Treachery - Lily White

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Moderación

Mona

Traducción
AnaVelaM

Karikai Grisy Taty


Cjuli2516zc Walezuca Segundo
KatyKat
Queen Wolf
Mona
Niki26
Guadalupe_hyuga
Sareta

Corrección y Revisión Final


Sareta & Mona

Diseño
Bruja_Luna_
CRÉDITOS CAPÍTULO NUEVE CAPÍTULO TREINTA Y
TRES
SINOPSIS CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO TREINTA Y
PASADO CAPÍTULO ONCE
CUATRO
PRECUELA CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO UNO CAPÍTULO TRECE CINCO
CAPÍTULO DOS CAPÍTULO CATORCE CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO TRES CAPÍTULO QUINCE SEIS

CAPÍTULO CUATRO CAPÍTULO DIECISÉIS CAPÍTULO TREINTA Y


SIETE
CAPÍTULO CINCO CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO SEIS CAPÍTULO DIECIOCHO
OCHO
CAPÍTULO SIETE CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO OCHO CAPÍTULO VEINTE NUEVE
CAPÍTULO NUEVE CAPÍTULO VEINTIUNO CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO DIEZ CAPÍTULO VEINTIDÓS CAPÍTULO CUARENTA Y
CAPÍTULO ONCE CAPÍTULO VEINTITRÉS UNO

CAPÍTULO DOCE CAPÍTULO CAPÍTULO CUARENTA Y


VEINTICUATRO DOS
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO VEINTICINCO CAPÍTULO CUARENTA Y
PRESENTE
TRES
CAPÍTULO UNO CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO CUARENTA Y
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO DOS CUATRO
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO TRES CAPÍTULO CUARENTA Y
CAPÍTULO CUATRO CAPÍTULO VEINTINUEVE CINCO
CAPÍTULO TREINTA EPÍLOGO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y FRAUD
CAPÍTULO SEIS
UNO
CAPÍTULO SIETE ACERCA DE LA AUTORA
CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO OCHO DOS
N
oveno Círculo.
Traición.
También conocido como Tanner Caine.

Es una tentación con ojos fríos y oscuros.


Un hombre con una sonrisa seductora y un cuerpo construido para el
pecado puro.
El eje de un grupo de chicos malos conocidos como el Inferno.

Una presencia oscura que repele tanto como atrae, Tanner es la manzana
envenenada que quiero morder, aunque sepa que me destruirá.

Nuestra historia comenzó en la universidad, pero yo hui de él hasta el


punto de creer que estaba a salvo.
Debí haber sabido que me encontraría eventualmente.
Debería haber sabido que nadie escapa.

Me tiene en la mira de nuevo con una oferta que no puedo dejar pasar.
Sé que no debo hacer un trato con el Diablo.
No a menos que esté dispuesta a pagar su sensual precio…
N
unca escuches a la gente que te dice que el mal no existe en este
mundo. Nunca sonrías y asientas, nunca te hagas la distraída, nunca
te vayas con la creencia de que estás protegida contra todo lo que
puede ir mal. Puedo darte ese consejo porque yo he sido la estúpida que no lo
ha seguido. Puedo prometerte que el mal existe solo porque soy la mujer que lo
ha mirado fijamente a los ojos verdes como el musgo, la misma mujer que lo
desafió a hacer lo peor y se quedó boquiabierta cuando lo hizo.
Tanner Caine es solo uno de los engañosos y tentadores demonios que
esperan ser convocados en la encrucijada. Es un gigante subterráneo forjado en
el fuego y con el sello personal del Diablo. Es un hombre apenas desafiado y una
barrera nunca cruzada. También es un espécimen de forma masculina que es un
canto de sirena para las mujeres desafortunadas que se cruzan con él.
He visto a mejores mujeres arruinadas porque se atrevieron a jugar con él
un juego que no tenían por qué jugar. He visto a mujeres más inteligentes de
rodillas ante un hombre que se las arregló para estar un paso por delante
mientras se reía al verlas caer.
Verás, eso es lo que pasa cuando haces un trato con el mal. Todo va bien
hasta que llega el día en que reclama su deuda. Tanner no juega con los tipos de
interés o los préstamos reembolsables. No. Si hace algo por ti, puedes apostar
que extraerá su paga en el más creativo de los esfuerzos.
Todos somos peones para ser jugados en el mundo de Tanner. Hombre o
mujer, no importa.
No sabía lo que iba a pasar cuando volvió a entrar en mi vida después de
huir de él en la facultad de Derecho. Pero lo que sí sabía es que, cuando Tanner
está involucrado, la suya es una historia que nunca puede acabar bien.

—Ve con los pantalones cortos blancos, Luca. Tienes el culo para ellos. El
mío es demasiado plano.
Un suspiro brotó de mis labios mientras rebuscaba en el armario de mi
compañera de piso, Everly. Estar aquí era como buscar en el sueño de una puta
de la moda, todo demasiado corto, peligrosamente ajustado y diseñado
específicamente para resaltar las curvas de una mujer.
Su estilo era opuesto al mío. Nunca fui de las que se adaptan a lo que los
hombres quieren, prefiero la ropa informal, mi comodidad prima sobre lo que la
mayoría consideraría sexy.
El bajo profundo de alguna canción de rap popular retumbaba detrás de
mí, los hombros de Everly rebotaban en mi visión periférica mientras se sentaba
en una mesa de maquillaje para aplicar lo que debía ser una tercera capa de
base.
—No sé sobre esto, Evy. Tal vez deberías ir sola esta noche. Tengo que
ponerme al día con los deberes. Probablemente sea mejor que pase las próximas
horas en la biblioteca.
—Cierra el pico, Luca. Vas a venir conmigo. Esta fiesta es lo único de lo
que ha hablado todo el mundo en el campus y de ninguna manera voy a dejar
que te pierdas todo porque tienes miedo de socializar.
Agarré los pantalones cortos blancos que me había sugerido, los saqué de
la percha y me los puse a la altura de las caderas. Eran más apropiados para un
traje de baño por lo ajustados y cortos que eran.
Mi cabeza giró para mirarla justo cuando se volvió para mirarme.
—Además, Clayton estará allí. Y sé que te gusta.
Ella me tenía.
Clayton Hughes era un hombre importante en el campus. No tan destacado
como los chicos de Inferno, pero corría con ellos igualmente.
Normalmente, su asociación con los Inferno me habría desanimado y me
habría hecho huir en dirección contraria, pero habíamos trabajado juntos en un
simulacro de juicio y habíamos llegado a conocernos mejor.
Era el hijo de un senador y le salía el dinero por las orejas. Por no hablar
de que estaba buenísimo… y de que era inteligente, lo cual era una ventaja en
mi opinión.
Después de trabajar juntos, nos hemos llevado bien y nos hemos estado
enviando mensajes de texto durante la última semana.
Pero eso no significaba que tuviera que ir a esta fiesta solo para verlo.
—Estoy segura de que no le importará que no vaya. Lo veré en clase el
lunes.
—Cállate. —Everly habló al ritmo de la música.
—Tengo planeada una noche ardiente con Jase y tú, mi amiga ratón de
biblioteca, vas a ser mi copiloto.
Poniendo los ojos en blanco, me senté en una silla a la salida de su armario
para quitarme los vaqueros.
—Si ya tienes planeada una noche ardiente, entonces no necesitas una
mujer de compañía.
Sacudiendo la cabeza, no podía creer que fuera tan estúpida como para
involucrarse con cualquiera de los nueve hombres que vivían en la casa Inferno.
Todos ellos eran malas noticias, cada uno de ellos era un conocido puto
que no podía mantenerlo en sus pantalones lo suficiente como para llevar una
relación de una semana con una mujer.
Sin embargo, Evy había estado durmiendo con Jase durante una semana
completa y me hizo preguntarme cómo demonios lo había conseguido. Sospeché
que ella no era el único culo que él estaba consiguiendo.
Como si leyera mis pensamientos, me contestó:
—Puede que cuando lleguemos tenga a una estúpida zorra encima. Ya
sabes cómo es.
—Me sorprende que lo hayas soportado —comenté en voz baja. Ella lo oyó
de todos modos y sus labios se movieron en una sonrisa.
—Es el maldito Jase Kesson. ¿Me estás tomando el cabello en este
momento? —La risa salió de sus labios—. Estoy decidida a domar a ese hombre,
incluso cuando todos los demás asumen que no puede ser.
Sí, excepto que Jase Kesson, también conocido como Lujuria en el circuito
Inferno, era solo uno de los nueve tipos que prácticamente dirigían la escuela.
Cada uno de ellos era alguien con quien no quería tener nada que ver y
que, hasta ahora, había podido evitar. Nunca había conocido a ninguno de ellos,
lo cual era sorprendente, pero después de esta noche, por fin sabría cómo eran.
Era como conocer a una celebridad… o a un personaje de una fábula.
Sabes que existen, pero conocerlos en persona los hace más reales.
Encogiendo un hombro, me recosté en la silla.
—No me siento cómoda estando cerca de ellos. He oído cosas horribles…
—Rumores. —Se rio Everly—. No dejes que te afecten. En realidad, son
chicos muy buenos una vez que los conoces. También son preciosos. Todos
excepto…
Mis ojos se dirigieron a ella.
—¿Todo menos quién?
El cabello le cayó por encima del hombro cuando sacudió la cabeza y dejó
caer el tubo de pintalabios rojo intenso sobre el escritorio. Apagó las luces del
espejo de maquillaje y giró en su silla para mirarme.
—Es como dije: cada uno de ellos es sexo listo para consumir, pero Tanner
me da escalofríos. Hay algo en él. Como si su pecho estuviera vacío de un
corazón palpitante y, en lugar de estar caliente al tacto, su piel estuviera helada.
No tengo ni idea de cómo cualquier chica se mete en la cama con él, pero nunca
le falta, ¿sabes? Esas idiotas hacen cola para estar con él y no lo entiendo. Por
suerte, no me ha dicho ni dos palabras y me parece bien.
Haciendo una pausa, Everly comprobó por última vez su maquillaje en el
espejo antes de ponerse en pie.
—Solo evítalo y estarás bien. Es hora de irse.
Me mostró una sonrisa malvada y yo gemí.
Agarrada por el brazo y levantada de mi asiento, Everly me acompañó
fuera de nuestro dormitorio. Estábamos a mitad de camino en el pasillo cuando
pregunté:
—¿Cómo demonios se supone que voy a evitar a este tipo si me obligas a
ir a su casa?
Riendo, me tiró del brazo y me llevó por una escalera trasera, pasando por
un grupo de chicas que subían a nuestro piso.
—Eso es fácil. Besuquéate con Clayton todo el tiempo y luego no tendrás
que preocuparte de encontrarte cara a cara con Tanner.
—¿Y cómo voy a saber cuál es Tanner?
Otra risa.
—Oh, confía en mí. Lo reconocerás cuando lo veas.
No se equivocó.
No había forma de confundir a Tanner Caine cuando entramos en una gran
sala de la Casa Inferno. Y tal y como ella lo había descrito, el hombre tenía una
forma de provocar un frío glacial en la columna vertebral en el momento en que
lo veías.
Después de pagar al conductor del Uber que habíamos tomado para llegar
a su casa fuera del campus —una monstruosidad de mansión de tres pisos, con
un sinuoso camino de entrada y un cuidado césped—, Everly me llevó hasta la
puerta principal y me arrastró entre una multitud que se agolpaba de pared a
pared en las habitaciones del primer piso.
Al llegar a las escaleras, continuó guiándome sin decir una palabra hasta
que llegamos al tercer piso, giramos a la izquierda y recorrimos un pasillo hasta
llegar a una gran habitación al final.
La gente se quedó fuera de las puertas de la sala, hablando y bebiendo,
las risas subiendo por sus gargantas mientras Everly se metía entre ellos para
arrastrarme detrás de ella.
En cuanto pasamos por las puertas, sus ojos escudriñaron a los hombres
sentados en sillas y sofás, y mis ojos se fijaron inmediatamente en las mujeres a
medio vestir que bailaban y se sentaban en sus regazos.
El aroma del humo de la marihuana llenaba la habitación, la música a todo
volumen golpeaba las paredes con un ritmo bajo constante.
—Ahí está Jase —susurró Everly contra mi oído—. Y, por supuesto, alguna
zorra está encima de él. Es hora de enseñarles a estas zorras quién es la Reina
Zorra por aquí.
Inclinándome hacia ella, le contesté:
—No estoy segura de que debas presumir de eso.
Se río y se echó el cabello hacia atrás. Redondeando los hombros, clavó
los ojos en Jase y sus labios dibujaron una sonrisa que significaba problemas.
—Clayton debería llegar pronto. Quédate por aquí y seguro que lo
encuentras.
Se marchó, dejándome torpemente en el umbral de la puerta, mis ojos
escudriñando la habitación antes de volverse para verla acercarse a Jase.
No era difícil ver por qué prácticamente se tropezaba con el tipo. Relajado
en un sofá de cuero con las piernas abiertas y los brazos extendidos sobre el
respaldo, Jase era el sueño húmedo de cualquier chica.
Robusto y esculpido de una forma que habría dado envidia a los griegos,
tenía el cabello castaño desordenado que enmarcaba su rostro. No pude ver el
color de sus ojos, pero su nariz era recta y descendía hasta unos labios que se
curvaban hacia arriba en las comisuras, como si conociera un secreto.
Con una camiseta negra ajustada que se esforzaba por contener unos
hombros anchos y un pecho fuerte, levantó los ojos hacia Everly cuando esta
cruzó la habitación hacia él, un indicio de su cintura recortada y sus abdominales
perfectos asomó por debajo de la camisa cuando la chica que se sentaba a
horcajadas sobre él le pasó la mano por el abdomen.
Cómo Everly aguantaba esa mierda, no lo sabía, pero me resultaba
entretenido ver lo que hacía al respecto.
Me quedé mirando la escena con curiosidad, observando cómo Everly se
acercaba con paso ligero, su mirada se encontró con la de Jase cuando estuvo a
su alcance. Inclinándose, susurró algo al oído de la otra chica antes de
enderezarse y curvar sus labios en una sonrisa diabólica.
La chica se arrastró rápidamente fuera del regazo de Jase, con las mejillas
enrojecidas mientras se daba la vuelta para salir inmediatamente. La chica pasó
junto a mí al salir por la puerta, con lágrimas brillando en sus ojos, apenas
visibles bajo la escasa iluminación.
Al otro lado de la habitación, Jase se limitó a sacudir la cabeza, torcer un
dedo y sonreír mientras Everly ocupaba el lugar de la antigua chica, sus manos
recorriendo su pecho en cuanto se acomodó sobre su regazo.
A cada uno lo suyo, supuse, haciendo una nota mental para preguntarle
qué le había dicho a la otra chica que la hizo salir corriendo de esta habitación
como si estuviera en llamas.
Apartando los ojos de ellos en cuanto ella se inclinó hacia delante para
presionar su boca contra la de él, y su mano se movió para acunar su culo,
escudriñé mi mirada sobre el resto de la sala, fijándome en los otros cuatro
chicos que estaban sentados alrededor, todos ellos con bebidas en la mano
mientras las mujeres reían y bailaban a su lado, un par de fríos ojos oscuros
llamaron mi atención en particular porque estaban enfocados directamente en
mí.
Es una cortesía común entre los extraños apartar la mirada durante los
momentos de contacto visual no deseado, pero al que me miraba ahora no
parecía importarle la cortesía. Las duras líneas de su rostro se tensaron en cuanto
nuestros ojos se encontraron y su mirada se clavó en la mía con una intensidad
feroz.
Sus labios carnosos curvados como los del diablo, las sombras se hundían
bajo unos pómulos altos que le daban un aire aristocrático.
Frente a él, una bonita chica bailaba solo con una falda corta y un
sujetador, con el cuerpo a la vista mientras el cabello rojo oscuro caía por su
espalda en una cascada de ondas.
Incluso con el bombón que tenía delante, esos ojos oscuros seguían
clavados en los míos, con un destello de algún pensamiento no expresado detrás
de ellos.
Supe al instante que estaba mirando a Tanner Caine, un hombre conocido
como Traición entre sus amigos.
Cediendo al intercambio entre nosotros, fui la primera en apartar la
mirada, mis brazos subieron para rodear mi estómago como para ahuyentar el
escalofrío que conjuró en mi interior.
A pesar de no mirarlo, podía sentir sus ojos en mi cara, de alguna manera
sabía que no me había perdido de vista mientras esperaba, con las piernas
temblando debajo de mí porque de repente estaba aterrorizada.
Maldiciendo a Everly en voz baja por haberme arrastrado hasta aquí,
consideré la posibilidad de salir de la habitación, pero luego me preocupó no
encontrar a Clayton y acabar pasando la noche vagando entre estudiantes
borrachos que se machacaban unos a otros.
En cuanto a esta sala, me sentí como si hubiera entrado en una maldita
orgía, todas las mujeres perdiendo lentamente la ropa mientras los cinco
hombres que se sentaban como reyes en su maldito harén fumaban porros y
bebían a sorbos vasos de diferentes licores y cerveza.
No, el resto de los hombres estaban sentados como reyes en sus tronos,
pero no Tanner. Se sentó en el centro de la sala contra una pared lejana, su
comportamiento era el de un dios oscuro.
Necesitaba salir de aquí, pero a medida que pasaban los segundos, una
mirada venenosa me hizo volver hacia él, mi cabeza se giró lo suficiente para ver
que Tanner seguía mirándome fijamente, la chica a medio vestir ya no bailaba
ahora que se había arrastrado hasta sentarse en su regazo.
Pasando los dedos por su cabello, se inclinó para besar el punto del pulso
en su cuello, pero su atención estaba centrada en mí a pesar de la promesa de
sexo que rechinaba contra su entrepierna.
Y joder, ese hombre era hermoso, como nadie que hubiera visto antes.
De cabello oscuro y ojos fríos, tenía la cara de un modelo de portada. Sus
pómulos eran cuchillas que corrían bajo su mirada concentrada, sus mejillas se
hundían para oscurecerse con la barba de días que salpicaba su mandíbula. Sus
labios se separaban lo suficiente como para que pudiera ver que la parte inferior
estaba llena y tenía el cabello negro como el hollín, que estaba afeitado en los
lados mientras que era más largo en la parte superior.
Parecía como si la seda corriera entre los dedos de la mujer, sus brazos
casualmente relajados a ambos lados de su cuerpo.
Cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, los suyos se estrecharon
un poco desde donde me observaba por encima de su hombro.
Sabiendo que no debía mirar fijamente, no pude apartar mi mirada de él
por segunda vez. Era como ser observada por un depredador, acorralada y
temblando mientras él se relamía con toda la intención de darme un lento y
pausado mordisco para hacerlo lo más doloroso posible.
Mientras que sus ojos eran pequeñas rendijas con un alma astuta mirando
detrás de ellas, los míos eran amplios y ansiosos, mis brazos se apretaron
alrededor de mi cintura como si pudieran protegerme de lo que fuera que
estuviera pensando.
Era estúpido seguir mirando, pero no podía ignorar mi fascinación
morbosa y, antes de que pudiera reaccionar para hacer lo que cualquier persona
inteligente haría, como darme la vuelta y mover el culo, Tanner rompió nuestra
mirada fija para mirar al otro lado de la habitación, su barbilla se inclinó en
dirección a alguien justo antes de que la música se detuviera de repente y la
habitación quedara bañada en un silencio estremecedor.
Me giré para ver qué pasaba, mi mirada se desvió lentamente en su
dirección para ver que me estaba mirando de nuevo.
Por si fuera poco, sus hermosos labios se separaron, con una voz de tenor
profundo flotando en el espacio que me inmovilizó.
—O te unes o te vas.
Todos en la sala se volvieron para mirar a quienquiera que fuera el
interlocutor de Tanner, mi cuello se torció a derecha e izquierda para darme
cuenta de que esa persona era yo.
Tragándome el nudo de aprensión que me obstruía la garganta, volví a
mirarlo, sus ojos ahora brillaban con amenaza, la chica que estaba a horcajadas
sobre él seguía moviendo las caderas mientras se apretaba contra su regazo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había abandonado su sujetador
en el suelo a los pies de Tanner, sus pechos llenos mostrados descaradamente a
toda la habitación.
No se dio cuenta de que tenía los ojos puestos en otra mujer… de que su
mirada estaba fijada directamente en mí.
Al abrir la boca, mi voz salió como un débil graznido.
—¿Qué?
Las comisuras de sus labios se curvaron, una sonrisa felina de un gato que
no podía esperar a arrancar las plumas del pájaro que había atrapado.
—¿Te estamos entreteniendo? ¿Haciendo que te excites mientras te
quedas ahí decidiendo si te tocas solo para fingir que estás en uno de nuestros
regazos? ¿Por qué ser tímida? Tengo suficiente polla para todas. Quítate la ropa
y sube.
Empujó a la chica, un grito de sorpresa salió de sus labios cuando su culo
cayó al suelo.
Sacudiendo la cabeza, no pude encontrar mi voz para responder, no es
que hubiera sabido qué decir incluso si lo hubiera hecho.
Desesperada por ayuda, me giré hacia donde Everly me observaba desde
el otro lado de la habitación, con expresión preocupada. Inclinándose, susurró
en el oído de Jase y él se rio suavemente.
Jase le dio una calada al porro que sostenía pellizcado entre dos dedos,
giró la cabeza sobre el respaldo del sofá y dijo:
—Déjala en paz, Tanner. Es amiga de Everly.
—Me importa un carajo quién es ella —gritó Tanner en respuesta—. Ella
no fue invitada aquí y ahora está mirando a todo el mundo como si fuéramos un
puto Pornhub o alguna mierda.
Sus ojos volvieron a mirarme.
—Entonces, ¿qué dices, amiga de Everly? ¿Te vas a unir o te vas a ir a la
mierda? Hay espacio en mi regazo si te sientes desatendida.
Las risas llenaron la sala, todas las miradas puestas en mí mientras yo me
quedaba boquiabierta. El terror me recorría la columna vertebral, la ira me
perseguía y no parecía poder aferrarme lo suficiente como para defenderme de
aquel imbécil.
Sonrió con una voz oscura.
—Eso es lo que pensaba. —Inclinando su barbilla hacia mí, exigió—: Sal
de esta habitación si no estás dispuesta a participar.
Mortificada, volví a mirar a Everly, pero ella negó, una súplica silenciosa
para que hiciera lo que él decía sin discutir.
No tuvo que decir ni una palabra más para que me diera la pista de que no
me querían.
Con las piernas inestables, hui de la habitación, corrí por el pasillo y bajé
las escaleras, mientras la gente se reía y susurraba a mi paso.
Salí corriendo por la puerta principal y bajé los grandes escalones
semicirculares. Al llegar abajo, aspiré aire para enfriar mis pulmones ardientes;
el miedo, la ira y la vergüenza rodaban por mis venas hasta mezclarse en un
veneno tóxico.
Con la cara enrojecida, me apoyé en la media pared que bordeaba los
escalones, con un tenue resplandor amarillo que salía de una lámpara de gas
exterior al lado de mi cuerpo.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos y las aparté de un manotazo
mientras la música se filtraba por las ventanas de la casa.
Abrazando mi cuerpo con brazos temblorosos, finalmente me calmé lo
suficiente después de varios minutos para volver a respirar de manera uniforme.
No había ninguna posibilidad de que entrara en esa fiesta para buscar a
Clayton. En lugar de eso, opté por esperarlo fuera y miré hacia una ventana para
ver un par de ojos fríos y oscuros que me resultaban familiares y que me miraban
fijamente.
¿Q
ué tienen ciertos hombres que hacen que las mujeres pierdan
la cabeza?
Por mi vida, no podía entenderlo. Tal vez tenía algo que
ver con nuestra naturaleza. Una programación biológica que
se impone en momentos en los que una mujer debería aferrarse a su mente
lógica, debería darse cuenta de que, a pesar de un cuerpo fuerte y duro y un
rostro cincelado en piedra, hay algunos hombres que no merecen los días, las
semanas o incluso los años de tu vida que te absorben simplemente por estar
presentes.
Desde luego, no era una de esas chicas estúpidas que perdían el control
cada vez que un hombre guapo miraba en mi dirección. Había trabajado muy
duro para llegar a donde estaba, mis años de instituto los pasé trabajando como
una esclava para poder entrar en Yale y hacer algo con mi futuro.
Sin embargo, en ese momento, me sentí insegura de mi lugar en la vida,
un comentario ridículamente arrogante me hizo perder el equilibrio y me dejó
dudando sobre si era tan fuerte e independiente como quería creer que podía
ser.
Era una estupidez, en realidad, la inseguridad que sentía, y mientras
esperaba bajo el parpadeo de una linterna de gas a mi lado, permití que esa
inseguridad se convirtiera en lo que debería haber sido todo el tiempo: un odio
profundamente arraigado hacia el imbécil que había creído que podía gritarme
y rabia hacia mí misma por haber huido.
A Clayton le quedaban otros diez minutos para llegar antes de pedir que
me llevaran a casa. Ya había pasado quince minutos de pie contra la pared,
desviando la mirada cada vez que la gente llegaba a la fiesta o se iba.
Debió de correrse la voz rápidamente en la casa, porque los que se iban
me miraban demasiado tiempo para sentirse cómodos al pasar, con risas
silenciosas y comentarios susurrados sobre cómo había sido la chica expulsada.
Odiando este lugar ahora que por fin lo había probado, me quedé mirando
el camino que conducía a la zona de estacionamiento y noté la silueta de una
persona caminando hacia mí.
El alivio inundó mis venas al pensar que Clayton había llegado por fin,
pero cuando una nube de humo se elevó sobre la cabeza de la persona, ese alivio
se desvaneció.
Conocí a Clayton a principios de año en una clase de derecho civil en la
que él era el ayudante del profesor. Aunque esta noche era técnicamente nuestra
primera cita, ya había llegado a conocerlo bastante bien y sabía que era un loco
de la salud como para ser fumador.
Intentando, y sin conseguirlo, no mirar a la persona que se acercaba,
acabé encontrando su mirada verde con la mía mientras se acercaba, expulsaba
otra nube de humo y se apoyaba en la media pared de enfrente.
—¿Mala noche?
Como no estaba de humor para conversar con un desconocido, sobre todo
después de mi encuentro con Tanner, me encogí de hombros y recorrí con la
mirada al hombre que me hablaba.
Vestido de forma informal con una camisa blanca abotonada con las
mangas remangadas hasta los codos y unos vaqueros oscuros que le colgaban
de la cintura afilada, tenía unos hombros sólidos y unos antebrazos musculosos,
y sus ojos de color verde claro brillaban con calidez al mirarme.
Parecía bastante amable para ser tan guapo como era y me sentí
maleducada por no contestarle.
Frotándome las manos por los brazos para ahuyentar el frío que aún
quedaba atrapado bajo mi piel, respondí:
—Puede decirse.
Sonrió y dio un paso adelante, extendiendo un brazo para ofrecerme su
cigarrillo.
—Podría ayudar.
Con un movimiento de cabeza, dije:
—No fumo cigarrillos.
Sus hombros saltaron con una risa silenciosa.
—No es un cigarrillo.
La comprensión me llegó.
—Tampoco fumo marihuana, pero gracias.
Aguantando mi mirada durante otro segundo de silencio, se encogió de
hombros y dio una calada al porro antes de apoyarse en la pared de enfrente.
—¿Quieres hablar de ello?
—No hay nada que hablar.
Inclinó la cabeza, con el humo rodando por sus labios.
—¿Estás segura? A mí me parece que estás huyendo.
Mis cejas se juntaron, pero luego supuse que había hablado mal. Estaba
segura de que tenía el cabello revuelto por la espalda y las mejillas todavía
sonrojadas por haber sacado el culo de la casa hace unos minutos.
—Estoy aquí de pie.
—Pero la fiesta es dentro.
La mitad de su cara estaba bañada por la lámpara de gas exterior situada
a su derecha, el brillo anaranjado danzante le daba un toque siniestro antes de
que se girara lo suficiente para dejar que más luz iluminara su rostro.
—No puede ser muy divertido estar aquí sola. ¿Seguro que no quieres
hablar de ello?
Soltando un suspiro, resoplé.
—Estoy segura de que si entras, te enterarás de todo.
—¿Por qué no me lo dices?
—Ni siquiera sé quién eres.
—Me llamo Gabriel. ¿Y tú?
Sonriendo, respondí:
—Luca.
—¿Luca qué?
—Luca Bailey.
Él devolvió la sonrisa y se relajó aún más, sus hombros se echaron hacia
atrás y sus codos sostuvieron su peso en la pared.
—Es un placer conocerte, Luca. Pero, en serio —dando otra calada al
porro, lo apagó—, ¿qué ha pasado? ¿Hay que patearle el culo a alguien?
Riendo, me relajé en respuesta a su pregunta. Parecía bastante decente.
Su sonrisa era de las que te hacen querer sonreír junto a él. Resplandeciente. No
había otra palabra para describirlo.
—Me equivoqué de habitación en el tercer piso y fui echada por Tanner.
Así que, ahora estoy aquí fuera esperando a un amigo porque no quiero correr
el riesgo de entrar y enojarlo de nuevo.
La comprensión fluyó tras sus ojos.
—Ah, bueno, debe ser por eso que pensé que estabas huyendo. Esos tipos
no son exactamente el tipo con el que alguien querría meterse.
—Son unos imbéciles —señalé, sintiéndome más cómoda por tener una
persona con la que hablar en lugar de estar sola fuera. Sin embargo, al darme
cuenta de lo que había dicho, gemí y me tapé la boca como si pudiera volver a
meter las palabras—. Lo siento, estoy segura de que eres amigo de ellos.
La comisura de su boca se levantó, su ceño se frunció mientras sus ojos
verdes centelleaban con humor.
—No voy a decir nada. Resulta que creo que los nueve son unos idiotas.
La risa salió de mi boca.
—Dios mío, es bueno conocer a alguien que no los adora como todo el
mundo.
Su risa se unió a la mía.
—Dime cómo te sientes realmente.
Eso aflojó mis labios. Se sentía bien tener a alguien que pudiera entender.
—Mi amiga es una idiota por involucrarse con Jase y Tanner es alguien que
merece un buen golpe en la garganta. De hecho, me dijo que me subiera a su
regazo o saliera de la habitación, como si fuera una estúpida zorra que se acuesta
con tipos que no conoce. No entiendo por qué creen que pueden actuar así.
—Probablemente porque prácticamente son dueños de esta escuela. Al
menos hasta que se gradúen y luego serán dueños de cualquier zona en la que
vivan. ¿No sabes nada de lo que el dinero puede comprar a una persona?
Sacudiendo la cabeza, pisé el suelo.
—En realidad no. Estoy aquí con una beca. Quiero decir, mi familia no es
pobre, pero no somos ricos con mansiones, ¿sabes?
Asintió.
—Inteligente y humilde. ¿Quién habría pensado que hay gente como tú en
Yale? ¿A qué se dedica tu padre?
Me pareció una pregunta extraña, pero no completamente fuera de lugar.
La mayoría de los estudiantes de Yale proceden de entornos establecidos, sus
padres suelen ser ricos y conocidos.
—Dirige una empresa de tecnología.
—Interesante.
Arrojando al suelo lo que quedaba del porro y aplastándolo con la punta
de su bota negra, Gabriel me miró justo cuando Clayton se acercaba a nosotros
por la acera. Llegó hasta nosotros y señaló con la cabeza a Gabriel antes de
rodear mi cintura con un brazo.
—Siento llegar tarde. Me he entretenido ayudando al profesor Stewart a
calificar unos trabajos.
Antes de que pudiera responderle, una voz familiar llamó desde la puerta
principal.
—Gabe, ven aquí, tenemos que anunciar un desafío.
Me quedé quieta al oír esa voz profunda, la piel se me erizó en respuesta,
los dientes me rechinaron. A mi lado, Clayton giró la cabeza para asentir en
dirección a Tanner, con un suspiro en los labios.
—Oh, mierda. Alguien está a punto de conseguirlo —murmuró Clayton
mientras Gabriel se apartaba de la pared y caminaba en dirección a la puerta
principal.
Un pico de pánico me recorrió la columna vertebral cuando Gabriel subió
corriendo los escalones y le dio la mano a Tanner.
¿Eran amigos? Me sentí como una maldita idiota por decirle lo que sentía.
No me cabía duda de que le pasaría la información a Tanner en cuanto tuviera la
oportunidad.
Como si intuyera mis pensamientos, Gabriel se giró y me guiñó un ojo
antes de entrar completamente en la casa.
Mis ojos se desviaron hacia Tanner y me lanzó una última mirada antes de
cerrar la puerta, el duro portazo añadió un toque de finalización a mi vida social
en Yale.
Sabía que no debería haber venido aquí esta noche. Ahora tendría que
vigilar constantemente mi espalda porque no se sabía qué haría Tanner.
Susurrando contra mi oído, Clayton me preguntó:
—¿Estás bien?
—No —respondí con lágrimas en los ojos—. Me siento como una idiota en
este momento.
Apretando su brazo alrededor de mí, Clayton me abrazó contra su pecho.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
Le conté lo que había sucedido cuando Everly y yo llegamos a la fiesta, sus
cejas se anudaron entre sus ojos con confusión mientras terminaba la historia.
—Así que espera, si estabas enojada con Tanner entonces ¿por qué
estabas aquí hablando con Gabriel de todas las personas?
Sentí como si una roca de mil kilos hubiera caído en mi estómago, mis ojos
se alzaron hacia los suyos, prácticamente rogando que no terminara lo que fuera
que tenía que decir. No necesitaba escuchar la verdad, no necesitaba saber que
el hombre al que acababa de entregar todos mis pensamientos había sido…
—Gabriel es el mejor amigo de Tanner. Es parte de Inferno…
Si hubiera sido posible morir allí mismo y pasar a la otra vida, lo habría
hecho con gusto solo para escapar de las consecuencias de esta noche.
—Así que, básicamente, cuando le dije que creo que todos en su grupo
son unos imbéciles, eso significa…
Clayton se rio, pero luego me mantuvo a distancia, sus ojos marrones se
encontraron con los míos.
—Que también lo llamaste imbécil.
—Pero no ha dicho nada —argumenté.
La expresión de Clayton se suavizó antes de acercarse para frotar un
pulgar a lo largo de mi mandíbula.
—Por supuesto que no lo hizo. Gabriel es el mejor mentiroso conocido por
el hombre. ¿Por qué crees que todo el mundo lo llama Fraude?
Hijo de puta…
Estaba lista para salir de allí y estaba a punto de decirle a Clayton
exactamente eso cuando la música se apagó en la casa, reemplazada por una
multitud de personas que rugían y gritaban, con risas estridentes mezcladas con
el ruido.
Levantando la cabeza para mirar hacia las puertas delanteras, Clayton
sonrió y me agarró la mano.
—Vamos, entremos. Quiero ver qué idiota decidió aceptar el desafío en
lugar de pagar el precio.
—¿Qué significa todo eso?
Ya estaba muy frustrada con esta fiesta. No ayudaba que Clayton hablara
en clave de desafíos y de pagar un precio.
Dejando escapar un fuerte suspiro, Clayton me rodeó con su brazo y
empezó a subir los escalones de la casa.
—¿Conoces los rumores de que no quieres meterte con estos tipos a
menos que quieras despedirte de tu vida social?
Asentí, añadiendo mentalmente que los rumores eran exactamente la
razón por la que no quería venir aquí en primer lugar.
—Bueno, digamos que todos los que viven en esta casa están bien
conectados. Quiero decir, increíblemente conectados. Si necesitas algo, no
importa lo que sea, uno de los miembros de Inferno podrá hacerlo realidad. Lo
único es que cuando les pides un favor, tienes que aceptar pagar un precio. Pero
al principio no te dirán cuál es. No hasta que sepan lo que quieren de ti.
Al llegar a la puerta, lo agarré del brazo antes de que pudiera abrirla.
—¿Por qué alguien aceptaría eso?
Clayton se pasó una mano por el cabello castaño y exhaló un suspiro.
—¿Están desesperados? Pero todo es por diversión, ¿sabes? Además,
tienen una salida. Si no quieren pagar cualquier precio que se les pida, pueden
vencer la prueba.
—¿Cuál es?
Cuanto más oía hablar de esto, menos quería tener nada que ver con ello.
—Es una gran fiesta, en realidad. Y mientras todo el mundo se lo pasa bien,
la persona que corre es perseguida por el bosque durante unas horas. Salen de
allí cagados de miedo, pero luego se acaba y todos vuelven a sus vidas.
Abrió la puerta para llevarme al interior, las risas y las voces se hacían más
fuertes a medida que la gente pasaba corriendo para adentrarse en la casa.
Entre la multitud de estudiantes que se encontraban en una gran sala de
estar con ventanas del suelo al techo en una de las paredes y una enorme
chimenea en la otra, Clayton me rodeó la cintura con su brazo para evitar que me
empujaran otros cuerpos.
En la parte delantera de la sala, Gabriel se subió a una mesa para situarse
por encima de la multitud, con sus ojos verdes escudriñando la abarrotada sala
mientras esperaba que el ruido se calmara.
La música que había estado sonando por la casa toda la noche se cortó, la
anticipación de lo que Gabriel diría hizo vibrar a los presentes.
Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos y me guiñó un ojo, haciendo
que mi estómago se revolviera al recordar lo que le había dicho.
Arrastrando su mirada de la mía, sonrió.
—El próximo sábado, Brad Cotter será nuestro invitado de honor en la
próxima fiesta del desafío. O están allí o se aburren.
Todas las miradas se dirigieron a quien supuse que era Brad. Un tipo alto
y de complexión delgada, que no parecía feliz de ser el supuesto invitado de
honor, pero forzó una sonrisa a pesar de todo. Se tambaleaba sobre sus pies,
estaba obviamente borracho, su piel era de un tono verde pálido y enfermizo.
El público rugía con risas y vítores mientras la música atronadora volvía a
llenar la sala, algunos le daban palmaditas en la espalda, otros sacudían la
cabeza y susurraban que era un imbécil.
—Ahí estás. Te he buscado por todas partes. ¿Estás bien?
Me giré y miré a Everly, y mi mirada se dirigió a sus labios para ver que
tenía los labios pintados.
—Debe haber sido difícil encontrarme con tu cara pegada a Jase durante
la última hora.
Las mejillas de Everly se calentaron y una sonrisa lúdica se dibujó en su
boca.
—De acuerdo, solo he estado buscando durante los últimos cinco minutos,
pero aun así…
Sus ojos azules se desviaron hacia la derecha, una sonrisa más amplia
estiró sus labios al ver a Clayton a mi lado.
—Ya era hora de que aparecieras. ¿Te contó Luca lo que pasó arriba?
Antes de que Clayton tuviera la oportunidad de responder, un cuerpo
cálido se apresuró detrás de mí, con un brazo que pasó por encima de mi hombro
para agitar un vaso rojo Solo en mi cara. El olor a alcohol era abrumador y sabía
que lo que había en ese vaso me haría caer de bruces si lo aceptaba.
—Vengo con una ofrenda de paz.
Al reconocer la voz, me giré sin tomar el vaso que me ofrecían.
—Podrías haberme dicho que vives aquí.
Los ojos de Gabriel brillaron con humor, sus labios se curvaron en las
esquinas. A pesar de que me había mentido, no lo odiaba tanto como a Tanner.
—¿Por qué iba a hacer eso cuando fue tan divertido escuchar lo que
sientes por nosotros?
Podía sentir que el rojo manchaba mis mejillas, mi estómago se revolvía
una vez más por la preocupación de que le hubiera dicho algo a Tanner.
Al notar mi reacción, Gabriel arqueó una ceja y bebió un sorbo de la taza
al darse cuenta de que no la aceptaría. Su expresión se tensó, su cabeza se
sacudió mientras su boca se abría tras su lucha por tragar.
—Maldita sea. El que hizo esta bebida está tratando de matar a la gente.
—Por eso no aceptas bebidas de extraños —respondí.
Dos hoyuelos marcaron sus mejillas con su amplia sonrisa.
—No me consideraría exactamente un extraño. —Sus ojos verdes se
movieron entre los tres, Gabriel dijo—: He venido aquí para extender una
invitación personal a los tres para el próximo fin de semana. El desafío estará
encendido y lo tomaré como un insulto personal si no asisten.
Everly y Clayton se apresuraron a estar de acuerdo, pero yo tenía mis
dudas. Mis pensamientos debían estar claramente escritos en mi expresión
porque Gabriel asomó el labio inferior e inclinó la cabeza.
—Vamos, Luca Bailey. Ahora somos amigos. Solo dime que me darás otra
oportunidad.
Sacudiendo la cabeza, desvié la mirada y mis ojos se posaron en Tanner,
que estaba apoyado en la pared del otro lado de la habitación, con tres chicas
bailando frente a él.
El hombre era demasiado hermoso para las palabras, su oscura presencia
me atraía mientras su actitud de mierda me hacía querer correr tan rápido como
pudiera en la dirección opuesta.
En el momento en que su mirada se dirigió a la mía, aparté la vista, con las
mejillas encendidas por haber sido sorprendida mirando.
—Mi problema no es contigo.
Siguiendo mi línea de visión anterior, Gabriel se rio.
—Si es Tanner el que te preocupa, ya ha olvidado lo que pasó entre
ustedes.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—En serio, es un imbécil. No dejes que te afecte. Dime que estarás allí el
próximo fin de semana.
Everly golpeó mi codo con el suyo y respondió por mí.
—Ella estará allí. Me aseguraré de ello.
Aceptando su respuesta, Gabriel nos dedicó una última sonrisa antes de
darse la vuelta para marcharse. Everly lo llamó.
—¿Cuál es el tema?
¿Tema? La miré con el ceño fruncido en forma de pregunta.
Gabriel volvió a girar hacia nosotros y levantó su vaso como si estuviera
brindando.
—Pues, mi encantadora señora, es victoriano, por supuesto.
¿Qué carajo?
Everly chilló y dio una palmada. Envolviendo su brazo en el mío, acercó
su boca a mi oído y dijo:
—Créeme, Luca, te vas a divertir mucho.
A pesar de sus garantías, tenía la ligera sospecha de que el tiempo que
pasara junto a los Chicos Inferno sería de todo menos divertido.
—E
sto es una locura. Lo sabes bien. Absolutamente
jodido…
Mis palabras se cortaron cuando Everly apoyó
un pie en la pared frente a mí y se inclinó hacia atrás
para tirar de las cuerdas del corsé con más fuerza.
No podía respirar, con la caja torácica comprimida y el escote asomando
por encima de la parte superior como si mis pechos intentaran escapar.
Mirándome en el espejo, esperé a que mis labios se volvieran azules, señal
segura de que moriría esta noche en la fiesta del desafío.
Con la voz tensa por los tirones, Everly ató las cuerdas del corsé en su sitio
mientras decía:
—Hacen un tema diferente para cada fiesta. Y es divertido.
Me dio un golpecito en la oreja y se agachó para ponerme el vestido en su
sitio, con la tela esmeralda cayendo elegantemente sobre el corsé y las enaguas.
No podía creer que en el siglo XXI estuviera usando lo que equivalía a
dispositivos de tortura en medio del bosque por la noche para hacer una maldita
hoguera.
—¿Quién hace esto? ¿Por qué no puedo ponerme unos vaqueros y una
camiseta y estar cómoda?
—Porque destacarás. Todo el mundo sabe que hay que vestirse como
corresponde para una fiesta del desafío.
Haciendo una pausa, Everly me estudió a través del reflejo del espejo,
asintiendo en señal de aprobación.
—Estás impresionante. Ahora es mi turno.
Everly me rodeó para colocarse frente al espejo. Despojándose de su
ropa, se colocó el corsé sobre el pecho y lo mantuvo en su sitio para que yo se lo
atara. Como no sabía que las mujeres de la época victoriana pasaban por esto
todos los días, me esforcé por apretar los cordones, atar todo en su sitio y
ayudarla a ponerse el vestido amarillo mantequilla después de que se pusiera
las medias y las enaguas.
Con los trajes puestos, nos peinamos con delicados recogidos antes de
maquillarnos. Por suerte, el tiempo era fresco en las tardes de otoño y no nos
derretiríamos en cuanto saliéramos a la calle.
—Clayton se reunirá con nosotras allí o…
Un golpe en nuestra puerta respondió a su pregunta. La falda de mi vestido
se arrastraba por el suelo mientras caminaba, los ojos de Clayton se abrieron de
par en par en cuanto abrí la puerta para revelar la ridiculez de lo que llevábamos
puesto.
Sus labios se fruncieron en un silbido bajo y no pude evitar fijarme en el
traje oscuro que llevaba.
—Hola, guapo.
A pesar de pasar más tiempo juntos, Clayton y yo no habíamos hecho
mucho más que besarnos, e incluso esos momentos dejaban que desear. No
había pasión entre nosotros, pero supuse que tenía más que ver con la novedad
de la relación que con otra cosa.
No era virgen ni mucho menos, pero tampoco era de las que se precipitan
en las relaciones.
—Maldita sea, señoras. Voy a tener una noche muy ocupada luchando
contra todo el mundo.
Everly terminó de atarse el zapato, su cabeza se levantó tan rápido que me
retorció el cuello solo de verla.
—No te atrevas. Jase tiene un pase de acceso abierto y si alguien intenta
interponerse, se peleará conmigo por él.
Levantando las manos en señal de rendición, Clayton se rio.
—Maldita sea, entonces lucharé para proteger el honor de Luca.
Sus ojos se desviaron hacia mí.
—Realmente te ves increíble.
—Me siento como una imbécil. Ser obligada a vestirse así para una
hoguera debería ser ilegal.
Sus ojos marrones captaron los míos con un brillo de alegría tras ellos.
—Estaré encantado de ayudarte a quitarte la ropa si te molesta tanto.
Mi corazón debería haber saltado en respuesta a su declaración, pero en
cambio mantuvo un ritmo constante, mi interés en Clayton disminuyendo por
razones que no quería admitirme a mí misma.
Durante toda la semana, mis pensamientos se habían remontado a la fiesta
de Inferno y a todo lo sucedido, la mayoría de esos pensamientos se centraban
en los ojos oscuros de un hombre que me aterrorizaba a la vez que encendía todo
mi cuerpo.
No sabía qué tenía Tanner que me robaba la atención, y teniendo en
cuenta cómo me trató la última vez que lo vi, no tenía ninguna prisa por
averiguarlo.
—Vamos. Llegaremos tarde si no nos ponemos en marcha.
El viaje hasta el medio de la nada nos llevó algo más de una hora. Una gran
zona de estacionamiento de grava se abrió a nuestra derecha mientras
conducíamos por una carretera de dos carriles bordeada de bosque, el
estacionamiento estaba casi lleno a pesar de la temprana hora de la noche. Al
encontrar un sitio, Clayton apagó el motor y agarró una bolsa cerca de mis pies
antes de dejarnos salir.
—Nos conseguí máscaras para la fiesta. Gabriel me envió un mensaje
anoche diciéndome que las necesitaríamos.
Aunque sabía que Clayton corría con los Inferno ya que estaba en el último
año como ellos, me ponía nerviosa pensar que estaba lo suficientemente cerca
de ellos como para que se enviaran mensajes de texto.
Gabriel, no me importó tanto, pero me hizo preguntarme cuán unido
estaba Clayton con los otros ocho.
Incluso habiendo asistido a la fiesta, solo sería capaz de nombrar a tres de
ellos a primera vista, y me pregunté cuánto más me asustarían después de
conocer a los otros seis.
Mientras sacaba tres máscaras —una con la forma de una máscara de peste
de la época medieval y dos más femeninas en su delicada construcción de encaje
negro— no pude evitar calmar mi curiosidad.
—¿Qué tan bien conoces a los nueve chicos de Inferno?
Clayton me entregó una máscara y se volvió para entregarle una a Everly.
—Bastante bien. He asistido a la escuela con todos ellos desde la
licenciatura. No son tan horribles como dicen los rumores. Solo no les pidas un
favor y no te metas en su lado malo.
Atando la máscara a mi cara, pregunté:
—Si los conoces desde hace tanto tiempo, ¿por qué no eres uno de ellos?
Tenía un aspecto espeluznante con la máscara de cuero contra la peste, los
grandes ojos reflejaban mi imagen mientras el pico sobresaliente le cubría la
nariz y la boca. De alguna manera, todavía era capaz de entenderle con claridad.
—No crecí con ellos. Todas sus familias están conectadas socialmente y a
través de los negocios, así que todos se conocen desde la escuela primaria.
Mucha gente se junta en el mismo círculo, pero no dejan entrar a nadie en el
grupo interno, si eso tiene sentido.
Asintiendo, dejé de lado el tema y mis ojos se desviaron hacia el
parabrisas delantero, donde vi el humo que se elevaba hacia el cielo en la
distancia.
—Parece que vamos a estar caminando un rato.
Clayton abrió su puerta y se giró para mirarme.
—El paseo no es tan malo. Lleva diez minutos como mucho.
Everly soltó un grito de emoción cuando Clayton la ayudó a salir del auto,
y ambos rodearon la parte trasera para abrir mi puerta y ponerme de pie.
Utilizando nuestros teléfonos como linternas, encontramos el sendero que
llevaba al centro del bosque y caminamos en una oscuridad casi total, con
cuidado de no tropezar con ninguna raíz.
Sobre nosotros brillaban las estrellas, pero la luna estaba ausente, los
árboles a ambos lados se balanceaban con una fuerte brisa que pasaba.
De vez en cuando, un animal se escabullía entre la maleza baja o un búho
gritaba, y los sonidos hacían que la caminata fuera aún más espeluznante que la
oscuridad.
Finalmente, se oyó el zumbido de la música, el sonido ruidoso de una fiesta
que se hacía más fuerte a medida que nos acercábamos. Aunque solo esperaba
ver a un grupo de universitarios excesivamente vestidos acurrucados en torno a
una gran hoguera, nada podría haberme preparado para lo que encontramos
cuando doblamos la última esquina y nos acercamos al lugar principal de la
fiesta.
—Mierda —murmuré, mis ojos escudriñando la escena mientras me
quedaba quieta en mi sitio para asimilarlo todo.
No se trataba de una simple hoguera en medio de la nada, sino de un
festival en expansión con grandes carpas blancas, animadores y champán
servido en bandejas de plata por un equipo de camareras vestidas con leotardos
de cola.
Al adentrarme en una fiesta con al menos un centenar de personas
arremolinadas, no pude dejar de mirar la decoración.
El fuego ardía en globos de cristal en un círculo alrededor de toda la zona
abierta, las llamas abiertas salían disparadas desde un pozo en el centro. En cada
carpa, los candelabros brillaban con cristales colgantes y las velas brillantes
eran los centros de mesa.
En el extremo más alejado del círculo, se construyó una gran plataforma,
lo suficientemente alta como para que cualquier persona de pie en ella pudiera
ver por encima de toda la multitud. A mi derecha, había otro sendero que se
adentraba en el bosque, iluminado a cada lado por antorchas.
Everly se giró para mirarme a los ojos y sus labios se separaron en una
amplia sonrisa.
—¿No te dije que sería increíble? Estos chicos nunca dejan de ir por todas.
Mientras Clayton permanecía en silencio a mi lado, Everly escudriñó la
multitud, su línea de visión se fijó finalmente en un hombre alto y ancho, vestido
con un esmoquin de época completo con un sombrero de copa y una capa negra
forrada de raso rojo, su máscara de diablo tallada a mano era tan hermosa que
debía de costarle una fortuna.
—Ahí está. Reconocería la fanfarronería de Jase en cualquier lugar.
Saludando a Clayton y a mí, Everly gritó una rápida despedida y prometió
encontrarnos más tarde mientras corría en dirección a Jase.
Susurrando, Clayton preguntó:
—Everly está enganchada, ¿verdad?
Asintiendo, seguía sin encontrarle sentido a la fiesta.
Cuando pasó un pirómano para lanzar una gran línea de llamas calientes
por la boca, mis ojos se abrieron aún más.
—¿No es todo esto un poco exagerado? ¿Cómo es posible?
Clayton se rio y me llevó junto a un grupo de chicos que hablaban entre
ellos.
—El dinero habla. Y si se tiene suficiente, se puede hacer cualquier cosa.
A los chicos les gusta ir por todas en las noches de desafío, ya que ocurren muy
pocas veces.
Tomó dos copas de champán de una bandeja que pasaba y me dio una, su
expresión oculta por la máscara cuando intentó beber la suya, pero se dio cuenta
de que la máscara lo impedía.
—Probablemente debería haber planeado esto mejor.
La risa burbujeó en mis labios antes de dar un sorbo al mío.
—Oye, podría ser peor. Podrías estar usando un dispositivo de tortura que
hace imposible respirar profundamente.
Empujando la máscara hacia arriba de la cara lo suficiente como para
dejar al descubierto su boca, apuró toda la copa de champán y volvió a colocar
la máscara en su sitio.
—¿Quieres pasear un rato y ver todo lo que hay? Seguro que el respirador
de fuego no ha sido el único acto circense que han contratado.
Asintiendo, rodeé mi brazo con el suyo y admiré los trajes y otros detalles
de la fiesta.
En su mayor parte, todo el mundo se estaba comportando, pero la noche
era aún joven. Después de consumir suficiente alcohol, sabía que las cosas darían
un giro hacia el hedonismo.
Ya había bailarinas profesionales vestidas con atuendos poco elegantes
que giraban y se movían entre la multitud. Al margen, dos zanqueros se
paseaban de un lado a otro, con sus trajes diseñados para que parecieran
enormes demonios. Tengo que reconocer que, para ser tan excesiva, esta fiesta
es impresionante.
De vez en cuando, veía una máscara de diablo que llevaban varios
hombres tan grandes y dominantes como Tanner. Todos iban vestidos de forma
similar con esmóquines de época, sombreros de copa y las capas forradas de
raso.
Señalándole uno de ellos a Clayton, le pregunté:
—Supongo que los hombres que llevan máscaras de diablo son los
miembros de Inferno, ¿verdad?
Clayton asintió.
—Sí. Lo descubrí hace un rato. Todas sus máscaras son iguales. Parece que
todo el equipo está aquí. Lo siento por quien sea que esté dirigiendo esta noche.
Al compás de lo que dijo Clayton, sonó un fuerte cuerno en la distancia, el
sonido de un bramido bajo y primitivo, como algo que se oiría antes de una
guerra.
Nos giramos en la dirección del sonido para ver a tres de los hombres
enmascarados como el diablo de pie en la plataforma elevada con Brad colocado
frente a ellos. El fuego ardía en altas antorchas detrás de sus cuerpos, y la danza
de humo y luz proyectaba una bruma siniestra sobre la escena.
Una vez que tuvieron la atención de todos, uno de ellos habló utilizando un
micrófono oculto. Reconocí la voz como la de Gabriel.
—Bienvenidos todos a Inferno, una tierra de leche y miel, de espíritus
lujuriosos y de todos los pecados provocadores que puedan imaginar. Antes de
que las festividades realmente se pongan en marcha y nos soltemos a cualquier
libertinaje que nos excite, tenemos que honrar a nuestro invitado especial con
un brindis para que se prepare para la carrera.
Brad se había despojado de la chaqueta y la camisa, y se había dejado los
pantalones negros colgando de sus delgadas caderas. No era ni de lejos tan
grande como los hombres que estaban detrás de él, pero tampoco estaba fuera
de forma. Con una expresión inexpresiva, miraba por encima de la multitud, y
algo en sus ojos me decía que estaba muerto de miedo.
Preocupada, me incliné hacia Clayton y le susurré:
—¿Qué le hacen cuando corre? Parece aterrorizado.
Clayton me susurró, con el pico de su máscara rozando mi mejilla.
—Nadie lo sabe. La regla es que no se les permite hablar de ello. No es
que quieran hacerlo. ¿Crees que tiene mal aspecto ahora? Espera a ver qué
aspecto tiene cuando salga. Digamos que nadie que haya hecho la carrera se
mete con el Inferno de nuevo. De hecho, la mayoría se mantiene al margen y deja
de socializar.
La conmoción me desgarró.
—Entonces, ¿por qué alguien lo haría?
Encogiéndose de hombros, Clayton contestó:
—Debe haber sido mejor que el precio que le pidieron.
Incapaz de comprender la locura de un grupo de hombres que sonaban
más horribles con cada nuevo dato que aprendía sobre ellos, volví a centrar mi
atención en el podio para ver a quien supuse que era Gabriel entregar una
botella de licor verde brillante a Brad.
En cuanto Brad se llevó la botella a los labios, el público rugió con fuerza
y acabó coreando que bebiera.
—¿Qué está bebiendo?
Parecía anticongelante desde donde yo estaba, las burbujas de aire
subían en el líquido mientras Brad seguía tragándolo.
—Está bebiendo absenta. Le ayuda a prepararse para la carrera.
—¿Cómo es eso?
Clayton se rio.
—Tiene efectos alucinógenos por lo que he oído. O eso, o le echan algo
para joder a quien lo dirige. Nunca la he bebido, así que no estoy seguro.
Cerrando los ojos, observé cómo Gabriel le quitaba la botella a Brad y lo
guiaba por las escaleras de la plataforma, mientras los enmascarados del diablo
los seguían, cada uno con una antorcha encendida.
Cuando llegaron al borde del bosque donde comenzaba el sendero, se
detuvieron lo suficiente para que la gente dejara de vitorear.
La bocina volvió a sonar, el sonido era aún más siniestro ahora que sabía
lo que significaba.
—Brad tiene diez minutos de ventaja —explicó Gabriel con el micrófono,
asegurándose de que todos pudieran oír su voz.
Dirigiéndose a Brad, le dijo:
—Corre rápido, conejito, porque cuando oigas sonar de nuevo el cuerno,
tu tiempo se habrá agotado, y la primera ronda de demonios comienza su
persecución.
Brad no dudó en emprender el camino, su figura desapareció en las
sombras casi inmediatamente.
En cuestión de segundos, la música volvió a sonar y todos volvieron a
hablar entre ellos y a disfrutar de la fiesta, sin que ninguno reaccionara ante lo
ocurrido como si fuera algo desagradable o fuera de lo normal.
—¿Así que eso es todo? ¿Todo el mundo vuelve a la fiesta mientras él huye
para ser torturado?
Clayton me miró desde detrás de su máscara antes de quitársela para
sonreírme en señal de tranquilidad.
—Oye. Realmente no es tan malo. Sabía en lo que se metía. Lo verás de
nuevo en unas horas y verás que es solo un juego.
El corazón me latía en la garganta, el estómago me daba vueltas por el
alcohol que había consumido. De pie, cerca de la gran hoguera, notaba cómo las
gotas de sudor resbalaban por mis sienes y entre mis pechos.
Con la máscara subida hasta la parte superior de la cabeza, Clayton miró
la fiesta más allá de mi hombro. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos.
—¿Estarás bien durante unos minutos aquí sola? Necesito encontrar un
baño, o al menos un arbusto donde pueda orinar.
Asintiendo, separé mi brazo del suyo y lo envolví alrededor de mi
abdomen.
—Estaré aquí cuando vuelvas.
Clayton se alejó, y yo me volví para mirar la hoguera, las llamas danzantes
y la madera crepitante robando mi atención de la incomodidad que sentía por
estar entre una multitud de estudiantes enmascarados, a la mayoría de los cuales
no conocía.
Llevaba dos años en Yale, pero hasta que Everly se trasladó a mi
dormitorio tras una reasignación inesperada, nunca había tenido mucha vida
social. La mayor parte del tiempo lo pasaba en clase o en la biblioteca
estudiando.
El primer año de la facultad de Derecho fue el peor, con un horario
agotador que eliminaba a los que podían soportar la presión y a los que se
doblegaban ante ella. Pero ahora que había empezado el segundo año, había
podido reducir el trabajo constante, lo que me ayudó a relacionarme con gente
nueva. Por desgracia, no podía nombrar más que a unos pocos.
Y por esa razón, me quedé mirando el fuego, mis ojos rastreando las
brasas que flotaban en el cielo, el calor bañando mi cara a pesar de la distancia
a la que me encontraba.
Pasaron varios minutos, cada uno de los cuales me hacía sentir más
nerviosa por estar sola.
A mi alrededor, la gente reía y hablaba, algunos bailaban, otros se
animaban a beber más, a estar más locos, a ceder a cualquier impulso
irresponsable que tuvieran.
Al sentirme fuera de lugar, dejé escapar un fuerte suspiro de alivio cuando
Clayton se acercó por detrás de mí y su pecho rozó mi espalda. Encerrado por
un lado por el calor del fuego y por otro por el calor de su cuerpo, me pareció
extraño que no dijera nada.
Giré sobre mis talones para sonreírle, pero el corazón se me cayó al
estómago en cuanto vi una máscara de diablo, cuyo diseño de madera tallada era
aún más intrincado y hermoso ahora que tenía la oportunidad de estudiarla de
cerca.
—Maldita sea, me has asustado.
Riendo, me llevé la mano al pecho, suponiendo que Gabriel finalmente me
había encontrado y se había acercado a saludar.
Aunque no podía ver sus ojos debido a la pequeña malla negra que cubría
esa parte de la máscara, noté cómo su cuello se movía mientras su mirada
rastreaba mi cuerpo hasta donde mi mano cubría mi pecho.
—¿Estás contento? Me presenté a tu fiesta de tortura, así que no puedes
ofenderte personalmente.
Su mirada debió haber seguido hasta mi cara, su cuello se inclinaba hacia
la derecha mientras me observaba.
Era inquietante estar tan cerca de él, especialmente por la máscara. El
silencio de Gabriel solo hizo que el momento fuera mucho más inquietante.
—¿Vas a saludar o nos vamos a quedar mirando toda la noche?
Alargando la mano, Gabriel se quitó la máscara de la cara, y una sonrisa
se dibujó en mis labios, que se aplanó inmediatamente cuando unos ojos fríos y
oscuros se encontraron con los míos.
Al quedarme quieta, me di cuenta de mi error y mis labios se separaron
ligeramente cuando el rostro de Tanner me devolvió la mirada.
El miedo me recorrió el cuerpo, cubriendo mi columna vertebral de hielo
y di un paso atrás para poner distancia entre nosotros, pero no lo suficientemente
rápido.
Antes de que me diera cuenta de lo que estaba sucediendo, Tanner
extendió su mano alrededor de mi nuca y sus largos dedos se entrelazaron con
mi cabello, que estaba recogido en un lío de rizos.
Se inclinó mientras mi aliento salía de mis pulmones en un estallido de
sorpresa, su boca se inclinó sobre la mía sin preocuparse de si yo había invitado
al beso o no.
Mi cuerpo tembló al contacto, cada músculo se debilitó mientras me
derretía contra su pecho, mis labios se separaron cuando su lengua lamió el
pliegue, exigiendo que le permitiera entrar.
Fue instintivo, mi entrega a él, una parte de mi cerebro olvidada hace
tiempo que reconocía su poder sobre mí. Asustada, pero llena de deseo, me
estremecí cuando su lengua se deslizó por la mía, sus dientes rozando mi labio
con la amenaza del placer y el dolor.
Sin pensarlo, me puse de puntillas para compensar la diferencia de altura
entre nosotros y mis manos se dirigieron a su pecho para encontrar músculos de
acero bajo su camisa.
No quería admitir que, desde el momento en que lo conocí, me había
preguntado cómo se sentiría este beso.
Ahora sabía que me desarmaría en todos los aspectos importantes. Ahora
sabía que me robaría la capacidad de pensar y respirar.
Ahora sabía que no había llama más caliente que el calor de mi cuerpo
cuando Tanner se apretaba contra mí.
La fiesta que nos rodeaba debió de desaparecer sin que me diera cuenta,
porque en el momento en que sonó un claxon a lo lejos, el primitivo y grave
bramido que me recordaba que todo un mundo existía a nuestro alrededor, las
voces se filtraron de nuevo a mi conciencia, abucheos y gritos, gente incitando a
Tanner a besarme más fuerte.
Me soltó antes de que tuviera tiempo de reequilibrar mi cuerpo y volví a
tropezar para abrir los ojos y encontrarme con los suyos.
Aunque sus ojos seguían siendo las piedras frías y oscuras que siempre
había conocido, finalmente vi que eran de un verde musgo intenso.
Los labios de Tanner se curvaron en las comisuras, la risa oscura nos
rodeaba ahora mientras sus amigos se acercaban para apartarlo. Me hubiera
gustado decir que su sonrisa era amistosa, pero era más una expresión de odio
que otra cosa.
La ira me recorrió, mis ojos escudriñaron a los otros hombres con
máscaras de diablo, mis dientes se apretaron al darme cuenta de que se estaban
riendo de mí.
Desde detrás de ellos, Clayton se acercó con la máscara puesta, su
expresión oculta tras el cuero.
—El cuerno sonó, vamos a la mierda, Tanner. Somos la primera ronda.
No reconocí la voz de quien le hablaba, pero me quedé mirando mientras
Tanner parpadeaba y se daba la vuelta para salir corriendo con sus amigos.
Cuando se fueron, Clayton se acercó para tocarme el brazo y con la otra
mano se levantó la máscara para que pudiera verle la cara.
—¿Qué demonios fue eso?
Sacudiendo la cabeza, me aclaré la garganta y expliqué:
—No lo sé. Simplemente se acercó y me besó.
Mis ojos pasaron por delante de él para ver cómo Tanner y otras dos
personas se despojaban de sus máscaras, sombreros de copa, capas, chaquetas
y camisas. Los tres tenían una complexión de luchador, dos de ellos idénticos
con cicatrices evidentes en sus cuerpos.
Girándose para seguir la línea de mi vista, Clayton me habló en voz baja.
—Esos son Ezra y Damon Cross. Son gemelos, por si no te habías dado
cuenta.
Parpadeé, con los ojos llorosos por unas lágrimas que no quería que
corrieran por mis mejillas como prueba de que Tanner tenía un efecto sobre mí.
Sin embargo, no podía apartar los ojos de él, no podía dejar de mirar los
fuertes planos de su pecho, el suave bronceado de su piel que se extendía sobre
los anchos hombros, los gruesos bíceps y los abdominales de tabla de lavar que
hacían que mis dedos se enroscaran en mis palmas con la necesidad de tocarlo.
Era demasiado hermoso para las palabras. Demasiado hermoso para ser
real.
—Oye —susurró Clayton—, ¿te hizo algo?
Sin responder a su pregunta, pregunté:
—¿Quiénes son Ezra y Damon en el grupo? ¿Cómo los llama la gente?
—Violencia e Ira. Ambos son letales por lo que he oído. No querrás
conocerlos. Evito a esos dos en la medida de lo posible. Tienen mechas cortas y
explotarán por nada.
Los tres se acercaron a la entrada del sendero que se adentraba en el
bosque, Tanner me lanzó una última mirada arrogante antes de reírse y salir en
persecución de Brad.
De repente sentí pena por cualquier persona que huyera de esos tres. Por
qué alguien estaría de acuerdo con eso estaba más allá de mí.
—¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño Tanner?
Sacudí la cabeza y finalmente abrí la boca para responder:
—No, solo me besó.
La mayoría de los hombres se habrían molestado al saber que la chica con
la que salían había sido besada por otro hombre, pero Clayton solo se rio
mientras se colocaba la máscara en su sitio.
—Se estaba divirtiendo contigo. No le des importancia.
Pero me resultaba difícil no pensar en ello. Ese beso —ese momento en
que la lengua de Tanner se apoderó de mi boca y su mano me sujetó— me había
sacudido hasta el fondo, despertando algo dentro de mí que nunca había sentido.
Como no quería hablar de ello, cambié de tema.
—¿Cuánto tiempo tiene Brad para huir de ellos?
Clayton se pasó una mano por la nuca y miró el sendero que se adentraba
en los sombríos confines del bosque.
—Dos horas. La bocina volverá a sonar en media hora para que tres más
inicien la persecución, y media hora después para que entren los últimos tres. Si
puede escapar de alguna manera de todos ellos, estará bien. Pero si lo
encuentran…
Su voz se apagó y su rostro se volvió hacia mí. A través del reflejo de los
grandes ojos de su máscara vi lo asustada que estaba en ese momento.
—Brad estará bien. Es solo un juego. Ya lo verás.
Solo un juego… sí, uno que solo un masoquista jugaría voluntariamente.
—Vamos, veamos si podemos encontrar a Everly y despegarla de Jase por
una o dos horas.
Asintiendo, envolví mi brazo con el de Clayton y me alejé para encontrar
a mi compañera de cuarto. Finalmente, la encontramos justo cuando sonó la
segunda bocina, su mano despidiéndose de Jase mientras se desnudaba para
salir corriendo hacia el bosque.
Aunque yo no era la persona cazada, me pasé el resto del tiempo robando
miradas a aquel sendero que se adentraba en el bosque, con el corazón latiendo
más rápido cuando me preguntaba qué le hacían a Brad donde nadie podía
verlos.
Las dos horas pasaron rápidamente mientras los estudiantes bebían más y
se volvían bulliciosos con la profundización de la noche, mucha gente
prácticamente follando al aire libre donde cualquiera podía observarlos.
Mientras yo estaba callada en su mayor parte debido a todo lo que había
pasado, Clayton y Everly reían y bebían, sin preocuparse por lo que ocurría a
nuestro alrededor.
La bocina volvió a sonar al final de las dos horas y yo salté en mi sitio al
oírla.
Todos nos volvimos para mirar el sendero que se adentraba en el bosque,
la gente reía y animaba cuando Tanner y el resto de su grupo salían llevando a
Brad entre ellos.
Amarrado, cubierto de lo que parecía barro y despojado de todo menos
de sus calzoncillos, el cuerpo de Brad se golpeó fuertemente contra el suelo
cuando lo dejaron en la cabecera del sendero.
El pánico surgió dentro de mí tan rápido que me sentí mareada por ello.
Mi mano se tensó sobre el brazo de Clayton, mis ojos se fijaron en el
cuerpo inmóvil de Brad.
La voz apenas un susurro, no pude evitar las palabras que brotaron de mis
labios.
—Oh, Dios mío. Por favor, dime que no está muerto.
Corriendo hacia adelante, mis piernas moviéndose tan rápido como
podían con el ridículo peso de la ropa que llevaba, ignoré los gritos de Clayton
para que me detuviera, ignoré a Everly riéndose y gritando que todo era una
gran broma.
Brad parecía muerto en el lugar donde lo habían dejado caer al suelo, con
el cuerpo inmóvil y un charco goteando bajo sus piernas. Tal vez solo estaba
inconsciente, pero al ver que lo que supuse era orina se filtraba para crear un
camino rojizo con la tierra seca debajo de él, esperé que no hubiera sido una
señal de que su cuerpo había cedido.
Por encima de él, los chicos de Inferno se reían, uno de ellos pateando una
nube de suciedad contra sus piernas, señalando el riachuelo de orina que se
abría paso lejos de su cuerpo como si fuera lo más divertido del mundo.
A mi alrededor, los estudiantes abucheaban y vociferaban, la música
seguía siendo alta y vibrante mientras yo acortaba la distancia con el sendero y
me dejaba caer sobre la cabeza de Brad para comprobar si respiraba.
—Está bien, Luca —dijo Gabriel, con una risa implícita en su voz—. Se
desmayó. No lo hemos matado.
Todos se reían, nueve voces distintas y oscuras que se deleitaban en la
impotencia de Brad y en mi miedo. Malditos. Quería atar el culo de cada uno de
ellos para ver cuánto les gustaba.
—Que alguien me ayude a desatarlo.
Los nudos de la cuerda estaban demasiado apretados para que yo los
quitara, líneas rojas furiosas en la piel de Brad por cómo habían usado las
cuerdas para llevarlo. Respiraba, por lo que pude ver, su espalda se movía con
cada inhalación superficial.
Mirando las nueve caras sonrientes, con el sudor cayendo sobre sus
pechos que brillaban a la luz del fuego que nos rodeaba, exigí:
—Que alguien me ayude.
Mis ojos buscaron primero a Gabriel. Se reía demasiado, sus dientes
blancos brillaban a la luz del fuego.
Al recorrer con la mirada al resto de ellos, me posé en Tanner, que estaba
de espaldas, con el ceño fruncido parcialmente oculto en la sombra.
La rabia me invadió, el sudor se deslizaba entre mis pechos por el calor
del fuego que nos rodeaba.
Uno a uno, los chicos de Inferno me ignoraron, turnándose para rodearnos
a Brad y a mí y dirigirse a la fiesta principal, con admiradores que les daban
palmaditas en la espalda y los animaban. A medida que cada uno se alejaba de
donde yo estaba agachada junto a un hombre indefenso y atado, mi frustración
aumentaba.
Solo sirvió para desconectar mi mente racional, para hacerme actuar sin
pensar en las consecuencias.
Solo quedaba Tanner mientras miraba su rostro arrogante, sus labios se
curvaron en una sonrisa divertida mientras me ignoraba como los demás y se
movía para rodearme.
Debería haber pensado antes de extender la mano para agarrarle la
pierna, debería haber recordado que estaba tratando con un imbécil al que no
le importaban los problemas que causaba.
Como no esperaba que le bloqueara el paso, Tanner tropezó cuando mis
dedos se bloquearon en su tobillo, y su cuerpo cayó al suelo con un fuerte golpe.
La multitud detrás de nosotros se quedó en silencio, solo la música
perduraba entre las sombras de la noche.
Levantando los brazos, Tanner se giró para mirarme. Uno pensaría que
habría furia en sus ojos, pero lo que encontré allí fue algo más aterrador.
Disfrute.
Desafío.
Crueldad hacia una mujer que había cometido el estúpido error de tocarlo
sin permiso.
Su voz era un estruendo bajo la música, tan suave que solo yo podía oírla.
—No sabía que querías jugar. —Sus ojos oscuros brillaron y su boca se
torció en las esquinas—. Te sugiero que corras.
Joder…
El instinto se impuso, otro momento en el que mi mente lógica hizo las
maletas y se tomó unas repentinas vacaciones.
Al ponerme en pie, no fui más rápida que él, y con su gran cuerpo
bloqueando el camino que llevaba de vuelta a la fiesta, la única dirección que
quedaba era el bosque.
Mi cuerpo se movía más rápido que mis pensamientos, mis pies
tropezaban con la falda de mi vestido mientras corría hacia las sombras.
Correr por el bosque de noche no es algo que recomendaría, pero hacerlo
con una máscara y un vestido victoriano solo lo hacía mucho más difícil.
La música se desvaneció en la distancia mientras huía, con el pulso
martilleándome en la garganta mientras mis oídos se aguzaban con cada
pequeño ruido. No oí el golpeteo de los pasos detrás de mí, pero eso no
significaba mucho.
Arrancando la máscara de mi cara para tirarla, llegué a una bifurcación en
el camino, mi mirada se desvió hacia arriba para ver lo que pensé que era una
cuerda colgando de las ramas de un árbol. El pánico me recorrió, mi cuerpo giró
a la derecha con la esperanza de que Tanner no me encontrara.
Apenas pude respirar debido al apretado corsé que llevaba y tuve que
detenerme con la boca abierta para aspirar aire, mientras apoyaba una mano en
el tronco de un gran árbol. La corteza era áspera contra mi palma y la sensación
me sacó de mi instinto de huida.
Por un breve segundo, pude pensar de nuevo, enojada conmigo misma
por cómo había corrido sin mantenerme firme.
Me preparé para dar la vuelta y encontrar el camino de vuelta a la fiesta,
apreté los dientes y decidí que no dejaría que Tanner y sus amigos imbéciles me
presionaran.
Pero entonces escuché el chasquido de una rama en la distancia, seguido
por el profundo estruendo de una risa y el bramido de un cuerno que soplaba.
Volví a correr, no hacia la fiesta sino alejándome de ella, mis piernas
ganando velocidad hasta que mi dedo del pie se enganchó en una raíz que
sobresalía del suelo. Mi cuerpo se tambaleó hacia adelante, mi caída fue
interrumpida por un brazo sólido que me rodeó la cintura mientras una pared de
calor chocaba con mi espalda.
—Te tengo.
Antes de que pudiera reaccionar, me levantaron de los pies, giré a la
izquierda y mi espalda se estrelló contra el ancho tronco de un antiguo árbol.
Tanner estaba en mi cara al instante, mi vista bloqueada de cualquier cosa
que no fuera un par de ojos oscuros que competían con las profundidades negras
casi vacías de un bosque a medianoche.
Mirar fijamente su mirada era como caer en un pozo sin fondo, la oscuridad
me consumía mientras mi corazón revoloteaba con chorros de pánico y
desesperación.
—Lo siento.
Las palabras salieron de mi garganta antes de que comprendiera que las
estaba diciendo, la disculpa instantánea no hizo nada para aflojar su control
sobre mí.
—Lo lamentarás.
La mano de Tanner se posó en mi cadera y su otro brazo se apoyó en el
tronco del árbol junto a mi cabeza. Nuestros rostros estaban a unos centímetros
de distancia mientras el corsé seguía constriñendo mi pecho, negando a mis
pulmones un centímetro más para arrastrar una respiración completa.
Con el corazón en la garganta, vi cómo los ojos de Tanner bajaban para
admirar la forma en que mi escote se había metido prácticamente hasta la
garganta, sus labios se separaban apenas mientras el terror me recorría.
—Suéltame —apenas chillé, odiando lo increíblemente débil y patética
que sonaba mi suave voz.
Lentamente, su mirada se dirigió de nuevo a mi rostro, una sonrisa
sarcástica estirando unos labios que habían explorado los míos varias horas
antes. Recordé lo duros que eran, lo castigadores y exigentes.
—¿O qué?
—O…
No pude acallar mis pensamientos lo suficiente como para responder a su
pregunta. Las palabras estaban ahí, provocando una respuesta que mi garganta
no tenía la capacidad de liberar.
Una gota de sudor se deslizó entre mis pechos y fui muy consciente del
camino que siguió, del rastro de humedad resbaladiza que dejó a su paso.
Tanner se inclinó y, cuando creía que iba a besarme de nuevo, arrastró su
boca por mi mejilla hasta presionar sus labios contra mi oreja.
—¿Por qué estás aquí?
Su pecho era un muro de ladrillos contra mi cuerpo, su aliento recorriendo
mi cuello, caliente y tentador.
Temblando, luché por convencerme de que no me gustaba la sensación
de estar apretada contra él. Yo no era esa chica, no era del tipo que disfrutaba
de la mezcla de deseo y miedo. Mi mente luchaba por convencer a mi cuerpo de
ello, pero mi cuerpo no estaba de acuerdo.
Maldito traidor.
Apoyando las manos en su pecho, intenté apartarlo, pero en lugar de eso
respiré de forma insegura y superficial al sentir el cálido acero bajo mis dedos,
húmedo por el sudor, y que irradiaba el tipo de calor que podría mantener
caliente a una chica en el más frío de los días.
No debería haberlo tocado y sin embargo allí estaba yo con la yema del
dedo recorriendo la cresta de su duro pectoral.
Apartando mis manos, argumenté:
—Me invitaron. Gabriel…
—Sigo encontrándote en mi espacio. Es casi como si quisieras jugar.
—No —susurré, deseando que mi voz fuera más fuerte para seguir
hablando—. No quiero jugar a nada, solo estaba…
Su risa me cortó.
—Está bien. Me gustan los juegos. Resulta que soy muy bueno en ellos.
En la distancia, una voz me llamó por mi nombre. Profunda y preocupada.
Clayton debía de haber entrado en el bosque tras nosotros, preocupado porque
Tanner llevara este particular juego demasiado lejos.
Al oír el sonido, Tanner esperó una fracción de segundo antes de que su
cara volviera a estar en la mía, sus labios rozando mi mejilla antes de que sus
ojos me inmovilizaran tanto como su cuerpo.
—Solo recuerda no empezar juegos que no puedas terminar. Soy de los
que seguirán jugando hasta que me rueguen que pare.
Con eso se alejó, acechando en una dirección mientras Clayton aparecía
desde otra.
—¿Luca?
Las hojas secas crujían bajo sus pies mientras corría en mi dirección, sus
manos agarraban mis hombros mientras yo despegaba lentamente mi cuerpo del
árbol.
—¿Estás bien?
Deseando que mi ritmo cardíaco volviera a la normalidad, asentí, mientras
mi mirada seguía la dirección que había tomado Tanner.
—Sí, estoy bien. Solo sin aliento.
Sonrió, con una expresión vacilante e insegura.
—¿Por qué te fuiste así? Parecía que estabas asustada. Estaba preocupado.
Permitiendo que Clayton pasara su brazo por el mío para guiarme fuera
del bosque, no quería admitir que había corrido porque Tanner me lo había
dicho.
Aparentemente, no necesitaba decir una palabra para que lo supiera.
—Oye. —Me dio un codazo en el hombro con el suyo—. Tanner solo estaba
bromeando contigo. Todo esto es solo un estúpido juego que les gusta jugar para
entretenerse.
Entretenimiento. Claro, una buena elección de palabras para él. Excepto
que el problema era que un juego debía ser agradable para todos los jugadores,
y este no era divertido.
No fue justo. Yo no pedí jugarlo. Y lo que no sabía mientras Clayton y yo
salíamos del bosque para adentrarnos en una fiesta que seguía en marcha a pesar
de lo avanzado de la hora, era que Tanner no había mentido al decirme que este
juego en particular duraría hasta que él terminara de jugarlo.
Tanner seguiría jugando hasta que yo huyera de Yale… él seguiría
jugando hasta mucho después de terminar la carrera de Derecho.
Por desgracia para mí, acabaría siendo un digno oponente, el tipo de
hombre que haría lo que fuera necesario para asegurarse la victoria.
Y lo último que aprendería es que Tanner era un mentiroso.
No dejaba de jugar al juego, incluso después de que se lo rogara.
H
abían pasado dos semanas desde la fiesta del desafío 1 . Aunque
Brad no estaba muerto, tampoco estaba exactamente ileso. Nunca
conocí al tipo antes de que ocurriera la fiesta, así que no estoy
segura de sí antes de la noche en la que huyó siempre se asustaba de cada
sonido, se ponía nervioso ante cada palabra o le aterrorizaba su propia sombra,
pero ahora, cuando lo veía, parecía como si necesitara unas tranquilas y largas
vacaciones en un cómodo centro de salud mental.
Es extraño que nunca me haya fijado en él antes de la fiesta.
Probablemente porque me mantenía al margen, o posiblemente por el hecho de
que siempre tenía la nariz metida en algún libro.
Sin embargo, desde aquella noche, cada vez que lo veía en el campus,
tenía la cabeza inclinada y los hombros dolorosamente tensos mientras se
apresuraba de una clase a otra.
Decir que me enojó es quedarse corto. Como si no tuviera suficientes
razones para que me desagraden nueve hombres que se creen con derecho a
atormentar a los que quieren (o no quieren, si me incluyes a mí), ver lo que le
hicieron a Brad no hizo más que cimentar el hecho de que había que evitarlos a
toda costa.
Por desgracia, eso era casi imposible. No con Everly prácticamente
pegada al lado de Jase y Gabriel escondido en cada esquina.
No estaba segura de por qué parecía estar en todas partes después de mi
introducción en su grupo, pero Gabriel tenía el don de acercarse sigilosamente
a mí a cualquier hora del día.
Como ahora, por ejemplo, mientras caminaba hacia la clase, con el sol
brillando y los pájaros cantando, al menos hasta que él apareció con una sonrisa
en la cara, un porro entre los dedos y una oscura e imponente nube
ensombreciendo mis pasos.
—¿En serio? —refunfuñé, mirando fijamente la brizna de humo que flotaba
en su mano—. ¿En el campus? ¿Cómo no te han expulsado todavía?
Sonrió.
—El dinero hace girar el mundo y hay uno o dos edificios que llevan mi
nombre.

1 Running the gauntlets: en inglés significa participar en una forma de castigo corporal en

el que el culpable se ve obligado a correr entre dos filas de soldados, que los golpean y atacan
con palos u otras armas. Metafóricamente, esta expresión también se utiliza para expresar la idea
de un juicio público que hay que superar.
Al ponerse a mi lado, Gabriel me dio un codazo en el hombro con el suyo.
—¿A dónde vamos?
—Me voy a clase. Podrías ir al infierno después de lo que le hiciste a Brad
en la fiesta del desafío.
Gabriel se rio.
—Fuimos con cuidado con él. Se desmayó por el miedo. No por nada que
hayamos hecho.
Mirándolo fijamente, le pregunté:
—¿Y qué hiciste exactamente?
—No lo diré. —Dejando caer al suelo lo que quedaba de su porro y
aplastándolo con su zapato, Gabriel me echó un brazo por encima del hombro—
. Vengo a invitarte a una fiesta este fin de semana.
De ninguna manera iba a ir a ninguna fiesta organizada por el Inferno
nunca más. No después de lo que vi hacerle a Brad, y especialmente después de
la forma en que Tanner me besó mientras todos se reían. Y mucho menos
después de que me persiguiera por el bosque, aterrorizándome mientras me
inmovilizaba contra un árbol como si fuera mi dueño.
Odiaba admitirme a mí misma que en realidad me había gustado aquel
primer beso antes de que empezaran las risas. Sobre todo, quería olvidar que
prefería ese beso más que el que Clayton me dio al final de esa noche. Intenté
no pensar en cómo ese maldito beso me robó el aliento con tanta facilidad,
aunque yo no lo hubiera invitado exactamente.
Negándome a ser el blanco de las bromas de nadie, respondí:
—No. No va a suceder. No quiero tener nada que ver con ustedes.
—Vas a venir.
—Estás loco. No puedo creer lo que le hicieron a Brad. Son una banda de
idiotas.
Sonrió y nuestros ojos se cruzaron, los míos se entrecerraron de rabia y
los suyos se arrugaron en las esquinas.
—Escucha, Karen…
—No me llamo Karen.
—Lo es cuando estás a diez segundos de exigir hablar con un gerente.
Relájate y aprende a disfrutar. Estás atrapada con nosotros y no hay nada que
puedas hacer al respecto.
Deteniéndome en el lugar, fuera de mi edificio, giré sobre Gabriel y le
clavé un dedo en su duro pecho.
—No confío en ti. Y especialmente no confío en Tanner. Así que, puedes
dejar de seguirme, Gabriel. Nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de
opinión.
Extendiendo los brazos en señal de derrota, mantuvo sus ojos verdes
clavados en los míos mientras daba unos pasos atrás.
—Cambiarás de opinión, Luca Bailey. Tengo el presentimiento de que
pronto veremos mucho más de ti.
Sacudiendo la cabeza, sonreí a pesar de mi mayor esfuerzo por no hacerlo.
—Buena suerte con eso.
Girando hacia el edificio, agarré mi mano sobre la correa de mi bolsa, mis
oídos se agudizaron cuando escuché a Gabriel llamarme.
—Tenemos nuestros métodos, Luca. Espero verte este fin de semana.
El aire acondicionado me golpeó tan pronto como entré en el edificio.
Nadie sabe por qué hacía tanto frío aquí, pero supuse que era para evitar que los
estudiantes agotados se durmieran en sus pupitres.
El final del semestre se acercaba rápidamente y se asignaban proyectos y
trabajos de mayor envergadura que nos tenían a todos quemando las horas de la
noche. Si a esto le sumamos las fiestas dentro y fuera del campus, tenemos un
grupo de zombis corriendo por ahí con los ojos apenas abiertos.
Pasando por delante de un grupo que ocupaba buena parte del pasillo
donde esperaban a que se abriera un aula, mis pensamientos se centraron en lo
que Gabriel había dicho mientras se alejaba.
No me cabe duda de que cada miembro de Inferno tenía sus propios
métodos y encantos que mantenían a la gente en su poder.
La riqueza, la buena apariencia, la popularidad y el poder tienden a
seducir a casi todo el mundo, pero yo no me prepararía para el desastre ni
tropezaría con mis pies corriendo hacia un grupo de hombres que
aparentemente no pedían permiso ni aceptaban un no por respuesta.
No es que estos tipos se propusieran hacer daño a nadie, no físicamente al
menos, pero sus métodos para mantener a la gente bajo control y conseguir lo
que querían eran notorios dentro de la escuela. La única manera de evitar quedar
atrapado era evitar estar cerca de ellos. Así que ese era mi plan.
Si no estaba en sus fiestas, no podían intimidarme. Si nunca les pedía un
favor, no podían controlarme con lo que exigían a cambio.
Al llegar a mi clase, giré a la izquierda para entrar, ya que varios de los
primeros alumnos estaban estudiando sus apuntes o trabajando en otras tareas
dentro de los asientos del recinto.
Bajando los escalones, me senté en un asiento del tercer nivel, dejé caer
mi bolso junto a mi silla y miré hacia abajo, cerca del escritorio del profesor, para
ver a Clayton revolviendo afanosamente los papeles en su lugar en el área de los
asistentes.
Clayton era un hombre apuesto, de cabello castaño descuidado y ojos
amables. Era el tipo de hombre que uno sabía que tendría éxito en la vida. De
corte limpio y aristocrático. Seguro… si tuviera que asignar una palabra para
describirlo.
No falto de atención femenina, era una apuesta segura para cualquier
mujer que buscara asegurarse un buen marido en la vida, y hace dos semanas
era exactamente el hombre con el que habría salido felizmente y estaría contenta
en la relación. ¿Pero ahora?
Ahora mis sueños seguían volviendo a un frío hijo de puta con ojos oscuros
y verdes como el musgo y un cuerpo que haría que cualquier hombre se lo
pensara dos veces antes de enfrentarse a él. Mis pensamientos seguían
volviendo a un beso junto a una hoguera que había sido más caliente que las
llamas que lamían mi espalda.
Mi corazón seguía aplastándose bajo los recuerdos de la forma en que me
había echado de la habitación la primera vez que lo conocí, y la risa que siguió a
la primera vez que me besó.
Tanner era un imbécil, de eso no tenía ninguna duda. Pero eso no
significaba que no atrajera la mirada cada vez que estaba cerca… eso no
significaba que pudiera olvidar lo que se sentía cuando sus dedos se clavaban
en mi cabello y sus labios reclamaban los míos.
Por eso mismo no me acercaría a él. No importaba que Gabriel creyera
que tenía métodos de hacerme asistir a las fiestas de Inferno, nada ni nadie me
convencería de volver a acercarme a Tanner.
Debió de pasar más tiempo del que me imaginaba mientras me perdía en
mis pensamientos. Una voz profunda atrajo mi atención hacia el frente de la sala,
el profesor Stewart miraba a una audiencia llena de estudiantes que se había
llenado a mi alrededor.
Un poco aturdida por mi desconocimiento de las personas que habían
entrado mientras pensaba en Tanner, abrí mi cuaderno en una hoja en blanco y
pulsé mi bolígrafo, lista y dispuesta a empezar a garabatear apresuradamente
las notas.
El profesor empezó de inmediato.
—Antes de entrar en la discusión de hoy, quiero recordarles que el
proyecto de fin de semestre deberá ser entregado dentro de dos meses. Como
ya he avisado anteriormente, y como muchos de ustedes deberían saber por el
programa de la clase que todos deberían haber leído ya…
Unas cuantas risitas nerviosas sonaron a mi alrededor ante su mirada
punzante. Muy pocos estudiantes prestaban realmente atención al programa de
la clase, pero yo no era una de ellos. Siempre preparada… esa era yo.
—… que el proyecto final de esta clase será un análisis detallado de la
jurisprudencia, los argumentos y las decisiones judiciales anteriores en el tema
particular que se les asigne. No solo se deberá presentar un análisis de
veinticinco páginas de su tema al final de este semestre, sino que también se les
pedirá que presenten argumentos orales en contra y en defensa de su tema.
Alejándose del podio, el profesor Stewart cruzó la parte delantera de la
sala para tomar una hoja doblada del escritorio de Clayton.
Lo sostuvo para que la clase lo viera y explicó:
—Debido a la magnitud de esta tarea, a cada uno de ustedes se le asignará
un estudiante asesor de alto nivel que trabajará con ustedes en su tema. En la
fecha de sus argumentos orales, su asesor actuará como su abogado opositor.
Estas asignaciones de estudiantes fueron generadas al azar y los estudiantes de
último año seleccionados han sido contactados. En los documentos que se les ha
entregado está la información de contacto del estudiante de último año que
trabajará con ustedes. Les sugiero que abran una línea de comunicación con
ellos esta noche para empezar a prepararse.
Dejó caer la hoja doblada sobre el escritorio de Clayton. La agarró,
Clayton la añadió a una pila y se levantó de su asiento para subir las escaleras
entre los pasillos, entregando una pila al primer estudiante de cada fila.
Mientras lo hacía, el profesor dijo:
—Tomen el papel que tiene su nombre y pasen el resto por la fila.
Esperaré a empezar la lección de hoy hasta que cada persona tenga su tarea.
Esperando pacientemente mientras los alumnos cogían su papel en
silencio y lo pasaban por la fila, tomé el mío de la parte superior cuando por fin
me llegó. Pasé los papeles restantes mientras mi dedo se deslizaba entre los
lados doblados del mío y hacía saltar la grapa que los mantenía unidos.
Emocionada por descubrir qué área de litigio por daños y perjuicios iba a
argumentar, sonreí al ver que mi tema era Provocación Intencional de Angustia
Emocional, mis ojos escudriñaron más abajo hasta detenerse en el nombre del
senior con el que iba a trabajar.
La bilis subió por el fondo de mi garganta, mi estómago se retorció bajo
mi piel y mi corazón latió con fuerza al ver que el maldito destino me odiaba.
El nombre de Tanner Caine me devolvió la mirada con una tinta negra
burlona impresa en un papel blanco, con su número de teléfono debajo.
No había forma de que pudiera trabajar con ese hijo de puta en este
proyecto.
Levanté la cabeza hacia el frente de la clase y mis ojos aterrados se
encontraron con los de Clayton.
Debió de percibir que algo iba mal porque sus cejas se alzaron en forma
de pregunta. Levantando su teléfono de la superficie de su escritorio, lo agitó de
un lado a otro para decirme en silencio que le enviara un mensaje de texto con
mi problema.
Saqué mi teléfono del bolso y envié un mensaje de texto.
Tanner Caine ha sido asignado como mi asesor principal. No quiero
trabajar con él. No después de lo que pasó en la hoguera. ¿Hay algo que
puedas hacer para que me reasignen?
Sus ojos se alzaron para encontrarse con los míos, con una expresión de
simpatía. Rompiendo nuestra mirada, bajó la vista a su teléfono mientras sus
pulgares recorrían la pantalla.
Mi teléfono vibró al segundo siguiente con su respuesta.
A ver qué puedo hacer. Intentaré cambiarlo manualmente. Si eso no
funciona, hablaré con el profesor Stewart después de la clase.
Su respuesta ayudó a aliviar parte de mi pánico, pero hasta que no supiera
con certeza que podía conseguir que esto cambiara, mi corazón seguiría latiendo
a un ritmo errático en mi garganta, un zumbido en mis oídos por el torrente de
sangre que me hacía imposible escuchar la discusión de la clase.
R
ecogí lentamente mi cuaderno vacío, porque ¿quién puede tomar
notas cuando está preocupado por enfrentarse a Satán? Miré hacia
el frente del aula para ver a Clayton discutiendo en voz baja con el
profesor Stewart.
El hecho de que pareciera preocupado me decía que no había podido
cambiar manualmente la asignación del último año. El hecho de que los ojos del
profesor Stewart se entrecerraran mientras susurraba una respuesta cortante a
la pregunta de Clayton me dijo que no había manera de que me librara de
trabajar con Tanner.
Derrotado, Clayton levantó la mirada hacia mí e hizo un gesto con la
barbilla hacia las puertas de la clase de atrás, un mensaje silencioso para que lo
esperara y pudiéramos hablar.
Con pasos pesados, salí de la habitación, dejando perfectamente claro
que ya sabía lo que iba a decir y que no me hacía ninguna gracia.
Aunque debería haberme importado una mierda que el profesor Stewart
se diera cuenta de mi comportamiento, estaba demasiado irritada como para
preocuparme.
Mis dedos mantuvieron un agarre mortal en la correa de mi bolsa mientras
salía furiosamente del aula para esperar en el pasillo.
Clayton se reunió conmigo en la puerta unos minutos después, con la
disculpa escrita en la expresión de su rostro.
—No fue posible —dijo, extendiendo un brazo para tomarme por la cintura
y tirar de mí hacia él—. Stewart dijo que las asignaciones eran generadas por
computadora, completamente al azar, y que cada estudiante está asignado con
el último curso que se le asignó. No pude entrar en el programa para intentar
cambiarlo manualmente. Tienen este proyecto en particular bien cerrado.
El universo me odiaba aparentemente.
Derritiéndome contra su fuerte pecho, respiré el aroma de su colonia,
deseando como un demonio que me hiciera saltar el corazón.
Debería haber deseado a Clayton, debería haber estado encantada de
salir con un hombre que caminaba hacia un futuro brillante, pero aun así solo
había una pequeña ráfaga de velocidad en mi pulso por estar cerca de él. Nada
parecido a lo que sentía cada vez que Tanner se metía en mis pensamientos.
¿Qué demonios me pasaba? ¿Cómo iba a trabajar codo con codo con un
hombre al que deseaba, pero que al mismo tiempo odiaba?
—Gracias por intentarlo —respondí finalmente.
Clayton me besó la parte superior de la cabeza y finalmente me soltó lo
suficiente como para poder mirar mi cara.
—No es tan malo. Y dudo que lo que hizo en la hoguera se repita. Tanner
no presta la suficiente atención como para recordar a cualquier chica, incluso
con las que se ha acostado. Dudo que recuerde haberte gritado la primera noche
que se conocieron, o lo que pasó en la fiesta del desafío. Solo llámalo y ve si
puedes programar un encuentro en público, si eso te hace sentir mejor.
Lo único que me haría sentir mejor era que me asignaran a otro compañero
senior, pero teniendo en cuenta que eso no iba a suceder, la única opción que
tenía era llamar a Tanner y acabar con esto.
Al despedirme de Clayton, salí del edificio a la luz del sol y me senté en
un banco bajo un alto arce, cuyas hojas presentaban una brillante gama de
colores ahora que se acercaba el otoño.
Pronto llegaría el invierno, las temperaturas caerían tan rápido como las
hojas de los árboles.
Saqué de mi bolso el teléfono y el papel con mi tarea, y marqué el número
de Tanner, con un profundo suspiro en los labios mientras me llevaba el teléfono
a la oreja.
Al sonar el primer timbre, el corazón se me subió a la garganta, la
ansiedad recorrió mi cuerpo con tanta fuerza que el dolor se disparó por mis
músculos y huesos.
—¿Qué?
Una voz de tenor grave se coló en la línea como respuesta, con un tono de
molestia evidente.
Mi primer instinto fue colgar, dejar la clase y posiblemente cambiar de
escuela solo para escapar de ese imbécil que no podía molestarse con un saludo
cortés al contestar su teléfono, pero estaría condenada a renunciar a mi futuro
por un hombre que disfrutaba tratando a la gente como basura.
Si Tanner quería jugar a quién podía ser el mayor idiota, yo estaba
dispuesta a enderezar mi columna vertebral, echar los hombros hacia atrás y
demostrarle que no sería una persona más a la que pudiera intimidar.
Me defendería.
Porque, en serio, que se joda ese tipo.
—Hola, Tanner. Soy Luca Bailey. Te llamo porque…
Un soplo de aliento se produjo en la línea antes de:
—Ven a las seis esta noche.
La línea se cortó después de eso. Me quité el teléfono de la oreja para
mirar la pantalla, mis ojos parpadearon varias veces mientras procesaba lo
sucedido.
Al parecer, Clayton se había equivocado. Tanner se acordaba de mí, no
solo por la cara, sino también por el nombre. No parecía muy feliz de ser
asignado a este proyecto conmigo.
Ya éramos dos, y aunque quise devolverle la llamada y negarme a
presentarme en su casa a la hora que me había pedido, me lo pensé mejor.
Comenzar una batalla con él era una mala idea por sí misma, pero hacerlo
mientras tenía que trabajar con él en un proyecto que necesitaba para mantener
mi perfecto promedio era simplemente estúpido.
No estaba segura de cómo iba a trabajar con él, pero ya se me ocurriría
algo.
Poniéndome en pie, me dirigí hacia mi dormitorio, definitivamente sin
pensar en lo que me pondría para ver a Tanner, porque no importaba, ¿verdad?
Sí.
Esa es la mentira que me dije a mí misma.

