Treachery - Lily White
Treachery - Lily White
Treachery - Lily White
Mona
Traducción
AnaVelaM
Diseño
Bruja_Luna_
CRÉDITOS CAPÍTULO NUEVE CAPÍTULO TREINTA Y
TRES
SINOPSIS CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO TREINTA Y
PASADO CAPÍTULO ONCE
CUATRO
PRECUELA CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO UNO CAPÍTULO TRECE CINCO
CAPÍTULO DOS CAPÍTULO CATORCE CAPÍTULO TREINTA Y
CAPÍTULO TRES CAPÍTULO QUINCE SEIS
Una presencia oscura que repele tanto como atrae, Tanner es la manzana
envenenada que quiero morder, aunque sepa que me destruirá.
Me tiene en la mira de nuevo con una oferta que no puedo dejar pasar.
Sé que no debo hacer un trato con el Diablo.
No a menos que esté dispuesta a pagar su sensual precio…
N
unca escuches a la gente que te dice que el mal no existe en este
mundo. Nunca sonrías y asientas, nunca te hagas la distraída, nunca
te vayas con la creencia de que estás protegida contra todo lo que
puede ir mal. Puedo darte ese consejo porque yo he sido la estúpida que no lo
ha seguido. Puedo prometerte que el mal existe solo porque soy la mujer que lo
ha mirado fijamente a los ojos verdes como el musgo, la misma mujer que lo
desafió a hacer lo peor y se quedó boquiabierta cuando lo hizo.
Tanner Caine es solo uno de los engañosos y tentadores demonios que
esperan ser convocados en la encrucijada. Es un gigante subterráneo forjado en
el fuego y con el sello personal del Diablo. Es un hombre apenas desafiado y una
barrera nunca cruzada. También es un espécimen de forma masculina que es un
canto de sirena para las mujeres desafortunadas que se cruzan con él.
He visto a mejores mujeres arruinadas porque se atrevieron a jugar con él
un juego que no tenían por qué jugar. He visto a mujeres más inteligentes de
rodillas ante un hombre que se las arregló para estar un paso por delante
mientras se reía al verlas caer.
Verás, eso es lo que pasa cuando haces un trato con el mal. Todo va bien
hasta que llega el día en que reclama su deuda. Tanner no juega con los tipos de
interés o los préstamos reembolsables. No. Si hace algo por ti, puedes apostar
que extraerá su paga en el más creativo de los esfuerzos.
Todos somos peones para ser jugados en el mundo de Tanner. Hombre o
mujer, no importa.
No sabía lo que iba a pasar cuando volvió a entrar en mi vida después de
huir de él en la facultad de Derecho. Pero lo que sí sabía es que, cuando Tanner
está involucrado, la suya es una historia que nunca puede acabar bien.
—Ve con los pantalones cortos blancos, Luca. Tienes el culo para ellos. El
mío es demasiado plano.
Un suspiro brotó de mis labios mientras rebuscaba en el armario de mi
compañera de piso, Everly. Estar aquí era como buscar en el sueño de una puta
de la moda, todo demasiado corto, peligrosamente ajustado y diseñado
específicamente para resaltar las curvas de una mujer.
Su estilo era opuesto al mío. Nunca fui de las que se adaptan a lo que los
hombres quieren, prefiero la ropa informal, mi comodidad prima sobre lo que la
mayoría consideraría sexy.
El bajo profundo de alguna canción de rap popular retumbaba detrás de
mí, los hombros de Everly rebotaban en mi visión periférica mientras se sentaba
en una mesa de maquillaje para aplicar lo que debía ser una tercera capa de
base.
—No sé sobre esto, Evy. Tal vez deberías ir sola esta noche. Tengo que
ponerme al día con los deberes. Probablemente sea mejor que pase las próximas
horas en la biblioteca.
—Cierra el pico, Luca. Vas a venir conmigo. Esta fiesta es lo único de lo
que ha hablado todo el mundo en el campus y de ninguna manera voy a dejar
que te pierdas todo porque tienes miedo de socializar.
Agarré los pantalones cortos blancos que me había sugerido, los saqué de
la percha y me los puse a la altura de las caderas. Eran más apropiados para un
traje de baño por lo ajustados y cortos que eran.
Mi cabeza giró para mirarla justo cuando se volvió para mirarme.
—Además, Clayton estará allí. Y sé que te gusta.
Ella me tenía.
Clayton Hughes era un hombre importante en el campus. No tan destacado
como los chicos de Inferno, pero corría con ellos igualmente.
Normalmente, su asociación con los Inferno me habría desanimado y me
habría hecho huir en dirección contraria, pero habíamos trabajado juntos en un
simulacro de juicio y habíamos llegado a conocernos mejor.
Era el hijo de un senador y le salía el dinero por las orejas. Por no hablar
de que estaba buenísimo… y de que era inteligente, lo cual era una ventaja en
mi opinión.
Después de trabajar juntos, nos hemos llevado bien y nos hemos estado
enviando mensajes de texto durante la última semana.
Pero eso no significaba que tuviera que ir a esta fiesta solo para verlo.
—Estoy segura de que no le importará que no vaya. Lo veré en clase el
lunes.
—Cállate. —Everly habló al ritmo de la música.
—Tengo planeada una noche ardiente con Jase y tú, mi amiga ratón de
biblioteca, vas a ser mi copiloto.
Poniendo los ojos en blanco, me senté en una silla a la salida de su armario
para quitarme los vaqueros.
—Si ya tienes planeada una noche ardiente, entonces no necesitas una
mujer de compañía.
Sacudiendo la cabeza, no podía creer que fuera tan estúpida como para
involucrarse con cualquiera de los nueve hombres que vivían en la casa Inferno.
Todos ellos eran malas noticias, cada uno de ellos era un conocido puto
que no podía mantenerlo en sus pantalones lo suficiente como para llevar una
relación de una semana con una mujer.
Sin embargo, Evy había estado durmiendo con Jase durante una semana
completa y me hizo preguntarme cómo demonios lo había conseguido. Sospeché
que ella no era el único culo que él estaba consiguiendo.
Como si leyera mis pensamientos, me contestó:
—Puede que cuando lleguemos tenga a una estúpida zorra encima. Ya
sabes cómo es.
—Me sorprende que lo hayas soportado —comenté en voz baja. Ella lo oyó
de todos modos y sus labios se movieron en una sonrisa.
—Es el maldito Jase Kesson. ¿Me estás tomando el cabello en este
momento? —La risa salió de sus labios—. Estoy decidida a domar a ese hombre,
incluso cuando todos los demás asumen que no puede ser.
Sí, excepto que Jase Kesson, también conocido como Lujuria en el circuito
Inferno, era solo uno de los nueve tipos que prácticamente dirigían la escuela.
Cada uno de ellos era alguien con quien no quería tener nada que ver y
que, hasta ahora, había podido evitar. Nunca había conocido a ninguno de ellos,
lo cual era sorprendente, pero después de esta noche, por fin sabría cómo eran.
Era como conocer a una celebridad… o a un personaje de una fábula.
Sabes que existen, pero conocerlos en persona los hace más reales.
Encogiendo un hombro, me recosté en la silla.
—No me siento cómoda estando cerca de ellos. He oído cosas horribles…
—Rumores. —Se rio Everly—. No dejes que te afecten. En realidad, son
chicos muy buenos una vez que los conoces. También son preciosos. Todos
excepto…
Mis ojos se dirigieron a ella.
—¿Todo menos quién?
El cabello le cayó por encima del hombro cuando sacudió la cabeza y dejó
caer el tubo de pintalabios rojo intenso sobre el escritorio. Apagó las luces del
espejo de maquillaje y giró en su silla para mirarme.
—Es como dije: cada uno de ellos es sexo listo para consumir, pero Tanner
me da escalofríos. Hay algo en él. Como si su pecho estuviera vacío de un
corazón palpitante y, en lugar de estar caliente al tacto, su piel estuviera helada.
No tengo ni idea de cómo cualquier chica se mete en la cama con él, pero nunca
le falta, ¿sabes? Esas idiotas hacen cola para estar con él y no lo entiendo. Por
suerte, no me ha dicho ni dos palabras y me parece bien.
Haciendo una pausa, Everly comprobó por última vez su maquillaje en el
espejo antes de ponerse en pie.
—Solo evítalo y estarás bien. Es hora de irse.
Me mostró una sonrisa malvada y yo gemí.
Agarrada por el brazo y levantada de mi asiento, Everly me acompañó
fuera de nuestro dormitorio. Estábamos a mitad de camino en el pasillo cuando
pregunté:
—¿Cómo demonios se supone que voy a evitar a este tipo si me obligas a
ir a su casa?
Riendo, me tiró del brazo y me llevó por una escalera trasera, pasando por
un grupo de chicas que subían a nuestro piso.
—Eso es fácil. Besuquéate con Clayton todo el tiempo y luego no tendrás
que preocuparte de encontrarte cara a cara con Tanner.
—¿Y cómo voy a saber cuál es Tanner?
Otra risa.
—Oh, confía en mí. Lo reconocerás cuando lo veas.
No se equivocó.
No había forma de confundir a Tanner Caine cuando entramos en una gran
sala de la Casa Inferno. Y tal y como ella lo había descrito, el hombre tenía una
forma de provocar un frío glacial en la columna vertebral en el momento en que
lo veías.
Después de pagar al conductor del Uber que habíamos tomado para llegar
a su casa fuera del campus —una monstruosidad de mansión de tres pisos, con
un sinuoso camino de entrada y un cuidado césped—, Everly me llevó hasta la
puerta principal y me arrastró entre una multitud que se agolpaba de pared a
pared en las habitaciones del primer piso.
Al llegar a las escaleras, continuó guiándome sin decir una palabra hasta
que llegamos al tercer piso, giramos a la izquierda y recorrimos un pasillo hasta
llegar a una gran habitación al final.
La gente se quedó fuera de las puertas de la sala, hablando y bebiendo,
las risas subiendo por sus gargantas mientras Everly se metía entre ellos para
arrastrarme detrás de ella.
En cuanto pasamos por las puertas, sus ojos escudriñaron a los hombres
sentados en sillas y sofás, y mis ojos se fijaron inmediatamente en las mujeres a
medio vestir que bailaban y se sentaban en sus regazos.
El aroma del humo de la marihuana llenaba la habitación, la música a todo
volumen golpeaba las paredes con un ritmo bajo constante.
—Ahí está Jase —susurró Everly contra mi oído—. Y, por supuesto, alguna
zorra está encima de él. Es hora de enseñarles a estas zorras quién es la Reina
Zorra por aquí.
Inclinándome hacia ella, le contesté:
—No estoy segura de que debas presumir de eso.
Se río y se echó el cabello hacia atrás. Redondeando los hombros, clavó
los ojos en Jase y sus labios dibujaron una sonrisa que significaba problemas.
—Clayton debería llegar pronto. Quédate por aquí y seguro que lo
encuentras.
Se marchó, dejándome torpemente en el umbral de la puerta, mis ojos
escudriñando la habitación antes de volverse para verla acercarse a Jase.
No era difícil ver por qué prácticamente se tropezaba con el tipo. Relajado
en un sofá de cuero con las piernas abiertas y los brazos extendidos sobre el
respaldo, Jase era el sueño húmedo de cualquier chica.
Robusto y esculpido de una forma que habría dado envidia a los griegos,
tenía el cabello castaño desordenado que enmarcaba su rostro. No pude ver el
color de sus ojos, pero su nariz era recta y descendía hasta unos labios que se
curvaban hacia arriba en las comisuras, como si conociera un secreto.
Con una camiseta negra ajustada que se esforzaba por contener unos
hombros anchos y un pecho fuerte, levantó los ojos hacia Everly cuando esta
cruzó la habitación hacia él, un indicio de su cintura recortada y sus abdominales
perfectos asomó por debajo de la camisa cuando la chica que se sentaba a
horcajadas sobre él le pasó la mano por el abdomen.
Cómo Everly aguantaba esa mierda, no lo sabía, pero me resultaba
entretenido ver lo que hacía al respecto.
Me quedé mirando la escena con curiosidad, observando cómo Everly se
acercaba con paso ligero, su mirada se encontró con la de Jase cuando estuvo a
su alcance. Inclinándose, susurró algo al oído de la otra chica antes de
enderezarse y curvar sus labios en una sonrisa diabólica.
La chica se arrastró rápidamente fuera del regazo de Jase, con las mejillas
enrojecidas mientras se daba la vuelta para salir inmediatamente. La chica pasó
junto a mí al salir por la puerta, con lágrimas brillando en sus ojos, apenas
visibles bajo la escasa iluminación.
Al otro lado de la habitación, Jase se limitó a sacudir la cabeza, torcer un
dedo y sonreír mientras Everly ocupaba el lugar de la antigua chica, sus manos
recorriendo su pecho en cuanto se acomodó sobre su regazo.
A cada uno lo suyo, supuse, haciendo una nota mental para preguntarle
qué le había dicho a la otra chica que la hizo salir corriendo de esta habitación
como si estuviera en llamas.
Apartando los ojos de ellos en cuanto ella se inclinó hacia delante para
presionar su boca contra la de él, y su mano se movió para acunar su culo,
escudriñé mi mirada sobre el resto de la sala, fijándome en los otros cuatro
chicos que estaban sentados alrededor, todos ellos con bebidas en la mano
mientras las mujeres reían y bailaban a su lado, un par de fríos ojos oscuros
llamaron mi atención en particular porque estaban enfocados directamente en
mí.
Es una cortesía común entre los extraños apartar la mirada durante los
momentos de contacto visual no deseado, pero al que me miraba ahora no
parecía importarle la cortesía. Las duras líneas de su rostro se tensaron en cuanto
nuestros ojos se encontraron y su mirada se clavó en la mía con una intensidad
feroz.
Sus labios carnosos curvados como los del diablo, las sombras se hundían
bajo unos pómulos altos que le daban un aire aristocrático.
Frente a él, una bonita chica bailaba solo con una falda corta y un
sujetador, con el cuerpo a la vista mientras el cabello rojo oscuro caía por su
espalda en una cascada de ondas.
Incluso con el bombón que tenía delante, esos ojos oscuros seguían
clavados en los míos, con un destello de algún pensamiento no expresado detrás
de ellos.
Supe al instante que estaba mirando a Tanner Caine, un hombre conocido
como Traición entre sus amigos.
Cediendo al intercambio entre nosotros, fui la primera en apartar la
mirada, mis brazos subieron para rodear mi estómago como para ahuyentar el
escalofrío que conjuró en mi interior.
A pesar de no mirarlo, podía sentir sus ojos en mi cara, de alguna manera
sabía que no me había perdido de vista mientras esperaba, con las piernas
temblando debajo de mí porque de repente estaba aterrorizada.
Maldiciendo a Everly en voz baja por haberme arrastrado hasta aquí,
consideré la posibilidad de salir de la habitación, pero luego me preocupó no
encontrar a Clayton y acabar pasando la noche vagando entre estudiantes
borrachos que se machacaban unos a otros.
