Sociales, 14, 1992, pp. 27-48; J. Hinojosa, «La renta
feudal de los mudéjares alicantinos», en Señorío y Feudalismo en la Península Ibérica, vol. 2, Zara-
goza, Institución Fernando el Católico, 1993, pp. 105-130; J. Hinojosa, «La gestión de la renta
feudal en Crevillente durante el siglo xv», IV Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel,
Instituto de Estudios Turolenses, 1992, pp. 319-338; S. Ponsoda, «Rentas y derechos señoria-
les de los Cárdenas en sus dominios valencianos del Vinalopó (Elche, Crevillente y Aspe)»,
Medievalismo, 21, 2011, pp. 225-250; J. Aparici Martí, «Aproximación socio-económica a los
mudéjares y moriscos de Artana», IX Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, Centro de
Estudios Mudéjares, 2004, pp. 135-156.
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1395, 1401, 1408...). Y en paralelo, la gran crisis bélica de las Guerra de los
Dos Pedros, que destrozó la dinámica económica de la Corona de Aragón
durante más de una década y con todas sus secuelas laterales. Entre ellas, la
más conocida y citada es la crisis fiscal de la Corona de Pedro el Ceremo-
nioso, con la eclosión de la deuda pública y el aumento de la fiscalidad de
Estado con nuevos impuestos sobre el conjunto de la población 39. Pero, en
cambio, conocemos menos el impacto de la guerra en la migración forzada
de la población, concretamente de las comarcas alicantinas y del interior
de la actual provincia de Valencia durante los años de la guerra, migración
que tuvo en la población mudéjar de esas zonas uno de sus protagonistas
relevantes 40. Además, a ello se añade otro hecho también conocido puntual-
mente pero no bien analizado aún, y es el de las acusaciones de colabora-
ción con la monarquía castellana que recibieron muchas de las comunidades
mudéjares valencianas y las represalias que sufrieron por ello.
En conjunto, pues, consideramos que esta segunda mitad del siglo xiv
marcó una nueva época respecto a la situación de los mudéjares valencianos.
Por un lado, porque la nobleza y sus señoríos protagonizaron una grave cri-
sis de sus bases de funcionamiento ordinario en el aspecto económico y en
los ingresos que obtenían, lo que les llevó a explorar todas las vías posibles
de aumento de la presión fiscal sobre sus vasallos, tal como se ha estudiado
en los pequeños señoríos de Sumacàrcer, Catarroja o Manises 41. Y por otro
lado, porque el campesinado mudéjar tuvo que sobrevivir al conjunto de la
crisis del mundo rural de esos años, pero también hacer frente a la ofensiva
39 A. Furió, «L’impôt direct dans les villes du royaume de Valence», en La fiscalité des villes au
Moyen Âge (Occident méditerranéen). 2. Les systèmes fiscaux, Toulouse, Privat, 1999, pp. 169-199;
A. Furió, «Deuda pública e intereses privados. Finanzas y fiscalidad municipales en la Coro-
na de Aragón», Edad Media, 2, 1999, pp. 35-79; idem, «Estructures fiscals, pressió impositiva
i reproducció econòmica al País Valencià en la Baixa Edat Mitjana», en Corona, Municipis i
Fiscalitat a la Baixa Edat Mitjana, Lleida, Institut d’Estudis Ilerdencs, 1997, pp. 495-525.
40 M.ª T. Ferrer i Mallol, «La frontera meridional valenciana durant la guerra amb Castella,
dita dels Dos Peres», en Pere el Cerimoniòs i la seva època, Barcelona, csic, 1989, pp. 245-357;
J. V. Cabezuelo, La Guerra de los Dos Pedros en tierras alicantinas, Alicante, Instituto de Cultura
Juan-Gil Albert, 1991.
41 V. Pons Alós, El señorío de Sumacàrcer en la Baja Edad Media. De mudéjares a moriscos, Xàtiva,
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42 arv, Real, reg. 40, f. 110r-v. Explica el caso C. López, Nobleza y poder político..., op. cit., pp. 160-
161.
43 J. Aparici Martí y C. Rabassa, «Borriol durant la Baixa Edat Mitjana (segles xiii-xv)», en
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Véase el estudio de C. López, Nobleza y poder político..., op. cit., y el de S. Ponsoda, «Noblesa
44
i poder polític...», op. cit., y casos de linajes como los estudiados por M. Rodrigo, «L’orgull
del cavaller. L’ascensió del llinatge Sorell (València, segles xiv-xvii)», eHumanista, 4/2013,
pp. 165-200; J. Saiz, «Nobleza y expansión militar de la Corona de Aragón: la nobleza valen-
ciana en las guerras del rey (1420-1448)», Anuario de Estudios Medievales, 33:2, 2003, pp. 729-
780; F. Aparisi, N. Rangel y V. Royo, «La petita noblesa valenciana davant l’emergència de
l’Estat. El senyoriu d’Hug de Cardona en el segle xv», en A. Martínez, N. Puig y M. Viader
(eds.), Les senyories a la Catalunya baixmedieval (ss. xiii-xv). Actes I Seminaris d’Estudis Medievals
d’Hostalric, 2008, Barcelona, Ajuntament d’Hostalric, 2009, pp. 98-108.
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45 Los textos pueden verse en E. Guinot, Cartes de poblament medievals valencianes, Valencia, Ge-
neralitat Valenciana, 1991.
46 J. Sánchez Adell, «Repoblación de Castellón de la Plana con moros de Borriol en el siglo xv»,
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48 arv, Mestre Racional, n. 9.565, mà 6, f. 2 y ss. Cita C. López, Nobleza y poder político..., op. cit.,
p. 161.
49 C. Díaz de Rábago, Los musulmanes del norte..., op. cit.; A. Furió, «Endettement paysan et
crédit dans la Péninsule Ibérique au Bas Moyen Âge», en Endettement paysan et crédit rural
dans l’europe médiévale et moderne. Actes des XVII es Journées Internationales d’Histoire de l’Abbaye
de Flaran, septembre 19, Toulouse, Privat, 1998, pp. 139-167; P. Viciano, «Marché du crédit et
structuration de l’espace rural. Le Pays Valencien au xv e siècle», Histoire et sociétés rurales, 21,
2004, pp. 11-38.
50 Furs del Regne de València, G. Colón y A. Garcia (eds.), vol. iii, Barcelona, Barcino, 1978, privi-
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4. Balance final
57 V. Baydal Sala y F. Esquilache, «Exploitation and differentiation: economic and social stratifi-
cation in the rural muslim communities of the kingdom of Valencia, 13th-16th centuries», en
F. Aparisi y V. Royo (coords.), Beyond lords and peasants: rural elites and economic differentiation
in pre-modern Europe, Valencia, puv, 2014, pp. 37-67.
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El mundo rural y la comunidad política.
Cultura política y conflictividad en la Corona
de Castilla a fines de la Edad Media
Hipólito Rafael Oliva Herrer
Universidad de Sevilla
[email protected]
E
n anteriores ocasiones me he ocupado de la conflictividad en el mun-
do rural de fines el medievo, de modo que mi intención en este trabajo
es situar esta conflictividad en el marco de desarrollos más complejos
y en particular el de la evolución de la cultura política en el campo castella-
no en la baja Edad Media. A lo largo de este texto trataré de ofrecer algunas
respuestas a dos preguntas concretas. La primera podría formularse en estos
términos: ¿Cuáles son las diferencias más significativas que encontramos
entre las concepciones políticas soportadas desde el mundo rural entre, di-
gamos 1300 y 1520? La segunda, obviamente, tiene que ver con el encaje de
la conflictividad en ese escenario de transformación.
Para tratar de responder, comenzaré con el análisis de un texto que nos pro-
porcionará algunas claves. Se trata de una ordenanza municipal promulgada
en la villa de Becerril de Campos en 1501, situada en la región de Tierra de
Campos, en el corazón de Castilla 1. Se trata de un texto bastante excepcio-
nal por varias cuestiones y la dificultad para encontrar otros documentos de
similar riqueza informativa es sin duda una de ellas. Por lo demás, la orde-
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2 Para un análisis detallado del contexto, H. R. Oliva Herrer, La Tierra de Campos a fines de la
Edad Media. Economía, Sociedad y acción política campesina, Valladolid, Universidad de Vallado-
lid, 2002, pp. 223-278.
3 C. Estepa Díez, Las behetrías castellanas, Valladolid, Junta de Castilla y León 2003.
4 B. Clavero, «Behetría 1255-1365.Crisis de una institución de señorío y de la formación de un
derecho territorial en Castilla», Anuario de Historia del Derecho Español, 44, 1974, pp. 311-340.
5 C. Estepa, Las behetrías..., op. cit., pp. 313-338.
6 Sobre esto, además del trabajo de C. Estepa ya citado, me permito envíar a mis propios traba-
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Otrosy por quanto asy commo los buenos trabajan e mueren por el bien
de la rrepublica han de aver galardon e sy los que lo contrario fezieren en
quebrantamiento destas dichas leys e hordenanças en daño desta dicha villa
es rreçon que ayan pena e vituperio por ello 8.
Que las tales casas... sean del dicho conçejo e vysto apropiarse a el e que
el dicho conçejo las derribe syn pena e calupnia alguna e que la teja e ma-
7 J. I. Gutiérrez Nieto, Las comunidades como movimiento antiseñorial: La formación del bando realista
en la guerra civil castellana de 1520-1521, Barcelona, Planeta, 1973; L. Fernández Martín, El mo-
vimiento comunero en los pueblos de Tierra de Campos, León, Centro de Estudios e Investigación
San Isidoro, 1979.
8 H. R. Oliva Herrer, Ordenanzas de Becerril..., op. cit., p. 201.
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Otrosy que cada e quando que se hallare alguna persona poderosa ve-
nir a bevir a esta villa o persona fija de algo deziendo que querie bevir en
esta villa... que la justicia e rregidores que a la sazon fueren vayan luego a
lo rrequerir que se vaya e salga desta dicha villa la tal persona o personas e
non quiera quebrantar nuestros previlejos e sy non quesiere yrse que fagan
luego rrepicar las canpanas a hermandad e que todos los vecinos de la dicha
villa que en ella se fallaren e oyeren las canpanas que vengan con sus armas
a favoresçer los justizias e fazer lo que les mandaren 10.
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12 Ibid., p. 345.
13 A. de Palencia, Gesta Hispaniensia ex annalibus surorum dierum collecta, en B. Tate y J. Lawrence
(ed.), vol. ii, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997, p. 465.
14 J. L. Martín, Enrique IV de Castilla: Rey de Navarra, Príncipe de Cataluña, 2003, p. 195; L. Suárez
Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación com arma política, Barcelona 2001, p. 283.
15 Sobre esta cuestión, J. Watts, «Popular voices in England in the war of the Roses, c. 1445-
c. 1485», en J. Dumolyn, J. Haemers et al. (dir.) The Voices of the People in Late Medieval Eu-
rope. Communication and Popular Politics, Brepols, Turnhout, 2014, pp. 107-122 y la conclusión
al volumen J. Firnhaber-Baker y D. Schoenaers (dir.), The Rouuledge History Handbook of Medi-
eval Revolts, Routledge, Abindong y New York, 2017. Para la Corona de Castilla, me permito
remitir a un trabajo propio anterior, H. R. Oliva Herrer, Justicia contra señores. El mundo rural
y la política en tiempos de los Reyes Católicos, Valladolid, Instituto de Historia Simancas/Univer-
sidad de Valladolid, 2004.
16 H. R. Oliva Herrer, Ordenanzas de Becerril..., op. cit., p. 199.
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Por quanto por defender las dichas hordenanzas e provecho desta dicha
villa puede acaesçer que algund vezino della muera agora por ella o que
algund señor le mande matar por caminos o en otra alguna parte e non seria
rrezon que los tales que los tales quedasen olvidados e sus fijos syn galardon
por ende ordenamos que el que asy moriere por causa de lo suso dicho que
el conçejo le honrre a su costa e le fagan las honrras de su enterramiento e
otrosy que luego sea escripto en el libro del conçejo el nonbre. suyo e el dia
que moriere e aya que el dia señalado para sienpre jamas le sea fecho un ani-
versario sobre su sepultura e lo pague el conçejo e que le crien el conçejo los
fijos sy fueren pequeños fasta que cada uno de ellos sea de hedad de quatorçe
años e mas que sea tenudo el dicho conçejo de luego quexar al rrey nuestro
señor e fazerle saber la dicha muerte 18.
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24 H. Casado Alonso, «Solidaridades campesinas...», op. cit., p. 298; B. Yun Casalilla, Sobre la
transición al capitalismo en Castilla. Economía y sociedad en Tierra de Campos (1500-1830), Vallado-
lid, Junta de Castilla y León, 1987, pp. 80-82; P. Martínez Sopena, El estado señorial de Medina
de Rioseco bajo el Almirante Enríquez (1389-1430), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1977,
pp. 137-140; A. García Sanz, Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja, Madrid, Si-
glo XXI, 1977, pp. 219-296; S. Hernández Vicente, «Agricultura, ganadería y transhumancia en
el concejo de Benavente durante el siglo xv y la primer mitad del xvi», Actas del Primer Congreso
de Historia de Zamora, vol. iii, Zamora, Diputación de Zamora, 1991, p. 65. J. Martínez Moro,
La Tierra..., op. cit., pp. 245-247; F. J. Fernández Conde, El señorío del cabildo oventense. Estructu-
ras agrarias de Asturias en el tardo medievo, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1994, pp. 190-204;
D. Rodríguez Blanco, La Orden de Santiago en Extremadura (siglos xiv y xv), Badajoz, Diputación
Provincial, 1985; M. A. Sánchez Rubio, El concejo de Trujillo y su alfoz en el tránsito de la Edad Me-
dia a la Edad Moderna, Badajoz, Unversidad de Extremadura, 1993, pp. 255-257; y E. Cabrera
Muñoz, El condado de Belalcazar (1444-1518). Aportación al estudio del régimen señorial en la Baja
Edad Media, Cordoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1977, pp. 277-279.
25 J. Valdeón Baruque, «Reflexiones sobre la crisis bajomedieval en Castilla», En la España Me-
dieval, 4, 1984, pp. 1047-1060; J. M. Monsalvo Antón, «Poder político y aparatos de estado en
la Castilla bajomedieval. Consideraciones sobre su problemática», Studia Historica, 2, 1986,
pp. 141-143; I. Beceiro Pita. El Condado de Benavente en el siglo xv, Salamanca, 1998, pp. 305-
316; P. Martínez Sopena, El estado señorial..., op. cit., pp. 134-168; J. Martínez Moro, La renta
feudal en la Castilla del siglo xv. Los Stúñiga. Consideraciones metodológicas y otras, Valladolid, Uni-
versidad de Valladolid, 1997, pp. 46-47 y 106-107; M. C. Gerbet y M. C. Quintanilla Raso,
La nobleza en la Corona de Castilla. Sus estructuras sociales en Extremadura (1454-1516), Cáceres,
Institución Cultural El Brocense, 1989.
26 Para un ejemplo de imposiciones directas en un señorío nobiliario J. C. Martín Cea, El mundo
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pos..., op. cit., pp. 420-436; F. J. Goicolea Julian, Haro: una villa riojana del linaje Velasco a fines
del Medievo, Logroño, 1999, pp. 259-270. Sobre esta cuestión, aunque para fechas posteriores
es fundamental el trabajo de W. A. Christian, Religiosidad local en la España de Felipe II, Ma-
drid, Nerea, 1991.
30 H. R. Oliva Herrer, La Tierra de Campos..., op. cit., pp. 423-436. W. A. Christian, Religiosidad
local..., op. cit.
31 J. L. Martín Martín, «Evolución de los bienes comunales en el siglo xv», Studia Historica. His-
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32 Sobre esta cuestión, H. R. Oliva Herrer, «Reacciones a la crisis de 1504 en el mundo rural
castellano», en H. R. Oliva Herrer y P. Benito i Monclús (dir.), Crisis de subsistencia y crisis
agrarias en la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007, pp. 259-275.
33 H. Casado Alonso, «Solidaridades campesinas...», op. cit., pp. 279-304; J. C. Martín Cea, «El
tidad campesina en la Castilla del Antiguo régimen, Madrid, Consejo Económico y Social, Comu-
nidad de Madrid, 2001.