Llegué a la mansión Inferno unos minutos antes de las seis. La puntualidad


era uno de mis alardes en la vida, un hábito al que me adhería gracias a haberme
criado en el sur.
Llegar temprano o tarde se consideraba de mala educación, e incluso
estar aquí con tiempo para matar despertó en mi cabeza la voz de advertencia
de mi madre sobre mi educación y mis modales.
Normalmente, me habría quedado atrás y me habría ocupado de mi
teléfono para pasar el tiempo hasta que llegara, pero sabía que los modales eran
un concepto extraño en la casa Inferno. No iba a tener la cortesía con Tanner
cuando sabía que él no tenía planes de tener la misma cortesía conmigo.
Vestida con un par de vaqueros ajustados que definían las curvas de mis
generosas caderas y mi trasero, y un jersey negro que mantenía el frío a raya y
que colgaba lo suficientemente bajo como para resaltar el hundimiento de mis
clavículas y el escote suficiente para seguir siendo modesto, subí corriendo los
grandes escalones de la entrada y me dirigí a las puertas de madera.
El timbre del interior sonó en cuanto pulsé el botón, mi pie golpeó con
nerviosismo e impaciencia mientras esperaba que alguien respondiera.
En cuanto la puerta se abrió, un hombre al que no reconocí me miró
fijamente con el aroma del humo de la marihuana que salía de su espalda. Lo
miré fijamente y me pregunté quién era. ¿Cómo era posible que todos los
hombres que conocía en este maldito lugar fueran absolutamente guapos?
Recordaba de mis clases de religión comparada en la universidad que se
creía que Satanás se presentaba como el hombre más bello de la existencia. No
tenía ninguna duda de que era cierto. Tanner encajaba perfectamente. Pero
estaba empezando a aprender que también era cierto que sus demonios eran
igual de hermosos.
Más alto que yo por varios centímetros, tenía los hombros anchos y una
cintura ceñida, y la camisa blanca y los vaqueros holgados que llevaba no
ocultaban su físico atlético. Con el cabello rubio oscuro y revuelto alrededor de
la cara, y los ojos marrones salpicados de oro, me miró como si le molestara que
me atreviera a interrumpir lo que fuera que estuviera haciendo.
Le dediqué la sonrisa más amable que pude.
—Hola. Soy Luca Bailey. Estoy aquí para ver a Tanner. Estamos trabajando
juntos en un…
El tipo soltó una carcajada y abrió más la puerta, girando sobre sus talones
para alejarse sin responder a mi presentación.
Extendiendo un brazo, señaló a la izquierda, como si yo debiera saber lo
que me estaba diciendo, y se alejó en dirección contraria.
Mientras él desaparecía en una habitación a mi derecha, con música a todo
volumen procedente de esa dirección entrelazada con varias voces profundas,
me desvié a la izquierda, sintiéndome muy incómoda al deambular por la
mansión sola.
Intenté ignorar el modo en que me dolían los hombros por la tensión y mi
maldito ritmo cardíaco se disparaba tanto que sospechaba que estaba
peligrosamente cerca de sufrir un ataque. Lo último que quería hacer era doblar
una esquina y entrar en una habitación en la que no me invitaban ni me querían,
pero esa era la dirección que había señalado el tipo sin nombre, así que supuse
que Tanner debía encontrarse en una de esas grandes salas.
La casa era un laberinto mientras me arrastraba lentamente por un largo
pasillo con habitaciones que se abrían a cada lado.
Al adentrarme en el corazón de la casa, acabé por encontrarme en una
gran cocina, con electrodomésticos de acero de diseño que relucían bajo la
brillante iluminación interior.
Sobre la gran isla central, un grupo de lámparas colgantes colgaba del
techo, con pantallas de cristal de diferentes colores que contrarrestaban los
armarios blancos, las encimeras negras y el marrón rojizo del suelo de madera.
Sola en la habitación, me di la vuelta y volví por donde había venido, mis
ojos se asomaron a varias habitaciones al pasar por ellas, la confusión nublaba
mis pensamientos porque no había ni una sola persona en este lado de la casa.
Finalmente, llegué de nuevo al vestíbulo de entrada y decidí dirigirme en
dirección a la música, con la esperanza de que uno de los hombres que
escuchaba hablar desde esa dirección me diera una mejor idea de dónde
encontrar a Tanner.
Al doblar una esquina, me detuve en el sitio cuando encontré a cuatro
hombres sentados en un grupo de sofás, con los rostros parcialmente ocultos por
el denso humo que flotaba en el aire, cuatro pares de ojos que se volvieron en
mi dirección en cuanto me acerqué a ellos.
Estar de pie en la habitación me daba un subidón de contacto.
—Eh —tartamudeé, reconociendo al instante a dos de los hombres como
Ezra y Damon Cross. Recordando la advertencia de Clayton de que me
mantuviera alejada de ellos, me volví hacia el tipo que había abierto la puerta
con la esperanza de que pudiera darme mejores indicaciones que el movimiento
de su brazo y un gruñido despectivo.
—Estoy buscando…
—¿A quién perteneces?
La voz hosca pertenecía al cuarto hombre que se sentaba en la habitación,
sus ojos grises me miraron de arriba abajo antes de volver a mi cara. No lo
reconocí en absoluto y me pregunté si sería uno de los miembros del grupo que
vivía aquí o un amigo que se había pasado por aquí.
—Estoy buscando a Tanner —dije, mi voz no era tan fuerte como
esperaba—. Y no pertenezco…
El tipo de la puerta respondió, con los ojos diminutos e inyectados en
sangre por la hierba que estaban fumando.
—Te dije dónde encontrarlo.
Todos se miraron entre sí y volvieron a mirarme a mí, juntando las cejas
entre los ojos como si yo fuera una idiota cualquiera que hubiera entrado en su
casa para perturbar sus vidas.
Me estaba enojando.
—En realidad, no lo hiciste. Fui en la dirección que señalaste, pero ese
lado de la casa estaba vacío.
El silencio me recibió, sus miradas fijas en mi rostro mientras me movían
en mi sitio. Dejé escapar un fuerte suspiro. Necesitaba hablar con alguien que
me conociera.
—¿Está Gabriel por aquí?
¿Por qué Gabriel podía aparecer en los momentos más inoportunos del
campus, pero no estaba en ninguna parte en el momento en que realmente lo
necesitaba?
—¿Eres de Gabriel? Pensé que estabas buscando a Tanner.
—Estoy buscando… espera… bien, primero, no pertenezco a nadie… —
¿Qué demonios significa eso?—. Y segundo, estoy buscando a cualquiera de
ellos.
Todos se miraron de nuevo, una sonrisa burlona estiró los labios del tipo
que no reconocí.
Viendo que esto no me llevaba a ninguna parte, pregunté:
—¿Y Jase? ¿Está por aquí?
—Maldita sea, chica. ¿Jase también?
Esta vez fue Ezra quien habló, con su cabello castaño oscuro retirado de la
cara.
Dirigiéndose a su hermano gemelo, preguntó:
—¿Desde cuándo comparten los tres?
Damon se volvió hacia mí sin responder a su hermano.
—¿Al mismo tiempo?
Mis ojos se abrieron más cuando comprendí lo que me preguntaba.
—¿Qué? No. No al mismo tiempo. Ninguno a la vez. Solo estoy buscando a
alguien que pueda decirme…
No había notado que el tipo de la puerta había sacado un teléfono.
—Hola, Gabriel. Hay una chica aquí que dice que te busca a ti, a Tanner y
a Jase para un cuarteto. ¿Desde cuándo se juntan los cabrones?
La irritación me recorrió la espina dorsal, mis dientes rechinaron mientras
mis ojos se fijaban en el imbécil del teléfono.
—No estoy interesada en un cuarteto, estoy aquí porque…
—Es impresionante que pueda enfrentarse a los tres a la vez. —Ezra chocó
con el hombro de Damon, intercambiando una mirada entre ellos antes de que
ambos se volvieran para mirarme.
Tener esos dos pares de ojos clavados en mi cara hizo que el instinto
cobrara vida dentro de mí, la reacción instantánea de saber que te enfrentabas a
dos depredadores.
Volviéndome hacia ellos, ignoré cómo se me erizaba el vello de la nuca y
se me erizaba la piel por la aprensión. A pesar de la reacción, no me gustaba la
suposición que hacían.
—No hago nada con los tres a la vez. Estoy aquí porque…
—¿No te duele después de un tiempo?
—Tal vez no —respondió Ezra por mí—. Las estrellas del porno hacen esa
mierda todo el tiempo.
Mi ojo izquierdo parpadeo y mi mirada se dirigió de nuevo al tipo del
teléfono.
—¿Puedo hablar con Gabriel?
—¿Qué carajo está pasando aquí?
Al oír la voz de un tenor profundo detrás de mí, giré sobre mis talones,
odiando el hecho de sentir alivio al mirar a Tanner.
A pesar de mis esfuerzos, no pude ignorar la forma en que se apoyaba en
el marco de la puerta, con una toalla blanca sobre el cuello, el pecho desnudo
mientras las gotas de sudor se deslizaban a lo largo de las curvas y las
hendiduras del cuerpo más impresionante que jamás había visto.
Sus pantalones cortos negros de atletismo colgaban perfectamente de sus
caderas, revelando un conjunto de músculos oblicuos que me hicieron
relamerme sin darme cuenta de lo que estaba haciendo.
Al sacudirme la reacción, volví a mirar a su cara y descubrí una mueca de
disgusto curvando sus labios, una ceja por encima de sus ojos arqueándose como
si me hubiera pillado espiando.
Forcé una sonrisa amistosa y solté un suspiro.
—Hola, Tanner. Solo estaba…
Antes de que pudiera terminar la afirmación, se apartó de la pared, acortó
la distancia entre nosotros con tres largas zancadas y se puso tan cerca de mí que
tuve que estirar el cuello solo para mirarlo.
—¿Quién carajo eres tú? ¿Y por qué sigo encontrándote en mi casa?
De acuerdo, tal vez no se acordaba de mí…
La conmoción me recorrió al oír su voz molesta, mi mente se apresuró a
recordar mi nombre, mi corazón palpitó tan ferozmente en mi garganta como
reacción a su presencia que no pude encontrar mi voz para responder.
E
ra linda, lo reconozco, pero más que nada, esta chica era una
molestia con la que prefería no tener nada que ver.
Su mera existencia estaba convirtiendo mi vida en un infierno
y por eso tenía toda la intención de extender el dolor, infligirle tanto daño como
ella me estaba infligiendo a mí sin saberlo.
¿Fue justo para ella? No, carajo. Pero no podía molestarme con detalles
cuando tenía un problema que resolver y una persona que destruir para que los
titiriteros que manejaban mis hilos se despreocuparan para variar.
Mirándome fijamente como si fuéramos un par de guerreros con las
espadas desenvainadas, listos para luchar hasta la muerte, un brillo de rojo se
extendió por las mejillas de Luca, sus ojos bailando sobre los míos mientras su
expresión se tensaba y un músculo se movía sobre su ojo.
Centrándome en el músculo que saltaba, sonreí, complacido al ver que se
repetía. Estaba llegando a ella y, sin quererlo, me lo estaba haciendo saber.
—Soy Luca Bailey. Eres mi asesor senior para mi proyecto de agravio. Te
llamé hoy temprano y me dijiste que estuviera aquí a las seis. También soy la
chica que… —Su voz se apagó antes de que su expresión se torciera de
aprensión y negara—. ¿No te suena nada de esto?
De hecho, todo eso me sonaba. Pero era más divertido fingir que no lo
hacía.
—No puedo decir que lo haga. Todo lo que veo es una desconocida de pie
en mi sala de estar afirmando que tiene sexo con tres de los hombres que viven
en esta casa.
—Al mismo tiempo —dijo Damon desde el sofá, sabiendo muy bien que
todo lo que estábamos haciendo estaba diseñado para llevar a Luca a sus
límites—. ¿Cómo funciona eso de todos modos? Parece que sería un ajuste
apretado para todas esas pollas. ¿Sus pollas se tocan? ¿Como si se rozaran o algo
así?
Las mejillas de Luca ardían y yo sonreía.
No era su culpa que yo estuviera atascado jugando este juego, pero solo
porque su presencia me estaba molestando, ella llevaría la peor parte de mi
agravio.
Exhalando un suspiro, se llevó el bolso al pecho para poder abrir un
bolsillo y sacar una hoja de papel doblada. Casi me reí cuando lo golpeó contra
mi pecho y prácticamente gruñó:
—Solo mira la maldita tarea.
Mis cejas se alzaron. No me habría imaginado que tuviera tanto aguante,
teniendo en cuenta cómo huyó cuando le grité la primera vez que nos vimos y
cómo se derritió cuando la besé delante de la hoguera.
Le quité la hoja de los dedos y sonreí cuando apartó la mano y retrocedió,
con los ojos todavía clavados en mi cara mientras ponía distancia entre nosotros.
Aguantando su mirada furiosa durante unos segundos más, abrí el papel,
miré la tarea y me mordí el interior de la mejilla para no sonreír.
Taylor, nuestro hacker residente, había hecho un excelente trabajo para
asegurar que la asignación aleatoria funcionara a mi favor.
—Entonces —dije, levantando mis ojos para encontrar los suyos de
nuevo—, ¿qué quieres que haga con esto, exactamente?
Sorprendida por la pregunta, trató de arrancarme el papel de la mano,
pero lo sostuve lo suficientemente alto como para que tuviera que saltar si quería
recuperarlo.
Dado su estado de ánimo, no me habría sorprendido que me derribara por
ello.
—Espero que trabajes conmigo en el proyecto. No me entusiasma esto,
pero es lo que hay.
Bajando lentamente el papel para que pudiera arrebatármelo de la mano,
tuvo que dar varios tirones antes de que finalmente lo soltara.
Estudié la forma en que su rostro se torcía de fastidio. Mis ojos se
dirigieron a sus labios y mi mente volvió a la noche en que me acerqué
sigilosamente detrás de ella para reclamar un beso que no me había ofrecido.
No quería admitir que mi cuerpo había reaccionado a ese beso, sin tener
en cuenta de que esa chica no fuera para mí más que un problema que había que
resolver.
Hace tres semanas, Papá Warbucks había interpuesto su demanda sobre
esta chica, sin importarle un carajo que todos nosotros estuviéramos hartos de su
mierda y de la forma en que creía que podía controlarnos.
La mierda que nuestros padres les hacían a Ezra y a Damon era
especialmente jodida solo porque los había cambiado a lo largo de los años,
había impulsado tanta rabia dentro de ellos que temía que nunca se recuperaran.
Toda nuestra vida había sido planeada para nosotros con la intención de
que un día nos hiciéramos cargo de nuestras familias. Sin embargo, habíamos
llegado a una edad en la que solo sentíamos resentimiento por nuestros padres
hambrientos de poder, indiferencia por nuestras madres buscadoras de oro y
odio hacia todas las personas que nos rodeaban y que tenían familias normales
que no llevaban la misma carga que nosotros.
Gente como la pequeña y bonita Luca, una chica cuyo padre suponía un
reto importante por una razón que no me importaba mucho.
Pero, aun así, a Warbucks le importaba y había exigido que se encargaran
de ella, así que aquí estaba yo… encargándome. No estaba contento con ello,
pero me di cuenta, después de ver que Luca tenía un poco de espíritu, de que
podría disfrutarlo.
Mi falta de respuesta la afectó y la tensión de sus hombros disminuyó lo
suficiente como para que no me doliera mirarla.
Girando la cabeza sobre sus hombros, se encontró de nuevo con mis ojos
y forzó una sonrisa falsa y educada.
—Pensé que te acordarías de mí porque cuando llamé hoy temprano, me
dijiste que estuviera aquí a las seis. Obviamente, me equivoqué en esa
suposición, así que tal vez deberíamos empezar desde el principio.
Extendió una mano como para estrechar la mía. La miré por un segundo
antes de volver a mirar la suya sin aceptarla. Lentamente, su brazo volvió a caer
a su lado, derrotado.
—Mi nombre es Luca Bailey. No tengo más remedio que estar aquí porque
me han asignado trabajar contigo en este proyecto. Así que ¿podemos intentar
ser civilizados el uno con el otro el tiempo suficiente para terminar el proyecto?
No tenemos que ser amigos ni nada por el estilo. De hecho, prefiero que estemos
cerca el uno del otro lo menos posible… —Mi ceja se arqueó. ¿Qué mierda
significaba eso?—. Tal vez podamos elaborar un horario o algo para que eso
suceda.
Desde detrás de ella, el gallinero observaba con sonrisas divertidas,
Taylor habló para hurgar un poco más en Luca.
—¿Acaba de decir que quiere un horario? ¿Como un horario para follar
para los tres? ¿Lo colgarían en la cocina o algo así?
Sawyer respondió:
—Quizá en el pasillo entre sus habitaciones.
Mi mirada volvió a dirigirse a ella justo a tiempo para ver cómo el carmesí
se extendía por sus mejillas, el músculo volvía a saltar sobre su ojo y su cuerpo
giraba para mirar a los cuatro hombres sentados detrás de ella.
—No voy a tener sexo con nadie —gritó, tanto ruido viniendo de tan poca
cosa.
Antes de este momento, había estado un poco celoso del papel que Jase
tenía que jugar en todo esto. Se estaba divirtiendo mucho follando con Everly
para mantener a Luca cerca. ¿Y no era eso una mierda?
Jase nunca fue del tipo de los que follan dos veces. Me atrevería a decir
que era su misión personal en la vida follar con tantas mujeres en la Tierra como
fuera posible antes de acabar a dos metros bajo tierra. Pero, sin embargo, en las
últimas semanas, parecía que estaba disfrutando de mantener a Everly a su lado.
Ahora que Luca estaba mostrando un poco de fuego, mis celos por Jase
habían disminuido. Esto sería más agradable de lo que pensaba.
—Deberíamos ir a otra habitación para discutir esto. Tengo la sensación
de que estás a un comentario de empezar una pelea a puñetazos con cuatro de
mis amigos. No es que me importe ver cómo lo intentas. Incluso podrías tener
una oportunidad con lo colocados que están en este momento.
Su cuerpo giró en mi dirección y sus ojos se clavaron en los míos.
—Probablemente sea una buena idea.
La esquina de mi labio se curvó ante su tono de voz cortante. Me di la vuelta
para salir de la habitación con Luca pisando fuerte detrás de mí y Damon me dio
un último golpe antes de perdernos de vista.
—Asegúrate de filmar esa mierda, Tanner. Los sitios porno pagan buen
dinero por los videos caseros.
Luca gruñó a mi espalda y no pude evitar la sonrisa que estiró mis labios
al escucharlo.
Deteniéndome en el lugar una vez que llegué al vestíbulo, me volví hacia
la Pequeña Señorita 4.0 GPA y miré el papel apretado en su furioso y apretado
puño.
—Me temo que no puedo ayudarte con tu proyecto, Luna…
—Luca —se burló—, con una C.
—Lo que sea. El punto es que tú y yo… —Moví un dedo entre nosotros—.
No estamos sucediendo. Independientemente de lo que tu pedazo de papel te
diga.
Estábamos totalmente sucediendo, pero la haría luchar por ello.
Cruzó los brazos sobre el pecho, lo que le obligó a levantar los pechos lo
suficiente como para que yo viera que tenía un buen tamaño. Ni demasiado
grandes ni demasiado pequeños, justo como me gustaban.
—Mi cara está aquí arriba, Tanner.
Apoyé un hombro en la pared y dejé que mis ojos recorrieran lentamente
su cuerpo.
—Como estaba diciendo, es un no ir por mi parte. Pero con gusto mentiré
por ti y diré que participé, si es lo que quieres.
Sus ojos se entrecerraron.
—Eso sería genial, excepto que se supone que tienes que presentar los
argumentos orales conmigo durante la clase. Será un poco difícil para mí fingir
ser dos personas. Especialmente una que es un imbécil arrogante.
—¿Alguien dijo oral?
Mis labios se movieron cuando Luca puso los ojos en blanco ante la
pregunta de Ezra desde la otra habitación.
Una carcajada me sacudió los hombros.
—Tus palabras me llegan al corazón. Tal vez deberías marchar con tu
culito de vuelta a clase y tratar de que te asignen un nuevo consejero senior.
—Ya lo intenté. El profesor Stewart dijo que estaba atrapada contigo.
Hasta ese momento, Luca nunca había dicho ni hecho nada que me
sorprendiera de verdad. Claro que mostró un poco de coraje, pero ¿quién no lo
haría cuando es empujado por un grupo de provocadores?
Oír que había intentado activamente dejar de trabajar conmigo fue una
pequeña puñalada en el ego. No era enorme. Más bien como usar un palillo para
pinchar a un elefante, pero, aun así, estaba ahí.
No es que no supiera que no tendría la más mínima posibilidad de zafarse.
Ese era el objetivo de las asignaciones aleatorias por computadora.
Los profesores las preferían para reducir las reclamaciones de favoritismo
y para evitar que los estudiantes llorones pidieran cambios cuando les tocara
alguien que no conocieran o no les gustara.
Por eso hice que Taylor pirateara el sistema e hiciera exactamente lo que
el programa no debía hacer: asegurarse de que Luca Bailey estuviera atrapada
con un servidor, y para añadir una guinda al helado de “jódete” lo hice incluir el
tema de la angustia emocional. Las burlas y risas fueron interminables.
El mejor lugar para atacarla era a través de sus calificaciones y, ahora, la
pobrecita Luca me miraba sin ningún lugar al que recurrir y sin nadie a quien
acudir. Ni el profesor, ni su lameculos de T. A. (también conocido como el novio
de Luca para mi consternación y confusión). Ni un alma. Nadie…
Excepto yo.
Exactamente como pretendía.
La única respuesta que di al pequeño anuncio de que había intentado
cambiar la asignación fue un parpadeo casual y una sonrisa.
—Me parece que necesitas un favor.
Luca se estremeció, sus hombros se volvieron a tensar y los ojos casi se le
salieron de la cabeza.
En el momento en que sus labios se tensaron tanto que casi
desaparecieron, supe que había tomado nota de los rumores sobre nosotros.
—No. No te estoy pidiendo nada. Ni una maldita cosa. Simplemente te
estoy sugiriendo que cumplas con tu deber como asesor senior y trabajes en este
proyecto conmigo.
El color rojo de su cara se intensificó cuando sonreí.
—Excepto que no tengo que hacerlo. Puedo permitirme el lujo de obtener
una calificación de mierda por no completar la tarea. Mi futuro ya está fijado.
Pero tú, con tu prístino GPA, no puedes permitirte el lujo de sufrir un revés. Si
me preguntas, te conviene aceptar el trato. Yo trabajo contigo y, a cambio, tú me
ayudas en el futuro, siempre y cuando lo necesite.
Me hizo gracia que estuviera tan enfurecida que no se hubiera dado cuenta
de que yo sabía algo de ella más allá de su nombre.
¿Por qué no había cuestionado el hecho de que yo conociera su GPA?
¿Cómo es que la gente puede estar tan cegada por la rabia que no ve las pistas
que yo lanzo de que tengo una ventaja sobre ellos?
A veces meterse con la gente era demasiado fácil. Esperaba que Luca
fuera diferente. Pero estaba indeciso sobre cómo se desarrollaría todo esto.
Sacudiendo la cabeza, Luca se alejó de mí en dirección a la puerta, con su
generoso culo burlándose de mí al rebotar con cada paso. Antes de llegar a la
puerta, giró sobre sus talones y me miró con los puños cerrados.
—¿Cuál es tu problema conmigo, Tanner? No te he hecho nada y parece
que cada vez que nos acercamos, me gritas o intentas convertirme en el blanco
de alguna broma.
En realidad, el único problema que tenía con Luca era que necesitaba algo
de ella. No para mí, en realidad. Warbucks necesitaba algo de ella y yo era
simplemente el esbirro desatado para conseguirlo.
En todo caso, Luca habría sido una agradable distracción por una noche,
un cuerpo cálido que compartiera mi cama durante las horas que tardara en
aburrirme de ella. Pero no fue así como el destino nos unió y, por desgracia para
ella, yo era la trampa para osos que estaba esperando para aprisionar su pierna,
de la que no escaparía a menos que la carcomiera para salir de ella.
A nadie le gusta roer su propia pierna.
Ella aceptaría el trato. Si no esta noche, entonces mañana. Podría ser
paciente cuando tuviera que hacerlo.
—Porque lo haces muy fácil.
Golpe. La gota que colmó el vaso, la tempestad explotó y la sangre en su
interior hervía con una rabia tan al rojo vivo que todo su cuerpo temblaba bajo
la tensión de la misma, sus labios se abrían y cerraban tantas veces, que parecía
un pez saliendo del agua.
—Puedes irte a la mierda a la puta montaña y llevarte tu jodida oferta,
Tanner Caine.
Sacudiendo la cabeza, me reí al escuchar las palabrotas que caían de sus
labios como un grifo que gotea. No parecía ser de ese tipo, no con sus modestas
elecciones de ropa y su estricta adherencia a los modales y a la sociedad
educada.
—Solo acepta el trato, Luca.
—No.
Di un paso hacia ella. Retrocedió dos pasos. Era una especie de danza de
apareamiento entre el fuerte y el débil, el depredador y la presa.
Su espalda chocó con una pared cuando me acerqué a ella, mis brazos
subieron para enjaularla, mi cabeza bajó hasta que las puntas de nuestras narices
se tocaron y nuestros labios se separaron unos centímetros.
Intentando no recordar lo dulces que habían sido esos labios la última vez
que habíamos estado así de cerca, bajé la voz a un susurro áspero.
—¿Te han dicho alguna vez que es más fácil atrapar una mosca con miel
que con vinagre?
El calor entre nosotros era asombroso. Nunca en mi vida una chica me
había provocado hasta el punto de un intenso deseo. Me encontré recorriendo
su cuerpo con la mirada, observando cómo se movía su pecho con cada
respiración agitada y cómo sus brazos colgaban a los lados, sus manos se hacían
bolas y se soltaban mientras los pensamientos pasaban por su bonita cabecita.
Con cada inhalación del aire que compartíamos, la punta de sus pechos se
frotaba contra mi pecho y maldita sea si no me gustaba.
Eso solo me excitó más. ¿Quién demonios era su mujer y por qué estaba
siendo tan difícil?
Y lo que es más importante, ¿por qué respiraba más profundamente solo
para arrastrar el aroma de su perfume? Algo floral, no demasiado dulce y no
demasiado pesado. Justo el aroma de una mujer que no intentaba llamar la
atención, pero a la que le gustaba cuidarse.
Nuestras miradas se encontraron de nuevo cuando mi rodilla empujó sus
piernas para que se separaran, una mueca de satisfacción curvó mi labio al ver
que sus ojos se ensanchaban y su boca se abría. Sentía lo mismo que yo.
Lo utilizaría en mi beneficio.
—Podríamos llegar a un acuerdo —canturreé, rozando con la punta de mi
nariz la línea de su mandíbula para poder susurrarle al oído.
Un agudo jadeo salió de sus labios y su mano se levantó como si fuera a
abofetearme. Le agarré la muñeca antes de que pudiera hacer contacto, pero su
otra mano se levantó más rápido de lo que pude reaccionar y sus dedos se
aferraron a mi oreja para tirar de ella con tanta fuerza que el dolor me recorrió
el cuello.
—Hijo de…
Salté hacia atrás para romper su agarre, mis ojos buscaban los suyos
mientras una sonrisa curvaba la punta de sus labios.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que mantengas las manos quietas?
—En realidad —respondí, frotándome la oreja, agradeciendo que aún
estuviera pegada—, no. La mayoría de las mujeres que conozco son
perfectamente felices de tener mis manos sobre ellas.
—No soy la mayoría de las mujeres.
Podría decirlo, pero no le daría a Luca la satisfacción de darle la razón
abiertamente.
El color se desvaneció lentamente de su piel, pero sus ojos azules seguían
brillando de ira.
—Puedes meterte tu trato por el culo. Haré el proyecto por mi cuenta de
alguna manera.
Apartándose de la pared, se dirigió furiosa hacia la puerta, la abrió de un
tirón y estaba a medio camino cuando grité:
—Seguro que pronto tendré noticias tuyas, Luna.
No había manera de que pudiera hacer el proyecto por sí misma.
—Es Luca y no te hagas ilusiones. En realidad, aguanta la respiración
porque entonces morirás y se me podrá asignar un nuevo consejero.
Eso fue un poco duro. Pero no tenía que decirme lo que ya sabía.
Su nombre completo era Luca Marie Bailey. Nació el 17 de agosto. Su color
favorito era el azul y no le gustaban las virutas en el helado. Prefería las fotos de
paisajes a los selfies. No era deportista, pero le encantaba el aire libre y tenía un
gato llamado Gilbert que aún vivía con sus padres en Georgia.
Se puede aprender mucho de una persona recorriendo sus redes sociales
y yo había pasado bastantes horas estudiando todo lo que había que saber sobre
ella.
La puerta se cerró de golpe tras ella y un coro de risas estalló en la otra
habitación.
Parecía que el maldito gallinero disfrutaba viendo cómo una mujer me
rechazaba por lo que debía ser la primera vez en mi vida.
Curiosamente, yo también lo disfruté.
U
na semana después de mi encuentro con Luca, estaba apoyado en
una pared, agarrando con los dedos un fino taco de billar.
La sala de billar estaba repleta de los ocho hombres que
siempre había conocido, la tarde era tranquila mientras jugábamos unas rondas
de billar a la espera de la fiesta que comenzaría en unas horas.
Era la misma mierda, un día diferente, los chicos riéndose de las peleas
que habían empezado en bares al azar o comparando notas sobre las mujeres
que se habían follado en los últimos días.
Mientras tanto, yo apretaba los malditos dientes, la frustración me invadía
por culpa de una mujer en particular que estaba demostrando ser un dolor de
cabeza inducido.
Mi padre estaba de camino a la mansión, nuestra llamada telefónica de
hacía menos de una hora estaba llena de sus estúpidas advertencias de que si no
se manejaba a Luca Bailey, iba a convertir la vida de todos nosotros en un
infierno. No sabía por qué necesitaba ser manejada, solo que la necesitábamos
bajo nuestro control. Cada vez que uno de nosotros preguntaba, se nos quitaba
de encima, se nos decía que hiciéramos lo que nos decían sin preocuparnos de
los detalles.
Lo que el imbécil no sabía era que Luca no era tan fácil como el resto. Era
la primera mujer con la que me cruzaba que no caía rápidamente en las trampas
que le habíamos tendido.
Me enojó, pero me sorprendí a mí mismo sonriendo al pensar en cómo me
había regañado, al recordar el tic muscular sobre su ojo mientras estrechaba esa
mirada tan bonita como la mierda en mi cara y me decía dónde podía meter el
trato que le había ofrecido.
Había pasado una semana desde nuestra discusión y, en lugar de
arrastrarse como había supuesto que haría, había cambiado toda su rutina en la
escuela, consiguiendo esquivar los intentos de Gabriel de encontrarla a solas
mientras se negaba a volver a pedirme ayuda con su proyecto.
Esa chica es muy testaruda.
Y por alguna maldita razón, eso solo me hizo desearla más.
Las bolas chocaron entre sí, el sonido me obligó a abrir los ojos para
encontrar a Shane inclinado sobre la mesa con un porro colgando entre los
labios, la boca curvada en la esquina mientras Damon se jactaba de sus esfuerzos
por reacomodar la cara de algún idiota hacía unos días para divertirse.
Me irritaba que los gemelos empezaran a disfrutar de las peleas que Shane
siempre iniciaba por diversión. Los gemelos tenían sus propios problemas, su
padre los arrastraba una vez cada dos semanas solo para devolverlos a nuestra
puerta magullados y ensangrentados. Nadie hablaba de lo que les pasaba.
El maldito venía hacia aquí con mi padre. Sin embargo, mientras Shane se
reía y Damon describía la pelea en el bar, Ezra se sentó con una sombra oscura
en su mirada.
—Así que después de dejar al hijo de puta en un montón en el suelo, la
chica con la que estaba me pidió mi número —dijo Damon mientras se levantaba
para agarrar el taco de billar de Shane y hacer su tiro—. Me la follé en la parte
de atrás mientras su novio limpiaba la sangre y la orina de sus pantalones en el
baño.
Todos los chicos se rieron del comentario de Damon. Todos menos yo, al
menos. Estaba demasiado ocupado mirando a Ezra, observando atentamente
cómo se reía junto con todos los demás con una expresión tensa. Algo le estaba
afectando y yo quería saber qué.
Desgraciadamente, mi pregunta fue respondida tan pronto como otra voz
rodó por la habitación, una que esperaba que cada maldito día fuera silenciada
permanentemente.
—Es bueno saber que se pasan el día jodiendo con sus estupideces en
lugar de hacer algo mucho más constructivo con su tiempo.
Todas las cabezas se dirigieron a la puerta al oír la voz de mi padre. De
nuevo, todas menos la mía. Prefería pasar el menor tiempo posible mirando su
cara.
No dejé de notar que la expresión de Ezra se ensombreció al oír la voz de
mi padre, pero solo porque sabía que lo más probable es que el padre de Ezra
estuviera de pie en la puerta junto a él.
—Me alegro de verlos de nuevo, chicos.
Mi padre se detuvo, sin duda para mirarme fijamente por negarme a mirar
en su dirección.
—Supongo que el sentimiento no es mutuo para todos ustedes.
Gabriel me dio un codazo y mis ojos se cruzaron con los suyos. Enarcó una
ceja y tensó la boca porque, aunque sabía que yo prefería ver a mi padre en un
charco de su propia sangre, era una mejor apuesta para apaciguar a los
imbéciles que aún controlaban nuestros bolsillos, al menos durante dos o tres
años más.
Al comprender su silenciosa advertencia, la parte posterior de mi cabeza
rodó sobre la pared mientras me volvía para mirar a mi padre, nuestros ojos se
fijaron inmediatamente.
Había heredado la expresión inexpresiva del hombre que ahora me
miraba fijamente, pero, aunque mi queridísimo papá quería fingir que mi
silencio no le molestaba, el filo de su mirada me decía lo contrario.
—Hola, padre. Qué bien que te pases por aquí.
Sonrió.
—Déjate de tonterías, Tanner. Creo que es mejor que tú y yo tengamos
una charla antes de irnos con los gemelos.
La frustración me atravesó la columna vertebral, sus excursiones
quincenales con los gemelos me irritaban más y más con cada mes que pasaba.
—¿Y a dónde los llevarías?
No me contestó, no es que pensara que lo haría. Nadie hablaba de lo que
ocurría con Ezra y Damon, pero eso no significaba que no lo descubriera
finalmente.
Detrás de mi padre, el padre de los gemelos estaba en silencio, con la
mirada fija en sus hijos, sentados detrás de la mesa de billar. No le agradó ver
que ambos tenían una buena borrachera por la cerveza que habían estado
bebiendo toda la tarde.
—Ven conmigo, hijo.
Esperando que lo siguiera como el cachorro amaestrado que era, mi padre
se alejó hacia otra habitación, con los tacones de sus caros zapatos de cuero
chocando contra el suelo de piedra. Exhalé un fuerte suspiro y me aparté de la
pared. Cuanto antes hablara con el bastardo, antes se iría.
Salí de la habitación, asegurándome de chocar con el padre de los
gemelos al pasar, su cabeza se giró ligeramente para captar mi mirada antes de
doblar la esquina y seguir a mi padre por un pasillo hasta la sala de prensa.
Cerró la puerta en cuanto pasé.
—Tus problemas de actitud están empezando a enojarme —advirtió.
—Sí —dije y resoplé con una carcajada al pronunciar la palabra mientras
me giraba para apoyarme en uno de los asientos de cuero negro del teatro que
daba a la pantalla completa en el lado opuesto de la sala. Cruzando los brazos
sobre el pecho, levanté la cabeza, con los ojos clavados en mi padre junto a la
puerta—. Bueno, ya somos dos porque estoy un poco harto de todos los secretos
que parece que guardas estos días.
—No me contestes como si tuvieras una pierna en la que apoyarte, Tanner.
Tú y yo sabemos que, sin mí, en este momento estarías trabajando en un empleo
mal pagado en algún tugurio, ahorrando tus preciosos centavos para reemplazar
todos los lujos que te he dado en la vida.
Sacudí la cabeza.
—Tengo un título de Yale. Dudo que trabaje en cualquier sitio por unos
centavos.
—Una licenciatura no te llevará a ninguna parte. Al menos no a ningún sitio
importante. Definitivamente no te dará el respeto que necesitarás si esperas
hacerte cargo de mis negocios algún día. Tal y como están las cosas ahora,
prefiero entregárselas a Gabriel o a alguno de tus otros amigos que saben seguir
órdenes.
Apretando los dientes, reprimí la reacción instintiva de decirle dónde
podía meterse sus negocios.
—¿Por qué estás aquí?
Se apoyó en la puerta, con su traje de diseño perfectamente entallado, su
corbata perfectamente recta, su maldito Rolex brillando bajo la escasa luz de la
habitación.
Ni siquiera un cabello estaba fuera de lugar en la cabeza del imbécil, su
perfección en desacuerdo con la camiseta negra que llevaba con unos vaqueros
de tiro bajo.
—Luca Bailey es la razón por la que estoy aquí. Te dijimos que tuvieras a
esa chica bajo control hace cuatro semanas y aún no lo has conseguido. ¿A qué
carajo se debe el retraso?
Me froté la nuca.
—No es tan fácil de localizar como crees. Tal vez si me dijeras la razón por
la que la persigues, podría…
Estaba al otro lado de la habitación y en mi cara antes de que pudiera
terminar el pensamiento.
—No necesitas saber la razón. Todo lo que necesitas saber es que
queremos que ella nos responda cuando venimos a llamar. Y viendo que está en
tu línea de visión a diario, eso hace que sea tu problema tenerla bajo control.
La punta de su dedo se clavó en el centro de mi pecho, mi mandíbula se
trabó para no apartar al hijo de puta de mí.
Llegaría el momento en que pagaría por todas las palizas que me dio de
niño, y por todas las amenazas que me hizo tragar después de que me hiciera
demasiado grande para enfrentarse a mí en una pelea.
Mis ojos bajaron hasta donde su dedo tocaba mi pecho, antes de volver a
subir lentamente hasta su rostro. Sonreí al ver la furia que rodaba tras sus ojos
grises, al ver el brillo rojo del odio que coloreaba las líneas de su rostro
envejecido.
Su voz era un gruñido bajo e ignoró mi sonrisa, concentrándose por
completo en lo que Luca podía ganar para él.
—Pon a la perra en su sitio. Me importa una mierda cómo lo hagas. Solo
asegúrate de que se haga.
Alargando la mano, me agarró las mejillas con los dedos, las puntas de sus
uñas recortadas se clavaron en mi piel y el interior de mis mejillas se destrozó
contra mis dientes.
Había heredado mi estatura y complexión de mi padre, lo que significaba
que no era un hombre débil. Pero eso no significaba que fuera a aguantar su trato
brusco mucho más tiempo. Solo tenía que encontrar una manera de derribarlo.
—Eres un chico guapo, Tanner. Eso lo heredaste de mí. Así que usa los
buenos genes que te di. Seduce a Luca. Fóllatela sin pensar por todo lo que me
importa. Solo asegúrate de que esté en nuestro bolsillo la próxima vez que
venga. Porque si tengo que encargarme de esta mierda yo mismo, no te gustará
lo que pase cuando finalmente decida que eres un maldito inútil.
Mi cabeza se echó hacia atrás cuando él se apartó de mí, los lados de su
chaqueta de traje flameando a sus lados cuando giró para salir furioso de la
habitación.
Para cuando me aparté de la silla y salí por la puerta para volver a la sala
de billar, le vi caminando con los gemelos y su padre, la mandíbula de Ezra en
una línea dura mientras los sacaban de la casa.
Los días de nuestros padres estaban contados. Solo que no lo sabían.
Los nueve esperábamos nuestro momento, esperando a que se dieran
todos los factores para jubilar a la generación anterior y poder tomar el relevo.
Hasta entonces, hacíamos lo que nos decían, marchando a sus órdenes sin
saber siempre por qué nos daban esas órdenes en primer lugar.
Mis manos se cerraban en puños a los lados mientras me volvía hacia la
sala de la piscina para mirar a Gabriel.
Al igual que yo, su expresión era de cansancio. Me acerqué a él, tomé la
cerveza que me entregó y apuré la mitad de la botella antes de preguntar:
—¿Por casualidad mencionaron a dónde iban esta vez?
—Joder, no —gruñó, con el humo de la marihuana rodando por sus
labios—. ¿Han tenido una buena charla?
Mi mandíbula se estremeció.
—Sí, estoy tan lleno de mimos y ternura en este momento, podría tener
que dormir con un oso de peluche esta noche solo para no perder esa sensación
de amor.
Más humo salió de sus fosas nasales, sus ojos se estrecharon en el tiro que
Jase estaba alineando en la mesa de billar. Las bolas chocaron entre sí antes de
que Gabriel respondiera:
—Las conversaciones de corazón a corazón con el viejo siempre son
inspiradoras. ¿Todavía está enojado por lo de Luca?
Relajándome contra la pared, cerré los ojos, la visión de una mujer
problemática acudiendo a mis pensamientos.
Era un problema que quería eliminar y un cuerpo que quería explorar. La
odiaba y la deseaba a la vez, lo que me enojaba porque, de todos los coños
disponibles que rondaban por el campus, me veía obligado a elegir a la única
chica que no saltaba ante la oportunidad de meterse en mi cama.
La actitud testaruda de Luca era muy molesta, lo que solo me hacía querer
destruirla, solo para poder apaciguar a mi jodido padre y volver a mi vida
habitual.
—Sí —respondí finalmente—. Tenemos que acorralarla esta noche.
Riendo, Gabriel apagó lo que quedaba de su porro en un cenicero de
cristal.
—¿Qué necesitas que haga?
Mi mirada se centró en Jase, con un plan que se estaba elaborando en mis
pensamientos y que necesitaría todos los recursos disponibles para llevarlo a
cabo.
Por suerte, tenía un equipo de soldados engañosos para elegir, a cada uno
de los cuales solo les importaban ellos mismos y lo que podían obtener al
ayudarme.
Luca no tenía ni idea de lo que le esperaba. No es que se lo mereciera. No
es que me importara un bledo lo que le haría a ella.
El hecho era que su existencia era una espina en mi costado, y hasta que
pudiera envolverla en un bonito lazo rojo y entregársela en mano a mi padre, era
un problema y nada más.
No importaba que me gustara ver ese pequeño músculo saltar sobre su ojo
cuando se enojaba. No importaba que me hiciera sentir algo al ver la forma en
que sus mejillas se enrojecían cada vez que nuestras bocas se acercaban a
centímetros de distancia. Ni podía importar que hubiera sentido una chispa la
noche en que probé las aguas y la besé junto a la hoguera.
Agarrarla desprevenida había sido la única razón por la que se había
fundido conmigo aquella noche. No le di tiempo para recordar que era el mayor
imbécil del planeta. Ni siquiera un segundo para recordar la forma en que la
había gritado la noche en que nos conocimos.
No era tan estúpido como para pensar que esta vez se derretiría tan
fácilmente, no a menos que encontrara una forma de pillarla desequilibrada y
con la guardia baja de nuevo.
Sorbiendo de mi cerveza, dejé la botella sobre una mesa auxiliar y giré la
parte posterior de mi cabeza sobre la pared para fijar la mirada en Gabriel.
—Encuéntrala y asegúrate de que venga a la fiesta esta noche. Yo me
encargaré de todo lo demás.
M
e dirigía a la biblioteca por quinta noche consecutiva. Después de
que me asignaran el proyecto de agravio y de que descubriera
que mi compañero senior no quería tener nada que ver con él a
menos que le prometiera un favor a cambio, me pasé dos noches organizando
una fiesta de compasión para uno en mi dormitorio, alternando como las olas del
océano, entre la rabia por cómo me había tratado Tanner y el miedo a suspender
la clase porque no había forma de que pudiera completar la tarea sin él.
Durante un pequeño segundo, consideré la posibilidad de arrastrarme
hasta él y hacer el trato que obviamente quería para poder salvar mi expediente
académico y no tirar por la borda años de trabajo duro, pero ese momento de
debilidad se había perdido tan pronto como Everly había vuelto tras una noche
de fiesta con Jase.
Tenía lágrimas en los ojos y el cabello revuelto, el olor a alcohol flotaba en
su aliento cuando admitió que había pillado a Jase con otra chica en su cama por
tercera vez.
Consolarla solo había hecho que volviera a odiar a los chicos de Inferno.
Así que, al tercer día, salí de mi dormitorio con un plan para evitar a todos y cada
uno de ellos como si fueran la peste negra, mientras me ponía las bragas de niña
grande para asumir el proyecto.
En cierto modo, fue algo bueno. Mi enojo me centró y la enormidad del
proyecto me mantuvo lo suficientemente ocupada como para que esconderme
en la biblioteca me pareciera más una necesidad que una cobardía.
En el transcurso de los últimos cinco días, nunca tomé la misma ruta, llegué
temprano o tarde a clase (lo que fue una completa afrenta a mis modales en
cuanto a la puntualidad) y me las arreglé para evitar que Gabriel me encontrara
como resultado.
Me sentí muy bien al esquivar al Inferno, con la cabeza alta y los hombros
caídos, ya que mi misión en la vida era ser la única estudiante a la que no podían
aplastar.
Sentí que el universo estaba finalmente de mi lado por una vez, como si
nada pudiera tocarme mientras caminaba rápidamente bajo las ramas de los
árboles del campus. Pero entonces sonó mi teléfono y mi buena suerte, y mis
buenas sensaciones, llegaron a su fin casi inmediatamente.
—Hola, papá —respondí tras reconocer su número parpadeando en mi
pantalla.
No era raro que mi padre me llamara a esta hora del día. Mis dos padres
eran buenos para estar en contacto, siempre comprobando que no había nada
que necesitara.
Su voz cuando habló por primera vez fue un hielo que cubrió mi espina
dorsal. Algo no encajaba y ralentizaba mis pasos mientras me acercaba a la
biblioteca, con el cuerpo bañado por la profunda sombra del alto edificio.
—Hola, nena. ¿Estás ocupada? Tenemos que hablar.
La necesidad de hablar nunca es un buen augurio para el comienzo de una
conversación. Siempre sigue algo negativo. Me preparé para lo que tenía que
decir, pero no fue suficiente.
Mientras mi padre hablaba, mi cuerpo cedió debajo de mí.
Por suerte, había un banco cerca que pudo amortiguar mi caída antes de
que me derritiera en un charco de dolor y terror sobre la tierra a mis pies.
Siguió hablando, pero lo único que escuché fueron unas palabras que me
hicieron ver que el universo no me quería tanto como yo creía.
Tu madre…
Cáncer…
Recurrencia…
Pruebas…
Nada más de lo que dijo importó. Ni sus afirmaciones de que aún no
debíamos preocuparnos. Ni la convicción de su recordatorio de que mi madre
era una luchadora y que era fuerte. Ni los horribles chistes que mi padre me
contó después de soltar una bomba que me sorprendió antes de que la viera
venir.
Durante dos años, habíamos creído que mi madre había vencido una
enfermedad que se cobró tantas vidas. Pero supongo que eso es lo que ocurre
cuando se baja la guardia y se cree que se puede volver a respirar con
tranquilidad.
Todos los demonios de tu vida regresan a hurtadillas.
Al igual que el cáncer de mi madre, Gabriel reapareció una hora más tarde
mientras yo estaba sentada congelada en la mesa de la biblioteca mirando un
montón de palabras en un libro que no tenía mucho sentido.
De alguna manera, su presencia o el hecho de que, por la razón que sea,
los chicos de Inferno aún me tuvieran en el punto de mira, no era más que una
pequeña onda en el océano comparada con las noticias que me había dado mi
padre.
—Tú —dijo, golpeando mi hombro con su cadera antes de tomar un
asiento, darle la vuelta y sentarse de espaldas en él para mirarme—, has sido una
chica difícil de encontrar esta última semana. ¿Dónde te has estado escondiendo?
Mi respuesta fue en piloto automático.
—Si te dijera, no sería un buen escondite más adelante.
Quería que se fuera para poder llorar en privado. Mis ojos debían estar
inyectados en sangre, los bordes manchados de rojo.
Sin embargo, no había dejado caer ni una sola lágrima. Eso no significaba
que no estuvieran amenazando constantemente con volver a brotar cada vez que
me permitía pensar en esa llamada telefónica.
Gabriel se inclinó hacia delante, con el aroma a madera de su colonia
flotando bajo mi nariz mientras inclinaba la silla hacia delante y hablaba en voz
baja.
—Lo que me gustaría saber es por qué te escondes. He echado de menos
el intercambio de púas mientras te acompañaba a clase. Me haces reír, Luca
Bailey, y eso es mucho decir.
La irritación subió por mi columna vertebral. No era culpa de Gabriel que
Tanner fuera un culo traicionero y Jase fuera un puto sin disculpas. Pero, aun así,
era culpable por asociación. Lobos de una misma camada y todo eso.
Quería arremeter contra él por los pecados de sus amigos, pero no podía
permitir que se filtrara ninguna emoción por miedo a que las lágrimas contra las
que había estado luchando durante la última hora se liberaran finalmente.
—Esta es una mala noche, Gabriel. Solo déjame en paz, ¿de acuerdo?
Maldita sea.
Mi voz vaciló sobre lo que dije, una lágrima traicionera que me escocía en
los ojos se liberó para filtrarse por mi mejilla. Gabriel se centró en ella
inmediatamente.
—Por favor, dime que esa lágrima no se debe a nada que haya hecho el
imbécil de mi amigo. Pensé que estabas hecha de una fibra más fuerte que eso.
Alargó la mano para atraparla con el dedo y lanzarla lejos.
Tenía razón. Tanner no se lo merecía. Afortunadamente, no era el
resultado de algo que él había hecho.
No sé por qué admití la verdad. Tal vez porque Gabriel era un caso atípico.
No tenía nada que ver con mi familia, y lo más probable es que no le importara
mucho lo que ocurriera conmigo.
Él era simplemente una caja donde podía depositar este miedo en
particular con la esperanza de que lo disminuyera de alguna manera al no
importarle lo desastroso que fuera.
—Acabo de descubrir que el cáncer de mi madre ha vuelto.
Soltar la verdad me ayudó a aliviar parte del peso. Admitirlo en voz alta
de alguna manera ayudó a aliviar el nudo que me ahogaba.
Gabriel me miraba fijamente, con su cabello formado por suaves ondas
castañas alrededor de la cabeza, sus ojos verdes brillando como de costumbre,
su expresión despreocupada inmutable mientras se detenía antes de
responderme.
Fue un alivio, en cierto modo, que no me mirara con simpatía. No estaba
segura de por qué, exactamente, pero agradecí que en lugar de fruncir el ceño
o enterrarme inmediatamente en condolencias a medias, en su lugar sonriera
alegremente antes de girar el cuello sobre los hombros.
—¿Sabes lo que pienso? —preguntó, haciendo que la enormidad de mi
problema no pareciera más que una molestia menor.
—¿Qué?
—Creo que en lugar de sentarte aquí mirando los libros toda la noche y
compadeciéndote de ti misma, deberías dejar de estudiar durante unas horas y
encontrar algo divertido que hacer. Y tienes la suerte de que yo tenga los medios
para proporcionarte esa diversión.
No hacía falta que me preguntaran para saber que había otra fiesta en la
casa de Inferno esta noche.
Al fin y al cabo, era un viernes y, como siempre, se había corrido la voz
por el campus como un reguero de pólvora.
—No, gracias —respondí sin molestarme en que me extendiera la
invitación—. No tengo ninguna razón para ir allí. Se supone que debo reunirme
con Clayton y Everly más tarde, y la última persona que Everly quiere ver es
Jase.
Sus cejas se alzaron y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.
—¿Es así? Porque la última vez que la vi estaba sentada a horcajadas en su
regazo en la casa cuando me iba. —Hizo una pausa, su sonrisa se amplió al ver
que yo no tenía ni idea de las constantes idas y venidas entre esos dos—. Parece
que se han reconciliado. Y en cuanto a Clayton…
Levantando un dedo como para pedirme que le diera un segundo, Gabriel
sacó su teléfono del bolsillo, marcó un número y pulsó la pantalla para poner la
llamada en altavoz. Un segundo después, la voz de Clayton sonó en la línea.
—Gabriel. ¿Qué pasa, hombre?
Poniendo los ojos en blanco, miré mis libros y la jerga jurídica me devolvió
la mirada como si me retara a procesarla y entenderla mientras mi cabeza estaba
hecha un lío.
Gabriel ignoró mi fingida falta de atención. Sabía muy bien que estaba
escuchando a pesar de mi intento de fingir que no lo hacía.
—Quería saber si vas a venir a la casa esta noche.
La respuesta de Clayton me sorprendió.
—Se supone que tengo que quedar con Luca más tarde, pero iba a
convencerla para que me acompañara. La llamaré cuando termine con estos
papeles…
—No hace falta —interrumpió Gabriel, con sus ojos como láseres que
quemaban el costado de mi cara.
—Tengo a Luca aquí conmigo. Por cierto, está en el altavoz. Así que, ¿por
qué no la saco de la biblioteca esta noche y nos encontramos allí?
Me rechinaron los dientes, el fastidio me recorrió la columna vertebral.
Clayton tardó un segundo en responder, con el sonido de un papel
moviéndose y una grapadora golpeando antes de decir:
—Suena bien.
Al colgar, los ojos de Gabriel bailaron en mi dirección.
—Todo resuelto. Parece que tu mejor amiga y tu hombre estarán en
nuestra casa. Ahora no tienes ninguna razón para no venir.
Clayton no era exactamente mi hombre. Estábamos saliendo, sí, pero no
habíamos hablado de exclusividad. No estaba segura de querer algo más con él
que lo que ya teníamos. No me llamaba de ninguna manera, no hacía que mi
corazón martillara en mi pecho como lo hacía otro imbécil en particular.
Hablando de eso…
—En realidad —respondí, la ira volviendo a la vida para reemplazar el
dolor de la condición de mi madre—, tengo mucho trabajo que hacer.
Pasé una página del libro como si tuviera la capacidad de leer lo que había
en el papel.
Me giré para mirarlo y ladeé la cabeza.
—Gracias al imbécil de tu amigo, estoy sola en lo que respecta a este
proyecto de agravio. Teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que hay que
poner en él, no creo que esté disponible en las próximas semanas para nada.
Haciendo un gesto de asombro, Gabriel negó.
—Sabes que mentir es un arte, ¿verdad?
—Deberías saberlo —me burlé—. Eres prácticamente Miguel Ángel
cuando se trata de ese arte en particular.
—Más bien Jackson Pollock. Solo salpico esa mierda mientras me río de
cómo los idiotas babean por ella. Pero esa no es la cuestión.
Puse los ojos en blanco.
—¿Cuál es tu punto?
—Lo que quiero decir es que ya has admitido que no tenías planes de
quedarte aquí toda la noche para terminar tu proyecto. Y a menos que tengas la
intención de quedarte y hacer algo útil, como encontrar la cura del cáncer… —
Mis ojos se entrecerraron en él por haber hecho caso omiso de lo que había dicho
sobre mi madre. Él solo sonrió más—… lo que significa que puedes dejar de lado
estos libros por unas horas y venir a divertirte conmigo.
—Excepto que no quiero ver a Tanner —admití.
—Y no quiere verte. Pero, puedes estar segura de que, a menos que te
tropieces y aterrices en su polla de alguna manera, te dejará en paz mientras
estés bajo mi invitación y protección. Te doy mi palabra de que todo seguirá
siendo genial porque estás allí como mi invitada buscando pasar un buen rato.
Maldita sea. Quería discutir con él, pero Gabriel hacía difícil decir que no.
Era guapísimo, con sus dientes blancos y rectos y sus adorables hoyuelos, una
cara de inocencia que yo sabía que era una máscara que escondía el demonio
que había debajo.
La verdad era que necesitaba salir y no pensar en mi madre ni en el
proyecto en el que no encontraría el enfoque para trabajar esta noche. Y si Everly
estuviera allí, estaba segura de que podría relajarme un poco en presencia de
Tanner.
Lo más probable es que estuviera tan ocupado con su pandilla de chicas
dispuestas, que ni siquiera se diera cuenta de mi presencia. Pero, de nuevo,
Tanner tenía una tendencia a ver rojo cada vez que yo estaba cerca.
—¿Prometes que mantendrás a Tanner lejos de mí?
Levantó tres dedos y contestó:
—Palabra de honor.
Exhalando un fuerte suspiro, cedí y acepté la oferta.
—Bien. Pero solo si haces un trato conmigo.
Dudaba mucho que Tanner fuera capaz de ignorarme por completo y no
estaría mal tener algo que sostener sobre uno de los chicos de Inferno en el
futuro, en caso de necesitarlo.
Las comisuras de sus labios se movieron, sus ojos se encontraron con los
míos con interés.
—¿Cuál es el problema?
—Si Tanner estornuda en mi dirección, me debes un favor en el futuro
cuando venga a visitarte.
Levantó las cejas y frunció la boca, pero luego esbozó una sonrisa de
Cheshire.
—Habría pensado mejor de ti, Luca. ¿Quién iba a decir que una chica de
tan alto calibre podría dejarse caer y revolcarse en el fango con el resto de
nosotros?
—He aprendido de los mejores.
Asintiendo, se puso de pie para ayudarme a recoger mis libros y meterlos
en mi bolsa.
—Considéralo un trato. Pero que sepas que puede haber repercusiones
por jugar a nuestros sucios juegos.
E
n retrospectiva, debería haberme mantenido firme y negarme a que
Gabriel me llevara a la fiesta de Inferno.
Desde el momento en que entré en la casa, me sentí bañada
por el hedor del humo de los cigarrillos y la marihuana, la música a todo volumen
golpeaba mis oídos mientras Gabriel me llevaba directamente a una mesa
dispuesta como bar con vasos rojos Solo y botellas de todos los licores
imaginables.
Mientras Gabriel se dedicaba a mezclar una bebida que seguramente no
consumiría, mi medidor de estupideces estaba en alerta roja, mis ojos
escudriñaban la sala en busca de Tanner. No lo vi entre la multitud de chicos que
se tropezaban y mujeres a medio vestir.
Como de costumbre, la casa estaba llena de pared a pared, la gente
chocaba entre sí con los ojos encapuchados, el olor a sudor y una miríada de
perfumes se mezclaban con la nube de humo que flotaba como niebla en el
techo.
Justo cuando Gabriel intentaba entregarme la bebida mezclada del
infierno, sonó un chillido a mi derecha y un par de largos brazos me rodearon
los hombros un segundo después.
—Has venido. No pensé que Clayton te convencería de venir, pero aquí
estás.
Everly ya estaba borracha y solo pasaban unos minutos de las siete. Su
peso estuvo a punto de tirarme al suelo, pero conseguí rodear su cintura con un
brazo y levantarnos a las dos antes de caer en un montón de aguanieve junto a la
barra improvisada.
Mientras ella se reía y me daba ligeros besos por las mejillas, giré la
cabeza para ver a Jase rondando por el fondo, con los labios dibujando una
amplia sonrisa mientras hablaba con Tanner.
Como si sintiera que lo miraba fijamente, los ojos oscuros de Tanner
siguieron mi dirección y nuestras miradas se cruzaron como dos pitbulls
luchando a muerte. No dejé de notar la reacción visceral dentro de mi pecho, el
aumento de mi pulso mientras mi respiración se hacía más difícil.
No entiendo cómo puede afectarme tan fácilmente. Debería odiar a ese
hombre por todo lo que ya había ocurrido entre nosotros y, sin embargo, mi
cuerpo se tensó en su presencia, floreciendo en mi interior un calor que se hizo
líquido entre mis muslos.
Este momento fue el mismo que cuando lo conocí en una de esas ridículas
fiestas, desarrollándose entre nosotros una mirada fija que normalmente me
dejaría como perdedora por mirar primero hacia otro lado.
Estuve a punto de ceder. Estuve a punto de girar la cabeza para prestar
atención a algo más allá de esa mirada gélida y esa sonrisa arrogante, pero
entonces recordé el trato que había hecho con Gabriel y sonreí en su lugar.
Lo primero que se aprende sobre la ley de contratos es que un acuerdo
solo es tan bueno como los términos específicos escritos en tinta, y el trato que
había hecho con Gabriel solo contemplaba que Tanner no podía meterse
conmigo esta noche… pero en ningún momento habíamos acordado que yo no
pudiera ser quien lo instigara.
Añadiendo un guiño a la guerra de miradas que estábamos librando en
ese momento, sonreí cuando los ojos de Tanner se entrecerraron y su boca se
tensó en una fina línea.
Un favor de Gabriel era mucho más valioso para mí que pasar la noche sin
un enfrentamiento con Satanás.
Finalmente aparté la mirada, pero solo porque si una chica va a
enfrentarse a su némesis en sus dominios, necesitaba la ayuda del valor líquido
para que la experiencia mereciera la pena.
Por suerte, Gabriel tenía un trago preparado, sus cejas volaron hacia su
frente en señal de sorpresa cuando lo tomé de su mano y tomé unos cuantos
tragos saludables… y tosí. Con fuerza. Creo que un trozo de mi estómago podría
haber salido con el esfuerzo. Fue como beber gasolina pura.
—Vaya, no tan rápido Luca. Mis bebidas son para ser consumidas
lentamente. No de golpe.
El humor era evidente en la voz de Gabriel, solo igualado por las risitas
descuidadas de Everly junto a mi oído. Me quitó la bebida de la mano el tiempo
suficiente para que mis pulmones volvieran a respirar con tranquilidad y mis ojos
se descruzaran.
Hijo de puta…
Se la quité, esta vez la bebí a sorbos, con una mueca torciendo la boca
mientras tragaba lo que fuera que había vertido en la copa.
La verdad es que no debería haber bebido en absoluto. Era un peso ligero
en lo que respecta al alcohol, mis años de instituto y principios de la universidad
los pasé estudiando más que de fiesta.
Cuando no estaba estudiando, me preocupaba por mi madre, por su lucha
contra una enfermedad que la asolaba y la consumía. Ese miedo me había
impedido disfrutar de la vida porque nadie debería perder a sus padres antes
de que apenas hayan empezado a volar por sí mismos.
No… no podía pensar en eso. Ahora no.
Me ardían los ojos por el escozor de las lágrimas. Me dije que eran los
vapores del combustible que estaba aspirando o el humo que se cernía como
una nube alrededor de mi cabeza. Pero, en el fondo, sabía que era una bola de
emoción que se elevaba, esperando a que estuviera lo suficientemente ebria
como para poder escapar y darse a conocer.
Seguí bebiendo a pesar de todo.
—Vamos arriba —gritó Everly contra mi oído, aunque me pregunté si
pensaba que estaba susurrando. Si no era así, no tenía reparos en destrozarme
los tímpanos con el volumen de su voz.
Girando en mi sitio, miré a Tanner. Ya no miraba en mi dirección, pero
sabía que eso no significaba que no fuera consciente de mi presencia.
Cada uno de nuestros encuentros había terminado en amenazas, y no era
tan estúpida como para creer que las cosas irían bien porque Gabriel había
extendido una invitación.
No había duda en mi cabeza de que Tanner vendría a mí finalmente.
Tampoco me cabía duda de que Gabriel me debía un favor que algún día
me sería útil.
Era casi demasiado perfecto.
Mientras yo observaba, Jase y Tanner se volvieron para subir las
escaleras, con una mirada oscura dirigida hacia mí, prácticamente desafiándome
a que los siguiera, con una sonrisa que prometía destruirme si me atrevía a poner
un pie en su reino.
Fue una pena para él que mi dedo del pie y yo tuviéramos planes que no
se frustraran.
Volviendo mi atención a Everly, mostré mi mejor sonrisa inocente.
—Claro, arriba suena divertido.
Lentamente, di un sorbo a la bebida mezclada del infierno, mis ojos
atraparon los de Gabriel para encontrar una ceja arqueada sobre su ojo con
sospecha.
—Así que déjame entender esto. Me hiciste pasar un mal rato por el hecho
de que Tanner era un imbécil y te preocupaba que fuera por ti, ¿y ahora te sientes
lo suficientemente valiente como para ir a irrumpir en la boca del lobo?
Sacudiendo la cabeza, buscó la bebida en mi mano.
—Devuelve eso. El alcohol se te está subiendo a la cabeza.
Agarrando la bebida contra mi pecho como si mi vida dependiera de ella,
sonreí.
—Estará bien. Me dejará en paz. Hiciste un trato.
Gabriel no era un tipo tonto. Podía ver a través de lo que estaba haciendo.
Lo cual estaba bien. El trato ya estaba hecho y no se podían añadir nuevas
condiciones a menos que ambos estuviéramos de acuerdo con ellas.
—¿Realmente te someterías a su mierda solo para tenerme en deuda
contigo? —Riendo, Gabriel agarró un vaso vacío para preparar otro trago—.
Esperaba más de ti, Luca.
Mi sonrisa se amplió. Dos podían jugar sucio, y yo no estaba en contra de
revolcarme en el lodo si eso me daba una ventaja. Ya sabía cómo iba a poner
esto a mi favor.
Tanner atacaría.
Le diría a Gabriel que pagara haciendo que Tanner se portara bien cuando
se tratara de mi proyecto, y toda esta situación desaparecería.
Mi nota media se salvaría y podría volver a evitar a este grupo una vez que
todo estuviera dicho y hecho.
Problema resuelto.
—Fue tu estúpido error aceptar el trato. Sigue trayendo las bebidas. Estaré
arriba donde puedes entregármelas.
Tomando un sorbo de su vaso, me miró fijamente por encima del borde.
—Solo recuerda lo que dije sobre los juegos, Luca. Siempre hay
repercusiones.
El juego está en marcha, pensé, preguntándome qué posibles
repercusiones podría tener esto si nunca cometiera el error de entrar en un
acuerdo con estos tipos.
Todo se reducía a lo que yo aceptara. Eso lo sabía, y mientras mantuviera
esto sobre el proyecto y luego me hiciera la desentendida para no ser acorralada
por ninguna otra razón, debería salir bien parada.
Esa era mi esperanza, al menos, pero siempre había espacio para el error
y las sorpresas, lo que significaba que necesitaba algunas salvaguardias que
pudiera utilizar como amortiguadores en caso de necesidad.
Consideré a Everly como un potencial amortiguador, sin embargo,
después de mirarla y notar sus ojos desenfocados, su cabello y ropa
descuidados, y el hecho de que estaba inclinada como la Torre de Pisa, no podía
confiar en que no se perdiera tras otra copa, o ante Jase cuando le guiñara el ojo.
El único otro amortiguador sería Clayton. Saqué mi teléfono del bolsillo y
le envié un mensaje rápido confirmando que llegaría a la fiesta en algún
momento.
Solo pasaron unos segundos antes de que mi teléfono volviera a zumbar
con una respuesta que me decía que estaría aquí en una hora.
Me funcionó.
—Estaré arriba. Sigue trayendo las bebidas.
Gabriel negó y se rio.
—Tu deseo, mi orden. ¿O debería decir tu funeral?
Intercambiamos una mirada extraña mientras enredaba mi brazo en el de
Everly y la seguía hasta una habitación que conocía bien desde la primera noche
que permití que me arrastrara hasta aquí.
Al igual que la última vez que pisé el espacio de la fiesta privada de
Inferno, la sala estaba llena de admiradoras medio vestidas de los miembros del
Inferno sentadas alrededor.
Echando un buen vistazo a mi alrededor, me di cuenta de que, mientras
las mujeres se mezclaban y bailaban, bebían y se divertían, los únicos hombres
en la sala eran los que vivían en la casa.
En ese momento, solo tres estaban siendo entretenidos por su
esperanzador harén: Tanner, Jase y El Hombre de la Puerta. Necesitaría
aprender su nombre, finalmente, pero no era una tarea importante a realizar en
ese preciso momento.
Everly me arrastró más adentro y me invitó a bailar, aunque sus palabras
sonaron más como “bailaaaconmiiiiiigoLuuuuca” que como una frase realmente
reconocible.
Normalmente, habría encontrado una forma de retirarme educadamente,
pero tenía un trabajo que hacer, concretamente uno que implicaba engañar para
que me debieran un favor.
Eso me llevó a girarme y a cruzar los ojos con una presencia oscura y
familiar en la sala, cuya mirada ya se centraba en mí a pesar de las tres —no,
cuatro— mujeres que se acicalaban como idiotas risueñas a su alrededor.
Tanner frunció el ceño en cuanto nuestras miradas se cruzaron. No pude
evitar sonreír a su vez. Ocultando la expresión radiante detrás del vaso Solo, bebí
más tragos de lo que ahora suponía que era veneno.
No tenía ninguna duda de que necesitaría un trasplante de hígado y diálisis
de riñón después de esta noche, especialmente después de beber la siguiente
que sabía que Gabriel me traería pronto.
No estaba del todo segura de lo que tendría que hacer para atraer la ira
de Tanner, pero sabía que nunca me ganaría el favor de Gabriel si no estaba en
la línea de visión constante de Tanner.
Sin embargo, el esfuerzo tenía que merecer la pena y, por eso, terminé la
bebida, me limpié las lágrimas ardientes de los ojos y coloqué el vaso vacío en
una mesa auxiliar antes de dejar que Everly me arrastrara al centro de la sala
para bailar.
Nunca había sido una gran bailarina. Mientras que otras personas no
tenían ningún problema en mover sus cuerpos al ritmo de lo que se les proponía,
yo era demasiado reservada para dejarme llevar por la música. Así que mientras
Everly se lanzaba inmediatamente a un seductor y suave giro de sus caderas, un
canto de sirena para cualquier hombre en un radio de seis metros, yo no tenía la
misma habilidad. Al menos, no mientras estaba sobria.
Era demasiado consciente de mi cuerpo y me preocupaba que, en lugar
de parecer que estaba en contacto con mis dones femeninos, pareciera una
mujer que sufría un ataque, mis movimientos eran espasmódicos como
convulsiones repentinas mientras daba saltos tratando de hacer que mi cuerpo
realizara una serie de movimientos perfectamente fluidos.
No estaba funcionando y no funcionaría hasta que hubiera suficiente
alcohol en mi torrente sanguíneo para que me dejara de importar.
Por suerte, Gabriel entró por la puerta en ese momento armado con otro
vaso lleno de muerte líquida. No tenía ganas de bebérmelo, pero lo haría,
aunque solo fuera para relajarme.
Dejando a Everly entre las otras mujeres que bailaban como profesionales
en comparación con lo que yo podía hacer, me acerqué y tomé el vaso de la mano
de Gabriel.
—Gracias —grité por encima de la música mientras me encogía por los
vapores de alcohol que salían del vaso—. ¿Pones algo aquí con el alcohol? ¿O es
solo licor?
Fruncí el ceño ante el brebaje mientras él presionaba con un dedo el vaso
para acercarlo a mi boca.
—Nunca divulgaré mi receta.
Separando mis labios para tomar un sorbo, Gabriel puso su mano sobre el
vaso, sus ojos brillaron cuando se encontraron con los míos.
—¿Seguro que quieres beber esto?
—¿Por qué no iba a estar segura?
Clayton llegaría pronto y lo único que tenía que hacer era activar a Tanner
una vez para que se me echara encima y me echara. Entonces Clayton podría
llevarme a casa y yo estaría tranquila sabiendo que podría hacer que Gabriel
convenciera a Tanner para que me ayudara con mi proyecto.
En lugar de responderme, Gabriel se limitó a negar y se marchó.
Mirando a Tanner, de alguna manera supe que sus ojos estarían sobre mí.
Levanté el vaso de plástico en su dirección y sonreí antes de llevármelo a los
labios para tragar el licor.
Una hora más de esto como máximo. ¿Qué podría salir mal?
L
levaba tres tragos y me sentía bien por primera vez en el último mes.
Tenía el cuerpo flojo, me dolían las mejillas de tanto sonreír y la ropa
se me pegaba por el sudor que había hecho al bailar.
Estaba rodeada de mujeres parcialmente vestidas y, aunque las había
mirado con simpatía por su falta de modestia mientras estaba sobria, ahora me
sentía un poco celosa de que no estuvieran agobiadas por el algodón cargado
de sudor, su piel libre para respirar mientras se retorcían, reían y giraban a mi
alrededor.
Como no soy muy bebedora, me preocupaba que el alcohol hiciera aflorar
demasiadas cosas, que mis inhibiciones se redujeran y mis muros se
derrumbaran tan repentinamente que los problemas a los que me enfrentaba
salieran a flote.
Ya tenía demasiado peso sobre mis hombros solo con la escuela, pero si a
eso le añadimos la salud de mi madre, sabía que se estaba gestando una
tormenta en mi interior que no quería que la gente descubriera.
Pero en lugar de que el alcohol me abriera hasta no poder ignorar los
problemas a los que me enfrentaba, tuvo el efecto contrario. Mis preocupaciones
se desvanecieron mientras bailaba y dejaba de lado todas mis preocupaciones.
Ya no sentía la presión de ser la estudiante perfecta.
Mi preocupación por mi madre se escondía detrás de una neblina de
embriaguez, que me impedía perder la concentración en el trabajo que tenía
entre manos.
El único problema era que no tenía ni idea de cómo llevar a cabo ese
trabajo. Necesitaba que Tanner se enojara y había pensado que con estar en su
espacio bastaría.
Desgraciadamente, estaba equivocada. Tan equivocada, de hecho, que se
me habían acabado las ideas sobre cómo desencadenar que el imbécil se
convirtiera en el matón que yo sabía que era.
De vez en cuando, miraba en dirección a Tanner para descubrir que me
observaba atentamente, sus ojos oscuros se entrecerraban en señal de
advertencia cuando nuestras miradas se encontraban.
Lanzándole sonrisas cálidas que se burlaban diciendo Ven aquí y haz algo
al respecto, continué con mi espectáculo unipersonal de disfrutar sin
repercusiones en su espacio.
Había pasado una hora sin que me diera cuenta, mi teléfono vibró en mi
bolsillo una o dos veces antes de que finalmente me alejara de los cuerpos
danzantes para sacarlo y comprobar el mensaje.
Inmediatamente, mi expresión decayó, la confianza inducida por el
alcohol se desvaneció al ver que Clayton se había atascado manejando algunas
tareas de última hora.
Yo: ¿A qué te refieres con que no puedes hacerlo? Como ¿en absoluto?
Tú eres quien me lleva a casa.
Clayton: Lo siento. Estoy seguro de que Gabriel puede llevarte. Te lo
compensaré.
Bueno, mierda. Las cosas se complicaron mucho más con la ausencia de
mi amortiguador. Consideré abandonar el juego por completo, pero luego
deseché esa idea porque ya había llegado hasta aquí.
—¿Otro trago?
Un vaso rojo Solo colgaba de repente delante de mis ojos, el color atraía
la atención de Tanner como un toro al capote de un torero.
Mirándolo sin mirarlo directamente, rodeé el vaso con los dedos y me
retorcí para fijar la mirada en Gabriel.
—Tenemos un problema —grité por encima de la música, con mi sonrisa
en su sitio porque, aunque mi amortiguador se había ido, todavía me sentía
bastante bien.
—¿Y eso es?
—Clayton no viene. —Hice una mueca y saqué el labio inferior. Gabriel se
acercó, chasqueando sus dientes hacia mi boca como si fuera a morderla.
—¿Por qué es un problema?
—Era mi plan de escape —le expliqué—. Ahora no tengo a nadie que me
lleve a casa después.
La mirada de Gabriel se deslizó en dirección a Tanner durante un breve
segundo antes de volver a la mía.
—No hay problema. Puedo llevarte. —Juguetonamente, me empujó hacia
la gente que bailaba.
—Ve. Diviértete. Avísame cuando sea el momento de salir.
Me tambaleé unos pasos hacia delante por el empujón, con el alcohol
chapoteando en el borde de mi vaso, pero entonces Gabriel volvió a agarrarme
del brazo y me acercó a él. Con su pecho pegado a mi espalda, se inclinó para
hablarme al oído.
—Y por diversión, me refiero a diversión de verdad, Luca. No vayas a
pinchar al oso si no puedes soportar la mordida que viene con él.
Sonriendo, giré la cabeza hasta que la esquina de su boca rozó la mía. Los
ojos se desviaron en dirección a Tanner y me di cuenta de que estaba
concentrado en lo cerca que estábamos Gabriel y yo.
Interesante.
Se me ocurrió una idea que esperaba que Gabriel me ayudara a llevar a
cabo.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando.
Una risa profunda estalló contra mi mejilla.
—Seguro que no.
Girando rápidamente, agarré a Gabriel por la camisa y lo acerqué a mí,
mis ojos se encontraron con los suyos en señal de desafío.
—Baila conmigo.
Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios, sus ojos parpadeando
se cerraron lentamente y volvieron a abrirse.
—Buen intento —dijo mientras reía—, pero no seré yo quien te ayude a
ganar contra mí en nuestro trato.
Agarrándome por los hombros, Gabriel me hizo girar en su sitio, me dio
una palmada en el culo y me empujó hacia la multitud de mujeres que bailaban.
—Intenta no derramar tu bebida —gritó por encima de la música.
Me giré para mirar por encima de mi hombro y vi a Gabriel salir de la
habitación, mis ojos volvieron a dirigirse a Tanner para descubrir que ya no le
interesaba lo que estaba haciendo, no con la rubia pechugona que se retorcía
sobre su regazo.
No había forma de que ganara este trato esta noche. Pero eso no
significaba que no pudiera al menos disfrutar de otras horas de fiesta.
Pasó otra hora y me sorprendí a mí misma observando a Tanner en mi
visión periférica, los celos se dispararon a través de mí al ver a la mujer que
recorría sus labios a lo largo de su cuello, la forma en que su mano agarraba la
parte baja de su espalda. No me cabía duda de que esos dos acabarían en un
dormitorio en poco tiempo, pero, aun así, los ojos de Tanner se cruzaban con los
míos de vez en cuando, lo cual no podía entender.
No importaba a la larga. No cargaría contra mí con una cosa segura
sentada en su regazo. Había decidido rendirme en mi búsqueda cuando un brazo
me rodeó la cintura, una voz profunda que no reconocí retumbó de repente
contra mi oído.
—Nunca te he visto antes. ¿Cómo te llamas?
Mi cuerpo seguía moviéndose al ritmo de la música cuando me giré para
ver a un desconocido de pie detrás de mí, con unos ojos azules brillantes que se
fijaban en los míos mientras su boca se separaba en una sonrisa burlona. Empezó
a bailar contra mí, con su brazo rodeando mi cintura mientras nuestros pechos
se presionaban juntos.
Aunque yo era una mala bailarina, este tipo no lo era, y en pocos segundos
nos hizo mover como si no fuéramos dos cuerpos, sino uno.
—Luca —respondí, con un calor que me recorría la piel y que intenté
convencerme de que era por la multitud que nos rodeaba y no por la forma en
que me miraba como si fuera la chica más guapa de la sala.
—¿Cuál es el tuyo?
Me sorprendió no haber visto nunca a este tipo, pero Yale era un campus
muy grande y era posible que fuera otro estudiante de último año que no
compartiera ninguna de mis clases.
—Shane. ¿Por qué no te he visto antes por aquí? ¿Eres una estudiante?
Fue el alcohol. Tenía que serlo. Era imposible que ese hombre se moviera
de forma tan sexy como para que mi ritmo cardíaco se acelerara a niveles insanos
y mi respiración saliera en rápidas y desesperadas bocanadas de aire.
Me sentí mareada en su presencia, mi atención robada por un par de ojos
azul zafiro que no tenían vergüenza al capturar los míos. Sus caderas rodaron
contra mí mientras su mano se deslizaba hacia abajo para acariciar mi trasero, su
movimiento dirigiendo el mío de tal manera que sentí que mi cuerpo había
aprendido por fin lo que significaba moverse al ritmo de la música.
—Lo soy —respondí, pero mi voz era tan débil que no pudo oírme. Una
sonrisa burlona ensanchó sus labios cuando se inclinó para presionar el calor de
su boca contra mi oreja, enviando otra peligrosa onda de electricidad a través
de mi agitado corazón.
—No podía oírte —dijo, el ronroneo de su voz tan bajo que podía sentirlo
vibrar a lo largo de mis huesos.
—Sí, soy estudiante aquí —volví a decir, pero dudaba mucho que las
palabras fueran inteligibles. Me esforcé por respirar completamente mientras el
calor me invadía, la cabeza me pesaba de repente y mis ojos se cerraban
mientras la música que nos rodeaba se apoderaba de mí.
Sabiendo que había bebido demasiado, intenté volver a estar sobria para
no hacer el ridículo con este tipo, pero su fuerte cuerpo contra el mío se sentía
demasiado bien, el calor de su aliento deslizándose por mi cuello me impedía
pensar con claridad en lo que debía hacer.
Levantando las manos para fijar las palmas sobre su pecho, había tenido
la intención de apartarlo, pero en lugar de eso me encontré fundiéndome contra
él, la fuerza del acero puro bajo mis palmas me hizo entrar en otro frenesí de
necesidad que era peligroso en mi estado.
Mientras yo estaba descontrolada y perdida en el momento, Shane no
parecía darse cuenta, su profunda voz ronroneaba de nuevo sobre una pregunta.
—¿Puedo besarte, Luca? Llevo toda la noche mirándote y deseando
hacerlo.
Aunque mi mente gritaba que no, y mis pensamientos repasaban todas las
razones por las que besar a Shane era una mala idea, mi cabeza asintió a pesar
de todo.
Esto era una locura. Ni siquiera conocía a este tipo y, sin embargo, me
había atraído sin esfuerzo, el movimiento de su cuerpo mientras bailaba contra
mí me sedujo hasta que no pude hacer otra cosa que dejarlo hacer lo que le diera
la gana.
Se rio contra mi piel antes de deslizar su boca a lo largo de mi mejilla, sus
labios rozando los míos con el más leve roce antes de que sintiera que otro brazo
me envolvía desde el otro lado y un grito salió de mi garganta cuando fui
arrancada del abrazo de Shane, girada y lanzada sobre el hombro de otro
hombre.
Antes de que pudiera entender lo que estaba sucediendo, me sacaron de
la habitación, por el pasillo, a otra habitación oscura que estaba en silencio a
pesar de la multitud que había dentro de la casa, las patadas de mis pies y los
golpes de mis manos no hacían nada para frenar a mi agresor.
—Suéltame. ¿Qué carajo?
Volví a gritar cuando salí despedida de su hombro y los brazos salieron
disparados hacia los lados para amortiguar la caída. Gracias a que el colchón
contra el que me estrellé era blando y no el suelo, me levanté sobre los dos codos
dispuesta a lanzarme hacia delante para escapar de la habitación cuando una
mano me empujó hacia atrás y una voz grave rugió:
—Qué carajo es lo correcto.
—Suéltame.
—¿O qué?
Al quedarme quieta en el sitio, mis ojos se abrieron de par en par cuando
reconocí aquella voz enojada a pesar de que la cabeza me latía con fuerza por la
cantidad de licor que había consumido.
Tanner.
Al mismo tiempo sentí euforia porque Gabriel ahora me debía un favor y
miedo porque, joder… ni siquiera había pensado en la posibilidad de ser
arrastrada a otra habitación donde no hubiera nadie que pudiera interponerse
entre nosotros.
Me lancé de nuevo hacia delante, solo para que me empujara hacia atrás
por segunda vez, con el sonido de pasos pesados alejándose de mí antes de que
una luz brillante se encendiera por encima de mí, mis ojos entrecerrados contra
ella.
Me eché un brazo por encima de la cara, me senté y de repente me
arrepentí de haberme tomado las bebidas que me había dado Gabriel.
A Tanner no parecía importarle que estuviera prácticamente cegada, la
habitación ahora giraba a mi alrededor después de haber sido zarandeada como
una maldita muñeca de trapo.
—¿Quieres explicarme por qué intentas tirarte a todos los tipos que viven
en esta casa? ¿O debería echar tu culo ahora por ser una puta de mierda?
—¿Qué?
La pregunta de una sola palabra salió más como un grito de lo que
pretendía, pero mis ojos se habían ajustado lo suficiente como para poder
finalmente apartar el brazo y mirar fijamente al imbécil que estaba de pie al otro
lado de la habitación.
—No he intentado follar con nadie. ¿Y a ti qué te importa? Esa habitación
estaba llena de todo tipo de putas imaginables. Eran las que no tenían ropa, ¿o
no estabas prestando atención? No es que me avergüence de las putas, por
supuesto, porque no soy una maldita prejuiciosa como tú.
Esto era una mierda. ¿Quién demonios se creía que era para juzgarme por
pasar un buen rato con un miembro del sexo opuesto?
Cada vez que lo he visto, tenía una chica diferente en su regazo. Y si no lo
hacía, hacía todo lo posible por enojarme.
Intentando ponerme de pie para poder atravesar la habitación y echarle
en cara como una mujer debidamente enfurecida, intenté incorporarme hacia
arriba.
Dos cosas jugaron en mi contra: estaba demasiado borracha y el colchón
era demasiado blando. En lugar de una maniobra suave que hiciera parecer que
era una mujer a la que temer, parecía una tortuga atascada sobre su espalda,
rodando a izquierda y derecha para ganar terreno.
Tanner notó el esfuerzo y sonrió.
—Estás tan jodidamente perdida que ni siquiera puedes impulsarte hacia
arriba.
Me tenía allí, pero, aun así, no le dejaba saber que lo hacía.
—No lo estoy.
—Lo estás demasiado.
—Estoy…
De acuerdo, no. No estaba permitiendo que esta discusión se convirtiera
en una batalla entre niños pequeños.
Incluso borracha, me respetaba más que eso.
Tal y como estaba, Tanner había atacado tal y como yo esperaba que lo
hiciera. Y tan pronto como pudiera ponerme de pie, planeaba salir furiosa de la
habitación para poder ir a casa, dormir la borrachera y exigir mi favor a Gabriel
por la mañana. No tenía sentido perder el tiempo discutiendo con Tanner ahora.
Debí parecer más patética de lo que pensaba porque Tanner hizo un ruido
de disgusto antes de lanzarse hacia delante para agarrarme de la mano y
ponerme de pie frente a la cama.
Perdí el equilibrio y estuve a punto de caer de nuevo, pero él me rodeó
con un brazo y me mantuvo en su sitio. Habría agradecido la ayuda si su cara no
estuviera en la mía, el ceño fruncido de sus labios se diluyó cuando le devolví la
mirada (aunque desenfocada).
Es un poco difícil lograr una expresión letal cuando estás tan borracha que
un párpado está más caído que el otro. Realmente debería haber parado con dos
tragos.
—¿Por qué carajo sigues viniendo aquí?
Su voz profunda era un gruñido de advertencia, la rabia evidente en sus
ojos oscuros.
Empujando hasta los dedos de los pies, cerré la distancia entre nosotros
con los dientes apretados y un músculo saltando sobre mi ojo.
—¿Sabes lo que eres, Tanner Caine? —Clavándole en el pecho como si
fuera una amenaza válida, bajé la voz hasta convertirla en un gruñido tan
venenoso como el suyo—. Eres un imbécil y un matón. ¿Por qué te importa que
esté en tu casa? ¿Eh? ¿Por qué importa? Estaba pasando un buen rato. No estaba
haciendo nada que debiera molestarte. Sin embargo, aquí estamos peleando el
uno con el otro de nuevo porque parece que no puedes alejarte de mí, ¿y qué
dice eso de ti?
Volví a golpear mi dedo contra sus pectorales duros como una roca y su
mirada bajó para observarlo antes de volver a levantarla para fijarla en la mía.
—No soy yo la que se presenta en tu espacio intentando abrirme de
piernas para que cualquiera de tus amigos me tenga.
Se me cayó la mandíbula y se me erizó la piel de indignación por la
acusación.
—¿Ah, sí? Bueno, al menos puedo mantener mis manos para mí cada vez
que te acercas a mí. Sin embargo, parece que tienes un problema con dejarme
en paz.
Tanner sonrió. La expresión no era amistosa.
—Tú eres la que me toca ahora.
Tenía razón, mis palmas estaban pegadas a su pecho, pero solo porque
quería apartarlo.
Poniendo toda la fuerza posible en el esfuerzo, el cuerpo de Tanner no se
movió ni un centímetro mientras que yo solo conseguí desequilibrarme de
nuevo.
Habría vuelto a caer sobre el colchón si él no me hubiera rodeado con su
brazo para atraparme de nuevo, el contacto entre nosotros obligando a que el
calor recorriera mi columna vertebral.
Ignorándolo, dije:
—Me parece que, si alguno de nosotros está acechando al otro, eres tú. —
Inclinando la cabeza, pregunté—: ¿Y por qué, Tanner? ¿Estás enamorado de mí?
Porque si lo estás, puedo prometerte que la forma en que lo has demostrado es…
Apretó un dedo contra mis labios, deteniendo lo que tenía que decir. Con
una voz tan baja que era casi un susurro, preguntó:
—¿Sabes alguna vez cuándo callarte?
—No —hablé contra su dedo—, no lo hago. —Mis cejas se juntaron, la
rabia recorriendo mi espina dorsal que él pensó que tenía el derecho de
llevarme como lo hizo—. Especialmente cuando estoy tratando con imbéciles
arrogantes que…
Su dedo desapareció en el siguiente segundo, sustituido por sus labios.
Me gustaría poder decir que me aparté inmediatamente y le di una bofetada por
el beso, pero no fue así.
En cambio, me derretí contra él, mis labios traidores se separaron de la
misma manera que lo habían hecho cuando me besó junto a la hoguera, el mismo
calor se encendió dentro de mí, un maldito horno que hacía imposible hacer otra
cosa que no fuera seguir lo que él quería.
Esto no era como los besos corteses que Clayton me dio en las pocas citas
que tuvimos… o el casi beso que ese chico, Shane, había intentado en la pista de
baile.
Esto era posesión, lisa y llanamente, un estúpido macho alfa arrogante
como el infierno reclamando a una mujer incluso cuando ella no podía
soportarlo.
Su lengua se deslizó contra la mía reclamando el control de eso también,
su sabor llenando mi boca mientras su brazo me tiraba más fuerte contra él.
Cuando mis piernas prácticamente se rindieron y mis brazos se deslizaron por
su pecho hasta cubrir sus hombros, un gemido vergonzoso rodó por mis labios.
Rompió el beso cuando me derretí contra él, sus ojos se clavaron en los
míos con un mensaje tan claro como el día de que sabía que me había gustado
ese beso y que quería otro.
Pero no podía dejarlo pensar que había ganado, mi mente ebria seguía
luchando contra él incluso cuando mi cuerpo se había rendido.
—Sigo odiándote. —Exhalé, mis dedos se enroscaron en su espeso cabello
mientras mis ojos se suavizaban para mirarlo.
Tanner sonrió, una expresión con la que estaba demasiado familiarizada,
pero que no podía odiar en ese momento.
Apretando su frente contra la mía, su mirada buscó mi rostro mientras sus
labios se separaban en una advertencia susurrada.
—El sentimiento es mutuo.
—¿Entonces por qué me besas?
Había fuego detrás de sus ojos oscuros, el color verde musgo se
profundizaba hasta ser casi negro.
—Porque tú quieres que lo haga.
No pude respirar de repente, mi cuerpo se quedó completamente inmóvil
mientras sus ojos buscaban mi cara. Las comisuras de sus labios se levantaron en
una sonrisa de complicidad, mi negativa a desafiar lo que había dicho persistía
entre nosotros.
Con voz tranquila añadió:
—Y tenía que encontrar alguna forma de callarte.
Mis ojos se abrieron de par en par ante su respuesta. Le habría respondido
algo igual de grosero si su boca no hubiera reclamado la mía de nuevo antes de
que tuviera la oportunidad.
Q uise reírme cuando los dedos de Luca se hundieron más en mi
cabello, su pequeña lengua se deslizó contra la mía con un
movimiento frenético que era casi tan imprudente y descoordinado
como su forma de bailar.
Desde el momento en que llegó a la casa, la observé.
Salió del auto de Gabriel e inclinó la barbilla para mirar hacia las ventanas
del tercer piso. Sabía que no podía verme de pie en la sombra de mi habitación,
pero me preguntaba por qué su mirada me había buscado inmediatamente,
cómo, por instinto, sabía que la estaba mirando.
Éramos como dos fuerzas opuestas que además tenían la molesta
capacidad de atraerse. No quería querer a esta chica, pero era como gasolina
para mi fuego, su presencia llamaba mi atención sin importar a quién tuviera
sentada en mi regazo, mi cuerpo y mi mente eran tan conscientes de ella que no
podía evitar observarla.
Durante toda la noche había disfrutado viendo cómo miraba a hurtadillas
en mi dirección, cómo sus muros se derrumbaban con cada trago que le llevaba
Gabriel, cómo pasaban las horas hasta que supe que podía convencerla de hacer
alguna estupidez para que terminara en deuda conmigo.
Estuve a punto de levantarme por fin, de dejar a la zorra de mi regazo en
el proceso y de reclamar a una chica que me hacía reír cuanto más salvaje se
volvía, pero entonces Shane entró en la habitación y estuvo a punto de joderlo
todo.
No es que no tuviera nada que hacer en este juego, pero no debía besarla,
sus improvisadas tonterías me enojaron en cuanto sus labios se acercaron a su
cara.
No quería admitir que fueron los celos los que me llevaron a cruzar la
habitación para arrojarla sobre mi hombro como un maldito cavernícola, pero
antes de saber lo que estaba haciendo, la llevaba por el pasillo, la arrojaba sobre
mi cama y la miraba como si fuera un maldito demonio enviado con el propósito
expreso de joderme la vida.
Shane iba a tener varios moratones nuevos y posiblemente una nariz rota
para cuando volviera a ponerle las manos encima. Pero mientras tanto, aquí
estaba yo, besando a esta chica como si mi vida dependiera de ello sin tener la
más mínima idea de por qué.
Un golpe en mi puerta nos separó a los dos, su trasero desequilibrado
aterrizó en mi cama mientras yo giraba en el sitio para estrechar los ojos a quien
tuviera las pelotas de interrumpirnos.
—¿Qué?
La puerta se abrió de golpe y Gabriel entró, su atención se desvió entre
Luca y yo antes de que una sonrisa se dibujara en sus labios.
—Solo estoy comprobando que todo el mundo sigue vivo y bien.
Detrás de mí, Luca intentó ponerse en pie, pero gimió y se agarró la
cabeza, cayendo de nuevo para sentarse en un lado del colchón.
—Me paré demasiado rápido.
Gabriel se rio y se apoyó en el marco de la puerta.
—Con la cantidad de alcohol que has bebido me sorprende que aún seas
capaz de hablar y mucho menos de sentarte. Quizá deberías quedarte ahí e
intentar no hacerte daño.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Tienes un invitado especial que llegará en unos minutos, pero parece
que nuestra situación ha cambiado.
Gabriel dirigió una mirada mordaz a Luca.
—¿Cuánto tiempo? —Me froté la nuca sabiendo que tendría que ocuparme
yo mismo de este problema si quería que se hiciera bien.
—Cinco minutos.
Asintiendo, lancé una mirada en dirección a Luca, mis ojos se demoraron
un poco más de la cuenta mirando cómo su camisa se había deslizado hacia un
lado revelando su hombro desnudo.
¿Qué coño me pasa? Era un maldito hombro y ahí estaba yo mirándolo
como si se hubiera desnudado y me estuviera haciendo un baile erótico.
—Me encargaré de ello.
Exhalando, me encontré con la mirada de Gabriel una última vez antes de
que sonriera y saliera de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente tras
él.
Me volví hacia Luca, un suspiro irritado recorrió mis labios al ver que se
había tumbado de nuevo en la cama, con los ojos cerrados y los labios
entreabiertos.
Me acerqué a ella y traté de levantarla por los hombros para terminar lo
que había empezado, pero estaba inconsciente y su cabeza se tambaleaba hacia
atrás. En mi cama. Que no era donde yo planeaba que estuviera.
Me pasé una mano por el cabello y me paseé por delante de la cama,
jodidamente irritado porque esto no estaba saliendo bien.
No importaba. Todavía encontraría una manera de acorralarla de una
manera u otra.
Al girar para salir de la maldita habitación, tenía los dedos bloqueados
sobre el pomo de la puerta cuando me golpeó un destello de culpabilidad que
no debería haber estado allí. Luca no era mi problema, al menos no del modo en
que la culpa me decía que lo era.
Pero aun así no podía dejarla así.
Maldiciendo en voz baja, me giré hacia ella, le eché un brazo por encima
del hombro y arrastré su peso hacia la cama. Sacando las sábanas de debajo de
ella, la arropé como lo haría un novio dominado. Por qué razón, no tenía ni idea.
También me aseguré de hacerla rodar hacia un lado porque no quería que
se ahogara con su propio vómito si se ponía enferma después de beberse una
cervecería entera.
Satisfecho de que no iba a morir, la miré fijamente con toda la pizca de
odio que sentía por el problema en que se había convertido en mi vida. Un
problema que pronto se acabaría, gracias a Dios. Y una vez que lo hiciera, podría
quitarme a mi padre de encima y volver a mi vida previamente programada de
no importarme mucho nada.
Sonó un golpe en la puerta y se acabaron mis cinco minutos. A juzgar por
el contundente golpe, cierto alguien estaba enojado por saber dónde había
acabado su preciada novia.
¿Y no era eso interesante?
Nunca estuvo destinado a enamorarse, pero cuanto más pasaban las
semanas, más se metía en mi camino hasta que un pajarito le recordó que se
avecinaba un mundo de mierda si no cumplía su parte.
Pero da igual.
La línea de meta estaba a la vista y no estaba de humor para lidiar con el
imbécil más tiempo del necesario.
Tenía un trabajo que hacer y lo hizo. Sus servicios ya no eran necesarios.
Abrí la puerta y Clayton trató de empujarme, su expresión era una
máscara de rabia que no hizo más que hacerme reír.
Bastó una mirada de advertencia de mi parte para que se acordara
rápidamente de sí mismo y se pasara los dedos por el cabello mientras
retrocedía para dejarme espacio.
Sus ojos intentaron mirar a mi alrededor mientras salía de la habitación,
pero lo bloqueé con el hombro y cerré la puerta.
—No se suponía que estuvieras aquí esta noche.
Su mirada furiosa se encontró con la mía, la amenaza silenciosa era cómica
al comparar nuestros tamaños.
Clayton no era un tipo pequeño, pero tampoco era atlético. Mientras que
yo había desarrollado mi cuerpo jugando al fútbol en el instituto y lacrosse en la
universidad, este imbécil había estado demasiado ocupado haciendo el ridículo
con otros futuros políticos de América, jugando y gastando dinero mientras
viajaban por el mundo con el dinero de su padre.
Era el típico futuro político. El único problema era que también sería un
fracaso en eso. Su padre podría ser senador, pero dudaba mucho que eso
ayudara a Clayton al final. La manzana no solo había caído del árbol, sino que
había rebotado unos cientos de veces y se había precipitado por un acantilado
cercano.
—Me la llevo a casa.
La comisura de mis labios se curvó.
—No harás tal cosa. De hecho —dije, rascándome la mandíbula y con una
sonrisa más amplia—, romperás con Luca mañana por la mañana. Te puse con
ella para conseguir que se acercara a mí, pero ahora que está aquí, has
terminado. Un favor ha sido devuelto. Solo te quedan tres más.
Clayton tiene un mundo de problemas. La mayoría de las veces son
causados por él mismo, y para evitar que salgan a la luz y metan a su padre
senador en problemas, Clayton suele venir arrastrándose a pedirme ayuda.
Que saliera con Luca contaba para el primero de sus pagos. Romper con
ella sería el segundo. Lo que pediría por los otros dos, no tenía ni idea, pero sí
mucho tiempo para pensarlo.
Mis ojos se posaron en el movimiento de su mandíbula, me dolían los
dientes por lo fuerte que apretaba los suyos. Casi me reí.
—Parece que te tropezaste y caíste en algunos sentimientos por ella.
Sus ojos se entrecerraron en mí como si realmente pensara en hacer algo
en represalia. Pero entonces, su expresión perdió su brillo rojo, la lógica se filtró
para borrar cualquier idea que tuviera sobre desafiarme.
Lo tenía agarrado por las pelotas y él lo sabía.
—Bien. Iré a su dormitorio mañana y le explicaré que no podemos vernos
más.
Ladeando la cabeza, no estaba exactamente de acuerdo con esa idea.
—Un texto será suficiente. Con el menor número de frases posible. A las
mujeres les encanta descubrir que se les valora tan poco como para que les
rompan el corazón en cincuenta palabras o menos.
Clayton se llevó las manos a los costados y mi mirada se deslizó hacia el
movimiento.
—¿Qué piensas hacer con eso?
Sus dedos se relajaron y sonreí.
—Vete, Clayton, mientras aún me siento generoso. Has incumplido
nuestro trato al presentarte aquí esta noche. Sin embargo, todavía estoy
dispuesto a llamar a este favor hecho.
El hecho de saberse derrotado le pesó mucho, pero se dio la vuelta y se
marchó sin rechistar. Antes de que pudiera desaparecer por las escaleras, le
grité.
—Ah, y asegúrate de que el texto llegue bien temprano. No más tarde de
las ocho.
Echó una mirada por encima del hombro y asintió.
No había mucho que se pudiera hacer con Luca esta noche, pero me
ocuparía de ella por la mañana mientras fuera buena y tuviera el corazón roto.
Me dije a mí mismo que la necesitaba lejos de Clayton para que estuviera
sola, lo que la convertiría en una presa más fácil, pero había otro pensamiento
en mi cabeza, uno molesto que seguía susurrando, aunque sabía que no era
cierto.
Quería a Luca para mí.
El único problema era que nunca podría suceder. No con mi padre
respirando en mi cuello.
Iba a ver cómo estaba cuando la voz de Gabriel llamó mi atención.
Caminando hacia mí desde el otro extremo del pasillo, agarraba su
teléfono en la mano y tenía una expresión de lo más miserable.
—Tienes que ir a recoger a los gemelos.
Me pasé la lengua por los dientes y conté hasta tres para no golpear la
pared. Nuestros padres habían hecho algo para joderlos de nuevo y no se habían
molestado en ocuparse del problema y traerlos a casa. Jodidamente típico.
—¿Qué les han hecho esta vez?
Gabriel me lanzó una mirada y se negó a contestar.
—Iría yo mismo, pero estoy demasiado borracho para conducir. No sé qué
está pasando, pero su padre acaba de llamarme y me ha dicho que se han
convertido en un problema.
Los gemelos estaban actualmente de vuelta en nuestro antiguo barrio.
—Son cuatro horas de viaje de ida. Me llevará toda la noche.
—Es malo. —Fue todo lo que respondió, su voz tan tranquila como
siempre.
Gabriel no era de los que se exaltaban, al menos no exteriormente. Eso lo
hacía peligroso. Pero, además, él era un rey de la mentira. Es por eso que lo
llamamos Fraude. Él podría vender a un hombre que se ahoga un vaso de agua.
Y probablemente lo haría. El dinero hablaba con Gabriel como un amante
saciado.
Maldita sea.
Mi dedo estaba en su cara.
—Vigila a Luca. Se ha desmayado en mi cama.
—Me ocuparé de ella.
Asintiendo, exhalé y me giré para salir de la casa.
No sabía por qué todo se estaba desmoronando esta noche, pero estaba
decidido a encontrar la manera de recomponerlo todo.
S
i alguien consigue por casualidad la matrícula del autobús que me
atropelló anoche, se lo agradecería.
Mierda, me sentí como en el infierno.
En el instante en que mis ojos se abrieron y volví a la tierra de los vivos,
mi cráneo palpitó como si fuera a fracturarse.
Me llevó unos minutos parpadear para finalmente enfocar la habitación,
los latidos erráticos de mi corazón empeoraron el dolor cuando me di cuenta de
que no estaba en mi dormitorio.
Mi boca… puaj… no sabía cómo describir su sabor, pero era lo
suficientemente malo como para hacer que mi estómago se agitara en una
dolorosa amenaza, el sabor de la bilis cubriendo la parte posterior de mi lengua.
Moverme me costó esfuerzo y concentración, cada hueso y músculo
rechazaba el más mínimo cambio de postura mientras levantaba el cuerpo para
apoyarlo en la cabecera.
Pero nada de eso fue lo peor. Diablos, el estado físico en el que me
encontraba no era nada comparado con el pánico que me producía saber que no
solo había pasado la noche en una casa extraña, sino que lo había hecho en la
cama de Tanner.
Recordándome a mí misma que debía respirar, parpadeé de nuevo e hice
lo que toda chica estúpida debe hacer después de beber hasta caer en el olvido
y desmayarse entre tiburones:
Miré hacia abajo.
Y seguro que no llevaba más que un sujetador y unas bragas.
¿Qué carajo había hecho?
No puede ser tan malo, ¿verdad? No estaba dolorida como si hubiera
pasado algo sexual. Y teniendo en cuenta el tiempo que había pasado desde la
última vez que me acosté con alguien, me convencí de que sabría si había sido
tan tonta como para acostarme con el hombre que más odiaba en el mundo.
Entonces, ¿por qué estaba solo a medio vestir y dónde carajo estaba
Tanner?
Como si percibiera mi elevado estado emocional, sonó un golpe y la
puerta se abrió, los alegres ojos verdes de Gabriel se encontraron con los míos
con un humor que bailaba detrás del color.
—Buenos días, cariño.
Me acercó un vaso y levantó algo con la otra mano.
—Pensé que necesitarías esto después de casi intoxicarte con alcohol
anoche. Estoy seguro de que el sonido de mi voz ahora mismo es como un
martillo en tu cabeza.
Lo era, pero no le daría la satisfacción de admitirlo. Cerrando los ojos
contra el resplandor de las luces que él encendía, subí la sábana para cubrirme
el pecho.
—¿Qué pasó anoche?
El colchón se hundió a mi lado y Gabriel empujó el vaso contra los nudillos
de mi mano. Metiendo la sábana donde no se cayera, acepté el vaso y abrí la otra
mano para que dejara caer dos aspirinas en mi palma.
El agua fría era el paraíso contra mi garganta, calmando el ardor mientras
lavaba el sabor de las malas decisiones.
—Bueno, has bebido lo suficiente como para asistir a una reunión de
Alcohólicos Anónimos esta mañana y luego te has desmayado.
—¿Sola?
Parpadeó y sonrió.
—¿Alguna vez estamos realmente solos?
—Déjate de tonterías, Gabriel.
¡Ay! Mi mano voló a mi cabeza como si eso fuera a impedir que mi cerebro
estuviera cavando para salir corriendo.
Una suave risa masculina se filtró para mezclarse con el golpeteo de mi
pulso.
—Quizá quieras esperar a que la aspirina haga efecto antes de empezar a
gritarme por algo que recuerdo haberte advertido.
Imbécil. Me advirtió y eso fue lo peor de todo.
—¿Por qué estoy desnuda?
Tiró de la sábana. Agarré la sábana con más fuerza para mantenerla en su
sitio y le di una palmada en la mano.
—No puedes culparme por intentarlo. Soy un chico sano después de todo.
Y por lo que puedo ver, tú no lo eres.
Exhalando, me atreví a abrir los ojos de nuevo y me quedé mirando
fijamente hacia él.
—¿Dónde está el resto de mi ropa?
Sus ojos se dirigieron al suelo y volvieron a subir.
—Hay un montón junto a la cama que supongo que es tuyo.
Y ahora la última pregunta, la que no quería hacer y de la que no estaba
segura de querer la respuesta.
—¿Tuve sexo con Tanner?
Sus hombros se agitaron con una carcajada, su cabeza se sacudió un poco
antes de acomodarse sobre los codos y sonreírme.
—No, a menos que sea un eyaculador precoz. Y a juzgar por los rumores
que he oído por el campus, no lo es.
La frustración me inundó.
—¿Qué significa eso?
—Significa que se sabe que tiene sexo durante más de cinco minutos.
Mi voz salió en un gruñido.
—Gabriel…
Los hoyuelos marcaron sus mejillas y ladeó la cabeza.
—Estoy bromeando contigo. Eres linda cuando tienes resaca. Y no. No lo
hiciste. Tanner se fue a los pocos minutos de traerte aquí. No ha vuelto desde
entonces. Si te hubiera dejado con Shane, probablemente habría sido una
historia diferente. Ese tipo marcha al ritmo de su propio tambor sin importar lo
que piense Tanner. Pero alguien —me dirigió una mirada mordaz—, necesitaba
una niñera anoche, después de haberse emborrachado. Deberías dar las gracias
a Tanner por cuidar de ti.
Entonces, ¿por qué estaba solo en sujetador y bragas? No era ilógico
pensar que me había despertado en algún momento y me había quitado la ropa.
Me había despertado sudada por el alcohol, el hedor me llegaba incluso en ese
momento. Juré que el vodka rezumaba por mis poros con lo mucho que había
bebido. Y, de nuevo, no me sentí dolorida allí.
El alivio debilitó mis hombros. Al menos hasta que me di cuenta de que
tenía una razón para dar las gracias a Tanner. Negándome a pensar en ello, me
centré en lo único positivo que tenía a mi favor.
—Me debes un favor gratis.
Esperaba que discutiera, pero en lugar de eso, se encogió de hombros
con indiferencia, como si debérmelo no le importara.
—Sé cuándo estoy vencido. Sin embargo, la próxima vez que llegue a un
acuerdo contigo, me aseguraré de cerrar cualquier resquicio. Eres un tiburón.
—Sonrió y guiñó un ojo—. Me gustan los tiburones, así que no te preocupes.
Significa que eres una jugadora sucia como yo. ¿Cuál es el favor?
Mis mejillas se sonrojaron ante el cumplido.
—Obligar a Tanner a ayudarme con mi proyecto de agravio.
Gabriel tenía unos bonitos labios. Tenían una buena forma y un color rosa
tenue. No eran femeninos, pero tampoco duros. Eran expresivos y tentadores,
pero no tenían la misma crueldad que los de Tanner. Me sonrió y negó, la
inclinación de esos bonitos labios me arrancó una sonrisa.
—No es que pueda obligar a Tanner a hacer nada, pero en realidad me
debe un favor, así que estás de suerte.
Poniéndose en pie, me miró fijamente.
—Considéralo hecho.
Lo vi pasear por la habitación, su paso casual se detuvo al llegar a la
puerta.
—Hazte un favor, Luca, y dúchate y lávate los dientes antes de salir. Tu olor
es ofensivo. Tenemos cepillos de dientes de repuesto bajo el lavabo.
Me sorprendió que yo fuera capaz de reír sin dolor. La aspirina debió
haber hecho finalmente efecto.
Gabriel me dejó con un guiño y la puerta se cerró con un silencioso clic.
Mi cabeza cayó contra el cabecero y pensé que, tal vez, todo esto no había
sido en vano. Tenía mi favor. Mi nota media se salvaría. Y no había hecho nada
de lo que me pudiera arrepentir, excepto quizás quedar como una idiota por
haberme emborrachado.
Pero eso estaba bien. Valía la pena la marca contra mi reputación de niña
buena si eso significaba que Tanner sería un buen chico y se comportaría.
Odié que mi siguiente pensamiento fuera dónde había ido Tanner a pasar
la noche. ¿Era yo tan mala que no soportaba estar cerca de mí? O tal vez era que
estaba borracha. Tal vez había un hilo conductor decente en toda su maldad que
insistía en que acostarse conmigo habría sido aprovecharse.
O tal vez solo no quería dormir conmigo. Lo cual me parecía bien…
excepto que no lo era.
Solo podía pensar en la forma en que me besaba. No se limitaba a besar,
sino que poseía, reclamaba, dominaba hasta que no podías pensar más allá de
cómo se sentían sus labios y el duro cuerpo presionado contra ti.
Dios, fui una estúpida por pensar eso.
Era un imbécil. Una persona realmente horrible, y no quería tener nada
que ver con él. Además, técnicamente estaba saliendo con alguien, así que
estaba eso.
Lamentablemente, la idea de Clayton no hizo que mi corazón latiera tan
fuerte.
Mi teléfono zumbó suavemente desde mis vaqueros en el suelo. Mirando
a lo lejos, lo último que confié en hacer fue agacharme para recogerlo, pero
podía ser Everly buscándome… o mi padre.
Estirándome hacia abajo, conseguí meter la punta de un dedo bajo la
trabilla de mis vaqueros y tirar de ellos hacia arriba. Cuando me enderecé, mi
cabeza me recordó con un solo golpe fuerte que aún no me había recuperado
del todo. Sentí como si me hubieran quitado las venas y mi sangre se agitara sin
restricciones.
Prometiéndome a mí misma que no volvería a beber, pulsé el botón de mi
teléfono y me quedé mirando el mensaje.
Clayton: Esto no está funcionando. No creo que debamos seguir
viéndonos.
Fue extraño ese momento. Debería haberme molestado, debería haberme
importado que un chico con el que había estado saliendo me dejara tan
bruscamente por un mensaje de texto. Pero no podía importarme.
Nada de eso importaba. Había conseguido lo que quería anoche y tenía
que ser suficiente.
Aunque tuve que pensar que el momento era extraño.
Me obligué a ponerme en pie, me puse la ropa y salí descalza al pasillo.
Después de buscar un poco, encontré un armario con toallas limpias y el baño al
final del pasillo.
Después de ducharme y lavarme los dientes, me sentí como nueva, mi
estómago todavía se revolvía un poco por estar vacío, pero no era nada que una
comida grasosa no pudiera arreglar.
Por desgracia, no tenía forma de llegar a casa, así que bajé las escaleras
en busca de Gabriel solo para estar de pie cerca de la puerta principal cuando
se abrió de golpe.
Al oír el estruendo, me quedé mirando con los ojos muy abiertos mientras
Tanner arrastraba a uno de los gemelos.
Por su estado, no podía decir cuál era, no es que fueran fáciles de
distinguir cuando sus caras no estaban reventadas e hinchadas.
—Dios mío, ¿qué ha pasado?
Tanner equilibró a quien fuera contra la pared, o al menos lo intentó. El
gemelo se deslizó hasta el suelo, con un gemido subiendo por su garganta
mientras su cabeza giraba sobre sus hombros.
—¿Está bien?
Los ojos color verde musgo se encontraron con los míos, con pura maldad
detrás de ellos. Todo el humor cruel que se solía ver en Tanner había
desaparecido, sustituido por una ira tan intensa que di un paso atrás como si
hubiera sido yo quien hubiera herido a su amigo.
Señalando con un dedo al gemelo, gritó:
—Vigílalo mientras traigo al otro.
Habría discutido su dura exigencia si no hubiera sido por el estado de
Damon… o de Ezra. No estaba segura de cuál de los dos.
—De acuerdo.
Sin decir nada más, Tanner volvió a salir y yo me arrodillé junto a…
quienquiera que fuera… mi mano se extendió como para tocarlo, pero estaba tan
golpeado que me dio miedo.
—¿Puedo ofrecerte algo? Agua o…
Los ojos de ámbar apenas se abrieron para inmovilizarme y un gruñido
salió de su garganta como una buena advertencia para que me alejara. Yo estaba
más que feliz de complacerlo.
Cuando Tanner arrastró al segundo gemelo, vi que estaba tan golpeado
como el primero.
—¿Qué les pasó?
Tanner ignoró mi pregunta y vociferó otra demanda en su lugar.
—Tienes que ayudarme a subirlos.
Habría ayudado, pero los gemelos eran el doble de mi tamaño.
—No creo que pueda llevarlos. Pero veré si puedo encontrar a Gabriel.
Maldiciendo en voz baja, Tanner se movió para arrastrar el cuerpo del
gemelo hacia arriba para poder sujetarlo mejor.
—Vigila a Ezra mientras lo hago yo.
Ezra… por fin supe cuál era cuál.
Tardó diez minutos en subir a Damon y volver por Ezra, y yo lo seguí en el
segundo viaje para ver si había algo que pudiera hacer que no implicara sostener
a un hombre que debía pesar más de doscientos kilos.
Los pies de Ezra apenas pudieron subir los escalones, pero finalmente lo
llevamos a su habitación y a la cama.
En silencio, nos dirigimos al vestíbulo, ninguno de los dos tenía mucho que
decir al otro, aunque Tanner no parecía tener ganas de hablar.
Pasamos por su habitación y entré a tomar mis zapatos.
La puerta se cerró haciéndome girar hacia atrás.
Tanner se apoyó en ella, con el cansancio evidente en su postura y la rabia
apenas contenida en su expresión. Incluso mirándome como si hubiera hecho
daño a sus amigos, estaba guapísimo. No me cabía duda de que Tanner había
sido fundido con el más puro de los metales raros y luego forjado en las llamas
del infierno.
Tenía el cabello revuelto alrededor de la cabeza, como si hubiera pasado
las manos por él toda la noche. Y sus ojos… no podía respirar cuando los miraba.
Tenían el poder de atraparte, de enjaularte tras unos barrotes impenetrables. Su
piel parecía hueca bajo las afiladas hojas de sus pómulos y su mandíbula se
movía de una manera que atraía mi mirada.
Nada podía ocultar su cuerpo bajo la ropa, sus hombros demasiado
anchos, su cintura que descendía hacia unas caderas delgadas que
desembocaban en unos muslos musculosos. Vestido con una camiseta negra y
unos vaqueros oscuros, era una mancha contra la puerta blanca, una sombra que
absorbía la luz.
—Debería irme —dije con los zapatos en la mano, mi voz un susurro
escueto como si algo más fuerte pudiera agitar una bandera desafiante.
Al levantarme para salir, fui muy consciente de cómo me observaba, con
su cuerpo inmóvil. Estaba tan cerca de él que podía sentir su aliento en mi
cabello, el aleteo de las hebras cerca de mi cara haciéndome cosquillas en la
piel.
Estaba sufriendo. Yo también lo sentía y era una intrusión para mí saberlo.
Tanner no era de los que revelan su debilidad.
—¿Qué pasó con los gemelos?
Nuestros ojos se encontraron.
—Tienen un problema de agresividad.
Me habría sorprendido que hubiera admitido tanto si no se supiera ya que
a los gemelos les gustaba pelear.
—Lo siento.
—¿Por qué?
Sacudiendo la cabeza, no tenía una respuesta. Me pareció que era lo que
había que decir, una tonta perogrullada que no ayudaba a resolver el problema.
¿Por qué lo había dicho?
La única respuesta que se me ocurrió fue que, al menos en ese momento,
había una vena de humanidad que podía ver en él. Un punto blando que dudaba
que mucha gente supiera que existía. Tanner se preocupaba por sus amigos y,
en ese momento, pude ver claramente que su dolor era también el suyo.
El silencio entre nosotros era pesado. Pero entonces Tanner se pasó una
mano por la cara y volvió a fijar sus ojos en los míos.
—Cada vez que me doy la vuelta, estás aquí —comentó, sin reconocer que
le acababa de decir que me iba—. Me enoja.
Y entonces el punto blando desapareció. Sacudí la cabeza como si lo
hubiera imaginado.
No me sorprendió su contundente afirmación, así era él aparentemente,
pero me sentí clavada en el sitio e incapaz de responder. No importó mi quietud,
él acortó la distancia entre nosotros porque sus pies no estaban pegados en el
lugar como los míos.
Se detuvo a pocos centímetros de mí, sin llegar a tocarme físicamente,
pero lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir su calor.
—No te soporto.
Esto se estaba volviendo ridículo.
—Tú tampoco eres mi persona favorita.
Sus labios se movieron.
—Entonces, ¿por qué carajo te deseo tanto?
Muy buena pregunta. Llevaba semanas preguntándome lo mismo.
Me palmeó las mejillas y tiró del último centímetro que quedaba entre
nosotros, su boca reclamó la mía en una tormenta de labios crueles, lengua
exigente y dientes castigadores.
No había nada dulce ni ordinario en la forma en que Tanner me besaba.
Se sentía más como si estuviera peleando conmigo que amándome, odiándome
que dándome una maldición por lo que pensaba o sentía.
Pero aun así se lo permití porque prácticamente me estaba derritiendo en
ese momento, como si me soltara y me cayera al suelo convertida en un charco
de sumisión femenina y hormonas desbocadas.
Esto fue una estupidez. Puramente idiota, pero me dejé llevar, lo permití,
no podría apartarme de ello ni, aunque lo intentara.
Despertó todo lo que había ignorado dentro de mí y le devolví el beso
mientras mis dedos soltaban los zapatos que sostenían, mientras mis manos se
movían para recorrer el duro bulto de sus brazos.
Joder, su lengua era gruesa y húmeda y cálida y sus manos me mantenían
en su sitio mientras me besaba, lamía y mordía, saboreándome como él quería
mientras yo luchaba por acordarme de respirar.
No podía soportar a este hijo de puta, pero no podía apartarlo, no después
de que su cuerpo se apretara al mío y el calor fuera tan insoportablemente bueno
que gemí y dejé caer la cabeza hacia atrás cuando sus manos bajaron finalmente
por mi cuerpo, su boca arrastrándose por mi garganta donde mi pulso golpeaba
contra sus labios.
Segundos después, ambos estábamos rasgando nuestras ropas como si
nos hubieran ofendido por atrevernos a separarnos. Mis manos abrieron a tientas
el botón de sus vaqueros justo antes de que él arrastrara mis brazos hacia arriba
mientras me quitaba la camisa.
Todavía estaba a medio vestir cuando me levantó y me tiró en su cama.
Tanner se quitó los vaqueros de los tobillos, se echó la mano a la espalda
para quitarse la camiseta, con todo el cuerpo al descubierto para mí, excepto una
parte que seguía metida detrás de los calzoncillos.
Mierda…
Era injusto lo hermoso que era. Los dioses debían de haberlo tallado en
piedra con la intención de fastidiar a las mujeres, porque si no, ¿por qué un
imbécil tan arrogante iba a estar envuelto en un paquete tan perfecto como ese?
Sonrió cuando me atrapó mirando.
—Esto no cambia nada entre nosotros. Solo para que lo sepas.
—No me gustaría que lo hiciera —dije con voz ronca.
Sonrió.
—Me alegro de que estemos de acuerdo en una cosa. —Sus labios se
torcieron—. ¿Hacemos una tregua por ahora?
—Sí.
Apenas dije la respuesta, mi cuerpo fue sacudido hacia abajo mientras él
me quitaba los vaqueros. Su mirada me recorrió quemando cada centímetro de
piel. No me estaba tocando, pero podía sentirlo en todas partes, y amaba y
odiaba a la vez lo que sentía.
Si solo la forma en que me miraba podía causar eso, entonces ¿cómo se
sentirían sus manos? ¿Su boca? ¿Su lengua?
Mis ojos se desviaron hacia el sur para ver que estaba completamente
erecto bajo sus calzoncillos, el grueso contorno atrapando mi respiración en los
pulmones. En todo caso, eso respondía a una pregunta:
No había forma de que eso estuviera dentro de mí sin que lo sintiera
todavía por la mañana.
No habíamos dormido juntos, al menos la noche anterior. No se podía
decir lo mismo de lo que estaba pasando ahora. Esta decisión extremadamente
mala que estaba tomando se sentía bien.
Tanner se arrastró sobre mí, un estudio de la perfección, sus brazos
superiores se flexionaron y se amontonaron donde mantuvo su pecho fuera del
mío y arrastró una mirada pausada por mi cuerpo.
Estaba ardiendo en cada lugar donde nuestra piel se encontraba, mis
labios se separaban para tomar aire, pero entonces su boca estaba en la mía de
nuevo, tomando, explorando, y yo mantenía los ojos abiertos para ver cómo
perdía el control.
Fue fascinante.
Era fascinante.
Pero también peligroso y, aunque lo sabía, no estaba haciendo lo más
inteligente al decir que no.
Sus labios presionaron con suaves besos mi garganta, bajando hasta que
provocó mis pechos por encima de las copas de mi sujetador.
Arrastrando la copa hacia abajo con su pulgar, me lamió el pezón y sopló
hasta que se puso duro, mi espalda se arqueó, pidiendo más. Y entonces sus
dientes mordieron, su lengua se arremolinó sobre el escozor de los mismos. Mis
dedos se aferraron a su cabello y fue tan suave como sabía que sería.
Su voz era áspera contra mi cuerpo.
—Espero que no pienses que esto significa que voy a jugar bien a partir
de ahora.
Tanner seguía bajando por mí, con su lengua rozando mi ombligo mientras
yo me retorcía y gemía por lo lento que iba.
Sus dedos se deslizaron por mi cadera, entre mis piernas. Estaba
empapada para él, la vergüenza me calentaba las mejillas porque era imposible
que se perdiera lo mucho que mi cuerpo lo deseaba.
En una provocación, apartó mis bragas y arrastró la punta de un dedo por
mi hendidura.
—Esto es interesante —bromeó—. Deberías haberme dicho antes lo
mucho que me deseabas, Luna, lo habría hecho con gusto…
—Es Luca y lo sabes, idiota. —Tanner se rio y siguió jugando conmigo.
Puse los ojos en blanco, pero no pude evitar el escalofrío que me recorrió—. ¿Y
agradable? ¡Ja! ¿Tú? No estoy segura de que la palabra pueda usarse en la misma
frase que tu nombre. Hay alguna ley que lo prohíbe.
Se rio, con un sonido profundo.
—En los cincuenta estados, de hecho.
Pero era agradable, tan condenadamente agradable que cuando me bajó
las bragas por las piernas y me miró, casi me corrí al ver esos ojos oscuros y
calientes que me observaban.
Las manos empujando mis piernas, su boca cubrió mi coño, su aliento un
baño de calor, su lengua…
Mis ojos se pusieron en blanco y mis dedos se aferraron a su cabello.
—Esto es agradable —chillé.
Y entonces habló contra mí.
—¿Alguna vez te callas?
Pero entonces su lengua empujó dentro de mí y me callé entonces, mi
capacidad de hablar robada mientras él lamía mi excitación y hacía círculos con
su lengua sobre mi clítoris.
Mi cuerpo zumbaba con la necesidad de una liberación rápida porque
había pasado demasiado tiempo desde que tuve una. No pude contenerme, mis
piernas se bloquearon a los lados de su cabeza mientras me invadía un orgasmo
que me golpeó como un camión a toda velocidad.
—Estoy… Oh, Dios…
No es que pudiera abrir los ojos para ver, pero de alguna manera sabía
que estaba mirando mi cuerpo para ver cómo me corría y eso hizo que el
orgasmo fuera más fuerte.
Estaba temblando cuando terminó, la sangre corriendo en mi cabeza era
fuerte, pero no lo suficiente como para bloquear la forma en que se rio, el sonido
arrogante y lleno de satisfacción masculina. Podía hacerme ver estrellas y lo
sabía.
Arrastrándose, se quitó los calzoncillos, se inclinó para agarrar un condón
del cajón de su mesita auxiliar y se lo estaba poniendo cuando habló en voz baja.
—No soy Dios, así que la próxima vez que te vengas, quiero oír mi nombre
en tus labios.
Una sonrisa estiró mi boca.
—¿Y si me niego?
Su boca chocó con la mía mientras arrastraba mi pierna hacia arriba para
fijarla sobre su cadera.
—Entonces seguiré hasta que me ruegues que pare.
Alineó su polla con mi entrada y condujo dentro con un empuje posesivo,
sin vacilar, sin preocuparse de que fuera demasiado grande. Tanner se limitó a
tomar sin preocupación de que hacía años que no me abría tan brutalmente.
Podía sentirlo en todas partes, su cuerpo duro, su polla más dura, y cuando
se movía, era hipnótico, su boca me robaba la capacidad de respirar mientras
sus empujones se volvían más potentes, una buena follada dura porque esto no
era dulce, eran dos personas que no querían quererse. Como si nos estuviéramos
desahogando, como si pudiéramos satisfacer algún deseo muy arraigado y luego
olvidar que nos conocíamos.
No pasó mucho tiempo antes de que llegara otro orgasmo, mi cuerpo se
aferró al suyo mientras me empujaba por un precipicio que debería haber sido
ilegal, mis brazos se cerraron sobre sus hombros mientras su nombre se
arrastraba por mis labios. Sabía que disfrutaba con ello, pero estaba demasiado
ocupado persiguiendo su propia liberación, con sus caderas empujándome más
profundamente mientras se corría.
Y mientras bajaba, con la piel resbaladiza por el sudor, con su cuerpo
derrumbándose sobre el mío, recordé lo estúpida que fui por dejar que esto
sucediera.
Tanner volvería a odiarme cuando se enterara de cómo lo forcé en el
proyecto, y estaríamos en guerra como antes de que esto ocurriera.
Pero había ganado y eso era lo único que importaba.
Ese pensamiento se sintió como una victoria y me hizo sonreír.
Debería haber recordado que el orgullo siempre va por delante de la
caída.
G
abriel cumplió su parte del trato. Dos días después de haberme
acostado con Tanner y de haberme retirado rápidamente antes de
que se enterara de lo que había hecho, recibí un mensaje no muy
cortés de él diciéndome que, aunque me ayudaría con mi proyecto debido a la
forma en que jugué con su amigo, no lo haría alegremente.
Había sonreído mientras lo leía, y la sonrisa de satisfacción seguía en mis