En cuanto a esta sala, me sentí como si hubiera entrado en una maldita
orgía, todas las mujeres perdiendo lentamente la ropa mientras los cinco
hombres que se sentaban como reyes en su maldito harén fumaban porros y
bebían a sorbos vasos de diferentes licores y cerveza.
No, el resto de los hombres estaban sentados como reyes en sus tronos,
pero no Tanner. Se sentó en el centro de la sala contra una pared lejana, su
comportamiento era el de un dios oscuro.
Necesitaba salir de aquí, pero a medida que pasaban los segundos, una
mirada venenosa me hizo volver hacia él, mi cabeza se giró lo suficiente para ver
que Tanner seguía mirándome fijamente, la chica a medio vestir ya no bailaba
ahora que se había arrastrado hasta sentarse en su regazo.
Pasando los dedos por su cabello, se inclinó para besar el punto del pulso
en su cuello, pero su atención estaba centrada en mí a pesar de la promesa de
sexo que rechinaba contra su entrepierna.
Y joder, ese hombre era hermoso, como nadie que hubiera visto antes.
De cabello oscuro y ojos fríos, tenía la cara de un modelo de portada. Sus
pómulos eran cuchillas que corrían bajo su mirada concentrada, sus mejillas se
hundían para oscurecerse con la barba de días que salpicaba su mandíbula. Sus
labios se separaban lo suficiente como para que pudiera ver que la parte inferior
estaba llena y tenía el cabello negro como el hollín, que estaba afeitado en los
lados mientras que era más largo en la parte superior.
Parecía como si la seda corriera entre los dedos de la mujer, sus brazos
casualmente relajados a ambos lados de su cuerpo.
Cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, los suyos se estrecharon
un poco desde donde me observaba por encima de su hombro.
Sabiendo que no debía mirar fijamente, no pude apartar mi mirada de él
por segunda vez. Era como ser observada por un depredador, acorralada y
temblando mientras él se relamía con toda la intención de darme un lento y
pausado mordisco para hacerlo lo más doloroso posible.
Mientras que sus ojos eran pequeñas rendijas con un alma astuta mirando
detrás de ellas, los míos eran amplios y ansiosos, mis brazos se apretaron
alrededor de mi cintura como si pudieran protegerme de lo que fuera que
estuviera pensando.
Era estúpido seguir mirando, pero no podía ignorar mi fascinación
morbosa y, antes de que pudiera reaccionar para hacer lo que cualquier persona
inteligente haría, como darme la vuelta y mover el culo, Tanner rompió nuestra
mirada fija para mirar al otro lado de la habitación, su barbilla se inclinó en
dirección a alguien justo antes de que la música se detuviera de repente y la
habitación quedara bañada en un silencio estremecedor.
Me giré para ver qué pasaba, mi mirada se desvió lentamente en su
dirección para ver que me estaba mirando de nuevo.
Por si fuera poco, sus hermosos labios se separaron, con una voz de tenor
profundo flotando en el espacio que me inmovilizó.
—O te unes o te vas.
Todos en la sala se volvieron para mirar a quienquiera que fuera el
interlocutor de Tanner, mi cuello se torció a derecha e izquierda para darme
cuenta de que esa persona era yo.
Tragándome el nudo de aprensión que me obstruía la garganta, volví a
mirarlo, sus ojos ahora brillaban con amenaza, la chica que estaba a horcajadas
sobre él seguía moviendo las caderas mientras se apretaba contra su regazo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había abandonado su sujetador
en el suelo a los pies de Tanner, sus pechos llenos mostrados descaradamente a
toda la habitación.
No se dio cuenta de que tenía los ojos puestos en otra mujer… de que su
mirada estaba fijada directamente en mí.
Al abrir la boca, mi voz salió como un débil graznido.
—¿Qué?
Las comisuras de sus labios se curvaron, una sonrisa felina de un gato que
no podía esperar a arrancar las plumas del pájaro que había atrapado.
—¿Te estamos entreteniendo? ¿Haciendo que te excites mientras te
quedas ahí decidiendo si te tocas solo para fingir que estás en uno de nuestros
regazos? ¿Por qué ser tímida? Tengo suficiente polla para todas. Quítate la ropa
y sube.
Empujó a la chica, un grito de sorpresa salió de sus labios cuando su culo
cayó al suelo.
Sacudiendo la cabeza, no pude encontrar mi voz para responder, no es
que hubiera sabido qué decir incluso si lo hubiera hecho.
Desesperada por ayuda, me giré hacia donde Everly me observaba desde
el otro lado de la habitación, con expresión preocupada. Inclinándose, susurró
en el oído de Jase y él se rio suavemente.
Jase le dio una calada al porro que sostenía pellizcado entre dos dedos,
giró la cabeza sobre el respaldo del sofá y dijo:
—Déjala en paz, Tanner. Es amiga de Everly.
—Me importa un carajo quién es ella —gritó Tanner en respuesta—. Ella
no fue invitada aquí y ahora está mirando a todo el mundo como si fuéramos un
puto Pornhub o alguna mierda.
Sus ojos volvieron a mirarme.
—Entonces, ¿qué dices, amiga de Everly? ¿Te vas a unir o te vas a ir a la
mierda? Hay espacio en mi regazo si te sientes desatendida.
Las risas llenaron la sala, todas las miradas puestas en mí mientras yo me
quedaba boquiabierta. El terror me recorría la columna vertebral, la ira me
perseguía y no parecía poder aferrarme lo suficiente como para defenderme de
aquel imbécil.
Sonrió con una voz oscura.
—Eso es lo que pensaba. —Inclinando su barbilla hacia mí, exigió—: Sal
de esta habitación si no estás dispuesta a participar.
Mortificada, volví a mirar a Everly, pero ella negó, una súplica silenciosa
para que hiciera lo que él decía sin discutir.
No tuvo que decir ni una palabra más para que me diera la pista de que no
me querían.
Con las piernas inestables, hui de la habitación, corrí por el pasillo y bajé
las escaleras, mientras la gente se reía y susurraba a mi paso.
Salí corriendo por la puerta principal y bajé los grandes escalones
semicirculares. Al llegar abajo, aspiré aire para enfriar mis pulmones ardientes;
el miedo, la ira y la vergüenza rodaban por mis venas hasta mezclarse en un
veneno tóxico.
Con la cara enrojecida, me apoyé en la media pared que bordeaba los
escalones, con un tenue resplandor amarillo que salía de una lámpara de gas
exterior al lado de mi cuerpo.
Las lágrimas se agolparon en mis ojos y las aparté de un manotazo
mientras la música se filtraba por las ventanas de la casa.
Abrazando mi cuerpo con brazos temblorosos, finalmente me calmé lo
suficiente después de varios minutos para volver a respirar de manera uniforme.
No había ninguna posibilidad de que entrara en esa fiesta para buscar a
Clayton. En lugar de eso, opté por esperarlo fuera y miré hacia una ventana para
ver un par de ojos fríos y oscuros que me resultaban familiares y que me miraban
fijamente.
¿Q
ué tienen ciertos hombres que hacen que las mujeres pierdan
la cabeza?
Por mi vida, no podía entenderlo. Tal vez tenía algo que
ver con nuestra naturaleza. Una programación biológica que
se impone en momentos en los que una mujer debería aferrarse a su mente
lógica, debería darse cuenta de que, a pesar de un cuerpo fuerte y duro y un
rostro cincelado en piedra, hay algunos hombres que no merecen los días, las
semanas o incluso los años de tu vida que te absorben simplemente por estar
presentes.
Desde luego, no era una de esas chicas estúpidas que perdían el control
cada vez que un hombre guapo miraba en mi dirección. Había trabajado muy
duro para llegar a donde estaba, mis años de instituto los pasé trabajando como
una esclava para poder entrar en Yale y hacer algo con mi futuro.
Sin embargo, en ese momento, me sentí insegura de mi lugar en la vida,
un comentario ridículamente arrogante me hizo perder el equilibrio y me dejó
dudando sobre si era tan fuerte e independiente como quería creer que podía
ser.
Era una estupidez, en realidad, la inseguridad que sentía, y mientras
esperaba bajo el parpadeo de una linterna de gas a mi lado, permití que esa
inseguridad se convirtiera en lo que debería haber sido todo el tiempo: un odio
profundamente arraigado hacia el imbécil que había creído que podía gritarme
y rabia hacia mí misma por haber huido.
A Clayton le quedaban otros diez minutos para llegar antes de pedir que
me llevaran a casa. Ya había pasado quince minutos de pie contra la pared,
desviando la mirada cada vez que la gente llegaba a la fiesta o se iba.
Debió de correrse la voz rápidamente en la casa, porque los que se iban
me miraban demasiado tiempo para sentirse cómodos al pasar, con risas
silenciosas y comentarios susurrados sobre cómo había sido la chica expulsada.
Odiando este lugar ahora que por fin lo había probado, me quedé mirando
el camino que conducía a la zona de estacionamiento y noté la silueta de una
persona caminando hacia mí.
El alivio inundó mis venas al pensar que Clayton había llegado por fin,
pero cuando una nube de humo se elevó sobre la cabeza de la persona, ese alivio
se desvaneció.
Conocí a Clayton a principios de año en una clase de derecho civil en la
que él era el ayudante del profesor. Aunque esta noche era técnicamente nuestra
primera cita, ya había llegado a conocerlo bastante bien y sabía que era un loco
de la salud como para ser fumador.
Intentando, y sin conseguirlo, no mirar a la persona que se acercaba,
acabé encontrando su mirada verde con la mía mientras se acercaba, expulsaba
otra nube de humo y se apoyaba en la media pared de enfrente.
—¿Mala noche?
Como no estaba de humor para conversar con un desconocido, sobre todo
después de mi encuentro con Tanner, me encogí de hombros y recorrí con la
mirada al hombre que me hablaba.
Vestido de forma informal con una camisa blanca abotonada con las
mangas remangadas hasta los codos y unos vaqueros oscuros que le colgaban
de la cintura afilada, tenía unos hombros sólidos y unos antebrazos musculosos,
y sus ojos de color verde claro brillaban con calidez al mirarme.
Parecía bastante amable para ser tan guapo como era y me sentí
maleducada por no contestarle.
Frotándome las manos por los brazos para ahuyentar el frío que aún
quedaba atrapado bajo mi piel, respondí:
—Puede decirse.
Sonrió y dio un paso adelante, extendiendo un brazo para ofrecerme su
cigarrillo.
—Podría ayudar.
Con un movimiento de cabeza, dije:
—No fumo cigarrillos.
Sus hombros saltaron con una risa silenciosa.
—No es un cigarrillo.
La comprensión me llegó.
—Tampoco fumo marihuana, pero gracias.
Aguantando mi mirada durante otro segundo de silencio, se encogió de
hombros y dio una calada al porro antes de apoyarse en la pared de enfrente.
—¿Quieres hablar de ello?
—No hay nada que hablar.
Inclinó la cabeza, con el humo rodando por sus labios.
—¿Estás segura? A mí me parece que estás huyendo.
Mis cejas se juntaron, pero luego supuse que había hablado mal. Estaba
segura de que tenía el cabello revuelto por la espalda y las mejillas todavía
sonrojadas por haber sacado el culo de la casa hace unos minutos.
—Estoy aquí de pie.
—Pero la fiesta es dentro.
La mitad de su cara estaba bañada por la lámpara de gas exterior situada
a su derecha, el brillo anaranjado danzante le daba un toque siniestro antes de
que se girara lo suficiente para dejar que más luz iluminara su rostro.
—No puede ser muy divertido estar aquí sola. ¿Seguro que no quieres
hablar de ello?
Soltando un suspiro, resoplé.
—Estoy segura de que si entras, te enterarás de todo.
—¿Por qué no me lo dices?
—Ni siquiera sé quién eres.
—Me llamo Gabriel. ¿Y tú?
Sonriendo, respondí:
—Luca.
—¿Luca qué?
—Luca Bailey.
Él devolvió la sonrisa y se relajó aún más, sus hombros se echaron hacia
atrás y sus codos sostuvieron su peso en la pared.
—Es un placer conocerte, Luca. Pero, en serio —dando otra calada al
porro, lo apagó—, ¿qué ha pasado? ¿Hay que patearle el culo a alguien?
Riendo, me relajé en respuesta a su pregunta. Parecía bastante decente.
Su sonrisa era de las que te hacen querer sonreír junto a él. Resplandeciente. No
había otra palabra para describirlo.
—Me equivoqué de habitación en el tercer piso y fui echada por Tanner.
Así que, ahora estoy aquí fuera esperando a un amigo porque no quiero correr
el riesgo de entrar y enojarlo de nuevo.
La comprensión fluyó tras sus ojos.
—Ah, bueno, debe ser por eso que pensé que estabas huyendo. Esos tipos
no son exactamente el tipo con el que alguien querría meterse.
—Son unos imbéciles —señalé, sintiéndome más cómoda por tener una
persona con la que hablar en lugar de estar sola fuera. Sin embargo, al darme
cuenta de lo que había dicho, gemí y me tapé la boca como si pudiera volver a
meter las palabras—. Lo siento, estoy segura de que eres amigo de ellos.
La comisura de su boca se levantó, su ceño se frunció mientras sus ojos
verdes centelleaban con humor.
—No voy a decir nada. Resulta que creo que los nueve son unos idiotas.
La risa salió de mi boca.
—Dios mío, es bueno conocer a alguien que no los adora como todo el
mundo.
Su risa se unió a la mía.
—Dime cómo te sientes realmente.
Eso aflojó mis labios. Se sentía bien tener a alguien que pudiera entender.
—Mi amiga es una idiota por involucrarse con Jase y Tanner es alguien que
merece un buen golpe en la garganta. De hecho, me dijo que me subiera a su
regazo o saliera de la habitación, como si fuera una estúpida zorra que se acuesta
con tipos que no conoce. No entiendo por qué creen que pueden actuar así.
—Probablemente porque prácticamente son dueños de esta escuela. Al
menos hasta que se gradúen y luego serán dueños de cualquier zona en la que
vivan. ¿No sabes nada de lo que el dinero puede comprar a una persona?
Sacudiendo la cabeza, pisé el suelo.
—En realidad no. Estoy aquí con una beca. Quiero decir, mi familia no es
pobre, pero no somos ricos con mansiones, ¿sabes?
Asintió.
—Inteligente y humilde. ¿Quién habría pensado que hay gente como tú en
Yale? ¿A qué se dedica tu padre?
Me pareció una pregunta extraña, pero no completamente fuera de lugar.
La mayoría de los estudiantes de Yale proceden de entornos establecidos, sus
padres suelen ser ricos y conocidos.
—Dirige una empresa de tecnología.
—Interesante.
Arrojando al suelo lo que quedaba del porro y aplastándolo con la punta
de su bota negra, Gabriel me miró justo cuando Clayton se acercaba a nosotros
por la acera. Llegó hasta nosotros y señaló con la cabeza a Gabriel antes de
rodear mi cintura con un brazo.