35 De hecho este tipo de menciones aparecen en las ordenanzas tanto de pueblos de di-
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nición del poder local es analizar que tipo de recursos y estrategias de opo-
sición se despliegan en las críticas contra los gobernantes de estos concejos
rurales. Muchas de ellas se dirigían precisamente a minar su buen nombre
mediante acusaciones de falta de capacidad, corrupción moral, incapaci-
dad para el gobierno de sus asuntos privados o incluso, origines sociales
humildes. A este respecto es ilustrativo lo ocurrido en Támara de Campos
en un contexto de enfrentamiento por los cargos locales. Aquí, el alcalde
del pueblo fue victima de una campaña de descrédito mediante la aparición
pública de libelos en los que se tildaba a su mujer de adúltera 43.
El gobernante local debía proyectar una imagen de firmeza y fortaleza
de la voluntad, características que por otro lado se asocian a las definiciones
en uso de la masculinidad 44. Este aspecto queda ilustrado por la campaña
de rumores emprendida en una localidad del País Vasco, donde un oficial
del gobierno local fue acusado de carácter endeble y de falta de firmeza, al
afirmarse públicamente que estaba sometido «a la voluntad de su madre» 45.
El oficial local debe, no solo observar una conducta recta, también
debe proyectar una imagen en consonancia. Así lo ilustra, lo ocurrido en
Boadilla de Rioseco, donde un individuo entró en la reunión del concejo y
despojó al alcalde de la vara, al tiempo que lo increpaba llamándole borra-
cho y calvo 46. Lejos de limitarse a un enfrentamiento entre vecinos, se trata
de un acto de contenido político en el que se invocan valores de referencia
asociados a figura del oficial local, que debe incluso mantener una prestan-
cia que lo aleje de la idea de decrepitud.
Todo esto muestra hasta que punto la reputación era una cuestión im-
portante para detentar autoridad en las comunidades rurales. Fuertemente
vinculada a la noción reputación se encuentra la capacidad para mantener
la palabra dada. Conocemos casos de oficiales locales sometidos a campañas
de descrédito antes incluso de tomar posesión del cargo porque se conside-
raba que habían faltado a su palabra con anterioridad y se les consideraba
incapacitados para ejercer el gobierno de la comunidad 47.
gle in the cities of the Crown of Castile at the End of the Middle Ages, en C. Fletcher et al., The
Palgrave Handbook of Masculinity and Political Culture in Europe, Londres, Palgrave Macmillan,
pp. 161-178.
45 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias, c. 328, 28.
46 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias, c. 164, 28.
47 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias, c. 250, 35.
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Pero sin duda, una de las acusaciones más frecuentes dirigidas contra
los gobernantes locales fue la de perjurio. Así por ejemplo, en el pequeño
pueblo de Venialbo, en Zamora, en 1498, los vecinos disconformes con el
reparto efectuado para el pago de impuestos, se juntaron para deponer a los
gobernantes del lugar y entraron en una reunión del concejo nombrando a
otros en su lugar. Es bastante significativo que la acusación formulada contra
ellos no fuera la del mal gobierno, sino la de perjurio 48. Una reacción pare-
cida se produjo en el pueblo de Jaraiz de la Vera. Después de un incremento
de los impuestos locales, un individuo trató de movilizar a la población pro-
clamando públicamente, que no había en el pueblo un alcalde o un oficial
que no fuese perjuro 49.
Esta apelación al juramento tiene varias implicaciones. En términos ge-
nerales, parece clara la pervivencia del juramento como elemento fundador
del vínculo comunitario 50. Pero el contenido de las acusaciones va más allá. A
lo que se alude directamente es al juramento efectuado por los rectores de la
comunidad en el momento de su toma de posesión y por tanto a una ruptura
de la reciprocidad esperada respecto de la acción de gobierno. A este respec-
to, es revelador lo ocurrido en Cuzcurrita del Río, cuyos habitantes aludieron
expresamente a la falta del respeto a su juramento como alcalde por parte del
oficial local 51. En este sentido, cabe añadir que la acusación de perjurio, en este
contexto, no se encuentra muy lejos de la de traición al concejo. Categoría
estructurante, que aparece recogida en varios fueros desde el siglo xiii 52.
Es interesante señalar que para los oficiales de la administración regia,
y con independencia de la calificación moral otorgada por las autoridades
eclesiásticas 53, el perjurio implicaba la privación del oficio 54, como también
lo es que una acusación probada de perjurio ante los tribunales de la Corona
comportaba exposición a la vergüenza pública y castigo corporal 55.
48 Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, ix, 1498, f. 220.
49 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias, c. 278, 36.
50 Sobre la trascendencia del juramento, L. Verdon, La voix des dominés. Communautés et seigneurie
2 y 306, 25.
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Una segunda cuestión a la que me referiré muy brevemente tiene que ver
con el protagonismo creciente de la escritura en la cultura política. Cono-
cemos que a fines del xv, buena parte de habitantes del mundo rural se
relaciona de una manera u otra con algún tipo de escritura pragmática, por-
que la escritura forma parte de sus aconteceres cotidianos, bien se trate de
aspectos económicos, fiscales o jurídicos 57.
El propio ejercicio del gobierno local implica una relación con la
escritura. En el pueblo de Dueñas, en 1514, solo una tercera parte de los
miembros de la élite encargada de modificar las ordenanzas locales es
serie de volúmenes producidos en el marco del proyecto Utrecht Studies in Medieval Literacy,
inpulsado por Marco Moster. Todo ello sin olvidar trabajos anteriores como los de H. Keller
«Oralité et ecriture», en J. C. Schmitt y O. Gerhard Oexle (dir.), Les tendances actuelles de l’Histoire
de Moyen Âge en France et Allemagne, París, Sorbonne, 2003, pp. 127-142; y L. Kuchembuch, «Ecri-
ture et oralité, Quelques complementes et approfondissements», ibid., pp. 143-167. Para una
revisión historiográfica reciente sobre el concepto de pragmatic literacy, el dossier «L‘écriture
pragmatique. Un concept d’histoire médiévale à l’échelle européenne. Cahiers electroniques
d’Histoire textuelle du lamop (cehtl)», 5, 2012 <http://lamop-archive.univ-paris1.fr/spip.
php?article772>. Particularmente relevante para el objeto de este trabajo es el artículo de H. La-
cey, «Pragmatic Literacy and Political Consciousness in Later Medieval England», ibid.
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capaz de firmar. Pero la lectura en voz acta de estas ordenanzas por parte
del escribano local les capacita para tomar decisiones 58. También en Due-
ñas, buena parte de sus vecinos, analfabetos, conocen el contenido de los
privilegios del lugar porque los han escuchado leer en público al cura, en
la parroquia 59.
El ejemplo de Dueñas remite a dos nociones clave para entender aque-
llas sociedades: la potencia del concepto de restricted literacy y la importancia
de los intermediarios culturales 60. No me detendré en estos aspectos, muy
conocidos, salvo para mostrar que excepcionalmente algunos documentos
nos permiten seguir el proceso de difusión de conceptos generados en ámbi-
tos letrados. Así, en Paredes de Nava, durante la revuelta comunera, el cura
de la localidad incitaba a unirse al movimiento afirmando públicamente
que «cuando los reyes eran tiranos, las comunidades tenían que gobernar» 61.
Se trata quizá de ejemplo extremo, vinculado a la proclamación pública de
una afirmación preñada de teoría política aristotélica, cuyos matices segu-
ramente los oyentes no apreciaron, lo que no les impidió sacar sus propias
conclusiones al respecto. Conocemos, sin embargo que algunos conceptos
generados en ámbitos letrados, como tiranía o escándalo, eran conocidos y
manejados en medios rurales.
Este ejemplo excepcional, aunque como ya he dicho probablemente
extremo, permite además ilustrar el protagonismo del clero local como in-
termediario cultural. Sabemos que en algún caso, por su cualificación, los
clérigos locales realizaban funciones de escribanos 62. Es interesante consta-
tar hasta que punto algunos de ellos estaban integrados en las comunidades
rurales: las relaciones de parentesco los vinculaban a las élites locales y eran
detentadores de un cierto capital simbólico 63. Sabemos, por ejemplo, que en
Becerril de Campos, el concejo solicitó a las autoridades eclesiásticas que los
beneficios locales fueran entregados a clérigos nacidos en la villa 64. Por lo
demás, con bastante frecuencia la documentación nos muestra a esos mis-
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65 Idem, «Memoria colectiva y acción política campesina: las behetrías de Campos hacia las
Comunidades», Edad Media. Revista de Historia, 4, 2001, p. 69.
66 J. M. Sánchez Benito, «Una aldea realenga y su concejo en tiempos de los Reyes Católicos:
notario, continuaban practicándose los rituales de toma de posesión que permiten inscribir el
acontecimiento en la memoria pública. Sobre esta última cuestión, D. L. Smail, The Consump-
tion of Justice: Emotions, Publicity, and Legal Culture in Marseille, 1264-1423, Ithaca, Cornell Uni-
versity Press, 2003. Sobre los rituales de transferencia de la propiedad en al campo castellano
a fines del xv, H. R. Oliva Herrer, «Rituales de posesión en las comunidades campesinas
castellanas de fines del medievo», en C. M. Reglero de la Fuente (dir.), Poder y sociedad en la
Baja Edad Media hispánica. Estudios en Homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín, Valladolid,
Universidad de Valladolid, 2002, pp. 481-495; y J. M. Monsalvo Antón, Comunalismo concejil
abulense. Paisajes agrarios, conflictos y percepciones del espacio rural en la Tierra de Ávila y otros conce-
jos medievales, Avila, Institución Gran Duque de Alba, 2010, pp. 397-99.
69 Archivo Histórico Provincial de Palencia, Palenzuela, leg. 1, doc. n.º 9.
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188 | Hipólito Rafael Oliva Herrer
a fines del xv, que las comunidades rurales habían estado guardando do-
cumentos de más de trescientos años, considerados como elementos cons-
titutivos de la identidad local 70. En algunos pueblos, estos documentos se
distribuían entre los miembros de la élite, como depositarios de la máxima
autoridad simbólica 71. La novedad, como hemos visto, reside en una mayor
conciencia de que la memoria comunitaria debía escribirse. A comienzos
del siglo xvi, incluso empiezan a aparecer las menciones al archivo del con-
cejo en el mundo rural castellano 72.
grano en una coyuntura de carestía estudiado por O. Villarroel González, «La capacidad
de resistencia del mundo agrario ante las exacciones de la Monarquía. Un caso madrileño
en la Baja Edad Media», en Mundos medievales. Espacios, sociedades y poder: homenaje al profesor
José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, vol. 2, Santander, Universidad de Cantabria,
pp. 1989-2000.
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y J. P. Jessene (dir.), Les élites rurales dans l’Europe médiévale et moderne, Toulouse, Presses du
Mirail, 2007, pp. 183-84.
78 Archivo General de Simancas, Patronato Real, Comunidades de Castilla, leg. 6, 1, f. 3v.
79 M. Dávila y Collado, Historia crítica..., op. cit., p. 621.
80 H. R. Oliva Herrer, «La circulation des idées...», op. cit., p. 186.
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81 Sobre este punto concreto, me permito enviar a un trabajo propio reciente, H. R. Oliva Her-
rer, «Popular Voices and Revolt. Exploring Anti-Noble Uprisings on the Eve of the War of
the Communities of Castile», en J. Dumolyn, J. Haemers et al. (dir.), The Voices of the People...,
op. cit., pp. 49-62.
82 Así por ejemplo, en el Condado de Lemos a fines del xv, un individuo aprovechaba la con-
gregación de gentes en las diversas romerías de la comarca para exhortarles a dejar de acudir
a la justicia señorial. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pl. Civiles, Pérez Alonso
(F), c. 120, 3.
83 J. M. Monsalvo Antón, «Usurpaciones de comunales: conflicto social y disputa legal en Ávila
y su Tierra durante la Baja Edad Media», Historia Agraria, 24, 2001, pp. 89-122; H. R. Oliva
Herrer, Justicia contra señores..., op. cit., pp. 197-241; P. García Cañón, Concejos y señores. Historia
de una lucha en la montaña occidental leonesa a fines de la Edad Media, León, 2006; J. R. Díaz
de Durana, «Conflictos sociales en el mundo rural guipuzcoano a fines de la Edad Media:
los campesinos protagonistas de la resistencia antiseñorial», Hispania, 202, 1999, 442-443; y
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(dir.), Pour une anthropologie du prélévement seigneurial dans les campagnes médiévales (xi e-xiv e siècles):
Les mots, les temps, les lieux, París, 2007. Sobre la representación del señorío como protección y
justicia ya en el siglo xv, H. R. Oliva Herrer, «El señorío representado: la transformación en
solariego de la behetría de Castromocho», Edad Media. Revista de Historia, 4, 2002, pp. 265-82.
85 ags. Cámara de Castilla. Pueblos. Cisneros, leg. 6, f. 54.
86 Archivo Municipal de Villada, c. 3-16.
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87 Sobre esta cuestión, aunque con posiciones diferentes, I. Álvarez Borge, «Estructuras de po-
der en Castilla en la Alta Edad Media: señores, siervos, vasallos», en Señores, siervos y vasallos
en la Alta Edad Media: XXVIII Semana de Estudios Medievales, Estella, 16 a 20 de julio de 2001,
Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002, pp. 269-308; L. Martínez García, «Los pactos de
benefactoria en la formación de la red feudal leonesa y castellana (siglos x-xii)», Hispania. Re-
vista Española de Historia, 70, 2010, pp. 325-358; C. Estepa Díez, Las behetrías..., op. cit.
88 Sobre esta cuestión, M. C. Quintanilla, «El estado señorial nobiliario como espacio de poder
en la Castilla bajomedieval», en J. I. de la Iglesia (dir.), Los espacios de poder en la España medie-
val. XII Semana de Estudios Medievales de Nájera, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2002,
pp. 256-261; C. Estepa Díez, «La monarquía castellana en los siglos xiii-xiv. Algunas consi-
deraciones», Edad Media. Revista de Historia, 2008, pp. 87-92; B. Clavero, Mayorazgo. Propiedad
feudal en Castilla (1369-1836), Madrid, Siglo XXI, 1974..
89 Proceso que presenta un cierto paralelismo con el descrito, para una cronología anterior y un
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cho: elementos para una sociología del campo jurídico», Poder, derecho y clases sociales, Bilbao,
Desclés, 2000.
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194 | Hipólito Rafael Oliva Herrer
A modo de conclusión
2009; J. Dumolyn, J. Haemers et al. (dir.), The Voices of the People, op. cit.; H. R. Oliva Herrer,
V. Challet et al. (dir.), La comunidad medieval..., op. cit.; J. Firnhaber-Baker y D. Schoenaers
(dir.), The Routledge History Handbook of Medieval Revolts, Routledge, Abindong y New York,
2017; P. Lantschner, The Logic of Political Conflict in Medieval Cities: Italy and the Southern Low
Countries, 1370-1440, Oxford, Oxford University Press, 2015. También, S. K. Cohn Jr., Popular
Protest in Late Medieval English Towns, Cambridge, Cambridge University Press, 2012. Sobre
esta última cuestión para la Corona de Castilla, mi propio trabajo «Sobre la politización or-
dinaria de la gente común a finales de la Edad Media», en E. López Ojeda (dir.), Una nueva
visión de la Edad Media. Legado y renovación, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2016,
pp. 259-290.
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Escenarios de conflicto y fortalecimiento
del poder político en las comarcas
septentrionales de Navarra
(ca. 1250-1350)*
Fermín Miranda García
Universidad Autónoma de Madrid
[email protected]
E
n su síntesis sobre los conflictos sociales en la Edad Media, José María
Monsalvo cataloga los habidos en Navarra como «pequeños», y les
atribuye un carácter básicamente campesino –salvo los movimientos
antisemitas que también señala–, local y no especialmente violento, más
relacionado con la lucha contra el poder (se entiende que político) que con
movimientos antiseñoriales. De hecho, la práctica totalidad de los ejemplos
que cita en apoyo de su propuesta son, además, posteriores al tiempo que
nos interesa, aunque sin alcanzar la segunda mitad del siglo xv en que el
conflicto entre agramonteses y beaumonteses quizás hubiera podido ofrecer
matices importantes a la base fundamental; transmite pues una imagen bien
distinta a la mostrada para otros espacios peninsulares y del conjunto del
occidente europeo 1.