labios cuando aquella noche entré en la biblioteca y encontré a Tanner
esperando en una mesa, con su oscura mirada rastreándome por la sala con toda
la intención de vengarse.
Por desgracia para él, no tenía ningún interés en darle la oportunidad.
Había descartado tener algo que ver con los chicos de Inferno nunca más.
Mientras mantuviera la distancia, Tanner no tendría la oportunidad de
vengarse de mí. Era una situación en la que todos ganaban. Había conseguido
todo lo que quería y él estaba obligado a ayudarme porque, sorprendentemente,
honraban los favores.
Sin embargo, eso decía algo sobre ellos. Aunque fueran unos imbéciles
insufribles que jugaban con la gente como peones en un tablero de ajedrez,
aceptaban cuando les ganaban y mantenían las condiciones que los acorralaban.
Decir que estaba caminando mucho más alto era un eufemismo.
Prácticamente estaba flotando porque la pequeña Luca Bailey realmente logró
superar a Tanner Caine. No mucha gente, si es que hay alguna, podría decir lo
mismo.
Durante una semana completa, Tanner se reunió conmigo en la biblioteca
cada noche y aprendí algo sobre él que me impresionó.
Conocía el derecho como la palma de su mano, tan bien que no necesitaba
abrir los libros para saber de qué estaba hablando. Era una enciclopedia
andante de información y me di cuenta de que, cuando aprobara el examen del
colegio de abogados y se convirtiera en abogado, sería un infierno para vencer
en un tribunal.
Tanner ya era despiadado, pero también inteligente, y esa era una mala
combinación para quien decidiera cruzarse con él.
No solo eso, cada noche que nos encontrábamos, se comportaba de forma
humana conmigo… como una especie de amigo. Bajó mi guardia contra él, lo que
me molestó. Me asustaba. No quería que me gustara.
Y odiaba absolutamente estar sentada frente a él recordando lo que había
sido tener sexo.
Estaba empezando a sentir cosas por Tanner que sabía que eran
peligrosas.
Por esa razón, volví a estar con Clayton. Sabía que no era una buena idea
y, en cierto modo, lo estaba utilizando como amortiguador. Las cosas habían sido
incómodas para nosotros los primeros días, pero él me alcanzó después de clase
y se disculpó por el texto. Admitió que había sido una tontería y que estaba
celoso de que hubiera ido a la fiesta sin él. Me rogó que le diera otra oportunidad.
Él era inofensivo. Y tenía miedo de que, sin él, volviera a caer en la cama
de Tanner. Así que había accedido a ser exclusiva, aunque sus besos eran una
pálida comparación con un hombre que dominaba mis pensamientos cada vez
que estaba cerca, sus ojos oscuros siempre observándome como si estuvieran
tramando mi desafortunada desaparición.
Pero, aun así, caminaba en el aire sin darme cuenta del problema de estar
tan alto: la caída solo sería mucho más dura.
El viernes de esa semana, el aire fue arrancado de debajo de mí, el
universo conspirando para destruirme y, en lugar de ser un golpe de un solo
lado, fue también un gancho de derecha que me hizo perder el equilibrio por
completo.
Comenzó cuando volví a mi dormitorio de la clase. Tenía que reunirme con
Tanner dentro de una hora y quería volver corriendo a refrescarme, pero cuando
entré en mi habitación, me quedé parada en la puerta para ver que el armario de
Everly estaba vacío, con las perchas de la ropa desparramadas como si las
hubiera arrancado a toda prisa. Los cajones de su escritorio también estaban
abiertos y vacíos, solo quedaban algunos trozos de papel basura y lápices
masticados.
Al girarme, encontré una nota en mi escritorio, un mensaje garabateado a
toda prisa en el que se decía que tenía que marcharse sin dar explicaciones. Casi
tan pronto como terminé de leer, alguien golpeó un puño contra la puerta y la
abrió de un empujón.
Los hombros de Jase llenaron la puerta, sus fosas nasales se encendieron
como una bestia salvaje.
—¿Dónde coño está?
Con un gruñido bajo, recorrió con la mirada su armario y el lado de la
habitación, llegando a la misma conclusión que yo cuando vi el espacio vacío.
Levanté la nota.
—¿Eres la razón por la que se fue?
Se pasó una mano por el cabello, evidentemente enojado, sus ojos se
arrastraron hacia mí mientras sus manos se retorcían.
Jase no dijo una palabra en explicación. Simplemente salió furioso tan
rápido como había entrado y yo me quedé parada en el lugar, confundida y
enojada porque sabía que él tenía algo que ver con la huida de Everly.
Ese fue el primer golpe.
Pensando que Tanner podría saber lo que estaba pasando, me reuní con
él en la biblioteca como estaba previsto.
Me esperó fuera de las puertas principales, su mirada oscura atrapando la
mía, su expresión ilegible. Pasando su teléfono por la mano, abrió la puerta y me
la sostuvo, con su energía apagada mientras yo pasaba por delante de él.
—Muévete.
Nos acercamos a su mesa favorita cuando Tanner vociferó una orden, los
estudiantes sentados allí hicieron lo que se les ordenó, sus libros se cerraron de
golpe, los papeles se revolvieron mientras se apresuraban a cumplir.
Sacudí la cabeza y me senté.
—Eres un idiota.
Dejó caer su peso en el asiento de enfrente y mantuvo esos ojos oscuros
clavados en mi cara mientras hacía girar lentamente su teléfono sobre la mesa
con los dedos.
Poniendo los ojos en blanco, lo miré.
—¿Qué está pasando con Jase y Everly?
Aunque había fuego tras su mirada, su voz era tan tranquila como siempre.
—¿Cómo carajo voy a saberlo? ¿Me parezco a su diario?
Sin dejarme afectar por su malhumor, le devolví la mirada.
—Ella dejó la escuela. Él irrumpió en mi dormitorio buscándola…
—¿Cuándo pensabas decirme que habías vuelto con Clayton?
Sorprendida por la pregunta, me estremecí. La mandíbula de Tanner se
movió repetidamente, como si la respuesta importara.
—Eso no es asunto tuyo.
Sonrió, la lenta elevación de sus labios me aterrorizó mientras su teléfono
seguía girando sobre la superficie de la mesa. Era una rotación lenta, un
silencioso roce del plástico contra la madera.
—No, supongo que no. Aparentemente te gusta moverte.
Mis ojos rodaron.
—¿Qué se supone que significa eso? ¿Por qué te importa?
Quiero decir, sí, nos habíamos acostado, pero Tanner era un prostituto. Se
acostaba con muchas mujeres. Sin embargo, por alguna extraña razón parecía
que le importaba, como si quisiera… ¿qué? ¿Algo más? La idea era ridícula.
—No me importa —respondió, y me sentí reivindicada por saber que así
sería—. Pero no me gusta que me mientan, aunque sea por omisión.
—De qué estás hablando…
Antes de que pudiera terminar la pregunta, Tanner salió disparado de su
silla para cernirse sobre mí, su dedo atrapando mi barbilla e inclinando mi cara
hacia la suya, sus labios tan condenadamente cerca que tuve que tragarme mi
reacción.
Mi maldita lengua se arrastró por mi labio inferior, sus ojos se desviaron
hacia el movimiento, una sonrisa pausada se ensanchó en su rostro hasta que
esos ojos se arrastraron hasta fijar los míos en su sitio.
—Al parecer, has sido una chica mala —se burló—. No solo engañaste a
mi amigo y usaste mi bondad contra mí para forzar mi mano, sino que nos
mentiste a todos. Uno puedo perdonarlo, lo otro… —Ladeó la cabeza hacia un
lado—. Y yo que pensaba mejor de ti.
Tocó un código en su teléfono y me lo puso en el regazo antes de
acomodarse en su asiento, con sus ojos oscuros fijos en mi cara, esperando a que
cediera a mi curiosidad y mirara.
Me costó un esfuerzo apartar la mirada de él. Estaba en modo depredador,
como si tuviera algo contra mí. ¿Qué podría tener?
Mi mirada se dirigió a su teléfono y mi corazón se detuvo. Literalmente. Un
doloroso golpe mientras entraba en acción de nuevo con un ritmo tan rápido que
casi me desmayo.
—¿Qué demonios es esto?
La pregunta se me escapó de los labios, mientras mi pulgar pasaba de una
foto a otra, cinco en total, cada una de las cuales empeoraba progresivamente.
—Hay más que eso, por lo que he oído, y estoy interesado en ver qué tan
mala eras mientras estabas metida en mi cama.
Mi cabeza temblaba, mis pensamientos se descontrolaban mientras
luchaba por recordar algo.
—¿Quién tomó esto?
No estaba dormida en las tomas. Tenía los ojos abiertos como si hubiera
participado voluntariamente en que alguien me fotografiara despojándome de la
ropa.
Con cada toma, más piel quedaba expuesta, mis labios se estiraban en una
sonrisa o una carcajada, mis ojos se arrugaban en las esquinas donde miraban a
la cámara.
Dejando caer el teléfono, dirigí mis ojos hacia los suyos.
—¿Quién las ha tomado? ¿Cuántas más hay? —grité, la gente me hizo
callar en respuesta a mi fuerte voz en una biblioteca.
La única pregunta que no quería hacer era ¿cuánta ropa más perdí antes
de que el obturador dejara de disparar?
Tanner sonrió, con una voz tan inquietantemente tranquila que quise
estrangularlo por ello.
—Eso lo tengo que saber yo. Y aunque me encargaré del bastardo porque
no me gustan los hombres que se aprovechan de las mujeres borrachas, la
cuestión es cuándo me encargaré de él. ¿Será antes o después de que difunda
esas fotos por todo el campus?
Levantó una mano para examinarse las uñas, sin importarle mucho que yo
viera rojo.
—Supongo que Luca Bailey no es el ángel que dice ser, después de todo.
Me lancé desde mi asiento para agarrar su camisa, con los dientes
apretados mientras preguntaba:
—¿Qué tan mal se ponen?
Por las fotos en su teléfono que le habían enviado, yo había estado en
sujetador y bragas todavía. Pero él afirmó que había más y…
La bilis me subió a la garganta cuando Tanner agarró sus dedos sobre mi
muñeca para arrancar mi mano de su camisa.
Los ojos oscuros que se acercaban a los míos, eran una isla de calma en la
tormenta de mi ira.
—Toma asiento, Luca. No es mi culpa que te hayas metido en una situación
de mierda.
Excepto que fue su culpa. Tenía que serlo. Solo que él no estaba allí esa
noche, pero eso no significaba nada.
—Tú has hecho esto —acusé mientras volvía a sentarme.
—No tuve nada que ver con eso.
Alisando las arrugas de su camiseta, levantó sus ojos hacia los míos.
—Estaba ocupado recogiendo a dos amigos idiotas, como debes recordar.
Aparentemente, mientras el gato estaba fuera…
Su voz se apagó y apenas pude permanecer en mi asiento. Estaba
demasiado enojada. Demasiado asustada.
—Dime quién fue y me encargaré yo misma.
Sonrió, se rascó la mandíbula, la barba raspando contra sus dedos con un
sonido áspero. Sonrió y me dieron ganas de quitarle la expresión de la cara de
una bofetada.
—Sabes, me encantaría hacerlo, pero no me siento muy generoso en este
momento.
Una risa silenciosa sacudió sus hombros.
—A menos que, por supuesto, estés pidiendo un favor.
Y ahí estaba, la bomba que había estado esperando lanzar todo el tiempo.
Explotó justo delante de mí y la conmoción me sacó de la caja de ganadores en
la que me había sentado durante la última semana.
—Eres un idiota.
—No —dijo, riendo de nuevo—. Pero soy un maldito con suerte, ¿no? Aquí
pensabas que me tenías acorralado, pero entonces, bueno, me cae una sorpresa.
Simplemente me aprovecho.
El silencio cayó, espeso y cargado con mi odio hacia él. Bailaba
lentamente con su diversión, su triunfo mientras cerraba las paredes a mi
alrededor y recuperaba la bandera de la victoria, arrancándola de mi agarre
mortal con toda la intención de restregarla en las heridas que me había dejado.
—Haz un trato conmigo, Luca, y todo esto puede desaparecer.
No había una maldita manera de que le diera lo que quería.
—Vete a la mierda —respondí, pronunciando cada palabra.
Agarrando mis cosas, salí furiosa de la biblioteca y sentí su mirada oscura
sobre mí hasta que atravesé las puertas y volví a salir.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos en cuanto me perdí de vista. ¿Qué
demonios iba a hacer?
Ese fue el segundo golpe de la noche.
Y mientras caminaba hacia mi dormitorio tratando de pensar en cómo
podía evitar que esas fotos se difundieran, el gancho de derecha llegó para
tirarme al suelo.
Mi teléfono sonó mientras subía los escalones de mi piso. Pensando que
sería Tanner, no miré la pantalla antes de contestar.
—¿Qué?
Silencio y luego una voz familiar golpeó mis rodillas, debilitándolas con
cada palabra.
—Luca, soy papá. Escucha, cariño, no quiero tener que decirte esto, pero
creo que deberías venir a casa por un tiempo.
Me hundí para sentarme en el último escalón, las lágrimas caían
constantemente ahora que me habían arrancado los pies.
—Cariño, es tu madre. No está bien. Su voz temblaba. Era la primera vez
que oía a mi padre sonar tan derrotado.
—Ven a casa, Luca. Pregunta a los administradores si puedes recuperar el
trabajo que te queda para este semestre. Siento pedirte esto.
Dejé Yale a la mañana siguiente después de que Clayton me convenciera
de que era lo mejor.
Nunca volví.
Nunca me molesté.
Y pensé que al menos era bueno porque no tendría que volver a
enfrentarme a Tanner.
Pero el universo no había terminado conmigo.
Tres años después y esa fuerza oscura volvería a ensombrecer mi vida. Y
esta vez, se aseguraría de que no pudiera escapar de él.
H
an pasado tres años desde que dejé Yale.
Tres jodidos años en los que he entregado mi vida a un
hombre que prometió ser mi mundo. Durante todo nuestro
matrimonio, mi marido, Clayton, hizo todo lo posible para
engañarme.
Después de frenarme, después de convencerme de que estaría bien dejar
la facultad de derecho para ayudar a cuidar a mi madre, ahora me deja por una
modelo más joven, su secretaria, como si eso no fuera suficientemente cliché,
mientras que también trata de incumplir el acuerdo prenupcial que me prometió
varios millones de dólares por sus costumbres de playboy.
Y lo que es peor, optó por solicitar el divorcio seis meses después de la
muerte de mi padre. Ya estoy destrozada por perderlo tan pronto después de mi
madre, y la declaración de Clayton de que me dejaba fue como recibir una
patada en el estómago cuando ya estaba hundida.
Por si fuera poco, esta mañana me enteré de que Clayton finalmente
contrató a un abogado para que lo represente. Para mi sorpresa —y rabia— ha
elegido al mayor bastardo de todos, un bastardo que esperaba no volver a ver
en toda mi vida.
Tanner Caine.
Por mucho que lo intente, no puedo entender cómo Clayton convenció a
Tanner para que aceptara el caso.
Mientras me siento en una mesa en la parte delantera de la gran sala, veo
a Tanner acercarse con el que pronto será mi exmarido pavoneándose a su lado.
Mis uñas se clavan en los reposabrazos de madera de la silla, mis dientes
rechinan lo suficientemente fuerte como para que mi abogada los oiga.
—Ni siquiera lo mires, Luca. Tanner no es tan dios como le gusta pensar.
Y ese baboso de tu marido está a punto de aprender que su papá senador no
puede hacer desaparecer todos sus problemas. El acuerdo prenupcial es válido.
Clayton te pagará por lo que ha hecho.
Al apartar los ojos de la arrogante sonrisa de Tanner, una expresión que
me devuelve a una pesadilla pasada, la expresión de Marjorie Stoneman llena mi
visión.
Una diosa entre los abogados de divorcios, ha representado a todas las
separaciones matrimoniales de alto nivel en las que los activos ascendían a
millones y miles de millones. Celebridades, políticos, directores ejecutivos, no
importa. Si el imbécil marido en los casos en los que ella trabaja quiere conservar
tanto como su polla en el divorcio, aprende rápidamente a negociar.
—Ni siquiera sé por qué ese imbécil está en la sala. Se encarga de las
fusiones corporativas cuando se digna a trabajar en un expediente en su oficina.
Y nunca lo he visto tomar un caso de divorcio.
Con el cabello rubio platino deslizándose por encima de su hombro,
Marjorie echa una mirada furtiva a los dos hombres mientras se deslizan por la
puerta que conduce a la parte delantera de la sala.
Por suerte, Clayton ha conseguido llegar a un acuerdo por el que no se
permite la entrada de los medios de comunicación en la sala, y las únicas
personas que se sientan en los bancos de espectadores son el director de la
campaña de su padre y otro hombre que supongo que forma parte del equipo de
su padre. El padre de Clayton se postula para la reelección en cuatro meses. Por
esa razón, sé que necesita mantener estos procedimientos rápidos y silenciosos.
—Marjorie.
Un estruendo suave sacude el aire que nos rodea, una voz profunda que
resuena en cada célula de mi cuerpo. El timbre de las palabras de Tanner
siempre tenía un efecto en mí. Excepto cuando otras mujeres se habían derretido
en charcos sobre sus caros zapatos de marca al escucharlo, yo había sido la chica
lo suficientemente inteligente como para huir.
Incapaz de levantar la vista de la escotadura tallada en la mesa del
encuestado de roble oscuro, veo a Marjorie girarse en mi visión periférica, su
mano alisando su falda color crema para encontrar a Tanner observándola de
cerca.
—Señor Caine. Qué bueno ver que sigue ejerciendo la abogacía. Pensé
que ser un playboy era más su estilo. Y en un área en la que tiene cero práctica
litigando. ¿Sabe el señor Hughes que nunca has trabajado en un caso doméstico?
No puedo decidir si Marjorie es valiente o estúpida. Ahí está Tanner, el
amenazante oso de dientes afilados y furiosos, y ella lo está pinchando con un
palo tan grueso y letal como mi dedo meñique.
Su risa tranquila me hace sentir un escalofrío por la columna vertebral, el
frío se extiende hacia abajo hasta que mis piernas se ven invadidas por alfileres
y agujas.
—El señor Hughes conoce bien mis habilidades, Marjorie. —Hace una
pausa suficiente para que mi mirada se deslice en su dirección—. Al igual que la
señora Hughes, si no me equivoco. —Imbécil. Con su característica sonrisa,
Tanner rompe nuestra mirada para mirar a mi abogada—. Trata de no preocupar
a tu linda cabecita por eso.
Aprieto los ojos y siento el calor indignado que irradia Marjorie.
Tanner no lleva más de cinco minutos en la habitación y ya se ha metido
en su piel. Pero tengo que mantener la fe. Ella es un bulldog experto en el manejo
de los hombres como Tanner. Este no es su primer rodeo.
Ajustando su postura, Marjorie golpea un conjunto de uñas perfectamente
pulidas sobre la mesa.
—Me alegra saber que has sido sincero, especialmente cuando te
enfrentas a una mujer de mi calibre. El caso habla por sí mismo. La señora
Hughes no ha sido más que la esposa perfecta. Su cliente, sin embargo… —Su
voz se interrumpe antes de sonreír y añadir—: El acuerdo prenupcial sigue
siendo válido debido a su incapacidad para mantenerla en sus pantalones. No sé
por qué estoy perdiendo el tiempo aquí hoy. ¿Se ha tomado un momento para
revisar los hechos de este asunto?
Antes de que Tanner pueda responder, un oficial judicial entra en la sala
por una puerta cercana al banco del juez.
—Todos de pie. El Tribunal del Noveno Distrito entra en sesión. Preside el
Honorable Franklin T. Mast.
Con las piernas temblorosas, me levanto de mi asiento, con los ojos
estudiadamente pegados a la parte superior de la cabeza calva del juez. El último
lugar al que quiero mirar es en la dirección de Tanner, pero encuentro que mis
ojos se arrastran a pesar de todo.
De pie detrás de la mesa del demandante, lleva un traje negro a rayas con
camisa blanca y corbata azul zafiro. Golpeando un bolígrafo contra el costado de
su pierna, parece relajado en su entorno, el rey de esta sala tanto como lo había
sido en el campus. Sé exactamente por qué Clayton recurrió a Tanner para que
se encargara de nuestro caso, pero lo que no puedo entender es la cantidad de
lamebotas que debe haber hecho Clayton para convencer a Tanner de que
acepte.
Tenemos historia, los tres. Una historia que comenzó con el error de subir
a la cama de Tanner y terminó con mi matrimonio con Clayton.
Esos dos se odiaban cuando dejé Yale. Ahora están lado a lado en su
intento de destruirme.
—Siéntense.
El juez saca unos cuantos papeles del escritorio que tiene delante, y
todavía no me he relajado en mi silla cuando Tanner me mira.
En la fracción de segundo en que nuestras miradas se cruzan, el corazón
se me sube a la garganta, los latidos frenéticos de un pulso bajo mi mandíbula
que son visibles desde donde está Tanner. La curva de satisfacción de sus labios
me lo dice.
Inclinándome hacia atrás, uso a Marjorie como muro entre nosotros.
Prefiero ver su cabello platino a la seda negra de Tanner. Unos ojos grises me
miran, con una ceja depilada que se arquea en forma de pregunta. Sacudiendo
la cabeza ante su pregunta tácita, dirijo la mirada hacia delante, apenas capaz de
contener el impulso de hundirme en la silla.
—Me parece que estamos aquí hoy por el asunto de Hughes contra
Hughes, petición del demandante para ejecutar el acuerdo prenupcial debido a
una aventura extramatrimonial.
La expresión de Marjorie se tuerce, el rojo de sus mejillas me dice que
algo ya ha salido mal. Se levanta de su asiento y lanza una mirada aguda a Tanner
antes de hablar.
—Su Señoría, estamos aquí hoy por la moción del demandado para
obligar. Yo misma fijé esta audiencia.
El juez habla brevemente con su secretario judicial, pero ya sé que
Marjorie se va a llevar una desagradable sorpresa.
Una sonrisa de satisfacción inclina la comisura de la boca de Tanner, señal
inequívoca de que lo que Marjorie cree que va a ocurrir hoy no va a ocurrir.
La luz rebota en la parte superior de la cabeza del juez cuando le
responde.
—Tengo aquí la correspondencia por la que se cancela su audiencia, junto
con una notificación de cancelación presentada esta mañana ante el tribunal.
Con los ojos muy abiertos, Marjorie se queda quieta.
—¿Puedo acercarme al estrado, Su Señoría? No estoy segura de a qué se
refiere porque estoy segura de que no he cancelado mi audiencia.
—Ambos abogados pueden acercarse.
Mientras Marjorie se adelanta a revisar los documentos que el juez dice
haber recibido de su despacho, Tanner se toma su tiempo para levantarse de su
asiento y doblar la esquina de su mesa. En cuanto mira en mi dirección, sé el
juego al que está jugando. Con un guiño, me dice que ya he perdido.
La arrogancia de Tanner no ha cambiado desde la última vez que lo vi. Con
los hombros anchos, la cintura ceñida y un cabello negro descuidado que parece
cepillado solo con los dedos, se acerca al banco con la despreocupación de un
hombre que sale a pasear por la tarde.
Marjorie, en cambio, está prácticamente histérica. Para ser una abogada
de prestigio acostumbrada a los hombres poderosos, ya está perdiendo la
batalla contra Tanner. Se produce una conversación en voz baja, mi atención se
pierde en el temor de mis circunstancias. No hay manera de que esto funcione a
mi favor.
La conferencia termina cuando Marjorie gira para dirigirse a mí, los pies
de su silla chirrían sobre el suelo de mármol por su peso. En un susurro, me dice
lo que ya sé.
—No sé qué está pasando aquí, Luca, pero puedo prometerte que no he
cancelado nuestra moción de hoy. El juez va a permitir que se escuche la moción
de Tanner, pero retendrá el juicio hasta que tenga la oportunidad de averiguar
cómo se produjo este error de programación.
No tiene sentido decirle cómo sucedió. Cualquiera que conozca el Inferno
adivinaría fácilmente que su hacker residente, Taylor Marks, tuvo sus manos en
todo esto.
Las ganas de apoyar la cabeza en la mesa son excesivas. En lugar de eso,
cierro los ojos, con lágrimas punzantes que me niego a derramar. Marjorie sigue
susurrando, pero su voz es un zumbido inaudible, la voz del juez acompaña a la
suya cuando da permiso a Tanner para que proceda con la oferta de Clayton de
hacer cumplir los términos del acuerdo prenupcial.
Ninguna de las palabras tiene sentido para mí, todo se mezcla en un
incomprensible ruido blanco puntuado por el latido de mi corazón roto.
—… El demandante quiere llamar a un testigo.
Mis ojos se abren de golpe. ¿Un testigo? ¿De qué? Maldita sea. Debería
haber prestado atención.
Marjorie se inclina en mi dirección, su susurro ahogado es el de un látigo
que se rompe.
—¿Hay algo que necesites decirme, Luca?
—No sé lo que está pasando.
Me cuesta ahogar el sonido del susurro, y el estómago se me revuelve en
el doloroso cúmulo en que se ha convertido mi desayuno.
La bilis me sube por la garganta y el sudor se me acumula en las sienes.
Marjorie se retuerce.
—¿Tuviste o no una aventura con el hombre que se acerca al estrado?
—¿Qué?
Levanto la cabeza y mis ojos se centran en un hombre de mediana edad
que no he visto en mi vida. Con el cabello castaño y ralo, el hombre camina con
paso inseguro y su gran barriga se pliega sobre la cintura de sus pantalones de
lino negros y baratos.
No tengo ni idea de quién es el hombre, pero no me cabe duda de que
Tanner lo ha convencido para que mienta y diga que he engañado a mi marido.
Mi estómago amenaza con agitarse, el sabor ácido de la bilis recubre
ahora mi lengua. Ese hijo de puta.
¡ESE HIJO DE PUTA!
—Voy a vomitar.
Tomando mi señal, Marjorie se pone de pie.
—Su Señoría, mi cliente se siente bastante mal y necesita ir al baño.
¿Podemos hacer un breve receso antes de que comience el testimonio del
testigo?
Evidentemente, la interrupción le molesta, pero la expresión del juez se
suaviza y me mira. Exhalando, le hace un gesto con la mano al testigo.
—Vuelva a la tribuna, señor Hillcox. El tribunal hará un receso de quince
minutos.
No puedo esperar ni un segundo más. Me levanto de la silla y salgo de la
sala para correr por el pasillo e irrumpir en el baño. Apenas he llegado a una
cabina cuando mi estómago cede, el tocino y los huevos suben con el tinte ácido
del desastre.
Las lágrimas corren por mis mejillas y mis manos tiemblan sobre el asiento
del inodoro. Después de tres dolorosas arcadas, la repentina sensación de
enfermedad ha pasado, los músculos de mi estómago se han bloqueado por la
violencia del vómito.
Detrás de mí, la puerta del cuarto de baño se abre con un chasquido agudo
de los tacones de Marjorie avanzando en mi dirección.
Sus nudillos golpean la puerta del baño.
—¿Estás bien?
Me limpio la boca con el dorso de la mano y asiento, aunque ella no puede
verme.
—Sí. Solo necesito unos minutos para limpiarme.
El silencio se instala durante un breve momento, y luego:
—Dime que no has tenido una aventura, Luca. Es todo lo que necesito
saber.
Se me escapan más lágrimas, que se abren paso por mis mejillas hasta
gotear por la mandíbula.
—No tuve una aventura. No tengo ni idea de quién es ese hombre. No lo
he visto en mi vida.
—Perfecto. Eso es todo lo que necesito oír. Voy a bajar al pasillo a hacer
unas llamadas. Tómate tu tiempo para arreglarte y te veré en la sala.
El sonido de sus pasos en retirada es seguido por el chirrido de la puerta.
El silencio invade el cuarto de baño durante varios minutos mientras me
recompongo. Normalmente, habría luchado con uñas y dientes contra una
acusación tan falsa como una aventura. Si alguien engañaba, era Clayton. Sin
embargo, con Tanner mezclado en esto, sé que cualquier batalla que libre será
una batalla perdida.
Cuando la puerta vuelve a chirriar y entran pasos, me pongo de pie para
limpiarme y salir. No tengo prisa por volver al juzgado y escuchar las mentiras
que lanzarán contra mí. Pero si no me presento solo empeoraré las cosas.
Después de salir de la cabina, doblo una esquina y me detengo en seco al
ver a Tanner apoyado despreocupadamente contra una pared, con las manos
metidas en los bolsillos y la boca torcida en señal de diversión.
—Cuánto tiempo sin verte, Luca. —El profundo tenor de su voz me
estremece—. ¿Estás lista para hacer un trato?
C
onocí a Tanner cuando estaba en segundo año en Yale. Tenía una
presencia que no podías ignorar, una sombra constante que
rebotaba contra la luz, siempre a la vista, pero que de alguna
manera se perdía cuando intentabas mirarlo directamente.
Tanner no estaba interesado en nada a largo plazo, era un playboy como
sus amigos, un error a punto de ocurrir, pero todas las mujeres estaban
dispuestas a dar el paso, creyendo que serían la mujer que pondría fin a su vida
amorosa.
Ni que decir tiene que ninguna de esas mujeres estaba a la altura del reto.
Durante el poco tiempo que conocí a Tanner, nunca sentó la cabeza. Él era el
centro del Inferno.
Nueve hombres despiadados. Nueve pecadores impenitentes. Nueve
manipuladores irresistibles que te harían un favor si prometías pagar el precio.
Uno no trata con el Inferno sin quemarse. Y pronto seré la idiota que vaya
directamente al noveno círculo para hacer un trato con el mismísimo Traición.
—No creo que sea necesario señalar que estás en el baño de mujeres.
Sonríe, un seductor deslizamiento de la comisura de la boca que me
desafía a hacer algo al respecto. Unas gruesas pestañas negras espolvorean su
piel mientras parpadea lentamente, su mirada verde musgo me fija en mi sitio
cuando sus ojos vuelven a estar abiertos.
—¿Vas a echarme?
Estirando el cuello de lado a lado, apoya la cabeza en la pared. Sigue
siendo tan sólido como lo recuerdo de Yale. Alto y ancho, tonificado y musculoso
en todos los lugares adecuados.
¿Cuántas buenas mujeres se han ahogado bajo la tentación de su cuerpo?
—Puede que no sea una buena idea teniendo en cuenta la pegajosa
situación en la que pareces estar.
Tirando de la palanca del grifo, alzo la voz por encima del chorro de agua,
mirando el reflejo de Tanner en el espejo.
—Una situación pegajosa sin duda gracias a ti.
Un encogimiento de hombros negligente.
—¿Qué puedo decir? Soy un experto en hacer situaciones pegajosas.
Ignorando el doble sentido y el brillo perverso de su mirada, me echo
agua en la cara para limpiarme la piel.
El agua solo consigue enfriar el tono rojo de mis mejillas y aclarar las
líneas de la máscara de pestañas.
Con la mano en el mango, cierro el grifo.
—¿Qué quieres de mí, Tanner?
Mi mirada se dirige al lavabo, con las palmas de las manos extendidas
sobre la encimera. Es lo único que me mantiene en pie en este momento. Si
hubiera estado sola en casa, me habría hecho un ovillo en el suelo del baño.
—Creo que sabes lo que quiero. —Unos pasos silenciosos se acercan a mí,
sus manos grandes y fuertes envuelven las mías por encima del mostrador. La
pared de calor a mi espalda me hace estremecer ante su proximidad, me hace
recordar lo que sentía al estar así de cerca de él en Yale—. La pregunta es: ¿estás
dispuesta a dármelo?
Una risa indignada brota de mi garganta.
—No puedes hablar en serio. Después de todo este tiempo, ¿y todavía
estás molesto por lo que hice?
Tres años. En el tiempo transcurrido desde la última vez que vi a Tanner,
he sido una mujer casada y estúpidamente dedicada al hombre con el que elegí
estar después de dejar Yale. Fue una decisión precipitada, pero una que tomé
en la desesperación.
Sí, sabía que Tanner quería mantenerme en su cama. Al menos, según lo
que Clayton me dijo. Pero solo sería hasta que terminara de jugar con su nuevo
juguete. Tanner nunca da más tiempo a una mujer que eso.
Si todavía está molesto porque me negué a jugar con sus reglas, ¿qué dice
eso de él?
¿Por qué un hombre que puede tener a cualquier mujer que quiera pasaría
por todo esto solo para recuperarme?
Su pecho se estremece con una risa silenciosa ante mi respuesta, sus
caderas rozando mi culo en la más tentadora de las promesas. Es una pena para
él que hace años haya levantado un muro a mi alrededor que es impermeable a
sus encantos.
—Te tengo entre la espada y la pared, Luca. Un ratón escurridizo atrapado
bajo mi pata. Nuestro testigo dará fe de que te lo has estado follando durante los
últimos cinco meses. Dos veces a la semana, durante horas que sé que no puedes
comprobar tu paradero.
El reconocimiento me golpea, las lágrimas calientes y gruesas me pican
los ojos al darme cuenta de que Tanner utilizará la muerte de mi padre y mis
vigilancias junto a la tumba en mi contra.
Dos veces a la semana.
Sé que se refiere a las noches de los martes y los jueves que paso varias
horas sentada en un banco junto a las tumbas de mis padres.
La rabia pura se filtra para mezclarse con mi dolor. ¿Cómo se atreve?
Inclinándose hacia delante, Tanner roza con la punta de su nariz la línea
de mi mandíbula. Odio la forma en que mi cuerpo se estremece en respuesta.
Odio cómo respiro un poco más profundamente para arrastrar las notas de su
aroma masculino y terroso.
—Nuestro testigo describirá cómo suenas en la cama. Contará todo lo que
prefieres, las horas que pasas sudorosa y sin aliento bajo su abultado vientre,
rogándole que te dé más fuerte. Los pequeños ruidos que haces, o cómo gritas
cuando te corres. Te explicará lo placentero que es sentirte temblar cuando tu
cuerpo desciende después de haber sido empujado al borde de un orgasmo sin
aliento. —Hace una pausa y aprieta su cuerpo contra el mío, con la evidencia de
su excitación pegada a mi culo. En voz baja, apenas un susurro, me habla al
oído—. Incluso describirá la marca de nacimiento en forma de corazón en la
mejilla izquierda de tu flexible culo. Una marca de nacimiento, por cierto, que he
echado de menos ver por mí mismo.
Las lágrimas que pican mis ojos se deslizan libremente para rodar por mis
mejillas. Mirando al espejo, mis ojos se encuentran con los de Tanner.
—¿Por qué me haces esto?
Un suave pellizco en el lóbulo de mi oreja precede a su respuesta.
—¿Por qué no? —Soltando mis manos para agarrar mis caderas, Tanner
habla lentamente, su aliento recorriendo la línea de mi cuello con un calor
seductor que induce al temblor—. Tres coma siete millones de dólares, Luca. Eso
es lo que puedes perder si dejo que ese hombre testifique. Pero… —Sus manos
me aprietan las caderas, sus brazos me aprietan más contra su cuerpo—. Si
juegas bien este juego, puedo hacer que todo desaparezca. Puedo destruir al
gusano de tu marido. Disfrutaré destruyéndolo y me aseguraré de que tú también
disfrutes.
Apretando los ojos, sacudo la cabeza con incredulidad.
—¿Le harías eso a tu propio cliente? ¿Cómo afectará eso a tu carrera de
abogado?
—Deja que yo me preocupe por eso. ¿Qué me dices? ¿Te reunirás
conmigo esta noche para discutir mis condiciones?
¿Qué opción tengo? Si digo que no, entraré en esa sala para que me
masacren. Veré cómo tres años de ser la esposa perfecta de un hombre
asqueroso se van por el desagüe sin nada que mostrar.
He renunciado a todo por Clayton. Me he quedado en casa y he jugado a
ser ama de casa y anfitriona de cenas. He hecho la vista gorda ante el hecho de
que se follaba a su asistente y a cualquier otra mujer que se abriera de piernas
durante nuestro matrimonio. He renunciado a todo solo para que él decidiera
que una versión más joven de mí sería una mejor esposa.
No me queda nada, excepto el dinero que ayudé a Clayton a ganar
gestionando toda su vida fuera de su negocio. Y me merezco ese dinero. Me
merezco lo que me debe por los años que me engañó y mintió.
—Bien. Me reuniré contigo para discutir tus términos. Pero eso no significa
que vaya a decir que sí a ellos. Todavía me queda una pizca de orgullo y no
dejaré que me lo quites.
Otra risa suave.
—No es tu orgullo lo que quiero. —Soltando mis caderas, Tanner saca una
tarjeta de su bolsillo y la coloca en el mostrador junto a mi mano—. Esta es mi
dirección. Te veré a las siete en punto. En cuanto a hoy, pospondré lo inevitable.
Sale del baño tan silenciosamente como entró, el aplastamiento del
silencio me sofoca hasta que la puerta se abre de nuevo y Marjorie asoma la
cabeza al interior.
—Se acabó el tiempo, Luca. Tenemos que entrar para ver qué otros trucos
desagradables tiene Tanner en la manga. —Se desliza hacia el interior y se apoya
en el mostrador. Coloco mi mano sobre la tarjeta de Tanner antes de que ella
tenga la oportunidad de verla—. Hablé con mi asistente y jura que nunca
enviamos una notificación de cancelación de nuestra moción, lo que significa que
ese hijo de puta que tu marido contrató no solo está jugando contra ti, sino
también contra mí. —Se pasa una mano por su cabello platinado—. No dejaré
que Tanner gane. Superaremos el día de hoy, y una vez que regrese a mi oficina,
llegaré al fondo de esto y haré que desee no haber aceptado el caso de tu
marido.
Aunque no dudo que Marjorie crea que tiene una oportunidad contra
Tanner, sé muy bien que nunca ganará.
Él ha tenido años de experiencia manipulando el mundo a su alrededor
para conseguir lo que quiere. No hay nada lo suficientemente bajo o sucio que
no haga. Es un maestro en el control y un maestro en tener siempre la ventaja.
Marjorie está tan jodida como yo.
—Vamos.
Derrotada, llevo a Marjorie desde el cuarto de baño hasta la sala y ambas
tomamos asiento cuando el tribunal entra en sesión. Tanner es el primero en
ponerse de pie y dirigirse al juez.
—Su Señoría, he consultado con mi oficina y, a la luz del cambio de horario
de hoy, así como de la afirmación del abogado de la parte contraria sobre la falta
de notificación adecuada de la moción de mi cliente, pediré en este momento
que reprogramemos el asunto para una fecha posterior.
La única satisfacción que obtengo de las palabras de Tanner es la
expresión de sorpresa en el rostro de Clayton.
Mirando a Tanner con el calor oscureciendo su piel, Clayton está
obviamente enfadado por la cancelación de la audiencia por parte de Tanner.
No es mucho, pero esa pequeña puñalada hacia él tiene que ser suficiente
para mí en este momento. Ganar contra él es una cosa. Lo que tendré que hacer
para ganar, una cuestión totalmente diferente.
No me cabe duda de que esta noche me encontraré con Tanner para saber
que quiere que me abra de piernas y pierda mi alma ante él con un orgasmo tras
otro. Ha querido que me someta desde el día en que me escapé de él en Yale.
—¿Tiene alguna objeción a continuar con este asunto, consejera
Stoneman?
Marjorie sonríe, con las uñas golpeando la mesa. No es tan ingenua como
para creer que Tanner está aplazando la vista por la bondad de su corazón, pero
es lo suficientemente inteligente como para subirse al carro y aprovechar la
oportunidad.
—No tengo ninguna objeción, Su Señoría. Aunque admito que me
sorprende que el señor Caine tenga la cortesía profesional.
—No soy nada más que profesional.
Tanner me mira mientras se palmea verbalmente la espalda. Al mirarlo
fijamente, me ahogo al ver el atisbo de sonrisa que se dibuja en sus labios.
—Muy bien, este asunto queda aplazado por ahora. Abogados, la próxima
vez que estén en mi sala, asegúrense de tener todos los puntos sobre las íes. No
me gusta que me hagan perder el tiempo.
Con eso, el juez abandona la sala. Nos levantamos cuando sale y me atrevo
a echar una mirada más en dirección a Tanner. Una sonrisa se dibuja en sus labios
mientras Clayton sisea una sarta de palabras susurradas, sin duda enfurecido por
lo que Tanner ha hecho.
Marjorie roba mi atención cuando me toca el brazo. En voz baja, hace una
promesa que no puede cumplir.
—Llegaré al fondo de esto esta noche y, para mañana, no tendrás nada de
qué preocuparte a la hora de recibir lo que te mereces.
Por encima de su hombro, veo a Tanner y Clayton salir de la sala, Tanner
guiñando un ojo al pasar.
No hay duda de que recibiré lo que me merezco de Clayton. La única duda
es si lo haré inclinada sobre el escritorio de Tanner o tumbada de espaldas.
T
res años la he deseado.
Tres años en los que he tenido que aguantar la amarga
realidad de que ella aceptara casarse con un adulador sin
escrúpulos.
Tres años en los que he esperado pacientemente mi momento mientras
seguía todos los artículos sobre Luca y su marido hijo de senador en el periódico,
incluyendo las fotos exclusivas publicadas por una revista de moda del día en
que se casó con ese imbécil.
Hicieron un gran negocio de donar el dinero de esa exclusiva a la caridad.
Luca, estoy seguro, estaba orgullosa de haberlo hecho. Pero por lo que
supe la semana pasada haciendo de abogado de la mierda de su marido, el
dinero nunca vio la palma de la mano de la caridad, sino más bien el bolsillo de
su marido recién casado antes de que se lo gastara.
Tenía mayores esperanzas en Luca cuando la conocí. Fue la primera
persona que intentó ponerme en mi lugar, la primera mujer que conocí que
prefería ser real en lugar de una versión falsa de sí misma, hecha para la
televisión, con el fin de apaciguar a las otras personas falsas que la rodeaban.
Había llegado a respetarla como oponente en nuestro juego, pero
entonces tomó la estúpida decisión de casarse con Clayton Hughes.
¿Esa decisión había funcionado a mi favor? Por supuesto que sí. ¿Pero tenía
que gustarme? No, carajo.
Luca Bailey siempre ha sido mejor que eso.
Escuchar a Clayton hablar de sus esfuerzos poco honestos en los últimos
días sin sacarlo de mi oficina y dejar su cuerpo en descomposición en una zanja
remota junto a la acera ha sido una lección de paciencia. Paciencia que solo he
ejercido gracias a Luca.
No solo tiene la información que necesito, sino un cuerpo que, como el
buen vino, ha mejorado con la edad. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario
para volver a verla de cerca.
Después de unas cuantas copas y una hora más o menos de fingir que me
gusta el hombre, sufrí la pérdida de tiempo escuchando cómo la lengua de
Clayton pasaba de rígida a suelta, sus bromas eran las de un chico de fraternidad
universitario que relataba sus días de gloria de coños fáciles y días rebeldes y
sin responsabilidades.
El único problema, al menos como yo lo veo, es que él tenía una
responsabilidad: Luca. Una responsabilidad que apenas manejó desde el
momento en que ella fue lo suficientemente estúpida como para decir “sí,
quiero”.
No me molesta que Clayton hiciera de la vida de Luca un infierno.
Romperla fue solo otro factor que funcionó a mi favor. Pero ¿escucharlo hablar
de lo mucho que disfrutaba dando rienda suelta a los coños disponibles de otras
mujeres mientras estaba casado con ella? Sí, eso puso el último de mis nervios al
borde de la necesidad de enseñarle algunos modales.
Clayton me ruega que deje a Luca sin dinero, y tengo toda la intención de
hacerle creer que eso es lo que pienso hacer.
Si Clayton piensa por un segundo que estoy en esto para ayudarlo a joder
a Luca Bailey, tiene una lección que aprender.
Al entrar en el garaje para cuatro autos de mi casa en Highland Hills, meto
la marcha en el estacionamiento y apago el motor. Mi cráneo cae con fuerza
sobre el reposacabezas y mi mano se aferra a la palanca de cambios con rabia y
expectación.
Llevo cinco días jugando un partido contra Clayton Hughes, y cada vez que
he tenido que mirar su cara de suficiencia o escuchar la calidad nasal de su débil
voz, he resistido el impulso de reacomodar su nariz con mi puño.
Es tan cobarde ahora como lo era en Yale.
Mi cabeza gira a la izquierda sobre el asiento, mis ojos se fijan en las
ventanas del primer piso que están suavemente iluminadas.
Al menos tres de los chicos están en la casa esperando a escuchar cómo
ha ido el juicio, y ahora que Luca ha accedido a reunirse conmigo esta noche
para discutir mis condiciones, tengo que asegurarme de que estén fuera de la
vista y de la mente cuando ella llegue.
Su reacción ante mí en el juzgado fue bastante reveladora. No me echó de
menos. No pensó en mí. Y soy la última persona que quería ver después de lo
que pasó en Yale.
Claro, su cuerpo reacciona cuando la toco. Esos grandes ojos azules se
ensanchan cuando nuestras miradas se cruzan, pero al igual que en el pasado, se
esconde tras un muro de terquedad y rechazo que me vuelve loco.
Encontrarme esta noche será difícil para ella, pero ver a los chicos,
especialmente a Jase, será demasiado.
No puede importarme menos si me odia, pero no dejaré que ese hijo de
puta con su polla errante y su actitud de diablo arruine la única oportunidad que
tengo de hacer rebotar a Luca en mi polla de nuevo.
Es la chica que cree que se ha escapado, y afortunadamente para mí, las
circunstancias la han vuelto a poner en mis manos. La tendré gritando mi nombre
antes de dejarla ir de nuevo, de una manera u otra.
En cuanto entro en la casa, una nube del humo de la marihuana de Sawyer
choca contra mi cara, el leve tintineo del hielo que cae en el vaso de cristal de
Gabriel me llama la atención, y los gemidos no tan silenciosos de una mujer a la
que Jase está montando su cuerpo con fuerza se ciernen sobre todo ello como
una canción familiar que me da la bienvenida a casa.
El humo de la marihuana y la bebida no me molestan. La perra que ahora
grita un orgasmo sí. No porque me moleste que un hombre se moje la polla, sino
porque de alguna manera sé que la mujer es otra empleada de Jase, una mujer a
la que tendré que pagar para que no demande a nuestra empresa por acoso
sexual.
Por qué le pareció bien traerla aquí es algo que no entiendo. Supongo que
tiene algo que ver con su incapacidad para entender que no necesito que sus
errores de acoso sexual lleguen a mi puerta.
¿Cómo demonios se supone que voy a proteger a la empresa y pagar a
estas mujeres para que guarden silencio cuando él comete el acto a tres puertas
de mi habitación?
Su proximidad a mi vida personal solo significa que me veré obligado a
añadir unos cuantos ceros más al cheque antes de que firmen en la línea de
puntos del acuerdo de no divulgación. Por suerte, son los ceros de Jase que hay
que entregar y no voy a ir a la quiebra como resultado de su incapacidad para
mantenerla en sus pantalones.
Me paso la mano por el cabello y tiro con frustración antes de doblar una
esquina para encontrar a Sawyer en el sofá y a Gabriel de pie cerca de la barra
de bar.
Gabriel habla primero.
—¿Cómo te fue? ¿Luca te va a dar la información que necesitamos?
Directo al grano. Gabriel no es de los que se molestan en hablar de cosas
sin importancia. De mis ocho amigos, Gabriel es el más cercano a mí, un hombre
con un corazón negro y una mente sin remordimientos. No le importa a quién
tiene que joder, o a quién hiere, para conseguir lo que quiere.
—Todavía no lo sé. Vendrá esta noche a las siete. Necesitaré que los tres
busquen otra casa para su reunión.
Las risas estallan en el sofá, los ojos de Sawyer son pequeñas rendijas rojas
mientras exhala un anillo de humo de lo que queda de un porro agarrado entre
las puntas de los dedos. Me sorprende que sea capaz de ejercer la abogacía tan
bien como lo hace cuando no hay una sola hora del día en la que no esté colocado
con algo.
—Me debes dos mil dólares, Gabriel. Asegúrate de pagar.
Mis ojos pasan de Sawyer a Gabriel para ver cómo se encoge de hombros.
—Debería haber sabido que no debía aceptar esa apuesta.
—¿Qué apuesta? —Tirando del nudo de mi corbata, me la aflojo y me
desabrocho la parte superior de la camisa.
Sawyer mete el porro en un cenicero que hay en la mesa de café a su lado.
—Aposté dos mil a que no eras capaz de cerrar el trato sin arrastrar a Luca
a la cama. —Lanza la cabeza hacia la barra—. Y Gabriel aceptó la apuesta
pensando que no seguías furioso porque Luca te evadió.
Claro que estoy furioso. Ha sido una espina en mi costado sin saberlo, un
agravio que no necesito y que me ha acribillado cada puto día que no he sellado
el trato que necesito con ella.
Dicen que es sabio mantener a tus amigos cerca y a tus enemigos más
cerca, sin embargo, Luca es el enemigo que ha logrado retirarse en la sombra.
Pero la distancia que ha mantenido no ha acabado con la guerra… Solo ha
conseguido retrasar un poco la siguiente batalla.
Mis ojos rebotan entre ellos, mi voz sale en un rugido práctico.
—Entonces le debes a Gabriel el dinero porque no es por eso que la invité
aquí. Tuve que conseguir que se quedara a solas en el baño de mujeres durante
un rápido receso solo para hablar con ella. No me dio mucho tiempo para discutir
lo que quería.
Dejando caer la cabeza contra el sofá, Sawyer apoya las manos en el pecho
y cierra los ojos.
—Si eso es lo que tienes que decirte para dormir mejor por la noche.
El oro líquido se derrama en el vaso de Gabriel mientras se sirve mi mejor
whisky.
—Deja a Tanner en paz. Ya sabes cómo es con respecto a Luca. Es una
llaga que nunca se ha curado del todo. La mujer es como un herpes en ese
sentido.
—Mi padre es como un herpes en ese sentido —le corrijo—, ¿o es que has
olvidado cómo empezó toda esta jodida situación?
Gabriel se bebe el trago en tres grandes sorbos, su vaso tintinea contra la
barra donde lo deja.
—Tal vez esta noche sea la noche en que por fin la superes y podamos
terminar esta guerra. Estoy harto de escucharlos a ti y a Jase llorar como perritos
por eso.
Ignorándolo, me quito la chaqueta y la cuelgo del respaldo de una silla.
Necesito que los dos se vayan en la próxima hora.
Una puerta se abre al final del pasillo, una risa aguda y coqueta se desliza
por el aire en armonía con la voz baja de Jase.
Me giro para ver cómo le da una palmada en el culo a la mujer y la
acompaña fuera de la casa. Al volver a entrar, enarco una ceja y miro fijamente
su cara de culpabilidad.
—¿Cuánto te va a costar esa?
Jase deja caer su peso en un sillón antes de contestar.
—Demasiado, estoy seguro. No valía la pena. —Sus ojos marrones
sostienen los míos, el cabello desordenado cayendo sobre su frente donde había
sido peinado por los dedos de la mujer—. ¿Dónde está Everly?
Va directo al grano, a uno de los pagos que necesitaré de Luca para lanzar
el caso de su marido.
Everly había estado caliente y enredada con Jase en un tiempo. No fue
poca cosa que ella lograra mantener su interés durante tanto tiempo, pero la
forma en que ella dejó las cosas ha sido una llaga que él se niega a superar.
Jase quiere vengarse, y como tal, ha estado buscando a Everly desde que
ella huyó.
Lo sentiría por la chica cuando finalmente la encuentre, si Everly no
hubiera sido también una gran parte de la razón por la que Luca se mantuvo
alejada de mí.
Las dos chicas eran amigas inseparables hasta que Everly desapareció y
Luca huyó de Yale inmediatamente después.
—No sé.
—¿Qué quieres decir con que no lo sabes? —Su voz normalmente casual
se vuelve seria—. ¿Va a dejar que ayudes a ese imbécil con el que se casó a
negarle los millones que le deben solo para proteger a su vieja amiga? Dime que
no es tan estúpida.
Negando, cruzo la habitación para servirme una copa. Lo necesito para
lidiar con la mierda de Jase.
Aunque él afirma que solo quiere encontrar a Everly para hacerla pagar
por abandonarlo y causar un problema importante después de hacerlo, el resto
de nosotros sabemos que se dedicó a esa chica desde el primer segundo en que
le dejó meter su polla en su coño dorado.
A mi modo de ver, Everly debe haber sido dotada de la magia de los
dioses para atraer a un hombre como Jase a sentar la cabeza. A menudo me
pregunto si ella no se hubiera ido, ¿hubiera dejado sus formas de prostitución
hace años para quedarse con una chica?
No es que el resto de nosotros lo hayamos hecho tampoco. De los nueve
hombres que componen mi grupo, solo uno de nosotros ha encontrado a alguien
lo suficientemente digno como para que se plantee dejar los vicios de su vida.
El vaso casi se desborda por todo el whisky que vierto en él. Dando un
gran trago, me lo quito de los labios para responder.
—No tuve tiempo de preguntarle. Tuve que acorralarla en un baño durante
dos minutos solo para hacerle la oferta de discutir los términos. Esa zorra que
contrató para que la representara no quitaba los ojos de Luca ni un segundo. No
es que pueda culparla. Si Clayton vuelve a acercarse a Luca, acabaré
personalmente con su vida por ello.
—¿Personalmente? —La pregunta de Sawyer, de voz perezosa, atraviesa
la habitación—. ¿O quieres decir que enviarás a Ezra para que se encargue de
ello?
Aunque Ezra no es el residente exaltado del grupo, tiene un
temperamento frío que da lugar a varios informes de personas desaparecidas.
Pero a pesar de su talento, no le daré el placer de acabar con Clayton Hughes.
No después de lo que he aprendido en los últimos cinco días mientras fingía
disfrutar de nuestra relación abogado-cliente.
—Personalmente. —Mi mirada se dirige a la ventana, con el cielo más allá
de ella, con los colores del sol poniente—. Pero hablo en serio. Te necesito fuera
lo antes posible. Quiero estar listo para cuando llegue Luca.
—Haz lo que yo hago y abre la puerta desnudo.
Mi cabeza se dispara hacia la izquierda para mirar a Jase.
—No es así.
—Claro que no lo es —dice riendo Sawyer—. No te olvides de pagar,
Gabe.
La risa de Jase retumba en la habitación para responder a la de Sawyer.
—¿Realmente aceptaste esa apuesta? También podrías haber prendido
fuego al dinero por lo fácil que lo has perdido.
Mi paciencia se está agotando.
—¡Todos fuera!
Llamando la atención por el volumen de mi voz, los tres recogen sus cosas
y se dirigen hacia la puerta principal. Antes de que puedan verse fuera, les lanzo
un último recordatorio.
—Y asegúrense de avisar a todos los demás de que la fiesta no es aquí esta
noche. No quiero interrupciones.
La puerta principal se cierra de golpe mientras la casa se sumerge en el
silencio, el dolor de cabeza que me ha estado golpeando el cráneo desde el
juzgado esta tarde finalmente se reduce a un pulso bajo y soportable.
Después de abrir algunas ventanas para ventilar el olor a humo de
marihuana y a tres tipos diferentes de colonia masculina, me dirijo a la ducha
para prepararme para la llegada de Luca.
El único pensamiento que se me pasa por la cabeza mientras me meto en
la ducha de siete chorros es que, a pesar de lo que digo, no se trata solo de llevar
a Luca a la cama. Se trata del plan que siempre he tenido para ella.
No es que no planee volver a ver a Luca extendida sobre mis sábanas, pero
solo después de que ella me lo ruegue. Y solo porque soy lo suficientemente
indulgente como para permitirle esa segunda oportunidad.
S
oy una idiota. Eso o estoy maldita.
No siempre.
No es mi infancia.
Pero desde que me gradué en el instituto y asistí a Yale, he tenido el tipo
de suerte que cualquier persona querría evitar.
Es como una piscina, en realidad, o un bache profundo. En un momento
estás navegando por un camino que crees que es tuyo, y en el siguiente has caído
en un oscuro abismo y te quedas luchando por no ahogarte.
Me siento en un lado de la cama y me pongo un par de chanclas baratas
de plástico a juego con mis viejos y desgastados vaqueros y una camiseta que he
sacado del cesto de la ropa sucia, con la cabeza palpitando por todos los
estúpidos errores que he cometido y que me han llevado a este momento.
Quiero pensar que no es culpa mía que haya acabado divorciándome a los
veintiséis años y que ahora me enfrente a quedarme sin dinero a menos que me
entregue a Tanner Caine. Pero no importa cuántas decisiones diferentes me dé
cuenta de que podría haber tomado, sigo llegando a la conclusión de que habría
aterrizado en el mismo lugar sin importar qué.
Tal vez no sean mis malas decisiones las que me han llevado a esta noche.
Tal vez es simplemente que solo hay una cantidad de encanto que puede existir
en la vida de una persona antes de que se agote por completo, el grifo se cierra,
y todo lo que queda por experimentar es la oscuridad.
Mi infancia había sido mágica.
Había sido encantadora.
Llena de risas y amor, los años anteriores a la universidad habían sido los
más felices de mi vida.
Con mis maravillosos padres, que podían permitirse darme todo lo que
necesitaba en el mundo, había vivido toda mi joven existencia creyendo que
nada malo podría ocurrirme.
Pero luego el martillo cayó cuando el negocio de mi padre cayó en picado
mientras mi madre estaba enferma. Tan concentrado en ella, había dejado la
gestión del negocio a uno de sus socios. Todo se vino abajo rápidamente en un
año. Ya habían gastado la mayor parte de sus ahorros en mi educación y el resto
en las facturas médicas de mi madre, y se quedaron sin nada cuando el negocio
se vino abajo.
Murió poco más de un año después de la muerte de mi madre.
Durante ese tiempo, había apresurado mi vida, por así decirlo, en un
esfuerzo por dar a mi madre la oportunidad de ver mi boda. Siempre había sido
un sueño para ella ver a mi padre llevarme al altar.
Desesperada por hacerlo realidad antes de que muriera, y también tan
fuera de mí que me aferré al espejismo de un héroe que había creado de Clayton
en mi cabeza, me lancé a la oportunidad de ser su esposa, sabiendo
interiormente que era una decisión estúpida.
Aunque sonara ridículo. Estaba planeando el fracaso de mi matrimonio
antes de llegar al altar.
El día que me casé con Clayton, puse un pie delante del otro, creyendo
que, si nuestro matrimonio no funcionaba, siempre podría recurrir a mi padre
mientras rehacía mi vida.
Entonces el negocio se derrumbó.
Mi madre murió.
Y mi padre se encerró en sí mismo hasta el día en que se reunió con ella.
Fue seis meses después de nuestro segundo aniversario cuando la magia
de mi vida se agotó por completo. Mis padres se habían ido, no tenía nada que
pudiera reclamar como mío, y me quedé soportando las constantes
transgresiones de Clayton solo para mantener un techo sobre mi cabeza.
Al no tener un lugar al que acudir, seguí ignorando los engaños de mi
marido con la esperanza de poder hacer que nuestro matrimonio funcionara.
Y ahora aquí estoy, vistiéndome intencionadamente como la mujer del
saco con la esperanza de que eso apague a Tanner.
Si engañarme no había sido suficientemente malo, Clayton dio el golpe
final arrastrando una pesadilla a mi vida.
No me molesto en cepillarme el cabello ni los dientes. Y el maquillaje está
totalmente descartado. Si Tanner quiere acorralarme para que vuelva a meterme
en su cama, puede disfrutar de la visión de una mujer prácticamente rota.
Mientras conduzco hacia su casa, intento recordar a los integrantes de su
grupo mientras mi sistema de navegación me ladra direcciones.
Poco después de dejar Yale, Clayton me confesó todo lo que había que
saber sobre el Inferno, incluida su participación en él. Incluso admitió que
originalmente había salido conmigo como venganza a Tanner. La admisión dolió,
no voy a negar eso. Me enojó. Pero Clayton juró que sus sentimientos por mí eran
reales después de conocerme y después de que Tanner le exigiera que rompiera
conmigo, no pudo alejarse.
Tanner y Clayton se odiaban cuando me fui. Y cuando Clayton me ofreció
matrimonio, cometí el error de creer que me amaba de verdad y que había
tomado una decisión estúpida cuando empezamos a salir.
Aun así, muchos de los detalles que conozco de Tanner y su grupo los
aprendí de Clayton, y me alegro de conocer esos detalles ahora. Hará más difícil
que cualquiera de esos imbéciles se me acerque sigilosamente.
Por muy estúpida que fuera la chica que los apodó originalmente los
Inferno, (al parecer, la echaron del instituto por atreverse a revelar sus secretos)
su apodo se quedó con el grupo, y también ayuda a refrescar mi memoria de
cada cara y nombre.
Primer Círculo: Limbo, un círculo que es propiedad de Mason Strom. El
hombre gana más intereses sobre el saldo de su fondo fiduciario que lo que la
mayoría de las corporaciones pueden reclamar como beneficios durante un año,
pero está atado a un acuerdo para casarse con una mujer a la que no ama.
Durante todo el tiempo que he sabido de él, ha mantenido a otra mujer en el aire,
y me pregunto qué ha pasado con todo eso. Por lo que me dijo Clayton, Mason
tiene que casarse a los treinta años para reclamar su herencia, lo que significa
que tiene dos años más para decidir.
Segundo Círculo: Lujuria, ese espacio lo ocupa nada menos que Jase
Kesson, un playboy de sonrisa encantadora y pavoneo peligroso. Salió con mi
mejor amiga, Everly, durante más de un año antes de que ella huyera. Everly es
la razón por la que tuve la desgracia de conocer a Tanner. Su repentina partida
fue uno de los factores que hicieron necesario que me alejara de Tanner y del
resto de sus amigos lo antes posible.
El Tercer Círculo: Gula, gobernado por Sawyer Bennett. No es un tipo
demasiado malo por lo que recuerdo, pero solo porque sabe cómo divertirse.
Sin embargo, eso no significa que carezca de un lado oscuro que se desencadena
fácilmente. Inteligente como un látigo, tiene talento para destrozar el mundo de
una persona a la menor provocación.
Golpeando el dedo contra el volante, giro a la izquierda mientras intento
recordar a los demás.
El Cuarto Círculo es la codicia, un reino ocupado por Taylor Marks. Taylor
es un genio de los números y se gana la vida con las apuestas. También es un
genio de la informática, por lo que es peligroso caerle mal.
Quinto Círculo: La ira, es Damon Cross, un nombre apropiado para un
hombre al que había intentado evitar todo lo posible. Siempre tenía un hueso que
cortar con alguien e instigaba muchas de las peleas de bar por las que su grupo
era famoso.
Girando a la derecha, continúo pensando, mi mente se remonta a aquellos
años mientras un aleteo nervioso me desgarra el estómago.
Sexto Círculo: Herejía. Me río de él. Siempre a contracorriente, Shane
Carter tenía su propio sentido del estilo, su propia forma de pensar y, al ser un
instigador, le encantaba provocar discusiones allá donde iba. Es un artista en
todo lo que hace, pero un chico malo, al fin y al cabo. Deja un rastro de mujeres
con el corazón roto y de hombres con la nariz rota, sobre todo porque le encanta
ver hasta dónde puede empujar a una persona antes de que se rompa. No me
importaba estar cerca de él, pero eso no significa que fuera lo suficientemente
estúpida como para hacerlo enfadar. Shane era creativo cuando se trataba de
vengarse.
En la siguiente intersección, gire a la izquierda en la calle Stone…
Aparece un enorme letrero de entrada de piedra, con una cascada en
miniatura y luces espectaculares, la entrada cerrada de Highland Hills, una
comunidad asegurada de mansiones multimillonarias ocupadas por los actores
más poderosos de la política y el viejo dinero. No me sorprende descubrir que
Tanner vive aquí. Siempre ha sido de los que presumen de lo que tienen.
Girando a la izquierda, sigo la carretera con farolas de llama de gas e
intento recordar a los dos últimos hombres además de Tanner.
Séptimo Círculo: Violencia. Ese sería Ezra Cross, el hermano gemelo de
Damon, un ejecutor del grupo si es que alguna vez hubo uno. Nunca tuve mucho
que ver con él, por suerte, porque, en realidad, me daba miedo. No hacía falta
mucho para que el tipo se pusiera en marcha. Normalmente, Damon, Ezra y
Shane estaban unidos por la cadera, cada uno de ellos haciendo lo posible por
iniciar una pelea en algún lugar.
Y los dos últimos lugares eran el Octavo Círculo: Fraude, también
conocido como Gabriel Dane. El chico nació con una lengua de plata y puede
hablar hasta con las bragas de una monja. Si está de tu lado, estás casi segura,
pero si te odia, es una mala idea creerle. Gabriel, que habla muy bien, es el que
convenció a Yale para que no expulsara al grupo cada vez que sus actividades
iban demasiado lejos.
Y finalmente, el Noveno Círculo: Traición. El propio Tanner Caine. El eje
del grupo, el hombre que toma las decisiones difíciles y lleva la mayor parte de
las decisiones. El hombre que está sentado dentro de lo que estoy segura es una
casa enorme y llamativa, esperando y dispuesto a hacer lo que sea necesario
para llevarme a la cama. Una presencia oscura que repele tanto como atrae, es
la manzana envenenada que quiero morder, aun sabiendo que me destruirá.
Rezando para que se haya olvidado de esta noche, me acerco a la puerta
principal del barrio y bajo la ventanilla para hablar con el guardia con la
esperanza de que mi nombre no esté en la lista de invitados. La esperanza se
desvanece rápidamente cuando comprueba el papel en su portapapeles e
introduce un código en un teclado para abrir las puertas.
—Sexta casa a la derecha.
—Gracias —respondo, con el pie golpeando el acelerador mientras
resisto el impulso de dar un tirón al volante y arrastrar el trasero en dirección
contraria.
Cada casa está a unos cuatrocientos metros de distancia por la larga
carretera de suaves curvas, y cuando la de Tanner aparece a la vista, la risa brota
de mi boca.
Por supuesto.
Por supuesto que su casa parece un maldito castillo. Siempre se ha
considerado un rey y ahora tiene la residencia para demostrarlo.
Por lo que puedo ver, tiene tres pisos con una torre a cada lado y paredes
de piedra suavemente iluminadas por los faroles de gas que iluminan el camino
de entrada inclinado.
Las ventanas son lo suficientemente grandes como para que Tanner pueda
contemplar su reino, el césped meticulosamente cuidado.
Me pregunto qué encontraría si siguiera el camino de entrada hacia la
derecha y diera la vuelta a la parte trasera, en lugar de girar a la izquierda para
estacionar frente a la gran entrada con escalones semicirculares que conducen a
un conjunto de enormes e imponentes puertas delanteras.
No había escatimado ni un centavo en esta propiedad, y los celos le hacían
palidecer por el hecho de que Clayton nunca estuviera a la altura de su potencial
para permitirse una casa tan hermosa como esta.
No dejaré que su evidente éxito en la vida me atraiga. Tanner es un
hombre mercurial cuyos estados de ánimo y opiniones cambian constantemente
y hacen imposible adivinar lo que hará a continuación.
A excepción de los hombres que componen su círculo íntimo, no tiene
lealtades. Por eso nunca me atreví a bailar con el diablo más de una vez, por eso
nunca me arriesgué a dañar mi corazón como tantas otras chicas en la
universidad.
Puedes llamar a Tanner muchas cosas, pero a menos que formes parte del
Inferno, nunca podrás llamarlo tu amigo.
Respiro profundamente para calmar mis nervios.
Saliendo de la seguridad de mi auto, subo los escalones hasta las puertas
de entrada, medio esperando que aparezca un mayordomo para abrirme.
Mi dedo presiona el timbre, los segundos pasan mientras mi ritmo
cardíaco aumenta.
Cuando la puerta se abre, estoy a punto de desmayarme.
C
asi le cierro la puerta en las narices. Casi avanzo para agarrar mi
teléfono y llamar a seguridad para preguntar cómo un transeúnte
accedió al vecindario. Casi llamo a la sede corporativa de la
empresa de seguridad y les exijo que despidan al idiota que dejó que una
vagabunda se acercara a mi casa.
Pero entonces me tomo un segundo para mirar a Luca y casi me parto de
risa.
En cuanto abro la puerta, su barbilla se inclina hacia arriba, con una actitud
desafiante detrás de sus grandes ojos azules y una leve mueca de desprecio en
sus labios. Está enojada. No dudaba de que lo estaría. Disfruto haciéndola enojar
y estoy deseando sacarle más fuego. Pero lo que no esperaba era el cuidado que
había puesto en aparecer tan desaliñada como lo hace.
No se trata simplemente de un atuendo informal que se pone para hacer
algo tan mundano como la compra. Es un esfuerzo concertado para parecer que
la higiene es un concepto extraño. A pesar de su obvia esperanza de que crea
que no le importa que la manipulen para venir aquí, el cuidado que ha puesto en
parecerlo tiene el efecto contrario:
Me dice que ya la he trastornado hasta la médula.
Apoyando un hombro en el marco de la puerta, me tomo mi tiempo para
observarla. Mi mirada se arrastra por una camiseta arrugada y raída, más allá de
un par de vaqueros rotos, más lejos aún de unas chanclas baratas de plástico que
no concuerdan con los dedos de sus pies bien cuidados. Arrastrando mi mirada
hacia arriba con la rapidez de un perezoso, fijo mis ojos en los suyos.
—Estás preciosa.
La expresión de Luca se retuerce con hermosa rabia, una neblina roja que
se arrastra por las mejillas enmarcadas por el cabello castaño. No picaré el
anzuelo y diré lo obvio, no permitiré que me haga trabajar tan fácilmente. Si Luca
quiere doblegarme, aunque sea un poco, tendrá que esforzarse mucho más.
Su garganta se mueve para escupir una serie de palabras furiosas.
—¿Sí? Bueno, eres un idiota. —Lanza las manos—. Acabemos con esto.
Avanza como si fuera a entrar, pero se detiene en seco cuando le cierro el
paso.
—¿Me vas a dejar entrar o qué?
No había sido una mentira decirle lo encantadora que es. Incluso
desarreglada, su belleza es sorprendente. Una sonrisa de satisfacción estira mis
labios, mi voz baja a un ronroneo bajo.
—Pareces muy ansiosa. Si hubiera sabido que estabas tan desesperada
por meterte en mis pantalones, te habría buscado mucho antes.
En realidad, había sabido dónde estaba todo el tiempo. Pero ella no
necesita saber eso.
El color de su rabia se intensifica, su amplio pecho se abre con una
inhalación aguda, sus labios llenos se separan para que ese aliento se libere en
una furia de fuego.
—¿Me encontraste? ¿Me estás tomando el pelo ahora mismo? ¿Qué te hace
pensar que quería que me encontraras? Ni siquiera intentes fingir que el imbécil
de mi marido no te encontró con la intención de dejarte destruir mi vida.
Sus dientes chocan entre sí, un tic en su mandíbula que me preocupa que
esté dañando el esmalte. Es un hábito suyo rechinar los dientes cuando se
enfada, eso y el bonito tic que tiene sobre el ojo, hábitos que me habían vuelto
loco cuando había iniciado peleas con ella en Yale.
¿Es posible que el fuego sea tan seductor como destructivo? ¿Cómo
diablos puede esta mujer dejarme suplicando que me queme con sus llamas?
Me clava un dedo en el pecho, su altura no es nada comparada con la mía,
lo que significa que tiene que estirar la larga línea de su cuello solo para clavar
mi mirada con la suya.
—Me merezco cada céntimo que me debe ese hijo de puta y te odio, te
odio absolutamente por ayudarlo a joderme aún más de lo que ya ha conseguido.
Así que aquí estoy, dispuesta a discutir cualquier término de tu juego enfermizo,
Tanner, pero puedo prometerte que si tengo que abrir las piernas y follar contigo
solo para evitar que Clayton me joda más de lo que ya lo ha hecho, no voy a
disfrutar ni un solo segundo. Ahora, déjame entrar para que pueda hacer lo que
tengo que hacer para quitarle a ese imbécil lo que es mío por derecho, y luego
espero no volver a saber de ti nunca, y quiero decir nunca.
Con una sonrisa en los labios, intento recordar la última vez que me divertí
tanto con una mujer. El reconocimiento se asienta con demasiada rapidez, mi
mente se desplaza a un día de hace tres años, el día en que conocí a Luca Bailey.
La curvatura de mi labio solo la enfurece más, sus brazos se cruzan
mientras su pie pisa fuerte como un niño pequeño rebelde. Metiendo las manos
en los bolsillos de mi pantalón gris pizarra, fuerzo una sonrisa más amplia.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez lo adorable que eres?
Sus ojos se entrecierran y su boca se abre, sus palabras son un gruñido
hirviente y profundo.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez lo arrogante que eres?
—Todo el tiempo.
—Bueno, bien. Me alegro de que estés enterado.
Me encojo de hombros, me alejo del marco de la puerta y me giro para
dejarle espacio para entrar. Cuando pasa a toda velocidad, mi mano atrapa su
bíceps y mis labios bajan hasta su oído. El pulso de su cuello late con fuerza, y
yo me quedo durante tres de esos tentadores latidos antes de responder.
—Entiendo que has venido aquí pensando que podrías tratarme como una
polla disponible para montar… —La respiración entrecortada de ella hace que
mis músculos se tensen, y mis labios se curvan más—. Y estoy seguro de que
necesitas un buen polvo duro después de tres largos años de estar debajo de un
marido sudoroso, gruñendo y, sin duda, durmiendo. —Arrastro mis ojos por la
línea de su cuerpo para ver cómo sus dedos se cierran en puños, sus brazos
prácticamente vibrando con una rabia apenas contenida—. Pero odio tener que
decirte esto, Luca, no soy tan jodidamente fácil.
Al golpear mi palma contra su culo, mi corazón se acelera al ver que se
tambalea hacia delante. Mi voz es arenosa en su siguiente instrucción.
—Toma el pasillo de la izquierda, atraviesa el salón y entra en el comedor.
Vamos a cenar como gente civilizada mientras discutimos mis condiciones.
—¿Cenar? —La pregunta de una sola palabra es un siseo sobre sus labios,
mientras inclina la cabeza para fruncir el ceño por encima del hombro—. ¿Y si
no tengo hambre?
Sonrío.
—Oh, sí que tienes hambre. De mi polla. Puedo olerla en toda tu piel. Pero
tenemos asuntos que atender, además de una comida que espera ser consumida.
Tendrás que esperar para ver si te considero lo suficientemente digna para
experimentar el placer de mi cama.
Con una obstinación que no tiene comparación con ninguna otra mujer
que haya tenido el placer de conocer, Luca fija sus pies en su sitio, negándose a
ceder.
Doy un paso adelante, el calor de mi pecho un muro en su espalda
mientras mi aliento le hace cosquillas en la línea del cuello.
Hablando despacio, le recuerdo por qué no tiene más remedio que
obedecer todas mis órdenes.
—Si quieres ver el dinero que te debe Clayton, y si quieres evitar que
limpie el suelo de la sala con tus preciosas y furiosas lágrimas, dejarás esta farsa
de chica dura y marcharás con tu bonito y pequeño culo hasta mi comedor para
disfrutar de la comida que he tenido la amabilidad de pedir.
—Te odio —exclama ella, con la violencia envuelta en cada sílaba rota.
—Lo sé. Ya me lo has dicho. Y eso solo hace que lo que estoy haciendo sea
mucho más agradable. —Haciendo una pausa, respiro profundamente,
disfrutando de la falta de perfume en su piel, mi cuerpo se endurece al notar el
aroma natural de su cuerpo—. Sugiero que camines, Luca. Sería una pena que la
comida se enfriara.
Una última mirada por encima de su hombro acerca peligrosamente su
boca a la mía. Su voz es baja y ronca, sus ojos azules llamas de desesperación
anudadas con furia.
—Espero que te atragantes, Tanner. Con cada puto bocado.
Con eso, avanza furiosa y gira a la izquierda por el pasillo, con una risa
baja que me hace temblar el pecho por lo fácil que es hacerla enojar.
T
anner es tan imbécil como lo recordaba de Yale, tal vez incluso más
ahora que ha tenido años para perfeccionar su habilidad.
Aunque asumo que este juego tiene el puro propósito de
vengarse por fin de mí por no haber caído como todas las demás mujeres en su
camino, su comportamiento desde que he llegado me obliga a reconsiderarlo.
Si es solo por el sexo, si es por la satisfacción de haberme doblegado por
fin para convertirme en otra muesca en su cama, ¿por qué me obliga a quedarme
a cenar?
¿Para poder regodearse? ¿Para que pueda acomodarse y disfrutar viendo
cómo me atraganto con cualquier comida que haya elegido, mientras anticipa el
momento de doblarme sobre la mesa?
Quiero arrastrar mis uñas por su cara y sacarle los ojos, pero al mismo
tiempo —y lo que creo que más me ha enojado desde que me atreví a poner un
pie cerca de él— no se equivoca en una asombrosa observación que hizo.
Mi vida sexual desde que me casé con Clayton y me convertí en su
sonriente novia ha sido todo menos satisfactoria. Inexistente, en realidad. Tres
años de celibato porque mi marido no podía molestarse en tocarme. Y por lo que
sé de la única vez que cometí el error de acostarme con Tanner: el hombre es un
genio en hacer que tu cuerpo cante.
Solo con mirarlo se siente el deseo profundo, pero sentir todo el poder de
su hermoso cuerpo retorciéndose entre tus muslos, es suficiente para arruinarte
para otros hombres, para hacerte adicta a lo que sus atenciones pueden
proporcionar.
La mitad de mi decisión de evitarlo había sido mi negativa a ser una mujer
más que calentara su cama una noche más. La otra mitad había sido mi miedo a
quedarme como otra adicta que soñaba con una oportunidad más de sentir su
fuerza contra mí mientras se enterraba en mi interior.
No quería ser otra Tanner-zombie como todas las demás mujeres
desesperadas que se pasaban horas arreglándose en las fiestas y por el campus
rogando por la oportunidad de que él mirara en su dirección.
Si no hubiera sido por la relación de Everly con Jase, no habría conocido
a Tanner. Pero me arrastró a la mezcla con su grupo y luego me abandonó
después de la noche en la que ocurrió algo increíblemente malo.
Dejé Yale y nunca miré atrás.
También cometí el error de casarme. Dejé de preocuparme durante un
tiempo. Mi deseo de tener una carrera propia en pausa hasta que pudiera lidiar
con lo que les pasó a mis padres y, con suerte, poner en orden a mi marido infiel.
No tenía intención de volver a ver a Tanner Caine ni a su banda de hombres
alegres.
Sin embargo, ahora estoy caminando por su sala de estar, odiando que
tenga mi vida en sus manos y la trate como una broma para su diversión.
Su casa es asombrosa por su belleza. De alguna manera, el hombre ha
conseguido combinar la calidad rústica de las maderas oscuras, los suelos de
piedra natural y las vigas del techo a descubierto con un toque moderno de
encimeras de granito, grandes ventanas biseladas de dos niveles y barandillas
de hierro pulido para la segunda y la tercera planta.
Una chimenea hace de corte en el centro de su sala de estar que es el
doble de mi altura, por lo menos, los sofás de cuero oscuro con detalles de
remaches de acero atraen mis ojos al pasar por ellos.
Un bar ocupa toda una pared, con lámparas colgantes que cuelgan de los
altos apliques del techo con bombillas Edison que brillan en color ámbar contra
las hileras de botellas de licor.
Dudo mucho que Tanner haya invertido las horas que habría necesitado
para crear esta impresionante sala, pero es obvio, por las líneas elegantes
mezcladas con texturas robustas y masculinas, que tenía una opinión sobre todo
lo seleccionado en el diseño interior.
Y si la sala de estar no ha sido lo suficientemente impresionante como para
arrastrar mi mirada por todas las telas y superficies disponibles, el comedor casi
se roba el espectáculo con techos abovedados y una lámpara de araña de hierro
forjado con una circunferencia de tres cuartas partes de la anchura de una mesa
de roble oscura con ajustes para veinte.
—Por favor, dime que no desperdicias todo esto en el mismo tipo de fiestas
ridículas que hacías en Yale.
Me detengo en mi sitio y mi cabeza da vueltas lentamente para ver el papel
pintado de damasco negro sobre negro y las barandillas de acero de las sillas
que, de alguna manera, combinan a la perfección con una mesa de comedor y
sillas de madera tallada sacadas de un salón de tronos medieval.
Bajo mis pies hay suelos de mármol negro con motas de plata que captan
el parpadeo de los apliques de fuego colocados en las paredes.
Acercándose por detrás de mí, Tanner coloca sus manos sobre mis
caderas aprovechando mi aturdida reacción, apoderándose con tal confianza de
su derecho a hacerlo que mi corazón es un tambor bajo mis costillas.
Con los labios cerca de mi oído, responde:
—Algunos de nosotros hemos crecido lo suficiente como para tener
reuniones más civilizadas.
—¿Algunos de nosotros? —Es ridículo cómo sueno sin aliento.
Su tono lleva un matiz de risa molesta.
—Sawyer, Jase y Damon aún no se comportan como si tuvieran su edad.
Sacudiendo la cabeza con desconcierto, doy un paso adelante para poner
distancia entre nosotros. Él acorta esa distancia como si fuera el dueño de todo
el espacio que me rodea.
Su calor es un horno contra mí, su olor seductor, su presencia oscura y
divina.
—¿Por qué no me sorprende escuchar eso?
La expresión de su rostro no cambia. Sombras mezcladas con relámpagos,
ojos que lo ven todo sin revelar nada del hombre al que pertenecen.
—Toma asiento. Yo traeré la comida.
El muro de calor se dispersa cuando se aleja y, aunque debería mantener
la vista fija en la mesa que tengo delante, no puedo evitar observar su fluido paso
por el comedor hacia una puerta que hay a nuestra derecha, no puedo evitar
notar el merodeo casi felino y depredador de un hombre lo suficientemente
traicionero como para poner patas arriba el mundo de cualquier persona por el
mero placer de hacerlo.
Algunos monstruos dan miedo porque matan y mutilan sin
remordimientos. Algunos dan miedo porque se meten en tu cabeza y te hacen
dudar de todo lo que crees saber sobre el mundo que te rodea.
Tanner es aterrador porque no hace falta nada para que ponga su mirada
en ti, para que encienda su ira y llame su atención. Y en lugar de simplemente
destruirte física o mentalmente, es el tipo de monstruo que alterará todo tu
mundo y te dejará luchando por respirar mientras ves cómo todo se derrumba.
Te deja viva para que seas testigo del caos. Te deja ahogándote mientras
él se marcha, satisfecho de que no quede ni una pizca de lo que una vez tuviste
para aferrarte.
Tal vez monstruo no sea la palabra correcta.
Es demasiado simple.
Demasiado común.
Otros hombres son monstruos.
Los hombres menos importantes son monstruos.
Tanner no.
Tanner es un torbellino.
Me asusta ahora incluso más de lo que lo hacía en Yale. Intento mentirme
a mí misma y jurar que el miedo tiene que ver con el dinero que perderé.
Pero hay algo más, algo más profundo, algo sombrío y ardiente con un
feroz deseo carnal que persiste como una niebla en mi interior.
Los recuerdos chocan con el presente, el dolor que siento cada vez que
Tanner está cerca.
Porque no había sido fácil evitarlo hace tantos años.
Había sido una lucha, una guerra, una sangrienta batalla que se libraba en
mi interior y que terminó con mi retirada a los brazos de otro hombre que había
considerado seguro.
¿Y cómo había resultado eso?
Una mierda.
Sigo de pie en mi sitio cuando Tanner entra por la puerta con un cartón de
pizza en la mano, su arrogante ceño fruncido sobre un ojo al comprobar que no
me he movido.
—¿Prefieres quedarte ahí de pie mientras me siento y te tiro la comida
como un perro?
El cartón golpea la mesa donde lo deja caer.
Sonríe.
—No me importa ninguna de las dos cosas, pero prefiero no manchar mi
suelo impoluto con queso y salsa de tomate.
Y así, Tanner ha vencido las nubes de confusión en mi interior para revelar
una ira tan caliente como el sol furioso.
—Me sentaré. Gracias.
—Excelente decisión —dice, tomando asiento—. Ahora mi criada no
tendrá que limpiar un desastre mañana.
Sentada frente a él en la mesa, espero con los brazos cruzados mientras
sirve unos trozos, con la risa atascada en la garganta al ver una comida tan
sencilla.
—Me sorprende que hayas elegido la pizza. Habría supuesto que serías
del tipo de bistec y patatas.
—Lo soy —responde con una voz llena de grava—. Pero eso habría llevado
más tiempo de preparación y entrega, y no quiero interrupciones ahora que
estás aquí. —Sus oscuros ojos verde musgo se clavan en los míos—. Te tengo
acorralada, Luca, y lo sabes. Entonces, ¿te gustaría adivinar qué puedes hacer
para salir ilesa de esto?
No hay ninguna razón por la que un hombre comiendo deba ser tan
fascinante como ver a Tanner dar el primer mordisco a su comida, pero aun así
me encuentro observando cómo sus labios carnosos se separan ligeramente, sus
dientes blancos y rectos se cierran de golpe para cortar el queso, la salsa y la
masa con facilidad. Siento ese mordisco en lugares que no debería sentir: mi
hombro, mi cuello, el interior de mi muslo.
Sacudiéndome la estúpida reacción, tomo la comida del plato y respondo:
—Quieres que te folle. Seguramente aquí, en esta mesa, cuando hayas
terminado de torturarme con comida que no quiero comer.
Su mandíbula trabaja mientras mastica, el color dorado de su piel se
ensombrece en todos los lugares adecuados. Observo cómo su garganta trabaja
para tragar el bocado, mis dientes trabajando el interior de mi mejilla para no
abofetearlo y pasar mi lengua por su garganta, todo al mismo tiempo.
No ha hecho más que mejorar con la edad, un universitario engreído y
guapo que ahora es un hombre con toda la fuerza y la virilidad que uno quisiera.
—Error —dice finalmente, rompiendo mi concentración—. Si esto fuera
solo para follar contigo, hoy te habría levantado la falda en el baño y habría
tomado lo que tan obviamente quieres darme.
Una risa fría brota de mi garganta.
—Ahora sé por qué necesitas una casa tan grande.
Tanner arquea una ceja en señal de pregunta.
Sacudo la cabeza.
—Para acomodar tu desquiciado ego.
Sus ojos brillan.
—Ya sabes lo que dicen del ego de un hombre… puedes usarlo para
adivinar con precisión el tamaño de su polla.
Pongo los ojos en blanco.
—Por supuesto, tú entrarías ahí.
—No puedes decirme que no es cierto. Creo recordar toda clase de
gemidos cayendo sobre esos bonitos labios tuyos la única vez que la montaste.
Sonriendo, toma otro bocado antes de dejar caer su rebanada en el plato,
su expresión pasa a ser todo negocios.
—Esto va más allá de follar contigo, o del tamaño de mi ego. —Aparta el
plato y apoya los codos en la mesa, sus ojos se fijan en los míos—. No quiero nada
más que destruir al cabrón de tu marido.
Una chispa de esperanza estalla en mi estómago.
—¿Entonces por qué lo ayudas?
Sus labios se mueven con humor.
—No quiero nada de él, excepto ver cómo se retuerce. No tengo ninguna
razón para ayudarlo. Excepto…
—Excepto para vengarte de mí —termino por él. Echándome hacia atrás
en mi asiento, cruzo los brazos sobre el pecho—. Tengo que admitir, Tanner, que,
si eres tan duro para un polvo fácil, has perdido tu toque.
—Y sin embargo eres tú quien sigue sacando el tema.
La realización me golpea como un tren de velocidad.
Si tengo una oportunidad de enfrentarme a Tanner mientras tiene mi vida
en la palma de su mano, tengo que mantener el sexo fuera de mi mente y jugar
el juego de forma inteligente.
De lo contrario, sé que este hombre disfrutará demasiado haciéndome
pedazos.
V
er a Luca retorcerse ha valido los años que he esperado.
Sentada frente a mí, da un respingo al darse cuenta de que,
si alguien está ofreciendo sexo a la mesa, es ella. Relajándome
contra mi asiento, fijo mis ojos en un conjunto de ojos azules de
bebé, mi diversión es evidente, el juego que estoy jugando se aleja cada vez más
al fondo.
Disimulado, tal y como lo prefiero.
Pero, como todos los momentos de diversión, este tiene que terminar y
llegar a su fin. La tengo donde quiero… en más de un sentido.
—De acuerdo, está bien —tartamudea, tratando de recuperar el equilibrio
y salir del agujero que estoy cavando lentamente bajo ella.
—Si no es sexo lo que quieres, dime qué tengo que hacer para que dejes
de ayudar a Clayton.
Casi me río de su suposición de que el sexo ya no está sobre la mesa. No
es mi precio, pero sigue estando en juego.
Sacudiendo la cabeza, me niego a revelar la trampa que le estoy
tendiendo.
—Sabes que esto no funciona así.
Desde el otro lado de la mesa, la estudio detenidamente, observo cada
movimiento de su cuerpo, cada pequeña expresión que refleja claramente sus
pensamientos. Un tic muscular sobre su ojo me hace sonreír, una reacción que
no sé si ella sabe que tiene cuando se la presiona hasta el punto de ruptura.
¿Cuántas veces he visto ese pequeño músculo saltar en Yale?
—No me vas a decir lo que quieres, ¿verdad?
Luca cruza los brazos sobre el pecho, con la mirada clavada en la mía. De
todas las personas con las que he jugado en mi vida, ella ha sido la única que ha
presentado un desafío significativo.
Tal vez por eso nunca pude superarla. Esperaba que los años la
debilitaran, que su fracaso matrimonial combinado con la pérdida de su carrera
la hubieran llevado a un punto en el que sucumbiría fácilmente ante quienes la
rodeaban.
Debería haber sabido que no debía pensar que Luca era tan débil.
En todo caso, todos esos fracasos han encendido un fuego en su interior
que me eriza la piel.
En lugar de desmoronarse bajo años de infortunio, esta mujer ha sacado
una pala de las circunstancias desafortunadas y está cavando su camino para salir
del fango.
Me recuerda a mí en ese sentido. Lo que significa que tengo que tener
cuidado de jugar este juego correctamente.
—En realidad, tenía toda la intención de decirte lo que quiero esta noche,
pero dado tu comportamiento, es más divertido mantenerte en la oscuridad.
¿Es estúpido hacerla esperar? Sí. Debería hacer mis demandas y terminar
con este lío, pero soy débil cuando se trata de joder a esta mujer. Es una de las
únicas personas que he conocido que puede entretenerme de verdad.
Me levanto de mi asiento y rodeo la mesa, observando cómo me mira con
ojos cautelosos, girando ligeramente la cabeza para mantenerme en su visión
periférica. Cuando apoyo una cadera en la mesa y sigo en mi sitio, Luca se gira
en su asiento para mirarme.
—¿Cuánto tiempo voy a estar a oscuras?
—El tiempo que haga falta. Puedes odiarme por ello o intentar divertirte.
Tú eliges.
Poniendo los ojos en blanco, empuja su asiento hacia atrás y se pone en
pie.
—Nada de ti es divertido.
Sonrío.
—No dirías eso si estuvieras en mi lugar en este momento.
Su expresión se tensa, el calor rebosa justo debajo de la piel de sus
mejillas.
—Odio ser la portadora de malas noticias, Tanner, pero a pesar del tiempo
transcurrido, no has cambiado.
Un ladrido de risa silenciosa me sacude el pecho.
—Lo dices como si fuera algo malo.
El color rojo se profundiza en su rostro, un tono carmesí que resalta el azul
de sus ojos, contrastando fuertemente contra la pálida piel de su cara. Me
pregunto si ese color recorre su cuerpo como lo hizo en Yale. ¿Cuánto tiempo
tardaré en volver a tener a Luca Bailey en mi cama?
—¿Así que esto es todo? ¿Me has hecho venir hasta aquí para decirme que
tengo que pagar tu estúpido precio, pero no me dices cuál es? ¿Aún no has
superado estos juegos de mierda?
Me alejo de la mesa, me acerco y empujo su silla hacia atrás, las patas
rozan el suelo con un sonido chirriante, su cuerpo se levanta del asiento y se aleja
de mí hasta que su trasero se golpea contra el borde de la mesa.
Aprieto las palmas de las manos contra la superficie de madera a ambos
lados de sus caderas y mis ojos se clavan en los suyos sin remordimientos por
haber invadido lo que debería haber sido su espacio personal.
A pesar de su ropa, huele de forma increíble, con toques florales que
llegan a mi nariz por lo que sea que haya usado en su cabello, y el delicado y
femenino almizcle de su cuerpo me afecta de una forma que estoy seguro que
ella desea.
Me inclino y mantengo mi boca a unos centímetros de la suya, con los ojos
todavía fijos en la batalla.
—Ya no juego a lo mismo que en la universidad.
Arquea una ceja.
—¿De verdad? Entonces, ¿por qué me siento como un dedal en un tablero
de Monopolio?
El tono de su voz me hace sonreír. Está afectada, lo quiera admitir o no.
—Porque no he dicho que haya dejado de jugar. Solo he dicho que no
juego a lo mismo que en la universidad. Puedo prometerte que los juegos a los
que juego solo han mejorado con la edad.
Mis caderas presionan su cuerpo y un escalofrío la recorre con tanta
violencia que puedo ver cómo le tiemblan los hombros.
Dejo de mirarla y me lamo los labios para ver su boca ligeramente
separada, su aliento saliendo a borbotones.
—Y tú no eres el dedal. —Mis ojos vuelven a dirigirse a los suyos—. En
todo caso, eres el peón.
Sus cejas se juntan de esa manera ridículamente adorable que recuerdo,
con la confusión y un toque de satisfacción presumida brillando en sus ojos.
—Y yo que pensaba que eras inteligente. El peón no está en el Monopolio.
—Precisamente —contesto, mi voz convertida en un oscuro susurro,
nuestras bocas tan juntas que respiramos el mismo aire—. En mi casa, yo elijo el
juego y asigno las piezas. Y resulta que odio el que tú has elegido.
El roce de mis labios con los suyos no es intencionado, pero en el momento
en que nuestra piel se une, una chispa eléctrica se dispara por mi columna
vertebral, encendiendo el deseo que siento por ella y la rabia que siento por la
forma en que me desafió en Yale.
En todo caso, jugar con ella ahora solo le enseñará una lección por tener
un gusto tan malo para los hombres.
El punto de pulso en la garganta de Luca se agita salvajemente, sus
mejillas se sonrojan de deseo mientras sus ojos se estrechan en los míos con
odio.
—Pero eso no viene al caso —digo, rompiendo el momento al alejarme de
la mesa para dejarla desconcertada y confundida, agitada y dispuesta a
arrancarme los ojos si el repentino rechinar de sus dientes tiene algo que decir
al respecto.
Cualquier cosa que valga la pena es digna de ser trabajada, y como yo
valgo la pena, ella tendrá que bailar un claqué mucho mejor para ganarse su
primera comida.
—Vas a venir a una fiesta conmigo el próximo fin de semana.
—Como el infierno que voy a ir. Solo dime qué quieres de mí para que
pueda olvidar que te conocí.
Atravieso la habitación, abro un cajón de la mesa auxiliar, extraigo un bloc
de papel y un bolígrafo y escribo la fecha y la hora a la que debe esperar una
limusina en la puerta de su apartamento.
No me molesto en volver a mirarla mientras salgo del comedor, pero en
mis labios se dibuja una sonrisa cuando me llama.
—Maldita sea, Tanner. ¿Adónde vas?
Como un cachorro con su primera correa, me sigue, con sus pies
descoordinados pisando el suelo lo mejor que puede con sus chanclas baratas.
El sonido del plástico que golpea le quita importancia a su intento de actuar como
una chica dura y enfadada.
—Te acompaño a la salida.
—¿Qué? ¿Hablas en serio?
Negando, cruzo el vestíbulo, apoyo la mano en el pomo de la puerta y me
giro para mirarla.
—Como un cáncer.
—Tú eres un cáncer —bromea.
Mi sonrisa se amplía.
—Así es, y ya he empezado a crecer en ti sin que te des cuenta. —Le
entrego el papel antes de que pueda responder y le digo—: El próximo sábado.
Estaré fuera de tu apartamento a las siete.
Sus hombros se encogen en señal de derrota.
—Realmente vas a arrastrarme, ¿verdad? ¿Solo por diversión?
Abro la puerta y le doy una palmadita en el hombro, ignorando la forma
en que se aleja de mí en cuanto nuestros cuerpos se tocan.
—Aprenderás a disfrutarlo, Luca. Te lo prometo.
Al salir por la puerta, se da la vuelta y abre la boca para dar lo que estoy
seguro de que será una respuesta sarcástica. Le cierro la puerta en la cara antes
de darle la oportunidad de decirlo.
Luca es adorable cuando está enojada, pero con el inesperado cambio de
planes, tengo que hacer arreglos.
Oigo un gruñido agudo al otro lado de la puerta antes de que el golpeteo
de los plásticos molestos baje por las escaleras de la entrada. Riendo al
escucharlo, saco el teléfono del bolsillo y pulso la marcación rápida para llamar
a Gabriel.
—Supongo que, dado el poco tiempo que ha pasado, no te la has follado.
De fondo, el fuerte ritmo de la música rap retumba, las voces elevadas se
entremezclan con el sonido de las fichas de póquer que se lanzan sobre una
mesa.
—Dile a Sawyer que te debe los dos mil. Luca salió de aquí con su orgullo
intacto.
El siseo de una calada de un porro se oye a través de la línea, su voz tensa
mientras aguanta el golpe y pregunta:
—¿Qué pasó?
—Más vale que ese hijo de puta haya conseguido la información que
quiero.
Gabriel exhala.
—Jase te manda saludos, por cierto. Entonces, ¿has averiguado lo que
necesitamos saber?
Esta conversación no va a ser agradable.
—No.
—¿Dijo que sí? Más vale que haya dicho que sí o enviaré a Ezra a patearle
el trasero…
—Pelea tus propias batallas, idiota. Y tira otros cien o dobla.
—Si te digo que patees…
—Bien, los dos cierren la boca. En cuanto a ti, Tanner, ¿cómo que no? A
Jase le va a dar un puto infarto y ya le está saliendo una vena en la sien. Además,
tú y yo tenemos que terminar un juego, ¿o ya lo has olvidado?
Riendo ante la imagen mental, atravieso la habitación hasta las escaleras,
tomándolas de dos en dos de camino a mi dormitorio.
—La he invitado a la fiesta de compromiso del próximo fin de semana. Será
más divertido sacarle la información si todo el grupo está allí para hacerlo.
Gabriel se ríe antes de dar otra calada a su cigarrillo.
—Te va a odiar cuando se dé cuenta de lo que has hecho. Tienes la
paciencia de un puto santo.
No está mintiendo. Si, por la razón que sea, Luca se entera, cualquier
esperanza que tenga de volver a meterme entre sus piernas se irá por la ventana.
—Ella no se va a enterar. No sé toda la historia de lo que pasó con Everly
y Jase. Será más fácil acorralarla si los demás están ahí para respaldar lo poco
que sé.
Echando el humo, Gabriel contesta:
—Lo que sea, ya estoy aburrido de esta conversación y de tu vida amorosa.
Lo que es más importante en este momento es que papá Warbucks llamó
después de que me fuera de tu casa.
A Jerome Gabriel Dane III, alias Papi Warbucks, alias el padre de Gabriel,
le gusta pensar que es el centro del círculo social dentro de nuestras familias.
También le gusta creer que, a sus setenta y tres años, tiene la capacidad de exigir
y esperar que se cumpla con prontitud.
En el pasado, eso podía ser cierto, pero ahora no tanto. Ese imbécil lleva
mandando desde que estábamos en el instituto. Sin embargo, los tiempos han
cambiado y la nueva generación ha crecido. Es hora de que Warbucks y todos
nuestros padres se retiren.
—¿Qué quería?
—Lo que siempre quiere…
Detrás de él escucho un gruñido profundo, un golpe de mesa y fichas de
póquer volando. Jase se ríe y luego el golpe revelador de uno o dos puñetazos.
Sacudiendo la cabeza, le digo a Gabriel que se dirija a otra habitación para que
podamos terminar esta conversación antes de que Ezra pierda la cabeza y
noquee a todos los que lo rodean.
—Estoy un paso por delante de ti —responde Gabriel, caminando
mientras habla, el fondo se queda en silencio mientras añade—: Quiere que
pidamos una indemnización.
Dejando caer mi peso sobre el lado de mi cama, sostengo el teléfono entre
la oreja y el hombro mientras me desabrocho los puños de las mangas.
—¿A Quién?
—A Ivy Callahan.
Mis cejas se disparan hacia arriba.
—¿La hija del gobernador Callahan?
Gabriel se ríe. Ya puedo oír los engranajes que se mueven en su cabeza.
Si alguien tiene un hueso que cortar con Ivy, es él.
—La única. Acepté porque es un objetivo muy interesante.
—¿Qué estamos pidiendo?
Gabriel le da otra calada a su porro.
—Parece que su padre está impulsando la introducción de una nueva ley
que interferirá seriamente con nuestros emprendimientos menos legales. Por lo
tanto, necesitamos trapos sucios sobre el gobernador para que desista de su
campaña, así como para ponerlo en cintura. Necesito que te acerques a ella en
la fiesta del próximo fin de semana y le digas que la deuda que tiene con nosotros
ha vencido.
Desabrochando mi camisa, me la abro.
—¿Por qué no te acercas a ella?
Se ríe, exhalando con fuerza.
—Es tu deuda la que hay que reclamar. Además, ya sabes que cuando
persigo, no quiero que la gente sepa que está huyendo. ¿Me entiendes?
Dejando caer el teléfono en mi mano y acercándolo a mi oído, me recuesto
en el colchón, pellizcando el puente de mi nariz con mi mano libre.
—¿Dos corredores al mismo tiempo? Es un poco arriesgado.
Otra risa.
—Por favor, como si Luca no llevara ya años corriendo. Me sorprende que
la mujer no se haya derrumbado de agotamiento. —Sonriendo, le doy la razón
en silencio—. Como sea —dice Gabriel, con voces cada vez más fuertes en el
fondo—, tengo que terminar una partida de póquer. Estoy a punto de acabar con
toda la ganancia de estos hijos de puta. Ya hablaremos mañana.
Después de colgar, miro fijamente al techo, mi mente se remonta al
momento en que empezamos a tejer nuestra red en torno a Luca… y al final de la
partida que nadie sabe que estamos jugando.
T
anner no es siempre malo… la mayor parte del tiempo… bueno, el
noventa y nueve punto nueve por ciento del tiempo… pero no
siempre.
Tuvo sus momentos de ser un tipo decente en Yale, y son esos momentos
a los que me aferro ahora mientras me visto para ir a la fiesta a la que me exigió
asistir.
He pasado la última semana encerrada en mi apartamento, en una fiesta
de lástima mientras veía Netflix y pedía comida a domicilio en un área de diez
manzanas a la redonda. Es posible que haya engordado dos kilos mientras me
escondía entre la seguridad de las paredes de mi apartamento, pero he
necesitado el tiempo para procesar todo:
El divorcio.
Mi futuro.
Y Tanner.
En cuanto a mi divorcio, estoy emocionada de estar finalmente libre de un
hombre que obviamente no me ama. Por qué Clayton eligió casarse conmigo es
algo que nadie sabe.
Tal vez tuvo algo que ver con lo que pasó con mi madre, una decisión
improvisada de la que se arrepintió tan pronto como firmamos en las líneas
punteadas del certificado de matrimonio, intercambiamos los anillos y nos dimos
el sí quiero.
No puedo estar segura de cuándo empezó a engañarme exactamente,
pero sospecho que empezó al día siguiente de nuestro regreso de la luna de
miel.
Tal vez solo estoy amargada y, en realidad, cuándo empezó el engaño no
importa mucho. Lo que importa es lo que hago conmigo misma ahora que el
matrimonio se ha derrumbado finalmente, y me he quedado tambaleándome sin
experiencia laboral y con muy pocos contactos en el mundo profesional para
volver a ponerme en pie.
Lo que me lleva a preguntarme por mi futuro.
Está en el aire si recibiré el dinero que Clayton me debe por los tres
miserables años que he pasado como su esposa. Todo depende de lo que haga
Tanner, y de si seré capaz de soportar el precio que exija por su ayuda para joder
a mi marido.
Tres millones de dólares me servirían de mucho cuando me disponga a
rehacer mi vida. Quizá pueda volver a la universidad y terminar por fin mi
carrera, o quizá pueda encontrar otra cosa que quiera hacer, algo que incluya
viajar.
Las posibilidades son infinitas, pero solo si juego bien y mantengo a
Tanner de mi lado.
Lo que me lleva al mayor problema de todos.
Vuelvo a estar en el punto de mira del imbécil más arrogante conocido por
la humanidad, y no tengo ninguna duda de que lo que quiera de mí será algo que
no querré dar. Si no es sexo, ¿qué diablos podría ser?
¿Cuánto tiempo me mantendrá a la espera?
¿Y por qué no estoy más molesta por tenerlo de nuevo en mi vida?
¿Estoy molesta? Claro que sí. Pero no puedo ignorar la forma en que
respiro más profundamente en su presencia, cómo su simple olor me embriaga
tan fácilmente ahora como lo hacía en Yale. No puedo ignorar cómo se me
acelera el corazón al mirarlo y cómo se me tensan los muslos al recordar la única
vez que actué imprudentemente al atreverme a meterme en su cama.
Tanner es una droga, una que ha seducido a muchas mujeres, dejándolas
vacías y adictas. Me niego a convertirme en una de ellas.
Sin embargo, aquí estoy, revisando mi vestido en un espejo de cuerpo
entero, un sujetador blanco puro sin tirantes que fluye hacia abajo como un
torrente de seda en una larga serie de tonos monótonos que termina en negro
puro hasta mis tobillos. Mi figura es impresionante en este vestido, el diseño es
tan hermoso en su simplicidad que se arruinaría con la adición de joyas como
accesorio.
Satisfecha con el vestido, elijo unos tacones de tiras plateadas para
acompañarlo y me peino con un recogido francés. Me maquillo mínimamente y
miro el reloj de la mesilla de noche para ver que tengo diez minutos para bajar
si quiero llegar a tiempo a la limusina que envía Tanner.
Sentada en el borde de la cama, me replanteo no presentarme.
Al subir a ese auto, le estaré diciendo a Tanner que ha ganado este round,
que me ha acorralado, de una vez por todas, para hacer conmigo lo que quiera.
Me pica el orgullo de acceder a sus demandas, pero a pesar de todas las
formas posibles que se me ocurren para salir de esto, la triste verdad es que ha
ganado.
Necesito ese dinero y, si no accedo a lo que Tanner quiere, no tengo duda
de que veré cómo destruye mis posibilidades durante la próxima audiencia en
el tribunal. Sacará a un desconocido para alegar que he tenido una aventura y no
podré hacer nada al respecto.
¿Acaso el dinero vale el golpe a mi orgullo?
Normalmente, la respuesta sería no, pero tengo un futuro en el que pensar.
Quizá el precio que pida no sea tan difícil de digerir.
Casi me río de lo absurdo de la idea. Por supuesto, será difícil de digerir,
y estoy segura de que, sea lo que sea, me lo meterá en la garganta lo más
profundo que pueda sin preocuparse de ahogar mi capacidad de respirar.
Mis ojos vuelven a encontrar el reloj. Son oficialmente las siete en punto y,
a diferencia de la princesa de cuento que llega a su carruaje puntualmente, me
pongo en pie lentamente, al margen de la puntualidad y los modales.
No es que el propio Tanner haya venido a buscarme. En todo caso, seré
yo sola en un auto ridículamente caro con un conductor pagado.
No puedo culpar al conductor por la traición de Tanner. Él no hizo nada
malo. Pero, aun así, él se llevará la peor parte de mi impulsiva decisión de
rebelarme negándome a ser puntual.
Recogiendo lentamente mi bolso, y deteniéndome para revisar mi
maquillaje y mi cabello, salgo de mi apartamento y serpenteo por el pasillo hacia
el ascensor. No me molesta que la cabina del ascensor tarde siete minutos en
llegar, y no me inmuto cuando una persona al otro lado del pasillo agita una mano
y me grita que detenga las puertas.
Va contra mis modales llegar tarde, pero también va contra mis modales
dejar que las puertas del ascensor se cierren en la cara de un desconocido que
parece tener prisa. Y viendo que este desconocido no me ha amenazado con
destruirme bajo sus pies si no acepto algún precio ridículo, gana la batalla de
quién se ha ganado mi mejor comportamiento.
—Gracias por eso —dice resoplando mientras se mete en el auto y sus
caros zapatos de cuero se detienen a mi izquierda.
Asiento amablemente y le sonrío amistosamente mientras intento ignorar
educadamente su aspecto desaliñado. Giro la cabeza para ver cómo se iluminan
los pequeños números rojos mientras bajamos las escaleras.
—Te ves bien. ¿Vas a algún sitio especial?
Me giro hacia él y sonrío.
—Una fiesta.
—Suena divertido.
El hombre tiene unos bonitos ojos azules y una sonrisa amable. Sin
embargo, a su traje gris no le vendría mal una buena plancha, y su corbata roja
estampada no combina exactamente con el tono rosa de su camisa.
—Apuesto a que estás ansiosa por ir.
—No realmente —respondo, mis mejillas se calientan al decirlo. Solo
intenta ser amable, y es una grosería por mi parte arrastrarlo a mis problemas—
. Me están obligando a ir.
Él se tensa al oír esa afirmación, sin saber qué hacer con esa información.
Se hace el silencio entre nosotros mientras la cabina del ascensor se
arrastra entre el segundo y el primer piso, y su pregunta susurrada me hace reír.
—¿Como físicamente? ¿O es que alguien te está obligando a hacerlo?
Me giro hacia él mientras la cabina se detiene y le respondo:
—En realidad, me han chantajeado.
Sus ojos se abren de par en par.
—Siento oír eso. ¿Hay alguien a quien puedas llamar para pedir ayuda?
El ascensor suena y las puertas se abren antes de que pueda responder.
—Cuando digo siete, Luca, no estoy haciendo una sugerencia.
Mi cabeza se inclina hacia delante y mi mirada se cruza con unos ojos
oscuros de color verde musgo, enmarcados por unas pestañas negras de tinta,
que en este momento se estrechan en mi cara por la molestia de haberle hecho
esperar.
Es una respuesta instintiva de pánico inmediato al quedar atrapada en la
mirada de Tanner, una memoria muscular para sentirme tensa en su presencia.
Pero entonces recuerdo que había tenido la intención de hacerlo esperar,
y en lugar de ofrecer una disculpa por mis malos modales, me encojo de
hombros negligentemente, con una ceja arqueada sobre el ojo, desafiándolo a
que haga algo al respecto.
—Y yo que pensaba que me enviarías un auto sin la cortesía de
acompañarme personalmente.
Sonríe.
—Y yo que pensaba que tendría que sacarte de tu apartamento a rastras y
gritando para llevarte sobre mi hombro hasta el auto. —Su mirada recorre un
lento camino por mi cuerpo y vuelve a subir, el agradecimiento brillando tras sus
ojos oscuros mientras sus labios se inclinan en su característica sonrisa—.
Supongo que estaba equivocado. Ya es hora de que aprendas a seguir las
instrucciones, aunque llegues tarde a hacerlo.
El comentario me eriza la piel y la ira me tiñe las mejillas de un saludable
tono carmesí.
Maldita sea, si no se ve bien mientras se comporta como siempre. Digno
de ser admirado, a decir verdad, el espécimen perfecto de la forma masculina
envuelto en un esmoquin que cuesta más que los autos de la mayoría de la gente.
Con unos hombros que no han hecho más que crecer en los últimos tres
años, y un cuerpo alto y duro que se eleva sobre mí como si quisiera retarme a
no mirarlo, Tanner es casi demasiado perfecto, un tentador bocado de chocolate
sexy con un centro de cereza venenosa.
Luchando por no apreciar abiertamente la vista, mantengo mis ojos en los
suyos, decidida a ganar esta batalla.
Nada ha cambiado desde que estuve en Yale con él. Sigue siendo muy
testarudo y yo sigo dispuesta a enfrentarme a él.
Aunque los dos hemos crecido en los últimos tres años, hemos cambiado
física y emocionalmente, parece que en esto no hemos cedido ni un ápice.
Estamos teniendo un enfrentamiento, Tanner y yo, sin tener en cuenta al
pobre hombre atrapado en el ascensor a mi izquierda. Incluso él sabe que no
debe cruzar la línea para pasar por el hombro al amenazante imbécil que está
bloqueando la puerta.
O, al menos, creía que lo sabía.
Se inclina hacia mí y baja la voz a un susurro.
—¿Es este el tipo que te está chantajeando?
La expresión de Tanner no tiene ni siquiera un tic, solo sus ojos se clavan
en el hombre.
—¿Quién carajo te invitó a esta conversación? Cierra la boca y vuelve a
hacerte pasar por la tarjeta de San Valentín casera que le hice a mi madre cuando
era un puto niño.
Me quedo con la boca abierta ante el comentario de Tanner, el hombre
que está a mi lado endereza los hombros como si tuviera alguna posibilidad
contra un matón que ha tenido años para perfeccionar su habilidad.
Interiormente, le ruego al hombre que no responda, pero la testosterona
debe haber inundado su sistema.
—¿Perdón? ¿Qué quieres decir con eso?
Da un paso hacia delante y tengo que evitar estirar el brazo para cruzarle
el pecho y retenerlo.
Tanner se burla, con la voz tan calmada como siempre, con los ojos
recorriendo al hombre de arriba abajo como si no le importara.
—¿Una corbata roja con una camisa rosa? ¿En qué momento pensaste que
era una buena idea? Hazte un gran favor y vuelve a subir para intentarlo de
nuevo. —Con los ojos puestos de nuevo en mí, Tanner dice—: Tú, sin embargo,
estás preciosa. ¿Nos vamos o tengo que cumplir mi amenaza de sacarte de aquí?
El músculo justo encima de mi ojo hace un tic, su mirada observadora se
dirige al pequeño movimiento, sus labios se mueven antes de volver a controlar
su dura expresión.
Los segundos pasan en silencio, la tensión aumenta, mis pensamientos se
aceleran ante la pregunta de si realmente intentará levantarme.
El momento se rompe cuando el hombre que está a mi lado se aclara la
garganta y su voz invade el silencio.
—¿Van a salir del ascensor o qué?
La mirada de Tanner vuelve a cortar a la derecha.
—¿Por qué sigues aquí?
—¡Porque están bloqueando la salida!
Poniendo los ojos en blanco, Tanner ha sido empujado a su punto de
quiebre. Entrando en el ascensor, se agacha lo suficiente como para bloquear su
hombro contra mi estómago, su brazo envuelve la parte posterior de mis piernas
mientras me levanta del suelo para sacarme por las puertas.
Un grito de sorpresa escapa de mis labios, mis ojos se dirigen al hombre
que queda en el ascensor para darme cuenta de que no va a ser de mucha ayuda.
En lugar de decir o hacer algo mientras mi cuerpo rebota sobre el hombro
de Tanner mientras este recorre el vestíbulo, lo único que hace el hombre es
mirar su corbata y pulsar el botón para cerrar las puertas del ascensor.
—Gracias por nada —digo justo antes de que se cierren las puertas—. ¡Te
he aguantado la puerta, imbécil!
El hombre se encoge de hombros y saluda con la mano mientras las
puertas se cierran, dejando mi destino en manos de un imbécil arrogante.
—Bájame.
Mis piernas patalean y mis puños golpean la parte baja de la espalda de
Tanner.
—Puedo caminar.
—Aparentemente no lo suficientemente rápido —responde, sin importarle
un carajo la escena que está causando—. Considerando que deberíamos haber
estado en la carretera hace diez minutos, no puedo confiar en que no me hagas
perder más tiempo.
Las puertas de cristal de mi edificio de apartamentos se abren, una brisa
fresca me golpea la espalda mientras Tanner nos dirige hacia un Rolls Royce
negro. Me deja en el suelo cuando estamos al lado del auto; un conductor
uniformado abre la puerta justo a tiempo para que Tanner me empuje dentro.
La puerta se cierra de golpe antes de que pueda enderezarme sobre el
asiento de cuero, Tanner sube al lado opuesto al mío con la misma tranquilidad
que un hombre que no acaba de secuestrar a una cita para su estúpida fiesta.
Se gira hacia mí mientras el auto avanza a toda velocidad, el cristal tintado
que nos oculta del conductor, y Tanner se quita una pelusa de los pantalones
antes de mirarme fijamente.
—Eso podría haber sido mucho más agradable si hubieras cooperado.
¿Tienes que ser siempre tan terca?
Me niego a hablar, a pesar del argumento que me sube a la garganta, de
las palabras que se posan en mi lengua como misiles en busca de un objetivo.
En lugar de ello, me limito a alisarme la falda y a colocarme el cinturón de
seguridad, girando la cabeza para mirar por la ventanilla en lugar de mirarlo a
él.
Aunque esperaba que siguiera incitándome con la esperanza de un
animado debate, Tanner me sorprende con unas palabras que no le he oído
pronunciar desde Yale.
—Me gustaría hacer una tregua.
Resoplando en respuesta a esas palabras, intento no recordar lo que
ocurrió la última vez que las dijo.
—Es un poco difícil acordar una tregua cuando estás colgando mi vida
delante de mí.
Riendo suavemente, me agarra de la barbilla para obligarme a volver a
mirar a la suya, una chispa que pasa entre nosotros sin que yo quiera reconocerlo
o no.
Siempre ha sido así.
Desde el principio, desde aquella noche en que nuestras miradas se
cruzaron en una sala llena de los chicos de Inferno y sus esperanzadas
admiradoras.
Me detengo a mirarlo, lucho por no sentirme atraída por él, me preparo
para cualquier guerra que quiera librar porque, a pesar de lo compatibles que
somos físicamente, no podemos ser más opuestos en todo lo que importa.
Tanner está acostumbrado a conseguir todo lo que quiere con un
chasquido de dedos, y yo soy la chica que se niega a dárselo excepto esa vez,
claro, pero las circunstancias de esa mañana habían sido diferentes.
La mañana que me acosté con él, había visto una grieta en su armadura,
una debilidad que lo hacía más humano en cierto sentido. Ahora me doy cuenta
de lo estúpida que había sido al caer en la trampa.
—El dinero que Clayton te debe será tuyo. Lo que pediré a cambio no será
tan difícil de dar.
Tirando de mi barbilla de sus dedos, fracaso en mi lucha por ignorar el
efecto que tiene sobre mí.
—Entonces dime de qué se trata y podremos acabar con esto mucho más
rápido que asistiendo a una fiesta.
Sus labios se mueven en las esquinas.
—¿Y renunciar a la oportunidad que tengo de exhibirte? Eso no va a
suceder. Hace mucho tiempo que no asisto a uno de estos eventos con una cita
que realmente disfrute a mi lado.
—Tu cita secuestrada —le recuerdo—. Soy un rehén.
Su única respuesta es una sonrisa en mi dirección, un brillo que ilumina su
mirada mientras el auto entra en la autopista.
Incapaz de soportar el silencio, le pregunto:
—¿Cuándo será suficiente para ti, Tanner? ¿Cuándo me habrás presionado
lo suficiente como para estar satisfecho y marcharte?
Su cabeza se gira para mirar nuestro reflejo en el cristal de privacidad,
una sombra que cae sobre su rostro mientras dice:
—No estoy seguro de que ese momento llegue, pero si lo hace, me
aseguraré de hacértelo saber cuando todo esto termine.
E
s ridículo lo mucho que disfruto teniendo a Luca en el auto conmigo.
En los últimos dos años, he asistido a docenas de estas funciones,
cada una de ellas con alguna socialité o supermodelo de alta
alcurnia del brazo, cuya charla banal me aburre hasta las lágrimas mientras
sonreímos para las cámaras parpadeantes y nos abrimos paso entre las
multitudes, codeándonos con los nuevos y prometedores de la nueva
generación.
Normalmente, mi padre y su equipo están siempre a un lado, trabajando
en cualquier acuerdo que necesiten para mantener los negocios de la familia en
funcionamiento, sus esposas y amantes acariciándose el cabello fingiendo que
es la humedad, y no la edad, lo que les ha quitado valor.
Después, me llevaba a casa cualquier cita sin nombre y sin sentido que
tuviera y prácticamente las empujaba fuera del auto.
Ninguna de ellas mantuvo mi atención durante más tiempo que las pocas
horas que duró el evento al que asistimos. Ninguna de ellas me hizo sonreír con
sus lenguas afiladas y sus ojos entrecerrados mientras la ira les pintaba las
mejillas de color rosa.
Ninguna de ellas era para mí lo que Luca siempre ha sido, incluso aunque
ella no lo sepa.
Esperaba poder follármela en Yale la noche en que bajé la guardia, pero
lo único que hizo esa experiencia fue dejarme como un hombre hambriento,
desesperado por otro sabor, irritado hasta el extremo por el hecho de que no
importaba con cuántas mujeres estuviera después de ella, el dulce sabor de Luca
siempre estaba en el fondo de mi lengua.
Y ahora la tengo de nuevo. Dejarla ir no es una opción. No hasta que
termine de conseguir lo que quiero.
Aun así, tengo un trabajo que hacer, uno por el que Warbucks ha estado
llamando obsesivamente.
Desafortunadamente, Luca está sentada en la información que nuestros
padres están desesperados por tener en sus manos. ¿Por qué razón? Todavía no
lo sé, pero estoy seguro de que pienso averiguarlo.
Tengo el divertido trabajo de averiguar cómo conseguir lo que necesito
sin decirle lo que es, sin permitirle entender cómo hemos acabado aquí y por
qué.
Todo en un día de trabajo… o en tres años, según se mire.
Al girarme para mirarla, mi mirada se centra en el revoloteo de unos
mechones de cabello que se han escapado para enroscarse a un lado de su cara,
el brillo de sus labios captando la luz matizada, brillando como una burla.
Sus hombros se mantienen atrás con orgullo, sus manos cruzadas
recatadamente en su regazo, pero cuando mis ojos se dirigen hacia abajo para
mirar sus pies, veo la verdad de su agravamiento mientras golpea los segundos
que pasan con la punta de un zapato.
Luca juega a aparentar que está contenta, pero siempre hay algo que
delata lo que está sintiendo.
Me ha robado el aliento desde el momento en que se abrieron las puertas
del ascensor en su apartamento, con toda mi atención puesta en ella a pesar de
que el aspirante a Cupido que estaba a su lado hablaba de chantaje y de gente
que bloqueaba las puertas.
No es que nada de eso importe. No puedo, ni quiero, dejar que importe.
No cuando Luca no es más que un medio para conseguir un fin, un encargo que
mi padre me hizo hace años y que yo no logré cumplir.
El puto gordo no ha dejado que lo olvide, y después de intentar solucionar
el problema por su cuenta (fracasando estrepitosamente, debo añadir) se ha
metido en mi camino de nuevo, amenazando con el fuego del infierno si no volvía
a tener a Luca bajo control.
Ahora, aquí estamos, solos, ella con tan buen aspecto como siempre
mientras yo la deseo y la odio por ser el único puzle que no he podido armar.
Ella es mi único fracaso, el único juego que he perdido porque se fue antes de
que pudiera terminar de jugar.
Solo me enoja más saber que cuando todo esté dicho y hecho, ella me
odiará más de lo que odia a su pésima excusa de marido.
Pero eso no significa que no pueda disfrutar de ella mientras la tenga, y lo
haré.
—Siento lo de tu padre. Debe haber sido difícil perder a tus dos padres
tan seguido.
Su cabeza se mueve en mi dirección, con los labios apretados en una fina
línea.
—¿Cómo sabes eso?
—Represento a tu marido, ¿recuerdas? Me lo contó todo.
Esa no es la verdad de cómo lo sé, pero es una excusa tan buena como
cualquier otra. Decirle que he seguido todo lo que hay que saber sobre ella
durante los últimos tres años suena demasiado acosador, incluso para mis
estándares.
Con un toque suave, se relaja, su cabeza tiembla mientras sus ojos me
escudriñan de arriba a abajo, seguramente buscando alguna pista de que la
estoy jodiendo.
—Con Mamá me lo esperaba —responde finalmente—, llevaba años
enferma. Al menos con ella había tenido la oportunidad de despedirme. Mi
padre fue más difícil. Pero los accidentes de auto son así, supongo. Tus seres
queridos están ahí un minuto y al siguiente ya no están. Ya sabes cómo es.
No sé cómo es, de hecho. Aunque eso no significa que no me gustaría.
Tengo toda la intención de mear en las tumbas de mis padres cuando estén a dos
metros bajo tierra, un amistoso “que te jodan” y un “adiós” que será un regalo
del cielo si ocurriera de la noche a la mañana.
Todo el mundo con el que he crecido quiere lo mismo, pero
aparentemente el dinero no solo puede comprarte poder, sino que puede
alargar tu vida, y nuestros padres están tan sanos como putos caballos a pesar
de los años que han pasado bebiendo, fumando y puteando, su dinero pagando
la cirugía plástica que mantiene la apariencia de nuestras madres y sus esposas.
No fue hasta la universidad que el resentimiento entre padres e hijos
creció hasta niveles incómodos.
Los nueve estamos esperando nuestro momento, esperando el día en que
la generación anterior a nosotros caiga muerta para poder hacernos con el
imperio que se ha construido bajo las narices de los residentes de Nueva York,
una red de políticos, directores generales, jefes de policía y otros poderosos que
están en deuda con nosotros de alguna manera o forma.
Excepto que a todos nosotros se nos ha acabado la paciencia, y me
pregunto si hay alguna forma posible de acelerar lo inevitable.
Lo único que se interpone en nuestro camino está sentado en el auto a mi
lado, un problema que se dejó caer en mi regazo sin importar si yo lo quería.
Actuando como si se tratara de una simple conversación ociosa, me relajo
contra mi asiento y pregunto:
—¿Por qué estás tan desesperada por el dinero que te debe Clayton?
Pensaba que estarías económicamente preparada con los activos del negocio de
tu padre.
Se burla y vuelve a mirar por la ventana.
—Parece que Clayton no te lo ha contado todo. El negocio de mi padre se
hundió poco después de la muerte de mi madre. Ya no quedaba nada cuando
tuvo el accidente de auto. Nada, excepto algunas patentes y años de registros
electrónicos.
Lo sé, pero no dejo que lo sepa.
El auto se detiene en un camino de entrada a nuestra izquierda, una
extensa finca que aparece a la vista mientras serpenteamos por el camino de
entrada curvo hacia la puerta principal.
—¿Qué piensas hacer con ella?
Sus ojos se cruzan con los míos, con una mirada cautelosa.
—No lo sé. Papá nunca me habló de su empresa. Sé que tenía algo que ver
con la tecnología, pero nada más. Estoy pensando en ceder lo que queda de ella
a alguien que pueda conocer su valor y preguntarle qué debo hacer.
Que es exactamente lo que no puedo dejar que ocurra.
Lo que Luca no sabe es que la compañía de su padre no es simplemente
sobre tecnología. Es más bien de seguridad por lo que he podido averiguar, una
red de información utilizada por muchos gobiernos, tanto regionales como
nacionales.
Los contactos y empleados de su padre en este campo eran antiguos
agentes de la CIA, el FBI y la inteligencia militar, y sus funciones específicas
consistían en proteger a los políticos y otros empresarios y famosos de alto nivel
para que no se endeudaran con gente como mi padre.
Por la razón que sea, nuestros padres estaban especialmente interesados
en poner sus manos en algo que implicara al padre de Luca. No estoy seguro de
qué, pero creo que podría ser interesante para mí poner mis manos en ello
primero.
La venganza contra esos imbéciles sería muy dulce, y si hay algo que tenga
que facilite mis planes de destruirlos, estoy dispuesto a hacer lo que sea
necesario para conseguirlo.
Los he odiado durante todos los años que nos han utilizado como sus
marionetas involuntarias, y especialmente quiero acabar con ellos por lo que les
han hecho a los gemelos.