—Siento llegar tarde. Me he entretenido ayudando al profesor Stewart a
calificar unos trabajos.
Antes de que pudiera responderle, una voz familiar llamó desde la puerta
principal.
—Gabe, ven aquí, tenemos que anunciar un desafío.
Me quedé quieta al oír esa voz profunda, la piel se me erizó en respuesta,
los dientes me rechinaron. A mi lado, Clayton giró la cabeza para asentir en
dirección a Tanner, con un suspiro en los labios.
—Oh, mierda. Alguien está a punto de conseguirlo —murmuró Clayton
mientras Gabriel se apartaba de la pared y caminaba en dirección a la puerta
principal.
Un pico de pánico me recorrió la columna vertebral cuando Gabriel subió
corriendo los escalones y le dio la mano a Tanner.
¿Eran amigos? Me sentí como una maldita idiota por decirle lo que sentía.
No me cabía duda de que le pasaría la información a Tanner en cuanto tuviera la
oportunidad.
Como si intuyera mis pensamientos, Gabriel se giró y me guiñó un ojo
antes de entrar completamente en la casa.
Mis ojos se desviaron hacia Tanner y me lanzó una última mirada antes de
cerrar la puerta, el duro portazo añadió un toque de finalización a mi vida social
en Yale.
Sabía que no debería haber venido aquí esta noche. Ahora tendría que
vigilar constantemente mi espalda porque no se sabía qué haría Tanner.
Susurrando contra mi oído, Clayton me preguntó:
—¿Estás bien?
—No —respondí con lágrimas en los ojos—. Me siento como una idiota en
este momento.
Apretando su brazo alrededor de mí, Clayton me abrazó contra su pecho.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
Le conté lo que había sucedido cuando Everly y yo llegamos a la fiesta, sus
cejas se anudaron entre sus ojos con confusión mientras terminaba la historia.
—Así que espera, si estabas enojada con Tanner entonces ¿por qué
estabas aquí hablando con Gabriel de todas las personas?
Sentí como si una roca de mil kilos hubiera caído en mi estómago, mis ojos
se alzaron hacia los suyos, prácticamente rogando que no terminara lo que fuera
que tenía que decir. No necesitaba escuchar la verdad, no necesitaba saber que
el hombre al que acababa de entregar todos mis pensamientos había sido…
—Gabriel es el mejor amigo de Tanner. Es parte de Inferno…
Si hubiera sido posible morir allí mismo y pasar a la otra vida, lo habría
hecho con gusto solo para escapar de las consecuencias de esta noche.
—Así que, básicamente, cuando le dije que creo que todos en su grupo
son unos imbéciles, eso significa…
Clayton se rio, pero luego me mantuvo a distancia, sus ojos marrones se
encontraron con los míos.
—Que también lo llamaste imbécil.
—Pero no ha dicho nada —argumenté.
La expresión de Clayton se suavizó antes de acercarse para frotar un
pulgar a lo largo de mi mandíbula.
—Por supuesto que no lo hizo. Gabriel es el mejor mentiroso conocido por
el hombre. ¿Por qué crees que todo el mundo lo llama Fraude?
Hijo de puta…
Estaba lista para salir de allí y estaba a punto de decirle a Clayton
exactamente eso cuando la música se apagó en la casa, reemplazada por una
multitud de personas que rugían y gritaban, con risas estridentes mezcladas con
el ruido.
Levantando la cabeza para mirar hacia las puertas delanteras, Clayton
sonrió y me agarró la mano.
—Vamos, entremos. Quiero ver qué idiota decidió aceptar el desafío en
lugar de pagar el precio.
—¿Qué significa todo eso?
Ya estaba muy frustrada con esta fiesta. No ayudaba que Clayton hablara
en clave de desafíos y de pagar un precio.
Dejando escapar un fuerte suspiro, Clayton me rodeó con su brazo y
empezó a subir los escalones de la casa.
—¿Conoces los rumores de que no quieres meterte con estos tipos a
menos que quieras despedirte de tu vida social?
Asentí, añadiendo mentalmente que los rumores eran exactamente la
razón por la que no quería venir aquí en primer lugar.
—Bueno, digamos que todos los que viven en esta casa están bien
conectados. Quiero decir, increíblemente conectados. Si necesitas algo, no
importa lo que sea, uno de los miembros de Inferno podrá hacerlo realidad. Lo
único es que cuando les pides un favor, tienes que aceptar pagar un precio. Pero
al principio no te dirán cuál es. No hasta que sepan lo que quieren de ti.
Al llegar a la puerta, lo agarré del brazo antes de que pudiera abrirla.
—¿Por qué alguien aceptaría eso?
Clayton se pasó una mano por el cabello castaño y exhaló un suspiro.
—¿Están desesperados? Pero todo es por diversión, ¿sabes? Además,
tienen una salida. Si no quieren pagar cualquier precio que se les pida, pueden
vencer la prueba.
—¿Cuál es?
Cuanto más oía hablar de esto, menos quería tener nada que ver con ello.
—Es una gran fiesta, en realidad. Y mientras todo el mundo se lo pasa bien,
la persona que corre es perseguida por el bosque durante unas horas. Salen de
allí cagados de miedo, pero luego se acaba y todos vuelven a sus vidas.
Abrió la puerta para llevarme al interior, las risas y las voces se hacían más
fuertes a medida que la gente pasaba corriendo para adentrarse en la casa.
Entre la multitud de estudiantes que se encontraban en una gran sala de
estar con ventanas del suelo al techo en una de las paredes y una enorme
chimenea en la otra, Clayton me rodeó la cintura con su brazo para evitar que me
empujaran otros cuerpos.
En la parte delantera de la sala, Gabriel se subió a una mesa para situarse
por encima de la multitud, con sus ojos verdes escudriñando la abarrotada sala
mientras esperaba que el ruido se calmara.
La música que había estado sonando por la casa toda la noche se cortó, la
anticipación de lo que Gabriel diría hizo vibrar a los presentes.
Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos y me guiñó un ojo, haciendo
que mi estómago se revolviera al recordar lo que le había dicho.
Arrastrando su mirada de la mía, sonrió.
—El próximo sábado, Brad Cotter será nuestro invitado de honor en la
próxima fiesta del desafío. O están allí o se aburren.
Todas las miradas se dirigieron a quien supuse que era Brad. Un tipo alto
y de complexión delgada, que no parecía feliz de ser el supuesto invitado de
honor, pero forzó una sonrisa a pesar de todo. Se tambaleaba sobre sus pies,
estaba obviamente borracho, su piel era de un tono verde pálido y enfermizo.
El público rugía con risas y vítores mientras la música atronadora volvía a
llenar la sala, algunos le daban palmaditas en la espalda, otros sacudían la
cabeza y susurraban que era un imbécil.
—Ahí estás. Te he buscado por todas partes. ¿Estás bien?
Me giré y miré a Everly, y mi mirada se dirigió a sus labios para ver que
tenía los labios pintados.
—Debe haber sido difícil encontrarme con tu cara pegada a Jase durante
la última hora.
Las mejillas de Everly se calentaron y una sonrisa lúdica se dibujó en su
boca.
—De acuerdo, solo he estado buscando durante los últimos cinco minutos,
pero aun así…
Sus ojos azules se desviaron hacia la derecha, una sonrisa más amplia
estiró sus labios al ver a Clayton a mi lado.
—Ya era hora de que aparecieras. ¿Te contó Luca lo que pasó arriba?
Antes de que Clayton tuviera la oportunidad de responder, un cuerpo
cálido se apresuró detrás de mí, con un brazo que pasó por encima de mi hombro
para agitar un vaso rojo Solo en mi cara. El olor a alcohol era abrumador y sabía
que lo que había en ese vaso me haría caer de bruces si lo aceptaba.
—Vengo con una ofrenda de paz.
Al reconocer la voz, me giré sin tomar el vaso que me ofrecían.
—Podrías haberme dicho que vives aquí.
Los ojos de Gabriel brillaron con humor, sus labios se curvaron en las
esquinas. A pesar de que me había mentido, no lo odiaba tanto como a Tanner.
—¿Por qué iba a hacer eso cuando fue tan divertido escuchar lo que
sientes por nosotros?
Podía sentir que el rojo manchaba mis mejillas, mi estómago se revolvía
una vez más por la preocupación de que le hubiera dicho algo a Tanner.
Al notar mi reacción, Gabriel arqueó una ceja y bebió un sorbo de la taza
al darse cuenta de que no la aceptaría. Su expresión se tensó, su cabeza se
sacudió mientras su boca se abría tras su lucha por tragar.
—Maldita sea. El que hizo esta bebida está tratando de matar a la gente.
—Por eso no aceptas bebidas de extraños —respondí.
Dos hoyuelos marcaron sus mejillas con su amplia sonrisa.
—No me consideraría exactamente un extraño. —Sus ojos verdes se
movieron entre los tres, Gabriel dijo—: He venido aquí para extender una
invitación personal a los tres para el próximo fin de semana. El desafío estará
encendido y lo tomaré como un insulto personal si no asisten.
Everly y Clayton se apresuraron a estar de acuerdo, pero yo tenía mis
dudas. Mis pensamientos debían estar claramente escritos en mi expresión
porque Gabriel asomó el labio inferior e inclinó la cabeza.
—Vamos, Luca Bailey. Ahora somos amigos. Solo dime que me darás otra
oportunidad.
Sacudiendo la cabeza, desvié la mirada y mis ojos se posaron en Tanner,
que estaba apoyado en la pared del otro lado de la habitación, con tres chicas
bailando frente a él.
El hombre era demasiado hermoso para las palabras, su oscura presencia
me atraía mientras su actitud de mierda me hacía querer correr tan rápido como
pudiera en la dirección opuesta.
En el momento en que su mirada se dirigió a la mía, aparté la vista, con las
mejillas encendidas por haber sido sorprendida mirando.
—Mi problema no es contigo.
Siguiendo mi línea de visión anterior, Gabriel se rio.
—Si es Tanner el que te preocupa, ya ha olvidado lo que pasó entre
ustedes.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—En serio, es un imbécil. No dejes que te afecte. Dime que estarás allí el
próximo fin de semana.
Everly golpeó mi codo con el suyo y respondió por mí.
—Ella estará allí. Me aseguraré de ello.
Aceptando su respuesta, Gabriel nos dedicó una última sonrisa antes de
darse la vuelta para marcharse. Everly lo llamó.
—¿Cuál es el tema?
¿Tema? La miré con el ceño fruncido en forma de pregunta.
Gabriel volvió a girar hacia nosotros y levantó su vaso como si estuviera
brindando.
—Pues, mi encantadora señora, es victoriano, por supuesto.
¿Qué carajo?
Everly chilló y dio una palmada. Envolviendo su brazo en el mío, acercó
su boca a mi oído y dijo:
—Créeme, Luca, te vas a divertir mucho.
A pesar de sus garantías, tenía la ligera sospecha de que el tiempo que
pasara junto a los Chicos Inferno sería de todo menos divertido.
—E
sto es una locura. Lo sabes bien. Absolutamente
jodido…
Mis palabras se cortaron cuando Everly apoyó
un pie en la pared frente a mí y se inclinó hacia atrás
para tirar de las cuerdas del corsé con más fuerza.
No podía respirar, con la caja torácica comprimida y el escote asomando
por encima de la parte superior como si mis pechos intentaran escapar.
Mirándome en el espejo, esperé a que mis labios se volvieran azules, señal
segura de que moriría esta noche en la fiesta del desafío.
Con la voz tensa por los tirones, Everly ató las cuerdas del corsé en su sitio
mientras decía:
—Hacen un tema diferente para cada fiesta. Y es divertido.
Me dio un golpecito en la oreja y se agachó para ponerme el vestido en su
sitio, con la tela esmeralda cayendo elegantemente sobre el corsé y las enaguas.
No podía creer que en el siglo XXI estuviera usando lo que equivalía a
dispositivos de tortura en medio del bosque por la noche para hacer una maldita
hoguera.
—¿Quién hace esto? ¿Por qué no puedo ponerme unos vaqueros y una
camiseta y estar cómoda?
—Porque destacarás. Todo el mundo sabe que hay que vestirse como
corresponde para una fiesta del desafío.
Haciendo una pausa, Everly me estudió a través del reflejo del espejo,
asintiendo en señal de aprobación.
—Estás impresionante. Ahora es mi turno.
Everly me rodeó para colocarse frente al espejo. Despojándose de su
ropa, se colocó el corsé sobre el pecho y lo mantuvo en su sitio para que yo se lo
atara. Como no sabía que las mujeres de la época victoriana pasaban por esto
todos los días, me esforcé por apretar los cordones, atar todo en su sitio y
ayudarla a ponerse el vestido amarillo mantequilla después de que se pusiera
las medias y las enaguas.
Con los trajes puestos, nos peinamos con delicados recogidos antes de
maquillarnos. Por suerte, el tiempo era fresco en las tardes de otoño y no nos
derretiríamos en cuanto saliéramos a la calle.
—Clayton se reunirá con nosotras allí o…
Un golpe en nuestra puerta respondió a su pregunta. La falda de mi vestido
se arrastraba por el suelo mientras caminaba, los ojos de Clayton se abrieron de
par en par en cuanto abrí la puerta para revelar la ridiculez de lo que llevábamos
puesto.
Sus labios se fruncieron en un silbido bajo y no pude evitar fijarme en el
traje oscuro que llevaba.
—Hola, guapo.
A pesar de pasar más tiempo juntos, Clayton y yo no habíamos hecho
mucho más que besarnos, e incluso esos momentos dejaban que desear. No
había pasión entre nosotros, pero supuse que tenía más que ver con la novedad
de la relación que con otra cosa.
No era virgen ni mucho menos, pero tampoco era de las que se precipitan
en las relaciones.
—Maldita sea, señoras. Voy a tener una noche muy ocupada luchando
contra todo el mundo.
Everly terminó de atarse el zapato, su cabeza se levantó tan rápido que me
retorció el cuello solo de verla.
—No te atrevas. Jase tiene un pase de acceso abierto y si alguien intenta
interponerse, se peleará conmigo por él.
Levantando las manos en señal de rendición, Clayton se rio.
—Maldita sea, entonces lucharé para proteger el honor de Luca.
Sus ojos se desviaron hacia mí.
—Realmente te ves increíble.
—Me siento como una imbécil. Ser obligada a vestirse así para una
hoguera debería ser ilegal.
Sus ojos marrones captaron los míos con un brillo de alegría tras ellos.
—Estaré encantado de ayudarte a quitarte la ropa si te molesta tanto.
Mi corazón debería haber saltado en respuesta a su declaración, pero en
cambio mantuvo un ritmo constante, mi interés en Clayton disminuyendo por
razones que no quería admitirme a mí misma.