No corresponde aquí asumir o discrepar de una postura que no cons-
tituye el objeto de análisis; solo constatar la foto fija de la historiografía re-
ciente sobre esta cuestión. Cabe sin embargo resumir, para situarnos en con-
texto, algunos de los procesos violentos que, desde mediados del siglo xiii y
durante un siglo alcanzaron un cierto relieve y pudieron tener o presentaron
con claridad un componente social que, en su caso, no convendría desdeñar.
286-287.
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198 | Fermín Miranda García
2 Resume y analiza los hechos, F. Segura Urra, Fazer Justicia. Fuero, poder público y delito en Nava-
rra (siglos xiii-xv), Pamplona, Gobierno de Navarra, 2005, pp. 304-307.
3 M. Larrañaga Zulueta, Campesinado y conflictividad social en la Navarra bajomedieval, Segovia,
sek, 2005, pp. 158-161. Esta obra es el resumen actualizado de su tesis doctoral publicada en
formato de microficha, «Campesinado y conflictividad social en el reino de Navarra (1349-
1425)», Deusto, Universidad de Deusto, 1994 (pp. 329-335 en lo relativo al caso de Miluce).
Con todo, por su más fácil acceso y por aportar información muy semejante para las cuestio-
nes que aquí interesan, se citará siempre la edición revisada de 2005.
4 R. García Arancón, La dinastía de Champaña en Navarra. Teobaldo I, Teobaldo II, Enrique I, Gijón,
Trea, 2010, pp. 56-61, 145-148. Un trabajo anterior ofrece información hasta el reinado de
Felipe I y IV de Francia (idem, «La Junta de Infanzones de Obanos hasta 1281», Príncipe de
Viana, 45, 1984, pp. 527-559). Para la etapa Capeta y Evreux, F. Segura, Fazer Justicia..., op. cit.,
pp. 307-317.
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Escenarios de conflicto y fortalecimiento del poder político en las comarcas... | 199
5 Estas redes y su compleja estructura que se extiende a todos los niveles del estamento nobi-
liario han sido estudiadas por E. Ramírez Vaquero, Solidaridades nobiliarias y conflictos políticos
en Navarra (1387-1464), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990.
6 F. Segura, Fazer justicia..., op. cit., pp. 311-315. Sobre la crisis política de 1328, «Un golpe
revolucionario en Navarra: 13 de marzo de 1328», en Coups d’État à la fin du Moyen Âge? Aux
fondoments du pouvoir politique en Europe occidentale, Madrid, Casa de Velázquez, 2005, pp. 403-
432.
7 Archivo General de Navarra (agn), Comptos, reg. 25, f. 130.
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200 | Fermín Miranda García
coa, Epeloa, Urcegui, Blástegui, Ilardia y Gatizano; cfr. M. T. Ruiz Sampedro, Archivo General
de Navarra (1349-1387). ii. Documentación real de Carlos II, San Sebastián, Eusko Ikaskuntza-
Sociedad de Estudios Vascos, 1998, n.º 716. Sobre los hechos acaecidos, F. Idoate, Rincones de
Historia de Navarra, 2.ª ed., Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1976, i, pp. 259-261 y ii,
pp. 368-373.
10 En conjunto, se trata de las demarcaciones medievales de Esteríbar, Erro, Arce, Aézcoa,
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cuando las cifras son lo suficientemente completas como para establecer una
comparativa, albergarían en torno al 25% de la población 11.
En ese mismo contexto, las poblaciones con estatuto de franquicia, inclui-
das aquellas que, como Huarte Araquil, Echarri-Aranaz, Garris y Saint-Palais,
lo alcanzaron en este período o contaban con un estatus de cierto relieve 12,
apenas suponían una décima parte de ese porcentaje. La villa más poblada,
San Juan de Pie de Puerto, cabeza de las Tierras de Ultrapuertos, registraba
tan solo 140 fuegos en 1370; el Burgo de Roncesvalles (Burguete), contaba
en 1350 con unos 88 fuegos y en 1366 se documentan 73. Si se asumen las
proyecciones realizadas por Raquel García Arancón a partir de los datos co-
nocidos para 1266 en otras localidades del reino (un 40% de pérdida media) 13,
podrían haber alcanzado un siglo antes, respectivamente, en torno a las 250 y
100 familias aproximadamente, cantidades ambas superadas por muchas po-
blaciones del centro y sur del reino. Les seguían Garris y Labastide-Clairence
con 47 y 41 (datos de 1370), aunque en estos dos casos cifras no muy anteriores
ofrecen una información muy dispar; Garris tendría registrados, en 1350, 55
fuegos, cantidad bastante similar a la de 1370, pero Labastide documenta, en
una serie bastante completa desde 1329, un máximo de 220 fuegos en 1343
que se reducen a poco más de 130 en 1348 y 1350, pese a que ambas poblacio-
nes se mueven en espacios y contextos muy similares, lo que transmite serias
dificultades para interpretar y valorar la información.
Poblaciones aforadas como Lanz y Larrasoaña apenas alcanzarían en
1366 los 40 y los 18; en ambos casos conservamos además información bas-
tante concreta de 1266, que recoge respectivamente 58 y 40 fuegos 14. En
Lanz, cuyo aforamiento en 1264 15 fue probablemente el motivo que impul-
11 Tomadas como referencia las cifras que sobre 1366 proporcionan J. Carrasco, La población del
reino de Navarra en el siglo xiv, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1973, pp. 124-127, y, para los
datos sobre Ultrapuertos, S. Herreros Lopetegui, Las Tierras navarras de Ultrapuertos (siglos xii-
xvi), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1998, pp. 207-209. Con independencia de la realidad
de las cifras y de las dificultades que supone la interpretación de las fuentes, y supuesta una
desviación similar de conjunto, las comarcas aquí abordadas documentan en 1366-1370 unos
4 100 fuegos y las globales del reino unos 17 500.
12 Para el contexto de la concesión de franquicias a estas localidades en el conjunto del reino,
L. J. Fortún Pérez de Ciriza, «Fueros locales de Navarra», Príncipe de Viana, 68, 2007, 865-900.
13 R. García Arancón, Teobaldo II de Navarra. 1253-1270. Gobierno de la monarquía y recursos finan-
1266, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999, n.º 2, 605 (58 casas habitadas, que abonaban 3
sueldos de censo cada una) y n.º 2, 1 437 (81 morabetinos de monedaje, a 2 morabetinos por
fuego). En adelante se citará como avrn.
15 R. García Arancón, Colección Diplomática de los reyes de Navarra de la dinastía de Champaña. 2. Teo-
baldo II (1253-1270), San Sebastián, Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, 1985, n.º 45
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202 | Fermín Miranda García
población..., op. cit., p. 553. He señalado en alguna ocasión la posibilidad de que los datos de
estas fuentes fiscales de carácter general, y en especial las de 1366, con ser extraordinaria-
mente valiosos, pueden resultar bastante inferiores a los reales de su tiempo en muchas de las
localidades reflejadas (F. Miranda García, «Aibar, del fuero de unificación de pechas [finales
del siglo xii] a la hidalguía colectiva [1397]», Príncipe de Viana, 69, 2008, pp. 377-394). De
hecho, el Libro del monedaje de 1350 recoge para Lanz 31 fuegos ( J. Carrasco, La Población...,
op. cit., p. 404), cuando el Registro del año anterior, como se ha indicado, anotaba 42.
19 E. Ramírez Vaquero, «El despliegue de la red urbana en Navarra. Espacios y movilidad entre
el Adour y el Ebro (ss. xii-xiii)», Príncipe de Viana, 76, 2015, pp. 71-108 [VIII Congreso General
de Historia de Navarra. Ponencias], <http://www.navarra.es/NR/rdonlyres/6BD29BC8-76F8-
4D99-9A0F-11D734CD0F4A/318115/03EloisaRamirez1.pdf>.
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204 | Fermín Miranda García
22 J. Pavón Benito, Poblamiento altomedieval navarro. Base económica del espacio monárquico, Pamplo-
na, Eunsa, 2001, pp. 46-103 y 173-282.
23 Resulta imposible recoger aquí todos los trabajos que, de modo concreto o en apartados es-
pecíficos de diversas monografías y artículos se han referido a estas cuestiones, sobre todo en
lo relativo al entorno de la frontera con Guipúzcoa. Sobre ellos se apoya buena parte de la in-
formación que aquí se emplea, con independencia de citas concretas que deban realizarse en
algunos casos. Con todo, cabe mencionar, entre otros posibles ejemplos, J. Zabalo Zabalegui,
La administración del reino de Navarra en el siglo xiv, Pamplona, Universidad de Navarra, 1973,
pp. 311-315; F. Segura, Fazer Justicia..., op. cit., 278-303; M. Larrañaga, Campesinado y conflicti-
vidad social..., op. cit., 201-224; M. Beroiz Lazcano, Crimen y castigo en Navarra bajo los primeros
Evreux, 1328-1349, Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2005, pp. 255-271; J. L. Ore-
lla, «La hermandad de frontera entre Navarra y Guipúzcoa (siglos xiv-xv), Príncipe de Viana,
46, 1985, pp. 463-491; J. Á. Achón Insausti, «Los intereses banderizos en la definitiva configu-
ración de la frontera entre Guipúzcoa y el reino de Navarra», Príncipe de Viana, anejo 8, 1988,
pp. 257-265 [Primer Congreso General de Historia de Navarra. III. Comunicaciones. Edad Media];
P. Azcárate Aguilar-Amat, «Desórdenes en la frontera vasco-navarra en 1330. Los hechos y
su contexto», Congreso de Historia de Euskal Herria. Vol. 2. Instituciones. Economía. Sociedad (si-
glos viii-xv), Bilbao, Txertoa, 1988, 229-240; S. Herreros, «Mecanismos de movilización de
tropas», Príncipe de Viana, 48, 1987, pp. 637-643; Í. Mugueta Moreno, «Acciones bélicas en
Navarra. La frontera de los malhechores (1321-1335)», Príncipe de Viana, 61, 2000, pp. 49-78;
J. R. Díaz de Durana y J. A. Fernández de Larrea, «La frontera de los malhechores: bandidos,
linajes y villas entre Álava, Guipúzcoa y Navarra durante la Baja Edad Media», Studia histo-
rica. Historia medieval, 23, 2005, 171-205; J. Zabalo Zabalegui, «El acoso de guipuzcoanos y
alavases a los ganaderos navarros. La “frontera de los malhechores” entre 1280 y 1349», Prín-
cipe de Viana, 66, 2005, pp. 53-109; Á. Aragón Ruano, «Relaciones ganaderas entre Navarra
y Guipúzcoa durante la Baja Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna», En la España
Medieval, 38, 2015, pp. 13-35, doi <http://dx.doi.org/10.5209/rev_ELEM.2015.v38.49035>.
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Escenarios de conflicto y fortalecimiento del poder político en las comarcas... | 205
24 Así figura en la concesión de franquicias a la bastida que debe construirse en Etxarri Aranatz
(L. J. Fortún Pérez de Ciriza, «Colección de fueros menores de Navarra y otros privilegios
locales. iii», Príncipe de Viana, 46, 1985, n.º 148). Para su uso por la historiografía, basta con
leer algunos títulos que figuran supra en la nota 23.
25 J. Zabalo, «El acoso de ganaderos...», op. cit., pp. 56-101 ofrece un relato pormenorizado de
todas las actividades en la frontera guipuzcoana durante los años en que centra el estudio, a
partir de la información que localiza en los registros de Comptos. A él, y a los documentos
específicos que se citan en cada caso relativos al área de Ultrapuertos nos remitimos para esta
cuestión.
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206 | Fermín Miranda García
26 Eugui (1256, I. Ostolaza, Colección diplomática de Santa María de Roncesvalles, 1127-1300, Pam-
plona, dfn, 1978, n.º 167); Isaba (1280, avrn, ii.1, 3,589); Ossés (año 1294, avrn, iv, 37,
2461); Arberoue (1294, avrn, iv, 37, 2462); Huici (1294, avrn, iv, 32, 279 y 309 y 3, 1567);
Baztán (1300, avrn, v, 54,13); Garro y Belzunce (1305, avrn, vi, 66, 140 y 69,2967); Roncal
(1305, avrn, vi, 67,3 y 69,1269); Bergouey (1307, avrn, vii, 92, 153-154 y 94, 1556); Erro
(1309, avrn, viii, 99, 292); Valle de Lerín (1309; avrn, viii, 99, 310); Baigorry (1309, avrn,
viii, 104, 114); Erasun (1309, avrn, viii,105, 1361); Lecumberri (1312, i, avrn, x, 119, 1399);
Santesteban (1315, avrn, x, 134, 18); Ostabat (1315, avrn, x, 154, 122); Erro y Ureta (1315,
avrn, x, 132, 226 y 228); Ochagavía (1319, avrn, xi, 164, 19); Aezcoa (1319, avrn, xi, 164,
31-33 y 38); Burunda (1329, agn, Comptos, reg. 25, 130v), Irisarry (1330, agn, Comptos,
reg. 26, 107); Jaurrieta (1330, agn, Comptos, reg. 26, 108); Larráun (1331, agn, Comptos,
reg. 29, 109); Garro (1332, agn, Comptos, reg. 30, 190); Rípodas (1334, agn, Comptos, caja
24, n.º 44, 14, 2r); Erro y Ureta (1335, agn, Comptos, reg. 35, 79); Santesteban (1335, agn,
Comptos, reg. 35, 119-120v); Burguete (1336, agn, Comptos, reg. 38-1, 258v); Masparraute
(1339, agn, Comptos, reg. 41, 204v); Aezcoa (1341, agn, Comptos, reg. 45, 121v); Esteríbar
(1342, agn, Comptos, reg. 47, 69); Huici (1342, agn, Comptos, reg. 48, 99); Ossés (1342,
agn, Comptos, reg. 48, 245v); Ituren (1344, agn, Comptos, reg. 51, 126); Burguete (1345,
agn, Clero, Roncesvalles, 309); Erro (1346, agn, Comptos, reg. 56, 127v).
27 Entre 1315 y 1356. Cfr. arvn, x, 132, 226-228; agn, Comptos, reg. 35, 79; agn, Comptos,
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210 | Fermín Miranda García
alteridad, su condición de «súbditos del rey», a los que este y sus oficiales
protegen de los pobladores de territorios ajenos. Parece evidente que en esa
construcción la idea de frontera, y de los malhechores que se sitúan al otro
lado, adquiere un relieve singular.
Si se tiene en cuenta el magro resultado que las expediciones organiza-
das por la monarquía al otro lado de la frontera ofrecieron en general, vista la
continuidad en las acciones de las partidas a lo largo de todo el periodo, cabría
quizás cuestionarse por la propia intencionalidad de la considerable movili-
zación de hombres y gasto que se produjo. Entre 1307 y 1345, se realizaron
no menos de 80 acciones al otro lado de las fronteras con Álava, Guipúzcoa,
Labourd y Soule, que implicaron a más de 200 jinetes y unos 10 000 peones,
una cifra que resulta todavía más relevante si se considera que el reino a me-
diados del siglo xiv apenas llegaba a sufragar en torno a los doscientos mes-
naderos anuales como defensa permanente 54. Esos contingentes movilizados
para hacer frente a los saqueadores se reclutaban en las villas afectadas y su
entorno comarcano y de acuerdo a los mecanismos del Fuero General 55, que
marcaban ciertos límites en días de movilización y costes. Pero interesa sobre
todo señalar que suponían una importante capacidad de intervención de los
poderes públicos sobre la población a la hora de exigir unas obligaciones mi-
litares que, por su reiteración en el tiempo, se convertían en casi permanentes.
En algunas ocasiones, las movilizaciones anuales, e incluso singulares, llega-
ron a superar el millar de hombres; así en 1309 (2 000 peones) y 1311 (1 200), o
en 1330, cuando en una sola campaña contra la torre de los Lazcano, el linaje
protagonista de numerosos ataques a las poblaciones navarras, se movilizó a
un millar de hombres; sin llegar quizás a esa cifra, la conocida como campaña
de Beotíbar de 1321, que culminó en un desastre para los contingentes nava-
rros, superó ampliamente los 500 participantes 56.
Los datos de 1309, 1311 y 1330 coinciden, además, con la estancia en
Navarra, coetánea o poco anterior, de los respectivos monarcas. Luis I (futuro
Luis X de Francia) había llegado en 1307 para jurar los fueros e impulsó varias
bajo y, entre otros posibles referentes, J. Zabalo, «El acoso de los ganaderos...», op. cit., pp. 56-
101; J. A. Fernández de Larrea, El precio de la sangre..., op. cit., pp. 62; P. Azcárate, «Desórdenes
en la frontera...», op. cit., pp. 229-239; Í. Mugueta, El dinero de los Evreux. Hacienda y fiscalidad
en el reino de Navarra (1328-1349), Pamplona, Gobierno de Navarra, 2007, pp. 397-401.