Hasta que cumplimos los dieciocho años, los gemelos habían sido tan
fáciles de llevar como el resto de nosotros, pero nuestros padres los habían
hecho sufrir, los arrastraron durante un verano y los devolvieron al grupo con un
chip en cada uno de sus hombros. Ese día se convirtieron en Violencia e Ira, y
nadie supo exactamente por qué.
Solo sabemos que tiene que ver con nuestras familias.
Mientras nos detenemos frente al extenso pórtico de la finca, mantengo la
voz lo más uniforme posible.
—Taylor podría ayudarte con eso. Si recuerdas, es un experto en
tecnología.
Un ataque de risa sacude sus hombros, el disgusto recorre su expresión.
—Déjame adivinar: Taylor fue quien cambió las mociones para la
audiencia de ese día, ¿no es así? ¿Fue él quien, de alguna manera, anuló la
moción de mi abogado y la sustituyó por la tuya?
Su puerta se abre antes de que pueda responder a la pregunta, y gracias
por la interrupción.
Por supuesto, Taylor había conseguido ese truco, al igual que se había
asegurado de que me asignaran como asesor de Luca cuando estábamos en Yale.
Lo único que Taylor no puede conseguir es hackear los servidores del padre de
Luca, un problema que le ha vuelto loco durante años.
Saliendo detrás de ella, envuelvo mi brazo con el suyo, sonriendo a un
conocido mientras ella intenta zafarse de mi agarre.
Con mi mejor sonrisa de juego, la miro, mis ojos dicen silenciosamente
que las buenas citas hacen lo que se les dice.
Sus ojos también hablan, diciendo algo parecido a “te mataré cuando todo
esto termine”.
Es bueno ver que algunas cosas no han cambiado.
Una vez terminada la conversación silenciosa, sonreímos mientras
subimos por el camino alfombrado de rojo y entramos en la gran finca del
gobernador, cuyo vestíbulo es del tamaño de la casa de la mayoría de la gente.
Todo lo que quiero hacer es dar la vuelta y arrastrar a Luca lejos de esto.
Ella no es una de esas personas. Por lo que sé, vivió una vida feliz con unos
padres cariñosos que se preocuparon más por su bienestar que por el poder o
el dinero.
Ella es una de las personas que más odio, solo porque le dieron algo en la
vida que el dinero no puede comprar: una familia que la quería.
Sin embargo, aquí está, de mi brazo, sonriendo amablemente, aunque sé
que todo en su interior es la antítesis de mi estilo de vida.
Me hace preguntarme por qué se casó con Clayton y aceptó el papel de
esposa del hijo de un senador.
Tantas preguntas, y aún no puedo entender por qué me importa saber las
respuestas. Nadie me ha interesado lo suficiente como para preguntarme por su
vida. Nadie, es decir, excepto Luca.
Apoyada contra mí, observa la habitación que nos rodea, su brazo se
aferra más al mío, lo que me sorprende muchísimo. ¿Qué tiene este lugar que le
hace sentir que soy la isla segura a la que aferrarse?
Luca me mira y me hace un gesto para que me incline lo suficiente como
para que ella pueda susurrar:
—¿Qué posibilidades hay de que Clayton o su padre estén aquí? ¿No te
meterás en problemas por ser visto conmigo? ¿No es eso un conflicto de
intereses?
Ya estoy un paso por delante de ella. Cada persona en este lugar está en
nuestro bolsillo de una manera u otra. No hay posibilidad de que la presencia de
Luca conmigo se filtre.
—No te preocupes. Nadie a quien le importe un carajo Clayton o su padre
estará presente. —Se relaja visiblemente—. Lo que significa que eres libre de
abrazarme y besarme todo lo que quieras. Demonios, puede que incluso te deje
tocarme el culo si eres una buena chica y lo pides amablemente.
Su cuerpo vuelve a estar tenso, ese hermoso músculo saltando sobre su
ojo.
Esta noche va a ser divertida y apenas ha empezado.
T
engo que seguir enojada con él.
No puede pasar ni un segundo en el que baje la guardia y lo
mire como si fuera otra persona que no sea la que está jugando con
mi vida.
Tengo que seguir enojada porque si no lo hago, mi corazón latirá
demasiado fuerte, mi respiración se volverá más difícil y me ablandaré en todos
los lugares en los que no quiero dejar que me toque de nuevo.
Agradecida por cada comentario sarcástico que hace Tanner, suplico
interiormente el siguiente.
Que sigan los golpes.
Que sigan los insultos.
Sigue empujándome porque es más fácil odiarle que sentir lo que sentí en
el auto cuando se comportó como un ser humano por una vez y ofreció sus
condolencias por la pérdida de mis padres.
La mayoría de la gente pensaría que la guerra entre nosotros es la parte
más dura, pero por dentro sé que la verdad es que él me hizo más daño cuando
fue amable en esos pocos y distantes momentos.
Duele cuando creo que podría importarme si fuera un hombre diferente.
Duele saber que, desde el minuto en que lo conocí, todo lo que quería era que
sonriera y dijera palabras amables.
Pero no.
No Tanner.
El hombre no puede permitirse una palabra amable a menos que gane
dinero por cada sílaba pronunciada.
Sabiendo eso, permanezco enojada, a pesar de que mi piel hormiguea
donde nuestros brazos están unidos, y el aroma de su colonia está haciendo cosas
increíblemente pecaminosas en mi cuerpo.
Después de saludar a unas cuantas caras desconocidas en las abarrotadas
habitaciones de la mansión, Tanner me lleva al exterior, donde se ha organizado
un banquete. Me recuerda a la fiesta organizada en Yale, aunque el montaje es
más reservado y menos elaborado.
Las carpas blancas están dispuestas sobre el extenso patio, y los caminos
de piedra me permiten caminar con tacones sin que mis zapatos se hundan en la
hierba.
Los jardines son un brillante escenario de flores de colores y arbustos
topiarios, con luces blancas colgadas en los arcos de los árboles por encima de
nuestras cabezas.
Más allá de los jardines principales, se puede ver una reserva natural en
la distancia, y un escalofrío recorre mi espina dorsal al recordar la noche en que
vi cómo Tanner y el resto del Inferno cazaban a un hombre.
Curiosa, no puedo evitar preguntar:
—¿Todavía atormentan a gente indefensa en el bosque, o era solo una
forma de entretenerse en la universidad?
El brazo de Tanner se aprieta con el mío, sus hombros tiemblan con una
risa silenciosa. Me mira con ojos oscuros que brillan con la amenaza de la que
sabía que era capaz.
—No hemos perseguido a nadie por el bosque desde Yale, pero fue un
entretenimiento desde el instituto, en realidad. No solo en la universidad. Y nadie
resultó herido.
Me burlo.
—No físicamente, quizá. Pero aterrorizaron a la única persona a la que vi
perseguir. De todas formas, ¿qué le hicieron?
Gabriel nunca quiso revelar exactamente lo que ocurrió en aquel bosque,
y odio admitir que todavía me pregunto los detalles concretos todos estos años
después.
Después de salir de Yale, había tenido pesadillas en las que era la víctima
que huía por mi vida de nueve imbéciles que se creen dueños del mundo.
—¿Importa? —pregunta, en lugar de admitir finalmente lo que habían
hecho—. Ya no perseguimos a la gente por el bosque.
—¿Entonces renunciaste a los desafíos? ¿Qué haces ahora con la gente
cuando se niega a pagar tu precio?
Sus labios se convierten en una sonrisa familiar.
—¿Me preguntas eso porque estás pensando en rechazar lo que quiero de
ti?
Me encojo de hombros y sonrío amablemente a una pareja mayor que
pasa junto a nosotros.
—No estoy segura. ¿Por qué no me dices lo que quieres y te lo hago saber?
—Todas las cosas buenas llegan a los que esperan —musita, su mirada se
adueña de la mía mientras las palabras ruedan por sus labios carnosos.
Poniendo los ojos en blanco, desvío la mirada, incapaz de evitar que mi
cuerpo reaccione ante la forma en que me mira como si estuviera hambriento y
yo fuera una comida gourmet.
—Sin embargo, no es algo bueno lo que estoy esperando. Nunca es bueno
contigo.
Más risas suaves.
—Puedo proporcionarte una lista de nombres de otras mujeres que no
estarían de acuerdo con tu valoración.
Niego. Este hombre tiene talento para reconducir siempre una
conversación hacia el sexo.
—¿Así que dejaste los desafíos?
Tanner se queda callado un momento, desviando la cabeza para asentir en
dirección a algún desconocido antes de volver a mirarme.
—Nunca he dicho que hayamos dejado de dirigir los desafíos. Solo he
dicho que dejamos de perseguir a la gente por el bosque.
Confundida, enarco una ceja, pero antes de que pueda pedirle que se
explaye, el cuerpo de Tanner se pone rígido y detenemos nuestro paso
serpenteante entre los invitados que se mezclan.
Siguiendo la dirección de su mirada, veo a un hombre mayor que se
acerca a nosotros con ojos verdes que creo reconocer, cabello castaño oscuro
salpicado de canas y un cuerpo que desmiente el hecho de que rara vez se
pierde una comida.
Su traje es impecable, y no se puede pasar por alto el destello de un Rolex
en su muñeca que debe haber costado al menos cincuenta mil dólares.
Mientras lo miro, el hombre se acerca a unos metros de nosotros, sus ojos
verdes se dirigen hacia mí, su boca se inclina hacia abajo en una esquina antes
de ignorarme por completo para mirar a Tanner.
—Es bueno ver que pudiste asistir hoy, Tanner. No pensé que lo harías.
Últimamente has sido un hombre difícil de localizar.
La tensión pasa entre los dos hombres, tanto que hace que mis músculos
se pongan rígidos. Al apartarme del brazo de Tanner, mis cejas se disparan
cuando se niega a soltarme mientras da un paso adelante como para
interponerse entre el hombre que lo mira fijamente y yo.
Su voz es puro veneno cuando responde:
—Gabriel me dijo que habías llamado.
—Y sin embargo no me devolviste la llamada —dice el hombre con igual
toxicidad.
¿Quién demonios es este tipo y por qué me resulta tan familiar? Estudio
sus rasgos mientras los dos hombres me ignoran por su pequeño enfrentamiento,
los rasgos del hombre son similares a los de otra persona que conozco.
Lo que más me interesa es la reacción de Tanner ante él. Es obvio que se
odian, y hay algo en este hombre que le molesta a Tanner.
Solo por eso, creo que me puede gustar el tipo. Nunca antes había visto
que alguien tuviera un efecto sobre Tanner como algo más que un bicho al que
aplastar bajo su zapato de diseño.
Pensando que podría ser bueno conocer a este hombre, doy un paso
alrededor de Tanner y le ofrezco mi mano.
Si acaso, podría darme alguna información para usarla contra el imbécil
que actualmente me tiene como rehén, información que puedo usar para
librarme de cualquier precio ridículo que me pida.
Vale la pena intentarlo.
—Hola, soy Luca Hughes. Creo que no nos conocemos.
Aunque estoy siendo perfectamente agradable, los ojos del hombre se
dirigen hacia mí como si acabara de comentar su mala idea de peinado y la
profunda piel flácida que cuelga de su tercera barbilla.
Su mirada es cortante, una mirada fija que susurra un mensaje sin
necesidad de separar sus gruesos labios y molestarse en decir las palabras.
Es obvio que este hombre piensa muy poco en mí. Y no sé si es porque
está mirando con odio a Tanner (cosa que puedo entender) o porque me estoy
metiendo donde no me han invitado.
Sin embargo, ahora me ha hecho sentir mal, y no estoy dispuesta a
retroceder y ceder terreno.
Mi mano cuelga incómodamente entre nosotros, su mirada se inclina hacia
abajo para mirarla como si fuera una lanza con punta de veneno preparada para
clavarse en su generoso y redondo vientre.
Tanner estira la mano para guiarla suavemente de vuelta a mi lado, mis
ojos se entrecierran en el nuevo imbécil, preguntándome si es posible que este
hombre sea peor que el que está a mi lado.
—Luca —responde Tanner en lugar del hombre que ahora me mira
fijamente—, este es Jerome Dane, el padre de Gabriel.
Mis ojos se abren de par en par al saber por fin por qué lo reconozco.
Aunque Gabriel es cien veces más atractivo que su padre, hay ciertos
rasgos compartidos que no se pueden negar, principalmente los ojos. Supongo
que Gabriel se parece más a su madre que a su padre en otros aspectos, pero
los ojos son prácticamente idénticos.
Sin molestarse en reconocerme ahora que Tanner ha hecho la
presentación, Jerome arrastra su mirada de nuevo hacia Tanner, la tensión se
duplica cuando separa los labios para decir:
—No jodas esto. No como lo has hecho antes, hijo. No me gustaría tener
que hablar con tu padre.
¿Su padre? Mi mirada baila entre los dos hombres, mientras mi mente se
debate sobre por qué este tipo trata a Tanner como a un niño de cinco años al
que regañan en el patio. Es interesante, por decirlo de alguna manera, pero me
sigue molestando mucho que el hombre no me haya reconocido todavía.
—Sabe, de donde vengo, es educado al menos saludar a una persona
cuando se ha presentado. ¿O eres uno de esos imbéciles misóginos que creen
que tener un trozo de carne de hombre flácida colgando entre las piernas te hace
de alguna manera mejor que las mujeres?
Sus ojos color verde esmeralda vuelven a mirarme, su expresión aburrida
apenas se mueve mientras las cejas de Tanner se disparan y su brazo se estrecha
alrededor del mío.
Al mirar a Tanner, me doy cuenta de que sus labios se han torcido en una
fina línea, pero por lo que parece, está tratando de contener la risa.
Jerome me estudia durante varios segundos antes de dejarme de lado, una
vez más, para mirar a Tanner y decir:
—Ciertamente es una cosita enérgica, ¿no?
¿Qué? Me quedo con la boca abierta y la expresión de Tanner se tensa aún
más. El humor está en su tono cuando responde:
—Sí, mi cita…
—Acompañante —le corrijo.
Al diablo con los modales.
Solo dijo que tenía que asistir a esta fiesta con él. Nunca dijo nada de que
yo fuera su agradable compañera.
La mirada de Jerome se dispara hacia mí, sus labios se mueven en las
comisuras como si yo fuera la cosita más divertida que se ha encontrado.
—Mi cita —me corrige Tanner—, al parecer no tiene filtro entre sus
pensamientos y su boca.
—Sí, bueno. —Jerome no termina la afirmación antes de girarse para dar
unos pasos de distancia, pero antes de que esté fuera del alcance del oído, dice—
: Asegúrate de ocuparte del asunto, Tanner. Y no vuelvas a ignorar mis llamadas.
Tanner me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza, con las
mejillas teñidas de un rojo del que me siento muy orgullosa.
Como no dice nada, lo miro fijamente y me encojo de hombros.
—¿Qué? No me gusta la gente maleducada.
La risa sacude sus hombros.
—¿Un poco de carne de hombre flácida?
Otro encogimiento de hombros.
—Oh, por favor. Tú y yo sabemos que a ese imbécil no se le ha levantado
en años. Le vendría bien a su personalidad tomarse una pastillita azul y conseguir
algo para variar. Aunque me siento mal por la mujer que tenga que ofrecérsela.
Aturdido, Tanner mira fijamente a la multitud, su voz tranquila cuando
dice:
—No creo que ninguna persona le haya hablado a Jerome Dane de esa
manera en su vida.
Con suerte, eso enfadó a Tanner, y él pondrá fin a esta ridícula cita y me
llevará a casa.
—Bueno, puedes prever que mi filtro estará totalmente ausente durante el
resto de la noche. Así que, si te avergoncé, no lo siento.
—En realidad, solo hace que me guste más tenerte aquí.
No está bromeando.
A pesar de mi comportamiento, Tanner no duda en llevarme por la fiesta,
presentándome a invitados al azar y riéndose cuando sigo corrigiéndole sobre
si soy una cita o un rehén.
Lo siento por la pobre gente que queda atrapada entre nuestros
incómodos debates, pero a medida que pasan las horas, me relajo en presencia
de Tanner y realmente me encuentro disfrutando de nuestros juguetones
intercambios.
Habría que estar ciego para no fijarse en las mujeres que miran fijamente
a Tanner, con un anhelo evidente en sus ojos, y que prácticamente se pavonean
cuando él está cerca.
Me sorprende que no les dedique ni una segunda mirada mientras nos
mezclamos, su atención se centra exclusivamente en mí todo el tiempo… al
menos hasta que nos cruzamos con otra mujer que reconozco de lejos.
—¿Es Ivy Callahan?
Es difícil no verla, solo porque Ivy es despampanante, con una larga
melena rubia que le llega hasta la cintura y un cuerpo por el que la mayoría de
las mujeres matarían.
Sus ojos grandes y redondos brillan con un azul resplandeciente y tiene
una boca carnosa que se estira en una sonrisa sensual cada vez que alguien dice
algo que la divierte.
Fue una niña salvaje en su juventud, que casi destruyó las aspiraciones
políticas de su padre con todas las fiestas y delitos menores en los que se vio
envuelta.
La había visto una o dos veces mientras estaba casada con Clayton y no
me había extrañado cómo el perdedor de mi marido prácticamente babeaba
cada vez que ella estaba cerca.
Por otra parte, casi cualquier cosa con un buen par de tetas y dos piernas
hacía babear a mi marido.
Todo menos yo, al menos.
Dejando de lado ese pensamiento, continúo observando la escena que
tengo delante, notando lo fácil que parece para Ivy ser el centro de atención.
Como de costumbre, está rodeada de un grupo de fervientes
admiradores, su carisma brilla cuando toca un hombro aquí o se ríe de algo que
otro tiene que decir.
—Lo es —responde finalmente Tanner.
—De hecho… —Saca su brazo del mío por primera vez desde que
llegamos a esta fiesta—. Necesitaré que te quedes aquí un segundo mientras voy
a hablar con ella.
Al verlo pasearse hacia ella con un contoneo felino que hace que a la
mayoría de las mujeres les flaqueen las rodillas, odio admitirme a mí misma que
siento una chispa de celos al verlo caer a los pies de Ivy como cualquier otro
hombre que conozco.
Cuando Tanner se acerca, la multitud de admiradores se separa para
dejarle espacio, su mano se acerca para tocar el codo de ella y alejarla del grupo.
Mi maldito corazón traidor se aprieta en el pecho al verlo inclinarse para
rozar sus labios sobre la oreja de ella mientras le susurra, mi estómago se
revuelve al presenciar la sonrisa socarrona que arruga sus labios por lo que sea
que esté diciendo.
Obviamente, los dos se han acostado antes, si la facilidad con la que ella
se derrite contra él tiene algo que decir al respecto.
¿Por qué me importa? No quiero estar en la fiesta y no quiero tener nada
que ver con este hombre durante el resto de mi vida. Pero, sin embargo, aquí
estoy, revolviéndome en los mismos sentimientos enfermizos que una vez tuve al
ver a Clayton coquetear tan abiertamente con otra mujer delante de mí.
Tal vez no sean celos.
Tal vez es simplemente una patada a mi orgullo al pensar que no soy lo
suficientemente especial para mantener la atención de Tanner.
Clayton me hizo eso. No solo incumplió todas las promesas que me hizo
cuando dejé Yale, sino que destruyó mi confianza en mí misma, y casi destruyó
mi orgullo, cuando nunca pudo ser fiel a nuestro matrimonio.
¿Qué importa? No es que tenga planes de saltar a la cama con Tanner.
Entonces, ¿por qué mis brazos se cruzan sobre mi estómago y mis ojos se fijan
en el punto exacto donde sus cuerpos se tocan?
No puedo apartar la mirada, aunque es lo único que quiero hacer.
Un minuto o dos después, me alegro de no haberlo hecho.
Aunque las mejillas de Ivy se tiñen de un brillo rosado en el instante en
que Tanner se digna a hablarle, su expresión coqueta cambia cuando él sigue
hablando, cada palabra que sale de sus labios obliga a drenar el color de su piel,
a que sus ojos se abran de par en par con horror y a que sus labios se tensen en
una línea tan apretada que prácticamente desaparecen.
Conozco esa expresión. La conozco bien, de hecho. Es exactamente la
expresión de mi cara en el momento en que encontré a Tanner en el baño de
mujeres conmigo en el juzgado, la misma expresión que tuve cuando supe que
me tenía acorralada y me pidió que hiciéramos un trato.
Para cuando Tanner se aleja de Ivy, ella tiene que agarrarse a uno de los
hombros de su admirador para no caerse. Su cuerpo tiembla ligeramente
mientras Tanner se aleja como si no le hubiera dicho nada más que un comentario
sobre el tiempo.
Al llegar a mí, capta mi mirada y sonríe.
—¿Nos vamos? Estoy un poco cansado de esta fiesta, y aún tengo que
llevarte arriba a ver a unos viejos amigos.
—¿Qué le has dicho?
Mis ojos se dirigen a Ivy una vez más para ver que está luchando contra
las lágrimas. La sonrisa que luce es tensa y falsa, y su postura, antes
despreocupada, se ha convertido en hombros tensos y rodillas temblorosas.
—¿Celosa?
Pasando un dedo por debajo de mi barbilla, me devuelve la cara hacia la
suya y se inclina hasta que nuestras bocas quedan a un centímetro de distancia.
—Me he dado cuenta de que nos has estado observando atentamente
durante todo el tiempo que he estado hablando con ella.
Me aparto de su contacto y pongo los ojos en blanco.
—Solo porque puede necesitar un testigo ocular si alguna vez siente la
necesidad de correr a la policía para entregarte. Conozco tus juegos.
Su sonrisa se amplía mientras envuelve su brazo con el mío y me lleva de
vuelta a la casa.
—Entonces también deberías saber que juego a ellos lo suficientemente
bien como para que la policía no pueda hacer mucho al respecto.
Un suspiro brota de mis labios, la verdad de sus palabras hace imposible
discutir.
—¿A dónde me llevas ahora?
—Arriba, como he dicho antes. Hay un grupo de personas que estoy
seguro de que te encantará ver.
El pulso me late en la garganta al saber exactamente quiénes serán esas
personas. Mi única pregunta es ¿cuántos de los miembros de Inferno están aquí
esperando que Tanner me lleve hasta ellos como un cordero que es llevado al
matadero?
R
esulta que todos los hombres de Inferno están presentes, y varios de
ellos me miran con los ojos entrecerrados mientras Tanner me lleva
a una pequeña sala de estar en el segundo piso, la puerta se cierra
silenciosamente detrás de nosotros mientras lanzo una mirada cansada a ocho
rostros apuestos que no he visto desde Yale.
Ignorando las típicas miradas de Damon y Ezra, así como la expresión de
enojo que estropea el normalmente bello rostro de Jace, busco a la única persona
en esta sala con la que había desarrollado una amistad cuando lo conocí.
Gabriel se levanta de su asiento en cuanto nuestras miradas se cruzan, con
una sonrisa fácil en su bello rostro mientras camina hacia mí con un whisky en la
mano y la corbata suelta sobre los hombros.
No ha cambiado desde la última vez que lo vi, y no puedo evitar devolverle
la sonrisa cuando me abraza.
—Luca Bailey, ¿cómo has estado?
—He estado mejor —respondo, rodeándole con los brazos mientras
respiro el aroma a bosque de su colonia.
—Por favor, dime que no has tenido nada que ver con que Tanner me
tomara como rehén y me obligara a venir aquí.
Separándose de mí, Gabriel se traga lo último de su whisky y deja el vaso
vacío en una mesa auxiliar. Se pasa los dedos por el cabello castaño despeinado
y clava su mirada verde en mi rostro.
—Me preguntaba por qué había oído que habías aceptado acercarte a ese
imbécil.
No estoy segura de poder creer que Gabriel sea del todo inocente,
después de todo es un mentiroso de lengua de plata, pero quiero creerle.
De todos los hombres de esta sala, es el único que no me estremece.
Bueno, tal vez Sawyer también, y Mason no está tan mal, pero nunca llegué a
conocerlos mientras asistía a Yale.
—Estás mintiendo —le respondo finalmente.
Su boca se convierte en una sonrisa, esos preciosos ojos verdes que ha
heredado de su padre se elevan por encima de mi cabeza para mirar a Tanner,
que está de pie detrás de mí.
—¿Está ella corriendo?
La confusión me inunda y sé que es mejor no preguntar.
Aun así, todo en estos chicos es una pregunta. Tanto, que nunca sabes si
están hablando de ti directamente delante de ti.
—¿Qué quieres decir con correr?
Los ojos de Gabriel vuelven a encontrarse con los míos, con un brillo de
humor en el verde.
Al girarme, miro a Tanner y veo que su mandíbula se tensa.
—¿Como correr con el desafío? ¿Él está hablando de mí?
Mi voz debe de haberse agudizado por la frustración, porque Gabriel me
agarra de los hombros, dándoles un pequeño apretón para que me gire hacia él.
—No estamos hablando de ti, amor. Estamos hablando de otra mujer
agraviante como el mismo infierno que está a punto de pagar muy caro todos sus
pecados pasados.
Después de guiñarme un ojo, los ojos de Gabriel se dirigen a Tanner, y su
voz pasa sin esfuerzo de ser juguetona a ser todo negocio.
—¿Has reclamado la deuda?
—Sí. La dejé fuera para que la consolara su club de fans.
Ivy.
Ahora sé de quién están hablando, y también sé por qué su cara se había
vuelto de un tono verde enfermizo mientras Tanner le susurraba al oído.
—Bueno —dijo Gabriel, mientras sus manos se dirigían a desabrochar la
parte superior de su impecable camisa blanca para revelar un triángulo de piel
bronceada.
—Entonces parece que me toca hacer de policía bueno. —Me planta un
rápido beso en la mejilla, sus labios me rozan la oreja cuando dice—: Estoy
seguro de que volveré a verte pronto. Estás tan guapa como siempre.
Gabriel se marcha, dejando la habitación en silencio mientras sus
palabras resuenan en mi cabeza.
Me viene un pensamiento, mis dientes rechinan al recordar cuántas veces
Tanner me había hecho enojar, solo para que Gabriel apareciera después para
ser el chico bueno arrastrándome de nuevo al redil.
Girando para mirar a Tanner, cruzo los brazos sobre el pecho, un músculo
saltando sobre mi ojo. La mirada de Tanner se centra en él, sus labios se mueven
en las esquinas.
—¿Policía bueno? —Sus labios se mueven más—. En vez de tu policía
malo, supongo.
Inclina la cabeza hacia un lado y mueve la boca como si fuera a responder,
pero lo que iba a decir se pierde ante la voz irritada que hay detrás de mí.
—Bien, si podemos dejar de fingir que esto es una feliz reunión familiar y
pasar a explicar por qué está Luca aquí, sería jodidamente fantástico.
Al reconocer la voz profunda como la de Jase jodido Kesson, me giro para
mirar al arrogante bastardo.
—Normalmente, te diría que te mearas en el viento, pero por una vez en
mi vida estoy de acuerdo contigo. —Me hace una mueca antes de que me vuelva
a dirigir a Tanner—. ¿Por qué estoy aquí?
Nuestras miradas se cruzan y trato de ignorar el escalofrío de recuerdos
que me recorre. Sin embargo, no puedo evitarlo. A pesar de lo mucho que odio
a este hombre, no puedo negar que ha sido objeto de muchas de mis fantasías
nocturnas.
Es patético que la única noche que nos hemos acostado juntos haya sido el
punto más alto de mi vida sexual, y ¿qué dice de mí que la única vez que hice el
amor con mi marido haya sido la cara de Tanner la que imaginé?
Significa que soy una idiota, eso es lo que significa.
Suavemente me agarra por los hombros, Tanner me gira para mirar a Jase
de nuevo, un conjunto de ojos grises de acero me inmoviliza en su lugar mientras
sus labios se curvan en las esquinas.
—¿Dónde está ella, Luca? ¿Dónde está esa zorrita que pensó que podía
fastidiar mi vida y luego huir?
Ahora entiendo por qué Tanner todavía se aferra a mí.
Mis rodillas casi se doblan bajo el peso de la pregunta de Jase, un secreto
que he guardado durante tanto tiempo y que juré que nunca revelaría.
Si Tanner no hubiera tirado de mí para apoyarme en él, habría caído al
suelo, con la cabeza temblando por la negativa a arruinar a una amiga.
El precio no tiene que ver con que Tanner me tiente de nuevo en su cama…
todo esto tiene que ver con Everly.
El vello de la mejilla de Tanner me roza la oreja, su aliento es cálido contra
mi piel cuando susurra:
—Sabía que reaccionarías así cuando te dijera lo que queremos. Y no
quería ser la persona que te lo exigiera, Luca. Pero si quieres que me ponga de
tu parte en el divorcio con Clayton, nos dirás a todos dónde podemos encontrar
a Everly Clayborn.
No he bebido ni una gota y, sin embargo, la habitación está de repente
incómodamente calurosa, las paredes y el techo dan vueltas a mi alrededor.
De todas las exigencias que podrían hacerme, esta es la peor posible.
Sacudiendo la cabeza en señal de rechazo, mi voz es un susurro.
Debería haber sabido que finalmente llegaría a esto. No hay manera de
que acepten simplemente que Everly huyó de ellos. Que había logrado
esconderse de ellos. Que fue mi familia la que la ayudó a hacerlo.
Mi única esperanza es hacerme la tonta.
—No sé dónde está.
Mi voz se tambalea sobre la mentira, el calor del cuerpo de Tanner se
hunde en mi espalda mientras sus manos recorren mis hombros para encerrarse
en mis bíceps.
Jase niega, una sonrisa amenazante estirando sus labios mientras sus ojos
se fijan en los míos.
—Siento decirte esto, Luca, pero tú y yo sabemos que esa es la respuesta
equivocada.
Aun negándome a decir la verdad, lucho contra las lágrimas que
amenazan mis ojos. Ocultar a Everly había sido una de las últimas cosas que hizo
mi familia antes de que mi madre falleciera, y antes de morir me había hecho
jurar que nunca diría a ninguno de los hombres del Inferno dónde estaba Everly.
Parecía que había algo de mala sangre entre mi padre y algunas de las
familias a las que pertenecen estos chicos.
Sin embargo, cuando había preguntado por los detalles, mi padre siempre
me cortaba, prometiéndome que era mejor que no me involucrara.
Supongo que no creía que estaría muerto un año después que mi madre.
Supongo que no se dio cuenta de que estaría sola con un grupo de hombres que
podrían destrozar mi vida y hacer de mi futuro un absoluto infierno.
—No sé dónde está. Nadie me lo ha dicho nunca.
La voz de Tanner es suave contra mi oreja, sus pulgares rozan ociosamente
mi brazo por encima de donde me sujeta.
—¿Pero admites que tu familia la ayudó a esconderse?
Tienen que saberlo. Si no lo supieran, no habrían pasado por todo esto
para traerme aquí.
Maldito Clayton y su jodida decisión de correr a Tanner para fastidiarme.
No tiene ni idea del daño que ha causado en realidad.
—Mi padre está muerto, Tanner. No hay manera de que yo sepa dónde
ayudó a Everly a escapar.
Jase se ríe desde el otro lado de la habitación, su cabeza se sacude
mientras chasquea la lengua.
Es Tanner el que me responde, sus manos apretando mis brazos, su aliento
un lavado de calor contra mi piel.
—Excepto que dejó sus archivos atrás, ¿no es así? Toda esa información
está ahí, esperando a que alguien la revise.
Me quedo inmóvil, con la boca seca, y mi mente va tan deprisa que no
puedo seguir un pensamiento antes de que llegue otro.
Antes de que pueda responder, la voz de Tanner se convierte en un
murmullo, con la victoria escrita en cada sílaba.
—Ese es tu precio, Luca. Entrega los archivos de tu padre y te ayudaré a
quitarle a Clayton lo que te debe. Protege a tu amiga y rechaza mi oferta, y te irás
como una mujer sin dinero. Sin familia. Sin marido. Y nadie vivo que pueda
ayudarte.
Mis ojos se cierran de golpe al darme cuenta de que no tengo ningún lugar
al que acudir, mi corazón late al mismo ritmo errático de siempre desde el día
en que conocí a Tanner Caine.
Se ríe suavemente, con su pecho rozando mi espalda. Susurrando para que
solo yo pueda oírlo, Tanner acaricia su boca contra la concha de mi oreja.
—¿Me crees ahora que esto no tiene nada que ver con el sexo?
Parece que los años no han cambiado nada entre nosotros.
Justo cuando me permitía relajarme en su presencia, Tanner deja caer una
bomba en mi regazo que me recuerda, a medida que va llegando a cero, que
nunca podré confiar en un hombre tan traicionero como él… que nunca puedo
bajar la guardia ante un hombre cuya vida entera se ha basado en engañar a los
demás.
—Necesito algo de beber —grazno, esquivando a Tanner y corriendo
hacia la puerta.
Me pisa los talones mientras corro escaleras abajo y me dirijo a la barra
instalada a lo largo de una pared del salón principal.
Después de tomar dos copas de champán, me bebo una. Estoy a punto de
beber la otra cuando los dedos de Tanner se cierran sobre mi muñeca y, sin tanta
delicadeza, me aleja de la multitud para enjaularme contra la pared de un pasillo
abandonado.
Nuestras miradas se cruzan, la copa de champán aún encerrada en mi
mano, mientras una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.
—¿Seguro que quieres beber eso?
La risa me sube a la garganta.
—Si no lo hago, puede que acabe matándote.
Tanner niega y me dirige la mano hacia arriba para que pueda beber un
sorbo de la copa de cristal.
Su voz es un canturreo profundo cuando dice:
—Haz lo que quieras, Luca, pero antes de emborracharte, recuerda lo que
pasó la última vez que te emborrachaste cerca de mí.
Al beber el champán sin tener en cuenta su advertencia, no solo pienso en
lo que ocurrió aquella noche en Yale, sino que intento no recordar que fue el
principio del fin.
—L
lévame a casa.
—Estás enojada —digo mientras le quito la copa
de champán, ahora vacía, de la mano para colocarla en
una mesita junto a nosotros, una sonrisa inclina mis
labios cuando los ojos azules se levantan para estrecharse en mi rostro.
No me sorprende ver el odio en su expresión. Lo he visto antes. Lo disfruto
enormemente, solo porque también disfruto borrándolo.
Debajo de esas mejillas rojas y de la mirada de odio que ahora está a todo
volumen, hay una vena de atracción en Luca, como una cuerda que puede ser
pulsada en su justa medida y hacerla cantar.
Ahora resulta ser un mal momento para tocarla.
Con la forma en que me está clavando los ojos, sería más probable que me
arrancara la polla del cuerpo y me la metiera por la garganta que la envolviera
con sus bonitos labios.
—Gracias por el informe de noticias, Capitán Obvio. Es bueno ver que
todavía eres capaz de adivinar con precisión el efecto que tienes en otras
personas. Llévame a mi puta casa. Estoy cansada de tu pequeña fiesta y de todos
los de tu maldito círculo.
Se mueve para rodearme, pero la aprisiono más contra la pared, mis
caderas presionando contra su estómago, su cabeza levantándose para
atraparme con una mirada tan letal que corta la piel.
—Suéltame.
Es guapa cuando se enoja, pero también frustrante.
—Solo acepta el trato, Luca. Así todo esto podrá desaparecer y…
Sin pestañear, me interrumpe.
—Si no me sueltas en los próximos tres segundos, gritaré.
—No harás tal cosa.
Con las manos apoyadas en la pared a ambos lados de su cabeza, me
inclino hasta que nos vemos cara a cara.
—Acepta el trato…
—¡Oh, Dios mío! ¡Sí, Tanner! Dámela más fuerte.
La fuerte voz de Luca resuena en el pasillo, sus palabras atraen una
multitud de miradas curiosas.
Me alejo de ella con los ojos muy abiertos y momentáneamente aturdido
por lo que ha decidido gritar.
Algunas personas ríen y susurran mientras miran en nuestra dirección.
Cuando me giro para devolverles la mirada, Luca aprovecha la oportunidad para
escabullirse a mi alrededor en su intento de escapar.
Se dirige hacia las puertas traseras mientras yo le piso los talones, con mi
voz como un susurro furioso.
—¿Qué coño fue eso?
La gente sigue mirando en nuestra dirección, con las manos levantadas
para ocultar las tímidas sonrisas de sus rostros.
—Me imaginé que te importaría una mierda si gritaba como si me
estuvieras asesinando. Pero hacer creer a la gente que te estabas tirando a mí
tan abiertamente solo arruina tus oportunidades con todas las demás mujeres de
aquí. Así que me arriesgué y gané. Me voy, y no hay una maldita cosa que puedas
hacer para detenerme.
Atravesamos las puertas abiertas para salir al exterior justo cuando la
agarro del brazo y la hago girar hacia mí.
—Solo paga el maldito precio.
Esto no es negociable. No creo que ella lo entienda. La verdad es que me
importa un carajo dónde está Everly. Ese es el problema de Jase y uno que no
me interesa. Pero el padre de Luca sabía algo que volvió locos a nuestros padres
y necesito esa información.
Intenta zafarse de mi agarre, pero eso solo hace que apriete más mis
dedos. Unos ojos azules se clavan en los míos, con una feroz determinación que
solo puede asociarse con la mujer tan desagradable que me mira.
—Todavía no me has hecho un favor, Tanner. No te debo nada. Según tus
jodidas reglas, eso significa que no tengo que hacer nada. Y tal como están las
cosas ahora, he decidido tomarme un tiempo para pensar en lo que voy a hacer
porque es mi elección hacerlo. Quita tu maldita mano de mi brazo y llévame a
casa.
Por eso nunca decimos el precio antes de hacer el favor, y no lo habría
hecho en este caso si no tuviera prisa por conseguir la información que tiene.
Además, quería ver su reacción al verse acorralada por todo el grupo. Esa fue mi
culpa y mi cagada, una que tengo que corregir.
Aun así, Luca no puede ser tan estúpida. Perder el dinero que Clayton le
debe la destruirá. La dejará en la miseria. Necesita ese dinero, y no tengo ni el
tiempo ni la paciencia para sentarme y dejar que lo resuelva.
Su mirada de odio se aleja de mí para estrecharse en algo en la distancia.
Al girar para seguir la dirección de su mirada, veo a Ivy Callahan cerca de
la entrada de una de las carpas blancas, con los ojos hinchados por el llanto
mientras Gabriel la rodea con un brazo en señal de falso consuelo.
Solo yo sé que tiene toda la intención de destruirla cuando tenga la
oportunidad. Gabriel ha odiado a Ivy desde el instituto, esperando
pacientemente el día en que pudiera vengarse de los juegos de mierda que ella
disfruta jugando.
—Quizá alguien más necesite oír lo que yo ya sé.
Mis ojos vuelven a dirigirse a ella.
—¿Y qué es?
—Que no se puede confiar en ninguno de ustedes.
Luca se mueve para ir en dirección a Ivy, pero la empujo hacia atrás, con
esa mirada mordaz fijada en mi rostro una vez más.
—Ir allí no es una buena idea. Ivy y Gabriel tienen una historia. Ella está al
tanto de sus estupideces, y te prometo que no querrás involucrarte. Ahora,
volviendo a mi tema, ya que es el único que debería importarte en este momento.
Acepta el maldito trato. Puedes perderlo todo, Luca. Deja de ser irracional.
Su ojo hace un tic, pero luego su expresión se convierte en una máscara
vacía, una que no he visto en ella todavía. Me pone de los nervios verla.
—Déjame ofrecerte un trato que puedes elegir entre aceptar o dejar. O
me acompañas de vuelta a tu limusina y me llevas a casa, o empiezo a montar un
numerito.
—Las escenas no me molestan.
—¿De verdad? —Sonríe, la curva de sus labios un borde letal—. Porque
antes parecías alinearte con Jerome Dane, lo que me hace preguntarme lo rápido
que volverías a alinearte si es su atención la que atraigo. —Mi mirada se estrecha.
No tiene ni puta idea de lo que está sugiriendo en este momento. Ni una sola
pista—. O quizás tu padre —añade—. ¿Él también estará presente, tal vez?
Ahora sí que no tiene ni idea de lo que está sugiriendo. Mi padre preferiría
degollarla y arrojar su cuerpo a una zanja en algún lugar antes de permitirle
llamar la atención sobre el problema en que se ha convertido para nuestras
familias.
¿Cómo carajo sabe ella que hay que sacar eso a relucir?
La miro fijamente durante unos segundos, completamente estupefacto por
el hecho de que haya captado la incómoda tensión entre Warbucks y yo.
Esta mujer no se pierde nada, y será mejor que lo recuerde durante el
resto del juego. Traerla a esta maldita fiesta fue un error, uno que tengo que
remediar antes de que tenga un problema mayor en sus manos que el dinero que
tengo sobre su cabeza.
—Te llevaré a casa —gruño, y sus labios dibujan una sonrisa de
satisfacción mientras ella no tiene ni puta idea de que solo lo hago para evitar
que se convierta en la próxima cara sonriente de un informe de personas
desaparecidas.
—Gracias.
Me rodea para abrirse paso entre los grupos de gente dispersos en el
jardín y no me deja otra opción que seguirla, una sombra molesta acechando en
su dirección, totalmente irritado por haber conseguido acorralarme.
Dejo que se aferre a esa victoria por ahora, que se abrace a ella por
comodidad, que se ciegue al hecho de que no es tan experta en este juego como
le gusta creer. En todo caso, la dejará a la defensiva, como ocurrió en Yale antes
de que se presentara.
Todo el tiempo que Luca creyó que había ganado contra Gabriel al
obligarme a comportarme en el proyecto, la verdad es que le estábamos
tendiendo una trampa.
No tengo ningún problema en volver a enseñarle esa lección.
Llegamos al vestíbulo delantero y esperamos en tenso silencio a que el
conductor dé la vuelta a la limusina, Luca se desliza hacia el extremo izquierdo
del asiento trasero una vez que llega, prácticamente abrazando la puerta en un
intento de dejar el mayor espacio posible entre nosotros.
El auto avanza de golpe y comienza el suave trayecto hacia las puertas
delanteras de la finca del gobernador, con la mirada de Luca en la ventanilla
lateral en lugar de en la mía.
Le clavo la mirada en un lado de la cara, enojado y también ligeramente
excitado por una mujer que me desafía hasta el punto de volverme loco.
—Acepta el trato —digo finalmente, rompiendo el ensordecedor silencio.
Su mirada recorre mi dirección en un lento camino de puro asco, fijándose
finalmente en la mía.
—Parece que has olvidado algo sobre mí, Tanner. No voy a dejarme
manipular. Tal y como están las cosas, me has ofrecido una mierda de trato, que
no me entusiasma demasiado aceptar. Pero tristemente, no hay nada que puedas
hacer para forzar el asunto. Ningún favor. No hay pago. Así es como funciona.
Ya no. Pero ella no necesita saber eso todavía.
Estoy siendo generoso en este momento. Dándole una última oportunidad
de salir ilesa de esta situación. Es su última oportunidad. Si no acepta, me veré
obligado a tomar un enfoque diferente. Uno que seguramente disfrutaré, solo
porque ella lo odiará tanto.
—En este punto, he ganado —afirma incorrectamente.
No me queda más remedio que corregirla en la suposición.
—Eso es lo que pensabas la última vez, si no me equivoco. Y mira cómo
resultó. Creo recordar que tu cara se puso de un precioso tono rojo cuando te
revelé lo que tenía contra ti en la biblioteca la última vez que nos vimos en Yale.
Cómo es capaz de estrechar aún más su mirada, no tengo ni idea. Pero
Luca lo consigue, de esa mirada salen disparadas mil cuchillas que me hacen
trizas.
—Las fotos. Casi me había olvidado de ellas. ¿Piensas publicarlas en la
primera página de los periódicos y en todas las revistas de chismes que puedas
contactar? Porque si es así, no me importa.
Lo que no sabe es que las fotos nunca fueron más allá de lo que le mostré
esa noche. Puede que sea un imbécil, pero no soy de los que dejan que se
aprovechen de las mujeres en mi casa. A no ser que sea yo el que se aproveche.
—Creo que a estas alturas ya hemos superado las pequeñas bromas
universitarias, ¿no crees? Estamos hablando de tu vida ahora, Luca. Ese dinero
te ayudará mucho a ponerte en pie de nuevo. No seas estúpida. Solo entrega los
registros de tu padre y esto está hecho.
Vuelve a mirar por la ventana, y mi mano se aprieta. Hablar con ella es
como hablar con una maldita pared.
—Dime qué hizo Everly —dice tras unos minutos de silencio.
Me rechinan los dientes ante la exigencia.
—¿Importa? Lo que hizo no cambiará lo que quiero.
Más silencio y luego:
—A mí me importa.
Por supuesto que sí. Luca está buscando una razón para traicionar a su
amiga. Una excusa que la tranquilice. Por desgracia, no puedo darle una.
—No lo sé. Jase no nos ha dicho a ninguno de nosotros lo que pasó. Pero
ese no es el punto. —Sus ojos se dirigen a mí antes de volverse a mirar por la
ventana—. Entrega los servidores, Luca, y hemos terminado. No volverás a saber
de mí ni a verme. Solo eso debería bastar para que este trato fuera atractivo.
Mis palabras caen en saco roto cuando el auto gira hacia el
estacionamiento de su edificio de apartamentos. A falta de unos minutos para
tenerla como espectadora cautiva, mi impaciencia se dispara a niveles
peligrosos.
¡Mierda! Luca es la persona más frustrante que he conocido. Debería
odiarla. Y lo hago. No tiene ni idea del problema que ha sido en mi vida.
Pero al mismo tiempo, solo me hace desearla más. Es un rompecabezas
que no puedo descifrar, y tengo el innegable deseo de destrozarla solo para
poder examinar todas las agravantes piezas.
Me deslizo por el asiento para que mi cadera se pegue a la suya, agarro
su barbilla con la mano y dirijo esa mirada furiosa hacia mí.
Sus labios se perfilan en una fina línea, lo que me hace sonreír.
—¿Cómo es posible que no te animes a hacerlo? Piensa en ti por una vez.
Deja de preocuparte por los demás. Necesitas esto y no debería importar a quién
tengas que pisar para conseguirlo.
Retira su cara de mis dedos y su cuerpo se pone rígido.
Los ojos azules se levantan para clavar los míos en su sitio y frunce el ceño.
—Tal vez sea esa la forma en que siempre has vivido tu vida, Tanner. De
hecho, estoy segura de que es así. He estado en el extremo receptor de la mierda
para saber que es un hecho. —No puedo discutir, así que no lo hago—. Pero esa
no es la forma en que vivo mi vida. Consideraré tu trato. En mi tiempo. No porque
estés haciendo demandas que no tienes derecho a hacer. No soy uno de tus
peones y nunca me uní a tu maldito club de fans. Puede que no lo recuerdes, así
que déjame recordártelo ahora. No haré lo que me digan. No importa los juegos
que hagas.
El auto se detiene justo cuando ella termina de escupir su amarga
respuesta.
Sin esperar a que el conductor le abra la puerta, Luca golpea con la mano
la manija y prácticamente se lanza a la acera, su cuerpo se endereza mientras se
pasa la falda del vestido por las piernas y se gira para mirarme con odio una vez
más.
—Estaré en contacto —dice de una manera que me indica que no tiene
intención de hacer lo que ha dicho.
Vacilando entre dejarla marchar sola o seguirla para exigirle todo lo que
quiera, tomo aire. Me relajo. Me recuerdo a mí mismo que tratar con ella
requiere precisión y frío cálculo.
No se molesta en esperar una respuesta antes de girar sobre sus talones
para entrar, y cuando la puerta se cierra tras ella y desaparece de la vista, cierro
de golpe la puerta del auto y golpeo la ventanilla entre el conductor y yo para
decirle que se vaya.
El auto se aleja en un movimiento suave, su edificio se desliza fuera de la
vista mientras mi cabeza cae contra el respaldo del asiento.
Si conozco a Luca lo suficiente, puedo adivinar que hará todo lo posible
para salir de esta. Lo más probable es que lo haga tan pronto como entre en su
apartamento.
Y no puedo dejar que eso ocurra. No cuando estoy tan cerca de conseguir
lo que quiero.
Sin embargo, ella tiene razón en una cosa. Nuestras reglas habituales
requieren que alguien pida un favor antes de pagar nuestro precio, excepto que
esta vez, las reglas están siendo saltadas. Solo para ella y solo porque cree que
puede luchar.
El reto de Luca comienza ahora.
Sin importar si ella acepta el trato o no.
La pobrecita estará agotada para cuando termine de hacerla caer.
E
sto es malo.
No estoy segura de lo malo que es porque a la gente le
encanta dejarme en la oscuridad, pero aun así sé que esto es peor
de lo que imaginaba.
Al pulsar repetidamente el botón de llamada del ascensor, de repente me
molesta la lentitud de la maldita cabina. Mi dedo del pie golpea con un ritmo
constante el suelo de piedra, mi expresión es frenética cuando me miro desde
las puertas de espejo.
Oigo el zumbido del motor cuando el ascensor comienza a descender, y
exhalo una bocanada de aire, intentando calmarme, aunque es casi imposible.
¿Qué ha hecho Everly para enojarles tanto?
Nunca me habían contado la historia completa. Lo único que sé es que
después de que mi padre me llamara aquella última noche en Yale y me dijera
que volviera a casa, regresé a Georgia con una madre enferma y un padre
preocupado.
Ni siquiera un día después de llegar, Everly me llamó asustada y
necesitando ayuda. Le pasé el teléfono a mi padre, solo porque tenía contactos y
sabía cómo arreglar las cosas.
Pero después de ayudarla, se negó a decirme por qué necesitaba la ayuda
y a dónde la había enviado.
Lo único que me dijo fue que necesitaba un lugar seguro y que no hiciera
preguntas. Después de eso, supe de ella una o dos veces, pero nunca me puso al
corriente de la historia.
Admito que no presioné demasiado. Estaba demasiado preocupada por la
salud de mi madre. Demasiado envuelta en casarme con un completo imbécil
para que mi madre pudiera ver mi boda antes de morir.
En resumen, estaba perdiendo la cabeza, y había dejado que todo se me
escapara sin preocuparme por los cómos y los porqués de ello.
Y ahora estoy pagando por esa decisión. De todas las maneras posibles,
un demonio depravado y tentador, disfrutando a fondo del desafío que sé que
está creando.
Las puertas del ascensor se abren y entro para pulsar el botón de mi piso.
Mientras subo, intento racionalizar la situación.
No podía ser tan grave. Estábamos en la escuela de posgrado. No es que
Everly fuera una ladrona. Esto no es espionaje internacional.
Sí, estaba asustada, pero los chicos de Inferno tienen ese efecto en la
gente. Estaba asustada. Son una maldita pesadilla de la que es difícil escapar.
Así que tal vez sea algo estúpido y pueda ponerme en contacto con ella
primero, averiguar el problema, determinar cómo solucionarlo y que se acabe.
El único problema es que primero tengo que encontrarla y no tengo ni
idea de cómo acceder a los registros de mi padre. Nunca me dieron un número
de teléfono para contactar con Everly. No es que haya pedido la información, lo
cual, ahora que lo pienso, fue una jodida estupidez por mi parte.
Pero me imaginé que estaba lejos de Inferno, que ya no estaba a su vista.
Supuse que estaba a salvo.
Aparentemente no.
Por suerte, conozco a alguien que podría ayudarme.
Las puertas se abren con un zumbido enfermizo que da fe de la calidad
decadente de todo el edificio. Por desgracia, este lugar es todo lo que puedo
pagar con la mísera cantidad que el tribunal me entregó de mi antigua cuenta
conjunta con Clayton cuando nos separamos. Una cuenta que se está reduciendo
a meros centavos.
Ignorando la forma en que mi vida parece seguir deslizándose hacia el
fango, corro sobre la alfombra raída del vestíbulo, mi tacón se atasca en un
enganche de tela que me lanza hacia delante, hacia mi puerta. Aterrizo con un
fuerte golpe y el bolso se me cae de los dedos.
Lo recojo del suelo y lo abro para sacar las llaves, pero no acierto a abrir
la cerradura tres veces con manos nerviosas y, finalmente, entro para correr por
la pequeña sala de estar, atravesar otro pasillo corto y llegar a mi dormitorio.
Rebuscando en el estante superior de mi armario, encuentro la caja de
zapatos que había llenado con los objetos de la antigua oficina de mi padre,
busco en ella una tarjeta de visita y marco el teléfono.
Después de tres timbres, responde Jerry Thornton, el antiguo socio de mi
padre que destrozó el negocio y nos hizo perderlo todo. No estoy precisamente
de humor para hablar con ese hombre. Mi padre lo odiaba después de que
destruyera su medio de vida, pero no es que tenga muchas opciones.
—Aquí Jerry.
Su voz me recuerda a mi casa, a ese grueso acento sureño que una vez tuve
cuando era más joven, pero que perdí al irme de casa a la universidad.
Desgraciadamente, escucharlo hablar solo me devuelve el acento a la
lengua. Sin embargo, lo utilizo en mi favor, jugando al juego de la mujer inocente,
pequeña y bien educada, esperando que no haga demasiadas preguntas.
Con voz dulce y melosa, digo:
—Hola, Jerry, soy Luca Bailey. Hace tiempo que no hablamos.
Casi se puede oír la sonrisa en su respuesta.
—Bueno, que me condenen, Luca. Definitivamente ha pasado un tiempo.
¿Cómo estás, pequeña? ¿Te gusta la vida en la gran ciudad? ¿Cómo está el
marido?
Hablar con él se siente como el sol en un día cálido. Te recuerda a los
ventiladores de techo que giran lentamente en los porches envolventes, o al
sudor pegajoso que te empapa la piel mientras la hierba alta te hace cosquillas
en los tobillos corriendo por un patio grande e interminable.
Me recuerda a mi hogar, y me da un pequeño rayo de consuelo a pesar de
lo que pasó entre él y papá. Es una pena que tenga que destruir eso.
—Bueno, la ciudad es una mierda, y mi marido es un imbécil mentiroso y
tramposo que me ha dejado. Pero no es por eso que estoy llamando.
Jerry no responde inmediatamente, y le doy unos segundos para digerir
mi falta de decoro en la respuesta que le he dado.
—Siento escuchar eso —dice vacilante, el sol de su voz sonriente ya no
brilla. Los nubarrones ya están entrando en esta conversación—. ¿Qué puedo
hacer por ti?
Normalmente, me sentiría mal por ser tan directa, por los malos modales
y todo eso, pero no tengo tiempo para dar vueltas a mi problema.
—Necesito revisar los archivos de mi padre. Todos ellos. Como en este
momento. Así que me gustaría saber cómo puedo acceder a ellos.
Jerry se queda callado de nuevo. Puedo oírle frotarse los dedos sobre el
rastrojo de su mandíbula, una larga respiración que sopla contra su teléfono y
que le hace sonar como si estuviera de pie en un túnel de viento.
—¿Por qué necesitas acceder a los registros, Luca? No hay nada ahí que
pueda interesarte.
No sabe que esos registros son la clave de mi futuro. Sin ellos, me quedaré
sin hogar el mes que viene. Marjorie me había prometido que la última audiencia
era todo lo que necesitaba para obtener el dinero de Clayton. Ahora, Tanner me
ha jodido totalmente esto y estoy desesperada.
Me ha costado un esfuerzo ocultar lo peligrosa que es mi situación y me
sorprende que aún no haya roto a llorar.
Sin embargo, estoy a punto de llegar a ese punto.
Mintiendo, respiro tranquilamente y añado una falsa emoción a mi voz.
—Bueno, papá me dijo que las patentes podrían valer algo cuando estaba
estudiando la posibilidad de venderlas antes de morir, y ya es hora de que me
deshaga de todo lo que queda del negocio. No puedo aferrarme a esto para
siempre.
El negocio que destruiste, lo dejo fuera.
—Pero antes de hacer eso, me gustaría saber qué hay en los servidores.
Estoy segura de que no importa, pero me gusta ser minuciosa.
Más silencio, otro rasguño de mandíbula, otra larga exhalación.
—Escucha, Luca, me gustaría ayudarte en esto, pero tu padre encriptó
esos registros. Todo está en los servidores que están almacenados, pero, aunque
accedas a ellos, no podrás ver lo que hay.
El pánico recorre mi columna vertebral como un rayo.
—¿Cómo los desencripto?
—No lo haces. Sabes que tu padre era un genio con las computadoras.
Desarrolló sus propios programas y lenguajes. Dudo que haya alguien lo
suficientemente inteligente para descifrarlo. —Taylor es lo suficientemente
inteligente. Lo que me hace preguntarme por qué no entraron ellos mismos en
los servidores si necesitaban información sobre Everly—. Solo déjalo en paz,
Luca. Vende las patentes, pero olvídate de los registros. Es lo que más te
conviene hacer. —¿Lo mejor para mí? ¿De qué demonios está hablando?—.
Tengo que irme, Luca. Siento no haber podido ayudarte más. Buena suerte con
las patentes.
Cuelga antes de que tenga la oportunidad de seguir preguntando y mi
mano aprieta el teléfono con tanta fuerza que el plástico se rompe.
Arrojo el teléfono a la mesa auxiliar junto a mi cama, me siento en el borde
del colchón y entierro la cara entre las manos.
—Deberías aceptar el trato, Luca. En serio, tu negativa se está volviendo
aburrida.
Un grito me sube por la garganta cuando mi cabeza se gira hacia la
derecha para encontrar a Tanner de pie en mi puerta.
Le falta la chaqueta y lleva la corbata suelta sobre los hombros, lo que le
convierte en la imagen de la elegancia informal, un hombre a gusto tras el evento
formal al que me ha arrastrado.
Apoyando un hombro en la puerta de mi habitación, sonríe mientras me
mira fijamente, con esos malditos ojos que brillan y que me han tomado por
sorpresa.
Es una locura lo hermoso que es, un hilo de atracción que se desenreda en
mí a pesar del odio absoluto que siento por él en este momento.
La rabia hacia mí misma persigue el mismo hilo, pero me digo que es
natural sentir la atracción sensual y pura de un hombre que no tiene que hacer
más que parpadear para que las mujeres miren en su dirección.
Aun así, me niego a mostrarle cómo me afecta, mis ojos se entrecierran en
lugar de redondearse, el calor de mi cara se explica fácilmente como rabia en
lugar de deseo.
—¿Qué haces en mi apartamento?
Se encoge de hombros como si fuera un comportamiento aceptable y
parpadea antes de volver a clavarme la mirada.
—Dejaste la puerta sin cerrar y no respondiste cuando llamé.
—Eso no significa que puedas entrar sin más, Tanner. Lárgate de aquí.
Se aparta del marco de la puerta y entra de lleno en mi dormitorio; sus ojos
recorren los escasos muebles que he comprado en una tienda de segunda mano,
y esa mirada despiadada se posa en una pila de ropa apilada en una silla que no
me apetece doblar después de haberla subido del sótano hace más de una
semana.
Sonriendo ante lo que supongo que es la imagen de la pobreza en su
opinión, vuelve a dirigirme esos ojos verdes como el musgo.
—¿A esto te han reducido? Es imposible que te guste vivir así.
Ignoro la burla, aunque me duele, me apuñala en realidad, la profunda
vibración de su voz retorciendo la hoja porque puedo sentirla contra mis huesos.
Tanner tiene un aspecto totalmente erróneo en este entorno, desubicado,
como si alguien hubiera photoshopeado una imagen de riqueza sobre una
habitación que no le corresponde. Puedes ver los bordes, la vista captando el
flagrante desajuste. Solo me hace sentir peor.
Y más enojada.
Con él por tender esta trampa.
Conmigo misma por caer en ella.
Con Clayton por contratarlo.
Con Everly por presentarme a los Inferno y luego huir para dejarme sola
para enfrentarme a ellos.
Estoy enojada con todo el mundo.
Lanzándome desde la cama, atravieso la habitación para golpear las
palmas de las manos contra su pecho. Ignoro el calor de su piel y el acero de los
músculos bajo ella mientras lo empujo hacia atrás.
—Lárgate —exijo—. No tienes derecho a estar aquí.
Retrocede unos pasos, más porque está jugando conmigo y no porque
tenga la esperanza de dominarlo. Se eleva por encima de mí, sus hombros son el
doble de anchos que los míos. Y por lo que puedo ver bajo la perfecta confección
de su ropa, solo ha ganado más músculo desde Yale.
Tanner levanta las manos para agarrarme las muñecas, fija los pies y me
mira fijamente, con diversión detrás de su mirada. Lucho por ignorar el
cosquilleo de mi piel bajo su tacto y el sutil aroma de su colonia que me llega a
la nariz como una burla.
—¿Cuánto tiempo vamos a seguir haciendo esto? Se está volviendo
aburrido.
Mis ojos se entrecierran más.
—Esto sigue siendo decisión mía…
—¿Con quién hablabas por teléfono?
Intento empujarlo de nuevo, pero él se acerca a mí y me empuja hacia
atrás. No para hacerme daño. No para derribarme. Sino para demostrarme que
se irá cuando le dé la gana, porque Tanner es el dueño de cualquier espacio en
el que entre.
—No te voy a decir eso —respondo, empujando más fuerte, aunque no
sirva de nada.
La parte posterior de mis piernas golpea el colchón después de que él siga
empujándome hacia la habitación, mi trasero aterriza con un rebote justo cuando
él se gira para sentarse a mi lado.
En el momento en que nuestros muslos se tocan, vuelvo a lanzarme hacia
delante, negándome a estar cerca de la cama con él.
Su mirada se dirige a la mía mientras una sonrisa se dibuja en la comisura
de sus labios. Tanner sabe exactamente por qué no me siento en esa cama.
—¿Algún problema?
Retrocedo hasta que mi cuerpo choca con la pared, cruzo los brazos
rígidos sobre el pecho, el corazón martilleando, la rabia vibrando justo debajo
de mi piel.
Y todavía ese maldito parpadeo de atracción. Mis pensamientos no dejan
de remontarse a aquel error en Yale, la única vez que creí ver algo humano
dentro del hombre que ahora me sonríe.
Sin embargo, mi cuerpo se acuerda de él, mis muslos se aprietan mientras
mi cerebro grita sobre lo idiota que es esa reacción.
Aunque mi cerebro tampoco puede alegar inocencia.
Está ocupado recordando lo sucio que habla este hombre, lo suave que es
su piel, cómo besa con una pasión tan oscura que enciende una chispa que
rápidamente se convierte en fuego.
Tengo que dejar de pensar en esto. Tengo que obligarme a odiarlo más
de lo que lo deseo.
Cuando se recuesta en la cama, con la camisa tensa sobre los hombros y
los brazos, y los pantalones ceñidos sobre los muslos gruesos y musculosos, me
olvido de lo que tengo que hacer.
He perdido esta pelea mucho antes de que empezara la batalla, y con la
forma en que me mira ahora… lo sabe.
T
res años nunca fueron suficientes. No para olvidar a Luca, al menos.
No es que lo intentara. Vigilarla había sido una cuestión de cumplir
los deseos de mi padre, ¿y sentarse en su habitación ahora?
Se trataba de mantenerla viva.
Estaba a punto de llegar a mi casa cuando sonó mi teléfono después de
dejar a Luca. El nombre de mi padre apareció en la pantalla y mi voz no estaba
muy emocionada cuando contesté.
El imbécil empezó a hablar de mí inmediatamente. Poco importó la
conversación. Era su queja habitual: soy un fracaso. Nunca seré dueño de sus
negocios. Preferiría destruir todo el imperio antes que entregarle algo a un hijo
tan indigno.
La misma mierda, un día diferente.
No es que me importara mucho. El control de nuestros padres sobre
nosotros se había desvanecido después de que nos graduáramos en Yale. Ahora
tenemos la empresa, nuestras propias empresas. Cada uno de nosotros es
financieramente seguro sin las cuerdas del dinero de nuestras familias.
Pero sí queremos una cosa.
Venganza.
Para hacer caer a los imbéciles que nos han controlado durante tanto
tiempo.
Destruir a nuestras familias solo porque es lo que necesitamos para ser
libres.
Les seguimos el juego. Seguimos realizando las tareas que nos encargan.
Seguimos construyendo un odio hacia nuestros padres que no terminará hasta
que estén dos metros bajo tierra.
Luca es la clave para ello.
Lo sé.
Mi padre lo sabe.
Solo que él no sabe que yo lo sé.
La conversación iba bastante bien hasta que dijo una cosa que me hizo
golpear el cristal detrás de la cabeza del conductor y exigirle que se diera la
vuelta.
Ya que parece que no puedes controlar a Luca, dada la escenita que ha
montado esta noche, tendremos que encargarnos nosotros del problema…
Eso no va a suceder, pero lamentablemente también significó que todo el
tiempo que me quedaba para molestar a Luca por diversión en este juego se
acabó. La amenaza solo ha hecho que el tiempo del desafío aumente.
Las miradas de odio de Luca mientras se apoya en la pared de este agujero
de mierda al que llama apartamento no la salvarán.
La haré entrar en razón, aunque tenga que forzar la cuestión por medios
poco idóneos.
—Este es el trato —digo con un tono de voz bajo, un suave filo que hace
que sus mejillas se tiñan de rojo y sus brazos se crucen con más fuerza—.
Necesitas seguir adelante con tu vida y, para ello, me necesitas fuera de tu
camino.
Su ceño se arquea, pero no dice nada para discutir.
—Necesito los archivos que tu padre dejó…
—¿Por qué?
Mi boca se cierra de golpe, mi tren de pensamiento se detiene
inmediatamente porque se supone que esto es sobre Everly.
—Para encontrar a Everly —miento, recordando lo observadora que es
Luca. Odio a la gente que presta atención, y esta mujer tiene una maldita lupa
para cada situación en la que se encuentra.
Los ojos de Luca se entrecierran.
—¿Por qué no te digo dónde está y damos por terminado esto?
Eso no funcionará.
Me enderezo, quito las arrugas de mi camisa como si no quisiera correr
por la habitación y sacudirla hasta que me dé lo que busco. Al levantar la vista,
veo que la táctica de distracción ha funcionado. Está golpeando ese zapato suyo,
impaciente como siempre.
Lentamente me pongo de pie, cruzo la habitación, apoyo un antebrazo en
la pared cerca de su cabeza e inclino mi cara hacia la suya, feliz de notar cómo
sus músculos se tensan sobre sus hombros.
—Me temo que eso no servirá. Te he dado mi requerimiento. Depende de
ti hacerlo realidad.
Solo acepta el maldito trato…
Ella me responde con una declaración igualmente silenciosa. Sé que estás
tramando algo. Y voy a hacer que este proceso sea lo más doloroso posible, joder.
Estamos en un punto muerto, y todo lo que puedo hacer es dejar caer mi
mirada hacia la línea afilada de sus labios, deseando nada más que morderlos.
Luca intenta alejarse de mí, pero subo mi otro brazo, enjaulándola.
—Parece que terminamos así muchas veces.
Detrás de sus bonitos ojos azules arde la rabia pura, sus mejillas son como
manzanas maduras, un desafío con una expresión que me enoja tanto como me
excita.
Con una voz inquietantemente tranquila y sosegada, dice:
—Sal de mi apartamento, Tanner. Dije que estaría en contacto. A mi
tiempo, cuando esté bien y malditamente lista. Ahora no es ese momento.
—No me hagas intensificar esto.
Levanta la barbilla, tan testaruda como la recuerdo.
Me meto la mano en el bolsillo, sonrío y saco el teléfono. Mi secretaria,
Lacey, está en marcación rápida, mis dedos golpean la pantalla para llamarla sin
tener que mirar.
El teléfono suena cuando me lo llevo a la oreja, las cejas de Luca se juntan
en señal de confusión, la voz de Lacey es áspera por el sueño cuando contesta.
—¿Señor Caine?
Me gusta Lacey. Es un poco mayor que la mayoría de las mujeres que
trabajan en mi empresa, pero es estricta y decidida. Acepta bien las
instrucciones y nunca me cuestiona, además de que puede soportar mi mal
humor sin pestañear. Lo mejor de tenerla es que no está cerca del radar de Jase,
cuya polla ni siquiera se mueve cuando ella pasa.
Por eso he podido mantenerla a mi servicio durante tanto tiempo.
—Necesito que programes una audiencia —digo, mi mirada sosteniendo
la de Luca, la boca se tuerce en una sonrisa cuando sus labios se separan, sus
ojos se estrechan en cuanto se da cuenta de lo que estoy haciendo.
—Señor Caine, es medianoche de un sábado. El juzgado está cerrado y…
—¿Se supone que eso importa? —Se me escapa—. Llama a la asistente del
juez a su casa. Solo asegúrate de que la audiencia de Hughes que cancelamos
hace más de una semana vuelva a estar programada para este miércoles.
—Tiene una mediación el miércoles…
—Reprográmala.
En serio, ¿por qué está discutiendo? ¿No se da cuenta de que estoy en
medio de probar un punto? No es que me importe la audiencia. De todos modos,
no va a ocurrir tan pronto. Solo necesito que Luca piense que lo hará.
—Hazlo —indico de nuevo antes de terminar la llamada y volver a meter
el teléfono en el bolsillo.
El rostro de Luca resplandece de rabia, sus ojos brillan como si estuviera
conteniendo las lágrimas. No dice nada y eso solo me irrita más.
—¿No vas a discutir? —Ni una palabra en respuesta—. ¿No me vas a rogar
que lo cancele?
Inclina la barbilla hacia arriba, con la rebelión brillando en su mirada.
Joder… esta mujer sabe muy bien qué hacer para excitarme.
Prácticamente estoy gruñendo con mi siguiente pregunta, tanto por la
frustración como por la necesidad de arrastrarla a la cama y sacarla de mi
sistema.
—¿Qué piensas de lo que acabo de hacer? ¿No te demuestra lo serio que
soy?
Sonríe.
—Creo que eres un imbécil que llama a su secretaria casi a medianoche
un sábado por la noche para ladrarle órdenes como si no fuera un ser humano
que se merece un tiempo lejos de ti. Y odio a los imbéciles así.
Con los ojos entrecerrados, otro gruñido sube por mi garganta. Realmente
no tiene sentido de la auto preservación. La destruiré en esa sala y lo único que
le importa señalar es mi comportamiento poco profesional.
Inclinándome, acerco mi cara a la suya, el momento me recuerda a la
primera vez que la besé, la rabia que había sentido por una chica que había
causado tantos problemas en mi vida.
¿Cómo es posible querer tanto a alguien cuando lo odias absolutamente?
No es su culpa. Lo entiendo, pero eso no significa que pueda dejar de lado
esto.
—Estoy a punto de arruinarte. ¿Por qué no me das lo que quiero?
Luca toma un respiro y sus labios se separan un poco. Siento el mismo tirón
en el pecho, la necesidad de follar con odio a esta chica hasta la semana que
viene, quizá hasta el mes que viene. Ha pasado mucho tiempo.
Me niego a ceder.
Por ella.
Pero entonces su expresión se suaviza, sorprendiéndome, y sus hombros
se marchitan a medida que la tensión se desprende de ella. Es evidente que
nuestra proximidad la afecta tanto como a mí.
Al menos no estoy solo en esto.
Se lame la lengua en el labio inferior y levanta la cara para clavar mis ojos
en los suyos.
Estoy jodidamente duro a pesar de todas las razones por las que no
debería estarlo.
—¿Recuerdas la primera vez que nos encontramos así?
Con voz suave, me sostiene la mirada, sin inmutarse por el enfado que se
desprende de mí. Nuestras bocas se separan unos centímetros, las puntas de
nuestras narices prácticamente se rozan cuando parpadea, sus labios se separan
lo suficiente como para que el movimiento atraiga mi atención.
Mirando fijamente esos labios seductores, respondo en un susurro.
—Sí, lo hago. Recuerdo haber dicho que se pueden atraer más moscas con
miel que con vinagre. Ese mismo consejo se aplica a nuestra situación actual.
Solo en caso de que te lo preguntes.
A pesar de todo, me estoy acercando a ella, nuestras bocas apenas se
rozan, un susurro de sensación que hace que todos los músculos de mi cuerpo se
tensen.
Estos momentos son siempre mis favoritos, la anticipación de tomar todo
lo que quiero. Cualquier idiota puede quitarse la ropa y lanzarse por el gran final,
pero no hace nada por mejorar la experiencia.
La anticipación es lo que excita a una mujer, la relaja, calienta su cuerpo
hasta tal punto que es masilla para ser moldeada, un cuerpo que vibra con tanto
deseo que solo el roce de las yemas de los dedos puede destrozarla.
Esto es lo que más disfruto, el momento en el que les hago saber que las
tengo atrapadas, que sé lo que sienten, pero aún no les doy lo que quieren.
De una manera extraña, y probablemente por primera vez en mi vida,
siento lo mismo que ella. Es casi imposible seguir bromeando con lo que acabará
ocurriendo sin sumergirme porque apenas puedo contenerlo.
Sin embargo, lo consigo.
¿Cómo?
No tengo ni puta idea.
Luca es demasiado tentadora. Una pequeña e irritante criatura que de
alguna manera ha conseguido poner mi mundo de cabeza más de una vez. Linda
como un jodido diablillo que disfruta jugando con lo que no sabe jugar.
Sonríe como si supiera que estoy luchando, sus labios se mueven contra
los míos, pero no como un beso, solo el más mínimo roce de carne contra carne.
Una probada. Una maldita burla.
Inclino la cabeza, dispuesto a devorar a esta maldita mujer irritante como
el infierno.
—Bien —ronronea, su aliento golpea mi boca, sus manos se deslizan por
mi pecho hasta que sus dedos me agarran suavemente por los hombros. Esos
mismos dedos se deslizan hacia mi cabello un segundo después, masajeando mi
cuero cabelludo, tirando lo suficiente de los mechones para que mi cuerpo se
estremezca, mi polla dura como el acero contra el interior de mis pantalones.
Clayton es un maldito idiota por la mierda que hizo en su matrimonio con
Luca. Si hubiera sido yo, la habría mantenido y me habría negado a soltarla.
Destruiría absolutamente a cualquiera que intentara interponerse entre nosotros.
Sin embargo, no puedo permitirme pensar así.
No cuando se trata de ella.
No ahora.
No cuando ella es solo un medio para un fin que he estado esperando
desde hace mucho tiempo.
—Entonces también recordarás algo más —dice, sus ojos bailan con los
míos.
Mi voz es áspera por la necesidad.
—¿Y qué sería eso?
Mis manos se aferran a la pared para no agarrarla y arrastrarla a la cama,
mi cuerpo está rígido como una tabla, cada músculo bloqueado por la necesidad
de saborearla.
La mano de Luca se mueve de repente, sus dedos agarran mi oreja y tiran
con tanta fuerza que el fuego se dispara por la piel de mi cuello.
—Que no me gustan los idiotas que me tocan sin mi permiso —gruñe
mientras vuelve a tirar.
Me alejo de la pared para escapar de su agarre, con un dolor que retumba
en el lugar donde pudo haber desgarrado la piel. Sorprendido, doy un paso atrás
para no caerme. Sus manos golpean mi pecho una y otra vez mientras me empuja
fuera de su habitación y por el pequeño pasillo.
Para cuando terminamos de pelear, me ha conducido hasta la puerta de su
casa, el aire chocando contra mi cara cuando la abre y me señala.
—Lárgate de mí apartamento, Tanner. No te lo volveré a decir.
Me froto la oreja y retiro la mano para comprobar si hay sangre. ¿Cómo
carajo caí en eso? Es la segunda vez que se pone en plan psicópata y me ataca.
Debería haber sabido que iba a pasar.
—¡Fuera!
Levanta la voz de forma que resuena en el pasillo, y una pareja que
acababa de pasar se gira para mirarnos y ser testigo del momento.
Hago una mueca en dirección a Luca, pero ella solo sonríe como si hubiera
ganado.
La mueca de desprecio se convierte en una sonrisa a juego.
—Vas a perderlo todo. ¿Realmente estás dispuesta a dejar que eso
suceda?
—Fuera —advierte de nuevo—. Es la última vez que lo pido amablemente.
Bajo mi cara hacia la suya.
—No me lo has pedido amablemente ni una sola vez.
No importa. No se doblega. Solo sacude su brazo como un recordatorio de
que debo irme.
Antes de salir, sacudo la cabeza.
—Estás cometiendo un error.
—El único error que he cometido fue aceptar ir a esa maldita fiesta con
Everly la primera noche que te conocí. Y puedes estar seguro de que nunca lo
volveré a hacer. Ahora vete.
La pareja del vestíbulo nos mira ahora, el jodido tipo se eriza como si fuera
a venir y salvar la situación.
No tengo tiempo ni paciencia para esta mierda.
—Bien. Te veré el miércoles en el tribunal, Luca —digo mientras salgo al
pasillo.
—Te veré entonces —responde antes de cerrarme la puerta en la cara.
A pesar de la necesidad que siento de derribar la maldita puerta y exigirle
que entre en razón, me alejo.
No se lo pondré fácil.
No con lo que necesito.
No después de que diera ese portazo como si fuera la última vez que nos
veríamos.
Luca pudo haber ganado esta ronda.
Pero ciertamente no ganará la guerra.
—Tengo malas noticias.
Es la frase que nunca quieres escuchar de tu abogada a primera hora de
un lunes por la mañana, pero no me sorprende. Ya sé cuál es la noticia, había
estado allí mismo enjaulada contra la pared por el imbécil que creaba esta
noticia.
Una parte de mí piensa que admitir mi cita forzada con Tanner podría
ayudar a mi caso. Por las reglas de conflicto de intereses, no se le permite
acercarse a mí. Él representa a mi pronto exmarido y debe, por lo tanto, tener
cero contacto conmigo.
Sin embargo, lamentablemente, sería mi palabra contra la suya. Y a pesar
de haber estado en una fiesta en la que más de cien personas nos vieron juntos,
sé que ninguna de ellas estará dispuesta a admitir que estuve allí.
—Déjame adivinar, ¿la audiencia ha sido reprogramada?
Marjorie se queda callada durante unos segundos, por la conmoción,
supongo. La abogada bulldog que solía ser es ahora tan peligrosa como un
cachorro recién nacido.
Pobrecita. Pensaba que estaba en buena posición en su carrera. Y eso
puede haber sido cierto en un momento, pero no ahora después de que Tanner
apareció.
—Sí. ¿Cómo lo sabes?
Tengo en la punta de la lengua decirle lo que ha pasado, pero me muerdo
el interior de la mejilla. No voy a ganar esta batalla. No con la forma en que
Tanner está jugando y todas las ventajas que tiene contra mí.
No me sorprendería saber que tiene al juez en el bolsillo como a todo el
mundo.
No. Si espero ganar esto, tendré que hacerlo con lo único que quiere.
—Llámalo corazonada —respondo mientras cierro la cremallera de una
bolsa de lona que había llenado con ropa suficiente para mi viaje a Georgia.
El viaje me llevará un día, por lo menos, y no estoy segura de poder hacer
mucho con los servidores de mi papá una vez que los tenga. Pero tengo que
intentarlo. Es la única oportunidad que tengo de no ser destruida.
Tiene que haber alguien, además de Taylor, que pueda descifrar la
encriptación de mi padre.
Esos archivos significan la vida o la muerte para mí: la estabilidad o la
ruina absoluta, y no estoy segura de cómo encontraré a una persona que me
ayude. Solo rezo para hacerlo.
Incluso sin eso, aunque, hay otras maneras de atrapar las bolas de Tanner
en un torno. Él quiere esos archivos, y estoy dispuesta a apostar que lo último
que aceptará es que los destruya.
Ese es el nombre del juego ahora.
Mi juego.
El que jugaré contra él con la misma pericia con la que él juega contra mí.
O me da lo que quiero, o llevaré un bate a los servidores, los romperé en
tantos malditos pedazos que los archivos se perderán para siempre.
Pero primero, necesito los servidores. Por eso voy a hacer este viaje.
—Escucha —digo, con el teléfono entre la oreja y el hombro mientras
guardo lo último que me llevaré y gruño mientras levanto el bolso—, la audiencia
no va a ocurrir. Así que no te preocupes.
Dos días. Tiene que ser tiempo suficiente para conseguir lo que necesito y
exigir a Tanner que cancele esta mierda. Puedo llamarlo desde Georgia.
Golpear el bate contra la pared unas cuantas veces para que oiga lo en serio que
voy.
—¿Cómo puedes decir eso, Luca? Presentó la notificación de la audiencia
esta mañana.
No hizo una mierda. Seguro que la secretaria de Tanner tuvo que
despertarse al jodido amanecer para cumplir sus órdenes mientras él
descansaba en la cama, estirado tranquilamente sobre el colchón como un rey
en su maldito castillo.
Sacudiéndome esa imagen solo porque me niego a pasar ni siquiera un
segundo recordando cómo era su cuerpo en la cama, avanzo por mi pequeño
apartamento para dirigirme a la puerta principal.
—¿Sabes qué? No. No voy a aceptar esto. No coordinó esta audiencia
conmigo, y me encargaré del problema.
Buena suerte con eso, creo.
—Me encargaré de esto, Luca. ¿Por qué suenas sin aliento?
Abriendo de golpe la puerta, me detengo en el umbral.
—Me voy de la ciudad.
—¿Qué?
La voz de Marjorie se eleva con pánico, el sonido sube una octava, tan
cerca de chillar que realmente empiezo a preguntarme sobre todas las
afirmaciones que hizo sobre ser una abogada dura como un clavo. También me
parece que significa que no cree de verdad que vaya a ser capaz de manejar este
problema como decía.
—No puedes hacer eso. ¿Y si tenemos que estar en el tribunal el
miércoles?
Cansada de la conversación (porque, en realidad, ¿qué sentido tiene?),
agarro el teléfono con una mano mientras me subo la correa del bolso al hombro.
—Dijiste que te encargarías de ello. Tengo fe en ti.
Cuelgo antes de que tenga la oportunidad de hacerme una nueva
pregunta, cierro la puerta de un golpe y me dirijo al ascensor.
Diez minutos más tarde, me acerco a mi auto, con la luz del sol iluminando
mi piel, la mañana llena del alegre coro de los pájaros en los árboles
compitiendo con el sonido del tráfico de la hora punta en las carreteras que
rodean mi edificio.
Ni siquiera estoy segura de que mi auto llegue a Georgia, y sé a ciencia
cierta que esto me costará todo lo que me queda en la cuenta bancaria, pero no
tengo más remedio que intentarlo.
Además, la idea de estar a ciento treinta kilómetros de Tanner es una gran
ventaja en el gran esquema de las cosas. No más aparecer cuando menos lo
espero. No más entrar en lugares a los que no pertenece. No más enviar a sus
amigos a jugar al policía bueno después de que me haya acorralado a un juego
al que se niega a dejarme jugar.
Seré libre.
En mi territorio.
En un lugar donde nunca me encontrará a menos que yo quiera ser
encontrada.
Sería una mentira afirmar que no estoy esperando el pánico que deseo
escuchar en su voz cuando se dé cuenta de lo jodidamente loca que estoy cuando
se trata de esta situación.
Él tiene el dinero sobre mi cabeza, pero yo tengo los archivos.
Ambos estaremos acorralados en menos de veinticuatro horas, y casi
puedo saborear la victoria mientras abro la puerta trasera de mi auto para dejar
mi bolso en el asiento, dar un portazo y subirme al volante delante.
Vete a la mierda, Tanner Caine. Dos pueden jugar a estos jodidos juegos.
Metiendo mi llave en el encendido, me río. Probablemente porque en este
momento estoy realmente loca. Desesperada. Enfurecida. Absolutamente
demente. Pero me río a pesar de todo y giro la llave… solo para que mi auto haga
clic una vez.
Mi mirada se posa en la llave, las cejas se juntan mientras la giro de nuevo.
Otro clic. Las luces interiores parpadean mientras giro la llave tres veces más.
No.
Esto no está ocurriendo.
Ahora no.
No cuando necesito que esta mierda de auto cobre vida y me saque de
este estado.
Abriendo de golpe la puerta, tiro del pestillo para liberar el capó y me
dirijo a la parte delantera de mi auto para mirar fijamente un motor que tiene
tanto sentido para mí como el cálculo teórico.
Sin embargo, mi padre me enseñó algunos trucos. Era un buen hombre
que nunca quiso que su hija se quedara tirada, así que pienso en lo que me
enseñó, mis dedos moviendo las conexiones de la batería para encontrarlas
seguras.
Tal vez la batería está muerta.
Trato de recordar la última vez que llevé el auto a la revisión, esta chatarra
barata que compré en un lote de autos usados el día después de que Clayton me
quitara todo.
Tiene que ser la batería. No puedo permitirme una nueva, además de la
gasolina que me costará para llegar a Georgia, pero tendré que solucionarlo.
—Parece que necesitas ayuda.
Girando a la izquierda al oír la voz grave, entrecierro los ojos contra la luz
del sol que se proyecta detrás de un hombre cuyo rostro está oculto en la sombra.
Vestido con un par de vaqueros sucios que le quedan sueltos sobre las
caderas y una camiseta blanca que abraza un conjunto de hombros anchos y
pecho grueso, se apoya en el lateral del auto junto a mí.
Mis ojos bajan hasta la cadena que cuelga de la trabilla de su cinturón
hasta el bolsillo trasero, y mi mirada vuelve a subir para observar su cabello
castaño ondulado, lo suficientemente largo como para cubrir sus hombros.
Todavía no puedo ver mucho de su rostro, no con el sol detrás de él.
El hombre se levanta para pasarse las manos por el cabello y tirar de él
hacia atrás, con los bíceps abultados por el esfuerzo.
—Estoy bien —digo, sonriendo amablemente, aunque los modales son lo
último que me preocupa en este momento.
Me giro para mirar de nuevo el motor sin tener ni una maldita idea de lo
que puedo hacer para arreglarlo.
—¿Cómo sonaba el auto al girar la llave? —pregunta con un acento en su
voz que me hace pensar en el Medio Oeste.
Exhalando, vuelvo a mirarlo.
—Ha hecho clic. Pero estoy segura de que es solo la batería. Llamaré a
alguien.
El hombre se aparta de donde está apoyado para ponerse a mi lado y
mirar hacia abajo. Como ya había hecho yo, mueve los terminales de la batería,
pero luego empieza a explorar otros tubos y cables de la zona y sus alrededores.
—¿Te importa si lo intento? Tal vez pueda ayudar.
Me alejo de él y por fin puedo ver unos ojos marrones amables sobre unos
pómulos afilados. Tiene una mandíbula fuerte, espolvoreada con barba, la boca
llena bajo una nariz recta. En su mirada brillan destellos dorados contra la luz del
sol, y supongo que tiene mi edad o menos.
También es guapo, si te gustan los tipos duros.
—Ni siquiera sé quién eres.
Sonríe de forma torcida, con un hoyuelo en la mejilla.
—Soy Priest. Iba caminando al trabajo y te vi desde la acera. Me pareció
que necesitabas ayuda.
Priest señala con el pulgar por encima del hombro para indicarme dónde
trabaja. Doy un vistazo rápido detrás de él, pero todo lo que veo son autos
parados y parachoques.
—Hay un taller de autos a unas dos manzanas —explica cuando es
evidente que no tengo ni idea de lo que está hablando. Con una voz de tenor
profundo, vuelve a sonreír, da un paso atrás para colocarse a distancia entre
nosotros y cruza los brazos sobre el pecho—. Tal vez solo estoy tratando de hacer
negocios —admite.
La risa brota de mis labios.
—Creo que es solo mi batería…
—Déjame intentarlo.
Mientras rodea el auto para entrar, mi teléfono vibra en mi bolsillo.
Todavía tengo los ojos clavados en él cuando lo saco y pulso la pantalla para
contestar.
—¿Quieres explicar por qué me acaban de llamar para decirme que huyes
del estado?
La suave cadencia de la voz poco complaciente de Tanner se extiende por
la línea mientras mis ojos rastrean un tatuaje en el brazo de Priest después de
que este desista de intentar arrancar el motor.
—Eso no es de tu incumbencia —respondo, dando un paso atrás cuando
Priest vuelve a mirar el motor, mis ojos rastrean más tatuajes por sus antebrazos
y sus dedos.
—Creo que tienes razón en que es la batería. Voy a comprobar algunas
otras cosas primero.
—¿Quién demonios es ese? —pregunta Tanner, con una voz grave que se
vuelve más profunda, un filo de peligro en la pregunta. Aun así, su tono es burlón
y solo sirve para molestarme.
Con un gesto de la cabeza hacia el hombre que me ayuda, me alejo para
dejar que Priest tenga acceso completo al motor, mis dedos agarrando el
teléfono mientras mis labios se curvan.
Los autos pasan zumbando por la calle frente a la delgada acera y su viento
levanta los mechones sueltos de mi cabello alrededor de mi cara.
—Eso tampoco es de tu maldita incumbencia. ¿Por qué me llamas? ¿Y
cómo sabes que voy a salir de la ciudad?
Oigo una débil voz en el extremo de la línea de Tanner, su respuesta
brusca y luego un portazo en el fondo.
—Estoy viendo un correo electrónico ahora mismo que dice que no estás
disponible para la audiencia del miércoles debido a que tienes planes de estar
fuera de la ciudad. Lo que me parece gracioso teniendo en cuenta que no hubo
quejas cuando puse la maldita cosa delante de ti la otra noche.
Poniendo los ojos en blanco, vuelvo a mirar a Priest para verlo caminar en
mi dirección.
—¿Te refieres a cuando irrumpiste en mi apartamento y me tuviste
atrapada? Recuerdo muchas quejas.
—Definitivamente la batería —dice Priest, acercándose a mí—. Voy a ir
corriendo a la tienda a por un puente.
—Si no me dices quién es, juro por Dios, Luca…
Al quitarme el teléfono de la oreja, ignoro al imbécil que intenta destruir
mi vida para sonreír a quien podría salvarla.
—Odio preguntar esto, pero ¿habrá que pagar por ello?
Me da vergüenza admitir que estoy sin dinero, pero ¿qué otra cosa puedo
decir? En este momento no solo estoy exprimiendo monedas de un centavo, sino
que las estoy puliendo con la esperanza de que el cobre se desprenda y revele
una moneda de diez centavos o de veinticinco.
La boca de Priest se convierte en una sonrisa tan encantadora que yo
sonrío a su vez.
—No. Estoy feliz de hacerlo.
Baja la mirada hacia el teléfono que tengo en la mano, sin duda oyendo la
profunda voz de Tanner mientras sigue exigiendo que le conteste.
Un brillo perverso aparece en sus ojos cuando vuelve a encontrar mi
mirada.
—¿Problemas con el novio?
—Más bien un completo imbécil que no sabe aceptar un no por respuesta.
Su sonrisa torcida se ensancha, con dos hoyuelos.
Priest no es mi tipo, pero todavía hay una vena de atracción. ¿Cómo puede
una mujer resistirse a este hombre? Es impresionante en esa forma de hombre
rudo y trabajador, del tipo por el que babeas mientras trabaja en el calor y el
sudor brilla en sus fuertes brazos.
Este hombre es el polo opuesto a Tanner en todos los sentidos.
Solo hace que me guste más.
—Maldita sea, Luca, si no me respondes en el próximo segundo, voy a
conducir hasta allí…
Golpeando el pulgar contra la pantalla, termino la llamada, la voz de
Tanner se corta en medio de la amenaza. Es agradable hacer que se calle tan
fácilmente.
Se hace el silencio. Bueno, excepto por el ajetreo del tráfico, pero entre
Priest y yo no se dice mucho durante los primeros segundos.
Sus cejas se juntan mientras vuelvo a meter el teléfono en mi bolsillo.
—Te diré algo: he visto algunos otros problemas en tu auto que podrían
necesitar un poco de ayuda. Después de arrancarlo, deberíamos llevarlo al
taller. Darle una buena revisión.
—No tengo dinero para eso.
—La casa invita. Quédate aquí. Solo tardaré unos minutos. —Mi teléfono
suena cuando él empieza a alejarse. Se gira hacia mí y me señala el lugar donde
lo había guardado—. No respondas a eso. Un tipo que no acepta un no por
respuesta no merece tu tiempo.
Me guiña un ojo y casi me derrito sobre el pavimento. Este hombre es
encantador, y lo sabe. Un caballero de brillante armadura… o un caballero en
camiseta y vaqueros, pero, en cualquier caso, está salvando mi culo de damisela
en peligro en este momento.
—Espera —digo, otro tema que me viene a la mente. Cuando se gira, corro
hacia él—. Odio sonar poco agradecida, pero ¿cuánto tiempo va a llevar esto?
Me voy a ir fuera del estado.
No había mucho tiempo ya para este viaje, no antes de la audiencia. Y
teniendo en cuenta que mi teléfono no ha dejado de sonar desde que le colgué a
Tanner, no hay manera de que lo reprograme. No puedo permitirme medio día
de espera por el auto.
Priest vuelve a mostrarme esa sonrisa que derrite las bragas y una
sensación de tranquilidad relaja mis hombros al verla.
—Te pondré al frente de la fila. No tardará más de una o dos horas. Y es
bueno que tu batería se haya agotado antes de salir. Ese auto no está en las
mejores condiciones para un viaje largo.
Se da la vuelta para marcharse, pero le llamo de nuevo.
—¡Espera!
Este pobre tipo. Iba caminando inocentemente al trabajo y decidió ayudar
a una loca sin saber en absoluto en qué se estaba metiendo.
Hace una pausa para mirarme y levanta las cejas en forma de pregunta.
—¿Por qué haces esto?
Estoy tan agradecida por este hombre. No tiene ni idea de cómo me ha
salvado. Pero no puedo evitar sentir una pequeña sospecha ante su oferta.
Culpando a Tanner de esa sospecha, intento recordar cómo era vivir mi vida sin
la sensación de que todo el mundo va por mí.
Esos fueron buenos días.
Días felices.
Días en los que mis músculos no estaban permanentemente bloqueados
sobre mi columna vertebral.
Encogiendo un hombro musculoso, sonríe.
—Podría haber planeado pedirte tu número después.
—Oh.
Sonrío ante eso. De nuevo, no es mi tipo, pero es bueno conocer gente. En
este momento, no tengo a nadie en mi esquina.
Otro guiño y se aleja, con una zancada poderosa, pero sin la fanfarronería
tan típica de Tanner.
Hablando de…
Contesto el teléfono, aunque sé que no debo hacerlo.
—¿Qué?
Tanner gruñe… jodidamente gruñe… Su profunda voz es tan insanamente
aguda que puedo imaginarlo asaltando su oficina, probablemente haciendo la
vida de la gente un infierno por diversión.
—¿Con quién carajo estabas hablando?
Sorprendida por el tono letal de su voz, retrocedo para apoyarme en mi
auto.
—Eso no es asunto tuyo. ¿Cuántas veces tengo que decirlo?
—Por el amor de Dios, Luca. Estoy en camino a tu apartamento ahora. No
hables con hombres extraños.
¿Quién demonios se cree Tanner? Se me cae la mandíbula ante el tono
exigente de su voz. Primero se cree que puede fastidiar mi divorcio y mi vida, ¿y
ahora se cree con derecho a decirme con quién puedo hablar?
—Hablaré con quien quiera.
Por su parte, oigo a Tanner respirar con dificultad, como si estuviera
prácticamente corriendo, el portazo de un auto y un motor que se pone en
marcha. El chirrido de los neumáticos me hace saber que tiene cierta prisa por
llegar hasta aquí y acosarme.
Mirando a la derecha, golpeo con un pie impaciente, esperando que Priest
vuelva a aparecer pronto. Todavía no tengo ni idea de dónde está su tienda, pero
me indicó que estaba cerca.
—Escucha, tú y yo no nos llevamos bien. No pasa nada. Estamos
acostumbrados a eso. Pero te digo que hablar con extraños en este momento es
una muy mala idea.
No puedo evitar mi curiosidad.
—¿Y por qué?
A lo lejos, veo a Priest cruzar la calle con una gran caja en la mano. Su paso
es rápido mientras se acerca a mí.
Gracias a Dios por los pequeños favores. Parece que Tanner no llegará a
tiempo para causar problemas.
—Simplemente porque lo es.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Cómo sabes siquiera dónde estoy?
Se queda callado durante mucho más tiempo de lo que es normal en él,
pero entonces:
—Solo lo hago. Quédate ahí, carajo.
Sí. Como si fuera a permitir que Tanner me diga qué hacer. Será un día frío
en el infierno cuando eso suceda.
Molesta, pero manteniéndolo en la línea, me alejo de mi auto para recibir
a Priest cuando se acerca a mí.
No han pasado ni dos segundos cuando un ruido capta mi atención, el
fuerte aceleramiento del motor de un auto que me hace girar, el chirrido de los
neumáticos sobre el cemento me dispara el corazón a la garganta cuando un gran
todoterreno negro se acerca a toda velocidad en mi dirección.
Odio tener que admitir que me quedo congelada en el sitio, como un
ciervo ante los faros y todo eso, con los ojos muy abiertos mientras el vehículo
se dirige directamente hacia mí.
Tanner está gritando al otro lado del teléfono, su voz compite con el sonido
del motor del todoterreno, mis latidos son ahora un fuerte tambor mientras me
preparo para lo que sé que será una muerte dolorosa.
Antes de que pueda golpearme, me apartan, unos fuertes brazos rodean
mi cuerpo mientras me empujan hacia la izquierda, el teléfono sale volando de
mi mano mientras mi cuerpo golpea el suelo y un gran peso cae encima de mí.
El dolor me sube por la cadera y el fuego se extiende por las palmas de
las manos, que rozan el cemento.
Mi cabello es una cortina sobre mi cara, el cuerpo de Priest posado contra
el mío mientras el todoterreno pasa volando, los neumáticos chirrían de nuevo al
girar por el estacionamiento y al salir a una calle lateral.
Apartando el cabello de mi cara, miro fijamente un par de ojos marrones
muy abiertos, la expresión de sorpresa en su cara coincide con la mía.
—¿Estás bien?
Asiento para responder, con la voz robada por el miedo que corre por mis
venas, mi pulso es un fuerte golpe bajo mi piel.
En la distancia, todavía se puede escuchar la voz de Tanner a través de mi
teléfono.
—¿Luca? ¿Qué carajo acaba de pasar? Maldita sea. ¡Respóndeme!
M
i padre no perdió el tiempo, aparentemente, su rabia por mi
supuesta incompetencia es una cuchilla que atraviesa cada una
de las amenazas que me lanzó anoche, la sonrisa de desprecio en
sus labios es un maldito accesorio permanente mientras me miraba a través de
la sala de estar.
El domingo había sido como cualquier otro día. Estaba agotado por un
sueño de mierda, los chicos invadieron mi espacio antes de que me arrastrara
fuera de la cama esa mañana.
Cuando finalmente renuncié a unas cuantas horas más de sueño, los chicos
estaban poniendo música a todo volumen en el piso de abajo, el ruido de las
bolas sobre la mesa de billar era un débil ruido de fondo mientras bajaba las
escaleras y doblaba la esquina hacia la sala de recreo para encontrarme con
Gabriel.
Después de hablar con él sobre mi poca suerte con Luca y su sorprendente
buena suerte con Ivy, habíamos pasado el día planeando nuestro siguiente
movimiento mientras bebíamos cervezas y jugábamos al billar, pasando un
jodido día de pereza como cualquier otro.
Al menos hasta que llegaron nuestros padres, el mío, el de Gabriel y el de
los gemelos. Mi estado de ánimo fue de mal en peor en el momento en que esos
gordos de mierda entraron por la puerta principal, la tensión en la casa era lo
suficientemente densa como para ahogar a cualquiera que estuviera en ella.
A los diez minutos de su visita sorpresa nos informaron de que Luca Bailey
era ahora su problema.
Por qué jodida razón, no tengo ni idea. Como de costumbre, no fueron muy
comunicativos sobre por qué Luca es un problema.
Obviamente, ese anuncio no me sentó bien, pero en lugar de discutir y
convertirla en un objetivo más, le quité importancia, actué como si me quitaran
un maldito peso de encima, me negué a creer que actuaran con la amenaza tan
jodidamente rápido.
Pero, conociéndolos, me dispuse a asegurarme de que Luca se mantuviera
a salvo y se mantuviera en su lugar hasta que pudiera averiguar qué hacer con
ella.
A juzgar por lo que acabo de escuchar, nuestros padres aparentemente
hablaban en serio, e incluso su apartamento ya no es un lugar donde no tenga
que preocuparme por ella.
—¡Luca!
Gritar al maldito teléfono no vale una mierda. Lo único que oigo como
respuesta es el caos habitual del tráfico en hora punta. Las bocinas impacientes
tocan el claxon a los autos que les preceden, la voz ocasional de la rabia en la
carretera compite con la música a todo volumen.
Mis dedos se tensan sobre el volante mientras atravieso el tráfico tan
rápido como puedo, esperando como el demonio que Luca no acabe de
convertirse en un animal atropellado.
Le cuelgo y marco el número de Shane, su voz aturdida llega a través de
la línea porque es demasiado pedir que saque el culo de la cama un lunes por la
mañana para ir a trabajar.
Es cierto que su retraso fue en parte culpa mía, y por eso no puedo estar
demasiado enfadado.
—¿Qué le hiciste al auto de Luca?
Puedo oír la suave voz de una mujer en su extremo, la palma de su mano
restregándose por su cara mientras se mueve en la cama.
—¿Hay alguna razón por la que me llamas tan temprano esta mañana?
Algún imbécil en la carretera se molesta cuando le corto el paso, con el
claxon a tope mientras pongo los jodidos ojos en blanco.
—Son las diez y media de la puta mañana. Se supone que tienes que estar
en la oficina, ¿o te has olvidado de que tienes un maldito trabajo?
Al doblar una esquina mientras él se ríe, piso el freno al llegar a un punto
muerto. La palma de la mano golpea el volante y miro la pantalla del Bluetooth
de mi auto como si eso fuera a obligar a Shane a ponerse las pilas y responder a
la pregunta.
Finalmente, su voz suena por los altavoces.
—No le hice mucho. Solo entré y encendí las luces interiores para matar
su batería.
Como si no pudiera comprar otra. Le das a estos tipos un trabajo y lo dejan
a medias cada vez.
—Te dije que necesitaba desactivarlo permanentemente.
Otro idiota me toca el claxon, con la mano tan pesada sobre el claxon que
no puedo oír lo que Shane dice en respuesta. Pero no importa. El apartamento
de Luca está a la vista y estoy demasiado enojado como para que me importe su
excusa.
Al llegar a su edificio, termino la llamada sin molestarme en despedirme
y entro en el estacionamiento.
Luca está de pie junto al capó de su auto cuando llego, con un matón a su
lado con más tinta en la piel que el libro de Guerra y Paz.
La luz del sol brilla en la cadena que cuelga a un lado de sus holgados
vaqueros, y yo estaciono el auto, salgo con un traje que cuesta más de lo que la
mayoría de la gente gana en un año para acercarme y reclamar mi jodido lugar.
—¿Qué ha pasado?
Tanto Luca como el matón me miran, los ojos azules de Luca se estrechan
al instante al ver mi expresión poco feliz, mientras que el muro de grafitis
andante levanta una ceja como si tuviera derecho a interponerse entre la chica
que estoy mirando y yo.
—¿Este es el novio? —pregunta con una voz áspera que hace que mi ojo
tenga un tic de fastidio.
—No estamos saliendo —respondemos al unísono Luca y yo con la mirada
clavada en la batalla, mientras el imbécil entre nosotros se ríe y vuelve a
concentrase en su batería.
Cuando Luca no responde a mi pregunta, Matón responde por ella.
—Alguien intentó atropellarla. Se raspó bastante cuando la aparté del
camino, pero no es una mancha en el pavimento, así que eso es algo, supongo.
Hijo de puta…
Matón se aleja del motor para rodear el auto, dejándome espacio libre
para acercarme a Luca.
—Déjame ver el daño.
Pone los ojos en blanco, pero levanta las manos, con las palmas raspadas
hasta la mierda. Mirándolas fijamente, aprieto los dedos, sabiendo exactamente
quién envió ese auto por ella.
—Probablemente era algún imbécil que llegaba tarde al trabajo y no me
vio ahí parada —dice, pero su voz es débil, sus ojos me miran fijamente porque,
a pesar de lo agitada que está, todavía me odia.
O era mi padre cumpliendo su amenaza de ocuparse del problema, creo.
Ya no puedo dejar esto al azar. No con lo que sé. El juego va a tener que
cambiar de nuevo.
Antes de que pueda responderle, el motor ruge a nuestro lado, Matón se
acerca al capó para situarse lo suficientemente lejos como para no invadirnos,
pero lo suficientemente cerca como para molestarme solo con su existencia.
—Cuando la batería tenga tiempo de cargarse un poco, deberíamos llevar
el auto a mi taller. Puedes ir conmigo o… —El imbécil me mira de arriba a abajo
y sus labios forman una sonrisa que me hace querer golpearle el cráneo contra
el suelo—. Puedes ir con el niño bonito aquí. —Los ojos se deslizan hacia Luca y
se encoge de hombros—. Es tu decisión.
Miro entre ellos, deseando mentalmente que Luca tome la decisión
correcta.
—Voy a ir contigo, Priest.
¿Priest? ¿Me estás jodiendo? Por supuesto, Matón tiene un nombre de
mafioso. No hay manera de que Luca vaya a ninguna parte con este imbécil.
—Elección errónea —gruño mientras la agarro del brazo y la arrastro lejos
de nuestro público. Al principio forcejea, sus ojos se dirigen a Priest como si él
tuviera alguna posibilidad de ayudarla.
Por suerte, el imbécil se queda atrás para que pueda hacerla entrar en
razón.
No tan afortunadamente, estoy demasiado frustrado para pensar antes de
hablar. Luca es del tipo que hay que dirigir sin ser exigente, una chica que tiene
que creer que ha tomado su propia decisión en lugar de ser acorralada. Pero no
tengo paciencia para esa mierda en este momento.
—No vas a ir con él.
Su pequeña y desafiante barbilla se levanta como debería haber sabido
que lo haría, la línea que acababa de trazar en la arena y que ella quiere recorrer
solo para demostrar que no se le va a decir lo que tiene que hacer.
Joder, odio cómo hace esto.
Y me encanta.
Nunca antes una mujer me había vuelto tan loco.
Por desgracia, demostrarle lo mucho que disfruto de cómo me vuelve loco
no es posible en este momento, sobre todo con un mono grasiento tatuado a mi
espalda que podría ser estúpido y pensar que tiene que ser un héroe y ponerse
entre nosotros.
—Haré lo que quiera —responde con sus ojos como pequeñas dagas que
me apuñalan en la cara.
Cambiando mi postura, lo hago de otra manera.
Puede que Luca sea frustrante como la mierda, terca como una mula y un
maldito problema que nunca pedí, pero sigue siendo razonable. Inteligente,
incluso. No es una niña estúpida que se sube a los autos con extraños.
¿Por qué carajo no hizo Shane algo más que drenar su batería? Le dije que
se asegurara de que el auto estuviera completamente fuera de servicio.
Maldito holgazán…
—Ni siquiera lo conoces. Ese tipo…
—Priest —dice, como si su nombre tuviera la menor importancia.
—Priest —digo con una sonrisa tensa, mi voz no deja lugar a que nadie
piense que su existencia no es algo que me tiene en vilo en este momento—, es
alguien que no conoces. Y las mujeres inteligentes saben que no deben subirse
a los autos con hombres extraños.
—Las mujeres inteligentes también saben que no deben subirse a los
autos con idiotas que intentan destruir sus vidas.
Más bien estoy tratando de salvarla en este momento, pero no puedo
decirle eso.
Me inclino para que estemos frente a frente y me abstengo de agarrarla
por los hombros para sacudirla.
No se puede dejar que Luca siga deambulando por ahí, y se tome la
decisión de encerrarla por completo en una fracción de segundo.
Ella luchará. Lo sé. La conozco. Pero no está segura en el mundo donde
hombres intentan matarla.
—Puede que sea un problema en tu mundo en este momento, pero
tampoco soy un tipo extraño que se ofrece a llevarte a Dios sabe dónde. Sube a
mi auto y lo seguiremos.
En sus ojos surge un brillo travieso, una mirada que conozco solo porque
la veo cada vez que se le ocurre una idea que significa problemas. Levanta un
poco esa barbilla rebelde y cruza los brazos sobre el pecho.
El movimiento solo arrastra mi mirada hacia abajo durante una fracción de
segundo, con el reconocimiento que me produce el ajustado top que lleva y que
muestra lo hermoso que es su cuerpo.
—Aquí arriba, Tanner.
Mi mirada se desvía hacia arriba y sonrío.
—No se puede evitar.
Luca frunce el ceño, pero entonces esos tentadores labios se elevan en las
comisuras. Hay pura maldad en la expresión.
—Te propongo un trato —ofrece con un tono de voz burlón, porque si
alguien debería ofrecer tratos en este momento, soy yo.
Enderezando mi postura, la miro fijamente y meto las manos en los
bolsillos.
—¿Cuál es la propuesta?
Con ella siempre siento curiosidad. Si se tratara de cualquier otra mujer,
me habría alejado, aburrido de que alguien pensara que puede jugar conmigo
en mi propio juego, pero con Luca, siempre es un reto que estoy dispuesto a
aceptar.
Su sonrisa se amplía.
—Me subiré a tu auto.
Asiento y le devuelvo la sonrisa. Va a llegar a algún sitio con esto, y
prácticamente estoy conteniendo la respiración para descubrir a dónde.
—Pero a cambio, tienes que cancelar la audiencia.
Soy como un lobo que mira fijamente a un conejo muy confundido, su
esponjosa cola de conejo se agita como una burla mientras se acerca, pensando
que no tengo planes de comerlo.
Quiero chasquear los dientes con esta mujer, pero en lugar de eso reduzco
los hombros, finjo fastidio y finjo que no acaba de arrinconarse sin saberlo.
—Hecho.
Lo que Luca no sabe es que ya he cancelado la audiencia. En parte, como
una pretendida cortesía profesional, y sobre todo porque no tenía intención de
seguir adelante con eso de todas formas.
Pero ella no lo sabe, y no necesita saberlo. No tengo ningún problema en
dejarla creer que me ha superado.
Por ahora, al menos.
La sorpresa ensancha sus ojos solo un segundo y la expresión desaparece
cuando su rostro se convierte en una máscara inexpresiva que imita la mía.
—Bien. Iré en tu auto.
—Excelente elección.
Girando para mirar fijamente a Matón, le digo:
—Ella viene conmigo. Iremos detrás de ti.
Pero solo para ver dónde está la tienda, no lo digo. No tengo planes reales
de parar allí.
El idiota me muestra una sonrisa arrogante mientras se pasa una mano por
la nuca.
—Lo que sea. Solo asegúrate de mantener una buena distancia hacia atrás.
No tengo ni idea de lo que le pasa al auto y puede que se detenga de la nada si
la batería se muere de nuevo.
Se encuentra con mi mirada, vuelve a sonreír y se gira para empezar a tirar
de todos los cables de su batería antes de cerrar de golpe el capó.
Sin saber quién es este imbécil que cree que puede intimidarme con nada
más que una sonrisa arrogante, ignoro el hecho de que no me fío de él. Por lo
que sabe Luca, este tipo podría estar planeando largarse con su auto.
Realmente, debería importarme, pero desafortunadamente para Luca, no
lo hago. Cuanta menos capacidad tenga para alejarse de mí, mejor.
Agarro a Luca por el codo, ignorando el modo en que intenta zafarse de
mi brazo, y la conduzco hasta mi auto. Le abro la puerta y observo cómo se
desliza en el asiento, sus ojos se inclinan hacia mí con suspicacia.
—Eso fue demasiado fácil —dice con esa mirada azul que apenas se
estrecha.
Ya es hora de que se ponga al día, aunque es una pena para ella que ya
haya saltado a la trampa.
Cierro su puerta y rodeo el auto para ponerme al volante. Mi Bluetooth
suena en cuanto arranco el motor. El nombre de Shane parpadea en la pantalla,
pero pulso el botón para ignorarlo.
Tomando nota de llamarlo más tarde, cuando Luca no esté al alcance del
oído, salgo del estacionamiento y sigo a Matón mientras conduce el auto de Luca
delante de nosotros.
Se detiene cuando llegamos al final del estacionamiento, sale del auto,
recoge las cosas de Luca del asiento trasero y las lleva hasta nosotros.
Se me eriza la piel de preocupación cuando abre la puerta trasera como si
tuviera derecho a tocar mi auto y mete las bolsas.
Mirando de reojo a Luca, le explica:
—Voy a subir esto al ascensor en cuanto lleguemos, así que pensé que te
gustaría tener tus cosas ahora. No podré sacarlo una vez que el auto esté arriba.
Es una explicación tan buena como cualquier otra, pero también un
montón de mierda.
¿Qué demonios está tramando este tipo?
Cerrando la puerta de mi auto, vuelve al de Luca, se mete en el tráfico y
hace un giro a la izquierda que me obliga a ir detrás de él.
Los cuatro cilindros de Luca no tienen nada que ver con mis ocho, por lo
que es fácil seguirle el ritmo. Pero justo cuando llegamos a la vista de la tienda a
la que nos lleva, el auto de Luca gira repentinamente sin control, cruzando la
acera, golpeando un poste en un lado del auto antes de girar en la dirección
opuesta para golpear contra la esquina del edificio el otro lado.
Mis ojos se redondean al oír el crujido del metal y el chirrido de los
neumáticos, la voz de Luca llena mi auto en un grito mientras el humo se levanta
del pavimento, el auto se detiene a unos metros del edificio.
Se gira a la derecha con dos neumáticos desinflados.
Santa. Jodida. Mierda.
Su auto está destrozado y Matón sale de él sin ni siquiera un rasguño
cuando me acerco.
—Quédate aquí —le espeto antes de saltar de mi auto para subir corriendo
y averiguar cómo no está muerto el imbécil.
Corriendo hacia él, miro el auto y vuelvo a mirarlo.
—¿Qué demonios ha pasado?
Los ojos marrones miran en mi dirección y él se encoge de hombros.
—Los frenos cedieron, hombre. Fui a tomar la curva y el auto no se detuvo.
Los frenos cedieron.
Por supuesto que sí.
Porque si no puedes matarla atropellándola, puedes hacerlo asegurándote
de que no pueda parar su maldito auto.
Decidido a tomar una decisión que solo nos enfrentará más a Luca y a mí,
miro a Priest y saco una tarjeta de visita de mi cartera.
—Llámame cuando descubras lo que le ha pasado.
Luca se acerca corriendo, con lágrimas evidentes en los ojos mientras mira
lo que queda de su auto.
—¿Estás bien?
No le doy tiempo a responder antes de arrastrarla de nuevo.
A la mierda este día.
Al diablo con este juego.
Al diablo con esta mierda.
Luca será encerrada.
Y me importa un carajo lo que grite al respecto.
¿Q
ué pasó?
¿Puede el universo joderme más de lo que ya estoy?
¿Cómo ha sucedido todo esto?
Tanner me mete en su auto mientras miro impotente el
cacharro de metal que era mi único billete para salir del estado. Por suerte, Priest
no resultó herido en el accidente. No parecía tener ni un rasguño, pero no pude
ver demasiado bien antes de que Tanner se alejara, arrastrándome con él.
Estoy en conmoción en este momento. Ni siquiera me importa lo que
Tanner me está haciendo porque no puedo procesar cómo el destino parece
estar conspirando con él.
Pero no puede ser todo culpa de Tanner.
Él no causó ese accidente.
Sí, sigue manteniendo el divorcio sobre mi cabeza y, sí, sigue siendo un
imbécil arrogante que sigue intentando estafarme para que haga su voluntad,
pero él no es responsable de esto.
El universo me odia.
El auto de Tanner se adelanta para salir del estacionamiento del taller, mi
cabeza se gira para seguir mirando un auto que está destinado a un depósito de
chatarra ahora que está destruido. Priest rodea el auto y se agacha ante uno de
los neumáticos mientras Tanner se incorpora al tráfico.
Me vuelvo hacia él y estudio la forma en que su fuerte mandíbula hace tic.
Está enfadado.
Eso es evidente.
—¿Te dijo algo sobre lo que pasó?
Tanner golpea con los dedos el volante, la luz del sol se cuela entre las
ramas de los árboles que bordean las calles. Las luces y las sombras se cruzan
en su rostro, haciendo que las líneas de sus pómulos y su mandíbula se vean más
nítidas.
Odio pensar que es el hombre más hermoso que he visto. En apariencia,
no en actitud. Pero, aun así, es difícil no mirar, no apreciar los fuertes rasgos de
su rostro, el color dorado de su piel. Mis ojos bajan, y admiro la forma en que su
camisa negra se ajusta a sus anchos hombros.
—Dijo que los frenos fallaron. Menos mal que no lo conducías tú. Podrías
haberte matado.
Mirándome, estrecha los ojos, sus labios en una línea cruel.
—¿Qué te hizo pensar que sería una buena idea conducir ese pedazo de
mierda fuera del estado?
Me estremezco ante la rabia de su voz y me muevo en mi asiento,
incómoda por la forma en que me mira, antes de que vuelva a dirigir esos ojos
verdes como el musgo hacia la carretera.
—Tal vez era la única opción que tenía considerando que tienes mi vida
como rehén en este momento.
Eso llama su atención, sus ojos vuelven a mirarme antes de volver a la
carretera. No me gusta la forma en que se curvan las comisuras de sus labios,
como si supiera un secreto.
Su voz es de una entonación sedosa cuando pregunta:
—¿Qué hay fuera del estado que pueda ayudarte?
Se me cierra la boca y sacudo la cabeza en un intento de despejarla.
Todavía en estado de conmoción por todo lo demás, me doy cuenta de que casi
he regalado la única arma que tengo contra él.
—Intentaba alejarme de ti —contesto, sin mentir del todo porque la
distancia era un plus.
Los neumáticos del auto vibran con más fuerza mientras nos dirigimos a un
puente, mis cejas se juntan en confusión cuando finalmente me tomo un segundo
para darme cuenta de que estamos dejando la ciudad.
—¿A dónde vamos?
—A mi casa —responde con la voz entrecortada mientras cambia de carril
y pisa el acelerador para sortear un auto lento. Me agarro al pomo de la puerta,
con el corazón en la garganta porque conduce como un loco.
—¿Por qué?
Otra mirada hacia mí, sus ojos se fijan en los míos durante un segundo
antes de volver a mirar la carretera.
—Porque no puedo llevarte exactamente a mi oficina.
¿Cómo he acabado aquí? Necesito volver a mi auto… o a mi apartamento.
Algún lugar donde pueda pensar por un segundo sin su oscura presencia.
—Da la vuelta y llévame de regreso.
Se ríe, solo un ladrido de sonido que sacude sus hombros.
—¿Por qué? ¿Dónde tienes que estar? No tienes trabajo. Tu auto ya es
historia antigua y, a juzgar por el estado de tu apartamento, no hay mucho a lo
que correr.
La irritación endereza mi columna vertebral.
—No estaría en esta posición si no fuera por ti. Si no hubieras aparecido
en esa maldita audiencia, Clayton ya me habría pagado lo que me debe.
Su mirada se desliza en mi dirección, pero antes de que pueda responder,
suena su Bluetooth. Miro la pantalla y veo el nombre de Gabriel.
Tanner pulsa un botón en su volante.
—Luca está en el auto conmigo, Gabe.
Hay un silencio en la línea durante unos segundos y luego esa encantadora
voz suena por los altavoces. Juro que la lengua de Gabriel está bañada en plata.
—¿Cómo te va, amor? Supongo que, si estás con Tanner, tu día no debe ir
bien.
Quiero odiarlo. Pero es imposible. Gabriel es tan jugador como el imbécil
que se sienta a mi lado. Lo sé. Es el policía bueno, como siempre. Sin embargo,
sigo sonriendo al escuchar su voz.
—Mi día es una mierda. Gracias por preguntar.
Se ríe, con un tono tan suave como su voz.
—Bueno, eso también podría explicar por qué Tanner no está en la oficina.
¿Olvidaste que hoy tenemos una reunión sobre la fusión de Harrington?
Tanner gira a la izquierda después de salir del puente, el tráfico pesado
de la ciudad se desvanece al entrar en una zona suburbana.
—Asumí que podrías manejarlo por tu cuenta. Y cuando termines con eso,
necesito que vengas a mi casa. Dile al resto de los chicos, también.
—Seguro que Luca estará encantada con el reencuentro —bromea
Gabriel.
—No realmente —refunfuño.
Solo lo hago reír de nuevo.
—Ah, bueno, me disculparía por ello, pero no voy a mentir y decir que no
tengo ganas de volver a verte, preciosa. Ustedes dos, niños, compórtense hasta
que lleguemos. Intenten no asesinarse en las próximas horas. En cuanto a la
fusión, me encargaré de ella.
Tanner termina la llamada cuando nos acercamos a su puerta, los pesados
bloques de hierro se abren en cuanto nos acercamos.
Estamos bajando por la sinuosa carretera hacia su casa cuando vuelvo a
mirarlo.
—¿Quieres decirme por qué tenemos esta reunión? ¿O también va a ser
una sorpresa desagradable?
Sus labios se mueven con diversión, pero no se molesta en mirarme antes
de girar hacia su entrada y dirigir el auto hacia atrás.
Al llegar a la esquina, un garaje para cuatro autos se encuentra frente a
nosotros, y una de las grandes puertas se levanta automáticamente.
Después de estacionar el auto, apaga el motor mientras se gira para
mirarme, y su brazo se desliza para apoyarse en el respaldo de mi asiento.
La cara de Tanner está ahora cubierta de sombras, el aroma embriagador
de su colonia llena el auto. Está demasiado cerca. Está encerrándome. Y odio el
escalofrío que me recorre el cuerpo por estar a solas con él.
Tiene que ser miedo.
O ira.
O incluso la adrenalina después de todo lo que ha pasado hoy.
No puedo ser tan estúpida como para seguir sintiéndome atraída por él a
pesar de todo lo que ya ha hecho.
—Ha surgido algo que creo que es mejor que todos sepamos.
Qué raro. ¿Qué podría haber pasado que necesito saber? A menos que…
—¿Has encontrado a Everly?
Sacude la cabeza, su mirada se desliza por mi cuerpo sin permiso, el calor
arde detrás de unos ojos del color de un bosque a medianoche.
—No del todo. Pero prefiero esperar a que lleguen los demás antes de
hablar de ello.
Hay una calidad suave en su voz que me toca en lugares que no debería,
esos ojos que se elevan a los míos de nuevo para clavarme en el sitio.
—Pero pasarán unas horas antes de que lleguen y tendremos que buscar
otras formas de entretenernos. —Con una sonrisa seductora en los labios, inclina
la cabeza hacia un lado y su voz desciende a un tono profundo y oscuro, propio
de las fantasías… y de las pesadillas—. ¿Qué haremos?
Una mujer no puede evitar verse afectada por él. No es mi culpa,
realmente. Ha tenido años para perfeccionar su juego. Cada expresión, la forma
en que se mueve, la forma en que habla y mira a una persona como si viera a
través de ella.
Es dueño del espacio que ocupa. Lo reclama por el simple hecho de
existir.
Lucho por entender cómo la mera presencia de un hombre como él es
suficiente para sacudirme hasta la médula.
Es todo Tanner, este acto.
Pero sigue siendo un juego.
Solo que a veces es difícil recordarlo.
Así que yo también lo toco. No tan bien como él. Lo sé. Pero eso no
significa que no lo intente.
—Podría tener una idea.
Le doy un par de movimiento de pestañas y me inclino hacia él,
desafiándolo a que se suba a la consola central y tome lo que le ofrezco.
Su mirada se dirige a mi boca, con los ojos pesados, sus dientes superiores
rozando el labio.
—¿Y cuál es tu idea?
La voz de Tanner es tan áspera que puedo sentirla contra mi piel. Es un
juego estúpido, que puede llevar a decisiones idiotas, pero no puedo evitarlo.
No cuando él está tan obviamente afectado.
Me recuerda a la única vez en Yale, el único error que cometí creyendo
que una buena persona podría perdurar bajo su tentador caparazón.
No me permitiré olvidar.
No después de lo que hizo la última vez.
No después de esas fotos.
Aun así, no voy a mentir y afirmar que no estoy afectada también. Ya se me
ha acelerado el pulso hasta que es un aleteo en mi cuello. Este auto está muy
caliente y mi respiración se agita.
Estudiando sus ojos, busco cualquier rastro de humanidad en este
hombre. Cualquier indicio de que puede ser una buena persona si quisiera serlo.
No sé nada de él más de lo que aprendí en Yale. Y ni siquiera eso fue mucho.
Es un misterio. Para mí, al menos. Y por esa razón, sé que sería una idiota
si confiara en él.
Con una voz intencionadamente suave, le sostengo la mirada como si no
estuviera mirando al diablo.
—Estaba pensando que podemos entrar en tu casa.
Sonríe, con una expresión tan arrogante que lucho por no poner los ojos
en blanco.
—¿Y luego? —pregunta, su voz es un sonido bajo, susurra contra mi oreja
y juega como un toque de pluma entre mis piernas.
Maldita sea, es bueno en esto. Se me corta la respiración ante la promesa
que veo en sus ojos. Mis muslos se tensan al recordar lo poderoso que fue su
cuerpo la única vez que fui lo suficientemente estúpida como para permitirme
probarlo.
Prohibido.
Eso es lo que es este hombre.
La manzana envenenada que destrozará todo lo que una vez fuiste hasta
que te ahogues en los restos que deja.
Solo un bocado.
Eso es todo lo que se necesita.
Y entonces has abierto una puerta para que la atraviese, una tormenta que
arrasa, una vorágine que te absorbe tan profundamente que no hay esperanza
de escapar.
—Y luego podemos ir a tu habitación.
Su sonrisa se amplía, con sus dientes blancos y rectos brillando. Nuestros
cuerpos se acercan, nuestros alientos chocan.
Una última mirada a mi boca antes de que levante la vista de nuevo, una
sonrisa perezosa estirando sus labios.
Sonrío.
—Y entonces encerraré tu culo ahí, saldré de la casa y llamaré a un maldito
taxi para que me saque de aquí.
La risa brota de su pecho, profunda y suave.
Estudia mi rostro con ojos evaluadores.
—En serio, no te soporto. Espero que lo sepas.
—El sentimiento es mutuo —respondo, esperando como el demonio que
me lleve de vuelta a mi auto y me deje empezar a recomponer los pedazos de mi
vida.
Sentado, saca la llave del auto y abre la puerta.
—Pero eso no significa que puedas a escapar tan fácilmente. O sales y me
sigues, o te llevaré adentro, pateando y gritando. Es tu elección.
Se aleja despreocupadamente del auto y no me deja otra opción que
seguirlo. Es eso o quedarme en un garaje durante las próximas horas, con mi
aliento empañando el cristal mientras el auto se calienta con el aumento de
temperatura de la tarde.
Salgo del auto, no corro para alcanzarlo, sino que mantengo un ritmo
casual, mis dientes rechinan al ver cómo sus pantalones negros se ajustan
perfectamente a un trasero tonificado y unos muslos fuertes.
Cuando llega a una puerta lateral de la casa, espera a que me acerque a
él, sus ojos me recorren de arriba abajo una vez antes de centrarse en mi cara.
—¿Por qué me haces esto, Tanner? Solo contéstame eso.
No sonríe cuando responde:
—Porque disfruto haciéndote enojar.
Lamentablemente, le creo.
La puerta se abre y él se aparta para dejarme entrar delante de él. Sé que
es mejor no tenerlo a mi espalda, pero de momento está siendo civilizado, al
menos todo lo que puede ser.
Se quita la chaqueta del traje cuando entramos en su cocina, la tira sobre
la encimera y se dirige a la nevera.
—¿Puedo ofrecerte algo? ¿Gaseosa? ¿Agua? —Hace una pausa, con esa
maldita sonrisa suya a pleno rendimiento—. ¿Algo más fuerte, tal vez? Recuerdo
que eres muy divertida cuando estás ebria.
—Puedes llevarme a casa —digo, arrastrando un taburete alto de la isla de
la cocina para tomar asiento.
Su cabeza se esconde detrás de la puerta de la nevera mientras se inclina
para sacar lo que sea que esté buscando. Enderezando su postura y cerrándola,
se vuelve hacia mí, su paso de piernas largas se come la distancia entre nosotros
mientras coloca una botella de agua frente a mí.
Desenroscando el tapón de la suya, da un sorbo a la botella y mis ojos se
posan en el movimiento de su garganta mientras traga.
¿Cómo es posible que pueda hacer que algo tan mundano parezca sexy?
Me encuentro fascinada por todo lo que hace Tanner Caine. Una fascinación que
solo puede significar un desastre.
Deja la botella y se inclina hacia adelante para apoyar los antebrazos en el
mostrador, con los ojos a la misma altura.
—Me temo que no podré hacerlo.
Mierda.
Sé la mirada que tiene en su cara.
Es la misma que tiene siempre cuando está a punto de soltar una bomba
en mi regazo, los segundos van pasando, a punto de explotar.
Se nota en el brillo perverso de sus ojos, en la línea de sus labios que se
tuerce en una sonrisa de lado que promete todo lo que yo nunca querría.
Por alguna razón, y de alguna manera, Tanner me tiene acorralada de
nuevo. Todo lo que tengo que hacer es una pregunta y no hay duda de que
disfrutará diciéndome exactamente lo que ha hecho.
Es tentador no preguntar. Dejarlo ahí esperando, jugueteando con su
caramelo, rogándome que lo tome. Soy mi propia persona. No necesito extender
la mano. Pero, aun así, sé que lo que sea que está colgando delante de mí implica
algo en mi vida.
La curiosidad es demasiada. Del tipo que no solo mata al gato, sino que lo
atropella con un camión de dos toneladas, arrastrándolo durante kilómetros