Durante toda la semana, mis pensamientos se habían remontado a la fiesta
de Inferno y a todo lo sucedido, la mayoría de esos pensamientos se centraban
en los ojos oscuros de un hombre que me aterrorizaba a la vez que encendía todo
mi cuerpo.
No sabía qué tenía Tanner que me robaba la atención, y teniendo en
cuenta cómo me trató la última vez que lo vi, no tenía ninguna prisa por
averiguarlo.
—Vamos. Llegaremos tarde si no nos ponemos en marcha.
El viaje hasta el medio de la nada nos llevó algo más de una hora. Una gran
zona de estacionamiento de grava se abrió a nuestra derecha mientras
conducíamos por una carretera de dos carriles bordeada de bosque, el
estacionamiento estaba casi lleno a pesar de la temprana hora de la noche. Al
encontrar un sitio, Clayton apagó el motor y agarró una bolsa cerca de mis pies
antes de dejarnos salir.
—Nos conseguí máscaras para la fiesta. Gabriel me envió un mensaje
anoche diciéndome que las necesitaríamos.
Aunque sabía que Clayton corría con los Inferno ya que estaba en el último
año como ellos, me ponía nerviosa pensar que estaba lo suficientemente cerca
de ellos como para que se enviaran mensajes de texto.
Gabriel, no me importó tanto, pero me hizo preguntarme cuán unido
estaba Clayton con los otros ocho.
Incluso habiendo asistido a la fiesta, solo sería capaz de nombrar a tres de
ellos a primera vista, y me pregunté cuánto más me asustarían después de
conocer a los otros seis.
Mientras sacaba tres máscaras —una con la forma de una máscara de peste
de la época medieval y dos más femeninas en su delicada construcción de encaje
negro— no pude evitar calmar mi curiosidad.
—¿Qué tan bien conoces a los nueve chicos de Inferno?
Clayton me entregó una máscara y se volvió para entregarle una a Everly.
—Bastante bien. He asistido a la escuela con todos ellos desde la
licenciatura. No son tan horribles como dicen los rumores. Solo no les pidas un
favor y no te metas en su lado malo.
Atando la máscara a mi cara, pregunté:
—Si los conoces desde hace tanto tiempo, ¿por qué no eres uno de ellos?
Tenía un aspecto espeluznante con la máscara de cuero contra la peste, los
grandes ojos reflejaban mi imagen mientras el pico sobresaliente le cubría la
nariz y la boca. De alguna manera, todavía era capaz de entenderle con claridad.
—No crecí con ellos. Todas sus familias están conectadas socialmente y a
través de los negocios, así que todos se conocen desde la escuela primaria.
Mucha gente se junta en el mismo círculo, pero no dejan entrar a nadie en el
grupo interno, si eso tiene sentido.
Asintiendo, dejé de lado el tema y mis ojos se desviaron hacia el
parabrisas delantero, donde vi el humo que se elevaba hacia el cielo en la
distancia.
—Parece que vamos a estar caminando un rato.
Clayton abrió su puerta y se giró para mirarme.
—El paseo no es tan malo. Lleva diez minutos como mucho.
Everly soltó un grito de emoción cuando Clayton la ayudó a salir del auto,
y ambos rodearon la parte trasera para abrir mi puerta y ponerme de pie.
Utilizando nuestros teléfonos como linternas, encontramos el sendero que
llevaba al centro del bosque y caminamos en una oscuridad casi total, con
cuidado de no tropezar con ninguna raíz.
Sobre nosotros brillaban las estrellas, pero la luna estaba ausente, los
árboles a ambos lados se balanceaban con una fuerte brisa que pasaba.
De vez en cuando, un animal se escabullía entre la maleza baja o un búho
gritaba, y los sonidos hacían que la caminata fuera aún más espeluznante que la
oscuridad.
Finalmente, se oyó el zumbido de la música, el sonido ruidoso de una fiesta
que se hacía más fuerte a medida que nos acercábamos. Aunque solo esperaba
ver a un grupo de universitarios excesivamente vestidos acurrucados en torno a
una gran hoguera, nada podría haberme preparado para lo que encontramos
cuando doblamos la última esquina y nos acercamos al lugar principal de la
fiesta.
—Mierda —murmuré, mis ojos escudriñando la escena mientras me
quedaba quieta en mi sitio para asimilarlo todo.
No se trataba de una simple hoguera en medio de la nada, sino de un
festival en expansión con grandes carpas blancas, animadores y champán
servido en bandejas de plata por un equipo de camareras vestidas con leotardos
de cola.
Al adentrarme en una fiesta con al menos un centenar de personas
arremolinadas, no pude dejar de mirar la decoración.
El fuego ardía en globos de cristal en un círculo alrededor de toda la zona
abierta, las llamas abiertas salían disparadas desde un pozo en el centro. En cada
carpa, los candelabros brillaban con cristales colgantes y las velas brillantes
eran los centros de mesa.
En el extremo más alejado del círculo, se construyó una gran plataforma,
lo suficientemente alta como para que cualquier persona de pie en ella pudiera
ver por encima de toda la multitud. A mi derecha, había otro sendero que se
adentraba en el bosque, iluminado a cada lado por antorchas.
Everly se giró para mirarme a los ojos y sus labios se separaron en una
amplia sonrisa.
—¿No te dije que sería increíble? Estos chicos nunca dejan de ir por todas.
Mientras Clayton permanecía en silencio a mi lado, Everly escudriñó la
multitud, su línea de visión se fijó finalmente en un hombre alto y ancho, vestido
con un esmoquin de época completo con un sombrero de copa y una capa negra
forrada de raso rojo, su máscara de diablo tallada a mano era tan hermosa que
debía de costarle una fortuna.
—Ahí está. Reconocería la fanfarronería de Jase en cualquier lugar.
Saludando a Clayton y a mí, Everly gritó una rápida despedida y prometió
encontrarnos más tarde mientras corría en dirección a Jase.
Susurrando, Clayton preguntó:
—Everly está enganchada, ¿verdad?
Asintiendo, seguía sin encontrarle sentido a la fiesta.
Cuando pasó un pirómano para lanzar una gran línea de llamas calientes
por la boca, mis ojos se abrieron aún más.
—¿No es todo esto un poco exagerado? ¿Cómo es posible?
Clayton se rio y me llevó junto a un grupo de chicos que hablaban entre
ellos.
—El dinero habla. Y si se tiene suficiente, se puede hacer cualquier cosa.
A los chicos les gusta ir por todas en las noches de desafío, ya que ocurren muy
pocas veces.
Tomó dos copas de champán de una bandeja que pasaba y me dio una, su
expresión oculta por la máscara cuando intentó beber la suya, pero se dio cuenta
de que la máscara lo impedía.
—Probablemente debería haber planeado esto mejor.
La risa burbujeó en mis labios antes de dar un sorbo al mío.
—Oye, podría ser peor. Podrías estar usando un dispositivo de tortura que
hace imposible respirar profundamente.
Empujando la máscara hacia arriba de la cara lo suficiente como para
dejar al descubierto su boca, apuró toda la copa de champán y volvió a colocar
la máscara en su sitio.
—¿Quieres pasear un rato y ver todo lo que hay? Seguro que el respirador
de fuego no ha sido el único acto circense que han contratado.
Asintiendo, rodeé mi brazo con el suyo y admiré los trajes y otros detalles
de la fiesta.
En su mayor parte, todo el mundo se estaba comportando, pero la noche
era aún joven. Después de consumir suficiente alcohol, sabía que las cosas darían
un giro hacia el hedonismo.
Ya había bailarinas profesionales vestidas con atuendos poco elegantes
que giraban y se movían entre la multitud. Al margen, dos zanqueros se
paseaban de un lado a otro, con sus trajes diseñados para que parecieran
enormes demonios. Tengo que reconocer que, para ser tan excesiva, esta fiesta
es impresionante.
De vez en cuando, veía una máscara de diablo que llevaban varios
hombres tan grandes y dominantes como Tanner. Todos iban vestidos de forma
similar con esmóquines de época, sombreros de copa y las capas forradas de
raso.
Señalándole uno de ellos a Clayton, le pregunté:
—Supongo que los hombres que llevan máscaras de diablo son los
miembros de Inferno, ¿verdad?
Clayton asintió.
—Sí. Lo descubrí hace un rato. Todas sus máscaras son iguales. Parece que
todo el equipo está aquí. Lo siento por quien sea que esté dirigiendo esta noche.
Al compás de lo que dijo Clayton, sonó un fuerte cuerno en la distancia, el
sonido de un bramido bajo y primitivo, como algo que se oiría antes de una
guerra.
Nos giramos en la dirección del sonido para ver a tres de los hombres
enmascarados como el diablo de pie en la plataforma elevada con Brad colocado
frente a ellos. El fuego ardía en altas antorchas detrás de sus cuerpos, y la danza
de humo y luz proyectaba una bruma siniestra sobre la escena.
Una vez que tuvieron la atención de todos, uno de ellos habló utilizando un
micrófono oculto. Reconocí la voz como la de Gabriel.
—Bienvenidos todos a Inferno, una tierra de leche y miel, de espíritus
lujuriosos y de todos los pecados provocadores que puedan imaginar. Antes de
que las festividades realmente se pongan en marcha y nos soltemos a cualquier
libertinaje que nos excite, tenemos que honrar a nuestro invitado especial con
un brindis para que se prepare para la carrera.
Brad se había despojado de la chaqueta y la camisa, y se había dejado los
pantalones negros colgando de sus delgadas caderas. No era ni de lejos tan
grande como los hombres que estaban detrás de él, pero tampoco estaba fuera
de forma. Con una expresión inexpresiva, miraba por encima de la multitud, y
algo en sus ojos me decía que estaba muerto de miedo.
Preocupada, me incliné hacia Clayton y le susurré:
—¿Qué le hacen cuando corre? Parece aterrorizado.
Clayton me susurró, con el pico de su máscara rozando mi mejilla.
—Nadie lo sabe. La regla es que no se les permite hablar de ello. No es
que quieran hacerlo. ¿Crees que tiene mal aspecto ahora? Espera a ver qué
aspecto tiene cuando salga. Digamos que nadie que haya hecho la carrera se
mete con el Inferno de nuevo. De hecho, la mayoría se mantiene al margen y deja
de socializar.
La conmoción me desgarró.
—Entonces, ¿por qué alguien lo haría?
Encogiéndose de hombros, Clayton contestó:
—Debe haber sido mejor que el precio que le pidieron.
Incapaz de comprender la locura de un grupo de hombres que sonaban
más horribles con cada nuevo dato que aprendía sobre ellos, volví a centrar mi
atención en el podio para ver a quien supuse que era Gabriel entregar una
botella de licor verde brillante a Brad.
En cuanto Brad se llevó la botella a los labios, el público rugió con fuerza
y acabó coreando que bebiera.
—¿Qué está bebiendo?
Parecía anticongelante desde donde yo estaba, las burbujas de aire
subían en el líquido mientras Brad seguía tragándolo.
—Está bebiendo absenta. Le ayuda a prepararse para la carrera.
—¿Cómo es eso?
Clayton se rio.
—Tiene efectos alucinógenos por lo que he oído. O eso, o le echan algo
para joder a quien lo dirige. Nunca la he bebido, así que no estoy seguro.
Cerrando los ojos, observé cómo Gabriel le quitaba la botella a Brad y lo
guiaba por las escaleras de la plataforma, mientras los enmascarados del diablo
los seguían, cada uno con una antorcha encendida.
Cuando llegaron al borde del bosque donde comenzaba el sendero, se
detuvieron lo suficiente para que la gente dejara de vitorear.
La bocina volvió a sonar, el sonido era aún más siniestro ahora que sabía
lo que significaba.
—Brad tiene diez minutos de ventaja —explicó Gabriel con el micrófono,
asegurándose de que todos pudieran oír su voz.
Dirigiéndose a Brad, le dijo:
—Corre rápido, conejito, porque cuando oigas sonar de nuevo el cuerno,
tu tiempo se habrá agotado, y la primera ronda de demonios comienza su
persecución.
Brad no dudó en emprender el camino, su figura desapareció en las
sombras casi inmediatamente.
En cuestión de segundos, la música volvió a sonar y todos volvieron a
hablar entre ellos y a disfrutar de la fiesta, sin que ninguno reaccionara ante lo
ocurrido como si fuera algo desagradable o fuera de lo normal.
—¿Así que eso es todo? ¿Todo el mundo vuelve a la fiesta mientras él huye
para ser torturado?
Clayton me miró desde detrás de su máscara antes de quitársela para
sonreírme en señal de tranquilidad.
—Oye. Realmente no es tan malo. Sabía en lo que se metía. Lo verás de
nuevo en unas horas y verás que es solo un juego.
El corazón me latía en la garganta, el estómago me daba vueltas por el
alcohol que había consumido. De pie, cerca de la gran hoguera, notaba cómo las
gotas de sudor resbalaban por mis sienes y entre mis pechos.
Con la máscara subida hasta la parte superior de la cabeza, Clayton miró
la fiesta más allá de mi hombro. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos.
—¿Estarás bien durante unos minutos aquí sola? Necesito encontrar un
baño, o al menos un arbusto donde pueda orinar.
Asintiendo, separé mi brazo del suyo y lo envolví alrededor de mi
abdomen.
—Estaré aquí cuando vuelvas.
Clayton se alejó, y yo me volví para mirar la hoguera, las llamas danzantes
y la madera crepitante robando mi atención de la incomodidad que sentía por
estar entre una multitud de estudiantes enmascarados, a la mayoría de los cuales
no conocía.
Llevaba dos años en Yale, pero hasta que Everly se trasladó a mi
dormitorio tras una reasignación inesperada, nunca había tenido mucha vida
social. La mayor parte del tiempo lo pasaba en clase o en la biblioteca
estudiando.
El primer año de la facultad de Derecho fue el peor, con un horario
agotador que eliminaba a los que podían soportar la presión y a los que se
doblegaban ante ella. Pero ahora que había empezado el segundo año, había
podido reducir el trabajo constante, lo que me ayudó a relacionarme con gente
nueva. Por desgracia, no podía nombrar más que a unos pocos.
Y por esa razón, me quedé mirando el fuego, mis ojos rastreando las
brasas que flotaban en el cielo, el calor bañando mi cara a pesar de la distancia
a la que me encontraba.
Pasaron varios minutos, cada uno de los cuales me hacía sentir más
nerviosa por estar sola.
A mi alrededor, la gente reía y hablaba, algunos bailaban, otros se
animaban a beber más, a estar más locos, a ceder a cualquier impulso
irresponsable que tuvieran.
Al sentirme fuera de lugar, dejé escapar un fuerte suspiro de alivio cuando
Clayton se acercó por detrás de mí y su pecho rozó mi espalda. Encerrado por
un lado por el calor del fuego y por otro por el calor de su cuerpo, me pareció
extraño que no dijera nada.
Giré sobre mis talones para sonreírle, pero el corazón se me cayó al
estómago en cuanto vi una máscara de diablo, cuyo diseño de madera tallada era
aún más intrincado y hermoso ahora que tenía la oportunidad de estudiarla de
cerca.