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57 avrn, ix, 119, 1 403 y 124, 299; agn, Comptos, reg. 56, 158.
58 avrn, vii, 94, 1553 (año 1307); x, 132, 226 y 228 (1315); agn, Comptos, reg. 54, 133 (1345).
59 Tan solo consta un homicidio en 1266 durante la reunión anual de los cofrades de Santa
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60 En 1330, el merino capturó a unos de los hijos del abad de Jaurrieta, que encabezaba con sus
dos hermanos una partida de bandidos, y lo ahorcó en su localidad de origen (agn, Comptos,
reg. 26, 108); el mismo castigo recibió Íñigo de Ochagavía, ahorcado en Ochagavía en 1341
(idem, reg. 45, 120v). Rocha y Bernart Apeça fueron azotados en San Juan, muertos, y sus ca-
dáveres arrastrados y ahorcados (idem, reg. 26, 214r). Lope de Ipulaz, apresado en Larráun en
1331, fue trasladado a Olite para su ejecución (idem, reg. 29, 109). Un compañero de Centol
de Oria apresado en Irurita en 1333 fue ahorcado en Pamplona (idem, reg. 26, 42v-43). Hen-
aut de Ibarreity fue ahogado en Burguete en 1341; en este caso se afirma que tal pena le fue
aplicada por ser hidalgo (idem, reg. 45, 121). La misma localidad fue escenario de la muerte
de un ladrón apresado en Esteríbar en 1342 (idem, reg. 48, 69). Un pariente del señor de
Luxa, que dirigía una partida veinte bandoleros en 1342, fue apresado en Belzunce y llevado
a Garris para su ahogamiento (idem, reg. 48, 250v).
61 Idem, reg. 40, 167. Otro tanto ocurrió con el alcaide guipuzcoano del castillo de Ausa, que
había entrado en Navarra, en las mismas fechas (idem, reg. 40, 167v), y con Diego Ibáñez
de Guinea, cabecilla de una partida, aunque en este caso la cabeza del muerto se expuso en
Estella, en 1339 (idem, reg. 41, 228v). La de Miguel de Arbizu, muerto en la zona guipuzcoana
de los montes de Aralar en 1343, acabó expuesta en Pamplona (idem, reg. 49, 165), y la de
Olhayuia, bandolero de Osserain, en Garris en 1345 (idem, reg. 54, 315v).
62 Í. Mugueta, El dinero de los Evreux..., op. cit., pp. 464-468.
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–si es que puede llamársele así–, no deja de suponer una pieza más en el
fundamental componente ideológico, más que económico en este caso, del
engranaje fiscal. Incluso aquellos espacios que finalmente no contribuyeron,
por haber quedado exentos o porque su renuencia al pago fue en última
instancia aceptada por los oficiales del rey, adquirían con la gracia regia que
reconocía su especificidad el mismo vínculo de filiación, si se quiere menos
intenso, que quienes sí abonaron toda o parte de la cantidad requerida, pues
en uno y otro caso era la voluntad regia y su derecho a reclamar la colabo-
ración del reino quienes acababan por imponerse.
En paralelo, el despliegue diplomático al otro lado de la frontera,
para obtener de los representantes de la corona castellana, de los señores
gascones y de las nacientes hermandades de villas, especialmente guipuz-
coanas, su intervención para el control de la violencia banderiza, no hacía
sino resaltar que las mismas obligaciones contraídas por el monarca y sus
oficiales en Navarra eran exigibles a sus correligionarios en los restantes
territorios, y que la obligación del monarca de la salvaguarda del orden
público, y de sus súbditos de colaborar en su consecución se convertía en
una norma universal. Así, las intervenciones de los contingentes navarros
en las localidades vecinas vendrían establecidas por la incapacidad de las
autoridades locales para cumplir con su deber sobre sus súbditos, vasallos
y convecinos, según los casos y circunstancias. Desde que en 1280 el me-
rino de las Montañas acude a Bayona para obtener que las autoridades de
la villa presionen al señor de Belzunce y libere a cierta doncella secues-
trada 63, las visitas y entrevistas se suceden de forma habitual; en 1291 el
merino acudió a Guipúzcoa, para «tratar la paz entre los guipuzcoanos y
los montañeses navarros» 64; tres años después, la entrevista fue conjunta
con los merinos del rey de Castilla en Guipúzcoa y Álava 65, y en 1329 la
cita se realizó con las autoridades locales de San Sebastián, Fuenterrabía y
Tolosa para proponerles acciones coordinadas 66. Dos años después el mis-
mo oficial se encontraba con el justicia de Guipúzcoa y con los alcaldes de
Salvatierra y Antoñana, en Álava 67.
En 1305 correspondía al castellano de San Juan de Pie de Puerto, acom-
pañado de algunos «hombres buenos», entrevistarse con su homólogo de
Bayona para hablar sobre los enfrentamientos entre los Garro y los Bel-
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75 Así, en 1329, para intentar «la paz» entre García López de Lazcano y Gil López de Oñaz
(idem, reg. 25, 250v). En 1344 el merino de Estella llegó a alcanzar unas «treguas» con los
«caudillos» de los guipuzcoanos, término sin duda referido a los líderes de las partidas (idem,
reg. 51, 126v.
76 Idem, reg. 29, 110.
77 Idem, iv, 32, 279 y 309 y 37, 1567.
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78 Vid. supra, n.º 34.
79 agn, Comptos, reg. 26, 43.
80 avrn, xi, 166, 16.
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comunicaciones
233 La familia de Roca. El monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau
Clara Francesch Roher
Andrea Aparicio Lozano
279 Ville et campagne en Béarn. Morlaàs, une ville sous tension (1367)
Coralie Nazabal
Entre el campo y el burgo. La presencia
urbana de la orden de San Juan de
Jerusalén en la Navarra bajomedieval
Anna K. Dulska
Instituto Cultura y Sociedad (Universidad de Navarra)
[email protected]
P
ara poder cumplir con su misión estatutaria de lucha contra los infie-
les y asistencia a los enfermos y necesitados, la orden de San Juan de
Jerusalén cubrió casi toda Europa, desde Sicilia hasta Noruega y desde
Portugal hasta el Danubio, con una red de prioratos 1. Estas estructuras, cuya
gran variedad regional tenía un enorme peso en sus actividades cotidianas,
tenían por objetivo aprovechar de forma óptima los recursos de los que
disponían 2.
Aunque el principal componente patrimonial de la Orden pertenecía al
mundo rural, no le fue ajeno el ámbito urbano. Así, la Orden fomentaba su
presencia en las ciudades, estableciendo allí casas-almacenes para vender en
el mercado el superávit de los cultivos 3, o urbanizando algunas encomiendas 4.
Este proceso fue muy visible en Europa Central, por ejemplo en Silesia o
1 J. Sarnowsky, «Regional Problems in the History of the Mendicant and Military Orders»,
idem (ed.), Mendicants, Military Orders and Regionalism in Medieval Europe, Aldershot, Ashgate,
1999, pp. 6-7; idem, Macht und Herrschaft im Johanniterorden des 15. Jahrhunderts. Verfassung und
Verwarltung der Johanniter auf Rhodos (1421-1522), Münster, LIT, 2001, pp. 89-90.
2 H. Nicholson, The Knights Hospitaller, Woodbridge, The Boydell Press, 2006, pp. 98-106. La
gestión de los recursos por parte de las órdenes militares es uno de los temas más trabajados
y que siguen ofreciendo más campo de estudio. Véase la bibliografía y el estudio del caso
navarro entre 1383-1435 en A. K. Dulska, «Malitia temporis. Priorato navarro de la Orden
de San Juan de Jerusalén bajo fray Martín Martínez de Olloqui (1383-1435)», tesis doctoral
inédita, 2016, pp. 125-220.
3 K. Borchardt, «Urban Commanderies in Germany», en A. Luttrell, L. Pressouyre (dirs.), La
Commanderie, institution des ordres militaires dans l’Occident médiéval, París, Comité des Travaux
Historiques et Scientifiques, 2002, pp. 299-300.
4 D. Carraz, «Le monachisme militaire, un laboratoire de la sociogenèse des élites laÏques dans
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5 M. Starnawska, «Die Gemeinschaft der Intelektuellen und der Analphabeten – die Kennt-
nis und Benutzung der Schrift im schlesischen Zweig der Johanniter im Mittelalter», Ordines
Militares: Colloquia Torunensia Historica, 15, 2009, pp. 214-216; Ch. Gahlbeck, «Die Rolle der
Stadtkirchen innerhalb der mittelalterichen Ballei Brandenburg des Johanniterordens», Ordi-
nes Militares: Colloquia Torunensia Historica, 19, 2018, en prensa.
6 Véase el congreso «Ritterorden und städtische Religiösitat. Stadtkirchen als Wirkungsstätten
der Jonanniter im Mittelalter – kulturelles europäisches Erbe zwischen Weser und Wichsel»
celebrado en abril de 2018 en la Universidad de Potsdam.
7 Véase entre otros: M. Bonet Donato y J. Pavón Benito, «Los hospitalarios en la Corona de
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güesa, donde en el burgo nuevo la Orden tenía un palacio y una iglesia, fue
una de las encomiendas primigenias, aunque precisamente por su carácter
urbano cayó en declive a favor de la cercana y rural preceptoría de Indu-
ráin 10. También Tudela fue sede de una encomienda. Vendría ser la única
propiamente urbana que prosperó, siendo frecuentemente elegida por los
priores como cámara prioral, aunque la base de su sustento seguía siendo
rural. Allí la Orden tenía una casa en la calle de las Carnicerías, conocida
en el siglo xiv como la calle del Priorato 11. Olite, por su parte, además de
las propiedades sanjuanistas en el barrio de San Juan o del Hospital 12, alber-
gó una encomienda especial, al menos entre mediados del siglo xiv hasta
mediados del xv, pues siendo la sede del procurador general del Hospital
constituía una especie de su representación en la corte real. En Pamplona,
los sanjuanistas tenían una casa en la rúa de la Torreredonda, la actual calle
de San Gregorio, en el burgo de San Nicolás que fue residencia del prior en
sus últimos años de vida, como también otro edificio, en la rúa de Zapatería
y Ferrería, actualmente calle de San Antón, en la misma población 13. Aquí
resulta interesante observar que ambas casas pertenecían probablemente a
la misma manzana 14 y hacen pensar que a la Orden podría pertenecer una
significativa parte de ella 15.
Algunas de dichas propiedades urbanas, como Estella, San Adrían y
en parte Sangüsea, eran objetos de gestión patrimonial. Otras, servían a los
sanjuanistas de residencia y sede de capítulos provinciales. Así, el prior frey
Martín Martínez de Olloqui (1383-1435) residía en la casa de la Torreredon-
da y allí probablemente murió 16, los procuradores generales de los sanjua-
10 M. Bonet Donato y J. Pavón Benito, «Los hospitalarios en la Corona...», op. cit., p. 28;
S. A. García Larragueta, El gran priorado de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusalén (si-
glos xii-xiii), vol. 1, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1957, p. 166.
11 J. Martínez Escalada, La historia de Tudela contada por sus calles, Zaragoza, Navarro & Navarro
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Edad Media. Berenguer Sanz de Berrozpe, 1478-1514», tesis doctoral inédita, 2014, pp. 216-228.
20 A. K. Dulska, «Malitia temporis...», op. cit., pp. 49-124; P. Burgui Fernández, «El priorato nava-
noblement», en M. Asenjo-González (ed.), Urban Elites and Aristocratic Behaviour in the Spanish
Kingdoms at the End of the Middle Ages, Turnhout, Brepols, 2013, pp. 61-85.
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Entre el campo y el burgo | 225
23 Ibid., pp. 79-80.
24 E. de Munárriz Urtasun, «El Gran Priorato de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusa-
lén», Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, 1925, pp. 45-57;
A. L. Javierre Mur, Pruebas de ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén. Catálogo de las series de
caballeros, religiosos y sirvientes de armas existentes en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, ahn,
1948, p. 177.
25 ahn, Órdenes Militares, caja 8531/1, n.º 28. Sobre las tendencias generales la producción
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Localización aproximada de las viñas dadas a censo en 1396, junto con la encomienda de Cizur Menor y la
casa en la Población de San Nicolás. (Para el fondo se ha utilizado la ortofoto histórica de 1929 para mostrar el
paisaje lo menos transformado posible. Fuente de los datos: sitna, Gobierno de Navarra).
Asociación Cultural Alfonso López de Corella, 1996, pp. 55-74; idem, «El espacio del viñe-
do en la periferia de las ciudades navarras (1259-1350)», En la España Medieval, 21, 1998,
pp. 49-67.
26 Para los cálculos estadísticos se ha desestimado el caso de Esteban de Garro, carpintero y su
mujer, vecinos de Pamplona, ya que el documento no indica la superficie (el escriba dejó un
hueco vacío para este dato).
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Sueldos
16
14
12
10
Censo
0
0 2 4 6 8 10
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16
14
Sueldo / aranzadas
12
10
8
6
4
2
0
García de García de Buján Martín de Martín Pedro Condesa María Juan de Juan de Guillem Jimeno Lope de Dominga
Mallén Ucar Martínez Artajona Miguel de Pérez de de Juana de Baztán Esparza de de Roncal Lecumberri Martínez
Ianisaras Larraza Irulegui Gallar Lamboa
Gráfico 2. Superficie total, precio total y precio por 1 aranzada de viña según los oficios de los censatarios.
Fuente: Elaboración propia a base de ahn, oomm, caja 8531/1, n.º 28.
Los burelleros eran los que, con diferencia, más tierra recibieron y los
que mayor ingreso a la Orden generaban. La superficie media era bastante
parecida y solo la que fue dada al cordelero Jimeno de Roncal y su esposa
29 Sobre los oficios de los navarros, la distribución de las diferentes profesiones en Pamplona
y su organización gremial véase: M. García Zúñiga, «La estructura profesional navarra a co-
mienzos del siglo xv», en J. L. Melena (ed.), Symbolæ, Ludovico Mitxelena septuagenario oblatæ,
vol. 1, Vitoria, Universidad del País Vasco, 1985, pp. 1193-1202; M. A. Irurita Lusarreta, El
municipio de Pamplona en la Edad Media, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 1959, pp. 83-
92; J. J. Martinena, La Pamplona de los burgos..., op. cit.; M. Nuñez de Cepeda y Ortega, «Un
barrio típico de la capital navarra: la burullería», Revista Internacional de Sociología, 15-16, 1946,
pp. 303-328; idem, Los antiguos gremios y cofradías de Pamplona, Pamplona, Imprenta Diocesana,
1948.
30 E. García Fernández, «Fiscalidad y sociedad en la Pamplona medieval (1427-1435)», Sancho el
Sabio. Revista de Cultura e Investigación Vasca, 2, 1992, pp. 78, 81; véase también: A. J. Martín
Duque, «Vida urbana y vida rural en Navarra en el siglo xiv. Algunos materiales y sugeren-
cias», La sociedad vasca rural y urbana en el marco de la crisis de los siglos xiv y xv, [Bilbao], Dipu-
tación Provincial de Vizcaya, 1975, pp. 43-54.
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Entre el campo y el burgo | 229
casi la doblaba. En los precios medios, sin embargo, se observa una gran va-
riación. Los burelleros, carpinteros, el cordelero y la viuda de un profesional
desconocido (Dominga Martínez de Mandoz y su hijo) pagaban de media
mucho más que el zapatero (Guillem de Lamboa y su mujer), el tundidor
(Lope de Lecumberri y su mujer) o las viudas de los burelleros.
Las diferencias son aún más claras cuando se observa el precio por 1
aranzada de viña, pues destaca la enorme amplitud entre los precios míni-
mos y máximos de las familias de los burelleros y carpinteros, como tam-
bién lo alto que era importe que pagaba la viuda Dominga y lo bajo que eran
los que abonaban las familias del zapatero y del tundidor.
Los burelleros, zapateros y cordeleros pertenecían al grupo que dispo-
nía de más riqueza, a diferencia de los carpinteros y tundidores, quienes se
situaban por debajo de la media 31. Los precios censales medios relativamen-
te altos asignados a los burelleros y sus viudas, como también al cordelero
y el bajísimo dado al tundidor afirman este patrón. La situación inversa
ocurrió entre los carpinteros y el zapatero, pues el sueldo de los carpinteros
era una quinta parte inferior que el de los zapateros 32.