antes de dejar el cadáver a un lado de la carretera para que lo picoteen los
buitres.
—¿Por qué no puedes?
Su sonrisa cada vez más amplia no me sorprende. Sus ojos se suavizan aún
más a pesar de lo concentrados que están en mi cara.
Tanner seduce mientras destroza a la gente. Ese es su juego. Te hace
desear cualquier mala noticia que te lance.
—No saldrás de mi casa por un tiempo, Luca. Te he traído aquí con toda la
intención de mantenerte atrapada hasta que me des lo que quiero.
Mi corazón late una vez mientras mis dientes se juntan, su mirada se eleva
al músculo que salta por encima de mi ojo, las comisuras de su boca se curvan
más.
Tanner no puede hablar en serio.
Sí, es un idiota, pero no es un secuestrador.
¿Qué demonios hizo Everly para que yo mereciera esto?
Cuando los ojos color verde musgo vuelven a encontrarse con los míos, mi
cara se calienta de ira. Puedo sentir cómo se desprende de mi piel y sé que mis
mejillas no hacen nada por ocultar el torrente de sangre.
—No hablas en serio —digo finalmente—. No hay manera de que me
retengas aquí.
Me niego a creerlo.
Rechazo creerle.
Ladea la cabeza, con un buen aspecto mientras lo hace, y luego me
muestra una sonrisa que significa que mi vida está más que jodida.
—Oh, pero puedo. Y tú fuiste la que se subió alegremente a mi auto para
que no tuviera que luchar para arrastrarte a tu nueva prisión. Eso tiene que doler.
Tanner tenía razón al decir que las mujeres no deberían subir a los autos
con hombres extraños.
Y tenía razón al decirle que las mujeres inteligentes también saben que no
deben subirse a los autos de los hombres que intentan destruirlas.
Es una maldita pena que no haya escuchado mi propio consejo.
M
i cuerpo se estremece mientras la puerta traquetea detrás de mí.
Con cada golpe, la madera se astilla un poco más, la voz
de Luca absolutamente enfurecida con sus exigencias de que la
deje ir, de que abra la puerta, de que dé un largo paseo por un
muelle corto hacia aguas infestadas de tiburones.
Sabía que no debía contarle los planes que tenía para ella. Sabía que no se
lo tomaría con calma. Pero no esperaba una pelea tan grande. No esperaba que
perdiera la cabeza y me hiciera lamentar la decisión.
Esta es la segunda vez que la cago con ella, y mientras me apoyo en la
puerta, manteniéndola cerrada para que una mujer molesta como el infierno no
entre a toda velocidad en su intento de acabar con mi vida, me quedo pensando
en por qué mi juego se desvía cada vez que estoy cerca de ella.
Llevo haciendo esto desde el instituto. Atrapando a la gente. Haciendo
tratos. Arruinando vidas mientras pido mi precio por cualquier ridículo favor que
creen que les hice.
Y nunca me pillan con los pantalones bajados. Nunca me encuentro
deseando terminar el juego porque se ha convertido en una molestia demasiado
grande para continuar.
Entonces Luca entró en mi vida y aquí estamos. Está amenazando con
destruir la habitación a su alrededor, y me pregunto por qué no esperé a tener
respaldo para decirle la verdad de lo que he hecho.
Es por eso que le pedí a Gabriel que viniera con los otros chicos. Para
hacer un cronograma. Para repartir el tiempo que todos tendremos que vigilarla
para asegurarnos de que no se escape y se esconda.
Al menos hasta que nos dé lo que queremos.
Después de eso, Luca es libre de irse. Puedo aplastar a su maldito marido,
lo cual es una ventaja adicional, y enviarla con suficiente dinero para empezar
de nuevo.
Porque esto nunca ha sido sobre ella.
Sin embargo, no pude evitarlo.
Nunca puedo evitarlo con ella.
Me fascina en formas que nunca he sentido antes.
—¡Maldita sea, Tanner! Si no abres esta puerta…
Otra amenaza. Ha hecho más de un centenar de ellas en este punto.
Realmente, no hay nada que pueda hacer. No me moveré. No la dejaré salir hasta
que tenga varias personas aquí para ayudar a perseguirla y tirarla al suelo, si es
necesario.
Esta mujer es como un gato que escupe.
La puerta golpea con más fuerza y mi cuerpo se mueve hacia delante con
el movimiento. Intentando no reírme de lo que supongo que es Luca lanzando
todo su cuerpo contra ella, compruebo mi reloj y aprieto los dientes, deseando
como un demonio tener mi teléfono para poder llamar a Gabriel y exigirle que
venga a calmar esta situación.
Pero no. Lo dejé en la encimera de la cocina cuando Luca salió de repente
corriendo por mi casa, y su mano se posó en el pomo de la puerta principal justo
cuando la agarré y subí su culo por las escaleras hasta la habitación de invitados.
No estoy equipado para esta mierda y no tengo forma de encerrarla, salvo
quedarme aquí.
—¡Así es! Si no me dejas salir por ahí, me buscaré otra…
Poniendo los ojos en blanco, vuelvo a mirar el reloj, la irritación me
recorre la columna vertebral al ver que han pasado tres horas desde que le dije
a Gabe que trajera su culo aquí.
Mis ojos se abren de par en par al oír el cristal romperse en la habitación,
mi cuerpo gira para abrir la puerta de golpe mientras mi mandíbula hace tic.
Luca está intentando salir por la ventana, para ir a dónde, no tengo ni puta
idea. Es una caída directa desde esta habitación, no hay rejas por las que pueda
trepar ni toldos por los que pueda deslizarse.
Se romperá una maldita pierna si no la detengo, así que atravieso la
habitación, la agarro por las caderas y tiro de ella hacia atrás.
—¿Qué coño estás haciendo?
Se resiste contra mí e intenta dar una patada. Le rodeo el cuerpo con un
brazo y muevo las piernas para evitar que su tacón me dé en la espinilla.
No es una lucha fácil, no mientras trato de no herirla en el proceso.
Mi espalda se golpea contra la pared mientras me aferro a una mujer que
es más fuerte de lo que parece, la parte posterior de su cabeza me golpea en el
pecho.
Cuando me da un codazo como si me fuera a dar en el costado, pierdo la
paciencia y la empujo hacia delante, rodeándola con los brazos mientras caemos
por la habitación y aterrizamos en la cama.
Mi peso cae sobre ella y sus ojos me miran con una expresión de enfado
que no deja lugar a dudas de que Luca planea asesinarme cuando esto termine.
Puede intentarlo cuando tenga los archivos, pero por ahora… esta mierda
se acaba.
Atrapando su cara con mi mano, encuentro su mirada y la mantengo
quieta.
—Deberías parar antes de que te hagas daño.
Me mira fijamente, con las mejillas de un rojo tentador y los ojos
desorbitados por la ira.
—Suéltame, joder.
—Cuando aprendas a comportarte, lo haré.
Qué estupidez. Solo la cabrea más, la hace luchar más, pero mi peso es
demasiado para ella.
Al final, se acomoda, probablemente por el cansancio, y nuestros cuerpos
se hunden contra el colchón, sus piernas abiertas por una de las mías mientras
yo uso los codos para apoyarme en un intento de no aplastarla.
Es lamentable que hayamos terminado aquí, en la cama de todos los
lugares, especialmente con la forma en que ella me afecta en todo lo que no
debería.
Odiarla es un afrodisíaco. Uno que no puedo resistir. Uno que se ha metido
en mi vida tantas veces que empiezo a preguntarme si alguna vez podré escapar.
—¿Has terminado?
Sus labios se tensan en una fina línea, sus ojos azules tan enfadados que
están enfocados como un láser. Pero al menos ha dejado de luchar.
—Nunca terminaré.
Por desgracia, tengo la sensación de que ninguno de los dos lo hará.
Sonrío ante la forma en que la voz de Luca gruñe sobre su respuesta, como
si algo de ella pudiera ser aterrador para un hombre como yo.
Sin embargo, mi cuerpo reacciona ante ella, la evidencia empuja contra su
muslo. Ella finge no darse cuenta, pero su respiración se entrecorta cuando
muevo las caderas, su barbilla se inclina hacia arriba mientras sus labios se
separan ligeramente.
Me encanta ver su boca. Todo lo que tiene que ver con ella. Los
argumentos y las amenazas que ruedan con tanta facilidad por sus labios y el
puto placer que sé que puede proporcionarme.
Luca se contonea debajo de mí y es lo peor que puede hacer en este
momento.
—Deja de moverte —gimoteo con la voz como papel de lija porque estoy
atascado en el sitio, luchando contra mí mismo para no tomar lo que quiero.
—¿O qué?
Mis ojos se cierran al oír su voz, un tono que parece más un reto que una
pregunta. Al abrirlos de nuevo, contemplo una pesadilla que cobra vida.
—¿Cómo coño me haces esto?
Mi cabeza baja hasta que nuestras bocas apenas se rozan. La deseo.
Quiero esto. Pero no quiero el bagaje que conlleva.
—¿Hacer qué?
Oh, pequeña provocadora…
Sabe exactamente lo que está haciendo.
—No somos buenos el uno para el otro —susurro, mis ojos buscan en su
rostro cualquier señal de que no desea esto tanto como yo.
Aunque hay una bruma de ira, la atracción es innegable. Irresistible.
Nuestro odio mutuo no hace más que alimentar el fuego hasta un punto en el que
se descontrolará si no tenemos cuidado.
Sin embargo, sus ojos se suavizan y su cuerpo vuelve a moverse, enviando
una onda expansiva a través de mi polla y de cada músculo.
—¿Crees que no lo sé?
Sonrío. No hay fuerza en esa pregunta, solo el mismo calor que me quema
ahora.
Que se joda.
Esto va a ocurrir.
De una forma u otra.
No tiene sentido retrasar lo inevitable.
Bajo la cara hasta que nuestras bocas se juntan, mi lengua sale para
probarla, mi mano se agarra a las sábanas junto a su cabeza.
—Dime que pare.
Ella gruñe contra mi boca.
—Ya lo he hecho.
—No te creí entonces. Puede que ahora sí.
Sus ojos se encuentran con los míos.
—Yo…
—Cuando les dije que se comportaran, no me refería a que se llevaran tan
bien.
Un gemido rueda por mis labios al escuchar la voz de Gabriel. Hijo de
puta. ¿Podría ser más inoportuno?
Me levanto de la cama y me doy la vuelta para verlo apoyando un hombro
en el marco de la puerta de la habitación, con Ezra de pie a su lado con una
sonrisa devoradora de mierda en la cara.
Gabriel me mira fijamente y sonríe.
—¿Qué diría papito si se enterara de lo que están haciendo ustedes dos?
Imbécil.
Luca se mueve para empujarme a un lado, su cuerpo se arrastra lejos de
mí en el colchón mientras yo me siento y me cepillo las arrugas de la camisa.
Gabriel sonríe.
—Es posible que quieras enderezar tu corbata, Tanner. Tienes un aspecto
muy desaliñado.
Me pongo en pie y los fulmino con la mirada cuando se ríen, una risita baja
como si hubieran captado algo que me importa un carajo que vean.
—Ya era hora de que llegaras. ¿Dónde demonios has estado?
Mirando la ventana rota y volviendo a mí, Gabriel levanta una ceja.
—Evidentemente, no es donde estaba ocurriendo todo lo emocionante.
¿Qué pasó con la ventana?
—Luca la rompió.
Sus ojos se deslizan hacia ella.
—¿Ha mejorado tu día?
—Ha empeorado —responde ella, la voz vuelve a la normalidad ahora que
estamos separados.
Él frunce el ceño, una expresión falsa como el infierno antes de que sus
ojos vuelvan a dirigirse a mí.
—Tenemos que hablar. En privado.
Guiando a Gabriel fuera de la habitación, vuelvo a mirar a Luca para ver
que se levanta de la cama. Mis ojos se dirigen a Ezra.
—Hazme un favor y mantenla en esta habitación. No importa lo que diga o
haga, no la dejes salir.
Su mirada se dirige a mí y vuelve a ella. Parece que a Luca no le gusta el
nuevo guardia que le he asignado y da un paso hacia nosotros como si fuera a
marcharse.
Un gruñido de Ezra y ella retrocede, mis cejas se disparan al verlo.
¿Qué carajo?
Se enfrentará a mí, ¿pero una advertencia de este imbécil y se acobarda?
Miro entre ellos, pero luego me encojo de hombros para llevar a Gabriel
a otra habitación, la puerta se cierra silenciosamente tras nosotros mientras él
me sigue.
Sin perder tiempo, voy al grano.
—Están intentando matarla.
Sus ojos se abren de par en par, cruzando los brazos sobre el pecho
mientras se apoya en la pared detrás de él.
—¿Y qué te hace pensar eso?
—Acabo de secuestrarla de su apartamento después de que un auto
intentara atropellarla.
Levanta una ceja.
—Y luego descubrí que tenía los frenos cortados.
Gabriel se frota la mandíbula, nuestras miradas se cruzan porque sabe
exactamente lo que estoy pensando.
—Así es como mataron a su padre —dice—. Uno pensaría que tendrían
más imaginación que repetir los mismos trucos de siempre.
Mi sonrisa no es amistosa.
—Supongo que, si funciona la primera vez, ¿por qué no volver a utilizarlo?
Era otro puto secreto dentro del grupo, la verdad sobre todos los intentos
que nuestras familias habían hecho para llegar a lo que sea que el padre de Luca
tenía contra ellos.
No estoy seguro de cómo matarlo logró algo, supuse en ese momento que
era para evitar que se hiciera público.
No me enteré de lo que habían hecho hasta que él ya estaba tendido en
una losa en alguna morgue de Georgia, y no fue mucho después cuando hicieron
sus exigencias para que volviera a empezar con Luca.
Frotando una mano por la cara, me paseo por el suelo.
—Si anda por ahí sola, tú y yo sabemos que está prácticamente muerta. Lo
que significa que se queda aquí hasta que pueda sacarle los servidores.
Una suave carcajada sacude sus hombros.
—¿Y cómo piensas lograr eso? Aunque este juego entre ustedes dos ha
sido entretenido, no estás más cerca de esos archivos ahora que en Yale.
Sonrío, mis pies se detienen mientras meto las manos en los bolsillos y lo
miro.
—Es la hora del desafío.
La comisura de su labio se curva en respuesta.
—Como si no estuviera ya lo suficientemente loca. Pero estoy dentro. Ya
tengo a Ivy corriendo, pero puedo añadir a Luca a la lista. ¿Qué necesitas que
haga?
—La tenemos aquí —le explico—, donde está a salvo.
Se ríe.
—Eso es cuestionable. Sobre todo, contigo merodeando.
Le lanzo una mirada, e ignoro el sutil golpe que ha dado.
Sí, deseo a Luca, pero actuar en consecuencia causaría más
complicaciones de las que necesito. Tiene que haber una manera de llevar a
cabo esto sin quedar atrapada en lo que le hacemos.
—Necesitamos un horario entre todos los chicos. No puedo estar aquí todo
el tiempo. ¿Están todos abajo?
—Todos excepto Shane y Damon.
¿Por qué no me sorprende? Esos imbéciles deben estar en algún bar,
iniciando peleas por diversión.
—Lo que sea. Podemos dividir el tiempo entre todos los que están aquí
ahora, y añadir a los otros dos cuando vuelvan a aparecer.
Caminando hacia la puerta para bajar las escaleras, Gabriel me agarra del
brazo para detenerme.
—¿Qué tan mal la vamos a hacer pasar? Ya sabes que hay que poner reglas
para que ciertos idiotas no se pasen de la raya.
Eso es lo que pasa con los desafíos que la mayoría de la gente no conoce.
El objetivo nunca ha sido la diversión que tenemos persiguiendo a la gente.
Siempre ha sido lo que hacemos con sus mentes cuando los atrapamos.
Necesito los archivos.
Es la única manera de recuperar mi vida y finalmente sacudir el control
que nuestras familias tienen sobre todos nosotros.
Odiándome a mí mismo por lo que sé que tiene que pasar, lo miro y le doy
la única respuesta que hay.
—No hay reglas. Cuanto antes se rinda, mejor.
Apartando mi brazo, me molesto cuando se niega a soltarlo, sus dedos se
tensan hacia abajo, la expresión de su rostro dice todo lo que no necesito
escuchar en este momento.
Pero Gabriel me conoce demasiado bien. Tanto que me hace la pregunta
que yo me niego a hacer.
—¿Seguro que quieres hacerlo? Ya conoces a estos tipos. Sin reglas, harán
lo que les dé la gana.
Me quito el brazo de encima y me pongo de cara a él.
—¿Por qué debería importarme?
Sus ojos verdes se clavan en los míos.
—Porque ambos sabemos que sientes más por Luca de lo que estás
dispuesto a admitir. Y no me gustaría ver cómo matas a uno de nosotros cuando
sobrepasemos sus límites. Casi le arrancas la cabeza a Shane la noche de la fiesta
en Yale. Y por lo que vi, fue porque no te gustó que tocara algo que no es suyo.
—Le dije que se acercara a ella.
Gabriel sonríe.
—Sí, lo hiciste. Pero nunca le dijiste que la besara. He visto lo rápido que
te has movido cuando su boca estaba a centímetros de la de Luca.
Mis dedos se enroscan en las palmas, la idea de que cualquiera de los
chicos toque a Luca me vuelve loco.
No quiero reclamarla.
Es peligroso reclamarla.
Pero, como siempre, Gabriel tiene razón al sacar el tema.
—Bien. Una regla. Nada sexual. Si alguno piensa con la polla, se la cortaré
y les daré una bofetada con ella.
Sonriendo ante eso, Gabriel me sigue fuera de la habitación para dirigirse
a la planta baja, su suave voz es un susurro a mi espalda mientras dice:
—Ya es hora de que admitas lo que el resto de nosotros hemos sabido todo
el tiempo.
L
lega un momento en la vida de cada persona en el que toca fondo. Es
diferente para cada uno, sus razones son un desafortunado cúmulo
de circunstancias y elecciones, de malas decisiones y giros
equivocados que los llevan a un lugar donde se sienten acorralados.
No todos reaccionan igual. Algunos se rinden a sus demonios, se arriman
a la adicción o se dejan llevar por la influencia de quienes les hicieron daño. Sin
embargo, otros luchan contra la marea creciente, sus brazos y piernas patalean
con desesperación mientras las aguas los arrastran mar adentro.
Y tal vez esa sea la mejor descripción que existe para un momento como
este: una corriente de arrastre. Una oleada de agua tan fuerte y profunda que no
puedo hacer otra cosa que dejarme atrapar por ella.
Veo cómo la seguridad de la orilla se aleja, y puedo elegir entrar en
pánico y ahogarme, o puedo tomarme un momento para aceptar dónde me
encuentro. Puedo nadar con todo mi corazón, moviéndome a la orilla con la
certeza de que las aguas rápidas acabarán dejándome ir para que pueda volver.
El único problema es que mi corriente de arrastre no es una fuerza de la
naturaleza sin voluntad. No es un acontecimiento natural causado por el viento,
la arena y las olas del mar. No es algo que se comporte de una manera
determinada o que siga las reglas esperadas.
La mía es tan antinatural como la que más, un juego diseñado y jugado por
un hombre que no tiene corazón, ni conciencia, ni acepta a la gente que no le da
lo que quiere.
Es como si Everly me hubiera conducido a este mar turbulento y, tras
incitar a Poseidón, hubiera conseguido escapar dejándome a mí la batalla.
¿Qué puedo hacer ahora que me encuentro sentada en una cama en una
habitación extraña, custodiada por un hombre al que la gente llama Violencia y
que gruñe en señal de advertencia cada vez que miro en su dirección?
Ni una maldita cosa.
Por lo que recuerdo, este hijo de puta está loco y mirarlo, atreverse a echar
un vistazo cuando sus ojos no están mirando en mi dirección, solo empeora la
situación.
Ezra, como el resto de los chicos de Inferno, es guapísimo. Increíble,
realmente. No es ni de lejos tan sofisticado como Tanner y Gabriel, no es un
jugador obvio como Jase, no está tan bien armado como Mason o Taylor o Shane.
Él está en una liga diferente por completo. Un hombre hermoso tan lleno
de rabia que casi se puede ver que vibra sobre su piel. Y aunque esa rabia
debería aterrorizar a cualquiera que lo mire, de alguna manera le sienta bien,
hace que sus fuertes rasgos se centren, hace que las cicatrices que lleva en los
brazos y en el rostro sean más un plus que un error.
Y pensar que tiene un gemelo idéntico…
No puedo ni empezar a imaginar lo valiente que debe ser una mujer para
acercarse a ellos.
—Ve abajo, yo me encargo de Luca.
Mis ojos se elevan para ver a Gabriel en la puerta, su mirada verde se
desliza en mi dirección mientras Ezra se gira una última vez para burlarse de mí
con una sonrisa malvada y un ruido que sale de su pecho que me hace
estremecer.
Tanner ha sido muy inteligente al elegir a Ezra para vigilar esa puerta,
porque no hay forma de que intente escabullirme de él.
Cuando Ezra se marcha, Gabriel se ríe entre dientes, niega y cierra la
puerta tras de sí, con una zancada orgullosa y fuerte, cruza la habitación para
dejarse caer en la cama, con la cabeza posada en mi regazo mientras estira su
largo cuerpo sobre el colchón.
Miro hacia abajo y lo encuentro mirándome fijamente, con una sonrisa
juguetona torciendo sus labios mientras mis dedos se dirigen a su cabello
castaño. Es tan suave como parece.
—¿Estás aquí para jugar al poli bueno?
Hay un brillo en sus ojos verde esmeralda que revela las cualidades
infantiles del rostro de Gabriel. El hombre es un rompecorazones, lo sé, sé que
puede mentir y hacerte creer que el cielo es rosa incluso cuando ves claramente
que es azul. Pero, aun así, es difícil odiarlo.
Y tal vez eso es lo que lo hace tan peligroso. Mientras que la oscura
presencia de Tanner es suficiente para sacarte el aire de los pulmones, Gabriel
es como un rayo de sol que te hace querer acercarte y acurrucarte en su calor.
No es severo como Tanner. No está tan centrado en un solo objetivo como
para perder su espíritu bondadoso. Tiene sentido que los dos sean mejores
amigos. Tanner necesita una influencia en su vida que le ayude a suavizar los
bordes afilados de su espíritu vengativo.
Mis dedos masajean la cabeza de Gabriel mientras sigo jugando con su
cabello, sus ojos se cierran mientras cruza un tobillo sobre el otro.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando, amor. Solo estoy aquí porque
hace años que no tenemos tiempo de calidad juntos.
—¿Por qué no te creo? —Mis dedos se detienen y él golpea mi mano con
la suya para decirme que siga.
Cuando no empiezo de nuevo, sus ojos se abren, un fruncido tirando de la
esquina de su boca.
—Lo estaba disfrutando.
—Si continuo, ¿me dirás por qué estoy cautiva?
Sonríe.
—Si te doy una respuesta, ¿me creerás?
—No.
Su mano vuelve a golpear suavemente la mía.
Poniendo los ojos en blanco, empiezo a jugar con su cabello ondulado,
observando cómo se le cierran los ojos y recuesta un poco más su cabeza en mi
regazo.
Pasan unos segundos antes de que rompa el cómodo silencio.
—Estás aquí porque tienes algo que Inferno quiere. ¿Por qué no nos lo das
y acabamos con esto?
—Probablemente porque no me inclino ante los matones. No en esta vida,
y no lo haré en la siguiente.
Otro torcimiento de sus labios, pero sus ojos permanecen cerrados.
—Por eso siempre me has gustado. Probablemente por eso Tanner
tampoco puede sacarte de su cabeza.
—Tanner me odia tanto como yo a él.
—Lo que debe explicar por qué estaban a cinco segundos de follarse el
uno al otro cuando entré antes en la habitación. —Abriendo los ojos, me mira con
una ceja levantada—. Su terquedad solo es igualada por la tuya. Y mentir no te
queda bien. Deberías dejar eso a los expertos.
—¿Como tú?
—Exactamente.
Volvemos a guardar silencio, mis dedos siguen jugando con su cabello
mientras él se relaja sobre la cama.
—Háblame de Ivy.
Me muestra una amplia sonrisa, pura maldad.
—Es una vieja amiga. Su círculo siempre ha estado alrededor del nuestro
mientras crecía, e Ivy me debe por una mierda que hizo cuando éramos niños.
Tenemos una cita programada para este fin de semana. Debería ser muy
divertido.
—Para ti, supongo, y no para ella.
Su sonrisa se amplía.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando. La gente no puede evitar
divertirse cuando estoy cerca. Soy una fiesta tan auto contenida que me sale
confeti del trasero cada vez que me tiro un pedo.
Le doy un golpe en el hombro, pero me río a pesar de todo.
A pesar de lo cómoda que me siento con Gabriel, sé que está aquí por una
razón. Lo más probable es que Tanner lo haya enviado para suavizar las cosas,
como de costumbre, o para convencerme de que entregue los servidores de mi
padre para que consigan lo que sea que buscan.
—No voy a entregar los servidores —le digo—. Hagan lo que hagan.
Tanner no puede retenerme aquí para siempre.
—Es una pena que realmente creas eso.
Mi cabeza da vueltas ante el profundo tenor de la voz de Tanner. Y aunque
esperaba que sus ojos se clavaran en mi rostro, en su lugar se dirigen a Gabriel,
con algo no dicho que se esconde detrás del color verde musgo, con una línea
de molestia en sus labios.
Miro a Gabriel y veo que no le afecta la presencia de Tanner, con los
brazos cruzados sobre el pecho y apoyando aún más la cabeza en mi regazo.
—Bienvenido a la fiesta —bromea Gabriel—. Estábamos a punto de
terminar lo que ustedes han empezado antes. —Sus ojos se dirigen hacia mí—.
Está bien, Luca. Creo que podemos hablarle de nuestra salvaje aventura
amorosa. Te odia de todos modos. —Mis ojos se deslizan hacia la derecha,
Gabriel sonríe—. ¿No es cierto, Tanner?
Miro entre los dos, con las cejas fruncidas por la repentina tensión en la
habitación. Se miran en silencio, aunque a juzgar por la fina línea de los labios
de Tanner y la sonrisa diabólica de Gabriel, se están comunicando a su manera.
Al final, Tanner me lanza una mirada enfadada mientras se apoya en la
pared de su espalda y mete las manos en los bolsillos de su pantalón negro.
Desde la última vez que lo vi, ha perdido la corbata que llevaba y se ha
desabrochado la parte superior de su camisa negra. Me da un pequeño vistazo
del hueco de su garganta.
—No tienes a nadie que te busque —dice, las crueles líneas de su rostro
aún más severas que de costumbre—. ¿Qué te hace pensar que no puedo
retenerte aquí?
Lamentablemente, tiene razón. La única persona con la que hablo ya es
Marjorie.
—Tengo una abogada que se preguntará dónde estoy.
Sonríe, la expresión es cualquier cosa menos amistosa.
—Una abogada que cree que acabas de huir del estado. Al menos, según
el correo electrónico que me envió, rogándome que cancelara la audiencia. No
volverá a molestarte hasta que yo haga algo con el caso. —Tanner hace una
pausa, sus ojos buscan mi reacción—. Gracias por eso, por cierto. Me has hecho
la vida mucho más fácil.
Mis ojos se cierran ante el recordatorio, las paredes se cierran sobre mí
cuando finalmente me doy cuenta de lo atrapada que estoy realmente.
Gabriel se levanta y el colchón se hunde cuando se apoya en un lado de la
cama.
La habitación está en un silencio inquietante, hasta el punto de que juro
que ambos pueden oír los latidos erráticos de mi corazón, el pulso filiforme que
se agita en mi cuello.
Vuelvo a abrir los ojos para encontrarme con los de Tanner, con una rabia
violenta que se enciende en mi interior al ver la forma en que me mira fijamente,
como si ya hubiera ganado esta guerra y solo estuviera esperando a que lo
aceptara.
Que se vaya a la mierda. Me niego rotundamente.
—Parece que seré tu invitada por un tiempo, entonces. ¿Cuándo empieza
la diversión y los juegos?
La arrogancia que brilla en su expresión es suficiente para poner mis
nervios a flor de piel, nuestras miradas se clavan en la batalla mientras ambos
nos preparamos para blandir nuestras espadas.
—Ya lo han hecho.
La habitación vuelve a quedar en silencio, Tanner y yo nos negamos a
apartar la mirada o a retroceder. Pero mientras él se adueña de su espacio con
desenfado, yo lucho por mantener la cabeza alta porque, una vez más, me estoy
ahogando.
Sin embargo, no se lo hago saber, no reacciono a la forma en que me mira
con la misma condescendencia sarcástica que tenía en Yale.
Quiere que piense que estoy por debajo de él de alguna manera.
Que soy una presa indefensa.
Que no tengo ninguna posibilidad contra un hombre que no empieza a
jugar hasta que sabe que su oponente ya ha perdido.
Deja que Gabriel rompa la tensa calma.
—Maldita sea, incluso yo voy a necesitar un cigarrillo después de toda la
tensión entre ustedes. En serio, busquen una habitación.
Tanner no deja de mirarme fijamente cuando habla:
—Tenemos una. Sal de ahí.
Su suave risa sacude la cama.
—No es mala idea. Hay un bar abajo que me llama.
Gabriel me da un codazo.
—¿Puedo pedirte algo? Parece que lo necesitas.
Con los ojos todavía clavados en el depredador que me mira como si fuera
la cena, respondo:
—No, gracias. La última vez que bebí cerca de ustedes, terminé con mi
propia sesión de fotos traviesa.
Otro empujón.
—Sí, pero estabas muy guapa borracha. Tómate como un cumplido que
alguien quiera recuerdos.
Mis dientes rechinan ante el comentario, la rabia me recorre las venas.
Volviendo los ojos a Gabriel, estrecho mi mirada.
—¿Fuiste tú?
Sonríe, con un hoyuelo en una mejilla.
—No. Ninguno de los chicos habría sido tan tonto como para tomar esas
fotos.
Mi mirada vuelve a Tanner.
—Sin embargo, de alguna manera las tienes en tus manos.
Sus labios se convierten en una sonrisa peligrosa y su voz es áspera
cuando responde.
—Te dije en Yale que me encargaría del problema. Es una noticia vieja,
Luca. Y, además —se encoge de hombros—, no es que sean para tanto. Todo el
mundo ha visto algo mejor.
Se me cae la mandíbula antes de volver a cerrarla de golpe. ¿Cómo
demonios se atreve?
Sin importarle el insulto que acaba de lanzarme, se aparta de la pared.
—Vigílala esta noche, Gabriel. Te veré por la mañana.
Mientras se dirige a la puerta, me pongo en pie de un empujón.
—¿A dónde demonios vas?
Me mira por encima del hombro.
—Tengo una cita. No me esperes levantada.
Con eso, se va, y mi cuerpo prácticamente vibra de rabia. Pasan unos
segundos antes de que Gabriel se levante a mi lado para deslizar un brazo
alrededor de mis hombros.
—Entonces, sobre esa bebida… —Me doy la vuelta para mirarle fijamente.
Solo sonríe en respuesta—. ¿Qué? ¿Cómo se supone que voy a darte una paliza
al póquer si no estás tan borracha como yo?
¿Póquer?
¿Habla en serio?
Estoy secuestrada por un idiota que ni siquiera se molesta en quedarse en
la casa donde me ha atrapado, ¿y Gabriel quiere que juegue al póquer?
—Lo siento, pero voy a tener que pasar del juego. Estoy en la ruina por
culpa del idiota de tu mejor amigo.
Apretando su brazo sobre mi hombro, Gabriel me lleva a la puerta.
—No te preocupes por eso, preciosa. Estoy seguro de que podemos
encontrar otras maneras de hacer que el juego sea agradable.
E
l viaje a la oficina no dura mucho, mi auto entra sin problemas en el
garaje subterráneo cuando el sol todavía está alto en el cielo de la
tarde. Lo último que necesito es estar atrapado en la casa con Luca
y el resto de los imbéciles de mi grupo. Venir aquí es una buena distracción.
No puedo pensar cuando ella está cerca, y lo que le harán solo me
molestará si estoy allí para presenciarlo.
Por suerte, Gabriel tiene el suficiente sentido común para vigilarla,
aunque sería un mentiroso si dijera que la fácil amistad que tiene con Luca no me
irrita cada vez que me lo restriega por el rostro.
Salgo del auto después de estacionar en mi plaza reservada, cruzo el
estacionamiento y subo en el ascensor privado hasta mi planta, evitando la zona
de recepción para poder escabullirme a mi despacho sin que me vean.
Lacey me espera cuando se abren las puertas del ascensor, con los brazos
llenos de carpetas y una expresión de frustración.
Paso a su lado a toda velocidad, sabiendo que moverá sus cortas piernas
para seguirme el ritmo. Ha aprendido a llevar un calzado adecuado cuando está
cerca de mí, ya que los tacones suponen un riesgo de lesión cuando intenta
igualar la velocidad de mis zancadas.
Solo hicieron falta tres esguinces de tobillo, dos meses de muletas, y varias
indemnizaciones laborales que pagué a regañadientes, para que finalmente
aprendiera la lección.
—Tengo varios mensajes para usted, señor Caine, y no estoy segura de
qué hacer con el visitante que tiene en la sala de espera.
Lacey ya respira con dificultad cuando giramos a la izquierda para entrar
en mi despacho, con las persianas abiertas de par en par para que entre la luz
del sol que no deseo ver en este momento.
Golpeando con la palma de la mano el botón que las cierra
automáticamente, dejo caer mi peso en la silla, me llevo los dedos a la barbilla y
miro fijamente a una mujer a la que le cae una gota de sudor por la sien a causa
del improvisado ejercicio de perseguirme.
La sombra desciende en el despacho, solo la escasa luz de unas cuantas
lámparas de mesa consigue iluminar el amplio espacio.
—Primero, los mensajes —digo—. Dime por qué deberían importarme.
Quiero decir, en serio. Lacey ya debería saber que apenas muevo un dedo
en ninguno de mis casos. La mayoría se los dejo a los asociados de menor nivel,
y Gabriel se encarga de todo lo que sean grandes cuentas.
—Chet Wilcox llamó sobre…
—No me importa.
Me mira fijamente.
—Haré que Jonathan se encargue de eso. Segundo, Aster Pickens…
—Dejó de importarme una mierda hace más de un año.
Pone los ojos en blanco.
—Reasignaré eso también. Tu padre…
—Normalmente sabes cuál sería mi respuesta a eso, pero llámalo y ponlo
en mi agenda.
Normalmente me niego a darle a ese bastardo la hora del día, pero tengo
un hueso que cortar con él sobre Luca. No estoy seguro de cómo hacer para que
deje de estar tan obsesionado con su muerte, pero ya se me ocurrirá algo.
La sorpresa ensancha sus ojos, pero luego esconde la expresión.
—Tu agenda está abierta de par en par. Ya has cancelado todo en tu
calendario para los próximos seis meses. ¿Cuándo debo anotarlo?
¿De verdad? Pienso que debería hacer algo al respecto, pero luego lo
desestimo. Tenemos subalternos que se encargan del trabajo diario, abogados
recién salidos de la Facultad de Derecho que se preocupan más que yo por esta
mierda.
—Finge que está lleno. Pero miente y dile que he tenido la amabilidad de
acordar una videoconferencia rápida con él dentro de dos horas.
Una vez terminada la conversación, subo los pies al escritorio, me reclino
en mi asiento, golpeo el teclado para dar vida a mi computadora y me pregunto
por qué Lacey sigue allí, mirándome con la mandíbula desencajada.
—¿Hay algo más?
—Clayton Hughes está en la sala de espera. Lleva tres horas aquí y se
niega a irse hasta que hable con usted.
Mi mandíbula hace tic. Clayton no es más que un medio para conseguir un
fin, pero el muy idiota cree que me importa lo que ocurra en su caso. No entiendo
cómo puede ser tan estúpido como para pensar que voy a hacer algo por él, pero
tengo que seguirle el juego.
En todo caso, podría ser bueno para obtener más información sobre Luca.
—Hazlo esperar otra hora y luego hazlo pasar. —Se gira para salir—.
Espera. —Lacey se detiene a mitad de camino, sus hombros se tensan a la espera
de lo que sea que teme que diga—. ¿Clayton ha estado usando la barra de café
de cortesía?
—Sí —gime—. Probablemente ya le ha costado a la empresa cien dólares
por la cantidad de tazas que ha tomado.
Mis ojos se encuentran con los suyos y las cejas se me suben a la frente a
la espera de lo que pueda decir a continuación.
Otra vez pone los ojos en blanco.
—Ya coloqué el cartel de fuera de servicio en el baño hace media hora.
Sonrío. Siempre es mejor intimidar a la gente cuando está incómoda y cree
que su vejiga puede explotar. Solo me ha costado tres años enseñarle el juego.
Todo lo que hago está calculado. Y, afortunadamente, finalmente Lacey ha
aprendido la mayoría de mis técnicas. Es por eso que me alegra que no sea de
interés para Jase. Entrenarla ha tomado demasiado de mi tiempo y perderla sería
una pesadilla.
—Hazle esperar una hora y media, entonces. Cuanta más prisa tenga por
salir de aquí, mejor.
—Sí, señor Caine.
No me gusta el tono descontento de su voz, pero decido ignorarlo.
Encontrar a alguien que la sustituya sería imposible. La pobre mujer aguanta mi
mierda a diario y no le pagan lo suficiente por hacerlo.
Golpeando con los dedos sobre el escritorio, intento hojear una tonelada
de correos electrónicos que no me interesan, pero mis pensamientos vuelven
una y otra vez a la casa, a Luca, al hecho de que está en manos de seis hombres
que no tienen ningún problema en joder algo que no les pertenece.
No es que Luca sea mía. No puede serlo. Pero, aun así…
Poco más de una hora después, me estoy volviendo jodidamente loco
preguntándome qué demonios le están haciendo.
Pongo el altavoz de mi teléfono y toco la marcación rápida de Gabriel, me
rechinan los dientes cuando el teléfono suena demasiadas veces antes que
responda.
La música suena de fondo, con el ruido de las risas, las fichas de póquer y
el tintineo de las botellas de cerveza.
—¿Por qué parece que hay una fiesta en mi casa?
Girando mi silla, pulso otro botón para subir las persianas de nuevo, con
los ojos fijos en una ciudad que prácticamente pertenece a nuestras familias. Las
fachadas de cristal y acero de los edificios se extienden a lo largo de kilómetros,
con el habitual ajetreo del tráfico y la gente arremolinada bajo su sombra.
Con el tiempo, el resto de los chicos y yo seremos dueños de la mayoría
de todo lo que puedo ver. Me sentiría como un jefe de la mafia si nuestras familias
no fuesen expertas en delitos de guante blanco más que en los habituales líos de
tráfico de drogas, violencia, y otras mierdas que prefieren esconderse en las
sombras de la sociedad.
Se puede ganar más dinero con el uso de información privilegiada, las
prácticas empresariales cuestionables y la sutil manipulación de las leyes y los
reglamentos, una habilidad que nuestros padres perfeccionaron cuando éramos
niños, ya que sus negocios les reportan miles de millones que nosotros
heredaremos en cuanto esos gordos de mierda estén a dos metros bajo tierra.
—Porque hay una fiesta en tu casa —responde Gabriel, con un humor
evidente en su voz que solo me enfada más.
Oigo a Luca reírse de algo en el fondo y mi ojo hace un tic.
—¿Por qué parece que se lo está pasando bien? Se supone que está
cautiva.
Se ríe.
—Deja que me encargue de eso. Luca es realmente divertida cuando le
das la oportunidad. —¿Qué demonios se supone que significa eso? Antes que
pueda gruñir la pregunta, Gabriel dice rápidamente—: Diviértete en tu cita.
Quédate fuera hasta la hora que necesites.
La línea se corta y mis dientes se cierran de golpe.
Me giro para devolverle la llamada, pero antes que pueda pulsar el botón,
el intercomunicador se enciende y la voz de Lacey suena por el altavoz.
—El señor Hughes quiere verle ahora. ¿Puedo hacerle pasar para que
Roxanne deje de llamarme cada cinco minutos?
Me restriego una mano por el rostro. Encontramos a Roxanne trabajando
en una barra de stripper en un exclusivo club de hombres hace dos años. Era
una bailarina de mierda, tenía la excusa estándar de que solo lo hacía para
pagarse la universidad, y tenía unas tetas decentes. Gabriel se dio cuenta de que
podría trabajar en un teléfono y le ofreció entrar en la empresa como
recepcionista. En ese momento, yo estaba totalmente en contra.
Pero, como siempre, el idiota tenía razón. Se le da bien entretener a los
hombres de alto poder que se molestan porque les hacemos perder el tiempo
esperando. Su bajo y amplio escote los hipnotiza mientras se ríe y se revuelve el
cabello.
Mantener a Jase alejado de ella ha sido un infierno para todos nosotros. De
alguna manera, nos las hemos arreglado.
No estoy de humor para esta mierda, miro el reloj y aprieto un dedo en el
botón para responder a Lacey.
—Que pase.
—Gracias a Dios —refunfuña, aunque estoy bastante seguro de que no
quería que lo oyera.
Pasan diez minutos antes de que Lacey atraviese mi puerta con un Clayton
extremadamente molesto siguiéndola.
Me mira fijamente antes de darse la vuelta para marcharse y la puerta se
cierra de golpe cuando Clayton toma asiento al otro lado de mi mesa.
Cruza las piernas, se lo replantea, cambia de postura y se agarra con las
manos a los reposabrazos.
Sonrío al ver lo incómodo que está.
Me inclino hacia atrás en mi asiento y le muestro una expresión helada.
—Normalmente se recomienda concertar una cita, Hughes. Mi tiempo está
especialmente solicitado y no me gusta que la gente pida más de lo que estoy
dispuesto a darles.
El bastardo estrecha su mirada sobre mí, sus dientes rechinan mientras
sigue retorciéndose por haber cometido el error de cabrearme.
—Sí, bueno, te he dejado más de una docena de mensajes y no pareces
tener prisa por devolverlos.
—Soy un hombre ocupado —respondo con una sonrisa en los labios.
Me pongo en pie y atravieso despreocupadamente la habitación hasta una
barra lateral situada en la pared más alejada, donde se encuentra la jarra de agua
helada que Lacey sabe que debe dejar para mí. Agarro un vaso, le devuelvo la
mirada, sonrío como si no supiera que se está muriendo por vaciar la vejiga, y
vierto lentamente el agua, asegurándome de que el sonido le vuelva loco.
—¿Te sirvo algo de beber?
—No —dice—. Ya he bebido bastante y, al parecer, los baños de este
lugar no funcionan.
—Tenemos unas tuberías de mierda —miento antes de dar un largo sorbo,
asegurándome de sorber con fuerza antes de tragar.
Se retuerce en su asiento de nuevo y tengo la sensación de que está a cinco
segundos de darse un doble puñetazo en la polla como un niño pequeño con
problemas de orina.
—¿Por qué estás aquí?
—¡Para recuperar mi vida! Prometiste que esta mierda con Luca terminaría
pronto. Nunca me apunté al maldito tiempo que te está costando ponerte al día.
Estoy con otra persona. Quiero seguir con mi jodida vida.
Volviendo a mi escritorio, dejo caer mi peso en la silla ejecutiva de cuero
y coloco el vaso de agua sobre mi mesa.
—Tu secretaria, ¿verdad?
Hablando entre dientes, me corrige.
—Es asistente ejecutiva.
—Lo mismo, pero eso no es lo importante. Desgraciadamente, tu polla
errante me ha dificultado el proceso más de lo debido porque has sido
demasiado estúpido para evitar que Luca se enterara.
Sus ojos se abren de par en par, su trasero se retuerce de nuevo mientras
sus muslos se juntan y se separan. El bastardo está a punto de mearse encima y
sonrío al verlo.
—Deberías haberte guardado la polla en los pantalones o haberla
escondido mejor —digo, rascándome la mandíbula—. A nadie le gusta un infiel.
Se lanza hacia delante, su expresión se tuerce porque su cinturón debe
haberse ajustado en el lugar equivocado para estar cómodo. Golpea con un puño
mi escritorio, y una pila de papeles se tambalea por la fuerza del impacto.
Levanto una ceja, desafiando al bastardo a que lo haga de nuevo.
Por suerte, no es tan estúpido. Retira la mano y se vuelve a sentar,
claramente incómodo.
—Deberías ocuparte seriamente de ese picor de la entrepierna, Clayton.
El meneo me pone de los nervios.
—¡Tengo que mear!
—Claro que sí. Desde donde estoy sentado, parece más bien clamidia, lo
que significa que tendré que quemar esa maldita silla ahora que la has infectado.
Clayton gruñe, y yo lo ignoro, mis ojos se fijan en el reloj para ver que mi
reunión con Papi Querido se acerca.
Vuelvo a mirar hacia él.
—Escucha. Has jodido tu propio juego al acostarte con alguien y que te
hayan pillado. No hay nada que pueda hacer al respecto.
—¡No tuve elección!
Se levanta de repente, se arrepiente, sus muslos se tensan mientras
camina de un lado a otro frente a mi escritorio, el dolor es evidente en sus rasgos.
El muy idiota debe haberse bebido una jarra entera de café antes de entrar en
mi despacho.
—No estaría en este lío si no fuera por ti. Te debía dos favores. Uno lo
pagué casándome con Luca y trayéndola de vuelta a la ciudad. Y pagué el
segundo cuando me dijiste que me divorciara de ella y presenté el maldito
papeleo. Dijiste que te encargarías de esta mierda y ahora me enfrento a una
pérdida de cuatro millones de dólares…
—Tres punto siete —le corrijo, sin importarme una mierda lo que pueda
perder.
—Qué demonios, Tanner. Quiero salir. Mi deuda contigo está pagada.
Nunca la quise y lo sabes, joder. Ayúdame a terminar con esta mierda para no
tener que verte nunca más. He terminado contigo y con el resto de Inferno. Si no
acabas con esto pronto, juro por Dios que se lo contaré todo a Luca. Que sepa lo
mucho que le has jodido la vida desde que dejó Yale.
Y eso es algo que nunca puede suceder. Es la razón por la que Luca nunca
dejó de huir y también la razón por la que nunca me preocupó que escapara.
También es la razón por la que nunca será nada más que unas cuantas
noches en la cama, porque tengo la ligera sospecha de que no me perdonará si
alguna vez se entera.
Sí, soy un bastardo.
Lo he aceptado.
He hecho las paces con ello.
He sacrificado todo lo que significa algo para mí para poder vengarme de
nuestras familias.
Las decisiones que he tomado con respecto a Luca no han sido fáciles, pero
eran jodidamente necesarias, y he estado sufriendo las consecuencias desde
entonces.
Sin embargo, no fue todo por razones egoístas. Sabía que nuestras familias
iban a por el padre de Luca. También sabía que acabarían matándolo si no les
daba lo que querían.
La necesitaba fuera del fuego cruzado y la única manera de lograrlo era
sacarla de Georgia. Como la probabilidad de que me escuchara sobre la
posibilidad de irse era escasa o nula, tuve que idear medidas creativas.
No, eso no excusa mis pecados contra ella, y seguirá odiándome si se
entera. Pero mis intenciones no eran del todo malas.
Puedo ser un tipo decente en ciertas cosas.
Enderezando los puños de mi camisa, me reclino en mi asiento, levanto los
pies sobre el escritorio y miro fijamente al idiota que cree que esto saldrá como
él quiere.
—Arruinarías tus posibilidades de ganar el caso si hicieras algo tan
estúpido. Admitir un matrimonio falso solo inclinaría los términos del Acuerdo
Prenupcial a su favor.
Debería saberlo, lo había escrito así a propósito. Necesitaba un seguro en
caso de que esto llegara al punto de que él decidiera admitir lo que había hecho.
Clayton no fue lo suficientemente inteligente como para leer la letra
pequeña antes de firmar, pero siempre fue un estudiante mediocre en Yale.
Lo que no sabe es que yo lo había redactado de manera específicamente
para el beneficio de Luca.
Fue un movimiento de mierda por mi parte el joderle la vida lanzándole a
Clayton. Lo menos que podía hacer para compensarla era asegurarme de que se
fuera con millones una vez que tuviera lo que quería.
Clayton hace una mueca en mi dirección, mitad ira y mitad necesidad de
responder a la llamada de la naturaleza.
—Me importa una mierda. La quieres para algo. No me habrías puesto
sobre ella si no fuera así. Si no terminas esto, te joderé el juego al que sea que
estés jugando. He terminado.
Mis dedos juegan sobre un bolígrafo en el escritorio, el constante clic clic
clic mientras lo volteo de punta a punta contando los segundos hasta que pueda
echar a este idiota de mi oficina.
—Luca está fuera de la ciudad —miento, mi silla chirría mientras bajo los
pies para apoyar los antebrazos en el escritorio y lo miro fijamente—.
Encontrarla podría ser un problema. —De una forma u otra voy a acabar con este
molesto hijo de puta. Y por cómo va, tendrá suerte de salir cojeando y
respirando—. Por eso te permití volver aquí, en primer lugar. Déjame recordarte
algo, Clayton. Hay una cadena alimenticia ahí fuera y tú estás sentado en el fondo
de ella. Mientras tanto, yo estoy en la cima. Es por lo que he controlado tu vida
durante todo el tiempo que lo he hecho. A menos que quieras que tu padre
senador sea arrastrado al barro porque me has hecho enojar.
—Ya está siendo arrastrado —interrumpe Clayton, con el rostro de un tono
rojo intenso—. Quiere que este divorcio termine. Le está jodiendo la campaña.
Vuelvo a sentarme. Retuerzo mi bolígrafo entre dos dedos y miro fijamente
a un hombre que no tiene ni idea de lo que le acabará pasando.
—Volviendo a lo que decía. Necesito más información sobre Luca antes de
poder avanzar. ¿Qué es lo que posee en Georgia? Necesito saber todos sus
bienes.
Se agita, se retuerce, su vejiga está peligrosamente cerca de soltarse. Solo
sirve para sacarlo de su juego. En este momento, no está preocupado por el
verdadero depredador en la habitación. Está demasiado preocupado por sus
funciones corporales.
—Apenas posee nada, solo lo que quedó del negocio de su padre.
—¿Qué es?
—Un pequeño almacén, si es que se le puede llamar así.
Interesante. Me hace preguntarme si es ahí a donde iba.
—¿Dónde está el almacén?
Una sacudida de su cabeza, sus dientes rechinando, pero no de ira. Más
bien de incomodidad. Tomo un sorbo de mi agua solo para joderle.
—No tengo ni idea —gime.
—¿Quién podría saberlo?
Se remueve de nuevo en su asiento, con las manos en el regazo.
—El antiguo socio de su padre. Pero eso es todo lo que sé.
Estoy familiarizado con Jerry Thornton, aunque el nombre no tiene
demasiada importancia. Me enteré de su existencia mientras investigaba sobre
la empresa de tecnología, pero no lo he considerado un actor en lo que respecta
a la información que busca mi familia. Si tuviera algo que ver, ya estaría muerto.
Mi padre se habría asegurado de ello.
Detrás de Clayton, la puerta se abre y Lacey asoma la cabeza. Justo a
tiempo, debo añadir.
—Su padre está en videoconferencia, señor Caine.
Mis ojos se deslizan en su dirección.
—Puede acompañar al señor Hughes a la salida. Asegúrese de indicarle el
arbusto más cercano en el exterior para que pueda hacer sus necesidades antes
de orinarse encima.
Se pone en pie y me apunta con un dedo.
—Hazlo. No estoy jugando, Tanner.
Yo tampoco, pero ya debería saberlo.
Lo único que ha conseguido al amenazarme es cavar su agujero más
profundamente. Pero no tengo tiempo de ocuparme de eso en este momento
porque me espera otro problema.
Una vez que Clayton sale por la puerta, giro a la izquierda, tomo el mando
a distancia y enciendo la pantalla de vídeo para ver el rostro enfadado de mi
padre mirándome fijamente.
—No debería ser tan difícil contactar con mi hijo.
—Siento no estar más a tu disposición, papá. He crecido de una puta vez.
Sentado en su asiento, mi padre tiene un puro en una mano y un whisky en
la otra. Tres mujeres se pasean por el fondo, ninguna de las cuales es mi madre.
Pero entonces, mamá nunca estuvo detrás de su polla. Solo de su cartera.
No tengo ganas de tener una larga charla, así que voy al grano.
—La única razón por la que programé esta llamada es para decirte que
tengo a Luca Bailey acorralada. Me ayudaría mucho si llamaras a tu equipo de
limpieza y dejaras de intentar matarla.
Una bocanada de humo le cubre el rostro, su cuerpo se desplaza sobre su
asiento mientras da un sorbo a su vaso y lo deja en la mesa de al lado con un
suave chasquido.
Hace girar lentamente el vaso sobre la madera y vuelve a mirarme cuando
el humo se disipa.
—Todavía no he puesto a nadie en contra de Luca. Pero me alegra saber
que por fin has dejado de ser un idiota y tienes a esa zorra bajo control. ¿Cuándo
puedo esperar que nos dé algo?
Mis cejas se juntan y dejo caer el bolígrafo con el que he estado jugando.
—¿Qué quieres decir con que no has puesto a nadie en su contra?
—Justo lo que he dicho. Todavía no me he ocupado de ella.
Una de las mujeres que están detrás de él se acerca para pasarle las manos
por el pecho, su bata se abre y deja ver sus tetas desnudas. Se inclina para
acariciar su rostro contra el cuello de mi padre y resisto las ganas de vomitar.
—Ocúpate del problema, Tanner. Tienes tres semanas. Después, es mía.
La llamada termina y me quedo en una habitación silenciosa
preguntándome si es posible que lo que le ha pasado hoy a Luca haya sido una
jodida coincidencia.
También me pregunto si la he secuestrado sin ninguna puta razón.
Me pongo en pie, tomo las llaves del cuenco donde las he dejado caer al
entrar y salgo furioso de mi despacho.
La única forma de saber con certeza si su vida corre peligro, es hablar con
el mono grasiento que ha destrozado su auto.
L
os chicos de Inferno no son tan malos.
Claro, Ezra todavía me asusta cada vez que su mirada letal se
desliza hacia mí. Y sí, no debería confiar en ninguno de estos tipos.
Pero cuando se calman y se centran en algo que no sea destruir las
vidas de los que les rodean, es divertido estar con ellos.
Durante la primera hora, más o menos, fue incómodo sentarse en una mesa
con un grupo de tipos que tienen más razones para que les odie que para
gustarme.
Quieren algo de mí, y yo no estoy dispuesta a renunciar a ello. La situación
no es precisamente la más fácil, pero después de unas cuantas cervezas y varias
manos de póquer que perdí rápidamente, se relajaron en mi presencia y
empezaron a bromear entre ellos en lugar de centrar todo su odio en mí.
Sinceramente, no es un lugar desagradable. El paisaje es bastante bonito,
la música está alta, y cada tipo es una obra de arte que la Madre Naturaleza creó
para fastidiar a las mujeres.
Cada uno de ellos es tentador a su manera, como una caja de bombones
con diferentes tipos, tus dedos se mueven de un lado a otro porque no puedes
decidir cuál comer primero.
Gabriel se sienta a mi derecha, y yo recorro la mesa con la mirada,
tomándome un momento para estudiarlos a todos mientras están concentrados
en el juego.
Taylor lanza unas cuantas fichas al montón que hay en el centro. Su cabello
no es tan oscuro como el de Tanner, más bien castaño con reflejos dorados, pero
tiene unos ojos grises claros que resultan impresionantes cuando captan la luz.
Su estructura ósea es más redondeada que cuadrada, más suave que severa.
Tiene aspecto de empollón, de ratón de biblioteca. Pero es el tipo de
mirada que no te desanima. Al contrario, te hace preguntarte qué pasa dentro de
un cerebro tan inteligente y complicado.
Aun así, yo no me metería con él. Es tan alto como los otros chicos, sus
hombros son igual de anchos y tiene un físico musculoso que quieres rastrear
con los ojos.
A su lado está Ezra, al que paso rápidamente por miedo a que me
encuentre mirando, y mi mirada se posa en Sawyer Black. No sé nada de este
tipo, salvo lo que me ha contado Clayton. Y Clayton no se equivocó al etiquetarlo
como un drogadicto al que le gusta la fiesta en exceso.
Mientras que los otros solo van por su cuarta cerveza, Sawyer va por la
séptima. Ha encendido dos porros en el tiempo que llevamos sentados aquí, a
menudo pasándoselos a Jase o a Mason, pero fumando él mismo la mayoría.
Sin embargo, no parece estar desquiciado.
En todo caso, está aguantando mejor que el resto de los chicos, sus ojos
marrones brillan con humor, su sonrisa es perversa cada vez que lanza una
mirada en mi dirección.
Dos veces me ha guiñado el ojo, pero no creo que sea un coqueteo
intencionado, sino algo que hace porque forma parte de su personalidad.
A diferencia del resto, tiene el cabello más claro, un poco más largo y
despeinado, pero le favorece de una manera que nunca haría a Gabriel o a
Tanner.
Sawyer es de los que me imagino haciendo surf o vagando por la playa si
viviéramos en un lugar con sol. Y me encuentro preguntándome cómo es posible
que haya sobrevivido a la Facultad de Derecho para convertirse en abogado.
A su lado está el maldito Jase Kesson, mis ojos se deslizan porque es la
última persona a la que quiero mirar ahora mismo.
Lo que sea que haya sucedido entre Everly y él es la razón de mi actual
pesadilla, lo que hace difícil que me guste.
Recuerdo perfectamente la noche en que irrumpió en mi dormitorio
buscándola. Su expresión era de pura rabia, su mirada me clavaba en el sitio
como si mi vida no tuviera valor, algo fácilmente destruible o desechable si eso
significaba que podía llegar a ella. Era mi última noche en Yale, la noche en la
que todo mi castillo de naipes se había derrumbado alrededor de mi cabeza.
Es gran parte de la razón por la que necesito encontrar a Everly antes que
ellos. No confío en que no le hagan daño.
A su lado está Mason Strom. Nunca lo conocí mientras asistía a Yale, pero
recuerdo haberlo visto paseando por el campus con una rubia del brazo que
avergonzaba a otras mujeres.
Sin embargo, Mason no es un rostro que se olvide, y por eso recuerdo
haberlo visto. Tiene los ojos azul claro bordeados de pestañas oscuras, sus
rasgos refinados de una manera que viene con las familias notables.
Es tan sofisticado como Gabriel, y de presencia oscura como Tanner. Pero
hay algo más en él que no puedo precisar, algo sutil que me pone nerviosa a su
alrededor.
Mientras me pregunto por la mujer que vi con él en Yale, recibo un codazo
en el costado y mi cabeza gira hacia la derecha para mirar a Gabriel.
—¿Preparada para otra copa?
Niego.
—No. Dos son suficientes para mí. No voy a caer en ese truco otra vez.
—¿Qué truco es ese? —pregunta con una sonrisa burlona en los labios.
—Sabes de lo que estoy hablando, Gabe. Tú fuiste el que me dio las
bebidas en la última fiesta.
Se echa hacia atrás en su asiento, con una sonrisa de oreja a oreja mientras
sus ojos me estudian.
—Bien, ¿qué tal si hacemos un trato? Como en los viejos tiempos.
Riendo, vuelvo a negar, no cayendo en la trampa que tan hábilmente
puede tender.
—Creo recordar que la última vez que hice un trato contigo, perdí.
—En realidad —dice—. Ganaste. Tanner ayudó con el proyecto. Todo lo
demás fueron circunstancias desafortunadas que ocurrieron al mismo tiempo. Mi
palabra es buena, Luca. Ya lo sabes.
Inclinando la cabeza, le sostengo la mirada. Dios, soy demasiado
inteligente para confiar en él, pero me encuentro preguntando de todos modos.
—¿Cuál es el trato?
—Es fácil. Tú te relajas y te permites pasar un buen rato, y yo me aseguraré
de que nadie que se siente en esta mesa se meta contigo esta noche. —Cuando
no respondo, levanta las cejas—. Voy a ir un poco más allá. ¿Qué tal si me
encargo de que tengas un amigo en el que puedas confiar? Alguien que no sea
uno de nosotros.
Exhalando un suspiro, vuelvo a recorrer el grupo con la mirada y me
pregunto quién puede ser ese amigo.
—¿Todo lo que tengo que hacer es relajarme y pasar un buen rato?
Gabriel asiente.
—Y tómate otra cerveza, si te apetece.
Pongo los ojos en blanco.
—Bien.
—Excelente elección.
Golpea su mano en la mesa.
—Mason, ¿cuándo se supone que llegará Ava?
Mason levanta la vista de las cartas que tiene en la mano, sus cejas se
fruncen mientras toma su teléfono y comprueba la hora.
—Mierda, ya debería haber llegado.
Veo cómo tira las cartas sobre la mesa, las voltea y se marcha con el
teléfono colocado entre el hombro y la oreja.
Volviéndome hacia Gabriel, pregunto:
—¿Quién es Ava?
—La mujer que ama Mason.
—¿Su novia? —dice Taylor. No tenía ni idea de que estuviera prestando
atención a nuestra conversación.
—No. Mason está comprometido con otra persona.
Así es. Recuerdo que Clayton me habló de eso.
Vuelvo a mirar a Gabriel.
—¿Por qué Ava aguanta eso?
Se encoge de hombros.
—Tendrás que preguntárselo a ella. Esta ha sido su situación desde el
primer año de universidad. Hemos renunciado a averiguarlo.
Unos minutos después, Mason vuelve con la rubia que recuerdo de Yale.
Sigue siendo tan guapa como siempre, y va vestida de forma informal, con
un jersey de manga larga y un vaquero que abraza todas sus curvas. Tiene unos
simpáticos ojos marrones, más bien dorados como el whisky. En cuanto se posan
en mí, sonríe.
Mason la rodea con un brazo protector hasta que llegan a la mesa, su boca
se frunce cuando ella le susurra algo, se aparta y viene a tomar una silla para
sentarse a mi lado.
En realidad, sigue cerca de él, ya que nadie se sienta a mi izquierda, pero
a él no parece gustarle que haya tanta distancia entre ellos.
—Tú debes ser Luca. He oído hablar de ti.
No sé si alegrarme por eso o aterrorizarme.
—Estoy segura de que lo que has oído es mentira. O algo peor.
Me da un golpecito con el hombro y se estira para aceptar una cerveza
que le tiende Gabriel. Agita otra delante de mi rostro, mi cabeza se gira para
mirarlo. Enarca una ceja y me hace una mueca cuando no la acepto
inmediatamente.
—Pensé que teníamos un trato.
Miro a Ava y luego a él.
—Bien. Pero solo una más.
—En realidad, lo que he oído es que eres la única mujer lo suficientemente
valiente como para enfrentarse a Tanner. Eso no es poca cosa.
Volviéndome hacia ella, destapo mi cerveza y doy el primer sorbo.
—Valiente o estúpida —digo, dejando la botella sobre la mesa mientras
los chicos apuestan por otra ronda.
La voz de Sawyer se eleva por encima de la música y el barullo de la
conversación:
—Eh, para que lo sepáis, he invitado a unas cuantas personas.
Ese anuncio es recibido con la suave risa de Gabriel.
—Tanner te va a patear el trasero.
Sonrío al pensar que Tanner se enfadará por lo que haga cualquiera. Le
está bien empleado. Sobre todo, con lo que me está haciendo.
—Tanner no está aquí —les recuerdo—. Me parece que eso le da muy
poca voz en lo que hacemos.
Tal vez debería haberme cortado después de la primera cerveza. Me estoy
sintiendo demasiado cómoda con los chicos.
Algunos de ellos se ríen al oírme y Sawyer se inclina sobre la mesa para
chocar los cinco.
Genial. Me he convertido en una instigadora. Pero entonces, eso es lo que
Tanner se merece por lo que me está haciendo pasar.
—Tanner está aquí —responde Ava, sus ojos se encuentran con los míos
cuando mi cabeza gira hacia ella. Ante la mirada confusa de mi rostro, explica—
: Se detuvo detrás de mí hace unos minutos, cuando llegué.
—Estaba en una cita.
Se encoge de hombros y da un sorbo a su cerveza.
—Supongo que fue una cita corta. No parecía nada contento cuando salió
de su auto. La última vez que lo vi, se dirigía a la puerta lateral de la casa. Ni
siquiera me saludó.
Sin decir una palabra, Gabriel se levanta de la mesa y sale silenciosamente
de la habitación, mis ojos lo siguen mientras dobla una esquina para correr
escaleras arriba.
Preguntándome de qué se trata, trato de ignorar la pequeña satisfacción
que siento al saber que la cita de Tanner ha ido mal. Si tuviera que adivinar, diría
que fue por su actitud de mierda.
Sin embargo, no tengo demasiado tiempo para pensar en ello. La gente
empieza a llegar a la casa en los siguientes veinte minutos, no tantos como
cuando Inferno daba fiestas en Yale, pero suficientes para llenar el comedor y el
salón.
Finalmente, Ava me arrastra lejos de la mesa para dejar que otros chicos
se sumen en la partida de póquer. Me lleva a un sofá donde están sentadas otras
mujeres, a las que no reconozco.
Nos presentamos y empezamos a conversar mientras la noche transcurre
sin ninguna señal de Tanner.
¿Qué tan malo es que mis ojos sigan escudriñando la habitación en su
busca? ¿Y cuán peor es que me sienta decepcionada al ver que no ha bajado?
No debería sentirme así por un hombre que no ha sido más que una
pesadilla, pero no puedo negar que me provoca algo que va más allá de la típica
rabia que siento.
Todo el mundo ha visto cosas mejores…
Las últimas palabras que me dijo se filtran en mis pensamientos y me
recuerdan por qué tengo que seguir odiándolo tanto. Pero debajo de eso, hay
confusión.
Es demasiado caliente y frío. Un bastardo cuando discutimos, pero otra
cosa cuando no lo hacemos. Hay atracción en ambos lados. No soy tan estúpida
como para intentar negarlo, pero parece que estamos luchando contra ella tanto
como contra el otro.
Aun así, no voy a negar cómo mi cuerpo reacciona ante él cada vez que
está cerca. No puedo ignorar el aumento de la velocidad de mi pulso cuando me
toca, la forma en que se me corta la respiración cuando me mira como si fuera la
única mujer del mundo que ve.
No ayuda que Ava haya oído hablar de mí, que mi nombre tenga algún
significado cuando se trata de Inferno.
No soy más que un juego para Tanner, y un obstáculo para lo que el resto
del grupo quiere.
Pero después de esta noche, no se siente completamente así. Se relajaron
a mi alrededor por una vez, me mostraron que pueden ser personas decentes.
Quizá los juzgué mal.
Un peso cae de repente a mi lado, un brazo pesado me rodea los hombros
cuando me giro para ver la sonrisa fácil de Sawyer.
—Hola, señoras. Me han enviado para averiguar por qué os reunís aquí y
evitáis a los hombres. A mí, personalmente, me ofende. Me hace sentir que soy
fácil de resistir. Voy a necesitar que todas ustedes me miren con anhelo para que
mi ego vuelva a su nivel normal.
Aprieta su brazo alrededor de mí y me da un guiño, con esos preciosos
ojos marrones recorriendo los otros rostros del pequeño grupo donde me siento.
—Siempre el encantador —bromea Ava—. Uno que nunca crecerá.
Sawyer sonríe, con una mirada infantil que resulta adorable.
—Crecer es aburrido. Dejaré que Tanner y Gabe sean los adultos mientras
yo sigo divirtiéndome.
Solo me recuerda que ni Tanner ni Gabriel han hecho aún acto de
presencia y mis ojos vuelven a buscar en la habitación cualquier señal de ellos.
Mientras Sawyer y las mujeres que me rodean empiezan a hablar, acuno
mi cerveza contra mi pecho y mi espalda se relaja contra el cálido pecho de
Sawyer mientras miro las escaleras preguntándome por qué nos evitan.
Soy una estúpida por haber notado su ausencia.
Lo sé.
Pero no puedo evitar la preocupación que me produce que ninguno de los
dos haya bajado.
¿Qué puede haber pasado para que estén pasando tanto tiempo fuera?
Y lo que es más importante:
¿Por qué me importa?
L
a frustración me acompañó durante todo el camino a casa desde el
taller mecánico cercano al apartamento de Luca.
Cuando llegué, su auto destrozado no estaba a la vista, el taller
estaba cerrado por la noche, y no había ventanas para ver si Priest había
arrastrado el vehículo hasta allí para examinar lo que había ido mal.
Nada de esta situación tiene sentido. Ni el auto que casi la atropella, ni el
repentino problema con los frenos del suyo.
Claro, podría ser una coincidencia. La gente conduce como loca todo el
tiempo, y no es inaudito que alguien sea atropellado en un estacionamiento.
Además, su auto es una mierda. Tal vez fue una simple fuga en el sistema
de frenos, o posiblemente el idiota que lo conducía la cagó y no quiso admitir
que el accidente fue culpa suya.
Todo es una posibilidad en este momento, y volví a casa con demasiadas
preguntas que no tienen respuestas fáciles.
Odio no tener control de lo que pasa a mi alrededor. Soy demasiado
centrado. Demasiado preciso.
Tengo que estar con lo que nos enfrentamos. Nuestros padres no son
jóvenes gamberros que no saben cómo se juega. Prácticamente nos enseñaron
a manipular el mundo que nos rodea.
Así que, si están jugando juegos, tengo que ser el maestro de las
marionetas que orquesta el tablero, pero, en esta situación, parece que estoy
corriendo tanto como Luca.
La única diferencia es que yo lo sé.
Y ciertamente no me gusta.
Un golpe en la puerta me hace girar mientras me quito la camisa de vestir
para tirarla en un cesto cercano, unos ojos verdes me miran fijamente mientras
Gabriel entra en la habitación.
Cierra la puerta en silencio y apoya un hombro en la pared mientras me
quito el cinturón y lo tiro en una silla cercana.
—¿Debo asumir que tu llegada temprana significa que hay un problema?
—Significa que estoy molesto —gruño mientras dejo caer mi peso sobre
el lado de la cama y me apoyo en los codos.
Asiente.
—Bueno, entonces estarás más molesto aun cuando bajes las escaleras y
descubras que Sawyer convirtió la noche de póquer en una fiesta.
Rechinando los dientes, maldigo en voz baja. Debería haber sabido que
no debía dejar a ese imbécil sin supervisión.
—¿Dónde está Luca?
—Con Ava, que es la única razón por la que me sentí cómodo dejándola
ahí abajo sin que tú o yo la vigiláramos.
Exhalo con fuerza, frotándome la nuca como si eso fuera a aliviar la tensión
que bloquea mis músculos.
Ava es un ángel. Siempre lo ha sido. Cómo ha conseguido Mason aferrarse
a ella a pesar de todo lo demás en su vida es un misterio. Ella se merece algo
mejor, pero todos sabemos que él no está enamorado de su prometida y nunca
lo ha estado.
Mason apenas habla con la mujer con la que va a casarse. Y a ella tampoco
le hace mucha gracia estar comprometida con él. Es simplemente una cuestión
de dos familias que utilizan a sus hijos para mezclar sus bienes en un intento de
obtener más influencia y poder.
—¿Y el plan? —pregunto.
—Ya ha empezado.
Le miro.
—¿El mismo juego?
El bastardo frunce los labios.
—Con algunos retoques. Sería una pena hacer exactamente lo mismo y
arriesgarnos a que nos consideren aburridos.
Esta situación se está complicando demasiado. Pero todo lo que he hecho,
cada pieza que he colocado, ha sido esencial para llegar a un resultado final que
funcione a favor del grupo.
Me pongo en pie, me quito el pantalón, lo arrojo sobre la silla, y me dirijo
a mi armario para tomar un vaquero y una camisa.
—Clayton ha venido hoy a la oficina.
La suave risa de Gabriel entra por las puertas del armario.
—No me extraña que estés de mal humor. ¿Estaba rogando y suplicando
que lo dejaran libre otra vez?
Me pongo una camisa por encima de la cabeza y paso los brazos por las
mangas. Tras ponerme un vaquero, subo la cremallera y abrocho la parte
superior mientras entro de nuevo en mi habitación.
—Me amenazó con contarle a Luca la verdad.
Levantando las cejas, Gabe se mete las manos en los bolsillos.
A diferencia de mí, no tiene ningún problema en permanecer en pantalón
de vestir y camisa toda la noche sin dejar de estar cómodo. El hombre ha nacido
para los negocios y todo lo que ello conlleva. Juro que puedes encontrarlo a
cualquier hora de la noche con el aspecto de haber salido de una sala de juntas.
—Un movimiento estúpido por su parte.
Me rio, un ladrido rápido que no tiene nada de humor.
—Sí. Ha firmado una sentencia de muerte.
—¿Y todavía lo tienes controlado?
Sonriendo ante eso, lo miro.
—¿Qué demonios te parece?
Dejo que Gabriel vea más debajo de mi ira que la mierda con Clayton. Me
conoce mejor que yo mismo.
Hemos sido mejores amigos desde antes de que pudiéramos caminar,
nuestras personalidades coinciden perfectamente cuando se trata de los juegos
que jugamos. No puedo ocultarle nada, al igual que es imposible que él me
oculte algo a mí.
—¿Qué más ha pasado?
Apoyado en la pared de enfrente, me encuentro con su mirada.
—Papi Querido no trató de matar a Luca. Así que todo lo que pasó esta
mañana fue una coincidencia, o algo más.
Gabe y yo nunca nos referimos a nuestros padres con otra cosa que no
sean los apodos que les hemos asignado. Para llamar a un hombre papá, tenía
que haberte criado. Y aunque nuestros padres no dudaron en utilizarnos para
cualquier ventaja que pudieran obtener con ello, ninguno movió un dedo en
nuestra crianza.
Fuimos criados por niñeras. Nuestras madres estaban demasiado
ocupadas con su vida social y sus citas con el estilista, y nuestros padres
demasiado ocupados arruinando el mundo y follando con sus amantes.
La nuestra ha sido una vida bendecida.
—Estoy seguro de que Warbucks tampoco tiene nada que ver. Ha estado
fuera de la ciudad desde la fiesta de este fin de semana, y normalmente deja ese
tipo de asuntos a otras personas.
Cualquiera de nuestros padres podría haber jugado un papel en el
atentado contra la vida de Luca, si es que fue un atentado real, pero no lo habrían
hecho sin informar a Papi Querido o a Warbucks al respecto.
—¿Estamos asumiendo que hay otros factores en juego aquí?
Mis dedos se clavan en las palmas de mis manos, la rabia me obliga a
cerrar el puño porque no tengo ni puta idea.
—Es algo a tener en cuenta.
Un simple movimiento de cabeza es su respuesta a esa discusión.
—Probablemente deberíamos bajar, entonces. Aunque Ava está por aquí,
no es la persona perfecta para vigilar a Luca. No por mucho tiempo, de todos
modos, y ya hemos estado fuera de la vista por casi una hora.
No sé qué demonios está pasando ahí abajo, la música a todo volumen
golpea contra las paredes de mi habitación. No es algo nuevo para mí. Las
interminables fiestas en Yale me han enseñado a ignorar el ruido constante y el
caos aleatorio.
Me alejo de la pared.
—Vamos.
Sin ánimo de mezclarme entre un grupo de gente, camino al lado de
Gabriel mientras bajamos las escaleras, mi mirada encuentra inmediatamente a
Luca donde se sienta en el sofá con una cerveza en la mano.
El hecho de que esté hablando y riendo con un grupo de mujeres no me
molesta. Pero verla sentada contra Sawyer sí.
Él tiene un brazo sobre su hombro, con su sonrisa cómplice fijada en una
de las mujeres del grupo. Tan absorto en lo que sea que estén hablando, no se
da cuenta de que Gabe y yo entramos en la habitación, no levanta la vista para
ver que le estoy echando una mirada de muerte por lo que sea que cree que está
haciendo.
Luca, sin embargo, se da cuenta de inmediato, sus ojos azules se fijan en
los míos y se ensanchan un poco porque estoy seguro de que mi enfado es
evidente.
Pero en lugar de apartarse de Sawyer como haría cualquier mujer
inteligente, estrecha su mirada hacia mí, da un sorbo a su cerveza y vuelve su
atención al grupo que la rodea como si yo no estuviera en la sala.
No me extraña la sutil inclinación de su barbilla. La mujer es tan rebelde
como siempre.
—Déjalo —susurra Gabe mientras me roza para dirigirse a la cocina.
¿Cómo diablos voy a hacer eso?
Me vuelve jodidamente loco.
Todo sobre ella.
Y aunque sé que nunca habrá una relación entre nosotros, sobre todo
después de lo que he hecho, no puedo evitar querer sacarla del sofá y llevarla a
mi habitación para enseñarle por qué mi cuerpo es el único que debe tocar.
Le daré una paliza a Sawyer por esto la próxima vez que lo tenga a solas.
Pero, por ahora, hago lo que Gabe me ha sugerido, ignorando la forma en que
se abrazan mientras entro en el comedor con tensión en los hombros por la
mierda que pasa en esta casa.
Tengo que recordarme que no he traído a Luca aquí para que esté a mi
alcance. Lo hice para que no sea presa fácil de quien quiera hacerle daño. No
debería importarme que en este momento esté acurrucada con un hombre que
aún no sabe que está muerto.
Entonces, ¿por qué lo hace?
Dejando caer mi peso en una silla junto a Jase, tomo una cerveza que me
lanza Gabriel, destapo el tapón y me bebo la mitad de tres tragos.
Se reparten las cartas y se tiran las fichas en el centro, la mano que tengo
es tan mierda como la que la vida me ha repartido hoy. Parece que no puedo
ganar una mierda. Mi estado de ánimo empeora mientras sigo mirando hacia
donde está sentada Luca y veo que Sawyer no se ha alejado.
Jase se ríe a mi lado, con los ojos puestos en sus cartas mientras lanza unas
cuantas fichas al montón.
—Le advertí que no fuera por allí. Pero no me hizo caso.
—Nunca lo hace, y no importa —digo con brusquedad, con todos mis
nervios a flor de piel al ver a Luca apoyada en él.
—Claro que no importa —se burla Jase, sus ojos se dirigen a mí y vuelven
a sus cartas—. Al igual que el hecho de que Shane casi la besó en Yale tampoco
importó. El bastardo anduvo con un misterioso ojo morado durante una semana
después de eso. Pero estoy seguro de que fue porque se tropezó y cayó en tu
puño y no por una pelea.
Lanzo unas cuantas fichas, con los dientes rechinando.
Shane recibió lo que se merecía.
—Me sorprende que no estés allí. Todo ese coño disponible, ¿y no estás
saltando sobre él?
Mirando al grupo de mujeres, se encoge de hombros.
—Ya me he follado a cuatro de ellas. Las tres restantes no merecen el
riesgo de que la gente compare notas.
A Jase le gusta pensar que es escurridizo sobre sus formas de prostitución,
pero cada una de esas mujeres ya sabe todo sobre él. Estoy seguro de que
ninguna fue a la cama con él esperando algo más que un buen rato.
La única mujer que ha mantenido su atención fue Everly. Aunque nadie
tiene idea de por qué.
El sonido de la risa de Luca llama mi atención, los músculos de mis
hombros se bloquean cuando gira la cabeza para que Sawyer le susurre algo al
oído.
No debería estar enfadado.
No debería estar apretando las manos con la necesidad de arrastrarlo
fuera y recordarle por qué ella está fuera de los límites.
Ella no es mía.
No puede serlo.
He hecho demasiado para arruinar esto.
Sin embargo, es mía.
Cada parte de ella.
Especialmente su boca descarada y su barbilla rebelde. Junto con todo lo
demás que me vuelve loco.
Pensé que podría odiarla y sacarla de mi sistema en Yale, domarla, hacerla
actuar como cualquier otra mujer con la que me he acostado.
Excepto que Luca no volvió arrastrándose pidiendo una repetición. No me
llamó preguntando qué éramos. Simplemente se fue y nunca miró atrás.
La experiencia no había funcionado como yo esperaba. No había
demostrado que era igual que las demás.
En cambio, solo me había vuelto más loco.
Deslizando mi silla hacia atrás para ponerme de pie, me detengo cuando
Gabriel coloca una mano en mi hombro para mantenerme sentado.
—Déjalo. Está huyendo, ¿recuerdas? Todo esto es parte del proceso.
—No me gusta el proceso —gruño.
Se ríe de eso como si fuera divertido.
No lo es.
—Bien. Haz lo que quieras. Pero que sepas que, si vas allí ahora, la estás
reclamando. Delante de docenas de testigos, debo añadir. Y ni siquiera hay
garantía de que te deje. Luca no es una fanática de Tanner con ojos de estrella
como el resto. Probablemente te odia más ahora que nunca.
Lo que solo la hace más atrayente. Nada me afecta como Luca cuando está
enojada. Cuando está enfadada, es tan difícil como meter un gato en una bañera
de agua. Sus brazos y piernas se estiran para agarrar el borde, sus garras se
desatan mientras escupe y sisea con la intención de sacarme los ojos.
Me hace sentir la necesidad de someterla. Hace que mi corazón bombee
y mi cuerpo se endurezca. Hay algo en ella que me señala con un dedo,
desafiándome a dar un paso adelante y a intentar conseguir lo que quiero.
Gabriel vuelve a reírse cuando mi mirada se centra en ella.
—Solo estoy lanzando la advertencia, Tanner. Depende de ti lo que
quieras hacer con ella.
¿Qué sería razonable en esta situación?
¿O correcto?
Sería aún más idiota si le hago creer que puede haber algo más entre
nosotros que los archivos que tiene y el dinero que eventualmente le ayudaré a
conservar.
Luca nunca me perdonará si se entera de lo que he hecho. Lo intrincado
del asunto. Lo minucioso que he sido al mover los hilos de su vida.
Y aunque descubra que he tomado algunas de mis decisiones pensando
en su bienestar, no será capaz de mirar más allá de los juegos que he hecho para
conseguirlo.
Soy un completo idiota por querer más de ella. Un ladrón, un mentiroso y
un bastardo.
Pero entonces, hay algunas cosas en la vida que son innegables. Hay
personas que nos acercan por mucho que luchemos.
Luca es como un planeta que me atrae a su órbita. Un sol furioso que ciega
el ojo para mirarlo.
Una estrella que eclipsa a todas las demás.
Me siento como Ícaro con mis alas de cera, mi arrogancia me acerca al
desastre. Intento no pensar en las similitudes entre yo y una figura tan trágica.
Pero al ver quién era su padre, el hombre que inventó el laberinto, como si no
fuera igual que el hombre que me crio, no puedo evitar preguntarme si no estoy
destinado a seguir sus pasos. Que algún día yo mismo caeré al mar por volar
demasiado cerca del sol.
Es la rabia de Luca la que enciende su fuego.
La belleza de su ira.
El acero que recubre un espíritu tan fuerte y obstinado como el mío.
No puedo evitar pensar que es una maldita pena no haberla conocido en
otras circunstancias.
Y una pena aún mayor que no sea lo suficientemente buena persona como
para sentarme y dejar que se aleje de mí.
J uegos, juegos y más juegos.
Juro que eso es todo lo que hacen estos chicos. Ya sea para
arrancarte el suelo, para conseguir lo que quieren de ti, o simplemente
porque están aburridos, todos los Inferno son maestros de la frustración
y especialistas cuando se trata de jugar con la cabeza de una persona.
El mero hecho de estar cerca de ellos es peligroso porque,
inevitablemente, te arrastrarán a más de lo que puedes manejar y a algo que
nunca pediste.
Como ahora.
Sawyer se ríe contra mi mejilla, sus brazos me rodean en un abrazo
amistoso, sus ojos clavados en Tanner donde está sentado en el comedor
mirándonos fijamente.
Esto es peligroso. Lo sé y, sin embargo, estoy dejando que ocurra. No es
que haya nada entre Sawyer y yo. Todo lo que ha estado susurrando es su
conjetura sobre el tiempo que tardará Tanner en asaltarnos.
Pero creo que se equivoca. Él cree que Tanner se acercará para hacer
valer su derecho, pero yo creo que será porque no soporta verme feliz.
Tanner me advirtió que disfrutaba haciéndome enojar. Y tal vez eso es
todo lo que hay entre nosotros. ¿Por qué le importaría que encontrara un poco
de felicidad en una amistad con otra persona?
Sin embargo, el juego no ha sido en vano. Estoy aprendiendo algunas
cosas, los labios sueltos de Sawyer me dan un vistazo a la mente y el
comportamiento de Tanner que nunca habría aprendido de otra manera.
—Nunca se ha preocupado por otra mujer. Aunque, estoy seguro de que
ya lo sabes. Pero mierda, te juro que está a punto de marchar hacia aquí y
romperme los putos brazos por atreverme a agarrarte.
Mordiéndome la mejilla para no reírme, espero interiormente que Sawyer
se equivoque. Tiene un espíritu tan travieso y juguetón que no me gustaría que
le hicieran daño. Estos chicos deben estar superunidos para que empuje a
Tanner tan lejos. Mataría por tener amigos en los que pudiera confiar tanto.
—No estoy segura de que se preocupe por mí. Probablemente solo esté
enfadado porque no me siento miserable ahora mismo.
—Ya veremos —dice Sawyer con la voz llena de humor—. Pero incluso si
es solo odio, nadie le ha hecho prestar atención antes. Y menos durante tanto
tiempo.
—Lo dudo mucho —respondo.
—No lo hagas. Los rumores sobre él son ciertos. Siempre ha tenido cuentas
pendientes. Sobre todo, con nuestras familias, pero eso le ha amargado en cierto
modo. Su madre no podría preocuparse menos por él y su padre solo le utiliza
para lo que vale. No estoy seguro de que haya tenido alguien que lo ame.
Si eso es cierto, es desgarrador. No puedo imaginarme no tener una
familia que me quiera. Pasar mi vida siendo una herramienta para ser usada o
una baratija exhibida.
Casi me ablanda el hombre que me mira con destrucción en su mirada.
Casi.
—Tiene un club de fans —le recuerdo a Sawyer—. Un grupo de mujeres
que estoy segura le han amado.
Sawyer se queda callado por un segundo, lo cual es inusual en él. Pero
entonces dice algo que me deja absolutamente pasmada.
—Como si alguna de ellas importara. Necesitas amar a alguien para que
su amor por ti signifique algo. Definitivamente necesitas confiar en ellos y Tanner
nunca ha confiado en nadie más que en nosotros.
Nunca lo había pensado de esa manera y solo me ablanda más. Me da un
vistazo bajo el duro exterior de un hombre que siempre ha sido un misterio.
Debe ser el alcohol. He sido lo suficientemente inteligente como para
cortarme después de la tercera cerveza, he rechazado el vino que me ofrecieron
algunas mujeres. Aun así, me siento más caliente de lo que debería, mis
músculos están sueltos a pesar del nerviosismo que siento ahora que Tanner está
a la vista.
No se sabe lo que le hará estallar. Y más allá de eso, no se sabe lo que hará
cuando suceda. Estoy segura de que será horrible. Al menos para mí.
Sawyer no parece darse cuenta. Sigue parloteando, dándome una gran
cantidad de información que estoy segura que Tanner no quiere que sepa.
—Todos nuestros padres son unos completos imbéciles. Ni siquiera voy a
tratar de mentir sobre eso. Son la razón por la que los gemelos están tan jodidos.
Demonios, por lo que todos nosotros estamos jodidos. Y mientras que la mayoría
de nosotros lidiamos con ello a nuestra manera, usualmente siendo idiotas,
Tanner y Gabe cuidan de todos. Creo que por eso Tanner está siempre tan
enfadado. No es fácil mantenernos a raya.
—¿Sabes lo que pienso? —Giro ligeramente la cabeza y sus ojos captan
los míos—. Creo que has bebido demasiado y has fumado demasiada hierba.
Sonríe, una muestra de dientes blancos y dos hoyuelos a los lados de la
boca que son señuelos para cualquier mujer que persiga.
—No me llaman Gula por nada. Es como dije, lidiamos con nuestra mierda
a nuestra manera. Yo elijo permanecer insensible todo el tiempo.
—También creo que Tanner te daría una patada en el trasero si supiera
que me estás contando todo esto.
Se encoge de hombros.
—Tal vez estoy tratando de hacerle enojar. —Sawyer se ríe de nuevo, con
un sonido profundo y suave—. Lo que significa que deberías dejarme agarrarte
las tetas para ver si se acerca furioso. Esto está durando demasiado y me estoy
aburriendo.
Vuelvo a girar y le doy una palmada en el hombro, mis labios se tuercen
en una sonrisa al ver el brillo malvado en sus ojos. La risa de Sawyer es
contagiosa y solo me hace sonreír más.
Pero el ruido a mi espalda me arrastra una navaja por la espina dorsal, el
roce de las patas de las sillas sobre el suelo de piedra, el repentino silencio de
la conversación que me da pistas sobre el punto de ruptura que sabíamos que
iba a llegar.
Me giro para mirar hacia el comedor y veo cómo Tanner se acerca a
nosotros, con la mandíbula apretada y los labios presionados, y sus ojos se
centran en Sawyer en lugar de en mí.
Hay pura malicia en esa expresión. Fría en lugar de caliente. Pero no es el
tipo de persona que pierde los estribos por completo. No como Ezra o Damon, o
incluso Jase.
Tanner es demasiado controlado, su objetivo siempre es golpeado con
absoluta precisión.
Y no me gusta que su objetivo sea Sawyer. Me preocupa más que si esa
mirada se fijara en mí en su lugar.
Cuando se acerca al grupo, una de las mujeres estira estúpidamente la
mano para tocarle la pierna.
—Tanner, ya es hora de que vengas a pasar el rato. —Cómo se le pasó por
alto la expresión de su rostro es algo que nadie sabe, pero retira su mano tan
pronto como él la mira—. O quizá no —añade débilmente, con la garganta
moviéndose para tragar.
Sus ojos vuelven a mirar a Sawyer y sé que tengo que hacer algo para
calmar la situación. Es aterrador ser el foco de esa ira y, aunque normalmente
soy lo suficientemente inteligente como para esquivar o correr como un
demonio, Sawyer solo se ríe a mi espalda, con sus brazos sujetándome más
fuerte.
Dios, estoy jugando con fuego por hacer esto, pero ¿qué mejor manera
hay de llamar la atención de Tanner que desafiarlo?
—¿Hay algo que podamos hacer para ayudarte? —Sus ojos color verde
musgo se dirigen a mí y me estremezco en respuesta a ello. Aun así, me niego a
retroceder, me niego a dejar que se produzca una pelea porque Sawyer haya
jugado con la mierda de macho alfa de Tanner—. ¿Vas a hablar o solo has venido
a mirarme?
La comisura de su labio se tuerce, pero no creo que le haya hecho gracia
lo que he dicho. Más bien está disfrutando de cualquier plan que esté urdiendo
sobre lo que me hará.
Agarrando las muñecas de Sawyer, le aparto los brazos y me siento
completamente. Me pongo en pie y me encuentro con la mirada de Tanner, atada
y decidida a llevarlo lejos de aquí.
—¿Sabes qué? Esto ha sido divertido. Pero me estoy aburriendo y debería
irme.
¿Has jugado alguna vez a la ruleta rusa? Yo no. Pero estoy bastante segura
de que esto es lo que se siente. Hay una ronda viva en algún lugar del cilindro y
estoy apretando constantemente del gatillo. Con cada clic, me estremezco y
espero que la bala explote y, cuando no lo hace, sé que se me acaban las
posibilidades hasta que lo haga.
Negándome a retroceder, me alejo, rozando a Tanner mientras me marcho
del salón con toda la intención de salir corriendo por la puerta principal. Voy a
necesitarlo después de lo que acabo de hacer. Mi única esperanza es que se
niegue a seguirme, o que pueda correr mucho más rápido que él.
Cuando llego al vestíbulo, oigo pasos detrás de mí. El corazón me salta a
la garganta cuando mi mano se posa en el pomo y un grito sale de mis pulmones
cuando me agarran por detrás, me hacen girar y me levantan para arrojarme
sobre un hombro.
—Déjate de mierdas cavernícolas —me quejo mientras sube las escaleras
de dos en dos antes de llevarme por un pasillo y luego por otro hasta lo que
supongo que es la habitación-prisión de invitados que me ha asignado.
No es que pueda ver a dónde vamos, no con su trasero en mi rostro.
Cuando por fin me lleva a donde quiere, cierra la puerta detrás de nosotros y me
deja caer en una silla, abro los ojos y me aparto el cabello para ver que me ha
llevado a un dormitorio mucho más grande que la pequeña prisión en la que me
había atrapado antes.
Me doy cuenta de que es la principal. Su habitación. Una cama grande y
una decoración oscura y masculina son la primera pista de que se trata de su
santuario.
Solo que estoy demasiado enfadada para echar un buen vistazo, mi rostro
se inclina hacia el suyo, nuestros ojos se cierran con el choque de acero que es
jodidamente típico cuando estamos juntos.
—No —digo simplemente, no voy a cometer el mismo error que Yale.
No importa que mi cuerpo tiemble tanto de rabia como de deseo. No
puede importar que me quede sin aliento al estar a solas con él.
Esos son sentimientos que solo tienen las mujeres estúpidas. Y nunca
conducen a nada productivo.
Me pongo en pie y paso junto a él en dirección a la puerta, pero me detiene
cuando su fuerte mano se posa en mi nuca y mi cuerpo gira hacia él con un
movimiento borroso mientras me acerca. Su boca choca contra la mía con una
posesión tan violenta que pierdo la respiración y el equilibrio.
Tanner se aprovecha de inmediato, su brazo se desliza alrededor de mí
mientras su cuerpo hace retroceder el mío con facilidad hasta que me aprieta
contra la pared. Me atrapa tan rápido que lucho contra él con mi lengua, una
danza sensual que me niego a dejar que dirija porque estoy demasiado loca para
someterme.
Eso solo le excita más, sus dientes me pican el labio inferior antes de que
su boca se enrosque contra la mía en una sonrisa arrogante.
—Sabes bien cuando estás enfadada —susurra contra mis labios, con sus
ojos verde oscuro clavados en los míos. Su peligrosa mirada se dirige a mi
boca—. Al menos esa parte de ti lo hace. Me pregunto a qué sabe el resto de tu
cuerpo cuando estás así.
Mis ojos se cierran y un temblor me recorre. No puedo recuperar el
aliento. Mi cerebro entra en guerra con mi cuerpo mientras mis muslos se
golpean.
—No somos buenos el uno para el otro.
—Lo sé —responde, su boca recorriendo la línea de mi mandíbula.
—Nos odiamos.
—¿Y qué? —Sus dientes me pican la oreja.
Me estremezco mientras mis labios se separan por la necesidad de
respirar más profundamente.
—Haces de mi vida un infierno.
La punta de su lengua se desliza para lamerme el punto del pulso, sus
labios calientes contra mi cuello.
—Deberías dejar de hablar y quitarte la ropa.
Esto es un error.
Una maldita estupidez.
No deberíamos hacer esto.
—¿Volvemos a hacer una tregua?
Niega, sus manos se aferran a mis caderas mientras sus dedos aprietan con
fuerza, las yemas se arrastran sobre mi piel mientras sus palmas se deslizan por
mi camisa.
—Esta vez no. Es más divertido cuando peleamos.
Hijo de puta…
¿Qué demonios estoy haciendo?
Mis manos empujan su camisa, tiran hacia arriba y se la quito mientras
levanta los brazos para mí, su pecho desnudo queda expuesto a mi vista cuando
suelto la camisa y su boca atrapa la mía de nuevo.
La mano de Tanner sube para sujetar mi rostro, sus labios se mueven sobre
los míos con una promesa tan pecaminosa que me retuerzo contra la pared, mis
dedos trazando las líneas de sus musculosos abdominales, bajando para tirar del
botón de su vaquero.
Ya no pienso, solo actúo por instinto, cada centímetro de mi cuerpo es
sensible a su contacto, mi corazón es un tambor que late demasiado fuerte.
Sus manos se dirigen a mi trasero para levantarme, mis piernas rodean su
cintura mientras baja la cabeza para morder la punta de mi pecho por encima de
la camisa.
—Debería decirte que pares, que esto es una mala idea —digo jadeando,
mis palmas se deslizan por su pecho y sus hombros mientras sus dientes me
pican suavemente el cuello.
—No te creeré.
Sonrío y me aleja de la pared para llevarme a su cama, dejando caer mi
cuerpo sobre el colchón.
Mirándole fijamente, pierdo la cabeza al ver que no ha hecho más que
mejorar desde Yale, el tamaño de sus bíceps más pronunciados, la definición de
su pecho y hombros una imagen de la perfección.
Mi mirada desciende y me muerdo el labio para seguir la línea de sus
músculos oblicuos hasta su pantalón.
—Quítatelo.
—Con mucho gusto —dice exhalando, y su vaquero se desliza por sus
caderas antes de que se lo quite de los tobillos de una patada, con su polla como
una línea gruesa y rígida bajo su calzoncillo negro.
Esto no es un momento de reflexión lenta. No es un dulce acoplamiento
con dos personas tímidas que esperan tomarse su tiempo con el cuerpo del otro.
No. Esto es una carrera hacia el premio. Una carrera llena de
desesperación. Una eventualidad que se ha ido construyendo desde el momento
en que me acorraló en el baño de mujeres del juzgado.
Sabía que terminaría aquí.
Él también.
Pero lo que pasa con la ira es que es difícil mirar más allá de la bruma de
la rabia roja para ver la verdad de lo mucho que quieres a alguien.
Incluso si esa persona es lo peor para ti.
Tanner se arrastra sobre mí mientras me quito la camisa, su mano me
desabrocha el sujetador con pericia antes de quitármelo de los brazos.
Me desabrocho el vaquero mientras su boca succiona la punta de mi
pecho, nuestros movimientos se coordinan con tanta fluidez que no hay pausas
ni momentos de tanteo para que reconsideremos lo que estamos haciendo.
No es que eso nos detenga.
No ahora.
No cuando los dos saldríamos de esta habitación doloridos si no
encontramos una salida para aliviar la ira y la tensión entre nosotros.
Somos dos fuerzas opuestas, pero constantemente empujadas juntas. Y
cada vez que ocurre, estalla en este momento.
Tanner me agarra por el cuerpo y me sube a la cama, sus manos se cierran
sobre el vaquero que me esfuerzo por quitar, las yemas de los dedos impacientes
rozando mis caderas y bajando por mis piernas mientras me lo quita y me lo
arranca por los pies.
Su palma se bloquea en la planta de mi pie derecho, empujando mi pierna
hacia arriba y abriéndola, y su boca caliente recorre un lento camino hasta el
interior de mi muslo. Me pellizca la piel, y yo salto, mis dedos se hunden en su
cabello oscuro cuando llega al vértice de mis muslos, su nariz presionando mis
bragas, su aliento caliente hundiéndose en la tela que ya está húmeda.
Me retuerzo y me agarra de las caderas para mantenerme en su sitio,
ralentizando intencionadamente el proceso para poder jugar conmigo. Me
aparta las bragas con los dientes y me lame lentamente la raja, y mis dedos se
enroscan más en su cabello mientras mi cuerpo se estremece.
El pulso de su aliento late entre mis piernas cuando habla.
—Joder, sabes mejor aquí abajo.
Y entonces su boca se cierra sobre mi coño mientras mi cabeza rueda
hacia atrás, mis piernas se cierran solo para que él baje sus manos de mis
caderas y las abra de par en par.
Tanner me ha tendido como un bufé, mi cuerpo indefenso ante la lengua
que rodea mi clítoris, los labios que lo chupan con fuerza hasta que gimoteo.
Otro movimiento de su lengua antes de que sus dedos se aferren a mis
muslos, su rostro bajando para que su lengua se introduzca dentro de mí, de un
lado a otro, con la burla de lo que se sentiría con algo más duro y más largo
mientras me desgarra.
La punta de su nariz roza mi clítoris y la agitación de un orgasmo cobra
vida, mi cuerpo demasiado caliente, mis dedos tirando de su cabello, mis piernas
temblando mientras la sensación de su boca perversa me lleva a un límite que
no estoy preparada para montar.
—Joder…
Mi espalda se arquea cuando el orgasmo estalla en mi interior, mi cuerpo
se vuelve rígido mientras me sujeta, devorándome con una lengua malvada y
unos labios crueles. Una oleada tras otra me asalta, la sensación es demasiado
intensa.
Cuando vuelve a succionar mi clítoris, desliza un dedo dentro de mí, mis
músculos se bloquean en él, la punta se curva para acariciar las paredes internas
mientras las estrellas estallan detrás de mis ojos apretados, un gemido sube por
mi garganta y es vergonzoso por lo fuerte que es.
Gracias a Dios, la música está muy alta en el piso de abajo, porque estoy a
punto de gritar el nombre de este hombre sin preocuparme de quién me oye.
Normalmente, odio todo lo que sale de su boca, pero ahora mismo estoy
dispuesta a escribir una oda a su habilidad. Cantar una balada. Expresar lo
maravilloso que es en la danza interpretativa. Lo que sea necesario para que esto
siga ocurriendo.
¿Cómo puede algo que me vuelve tan jodidamente loca también hacerme
sentir tan bien?
No es justo.
Cuando mi cuerpo baja, un sonido de pura aprobación masculina sacude
el pecho de Tanner, un gruñido bajo de satisfacción y victoria cuando suelta mis
piernas para subir por mi cuerpo.
Su boca y sus dientes recorren un rastro por mi piel hasta que su boca
reclama la mía de nuevo, el sabor de lo que me hace estallando contra mi lengua.
Sosteniéndose sobre mí con las palmas de las manos apoyadas en el
colchón, baila sus caderas sobre las mías mientras mis manos se deslizan por sus
brazos, mis dedos trazando la línea de sus antebrazos, la fuerza y el bulto de unos
bíceps que son como el acero bajo su piel.
Todavía lleva puesto el bóxer, la gruesa línea de su polla me provoca al
rozar mi coño, la tela demasiado áspera contra mi clítoris.
Me alejo de sus labios y abro los ojos para verle mirándome fijamente, con
un calor oscuro tras esos ojos verde musgo que me observan tanto en las
pesadillas como en las fantasías.
—Quítate el bóxer, Tanner.
Odio lo desesperada que suena mi voz, su aspereza, la desesperación que
brota de mí con cada sílaba porque este hombre me hace cosas que no deberían
ser legales.
Una sonrisa ladea la comisura de su malvada boca, sus ojos escudriñan mi
rostro mientras sus caderas se mueven de nuevo y me estremezco ante la
sensación.
Mis bragas siguen puestas y suben por mi raja, nuestros cuerpos se
mueven juntos, el mío resbaladizo por el sudor, y cuando abro la boca para
quejarme de nuevo, me agarra la barbilla con la mano, apretando para que mi
mandíbula no se mueva. Baja la cabeza para morderme el labio.
Lentamente, explora mi boca con su lengua, su pecho es un muro de calor
contra el mío, una burla de carne contra mis sensibles pezones. Cierro los ojos
para no rogarle que se mueva más rápido, que frote más fuerte, que haga algo
más que tomar el control y jugar con mi cuerpo.
Hablando contra mis labios, exige:
—Dime qué quieres.
Gruño en señal de queja y aprieto las sábanas con las manos cuando su
cabeza baja y me chupa la punta del pecho con tanta fuerza que noto cómo la
sangre se precipita hacia el lugar donde me sujetan sus labios.
El roce de sus dientes contra el pezón me hace saltar y su lengua acaricia
la piel antes de hacer lo mismo con el otro pecho.
—Ya sabes lo que quiero.
Una suave risa sacude sus hombros.
—Quiero oírte decirlo.
—¿Por qué?
—Para la posteridad. Así, la próxima vez que me digas que me odias,
podré recordarte que me rogaste que te metiera la polla, que te montara el coño
hasta que gritaras.
Por supuesto, eso es lo que quiere.
La desesperación es una perra malvada.
—Por favor, fóllame.
Otro gruñido, el sonido tan claramente masculino que vibra dentro de mí.
No solo se lleva a una mujer a la cama; la conquista. Y una vez que la tiene allí,
toma lo que quiere sin disculparse.
También debería odiarlo por esto.
Pero no es así.
Solo necesito que se mueva más rápido.
Su rostro se levanta hacia el mío de nuevo, puro calor en esos ojos, tanto
que me derrito bajo él.
—Dilo otra vez.
—Te odio por esto.
Su boca se tuerce en la esquina, pero entonces sus dientes raspan su labio
inferior y prácticamente me muero de lo hermoso que es.
—También me gusta cuando dices eso. Pero no es lo que quiero oír en este
momento.
Nuestras miradas se entrelazan, mi cuerpo vibra con la necesidad de que
cumpla todas sus amenazas, todas sus promesas, todas las fantasías que nunca
pude sacar de mi cabeza mientras estuve casada con Clayton.
—Fóllame. Ahora.
Su mirada baja a mi boca, de nuevo a mis ojos.
—Sí, señora.
Me rio porque esta es probablemente la única vez que hará lo que le digo.
Tanner es un bastardo, una fuerza traicionera que destroza mi mundo a la vez que
me hace desearlo.
Bajando por la cama, desliza sus dedos por debajo de los lados de mis
bragas y las arrastra por mis piernas, las yemas de sus dedos dibujando líneas
rojas por mi piel, un temblor recorriendo mi cuerpo mientras las saca de mis
pies.
Me agarra con las manos de las rodillas, me separa las piernas y me mira
el coño, estudiando con sus ojos cada centímetro expuesto de mí como si
estuviera memorizando la vista.
Mis caderas ruedan sobre la cama, el placer y el calor me invaden porque
puedo sentir lo que toca su mirada.
—Qué coño tan bonito —se burla.
Vuelvo a gruñir, tan condenadamente frustrada con él que quiero
agarrarlo por los hombros, ponerlo de espaldas y subirme para encargarme yo
misma de esto.
Debe saberlo, pura arrogancia en esa sonrisa, pura posesión en una
mirada que roza mi piel como si fueran las suaves yemas de los dedos.
Finalmente, se desprende de su calzoncillo, Tanner se gira para tirarlo de
la cama y se me corta la respiración al ver el tono muscular de su trasero
perfecto.
Cuando se da la vuelta, no me avisa antes de ponerme boca abajo y su
boca recorre un rastro de sensuales besos por la parte trasera de mis piernas,
por encima de mis nalgas y a lo largo de mi columna vertebral.
Me abre las piernas con las suyas, clava la polla en mi abertura, pero luego
me agarra del cabello para apretarlo en su puño. Mis labios se separan cuando
levanta mi cabeza y mueve sus caderas, su boca contra mi oreja mientras solo la
punta de su polla se hunde dentro de mí.
—Dilo otra vez.
—Voy a matarte —gimo, pero solo se ríe, moviendo sus caderas con un
empuje burlón, lo suficiente para que la punta roce mis músculos internos.
—Dilo —susurra—. Tu voz suena muy bonita cuando suplicas.
Un escalofrío me recorre la columna vertebral ante la oscura profundidad
de su voz y pierdo la cabeza por él.
—Por favor, Tanner. Fóllame.
Su polla se desliza más profundamente, un lento empuje que siento por
todas partes, pero aún no es suficiente.
—Fóllame —vuelvo a decir y su polla se hunde en casa, mis músculos se
adaptan al grosor y la longitud, sus caderas presionan contra mi trasero mientras
su mano aprieta más fuerte mi cabello.
Me besa la nuca con tanta ternura que me hace temblar y dice una última
cosa antes de que sus caderas empiecen a moverse.
—Creo que tu voz es la única que quiero oír decir esas palabras.
Había tanta honestidad en la forma en que lo dijo. Vulnerabilidad. Pero no
tengo tiempo de pensar en ello cuando sus caderas retroceden para volver a
avanzar, cuando su polla me llena mientras sus piernas se separan y obligan a
las mías a abrirse más.
Sujetándome el cabello, me besa una línea en el cuello, el colchón se
balancea bajo nosotros mientras impulsa mi cuerpo hacia delante con cada
empujón, su mano libre se sumerge debajo de mí para jugar con mi clítoris.
Me desgarro. En ese momento y sin previo aviso, su cuerpo me empuja a
través del orgasmo hasta que entierro mi rostro en la almohada para amortiguar
el grito.
No puedo aguantar más, mi cuerpo tiembla por la fuerza de la liberación,
mis músculos son como gelatina cuando saca su polla y nos mueve de nuevo, esta
vez poniéndome de espaldas mientras me indica que me ponga a horcajadas
sobre sus caderas.
Apenas puedo mantenerme en pie, con el cabello alborotado alrededor
de la cabeza y mi coño se hunde sobre su polla mientras lucho por mantenerme
en pie.
Sus ojos captan los míos y me indica que me agarre al cabecero de la
cama. Me da un poco de apoyo, pero no encuentro fuerzas para moverme a pesar
de lo mucho que lo deseo.
Una vez que mis dedos se agarran con fuerza al marco de hierro, él se
acerca para agarrarme el rostro, levantando la parte superior de su cuerpo sin
esfuerzo para besarme antes de susurrar contra mi boca.
—Agárrate fuerte, Luca. No he terminado.
Mis dedos se aprietan cuando me agarra por las caderas y empieza a
moverse debajo de mí, sus músculos se flexionan cada vez que sube, su mirada
oscura observa cómo rebotan mis tetas antes de bajar hasta donde su polla se
hunde dentro de mí.
Sigo la línea de su mirada y me hipnotizo al ver cómo se flexionan sus
abdominales con cada empuje.
Este hombre es una máquina.
Una obra de arte.
Un cuerpo creado y moldeado para seducir, atrapar y volver a una mujer
completamente loca.
Verme cabalgando sobre él debe ser demasiado. Con un rápido
movimiento, nos hace rodar de nuevo y se retira, lanzando chorros calientes de
su liberación sobre mi estómago, su boca reclamando la mía mientras se desliza
contra mí con la piel resbaladiza por el sudor.
Los dos nos quedamos sin aliento, nuestros corazones se aceleran con un
fuerte golpe, nuestros cuerpos pesan mucho donde se presionan.
Quiero odiarme por haberme entregado a él de nuevo. Quiero
prometerme que solo ha sido esta vez.
Pero sé que esto no es el final para nosotros.
Y sé que no podemos evitarlo cuando estamos juntos.
Nuestras peleas no son más que un juego previo que confunde nuestras
mentes.
A
la mañana siguiente me despierto tarde.
Abro los ojos para ver el sol en lo alto del cielo y me a apoyo
sobre un codo para darme cuenta de que estoy sola en la cama.
Las sábanas oscuras de Tanner están enredadas entre mis piernas,
su almohada aún está marcada por el lugar donde durmió, pero no hay rastro de
él en la habitación.
Me pongo en posición sentada y mi mirada se posa en el despertador. Es
casi mediodía y mis cejas se juntan con sorpresa porque nunca duermo hasta tan
tarde.
No es que durmiera mucho anoche. Cada vez que me giraba en la cama o
hacía algún movimiento, Tanner volvía a estar dentro de mí, con su cuerpo
domando el mío hasta la sumisión, hasta que le rogaba que se detuviera.
Perdí la cuenta después de la cuarta o quinta vez. Y mi cuerpo lo está
pagando ahora.
Todo me duele.
En el buen sentido, así que no me malinterpreten.
Pero apenas puedo moverme después de todas las posiciones en las que
me ha puesto, apenas puedo pensar con claridad cuando su olor sigue llenando
la habitación y estoy lo suficientemente loca como para querer más de él.
Preguntándome dónde está, me arrastro fuera de la cama y tropiezo con
su baño. Mis pies se detienen en su sitio al entrar y mis ojos se abren de par en
par al ver que su ducha es casi tan grande como mi habitación. Recorro con la
mirada las paredes de azulejos y cuento una docena de duchas cromadas, cada
una de ellas pulida y reluciente con la promesa de un calor húmedo que me hará
sentir mejor.
Después de usar el baño, abro la puerta de cristal de la ducha y me meto,
mi mano golpea un pomo que pone en marcha todas las duchas a la vez. Cuando
uno de los más bajos hace correr el agua entre mis piernas, golpeo con la palma
de la mano el azulejo para no doblarme.
Soy demasiado sensible ahí y me muevo para que mi cuerpo no responda.
Después de dejar que el agua masajee mis músculos cansados, vuelvo a
su habitación, me visto y salgo a buscarlo.
La casa está en silencio mientras bajo las escaleras. Desde la cocina, oigo
el chisporroteo de la comida, el olor del beicon y los huevos me atrae.
Sorprendida por el hecho de que Tanner sepa cocinar, atravieso el
vestíbulo y el salón, con pasos lentos mientras paso por delante de la mesa del
comedor para cruzar la puerta que, supongo, conduce a la cocina.
Ava está de pie junto a los fogones con una espátula en la mano y gira la
cabeza para mirar por encima del hombro cuando me aclaro la garganta.
—¡Oh, hola! Me alegro de que por fin te hayas despertado. Esperé un
tiempo para empezar a hacer algo, pero luego desistí cuando pensé que
dormirías todo el día.
Me acerco a la isla, saco un taburete y me siento.
—¿Dónde están todos?
Las dos llevamos la ropa de anoche y, mientras yo parezco un desastre,
ella está perfectamente arreglada.
Sus ojos marrones me miran, la comisura de su boca tirando hacia abajo.
—Fueron a buscar a Damon y Shane.
—¿Todos ellos?
Una carcajada sacude sus hombros.
—Sí. Por desgracia, se ha convertido en una necesidad en el último año.
Supongo que siete abogados es mejor que uno.
Confundida, la miro fijamente, levantando las cejas con la esperanza de
que se explique.
Ava deja caer la espátula sobre la encimera y se gira para mirarme.
—Shane y Damon fueron arrestados anoche… otra vez. Creo que es la
cuarta vez en los últimos doce meses.
—¿Por qué?
Es cierto que no conozco a los chicos lo suficiente como para
sorprenderme de nada de lo que hacen, pero, aun así, me choca escuchar que
dos hombres de veintiocho años, ambos abogados, debo añadir, hayan sido
arrestados tantas veces.
—Por pelearse —dice, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras
me muestra una sonrisa tambaleante—. Esos dos son un problema cuando están
juntos. Shane suele empezar las peleas y Damon las termina. —El beicon
chisporrotea a su lado, con un plato lleno de huevos ya preparado. Se gira para
retirar la sartén del fuego y niega—. Nunca se les acusa, pero solo porque Tanner
y Gabe son capaces de suavizar todo. Luego, por supuesto, tienen que pasar por
el proceso de borrar los registros de arresto. Eso vuelve loco a Mason desde que
le asignaron ese trabajo.
Después de poner el beicon en un plato con una toalla de papel para
absorber la grasa, lleva los dos platos a la isla y los coloca entre nosotras.
Supongo que ha estado aquí muchas veces, teniendo en cuenta lo cómoda
que está en la cocina. Solo tarda unos segundos en sacar los platos vacíos de un
armario y los cubiertos de un cajón.
—Deberías comer. Si los chicos llegan, esta comida se acabará en menos
de un minuto. Te la robarán literalmente del plato.
Sonríe y niego, y no puedo dejar de pensar en lo cercana que parece a
ellos.
Soy una idiota por querer aprovecharme de la situación, por utilizar a esta
mujer para saber más sobre el hombre que me ha estado volviendo loca desde
la primera noche que lo conocí en Yale.
Pongo la comida en el plato y mantengo mi voz informal.
—Parece que conoces muy bien a los chicos.
Una suave risa recorre la isla.
—Se puede decir que sí. Llevo casi diez años con Mason.
No lo digas. No lo digas. No lo digas…
—¿Cómo puedes hacer eso cuando está comprometido con otra persona?
Maldita sea. Las palabras se escapan de mi boca antes de que pueda
detenerlas.
Me mira fijamente y se ríe.
—En realidad, soy la mejor amiga de su prometida. Emily es la razón por
la que conozco a Mason. Y créeme, esos dos no se quieren. A ella le gusta otro
chico que está fuera de los límites. Es un desastre.
Mis ojos se abren de par en par ante eso.
—Oh.
—Sí… oh —dice con una sonrisa—. Pero no estoy segura de que tengas
mucho que decir sobre vivir imprudentemente yendo a la cama con un hombre
difícil. —Mis mejillas se calientan, mis piernas se deslizan una contra la otra
porque solo pensar en Tanner me recuerda a la última noche—. Tengo que darte
crédito, Luca. Has conseguido algo que nunca había visto antes. Y eso que llevo
mucho tiempo entre estos tipos.
—¿Qué es eso?
Mastica un bocado y me mira.
—¿Sabes que Tanner le dio una paliza a Shane en Yale después de la fiesta
a la que asististe?
—No.
Mis pensamientos vuelven a esa noche. No puedo recordar mucho de ella,
al menos no hasta la mañana siguiente. Pero recuerdo que Tanner dijo algo sobre
Shane, y creo que fue el tipo que se me acercó cuando estaba bailando.
Ava sonríe y levanta una ceja.
—No voy a decir que los chicos no se peleen entre ellos. Ocurre porque
son prácticamente hermanos. Pero Tanner nunca es parte de esas peleas. Él es
el que cuida de todos los demás. Para que se enfade tanto, debe haber pasado
algo y todos pensamos que ese algo fuiste tú. Los chicos no se pelean por las
mujeres. Como… nunca. Así que por eso eres una leyenda y yo había oído hablar
de ti.
No puedo evitar pensar inmediatamente en las fotos que me tomaron.
Tanner dijo que se había encargado del problema, que no le gusta que los
hombres se aprovechen de las mujeres borrachas. Tal vez Shane había sido la
persona que las tomó, que sería exactamente cómo Tanner puso sus manos en
ellas.
—Escucha —dice, señalándome con el tenedor—. Lo que Tanner hizo
anoche por culpa de Sawyer fue una locura. Si no le hubieras enfrentado, lo cual
fue valiente, por cierto, habría habido otra pelea.
—Dudo que…
—No deberías… —Se calla por un segundo, toma un bocado de tocino
mientras sus ojos se inclinan hacia mí—. Te ha reclamado, Luca, y espero que
sepas qué demonios estás haciendo, porque Tanner nunca ha actuado así con
una mujer. No estoy segura de que entiendas lo que está pasando aquí. —Oh, no.
Casi puedo garantizar que no tengo ni idea de lo que está pasando. Tanner me
mantiene en la oscuridad a propósito. Me abstengo de decir eso, sin embargo.
Estoy demasiado conmocionada para discutir—. De todos modos, creo que
tienes bolas de acero. Tanner es intenso. Me asusta mucho, para ser honesta.
—Ezra me da mucho más miedo —admito.
Su boca se estira en una sonrisa cegadora.
—¡Chica! Sí. Ese hombre es aterrador.
Las dos nos reímos, pero luego su expresión se suaviza.
—Sin embargo, no es su culpa. No después de lo que sus padres les han
hecho a todos ellos. Ha sido más duro para los gemelos. Pero todos los chicos
fueron maltratados de alguna manera. —Su expresión se suaviza, aunque me
parece ver una chispa de ira en sus ojos, de dolor y pena—. De todos modos,
ninguno de ellos lo admitirá. No abiertamente, y se supone que yo no lo sé. Pero
Mason se ha abierto algunas veces y lo que me ha contado me ha hecho desear
la muerte de sus padres. Los chicos son solo otra forma de hacer dinero para esos
idiotas. Siempre lo han sido. Y por eso, Tanner, Gabriel y todos ellos, se
mantienen unidos.
Necesito saber más.
Esto.
Esto de aquí es algo que finalmente puede ayudarme a entender los
problemas de actitud de Tanner un poco mejor.
No, no puedo esperar que salga y admita cómo ha sido su vida, no con lo
reservado que es. Pero le añade un poco de humanidad. Me hace más fácil
comprender por qué hace las cosas que hace.
Dejo caer el tenedor en el plato y me limpio los labios con una servilleta.
—Conocí a Jerome Dane en la fiesta del sábado pasado.
Sus cejas se levantan.
—¿Warbucks? Ese tipo es una pieza de trabajo. Pero el padre de Tanner
es lo peor. Juro que el hombre no tiene alma. —Haciendo una pausa, parece
dudar en seguir hablando, pero finalmente me mira—. Se supone que no debo
saber esto, pero cuando Tanner tenía nueve o diez años, su padre…
La puerta de la izquierda se abre de golpe y mis manos se cierran en un
puño ante la interrupción. Por fin estaba consiguiendo algo de información y
ahora no puedo con todos los chicos entrando.
Sin embargo, mi enfado desaparece de inmediato. Sobre todo, cuando veo
a Ezra prácticamente cargando con su hermano, con las manos de Damon
destrozadas y el rostro magullado y ensangrentado.
El olor a alcohol asalta mi nariz y Damon debe estar todavía borracho,
porque se ríe como si todo aquello fuera divertido.
—En serio —dice Damon—. El tipo se lo buscó. Los siete lo hicieron.
¿Se enfrentaron a siete tipos ellos solos? ¿Cómo de locos están?
A juzgar por la expresión de Ezra, no le ve la gracia tanto como su gemelo.
Detrás de él, Taylor y Mason ayudan a Shane a pasar por la puerta, su
rostro no es mejor que el de Damon. Entrecierro los ojos sobre Shane porque
tengo la ligera sospecha de que fue él quien me sacó las fotos en Yale.
—Por eso no se les permite salir a los bares solos —suelta Mason con la
voz tensa por la ira—. Ahora voy a tener que pasar la próxima puta semana
borrando esta mierda de su expediente.
Me vuelvo hacia Ava cuando pasan junto a nosotras y sus cejas se disparan
hacia mí. Se levanta lentamente de su asiento y deja su plato para seguir a Mason.
La voz de Tanner atrae mi atención de nuevo a la puerta y veo cómo entra
con Gabriel a su lado. Jase y Sawyer entran detrás de ellos.
—¡Comida!
Sawyer corre alrededor del grupo para llegar a la isla. En cuestión de
segundos, ha devorado lo que quedaba en el plato de Ava y se acerca para tomar
el beicon del mío.
Le doy una palmada en la mano para proteger mi desayuno, solo para que
sea sacudido a la izquierda cuando Tanner le empuja.
Tomando todo el plato de huevos, lo lleva hacia el pecho de Sawyer y le
señala el comedor.
—Pero yo quería el tocino —se queja Sawyer.
Jase agarra el plato con una mano y el brazo de Sawyer con la otra.
—Vamos, idiota. No necesitamos que se repita lo de anoche. ¿Cuál es la
regla?
Se están alejando cuando Sawyer responde:
—Nos mantenemos alejados de Luca.
Mis cejas se juntan y, una vez que salen de la habitación, me vuelvo para
mirar a Tanner y Gabriel. Ambos están de pie cerca del mostrador, con los ojos
clavados en la puerta que lleva al comedor.
Los dos llevan trajes completos, el de Tanner es gris oscuro y el de Gabriel
es de raya diplomática.
—¿Qué fue eso?
La oscura mirada de Tanner no se mueve de la puerta, pero Gabriel mira
en mi dirección y mueve la cabeza en una petición silenciosa para que lo deje
estar.
Mis ojos se deslizan de nuevo hacia Tanner, con la preocupación que me
corroe porque no parece el mismo de siempre.
Hay algo peligroso en sus pensamientos, algo que pesa sobre sus
hombros.
No me ofendo cuando sale de la habitación con una zancada furiosa sin
reconocerme, mis ojos le siguen porque quiero saber qué pasa por sus
pensamientos.
Cuando lo pierdo de vista, me vuelvo para ver a Gabriel mirándome
fijamente, con sus ojos verdes ensombrecidos por ojeras.
—¿Una mañana dura?
Enarca una ceja y cruza la habitación para situarse en el lado opuesto de
la isla.
—Se puede decir que sí.
—¿Está Tanner bien?
Gabriel lanza una mirada a la puerta y de nuevo a mí.
—Al final lo estará. No es la primera vez que nos enfrentamos a esto y estoy
seguro de que no será la última.
—¿Debería ir a hablar con él?
Niega, el humor que normalmente veo en sus ojos está ausente.
—Creo que sería mejor que salieras con Ava durante unas horas hoy. Dale
algo de tiempo para que se calme.
Ahora estoy más preocupada.
—¿No tienes miedo de que huya? ¿O has olvidado que Tanner me tiene
atrapada aquí?
Sonríe.
—Me gusta pensar que volverás de buena gana. Sobre todo, si soy yo
quien lo pide amablemente.
Vaya.
Vale.
Gabriel está actuando como un idiota al dejarme salir de esta casa, lo que
significa que lo que sea que haya pasado esta mañana con Shane y Damon lo ha
sacudido hasta la médula.
Por lo que he visto, nada sacude tanto a estos hombres.
—Iré a buscar a Ava.
—Gracias. —Asintiendo mientras me levanto para irme, me alejo unos
pasos antes de que me llame—. Luca. —Me giro para mirarle—. Hazme un favor
y aléjate de Sawyer. Es un idiota y no merece tu tiempo.
Poniendo los ojos en blanco, siento una pequeña punzada de orgullo al
pensar que Tanner le da tanta importancia a esto, pero sigo negándome a que
ningún hombre me diga con quién puedo hablar.
Puede que Tanner y yo hayamos tenido sexo, pero eso no significa que
estemos en los mejores términos. Todavía tiene mucho que compensar después
de todas las cosas de mierda que me ha hecho.
—No voy a dejar que Tanner dicte lo que hago. Deberías saber eso,
Gabriel. Y si quiere enfadarse conmigo por eso, es su problema. He discutido
con él antes y he vivido para contarlo. Estaré feliz de hacerlo de nuevo.
Gabriel sonríe, algo no dicho detrás de sus ojos.
—No eres tú quien me preocupa, amor. No me gustaría que le pasara algo
malo a Sawyer.
Ni siquiera estoy segura de qué decir al respecto.
En lugar de cuestionarlo, opto por mantener la boca cerrada por una vez.
Debería evaluar bien esta situación antes de decidir mi próximo movimiento.
E
stoy harto de esta mierda.
Una furia fría fluye a través de mí mientras corro escaleras
arriba para tomar una ducha y quitarme el hedor de la cárcel. No
es que oliera tan mal como Shane o Damon saliendo de ese lugar,
pero con solo pasar seis horas allí fue suficiente para alterar mis nervios de la
manera incorrecta y dejar un sutil olor a sangre, sudor y orina en mi piel.
Me quito la chaqueta al entrar en la habitación, la tiro sobre mi cama y tiro
de mi cinturón para desabrocharlo. Dejando eso a un lado, me doy la vuelta
mientras me quito la corbata, mi mirada aterriza en la cama donde dejé a Luca
durmiendo esta mañana, su pequeño cuerpo acurrucado pacíficamente bajo las
sábanas.
¿Es espeluznante que me hubiera quedado aquí mirándola durante lo que
se sintió como una hora antes de irme? Es la primera mujer que dejo dormir en
mi cama, la primera que realmente quería que se quedase.
No puedo entenderlo, y tal vez por eso la miré durante tanto tiempo.
Decir que estaba furioso cuando recibí la llamada sobre Damon y Shane
sería quedarse corto. Pero me levanté y me obligué a salir por la puerta a pesar
de todo.
No fue fácil.
No con ella estirada sobre mi cama como una provocadora rogándome
que me quedase.
Tal vez fue la culpa lo que me mantuvo allí durante tanto tiempo.
No puedo decir eso exactamente, nunca sentí pena por lo que hice. Los
juegos que jugamos han sido nuestra vida desde que tengo memoria.
Todo era tan natural antes de que llegara Luca, un proceso que nuestros
imbéciles padres nos inculcaron a golpes, un comportamiento aprendido que
usamos para manipular nuestro mundo y las personas que nos rodeaban.
Realmente, al principio fue un juego de niños, literalmente. Hacerle un
favor estúpido a otro niño cuando éramos muy pequeños y luego obligarlo a
comer barro como pago.
Obviamente, eso cambió a medida que envejecíamos y el precio que
exigíamos por los favores adquirió un significado más significativo. Cuando
comenzamos la escuela secundaria, nuestros juegos se volvieron crueles.
Dirigimos la escuela e intimidamos a todos para que se sometieran.
Cogimos a quien quisimos, peleamos cuando queríamos, convertimos la vida de
todos los estudiantes en un infierno a menos que se alinearan.
No fue hasta la universidad que el precio que exigimos influyó en los
negocios de nuestros padres.
Esencialmente, fuimos moldeados para eventualmente asumir el control
una vez que nuestros padres se jubilaran y nunca me arrepentí de ninguno de los
juegos.
Hasta ahora.
Hasta Luca.
Al entrar en la ducha para quitarme el sutil perfume del hedor de la cárcel,
me pregunto si es por eso que he jodido tanto la situación con ella. Es posible
que no haya alineado las piezas tan expertamente como sé que puedo porque no
he querido aplastarla por completo.
Eso, y que disfruto de su molesto hábito de contraatacar. Un hábito que me
hace sonreír cada vez que lo intenta.
Quizás simplemente no quiero destruir el espíritu de alguien que me
fascina. Parece incorrecto hacerlo. Como si hacerlo fuera similar a destruir un
artefacto único en su clase, algo que, una vez que se ha ido, nunca podrá ser
reemplazado.
No estoy seguro, y no puede importar en este momento porque tengo otro
problema que manejar, uno que tiene mis manos apretadas en puños y mis
dientes rechinando tan fuerte que el dolor se está disparando por mi mandíbula.
Media hora después y estoy entrando en otra comunidad cerrada, un
vecindario exclusivo donde varios de nosotros crecimos. Cada mansión en este
lugar cuesta no menos de veinte millones, un enclave reservado para quienes
tienen más poder y dinero.
Afortunadamente, no me dirijo a la casa de mi infancia en este viaje.
Conduzco hacia donde crecieron los gemelos, una monstruosidad de casa,
propiedad de un hombre que siempre ha sido el más temperamental de nuestros
padres.
Él es el motivo de la pelea de anoche, su llamada telefónica con Damon
desencadenó a su hijo. Como de costumbre, Shane se había aprovechado de eso.
Los gemelos son un problema de por sí, pero cuando agregas a Shane a la
ecuación, siempre es peor.
Shane es un instigador del más alto nivel, un imbécil que comenzará una
pelea intencionalmente pero luego saldrá de ella para poder reírse del caos. No
sigue las reglas y rara vez cumple con lo que se le exige.
A veces, sus habilidades son útiles, lo cual es la única razón por la que no
le he golpeado el trasero más a menudo por la mierda que hace.
Estaciono junto al gran porche delantero, salgo del auto y subo los
escalones para sorprender al padre de los gemelos, William.
Es mejor que lo agarre con la guardia baja, le da menos tiempo para
prepararse para lo que planeo hacer.
Toco el timbre y espero con impaciencia a que el mayordomo conteste,
sus ojos se abren con sorpresa al verme.
—Señor Caine. Ha sido un largo tiempo. Por favor entre.
Me lleva a una sala de estar junto al vestíbulo y me ofrece una bebida, la