—Maldita sea, me has asustado.
Riendo, me llevé la mano al pecho, suponiendo que Gabriel finalmente me
había encontrado y se había acercado a saludar.
Aunque no podía ver sus ojos debido a la pequeña malla negra que cubría
esa parte de la máscara, noté cómo su cuello se movía mientras su mirada
rastreaba mi cuerpo hasta donde mi mano cubría mi pecho.
—¿Estás contento? Me presenté a tu fiesta de tortura, así que no puedes
ofenderte personalmente.
Su mirada debió haber seguido hasta mi cara, su cuello se inclinaba hacia
la derecha mientras me observaba.
Era inquietante estar tan cerca de él, especialmente por la máscara. El
silencio de Gabriel solo hizo que el momento fuera mucho más inquietante.
—¿Vas a saludar o nos vamos a quedar mirando toda la noche?
Alargando la mano, Gabriel se quitó la máscara de la cara, y una sonrisa
se dibujó en mis labios, que se aplanó inmediatamente cuando unos ojos fríos y
oscuros se encontraron con los míos.
Al quedarme quieta, me di cuenta de mi error y mis labios se separaron
ligeramente cuando el rostro de Tanner me devolvió la mirada.
El miedo me recorrió el cuerpo, cubriendo mi columna vertebral de hielo
y di un paso atrás para poner distancia entre nosotros, pero no lo suficientemente
rápido.
Antes de que me diera cuenta de lo que estaba sucediendo, Tanner
extendió su mano alrededor de mi nuca y sus largos dedos se entrelazaron con
mi cabello, que estaba recogido en un lío de rizos.
Se inclinó mientras mi aliento salía de mis pulmones en un estallido de
sorpresa, su boca se inclinó sobre la mía sin preocuparse de si yo había invitado
al beso o no.
Mi cuerpo tembló al contacto, cada músculo se debilitó mientras me
derretía contra su pecho, mis labios se separaron cuando su lengua lamió el
pliegue, exigiendo que le permitiera entrar.
Fue instintivo, mi entrega a él, una parte de mi cerebro olvidada hace
tiempo que reconocía su poder sobre mí. Asustada, pero llena de deseo, me
estremecí cuando su lengua se deslizó por la mía, sus dientes rozando mi labio
con la amenaza del placer y el dolor.
Sin pensarlo, me puse de puntillas para compensar la diferencia de altura
entre nosotros y mis manos se dirigieron a su pecho para encontrar músculos de
acero bajo su camisa.
No quería admitir que, desde el momento en que lo conocí, me había
preguntado cómo se sentiría este beso.
Ahora sabía que me desarmaría en todos los aspectos importantes. Ahora
sabía que me robaría la capacidad de pensar y respirar.
Ahora sabía que no había llama más caliente que el calor de mi cuerpo
cuando Tanner se apretaba contra mí.
La fiesta que nos rodeaba debió de desaparecer sin que me diera cuenta,
porque en el momento en que sonó un claxon a lo lejos, el primitivo y grave
bramido que me recordaba que todo un mundo existía a nuestro alrededor, las
voces se filtraron de nuevo a mi conciencia, abucheos y gritos, gente incitando a
Tanner a besarme más fuerte.
Me soltó antes de que tuviera tiempo de reequilibrar mi cuerpo y volví a
tropezar para abrir los ojos y encontrarme con los suyos.
Aunque sus ojos seguían siendo las piedras frías y oscuras que siempre
había conocido, finalmente vi que eran de un verde musgo intenso.
Los labios de Tanner se curvaron en las comisuras, la risa oscura nos
rodeaba ahora mientras sus amigos se acercaban para apartarlo. Me hubiera
gustado decir que su sonrisa era amistosa, pero era más una expresión de odio
que otra cosa.
La ira me recorrió, mis ojos escudriñaron a los otros hombres con
máscaras de diablo, mis dientes se apretaron al darme cuenta de que se estaban
riendo de mí.
Desde detrás de ellos, Clayton se acercó con la máscara puesta, su
expresión oculta tras el cuero.
—El cuerno sonó, vamos a la mierda, Tanner. Somos la primera ronda.
No reconocí la voz de quien le hablaba, pero me quedé mirando mientras
Tanner parpadeaba y se daba la vuelta para salir corriendo con sus amigos.
Cuando se fueron, Clayton se acercó para tocarme el brazo y con la otra
mano se levantó la máscara para que pudiera verle la cara.
—¿Qué demonios fue eso?
Sacudiendo la cabeza, me aclaré la garganta y expliqué:
—No lo sé. Simplemente se acercó y me besó.
Mis ojos pasaron por delante de él para ver cómo Tanner y otras dos
personas se despojaban de sus máscaras, sombreros de copa, capas, chaquetas
y camisas. Los tres tenían una complexión de luchador, dos de ellos idénticos
con cicatrices evidentes en sus cuerpos.
Girándose para seguir la línea de mi vista, Clayton me habló en voz baja.
—Esos son Ezra y Damon Cross. Son gemelos, por si no te habías dado
cuenta.
Parpadeé, con los ojos llorosos por unas lágrimas que no quería que
corrieran por mis mejillas como prueba de que Tanner tenía un efecto sobre mí.
Sin embargo, no podía apartar los ojos de él, no podía dejar de mirar los
fuertes planos de su pecho, el suave bronceado de su piel que se extendía sobre
los anchos hombros, los gruesos bíceps y los abdominales de tabla de lavar que
hacían que mis dedos se enroscaran en mis palmas con la necesidad de tocarlo.
Era demasiado hermoso para las palabras. Demasiado hermoso para ser
real.
—Oye —susurró Clayton—, ¿te hizo algo?
Sin responder a su pregunta, pregunté:
—¿Quiénes son Ezra y Damon en el grupo? ¿Cómo los llama la gente?
—Violencia e Ira. Ambos son letales por lo que he oído. No querrás
conocerlos. Evito a esos dos en la medida de lo posible. Tienen mechas cortas y
explotarán por nada.
Los tres se acercaron a la entrada del sendero que se adentraba en el
bosque, Tanner me lanzó una última mirada arrogante antes de reírse y salir en
persecución de Brad.
De repente sentí pena por cualquier persona que huyera de esos tres. Por
qué alguien estaría de acuerdo con eso estaba más allá de mí.
—¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño Tanner?
Sacudí la cabeza y finalmente abrí la boca para responder:
—No, solo me besó.
La mayoría de los hombres se habrían molestado al saber que la chica con
la que salían había sido besada por otro hombre, pero Clayton solo se rio
mientras se colocaba la máscara en su sitio.
—Se estaba divirtiendo contigo. No le des importancia.
Pero me resultaba difícil no pensar en ello. Ese beso —ese momento en
que la lengua de Tanner se apoderó de mi boca y su mano me sujetó— me había
sacudido hasta el fondo, despertando algo dentro de mí que nunca había sentido.
Como no quería hablar de ello, cambié de tema.
—¿Cuánto tiempo tiene Brad para huir de ellos?
Clayton se pasó una mano por la nuca y miró el sendero que se adentraba
en los sombríos confines del bosque.
—Dos horas. La bocina volverá a sonar en media hora para que tres más
inicien la persecución, y media hora después para que entren los últimos tres. Si
puede escapar de alguna manera de todos ellos, estará bien. Pero si lo
encuentran…
Su voz se apagó y su rostro se volvió hacia mí. A través del reflejo de los
grandes ojos de su máscara vi lo asustada que estaba en ese momento.
—Brad estará bien. Es solo un juego. Ya lo verás.
Solo un juego… sí, uno que solo un masoquista jugaría voluntariamente.
—Vamos, veamos si podemos encontrar a Everly y despegarla de Jase por
una o dos horas.
Asintiendo, envolví mi brazo con el de Clayton y me alejé para encontrar
a mi compañera de cuarto. Finalmente, la encontramos justo cuando sonó la
segunda bocina, su mano despidiéndose de Jase mientras se desnudaba para
salir corriendo hacia el bosque.
Aunque yo no era la persona cazada, me pasé el resto del tiempo robando
miradas a aquel sendero que se adentraba en el bosque, con el corazón latiendo
más rápido cuando me preguntaba qué le hacían a Brad donde nadie podía
verlos.
Las dos horas pasaron rápidamente mientras los estudiantes bebían más y
se volvían bulliciosos con la profundización de la noche, mucha gente
prácticamente follando al aire libre donde cualquiera podía observarlos.
Mientras yo estaba callada en su mayor parte debido a todo lo que había
pasado, Clayton y Everly reían y bebían, sin preocuparse por lo que ocurría a
nuestro alrededor.
La bocina volvió a sonar al final de las dos horas y yo salté en mi sitio al
oírla.
Todos nos volvimos para mirar el sendero que se adentraba en el bosque,
la gente reía y animaba cuando Tanner y el resto de su grupo salían llevando a
Brad entre ellos.
Amarrado, cubierto de lo que parecía barro y despojado de todo menos
de sus calzoncillos, el cuerpo de Brad se golpeó fuertemente contra el suelo
cuando lo dejaron en la cabecera del sendero.
El pánico surgió dentro de mí tan rápido que me sentí mareada por ello.
Mi mano se tensó sobre el brazo de Clayton, mis ojos se fijaron en el
cuerpo inmóvil de Brad.
La voz apenas un susurro, no pude evitar las palabras que brotaron de mis
labios.
—Oh, Dios mío. Por favor, dime que no está muerto.
Corriendo hacia adelante, mis piernas moviéndose tan rápido como
podían con el ridículo peso de la ropa que llevaba, ignoré los gritos de Clayton
para que me detuviera, ignoré a Everly riéndose y gritando que todo era una
gran broma.
Brad parecía muerto en el lugar donde lo habían dejado caer al suelo, con
el cuerpo inmóvil y un charco goteando bajo sus piernas. Tal vez solo estaba
inconsciente, pero al ver que lo que supuse era orina se filtraba para crear un
camino rojizo con la tierra seca debajo de él, esperé que no hubiera sido una
señal de que su cuerpo había cedido.
Por encima de él, los chicos de Inferno se reían, uno de ellos pateando una
nube de suciedad contra sus piernas, señalando el riachuelo de orina que se
abría paso lejos de su cuerpo como si fuera lo más divertido del mundo.
A mi alrededor, los estudiantes abucheaban y vociferaban, la música
seguía siendo alta y vibrante mientras yo acortaba la distancia con el sendero y
me dejaba caer sobre la cabeza de Brad para comprobar si respiraba.
—Está bien, Luca —dijo Gabriel, con una risa implícita en su voz—. Se
desmayó. No lo hemos matado.
Todos se reían, nueve voces distintas y oscuras que se deleitaban en la
impotencia de Brad y en mi miedo. Malditos. Quería atar el culo de cada uno de
ellos para ver cuánto les gustaba.
—Que alguien me ayude a desatarlo.
Los nudos de la cuerda estaban demasiado apretados para que yo los
quitara, líneas rojas furiosas en la piel de Brad por cómo habían usado las
cuerdas para llevarlo. Respiraba, por lo que pude ver, su espalda se movía con
cada inhalación superficial.
Mirando las nueve caras sonrientes, con el sudor cayendo sobre sus
pechos que brillaban a la luz del fuego que nos rodeaba, exigí:
—Que alguien me ayude.
Mis ojos buscaron primero a Gabriel. Se reía demasiado, sus dientes
blancos brillaban a la luz del fuego.
Al recorrer con la mirada al resto de ellos, me posé en Tanner, que estaba
de espaldas, con el ceño fruncido parcialmente oculto en la sombra.
La rabia me invadió, el sudor se deslizaba entre mis pechos por el calor
del fuego que nos rodeaba.
Uno a uno, los chicos de Inferno me ignoraron, turnándose para rodearnos
a Brad y a mí y dirigirse a la fiesta principal, con admiradores que les daban
palmaditas en la espalda y los animaban. A medida que cada uno se alejaba de
donde yo estaba agachada junto a un hombre indefenso y atado, mi frustración
aumentaba.
Solo sirvió para desconectar mi mente racional, para hacerme actuar sin
pensar en las consecuencias.
Solo quedaba Tanner mientras miraba su rostro arrogante, sus labios se
curvaron en una sonrisa divertida mientras me ignoraba como los demás y se
movía para rodearme.
Debería haber pensado antes de extender la mano para agarrarle la
pierna, debería haber recordado que estaba tratando con un imbécil al que no
le importaban los problemas que causaba.
Como no esperaba que le bloqueara el paso, Tanner tropezó cuando mis
dedos se bloquearon en su tobillo, y su cuerpo cayó al suelo con un fuerte golpe.
La multitud detrás de nosotros se quedó en silencio, solo la música
perduraba entre las sombras de la noche.
Levantando los brazos, Tanner se giró para mirarme. Uno pensaría que
habría furia en sus ojos, pero lo que encontré allí fue algo más aterrador.
Disfrute.
Desafío.
Crueldad hacia una mujer que había cometido el estúpido error de tocarlo
sin permiso.
Su voz era un estruendo bajo la música, tan suave que solo yo podía oírla.
—No sabía que querías jugar. —Sus ojos oscuros brillaron y su boca se
torció en las esquinas—. Te sugiero que corras.
Joder…
El instinto se impuso, otro momento en el que mi mente lógica hizo las
maletas y se tomó unas repentinas vacaciones.
Al ponerme en pie, no fui más rápida que él, y con su gran cuerpo
bloqueando el camino que llevaba de vuelta a la fiesta, la única dirección que
quedaba era el bosque.
Mi cuerpo se movía más rápido que mis pensamientos, mis pies
tropezaban con la falda de mi vestido mientras corría hacia las sombras.
Correr por el bosque de noche no es algo que recomendaría, pero hacerlo
con una máscara y un vestido victoriano solo lo hacía mucho más difícil.
La música se desvaneció en la distancia mientras huía, con el pulso
martilleándome en la garganta mientras mis oídos se aguzaban con cada
pequeño ruido. No oí el golpeteo de los pasos detrás de mí, pero eso no
significaba mucho.
Arrancando la máscara de mi cara para tirarla, llegué a una bifurcación en
el camino, mi mirada se desvió hacia arriba para ver lo que pensé que era una
cuerda colgando de las ramas de un árbol. El pánico me recorrió, mi cuerpo giró
a la derecha con la esperanza de que Tanner no me encontrara.
Apenas pude respirar debido al apretado corsé que llevaba y tuve que
detenerme con la boca abierta para aspirar aire, mientras apoyaba una mano en
el tronco de un gran árbol. La corteza era áspera contra mi palma y la sensación
me sacó de mi instinto de huida.
Por un breve segundo, pude pensar de nuevo, enojada conmigo misma
por cómo había corrido sin mantenerme firme.
Me preparé para dar la vuelta y encontrar el camino de vuelta a la fiesta,
apreté los dientes y decidí que no dejaría que Tanner y sus amigos imbéciles me
presionaran.