El citado autor señala que dentro de cada oficio existían divergencias
y algunos artesanos tenían mejores condiciones económicas que otros 33.
Esto podría explicar la diferenciación tanto en los precios, como en el ta-
maño de las viñas. En tal caso, sería justificado pensar, que cada contrato
censal fue negociado por separado con las partes contrayentes en función
de sus posibilidades económicas, su poder adquisitivo y su posicionamien-
to social.
La amplitud de los ratios superficie/precio dentro de los mismos co-
lectivos, patente sobre todo en el caso de los burelleros (Martín de Ar-
tajona y Martín Miguel de Ianisaras), como también de los carpinteros
( Juan de Baztán y Juan de Esparza) invita a aumentar el nivel de detalle y
preguntar por quienes eran cada uno de estos artesanos. Desde luego, no
sería descabellado pensar que al menos algunos de ellos eran proveedores
de los hospitalarios, que necesitaban aprovisionarse de los bienes que éstos
fabricaban.
Los comptos reales revelan que el burellero Lope de Lecumberri junto
con un compañero de oficio tenía en 1408 una deuda de 28 libras por la
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34 Archivo General de Navarra (agn), Comptos, ps, 2ª serie, leg. 8, n.º 2. Será en la siguiente
década cuando Lope empezará a prestar servicios a la corte real (agn, Comptos, caja 120,
n.º 11, f. 5 y n.º 19, f. 29).
35 agn, Comptos, ps, 2ª serie, leg. 11, n.º 2.
36 La plaza afrontaba con la casa del Chapitel, el castillo, la rúa de los Carpinteros y la calle
que iba de la Carnicería hacia dicho castillo: agn, Comptos, caja 130, n.º 10, 1, citado por
J. J. Martinena Ruiz, La Pamplona de los burgos..., op. cit., p. 86.
37 agn, Comptos, caja 133, n.º 20, 15 entre otros.
38 agn, Comptos, caja 111, n.º 3, 48 (1430).
39 agn, Comptos, caja 131, n.º 43, 4 (1431).
40 agn, Comptos, caja 147, n.º 12, 16 (1441); caja 153, n.º 16, f. 3 (1447); caja 153, n.º 18 (1448).
41 agn, Comptos, caja 186, n.º 3, 2 (1419); ps, 2ª serie, leg. 18, n.º 56, 2 (1440).
42 agn, Comptos, caja 149, n.º 20, 8; caja 147, n.º 12, 16.
43 agn, Libro de fuegos de 1427, ff. 26r, 27v, 29v, 32r, 35r.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Entre el campo y el burgo | 231
3. Conclusiones
44 P. Bourdieu, «Le capital social», Actes de la recherche en sciences sociales, 31, 1980, pp. 2-3.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
La familia de Roca. El monopolio familiar
sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau
Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
Universitat de Barcelona
[email protected]
[email protected]
Introducción
E
l presente trabajo pretende llevar a cabo un estudio sobre la figura
del baile rural en el territorio de la Catalunya Vella. Para ello, se ob-
servará cómo se articuló dicha figura en un territorio en particular, la
parroquia de Sant Ponç Fontajau. La parroquia de Fontajau formaba parte
del patrimonio territorial de Sant Pere de Galligants, situado en la ribera
occidental del Ter, frente a la ciudad de Girona. Dicha parroquia tenía como
núcleo central la iglesia de Sant Ponç de Fontajau y se componía de nume-
rosas tierras, campos y coraminas. Entre 1193 y 1299 la bailía de la parroquia
de Fontajau estuvo monopolizada por una sola familia remensa, identificada
con el dominio del mas de Roca. A partir de la primera aparición de Ramon
de Roca, cada uno de los primogénitos de la familia de Roca ostentaron el
cargo de baile. La continuidad del monopolio de la bailía durante cinco
generaciones fue asegurada a través de diversas estrategias patrimoniales y
familiares que facilitaron la ascensión social de la familia de Roca. La familia
de Roca se situó entre la élite campesina local a través del cumplimiento de
labores de control asignadas por el señor sobre el resto de la localidad, y a
través de estrategias patrimoniales a imagen del poder.
La documentación utilizada en el presente estudio proviene principal-
mente de los rollos 14 (290, 465) y 15 (159, 163, 174, 176, 181, 533) de Fon-
tajau, del fondo de Sant Pere de Galligants, que se conservan junto al resto
de los cincuenta y tres rollos en el Archivo de la Corona de Aragón desde
1918 1. Además de estos pergaminos, en su mayoría originales, el resto de
1 E. Mallorquí (ed.), Col·lecció diplomática de Sant Pere de Galligants (911-1300), vol. i y ii, Barce-
lona, Fundació Noguera, 2013. A partir de aquí la documentación será citada con las siglas
cspg.
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234 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
Ibid., p. 17.
2
V. Farías, «Sobre la reorganización del señorío rural y la figura del baiulus en la Catalunya del
3
noreste de los siglos xii y xiii», Anuario de Estudios Medievales, 30-2, 2000, pp. 895-897.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 235
era el del hombre originario del territorio donde habitaba. Esta característi-
ca lo dotaba de conocimientos indispensables para ejercer su cargo: conocía
la realidad local, el territorio y sus habitantes, además de las costumbres que
regulaban la vida social y económica de su colectividad 4.
2003, p. 277.
7 cspg: 189, 522. En el documento 144 aparecen ya identificados con el nombre del mas.
8 P. Benito, «Élites rurales...», op. cit., p. 19.
9 cspg: 189, 522.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
236 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
Remensas
A finales del siglo xii, los bailes rurales vieron consolidados sus de-
rechos en su tenencia: fue impuesta a los bailes y a sus descendientes la
obligación de habitar el mas, de ser hombres solidos y de prestar home-
naje. Los bailes también fueron ligados a la gleba, sometidos a los malos
usos, a la remensa y a la justicia territorial como el resto de los campesinos
de su circunscripción 10. En lo que a los Roca se refiere, podemos asegurar
su condición de hombres propios, porque Simó de Roca fue denominado
como tal en una sentencia dictada el 7 de setiembre de 1299: «Simonem de
Ruppe, de Fonte Agello, hominem proprium et baiulum monasterii Sanc-
ti Petri de Gallicantu» 11. Seguramente no debería entenderse la entrada en
servidumbre, al menos a lo que los bailes respecta, como una degradación
de su condición, sino como una oportunidad de ascenso social, ya que fue
esta condición la que permitió el acceso a un tipo de tenencias privilegiadas,
como era el caso de la bailía.
La ostentación del cargo de la bailía formó parte del conjunto de las estra-
tegias económicas de la familia de Roca. Como veremos a continuación, la
ostentación de dicho cargo conllevó que los Roca estuvieran al frente de un
extenso patrimonio, además de que fuese ese mismo patrimonio lo que les
permitió asegurar el monopolio del cargo de bailía durante generaciones.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 237
12 Por braçatge debemos entender la séptima, onceava o veintena parte del conjunto de las ren-
tas recaudadas. P. Benito, Senyoria de la terra..., op. cit., p. 272. Por redelme se puede entender
que equivalía a la décima parte de todo lo que se había recaudado en concepto de diezmo,
y por lo tanto sería un diezmo sobre el diezmo. E. Mallorquí, El llibre verd del bisbe de Girona
(1362-1371). El delme i l’estructura feudal de la diòcesi de Girona al segle xiv, Girona, Diputació
de Girona, 2011, p. 115. Una vez recogido el braçatge y el redelme, los bailes lo depositaban en
bodegas o graneros de la misma parroquia.
13 cspg: 186, 533.
14 P. Benito, Senyoria de la terra..., op. cit., pp. 323-325.
15 cspg:144.
16 cspg: 153.
17 cspg: 218.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
238 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
Las bailías que articuló Sant Pere de Galligants desde el núcleo de poder
en favor del control de todos sus territorios fueron varias. Entre las bailías
que administró el señorío, la familia de Roca y la familia de Selvà fueron las
únicas que aseguraron el cargo del baile en la línea familiar durante varias
generaciones 21. No podemos decir con absoluta seguridad que fuesen las úni-
cas familias que se articularon generacionalmente alrededor de una bailía.
Sin embargo, parece que fue así según la documentación conservada. Por lo
tanto, la figura del baile podía adjudicarse a una familia, o podía no hacerlo.
Para ver un ejemplo de cerca, E. Mallorquí identifica que en Cassà de Selva
el cargo de baile cambiaba a menudo de mas y de familia 22. En el caso que
vamos a estudiar, la concatenación familiar se llevó a cabo en uno de los do-
18 cspg: 238.
19 Los bailes de Roca aparecen mencionados en diferentes transacciones firmando como bai-
les. cspg: 159, 163, 174, 181, 238, 465.
20 cspg: 153, 290.
21 E. Mallorquí identifica a tres generaciones de bailes de los de Selvà: Ponç, Elisenda y Pere,
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 239
X X
X Ramon Ponç
de de
Roca Fontajau
X Ponç María
de Raimunda
Roca
Simó
de
Roca
23 Ibid., p. 50.
24 Análisis prosopográfico construido con la ayuda del trabajo de E. Mallorquí. Ibidem.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
240 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
generación. Igualmente, fue en ese mismo marco donde las familias remen-
sas encontraron el espacio de resistencia ante la violencia estructural del po-
der 25. El hereu fue impuesto desde arriba hacia abajo, como un instrumento
de control. Sin embargo, ninguna estructura de control penetra con éxito
si no se instaura de manera deseable para la clase dominada. En el caso de
los Roca, el hereu se convirtió en una organización familiar a imagen de lo
hegemónico, donde encontraron el marco a través del cual acumular poder
local y monopolizar el poder sobre la bailía. A la inversa, el abad de Sant
Pere de Galligants encontró en el hereu un sistema a través del cual poder
controlar la bailía de Fontajau.
25 L. To Figueras, «Señorío y familia: los orígenes del “hereu” catalán (siglos x-xiii)», Studia
Historica-Historia Medieval, 11, 1993, p. 57.
26 L. To Figueras, «Señorío y familia...», op. cit., p. 58.
27 M. Aventin i Puig, «Familia i unitat d’explotació», Història agrària dels països catalans, 2, 1993,
p. 468.
28 cspg: 153.
29 cspg: 159.
30 L. To Figueras, «Señorío y familia...», op. cit., p. 58.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 241
31 Véase figura 1.
32 En el caso de que fuese la pubilla, también podían ejercer de bailes. Encontramos en nuestra
documentación un ejemplo, no pertenenciente a los Roca, sino a la familia de Selvà, bailes de
Sant Andreu Salou: Elisenda Selvana, actuando como baile dos veces, en el documento 421,
y en el documento 474.
33 M. Aventin i Puig, «Familia i unitat...», op. cit., p. 468.
34 cspg: 144.
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La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 243
38 cspg: 337.
39 Consultado en F. Gaffiot, Le Grand Gaffiot: dictionnaire latin-français, 3.ª ed., París, Ha-
chette-Livre, 2012.
40 M. Aventin i Puig, «Familia i unitat...», op. cit., p. 468.
41 cspg: 290.
42 J. Lalinde Abadía, «La recepción española del senado consulto Velleyano», ahde, 41, 1971,
p. 256.
43 Para saber más, véase ibid., pp. 343-344.
44 cspg: 290.
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244 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
45 cspg: 337.
46 cspg: 337.
47 cspg: 522.
48 cspg: vol. i, p. 51.
49 cspg: 181.
50 cspg: 176.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
La familia de Roca: el monopolio familiar sobre la bailía de Sant Ponç de Fontajau | 245
del mas principal una vez fallecidos. Aunque también tuvieron que recurrir
a préstamos de judíos de Girona para poder jugar a imagen del poder, sus
estrategias fueron efectivas hasta cinco generaciones. Tras las intervenciones
de Simó de Roca, no volvemos a saber más en torno a la bailía familiar ni
la familia.
51 cspg: 533.
52 P. Benito, Senyoria de la terra..., op. cit., pp. 504-505.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
246 | Clara Francesch Roher / Andrea Aparicio Lozano
una ofensiva judicial del señorío dirigida, sobre todo, a la elite campesina
teniente. Por eso, no nos debe extrañar que una sentencia sea el último do-
cumento en donde nos aparece dicha familia.
Consideramos importante destacar aquí que no contamos con más do-
cumentación que la que aparece en los dos volúmenes editados por E. Ma-
llorquí, en los que la bailía de Sant Ponç de Fontajau no vuelve a aparecer
mencionada. Sería interesante poder contrastar con la documentación de
cronologías posteriores qué es lo que ocurrió con dicha bailía: si apareció
otra familia que ostentó el cargo, o si, por otra parte, el cargo ya no funcionó
de forma hereditaria, sino asignado a los campesinos por contratos tempo-
rales.
Conclusiones
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los mecanismos de negociación y
concurrencia de las aldeas de la Tierra
de Cuéllar a fines de la Edad Media*
Miguel José López-Guadalupe Pallarés
Universidad Complutense de Madrid
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Introducción
E
l monopolio en el ejercicio de la justicia, el sometimiento institucional
de las aldeas 1, los mecanismos para proveer o nombrar oficios en los
concejos aldeanos 2, la desigualdad jurídica y fiscal entre los villanos y
los aldeanos, la preeminencia de las estructuras de fortificación de la Villa 3
y un largo etcétera 4. Se trata de una lista de argumentos que ponen de mani-
fiesto el desarrollo medieval de la ciudad y del campo en clave jerárquica 5.
La dinámica de control del territorio por parte de villas y ciudades castella-
nas es tal que estas son un «subsistema dentro del país» 6. Aunque el señorío
baté y J. Farré (eds.), El poder a l’Edat Mitjan, Lleida, Pagès Editors, 2004, pp. 173-208 (180-181).
6 M. Á. Ladero, «Monarquía y ciudades de realengo en Castilla. Siglos xii a xv», en S. Gensini
(ed.), Principi e città alla fine del medioevo, Pisa, Pacini Editore, 1996, pp. 357-412 (361). Sobre
estas pautas de dominio sobre el territorio en Segovia, el concejo más destacado de la región
extremadurana a la que pertenece Cuéllar: M. Asenjo, Segovia. La ciudad y su tierra a fines del
medievo, Segovia, 1986 y M. Santamaría, «Del concejo y su término a la comunidad de ciudad
y tierra. Surgimiento y transformación del señorío urbano de Segovia (siglos xiii-xvi)», Stu-
dia historica. Historia medieval, 3, 1985, pp. 83-116.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
248 | Miguel José López-Guadalupe Pallarés
pp. 488-493.
9 E. Olmos, Poder político concejil..., op. cit., p. 178.
10 Vid. M. Asenjo, «Labradores ricos. Nacimiento de una oligarquía rural en la Segovia del
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los mecanismos de negociación y concurrencia de las aldeas de la Tierra de Cuéllar... | 249
llana del siglo xv. El linaje de la Cueva y la Casa ducal de Alburquerque» (t.s.p.), Universidad
Complutense de Madrid, 2006, pp. 454-468, 653-665 y 676-681, <http://biblioteca.ucm.es/
tesis/ghi/ucm-t%2029153.pdf>.