cual rechazo, antes de salir corriendo para decirle a William que estoy aquí.
No tengo mucho plan en mente, solo la necesidad de poner todo mi peso
y recordarle a William que los gemelos ya no son suyos para joder. No estoy
seguro de que alguna vez sepamos lo que les hizo a sus hijos para deformarlos
así. Pero eso no es lo que me importa en este momento.
Lo único que me importa es que sepa que esos días terminaron.
El único idioma que William Cross puede entender es el mismo idioma
que le enseñó a sus hijos:
Ira y violencia.
Es por eso que no le doy tiempo para que se oriente cuando entra en la
habitación, porque mi puño se conecta con su nariz, la sangre estallando
mientras tropieza hacia atrás.
Es por eso que aprieto mi antebrazo contra su garganta mientras lo empujo
contra una pared, y lo miro con desprecio al bajar mi rostro hasta que estamos al
nivel de los ojos.
—Casi matas a Damon. Y, joder, ya me harté de eso.
William me devuelve la mirada, sangre goteando de ambas fosas nasales
mientras lucha por romper mi agarre sobre él.
Hace años, no fui lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a este
bastardo, pero el tiempo ha perfeccionado mi cuerpo con músculos mientras su
vejez lo ablandó.
—Entonces crees que ahora eres grande y malo, ¿eh?
Lo golpeo de nuevo, su cabeza gira a la izquierda antes de dar un paso
atrás para dejar que su cuerpo se deslice por la pared y caiga al suelo.
William se limpia la sangre de la boca mientras su mirada se arrastra hasta
mi cara. No es que sea nuevo en la violencia. Lo entendí antes de venir aquí. Así
que no me sorprende cuando una carcajada brota de su garganta.
—Supongo que sí piensas eso. Pero sigues siendo un idiota que tiene que
acercarse sigilosamente a un hombre sin previo aviso para causarle daño.
Arqueando una ceja, estiro mi mano para aliviar el dolor de golpearlo.
—Esta es una advertencia. Si vuelves a joder sus vidas, no seré tan amable
contigo la próxima vez.
William endereza su cuerpo contra la pared, la sangre aún gotea por su
boca hasta chorrear por su barbilla.
Más risas mientras sacude la cabeza.
—Sabes, es propio de ti concentrarte en las cosas que no importan.
Siempre has sido así, Tanner. Un jodido dolor en el trasero que no sabe cuándo
hacer lo que le dicen. Por qué tu padre aguanta esa mierda, nunca lo sabré.
Debió haberte asfixiado en tu cuna cuando tuvo la oportunidad.
Lanzándome hacia adelante, lo agarro por el cuello y lo arrastro por la
pared.
—Por desgracia para ti, no lo hizo. No vuelvas a llamar a los gemelos. No
te acerques a ellos. Porque la próxima vez que te visite, no sobrevivirás.
Sus labios se abren mientras intenta tomar aire, sus ojos marrones
sostienen los míos con furia detrás de ellos.
Aflojando mi agarre, lo golpeo de nuevo, una sonrisa estira mis labios y su
cabeza se echa hacia atrás antes de caer por segunda vez.
—Ha sido divertido ponernos al día —digo cuando camino tranquilamente
fuera la habitación, pero William me llama, deteniéndome en mi lugar.
—¿Cómo le ha ido hoy a Luca, Tanner? ¿Realmente la tienes tan acorralada
como dices?
Girándome para mirarlo, deslizo una mano en mi bolsillo y doy un paso
atrás.
—¿Qué sabrías de eso?
Sonríe, su expresión tensa dada la repentina hinchazón en su rostro.
—Ustedes chicos, actúan como si no estuviéramos prestando atención. Los
nueve son jodidas decepciones.
—Volviendo a Luca —digo sin humor para su habitual queja de que somos
hijos inútiles que nunca llegaremos a nada—. ¿Por qué la mencionarías?
Sus ojos se levantan hacia los míos, algo escrito detrás de ellos que
provoca una nueva ola de ira dentro de mí.
—Solo digo que quizás quieras vigilarla mejor esta vez. Te quedan tres
semanas para terminar este juego. Es la última oportunidad que te daremos.
Se ríe y escupe sangre de su boca, un diente que debí haber soltado
tintineando contra el piso.
—Tu reloj empezó el conteo ayer, Tanner. Te sugiero que empieces a
correr. —Mirándome, sonríe—. Tic tac.
C
uando salí de la casa de Tanner, lo había hecho con la intención de
regresar. Sentí lástima por él de una manera que sé que es
peligrosa. Aun así, el sentimiento estaba ahí.
Entre lo que Ava había admitido y lo que vi cuando trajeron a Damon y
Shane a casa, sabía que Tanner estaba en un mal lugar.
Pero a medida que avanzó el día y lo pasamos caminando por el centro
comercial antes de almorzar tarde, la realidad se apoderó de mí.
Nada ha cambiado desde el momento en que Tanner me arrinconó en el
juzgado. Todavía estoy en bancarrota, sigo sin recuperar el dinero que Clayton
me debe y sigo sin poder llegar a los servidores de mi padre porque no tengo
auto.
Aunque los chicos se habían relajado a mi alrededor, y Tanner y yo
cometimos el error de dormir juntos de nuevo, sigo siendo un juego para que él
pueda conseguir lo que quiere.
Sería fácil arrojarles la información, cobrar mi dinero y terminar con él.
Everly cavó su propia tumba al meterse con Jase, y no es como si estuviera
demasiado preocupada por mí después de huir.
No he sabido nada de ella en años, lo cual es en parte culpa mía, pero eso
no excusa para que me oculte sin la menor advertencia de que podrían volver a
perseguirme.
Odio hacerle esto a Ava, pero no volveré a casa de Tanner. No de buena
gana. No cuando todavía necesito encontrar una manera de ganar este juego sin
que nadie se lastime en el proceso.
Sería increíblemente estúpido de mi parte pensar que algo ha cambiado.
Y he cometido ese error antes. Después de acostarme con Tanner en Yale, pasé
una semana entera pensando que de alguna manera había ganado.
Pero luego cayó el martillo y volvió a mostrar sus verdaderos colores,
demostrando que me dejaron creer que yo tenía la ventaja mientras ellos
estuvieron sentados en el asiento de la victoria todo el tiempo.
Esta tiene que ser una trampa más.
Su plan para endulzar las cosas.
Hacerme creer que pueden ser personas decentes.
Hacerme bajar la guardia tanto que nunca veré venir el final del juego.
No volveré a caer en la trampa. No ahora, cuando hay tanto que perder.
—Probablemente deberíamos regresar —dice Ava mientras caminamos
por un pequeño parque que está cerca del restaurante donde almorzamos—.
Mason empezará a preocuparse ya que le dije que solo estaríamos fuera una o
dos horas. —Revisa su teléfono—. Hace cinco horas que nos fuimos.
Es una mierda que Ava esté tan cerca del Inferno. Es fácil estar cerca de
ella, una buena persona genuina, y tengo muy pocas personas a las que pueda
llamar amigas.
Y aunque nuestra conversación no ha vuelto a lo que me estaba diciendo
esta mañana, nunca nos hemos quedado sin temas para discutir, principalmente
sobre nuestros intereses y pasatiempos, sobre nuestros recuerdos de la vida en
la universidad u otras cosas al azar.
Me agrada bastante. Pero no estoy segura de poder confiar en ella debido
a su relación con Mason y Tanner.
—¿Te importaría pasar por mi apartamento en el camino de regreso? No
tengo mucha ropa en la casa de Tanner y necesito recoger algunas cosas.
Mi plan es simple, de verdad. Ir al apartamento, recoger algo de ropa
como si tuviera la intención de salir por la puerta de nuevo y cerrar la puerta
detrás de ella cuando salga delante de mí.
Bloquearé la cerradura e ignoraré cualquier demanda que sea gritada a
través de la puerta cuando Tanner finalmente aparezca para acompañarme de
regreso a su casa.
No podrá permanecer ahí para siempre y, mientras tanto, yo decidiré qué
hacer a continuación para escapar.
Sé que lo primero que necesito es revisar mi auto. No, no podré
conducirlo, no después de la cantidad de daño que causó el accidente. Pero
posiblemente pueda obtener un auto de alquiler gratis a través de mi seguro
mientras procesan mi reclamo de daño totalizado.
—Sí, en realidad iba a sugerir eso —contesta Ava, sus ojos rastreando una
familia de patos que se deslizan suavemente por el agua—. Creo que es una
mierda por parte de Tanner arrastrarte a su casa sin darte la oportunidad de
empacar. Y extraño.
No tiene ni idea.
Sin saber si me la asignaron como espía, no quiero decir mucho sobre lo
que está pasando. Gabriel la llamó amiga, pero eso no significa mucho.
Regresamos al auto y nos dirigimos a mi casa.
Cuando pasamos por el taller de autos donde trabaja Priest, miro para
notar que mi auto no está a la vista. Me pone un poco nerviosa, pero supongo que
lo trasladó a uno de sus garajes para ocultar los restos de la vista de sus clientes.
Ava entra en mi estacionamiento y encuentra un lugar cerca de las puertas
de entrada. Me da una mejor idea de cómo deshacerme de ella.
—Si quieres, puedes esperar en el auto mientras yo voy.
Me mira, su labio tirando entre sus dientes, sus palabras vacilantes.
—Probablemente debería ir contigo. Quiero decir, si te parece bien.
Sentarme sola en el estacionamiento parece aburrido.
Ajá.
Lamentablemente, eso acaba de confirmar que Ava es, de hecho, una
niñera. No es porque no quisiera esperar en el auto, sino más bien la forma en
que me respondió con culpa en su tono de voz.
No todo el mundo es un mentiroso tan experto como Gabriel.
¿Qué haría ella si salgo corriendo a toda velocidad? Lamentablemente,
aunque desearía que fuera factible para mí salir disparada, el ascensor perezoso
en mi edificio evitaría el escape.
Volvemos al plan uno.
Dejarla fuera.
Cerrar la puerta.
Ignorar al imbécil que de hecho va a aparecer haciendo demandas que
me niego a cumplir.
—No me importa en absoluto. Vamos.
Como de costumbre, el ascensor se toma su tiempo para bajar siete pisos
mientras esperamos en el vestíbulo. Ava sigue revisando su teléfono, noto, sus
pulgares se mueven rápidamente para enviar un mensaje de texto.
—¿Mason se está volviendo loco porque aún no hemos vuelto?
Me mira, sacude la cabeza.
—Estará bien. No es como si pudiera quedarme allí esta noche. Mañana
tengo que estar en el trabajo. Simplemente odia cuando tengo tiempo libre y no
lo paso con él.
Para ser honesta, es un poco sorprendente escuchar eso.
—No lo tomé como del tipo pegajoso.
Ava suspira.
—No lo es. Pero con la boda que se avecina sobre nosotros en los
próximos dos años, se siente como si un reloj avanzara y se nos estuviera
acabando el tiempo.
Su expresión decae y siento lástima por ella. Esos dos parecen amarse de
verdad y su situación no es justa. Me hace sentir aún más imbécil por lo que estoy
a punto de hacerle.
Las puertas del ascensor se abren con el repugnante sonido de medio
zumbido al que me he acostumbrado.
Al entrar en la cabina, caemos en un incómodo silencio mientras
comenzamos a arrastrarnos lentamente hasta el séptimo piso. La luz fluorescente
destella sobre nuestras cabezas, y siento un poco de vergüenza cuando se
sacude en el quinto piso antes de resonar para seguir subiendo.
—¿Es seguro esto? —Ava alza la mirada ante el sonido quejumbroso
proveniente del motor.
Mis mejillas arden aún más por la vergüenza.
—No me ha matado todavía —contesto, pensando que es la mejor
respuesta que puedo darle—. Este lugar es todo lo que puedo pagar después de
que Clayton me dejó. Pero espero poder mudarme pronto.
Su cabeza se inclina.
—No quiero parecer grosera, pero ¿por qué diablos te casaste con
Clayton Hughes?
No se equivoca al verse tan disgustada. Clayton fue un error desde el
principio, uno que no habría cometido si no me hubiera sentido tan desesperada
en ese entonces.
—Apenas salí con él en Yale antes de irme a casa en Georgia, pero todavía
seguíamos hablando y mi mamá se estaba muriendo. Creo que perdí la cordura
por un tiempo. Cuando me pidió que me casara con él, pensé que tal vez podría
funcionar. Pero, en realidad, solo quería que mi mamá viviera lo suficiente para
verme casarme. Tomé una decisión estúpida.
Asiente.
—¿Una por la que estás pagando ahora?
Me río, el sonido carece de humor.
—Sí, puedes decir eso.
—¿Entonces nunca lo amaste?
El ascensor se detiene lentamente, las puertas se abren a paso de tortuga
en mi piso cuando me doy cuenta de la única respuesta honesta que tengo a esa
pregunta.
—Odio admitirlo, pero nunca lo hice. Traté de convencerme de que podía,
pero no sucedió.
Duele darse cuenta de la verdad. Clayton y yo tuvimos un matrimonio sin
amor desde el principio. Nuestra luna de miel duró poco porque se enfermó y
tuvimos que volver. Luego me molestó tanto que mi madre muriera que ni
siquiera dormimos en el mismo lugar. Me quedé con ella hasta que se fue.
Después de eso me mudé de Georgia, pero para ese entonces, ya me
estaba engañando constantemente. En todo nuestro matrimonio, tuvimos
relaciones sexuales una vez. E incluso eso fue incómodo y horrible.
Mirándola, le doy una sonrisa temblorosa.
—Intenta casarte con un hombre con el que no tienes sexo. Así de malo fue
nuestro matrimonio.
Sus ojos se abren y una ligera risa sacude sus hombros mientras
caminamos por el pasillo. La miro por eso, pero se encoge de hombros.
—Lo siento, es gracioso que ambas tengamos vidas tan jodidas cuando se
trata de hombres. Te casaste con un hombre que no amabas y estoy saliendo con
el hombre que amo mientras me preparo para verlo caminar por el pasillo con
otra mujer.
Sonriendo ante eso, empujo su hombro con el mío.
—Deberían hacer adornos para tartas específicamente para nuestras
situaciones.
—¿La mía me tendría de pie detrás de ellos, golpeando a la novia en la
cabeza con su propio ramo?
Me río.
—Sí, y la mía sería yo metiendo la cara del novio en el pastel mientras un
demonio espera en el fondo feliz para hacer de mi vida un infierno.
Ava me agarra del brazo y me detiene antes de que lleguemos a la puerta.
—Con el tiempo mejorará para las dos. Tiene que hacerlo.
No estoy tan segura de eso, pero acepto la mentira.
—Claro que lo hará. Estoy segura de que nuestra suerte cambiará en
cualquier momento. Todo lo que tenemos que hacer es ser…
Cuando mi mano toca el pomo de mi apartamento, la puerta se abre con
un chirrido irritante.
Todo lo que puedo ver es un lío de muebles volcados, papeles esparcidos,
platos rotos y fotografías baratas enmarcadas arrancadas de las paredes.
—… pacientes —murmuro, terminando un pensamiento que no tenía
esperanzas de ser verdad sin importar cuánto quisiera que fuera así.
—Buen lugar —bromea Ava, pero cuando ve la expresión de mi rostro, su
expresión decae—. Supongo que no lo dejaste así.
—No —contesto mientras camino adentro, mi corazón se hace añicos
porque esto era lo último de todo lo que tenía a mi nombre, la pequeña cantidad
que pude conseguir para mí en un mundo que tiene la intención de patearme el
trasero.
Todo está destruido. Los muebles baratos están rotos con un tajo así que
el relleno se desborda. Todos los gabinetes se encuentran abiertos con algunos
colgando tristemente en sus bisagras rotas.
Los cajones han sido saqueados y lo poco que me quedaba de mi vida en
Georgia ahora es un montón de vidrio roto y metal retorcido, todos los marcos
rotos y las fotos esparcidas.
Giro en el lugar y miro hacia mi habitación, el miedo trepa por mi garganta
al pensar que las cajas de mi armario también han sido destruidas.
Corriendo hacia allí, abro la puerta solo para ser derribada a un lado
cuando un hombre grande sale corriendo, su rostro cubierto por un
pasamontañas negro y su ropa toda negra.
Avanza rápidamente por el pequeño pasillo justo cuando Ava dobla la
esquina. Chocan entre sí, su antebrazo subiendo hasta su garganta mientras la
golpea contra una pared.
Bajando su rostro a un lado de su cabeza, su mano se desliza por su cuerpo
para inmovilizar su pecho contra la pared.
El terror se postra en su expresión cuando una lágrima corre por su
mejilla.
Oh, diablos, no. No voy a dejar que este imbécil la lastime. Me niego
rotundamente a quedarme aquí y no hacer nada.
Un grito sale de mi garganta y hago lo único que se supone que nunca
debes hacer cuando te enfrentas a un oponente dos veces más grande que tú.
Corro directamente hacia él, saltando para envolver mis brazos sobre sus
hombros y alrededor de su garganta, la adrenalina en mí me hace actuar sin
pensar.
Me devuelve el golpe y me quedo alojada entre su gran cuerpo y la pared
mientras Ava grita en su búsqueda por rescatar a la persona que intentó
rescatarla.
Pero justo cuando se lanza hacia adelante con un gruñido que brota de su
garganta, el imbécil se aleja de mí, soltando mi agarre fácilmente mientras se
gira para salir corriendo del apartamento y por el pasillo.
Ambas lo seguimos y lo observamos cuando se mete directamente en la
escalera, sus pasos pesados son un ritmo en retirada cuando la puerta se cierra
de golpe detrás de él.
—Santa mierda —dice Ava—. ¿Estás bien?
Medio en estado de conmoción, sacudo la cabeza, pero luego la miro y
asiento.
—Sí, estoy bien. ¿Tú?
Asiente.
—¿Tienes alguna idea de quién era ese tipo?
Es obvio que está en pánico, sus mejillas enrojecidas y su garganta
sonrosada donde el hombre la había apretado con el brazo.
Niego de nuevo, todavía demasiado conmocionada para procesar lo que
acaba de pasar.
—Deberíamos llamar a la policía —dice—, o a los chicos. O ambos.
Mierda, ¿qué acaba de pasar?
Obviamente, alguien estaba registrando mi apartamento. Y a juzgar por el
hecho de que todavía estaba aquí, no había encontrado lo que buscaba.
Sabiendo que no hay nada de valor en mi lugar que él podría haber
querido, corro de regreso al apartamento y regreso a mi habitación para ver qué
estaba haciendo cuando lo interrumpimos.
Mi habitación entera está destruida. El colchón cortado como los muebles,
los cajones de la mesa auxiliar sacados y tirados. Me giro para mirar en mi
armario y veo toda mi ropa sacada de las perchas y las cajas del estante superior
alteradas.
—¿Qué quieres que haga? —pregunta Ava cuando entra a la habitación
para seguirme.
Odio admitir que no tengo ni idea de qué decirle. La policía será inútil. El
tipo llevaba guantes y tenía una máscara que le cubría la cara.
No habrá ninguna prueba y lo máximo que podrán lograr es presentar un
informe que no significará nada. No es que viva en un lugar agradable con
cámaras que podrían haber captado su imagen.
No hay duda de que Ava necesita a Mason después de lo que acaba de
pasar. Le tiemblan las manos mientras cruza los brazos sobre su cuerpo.
—Llama a los chicos —sugiero, esperando como el infierno que alguno de
ellos sepa qué hacer.
Tropezando con los escombros esparcidos, entro en mi armario y me
muerdo el labio para no llorar.
Todo lo que me queda en el mundo está en este apartamento. Y ahora, no
me queda nada.
E
stoy sentado en la maldita sala de conferencias de mi oficina
mirando a tres abogados novatos que no podrían encontrar su polla
en los pantalones sin un mapa detallado.
Columbia.
Harvard.
Princeton.
Estos tres idiotas vinieron con altas calificaciones y títulos caros, el alarde
enmarcado en sus paredes un montón de mierda, aparentemente, dado lo mal
que han jodido la fusión entre Hollister Technologies y Maxim Communications.
Este proyecto debería haber sido extremadamente fácil, el matrimonio de
dos traficantes de poder que controlan más de la mitad de las redes de
información que recorren el Medio Oeste.
No es el dinero más grande que se puede obtener, por lo que Gabriel no
estaba por encima de él, pero en lugar de engrasar algunas palmas y atenerse a
las zonas grises, estos tres chiflados decidieron seguir las leyes reales en los
estados donde las empresas operan y nos metieron en una tormenta de mierda
de quejas y amenazas sobre los monopolios y las demandas antimonopolio.
Me reclino en mi asiento, mirando a cada uno de ellos mientras se
retuercen delante de mí. Solo que esta vez no es la necesidad de orinar lo que
les hace retorcerse, sino el infierno que estoy a punto de hacer llover sobre ellos
por haber hecho necesario que esté aquí.
—Tú. —Señalo al puto corpulento de la izquierda, de mejillas regordetas,
tez robusta y gafas de montura de alambre—. Dime, Larry. ¿Conoces siquiera la
definición de laguna?
Se tira del cuello de la camisa, el sudor le resbala por el cuello.
—Me llamo James, señor Caine.
—Ahora mismo, no. Durante la próxima hora en que los esté destrozando,
sus nombres son Larry, Curly y Moe. Porque en lugar de manejar esta fusión con
la delicadeza necesaria para mantener contentos a los accionistas, ustedes tres,
idiotas, decidieron cumplir realmente con las regulaciones federales y las pautas
de información.
Mis ojos se dirigen al tipo de en medio.
—Curly, explícame por qué tengo al gobernador de un estado olvidable
dejándome mensajes de que tiene a la FTC respirándole en la nuca porque tú
decidiste dar una maldita declaración a los medios.
Los ojos del tipo de en medio se abren tanto que puedo ver las venas
detrás de ellos. Traga con fuerza, se remueve en su asiento y mira a Larry y Moe
como si pudieran ayudarle.
Al darme cuenta de que el tipo de en medio es inútil, dirijo mi mirada al
imbécil de la derecha.
—Moe, dime cuántas veces los instruyeron, idiotas.
Mi teléfono vibra sobre la superficie de la mesa. Mirando la pantalla, el
fastidio me hace juntar las cejas al ver el nombre de Gabriel parpadeando hacia
mí.
Levantando un dedo para indicarles que me den un minuto, pulso la
pantalla y me llevo el teléfono a la oreja, sujetándolo con el hombro mientras
salgo de la habitación.
—Más vale que esto sea importante. Ya estoy de mal humor por la cagada
de Hollister.
—Deja el teléfono por ahora y reúnete conmigo en el apartamento de Luca.
Mis pies se detienen en su sitio.
—¿Por qué?
—Alguien destrozó su casa.
Mi mandíbula hace un tic.
—¿Qué hacía ella allí?
Gabriel suspira al teléfono.
—Recoger más ropa para llevarla a su casa. Al menos, eso es lo que afirma.
Se me eriza la piel al oír eso y me odio por haberle escuchado lo de dejarla
ir con Ava.
Por supuesto, se fue a su casa.
Estamos hablando de Luca.
Una mujer imposible de domar y un serio dolor de cabeza solo porque
puede serlo.
—¿Quién mierda ha destrozado su casa?
—No lo sé, Tanner. Por desgracia, la bola de cristal que mantengo metida
en el trasero se ha encajado en su sitio, y me he quedado sin suficiente lubricante
para extraerla. No puedo consultarla en este momento, como resultado. Solo vete
a la mierda.
Volviendo a la sala de conferencias, señalo a los tres imbéciles que se
orinan en los pantalones porque mi expresión grita asesinato.
—Ustedes tres. La buena noticia es que tienen un día para arreglar su
cagada antes de que vuelva. La mala noticia es que son demasiado estúpidos
para arreglarla y probablemente los despedirán de todos modos. Pónganse a
trabajar, joder.
Oigo un gemido bajo a través del teléfono.
—Por favor, dime que esos no eran James Schaffer, Luis Halstead y Calvin
Graham. Son nuestros mejores asociados y los que más experiencia tienen en el
bufete.
Demasiado enojado para ver bien, me importaría una mierda si fueran
Santa, el Conejo de Pascua y el maldito Ratón Pérez. Aun así, se merecen el acta
de motín por la pesadilla que me causaron.
—Esto es por lo que deberías estar aquí más a menudo. No sirvo para tratar
con imbéciles.
—Estoy ahí todos los días. —Hoy no estaba, así que no se me puede culpar.
Cuando no digo nada, murmura—: Lo que sea, lo suavizaré mañana. Por ahora,
vete a casa de Luca. Nos vemos allí.
Las palabras de William Cross se filtran en mis pensamientos mientras
entro en mi despacho para coger las llaves, el sutil tic toc que me dijo se repite a
cada paso que doy.
No es hasta que salgo de mi despacho y me dirijo al banco de ascensores
privados que Lacey corre detrás de mí, su fuerte jadeo indica que me ha estado
persiguiendo durante algún tiempo.
—Tu padre está en la línea uno —exclama, con la cara roja y las venas del
costado de la cabeza abultadas.
Temiendo que le dé un ataque de apoplejía al envejecer y no estar en
forma, hago una nota mental para comprarle a esta mujer una membresía de
gimnasio para añadirla a su bono anual.
He hablado demasiado con mi padre para sentirme cómodo estos últimos
días. Teniendo en cuenta a dónde me dirijo y por qué me dirijo allí, sé que
debería tomar la llamada, indagar un poco, ver qué tiene que decir sobre el
partido que están jugando junto al nuestro.
Sin embargo, no estoy de humor para tratar con él.
Las puertas del ascensor se abren mientras respondo de golpe.
—Ponlo para dentro de tres meses. Estaré fuera de la oficina el resto del
día.
—Gracias a Dios —murmura mientras las puertas se cierran. Hago como
si no la hubiera oído. Lacey tiende a rezar abiertamente mucho cuando estoy en
la oficina, y hago otra nota mental para abordar eso en las actualizaciones de las
políticas de la empresa del año que viene.
Tardo otros veinte minutos en llegar a la zona de mierda de Luca, con la
mandíbula apretada mientras zigzagueo entre el tráfico, con el pie pisando el
freno cada pocos segundos porque la gente no tiene ni idea de conducir.
Cuando entro en su estacionamiento, veo el Jaguar de Gabriel, el Range
Rover de Mason y la Ducati de Ezra estacionados ilegalmente cerca del carril de
incendios.
Al estacionar detrás de ellos, me pregunto por qué no han ido juntos
mientras salgo y entro en el edificio.
El ascensor tarda demasiado, el edificio está a punto de derrumbarse
hasta los cimientos. Me enoja que Luca viva aquí, que se haya visto reducida a
esto. Y aunque sé que he jugado un papel en ello, también sé que ella podría
haber arreglado ya esta pesadilla si me diera lo que quiero.
Pero no.
No Luca.
Prefiere aferrarse a su maldito orgullo luchando contra mí con uñas y
dientes. Y eso dice algo de ella. No es de las que se preocupan por vivir en la
cuneta cuando se trata de cómo se ve a sí misma. Los autos llamativos y las casas
caras no son lo que la impresionan.
Lo reconocí en Yale. Lo odiaba porque me hacía la vida más difícil. Pero al
mismo tiempo, me encantaba porque la diferenciaba de los demás.
Será mejor que Luca se arregle la vida cuando reciba el dinero que le
deben. Si dona un solo centavo a la caridad, le daré una patada en el trasero por
ello. Tiene que ser egoísta por una vez y mirar por sí misma. Necesita dejar de
lado ese corazón sangrante que solo ha servido para causarme más problemas
de los que necesito.
Luca se merece algo mejor que esto. Ella vale más que esto. Y mientras
salgo del ascensor y entro en su planta, me doy cuenta de que no estoy deseando
que llegue el día en el que por fin termine con Clayton y le dé lo que le
corresponde.
Significa que dejará la ciudad. Ya sea para volver a casa, o a la
universidad, o lo que sea que decida hacer con su vida, ya no estará aquí, ya que
nunca quiso estar aquí en primer lugar.
Ella vino a este estado para seguir a Clayton.
Y ciertamente no se quedará por mí.
No me gusta. Pero sé que tendré que lidiar con ello. Y con ese pensamiento
en mente, irrumpo en su apartamento y me detengo para ver la gravedad de los
daños.
Mason y Ava están de pie a un lado de la pequeña sala de estar, con la cara
de ella enterrada en su pecho y los brazos de él rodeándola.
Cerca de ellos, Ezra busca entre el caos de muebles rotos y papeles
esparcidos, sus botas crujen sobre los cristales rotos mientras rescata fotografías
y cualquier otra cosa que parezca importante de la destrucción.
Un tornado podría haber atravesado este lugar y haber causado menos
daños, y se me traba la mandíbula mientras examino la escena, enfadándome
cada vez más al ver lo exhaustiva que es.
Mis ojos se encuentran con los de Ezra mientras recorro la corta distancia
que hay dentro, su cabeza se inclina hacia el pasillo que lleva al dormitorio de
Luca.
Al girar por el pasillo, cierro la distancia con una zancada que hace
temblar el suelo, mis ojos captan la mirada de Gabriel solo un segundo antes de
girarse para encontrar a Luca de pie cerca de su armario con los brazos envueltos
alrededor de su abdomen y su expresión tensa.
Es fácil ver que ha estado llorando, con la piel manchada de rosa en las
mejillas y los ojos hinchados.
Gabriel sale silenciosamente de la habitación mientras me acerco a ella,
mis pasos son cuidadosos porque no tengo idea de cómo manejar esto.
—Ha desaparecido todo —susurra con voz débil y temblorosa.
—¿Qué han robado?
Su cabello cae sobre su hombro mientras se gira para mirarme. Me quedo
parado como un imbécil sin saber si debo aferrarme a ella o mantener la
distancia.
Soy responsable de esto. Tal vez no directamente, pero de un modo u otro,
he provocado el dolor en su expresión.
Otra vez.
Luca sacude la cabeza, se limpia una lágrima que se le escapa por el
rabillo del ojo.
—Nada que pueda decir. Todo está destrozado o destruido.
Me acerco más.
—Se puede reemplazar.
Sus labios se perfilan en una fina línea.
—¿Con qué dinero? No me queda nada, Tanner. Te has asegurado de ello.
Mi auto ha desaparecido. Mi apartamento está destrozado. No tengo trabajo ni
esperanza de conseguir uno en esta ciudad sin un título. Mis padres se han ido.
Corta la diatriba y se queda mirando el armario.
Sí, soy responsable de mucho de lo que acaba de decir, pero no de todo.
Mi ira aumenta al pensar en cómo cambia el juego.
Cuando todo esto empezó, se suponía que Luca era un objetivo fácil.
Necesitaba que me pidiera un favor para poder extraer el precio más adelante.
Pero luego se convirtió en una lucha para mantenerla al alcance, mis
decisiones se tomaron sin preocuparse por lo que le haría a ella.
Había salvado su vida sacándola de Georgia y manteniéndola cerca. Y
había creído que el dinero sería suficiente para obligarla a alinearse.
Debería haberlo sabido. Debería haber sabido que ella haría esto lo más
difícil posible.
Y ahora el juego ha cambiado de nuevo porque se niega a que sea una
victoria fácil.
Esta vez, no se trata de obtener lo que quiero. No se trata de tenerla bajo
control para obligarla a renunciar a lo que nuestros padres quieren. Se trata de
mantenerla fuera de la línea de fuego porque si sale herida en esto, mataré a
alguien.
Se trata de protegerla ahora. Se trata de mantenerla a salvo y vengarse por
lo que nuestras familias nos han hecho y por lo que le han hecho a ella.
Ya no soy un idiota cuando se trata de ella.
Sí, sé que seguirá adelante cuando todo esté dicho y hecho. Sé que me
odiará cuando se dé cuenta de lo involucrado que he estado en la destrucción de
su vida.
Luca Bailey se irá para convertirse en la maldita persona increíble que se
supone que es mientras yo estoy atrapado en mi propio infierno personal de
venganza, y juegos y mierda.
¿Pero ahora mismo?
Ahora mismo, está sufriendo y me niego a quedarme aquí mirando
impotente.
Ahora mismo, hay algo que puedo hacer para aliviar la frustración de
ambos.
Ahora mismo, puedo reclamar a una mujer que nunca será reemplazada
después del día en que destruya a Clayton y le entregue lo que le debe.
Ahora mismo, puedo ser un tipo medianamente decente por una vez en mi
maldita y miserable vida. Pero solo por ella.
—Ven aquí.
Me acerco a ella, la hago girar para que me mire y la atraigo contra mi
cuerpo. Al principio forcejea, como siempre, pero me niego a soltarla y a darle
espacio.
Al final, los músculos de Luca se relajan y se inclina hacia mí, mis brazos
la rodean mientras entierra su cara contra mi pecho y llora.
Mi mandíbula se estremece con cada temblor de sus hombros. Cada
sollozo. Cada maldita lágrima que se escapa para empapar mi camisa.
No tengo ni idea de lo que haré para acabar con esto, pero se acabará,
joder. Se acabó. No puedo seguir jodiendo con ella. No cuando este es el
resultado de mis esfuerzos.
—Vas a volver conmigo —le digo, mis ojos escudriñando la destrucción
de su armario.
—¿Para que pueda volver a ser una prisionera?
La agarro con fuerza y le doy un suave beso en la cabeza.
—No. Pero no voy a dejarte aquí para que vivas lo que te queda de vida.
No te voy a dejar sola en un lugar en el que te pueden hacer daño.
Sus brazos me rodean y se ríe con un sonido amargo.
—¿Por qué? ¿Porque no puedes soportar que alguien me haga daño, ya
que ese debería ser tu trabajo?
Me lo merezco, así que no la corrijo.
Empujándola hacia atrás para poder agarrar su barbilla e inclinar su cara
hacia la mía, me encuentro con su mirada, todo el tiempo odiando el
enrojecimiento de sus ojos, la absoluta expresión rota que lleva.
Luca no se rompe.
Puede maldecir, gritar, chillar, decirte lo mucho que la estás cabreando y
al mismo tiempo dejarte muy claro que no te necesita… pero no se rompe.
Esto no puede pasar.
No lo voy a permitir.
Necesita recuperar todo para volver a ser la mujer molesta que me vuelve
jodidamente loco.
—Voy a averiguar quién le hizo esto a tu apartamento y, cuando lo haga,
me aseguraré de destruirlo por lo que te ha hecho.
Sus ojos se estrechan en los míos, la preocupación arruga la piel entre sus
ojos.
Alargando la mano, me toca la mejilla.
—¿Por qué parece que estás a punto de asesinar a alguien?
Porque lo estoy. Pero no necesita saberlo. Quiero que tenga la conciencia
tranquila cuando finalmente la deje ir.
—Recoge lo que puedas para llevarlo a mi casa. Pensaremos qué hacer
con esto más tarde, cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte.
Excepto que está jodidamente calmada comparada conmigo. Por suerte,
no lo señala.
Asintiendo, Luca se aparta de mí y se gira para entrar en su armario. Saca
un taburete de debajo de una estantería y se sube para abrir una baldosa del
techo. Tras sacar una pequeña caja, levanta la tapa y lo que ve hace que sus
hombros se relajen.
Me pregunto qué diablos puede haber en la caja, pero en lugar de
preguntarle, decido comprobarlo yo mismo cuando ella no mire.
¿Es jodido?
Sí.
¿Me importa?
No.
Ya estoy demasiado metido en este juego.
Aunque el tablero haya cambiado y las piezas se hayan barajado.
Necesito ciertas cosas para terminar esto y protegerla en el proceso. Y las
tendré, independientemente de lo que tenga que hacer para lograrlo.
No puede importar que en el proceso solo cavaré mi tumba más
profundamente con Luca. No si eso significa que ella podrá salir libre algún día.
Y ella se irá.
Lo sé y ella lo sabe.
Pero eso no significa que tenga que gustarme.
A
poyado en la pared, cruzo los brazos sobre el pecho, mirando a los
ocho imbéciles que llamo hermanos. No, no estamos emparentados
por la sangre, excluyendo a los gemelos, pero sí por las
circunstancias y la mierda que soportamos al crecer.
Al otro lado de la sala, Gabriel está de pie en su posición habitual junto a
la barra, con un whisky en la mano, y su expresión cuidadosa refleja los
pensamientos exactos que han pasado por mi cabeza desde que salimos del
apartamento de Luca.
Algo que no sabemos está sucediendo.
Algo que va más allá de nuestros juegos.
Y algo que no me gusta nada.
En un sofá están Jase, Sawyer y Ezra. En otro, Damon y Shane parecen no
haberse recuperado aún de la pelea de anoche en el bar.
Taylor se apoya en otra pared y Mason es el único que no está en la
habitación, pero solo porque le pedimos que no dejara entrar a las chicas. No se
opuso al trabajo de niñera, no con Ava todavía molesta por cómo la atacó el
intruso.
Tengo toda la intención de averiguar quién era ese intruso, por eso he
convocado esta reunión familiar.
—Tenemos un puto problema —anuncio, con los hombros tensos y la voz
áspera como una piedra—. Alguien nos está jodiendo, lo cual no se puede
permitir. Si alguien está jodiendo a alguien, deberíamos ser nosotros los que
estuviéramos jodiendo al mundo.
—Eso es mucho joder —bromea Sawyer, mis ojos se clavan para
inmovilizarlo.
—Vete a la mierda —digo mientras me alejo de la pared y empiezo a
pasear por el suelo.
Se ríe y me dan ganas de darle una paliza al hijo de puta. Primero, porque
ha tocado a Luca. Y segundo, porque ahora está colocado como una cometa, lo
que significa que no se tomará en serio esta conversación.
—Mi punto es que alguien está tratando de matar a Luca o quiere algo de
ella que nosotros también queremos. No me gusta.
Gabriel se toma lo último de su bebida, el hielo tintinea en su vaso
mientras sus ojos se encuentran con los míos al otro lado de la habitación. No es
propio de él estar tan callado, pero sospecho que es porque está tan cabreado
como yo.
Cuando Gabriel se calla, la mierda se hunde. Lo cual me parece bien.
Significa que está en la misma página. Solo tenemos que conseguir el resto de
estos imbéciles a bordo para terminar esta mierda con la gente que sospecho
está jodiendo mi juego.
—Creo que nuestros padres nos están jodiendo —explico—. Creo que se
han dado cuenta de que voy detrás de lo que sea que tenga Luca sobre ellos. Y
tenemos que acabar con esta mierda para poder echarle el guante antes.
Shane gira la cabeza para mirarme, con los ojos vidriosos e inyectados en
sangre, la mitad de la cara magullada y el hedor que desprende el licor que se
filtra por sus poros es suficiente para encender mi reflejo nauseoso.
Por eso la mayoría de nosotros estamos en un lado de la habitación
mientras Shane y Damon están en el otro. Debería meter sus culos en una ducha.
—No es nuestra culpa que hayas fracasado con Luca y que aún no la hayas
convencido de entregar los servidores. ¿Cuánto tiempo lleva esta mierda?
¿Cuatro años? Se está volviendo aburrido.
Miro fijamente al imbécil que no ha hecho su trabajo y que casi hace que
maten a Luca en el proceso.
—¿Quién mierda eres tú para hablar? Te di un puto trabajo. Desactivar su
auto. Y tu culo perezoso pensó que era suficiente matar su batería. Así que jódete
mucho por eso.
Las cejas de Shane suben todo lo que pueden con la hinchazón facial.
—Hice mi trabajo. Su auto está fuera de servicio.
—Solo porque un mono grasiento tatuado destrozó el puto cacharro
cuando lo llevaba al taller. Todavía no sé si el imbécil es solo un conductor de
mierda o si alguien le cortó los frenos.
—¡Oye, imbécil! Noticia de última hora —argumenta Shane—, fui yo quien
se encargó del auto.
La ira me recorre la espina dorsal, mis dientes chocan mientras mi cuerpo
se pone rígido.
—¿Cortaste sus putos frenos?
Endereza su postura y me mira fijamente.
—¿Por qué nunca prestas atención a lo que ocurre en mi vida?
Últimamente tengo la sensación de que lo único que te importa es…
—Corta el rollo, Shane. No tengo tiempo para una conversación emocional
de corazón a corazón. Si necesitas hablar de tus sentimientos y limpiar tus
lágrimas, llama a Oprah. Tal vez te pueda sugerir alguna marca para los putos
tampones que vas a necesitar ya que aparentemente te ha crecido el coño.
—Mi punto —gruñe, con las manos empujadas como si estuviera a dos
segundos de atacarme—, es que deberías haber reconocido a ese mono
grasiento y tatuado, ya que Priest trabaja conmigo en todas mis construcciones a
medida. ¿Cómo carajo no lo sabías? Ha estado en todas las fiestas que hemos
organizado en los últimos dos años.
Me detengo en el sitio, con los ojos entrecerrados en él. Obviamente, no
tengo ni idea de quién coño es Priest porque no presto atención a la gente. No a
menos que necesite algo de ellos.
—Así que cuando dices que te encargaste del auto…
—Significa que maté su batería, envié a Priest en su dirección ya que su
taller está ahí mismo, joder, y le dije que lo dejara completamente fuera de
servicio una vez que lo llevara al taller donde tendría acceso al motor. No
esperaba que lo destrozara, pero hizo lo que le pedí. El auto ha desaparecido.
Luca no puede salir del estado. Así que jódete mucho por pensar que no hice el
trabajo.
Lo que significa que nadie le cortó los frenos. Eso es un movimiento
característico de nuestros padres y, con eso fuera de la ecuación, estoy fuera de
curso.
Afortunadamente, Gabriel retoma el tren de pensamiento por mí.
—Todavía tenemos a alguien que intentó atropellarla en el
estacionamiento y a la persona que entró en su apartamento para destrozarlo. —
Mira alrededor de la habitación—. Antes de que empecemos a correr por esos
caminos, ¿alguno de ustedes puede reclamar la responsabilidad de eso?
Ninguno habla para atribuirse el mérito.
Aun así, no estoy del todo convencido de que el incidente del
estacionamiento fuera intencionado. Me jode no haber estado allí para
presenciar lo que pasó, pero conozco a alguien que sí estuvo.
—Necesito hablar con Priest —espeto, mis ojos se deslizan hacia Shane,
donde se sienta con un aspecto demasiado molesto por haber dudado de él. No
sé si es la resaca o algo más, pero necesita superar esa mierda de chica porque
me está asustando—. Deberías venir conmigo —le digo—, después de darte una
puta ducha porque hueles a basurero.
—¿Y qué hacemos con el tipo que entró en el apartamento de Luca?
Miro a Gabriel en respuesta a su pregunta, una pesada respiración se
escapa lentamente de mis pulmones.
—Tendré que hablar con Luca. Averiguar qué podría haber en su
apartamento que alguien quisiera.
Gabriel se sirve otra copa, deja la jarra de cristal y se vuelve para
mirarme.
—Su vida está en peligro, Tanner. Ambos lo sabemos. Lo del auto puede
haber sido un malentendido y aún no estamos seguros del incidente en el
estacionamiento. Pero no puedes negar que el robo es una amenaza directa.
Estoy de acuerdo con todo eso, pero lo que no sé es el punto que está
tratando de hacer.
Levantando las cejas para hacerle avanzar en lo que sea que quiera decir,
espero impaciente a que dé un sorbo a su bebida y se la trague.
—Lo que digo es que no puedes permitirte alargar esto. Tus juegos hasta
ahora la han mantenido atada, pero ya no eres el único jugador y tenemos que
apurar esto.
—Bien —respondo, aún sin estar del todo seguro de qué carajo quiere.
—Tienes que hacerle saber que su vida está en peligro. Que nuestras
familias están tras ella.
No.
No va a suceder.
De ninguna manera.
—Si hago eso, entonces tendré que admitir lo que nuestros padres han
estado haciendo. Que he sabido lo que han estado haciendo y que me pusieron
sobre ella en primer lugar.
Sonríe.
—Lo cual es exactamente lo que deberías hacer en este momento. Quizá
Luca esté más dispuesta a ayudar si sabe por qué necesitamos lo que tiene. Es
hora de que le digas la verdad.
Un ladrido de risa me sacude los hombros.
—¿La verdad? Eso es gracioso, especialmente viniendo de ti.
—A veces una media verdad es la mejor mentira de todas. Es suficiente
para atraerla a nuestro lado y, al mismo tiempo, para que luche por sí misma.
Dile que no se trata de Everly…
—Puede que para ustedes, imbéciles —suelta Jase.
Lo ignoramos, Gabriel toma otro sorbo antes de decir:
—Luca no es descabellada, Tanner. Verá la necesidad de salvar su propia
vida. Y, también sentirá la necesidad de ayudarnos con el problema que tenemos
con nuestros padres. Ella es así de protectora, especialmente ahora que ha
llegado a conocernos.
No me gusta.
Lo odio, joder.
Mis pies vuelven a caminar mientras aprieto las manos a los lados.
Por supuesto, Gabriel no se calla. No es capaz. El hombre puede
argumentar contra una pared de ladrillos hasta la sumisión.
—Además, tengo la sensación de que necesitas protegerla tanto como ella
querrá protegerte a ti. Dale toda la información que necesite para facilitar el
proceso.
Mis labios se curvan.
—A Luca le importo un bledo.
Gabriel se ríe y yo levanto la vista.
Negando, me mira como si fuera una idiota.
—Creo que es hora de que los dos dejéis esa mierda de odio que tenéis y
aceptéis el hecho de que estáis prácticamente hechos el uno para el otro. Nunca
he visto a dos personas más tercas que Luca y tú. —No puedo discutir con él en
eso. Sabiéndolo, sonríe antes de terminar su bebida y volver a dejar el vaso
sobre la barra—. Te preocupas por ella, Tanner. Yo lo sé, tú lo sabes, todos los
presentes lo saben. —Cada uno de ellos gime y asiente—. Y es la primera mujer
con la que ha sucedido. Así que hazte hombre y haz algo al respecto. Todos
tenemos putos problemas de confianza porque nuestros padres son unos
imbéciles, nuestras madres son unas putas buscadoras de oro y la gran mayoría
de las mujeres que hemos conocido en la vida son unas putas de Tinder que solo
sirven para un polvo. Todo el mundo quiere algo de nosotros, lo que hace difícil
confiar, pero si alguien ha desafiado alguna vez esa descripción, es Luca.
No se equivoca en eso. Pero aún queda el pequeño problema de que
obligué a Clayton a estar con ella, de que le obligué a su divorcio y de todo lo
demás que he hecho y que solo hará que me odie.
No tengo que decirlo. Gabriel me conoce lo suficiente como para verlo
escrito en mi cara.
—Podría perdonarte. ¿Se enojará al principio? Por supuesto. Pero siempre
está enojada. Tienes ese efecto en ella. Lo superará. Luca tiene un corazón de
oro, al igual que Ava. Pero no lo sabrás a menos que lo confieses. Está atrapada
aquí por el momento porque alguien la quiere muerta. Podrías usar eso a tu favor.
Expón todo ahora y deja que lo resuelva mientras esté a su alcance.
No es una mala idea. Pero estará enojada. Jodidamente lívida.
Pero siempre pienso que es más divertida cuando está así.
Esto todavía puede funcionar para mí.
Aún no estoy del todo de acuerdo con esta idea, pero decido considerarla.
Por ahora, tengo que encontrar a Priest y hacer que me cuente
exactamente lo que pasó en el estacionamiento con ese todoterreno. Cuando
termine de hacer eso, tengo que volver a llamar a mi padre y averiguar lo que
William quiso decir al amenazar a Luca. Y después de eso, tengo que echar a
todos estos imbéciles de mi casa para poder prepararme para el enfrentamiento
con Luca que se producirá una vez que le cuente la verdad.
Nada de esto va a ser fácil. Lo más probable es que intente asesinarme y
quemar mi cuerpo cuando descubra lo que he hecho.
Pero Gabriel tiene razón, no podrá escapar ya que no tiene a dónde ir.
Alguien está tratando de matarla.
Luca es lo suficientemente inteligente como para entender la gravedad de
nuestra situación.
No está lo suficientemente loca como para salir al mundo cuando hay
muchas posibilidades de que termine muerta como resultado.
Es un hecho que me gritará. Lo más probable es que me tire algo. También
apostaría a que exigirá que no vuelva a hablarle.
Pero está bien.
Ha hecho todo eso antes.
Y tengo toda la intención de usar todo eso a mi favor.
Soy un experto en hacer enojar a Luca.
Pero como los años me han demostrado, también soy bastante bueno en
calmarla de nuevo.
Necesito un plan de juego para asegurarme de que eso ocurra.
Uno que no pueda resistir.
Y uno que nunca vea venir.
H
e llegado a la conclusión de que hay una maldición en mi vida.
Quizás en toda mi familia.
¿Quién sabe?
Todo había sido maravilloso hasta mi último año de licenciatura. Mi madre
se enfermó ese año, su cáncer se detectó temprano y, aunque el incidente había
sido estresante, superó la enfermedad y entró en remisión cuando yo estaba
terminando mi primer año en Yale.
Incluso entonces no creía en el mal karma, o que un destino ruinoso nos
había sobrevenido. Mamá había vivido. Se recuperó. Todavía estaba en camino
de convertirme en una abogada exitosa y el negocio de mi padre todavía estaba
funcionando lo suficientemente bien como para complementar la pequeña beca
que obtuve y que me llevó a una escuela de la Ivy League.
Luego pasó el segundo año y todo se vino abajo.
He visto suficientes películas sobre maldiciones familiares. He leído libros
de ficción sobre ellas. Aprendí sobre ellas mientras leía cuentos de no ficción
sobre los problemas que le sobrevienen a una sola familia.
Le pasó a la familia Kennedy.
La familia Getty.
Los Romanov.
Y muchos otros.
No hay nada que diga que no pueda y no le haya sucedido a la mía.
No, lo que pasó con mis padres y conmigo no ha durado siglos. En todo
caso, cada generación ha mejorado con respecto a la siguiente, un linaje exitoso
comenzó con los escasos y humildes comienzos de inmigrantes muy pobres.
Todos tenemos una ética de trabajo saludable y una columna vertebral de acero.
Ese rasgo familiar en particular es dominante y duradero.
Pero tal vez sucedió algo en nuestro pasado que acaba de alcanzarnos. Un
crimen secreto. Una amarga disputa. Un mal de ojo que tomó tiempo antes de
que se apoderara.
Soy la última que queda de mi línea familiar. Mi padre era hijo único como
su padre antes que él y su padre antes que él. En ese tiempo, los primos lejanos
se perdieron, nuestro árbol genealógico se redujo a una sola rama débil.
Y ahora mi vida está en peligro. A la madura edad de veintiséis. Ni siquiera
he empezado a vivir todavía y ya estoy mirando la muerte.
No entiendo cómo pasé de una vida bendecida vivida bajo el sol y bajo la
brisa de los ventiladores del porche que se movían lentamente, a esta existencia
jodida en una parte mala de la ciudad, en una ciudad que no puedo soportar,
donde lo único que me sigue son densas nubes de tormenta llenas de la amenaza
de un relámpago candente.
Y para colmo, porque el destino es una puta cruel con un sentido del
humor jodido, la única persona a la que tengo que recurrir en busca de ayuda es
un hombre que ha estado haciendo de mi vida un infierno.
Aun así, no puedo negar que no se sintió bien cuando Tanner me obligó a
ese abrazo en mi apartamento. Necesitaba el contacto. La fuerza. La tranquilidad
de que alguien está de mi lado.
Tanner no es una mala persona para tener de tu lado cuando trabaja para
ayudarte en lugar de para lastimarte. Tiene una mente brillante, incluso si se usa
para actividades traicioneras, y si tuviera que elegir a cualquier persona para
estar en mi equipo en la batalla, sería él.
Su presencia me ayudó a relajarme cuando mi cuerpo temblaba de ira y
miedo. Me tranquilizó cuando sentí que me estaba cayendo a pedazos. Y sería
una mentirosa si dijera que mi corazón no se apretó en mi pecho en el momento
en que sus brazos me rodearon mientras me acercaba.
Por mucho que continúe luchando contra la verdad de lo que siento, mi
corazón se ha ablandado a un hombre que tiene el espíritu astuto del diablo, y
me atrevo a decir, estoy perdiendo lentamente piezas pesadas de los muros
defensivos que puse en su lugar contra él.
Sin embargo, no puedo evitarlo. No cuando veo su lado más suave, no
cuando un poco de la humanidad por la que lucha por esconderse detrás de sus
problemas de actitud de macho alfa y su comportamiento cáustico y matón se
desangra para demostrar que no es tan horrible como él quiere que la gente
piense.
En muchos sentidos admiro a Tanner, y es peligroso darse cuenta de eso.
Pero Sawyer tiene razón en que cuida de las personas que considera suyas.
Protege lo que es suyo. Y si lo que Ava me dijo es cierto, hay un alma maltratada
dentro de ese exterior duro, una que ha sufrido heridas, una tras otra,
simplemente por la forma en que fue criado.
No puedo negar que mi cuerpo le responde. Eso ha quedado claro desde
el día en que nos conocimos. Incluso ahora, levanto la vista de vez en cuando
para observar a las diferentes personas que deambulan por la casa con la
esperanza de ver su rostro.
Solo porque tiene un efecto en mí que nunca antes había sentido. Uno, me
temo, que no volveré a sentir cuando se haya ido y salido de mi vida.
¿Qué tan jodido es eso? Me estoy enamorando de mi matón.
Mi torturador.
La única persona en el mundo que puede cabrearme tanto como él.
Debería hacerme examinar la cabeza. Un estudio psicológico completo.
Porque nunca he sido el tipo de chica que se derrite en el suelo bajo la mirada
de un hombre arrogante.
Sin embargo, me derrito por él.
Cada vez que me toca.
Cada vez que esos ojos color verde musgo me inmovilizan y su boca se
tuerce con una sonrisa maliciosa en la esquina.
—¿Cómo estás, amor? Te ves solitaria sentada sola.
Gabriel deja caer su peso en el sofá a mi lado, un tobillo cruzado sobre
una rodilla mientras su brazo se estira sobre el respaldo detrás de mí.
Lo miro de reojo.
—¿Estás seguro de que quieres sentarte así? Tanner podría volverse alfa
de nuevo y venir aquí para matarte.
Sonriendo ante eso, Gabriel se relaja y responde:
—Estoy a salvo. Conozco demasiadas de sus debilidades para que él se
pelee conmigo.
Ja. Dudo mucho que Tanner tenga alguna debilidad.
—¿Dónde está? No lo he visto desde que terminó su reunión familiar.
Sonríe y arquea una ceja.
—Casi parece que lo extrañas.
Quizás…
Sin embargo, no lo admitiré.
—No. Me pregunto qué está haciendo que me hará odiarlo en las próximas
veinticuatro horas.
Una risa baja sacude los cojines debajo de nosotros.
—Se fue para ir a hablar con el mecánico que arruinó tu auto. Teniendo en
cuenta lo que sucedió en tu apartamento, a Tanner le pareció extraño que alguien
intentara atropellarte en el estacionamiento. Además, el mecánico dijo algo
sobre tus frenos.
Mis ojos se cierran, el corazón martillea mientras inhalo para
estabilizarme.
—Me habría matado si hubiera intentado salir del estado. Gracias a Dios,
mi batería estaba muerta. Probablemente me salvó la vida.
Me tiemblan las manos al pensar en lo que pudo haber pasado. No hace
mucho tiempo que mi padre murió en un accidente automovilístico.
Los investigadores lo atribuyeron al error del operador y a las altas
velocidades, el automóvil estaba tan destrozado cuando lo encontraron que fue
difícil evaluar si había habido un problema mecánico.
Mis padres fueron incinerados, así que traje sus restos aquí y los coloqué
en una bóveda en el cementerio. Sé que no es su estado natal, pero en ese
momento pensé que estaría aquí para siempre, casada con un hombre de
mierda.
Tal vez los haga regresar a Georgia cuando todo esto termine. En primer
lugar, nunca quise estar aquí. Tampoco deberían tener que pasar su descanso
eterno aquí.
—Él está realmente preocupado por esto, ¿no?
Gabriel envuelve su mano alrededor de mi hombro para tirarme de lado
contra él.
—Todos lo estamos. Por eso es necesario que te quedes aquí, donde
podamos vigilarte.
Nada de eso tiene sentido.
—¿Por qué querría alguien hacerme daño? No he hecho nada.
Está callado por un segundo, su pulgar frota lentamente arriba y abajo de
mi hombro.
—Eso es lo que esperamos averiguar. Pero, por ahora, solo prométeme
que no harás nada estúpido como irte de aquí si Tanner y tú se pelean, o
cualquier otra cosa que pueda suceder. Odiaría perderte.
Se siente como si estuviera atrapada, pero no puedo discutir.
—Esto no es un favor, ¿verdad? Algo por lo que pagaré al final.
—En la casa. Siempre y cuando cumplas con tu promesa.
Asintiendo me giro para mirarlo, pero mi cabeza se mueve rápidamente
hacia adelante cuando escucho que la puerta principal se abre y la voz de Tanner
se filtra a través de la casa.
Gabriel se ríe y se inclina hacia mí para susurrarme al oído.
—Es interesante cómo te roba la atención cuando sabes que está cerca.
Me encojo de hombros y frunzo el ceño.
—Ese es solo mi instinto de supervivencia. Nunca sé qué podría hacer a
continuación.
—Claro que lo es —dice mientras se pone de pie y se cepilla las arrugas
del pantalón—. Me voy a pasar la noche. No olvides que prometiste comportarte.
Apenas lo escucho porque estoy prestando demasiada atención a la
pequeña área donde veo a Tanner subir corriendo las escaleras desde el
vestíbulo.
Gabriel se aleja para seguirlo y yo me quedo en la sala de estar sola.
Taylor, Jase y Sawyer están en la cocina. Mason se fue con Ava hace más
de una hora y los gemelos se fueron poco después de ellos.
Shane entra en la sala de estar, mira en dirección a la cocina y luego vuelve
a mirarme a mí. Sus labios se arquean mientras se deja caer en un asiento frente
a mí, levanta los pies sobre la mesa de café y clava sus ojos en los míos.
Levanta las manos para descansarlas en la parte superior de la cabeza y
entrecierra la mirada.
—Eres un dolor en el culo.
Me río de eso.
—¿Sí? Bueno, al menos tengo el suficiente sentido común a mi edad como
para no buscar peleas en un bar y que me destrocen la cara.
Sonríe y me doy cuenta de que una mujer no tendría ninguna posibilidad
contra este hombre cuando él pone su mirada en ella. Hay pura maldad en esa
expresión, una sutil promesa de que él puede cambiar tu mundo cuando quiera.
—Valió la pena.
Estrechando mi mirada hacia él a cambio, pienso en lo que sucedió en
Yale, en las fotos, y me pregunto si Shane realmente es el responsable.
—¿Valió la pena en Yale cuando Tanner te pateó el trasero después de la
fiesta a la que asistí?
Sus bíceps se flexionan mientras lleva sus manos a la parte posterior de su
cabeza, su físico perfecto mientras baja y palmea la parte posterior de su cuello.
Los tatuajes asoman por debajo de las mangas de su camisa.
—Esos eran solo toques de amor. Y me los merecía.
Aquí vamos. Quizás él lo admita.
—¿Y por qué fue eso?
Otra sonrisa, tal astucia en sus ojos que estoy enojada y sonriendo a la vez.
Maldita sea. Realmente quiero odiarlo.
—Digamos que mi boca tiene tendencia a divagar. Aunque nunca pillarás
a una mujer quejándose.
Me guiña un ojo y se levanta para alejarse. Me siento en el lugar con la
mandíbula colgando abierta.
¿Dónde diablos ha estado su boca?
Estoy a punto de seguirlo y exigir respuestas cuando Tanner entra en la
habitación.
Haciendo una pausa en su lugar, solo lleva un vaquero raído, la cintura
suelta sobre sus caderas. Mis ojos trazan las líneas de los músculos de sus
hombros y pecho, más abajo, donde sus abdominales parecen una maldita tabla
de lavar.
Cuando miro hacia arriba, tiene la expresión más extraña en su rostro. No
es algo que pueda interpretar. Pero en lugar de decir nada, se pasa la mano por
el cabello y se dirige hacia la cocina, donde los otros chicos se ponen ruidosos.
Sintiéndome un poco incómoda por haberme quedado sentada aquí
mientras el resto de ellos están en otra parte de la casa, corro escaleras arriba
para usar el baño. Después de echarme un poco de agua fría en la cara, me miro
al espejo y apenas me reconozco.
Las ojeras se ven como moretones debajo de mis ojos. Estoy agotada. Sé
eso. Y dado todo lo que sucedió en menos de una semana, es comprensible.
Demonios, los últimos seis meses han sido una pesadilla hecha realidad, y
exhalo un suspiro preguntándome cuándo veré una luz al final de este túnel
increíblemente largo.
Que mi padre muriera ya era bastante malo. El divorcio lo empeoró. Vivir
de prácticamente nada solo complicaba las cosas y luego, por supuesto, en los
pasos Tanner Caine.
Casi se siente como si todo me estuviera empujando hacia él, que no
importa lo que hiciera, esto siempre ha sido donde estaba destinada a terminar.
Obviamente, eso es una locura. Nadie tiene ese tipo de influencia. Aun así,
el sentimiento está ahí.
O tal vez es solo mi cansancio el que habla. Estoy tan agotada en este punto
que estaría dispuesta a creer que cualquier cosa es posible si eso ayudara a
explicar mi mala suerte.
Al regresar a la planta baja, veo que la puerta principal se cierra de golpe
y noto cómo la casa se ha sumido en el silencio.
Doy pasos vacilantes por las últimas escaleras, caminando descalza por el
vestíbulo para regresar a la sala de estar.
Tanner está sentado en el sofá, sus brazos extendidos sobre el respaldo,
sus largas piernas estiradas frente a él sobre el piso.
Con los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás, el cabello oscuro
despeinado como si hubiera estado pasándose las manos por él toda la noche.
—¿Se fueron todos?
Esos ojos color verde musgo se abren lentamente, su color enmarcado por
pestañas negras como la tinta. Levantando la cabeza, fija su mirada en mí,
nuestras miradas bailando juntas, cada momento que hemos pasado juntos
corriendo a través de mis pensamientos.
Es como un carrete de película girando al revés. Las dos veces que hemos
tenido sexo. Todas las fiestas. La noche que me persiguió por el bosque, hasta
que el recuerdo de la primera noche que lo conocí me atrapa en el lugar.
Hemos estado así antes. Justo así. Me siento temblorosa y expuesta
mientras Tanner se sienta como un rey en una pose tan claramente masculina que
es difícil ignorar lo que me hace.
—Ven aquí —dice con voz ronca, el tenor profundo resonando
suavemente a través de una gran habitación que está vacía excepto por él y yo.
Mis piernas tiemblan mientras cruzo la habitación, cada paso hecho con
cuidado mientras Tanner observa, negándose a liberarme de su oscura mirada.
Cuando lo alcanzo, se lanza hacia adelante para agarrarme por la parte de
atrás de mis muslos, tirando de mí hacia abajo hasta que estoy a horcajadas sobre
su regazo. Mis manos se mueven a sus hombros, mis dedos se deslizan sobre los
músculos duros y la piel suave.
Su mano se desliza por el centro de mi cuerpo hasta que atrapa mi barbilla
con sus dedos.
Lentamente tira de mi cara hacia la suya, presiona un beso en mis labios,
su lengua se asoma para burlarse de mí. Intento devolverle el beso, pero me
mantiene a unos centímetros de distancia, sus ojos buscan los míos, su voz es un
susurro.
—¿Quieres amarme u odiarme ahora mismo? —Esa es una pregunta un
poco cargada. Mis cejas se juntan y él sonríe, solo la esquina de su labio se inclina
hacia arriba—. Deja de pensar demasiado en esto, Luca. Te conozco. Sé que tu
mente frustrante está dando vueltas con todas esas pequeñas ideas molestas de
lo que quiero decir. Detente y dime lo que quieres. Ahora mismo. Justo en este
momento. Sin preocuparte por el pasado o el futuro. ¿Qué quieres en este
momento exacto?
Nuestra respiración choca mientras sostiene mi mirada, mi corazón late
como un conejo atrapado debajo de mis costillas. Su regazo se mueve debajo de
mí lo suficiente para recordarme dónde me siento, su aroma me seduce tanto
como su mirada oscura.
¿Qué quiero?
Sentirme viva de nuevo.
Ser imprudente.
Recuperar la luz del sol.
Cuando la mano de Tanner se agarra a mi cadera y me tira con más fuerza
contra su regazo, puedo sentir lo que quiere empujando entre mis piernas, la
línea rígida de su polla una provocación que atrapa el aliento en mis pulmones.
Un susurro sensual contra mi boca, áspero en los bordes y cargado de
promesas.
—Solo dime qué quieres.
A él.
Esto.
Todo lo que es malo para mí.
—Amarte —contesto sin pensar. No puedo estar pensando. Si lo estuviera,
no ignoraría la advertencia en el fondo de mis pensamientos.
Sus dientes agarran mi labio inferior mientras desliza su mano hacia mi
mejilla. Nuestros ojos permanecen unidos en una danza de voluntades
obstinadas mientras un escalofrío recorre mi cuerpo.
Lamiendo para aliviar el escozor del lugar donde habían estado sus
dientes, continúa burlándose de mí al no tomar lo que busca.
Mis dedos se aprietan sobre sus hombros, mi cuerpo se mueve antes de
que él sujete su mano con más fuerza sobre mi cadera para mantenerme en su
lugar.
—¿Te odiaré de nuevo una vez que esto termine?
Se ríe suavemente.
—Creo que eso siempre es un hecho cuando se trata de nosotros.
Incapaz de evitar la sonrisa que tira de mis labios, me inclino hacia
adelante para besarlo, pero él se aparta.
Parpadeo una vez antes de preguntar:
—¿Me engañarás para que te ame de nuevo después de eso?
Puro calor en su mirada verde. No hay otra palabra para él que hipnótico.
Odio admitirlo, pero Tanner es el único hombre que enciende mi llama. Ya sea
mi ira o mi lujuria, él es lo que me dispara.
—Ese es el plan —responde con la arrogancia característica que solo
asociaré con él.
—¿Entonces a qué estás esperando? —susurro.
Aprieta mi cadera mientras sus ojos buscan los míos.
Pero luego me tira hacia abajo para un beso que no deja lugar a dudas
sobre lo que quiere este hombre.
Su boca se mueve sobre la mía con agresión masculina, su lengua se
desliza dentro de mi boca mientras sostiene mi cabeza en su lugar.
Toma sin preguntar. Me atrapa sin disculpas. Me seduce sin esfuerzo.
Un remolino.
Eso es lo que es Tanner.
Ya sea bueno o malo.
Es una agitación violenta que te absorbe.
Hasta que ya no te importe que te estás ahogando.
L
uca me va a odiar por esto.
Lo sé.
Ella no lo sabe.
Es otra oportunidad robada, otro momento en el que tuve la oportunidad
de hacer lo correcto, decir lo correcto, dejar de actuar como el bastardo que soy
y ordenar las piezas de este juego en el orden correcto.
Tenía toda la intención de decirle la verdad, de bajar las escaleras, echar
a todos y luego confesar lo que hice, por qué lo hice y lo que planeo hacer para
solucionarlo.
Pero luego la vi.
Me acobardé.
Entré a la cocina con este extraño peso sobre mis hombros que nunca
antes había sentido.
Después de echar a los chicos por la puerta, me senté en la sala de estar y
me pregunté dónde diablos había ido. Mi cabeza se sentía pesada. Mi pecho se
contrajo. Cada músculo se cerró sobre mi cuerpo porque no soy el tipo de
hombre que confiesa sus juegos.
Soy del tipo que los sigue jugando hasta el final.
Arrastrándola a mi regazo, sabía que mentiría de nuevo.
Que robaría esto.
Robarla.
Pero entonces la verdad cayó sobre mis labios por una vez. Ella me odiará
de nuevo. Probablemente más que nunca.
No, no fue una confesión completa como debería haber sido, pero fue una
advertencia.
Mi boca reclamó la suya después de que ella prácticamente me desafió,
mis manos se cerraron sobre el cuerpo de Luca con la necesidad de devorar,
saborear, festejar con una mujer que me vuelve loco.
No puedo contenerme con ella.
Y la jodida verdad es que nunca he tenido el control cuando se trata de
Luca.
Eso me cabrea más que nada.
Y me enciende.
Se menea sobre mi regazo tratando de apresurarme. Presiono mi pulgar
en el punto blando junto a su cadera, sonriendo cuando un chillido sale de su
garganta.
Mis ojos se clavan en los de ella.
—Quédate quieta.
La confusión arruga la piel entre los ojos de Luca y lucho por no sonreír.
No me empujará más rápido de lo que quiero que esto suceda. Porque si
este es el último bocado que voy a probar de ella, quiero saborearlo.
—Quítate la camisa.
—Mandón —bromea.
Miro mi pecho desnudo y de nuevo a ella.
—Es lo justo.
Pone los ojos en blanco, pero hace lo que le digo, su cuerpo se estira ante
mí mientras la levanta y la saca de sus brazos, sus tetas se derraman sobre las
copas de su sujetador mientras sus ojos se encuentran con los míos de nuevo.
Pasando mis dedos por la línea central de su estómago, sonrío para verla
temblar.
Mi mirada se levanta para atrapar la suya, arqueando la ceja.
—¿Tu sujetador?
Otro giro de sus ojos y quiero morderla por eso. Amo cuando se burla de
mí. Cuando es desafiante. Cuando esos bonitos labios suyos se abren para
decirme exactamente lo que piensa.
Su pecho se burla de mi cara mientras estira la mano para desabrocharse
el sujetador, mis dientes atrapando mi labio inferior mientras lo despega y me
revela su cuerpo.
Extendiendo mi mano sobre su columna, la empujo hacia adelante, mi
boca codiciosa como la mierda chupa la punta de su pecho, mi lengua explora el
pezón duro mientras sus manos se sumergen en mi cabello.
Los gemidos caen de sus labios y eso me hace desearla más. Esos sonidos
son míos. Su cuerpo es mío. Todo en ella me pertenece.
La empujo hacia atrás y miro lentamente su cuerpo, mis dedos se arrastran
hacia abajo desde su garganta y entre sus pechos. Mis dedos provocan las
hinchazones internas mientras sigo trazando un sendero lento por su estómago,
mi otra mano aprieta más fuerte su cadera cuando se mueve.
—Tanner —se queja, el suave gruñido de su voz hace que mi polla se
endurezca, mi necesidad más viciosa, mi jodido deseo por ella se convierte en
una llama ardiente.
Luca se estremece de nuevo cuando trazo una línea en el centro de su
estómago, mi mano se desliza desde su cadera hasta su espalda baja para poder
alejarla de mí.
Sosteniéndola en su lugar, mi brazo bloqueado para evitar que se caiga,
arrastro mi boca hacia abajo para besar la línea de sus costillas, bajo para rodear
su ombligo, más abajo aún para poder pasar la punta de mi lengua a lo largo de
la línea de su vaquero, a través de su cintura.
Soplando suavemente sobre su piel, la siento temblar, otro gemido sale de
sus labios.
—Sabes mejor cuando estás así. —Mis ojos suben por la línea de su cuerpo
para observar su rostro.
—¿Así cómo?
—Obediente.
Me fulmina con la mirada mientras desabrocho su vaquero y bajo la
cremallera, mi boca se arquea en una sonrisa, mi pulgar acaricia su braga más
abajo mientras presiono un beso en su piel.
Trabajo mi camino de regreso, besando y probando, provocando y
mordiendo, chupando el brote tenso de su pecho en mi boca mientras mi pulgar
se desliza hacia abajo para rodear su clítoris.
—Oh…
Se inclina hacia mi boca, entregándose a mí, a lo que quiero. A lo que
jodidamente necesito.
—Ponte de pie.
—¿Qué?
Luca está sin aliento. Sin sentido. Confundida porque su cuerpo se ha
apoderado y ha provocado un cortocircuito en su cerebro.
Nuestros ojos se encuentran.
—Ponte de pie.
Espero que discuta porque eso es lo que hace, pero en cambio obedece.
Poniéndose de pie, se agarra a mis hombros para equilibrarse mientras deslizo
mis dedos debajo de la cintura de su vaquero y braga para arrastrarlos por sus
caderas.
Al salir de ellos, se desnuda ante mí, y es como desenvolver un regalo. No
pierdo el tiempo y me inclino hacia delante para morder su estómago, una mano
agarrando su trasero desnudo mientras la otra lucha por desabrochar mi
pantalón y empujarlo por mis piernas.
Cuando se sienta a horcajadas sobre mí de nuevo, se mueve para clavar
mi polla en su cuerpo, pero agarro su trasero con ambas manos y la mantengo
quieta.
—Ve más despacio.
—¿Por qué?
Sonrío ante eso y me encuentro con su mirada.
—Porque me estoy divirtiendo en este momento.
—¿Torturándome?
—Exactamente.
Otra mentira. Hago esto porque no tengo ni idea de si me dejará hacerlo
de nuevo. Nunca he dicho la verdad antes. Nunca confesé mis crímenes.
Nunca me importó cuando sucedió el final del juego y mi oponente se
enteró de lo que había hecho.
Ahora me importa.
Y lo odio.
Una de mis manos suelta su trasero para palmear su teta llena y Luca me
sorprende cuando presiona en el toque, su boca reclama la mía mientras sus
manos ahuecan mis mejillas, su cuerpo se balancea sobre mi regazo.
Cuando agarra mi polla y frota un pulgar sobre la punta, gruño en su boca.
Joder, lo pierdo. La castigo con los dientes mientras acaricia mi eje, mis ojos se
desvían hacia abajo para mirarla.
Dos pueden jugar ese juego.
Deslizando mi otra mano hacia abajo, froto un pulgar sobre su clítoris,
rápido y duro, bajando para provocar su raja antes de tirar hacia arriba de nuevo
para volverla loca. Su cuerpo se arquea hacia mí, los gemidos suben por su
garganta mientras la empujo hasta el borde antes de volver a bajar la velocidad.
Su mano aprieta más fuerte y acaricia más rápido, y miro con fascinación
mientras jugamos entre nosotros.
Luca gana la batalla tan fácilmente cuando presiona su boca caliente
contra mi oído y susurra:
—Por favor, fóllame.
Maldito infierno…
No puedo esperar más. Ahora después de que ella me torturara rogando.
Levantándola, coloco su cuerpo sobre el mío y la hundo lentamente, sus
piernas apretadas contra mis muslos, sus tetas deslizándose por mi pecho. Me
besa de nuevo cuando comienza a moverse, sus manos agarran mis hombros
mientras nuestras lenguas bailan.
Esta mujer es exquisita.
Moviendo mi boca a su oreja, respiro contra ella. Gime y yo sonrío.
—Este dulce coño es mío. Espero que lo sepas. Mataré a cualquier hijo de
puta que lo toque. —Se estremece contra mí, se agarra con más fuerza mientras
sigo susurrando, mi voz es áspera—. No importa a dónde corras, te encontraré.
Y te arrastraré de regreso, pateando y gritando.
Sus músculos agarran mi polla, un orgasmo la atraviesa y bloquea su
cuerpo en su lugar mientras mis caderas toman el control.
Le doy dos puños en el culo, muevo su cuerpo con más fuerza, más rápido,
hasta que tengo que salir para evitar venirme en ella.
Su suave cuerpo colapsa contra el mío. Sudoroso. Exhausto. Saciado y
dócil.
Y cuando apoya su frente contra mi hombro, cuando se aferra a mí como
si no fuera a destruirla, mi cabeza cae hacia atrás contra el sofá y me odio a mí
mismo aún más.
—T
engo que decirte algo.
Tomando asiento en uno de los taburetes altos
junto a la isla de la cocina, veo a Tanner abrir el
refrigerador para agarrar dos botellas de agua.
Su cabello todavía está húmedo por la ducha a la que me llevó, mi cuerpo
hormiguea con el recuerdo de él poniéndose de rodillas, separando mis piernas
y llevándome a otro orgasmo con su lengua mientras el agua caía sobre nosotros.
Cuando me da la cara y mi mirada recorre una gota de agua que rueda por
su pecho desnudo, mis dientes se cierran sobre mi labio inferior porque no
puedo tener suficiente de él.
Abriendo la botella para mí, me la entrega, mirándome tragar un poco
antes de beber de la suya.
—Sabes, la última vez que nos sentamos así, me dijiste que soy una rehén
—bromeo—. Con suerte, lo que tengamos que hablar ahora no será tan malo.
Sus ojos se encuentran con los míos, pero lo que veo detrás de ellos no es
el humor que esperaba.
Odiando el silencio entre nosotros, sigo hablando. Tanner me está
poniendo nerviosa.
—Gabriel me dijo que fuiste a hablar con Priest. ¿Fueron malas
noticias? ¿Alguien le hizo algo a mi auto?
Dejando la botella de agua sobre la encimera, la mira, girándola
lentamente en su lugar mientras se aclara la garganta y se niega a mirarme.
—Le pregunté a Priest por la camioneta que intentó atropellarte. Quería
saber qué vio.
—¿Y?
Exhala pesadamente cuando levanta los ojos. —Y cree que intentaron
atropellarte intencionalmente.
Mi corazón se estremece con un golpe doloroso, el miedo patina por mi
columna hasta que es difícil respirar de manera uniforme.
—¿Por qué querría alguien hacerme daño?
Tanner apoya sus antebrazos sobre la isla y me mira fijamente, con la boca
en una delgada línea y la mandíbula cerrada.
—Eso es lo que necesito decirte.
Maldita sea. Esperaba que esto no tuviera algo que ver con él.
—Escúpelo.
Vacila, se pasa una mano por el cabello mojado, sus fosas nasales se
dilatan mientras lucha contra lo que sea que tenga que decir.
Pero luego derrama todo, cada confesión arrancando un pedazo de mí,
cada palabra revelando lo poco que sé de él.
—Te acorralamos en Yale a propósito. Y no porque tengas algo que
quiero. Al menos, no algo que quisiera entonces. Sino porque tu padre tiene algo
que mi padre quiere.
Puedo sentir los latidos de mi corazón en mi garganta, el torrente de
sangre como un ruido blanco en mi cabeza. —¿Por eso seguiste intentando hacer
un trato conmigo?
Asiente. —Por eso me enfoqué en ti intencionalmente. Envié a Clayton a
tu vida antes de conocerte esa primera noche. Y Jase salió con Everly por la
misma razón.
Con los ojos muy abiertos, lo miro. —¿Qué?
La expresión de Tanner sigue siendo cautelosa, su mandíbula apretada
antes de abrir la boca nuevamente para revelar más.
—Supe quién eras antes de que me conocieras a mí, y preparamos todo
para tomar control sobre ti.
Mis pensamientos se remontan a ese período de tiempo, a la forma en que
todo se había alineado tan perfectamente para lanzarme a su vida.
—¿Por qué?
—Porque eso es lo que se me exigió. Mi padre quería algo y me asignaron
a mí que lo consiguiera. Eso es lo que siempre nos exigen. Desde que éramos
adolescentes.
—Pero, ¿por qué…
—Porque nuestros padres son criminales, Luca. Son un montón de
imbéciles a los que les importa un carajo lo que no sea dinero. Los nueve nunca
hemos sido para ellos nada más que herramientas. Fuimos criados para jugar,
joder a quien se interponga en nuestro camino, y luego seguir adelante una vez
que tenemos lo que queremos hacerle a otra persona. Esa es mi vida. Es la vida
de Gabriel. Y todos los demás en mi grupo.
Es solo otra cosa por la que debería odiarlo, otro montón de mentiras y
manipulaciones, pero al mismo tiempo quiero llorar por él porque puedo ver
cuánto lo lastimó su padre. Hay odio en sus ojos. Dolor. Quiero extender la mano
y limpiarlo de su rostro, pero en cambio aprieto mi mano porque sé que hay más
en esto.
—¿Qué tiene eso que ver con todo lo que está pasando ahora?
Frunciendo los labios, hace girar la botella entre sus manos, su cuerpo
inclinado sobre la isla, sus ojos al nivel de los míos.
—Creo que mi padre está intentando matarte.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque mataron a tu papá para conseguir lo que sea que tenga sobre
ellos. Y todo lo que él tenía está en los servidores los que tienes tú ahora.
No.
No puedo aceptar esto.
No lo creo.
Me niego a sentarme aquí y escuchar esto.
Saltando de mi asiento, no me pierdo cómo Tanner rodea la esquina de la
isla como para perseguirme. Su mano agarra el borde la misma cuando comienzo
a caminar por el piso, mis pensamientos están tan dispersos que comienzo un
millón de preguntas diferentes antes de finalmente elijo una.
—¿Sabías que irían tras mi papá?
Mis ojos se fijan en él. Lo mantengo en su lugar. Lo mantengo ahí mientras
le suplico en silencio que niegue saber lo que sucedería.
El parpadeo lento de sus ojos responde a mi pregunta sin que diga una
palabra, la forma en que sus hombros se tensan.
Se siente como si un cuchillo se me clavara en el estómago y me
doblo. Tanner da un paso hacia mí, pero levanto una mano para detenerlo.
—No te acerques a mí en este momento. No me toques.
No dice nada, se queda ahí parado, mirándome desmoronarme.
Enderezando mi postura, lucho por seguir moviéndome para no
caerme. Quiero pensar que esto es lo peor, pero a juzgar por la forma en que
espera pacientemente a que me componga, de alguna manera sé que hay más.
—Sólo dilo —le espeto, mi voz resuena en la cocina—. Todo ello.
Cuéntamelo todo.
—Puede que quieras sentarte…
—Solo dímelo —grité.
Tanner se lame los dientes delanteros y se inclina contra el mostrador para
cruzar los brazos sobre el pecho. —Te saqué de Georgia porque temía que te
mataran cuando fueron por tu papá.
Mis pies se detienen ante eso, una idea oscilando en mi cabeza que no
puede ser posible. Ni siquiera Tanner puede hacer eso.
¿O sí?
—¿Cómo?
Alzando la mano para frotarse la nuca, suspira. —Esto no va tan bien como
esperaba.
Giro para enfrentarlo. —Joder, ¿eso crees?
Haciendo una pausa, lo miro con los dientes presionados, el dolor me
recorre la línea de la mandíbula. —¿Cómo me sacaste de Georgia?
—Clayton me debía cuatro favores antes de conocerte.
No...
No me habría hecho esto.
Nadie puede ser tan cruel.
—Pagó el primero al salir contigo en Yale.
Me niego a escuchar esto.
Absolutamente me rehúso a jodidamente creerlo.
—Pagó el segundo rompiendo contigo en Yale.
Con la voz temblorosa, trato de llenar el siguiente espacio en blanco. —¿Y
el tercero volviendo a estar conmigo en Yale?
Sacude la cabeza despacio. —No, eso fue todo él, pero creo que fue
porque no quería que yo te tuviera ya que estaba enojado conmigo.
—¿El tercero? —exijo.
Hace una pausa por unos segundos, su voz es fría cuando admite:
—Lo pagó al casarse contigo y alejarte de Georgia.
La habitación gira a mi alrededor y tropiezo hacia atrás. Tanner da un paso
hacia mí de nuevo, y le gruño, envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo
mientras me alejo.
—¿Y el cuarto?
Ni siquiera estoy segura de querer saberlo o de que mi mente pueda
manejarlo. Pero exijo saber a pesar de todo, exijo escuchar cuán completamente
jodió mi vida.
Su mandíbula está tensa de nuevo, su cabeza se inclina hacia abajo
mientras sus fosas nasales se ensanchan. —El cuarto lo pagó divorciándose de ti
y dejándome manejar el caso.
Hijo de puta.
Sé que hay más en esto. Tiene que haberlo porque ahora que conozco esa
parte de la historia, me doy cuenta de que todos los hilos de esta jodida red que
ha tejido a mi alrededor se han alineado de forma demasiado perfecta.
—Cuéntame el resto.
Mirándome con expresión preocupada, me pregunta:
—¿Estás segura de que quieres saber eso?
—¡Dime el resto!
—Tal vez deberías sentarte.
—¡Maldita sea, Tanner!
—De acuerdo. —Se lleva las manos a la cabeza, paseando por el otro lado
de la cocina, luciendo demasiado bien mientras lo hace.
Mientras tanto, estoy segura de que mi cara es del color de un maldito
tomate, mis dientes rechinan tan fuerte que puedo escuchar el esmalte romperse.
—Yo redacté el acuerdo prenupcial específicamente para atrapar a
Clayton. Él no podía admitir que era un matrimonio falso sin deberte un montón
de dinero. Pero también escribí que, si alguno engañaba al otro, los términos
favorecieran a la otra persona.
Recuerdo todo eso. Me alegré de verlo cuando firmé. Estaba tan loca en
ese momento que me sentí segura por el hecho de que Clayton se estaba
tomando el matrimonio lo suficientemente en serio como para pasar por el
esfuerzo de redactarlo. Que estaba cuidando de los dos ya que mi mundo se
estaba desmoronando cuando mi madre murió.
¿Pero descubrir que Tanner lo redactó?
—Voy a vomitar.
Apoyado en el frigorífico, Tanner me mira con recelo. —Deberíamos
tomarnos un descanso antes de contarte el resto.
Mis ojos se fijan en los suyos. —¿Hay más?
Está en silencio por unos segundos, asiente después de que sus ojos
buscan mi rostro. —Te estuve protegiendo de la única forma que pude.
—¡Eso no suena a protegerme!
—De la única forma que pude —dice de nuevo—. Sabía que eras
demasiado buena persona para engañar a tu marido. Y sabía que Clayton era un
pedazo de mierda con una polla errante. Le dije que no podía tener sexo contigo
más de una vez mientras estaban casado, y solo una vez para que el matrimonio
pareciera legítimo. No quería que te hiciera eso, y no podía soportar la maldita
idea de él…
Se detiene, se muerde el interior de la mejilla y niega como si escondiera
algo.
—Pero también sabía que demostrar que Clayton te estaba engañando
sería un gran problema cuando llegara el momento.
Esto no puede empeorar. No puede ser peor. No solo hizo que otro
hombre se casara y se divorciara de mí, ¡me atrapó en un matrimonio célibe
durante tres malditos años! ¿Para qué?
¿Cómo puede alguien hacerle esto a otra persona?
—¿Qué hiciste, Tanner? ¿Qué otra cosa horrible hiciste para arruinar mi
vida?
Aparta la mirada, su mandíbula tensa de nuevo cuando me mira.
— La secretaria de Clayton es una mujer a la que pagué para que lo
sedujera. Sabía que le diría que pidiera el divorcio dentro de unos meses y la
envié para que solicitara el trabajo, que sabía que conseguiría, y luego se
acostara con él para tener un testigo fiable que pudiera entregar a su abogado
para utilizarlo en su contra. Si hubieras aceptado el trato, habría dejado caer al
tipo al que pagué para que mintiera sobre ti y luego la habría enviado con las
grabaciones que tiene sobre Clayton para que te fueras con millones.
Oh, Dios mío.
Esto no está sucediendo.
Esto no puede estar pasando.
—Si hubiera aceptado el trato —me burlo, como si algo de esto fuera mi
maldita culpa.
Se encoge de hombros como si fuera un hecho que yo hubiera arruinado
todo.
—No puedo creer que hayas hecho esto.
—Hay una razón —dice.
—Me importa un carajo tu razón. No hay ninguna maldita razón que puedas
darme que haga que todo esto esté bien.
Las lágrimas corren por mi rostro, calientes y saladas, mis ojos arden
mientras lucho como el infierno por parpadear.
—Ni siquiera puedo mirarte ahora mismo.
Da un paso adelante. —No puedes irte de aquí, Luca. No es seguro.
Una risa horrible brota de mi garganta, el sonido suena loco en lugar de
divertido. —¡Gracias a ti! Gracias a tu jodida familia.
Se estremece al escuchar eso, no dice nada mientras me mira fijamente. —
Escúchame. Si sabes por qué hice todo eso, es posible que lo entiendas.
—Necesito estar sola en este momento —grito—. Pero no te preocupes.
Iré a la puta prisión que me asignaste cuando me secuestraste el otro día. Hazme
el maldito favor de dejarme en paz mientras estoy allí.
Girando sobre mis talones, me marcho, pero antes de cruzar la puerta, otro
pensamiento me golpea.
Ese hijo de puta...
Me vuelvo hacia él. —¿Por qué no me dijiste esto antes de tener sexo
conmigo esta noche?
Las cejas de Tanner se levantan en su rostro, un destello de culpa detrás
de sus ojos.
Es lo que pensaba. Había tomado intencionalmente lo que quería antes de
confesar todo lo que había hecho.
—Joder, te odio —escupo—. Todo sobre ti.
Me mira a los ojos y dice:
—Te dije que lo harías.
—¿Sí? Gracias por la advertencia esta vez. ¿Excepto esa segunda parte de
hacerme amarte de nuevo? Puedes olvidarte de que eso haya sucedido. No hay
nada que puedas decir o hacer para convencerme de volver a hablar contigo.
Sin nada más que decirle, salgo de la cocina hacia mi habitación. Mi
cuerpo no deja de temblar y no puedo contener más las lágrimas.
Todo este tiempo pensé que mi familia estaba maldita, que todos mis
problemas eran porque el destino me odia.
Y tal vez todavía lo haga.
Porque solo un universo que quiere que me destruyan sería lo
suficientemente cruel como para permitirme cruzarme con Tanner.
—D
eduzco, por la cara que pones y por la docena de
abogados que están temblando en sus despachos, que
no le ha ido bien a Luca.
Con los ojos fijos en el paisaje urbano más allá de mi ventana, paso un
bolígrafo por mis dedos y aprieto los dientes. Teniendo en cuenta lo mucho que
he estado haciendo eso hoy, probablemente necesitaré una dentadura postiza al
final de la semana, cuando el esmalte se convierta en polvo por el esfuerzo.
Gabriel se sienta a mi espalda, en silencio durante unos minutos para
dejarme responder. Cuando no digo nada, se aclara la garganta y pregunta:
—Sé que estás de mal humor...
¿Mal? Casi me río por eso. No existe ninguna palabra para definir el estado
de ánimo en el que me encuentro. Nada puede describir el nivel de rabia que
siento en este momento por la situación que se ha salido de control.
—...pero necesito hacer estas preguntas por si tengo problemas que
arreglar.
No me gusta lo cuidadosa que es su voz. Gabriel nunca camina sobre
cáscaras de huevo a mi alrededor. Nunca se preocupa por presionar mis botones
incluso cuando estoy a punto de asesinar a alguien.
—Primera pregunta: ¿Dónde está Lacey? La he buscado por toda la oficina
y nadie la ha visto hoy.
Mi voz es un gruñido bajo cuando respondo:
—La envié a casa.
—¿Con o sin trabajo?
El bolígrafo se parte por la mitad en mi mano, la tinta azul estalla sobre mi
piel, lo que sólo me enoja más.
Girando mi asiento, tiró el plástico roto sobre mi escritorio y miró
fijamente un par de ojos verdes preocupados.
—Le envié un mensaje dándole el día libre porque en estos momentos
estoy teniendo una suerte de mierda con las mujeres que realmente quiero en mi
vida. Lo último que necesito es que Lacey renuncie a su trabajo porque le he
dado una paliza por una estupidez.
Relajando los hombros, Gabriel se echa hacia atrás en su asiento y cruza
un tobillo sobre una rodilla.
—Es bueno ver que todavía piensas con cierta lógica. Nunca
encontraríamos a nadie que la sustituyera.
—No soy tan malo.
Enarca una ceja.
—Te las arreglaste para espantar a diecisiete asistentes en el curso de seis
meses cuando empezamos la firma. Algunas de ellas presentaron solicitudes de
indemnización por las visitas terapéuticas que necesitaron después de trabajar
para ti. Lacey ha sido un regalo del cielo.
Agarró la caja de pañuelos de mi escritorio e intento limpiar la tinta de mi
mano, pero sólo consigo mancharla en el proceso.
—Cuéntame lo que pasó con Luca.
—Le conté todo. Bueno, casi todo. Para cuando terminé de explicarle lo
que hice con Clayton, no se quedó lo suficiente para saber por qué.
Se rasca la mandíbula y estira el brazo sobre el respaldo del asiento de al
lado.
—¿Pero se quedó en la casa?
Apretando la mano azul para no manchar de tinta todo lo que toco, lo
fulmino con la mirada.
—Sí, se quedó. Subió a su habitación prisión, como ella la llama, y no volvió
a salir. Llamé a la puerta una hora después e intenté entrar. Me tiró algo a la
cabeza y decidí que necesitaba un poco más de tiempo para calmarse. Esta
mañana lo he vuelto a intentar ofreciéndole el desayuno y me ha mandado a la
mierda, y que puedo meterme la comida por el culo o atragantarme con ella y
morir. Yo elijo.
Su mano se mueve sobre su boca, seguramente para ocultar una sonrisa.
—Pero al menos te habla. Eso es un progreso.
Lo fulmino con la mirada.
—Así que cuando decidiste venir a la oficina, fue porque...
—Pensé que era más seguro estar aquí que en casa. Al menos hasta que
pueda arreglar esto.
Gabriel se ríe de eso, y resisto el impulso de irrumpir allí para darle una
paliza.
Todavía sonriendo, intenta controlar su risa, fallando miserablemente,
debo añadir, y me mira fijamente.
—Lo siento. Es que nunca te había visto huir de un adversario.
Especialmente de una mujer.
—No he dicho que huya. He venido aquí porque es más seguro. Para ella.
Si Luca decide salir de su habitación y tan solo me mira con odio, no creo que se
pueda confiar en que no la sacuda y la haga entrar en razón. Necesito calmarme
antes de lidiar con ella.
Su sonrisa de comemierda no desaparece. En todo caso, parece que
Gabriel está a diez segundos de necesitar un goteo de Torazina y una camisa de
fuerza porque ha perdido la puta cabeza.
El cabrón intenta y no consigue controlar sus expresiones faciales. Algo
que nunca sucede con él.
—¿Por qué me miras así?
Se encoge de hombros. Lanza una carcajada. Vuelve a controlarse y luego
controla su expresión.
—No es nada. Resulta que los encuentro muy divertidos.
—Vete a la mierda. Ni siquiera estaría en esta situación si no fuera por ti y
tu estúpido consejo de decir la verdad. Sabía que era una mala idea, y aun así mi
estúpido culo siguió adelante. Ahora Luca no me habla, y no estamos cerca de
conseguir los servidores y terminar este problema con nuestros padres.
—¿Le dijiste toda la verdad?
Mis ojos se dirigen a los suyos.
—Ella no necesita saber esa mierda, Gabriel. Nadie lo necesita. Y menos
los gemelos.
Nuestras miradas se fijan en el escritorio, el humor en su expresión
desaparece por completo ahora que el otro trato que hice hace tres años flota
entre nosotros.
—Creo que se puede confiar en que Luca mantenga esa información en
privado. No, no le gustará saber que fue ofrecida como cordero de sacrificio,
pero si sabe por qué no tuviste otra opción, quizá te entienda mejor. Ambos
sabemos que hiciste todo lo que pudiste. Que estabas jodidamente acorralado.
Las decisiones que tomaste salvaron vidas, y ella tiene que tener la oportunidad
de verlo.
Sacudo la cabeza ante eso. Subo los pies al escritorio. Los bajo de una
maldita vez y salgo disparado de mi silla para recorrer la habitación.
Es imposible quedarse quieto. Todo está tan descontrolado que estoy
fuera de mi elemento.
Revelar la verdad a Luca fue una estupidez. Deberíamos haber inventado
algo de nuevo. Pensar en alguna manera de convencerla de que nos diera los
malditos servidores para poder salvar su vida. Si lo hubiera dejado así,
probablemente lo habría hecho.
Sí, sería otra mentira. Pero no completamente. Acabar con nuestros padres
pondrá fin a la amenaza contra ella. Todas las demás mentiras son
intrascendentes.
—William ya rompió los términos de ese trato al contactar con Damon.
—Y tú le recordaste los términos.
Girando hacia él, pregunto:
—¿Cómo lo sabes?
Gabriel cambia de posición en su asiento.
—Porque Warbucks me llamó cuando no atendiste la llamada de tu padre.
No están contentos con lo que hiciste.
—Que se jodan. William se lo buscó. Tiene suerte de que no lo haya hecho
peor.
La triste verdad es que los gemelos están vivos hoy sólo gracias a mí. No
es que su padre los hubiera matado personalmente, pero dondequiera que los
estuviera llevando los estaba destruyendo lentamente. Sólo recordar el estado
en el que los encontré la última vez que se los llevó de viaje con la familia hace
que mis manos se aprieten a los lados.
Si el lugar al que los llevó no los hubiera matado, habrían terminado
matándose de otra manera. Su rabia los llevaba a hacer estupideces sin
importarles un carajo si vivirían para contarlo.
Utilicé a Luca para cortar la comunicación entre los gemelos y su papá, le
puse una correa con la amenaza de que la soltaría de nuevo si William respiraba
en dirección a los gemelos.
El hecho de que mi amenaza funcionara me sorprendió, pero les demostré
que iba en serio por lo lejos que llegué al mantener a Luca bajo control.
Y odié todo lo que le hice.
Odiaba la idea de que Clayton estuviera cerca de ella.
No podía tolerar la única vez que le permití consumar el matrimonio para
que ella no se preguntara por qué carajo nunca la tocaba.
Le salvé la vida alejándola de Georgia, y salvé a los gemelos arruinando
la vida de Luca.
Ahora, aquí estamos, tres años después y los gemelos vuelven a ser
funcionales. Están cuerdos en su mayor parte. Son socios en la empresa y tienen
libertad financiera del maldito demente que los crio.
Se suponía que Luca sería libre financieramente también, y que yo tendría
esos servidores.
Y la triste verdad es que ni siquiera sé si lo que su padre tenía sobre
nuestros padres es suficiente para destruirlos realmente. Todo lo que tengo en
este punto es una corazonada.
—Déjame hablar con ella —sugiere Gabriel, su voz es una isla de calma a
mi espalda.
—No servirá de nada.
—Salvo que yo soy mejor que tú para manejar a la gente.
Mirando por encima de mi hombro hacia él, enarcó una ceja. —Soy muy
bueno manejando a la gente.
—Tú eres bueno destruyéndolas —dice con naturalidad—. En asustarlos,
y en crear el juego y organizar a los jugadores. Pero cuando se trata de tratar
realmente con la gente, apestas.
—La gente apesta —argumento.
—Por eso soy mejor en esa parte del juego. Estoy de acuerdo en que no
estás de humor para tratar con Luca, y me atrevería a adivinar que hiciste un
trabajo de mierda al explicarte con ella en primer lugar.
Mis pies se detienen y me giro para mirarlo.
—También puede que se haya enojado porque nos acostamos antes de
decírselo.
Gabriel parpadea, sus hombros tiemblan una vez mientras gira la cabeza
para ocultar su expresión. Tengo la sensación de que se está riendo de mí otra
vez.
—Déjame hablar con ella —dice—. Me dirigiré a tu casa para suavizar las
cosas con Luca cuando termine de arreglar las cosas aquí.
Confundido ante eso, me meto las manos en los bolsillos y me apoyo en la
pared.
—¿Qué tienes que arreglar aquí?
Mirándome como si me hubiera crecido una segunda cabeza, Gabriel se
levanta de su asiento, se tira de los puños de las mangas y me mira fijamente.
—Hay muchas cosas que puedes decir a los abogados que crees que han
metido la pata, Tanner. Pero amenazar con tatuarles imbécil en la frente la
próxima vez que dejen caer la pelota está probablemente fuera del alcance de
lo que es aceptable para Recursos Humanos.
—Yo soy Recursos Humanos. Mi nombre está en el edificio.
A juzgar por su expresión, no está de acuerdo.
—No puedes hablar con nadie durante el resto del día. Me aseguraré de
que nadie entre en tu despacho, pero cuando salgas, es para ir directamente a
los ascensores y a casa.
Se da la vuelta para salir, y me paso una mano por el cabello, recuerdo la
tinta y luego maldigo en voz baja.
Dudando mucho de que Gabriel sea capaz de calmar a Luca, vuelvo a mi
escritorio y dejo caer mi peso en la silla ejecutiva.
Mis ojos contemplan la ciudad y paso las siguientes horas planeando cómo
convencer a Luca de que me ame de nuevo.
L
a vorágine volvió a golpear.
Esta vez con más fuerza.
Con más violencia.
El caos total se apoderó de mis pies mientras me arrastraba bajo las aguas
en las que nunca entré voluntariamente.
Y mientras mi boca se abría para aspirar una respiración que nunca
llegaría, y mis ojos se abrían para ver cómo la superficie del agua se alejaba
hasta quedar atrapada en un abismo negro como la boca del lobo, no podía
mover los brazos esta vez para elevarme, para nadar en paralelo a la orilla, para
hacer casi nada porque mis manos estaban atadas mucho antes de saber que
necesitaba luchar.
Tanner ganó la partida antes de que yo supiera que estaba jugando. No
me sorprende, no ahora que he tenido tiempo de calmarme lo suficiente como
para ver la situación tal y como es.
Por un lado, estoy casi feliz de saber lo que ha hecho. Ha aclarado muchas
preguntas que me rondaban por la cabeza, ha explicado incidentes que eran
demasiado coincidentes para ser simplemente mala suerte.
Pero, por otro lado, estoy bastante segura de que lo que ha hecho está tan
fuera de lugar que nunca podré perdonarlo.
Lamentablemente, si sólo hubiera sido lo que pasó en Yale, si sólo fuera lo
que me ha hecho con todo lo que ha pasado con Clayton, tal vez, tal vez, podría
ver más allá de los jodidos juegos que ha hecho y darle la oportunidad de
explicarse. Pero la única parte que nunca podrá compensar es no haberme dicho
que mi padre estaba en peligro.
Se pueden reemplazar muchas cosas en la vida. Los objetos materiales son
una docena de centavos. Quizá no los artefactos raros y las fotos de tu juventud,
pero todo lo demás tiene muy poco valor cuando se compara con lo que
realmente tiene significado. La mayoría de los objetos pueden ser reemplazados,
recomprados, recreados en alguna fábrica en algún lugar por gente a la que le
importa poco la artesanía.
Lo que no se puede sustituir son las personas a las que se quiere. No hay
ningún valor que pueda colocarse en la vida de mi padre, ninguna cantidad de
dinero, ninguna buena acción, ninguna persona que pueda intervenir para
hacerme olvidar lo que he perdido.
Mis padres lo eran todo para mí.
Tanner no fue responsable de la pérdida de mi mamá. Ni siquiera él puede
hacer que el cáncer se desarrolle y crezca, que devore y haga estragos, que
convierta a una persona antes vibrante en una burla de lo que fue hasta el día en
que exhale su último aliento.
¿Pero mi padre? Podría darme un aviso sobre eso. Podría dar algún tipo
de mensaje que me diera tiempo para avisar a mi papá. Podría tomar la decisión
de mirar más allá de lo que sea que quiere y darme la oportunidad de cambiar
cómo mi vida ha sido alterada permanentemente.
La mierda con Clayton es mala. Lo que hizo Tanner es horrible. Pero son
tres años perdidos en lugar de toda una vida. Tres malditos años miserables que
me enseñaron una lección sobre mí misma.
Tanner tiene la culpa de que Clayton me engañara para casarme con él.
Pero yo tengo la culpa por permitir que el matrimonio continúe.
El primer año, no pasamos mucho tiempo juntos en absoluto. Después de
la boda, nos fuimos a una luna de miel que fue muy incómoda y duró poco. Me
culpé de la mayor parte de ella. Estaba demasiado preocupada por mi mamá,
odiaba estar tan lejos de ella mientras estaba enferma. No estaba concentrada
en mi nuevo marido porque tenía demasiado pánico por ella.
Clayton parecía entenderlo. Pero entonces enfermó durante la luna de
miel, y fue un alivio tener una razón para regresar a casa antes.
Después de eso, Clayton se marchó para empezar su negocio mientras yo
me quedaba en Georgia para estar con mis padres. Vivimos separados durante
mucho tiempo. Así que era lógico que cuando mi mamá finalmente falleció y me
mudé a vivir con él, las cosas fueran incómodas.
Para entonces ya me engañaba. No trató de ocultarlo, y me culpé de ello
porque estaba angustiada por la muerte de mi mamá y preocupada por mi papá.
A decir verdad, y me costó mucho tiempo darme cuenta, no me importaba que
me engañara. Pero entonces, nunca lo amé realmente.
Aun así, intenté arreglarlo. Me aferré a él porque no había nada más para
mí. Mi papá estaba luchando con la pérdida de mi mamá y su negocio fallido. No
quería ponerle más presión al necesitar ayuda yo misma. Así que intenté que mi
matrimonio funcionara. Intenté seducir a mi marido para que me quisiera de
nuevo. Lo intenté todo... y fracasé.
No voy a mentir y decir que no fue un golpe para el ego el no ser deseada
por el hombre con el que estaba casada. Me dolió. Me bajó los humos. Me hizo
cuestionarme a mí misma en más formas de las que me gustaría admitir. Pero era
débil entonces, maltratada y magullada por lo que le pasó a mi familia.
Una mujer más inteligente se habría ido. Debería haberme ido. Pero no lo
hice. Y eso es totalmente mi culpa.
Permití que la debilidad tomara decisiones por mí.
Permití que el dolor me encerrara en su sitio.
Lo peor de todo es que permití un ataque a mi orgullo al aceptar a un
marido que no me quería.
Por si fuera poco, luego murió mi padre y me aferré aún más a Clayton
porque era lo único que me quedaba, sólo para que me dejara de lado porque
se había enamorado de su secretaria.
Casi se siente bien saber que la mujer por la que me dejó no le
corresponde. Que le pagaron para seducirlo y que tiene toda la intención de
testificar contra él para que yo pueda salir con lo suficiente para sobrevivir.
Casi se siente bien.
Pero eso no significa que deba perdonar a Tanner.
En todo caso, él tiene tanta culpa como yo.
Más allá de todo eso, sin embargo, está el hecho de que no me advirtió
sobre mi papá. Cuando todo está dicho y hecho, eso solo es imperdonable.
Un golpe en mi puerta hace que mi cabeza gire en su dirección.
—¡Vete a la mierda, Tanner!
No quiero verlo en este momento. No soporto la idea de oír su voz o
escuchar lo que sea que tenga que decir. Conociéndolo, me dará alguna razón
ridícula por lo que ha hecho que sólo me enojará más.
La puerta se abre de golpe sin importar lo que haya gritado, los ojos
verdes de Gabriel se asoman por el lateral de la misma como si esperara que le
tirara algo a la cabeza.
Estrecho mi mirada hacia él y aprieto los dientes.
—El policía bueno no va a funcionar esta vez. Puedes irte a la mierda con
lo que sea que hayas venido a decirme.
Sus ojos se abren al entrar. Como de costumbre, va perfectamente
arreglado con un pantalón gris y una camisa verde oscuro abotonada que solo
resalta el color esmeralda de su mirada.
Sin corbata ni chaqueta, Gabriel parece casi informal, con los botones
superiores de la camisa abiertos para dejar ver la piel bronceada que hay
debajo.
Entrando en la habitación, cierra la puerta y se apoya en ella, con los
brazos cruzados sobre el pecho mientras cruza un tobillo sobre el otro.
—No estoy aquí para jugar al policía bueno. Estoy realmente preocupado
por tu estado.
—¿Cómo estoy?
Me río, el sonido es todo menos gracioso.
—¿Cómo crees que estoy? Acabo de descubrir que los últimos tres años
de mi vida han sido una farsa. Acabo de descubrir que mi vida está en peligro
por culpa de sus familias. Acabo de descubrir que mi padre está muerto cuando
Tanner podría haber hecho algo para salvar su vida. Podría haberme avisado, o
al menos haber avisado a mi papá.
Sacudo la cabeza y miró hacia otro lado.
»Estoy muy bien, Gabriel. Gracias por preguntar.
La habitación se sumerge en el silencio durante unos minutos, mi pulso es
tan débil que parece que mi corazón se desinfla en mi pecho.
—Tu padre ya lo sabía, Luca.
Vuelvo a pensar en él.
—No me mientas. Eso no tiene ni pizca de gracia.
Apartándose de la puerta, da pasos vacilantes hacia mí, con las manos
metidas en los bolsillos cuando se detiene en el centro de la habitación y me
sostiene la mirada.
—No estoy mintiendo. Envié un mensaje a tu padre. Es la razón por la que
te llamó a casa inmediatamente aquella noche en Yale.
El shock me atraviesa.
—¿Qué?
Unos cuantos pasos más y se sienta en el lado de la cama y apoya los
antebrazos en las rodillas.
Inclinando la cabeza lo suficiente para mirarme, me explica:
—Tu papá no te llamó para decirte que vinieras a casa sólo porque tu
mamá estaba enferma. Lo hizo para alejarte de nosotros.
La cabeza me da vueltas. Juro que cada vez que me doy la vuelta, hay algo
más en esta historia.
—¿Por qué iba a hacer eso si estaba decidido a controlarme?
Cuando abre la boca para discutir, lo interrumpo antes de que tenga la
oportunidad de decir la primera palabra.
—Y no intentes mentir y decirme que no has estado tan involucrado en
todo esto como Tanner.
Mira al suelo.
—Tengo mis razones. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que tu papá
lo sabía. Desgraciadamente, no creo que supiera qué tenía que era tan
importante. Si lo supiera, lo habría utilizado para acabar con nuestras familias.
Y volvemos a la razón por la que todo esto está sucediendo.
—¿Qué hay en esos servidores?
Girándose para mirarme a los ojos, Gabriel se encoge de hombros.
—No tenemos ni idea. Los únicos que lo saben son nuestros padres. Sólo
sabemos que lo quieren, y que están preocupados por ello.
Entierro la cara entre las manos, el cansancio me invade. ¿Por qué no me
avisó mi papá?
Con voz cuidadosa y tranquila, Gabriel se acerca para frotarme
suavemente la espalda.
—Eso no lo puedo responder.
—Entonces, ¿qué puedes responder? —murmuró entre las palmas de las
manos, con los ojos cerrados porque todo esto es demasiado para procesarlo.
—Puedo decirte por qué Tanner puso a Clayton en tu contra después de
que te mudaras a Georgia.
Suspirando con fuerza, levanto la cabeza para mirarlo.
—No estoy segura de que lo que hizo sea perdonable.
Gabriel frunce los labios y retira su mano de mi espalda.
—Tal vez no, pero lo hizo por más razones de las que tú entiendes. El
momento de todo fue desafortunado, pero no sólo te salvó la vida al sacarte de
Georgia, sino que salvó a los gemelos al encerrarte en el matrimonio con
Clayton. Un matrimonio que Tanner no quería, debo añadir. Lo mató tomar esa
decisión.
—¿Por qué?
—Porque te quería para él. Aunque no lo admitiera en ese momento.
Te juro que para cuando todo esto salga a la luz, necesitaré un gráfico de
referencia sólo para mantenerme al día con todos los diferentes hilos de esta red
y cómo se unen.
Ya estoy más confundida de lo que me gustaría admitir.
Hay tantas piezas móviles, como un reloj antiguo con todos sus engranajes
y poleas, una pieza que se mueve en una dirección determinada para que otra
pieza se ponga en marcha y se mueva en la dirección opuesta.
—Explícate —digo, esperando como el demonio que no me explote la
cabeza en algún momento, tratando de seguir el ritmo de esto.
Subiendo un poco más el colchón, Gabriel se apoya en la pared, me acerca
a él agarrando mi mano y me pasa el brazo por encima de los hombros cuando
estoy cerca.
—¿Recuerdas la noche de la última fiesta a la que asististe en Yale? O
supongo que debería decir la mañana siguiente.
Asintiendo, pienso en lo que vi.
—Tanner trajo a los gemelos a casa, y estaban hechos una mierda.
—Ellos no se hicieron eso. Al menos, esa vez, no lo hicieron. Su padre fue
responsable de lo que les pasó, y no era la primera vez. Todos estábamos
preocupados.
Entristecida por eso, lo miro.
—¿Qué hizo su padre?
Él frunce el ceño.
—Esa es la historia que tienen que contar los gemelos. Ninguno de
nosotros lo sabe realmente. No quieren hablar de ello, pero lo que sí sabemos
es que tenía que parar. Nos preocupaba que acabaran muriendo por ello. O que
se mataran actuando.
—¿Qué tiene que ver esto conmigo?
—Es simple. Tanner necesitaba una ventaja contra el padre de los
gemelos, y necesitaba una forma de sacarte del peligro. Todo lo que hizo con
Clayton funcionó para resolver ambos problemas. Te sacó de Georgia, pero
también te puso una correa que satisfacía a nuestros padres. Los obligó a llegar
a un acuerdo para que William no pudiera ponerse en contacto con los gemelos
porque, si lo hacía, Tanner destruiría cualquier posibilidad de que tuvieran
control sobre ti. Y funcionó. Los gemelos no tienen idea de por qué su padre los
ha dejado solos durante tanto tiempo, pero se recuperaron gracias a él. Ahora ya
no tienen que dejar que les destruya la vida, ya que tienen dinero propio. Es todo
muy complicado, lo entiendo, pero era necesario en ese momento.
Fue una tormenta perfecta, si me preguntas. Una en la que Tanner estaba
en el centro.
—Hay algo que deberías saber sobre Tanner —admite Gabriel con voz
cuidadosa—. No siempre estuvo de acuerdo con lo que nuestros padres nos
hicieron. Una vez se defendió y recibió una dura lección sobre lo que ocurre
cuando se toma esa decisión.
Recordando lo que me dijo Ava, pregunto:
—¿Se trata de lo que le ocurrió cuando tenía nueve años?
Gabriel se queda quieto a mi lado y sus ojos se abren con sorpresa.
—¿Cómo sabes eso?
Sonrío.
—Digamos que tengo mis fuentes.
—Eres una mujer retorcida, pero supongo que eso significa que no
necesito hablar de esto.
Maldita sea.
—No, deberías decírmelo. Todo lo que sé es que algo pasó. Pero no
conozco los detalles.
Riéndose, me rodea con su brazo. —Entonces tus fuentes no son tan
buenas como las nuestras.
Hace una pausa por un segundo, con los músculos rígidos. Cuando vuelve
a hablar, odio oír la vacilación en su voz.
—Cuando Tanner tenía nueve años, intentó ir a contracorriente. Le dijeron
que hiciera algo que no quería hacer. Era una mierda de niño en ese entonces,
pero en cierto modo, estábamos siendo entrenados. Nuestros padres disfrutaban
haciéndonos hacer cosas horribles. Pero eso es porque son personas horribles.
A Tanner no le gustaba, y siempre ha sido el más fuerte de todos nosotros. El más
terco, de todos modos. Resumiendo, se negó.
—¿Así que le hicieron daño? —Supongo.
Sacudiendo la cabeza, los ojos de Gabriel se oscurecen, el humor
constante en ellos se pierde.
—No. Lastimar a Tanner no lo obligaría a ceder. Lo aceptaría mientras se
le ocurre alguna forma creativa de vengarse. Pero nuestros padres lo sabían, así
que idearon otra forma de doblegar su brazo.
Dios, no estoy segura de querer saber esto.
En un suspiro, Gabriel admite:
—Hicieron la única cosa que haría que Tanner cayera en la línea. Hicieron
daño a su mejor amigo delante de él.
Mi corazón se contrae en mi pecho, la rabia me atraviesa al escuchar lo
que se hizo. Odio a sus padres y los quiero a todos muertos.
—Te hicieron daño —digo, sabiendo ya la respuesta.
Asiente una vez, con los ojos fijos en la pared que tenemos enfrente.
La voz de Gabriel es áspera cuando admite:
—Tanner siempre ha sido protector con la gente que le importa. Incluso
más que a sí mismo. Para llegar a él, hay que atacar a las pocas personas del
mundo que le importan. Y una de esas personas eres tú ahora.
Quiero discutir con él, afirmar que está lleno de mierda, pero incluso
después de todo lo que Tanner ha hecho, no estoy tan segura de que Gabriel esté
equivocado.
—¿Crees que es por eso que alguien está tratando de hacerme daño? ¿Qué
tal vez sus papás se han dado cuenta de que significo algo para él?
—Ahora lo estás entendiendo —responde—. Eso es exactamente lo que
pensamos. Y es exactamente por lo que hemos pedido que te quedes aquí.
La respiración se me escapa mientras todo mi cuerpo se desinfla.
—Tenemos que averiguar qué hay en esos servidores.
—Lo hacemos —acepta.
Odio estar de acuerdo con esto, pero si lo arregla todo, sería estúpido
seguir negándome.
—¿Entonces esto no es por Everly?
—No para Tanner y para mí, no.
Mis cejas se tensan ante eso, pero lo dejo pasar. Estoy demasiado cansada
para seguir escarbando a estas alturas, con el filo de la pala embotado por haber
escarbado en el terreno rocoso que conforma toda esta situación.
—Esto no significa que de repente vaya a formar parte del club de fans de
Tanner. Todavía estoy enojada con él.
—Tienes todo el derecho a estarlo.
—Y todavía planeo hacer su vida un infierno durante los próximos días.
—No esperaba menos de ti —se burla.
—Hay que darle una lección por lo que ha hecho.
La cabeza de Gabriel se inclina para poder mirarme.
—Y si alguien puede enseñarle, eres tú.
Hijo de puta, no puedo creer esta mierda.
Derrotada, exhalo:
—Esto es una red muy retorcida en la que estoy metida.
Gabriel se ríe.
—Y pensar que sólo estás en el anillo exterior de la misma.
V
uelvo a la casa sobre las siete más o menos. Gabriel me ha llamado
después de hablar con Luca y me ha explicado que por fin se ha
puesto de acuerdo en lo que respecta a los servidores.
Sin preocuparme mucho por eso, al menos no tanto como debería, dado
todo lo que he hecho para conseguirlos, pregunté por Luca.
Al parecer, todavía me odia.
Comprensiblemente, no tiene intención de volver a hablar conmigo.
Tristemente, eso probablemente significa que no volverá a tener sexo
conmigo.
Y esa parte duele.
Más de lo que quiero.
Más de lo que debería.
Pero también me da una razón para esforzarme un poco más para que
vuelva conmigo. También resulta muy conveniente que esté atrapada en mi casa
y que esté al alcance de la mano. Quiero odiar a nuestros padres por intentar
matarla, pero al mismo tiempo, tengo que estar un poco agradecido por el hecho
de que me haya facilitado la vida.
Aprovechar las situaciones siempre ha sido mi fuerte. Y no dudaré en
hacer lo mismo ahora.
Luca no puede escaparse por un tiempo, y eso me da una oportunidad más
que suficiente para demostrarle que no soy un tipo tan malo.
Al menos no cuando se trata de ella.
Ya no.
No puedo evitar dar las gracias al destino por haber organizado todo esto.
Si Luca no hubiera estado atrapada en mi casa, ella habría corrido a esconderse.
Me habría hecho enfadar, me habría obligado a perseguirla y habría hecho
mucho más difíciles mis esfuerzos por convencerla de que me perdonara.
Por suerte, no fue así, y estoy dispuesto a sufrir unos días de lindas miradas
de ojos estrechos en mi dirección, la inclinación de su barbilla rebelde, y lo que
estoy seguro que serán algunas palabras desagradables que se me dirán entre
sus bonitos labios mientras la seduzco de nuevo.
Para ser sincero, estoy deseando hacerlo. Sólo porque nada me excita más
que Luca de mal humor.
Eso es una mierda.
Lo sé.
Pero hay algo en una mujer que tiene una firmeza de acero. Hace que la
persecución sea más agradable. La victoria es mucho más que una victoria. Te
hace ver más de cerca el valor de una persona, sólo porque tuviste que luchar
como un demonio para estar con ella.
Nunca he tenido que perseguir a una mujer antes. Nunca tuve que hacer
más que mover un dedo.
Pero Luca ha estado a punto de dejarme sin aliento más veces de las que
puedo contar. Por eso, ha grabado su nombre en mis huesos, se ha hecho
irresistible e inolvidable.
Esa mujer es mía.
Lo sepa o no.
Independientemente de la pelea que presente.
Sólo está el pequeño, minúsculo problema de todas las cosas de mierda
que he hecho. Un asunto que me gusta pensar que ya está en el pasado.
No volveré a hacerle daño, ni por nada ni por nadie. Porque ahora que la
he reclamado, la protegeré hasta mi último aliento. Porque es el tipo de mujer
que merece mi amor. Sólo necesito hacerla ver la verdad en eso.
Lo que probablemente no será fácil. Estamos hablando de Luca. Nunca
hace nada fácil.
Bajando del auto, recorro un lento camino hasta la puerta lateral de la casa
que da acceso a la cocina. Abro la puerta y me asomo al interior, con cuidado de
asegurarme de que Luca no está esperando al otro lado con un cuchillo que
utilizará para cortarme las pelotas.
Al no verla, entro y dejo las llaves en una mesa cerca de la puerta, mientras
mis ojos escudriñan la habitación para asegurarme de que no está escondida en
algún lugar con la intención de saltar sobre mí.
La probabilidad de que me ataque físicamente es mínima. Soy más grande
que ella. Más fuerte. Y requeriría que ella me tocara de alguna manera. Y me
daría una razón para tocarla.
Luca no iría por ese camino.
Sabiendo eso, me siento lo suficientemente seguro como para subir las
escaleras y cambiarme la ropa de trabajo, tomar una ducha y decidir cómo voy
a empezar el proceso de seducción de nuevo.
Cuando salgo de mi habitación, no llevo nada más que unos pantalones
negros sueltos que me resultan cómodos, el agua aún gotea de las puntas de mi
cabello mientras corro escaleras abajo y me dirijo de nuevo a la cocina.
Me detengo en la puerta para encontrar a Luca sentada en la isla de la
cocina, sus ojos azules se arrastran en mi dirección con tanto desdén detrás de
ellos que parecen cuchillas de afeitar que me cortan la piel.
Aun así, me niego a ser una nenaza con ella. Puede estar tan enfadada
como quiera. Es bonita en ese sentido. Siempre me ha gustado mirarla fijamente
a través de una habitación sabiendo que la haré mía incluso cuando crea que no
me soporta.
—¿Tienes hambre? —pregunto mientras paso descalzo junto a ella hacia
la nevera.
—No estoy aquí para ser tu amiga —dice, con la voz más calmada que la
última vez que le hablé.
El aire frío impacta en mi pecho cuando abro la puerta de la nevera. Tras
agarrar dos filetes, una bolsa de patatas y champiñones frescos, me giro para
colocarlos en la encimera antes de encontrarme con su mirada.
—Supongo que eso significa que follar también está descartado.
Sus ojos se entrecierran y yo sonrío. Enfurecerla es muy divertido. Odiarla
es aún mejor, pero eso llevará tiempo.
Cruzando los brazos sobre el pecho, Luca me observa mientras tomo una
tabla de cortar y un cuchillo. No se me escapa cómo su mirada recorre mi cuerpo
y vuelve a subir, sus mejillas se tiñen de rosa cuando la atrapo.
—Además de la comida, ¿quieres algo más?
Ella resopla, poniendo los ojos en blanco. —Estoy aquí para pedir una
tregua.
Mis labios se curvan al oír eso. Todas las treguas que hemos tenido
siempre han terminado a mi favor... o en mi cama.
—No ese tipo de tregua —gruñe.
Me empeño en no mirarla mientras corto las patatas en pequeños bloques.
—Querer follar conmigo no es algo malo, Luca. No te lo reprocharé.
Se calla y me muerdo el interior de la mejilla para no reaccionar.
Con un suave ronroneo de voz, dice:
—En realidad, estaba deseando devolverte el favor de lo que me hiciste
en la ducha.
El cuchillo se desliza y me corta el lado del dedo, mi polla se agita a pesar
del dolor. Me llevo el dedo a la boca y chupo el corte para detener el flujo de
sangre.
Luca me sonríe.
Me guiña un ojo.
Pero luego me frunce el ceño de forma falsa.
—¿Te hiciste daño?
Sonrío, con la comisura de la boca curvada hacia arriba porque me voy a
vengar de lo que está haciendo.
Buscando en un cajón una venda, me envuelvo el dedo antes de limpiar el
cuchillo y volver al trabajo.
—Si quieres devolverme el favor, siempre estoy encantado de bajarme los
pantalones.
—Es una pena que tengas una polla demasiado grande para que yo pueda
manejarlo.
Me río, mi polla se hincha en este punto. —No te he oído quejarte todavía.
Dejando caer el cuchillo sobre la encimera, levanto la mirada.
—A menos que esos lindos gemidos sean tu forma de quejarte.
Sus mejillas se calientan y se esfuerza por recuperar la compostura.
—Estoy aquí para hablar de los servidores.
Fue divertido mientras duró, pero en esto tiene razón. Apoyándome en el
mostrador, sujeto los bordes laterales con las manos y fijo mi mirada en la suya.
La mirada de Luca desciende por mi cuerpo antes de levantarse de nuevo,
con más calor recorriendo sus mejillas porque tiene que ser capaz de ver la línea
rígida de lo mucho que la deseo.
Enderezando su postura, se aclara la garganta y va al grano.
—Hablé con el antiguo socio de mi padre después de la fiesta a la que me
llevaste el sábado por la noche. Me dijo que los archivos de los servidores están
todos encriptados. Y que el lenguaje utilizado para encriptarlos es uno que
desarrolló mi padre. Nadie lo conoce. Él mismo desarrolló el código.
Lo que explica por qué Taylor nunca fue capaz de pasar los cortafuegos.
Lamentablemente, esta información no lo disuadirá. En todo caso, se excitará.
El imbécil se excita con ese tipo de mierda, y el padre de Luca era uno de
los ídolos de Taylor.
No me sorprendería encontrar un póster del hombre colgado en algún
lugar de la habitación de Taylor. O un santuario construido en honor al único otro
genio de la informática en este mundo que era más inteligente.
Se encoge de hombros. —No estoy segura de que los servidores ayuden
si nadie puede ver lo que hay en ellos.
—Estoy seguro de que Taylor puede resolverlo. —Mi mirada baja hasta su
pecho antes de volver a subir lentamente para encontrarla mirándome con
desprecio.
—Eso ya no es para ti.
Sonrío. —¿Pero y si lo es?
El músculo sobre su ojo hace un tic, y sonrío al darme cuenta de lo mucho
que he echado de menos verlo. Luca tiene muchos tics, y ese significa que estoy
llegando a ella.
—No lo es. Nunca lo será. Prefiero frotar mis pechos contra un rallador de
queso antes de dejar que los vuelvas a tocar. ¿Te quedó suficientemente claro?
Enarcando una ceja, pregunto:
—¿Puedo mirar, al menos? El hecho de que te frotes contra las cosas suena
divertido.
Sus labios se mueven.
—Claro que sí —dice, con la dulzura de su acento sureño suavizando los
bordes de cada palabra—. ¿Por qué no llamas a Sawyer y le restriego mi cuerpo
mientras tú miras?
La violencia se apodera de mí. Mis manos aprietan los lados del mostrador
con tanta fuerza que los bordes me cortan la piel.
Sawyer necesita morir. Me gusta el tipo. Es un hermano, lo que apesta.
Pero la sola idea de que lo toque me lleva a un punto en el que destrozaría el
mundo a su alrededor solo por diversión.
—Vuelve a los servidores —gruño, con la voz áspera como el ladrillo. Ella
sonríe al oírlo.
—Taylor debería ser capaz de romper la encriptación. Y una vez que lo
haga, podremos revisar los archivos para ver qué pueden buscar nuestros
padres.
Confundida, sus cejas se juntan. —¿Realmente no lo sabes?
—Ni una pista.
Odio admitirlo, pero no hay nada más que pueda decir. Este proceso
llevará tiempo.
Apartándome del mostrador, vuelvo a tomar el cuchillo y termino de cortar
las verduras.
—Podemos volar a Georgia por los servidores este fin de semana. Gabriel
tiene que ocuparse de un asunto el viernes por la noche, así que los tres podemos
irnos el sábado. Tomaremos su avión privado.
—¿Cómo sabes dónde están los servidores?
Probablemente porque chantajeé a Clayton para conseguir esa
información. Pero no se lo digo. Es mejor no sacar el tema. No cuando por fin
vuelve a hablarme sin amenazas de qué partes de mi cuerpo piensa extirpar.
—Me imaginé que sería así teniendo en cuenta que ahí estaba el negocio
de tu padre.
Después de sazonar los filetes, los pongo en la parrilla de la cocina y echo
las verduras en una sartén para meterlas en el horno. Luca se sienta
tranquilamente detrás de mí mientras trabajo, seguramente tramando su
próximo movimiento para volverme loco.
Me parece bien. Estoy completamente feliz con ello, de hecho.
Pero entonces oigo que la puerta se abre detrás de nosotros, tres voces
masculinas que entran con fuerza. Planeo los asesinatos silenciosos de Sawyer,
Jase y Shane por venir sin ser invitados.
—Oh, mierda. Parece que hemos llegado justo a tiempo. Tanner nos está
preparando la cena.
Si Sawyer se atreve a poner un dedo en esta comida, lo apuñalaré con mi
tenedor.
—Fuera —gruño, volviéndome para ver a los tres chicos sonriendo como
si no me hubieran interrumpido.
Luca se gira para mirarlos también, con una amplia sonrisa que estira sus
labios. —Gracias por venir, chicos. Me alegro mucho de que hayan venido.
¿Qué carajo?
Jase choca sus nudillos con los de Luca y se gira para entrar en el comedor.
Sawyer intenta abrazarla, pero retrocede con una sonrisa cuando le gruño. Y el
puto Shane completa el abrazo con ella sin que le importe nada que esté a punto
de cargar contra él.
Cuando desaparecen por la puerta, Luca se levanta para seguirlos.
—¿Qué coño está pasando?
Me devuelve la mirada, pura inocencia en su expresión. —Los llamé para
una noche de póker.
¿Me está tomando el pelo?
—¿Cómo conseguiste sus números?
Los ojos de Luca revolotean como si se sorprendiera de que esté tan
molesto.
—Llamé a Ava, y ella llamó a Mason, y Mason llamó al resto de los chicos.
Pronto deberían llegar más.
Haciendo una pausa, inclina la cabeza. —¿Es esto un problema?
—Sí, es un maldito problema.
La pequeña mocosa se robó a mis amigos. Se puso cómoda con ellos.
Arruinó mis planes de tenerla toda para mí llenando mi casa de gente.
Una sonrisa tortuosa estira sus labios. —Eso es muy malo, pero no deberías
estar molesto por ello.
—¿Por qué coño no?
Su risa me roza hasta el último nervio, hace que el fuego recorra mis
músculos, hace que mi polla se retuerza con la necesidad de inclinarla sobre
cualquier mostrador disponible y follar con ella.
—Porque de todas formas no ibas a conseguir ningún culo esta noche,
Tanner. A partir de ahora, cuando se trate de nosotros, puedes mirar todo lo que
quieras, pero no tocar.
Con eso, ella se pavonea como si acabara de ganar esta guerra.