Pero entonces escuché el chasquido de una rama en la distancia, seguido
por el profundo estruendo de una risa y el bramido de un cuerno que soplaba.
Volví a correr, no hacia la fiesta sino alejándome de ella, mis piernas
ganando velocidad hasta que mi dedo del pie se enganchó en una raíz que
sobresalía del suelo. Mi cuerpo se tambaleó hacia adelante, mi caída fue
interrumpida por un brazo sólido que me rodeó la cintura mientras una pared de
calor chocaba con mi espalda.
—Te tengo.
Antes de que pudiera reaccionar, me levantaron de los pies, giré a la
izquierda y mi espalda se estrelló contra el ancho tronco de un antiguo árbol.
Tanner estaba en mi cara al instante, mi vista bloqueada de cualquier cosa
que no fuera un par de ojos oscuros que competían con las profundidades negras
casi vacías de un bosque a medianoche.
Mirar fijamente su mirada era como caer en un pozo sin fondo, la oscuridad
me consumía mientras mi corazón revoloteaba con chorros de pánico y
desesperación.
—Lo siento.
Las palabras salieron de mi garganta antes de que comprendiera que las
estaba diciendo, la disculpa instantánea no hizo nada para aflojar su control
sobre mí.
—Lo lamentarás.
La mano de Tanner se posó en mi cadera y su otro brazo se apoyó en el
tronco del árbol junto a mi cabeza. Nuestros rostros estaban a unos centímetros
de distancia mientras el corsé seguía constriñendo mi pecho, negando a mis
pulmones un centímetro más para arrastrar una respiración completa.
Con el corazón en la garganta, vi cómo los ojos de Tanner bajaban para
admirar la forma en que mi escote se había metido prácticamente hasta la
garganta, sus labios se separaban apenas mientras el terror me recorría.
—Suéltame —apenas chillé, odiando lo increíblemente débil y patética
que sonaba mi suave voz.
Lentamente, su mirada se dirigió de nuevo a mi rostro, una sonrisa
sarcástica estirando unos labios que habían explorado los míos varias horas
antes. Recordé lo duros que eran, lo castigadores y exigentes.
—¿O qué?
—O…
No pude acallar mis pensamientos lo suficiente como para responder a su
pregunta. Las palabras estaban ahí, provocando una respuesta que mi garganta
no tenía la capacidad de liberar.
Una gota de sudor se deslizó entre mis pechos y fui muy consciente del
camino que siguió, del rastro de humedad resbaladiza que dejó a su paso.
Tanner se inclinó y, cuando creía que iba a besarme de nuevo, arrastró su
boca por mi mejilla hasta presionar sus labios contra mi oreja.
—¿Por qué estás aquí?
Su pecho era un muro de ladrillos contra mi cuerpo, su aliento recorriendo
mi cuello, caliente y tentador.
Temblando, luché por convencerme de que no me gustaba la sensación
de estar apretada contra él. Yo no era esa chica, no era del tipo que disfrutaba
de la mezcla de deseo y miedo. Mi mente luchaba por convencer a mi cuerpo de
ello, pero mi cuerpo no estaba de acuerdo.
Maldito traidor.
Apoyando las manos en su pecho, intenté apartarlo, pero en lugar de eso
respiré de forma insegura y superficial al sentir el cálido acero bajo mis dedos,
húmedo por el sudor, y que irradiaba el tipo de calor que podría mantener
caliente a una chica en el más frío de los días.
No debería haberlo tocado y sin embargo allí estaba yo con la yema del
dedo recorriendo la cresta de su duro pectoral.
Apartando mis manos, argumenté:
—Me invitaron. Gabriel…
—Sigo encontrándote en mi espacio. Es casi como si quisieras jugar.
—No —susurré, deseando que mi voz fuera más fuerte para seguir
hablando—. No quiero jugar a nada, solo estaba…
Su risa me cortó.
—Está bien. Me gustan los juegos. Resulta que soy muy bueno en ellos.
En la distancia, una voz me llamó por mi nombre. Profunda y preocupada.
Clayton debía de haber entrado en el bosque tras nosotros, preocupado porque
Tanner llevara este particular juego demasiado lejos.
Al oír el sonido, Tanner esperó una fracción de segundo antes de que su
cara volviera a estar en la mía, sus labios rozando mi mejilla antes de que sus
ojos me inmovilizaran tanto como su cuerpo.
—Solo recuerda no empezar juegos que no puedas terminar. Soy de los
que seguirán jugando hasta que me rueguen que pare.
Con eso se alejó, acechando en una dirección mientras Clayton aparecía
desde otra.
—¿Luca?
Las hojas secas crujían bajo sus pies mientras corría en mi dirección, sus
manos agarraban mis hombros mientras yo despegaba lentamente mi cuerpo del
árbol.
—¿Estás bien?
Deseando que mi ritmo cardíaco volviera a la normalidad, asentí, mientras
mi mirada seguía la dirección que había tomado Tanner.
—Sí, estoy bien. Solo sin aliento.
Sonrió, con una expresión vacilante e insegura.
—¿Por qué te fuiste así? Parecía que estabas asustada. Estaba preocupado.
Permitiendo que Clayton pasara su brazo por el mío para guiarme fuera
del bosque, no quería admitir que había corrido porque Tanner me lo había
dicho.
Aparentemente, no necesitaba decir una palabra para que lo supiera.
—Oye. —Me dio un codazo en el hombro con el suyo—. Tanner solo estaba
bromeando contigo. Todo esto es solo un estúpido juego que les gusta jugar para
entretenerse.
Entretenimiento. Claro, una buena elección de palabras para él. Excepto
que el problema era que un juego debía ser agradable para todos los jugadores,
y este no era divertido.
No fue justo. Yo no pedí jugarlo. Y lo que no sabía mientras Clayton y yo
salíamos del bosque para adentrarnos en una fiesta que seguía en marcha a pesar
de lo avanzado de la hora, era que Tanner no había mentido al decirme que este
juego en particular duraría hasta que él terminara de jugarlo.
Tanner seguiría jugando hasta que yo huyera de Yale… él seguiría
jugando hasta mucho después de terminar la carrera de Derecho.
Por desgracia para mí, acabaría siendo un digno oponente, el tipo de
hombre que haría lo que fuera necesario para asegurarse la victoria.
Y lo último que aprendería es que Tanner era un mentiroso.
No dejaba de jugar al juego, incluso después de que se lo rogara.
H
abían pasado dos semanas desde la fiesta del desafío 1 . Aunque
Brad no estaba muerto, tampoco estaba exactamente ileso. Nunca
conocí al tipo antes de que ocurriera la fiesta, así que no estoy
segura de sí antes de la noche en la que huyó siempre se asustaba de cada
sonido, se ponía nervioso ante cada palabra o le aterrorizaba su propia sombra,
pero ahora, cuando lo veía, parecía como si necesitara unas tranquilas y largas
vacaciones en un cómodo centro de salud mental.
Es extraño que nunca me haya fijado en él antes de la fiesta.
Probablemente porque me mantenía al margen, o posiblemente por el hecho de
que siempre tenía la nariz metida en algún libro.
Sin embargo, desde aquella noche, cada vez que lo veía en el campus,
tenía la cabeza inclinada y los hombros dolorosamente tensos mientras se
apresuraba de una clase a otra.
Decir que me enojó es quedarse corto. Como si no tuviera suficientes
razones para que me desagraden nueve hombres que se creen con derecho a
atormentar a los que quieren (o no quieren, si me incluyes a mí), ver lo que le
hicieron a Brad no hizo más que cimentar el hecho de que había que evitarlos a
toda costa.
Por desgracia, eso era casi imposible. No con Everly prácticamente
pegada al lado de Jase y Gabriel escondido en cada esquina.
No estaba segura de por qué parecía estar en todas partes después de mi
introducción en su grupo, pero Gabriel tenía el don de acercarse sigilosamente
a mí a cualquier hora del día.
Como ahora, por ejemplo, mientras caminaba hacia la clase, con el sol
brillando y los pájaros cantando, al menos hasta que él apareció con una sonrisa
en la cara, un porro entre los dedos y una oscura e imponente nube
ensombreciendo mis pasos.
—¿En serio? —refunfuñé, mirando fijamente la brizna de humo que flotaba
en su mano—. ¿En el campus? ¿Cómo no te han expulsado todavía?
Sonrió.
—El dinero hace girar el mundo y hay uno o dos edificios que llevan mi
nombre.
1 Running the gauntlets: en inglés significa participar en una forma de castigo corporal en
el que el culpable se ve obligado a correr entre dos filas de soldados, que los golpean y atacan
con palos u otras armas. Metafóricamente, esta expresión también se utiliza para expresar la idea
de un juicio público que hay que superar.
Al ponerse a mi lado, Gabriel me dio un codazo en el hombro con el suyo.
—¿A dónde vamos?
—Me voy a clase. Podrías ir al infierno después de lo que le hiciste a Brad
en la fiesta del desafío.
Gabriel se rio.
—Fuimos con cuidado con él. Se desmayó por el miedo. No por nada que
hayamos hecho.
Mirándolo fijamente, le pregunté:
—¿Y qué hiciste exactamente?
—No lo diré. —Dejando caer al suelo lo que quedaba de su porro y
aplastándolo con su zapato, Gabriel me echó un brazo por encima del hombro—
. Vengo a invitarte a una fiesta este fin de semana.
De ninguna manera iba a ir a ninguna fiesta organizada por el Inferno
nunca más. No después de lo que vi hacerle a Brad, y especialmente después de
la forma en que Tanner me besó mientras todos se reían. Y mucho menos
después de que me persiguiera por el bosque, aterrorizándome mientras me
inmovilizaba contra un árbol como si fuera mi dueño.
Odiaba admitirme a mí misma que en realidad me había gustado aquel
primer beso antes de que empezaran las risas. Sobre todo, quería olvidar que
prefería ese beso más que el que Clayton me dio al final de esa noche. Intenté
no pensar en cómo ese maldito beso me robó el aliento con tanta facilidad,
aunque yo no lo hubiera invitado exactamente.
Negándome a ser el blanco de las bromas de nadie, respondí:
—No. No va a suceder. No quiero tener nada que ver con ustedes.
—Vas a venir.
—Estás loco. No puedo creer lo que le hicieron a Brad. Son una banda de
idiotas.
Sonrió y nuestros ojos se cruzaron, los míos se entrecerraron de rabia y
los suyos se arrugaron en las esquinas.
—Escucha, Karen…
—No me llamo Karen.
—Lo es cuando estás a diez segundos de exigir hablar con un gerente.
Relájate y aprende a disfrutar. Estás atrapada con nosotros y no hay nada que
puedas hacer al respecto.
Deteniéndome en el lugar, fuera de mi edificio, giré sobre Gabriel y le
clavé un dedo en su duro pecho.
—No confío en ti. Y especialmente no confío en Tanner. Así que, puedes
dejar de seguirme, Gabriel. Nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de
opinión.
Extendiendo los brazos en señal de derrota, mantuvo sus ojos verdes
clavados en los míos mientras daba unos pasos atrás.
—Cambiarás de opinión, Luca Bailey. Tengo el presentimiento de que
pronto veremos mucho más de ti.
Sacudiendo la cabeza, sonreí a pesar de mi mayor esfuerzo por no hacerlo.
—Buena suerte con eso.
Girando hacia el edificio, agarré mi mano sobre la correa de mi bolsa, mis
oídos se agudizaron cuando escuché a Gabriel llamarme.
—Tenemos nuestros métodos, Luca. Espero verte este fin de semana.
El aire acondicionado me golpeó tan pronto como entré en el edificio.
Nadie sabe por qué hacía tanto frío aquí, pero supuse que era para evitar que los
estudiantes agotados se durmieran en sus pupitres.
El final del semestre se acercaba rápidamente y se asignaban proyectos y
trabajos de mayor envergadura que nos tenían a todos quemando las horas de la
noche. Si a esto le sumamos las fiestas dentro y fuera del campus, tenemos un
grupo de zombis corriendo por ahí con los ojos apenas abiertos.
Pasando por delante de un grupo que ocupaba buena parte del pasillo
donde esperaban a que se abriera un aula, mis pensamientos se centraron en lo
que Gabriel había dicho mientras se alejaba.
No me cabe duda de que cada miembro de Inferno tenía sus propios
métodos y encantos que mantenían a la gente en su poder.
La riqueza, la buena apariencia, la popularidad y el poder tienden a
seducir a casi todo el mundo, pero yo no me prepararía para el desastre ni
tropezaría con mis pies corriendo hacia un grupo de hombres que
aparentemente no pedían permiso ni aceptaban un no por respuesta.
No es que estos tipos se propusieran hacer daño a nadie, no físicamente al
menos, pero sus métodos para mantener a la gente bajo control y conseguir lo
que querían eran notorios dentro de la escuela. La única manera de evitar quedar
atrapado era evitar estar cerca de ellos. Así que ese era mi plan.
Si no estaba en sus fiestas, no podían intimidarme. Si nunca les pedía un
favor, no podían controlarme con lo que exigían a cambio.
Al llegar a mi clase, giré a la izquierda para entrar, ya que varios de los
primeros alumnos estaban estudiando sus apuntes o trabajando en otras tareas
dentro de los asientos del recinto.
Bajando los escalones, me senté en un asiento del tercer nivel, dejé caer
mi bolso junto a mi silla y miré hacia abajo, cerca del escritorio del profesor, para
ver a Clayton revolviendo afanosamente los papeles en su lugar en el área de los
asistentes.
Clayton era un hombre apuesto, de cabello castaño descuidado y ojos
amables. Era el tipo de hombre que uno sabía que tendría éxito en la vida. De
corte limpio y aristocrático. Seguro… si tuviera que asignar una palabra para
describirlo.
No falto de atención femenina, era una apuesta segura para cualquier
mujer que buscara asegurarse un buen marido en la vida, y hace dos semanas
era exactamente el hombre con el que habría salido felizmente y estaría contenta
en la relación. ¿Pero ahora?
Ahora mis sueños seguían volviendo a un frío hijo de puta con ojos oscuros
y verdes como el musgo y un cuerpo que haría que cualquier hombre se lo
pensara dos veces antes de enfrentarse a él. Mis pensamientos seguían
volviendo a un beso junto a una hoguera que había sido más caliente que las
llamas que lamían mi espalda.
Mi corazón seguía aplastándose bajo los recuerdos de la forma en que me
había echado de la habitación la primera vez que lo conocí, y la risa que siguió a
la primera vez que me besó.
Tanner era un imbécil, de eso no tenía ninguna duda. Pero eso no
significaba que no atrajera la mirada cada vez que estaba cerca… eso no
significaba que pudiera olvidar lo que se sentía cuando sus dedos se clavaban
en mi cabello y sus labios reclamaban los míos.
Por eso mismo no me acercaría a él. No importaba que Gabriel creyera
que tenía métodos de hacerme asistir a las fiestas de Inferno, nada ni nadie me
convencería de volver a acercarme a Tanner.