17 La regulación de los recursos forestales era fundamental pues montes y pinares se utilizaban
para el pastoreo cuando otros comunales no eran suficientes: E. Olmos, «La Comunidad de
Villa y Tierra de Cuéllar a finales de la Edad Media: relaciones entre un núcleo urbano y el
entorno rural de su alfoz» [microfilm], Universidad de Valladolid, 1999, pp. 406 y 408.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
250 | Miguel José López-Guadalupe Pallarés
censo enfitéutico que tienen los pecheros por los hidalgos, estuvieron pre-
sentes junto con los dos regidores de los buenos hombres pecheros y el ma-
yordomo de los mismos en el testimonio del traslado de 1491 18. Otro asunto
delicado en donde los sexmeros cobran importancia, junto con los regidores
de los pecheros, es el acuerdo en lo que se debe pagar por traer a Cuéllar
el pan de las tercias del duque, fijando un precio en función de la distancia,
desde las aldeas más próximas, en el sexmo de Cuéllar (1 mr/fan) hasta las
aldeas a 4 leguas, como Santibáñez (8 mrs/fan) 19. Hay que tener en cuenta
que se trata de la fuente básica de alimentación y, además, un bien del que
el concejo de Cuéllar era deficitario, por lo que debía importar grano, lo que
condicionaba muchas veces su política comercial 20. También fue asunto de
las ordenanzas que firmaron Cuéllar y Fuentidueña el 9 de mayo de 1491, en
donde uno de los procuradores del concejo de Cuéllar fue el procurador del
sexmo de Hontalvilla. En este caso permitían la saca de pan cocido y la mo-
lienda en molinos del otro concejo 21. En las ordenanzas de febrero de 1474
firmadas entre Cuéllar y Coca para el aprovechamiento ganadero y forestal
se decidió que los vecinos de Coca abrieran cañada en sus términos para que
pudieran pasar allí los cuellaranos, cuestión importante para los habitantes
del sexmo de Navalmanzano 22. En 1530 los sexmeros junto con el regidor de
los hombres buenos pecheros de la Tierra (probablemente distinto ya del re-
gidor de los pecheros de la villa por referirse a una realidad política diferen-
ciada) pactan las formas de pago de la cebada de las alcabalas de la Tierra, en
donde se sanciona que las costas derivadas del retraso en el pago correrían a
cargo del mayordomo del pan y no de los concejos y particulares 23.
Por otro lado, los concejos aldeanos estaban supeditados al villano,
quien ejercía la supremacía jurisdiccional sobre su término 24. Llevaban a
acumulaba una gran cantidad de grano procedente de la Tierra y con el que podría asegurar-
se pingües beneficios en la villa.
21 cdc, doc. 799.
22 cdc, doc. 668.
23 acda, c. 167, n.º 2. El hecho de que se mencione a un regidor de pecheros exclusivamente
de la Tierra puede estar en relación con dos procesos: la aparición de realidades políticas di-
ferenciadas para los aldeanos y los villanos; y la incipiente voluntad de mayor representación
de los pecheros en los concejos castellanos, síntoma de un crecimiento económico de ciertos
grupos emergentes y el distanciamiento de encuadres sociopolíticos tradicionales.
24 9 aldeas destacadas de la Tierra de Medina del Campo contaban con concejo y término
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los mecanismos de negociación y concurrencia de las aldeas de la Tierra de Cuéllar... | 251
fuera del concejo de Medina, ante los propios monarcas: M. I. del Val Valdivieso, «Medina
del Campo en época de los Reyes Católicos», en E. Lorenzo Sanz (ed.), Historia de Medina y
su Tierra, vol. i, Valladolid, Ayuntamiento de Medina del Campo-Diputación de Valladolid-
Junta de Castilla y León, 1986, pp. 229-314 (241).
25 Viloria tenía un alcalde: E. Olmos, Poder político concejil..., op. cit., pp. 167 y 171-172. Navas de
Oro de Cuéllar tuvo uno y en el s. xvi se añadió un segundo. También tenían un fiel de fechos
y un alguacil: L. García Echeverría, Historia de Navas de Oro, Valladolid, 2000, pp. 70-72.
26 10, mayo, 1493. ags, rgs, V-1493, f. 220.
27 E. Olmos, Poder político concejil..., op. cit., pp. 94-95.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
252 | Miguel José López-Guadalupe Pallarés
saria para la comunidad. Por último, añadió que el derecho a cortar leña en
este monte lo había tenido Montemayor por varias décadas de antigüedad.
Como el concejo de Cuéllar no lo consideró procedente se presentó ante el
señor, Beltrán de la Cueva. Fue esta apelación la que le dio una oportunidad
a Montemayor y, finalmente, el corregidor Alfonso de Ferrera consideró
injusto el embargo a Montemayor y lo dio por nulo 28.
Dentro de este panorama tan estrecho de oportunidades para las aldeas
de la Tierra, aún había circunstancias que podían situar en una situación
de ventaja a algunas de ellas 29. Una de las opciones era vincularse al señor.
Los duques de Alburquerque promocionaron algunos lugares de la Tierra
de Cuéllar. Beltrán de la Cueva tenía una reserva de caza en Lastras y en el
palacio de la Serreta. La aldea de Lastras acabaría vinculada a la Casa de
Alburquerque ya que se presentaba al margen del sexmo de Hontalvilla,
y esto debió de reportarle exenciones y ventajas fiscales. Si bien, Lastras
dinamizó su artesanado, sobre todo el que estaba relacionado con el barro,
convirtiéndose en el primer centro productor del término en el sector 30. Otro
caso puede ser el de Zarzuela, aldea a la que el concejo de Cuéllar tuvo que
dejar un pinar por orden del señor de la villa, quizá por su proximidad a la
Serreta 31. En otras ocasiones se optó por vincularse a otros señores. En 1472
el duque de Alburquerque confirmó el nombramiento como juez-árbitro de
Diego Fernández de Grijota. El pleito del que se ocuparía enfrentaba al prior
de Samboal y a una serie de personas de Samboal que se decían vasallos
28 cdc, doc. 630. Sobre esta acción del señor en clave de mediación y pacificación: M. J. Ló-
pez-Guadalupe Pallarés, «Eficacia resolutiva del poder: realengo y señorío en el marco con-
cejil. Los casos de Cuéllar (1464-1492) y Sepúlveda (1472-1504)», en El acceso al trono: concepto
y ritualización (Actas de la XLIII Semana Internacional de Estudios Medievales de Estella-Lizarra. 19
al 22 de julio de 2016), Pamplona, Gobierno de Navarra, 2017, pp. 349-359 (354-355). No
obstante, cabría tener en cuenta cuáles podrían ser los beneficios políticos del señor, pues
resolviendo la tensión entre el concejo de Cuéllar y los concejos aldeanos a favor de los
aldeanos, podía debilitar al concejo consolidado sobre el que ejercía su señorío.
29 Muchos son los factores que marcan la diferencia entre unas comunidades aldeanas y otras. A
era muy débil y se ocupaba de labores sencillas para productos de primera necesidad que no
competían con el artesanado de la villa o de otros centros del entorno: E. Olmos, Poder político
concejil..., op. cit., p. 145.
31 6, octubre, 1517, Zarzuela, ahmc, secc. ii, leg. 19, n.º 9.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los mecanismos de negociación y concurrencia de las aldeas de la Tierra de Cuéllar... | 253
e por quanto hemos visto por experiençia que los dichos pinares comunes se
destruyen a cavsa que muchos vecinos de las dichas villas e de sus tierras tie-
nen por ofiçio de cortar en los dichos pinares comunes, ansý por la poca pena
como a vecinos de las dichas villas y sus tierras les ha de ser llevada, segund es-
tas dichas ordenanças, puesto que toman las guardas, e quando no es tomando
ándanse en los dichos pinares comunes toda la semana labrando e cortando, e
la madera que ansý labran e cortan lo venden a personas de fuera 33.
32 cdc, doc. 652.
33 Ordenanzas firmadas por los concejos de Cuéllar y Sepúlveda para la guardia y protección
de los pinares. 17, junio, 1491 cdc, doc. 801.
34 2, febrero, 1498. ags, rgs, ii-1498, f. 42.
35 L. García Echeverría, Historia de..., op. cit., pp. 21, 30-33, 45, 70-73, 87 y 92.
36 Argumento de E. Olmos, Poder político concejil..., op. cit., p. 98, fundamentado en la ley 243 de
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
254 | Miguel José López-Guadalupe Pallarés
una serie de ventajas a los hombres buenos de Navas de Oro, previa instancia
de los mismos. En su ruego decían que vecinos y moradores de este barrio se
estaban viendo obligados a trasladarse al barrio de Coca por falta de oportu-
nidades, añadiendo que «dello se avía seguido deservicio al dicho nuestro se-
ñor [Beltrán de la Cueva] e dampno a la dicha villa [de Cuéllar]». La decisión
se tomó para frenar el despoblamiento y para fomentar la repoblación, con-
cediendo para ello gracias y exenciones que hicieran atractiva la vida en este
lugar del extremo del sexmo de Navalmanzano. Entre los privilegios estaba el
de no tener que contribuir en velas y paleríos de la cava. Además, los vecinos
de Cuéllar y su Tierra no podrán sacar leña del pinar y si son sorprendidos
con ella, los vecinos del barrio podrán quedársela. Se acordó también que los
pecheros de Navas no tributen más que los «maravedís que agora se fallare
que pechan e contribuyen e tienen por cabeça de pechar» 37. No obstante, los
concejos de Cuéllar y Coca eran conscientes de la situación y actuaron con
dureza contra la tala de árboles, estableciendo en las ordenanzas de febrero
de 1474 que la pena por entrar en la otra jurisdicción a cortar madera sería de
30 mrs/pino si lo llevaba a cabo un vecino de Navas, cifra que contrasta con
los 10 mrs/pino que se establecía para el resto de vecinos 38. A los pocos días
el concejo de Navas consiguió que Cuéllar rebajara la pena para sus vecinos
a no más de 20 mrs por cortar madera 39. A esto se añade el hecho de que la
tala era el único delito penado de forma diferente para los vecinos de Navas.
Con ello quedaba claro que Coca y Cuéllar eran conscientes de dónde residía
el problema de esta práctica habitual y, aunque el concejo de Navas de Oro
no conseguiría el mismo trato para sus vecinos, el hecho de que renegociara
la pena es un claro síntoma de que sus aldeanos estaban dispuestos a seguir
corriendo el riesgo, minimizando en lo posible las consecuencias.
A modo de conclusión
37 cdc, doc. 637. Además, seis años después se sacó un traslado a petición del procurador del
concejo de Navas: cdc, doc. 686. La presión fiscal sobre los vecinos de Navas era relativa-
mente baja, pues se dice en 1484 que, tanto ellos, como los de Samboal, «an privilegios se-
gund que abemos entendido que no pechen sino en aquellas cosas en que pecharen y pagaren
los cavalleros de la dicha villa»: L. García Echeverría, Historia de..., op. cit., pp. 112-113.
38 cdc, doc. 667.
39 cdc, doc. 669.
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Los mecanismos de negociación y concurrencia de las aldeas de la Tierra de Cuéllar... | 255
40 Para E. Olmos la aldea era la célula básica del poblamiento cuellarano. La villa solo contaba
con un tercio de los habitantes totales del concejo, pero era manifiesta la diferencia numérica
con respecto a los siguientes núcleos y tuvo un ritmo de crecimiento notablemente mayor a
lo largo del s. xvi: Poder político concejil..., op. cit., pp. 107-112 y 126.
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El monasterio de Sant Pere de la Portella
en su territorio (siglos xiii-xiv)
Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
Universitat de Barcelona
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M
ediante la documentación presente en el Diplomatari de Sant Pere de
la Portella 1, se ha querido plasmar las relaciones de poder feudal que
se establecieron alrededor del monasterio durante el período com-
prendido entre los años 1266 y 1303. La documentación analizada refleja
los permanentes conflictos sociales generados por la posesión de la tierra. El
análisis de dicha documentación ha permitido tener en cuenta el conjunto
de categorías de percepción, conceptualización, expresión y acción que es-
tructuraron las experiencias feudales colectivas alrededor del Monasterio de
Sant Pere de la Portella. Ello ha dado pie a contextualizarlas con los cambios
que los procesos de sociogénesis de finales del siglo xiii produjeron en las
mentalidades de las comunidades eclesiásticas 2.
El conjunto documental estudiado ha permitido observar la contraposi-
ción de dos mentalidades colectivas muy parecidas pero con una estructura-
ción interna distinta: la monacal y la condal. Los constantes enfrentamientos
con el Condado de Pallars, o mejor dicho con sus condes, que aparecen en
la documentación, no suponen una contraposición de mentalidades como la
descrita por Gramsci 3, sino una contraposición entre dos sistemas de control
parecidos que compiten por la extracción de los bienes producidos en el
territorio del Baix Berguedà.
Así pues, este trabajo pretende permitir una mayor comprensión de
las relaciones feudales que se establecieron en el Baix Berguedà entre las
1 J. Bolós (ed.), Diplomatari de Sant Pere de la Portella, Barcelona, Fundació Noguera, 2009. A
partir de ahora citado como dsp.
2 N. Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Madrid, fce,
1988, p. 393.
3 A. Gramsci, Los intelectuales y la cultura, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
258 | Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
distintas élites que actuaban en la comarca, entre dichas élites y sus vasallos,
entre campo y ciudad y cómo estas relaciones se plasmaron en el territorio,
teniendo siempre en cuenta la lógica social de los textos estudiados.
1. Situación territorial
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El monasterio de Sant Pere de la Portella en su territorio (siglos XIII-XIV) | 259
2. Posesión de la tierra
5 A. Riera Melis, «La red viaria de la Corona Catalanoaragonesa en la Baja Edad Media», Acta
historica et archaeologica medievalia, 23-24, 2002-2003, p. 453.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
260 | Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
6 J. Bolós, «Introducció», en idem (ed.), Diplomatari de Sant Pere de la Portella, Barcelona, Funda-
ció Noguera, 2009, pp. 13-195.
7 dsp, doc. 100, pp. 349-352.
8 Tal y como se puede comprobar en el documento 96 dsp, doc. 96, p. 345.
9 dsp, doc. 107, p. 368.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
El monasterio de Sant Pere de la Portella en su territorio (siglos XIII-XIV) | 261
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262 | Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
12
dsp, doc. 95 y 96, pp. 344-345. En el segundo documento se lee: «Mandamus vobis quatenus
non compellatis nec compelli permitatis dictum abbatem nec monasterium suum, nec fideiussores sui
principales debitores pro eis obligatos [...] ad solvendum ipsa debita donec redditus eorum integriter
reciperepossint».
13 Aunque el conde de Pallars Arnau Roger (1267-1288) participó en las rebeliones de 1275 i
1280, fue perdonado por Pere II. S. Sobrequés, Els barons de Catalunya, Barcelona, Vicens
Vives, 1991, pp. 86-87.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
El monasterio de Sant Pere de la Portella en su territorio (siglos XIII-XIV) | 263
Más allá de esta excepción, se puede afirmar que, en general, las rela-
ciones entre la monarquía y el monasterio acostumbraban a ser buenas. Pero,
¿por qué? Aquí se plantea la apertura de una cuestión que se deberá estudiar
en un futuro para entender la estrategia concreta del casal de Barcelona en
su promoción del monasterio frente a sus aliados en el condado de Pallars.
14 Documentos: 107, 108, 109, 110, 111 i 112. dsp, pp. 368-372.
15 «El rey proveyó que Guillem de Broli veguer, amb gent de guerra, asistiese en defensa de la
condesa Làscara y de sus hijas, a las cuales confirmó los feudos de Berga y Berguedà». J. Zurita,
Anales de Aragón, vol. 2, lib. v, cap. 27, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1977, p. 526.
16 S. Sobrequés, Els barons…, op. cit., pp. 87-88.
17 dsp, doc. 98, p. 347.
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264 | Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
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20 G. Feliu, La llarga nit feudal. Mil anys de pugna entre senyors i pagesos, València, Publicacions
Universitat de València, 2010, p. 127.
21 R. Pernoud, La mujer en el tiempo de las catedrales, col. «Plural Historia», 1982, p. 215.
22 S. Sobrequés, Els barons…, op. cit., p. 118, nota 81.
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23 dsp, doc. 108, p. 366.
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El monasterio de Sant Pere de la Portella en su territorio (siglos XIII-XIV) | 267
su poderío son las condiciones que impuso para la creación del beneficio.
Dichas condiciones se pueden dividir en dos tipologías:
• La primera corresponde al marco mental y espiritual en la afirmación
dinástica de su linaje familiar, futuro y pasado, como dominadora del territorio.
Estableciendo, por ejemplo, la celebración anual del aniversario de la defun-
ción de su padre tal y como él mismo había dejado establecido en su testamen-
to: que diez eclesiásticos cantasen y celebrasen diez misas por su alma y la de su
padre, que se hiciese una procesión desde el altar de Sant Pere hasta el sepulcro
de su padre y que el abad diese doce dineros a cada presbítero que participase 24.