De acuerdo, pienso, mi lengua recorriendo mi labio inferior.
Está bien.
Que se lo crea.
Es una pena para ella que aún no haya empezado la primera batalla.
Pero ahora que ella ha trazado la línea, planeo pasar por encima de ella.
P
uede haber sido estúpido de mi parte presionar a Tanner. Desafié a
un maestro del juego. Lo preparé todo con la esperanza de poder
resistir su presencia asegurándome de que nunca estuviéramos
juntos a solas.
Y funcionó la primera noche. La casa estaba llena, así que la interacción
entre Tanner y yo se limitó a miradas a través de la habitación, algunas sonrisas,
algunas bromas ingeniosas que pretendían cortar, y unas horas medio decentes
que permitieron relajarme.
Me fui a la cama antes de que terminara la fiesta, intencionalmente. Y me
desperté esta mañana creyendo que Tanner estaría en el trabajo, dejándome la
casa para mí.
Pero cuando salgo de mi habitación y huelo el aroma de la comida
cocinada por los pasillos, sé que no estoy sola. Es posible que Ava haya vuelto a
pasar la noche y esté preparando el desayuno, pero por lo que recuerdo que dijo
anoche, esta mañana tenía trabajo y no se quedaría hasta tarde.
No estoy segura de a qué hora se fue, ya que me acosté temprano, y con
ese pensamiento en mente, regreso a mi habitación para ponerme algo que
cubra más que la camiseta grande que llevo.
Mis pasos se detienen en la puerta de mi habitación, mis labios se fruncen
con la idea de que sería divertido burlarse de Tanner no llevando mucho, pero
luego decido no hacerlo porque al final sólo me estaría tentando a mí misma.
Sí, todavía estoy enojada con él. Probablemente un poco más de lo que es
saludable, pero tampoco puedo echarle en cara que mi padre muriera sin algún
aviso.
Gabriel no habría mentido sobre eso, y sigue siendo una pregunta sobre
por qué mi padre no me lo dijo. Supongo que es porque mi madre estaba
enferma, y él no quería añadir eso a mis problemas, pero incluso después de que
ella muriera, podría haber dicho algo.
Al ponerme un par de pantalones cortos de algodón para dormir, pienso
en el asunto de Clayton y quiero odiar a Tanner por eso también. Pero ¿qué
habría hecho yo en su lugar?
A su manera, estaba cuidando de mí. Pero lo más importante es que
intentaba ayudar a los gemelos. Eso tiene que contar para algo, incluso si hizo de
mi vida un infierno en el proceso.
Aun así, no es del todo su culpa. Podría haber terminado el matrimonio en
cualquier momento. Lo que me hace preguntarme por qué Tanner no pensó que
lo haría.
También me pregunto por qué Clayton aceptaría algo así. El matrimonio
es algo importante. Es un compromiso, incluso si él no sabe lo que significa la
palabra. No es algo tan simple como salir con alguien o romper con él.
Hay demasiadas cosas vinculadas a la legalidad como para no tomarlas en
serio.
Bajo corriendo los escalones, cruzo por el salón y atravieso el comedor
para entrar en la cocina.
Tanner está de pie junto a los fogones preparando el desayuno, con su
musculosa espalda mirando hacia mí, y los dos pequeños hoyuelos junto a las
mejillas de su culo atraen mis ojos inmediatamente. Este hombre es demasiado
hermoso para ser justo, y hace alarde de ello llevando unos pantalones cortos
deportivos y nada más.
Me abstengo de comentar lo peligroso que es cocinar tocino sin llevar
ropa. La grasa que estalla le dolerá como un demonio si lo toca.
Se gira cuando entro en la habitación, sus ojos color verde musgo recorren
un lento camino por mi cuerpo y vuelven a subir.
Hay calor puro en esa mirada. Anhelo.
Pero detrás de él hay un desafío, un recordatorio silencioso pero astuto de
que es un oponente digno, y peligroso.
—Buenos días —digo, con la voz cautelosa porque no se sabe lo que pueda
salir de sus labios como respuesta—. Pensé que estabas en el trabajo.
—Hoy no. —Tanner sonríe, sólo la comisura de su boca es visible desde la
vista que tengo de su perfil—. Me he tomado el día libre.
—¿Por qué?
El tocino chisporrotea y el aceite brinca, Tanner sisea al saltar hacia atrás
cuando el aceite le toca la piel. Reprimo la risa que me sube a la garganta.
—Probablemente deberías ponerte algo de ropa.
Se estudia el estómago para ver dónde le ha quemado el aceite caliente.
—Dice la mujer que no lleva más que una camiseta y unos diminutos pantalones
cortos.
Tal vez ambos estamos jugando el mismo juego. Torturando al otro. Lo que
significa...
—Estás haciendo esto a propósito.
Saca la comida del fuego, la emplata y la pone en la isla entre nosotros.
Tras levantar un trozo de tocino, Tanner le da un mordisco, masticando
lentamente mientras sus ojos buscan en mi cara, con la comisura de la boca
torcida en la esquina, como la primera noche que me arrastró hasta aquí.
Me concentro en su garganta mientras traga, aún sin saber por qué me
fascina tanto ver cómo se mueven su boca y su garganta.
—No sé de qué estás hablando.
Me llevo parte de la comida al plato y pongo los ojos en blanco. —¿Quieres
responder a una pregunta que tengo? Sinceramente —recalco.
Una cosa con Tanner y Gabriel es que siempre te van a contestar, pero
nunca sabes si lo que dicen es toda la verdad o no.
El tenedor raspa su plato mientras devora sus huevos, se los come, y
pregunta:
—¿Qué quieres saber?
No me prometió que su respuesta sería la verdad, pero a pesar de ello le
hago la pregunta.
—¿Por qué Clayton estaba dispuesto a casarse conmigo? ¿Fue como pago
de lo que te debía? Eso es mucho pedir, incluso para ustedes. Creo que elegiría
correr en el desafío antes que arriesgarme legalmente de esa manera.
Los ojos de Tanner permanecen en mí durante un segundo antes de volver
a mirar su comida.
—Número uno, Clayton es un marica. No habría sobrevivido al desafío, no
con su mente intacta. Lo más probable es que hubiera gritado como una perra y
se hubiera meado encima en cuanto lo hubiéramos enviado al bosque.
—Pero eso aún...
—Además —dice, interrumpiéndome—, lo que tenemos sobre él es lo
suficientemente malo como para obligarlo a darnos lo que queramos. Clayton
hizo algunas cosas jodidas en la universidad. Cosas estúpidas cuando estaba
ebrio. Y tenemos un video y pruebas de todo ello. Lamentablemente, hizo un
hábito de hacer cosas estúpidas, así que para cuando empezamos la escuela de
leyes, me debía mucho.
Su mirada se dirige a la mía.
—Su padre lo habría cortado financieramente si algo de eso se filtrara.
También habría perdido su elección por la vergüenza pública de su hijo. Casarse
contigo no era nada comparado con lo que podía perder si no hacía lo que le
pedía.
En silencio durante unos minutos, picoteo mi comida con el tenedor, sin
tener realmente hambre, mientras otra pregunta surge en mis pensamientos.
—¿Cómo sabías que no lo dejaría? ¿Que no me divorciaría de él en cuanto
llegara y descubriera que era un mentiroso y un infiel?
Sus ojos se oscurecen, el enojo y una pizca de ira aparecen en su
expresión. Me sorprende verlo, solo porque no puedo entender por qué está ahí.
—Pensé que lo harías. Y me molestó que no lo hicieras.
Sus ojos clavan los míos, el color verde hipnotiza a pesar de la ira que veo.
—Tú eres mucho mejor que eso. Que él. Que lo que te hizo. Me senté
durante años esperando a que te dieras cuenta y te fueras. No tienes ni idea de
lo que me hizo ver cómo permitías eso de él.
Bien, ahora estoy sorprendida. Un poco triste por todo el asunto, pero
todavía curiosa... y enojada.
—¿No habría arruinado tus planes si lo dejaba?
La expresión de su rostro es suficiente para hacerme caer, una mezcla de
decepción y rabia que afila sus pómulos y cuadra su mandíbula.
—No. Me habrían traído como su abogado de todos modos. Una vez que
se casaron, los tenía acorralados. Y el acuerdo prenupcial tenía a Clayton
acorralado. El juego se acabó en el momento en el que llegaste al altar.
Una nueva oleada de rabia se filtra en mí al oírlo hablar de esto tan
despreocupadamente. Pero al menos está hablando. Y es honesto por una vez.
Eso es todo lo que se puede pedir a un hombre como Tanner.
—Dime por qué no debería odiarte para siempre por lo que me hiciste.
En ese momento, levanta los ojos y deja caer el tenedor en el plato con un
fuerte ruido.
Sigo en mi sitio cuando rodea la isla para caminar hacia mí, su cabeza se
inclina ligeramente mientras esa sonrisa arrogante que amo y odio a la vez separa
sus labios.
Apoyando las palmas de las manos en el mostrador a ambos lados de mí,
me enjaula en su sitio, con cuidado de no tocarme mientras me giro en mi asiento
para mirarlo.
—Creo que a estas alturas ambos sabemos que ninguno de los dos siente
odio cuando está cerca del otro. Molestia. Enfado. Frustración. Joder, sí, los
sentimos. ¿Pero odio? Creo que ya hemos superado eso.
—Hiciste algunas cosas de mierda —le recuerdo, apenas capaz de
soportar lo cerca que está, lo bien que huele, la forma en que mi cuerpo arde
mientras sus ojos estudian cada centímetro de mi piel expuesta.
—Lo hice. Y no puedo disculparme por ello. No del todo. Hice lo que había
que hacer en el momento en que lo hice.
—Entonces, ¿por qué no debería odiarte?
Parpadea, la línea oscura de sus pestañas rozando su piel antes de que sus
ojos verdes se encuentren con los míos y me mantengan en mi sitio.
—Porque no te odio. Todo lo contrario, en realidad. De alguna manera te
has colado en el grupo y te has convertido en otro miembro de mi familia. Protejo
lo que es mío, Luca.
—No soy tuya.
Sonríe, su voz es tan grave y sensual que la piel se me pone de gallina. —
Eres mía. Aunque todavía no lo sepas.
Tragándome el nudo en la garganta, cuadro los hombros e inclino la
barbilla. —Sigo enojada contigo. Jodidamente furiosa.
Tanner baja la cabeza para que nuestras bocas estén a un centímetro de
distancia. —Eso no es nada con lo que no haya lidiado antes.
Me besa entonces, soltando una mano del mostrador mientras sujeta mi
cara con su palma, y su lengua se desliza en mi boca.
Mi corazón se acelera bajo mis costillas, mi cuerpo lucha con mi mente
porque este hombre besa como folla. Se mueve como un depredador hecho solo
para esto, un toque y te hace volar la cabeza hasta que no puedes ver bien.
El calor florece entre mis piernas, mis muslos se aprietan porque todo lo
que quiero es dejar que tome lo que quiere sin preocuparme de lo que me hará.
Pero soy más fuerte que eso.
Al menos, ahora mismo lo soy.
Me alejo de él y me encuentro con su mirada, luchando como un demonio
por ignorar el deseo detrás de unos ojos del color de un bosque a medianoche.
—Tendrás que hacer más que eso para que vuelva a desearte.
Odio que mi voz suene sin aliento.
Otra sonrisa arrogante. —Pienso frustrarte hasta que estés rogando por mi
polla. No hay ningún lugar al que puedas ir en el que no vaya a llegar a ti. Soy un
provocador perverso cuando lo necesito.
No lo dudo.
Ha tenido años para perfeccionar sus habilidades.
Pero eso no sucederá.
Aunque me cueste creerlo en este momento.
Sonriendo dulcemente, bajo la voz a un suave ronroneo.
—Por suerte para mí, tienes una excelente ducha con esas regaderas
bajas. Una chica puede pasar un buen rato ahí dentro si se coloca de la manera
correcta.
Una suave risa sacude sus hombros. —Bueno, si eso es todo lo que
necesitas, entonces puede que también quieras hacer la colada. He oído cosas
increíbles sobre el ciclo de centrifugado.
Me guiña un ojo y se me corta la respiración.
—Puede que acepte esa oferta.
—Es bueno saberlo —susurra.
Con la necesidad de alejarme de él lo más rápido posible, salto de mi
asiento y me alejo.
Me llama cuando entro por la puerta.
—Te tendré de nuevo, Luca Bailey. Será mejor que te acostumbres a ese
hecho ahora. Y después de que termine de abrirte las piernas y devorarte entera,
no tengo planes de dejarte ir nunca.
No tengo una sonrisa en la cara mientras corro a retirarme al piso de
arriba.
Definitivamente no.
Y juro que no es un pulso extraño en mi corazón que late como un conejito
enamorado.
Porque sólo una mujer estúpida sentiría eso por un hombre como Tanner.
Y yo soy cualquier cosa menos estúpida.
L
uca es mejor jugadora de lo que yo sabía. Y testaruda. En cierto
modo, me recuerda a mí. Tal vez no tan tramposa. No tan cruel.
Mientras que yo soy del tipo que arrasa con el mundo sin
preocuparse de a quién perjudica, Luca tiene un corazón blando y un espíritu
resplandeciente. Es una santa mientras que yo soy un pecador. Lo opuesta a mí
en tantos aspectos que de alguna manera encaja cuando estamos juntos.
Pero aun así, esa mujer sabe jugar.
Y juega durante los dos días siguientes, volviéndome loco cuando no me
deja acercarme a ella, esquivando con pericia cada intento que hago de atraparla
en algún sitio.
Sin embargo, aprendo de ella. Vigilarla. Me he convertido en un maldito
acosador en mi propia casa, tratando constantemente de estar a la vista de ella y
esperando a la vuelta de cada esquina.
Tres besos.
Eso es todo lo que me ha dado.
Miro fijamente al otro lado de la sala de estar, donde se encuentra
hablando con Ava, y decido que este juego al que le gusta jugar termina esta
noche.
Todos aquí se van en una hora.
Gabriel tiene una cita.
Ava tiene trabajo por la mañana.
Los gemelos están quién sabe dónde, y Shane está en una exposición de
motocicletas.
Eso deja a Jase, Mason, Sawyer y Taylor por ahuyentar. Pero no será un
problema. No cuando ya los he llevado aparte para recordarles quién dirige este
espectáculo.
—¿Me estás escuchando, Tanner?
No, joder, no lo hago. Estoy demasiado ocupado recorriendo con la
mirada las torneadas piernas de Luca, con el labio entre los dientes mientras
pienso en cómo las mantendré abiertas.
Gabriel me da una palmada en el hombro, y mi mandíbula se tensa
mientras lo miro. —¿Qué?
—¿Podrías jodidamente dejar de mirar a Luca por un maldito segundo
para escucharme sobre lo que va a pasar esta noche?
Como si me importara su mierda con Ivy. Ese es el problema de nuestros
padres y su juego. No tiene nada que ver con lo que pienso hacerle a Luca en
cuanto saque a todos de mi casa.
—Bien. Dime —vocifero, mis ojos se deslizan hacia cierta mujer al otro
lado de la habitación que ahora se está riendo de algo que Sawyer está diciendo.
Al final le voy a dar una patada en el culo por esto.
—Ivy me dijo que rechaza la asignación que le diste. No va a soltar los
secretos de su padre para que se los restreguemos en la cara y así deje de hacer
campaña por las nuevas leyes financieras que hundirán las empresas de nuestras
familias.
Bien. Dejemos que toda arda. Quizá la pérdida de dinero golpee a
nuestras familias donde más les duele, y los imbéciles que nos criaron caerán
muertos del susto.
—Ya lo sabíamos —respondo, sin saber por qué cree que tengo que volver
a oírlo todo—. Y decidimos empezar la carrera del desafío hace unos días.
Oh, qué bien. Ahora Luca sonríe y se ríe con Taylor como si de repente
fueran mejores amigos.
Él también está muerto. He terminado con esto.
—No puedes matar a Taylor. Sin él, no tenemos esperanza de encontrar lo
que hay en los servidores.
Mi cabeza se mueve en su dirección. —¿Cómo sabías que estaba
pensando eso?
—Probablemente porque siempre piensas eso cada vez que alguien se
acerca a ella. Deja la mierda alfa por un segundo, y escúchame.
Luca me mira, pero sólo por un segundo. Al ver mi mirada, sus muslos se
tensan y vuelve a mirarme.
Me niego a dejar de mirarla.
Si se siente incómoda al ser cazada, es su problema.
Es bonito cómo el rubor recorre sus mejillas. Perseguiré ese color por su
cuerpo en unas horas.
—Me encuentro con Ivy esta noche para cenar a las siete, y luego iré con
ella a su casa para discutir cómo la ayudaré a convencerte de que reduzcas la
asignación.
—Suena bien. —No es que me importe.
Gabriel lleva más de diez años queriendo fastidiar a Ivy. La única razón
por la que no lo ha conseguido es que ella es tan escurridiza como él. La batalla
entre los dos era muy entretenida en el instituto. Todo lo que él le lanzaba, ella
se lo devolvía. Sus bromas mutuas eran épicas.
—Mientras estoy allí —continúa Gabriel—, puedo registrar discretamente
su casa en busca de algo que podamos utilizar contra ella.
Luca me mira de nuevo. Le lanzo una sonrisa lobuna. Esta noche soy un
hombre hambriento, y ella está a punto de ser la cena.
—Eso suena a lo que hacemos normalmente —digo—. ¿Por qué me dices
esto?
Girando la cabeza para mirarlo a los ojos, le pregunto:
—¿Necesitas apoyo emocional? ¿Una charla de ánimo? ¿Estás asustado por
la gran sociedad mala y necesitas que te lleve de la mano?
Gabriel enciende un porro, algo que sólo hace cuando está frustrado.
Exhala dos gruesas nubes de humo por sus fosas nasales. Debe ser algo de la
cita con Ivy. El único momento en el que enciende uno es cuando sus nervios
están a flor de piel.
Con más humo en los labios, se vuelve a sentar en su asiento y me mira
fijamente.
—Me abstendré de sacar a relucir que hace unos días estabas escondido
en la oficina porque una gran nerd de los libros amenazaba con meterte el puño
en la garganta.
Mis ojos se deslizan hacia la nerd de los libros en cuestión.
Ya no es tan inocente como lo era en Yale. Los años la han convertido en
una fuerza de la naturaleza, que me pone los pelos de punta cada vez que se
acerca.
—Creo que para no sacar relucir algo, se requiere que cierres tu maldita
boca.
Se ríe y da otra calada.
—Además, no me escondía para mi beneficio. Era por el de ella. No sabía
lo que sería capaz de hacer cada vez que amenazaba con quitarme las bolas.
—¿Las ha tocado últimamente?
Estoy a punto de meterle ese porro por el culo.
—¿Cuál es el trato, Gabriel? ¿Qué necesitas que sepa antes de embarcarte
en esta cita con Ivy?
—Me va a recoger de aquí —responde, con la voz tensa mientras aguanta
el humo—. Ivy insistió en ello, la liberación de la mujer y toda esa mierda, le dije
que esta era mi casa.
Mis ojos se dirigen de nuevo hacia él. —¿Por qué carajo hiciste eso?
Con los labios curvados en una sonrisa, admite:
—No confío en ella. Y estoy seguro de que no le voy a dar mi dirección por
si acaso vuelve a empezar con su mierda.
Se me está acabando la paciencia con esta porquería. Había sido divertido
al crecer, la destrucción de las posesiones personales, todo parte del juego que
aceptamos como una consecuencia de la guerra.
En aquel entonces, no era nuestro problema. Nuestras casas eran de
nuestros padres. Nuestros autos se reemplazaban. Nada tenía mucha importancia
porque no trabajábamos por ello.
Pero los tiempos han cambiado. Yo trabajé por esta casa... más o menos.
Me rompí el culo creando una empresa que aportó unos cuantos millones en el
primer año que la tuvimos. Ahora trae más dinero del que podemos contar, cada
uno de nosotros subiendo más alto en la escala de quién tiene más dinero y poder
en esta ciudad.
No. Ni siquiera estamos cerca de la influencia que nuestros padres han
acumulado. Pero se la arrebataremos con el tiempo.
—Si le hace algo a mi casa, te lo restriego por la nariz y te hago limpiarlo.
Una suave risa sacude sus hombros mientras apaga el porro en un
pequeño cenicero.
—Estoy seguro de que ha crecido más allá de eso en su vejez.
—Tiene veintisiete años. Eso no es viejo.
—Es lo suficientemente viejo. Ahora lo único que le importa es su imagen
pública. Ivy no se dejaría atrapar ni muerta por la mierda. Su precioso padre no
lo soportaría de nuevo.
Gabriel está viendo todo este panorama a través de unas gafas de color
rosa, pero eso lo tiene que averiguar él.
—Como sea, con tal de que la tengas bajo control, debería ser suficiente
para que Warbucks te deje en paz. Lo que hagas con ella mientras tanto es tu
problema.
Mis ojos vuelven a Luca. Donde deberían estar. Donde estarán por el resto
de la noche cuando todos estos imbéciles se vayan.
No me importaba tener al grupo alrededor todo el tiempo. Me había
acostumbrado al ruido constante y a las prisas de la gente cuando salíamos de
fiesta en el colegio. Pero últimamente he querido bajar un poco el ritmo. He
aprendido a disfrutar del silencio de una casa vacía, y por fin puedo apreciar
unas horas ininterrumpidas con una mujer que no puedo quitarme de la cabeza.
Tal vez lo que necesito con ella son unos pocos días.
O semanas.
Potencialmente meses si no me canso de ver cómo mi nombre sale de sus
labios cuando mi polla está dentro de ella.
Menos mal que ya he despejado mi agenda en el trabajo. Mi único foco de
atención ahora mismo está de pie al otro lado de la habitación, burlándose de mí
sin siquiera saberlo.
—Mierda, ni siquiera me fijé en la hora —menciona Gabriel mientras saca
su teléfono del bolsillo—. Ivy llega tarde.
Suena el timbre de la puerta, un tono fuerte y pesado que se oye en
cualquier lugar de este sitio.
—O quizás no lo haga.
Ya era la maldita hora. Mis ojos se fijan en Mason, que está de pie con Ava,
y en silencio estoy deseando que la acompañe hasta la puerta con Jase y los
demás siguiéndolo.
Gabriel se pone de pie a mi lado y levanto la vista.
—Diviértete en tu cita, hijo. Asegúrate de cubrirte antes de meterlo.
—Gracias, papá —refunfuña.
—Oye, Gabe.
Al darse la vuelta, levanta una ceja en forma de pregunta.
—Cuando te traiga de vuelta, asegúrate de ir directamente a tu auto y no
a mi puerta. Mi casa está cerrada por el resto de la noche.
—Pero qué pasa si...
—Cerrada —digo, cortándolo. No hay peros. Estos imbéciles tienen que
irse.
Cuando se marcha, vuelvo la cabeza hacia la indeseada multitud que tengo
delante y veo a Jase mirando en mi dirección. Lo miro con el ceño fruncido,
indicándole en silencio que, si no salen tras Gabriel en los próximos dos
segundos, yo mismo los echaré.
El imbécil sonríe como si no fuera a cumplir mi amenaza silenciosa, pero
entonces le da un codazo a Sawyer. Sawyer le da un codazo a Taylor, y Mason
capta la indirecta cuando todos empiezan a poner sus excusas de por qué tienen
que irse
Por supuesto, Ava se toma su tiempo para abrazar a Luca y todas las cosas
típicas de las chicas. Una risita aquí. Un toque en el brazo allí. La típica
conversación del final de la noche que dura una mierda.
Afortunadamente, Mason la aparta y todos pasan junto a mí para dirigirse
a la puerta.
Mi mirada no se aparta de Luca, y ella se vuelve, con los ojos abiertos como
un ciervo ante los faros.
No puedo evitar la sonrisa arrogante que se extiende por mi cara.
No esperaba que la fiesta terminara pronto.
Y definitivamente no se preparó para lo que haría cuando de repente
estuviera sola conmigo.
Luca pensó que podía apropiarse mis amigos, pero la broma terminó
siendo para ella.
Frotándome el pulgar en el labio inferior, recorro lentamente su cuerpo
con la mirada. Cuando vuelvo a mirar hacia arriba, parece dispuesta a correr.
Bien.
Espero que eso sea exactamente lo que haga.
Nada excita más a un depredador que la persecución de su cena.
B
ueno…
Mierda.
No esperaba que pasara esto.
Cuando bajé las escaleras esta noche, fue con la expectativa de que
hubiera gente aquí por otras cuantas horas. Había estado complacida de tener
los amplificadores, incluso si Tanner ha estado mirándome sin molestarse en
ocultarlo desde que mostré mi rostro.
Por casi dos horas, ha sido un constante erizamiento del vello de mi nuca,
la sensación de ser observada, de ser rastreada, de un par de ojos sobre mí que
puede ver todo lo que estoy sintiendo.
Se sienta al otro lado de la habitación ahora, una sonrisa traviesa ladeando
sus labios, esos ojos verdes enfocados en nada más que en mí.
Me recuerda a la noche que me vio por primera vez en la fiesta, a la forma
en la que me miraba fijamente desde el otro lado de la habitación. Ahora sé que
era porque entonces fui seleccionada. Su juego más reciente.
Ahora, estoy bastante segura de que soy un juego de nuevo, pero esta vez
es uno mucho más peligroso.
—Debería subir a mi habitación e irme a la cama. Como nos vamos mañana
y todo.
Mi voz se detiene cuando asiente lentamente, su expresión burlándose de
mí.
—Debería dormir un poco. —Termino débilmente, obligando a mis pies a
moverse para poder escapar. Están atascados en su lugar, mi cuerpo entero
congelado.
—Puedes intentarlo.
Sus palabras son ásperas en los bordes, un desafío que resuena a través
del espacio.
Finalmente, capaz de convencer a mis piernas de que es hora de moverse,
doy un paso, solo para que Tanner se ponga de pie, sus ojos todavía enfocados
directamente sobre mí.
Cuando voy por la izquierda como para rodearlo, se mueve más rápido
para bloquear mi camino.
Mierda.
Hay un nudo en mi garganta que no se irá. Una tensión en mis hombros
que duele. Esquivo a la derecha, y se mueve en la misma dirección, sus labios
ladeándose en las esquinas.
—Estoy un poco cansado de jugar. —dice, su voz tan profunda que puedo
sentirla en mis huesos.
Echando un vistazo a mi izquierda, el único lugar que tengo para ir donde
no puede detenerme es la cocina. Pero no hay manera de salir de esa habitación,
excepto para ir afuera. Sería un poco ridículo de mi parte ocultarme en el garaje.
Su voz arrastra mi amplía mirada de regreso a él. Mi corazón latiendo
como un tambor.
—Creo que también estás un poco cansada de jugarlos.
Solo un poco. Pero estaba esperando alargar esto un poco más, si no por
otra razón más que hacerlo sufrir.
—No me mereces en este momento.
Sonríe.
—No lo merezco.
Esa admisión me hace dar un paso atrás. Pero lo que dice después es lo
más me sorprende.
—Nunca te merecí. Y era hora de que descifraras eso. Debiste haber
sabido eso desde la primera noche que nos conocimos. Estaba decepcionado de
ti cuando huiste.
Mis ojos se amplían cuando da un lento paso hacia mí.
—Pero entonces me desafiaste en la fiesta del desafío. Mierda, no solo me
desafiaste, me derribaste. Esa era la chica que robó mi atención.
Sonrío por eso. Había olvidado cómo terminamos corriendo a través del
bosque. Aparentemente, él no. Recuerdo el terror que sentí cuando cayó, la
adrenalina que corrió a través de mí cuando me dijo que corriera.
Siento esa misma adrenalina ahora.
—Puedes decir todo lo que quieras que no me quieres. Pero no te creo, e
incluso si lo hiciera, eso todavía no me detendría de intentar.
Otro paso.
Otro.
Como la idiota que aparentemente soy, no me alejo o intento correr.
Porque sigo en shock de que el señor Ego me colocara por encima de sí mismo.
Está a un paso de distancia cuando levanto mi cabeza para mirarlo. Es
imposible de que haya aprendido su lección. No Tanner. No un hombre que
inventó el juego solo por el disfrute de jugarlo.
—Nunca te mereceré. —Jadea, su expresión tenas porque la verdad es un
concepto desconocido para él. Pero lo veo claramente. La verdad. Por una vez,
no está intentando engañarme con lo que está diciendo.
Estoy sorprendida. No puedo mentir sobre eso. Completamente aturdida,
en realidad. Tanto que mi voz es un susurro cuando hago mi siguiente pregunta:
—¿Qué debería hacer con eso? ¿Qué puedo hacer? Luego de todo lo que
has hecho.
Luce tan perdido en este momento. Tan vulnerable. Me estremece ver a
Tanner sin la arrogancia que lo envuelve como un manto.
Ojos color verde musgo se enfocan en los míos.
—Mira más allá de eso. U olvídalo. No quería hacer las cosas que he hecho.
Pero puedo compensártelo. Si me dejas.
No. No creo que quisiera hacer lo que hizo. No luego de lo que tanto
Tanner como Gabriel me han admitido. Entiendo sus razones. Pero tengo que
preguntarme cómo puede arreglarlo.
—Tomará tiempo para eso —admito —. Pero por ahora.
Se acerca de nuevo, sus ojos sosteniendo los míos con sinceridad. Suspiro
porque tiene razón. Estoy cansada de jugar.
Riéndome suavemente por la situación, digo:
—Por ahora, creo que puedo hacer una tregua.
Una lenta sonrisa extiende los labios de Tanner, alivio real en sus ojos
verde musgo.
No vacila en estirarse y tirar de mí hacia él por el frente de mi camisa. Y
cuando se inclina para besarme en un reclamo completamente masculino, sus
manos aprietan mi trasero para levantarme.
Es como si no pesara nada, sus brazos sosteniéndome en mi lugar mientras
que los míos se mueven sobre sus anchos hombros, mis dedos se envuelven en
su cabello mientras nuestras bocas se mueven juntas.
Mis piernas se fijan alrededor de su cintura, no que necesite el apoyo. Los
brazos de Tanner son como bandas de acero sosteniéndome.
Puede devorarme sin ninguna clase de esfuerzo.
Robar mi aliento.
Me tira debajo de sus turbulentas aguas y me seduce para agradecerle
cuando me ahogue.
Demasiado para llevarlo con calma. Ahora que me tiene, sé que no me
dejará ir.
Pero entonces, torturarlo solo significaba que estaba torturándome. No se
podía negar que pertenecíamos juntos, incluso si los resultados son a menudo
explosivos.
Tanner me carga al comedor donde me pone sobre la mesa. Casi me rio
por la elección.
Una boca cálida contra mi oreja, su aliento patinando por mi cuello.
—He querido traerte aquí desde la primera noche que te apareciste en mi
casa.
Entonces sí me rio.
—¿Entonces era sobre el sexo esa noche? Sabía que estabas mintiendo.
Sonríe contra mi mejilla.
—¿Alguna vez te callas?
Apretando mis tobillos, me gira sobre mi espalda y fija mis piernas sobre
sus hombros, sus dedos se deslizan debajo de los costados de mis pantalones de
yoga y tiran. Mientras los arrastra por mis piernas, las puntas de sus dedos
arañan ligeramente mi piel, un estremecimiento rodando a través de mi cuerpo
por la lentitud.
Cada vez que este hombre me quita la ropa de mi cuerpo, es como si
estuviera viéndome por primera vez. Estudiando cada centímetro de piel,
dedicándolo a la memoria.
Muevo mis piernas lo suficiente para que libere mis pantalones, su gran
mano extendida sobre mi estómago antes de que la arrastre para arrancar las
bragas de mi cuerpo. Un tirón y la delgada tela se rasga.
—Luces lo suficientemente bien para comerte.
Su mano se envuelve alrededor de mi pierna, y la abre, su boca
moviéndose a mi muslo interno donde muerde la piel. Chillo mientras mi cuello
se arquea, mis piernas temblando porque su cabello roza mi coño, una maldita
burla de sensación.
Con la lengua deslizándose sobre la piel, se gira para atormentar mi otro
muslo, la boca acercándose a donde lo necesito.
—Tanner —gruño, sabiendo que este hombre está torturándome por la
diversión de hacerlo. Abofetea mi trasero y luego aprieta mi cadera para
mantenerme inmóvil.
—Deja de moverte.
Su mano libre aprieta mi camisa para levantarla por mi cuerpo, pero
cuando levanto mis brazos para dejarlo sacarla, los atrapa con la camisa en su
lugar, tirando la apretada tela debajo de mi cabeza para mantener mis brazos en
su lugar.
Todo lo que consigo es una sonrisa diabólica cuando lo miro, las puntas de
sus dedos bajando mi sujetador debajo de mis pechos, el apretado encaje
levantando el peso de ellos.
Incluso en esto, me atrapa. Pero no puedo encontrar la habilidad de
preocuparme cuando su mano se mueve por mi estómago y sobre mi coño, su
pulgar provocando mi clítoris mientras desliza un largo dedo dentro de mí, sus
ojos enfocados sobre mi rostro.
Mierda…
Cada vez que intento mover mis caderas, su mano aprieta para
mantenerme quieta, la punta de su dedo enrollándose para provocar mis
paredes internas.
Su paciencia está destruyéndome.
—¿Qué quieres de mí, Luca?
—Que te calles por una vez y me folles —me quejo.
Se ríe de eso, el sonido áspero y profundo. Pero su mano se mueve más
rápido, al menos, un segundo dedo deslizándose dentro de mí.
Separándolos, estira el anillo exterior de mi coño y se inclina para chupar
mi pezón en su boca. Es un tirón castigador, mi cuerpo temblando cuando una
descarga eléctrica se dispara entre donde tanto su boca y mano me torturan.
Tanner está completamente vestido mientras estoy acostada para su
disfrute. Y eso es exactamente lo que está haciendo. Disfrutándome.
Atormentándome. Empujándome al borde donde un orgasmo está a punto de
explotar, solo para desacelerar o irse a otra parte para dejarme frustrada.
Con la boca liberando mi teta, presiona sus labios contra mi oreja.
—Tu coño codicioso está apretando mis dedos. Creo que también quiere
que te folle.
Mis piernas son prácticamente empujadas a mis orejas porque siguen
envueltas alrededor de sus hombros, y los músculos arden con el estiramiento,
su pulgar castigando mi clítoris, sus dedos empujando dentro de mí.
—Si ruegas lo suficientemente dulce, puede que te deje venirte ahora.
Es un bastardo.
En todo lo que hace.
Un beso provocador contra mis labios, su boca se abre como para devorar
la mía, pero cuando levanto mi cabeza para perseguirlo, se aparta lo suficiente
para que apenas pueda alcanzarlo en mi posición.
—Ruega —susurra.
Voy a asesinarlo.
Su mano se detiene, y planeo desquitarme.
Sus ojos capturan los míos, y dos palabras tropiezan de mi boca:
—Por favor.
La boca de Tanner se presiona sobre la mía.
—Eso suena tan lindo en tus labios.
Sus dedos empujan dentro de mí, y empuja mi cuerpo por la mesa, mi
espalda deslizándose contra la madera con un chirrido mientras mi cuerpo se
desmorona. Mis piernas se aprietan sobre sus hombros, el trasero se levanta de
la madera cuando su pulgar presiona el punto exacto para enviar otra ola
aplastante a través de mí.
Me observa todo el tiempo, y no me importa que me vea quebrarme, que
sea otra forma de entretenimiento. Porque lo que veo cuando las estrellas dejan
de estallar detrás de mis ojos y los abro para enfocar mi mirada sobre su rostro
es a un hombre que ha sido empujado al borde.
Tanner muerde su labio y tira de mis piernas de sus hombros, mi latido
cardiaco errático cuando estira la mano para quitarse la camisa. Dejando caer
eso, me da la sonrisa más arrogante mientras su pulgar deshace el botón de sus
pantalones.
Todo lo que puedo hacer es apreciar la vista. Su cuerpo es todo músculo
esbelto, sus brazos gruesos, antebrazos marcados. Este hombre fue esculpido en
la perfecta atracción que me lleva a la destrucción.
Jadeo cuando agarra mis caderas de nuevo para deslizarme al borde de la
mesa. Mis brazos siguen atrapados sobre mi cabeza, mi espalda arqueándose
cuando levanta mi trasero para empujar lentamente su pene en mi interior.
Estirada, dejo que mi cabeza ruede hacia atrás, mis manos apretándose
mientras un gemido sale de mis labios. Tanner coloca mis pies contra el borde
de la mesa y se estrella en mi interior de nuevo tan duro que las patas de la mesa
raspan el azulejo.
Dedos hundiéndose en el músculo de mis caderas, se mueve entre mis
piernas con un ritmo hipnótico, y levanto mi cabeza para observar la forma en la
que su abdomen se flexiona con cada empuje, la forma en la que sus bíceps se
hinchan de como me sostiene.
Estiro mis brazos tanto como puedo, mis manos apretando el otro borde
de la mesa, mis tetas rebotando en su lugar con cada empuje de sus caderas, un
sonido de pura satisfacción masculina arrastrándose por su garganta cuando otro
orgasmo me atraviesa.
Mis piernas están temblando para el momento que encuentra su propia
liberación, mi cuerpo resbaloso con sudor. Apenas he recuperado el aliento
cuando me besa de nuevo, su lengua caliente deslizándose en mi boca.
—Así sabes bien. —Jadeo cuando retira su boca para mordisquear a lo
largo de la línea de mi mandíbula.
Una risa suave sacude sus hombros.
—¿Así cómo?
—Como un poco menos a un idiota egoísta que cuando te conocí.
Lo siento sonreír contra mi cuello, su voz un susurro provocador.
—No he terminado contigo todavía. Necesitas darme unas cuantas horas
para poder mostrarte qué tan grande es mi ego.
No está mintiendo.
Las siguientes horas son pasadas usando cada superficie disponible que
puede encontrar para conducir a mi cuerpo a la demencia. Intento escapar en un
punto. No mentiré. Pero correr con las piernas temblorosas es casi imposible, y
me atrapaba para arrastrarme al siguiente lugar.
Es tarde por la noche cuando Tanner finalmente me deja recuperar el
aliento, nuestros cuerpos enrollados sobre el sofá.
—No creo que sea capaz de subir las escaleras del avión mañana.
Se ríe.
—Te cargaré si tengo que hacerlo.
Sonrío por eso y abro mi boca para responder, pero un fuerte ruido suena
al frente de la casa. La cabeza de Tanner se levanta ante el sonido de una bocina
y fuerte risa.
Me giro para echar un vistazo por la ventana cuando las puertas se cierran
de golpe y llantas chillan por la entrada.
—¿Qué mierda?
Ambos saltamos para ponernos ropa, Tanner corriendo mucho más rápido
que yo a la puerta delantera.
Saliendo, vemos un gran bulto en el jardín delantero y corremos hacia él.
Solo cuando estamos más cerca es que lo vemos moverse.
—Maldita sea —dice Tanner entre dientes y se arrodilla para quitar la
bolsa de la cabeza de Gabriel.
Me paralizo en mi lugar, el shock atravesándome por ver a Gabriel atado
de las muñecas y tobillos. Su boca está amordazada, y está completamente
desnudo.
—Mierda. ¿Estás bien?
Enfocando mis ojos sobre el rostro de Gabriel, intento no notar lo hermoso
que es su cuerpo. Se siente erróneo pensar en ello cuando está atado así. Pero…
maldición. Está en tan buena forma como Tanner.
Sus hombros se sacuden cuando Tanner arranca la mordaza de su boca. Al
principio, creo que está llorando, pero es risa lo que escucho en el siguiente
segundo, sus ojos abriéndose mientras contempla el cielo.
—Voy a matarla cuando ponga mis putas manos sobre ella de nuevo.
Confundida, me paro allí como una idiota, sin saber qué hacer o qué está
pasando.
Tanner sacude su cabeza y empieza a desatar las cuerdas alrededor de los
pies y manos.
—¿Supongo que la cita no salió bien?
Gabriel se ríe de nuevo, la parte posterior de su cabeza rodando sobre el
césped.
—Aparentemente Ivy quiere una guerra.
—¿Cómo te hizo esto? La mujer no puede pesar más de cincuenta kilos
mojada.
—¿Ivy? —pregunto—. ¿Cómo, Callahan? ¿La hija del gobernador?
Tanner me echa un vistazo y asiente, su boca una media sonrisa.
—Te dije que tienen historia. Esto no es nada nuevo para ellos. Es mejor
quedarse fuera de ello.
Gabriel sonríe.
—Regresamos a su casa, y tenía gente allí preparada para saltar sobre mí.
Supongo que esta es la respuesta que conseguimos sobre por dónde podemos
meternos nuestras demandas.
Le echo un vistazo a Gabriel de nuevo, y sus ojos se encuentran con los
míos.
—No te preocupes. Así es ella. Estamos acostumbrados a eso. Y si es
guerra lo que quiere, estoy feliz de dársela.
Estas personas son absolutos lunáticos, pero aun así me encuentro riendo.
—¿Debería sentir lástima por ella o por ti?
—Definitivamente por ella —gime mientras estira su cuerpo sobre el suelo
luego de que Tanner desata la última cuerda.
Insegura sobre qué decir, me doy la vuelta para entrar. Parcialmente
porque sigo en shock, pero mayormente porque es incómodo que Gabriel no
esté usando nada de ropa.
Cerrando la puerta detrás de mí, pienso que podría gustarme Ivy luego de
ver eso. Pero no puedo evitar preguntarme qué tan estúpida debe ser para
desafiar a un hombre como Gabriel.
L
uz estalla sobre el asfalto del aeropuerto privado, el colorido
cemento apareciendo húmedo en la distancia donde el calor se
mezcla con gases de aceite y gas. Metida contra la puerta trasera del
Jaguar de Gabriel, estiro mis piernas sobre el asiento, mi mirada enfocada sobre
el perfil del rostro de Luca donde está sentada al frente.
Gabriel conduce el auto sobre la suave superficie de cemento, y aunque
no estoy impresionado por la exhibición de riqueza rodeándonos con jets
privados, Luca luce de alguna manera aturdida.
Es otro recordatorio de que es nueva en este estilo de vida, que vino de
una vida humilde en medio de Georgia, su felicidad encontrada en campos
verdes y debajo de altos árboles llenos de musgo español, mientras que mi vida
se vivió en mansiones sin alma.
Esa es una de las cosas que amo sobre ella, sin embargo. Tiene una
inocencia cuando se trata de lo que una persona necesita en la vida. Luca nunca
ha perseguido la riqueza o el poder. Sabe apreciar las cosas que importan y no
le importa un carajo lo demás.
—¿Te dejan conducir hasta el avión?
Es lindo, esa expresión en su rostro. Quiero seguir viéndola para
memorizar sus reacciones, pero arrastro mi mirada a la pantalla de mi teléfono
cuando vibra en mi regazo.
El nombre de Melody Korsak destella hacia mí, mi pulgar merodeando
sobre el botón verde para responder. Nunca me llama, no así de la nada, y
aprieto mis dientes para enviarla al buzón de mensajes. No puedo hablar con ella
frente a Luca. No justo ahora, al menos.
El auto se detiene lentamente, y escucho el motor del avión encenderse,
varias personas caminando alrededor del exterior realizando revisiones
mecánicas antes del vuelo.
—¿Desde hace cuánto has tenido esto?
Gabriel estaciona el auto y le echa un vistazo a Luca.
—Fue un regalo de graduación.
—¿De Yale?
—De la secundaria.
Su mandíbula cae, pero luego controla su expresión.
—Debe ser lindo.
—No en realidad —gime—. Soportamos un montón de mierda de nuestros
padres para ganar esta mierda.
Luego de enviar un rápido correo a Lacey, enderezo mi postura y salgo
del auto. Rodeándolo, llego detrás de Luca, envuelvo mis brazos alrededor de su
cuerpo y balanceo mi barbilla en la cima de su cabeza.
—¿Alguna vez has volado antes?
—Solo en comercial.
Sus dedos se envuelven alrededor de los míos, y la aprieto hacia mi pecho.
—¿Estás nerviosa?
Luca no responde de inmediato, y me inclino alrededor para mirar su
rostro. Me echa un vistazo y sonríe.
—¿Me darán cacahuetes y una soda como en los otros vuelos?
Un suspiro sale de mis labios. Por supuesto, eso es todo lo que le importa.
Podrías lanzar mil millones de dólares en efectivo a sus pies, y no parpadearía.
Apesta un poco, en realidad, porque significa que tendré que trabajar más duro
para asegurarme de que se quede cerca.
—Creo que podemos solucionar algo.
—Corran, chicos. Tenemos un avión que alcanzar —grita Gabriel mientras
pasa frente a nosotros hacia el avión.
Agarrando la mano de Luca, la llevo al avión y subimos las escaleras, sus
pies deteniéndose en su lugar cuando ve el cuero negro e interior cromado, el
mobiliario pareciendo una sala de estar.
—Si conseguiste esto por graduarte de la secundaria, ¿qué conseguiste
por graduarte de Yale?
—Un maldito dolor de cabeza —gruñe Gabriel mientras deja caer su peso
en un asiento.
Confundida por eso, Luca me mira mientras la llevo a un grupo de asientos
frente a él.
—Warbucks es un dolor en el trasero estos días —explico.
—¿Quién es Warbucks?
—Puede que lo recuerdes como el hombre al que mandaste a la mierda
en la fiesta.
Los ojos de Gabriel vuelan en mi dirección, luego hacia Luca.
—¿Mandaste a mi padre a la mierda?
Sus mejillas se calientan.
—No sabía quién era.
Una baja risa retumba del pecho de Gabriel mientras se reclina y cubre
sus ojos con su brazo.
—Sabía que me gustabas por una razón.
Es un vuelo de solo dos horas a Savannah, Georgia, el avión haciendo un
aterrizaje que despierta a Gabriel de la siesta que tomó en todo el camino.
Luca también se durmió, lo cual era mi culpa por mantenerla despierta la
mayor parte de la noche. Pero no me importaba el silencio. Estuve demasiado
ocupado redactando el papeleo que destruirá a Clayton la próxima vez que
entremos a una corte.
No puedo esperar a ver su rostro cuando se entere que no ganará su caso.
Merece todo lo que se le avecina. No que yo no lo merezca también, pero la
diferencia es que planeo enmendar lo que he hecho mientras que él espera
librarse.
Cuando el avión se detiene, codeo a Luca para despertarla. Abre sus ojos
azules y se sienta para estirar sus brazos. Una lenta sonrisa estira su rostro
mientras mira por la ventana.
—Estoy en casa —susurra para sí misma, y me molesta como el infierno.
Mientras redactaba los documentos para su divorcio, tuve un momento difícil
haciendo las paces con lo que estaba haciendo.
Esencialmente, estoy liberándola. Luca tendrá casi cuatro millones de
dólares para hacer lo que quiera. Sería un idiota por asumir que no querrá
avanzar con su vida, que no escogerá regresar a la escuela, o incluso regresar a
Georgia.
Aun así, redacté los documentos de todas maneras, esperando como el
infierno que se quede conmigo. No es como que pueda irse de inmediato.
Nuestros padres siguen tras ella, y hasta que eso esté resuelto, no está a salvo
corriendo por su cuenta.
No debería tomar ventaja de ese problema, pero lo haré. Y tampoco me
sentiré culpable por ello. Luca puede haberme sometido cuando se trata de
cómo me siento sobre ella, pero nunca cambiará quién soy.
—¿Qué es toda esa mierda verde?
Luca le echa un vistazo a Gabriel en respuesta a su pregunta.
—Esos se llaman árboles. Entiendo que no veas muchos de donde vienes,
pero no morderán. Lo prometo. De hecho, son lindo cuando le das la
oportunidad.
—El único verde que encuentro lindo es el color del dinero, amor. Tus
árboles pueden joderse.
Mientras dejamos el avión, mi teléfono vibra de nuevo. Lo saco de mi
bolsillo para ver el nombre de Melody. Apagué el teléfono por el vuelo, pero
cuando revisé mis mensajes de voz, había dejado cuatro en el transcurso de dos
horas.
Quiero llamarla de vuelta, pero le echo un vistazo a Luca y decido en
contra de ello. Está demasiado feliz de estar en casa para que lo arruine con esto.
Metiendo mi teléfono en mi bolsillo, sigo a Gabriel y a Luca a la furgoneta
aguardando.
Por lo que nos dijo Luca, los servidores son amplios y necesitaremos
bastante espacio para transportarlos, así como un carretón para sacarlos del
depósito. Cómo demonios vamos a subirlos al avión, nadie lo sabe, pero dejaré
que eso lo decida el personal de Gabriel.
Estamos en la carretera en menos de diez minutos, el tráfico de Savannah
no está ni de cerca tan congestionado como donde vivimos.
Incluso aunque esto es técnicamente una ciudad, se siente como si
estuviera en medio de la nada. Como si en cualquier minuto, algún campesino,
vendrá trotando con una vara pasto sobresaliendo de sus dientes y un banjo en
sus manos.
Le echo un vistazo a Gabriel para que está pensando lo mismo, su boca
curvada en las esquinas y sus ojos escaneando los edificios históricos que
pasamos.
Con los ojos de regreso a la carretera, no me pierdo cómo Luca
prácticamente está rebotando en su asiento. Está emocionada de estar aquí,
absolutamente extasiada, por lo que puedo ver. Me pone nervioso que querrá
regresar a casa, y con todo lo que tengo sucediendo, no habrá manera en la que
la siga.
—¿Tenemos tiempo para tomar un desvío para poder mostrarles dónde
crecí?
—No estoy seguro de que lo necesitemos. Creo que recuerdo ver tu casa
en la película Deliverance.
Me rio de eso, solo porque estaba pensando lo mismo.
Luca se gira para fulminar a Gabriel con la mirada.
—No viví en la selva, imbécil. No toda Georgia es tan mala.
—Si tú lo dices, pero si alguien me dice que tengo una linda boca, puedes
apostar que me iré a la mierda.
Cortando esa conversación antes de empeore, le echo un vistazo a Luca.
—¿Qué tan lejos queda tu antigua casa del almacén?
Le dispara otra mirada a Gabriel antes de girar esos maravillosos ojos
hacia mí.
—A casi quince minutos en carretera.
Noto el acento sureño que es muy buena en ocultar saliendo ahora que
está en casa, un suave tono cantarín en sus palabras que es malditamente
adorable. Escogiendo no señalarlo, golpeteo mis dedos contra el volante.
—Dime a dónde necesitas que vaya. Pero tendremos que ser rápidos.
Luca me dirige felizmente a través de la ciudad y a una residencia
suburbana con grandes árboles de roble alineando las calles, musgo colgando
de las ramas que se balancean perezosamente frente a las antiguas lámparas
callejeras.
Hay una suavidad en esta área que reconozco, pero no entiendo. Combina
con Luca de una manera, modesta y cálida.
Estacionando afuera de una casa de dos pisos con un porche envolvente y
un inmenso jardín, Luca la mira anhelantemente mientras mi mandíbula palpita.
Nunca podré darle esto. No donde vivo. No con el estilo de vida que llevo.
De un gran árbol de roble, una llanta se mece suavemente en la brisa, un raro
sonido de gorjeos llenando el aire, mientras que suaves luces amarillas iluminan
el interior de la casa.
Es fácil verla como una niña corriendo a través de ese jardín, su cabello
probablemente en coletas mientras sus padres la observaban desde el porche.
Y pensar que yo acabaría interviniendo y destruyendo su inocencia.
Eso me mata, maldición.
—Entonces, sí. Ahí es donde crecí. Papá vendió la casa antes de morir en
una última subasta para reconstruir el negocio. Obviamente falló, pero estoy
segura de que la familia que la posee ahora la ama.
El dolor está en su expresión cuando me vuelve a mirar, y tomo la estúpida
decisión de pagar lo que sea para comprar la casa. Parte de la iluminación que
está ausente en sus ojos justo ahora es mi culpa. Y aunque me mataría perderla
si regresara a casa, es algo que tengo que hacer.
En verdad, es lo menos que puedo hacer luego de todo lo que le he hecho
pasar. Porque si regresa la felicidad que siempre he amado ver en ella, entonces
nada más puede importar. Ni siquiera si su ausencia solo empeorará mi infierno
viviente.
Se la compraré.
Le regresaré este trozo de su vida.
No que no se lo podrá permitir por sí misma, pero Luca no es lo
suficientemente tiburón para negociar que una familia salga de su casa.
Pero yo sí.
—Es genial —gruñe Gabriel—. Siento que he experimentado el Sur
Profundo y puedo contárselo a todos mis amigos. ¿Podemos largarnos de aquí
ahora y hacer lo que vinimos a hacer?
Le lanzo una mirada, pero tengo que concordar. Luca asiente y nos vamos
de nuevo para hacer el corto recorrido al almacén.
La instalación es un edificio de tres pisos, con climatización, con muy poco
que ofrecer aparte de pequeñas unidades y puertas metálicas enrollables.
Entramos y pasamos a único guardia de seguridad dormido en el
escritorio, nos agrupamos en el elevador y oramos como el infierno cuando cruje
y gime en su lento ascenso al tercer piso.
El lugar me recuerda al apartamento de Luca, y tomo otra decisión de
pagar su alquiler con la demanda de que se quede permanentemente conmigo
hasta que solucionemos esta situación.
No le gustará, pero es lo mejor para ella. Incluso la dejaré mantener su
cuarto de prisión si eso le da la sensación de independencia. Pero seguro como
la mierda que no dormirá ahí. Luca pertenece a mi cama ahora, y no aceptaré
nada más.
—Es aquí, creo. —Luca revisa su llave para asegurarse de que estamos en
la unidad correcta, los números coincidiendo.
Pero sus cejas se fruncen, confundida.
—No hay cerradura afuera.
Tienes que estar bromeando.
No.
Me niego a creer lo que sospecho que está pasando.
Tanto Gabriel como yo abrimos la puerta de golpe inmediatamente, el
metal repiqueteando fuertemente para resonar por el pasillo.
Ese eco también atraviesa la unidad de almacenamiento, pero solo porque
el lugar entero está malditamente vacío.
—No entiendo. —Luca mira su llave de nuevo y al número al lado de la
puerta mientras Gabriel y yo nos miramos, agarrándola inmediatamente del
brazo y arrastrándola de vuelta al elevador.
Tres minutos después y estoy golpeando mi palma sobre el mostrador
para despertar al guardia de seguridad de su bella siesta.
Sus ojos se abren, su maldita silla casi inclinándose hacia atrás cuando baja
sus pies del escritorio, endereza su postura y pretende que no estaba tomando
una siesta.
—¿Puedo ayudarlos?
—Sí, hola —dice Luca, su acento sureño tan denso que Gabriel y yo
miramos fijamente en su dirección. Voy a necesitar que me hable así cuando la
tenga inclinada sobre un mostrador una de estas noches. Es lo justo.
—Espero que puedas ayudarme. Parece haber una pequeña confusión con
mi unidad de almacén. Tengo la llave para este número, pero cuando subí,
estaba vacío. Estoy segura de que todo es solo una pequeña confusión y que
podemos aclararlo en un santiamén.
¿Santiamén? Tal vez no debería regresar aquí. Acaba de perder ochenta
puntos de IQ diciendo eso.
Una pequeña confusión mi trasero. Alguien la robó. Solo que todavía no lo
ha averiguado.
El guardia toma la llave de su mano, revisa el número, marca unas cuantas
teclas en su computadora y levanta la mirada.
—Esa cuenta fue cerrada hace casi una semana. El dueño la cerró y tomó
el contenido de la unidad.
Los ojos de Luca parpadean una vez antes de que discuta.
—Eso es imposible. La dueña de la unidad soy yo, y el hombre que abrió
la cuenta fue mi padre.
Pasando una mano sobre su cabeza calva, el guardia vuelve a mirar la
computadora.
—Yo veo un pago final aquí que fue hecho el domingo pasado por John
Bailey.
Un gruñido bajo estalla de mi pecho.
—De nuevo, eso no es posible. John Bailey es mi padre, y murió hace
varios meses.
Interviniendo para lidiar con esto, grito:
—¿Tienes cintas de seguridad que nos dejará ver quién cerró esta mierda?
La cabeza del guardia gira en mi dirección.
—No estoy autorizado.
Me abalanzo sobre el mostrador hacia él, pero Gabriel me atrapa por el
hombro para retenerme.
Aclarándose la garganta, dice:
—Voy a irme por las ramas aquí y asumir que no revistaste la identificación
mientras cerrabas la cuenta. Odiaría tener que llamar a su oficina corporativa,
así como a la policía, para reportarte como cómplice de robo. Pero si no estás
autorizado.
—Espera, no. Puedo encontrar la grabación.
Sonriendo, Gabriel dice:
—Eso sería útil.
Se siente como una eternidad para que el imbécil encuentre la grabación
correcta. Cuando finalmente la reproduce, voltea la pantalla para que Luca vea
y sus labios se aprietan en una delgada línea.
—Ese es Jerry.
El antiguo compañero de su padre, me doy cuenta. Hijo de perra.
—¿Sabes dónde vive Jerry?
Sacude su cabeza.
—No, se mudó cuando el negocio falló. Lo único que tengo es su número
de teléfono.
Levanto mis cejas.
—Entonces llámalo.
Luca se aleja para usar su teléfono, pero entonces regresa demasiado
rápido.
—El número está desconectado.
Pasando mi mano por mi rostro, saco mi teléfono para enviarle un mensaje
a Taylor.
Dejamos la instalación unos minutos después, y para el momento que
estamos en la furgoneta de nuevo, Taylor responde para decir que no hay rastro
de a dónde fue Jerry y que tomará unos días para encontrarlo.
Mi cabeza cae contra el reposacabezas, y golpeo mi mano de nuevo contra
el volante.
Gabriel habla para romper el silencio, la tensión en la furgoneta tan gruesa
que me estoy ahogando en ella.
—Bien podemos ir a casa en este punto. Cuando encontremos a Jerry,
iremos a donde sea que necesitemos para hacerle una visita.
Con los dientes apretados, concuerdo con él y enciendo la furgoneta.
Estábamos tan cerca de lo que buscamos, y, por supuesto, un Wrench arruinaría
nuestros planes.
Para empeorar las cosas, mi teléfono vibra de nuevo mientras estamos
recorriendo la carretera. Sacándolo para mirar la pantalla cuando alcanzamos el
semáforo, veo el nombre de Melody devolviéndome la mirada. No estoy de
humor para esta mierda.
H
a pasado una semana desde que descubrimos que faltaban los
servidores, y decir que la energía en la casa de Tanner es oscura
es quedarse corto.
Deja un rastro de mala energía en todos los lugares por los que camina,
como algo que sentirías cuando te topas con la escena de un crimen
espantoso. Se te eriza el vello de los brazos y el pánico recorre tu columna
vertebral.
No culpo a Tanner por estar molesto. Estoy igual de molesta con
él. Excepto que no soy yo quien acecha por el lugar con las manos en puños,
buscando pelea.
No es así conmigo, afortunadamente. Tanner ha tenido cuidado de tratar
de ocultar lo que piensa cuando estoy cerca. Y aunque el sexo parece calmarlo,
es solo un respiro temporal antes de que vuelva a enojarse.
Aunque no me quejo del todo. Tanner tiene un apetito sexual voraz, pero
cuando está enojado, es mucho mejor. Estos últimos días, me he encontrado
mirando en cada esquina para asegurarme de que la costa esté despejada
porque nadie lo detiene cuando me mira. Es cuando se mete el maldito labio
entre los dientes que sé que estoy jodida.
Literalmente.
Una chica solo puede aguantar hasta cierto punto. Por eso llamé a Ava y le
pedí que me recogiera para almorzar fuera de la casa. Necesito escapar de la
vorágine porque ese hombre gira con fuerza y, a veces, no es cómodo estar cerca
de él.
Completamente vestida y lista para irme, bajo corriendo las escaleras
para encontrar a Tanner y Gabriel en la sala de estar. Estoy feliz de que Gabriel
esté aquí porque hace que mi anuncio sea más fácil.
—Voy a salir.
—No, no lo harás.
Mi cabeza va de golpe en dirección de Tanner, nuestros ojos se cruzan. a
expresión de su rostro es pura posesión, un velo de dominio enojado envuelto a
su alrededor. Puede que estemos en buenos términos en este momento, y en su
mayor parte comprometidos, pero eso no significa que él tomará las decisiones.
Puede que esté acostumbrado a decirles a todos sus amigos lo que tienen
que hacer, pero eso no va suceder conmigo.
—Sí, lo haré. Ava viene a recogerme.
Gabriel está de pie junto a la barra al costado de la habitación, su mirada
bailando entre nosotros desde el borde de la taza que está bebiendo. Dejándolo,
cambia su postura y me sonríe.
—Deberías dejar que Luca se divierta un poco, Tanner…
—¿Dejar?
No. No es así como funciona esto en absoluto.
—No tiene que dejarme hacer nada. Dije que voy a almorzar. Eso es
todo. Fin de la historia. Ustedes dos pueden darse órdenes durante el resto del
día si lo desean, pero yo no soy parte de eso.
Mi mirada se dispara de nuevo a Tanner, y sus párpados están pesados, su
mandíbula apretada. Pero no me importa.
—Hay un precio por tu cabeza —dice, su voz demasiado suave para ser
cómoda—. ¿Y quieres ir a almorzar?
Si. Eso es exactamente lo que planeo hacer. Dudo mucho que haya gente
merodeando fuera de su vecindario esperando a cuando salga sin él.
—Las únicas dos veces que sucedió algo fue cuando estaba en mi
departamento. Evitaré ir allí. Pero estoy segura de que un restaurante a la vista
del público es perfectamente seguro.
—Me estás haciendo enojar.
—¿Qué más hay de nuevo? —pregunto, levantando los brazos porque
siempre está enojado con algo.
Tanner se sienta y apoya los antebrazos contra las rodillas. —Iré contigo.
—No, no lo harás. Estoy tratando de escapar de tu mal humor. Será un poco
difícil si estás acechando detrás de mí.
Gabriel se aclara la garganta de nuevo. —Estoy seguro de que estará bien
con Ava.
—Estaba con Ava la última vez que pasó algo —grita Tanner.
Supongo que Gabriel está acostumbrado a esta mierda porque no
reacciona. —Eso fue en su apartamento, como dijo Luca. Ir a almorzar debería
estar bien.
Gracias a Dios, alguien está de mi lado. Me sorprende que Gabriel sea el
razonable en este momento.
Desde que volvimos, Tanner no ha ido a su oficina ni ha hecho nada más
que trabajar para encontrar los servidores. Entiendo que está preocupado por
mí, pero no necesito un guardaespaldas.
La mirada verde oscuro de Tanner se arrastra hacia mí. Puedo decir que
está reflexionando sobre esto en su cabeza, probablemente tratando de pensar
en algún argumento que pueda usar para mantenerme aquí donde pueda
observarme.
Suena el timbre de la puerta y eso le roba el tiempo que tenía para
encontrar una forma de detenerme.
—Tengo que irme.
Giro sobre mis talones, pero escucho la marcha de pasos pesados a mi
alrededor.
Ambos hombres se apresuran hacia adelante, Tanner hacia la puerta y
Gabriel detrás de Tanner. Poniendo los ojos en blanco, sigo un ritmo normal
porque no voy a jugar a este juego. Si quieren actuar como niños, eso depende
de ellos.
Casi en la puerta, veo a Gabriel empujar a Tanner a un lado mientras él la
abre, sus ojos se abren justo cuando Tanner mira hacia afuera.
Tanner se lanza en mi dirección cuando llego a la puerta, su mano
cubriendo mi boca mientras su brazo me envuelve.
Girándome y sujetándome contra una pared, me aprieta más fuerte
cuando trato de romper su agarre, mi queja amortiguada contra su palma.
—Clayton —dice Gabriel, con la voz demasiado alegre—, qué sorpresa.
Mis ojos se abren, mi cuerpo se queda quieto cuando la voz ronca de
Clayton resuena a través del vestíbulo.
—¿Dónde diablos está Tanner?
—Lo estoy pasando genial. Gracias por preguntar. Y es bueno verte
también. —Gabriel sale, supongo que para a Clayton hacia atrás, y cierra la
puerta.
Tanner me libera de inmediato. Se lleva un dedo a los labios para que me
quede callada y luego camina tras Gabriel y Clayton.
Me doy la vuelta y deslizo mi espalda por la pared. Enterrando mi cara
entre mis manos, exhalo, realmente enferma y cansada de todas las situaciones
jodidas en las que estamos atrapados. Sin poder imaginar qué hubiera pasado si
hubiera abierto la puerta, levanto la cabeza y miro en la ventana cerca de mí. Los
tonos oscuros lo cubren, y es una lucha no tirar la cortina a un lado para mirar.
Sin embargo, el riesgo no vale la pena mi curiosidad.
Apoyando mi cabeza contra la pared, envuelvo mis brazos alrededor de
mi cuerpo y decido que algo debe ceder.
No tenemos los servidores.
Alguien me quiere muerta.
Y esta mierda con Clayton es interminable.
A
delantándome a Clayton, lo obligo a alejarse de mi puerta sin tener
que tocarlo. Es un cobarde que no puede manejar la agresión, sus
pies tropiezan hacia atrás para mantenerse fuera de mi alcance.
—¿Quién te ha dejado entrar en este vecindario y que mierda haces en mi
casa?
Gabriel extiende un brazo para evitar que me abalance de nuevo hacia
delante. Odio que sea tan fuerte como yo, pero al mismo tiempo lo agradezco.
En el estado de ánimo en que me encuentro, Clayton tendría suerte si saliera de
mi casa con la cara intacta.
¿Qué habría pasado si Luca abriera la puerta? Pensar en ello me vuelve
más loco.
Temblando como la zorrita asustada que es, Clayton intenta girar los
hombros y cuadrarse conmigo, el esfuerzo por parecer malvado se pierde por
completo cuando su voz se quiebra al hablar.
—No has estado en la oficina y no me has devuelto las llamadas.
Sonriendo, fijo mis ojos en los suyos, sin perder de vista cómo se
estremece y se aleja de nuevo, tropezando con las escaleras y casi cayendo.
—¿Pensaste que, tal vez, tu situación me importaba un bledo en este
momento? ¿Que podría ser una muy mala idea venir a mi casa y exigirme algo?
Clayton parece estar a punto de orinarse en los pantalones, con la mano
tirando del cuello de la camisa, con una dulce gota en la sien.
—Necesito que el divorcio avance más rápido.
—Me importa un carajo lo que necesites.
Su rostro adquiere un tono rojo preocupante, filtrándose detrás de sus ojos
una rabia que no es lo suficientemente valiente como para actuar. Inquietándose
en su sitio, Clayton cruza los brazos sobre el pecho.
—Mi padre quiere...
—A mí tampoco me importa un carajo tu padre. Aléjate de mi casa,
Hughes. Y si vuelves a poner un pie más allá de las puertas de mi vecindario,
convertiré tu vida y la de tu padre en un infierno. No olvides que aún tengo varias
grabaciones que no querrás que se filtren al público.
—¡Pagué el precio por ellas!
—Y acabo de cambiar las reglas sobre ti porque me hiciste enojar. Mi
sugerencia es que vuelvas a tropezar con tu auto y te vayas. Si veo tu cara de
nuevo, o si llamas a mi oficina antes de que esté listo para tratar contigo, cumpliré
mi amenaza.
—Pero...
—Es eso o el desafío —ofrezco—. ¿Qué dices, Hughes?
Ladeo la cabeza hacia un lado.
—¿Eres lo suficientemente hombre como para llevarnos a correr por el
bosque? Dejamos de hacer esa mierda hace unos años, pero con gusto saldré de
mi retiro por ti. Resulta que estoy en el estado de ánimo perfecto para hacerlo.
Tragando, sacude la cabeza.
—Está bien. Me iré y esperaré a que me llames.
Mi sonrisa es feroz mientras asiento.
—Buena idea.
Gabriel y yo observamos en silencio cómo Clayton se tropieza con los pies
al caminar hacia su auto. Cada pocos segundos, vuelve a mirar hacia nosotros,
con una expresión de terror, su puerta se cierra con un poco de fuerza y sus
neumáticos chirrían mientras finalmente se aleja.
—Eso estuvo cerca —exclama Gabriel—. Tienes que ocuparte de ese
problema antes de que esto te explote en la cara.
He querido ocuparme de él, pero he estado demasiado enojado la semana
pasada por nuestro problema con los servidores desaparecidos. No sólo me
irrita que todavía no sepamos qué hay en ellos, sino que me enfurece más que
Jerry Thornton pensara que podía robarle algo a mi chica.
Gracias a Clayton, vuelvo a tener este problema en la cara. No es hasta
ahora que recuerdo todos los mensajes que Melody me dejó cuando estábamos
en Georgia. No se ha puesto en contacto conmigo desde entonces, pero me
olvidé completamente de devolverle la llamada.
—Melody intentó llamarme hace una semana —le digo—. Me dejó unos
cuantos mensajes, pero he estado demasiado enojado con los servidores como
para revisarlos o devolverle la llamada.
Sus ojos se encuentran con los míos y se mete las manos en los bolsillos.
—No sé, Tanner. Me parece que si recibiera una llamada de una mujer a
la que pagué para seducir a un hombre que le debe a la mujer que amo casi
cuatro millones de dólares, levantaría el teléfono y averiguaría lo que quiere.
—¿Lo harías?
—Podría —dice con naturalidad.
—No podría llamarla desde Georgia. No con Luca allí. Estaba tan
condenadamente feliz de estar en casa que no quería arruinarlo recordándole
este problema.
Se queda callado un segundo, raspa la punta de su zapato sobre el suelo
antes de volver a mirarme.
—Entonces probablemente sea bueno que Luca vaya a comer con Ava. Así
tendrás tiempo de sobra para hacer esa llamada.
Gruño ante eso, y él se ríe.
—Sólo lo dices para manipularme y que le dé lo que quiere.
Gabriel se encoge de hombros.
—Es eso o puedes explicarle que hará lo que tú digas cuando se lo digas.
Hacemos una pausa.
Nos miramos fijamente.
—Creo que ambos sabemos que eso no va a funcionar —respondo—.
Aunque sería muy conveniente si lo hiciera.
—No la querrías si lo hiciera.
A veces odio que tenga razón.
—Bien.
Volviendo al interior, me siento en el sofá, golpeando con los dedos sobre
mi pierna mientras Luca espera a Ava.
Llega quince minutos más tarde, las dos mujeres se ríen y hacen lo que sea
que hagan las mujeres mientras salen hacia el auto de Ava y se alejan. Las
observo todo el tiempo desde la puerta principal, sin que me guste que Luca esté
fuera de mi alcance.
Pero me da tiempo para ocuparme de Melody.
Marco su número sin molestarme en comprobar los mensajes y subo
corriendo por mi portátil para terminar los documentos que necesitaré para el
juicio.
Melody contesta al tercer timbre, con el sonido habitual de la oficina:
teclados que chasquean, refrigeradores que gorjean y cotilleos de oficina.
—Ya era hora de que me llamaras. ¿Has escuchado alguno de los mensajes
que te he dejado?
Coloco el teléfono entre el hombro y la oreja, agarro mi bolsa de cuero de
una silla y busco mi ordenador.
—No. He pensado que sería más fácil llamar y averiguar lo que quieres.
Melody suelta un suspiro, claramente frustrada.
Conocimos a Melody en el mismo club de striptease que nuestra
recepcionista, Roxanne, salvo que Melody realmente bailaba para pagarse la
universidad, y tenía un currículum decente para un puesto inicial en el despacho
de Clayton. No tardó mucho en abrirse camino y entrar en el espacio privado de
Clayton, hasta llegar a la superficie de su escritorio.
Por suerte, me ahorró los detalles de eso e hizo lo necesario para
conseguir las grabaciones que necesito. Me parece divertido e irónico que los
problemas de Clayton con nosotros empezaran con grabaciones que quería
enterrar y terminaran con grabaciones que lo enterrarán a él.
Uno pensaría que después de bastante de esto, el tipo aprendería a evitar
las cámaras.
—Escucha —dice Melody, con voz apresurada mientras se dirige a una
habitación donde el ruido de fondo se desvanece—. Tienes que acabar con este
divorcio. Como ahora.
No me sorprende lo que quiere.
—¿De verdad es tan malo follarse a Clayton?
Gime. —Sólo lo hice las primeras veces, luego le dije que me estoy
reservando para el matrimonio, así que será especial. Se lo creyó.
—Eso es inteligente.
—Pero esa no es la razón por la que debes apresurarte. Escuché una
conversación la otra noche que no debería haber oído. El papá de Clayton está
muy enojado por el tema del divorcio y cómo está afectando su campaña.
Hace una pausa y mis dedos se aprietan sobre el portátil.
—¿Y?
Otra respiración, su voz aún más tranquila.
—Clayton está perdiendo la cabeza porque no consigue lo que quiere
cuando lo quiere. La presión de su papá solo es demasiado para él.
Lo que explicaría por qué Clayton sigue apareciendo en lugares a los que
no está invitado. Aunque nada de esto es nuevo para mí.
—¿Y? —pregunto, apurándola. No es que me preocupe esa comadreja
idiota. Es más bien que tengo otros asuntos de los que ocuparme, y Melody me
está haciendo perder el tiempo.
—Y estoy bastante segura de que Clayton intentó que Luca fuera
atropellada en un estacionamiento...
Mi portátil golpea contra el suelo cuando se me escapa de la mano.
—Y creo que va a seguir intentando hacerle daño porque necesita callar a
su papá. Además, no quiere perder todo ese dinero, y también está tratando de
apurar el matrimonio conmigo. Esto es mi culpa, más o menos, por negarme a
acostarme con él de nuevo. Lo está volviendo loco.
Me vuelven a rechinar los dientes, una aguda sacudida de dolor me
recorre la mandíbula.
—No es culpa tuya, pero tengo que irme.
—Tanner...
Cuelgo y marco inmediatamente el número de Luca. Responde al segundo
timbre, con música de fondo y risas en su voz.
—¿De verdad, Tanner? Sólo he estado fuera diez minutos.
—Regresa a casa
Ella hace una pausa por un segundo, luego se ríe.
—¿Acabas de llamar a tu casa mi hogar?
Oigo la voz de Ava a su lado, pero no puedo distinguir lo que ha dicho. La
sangre corre por mi cabeza como un trueno, mi pulso es un martillo neumático y
mis músculos están bloqueados por el pánico.
—Luca, ven a casa. Ahora.
—Ya hemos pasado por esto. No me vas a dar órdenes.
Ava vuelve a hablar, pero esta vez puedo oírla.
—¿Por qué ese tipo está montando sobre mi trasero?
—Luca, necesito que des la vuelta y regreses a la casa ahora.
—¿Acaba de golpear mi parachoques? —Ava suena enojada, y Luca no me
responde.
—Luca, escúchame —gritó—. Clayton está tratando de matarte.
Un fuerte crujido de metal chirría contra mi oído, seguido de gritos agudos
y cristales que se rompen. El claxon de un auto suena sin cesar y vuelvo a gritar
al teléfono.
—¡Luca! ¡Contéstame!
Nada, excepto el ruido constante del claxon del auto y un motor que pasa
a toda velocidad.
Sujeto el teléfono a mi oído, tomo las llaves de mi bolsa y bajo corriendo
las escaleras.
—¿Gabriel? —grito.
Llega a la esquina del salón y nuestras miradas se cruzan.
—¿Dijeron las chicas dónde iban a comer?
Prácticamente corro, y la puerta principal se golpea contra la pared
cuando la abro de golpe. Gabe me pisa los talones y cierra la puerta tras nosotros
mientras me sigue por el porche y baja las escaleras.
—Dijeron que iban al centro. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema?
—Alguien las ha sacado de la carretera —digo, con tanta rabia dentro de
mí que estoy viendo rojo.
—Mierda —maldice Gabriel en voz baja.
Me subo al asiento del conductor de mi auto, y él apenas está en su asiento
cuando mi pie pisa el acelerador y avanzamos a toda velocidad.
Más vale que no estén muertas, pienso.
Y más vale que no estén heridas.
Pero lo único que oigo al otro lado de la línea es el claxon de un auto que
no ha dejado de sonar.
Clayton acaba de firmar su propia sentencia de muerte.
La cantidad de dolor que inflija para destruirlo dependerá enteramente
del daño que haya causado a Luca
L
evanto la cabeza y abro los ojos, la confusión nubla mis pensamientos
mientras intento despertarme. Un dolor me atraviesa los hombros y
enseguida me arrepiento de haberme movido, ya que un fuerte
claxon compite con el sonido de las voces apagadas y un golpeteo constante.
Al mirar a mi derecha, veo a un hombre que golpea la ventanilla del auto
con la palma de la mano. Está diciendo algo, pero no puedo oírlo por el claxon.
A mi izquierda, Ava gime y se lleva una mano a la cabeza, sus ojos se
encuentran con los míos con la misma confusión que yo siento.
El tiempo se mueve lentamente, pero sólo por un momento. Sólo por unos
segundos, mientras mi mente se pone al día con la escena que me rodea. Pero
entonces, como si se rompiera una goma elástica, el tiempo recupera su
velocidad habitual, y la comprensión se va haciendo realidad a medida que los
ruidos apagados se hacen más fuertes y el pánico se apodera de mí.
Mi mirada se dirige a Ava.
—¿Estás bien?
Ella asiente, pero hace una mueca.
—Sí, me golpeé la cabeza, pero aparte de eso, estoy bien.
La gente sigue golpeando la ventanilla de mi puerta, y yo alargo la mano
para desbloquearla. La puerta se abre de inmediato, y lo que parece un centenar
de voces diferentes compiten mientras hacen sus preguntas.
—Estoy bien —digo e intento salir del auto.
—Debe quedarse quieto hasta que llegue una ambulancia —dice un
hombre.
—No necesito una ambulancia.
No me duele nada más que los hombros, y cuando examino el auto, parece
que nos han empujado contra una barrera metálica.
La parte delantera está destrozada y el claxon no deja de sonar. El interior
está lleno de humo procedente de las bolsas de aire.
Me vuelvo hacia Ava.
—¿Tienes mal la cabeza?
Ella se sacude.
—No hay sangre. Creo que ha sido el airbag el que me ha sorprendido
raro.
Las personas que rodean el auto nos ayudan a salir y nos dirigen a un lado
de la carretera, donde se ve toda la escena. Sólo nuestro auto está dañado, pero
varios están parados, con las luces de emergencia parpadeando furiosamente
para advertir a los demás conductores.
—¿Segura que estas bien? He visto lo que pasó. Ese chico casi se lleva por
delante tres autos antes que a ustedes. Conducía como un loco, intentando
sortear el tráfico.
—¿Fue un chico el que nos atropelló? —pregunto al hombre mayor que
está a mi lado, sus preocupados ojos marrones se encuentran con los míos.
—Un maldito adolescente —responde con el labio rígido—. Lo he seguido
durante los últimos tres kilómetros y he olido la hierba que salía de su auto.
Estaba colocado como una cometa y trataba de sortear la congestión del tráfico.
Conducía un auto deportivo que nadie de su edad debería tener. Pero ya sabes
cómo son las mamás y papás ricos. Les dan a estos niños todo lo que quieren sin
hacerles trabajar por ello. El tipo que te golpeó parecía llevar un uniforme de
escuela privada. Lo más probable es que faltara a clase.
Me río de eso, no es que sea realmente tan gracioso, pero me hace pensar
en los chicos. Me los imagino haciendo lo mismo cuando estaban en el instituto.
Mierda.
Me palpo los bolsillos y recuerdo que estaba hablando por teléfono con
Tanner cuando ocurrió el accidente. El teléfono debe de estar todavía en el auto,
pero si escuchó el accidente probablemente esté perdiendo el...
—¡Luca!
Hablando del diablo...
Girando en la dirección de la voz de Tanner, veo cómo se lanza hacia mí,
su poderosa zancada cierra la distancia.
Gabriel está detrás de él, y mientras Tanner se acerca inmediatamente a
mí, con sus ojos y sus manos buscando cualquier herida evidente, Gabriel pasa
por delante para ver cómo está Ava.
—Parece que estás bien —dice Tanner, con un pánico en la voz que resulta
extraño en él. El hombre tiene temperamento, sí, pero no es de los que se asustan
fácilmente.
—Gracias por la valoración profesional —bromeo.
A juzgar por la mirada de Tanner, está aterrorizado, y no sé qué hacer con
eso.
—¿Estás bien? —pregunto, levantando una mano para acariciar su mejilla
y arrastrar su oscura mirada hacia la mía.
Mi tacto no calma del todo la rabia que veo en su rostro, pero los hombros
de Tanner se relajan.
—Debería preguntártelo a ti.
Me arrastra en un abrazo, sus brazos me envuelven con fuerza y su corazón
late contra mi oído tan rápido que me doy cuenta de lo asustado que estaba.
Durante varios minutos, se niega a soltarme, su calor es un muro de confort
a mi alrededor, su olor ayuda a aliviar la tensión que siento después de todo lo
que ha pasado.
Se oyen las sirenas a lo lejos y Tanner me suelta mientras se acercan varios
autos de policía y una ambulancia.
—Fue un maldito adolescente —le grita el hombre mayor al primer policía
que se acerca a nosotros, con su voz fuerte despotricando mientras vuelve a
contar la historia antes de que el agente pueda hacer la primera pregunta.
Tanner me mira a la cara.
—¿Un chico hizo esto?
—Tienes toda la razón, lo ha hecho un niño —grita el hombre mayor
mientras mira entre nosotros y el agente—. Uno de esos mocosos de instituto que
tienen demasiado dinero y poco sentido común. Cada uno de esos imbéciles con
derechos debería ser sometido a una prueba y recibir una lección. Son un
problema desde el momento en que sus padres los dejan salir de casa, y nunca
llegan a ser más que una carga para la sociedad.
Tanner se estremece al oír eso, y me muerdo el labio para no reírme.
—Dime lo que sientes de verdad —suelta Tanner.
El hombre no capta la indirecta.
—Lo haré.
Comienza otra larga regañiza sobre los problemas de los niños
malcriados. Lo ignoro, y Tanner me agarra la cara para girarla hacia un lado y
otro, sus ojos estudiando cuidadosamente mi rostro.
—¿Seguro que no estás herida?
—Estoy bien —le prometo—. Sólo ha sido un accidente.
Se aparta de mí para mirar el auto, sus ojos verdes se estrechan al ver los
daños.
Cuando su mirada vuelve a dirigirse a mi cara, Tanner dice:
—No vas a volver a salir de casa. Jamás. A menos que yo esté contigo. No
me importa lo mucho que grites por ello. A partir de ahora, estás castigada.
¿Quién diablos se cree que es?
—Como el infierno que soy. No puedes castigarme, Tanner. No soy una
niña.
Su voz baja a un tono peligroso, no el de temperamento caliente ni siquiera
el ligeramente divertido y arrogante, sino el tono de voz frío que tiene cuando
está a punto de poner tu mundo patas arriba y enseñarte por qué es mejor no
meterse con él. Es el mismo tono que utilizó conmigo cuando estaba a punto de
dejar caer esas fotos en mi regazo en Yale.
La única diferencia es que ya no me da miedo.
—Te ataré si es necesario. Te encerraré. Te doblaré sobre un maldito...
Levanto la mano y le tapo la boca, sólo para que sus ojos se abran y se
estrechen de nuevo. Pero deja de hablar, y ojalá hubiera sabido que era tan fácil
hacerlo callar hace mucho tiempo.
—No harás ninguna de esas cosas. No a menos que te lo permita.
¿A quién quiero engañar? Dos de las tres suenan divertidas.
Cuando retiro la mano, se inclina hacia mí, con la voz baja para que nadie
pueda oírnos.
—Clayton es la persona que envió ese auto para atropellarte en tu
apartamento. Y sigue intentando hacerte daño mientras hablamos.
El shock me atraviesa.
—¿Cómo sabes eso?
—Tengo mis fuentes, pero ese no es el punto. Hay que ocuparse de él antes
de que corras por la ciudad como si nada pudiera alcanzarte.
Dando un paso atrás, lo miro.
—¿Estás diciendo que tengo a tus padres y a Clayton intentando
asesinarme?
¿En qué clase de espectáculo de terror se ha convertido mi vida? Esto es
un poco ridículo. El destino es una perra muy jodida.
Niega con la cabeza.
—Ya no estoy tan seguro de nuestros padres. Pero definitivamente
Clayton, lo que significa que necesito tratar con él para terminar con esto. Y hasta
entonces, estás bajo vigilancia permanente. Si no puedo estar allí, uno de los
otros tipos lo hará.
Nunca imaginé a Clayton como un asesino, pero dado el dinero que puede
perder en el divorcio, no es inaudito. La gente ha matado por menos.
La idea de tener un guardaespaldas constante no me gusta. Va en contra
de todo lo que significa ser independiente. Pero al mismo tiempo, Tanner no se
equivoca al querer protegerme. Sólo tiene que ir sobre él de manera diferente
en la forma en que lo exige.
—¿Cómo de rápido puedes acabar con esto? —pregunto, sin que me haga
gracia el destello de victoria en los ojos de Tanner. Debe creer que ha ganado
esta batalla.
—Puedo presentar el papeleo esta semana. Conseguir una audiencia en
los libros y lanzar un testigo a su abogado que estará encantado de usar contra
mí.
—¿Y crees que eso lo detendrá?
Tanner sonríe, y no me gusta la expresión de su cara. Hay una oscuridad
en esa mirada que haría temblar a cualquier persona.
—No. Pero lo que haga después lo hará.
No estoy segura de querer saber lo que está planeando. No puedo negar
que me he enamorado del malvado bastardo que me mira, pero todavía me gusta
fingir que ha cambiado.
Obviamente, ese no es el caso. Tanner siempre será Tanner. Un torbellino
más traicionero que cualquier persona que haya conocido. No sabe cómo
funcionar a menos que esté manipulando el mundo a su alrededor.
—¿Cómo de ilegal es tu plan?
Sus cejas se juntan ante eso.
—Es probable que esté mal visto en varios estados.
—¿Te darán de treinta años a cadena perpetua por ello? O peor, ¿la pena
de muerte?
Su boca se tuerce en la esquina.
—Lo dudo mucho.
No me gusta, pero esta mierda tiene que terminar. Estoy tan agotada en
este punto que estoy dispuesta a aceptar cualquier cosa con tal de que todo
termine.
—Bien. Haz lo que tengas que hacer. Y hasta que termines, permitiré que
tú o quien sea me cuide cuando no esté en la casa.
Sonríe ante eso.
—Me alegro mucho de que por fin veas esto a mi manera.
Tanner cree que ha ganado. Y tal vez por ahora, lo ha hecho. Pero tan
pronto como Clayton deje de ser una amenaza, me aseguraré de establecer un
nuevo conjunto de reglas yo misma.
No creo que esta batalla de voluntades pueda llegar a su fin con nosotros.
Pero entonces, somos personas obstinadas. Ha sido una guerra desde el
principio, y me he acostumbrado a ella.
Y sería una mentirosa si dijera que no estoy deseando bajarle los humos
una vez que todo esto termine.
Tanner puede ganar algunas batallas, pero nunca ganará la guerra.
E
n el transcurso de los próximos días, vuelvo a sentirme yo mismo.
Tengo un objetivo en mente. Un único objetivo. Un bastardo punk
que pronto será aplastado bajo mi pie.
Esto ha ayudado a aliviar gran parte de la frustración que he sentido desde
que descubrimos que los servidores han desaparecido.
Con eso, no hay mucho que pueda hacer hasta que Taylor haga su magia
llevando a Jerry Thornton a tierra. El asunto me tiene acorralado, sí. Y odio estar
acorralado. Pero no es el fin del mundo.
Puedo hacer algo con Clayton, sin embargo. Hay un mundo de dolor en su
dirección que me entusiasma hacer llover. No puedo echarle en cara que tratara
a Luca como una mierda en su matrimonio.
¿Odio oírle presumir de ello? Sí, claro que sí. Pero era en parte (o en su
totalidad) responsable de ello.
Puedo echarle en cara que intentara matarla. Y lo hago.
Por eso he convocado esta reunión familiar.
Como siempre, los chicos están sentados o de pie en sus lugares típicos.
Gabe está junto a la barra, Ezra y Damon están sosteniendo la pared. Shane,
Sawyer y Taylor están ocupando el sofá. Mason tiene un sillón para sí mismo. Y
Jase está descansando en otro sofá como un maldito modelo de Calvin Klein.
A excepción de Gabe, ninguno de ellos está encantado de estar aquí, pero
eso es una puta pena. Luca es ahora parte de la familia, y todos cuidamos de lo
que es nuestro.
Estoy en modo de batalla, con la mente concentrada en la tarea que tengo
entre manos, y estoy a punto de dirigir a estos tipos como hago con los abogados
asociados de nuestro bufete.
Contundente.
Directo.
Y al grano.
No puede haber cagadas ni malentendidos cuando se trata de la
destrucción de Clayton Hughes.
—Ezra y Damon, necesito que ustedes dos hagan un viaje de exploración
por mí. Necesitamos un lugar adecuado para una carrera de desafío, al estilo de
la vieja escuela.
Ellos se animan con eso. Nada excita más a estos dos que el potencial de
violencia. Es un poco inquietante, en realidad. Algo que espero que se les pase
a medida que pasen los años sin saber de su padre.
Los miro.
—Asegúrate de que está lo suficientemente cerca como para que podamos
transportar la carga sin preocuparnos de que se note. Hay que preparar y
cartografiar todo el camino para que podamos instalarnos.
Ambos se frotan las manos en forma de espejo. Eso es normal en ellos,
pero es algo a lo que hay que acostumbrarse. Son tan idénticos que su juego
favorito es sustituir al otro. Por suerte, sabemos distinguirlos. Pero muy poca
gente lo hace.
Terminando con ellos, continúo.
—Mason y Gabe, necesito que averigüen lo que puedan sobre la campaña
del senador Hughes. Necesito todos los detalles escabrosos sobre los negocios
clandestinos en los que el hombre ha estado involucrado. Todo lo que pueda
hundirlo, quiero que lo desmenucen hasta el más mínimo detalle. Y necesito esa
información lo antes posible.
Gabe da un sorbo a su bebida y levanta una ceja.
—Estoy seguro de que nuestras familias pueden ayudar con eso, pero
querrán saber por qué necesitamos la información.
Odio involucrar a nuestros padres en cualquier cosa, pero tiene razón.
—Invéntate algo. Se te da bien eso.
La comisura de su boca se curva ante eso. Gabriel es un mentiroso
profesional.
Mi mirada cae sobre Sawyer y se arrastra hasta Jase. Ambos se sientan con
los ojos inyectados en sangre y expresiones perezosas.
—Los necesito a los dos —digo, señalando entre ellos—, para que
indaguen lo que puedan sobre los negocios de Clayton. Melody me ha dado una
lista de sus contratos más importantes, y a ustedes se les asigna el trabajo de
quemar esos contratos hasta los cimientos. No me importa cómo lo hagan, pero
necesito que sus clientes corran como locos en dirección contraria al mismo
tiempo.
Ambos asienten, y yo sigo adelante.
—Taylor, sigue corriendo Jerry Thornton a la tierra. Necesitamos esos
servidores. Y me gustaría tenerlos en mis manos cuanto antes. También me
gustaría saber por qué los robó en primer lugar...
—Tal vez Everly lo jodió y también la está buscando.
—Jase, cállate.
Volviendo a Taylor.
—¿Dónde estamos en eso?
Taylor levanta un brazo para frotarse la nuca.
—Todavía no he encontrado a Jerry, pero eso no es sorprendente. Era
dueño de la empresa con el padre de Luca, así que tiene sentido que pueda
cubrir sus huellas. Pero investigué un poco más y encontré que tiene tres hijas.
Dos viven en Georgia, así que están fuera de su alcance, pero la mayor va a
Columbia.
Lo que la hace muy accesible.
—¿Preparada o graduada?
Taylor sonríe.
—Graduada.
Lo que significa que no es demasiado joven.
—Averigua todo lo que puedas sobre ella. Ya veremos qué hacer con eso
más tarde.
Mis ojos se posan en Shane. —Y tengo una misión especial para ti, pero no
necesitamos entrar en ella por el momento. Así que haz lo que sea que hagas
mientras tanto.
Shane se remueve en su asiento.
—¿No sabes lo que hago? Es como he dicho antes: nunca me prestas
atención, y realmente siento...
—Nada de sentimientos —digo bruscamente.
Sonríe, y no puedo saber si habla en serio, o si lo hace para fastidiarme.
Mirando entre los ocho, me alegra ver que están prestando atención.
—El tiempo de esto se reducirá a cuando pueda conseguir la próxima
audiencia fijada en el caso de Luca. Clayton no perderá nada hasta que se le
ordene pagarle el dinero que le debe y lo haya depositado en su banco. Todo lo
que él pierda mientras estén casados, lo pierde ella. Así que prepara lo que vas
a hacer, pero no aprietes el gatillo hasta que yo lo diga. Hablando de eso.
Levantando un dedo para que me den un segundo, saco mi teléfono del
bolsillo y pulso la marcación rápida de Lacey.
—Señor Caine —responde al segundo timbre—, me sorprende que me
llames en horario laboral. No es propio de ti no despertarme en mitad de la
noche.
Su bocaza no me afecta. Lacey siempre está malhumorada antes de haber
almorzado.
—Haces un gran trabajo a las dos de la mañana, pero no es por eso que
estoy llamando. Necesito que reprogrames la audiencia del caso Hughes para
dentro de dos semanas.
Sus dedos chasquean sobre el teclado. —El asistente del juez está de
vacaciones hasta la semana que viene. Me temo que eso no es posible.
Inaceptable.
—¿Dónde va a tomar sus vacaciones? —pregunto con los dientes
apretados.
Otro par de clics seguidos de un fuerte suspiro.
—Según sus redes sociales, está en Hawái y no acepta llamadas.
No está demasiado lejos, solo al otro lado del país y en el Océano Pacífico.
—Vuela a Hawái y búscala. Necesito que se fije la audiencia y no tengo
tiempo para esperar.
Lacey se queda callada un segundo antes de decir:
—¿También tendré vacaciones por esto? Nunca he estado en Hawái. Llevo
dos años y medio trabajando para ti sin que me den ninguna.
Poniendo los ojos en blanco, cedo. Pero sólo porque necesito algo.
—Bien. Tienes veinticuatro horas para cazar a la asistente y volver a la
oficina.
Se enoja.
—¿Veinticuatro horas? Tendré que volar hasta allí, encontrarla y volver
inmediatamente al aeropuerto.
Esta conversación me está sacando de quicio.
—¿Verás la arena, el sol, un océano y una estúpida sombrilla de papel en
una copa mientras estés allí?
—Bueno, sí, pero...
—Entonces son unas vacaciones —espeto—. Hazlo.
Gabriel gime desde el otro lado de la habitación.
—Voy a tener que duplicar su bonificación a final de año. Tal vez el triple.
Mi pulgar pulsa el botón de fin de llamada y vuelvo a estar con los chicos.
—Tenemos dos semanas. Nuestra reunión familiar ha terminado.
Salgo de la habitación antes de que el resto se disperse y subo corriendo
a ver si Luca ya se ha despertado. Es media mañana, así que no es demasiado
tarde, pero he seguido despertándola durante toda la noche, mi apetito por ella
es insaciable.
Abro la puerta de un empujón y me asomo al interior para ver su lado de
la cama vacío, con las sábanas revueltas sobre el colchón y su huella aún en la
almohada. La ducha funciona en el cuarto de baño y miro fijamente la puerta con
la intención de entrar y tomarla de nuevo.
Pero me detengo, dándome cuenta de que se merece un descanso, y me
siento en la cama. Tomo el portátil e intento terminar los documentos para la vista
de Luca. Incapaz de concentrarme gracias a la mujer desnuda y mojada que está
a pocos metros de mí, recorro con la mirada mi habitación y sacudo la cabeza
ante el cambio.
La luz del sol entra por la ventana con motas de polvo que se cuelan
suavemente, el color dorado resaltando una pila caótica de ropa y bolsos,
zapatos y otras porquerías. En el escritorio, contra la pared más alejada, hay un
montón de cosas de chicas que contrastan con el tema monocromático de mi
habitación.
Donde yo soy más feliz rodeado de blanco y negro, gris y cromo, el
armario de Luca es un estallido de color contra mi vida, tonos joya en su mayoría,
nada pastel u odioso.
Ella quería guardar sus cosas en la habitación de la prisión que una vez le
asigné, pero poco a poco, coloqué sus cosas aquí, las coloqué en montones
ordenados y esperé que captara la indirecta de que no la dejaría dormir en otro
lugar.
Llevó algo de tiempo, después de todo, se trata de Luca, y tras unos
cuantos intentos obstinados de mover sus cosas para reclamar su estúpida
independencia, finalmente se dio por vencida cuando todo lo que movió
encontró de alguna manera su camino de vuelta a mi habitación en menos de una
hora.
La reclamé.
Es mía.
Aunque todavía se resista a hacerlo.
Mis dedos repiquetean sobre las teclas, mi atención sigue centrada en una
mujer que en este momento está toda enjabonada y caliente.
Al perder de nuevo el interés por los documentos, giro la cabeza sobre la
almohada y mis ojos se posan en la mesilla de Luca.
Anoche cedió y por fin trasladó todas sus cosas a mi habitación, y no se me
escapa cómo ha colocado una pequeña caja que recordaba escondida en su
armario en un cajón que ahora está al alcance de la mano.
Con un pequeño estirón puedo abrir el cajón, sacar la caja y ver qué es tan
importante para Luca como para haberla escondido donde nadie pudiera
encontrarla.
No debería invadir su privacidad.
Estaría mal hacerlo.
Decido no hacerlo.
Mis dedos vuelven a golpear las teclas justo antes de que mi cabeza gire
en dirección a la mesa auxiliar. Deslizando los ojos hacia el cuarto de baño,
donde el agua sigue corriendo, recuerdo que no me importa que esté mal.
Esta es otra pieza del rompecabezas para ella, otra parte secreta que
quiero para mí.
No se me puede culpar por apartar mi ordenador y acercarme a su lado
de la cama.
Esto es lo que soy.
Debería saberlo.
Abro el cajón y cojo la pequeña caja. No es más grande que las cajas de
lápices de colores que recuerdo de cuando era niña, el cartón exterior con una
simple tapa abatible.
Mis dedos golpean el lateral por un momento de indecisión, y luego mis
pulgares abren la tapa.
Lo que veo me deja quieto en su sitio.
Esto es algo privado.
Algo insustituible.
Algo tan importante para Luca que no puede soportar la idea de estar sin
ello.
Lo perdió todo cuando su apartamento fue destrozado, pero encontró
alivio cuando vio que aún tenía esto.
Después de verlo, me doy cuenta de que no tiene ningún valor.
Para el resto del mundo, es bonito, pero no tiene sentido.
Pero para Luca, lo es todo.
¿Por qué?
Tomo uno de los pequeños colgantes con forma de corazón y leo la
inscripción grabada en la plata. Linda Marie Bailey. El nombre de su madre.
No tengo que leer el segundo para saber que tiene el nombre de su padre.
—Hay una cosa que se llama pedir permiso.
Levanto los ojos y veo a Luca de pie junto a la puerta del baño, envuelta en
una gran toalla blanca. El vapor se extiende para enroscarse alrededor de sus
piernas, sus ojos azules sostienen los míos.
—De donde yo vengo, es de buena educación.
Sonrío.
—De donde tú vienes, hombres extraños persiguen a los turistas río abajo,
los matan y luego bailan tocando violines.
Me mira fijamente.
—No me crie en el set de Deliverance.
Marchando hacia mí, se sienta en el lado de la cama, cerca de mi cadera,
y me quita de las manos el colgante con el nombre de su madre. Su pulgar roza
la inscripción y sus ojos se inclinan para encontrarse con los míos.
—No podría soportar que estuvieran solos en un lugar frío. Al menos, no
todos ellos.
Todavía no entiendo, y pregunto:
—¿Qué quieres decir?
Luca me quita la caja y coloca el colgante con el nombre de su madre junto
al que tiene grabado el nombre de su padre.
—Estos son colgantes conmemorativos. Están huecos por dentro y
contienen un poco de las cenizas de mis padres.
Sin pensarlo, me froto los dedos en los pantalones.
Ella nota el movimiento y pone los ojos en blanco.
—No es que hayas tocado realmente las cenizas, idiota.
Es un poco espeluznante guardar una pequeña cantidad de las cenizas de
tus padres en una caja en tu armario. Peor que eso, guardar esas cenizas junto a
la cama donde he mecido su cuerpo más veces de las que puedo contar.
Mucho más espeluznante, en realidad.
Tengo la sensación de que, incluso con ellos muertos y desaparecidos, no
soporta estar separada. Pero aun así...
—¿Hay alguna posibilidad de trasladar esta caja a tu habitación de la
prisión?
La piel se arruga entre sus ojos.
—¿Por qué?
—Se siente mal y asqueroso y un poco incómodo hacer las cosas que te
hago sabiendo que las cenizas de tus padres están ahí.
Otro giro de esos ojos azules.
—Lo que sea. Sí, puedo moverlas hacia atrás.
Bien.
Sé que es una estupidez pedirlo, pero... iugh.
Verla cerrar la caja y manejarla con tanto cuidado me recuerda que le
debo algo que no quiero dar.
Sigo adelante con la decisión que tomé fuera de una casa de dos pisos en
Georgia. El papeleo está guardado en una carpeta en mi bolso, pero no me he
atrevido a dárselo. Hay que hacer más transferencias, pero la casa ya está vacía.
El mero hecho de saber que le daré una razón para abandonarme no ha
hecho más que empeorar mi estado de ánimo desde que volvimos hace dos
semanas. De todos modos, seguí adelante con ello.
Si alguien se merece que le devuelva lo que le han robado mis juegos, es
Luca.
Se pone en pie para llevar la caja de vuelta a la habitación de invitados,
pero extiendo la mano para tocar su brazo antes de que pueda alejarse.
—Antes de que te vayas, tengo que darte algo.
Esto es una mierda.
No voy a mentir sobre eso.
Odio hacer lo que estoy a punto de hacer.
Todo en mi interior se resiste a ello.
Me pongo en pie de un empujón y atravieso la habitación, saco la carpeta
del bolso y me doy la vuelta para entregársela.
—Esto es tuyo.
Es todo lo que digo, porque es todo lo que puedo decir. Por dentro, le
ruego que no se vaya a casa. Le exijo que se quede aquí en mi casa. También le
digo que es mía y que así es.
Pero Luca tendrá que tomar su propia decisión.
Coloca la caja sobre la superficie de la mesa, se sienta y me quita la
carpeta del archivo.
—¿Qué es?
—Nada —gruño porque esto no es propio de mí.
Soy de los que toman sin pedir perdón.
El hombre que elige el juego y decide las reglas.
No soy un maldito marica que se arrepiente de haber jugado a ese juego
y luego hace estupideces como esta para compensar.
Después de lanzarme una mirada divertida, abre la carpeta, sus ojos
escudriñan los documentos de compra y la escritura de la casa. Tarda un
segundo en comprender por fin lo que está viendo.
—¿Compraste mi casa? —pregunta, su voz es demasiado tranquila para la
reacción emocionada de Tanner es un héroe que esperaba por mi buena acción.
Confundido, respondo con un simple:
—Sí.
Los ojos azules se levantan para estrecharse en mí.
—¿Hablas en serio? ¿Después de todo? ¿Por qué has hecho esto? Había
una familia viviendo allí.
Sorprendido por su reacción, me meto las manos en los bolsillos y la miro
fijamente.
—La familia se alegró de cederme el lugar, ya que pagué otra casa en la
calle para que ellos vivieran.
No me gusta lo callada que está Luca en este momento. La expresión de su
cara es la misma que tenía cuando la acorralé en el baño del juzgado.
No puede estar tan enojada en serio por lo que hice. La otra familia está
contenta. No es que los haya amenazado ni nada por el estilo. Aunque lo habría
hecho si se diera el caso.
—Déjame adivinar. ¿También vas a sostener esto sobre mi cabeza?
¿Amenazar con quemarlo si no me comporto? ¿Qué demonios, Tanner? Pensé
que habíamos superado esto.
¿Qué carajo?
—No. Lo compré para ti. Todavía tenemos que transferir la escritura a tu
nombre, pero la casa es tuya. Vi lo mucho que te gustaba, y me sentí
parcialmente responsable de todo, así que compré la casa para devolvértela.
Luca se queda quieta en su sitio, con los ojos redondeados mientras sus
dedos aprietan los papeles.
Bajando la vista hacia ellos y volviendo a mirarme a mí, pregunta:
—¿Por qué has hecho eso?
—Acabo de decírtelo. Pero no pensé que te molestaría tanto.
Se le llenan los ojos de lágrimas, y eso me hace sentir aún más mal.
Esto.
Esto de aquí es por lo que no me salgo de mi camino para hacer mierda
por la gente.
Trato de ser amable por una vez, y aun así recibo mierda por ello.
Extendiendo la mano para quitarle los papeles, refunfuño:
—Los venderé a otro si no los quieres.
Luca aprieta los papeles contra su pecho, una maldita lágrima resbalando
por su mejilla que no puedo soportar.
—Lo siento. —Niega con la cabeza y vuelve a mirar los papeles.
—No debería haberte acusado de eso, es sólo...
—¿Algo que haría para tener a una persona bajo control?
Luca asiente.
En eso tiene razón, así que no se lo reprocho. He hecho muchas cosas
horribles a la gente. Quemar la casa de su familia hasta los cimientos no sería lo
peor.
Me quedo ahí como un imbécil sin saber qué hacer, y ella vuelve a leer los
papeles en silencio, con las lágrimas resbalando lentamente por su cara.
Tarda unos minutos en volver a hablar.
—¿Es esta tu manera de decirme que quieres que vuelva a Georgia?
—Mierda, no. Quiero que te quedes aquí. Aquí mismo. En esta casa. En
esta habitación. Junto a mí. Pero es su elección cuando termine el divorcio y me
ocupe de Clayton.
Esta es la parte en la que se supone que salta para prometerme que nunca
se irá y admitir que está tan enamorada de mí que puedo quemar la casa si
quiero. El "felices para siempre" que todo el mundo quiere con arco iris de
mierda y gatitos esponjosos. El final dulce que induce a la risa y que hace que
una persona normal respire tranquila y se vaya satisfecha.
Excepto que ella no hace eso.
Y me enoja.
Su absoluta falta de respuesta me preocupa.
Y eso también me enoja.
Esto está fuera de mi control.
Y eso es algo a lo que no estoy acostumbrado.
Simplemente asintiendo, Luca vuelve a meter los papeles en la carpeta, la
coloca encima de la espeluznante caja de los muertos y se acerca a mí.
Se levanta en puntas de pie, me besa la mejilla y susurra:
—Gracias.
La veo vestirse, agarrar de nuevo la caja y la carpeta y salir de la
habitación.
No me dijo que se quedaría.
No me ha prometido que soy lo suficientemente importante como para
evitar que vuelva a Georgia.
No me dijo que me ama y que esta casa es su hogar ahora.
Esto no fue para nada como yo quería.
No puedo evitar pensar que acabo de darle a Luca una buena razón para
dejarme.
H
emos cerrado el círculo.
Sentado ante una mesa de madera pulida que no oculta las
marcas de rápidos trazos de bolígrafo, de notas escritas con rabia y de
recordatorios anotados con pánico con la suficiente fuerza como para
agujerear el papel y rayar la superficie, trazo una línea con el dedo mientras Marjorie
hace rebotar la punta de su bolígrafo en la carpeta de archivos que tiene delante.
No está nerviosa por enfrentarse de nuevo a Tanner. No está asustada ni
molesta por tener que enfrentarse a un hombre que rompe todas las reglas posibles
y nunca juega limpio.
En todo caso, está emocionada, su cabello rubio platino se desliza por encima
del hombro mientras se retuerce en su asiento cuando una puerta se abre de golpe
detrás de nosotros.
No necesito mirar para saber quién se pasea por el pasillo central hacia la parte
delantera de la sala. Estoy segura que Clayton camina confiado con la convicción de
que esta vista será su oportunidad para fastidiarme, y sé que Tanner camina detrás
de él, con su rostro inexpresivo ocultando cuidadosamente el hecho de tener toda la
intención de destruir a su propio cliente.
Tanner no me ha dicho exactamente lo que planea hacer, sólo que para cuando
termine, Clayton no tendrá ningún lugar al que acudir ni podrá volver a perseguirme.
La energía que emana de Marjorie es eléctrica. Me ha prometido que tiene un
as en la manga para usar hoy, a pesar de su molestia por el hecho de que Tanner haya
fijado esta audiencia sin coordinarla con ella una vez más.
No le pregunté qué tenía, sobre todo porque ya lo sé. En lugar de eso, hago el
papel de la esposa abatida que es acusada de engañar a su marido.
La media puerta se abre cuando Clayton y Tanner entran en la mitad delantera
de la sala, y unos cuantos hombres más entran por las puertas dobles de atrás para
tomar asiento en la galería de espectadores.
Miro hacia atrás y los reconozco como el director de relaciones públicas del
padre de Clayton y el director de la campaña.
Al igual que la última vez, la audiencia estará cerrada a los medios de
comunicación y al público, lo cual me parece muy bien.
Lo único que me importa es que esto termine hoy. Tanto como pueda, al menos.
No, no me divorciaré oficialmente, pero eso no llevará mucho tiempo una vez que el
acuerdo prenupcial esté resuelto. Sólo quiero lo que se me debe. Clayton puede
quedarse con todo lo demás.
Me atrevo a mirar en dirección a Clayton y veo que me mira con una sonrisa de
satisfacción. Me cuesta creer que haya aceptado casarme con ese hombre. No parecía
un mal tipo en Yale, pero lo que está en la superficie nunca es un buen indicador de
lo que se esconde debajo.
A su lado, Tanner se echa hacia atrás en su asiento con una pose de seguridad
masculina que me hace agua la boca. Su traje es impecable y su cabello está
elegantemente despeinado, un aspecto que no deja lugar a dudas de que es a la vez
negocio y juego.
Pero incluso lo que se ve en la superficie con Tanner, esconde lo que hay
debajo. Ahí está sentado, con la mente concentrada en darme todo lo que quiero, y ni
siquiera tiene lo que quería en primer lugar.
Los servidores se han ido por ahora. El objetivo de Tanner se ha perdido. No
tiene ninguna razón egoísta para avanzar en esto que lo beneficie de alguna manera.
Lo está haciendo únicamente por mí.
Mi corazón se hincha al pensar en eso.
Tanner no ha cambiado. Tal vez para mí sí, pero no para el resto del mundo.
Quiero pensar que puedo entender eso de él y aprender a aceptarlo.
De vez en cuando, durante las últimas dos semanas, he mirado la escritura de
mi casa en Georgia. Obviamente, me sorprendió que Tanner la comprara, mi
reacción inicial fue de desconfianza. Tienes que estar con él.
Pero cuando me dijo que había comprado la casa para dármela, me quedé
congelada en el sitio por la conmoción que me produjo, me robó la capacidad de
pensar con claridad.
También estaba asustada, y triste. Sentí que me estaba entregando, que
suponía que cuando el divorcio fuera definitivo me iría.
Sin embargo, me pidió que me quedara y sentí que el corazón se me detenía
en el pecho. Parecía tan real en ese momento, tan vulnerable al admitir lo que sentía.
Me sentí mal porque todo lo que podía decir era gracias, pero había hecho un
cortocircuito, mi mente no podía dar sentido a mis pensamientos.
No hemos hablado de eso desde entonces.
Tenemos que hablar de eso.
—Todos de pie. El Tribunal del Noveno Circuito entra en sesión. Preside el
Honorable Franklin T. Mast.
Las patas de la silla rozan el suelo de piedra cuando nos ponemos de pie.
Marjorie se sacude el cabello por encima del hombro, con la columna recta y la
barbilla en alto. Aunque odio estar aquí, me emociona un poco ver la reacción de
Clayton cuando la mujer que ama entre en escena.
El imbécil se lo merece.
—Siéntense —dice el juez mientras se acomoda en su asiento, sus ojos
evaluadores recorren a todos los presentes en la sala.
—Confío, abogados, en que esta vez hayan hecho bien los deberes y no haya
problemas como la última vez que estuvimos aquí.
Marjorie sonríe con esa sonrisa de megavatios.
—Puede que haya un pequeño problema, pero estoy segura que el señor Caine
me complacerá.
Se gira para mirar a Tanner. —Siendo un profesional y todo eso.
La comisura de los labios de Tanner se curvan.
—Considerando todos los problemas de agenda que hemos tenido debido a la
aparente incompetencia en la oficina de la señora Stoneman...
Marjorie se estremece ante eso, y entierro la cara entre las manos. Nunca se
puede confiar en que se comporte. Tanner es un idiota.
—...creo que tendré que ajustarme a cualquiera de sus problemas para
asegurar que este asunto avance.
El juez los mira a ambos antes de recoger los documentos que tiene delante.
—Antes de proceder, permítanme asegurarme que todos estamos en la misma
página en cuanto al propósito de esta audiencia. Estoy viendo la Moción del
Demandante para hacer cumplir el Acuerdo Prenupcial debido a una aventura
extramatrimonial.
Vuelve a levantar la vista. —¿Estamos todos de acuerdo?
Marjorie y Tanner asienten mientras Clayton mira en mi dirección. Cometo el
error de encontrarme con sus ojos, y me dedica otra sonrisa de suficiencia.
Me muero de ganas de ver cómo Tanner lo jode.
El juez deja caer los papeles sobre su mesa y dice:
—Señor Caine, dado que es la petición del demandante, le permitiré proceder.
Después veremos los argumentos o refutaciones de la parte demandada.
Cuando Tanner se levanta de su asiento y se mete una mano en el bolsillo
mientras se pasea despreocupadamente hacia el frente de la mesa, me vuelvo loca.
No por fuera, pero por dentro me muero.
El hombre es dueño de su espacio, eso es obvio para cualquiera que esté cerca
de él. Es pura confianza, y mucho ego, pero no del tipo falso que te apaga
inmediatamente.
Tanner se ha ganado ese ego, no sólo porque es hermoso, sino porque detrás
de la máscara de ese físico perfectamente moldeado, la fuerte mandíbula y los
preciosos ojos verde musgo, hay un nivel de inteligencia que pocos pueden alcanzar.
Es casi una pena que utilice sus poderes para el mal más que para el bien.
Se comporta de una manera tan puramente masculina que atrae la atención,
hace que te fijes en él, te produce un escalofrío cuando su mirada se encuentra con la
tuya.
Después de presentar los hechos del caso y el argumento de Clayton de que
deben aplicarse ciertas condiciones del acuerdo prenupcial por ser yo una puta infiel,
Tanner llama a su falso testigo, el mismo hombre de la primera audiencia con sus
caminar cojo y su vientre abultado.
Casi me río porque el hombre tiene hoy un aspecto aún peor, el cabello
grasiento y la camisa blanca que lleva manchada por algún tipo de comida en la parte
delantera.
Tanner me mira cuando el testigo pasa junto a él. Cualquier otra persona
pensaría que simplemente está mirando al hombre, pero yo no. Sé cuándo esos ojos
verdes se centran en mi cara, y me derrito cuando Tanner me guiña un ojo.
El testigo sube al estrado, hace el juramento y, cuando se deja caer en su
asiento, se pone las dos manos en el vientre y eructa.
Me tapo la boca para no reírme, pero Tanner mantiene el paso sin dar señales
de que se trata de una treta.
En lugar de perder el tiempo con las cortesías, Tanner se lanza al ruedo.
—Señor Hillcox, está usted aquí hoy porque me ha indicado que tiene
información relacionada con la demandada en este asunto, Luca Hughes. ¿Puede
explicarme ahora cuál es esa información?
—Me la folle. Me la follé bien, de hecho. Dejó de buscar el control para ver la
televisión después de la tercera o cuarta vez que lo hicimos.
La sala guarda silencio durante un segundo, Marjorie se queda quieta a mi lado
mientras el juez dirige su mirada al testigo.
Tanner frunce los labios y camina lentamente frente al estrado, con la cabeza
inclinada hacia abajo y una pequeña tensión en la comisura de los labios. Sé que está
luchando contra la sonrisa.
—Bien, gracias por eso, señor Hillcox. ¿Puede explicarse mejor sin ser tan
grosero?
—¿Qué quiere saber?
—Empecemos con las fechas y horas en que tuvo relaciones con la señora
Hughes.
—Martes y jueves por la noche. Me cobró quince dólares por hora. Sólo
necesité siete minutos, porque el pene ya no es lo que era. ¿Sabe lo que quiero decir?
El testigo se ríe, una carcajada húmeda que me obliga a cerrar los ojos mientras
lucho por no reaccionar de una manera que no debería.
—Sí, bueno, los problemas de pene son lamentables, pero no sé nada de eso.
Entierro la cara en las palmas de las manos, esperando como el demonio que
la gente piense que tengo pánico en lugar de luchar por no reír.
La voz de Tanner hace que vuelva a levantar la vista, y prácticamente me asomo
a través de los dedos.
—¿Puedes identificar a la señora Hughes por mí? ¿Está sentada en algún lugar
de la sala?
Apartando las manos de la cara, dejo que el testigo me mire bien. Niega con la
cabeza y vuelve a mirar a Tanner.
—Ella no está aquí. La reconocerías por los mechones de cabello que le faltan
y por el hecho de solo tener un ojo. También tiene marcas de viruela en la cara, pero
creo que es por su adicción a las drogas.
Tanner se queda quieto en su sitio, haciéndose el sorprendido, mientras la
cabeza de Clayton se levanta de golpe, con los ojos abiertos por la sorpresa.
Con voz astuta y controlada, Tanner pregunta:
—¿Así que la mujer que está sentada en esa mesa -me señala- no es la prostituta
tuerta con la que has estado teniendo relaciones dos veces por semana?
—No señor, esa mujer parece una dama sensata.
El testigo me mira y sonríe.
—Aunque parece de las que discuten demasiado y sería mejor que hicieran lo
que se les dice.
Oh, Dios mío.
Tanner.
Voy a matarlo.
Mis ojos se dirigen a él, y se tapa la boca como si estuviera pensando, pero
ambos sabemos lo que le pagó a este hombre para que dijera.
—Sin más preguntas —dice Tanner mientras vuelve a la mesa de Clayton, sus
ojos se cruzan con los míos sólo un segundo antes de sentarse.
A su lado, Clayton echa humo, con las mejillas enrojecidas y la boca en una
línea severa. Le susurra furiosamente a Tanner, un siseo que apenas puedo oír cuando
el juez se pasa una mano por la cara y se vuelve hacia Marjorie.
—Abogado Stoneman, ¿siente la necesidad de interrogar al testigo?
—No, Señoría.
—Señor Hillcox, puede retirarse.
Marjorie se pone en pie mientras el señor Hillcox baja del estrado.
—Su Señoría, en concordancia con la moción del demandante, me gustaría
presentar y que se escuchara la moción del demandado para hacer cumplir los
términos del acuerdo prenupcial debido a una aventura extramatrimonial.
Clayton lanza una mirada en mi dirección y yo lo ignoro. Me cuesta mantener
la vista fija en el frente, pero todavía puedo verlo moverse en su asiento a través de
mi visión periférica.
Tanner se pasa el pulgar por el labio inferior como si estuviera pensando, pero
dice:
—Acepto.
—¿Qué?
El juez mira a Clayton. —¿Hay algún problema, señor Hughes?
Clayton niega antes de inclinarse para susurrar a Tanner.
—Proceda, abogado Stoneman.
Marjorie sigue con su discurso, pero cuando llama a Melody Korsak al estrado,
el rostro de Clayton se vuelve pálido, se le va todo el color cuando su secretaria pasa
junto a él.
Melody jura su testimonio y Marjorie pasa casi veinte minutos con ella
repasando los detalles de la aventura que tuvo con Clayton. Ya no duele tanto como
antes, y han dejado de importarme los detalles. Ayuda el hecho de que Melody afirma
que puede proporcionar grabaciones que respaldan sus afirmaciones.
Cuando termina, la cara de Clayton es de un tono rojo furioso, pero Tanner
ignora la crisis de su cliente para levantarse y repreguntar a la testigo.
—Señorita Korsak, sólo tengo una pregunta para usted.
Melody sonríe y espera.
—¿Cómo de aburrida estaba durante el sexo con mi cliente?
—¡Objeción! —Las patas de la silla de Clayton chirrían sobre la baldosa
mientras se pone en pie y grita.
Tanner se gira para mirarlo, con la voz tan calmada como siempre. —No
puedes objetar. Siéntate de una vez.
Un mazo golpeando lleva todos nuestros ojos hacia el juez. —Creo que hemos
terminado aquí. Señora Korsak, por favor, baje del estrado.
Esperamos mientras Melody sale de la sala, el juez nos mira a todos antes de
decir:
—Voy a conceder la petición del demandado. El demandante tiene siete días
para transferir el dinero que se le debe a su esposa. Fijaremos una audiencia final
para dentro de dos semanas.
Clayton se levanta y sale corriendo de la sala, con los hombres de su padre
pisándole los talones. Mientras tanto, respiro profundamente y me relajo en mi
asiento mientras Marjorie prácticamente da saltos de victoria en su cabeza.
Miro a Tanner, lo miro a los ojos y noto la leve sonrisa en sus labios.
Podría besarlo ahora mismo delante de todo el mundo, pero me quedo en mi
asiento y espero a que el juez abandone la sala.
Emocionada porque el divorcio está a punto de terminar, cierro los ojos y
siento que se me quita un peso de encima.
Esto no es el final.
Lo sé.
Tanner no se detendrá hasta que haya arrancado el suelo de debajo de Clayton.
Pero por primera vez, estoy realmente agradecida por la tormenta que tengo
de mi lado.
N
o debería disfrutar tanto de esto. No debería sonreír al ver la
destrucción pública de dos hombres que se atrevieron a cruzar una
línea trazada en la arena para iniciar una batalla que no sabían que
estaban librando.
Pero estoy sonriendo.
Y lo disfruto.
Sólo porque destrozar el mundo tanto de Clayton como de su padre fue tan
condenadamente fácil, que un niño podría haberlo hecho.
Una pequeña pista: Si eres un idiota, nunca te acerques a un grupo de gente
que ha hecho de la destrucción de vidas un arte.
Todos tenemos nuestros talentos particulares. El mío resulta ser el diseño del
tablero y la colocación de los jugadores. Soy la mente retorcida detrás del juego, el
maestro de las marionetas que mueve los hilos. Pero no puedo hacerlo sin el resto del
Inferno.
Bueno, podría, pero no sería tan divertido.
La mayor parte de la destrucción se ha desarrollado en los medios de
comunicación durante el último mes.
Esperamos a ejecutar el plan hasta que el dinero estuviera en la cuenta de Luca
y el divorcio estuviera finalizado. La tinta de la orden final ni siquiera estaba seca
cuando le dije al grupo que hiciera esto.
La primera etapa consistió en destrozar los negocios de Clayton, Jase y Sawyer
hicieron un trabajo increíble para quemar todos los puentes que Clayton tenía con
sus cuentas más importantes.
Desafortunadamente, sólo pude observar desde afuera. El escándalo se hizo
público después que algunos de sus clientes corrieran a los medios.
Aparentemente, Clayton, después de estar tan frustrado por haber perdido a
su esposa y a Melody, decidió buscar nuevos intereses amorosos.
En el transcurso de varios días, envió correos electrónicos a las esposas de sus
clientes explicando su estado de soltería, y adjuntó fotos de pollas a los correos para
mostrarles lo que se estaban perdiendo.
Jase y Sawyer se sentaron con suficiencia mientras yo me divertía viendo los
reportajes.
Orgullosos de su trabajo, explicaron que hicieron que Taylor hackeara el
correo electrónico de negocios de Clayton. Una vez que lo tuvieron, buscaron en
Internet sitios de fetiches de penes pequeños (sí, eso existe) y utilizaron una de esas
imágenes para los mensajes masivos que enviaron. Afortunadamente, Taylor también
fue lo suficientemente inteligente como para cubrir sus huellas.
Clayton, por supuesto, hizo una declaración pública negando todo el asunto.
Afirmó que su correo electrónico fue hackeado, que esas no eran fotos de su polla, y
que tenía a su departamento de informática y a otros investigadores estudiando el
problema.
Por desgracia para él, Melody concedió una entrevista exclusiva en la que
confirmaba que esas fotos eran de su polla menos satisfactoria, mientras que al mismo
tiempo, los investigadores aparecieron con las conclusiones de que los correos
electrónicos fueron enviados desde la dirección IP de la casa de Clayton.
No tengo ni idea de cómo lo hace Taylor, pero ese último detalle fue crucial. El
negocio de Clayton estaba hundido.
Sin embargo, no esperaba menos.
Mis chicos son así de buenos.
Aun así, Clayton tenía la opción de correr a su padre por ayuda financiera.
Al menos hasta que comenzó la fase dos, llevada a cabo por Gabriel y Mason.
Lamentablemente, desenterrar los trapos sucios del padre de Clayton no fue
difícil, especialmente con nuestros padres. Aunque no fue tan emocionante como la
fase uno, la información que nos dieron nuestras familias sobre el uso de información
privilegiada y otros negocios secundarios turbios del senador, salieron a la luz.
El padre de Clayton tenía la mala costumbre de influir en las leyes y en los
testigos de los asuntos del Congreso para su beneficio financiero.
Un gran medio de comunicación publicó un informe completo de investigación.
La línea de tiempo y otros documentos aportados fueron prueba suficiente para que
no se pudieran negar las acusaciones.
Obviamente, su padre tuvo que renunciar a su cargo inmediatamente. Una
investigación penal que comenzó inmediatamente después no sólo congeló las
cuentas del senador, sino que ató a toda la familia, sin que Clayton pudiera huir.
Hasta esta noche.
El pobre bastardo está tan desesperado en este punto, y tan enojado que, en
lugar de centrarse en lastimar a Luca, ahora va por Melody.
Sabíamos que iba a pasar, y ella está en un lugar seguro con mucho dinero para
amortiguar su estilo de vida antes de volver a la normalidad. Sin embargo, es una muy
buena actriz.
Hace diez minutos, Melody llamó a Clayton llorando por la pérdida de su
relación, suplicando su perdón y admitiendo que odiaba todo lo que le había hecho,
pero que se había visto obligada a hacerlo nada menos que por mí.
Le di esa última frase, no sólo porque era creíble, sino también porque quería
que Clayton supiera que mi mano había estado en todo el problema en que se había
convertido su vida.
Ahora estamos en las afueras de su vecindario esperando que salga a la
carretera principal después que Melody le diera una dirección secreta donde poder
encontrarla.
—¿Cuánta mierda va a demorar esto? —grita Jase, su paciencia se agota con
siete de nosotros metidos en la parte trasera de una furgoneta blanca. No somos
hombres pequeños, así que estar aquí sentados todo el tiempo que llevamos ha sido
una mierda.
—Debe salir en cualquier momento —respondo, también con un gruñido en la
voz porque la rodilla de Shane se me clava en la espalda.
Gabriel conduce la furgoneta y Mason ocupa el asiento del copiloto a su lado.
Los demás vamos metidos atrás. Echamos a la suerte quién se sentaba donde, y me
enojo perder.
—Ahí está —dice Gabriel, la furgoneta avanza lentamente cuando Clayton está
a una distancia suficiente para no vernos.
El movimiento solo hace que la rodilla de Shane se pegue más a mí, y me giro
para empujarlo.
—En serio, Shane, ¿por qué me aprietas el culo?
—¿A dónde demonios quieres que vaya?
Ambos miramos detrás de él para ver a los gemelos sentados uno al lado del
otro, ya con las máscaras que usaremos para el trabajo. Un poco asustado por su
aspecto, me deslizo hacia delante para dejar más espacio a Shane.
Después de veinte minutos de seguir a Clayton, nos acercamos a una zona
menos congestionada de la ciudad, mis dedos golpean mi pierna con impaciencia.
—¿Cuánto tiempo va a durar esta mierda? —Me giro para mirar a Shane.
—Dale otros cinco o diez minutos. Desconecté su alternador, así que su batería
no durará mucho más que eso. Me sorprende que haya llegado hasta aquí.
—Juro por Dios que si arruinaste esto como arruinaste el trabajo con el auto de
Luca...
—¡No arruiné una mierda!
—¡Chicos! —Gabriel grita por encima de nosotros. Clayton se detiene ahora
con las luces de emergencia encendidas. Bueno, una versión atenuada. No. El auto
está muerto ahora. No hay luces en absoluto.
Jodidamente perfecto.
—¿Hay alguien por aquí?
—Sólo nosotros —responde Gabriel.
—Ya sabes lo que hay que hacer.
El juego comienza... ahora.
La furgoneta se detiene y abrimos de golpe la puerta lateral, los cuatro saltamos
uno tras otro mientras nos dirigimos a Clayton.
Él suelta un grito agudo cuando la bolsa es arrastrada sobre su cabeza, sus
brazos se agitan y sus piernas patalean mientras lo arrastramos de vuelta a la
furgoneta.
Mientras lo hacemos, Shane se acerca por detrás de nosotros para abrir el capó
del auto de Clayton, volver a conectar el alternador, poner una batería nueva y tocar
el claxon cuando está listo para seguirnos.
Gracias al lugar al que Melody le dijo a Clayton que fuera, sólo estamos a otros
veinte minutos del lugar que los gemelos prepararon para el juego.
—¿Qué mierda está pasando? —grita Clayton, sus palabras amortiguadas por
la bolsa, y probablemente porque tengo su cara apretada contra el suelo de la
furgoneta.
Jase se ríe. —Parece que has enojado a los tipos equivocados, imbécil. Dime
cuánto te han gustado esos penes que te hemos encontrado.
Clayton forcejea, pero le clavo un codo en la espalda.
—Sigue moviéndote y te entregaré a Ezra y Damon.
Su cuerpo se queda quieto.
Hombre inteligente.
—¿Quién tiene la absenta2? —pregunto.
La mezclamos con un poco de algo especial para que el corredor esté
tropezando con las pelotas en el momento en que empiece a bajar por el sendero.
Esto sólo aumenta el efecto de estar corriendo hacia abajo, además de las sorpresas
que preparamos en el camino.
—No me lo estoy bebiendo —ruge Clayton, pero meto el codo un poco más
fuerte.
Inclinándome para hablar en voz baja contra la bolsa que tiene sobre la cabeza,
le explico:
—Tenemos pruebas de que intentaste atropellar a tu ex mujer en un
estacionamiento, imbécil.
En realidad, no las tenemos. Todo lo que tenemos es la palabra de Melody.
Pero él no lo sabe.
—Eso es conspiración para cometer un asesinato. Bien para veinte años de
prisión ahora que tu papi ya no puede salvarte el culo. Así que, a menos que también
quieras que eso se haga público, yo me volvería mucho más cooperativo.