Debió de pasar más tiempo del que me imaginaba mientras me perdía en
mis pensamientos. Una voz profunda atrajo mi atención hacia el frente de la sala,
el profesor Stewart miraba a una audiencia llena de estudiantes que se había
llenado a mi alrededor.
Un poco aturdida por mi desconocimiento de las personas que habían
entrado mientras pensaba en Tanner, abrí mi cuaderno en una hoja en blanco y
pulsé mi bolígrafo, lista y dispuesta a empezar a garabatear apresuradamente
las notas.
El profesor empezó de inmediato.
—Antes de entrar en la discusión de hoy, quiero recordarles que el
proyecto de fin de semestre deberá ser entregado dentro de dos meses. Como
ya he avisado anteriormente, y como muchos de ustedes deberían saber por el
programa de la clase que todos deberían haber leído ya…
Unas cuantas risitas nerviosas sonaron a mi alrededor ante su mirada
punzante. Muy pocos estudiantes prestaban realmente atención al programa de
la clase, pero yo no era una de ellos. Siempre preparada… esa era yo.
—… que el proyecto final de esta clase será un análisis detallado de la
jurisprudencia, los argumentos y las decisiones judiciales anteriores en el tema
particular que se les asigne. No solo se deberá presentar un análisis de
veinticinco páginas de su tema al final de este semestre, sino que también se les
pedirá que presenten argumentos orales en contra y en defensa de su tema.
Alejándose del podio, el profesor Stewart cruzó la parte delantera de la
sala para tomar una hoja doblada del escritorio de Clayton.
Lo sostuvo para que la clase lo viera y explicó:
—Debido a la magnitud de esta tarea, a cada uno de ustedes se le asignará
un estudiante asesor de alto nivel que trabajará con ustedes en su tema. En la
fecha de sus argumentos orales, su asesor actuará como su abogado opositor.
Estas asignaciones de estudiantes fueron generadas al azar y los estudiantes de
último año seleccionados han sido contactados. En los documentos que se les ha
entregado está la información de contacto del estudiante de último año que
trabajará con ustedes. Les sugiero que abran una línea de comunicación con
ellos esta noche para empezar a prepararse.
Dejó caer la hoja doblada sobre el escritorio de Clayton. La agarró,
Clayton la añadió a una pila y se levantó de su asiento para subir las escaleras
entre los pasillos, entregando una pila al primer estudiante de cada fila.
Mientras lo hacía, el profesor dijo:
—Tomen el papel que tiene su nombre y pasen el resto por la fila.
Esperaré a empezar la lección de hoy hasta que cada persona tenga su tarea.
Esperando pacientemente mientras los alumnos cogían su papel en
silencio y lo pasaban por la fila, tomé el mío de la parte superior cuando por fin
me llegó. Pasé los papeles restantes mientras mi dedo se deslizaba entre los
lados doblados del mío y hacía saltar la grapa que los mantenía unidos.
Emocionada por descubrir qué área de litigio por daños y perjuicios iba a
argumentar, sonreí al ver que mi tema era Provocación Intencional de Angustia
Emocional, mis ojos escudriñaron más abajo hasta detenerse en el nombre del
senior con el que iba a trabajar.
La bilis subió por el fondo de mi garganta, mi estómago se retorció bajo
mi piel y mi corazón latió con fuerza al ver que el maldito destino me odiaba.
El nombre de Tanner Caine me devolvió la mirada con una tinta negra
burlona impresa en un papel blanco, con su número de teléfono debajo.
No había forma de que pudiera trabajar con ese hijo de puta en este
proyecto.
Levanté la cabeza hacia el frente de la clase y mis ojos aterrados se
encontraron con los de Clayton.
Debió de percibir que algo iba mal porque sus cejas se alzaron en forma
de pregunta. Levantando su teléfono de la superficie de su escritorio, lo agitó de
un lado a otro para decirme en silencio que le enviara un mensaje de texto con
mi problema.
Saqué mi teléfono del bolso y envié un mensaje de texto.
Tanner Caine ha sido asignado como mi asesor principal. No quiero
trabajar con él. No después de lo que pasó en la hoguera. ¿Hay algo que
puedas hacer para que me reasignen?
Sus ojos se alzaron para encontrarse con los míos, con una expresión de
simpatía. Rompiendo nuestra mirada, bajó la vista a su teléfono mientras sus
pulgares recorrían la pantalla.
Mi teléfono vibró al segundo siguiente con su respuesta.
A ver qué puedo hacer. Intentaré cambiarlo manualmente. Si eso no
funciona, hablaré con el profesor Stewart después de la clase.
Su respuesta ayudó a aliviar parte de mi pánico, pero hasta que no supiera
con certeza que podía conseguir que esto cambiara, mi corazón seguiría latiendo
a un ritmo errático en mi garganta, un zumbido en mis oídos por el torrente de
sangre que me hacía imposible escuchar la discusión de la clase.
R
ecogí lentamente mi cuaderno vacío, porque ¿quién puede tomar
notas cuando está preocupado por enfrentarse a Satán? Miré hacia
el frente del aula para ver a Clayton discutiendo en voz baja con el
profesor Stewart.
El hecho de que pareciera preocupado me decía que no había podido
cambiar manualmente la asignación del último año. El hecho de que los ojos del
profesor Stewart se entrecerraran mientras susurraba una respuesta cortante a
la pregunta de Clayton me dijo que no había manera de que me librara de
trabajar con Tanner.
Derrotado, Clayton levantó la mirada hacia mí e hizo un gesto con la
barbilla hacia las puertas de la clase de atrás, un mensaje silencioso para que lo
esperara y pudiéramos hablar.
Con pasos pesados, salí de la habitación, dejando perfectamente claro
que ya sabía lo que iba a decir y que no me hacía ninguna gracia.
Aunque debería haberme importado una mierda que el profesor Stewart
se diera cuenta de mi comportamiento, estaba demasiado irritada como para
preocuparme.
Mis dedos mantuvieron un agarre mortal en la correa de mi bolsa mientras
salía furiosamente del aula para esperar en el pasillo.
Clayton se reunió conmigo en la puerta unos minutos después, con la
disculpa escrita en la expresión de su rostro.
—No fue posible —dijo, extendiendo un brazo para tomarme por la cintura
y tirar de mí hacia él—. Stewart dijo que las asignaciones eran generadas por
computadora, completamente al azar, y que cada estudiante está asignado con
el último curso que se le asignó. No pude entrar en el programa para intentar
cambiarlo manualmente. Tienen este proyecto en particular bien cerrado.
El universo me odiaba aparentemente.
Derritiéndome contra su fuerte pecho, respiré el aroma de su colonia,
deseando como un demonio que me hiciera saltar el corazón.
Debería haber deseado a Clayton, debería haber estado encantada de
salir con un hombre que caminaba hacia un futuro brillante, pero aun así solo
había una pequeña ráfaga de velocidad en mi pulso por estar cerca de él. Nada
parecido a lo que sentía cada vez que Tanner se metía en mis pensamientos.
¿Qué demonios me pasaba? ¿Cómo iba a trabajar codo con codo con un
hombre al que deseaba, pero que al mismo tiempo odiaba?
—Gracias por intentarlo —respondí finalmente.
Clayton me besó la parte superior de la cabeza y finalmente me soltó lo
suficiente como para poder mirar mi cara.
—No es tan malo. Y dudo que lo que hizo en la hoguera se repita. Tanner
no presta la suficiente atención como para recordar a cualquier chica, incluso
con las que se ha acostado. Dudo que recuerde haberte gritado la primera noche
que se conocieron, o lo que pasó en la fiesta del desafío. Solo llámalo y ve si
puedes programar un encuentro en público, si eso te hace sentir mejor.
Lo único que me haría sentir mejor era que me asignaran a otro compañero
senior, pero teniendo en cuenta que eso no iba a suceder, la única opción que
tenía era llamar a Tanner y acabar con esto.
Al despedirme de Clayton, salí del edificio a la luz del sol y me senté en
un banco bajo un alto arce, cuyas hojas presentaban una brillante gama de
colores ahora que se acercaba el otoño.
Pronto llegaría el invierno, las temperaturas caerían tan rápido como las
hojas de los árboles.
Saqué de mi bolso el teléfono y el papel con mi tarea, y marqué el número
de Tanner, con un profundo suspiro en los labios mientras me llevaba el teléfono
a la oreja.
Al sonar el primer timbre, el corazón se me subió a la garganta, la
ansiedad recorrió mi cuerpo con tanta fuerza que el dolor se disparó por mis
músculos y huesos.
—¿Qué?
Una voz de tenor grave se coló en la línea como respuesta, con un tono de
molestia evidente.
Mi primer instinto fue colgar, dejar la clase y posiblemente cambiar de
escuela solo para escapar de ese imbécil que no podía molestarse con un saludo
cortés al contestar su teléfono, pero estaría condenada a renunciar a mi futuro
por un hombre que disfrutaba tratando a la gente como basura.
Si Tanner quería jugar a quién podía ser el mayor idiota, yo estaba
dispuesta a enderezar mi columna vertebral, echar los hombros hacia atrás y
demostrarle que no sería una persona más a la que pudiera intimidar.
Me defendería.
Porque, en serio, que se joda ese tipo.
—Hola, Tanner. Soy Luca Bailey. Te llamo porque…
Un soplo de aliento se produjo en la línea antes de:
—Ven a las seis esta noche.
La línea se cortó después de eso. Me quité el teléfono de la oreja para
mirar la pantalla, mis ojos parpadearon varias veces mientras procesaba lo
sucedido.
Al parecer, Clayton se había equivocado. Tanner se acordaba de mí, no
solo por la cara, sino también por el nombre. No parecía muy feliz de ser
asignado a este proyecto conmigo.
Ya éramos dos, y aunque quise devolverle la llamada y negarme a
presentarme en su casa a la hora que me había pedido, me lo pensé mejor.
Comenzar una batalla con él era una mala idea por sí misma, pero hacerlo
mientras tenía que trabajar con él en un proyecto que necesitaba para mantener
mi perfecto promedio era simplemente estúpido.
No estaba segura de cómo iba a trabajar con él, pero ya se me ocurriría
algo.
Poniéndome en pie, me dirigí hacia mi dormitorio, definitivamente sin
pensar en lo que me pondría para ver a Tanner, porque no importaba, ¿verdad?
Sí.
Esa es la mentira que me dije a mí misma.
2Absenta: Bebida alcohólica de ligero sabor anisado, con un fondo amargo de tintes complejos
debido a la contribución de las hierbas que contiene que produce insomnio y alucinaciones.
Pasan varios segundos antes que gimotee:
—Me lo beberé.
Una sonrisa estira mis labios. —Pensé que lo harías.
Lo pongo en posición sentada, le arranco la bolsa de la cabeza y tomo la botella
de la mano extendida de Sawyer. Agitándola en dirección a Clayton, no puedo evitar
la sonrisa feroz que se me dibuja en la cara.
—No deberías haber intentado matar a Luca ni haber destrozado su
apartamento.
Golpeo la botella contra su pecho, pero la expresión de Clayton es de
confusión.
—No he destrozado su apartamento.
—No mientas...
—No lo hice —insiste—. No estoy mintiendo. Sí, hice lo del estacionamiento,
pero no destrocé su piso.
Entonces, ¿quién diablos hizo eso? Mis pensamientos vagan de regreso a
nuestros padres, pero ahora no es el momento de preocuparse por ello.
—Sólo bebe la absenta y cierra la boca.
Se lleva la botella a los labios, pero duda en beber, con las cejas fruncidas y el
odio puro dirigido a mi cara.
La aparta sin dar el primer sorbo y me clava su patética mirada.
—¿Por qué te importa? Odias a Luca. Hiciste todo lo que pudiste para arruinar
su vida.
No respondo, pero tampoco hace falta. Mi expresión lo dice todo.
Clayton se lanza hacia adelante, casi derramando la botella, pero Jase la agarra
mientras Sawyer pone a Clayton en un estrangulamiento por detrás.
—¡Hijo de puta! ¡Estás con ella! Joder, sabía que siempre la quisiste para ti.
Sus palabras se cortan cuando Sawyer le aprieta el brazo, los ojos de Clayton
se desorbitan mientras el odio rojo tiñe su piel.
Agarrando la botella de Jase, se la tiendo a Clayton de nuevo.
—Te doy una oportunidad más. Te sugiero que bebas, o tu vida está a punto de
empeorar muchísimo.
Sawyer afloja su agarre y Clayton me arrebata la botella de la mano. Se lleva la
botella a los labios y la toma mientras sus ojos se clavan en los míos.
Se la quito cuando el líquido ha llegado a un tercio de su capacidad.
—Eso debería bastar. No queremos matarte accidentalmente en este proceso.
Debajo de nosotros, los neumáticos de la furgoneta golpean sobre un terreno
irregular, las ramas de los árboles rozan los lados con un sonido metálico enfermizo
mientras bajamos por una carretera estrecha hacia el lugar que encontraron los
gemelos.
Al final, la carretera se abre a un campo más grande y la furgoneta se detiene.
Gabriel la estaciona y apaga el motor. Veo cómo las pupilas de Clayton se dilatan a
medida que el alcohol hace efecto.
Le sonrío. —¿Cómo te sientes, Clayton? ¿Listo para correr?
Este juego no es justo. Nunca lo ha sido. Pero el juego nunca fue pensado para
ser una opción fácil cuando una persona no quería pagar. En todo caso, estaba
destinado a ser un elemento de disuasión, pero algunas personas parecen pensar que
son capaces de superar el terror que somos capaces de ofrecer.
No lo están.
—¿Estamos todos listos, chicos y chicas?
Los siete nos giramos para mirar a Gabriel.
Jase es el primero en decir algo. —No hay ningún coño en esta furgoneta,
imbécil.
Gabe sonríe y le da un codazo en la barbilla a Clayton. —¿Estás seguro de eso?
Unas risas bajas llenan el espacio, y comenzamos el proceso de salir. Arrastro
a Clayton, notando el hecho de que ya se está tambaleando, mientras el resto recoge
los últimos accesorios como la corneta y nuestras máscaras. Shane sube corriendo
para unirse a nosotros después de estacionar el auto de Clayton.
Cuando llegamos al inicio del sendero, donde los gemelos colocan dos
antorchas a cada lado, Ezra corre a encenderlas y yo conduzco a Clayton al frente.
Ya está aterrorizado. Realmente, podría arrastrarlo a casa ahora, meterlo en la
cama y que se meara en sus sueños. Pero eso sería demasiado fácil.
Chasqueando mis dedos en su cara, consigo que se concentre.
—Recuerdas las reglas, ¿verdad?
Cuando no contesta, me aseguro que todos estemos en la misma página.
—La primera bocina te da treinta minutos para correr y esconderte. La segunda
es cuando la primera oleada viene por ti. La tercera es cuando la segunda ola se
acerca. Y la cuarta vez que escuchas el sonido, los últimos tres comenzamos la
persecución. Tienes dos horas para esconderte de nosotros. Pero si te encuentran...