• Por otro lado, la segunda tipología resulta más interesante para el ob-
jetivo del presente trabajo, ya que en este segundo bloque de condiciones se
establece una relación de dominado y dominador, en términos económicos,
entre el monasterio y la familia de Guàrdia. El monasterio tenía que entregar
anualmente y durante treinta años cuatrocientos sueldos de moneda barce-
lonesa a Tomasa o a quien ella indicase. Además, el monasterio debía dar,
también, cien sueldos barceloneses a Marquesa, priora de Valldaura 25. Es-
tas condiciones establecieron una relación de dependencia del monasterio
hacia la familia de Tomasa de Guàrdia, que se superpondría al señorío del
monasterio gracias a las rentas que extraería del mismo. Se puede asegurar
que dicha relación permaneció como mínimo hasta diez años después de
la escritura del documento en el que se establecieron las sobredichas con-
clusiones. En una confirmación de donación fechada el 11 de febrero de
1296, Ponç de Guàrdia, hijo de Tomasa, confirmó la donación hecha por su
madre y, recordando las obligaciones que el monasterio tenía de celebrar el
aniversario de la muerte de su abuelo Berenguer, instituyó la celebración de
un nuevo aniversario, el de la muerte de su madre Tomasa. Ponç aprovechó
para recordar su derecho a recuperar las tierras y diezmos dados por su ma-
dre en el supuesto caso de que el monasterio no cumpliese el pago anual de
los sueldos acordados 26.
Dicho documento podría responder a dos motivos distintos. El prime-
ro sería el incumplimiento del trato por parte del monasterio después de la
muerte de Tomasa de Guàrdia. Por otro lado, el segundo sería el abandono
sino un mensaje de Ponç para reafirmar el mantenimiento del poder de su
familia a pesar de la muerte de la matriarca. Con el documento del hijo que
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268 | Martí Garcia i Asensi / Ada Richaud López
4. Conclusiones
G. Duby, Il potere delle donne nel Medioevo, Bari, Laterza, 2001, pp. 218-219.
27
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Los límites entre el campo y la ciudad.
Conflictos, mediaciones de paz y
arbitrajes en Vilafranca (1307-1412)*
Vicent Royo Pérez
Universitat Rovira i Virgili
[email protected]
Introducción
L
as relaciones entre el campo y la ciudad siempre se han presentado
en términos de tensión, conflicto y dominación. Es unánimemente
aceptado que, a lo largo de los siglos medievales, los centros urba-
nos se imponen de manera progresiva al entorno rural circundante. A nivel
institucional, las villas someten fiscal, jurisdiccional y políticamente a las
comunidades rurales, pese a la oposición que estas últimas presentan 1. Por
otra parte, los burgueses irradian su control económico por el espacio rural
y sus comportamientos son imitados por los campesinos más ricos, cuyo ho-
rizonte es instalarse en las villas, ya que esta es la prueba más palpable de su
ascenso social 2. Existe, pues, una fuerte imbricación entre los habitantes de
los centros urbanos y los rurales, pero esta relación refuerza el dominio de
la ciudad sobre el campo 3.
Según este discurso, parece que los campesinos tienen poco que hacer
frente al predominio de las villas, pero el estudio de la sociedad rural mues-
* Este trabajo ha sido elaborado en el marco del programa postdoctoral «Juan de la Cierva-
formación», financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
1 En esta dirección se articulan las relaciones entre las villas y las comunidades de aldeas, tanto
J. P. Jessene (eds.), Les Élites rurales dans l’Europe médiévale et moderne. Actes des XXVII es Journées
Internationales d’Histoire de l’Abayye de Flaran (2005), Toulouse, 2007.
3 Las relaciones campo-ciudad constituyen un tema de larga tradición. Remitimos, por ello, a
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
270 | Vicent Royo Pérez
tra que la subyugación del campo no es tan radical. De hecho, ciertos secto-
res de la vida cotidiana de las comunidades rurales escapan a las influencias
urbanas. El mundo rural tienen su propia dinámica y, en consecuencia, los
habitantes de las villas encuentran unos límites a su actuación, impuestos
por los propios actores de un mundo rural tan diversificado como complejo.
Al menos, así lo manifiesta el análisis de la conflictividad en la comunidad
rural de Vilafranca del Cid a lo largo del siglo xiv 4.
Desde la conquista del siglo xiii, Vilafranca se configura como una modesta
comunidad rural, que ocupa una posición secundaria en la red de poblamiento
de la frontera entre los reinos de Valencia y Aragón. Así lo revela su demogra-
fía, que llega a unas 115 casas a inicios del siglo xiv, alcanza los 209 hogares
en los años setenta de la centuria y se mantiene estable alrededor de las 130
casas a finales de la misma 5. Ahora bien, Vilafranca ocupa un lugar estratégico
en las rutas ganaderas que unen las zonas llanas de las comarcas valencianas
de El Maestrat y La Plana de Castelló con la región de la montaña de Teruel.
Gracias a esta ubicación, se convierte en un pequeño centro de mercado, que
presenta un dinamismo impropio de una comunidad de sus características.
Prueba de ello es que existe una enorme diversidad socioprofesional.
La ganadería es la principal fuente de subsistencia para la mayoría de fami-
lias y la abundancia de materias primas explica la proliferación de numero-
sos artesanos del sector textil 6. Ya por último, al frente de la comunidad ru-
4 El estudio comienza en 1307, fecha del primer protocolo notarial conservado de Vilafranca,
y acaba en 1412, fin del Interregno. Ese año, acaba la guerra civil que había enfrentado a la
villa de Morella y las aldeas de su término general, que supone la victoria de la primera y el
inicio de un grave periodo de crisis para las segundas. Existe, pues, un punto de inflexión en
la historia comarcal que ayuda a detener el análisis. Además, se han conservado 77 protocolos
entre 1307 y 1412, una cifra suficiente para conocer la comunidad rural.
5 En este momento, Vilafranca está muy lejos del millar de hogares que tiene Morella y tam-
bién se sitúa por detrás de la villa de Cantavieja –con 368 casas– y de otros centros rurales,
como El Forcall, Mirambel y Catí, que tienen 304, 280 y 272 hogares, respectivamente. Estas
cifras y más detalles de los territorios fronterizos entre Valencia y Aragón en C. Rabassa,
«Conjuntura econòmica i desenvolupament comercial als Ports de Morella: segles xiv i xv»,
tesis doctoral inédita, 2 vol., Universitat de València, 1996; y G. Navarro y C. Villanueva
(eds.), Libro de la bailía de Cantavieja (1428-1470), Zaragoza, 2009.
6 Entre 1393 y 1412, el 35% de la población tiene un oficio relacionado con la artesanía, mien-
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Los límites entre el campo y la ciudad | 271
en los que conserva al menos un protocolo de los 105 que comprende el estudio. No se ha
hecho el cómputo contando los años en los que no hay ningún registro porque no se puede
saber si hubo algún litigio.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
272 | Vicent Royo Pérez
pues, se han recogido 325 documentos, que dan cuenta de los 230 conflictos
mencionados antes 9.
Se trata también de prácticas muy flexibles, capaces de adaptarse a
cualquier confrontación y de combinarse con los pleitos. Por esta razón, los
casos solventados con estos mecanismos son muy diversos, aunque se pue-
de realizar una clasificación, que presenta la siguiente distribución: el 48%
de los conflictos está relacionado con la violencia y las luchas de bandos;
el 30% se producen por el reparto de las herencias; otro 17% afecta a los
diferentes sectores del mercado –sobre todo, de la tierra y del crédito–; y,
finalmente, un 5% tiene que ver con la ganadería. Estos porcentajes mues-
tran que los conflictos, las mediaciones de paz y los arbitrajes tienen un rol
esencial en la articulación del tejido social de la comunidad, pues afectan a
los principales ámbitos de la vida cotidiana y, por ello, incumben a la gran
mayoría de vecinos del lugar.
9 Según los registros conservados, se produjo una media de casi 3,5 escrituras cada año en
relación a las mediaciones y los arbitrajes.
10 Representan el 29% de los litigantes. No se ha podido averiguar el origen de otros 82 perso-
(1), aldeas de Morella; Ares (10), Albocàsser (6) y Benassal (4), en El Maestrat; y también La
Iglesuela del Cid (7), en la encomienda hospitalaria de Cantavieja. En total, suman 43 perso-
najes, que representan el 36% de los forasteros. Se han documentado otros 17 habitantes de
otras 10 comunidades rurales, que suponen el 14%.
12 Los 24 habitantes de Morella encabezan la lista de forasteros y representan el 20% del to-
tal. Aparecen otros 14 vecinos de Mosqueruela, que suponen el 13%, mientras que los 4
habitantes de Cantavieja alcanzan el 3%. Completan la lista otros 17 vecinos procedentes de
8 centros urbanos más lejanos, que representan el 14%.
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los límites entre el campo y la ciudad | 273
Mapa 1. Procedencia de litigantes y árbitros en los conflictos suscitados en Vilafranca (1307-1412). Fuente:
Elaboración propia.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
274 | Vicent Royo Pérez
4. Los árbitros
Cuando los enfrentados deciden buscar una solución negociada, las posibi-
lidades que tienen son fundamentalmente dos. Por una parte, pueden con-
ducir ellos mismos las conversaciones para cerrar el litigio, pero esto exige
que la tensión se haya rebajado, cosa que no siempre sucede. Cuando no es
posible encauzar la negociación, los contendientes pueden dejar la resolu-
ción en manos de terceras personas a través de la institución arbitral. Según
esta vía, cada parte elige a uno o varios mediadores, que negociarán en su
nombre la resolución del conflicto.
Esta última opción es la más común, ya que el 63% de los conflictos se
cierran a través de un arbitraje, mientras que un 25% se soluciona con un
pacto y el 12% restante queda en un punto muerto o pasa a la justicia ordina-
ria por decisión de las partes. Así pues, se han documentado 146 arbitrajes y,
en ellos, participan 166 individuos como árbitros. En este sentido, la nómina
de mediadores presenta las mismas características que la lista de implicados
en los conflictos e, incluso, los porcentajes son muy similares.
De los 166 árbitros, 82 son vecinos de Vilafranca, que representan
el 49% del total. Junto a ellos, aparecen otros 56 forasteros, que supo-
nen el 34% 14. El origen de estos mediadores coincide con el de los litigantes
y, de hecho, el 95% de los árbitros forasteros proviene de centros situados a
menos de 40 km. De nuevo, la afluencia desde los centros rurales próximos
es destacada, aunque el predominio corresponde a la villa de Morella. De
la capital comarcal llegan 21 árbitros, que representan el 37% de los media-
dores forasteros 15. Como antes, estas cifras deben ser matizadas, porque los
forasteros tienen un peso menor en la resolución de los conflictos del que les
atribuyen estos porcentajes.
Para empezar, en el 77% de los tribunales arbitrales participa como
mínimo un vecino de Vilafranca, mientras que solo en el 8% la resolución
de la causa se deja en manos exclusivamente de forasteros 16. Además, los
árbitros foráneos suelen actuar en casos en que un forastero está implicado
en el contencioso y, en cambio, sus apariciones son escasas en los litigios
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los límites entre el campo y la ciudad | 275
Montsó gracias al matrimonio de Jaume Montsó con una hermana de Jaime de Santpol. Ibid.,
n.º 5, 27/03/1341; e ibid., n.º 7, 21/06/1344.
19 Entre los implicados en los litigios, aparecen Juan y Martín Garcés, hijo y sobrino de Jimeno,
respectivamente, que dirigen las acciones del bando mientras el infanzón está ausente. Por
su parte, Jaume Montsó nombra árbitros a varios miembros de la familia Santpol para tratar
ciertos conflictos. Ibid., n.º 7, 04/03/1345; ibid., n.º 10, 15/08/1343; ibid., n.º 15, 05/10/1344;
e ibid., n.º 16, 23/10/1343.
XLIV SEMANA INTERNACIONAL DE ESTUDIOS MEDIEVALES. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Campo y ciudad. Mundos en tensión. Siglos xii-xv
276 | Vicent Royo Pérez
prácticas más comunes en las luchas de bandos de esta época: los prohom-
bres de la facción dejan la resolución de los conflictos en manos de otros
integrantes del bando, a quienes eligen como mediadores. Así, se garantiza
que los árbitros velarán por los intereses colectivos.
Ahora bien, Garcés y sus aliados encuentran la oposición de otro ban-
do, cuya composición ya anuncia los cambios posteriores. Bernat Sanxo
consigue articular a su alrededor un grupo que integra a miembros de las
familias Espert, Alberit, Canet y Salvador, pero las influencias urbanas son
inexistentes en la facción. Todos sus componentes son vecinos de Vilafranca
y, por tanto, los implicados en los conflictos y los árbitros que los resuelven
también lo son. Esta será la tónica general a partir de mediados del siglo xiv.
Desde este momento, las relaciones con las villas aragonesas se man-
tienen, pero se modifica el equilibrio de fuerzas entre los centros de la re-
gión y sus actores. Tras una primera etapa de crisis en los años cuarenta, el
crecimiento demográfico sigue adelante y Vilafranca alcanza cifras que la
aproximan a las villas aragonesas 20. Por otra parte, la guerra con Castilla
(1356-1375) aumenta las exigencias monetarias de la monarquía y estas de-
mandas contribuyen a consolidar el sistema fiscal a nivel local. Por último,
se recrudece la lucha con la villa de Morella, que aporta un bagaje que los
prohombres aplican a la gestión de los asuntos de la comunidad.
Gracias a todo ello, se produce un fortalecimiento del campesinado,
que tiene más mecanismos para rechazar las influencias urbanas, tanto a
nivel institucional como también social. De hecho, los vecinos de Morella
no consiguen ocupar el lugar dejado por los infanzones aragoneses: ya no
se puede encontrar una facción dirigida por un forastero, pues esta función
corresponde en exclusiva a los prohombres locales. Además, las luchas de
bandos de la segunda mitad del siglo xiv tienen unas particularidades que
ayudan a entender el funcionamiento del tejido social de la comunidad.
De hecho, los líderes de las facciones no suelen aparecer en la lista de
contendientes, sino que son los árbitros que dirimen los conflictos. Los diri-
gentes ceden a hombres de su confianza la dirección de los ataques al rival
y, así, pueden ser escogidos como mediadores, porque no están implicados
en las disputas. Este mecanismo es utilizado por Berenguer Centelles para
controlar la política local durante los años setenta y ochenta del siglo xiv.
En este tiempo, Centelles participa en ocho tribunales arbitrales y solo en-
cabeza su facción en dos ocasiones como parte implicada 21. Unos años más
20 Vid. la nota 5.
21 La primera es en 1374 y la segunda llega en 1393. Esta última ciertamente requiere su inter-
vención, porque Centelles pretende modificar el sistema de producción de paños de la comu-
XLIV ERDI AROKO IKERLANEN NAZIOARTEKO ASTEA. ESTELLA-LIZARRA. 2017 | Landa eta hiria. Tentsioan dauden munduak. xii-xv. mendeak
Los límites entre el campo y la ciudad | 277
tarde, sigue su modelo Bartomeu Bonfill, rival del hijo de Centelles, que
acumula quince arbitrajes –es el vecino que participa en más tribunales ar-
bitrales entre 1307 y 1412– y solo aparece dos veces como contendiente 22.
Como líderes, les corresponde dirigir las conversaciones con los riva-
les, alcanzar los acuerdos pertinentes –o romper las negociaciones si son
contrarias a sus intereses– y sancionar el resultado frente a toda la comu-
nidad. De este modo, se produce un reparto de ámbitos de actuación en la
gestión de los conflictos que muestra la estructura interna de las facciones y
las funciones que corresponden a cada miembro. Y en todo este entrama-
do, la incidencia de los agentes urbanos es meramente circunstancial.
Un último ejemplo corrobora esta afirmación. Algunos casos relacio-
nados con la fiscalidad, que implican al gobierno municipal, requieren la
intervención de profesionales del derecho. Sin embargo, en lugar de recurrir
a hombres de leyes de Morella, los dirigentes locales acuden a expertos de
las aldeas 23. Los prohombres prefieren dejar en manos de un profesional de
una comunidad rural vecina la resolución de los casos que afectan al gobier-
no local y, así, evitan la intervención de sus colegas de Morella, aquellos que
intentan coartar la consecución de mayores cuotas de autonomía de los cen-
tros rurales en beneficio de la villa. Este es el mejor ejemplo de los límites
que los habitantes del campo imponen a la actuación de los agentes urbanos.
Conclusión
nidad. Consciente de la relevancia del caso, se presenta como parte implicada, pero consigue
formar un tribunal arbitral con personas afines a su causa. V. Royo, Vilafranca (1239-1412)...,
op. cit., pp. 522-561.
22 Se trata, además, de dos casos muy concretos por deudas. ahnm, n.º 26, 17/11/1379; e ibid.,
n.º 75, 20/03/1400.