2Absenta: Bebida alcohólica de ligero sabor anisado, con un fondo amargo de tintes complejos
debido a la contribución de las hierbas que contiene que produce insomnio y alucinaciones.
Pasan varios segundos antes que gimotee:
—Me lo beberé.
Una sonrisa estira mis labios. —Pensé que lo harías.
Lo pongo en posición sentada, le arranco la bolsa de la cabeza y tomo la botella
de la mano extendida de Sawyer. Agitándola en dirección a Clayton, no puedo evitar
la sonrisa feroz que se me dibuja en la cara.
—No deberías haber intentado matar a Luca ni haber destrozado su
apartamento.
Golpeo la botella contra su pecho, pero la expresión de Clayton es de
confusión.
—No he destrozado su apartamento.
—No mientas...
—No lo hice —insiste—. No estoy mintiendo. Sí, hice lo del estacionamiento,
pero no destrocé su piso.
Entonces, ¿quién diablos hizo eso? Mis pensamientos vagan de regreso a
nuestros padres, pero ahora no es el momento de preocuparse por ello.
—Sólo bebe la absenta y cierra la boca.
Se lleva la botella a los labios, pero duda en beber, con las cejas fruncidas y el
odio puro dirigido a mi cara.
La aparta sin dar el primer sorbo y me clava su patética mirada.
—¿Por qué te importa? Odias a Luca. Hiciste todo lo que pudiste para arruinar
su vida.
No respondo, pero tampoco hace falta. Mi expresión lo dice todo.
Clayton se lanza hacia adelante, casi derramando la botella, pero Jase la agarra
mientras Sawyer pone a Clayton en un estrangulamiento por detrás.
—¡Hijo de puta! ¡Estás con ella! Joder, sabía que siempre la quisiste para ti.
Sus palabras se cortan cuando Sawyer le aprieta el brazo, los ojos de Clayton
se desorbitan mientras el odio rojo tiñe su piel.
Agarrando la botella de Jase, se la tiendo a Clayton de nuevo.
—Te doy una oportunidad más. Te sugiero que bebas, o tu vida está a punto de
empeorar muchísimo.
Sawyer afloja su agarre y Clayton me arrebata la botella de la mano. Se lleva la
botella a los labios y la toma mientras sus ojos se clavan en los míos.
Se la quito cuando el líquido ha llegado a un tercio de su capacidad.
—Eso debería bastar. No queremos matarte accidentalmente en este proceso.
Debajo de nosotros, los neumáticos de la furgoneta golpean sobre un terreno
irregular, las ramas de los árboles rozan los lados con un sonido metálico enfermizo
mientras bajamos por una carretera estrecha hacia el lugar que encontraron los
gemelos.
Al final, la carretera se abre a un campo más grande y la furgoneta se detiene.
Gabriel la estaciona y apaga el motor. Veo cómo las pupilas de Clayton se dilatan a
medida que el alcohol hace efecto.
Le sonrío. —¿Cómo te sientes, Clayton? ¿Listo para correr?
Este juego no es justo. Nunca lo ha sido. Pero el juego nunca fue pensado para
ser una opción fácil cuando una persona no quería pagar. En todo caso, estaba
destinado a ser un elemento de disuasión, pero algunas personas parecen pensar que
son capaces de superar el terror que somos capaces de ofrecer.
No lo están.
—¿Estamos todos listos, chicos y chicas?
Los siete nos giramos para mirar a Gabriel.
Jase es el primero en decir algo. —No hay ningún coño en esta furgoneta,
imbécil.
Gabe sonríe y le da un codazo en la barbilla a Clayton. —¿Estás seguro de eso?
Unas risas bajas llenan el espacio, y comenzamos el proceso de salir. Arrastro
a Clayton, notando el hecho de que ya se está tambaleando, mientras el resto recoge
los últimos accesorios como la corneta y nuestras máscaras. Shane sube corriendo
para unirse a nosotros después de estacionar el auto de Clayton.
Cuando llegamos al inicio del sendero, donde los gemelos colocan dos
antorchas a cada lado, Ezra corre a encenderlas y yo conduzco a Clayton al frente.
Ya está aterrorizado. Realmente, podría arrastrarlo a casa ahora, meterlo en la
cama y que se meara en sus sueños. Pero eso sería demasiado fácil.
Chasqueando mis dedos en su cara, consigo que se concentre.
—Recuerdas las reglas, ¿verdad?
Cuando no contesta, me aseguro que todos estemos en la misma página.
—La primera bocina te da treinta minutos para correr y esconderte. La segunda
es cuando la primera oleada viene por ti. La tercera es cuando la segunda ola se
acerca. Y la cuarta vez que escuchas el sonido, los últimos tres comenzamos la
persecución. Tienes dos horas para esconderte de nosotros. Pero si te encuentran...
Sacudo la cabeza y lo dejo así, mis ojos se inclinan para mirar a Sawyer por
encima del hombro de Clayton. Él sonríe y se lleva el cuerno a la boca, expandiendo
su pecho justo antes de que suene el primer bramido.
Clayton se estremece y yo le toco la mejilla.
—Corre. Esperemos que no te encontremos.
Clayton se aleja con piernas inseguras, desapareciendo en la oscuridad del
bosque con la única luz de la luna para iluminar su camino. No llegará lejos. Nunca lo
hacen. Por lo general, sólo la sombra de las ramas de los árboles es suficiente para
asustarlos y hacer que se acobarden.
Lo que les hacemos beber funciona a nuestro favor y no al de ellos.
Ezra, Damon y Shane se quitan sus camisas y se ponen sus máscaras de diablo
para tomar la primera ronda, los nueve esperamos en silencio para escuchar y
determinar qué dirección tomó Clayton.
Sawyer inclina la cabeza hacia la izquierda cuando una ramita cruje en la
distancia, la esquina de su boca se curva.
Cuando se acaba el tiempo, hace sonar la corneta y los tres primeros se ponen
en marcha a pasos agigantados, una ruidosa estampida que se dirige en la misma
dirección que Clayton.
Escuchamos un rato, los seis de pie mientras el viento azota el fuego de las
antorchas.
—Demonios, hace una eternidad que no hacemos esto —dice Gabriel mientras
se pone a mi lado—. Deberíamos volver a ponerlo en marcha. Lo extraño.
Lo miro y me río. —¿Dices que quieres perseguir a Ivy por el bosque?
—No con ustedes, imbéciles, pero por mi cuenta no estaría mal.
Riéndome de eso, observo como Jase, Mason y Taylor se desvisten, con
sonrisas en sus rostros cuando escuchamos un chillido agudo en la distancia.
—Joder —se queja Jase—. Odio que lo encuentren tan rápido.
Atrapando su mirada, le recuerdo:
—Lo dejarán ir de nuevo. Es más divertido cuando corren.
—Segunda ronda, señores. Diviértanse. —Sawyer hace sonar la bocina y los
tres se colocan las máscaras para salir.
Sólo quedamos tres esperando para entrar.
Inmediatamente, oímos gritos en la distancia y sabemos que Clayton fue
liberado para que puedan acorralarlo de nuevo.
—Esto sí que es una mierda por nuestra parte —comenta Sawyer—. Me sentiría
mal si no fuera tan divertido.
—Eso lo dices siempre bromeo.
Se encoge de hombros. —Siempre es divertido.
A lo lejos se oyen más gritos y me pregunto si Clayton habrá quedado atrapado
en alguna de las trampas de red que hemos puesto.
Dejo caer la cabeza hacia atrás mientras muevo los hombros.
Aunque esto acabe con Clayton, no lo hace del todo. No si alguien más ha
destrozado el apartamento de Luca. La tensión se instala en mis músculos mientras
mis pensamientos persiguen ese hilo particular.
—¿Qué tienes en mente?
Mirando a Gabriel, sonrío porque el hijo de puta me conoce muy bien. —
Clayton no ha destrozado el apartamento de Luca.
—¿Y te preocupa que siga en peligro después de esto?
Asiento y me quito la camiseta. Por suerte, no estamos vestidos para esto como
solíamos estarlo para las fiestas del desafío. Correr será más fácil.
Gabriel hace lo mismo cuando nos acercamos a la última ronda.
—Debería quedarse contigo hasta que lo resolvamos. Será más seguro así.
Me paso la lengua por los dientes delanteros y trato de no pensar en lo mucho
que me molesta todo lo de Luca.
—Si ella quiere. Le di las escrituras de su casa hace más de un mes y no me ha
dicho si prefiere quedarse. Podría estar a salvo en Georgia.
—¿Está su padre a salvo?
Nuestras miradas se cruzan después de hacer la pregunta.
Gabriel frunce el ceño y dirige su mirada a la extensión de bosque que tenemos
delante.
—Sólo digo, Tanner, que hasta que lo sepamos todo, tienes que ponerte firme
con Luca, y recordarle que esto no ha terminado. No del todo, al menos. Nuestros
padres todavía quieren esos servidores.
—Ella no los tiene.
—¿Les importará? —pregunta—. Dudo mucho que creyeran que esos
servidores estaban en su apartamento, sin embargo, alguien buscaba algo. Y
sabemos que no era su espeluznante caja de muertos lo que querían.
Me río de eso.
—Tiene que quedarse —insiste—. Y eso te da más tiempo para dejar de hacer
pucheros, y decirle por fin que no se va a ir a casa. No, a menos que quiera que la
sigas y la arrastres de regreso.
Mirándonos de nuevo, sé que tiene razón. No creo que dejaría que Luca se
fuera, aunque estuviera a salvo. Pero es muy conveniente tener una razón además del
hecho de que dije que no.
Luca hará lo que quiera. Así es ella. Pero es mi trabajo convencerla de que está
mejor en mi cama que en cualquier otro lugar del mundo.
—Hora de irse —anuncia Sawyer justo antes de hacer sonar la bocina.
Nos ponemos las máscaras y salimos corriendo, Sawyer va en una dirección,
Gabe en otra y yo en otra.
Por lo que hemos oído, los otros chicos ya tienen acorralado a Clayton cerca de
la zona trasera, así que me dirijo en esa dirección, haciendo un amplio semicírculo
por si Clayton consiguiera escapar.
Oigo a Gabe silbar a lo lejos, a mi izquierda, y me giro hacia el sonido.
Al cabo de un minuto, Clayton se aleja por un sendero, con paso inseguro. Por
su aspecto, ya le han dado un buen golpe, pero siento un odio especial por ese
imbécil.
Recordando que casi mata a Luca, atravieso un grupo de árboles y salgo junto
a él, mi codo lo alcanza justo para derribarlo. Cae justo cuando Ezra llega desde otra
dirección para agarrarle el pie y arrastrarlo a un claro más amplio, donde lo esperan
otros dos tipos.
Con las máscaras, parecemos demonios entre las sombras y la escasa luz de la
luna. La mente de Clayton ya debe estar dando vueltas.
El alcohol y lo que le hemos añadido es suficiente para hacerle perder el
sentido, pero la carrera le bombea la sangre y lo inunda de adrenalina, lo que
empeora los efectos.
Grita cuando Ezra lo arrastra hasta el centro del claro y lo deja caer allí.
Todos nos dispersamos de nuevo, porque no es la violencia lo que aterroriza la
mente, sino el miedo a no saber de dónde saldremos después.
Damon viene detrás de mí mientras esperamos que Clayton se ponga en pie y
se oriente.
—Ya se ha meado encima —dice, riendo—. Puedes olerlo en él. Se ha quedado
atrapado en una de las trampas de la red y ha perdido la puta cabeza.
—¿Lo hiciste caer en ella intencionadamente?
—Joder, sí. —Se ríe de nuevo—. Este tipo es demasiado fácil.
Clayton por fin se levanta y se tambalea, y no pierdo tiempo en salir corriendo
para agarrarle la pierna al pasar y dejarlo caer al suelo. Cada vez que se levanta, otro
de nosotros sale corriendo para hacerlo de nuevo.
Cuando terminamos, ya está llorando y sé que el juego va a terminar pronto.
Echando una rápida mirada a Mason, inclino la cabeza para decirle que agarre
la cuerda que usaremos para atar a Clayton y sacarlo.
Debe parecer que ha entrado en el infierno cuando todos salimos del bosque,
con nuestras máscaras puestas, la luz de la luna y las sombras que nos hacen parecer
los demonios que somos.
Clayton intenta arrastrarse, pero lo arrastramos hacia el círculo, le atamos las
manos y los pies y lo levantamos. Se queda inerte, con el olor a sudor y orina que
desprende.
Todo está tranquilo cuando llegamos al inicio del sendero, la luz del fuego
parpadeante baila sobre nuestras máscaras y cuerpos. Clayton cae al suelo cuando lo
soltamos, y me agacho para ponerlo de espaldas.
Me pregunto si estará tan ido que no entenderá lo que le estoy diciendo.
—Esto era una advertencia. Si vuelves a joder a Luca o le cuentas esto a alguien,
acabaré contigo. ¿Lo entiendes?
Asiente, y asiento junto a él.
—Te llevaremos a casa ahora y te meteremos en la cama. Y mañana te
despertarás como si nada hubiera pasado.
Poniéndome en pie, espero mientras los chicos salen corriendo de nuevo para
recoger todo. Salimos treinta minutos después y hacemos el camino de vuelta a casa
de Clayton.
Después de conducirlo a su casa y que Shane deje su auto, nos dirigimos a mi
casa. Los chicos se irán en cuanto lleguemos, y yo me quedaré con un último asunto
que hay que resolver.
No tengo ni idea de cómo voy a confrontar a Luca sobre lo que quiero, pero al
final, sólo le daré una opción.
Se queda.
Es mía.
La he reclamado.
No hay otra opción.
T
anner ha estado actuando mal todo el día. Todo empezó como de
costumbre, excepto que se despertó a las tres de la mañana mientras se
metía en la cama recién duchado. Preguntándome brevemente qué había
estado haciendo toda la noche, volví a quedarme dormida y me desperté más tarde
para encontrarme sola en la cama.
Después de bañarme y ponerme algo de ropa, bajé corriendo las escaleras y
lo encontré en la cocina preparando el desayuno. Comimos en un silencio incómodo,
sus ojos me miraban de vez en cuando como si tuviera algo que decir.
El día siguió su curso y ahora es media tarde. Aunque puedo sentir la tensión
que lo rodea, no tengo ni idea de cuál es la causa.
Cansada de eso, decido enfrentarme a él cuando termine su llamada telefónica
con Gabriel en el piso de arriba. No hay razón para que esté de mal humor. Lo de
Clayton ya está hecho. No estamos peleando por nada. Y quitando por los servidores
que faltan, Tanner debería estar contento con cómo han salido las cosas.
Pero tal vez ese sea el problema.
Todo esto empezó por esos servidores, y aunque he conseguido todo lo que
quería, sin importar lo que pasé para conseguirlo, Tanner sigue con las manos vacías.
No tiene nada que usar contra sus padres, lo que sé que es un gran problema para él.
Pero eso no es culpa mía. Y no voy a soportar su comportamiento melancólico
y malhumorado.
Unos minutos más tarde, oigo sus pasos cuando baja las escaleras y mis ojos se
fijan en su típico pavoneo cuando dobla una esquina para entrar en el salón de camino
a la cocina.
—Detente ahí mismo.
Tanner se congela en su sitio, con esa mirada verde musgo dirigiéndose hacia
mí con un parpadeo de fastidio tras ella.
—¿Hay algún problema?
Suspirando, cambio mi posición en el sofá para cruzar las piernas.
—Tú eres el problema.
Su ceño se frunce y se gira para mirarme de frente.
—¿Es así?
Hay una vena de humor en su voz, la comisura de su boca se inclina un poco.
No puedo aguantar más. Llevamos caminando sobre cáscaras de huevo desde
que me dejó la escritura de mi casa en el regazo, sin que ninguno de los dos se
atreviera a sacar el tema. Y eso es en parte culpa mía.
Sin embargo, esto tiene que terminar.
De una forma u otra.
—¿Por qué estás actuando tan raro hoy? ¿Pasó algo anoche que no me has
contado?
Parpadea ante eso, metiendo las manos en los bolsillos. Aunque hoy no ha
vuelto a ir a la oficina, va vestido con unos pantalones negros y una camisa de vestir
negra.
El color, o la falta de él, le sienta bien. Resalta el verde de sus ojos, el
bronceado de su piel, hace juego con su cabello y el desaliño de su fuerte mandíbula.
—Anoche hicimos una carrera de desafío —responde.
La sorpresa me hace quedarme en el sitio.
—¿Por el bosque?
Me responde con un simple movimiento de cabeza y me mira fijamente, como
si me retara a decir algo al respecto.
En cambio, me río porque no necesito hacer la siguiente pregunta.
—¿Quién estaba corriendo?
Tanner me dedica una gran sonrisa. —Clayton.
Oh, ese pobre hombre. Clayton, en todo el tiempo que lo he conocido, nunca
ha sido una persona fuerte. Claro, era lindo, alto, tenía una complexión decente, pero
estaba protegido hasta cierto punto, mimado y blando por ello.
—¿Se recuperará alguna vez?
—Estaba llorando y se había orinado cuando lo sacamos.
Lamentablemente, no me sorprende. —¿Así que eso lo soluciona?
Su mandíbula se tensa, la frustración inunda sus ojos. —Supongo que sí.
Esto tiene que terminar.
—¿Qué demonios te pasa hoy? Te paseas por aquí como si tuvieras algo que
decir, pero luego te vas.
Tanner da un paso hacia mí, pero se detiene, otro tic de la mandíbula que me
demuestra lo molesto que está. No he hecho nada para provocar eso. O tal vez sí. No
es que haya hablado con él de la única cosa que queda pendiente entre nosotros.
Pasan unos segundos en silencio antes que fije sus ojos en los míos y diga:
—No te vas a ir. Sé que te di la casa de Georgia y te dije que la decisión es tuya,
pero no es así. Te vas a quedar aquí. Lo he decidido.
Mis labios se crispan ante eso.
—Has decidido, ¿eh? ¿Porque siempre ha funcionado tan bien cuando me has
dicho qué hacer?
Esta vez funcionará, sólo porque es un alivio oírlo, mi corazón se hincha en el
pecho al saber que me quiere aquí.
Pero, aun así, no puedo dejar que piense que puede darme órdenes. Permitirle
hacer eso, aunque sea una vez me condenará para la eternidad.
Nunca dejará de intentarlo de nuevo.
La batalla de voluntades continúa, y a decir verdad, espero que nunca termine.
Una de las cosas que me gusta de Tanner es que me desafía. También lo odio porque
a veces puede ser molesto, pero me mantiene alerta. No puedo quejarme de eso.
—Lo he decidido —dice, con naturalidad. Pero hay una mueca en su boca que
me indica que está bromeando.
Tanner nunca soportaría a una mujer que hiciera lo que se le dice.
Encogiéndome de hombros, me reclino en mi asiento y lo miro fijamente.
—¿Piensas darme una razón para quedarme? Podría pensarlo.
Su sonrisa se amplía. —¿Podrías?
—Lo tendré en cuenta.
En respuesta a eso, cruza la habitación para arrodillarse en el sofá, sus dedos
rodean mi tobillo y me empujan hacia abajo. Arrastrándose sobre mí, me atrapa en
su sitio, con los ojos serios mientras me mira a la cara.
—No estás a salvo ahí fuera. Alguien ha destrozado tu casa.
Ya he pensado en eso, y estoy un poco agradecida por ello, aunque sea algo
raro de agradecer. Me ha dado una excusa para estar aquí... con él. Pero no es
suficiente para prometerme que me quedaré para siempre.
Asiento como si lo pensara.
—Ahora soy millonaria. Puedo conseguir un guardaespaldas que me siga a
todas partes en Georgia.
Mis cejas se alzan. —Oh, también puedo conseguir uno que esté bueno. Todo
grande, malo y musculoso.
La mirada de Tanner se estrecha en mi cara.
—Será una pena cuando lo mate y lo entierre en una tumba sin nombre. Eres
mía. Caso cerrado.
Mis ojos se abren de par en par ante eso. Seria, ahora que nos ha llevado a esa
línea, me acerco a sus mejillas.
—¿Qué soy para ti, Tanner? No me pidas que me quede si es solo por una
semana o dos, o hasta que te aburras de torturarme.
Bajando su cuerpo hasta que nuestros pechos están apretados, separa mis
piernas con su rodilla, su boca rozando la mía en una suave burla.
—Ya te lo he dicho.
—¿Soy tuya?
Asiente.
Con voz suave, le pregunto: —¿Qué eres para mí?
Apoya su boca en mi oído y susurra:
—Espero que la respuesta sea el hombre que crees que es tan inteligente y
tiene tanta razón en todo, que has decidido no volver a discutir con él.
La risa me sube a la garganta.
—Poco probable. Eso nunca ocurrirá.
Siento su sonrisa contra mi mejilla.
—Entonces me conformaré con el amor de tu vida.
El corazón se estremece con un fuerte golpe y vuelve a la vida tan rápido que
siento el pulso en la garganta.
Tanner se levanta para poder mirarme. No hay nada en sus ojos excepto pura
honestidad.
El acosador ha desaparecido.
El atormentador.
El hombre que destrozó mi mundo sólo para volver a armarlo.
Lo veo a él.
Sólo a él.
Tan abierto y expuesto como siempre estará.
De alguna manera, sé que nunca ha mostrado este lado de sí mismo a otra mujer
antes. Y me asfixia un poco que me lo muestre a mí.
-—Es eso lo que estamos? ¿Enamorados?
Aparece su arrogante sonrisa.
—Más vale que lo estemos. ¿Sabes cuánta mierda he aguantado de ti para
llegar a este punto? Por el amor de Dios, mujer, ¿siempre tienes que ser tan difícil?
Más risas, pero por dentro me derrito en los cojines, absorbida una vez más
por la tormenta.
Sólo que esta vez no me estoy ahogando y luchando dentro de aguas agitadas.
En cambio, estoy felizmente montada en el caótico remolino de ellas.
Me ama.
Este hombre.
Y a pesar de todo, sé que también lo amo.
No estoy segura de si eso me convierte en una idiota o simplemente en una
adicta del castigo, pero no puedo evitar lo que siento.
Mi padre siempre me decía que nunca sería feliz hasta que encontrara a mi
igual. Alguien que sea igual de inteligente. Igual de fuerte. E igual de terco.
Bueno, lo encontré.
O, si quieres ponerte técnico, él me encontró a mí.
Y aunque ha sido un infierno desde el momento en que me gritó por primera
vez aquella noche en la fiesta del Inferno, hubo partes de esta persecución que me
atrajeron a Tanner. Me cimentó en su lugar. Dejó claro que a veces dos personas
pueden ser tan parecidas, pero opuestas al mismo tiempo.
Es astuto y traicionero. Un hombre con el que no hay que meterse a menos que
quieras que tu mundo se destruya. Y yo soy más blanda, una chica con la nariz
enterrada en los libros que le daría a un extraño la camisa de su espalda si lo
necesitara.
Tanner y yo nos equilibramos mutuamente, aunque nos peleemos a cada paso
mientras lo hacemos.
—Bien, me quedo.
Tanner sonríe, pura felicidad en esa expresión.
—Pero sólo porque mi vida está en peligro y todo eso. No porque tú me lo hayas
dicho.
Se inclina para morderme un lado del cuello, y sus brazos me envuelven
mientras gruñe:
—Te juro que si no me dices que me amas y te callas, te encerraré de nuevo en
tu habitación y no te dejaré salir.
Me duelen las mejillas de tanto sonreír. —Bien. Te amo y esas cosas.
—¿Y esas cosas? —Esos ojos verdes se encuentran con los míos mientras
arquea una ceja.
—Bésame y cállate —me burlo.
Lo hace, su boca reclama la mía con tal posesión masculina que me deja sin
aliento.
La nuestra no es la historia perfecta.
No es lo que cualquiera pensaría al imaginar un romance.
Pero es la historia que se ajusta a lo que somos y a lo que siempre hemos sido.
Tanner nunca me habría merecido si no me hubiera demostrado lo mucho que
puede cambiar. Tal vez no para el resto del mundo. Bueno, definitivamente no para
el resto del mundo. Pero para mí, no es quien una vez fue.
Y aunque odie admitirlo, me habría convertido en otro grupito de Tanner sin
relevancia si no hubiera luchado contra él.
Necesitábamos que esto se uniera.
Cada parte de esto.
No sólo porque nos echó en cara el uno al otro, sino porque reveló quiénes
somos debajo de las máscaras y la superficie limpia. Ha sacado lo mejor de nosotros
porque hemos tenido que luchar mucho para llegar a este punto.
Rompiendo el beso, presiona su frente contra la mía.
—Así que sobre eso de hacer lo que te dicen. ¿Estamos seguros que no
podemos renegociar eso mejor? Realmente me haría la vida más fácil.
Sacudo la cabeza y pongo los ojos en blanco.
—Eso, Tanner, será una lucha hasta el final.
La comisura de su boca se curva ante eso.
Se mueve para que sus labios rocen los míos, me besa suavemente y dice:
—Reto aceptado.
N
unca en mi vida he encontrado el sol tan odioso como en Miami, Florida.
No entiendo qué ve la gente en este lugar.
Caminar afuera se siente como entrar en un horno, el maldito sol
te ciega a pesar de lo fuerte que es el tinte en tus gafas de sol, y dondequiera que
mires, hay otro loco hijo de puta haciendo algo tan típico de Florida que finalmente
creo todos los informes de noticias que salen de este lugar.
Creo que el sol les fríe el cerebro, y si no consigo lo que he venido a buscar y
me voy a la mierda, podría encontrarme tan loco como el resto de los nativos,
disfrutando realmente del calor, la humedad y la arena.
Recostado en mi asiento, miro a través del parabrisas de mi auto de alquiler,
con el teléfono pegado a la oreja mientras espero que Tanner responda.
Hoy es la primera vez que vuelve a la oficina desde que Luca aceptó vivir con
él, y ya he recibido cinco renuncias de los abogados asociados y tres llamadas de
Lacey amenazando con renunciar.
Aún no es mediodía.
Pude suavizar las cosas con los abogados, y le prometí a Lacey suficiente dinero
para que la pesadilla valiera la pena, pero antes de que nos arruinemos, necesito
poner a Tanner al teléfono para saber por qué está haciendo la vida de todos un
infierno.
—¿Qué demonios está pasando?
Su voz es sorprendentemente alegre. —¿Qué quieres decir? He sido
perfectamente agradable hoy.
—Agradable, mi trasero. Hiciste llorar a dos hombres adultos y a otro empezar
a cuestionar sus pobres elecciones de vida. Estos son abogados de la Ivy League,
Tanner. Quédate en tu maldita oficina hasta que regrese.
Una risa baja retumba en la línea. —Te dije que hicieras tu viaje rápido. No se
puede confiar en mí cerca de los imbéciles.
—No todo el mundo es un imbécil.
—Lo dices tú. Me tengo que ir. Ocúpate de tus cosas y vuelve.
La sospecha me atraviesa. —Estás haciendo esto para apresurarme, ¿no?
—Como he dicho: Me tengo que ir. Diviértete en Miami.
La línea se corta y meto el teléfono en el bolsillo, miro hacia el hotel donde he
estacionado y dejo caer la cabeza contra el reposacabezas.
En general, me alegro de cómo ha salido todo para Luca y Tanner. No ha sido
fácil verlos pasar por esto. Desde luego, no ha sido divertido.
Te juro que el trabajo que costó juntarlos fue como arrear gatos. Justo cuando
tenías a uno en fila, el otro se ponía a correr. No se podía hacer otra cosa que
atraparlos juntos.
Así que eso es lo que hice.
Todo lo que se necesitó fue que Tanner me diera permiso para empezar el
desafío sobre Luca, lo cual hice. Y por suerte, el muy imbécil nunca me preguntó por
muchos de los detalles porque estaba demasiado metido en el juego como para estar
en el espacio mental adecuado para ello.
Le dije que había hecho algunos cambios en el juego, pero no le expliqué que
esos cambios implicaban jugar el desafío con él también.
En todo caso, Tanner debería haber sabido que yo fui la persona que puso a
Sawyer en la mira de Luca. El coqueteo intencional de Sawyer era obvio para
cualquiera... excepto para Tanner, aparentemente. Sabía que su mierda de alfa celoso
se encendería por eso, pero no fue lo único que hice.
Otro juego era necesario.
Y se llevó a cabo perfectamente.
Trata de juntar dos fuerzas obstinadas sin ser creativo y verás lo bien que te
funciona.
El hecho de que Tanner cayera en la trampa sólo me hace sacudir la cabeza.
Después de que Tanner arrastrara a Luca a su casa y pidiera que se acabara el
desafío, supe que esa mujer volvería corriendo a su casa en cuanto tuviera la primera
oportunidad. Habría sido un ciclo interminable, así que corté esa mierda antes de
empezar a recorrer ese camino.
Llevando a Mason y a Ava a un lado, preparé la treta. Ellos siguieron la
corriente sin rechistar, y qué trabajo tan increíble hicieron.
Mientras Ava hacía correr a Luca todo el día, envié a Mason al apartamento a
destrozar el lugar. Sí, fue una mierda, pero le dije que no destruyera nada importante.
Hizo un desastre con las fotografías de Luca, pero todas eran rescatables. Sacó toda
su ropa de las perchas, pero no la destruyó.
Lo que sí destruyó fueron los muebles baratos que sabía que a ella le
importaban una mierda. Hizo que fuera imposible para ella volver a casa. Y cuando
Ava la llevó allí a la hora que se suponía, Mason hizo que todo pareciera legítimo
fingiendo atacar a Ava.
Nadie salió herido en el proceso.
Me aseguré de eso.
Pero funcionó para lograr lo que quería.
Luca no tenía otro lugar al que ir que a casa de Tanner. No podía huir. No podía
esconderse. Se vio obligada a aprender a resolver las cosas con él, al igual que él se
vio obligado a aprender a resolver las cosas con ella.
Sí, tuve que mentirles a ambos para seguir insistiendo en ese tema, pero no me
llaman Fraude por nada. Mentir es lo que hago. Torcer la verdad para conseguir lo
que quiero no es nada nuevo para mí.
Y nunca me siento culpable por ello.
Por eso no me siento culpable por lo que les hice a Tanner y Luca. Ellos
necesitaban ese empujón, y yo me alegré de dárselo. Estoy feliz de que los dos estén
juntos ahora para poder concentrarme en cosas más importantes.
A saber, la perra molesta que duerme en el hotel de lujo que estoy mirando.
Me hace gracia que haya pensado que puede huir de mí tan fácilmente.
Suspirando, me doy cuenta de que no hay nada más que hacer en este momento
que seguir adelante.
Abro la puerta y gimo al sentir el calor chocar contra mi cara.
Florida.
De todos los malditos lugares que podía elegir, vino a un país de las maravillas
de cemento construido sobre un maldito pantano, con mosquitos del tamaño de tu
cabeza y reptiles que te tragan entero.
Odio este lugar, y me enoja aún más cuando salgo de mi auto, cierro la puerta
y cruzo el estacionamiento con una zancada de piernas largas, feliz por el aire
acondicionado que sale cuando las puertas de cristal del hotel se abren.
La música playera suena suavemente en los altavoces que hay sobre mi cabeza,
con hermosas mujeres caminando con bikinis, grandes sombreros y pareos de
colores coordinados. Hay un aire en este lugar que mezcla los lujos de la riqueza con
la pereza de los calurosos días de verano.
No quiero tener nada que ver con ello.
Pero aun así, al acercarme a la recepción, esbozo una sonrisa falsa.
La única manera de que esto funcione es si encuentro una empleada con la que
hablar, así que cuando un hombre se gira para hablar conmigo, tropiezo como si
tropezara con mi propio zapato, derribando intencionadamente una taza de café
caliente que se derrama por la parte delantera de su camisa blanca.
—Oh, mierda. Lo siento mucho, no quería...
Al principio me mira mal, pero luego esboza una sonrisa profesional.
—No hay problema. Los accidentes ocurren.
Por dentro, me regaña.
Con un par de servilletas, solo consigue manchar más la mancha y se rinde.
Con un chasquido de dedos, llama a una empleada, cuyos ojos se abren de par
en par al ver su estado y luego se dirigen a mí.
—Encárgate de nuestro invitado —grita el hombre antes de salir furioso hacia
los baños.
Le dedico una sonrisa temblorosa y me disculpo profusamente.
—Siento mucho haber hecho eso, es que...
Suspiro y dejo que las palabras queden en suspenso un momento antes de
decir:
—Estoy muy nervioso, para ser sincero, y me he tropezado con mis propios
pies.
Ella se lo cree.
—¿Por qué estás nervioso? ¿Te estás registrando?
Sacudiendo la cabeza, apoyo los antebrazos en el mostrador y sonrío. —No, en
realidad.
Mirando a mi alrededor, como si temiera que alguien nos oyera, hago lo que
siempre he hecho mejor: Mentir a través de mis malditos dientes.
—Mi novia se aloja aquí y quiero darle una sorpresa. Está en la habitación 14B.
Se llama Ivy Callahan.
La mujer me mira extrañada, pero pasa los dedos por el teclado del ordenador
para confirmarlo.
—Llevamos cinco años juntos. De hecho, me ayudó a cuidar de mi madre
moribunda cuando nos conocimos y, ya sabes cómo es eso. Nos enamoramos en
medio de la tragedia.
Los ojos de la mujer se suavizan.
Lucho por no poner los míos en blanco.
—Ivy, ella es —suspiro como si la mujer que odio más que nada en este mundo
caminara sobre el agua.
—Es una santa en todo lo que puede ser, así que quiero sorprenderla como en
esos vídeos que siempre se ven en las redes sociales. Ella no tiene ni idea de que
estoy en el país. Acabo de regresar de Afganistán. Soy un soldado —le digo.
La mano de la mujer se lleva al pecho, sus ojos se suavizan más.
—He sido herido —continúo—, e Ivy ha estado muy preocupada. Tuvo una
crisis mental por ello, de hecho, tuvo que pasar unos meses en un hospital. Vino aquí
para descansar un poco después de la horrible experiencia.
En eso, no estoy mintiendo del todo.
Ivy es, de hecho, una perra loca.
—Así que luché como un demonio para estar a su lado después de enterarme
de lo horrible que han sido las cosas para ella, y ahora he vuelto, y ella no lo sabe. Su
madre me ha dicho dónde puedo encontrarla y...
Me detengo de nuevo, miro a mi alrededor y saco una caja del bolsillo. Al abrir
la tapa, lucho por no sonreír cuando la mujer jadea al ver el anillo de compromiso que
hay dentro.
En ese momento sé que la tengo.
Algunas personas son demasiado fáciles de leer.
—¿Te estás declarando?
Asiento y vuelvo a meter el anillo en el bolsillo.
—Ella cree que estás herido en otro país, y que se enamoraron de una manera
tan triste, y...
Su mano vuela hacia su boca. —Es como una novela romántica.
Claro.
Si ella lo dice.
Nunca he leído una, así que no lo sé.
No tarda en imprimirme una llave electrónica y deslizarla por el mostrador
hacia mí.
—¿Vas a grabar esto? Me encantaría verlo.
Mierda. Ya está llorando.
Le guiño un ojo.
—Oh, definitivamente. Una vez que diga que sí y nos besemos y todo eso, me
aseguraré de publicarlo para enseñártelo.
La mujer chilla y yo lucho contra el impulso de estremecerme.
Agitando las manos como si me espantara, dice:
—Bueno, vete. No dejes que te retenga.
Sonrío y asiento en señal de agradecimiento, y lucho contra una sonrisa cuando
me susurra:
—Buena suerte. —Mientras me dirijo al ascensor.
El ascensor no tarda nada en llegar a la planta del vestíbulo. Al entrar, me doy
la vuelta y veo a la recepcionista bailando prácticamente en su sitio con las manos
apretadas contra la boca.
Sonriendo y saludando mientras se cierran las puertas, la expresión
desaparece de mi cara en cuanto se cierran.
Dado lo temprano que es, sé que Ivy aún estará en la cama después de haber
estado de fiesta toda la noche según sus redes sociales.
Llego a la decimocuarta planta y salgo con paso tranquilo y sosegado hacia su
habitación.
La manilla emite un pitido silencioso cuando deslizo mi tarjeta por la cerradura,
una luz verde parpadea justo cuando se abre para dejarme entrar.
Ya puedo saborear la victoria de este viaje y me abro paso a través de su lujosa
suite, hasta llegar a su habitación, donde está durmiendo.
Ivy Callahan es absolutamente hermosa. En todo lo que hace, esta mujer es
capaz de atraer las miradas, su cabello blanco y rubio siempre la hace destacar entre
la multitud, y su actitud de mierda es suficiente para montar mi columna vertebral
desde el día en que la conocí.
Golpeando mi mano contra la puerta, le digo:
—"Servicio de habitaciones".
Sus ojos azules se abren de golpe mientras gime.
Se levanta sobre un codo y deja caer la sábana lo suficiente como para que
pueda ver su camisón rosa hielo, con el fino tirante deslizándose por su hombro.
Me ve y se queda inmóvil, con el cabello revuelto enmarcando su cara.
—¿Gabriel?
No parece tan emocionada de verme como pensaba.
—Buenos días, amor. ¿Te alegras de verme?
Sus ojos se redondean de miedo, como debe ser. Hay un infierno que pagar
por la última broma que me hizo.
—¿Cómo me encontraste?
Sonrío. —El personal de limpieza de tu casa te odia tanto como yo.
Sentada, hace una mueca y tira de la sábana para cubrirse el pecho. Me alejo
de la pared y me acerco a ella.
Me arrodillo, le agarro la barbilla y sonrío cuando intenta apartarse de mí.
—¿De verdad creías que podías escapar?
Esos ojos azules se estrechan en mi cara.
Qué luchadora es esta mujer.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta, con una voz enfermizamente dulce—. ¿No
aprendiste la lección la última vez?
Mi sonrisa se amplía, pura maldad rodando por mis pensamientos.
—En realidad, tal y como yo lo veo, acabamos de empezar.
Ella me devuelve la sonrisa porque es así de perra.
—Tienes que irte antes de que llame a seguridad.
Bajo mi boca hasta rozar la suya. Hay una chispa que nos atraviesa a los dos.
Puede que nos odiemos, pero no se puede negar la química.
—No harías algo tan común y aburrido.
Poniendo los ojos en blanco, se separa de mi agarre.
—Espero que sepas que pienso que eres un imbécil. Esto no va a pasar. No me
importa que hayas venido hasta aquí. Te dejaré atrás como siempre he hecho.
—Oh, cariño, no esperaba menos de ti.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
Vuelvo a atrapar su rostro y la beso antes de que pueda quejarse, su lengua se
desliza sobre la mía incluso cuando lucha por apartarse.
Para terminar, arrastro mi boca hasta su oído y sonrío al ver cómo suena sin
aliento.
—Odio tener que decírtelo, Ivy, pero la venganza es una mierda.
Octavo Círculo.
Fraude.
También conocido como Gabriel Dane.
Es un rayo de sol que calienta tu corazón con ojos amables y una sonrisa
deslumbrante.
No dejes que te engañe con esa lengua de plata ni que te seduzca con un cuerpo
que atrae las miradas de todas las mujeres. Este hombre domina el engaño y es un
demonio que solo ofrece bonitas mentiras.
Gabriel es mi antiguo némesis.
Soy la chica que siempre se defendió.
Él tiene todas las razones para odiarme tanto como yo lo odio a él.
Ahora que me ha encontrado, está decidido a hacerme pagar por nuestro
pasado.
Excepto que hay dos pequeños detalles que Gabriel no conoce y que serán su
perdición final:
No hay reglas cuando se trata de nuestra guerra.
Y yo he aprendido a mentir tan bien como él.
Lily White es una autora éxito en ventas a la que le gusta adentrarse en el
lado oscuro del romance. Es conocida por sus series Masters, Target This, Wishing
Well y The Five.
Cuando no está escribiendo como Lily White, puedes encontrar otros libros
suyos bajo el nombre de M. S. Willis, donde ha escrito las series Control, The Estate
y Because of Ellison (romance contemporáneo).
Lily disfruta estirando sus músculos de escritora al continuar desafiándose a sí
misma con cada libro que publica.

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