23 Por ejemplo, para resolver ciertos litigios a inicios del siglo xv, los dirigentes municipales acu-
den a Pere Arnau, un sabio en derecho de El Forcall. Ibid., n.º 76, 28/08/1401; ibid., n.º 33,
15/06/1402; e ibid., n.º 86, 17/02/1409.
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las suyas propias, pero mantienen las relaciones –de amistad o de rivalidad–
con los otros prohombres gracias al vínculo establecido con un habitante de
Vilafranca.
Cuando se rompe ese lazo de unión, la presencia de estos forasteros
se desvanece y, entonces, dejan paso a otros caballeros y burgueses que
consiguen urdir nuevos vínculos con otros prohombres. Como si de un ciclo
vital se tratara, las alianzas y las enemistades de campesinos y burgueses se
renuevan con el paso de los años y esto tiene su incidencia en el funciona-
miento de la vida diaria de la comunidad, pues sus integrantes refuerzan su
posición frente a las influencias externas. De hecho, a medida que avanza
el siglo xiv, los límites que imponen a la penetración urbana se fortalecen,
como bien muestran las luchas de bandos.
Hasta mediados de la centuria, la comunidad rural está bajo la influencia
de los infanzones de las villas de Aragón. A partir de este momento, se inten-
sifica el proceso de maduración de una sociedad rural que comienza a cerrar
las puertas a las influencias urbanas, al menos en los aspectos sociales. De
hecho, desde las décadas centrales del siglo xiv, la integración de Morella
y su entorno rural es cada vez mayor. Sin embargo, ningún habitante de la
villa llega a introducirse en las luchas por el control del mercado y la política
del lugar, pues los prohombres locales son capaces de mantener los asuntos
de la comunidad bajo su control.
Así pues, a medida que avanza el siglo xiv, se redefine la relación entre
el campo y la ciudad. La sociedad rural de la frontera septentrional valen-
ciana refuerza sus resortes internos de organización y, gracias a ello, puede
imponer límites más sólidos a las influencias urbanas. Como es lógico, las
luces de la ciudad siguen alumbrando el campo, pero el campesinado impo-
ne su propia dinámica de organización social, en la que los agentes externos
tienen un papel residual. Solo la crisis que se inicia en el siglo xv altera un
equilibrio de fuerzas que ya se no puede presentar únicamente en términos
de dominación.
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Ville et campagne en Béarn.
Morlaàs, une ville sous tension
(1367)
Coralie Nazabal
Université de Pau et des Pays de l’Adour
[email protected]
N
otre propos s’appuie sur un mémoire de Master soutenu en juin 2017
à l’Université de Pau et des Pays de l’Adour, réalisé sous la direction
de Véronique Lamazou-Duplan et de Dominique Bidot-Germa, inti-
tulé Morlaàs de 1364 à 1368 d’après le minutier d’Odet de Labadie 1. Ce mémoire
de recherche est fondé sur l’analyse du seul registre de notaire conservé pour
Morlaàs à l’époque médiévale, document qui offre donc un témoignage
unique de la vie de la communauté morlanaise durant la seconde moitié du
xive siècle, une époque durant laquelle de nombreuses tensions et difficultés
se font jour dans la vicomté de Béarn 2.
Durant la seconde moitié du xive siècle, la conjoncture est quelque peu trou-
blée. La guerre de Cent Ans fait rage depuis 1337 et bien que la vicomté de
Béarn ne soit pas le théâtre d’affrontements armés et en soit, par conséquent,
relativement épargnée, elle n’en est pas coupée pour autant. Le Béarn (dont
Morlaàs est l’une des anciennes capitales) est alors tenu par Gaston III dit
Fébus. Le vicomte construit son autorité de façon personnelle, entouré de
ses hommes de confiance, et administre par l’écrit. On ne peut que souligner
l’importance des notaires autour du Prince de Béarn, qui servent de relais 3.
1 C. Nazabal, Morlaàs de 1364 à 1368 d’après le minutier d’Odet de Labadie (AD64, iii E 806),
Université de Pau et des Pays de l’Adour, 2017 (sous la direction de V. Lamazou-Duplan et
D. Bidot-Germa), tome 1, 288 ; tome 2, 293.
2 Archives départementales des Pyrénées-Atlantiques (AD64), iii E 806, 171 folios et 26 pièces
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Parmi eux, Bernard de Luntz est sans doute le mieux connu 4. Véronique La-
mazou-Duplan a mis en lumière dans un bel ouvrage toute l’importance des
actes écrits et signés du Prince et du gouvernement fébusien 5. La pratique de
la signature se diffuse au milieu du xive siècle dans le milieu des spécialistes
de l’écrit (notaires, scribes de chancellerie, officiers, etc.), et Gaston III signe
personnellement depuis au moins 1360-1361 6. Dans le minutier de Morlaàs
apparaissent ainsi plusieurs signatures autographes, notamment celles de Ber-
nat de Duras 7 et de Guilhem d’Assat 8, deux hommes qui siègent au Conseil
de Fébus et qui appartiennent à des familles influentes, en particulier à Mor-
laàs. Une autre signature est à remarquer : celle d’Arnaut-Guilhem de Béarn,
lieutenant général de Béarn et demi-frère de Gaston III, signature au trait mal
assuré et dont la forme n’est pas sans rappeler celle du vicomte 9. Notons que
deux actes signés de Fébus sont consignés dans le minutier de Morlaàs 10.
Gaston III met ses terres en coupe réglée : tout en protégeant la vicom-
té et ses habitants, il règne de façon autoritaire, rend la justice et met au point
une fiscalité importante dans les années 1360, fiscalité qui touche toutes les
communautés, qu’elles soient principalement rurales ou urbaines 11.
Afin de bien saisir les tenants et les aboutissants de notre propos, il est
nécessaire de rappeler brièvement le positionnement de Gaston III dans la
guerre de Cent Ans. Fébus est alors comte de Foix et vicomte de Béarn, de
Marsan et de Gabardan. Il tire rapidement son épingle du jeu en refusant de
prendre part aux conflits mettant aux prises la couronne de France et celle
d’Angleterre et va plus loin encore. En 1347, au lendemain de la défaite de
Philippe VI de Valois à Crécy, il déclare que le Béarn est une terre indé-
pendante pour laquelle il ne doit d’hommage à quiconque. Il maintient cette
position après la signature du traité de Brétigny-Calais par Jean II le Bon et
Édouard III d’Angleterre, cédant à l’Angleterre une Aquitaine fort élargie en
échange du renoncement d’Édouard III au trône de France, en jouant sur
une imprécision du traité : seuls les territoires nouvellement cédés à la Cou-
4 P. Tucoo-Chala et J. Staes, Notaire de Prince, le registre de Bernard de Luntz, notaire de Béarn sous
Gaston Fébus (1371-1376), Pau, Laboratoire de Recherche en Langues et Littérature Romanes
(Université de Pau et des Pays de l’Adour) & Éditions Covedi, 1996.
5 V. Lamazou-Duplan (dir.), Signé Fébus, comte de Foix, Prince de Béarn, Italie, uppa-Somogy Édi-
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12 F. Galés, « Les résidences de Gaston Fébus en Béarn », dans D. Barraud, F. Hautefeuille et
C. Rémy (textes réunis par), Résidences aristocratiques, résidences du pouvoir entre Loire et Pyré-
nées, x e-xvi e siècles, Supplément 4 d’archéologie du Midi Médiéval, 2006, p.151-164.
13 P. Tucoo-Chala, Gaston Fébus..., op. cit., p.118-119. Le document original est publié par P. Tu-
coo-Chala dans La vicomté de Béarn et le problème de sa souveraineté, des origines à 1620, Bière
Imprimeur, Bordeaux, 1961 : n.º 27, 1365, p. 164.
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la porte ouverte à des négociations : qu’on lui prouve, par des documents,
qu’il doit l’hommage pour le Béarn 14 ». La diplomatie l’emporte : Gaston III
quitte Agen avec sa suite. Mais l’histoire ne s’arrête pas là. Il rentre en Béarn
tandis que le Prince Noir fait activement rechercher les preuves anciennes
d’hommage... Et bien qu’il ne s’agisse pas d’hommages à proprement parler
mais seulement de soumissions, Édouard finit par en retrouver la trace. 15 Le
vicomte de Béarn s’engage donc sur une voie périlleuse. « Parce qu’il n’est pas
de taille à affronter militairement le Prince Noir, sa stratégie est désormais l’art
de l’esquive. [...] Il aligne les manœuvres dilatoires, parfois risibles. Ainsi, dans
l’été 1365, il tarde dans ses réponses, demande des sauf-conduits, invoque une
jambe blessée qui l’immobilise 16 ». Le Prince Noir qui perd patience se fait de
plus en plus menaçant. Les guerres de Castille arrivent à point nommé pour
Fébus. Édouard s’engage aux côtés de Pierre Ier (tandis que Du Guesclin sert
aux côtés d’Henri de Trastamare). « Fébus tremble à chaque mouvement de
troupes et joue une double diplomatie, il se prépare au pire au retour de l’ar-
mée du Prince Noir, met en branle toutes les défenses du Béarn (printemps-été
1367). Mais Édouard revient de Castille vaincu, ruiné gravement malade,
“ tout brisé ” écrit Froissart. Il n’est plus enclin à faire plier le vicomte de
Béarn, d’autres affaires l’occupent bientôt, engendrées par la déconfiture mili-
taire et financière de Castille, la reprise de la guerre avec le roi de France 17».
Fébus sort sans dommage de cette difficile affaire, grâce à ses talents
de stratège en matière de diplomatie, mais également grâce à un coup de
chance non négligeable. Ces événements servent de toile de fond au registre
rédigé entre 1364 et 1368, à côté d’une histoire beaucoup plus locale et im-
portante pour les habitants de Morlaàs et des alentours.
Les actes du registre d’Odet de Labadie, notaire public de Morlaàs, font surgir
de véritables tranches de vie des habitants de la Morlaàs et des environs. Or
Morlaàs n’est pas n’importe quelle ville : elle est l’une des villes principales
du Béarn. Ancienne capitale des vicomtes de Béarn, elle est délaissée au xiiie
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1 à 3 baux 7 à 10 baux
4 à 6 baux
siècle pour Orthez mais demeure néanmoins, un siècle plus tard, une ville im-
portante. En témoigne la Charte du marché de Morlaàs octroyée par Fébus en
1352 18, la présence d’un atelier monétaire où l’on frappe le florin d’or, ou en-
core le fait que Gaston III y engage des travaux, notamment la réfection et la
fortification de l’ostau deu comte (qui ne fait sans doute qu’un avec l’atelier mo-
nétaire que l’on appelle alors l’Hôtel de la Monnaie) 19. Pour autant, il ne faut
pas imaginer une ville très importante avoir en tête des échelles de grandeur.
Alors qu’est-ce qu’une ville en Béarn ? Seules Orthez, Morlaàs, Oloron,
Sauveterre-de-Béarn (et Lescar parce que cité épiscopale) sont dites villes dans
les textes du temps. Dans les Fors anciens de Béarn, par exemple, il est question
18 P. Tucoo-Chala, « Une charte sur le marché de Morlaàs en 1352 », Revue régionaliste des Pyré-
nées, 135-136, 1957.
19 C. Nazabal, Morlaàs de 1364 à 1368..., op. cit., vol. 2, p. 201-209.
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1 à 4 baux 10 à 20 baux
5 à 10 baux
20 P. Ourliac et M. Gilles, Les Fors anciens de Béarn, Toulouse, cnrs, 1990, p.459.
21 P. Raymond, Le Béarn sous Gaston Phoebus : dénombrement général des maisons de la vicomté de
Béarn en 1385, Pau, Ribaut, 1873.
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Le contexte des années 1360, nous l’avons vu, est troublé. Ainsi, à partir
du mois d’avril 1367, Gaston III organise la mise en défense de la vicom-
té et Morlaàs n’échappe bien entendu pas à l’agitation qui en résulte. Un
certain nombre d’actes, ordonnances publiques et mandements privés, en
témoignent 22. S’il n’y a pas de conflit armé sur le territoire de la vicomté,
d’autres formes de tension s’y installent, à commencer par une tension fis-
cale, ceci dans une perspective de mise en défense du Béarn. Sans surprise,
sont prises un certain nombre de mesures afin de réunir les finances néces-
saires à cette mise en défense. La plus remarquable d’entre elles est sans
conteste une levée de la taille sans précédent. Dans un cahier qui leur est
consacré (et qui a, par la suite, été cousu à l’envers lors de la constitution du
registre), on trouve une succession d’obligations de communautés de voisins
(vesiaus) des alentours de Morlaàs concernant la talhe deu barralh de Morlaàs.
L’année de rédaction de ces actes n’a pas pu être définie avec certitude en
raison de l’état de conservation du document. Néanmoins, nous disposons
d’un certain nombre d’éléments qui nous permettent d’émettre l’hypothèse
qu’ils correspondent bel et bien à l’année 1367.
On peut donc en déduire que Morlaàs est un pôle que l’on cherche à
défendre et à préserver, compte tenu des sommes parfois importantes ver-
sées par ces vesiaus.
Que sait-on de l’état des fortifications de Morlaàs en 1367 ? Selon Pierre
Tucoo-Chala, « vers le milieu du xive siècle, le Béarn n’avait pas encore un
22 Un corpus de 14 actes témoigne de la mise en défense du Béarn par Gaston III dans le
minutier d’Odet de Labadie : adpa, iii E 806, f. 116, 129v-130, 134v, 139v, 141v, 159, 159v,
159v-160.
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Table 1. Sommes dues par les communautés de voisins des alentours de Morlaàs concernant la talhe deu
barralh de Morlaàs
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27 P. Tucoo-Chala, « Les fonctions urbaines des capitales de Béarn », separata de Homenaje a Don
José María de Lacárra de Miguel en su jubilación del profesorado, Estudios medievales, iv, Zaragoza,
Anubar Ediciones, 1977, p. 7-35.
28 Archivo General de Navarra, caja 21, n.º 14,5; caja 21 n.º 14,6.
29 P. Tucoo-Chala, Gaston Fébus et la vicomté de Béarn..., op. cit. p. 126.
30 Ibid., p. 155.
31 AD64, iii E 806, fol, 159.
32 AD64 iii E 806, fol 159v.
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90
80
70
60
50
Ovins
40
Bovins
30
Porcins
20
10
0
1364 1365 1366 1367
33 « Convocation à Morlaàs, à jour fixe, de tous les hommes de la vicomté de Béarn, aptes à
porter leurs armes, pauvres ou riches », in Rôles de l’armée de Gaston Phoebus, publié par Paul
Raymond, Bordeaux, Imprimerie G. Gounouilhou, 1872, p. 5.
34 ii E 806, f. 159, 159v, 159v-160.
35 AD64, iii E 806, f. 129v-130. Cet acte est publié dans V. Lamazou-Duplan, « Signé Febus, le
surmon en signature », in Signé Fébus, comte de Foix, Prince de Béarn, Italie, Somogy Éditions
d’Art, 2014, pp. 96-111.
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290 | Coralie Nazabal
La tension qui règne alors est également perceptible dès lors que l’on
s’intéresse à l’évolution du prix du bétail. Au travers des nombreux baux à
cheptel retenus dans le minutier, il nous a été possible d’établir une courbe
d’évolution des prix du bétail sur les quatre années que couvre le minutier.
On constate une véritable flambée du prix des bovins justement en
1367 que l’on peut mettre en relation avec le contexte agité contemporain
(liée à une forme de spéculation ?). Cette augmentation fulgurante des prix
ne touche cependant pas les ovins et porcins dont la valeur demeure, en
toutes circonstances, très inférieure à celle des bovins.
Ainsi, la tension touchant Morlaàs et ses alentours est très nettement
palpable à la lecture des actes du minutier, se ressentant jusque dans la pra-
tique du notaire et dans l’enregistrement des actes.
Conclusion
Dans cette phase de tension que représente l’année 1367 à Morlaàs et, plus
largement, en Béarn, il n’existe pas d’antagonisme entre campagnes et ville,
entre ville et campagnes. Ces territoires restent étroitement liés, à la fois
pour des questions ayant trait au commerce, à l’approvisionnement de la
ville, que pour des questions fiscales et défensives. Morlaàs est une ville im-
portante mais demeure très rurale en ce sens qu’elle est très étroitement liée
aux campagnes environnantes. Néanmoins, une impression se dégage : celle
que toutes les communautés et tous les habitants du Béarn doivent répondre
aux exigences de Gaston III.
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