Sacudo la cabeza y lo dejo así, mis ojos se inclinan para mirar a Sawyer por
encima del hombro de Clayton. Él sonríe y se lleva el cuerno a la boca, expandiendo
su pecho justo antes de que suene el primer bramido.
Clayton se estremece y yo le toco la mejilla.
—Corre. Esperemos que no te encontremos.
Clayton se aleja con piernas inseguras, desapareciendo en la oscuridad del
bosque con la única luz de la luna para iluminar su camino. No llegará lejos. Nunca lo
hacen. Por lo general, sólo la sombra de las ramas de los árboles es suficiente para
asustarlos y hacer que se acobarden.
Lo que les hacemos beber funciona a nuestro favor y no al de ellos.
Ezra, Damon y Shane se quitan sus camisas y se ponen sus máscaras de diablo
para tomar la primera ronda, los nueve esperamos en silencio para escuchar y
determinar qué dirección tomó Clayton.
Sawyer inclina la cabeza hacia la izquierda cuando una ramita cruje en la
distancia, la esquina de su boca se curva.
Cuando se acaba el tiempo, hace sonar la corneta y los tres primeros se ponen
en marcha a pasos agigantados, una ruidosa estampida que se dirige en la misma
dirección que Clayton.
Escuchamos un rato, los seis de pie mientras el viento azota el fuego de las
antorchas.
—Demonios, hace una eternidad que no hacemos esto —dice Gabriel mientras
se pone a mi lado—. Deberíamos volver a ponerlo en marcha. Lo extraño.
Lo miro y me río. —¿Dices que quieres perseguir a Ivy por el bosque?
—No con ustedes, imbéciles, pero por mi cuenta no estaría mal.
Riéndome de eso, observo como Jase, Mason y Taylor se desvisten, con
sonrisas en sus rostros cuando escuchamos un chillido agudo en la distancia.
—Joder —se queja Jase—. Odio que lo encuentren tan rápido.
Atrapando su mirada, le recuerdo:
—Lo dejarán ir de nuevo. Es más divertido cuando corren.
—Segunda ronda, señores. Diviértanse. —Sawyer hace sonar la bocina y los
tres se colocan las máscaras para salir.
Sólo quedamos tres esperando para entrar.
Inmediatamente, oímos gritos en la distancia y sabemos que Clayton fue
liberado para que puedan acorralarlo de nuevo.
—Esto sí que es una mierda por nuestra parte —comenta Sawyer—. Me sentiría
mal si no fuera tan divertido.
—Eso lo dices siempre bromeo.
Se encoge de hombros. —Siempre es divertido.
A lo lejos se oyen más gritos y me pregunto si Clayton habrá quedado atrapado
en alguna de las trampas de red que hemos puesto.
Dejo caer la cabeza hacia atrás mientras muevo los hombros.
Aunque esto acabe con Clayton, no lo hace del todo. No si alguien más ha
destrozado el apartamento de Luca. La tensión se instala en mis músculos mientras
mis pensamientos persiguen ese hilo particular.
—¿Qué tienes en mente?
Mirando a Gabriel, sonrío porque el hijo de puta me conoce muy bien. —
Clayton no ha destrozado el apartamento de Luca.
—¿Y te preocupa que siga en peligro después de esto?
Asiento y me quito la camiseta. Por suerte, no estamos vestidos para esto como
solíamos estarlo para las fiestas del desafío. Correr será más fácil.
Gabriel hace lo mismo cuando nos acercamos a la última ronda.
—Debería quedarse contigo hasta que lo resolvamos. Será más seguro así.
Me paso la lengua por los dientes delanteros y trato de no pensar en lo mucho
que me molesta todo lo de Luca.
—Si ella quiere. Le di las escrituras de su casa hace más de un mes y no me ha
dicho si prefiere quedarse. Podría estar a salvo en Georgia.
—¿Está su padre a salvo?
Nuestras miradas se cruzan después de hacer la pregunta.
Gabriel frunce el ceño y dirige su mirada a la extensión de bosque que tenemos
delante.
—Sólo digo, Tanner, que hasta que lo sepamos todo, tienes que ponerte firme
con Luca, y recordarle que esto no ha terminado. No del todo, al menos. Nuestros
padres todavía quieren esos servidores.
—Ella no los tiene.
—¿Les importará? —pregunta—. Dudo mucho que creyeran que esos
servidores estaban en su apartamento, sin embargo, alguien buscaba algo. Y
sabemos que no era su espeluznante caja de muertos lo que querían.
Me río de eso.
—Tiene que quedarse —insiste—. Y eso te da más tiempo para dejar de hacer
pucheros, y decirle por fin que no se va a ir a casa. No, a menos que quiera que la
sigas y la arrastres de regreso.
Mirándonos de nuevo, sé que tiene razón. No creo que dejaría que Luca se
fuera, aunque estuviera a salvo. Pero es muy conveniente tener una razón además del
hecho de que dije que no.
Luca hará lo que quiera. Así es ella. Pero es mi trabajo convencerla de que está
mejor en mi cama que en cualquier otro lugar del mundo.
—Hora de irse —anuncia Sawyer justo antes de hacer sonar la bocina.
Nos ponemos las máscaras y salimos corriendo, Sawyer va en una dirección,
Gabe en otra y yo en otra.
Por lo que hemos oído, los otros chicos ya tienen acorralado a Clayton cerca de
la zona trasera, así que me dirijo en esa dirección, haciendo un amplio semicírculo
por si Clayton consiguiera escapar.
Oigo a Gabe silbar a lo lejos, a mi izquierda, y me giro hacia el sonido.
Al cabo de un minuto, Clayton se aleja por un sendero, con paso inseguro. Por
su aspecto, ya le han dado un buen golpe, pero siento un odio especial por ese
imbécil.
Recordando que casi mata a Luca, atravieso un grupo de árboles y salgo junto
a él, mi codo lo alcanza justo para derribarlo. Cae justo cuando Ezra llega desde otra
dirección para agarrarle el pie y arrastrarlo a un claro más amplio, donde lo esperan
otros dos tipos.
Con las máscaras, parecemos demonios entre las sombras y la escasa luz de la
luna. La mente de Clayton ya debe estar dando vueltas.
El alcohol y lo que le hemos añadido es suficiente para hacerle perder el
sentido, pero la carrera le bombea la sangre y lo inunda de adrenalina, lo que
empeora los efectos.
Grita cuando Ezra lo arrastra hasta el centro del claro y lo deja caer allí.
Todos nos dispersamos de nuevo, porque no es la violencia lo que aterroriza la
mente, sino el miedo a no saber de dónde saldremos después.
Damon viene detrás de mí mientras esperamos que Clayton se ponga en pie y
se oriente.
—Ya se ha meado encima —dice, riendo—. Puedes olerlo en él. Se ha quedado
atrapado en una de las trampas de la red y ha perdido la puta cabeza.
—¿Lo hiciste caer en ella intencionadamente?
—Joder, sí. —Se ríe de nuevo—. Este tipo es demasiado fácil.
Clayton por fin se levanta y se tambalea, y no pierdo tiempo en salir corriendo
para agarrarle la pierna al pasar y dejarlo caer al suelo. Cada vez que se levanta, otro
de nosotros sale corriendo para hacerlo de nuevo.
Cuando terminamos, ya está llorando y sé que el juego va a terminar pronto.
Echando una rápida mirada a Mason, inclino la cabeza para decirle que agarre
la cuerda que usaremos para atar a Clayton y sacarlo.
Debe parecer que ha entrado en el infierno cuando todos salimos del bosque,
con nuestras máscaras puestas, la luz de la luna y las sombras que nos hacen parecer
los demonios que somos.
Clayton intenta arrastrarse, pero lo arrastramos hacia el círculo, le atamos las
manos y los pies y lo levantamos. Se queda inerte, con el olor a sudor y orina que
desprende.
Todo está tranquilo cuando llegamos al inicio del sendero, la luz del fuego
parpadeante baila sobre nuestras máscaras y cuerpos. Clayton cae al suelo cuando lo
soltamos, y me agacho para ponerlo de espaldas.
Me pregunto si estará tan ido que no entenderá lo que le estoy diciendo.
—Esto era una advertencia. Si vuelves a joder a Luca o le cuentas esto a alguien,
acabaré contigo. ¿Lo entiendes?
Asiente, y asiento junto a él.
—Te llevaremos a casa ahora y te meteremos en la cama. Y mañana te
despertarás como si nada hubiera pasado.
Poniéndome en pie, espero mientras los chicos salen corriendo de nuevo para
recoger todo. Salimos treinta minutos después y hacemos el camino de vuelta a casa
de Clayton.
Después de conducirlo a su casa y que Shane deje su auto, nos dirigimos a mi
casa. Los chicos se irán en cuanto lleguemos, y yo me quedaré con un último asunto
que hay que resolver.
No tengo ni idea de cómo voy a confrontar a Luca sobre lo que quiero, pero al
final, sólo le daré una opción.
Se queda.
Es mía.
La he reclamado.
No hay otra opción.
T
anner ha estado actuando mal todo el día. Todo empezó como de
costumbre, excepto que se despertó a las tres de la mañana mientras se
metía en la cama recién duchado. Preguntándome brevemente qué había
estado haciendo toda la noche, volví a quedarme dormida y me desperté más tarde
para encontrarme sola en la cama.
Después de bañarme y ponerme algo de ropa, bajé corriendo las escaleras y
lo encontré en la cocina preparando el desayuno. Comimos en un silencio incómodo,
sus ojos me miraban de vez en cuando como si tuviera algo que decir.
El día siguió su curso y ahora es media tarde. Aunque puedo sentir la tensión
que lo rodea, no tengo ni idea de cuál es la causa.
Cansada de eso, decido enfrentarme a él cuando termine su llamada telefónica
con Gabriel en el piso de arriba. No hay razón para que esté de mal humor. Lo de
Clayton ya está hecho. No estamos peleando por nada. Y quitando por los servidores
que faltan, Tanner debería estar contento con cómo han salido las cosas.
Pero tal vez ese sea el problema.
Todo esto empezó por esos servidores, y aunque he conseguido todo lo que
quería, sin importar lo que pasé para conseguirlo, Tanner sigue con las manos vacías.
No tiene nada que usar contra sus padres, lo que sé que es un gran problema para él.
Pero eso no es culpa mía. Y no voy a soportar su comportamiento melancólico
y malhumorado.
Unos minutos más tarde, oigo sus pasos cuando baja las escaleras y mis ojos se
fijan en su típico pavoneo cuando dobla una esquina para entrar en el salón de camino
a la cocina.
—Detente ahí mismo.
Tanner se congela en su sitio, con esa mirada verde musgo dirigiéndose hacia
mí con un parpadeo de fastidio tras ella.
—¿Hay algún problema?
Suspirando, cambio mi posición en el sofá para cruzar las piernas.
—Tú eres el problema.
Su ceño se frunce y se gira para mirarme de frente.
—¿Es así?
Hay una vena de humor en su voz, la comisura de su boca se inclina un poco.
No puedo aguantar más. Llevamos caminando sobre cáscaras de huevo desde
que me dejó la escritura de mi casa en el regazo, sin que ninguno de los dos se
atreviera a sacar el tema. Y eso es en parte culpa mía.
Sin embargo, esto tiene que terminar.
De una forma u otra.
—¿Por qué estás actuando tan raro hoy? ¿Pasó algo anoche que no me has
contado?
Parpadea ante eso, metiendo las manos en los bolsillos. Aunque hoy no ha
vuelto a ir a la oficina, va vestido con unos pantalones negros y una camisa de vestir
negra.
El color, o la falta de él, le sienta bien. Resalta el verde de sus ojos, el
bronceado de su piel, hace juego con su cabello y el desaliño de su fuerte mandíbula.
—Anoche hicimos una carrera de desafío —responde.
La sorpresa me hace quedarme en el sitio.
—¿Por el bosque?
Me responde con un simple movimiento de cabeza y me mira fijamente, como
si me retara a decir algo al respecto.
En cambio, me río porque no necesito hacer la siguiente pregunta.
—¿Quién estaba corriendo?
Tanner me dedica una gran sonrisa. —Clayton.
Oh, ese pobre hombre. Clayton, en todo el tiempo que lo he conocido, nunca
ha sido una persona fuerte. Claro, era lindo, alto, tenía una complexión decente, pero
estaba protegido hasta cierto punto, mimado y blando por ello.
—¿Se recuperará alguna vez?
—Estaba llorando y se había orinado cuando lo sacamos.
Lamentablemente, no me sorprende. —¿Así que eso lo soluciona?
Su mandíbula se tensa, la frustración inunda sus ojos. —Supongo que sí.
Esto tiene que terminar.
—¿Qué demonios te pasa hoy? Te paseas por aquí como si tuvieras algo que
decir, pero luego te vas.
Tanner da un paso hacia mí, pero se detiene, otro tic de la mandíbula que me
demuestra lo molesto que está. No he hecho nada para provocar eso. O tal vez sí. No
es que haya hablado con él de la única cosa que queda pendiente entre nosotros.
Pasan unos segundos en silencio antes que fije sus ojos en los míos y diga:
—No te vas a ir. Sé que te di la casa de Georgia y te dije que la decisión es tuya,
pero no es así. Te vas a quedar aquí. Lo he decidido.
Mis labios se crispan ante eso.
—Has decidido, ¿eh? ¿Porque siempre ha funcionado tan bien cuando me has
dicho qué hacer?
Esta vez funcionará, sólo porque es un alivio oírlo, mi corazón se hincha en el
pecho al saber que me quiere aquí.
Pero, aun así, no puedo dejar que piense que puede darme órdenes. Permitirle
hacer eso, aunque sea una vez me condenará para la eternidad.
Nunca dejará de intentarlo de nuevo.
La batalla de voluntades continúa, y a decir verdad, espero que nunca termine.
Una de las cosas que me gusta de Tanner es que me desafía. También lo odio porque
a veces puede ser molesto, pero me mantiene alerta. No puedo quejarme de eso.
—Lo he decidido —dice, con naturalidad. Pero hay una mueca en su boca que
me indica que está bromeando.
Tanner nunca soportaría a una mujer que hiciera lo que se le dice.
Encogiéndome de hombros, me reclino en mi asiento y lo miro fijamente.
—¿Piensas darme una razón para quedarme? Podría pensarlo.
Su sonrisa se amplía. —¿Podrías?
—Lo tendré en cuenta.
En respuesta a eso, cruza la habitación para arrodillarse en el sofá, sus dedos
rodean mi tobillo y me empujan hacia abajo. Arrastrándose sobre mí, me atrapa en
su sitio, con los ojos serios mientras me mira a la cara.
—No estás a salvo ahí fuera. Alguien ha destrozado tu casa.
Ya he pensado en eso, y estoy un poco agradecida por ello, aunque sea algo
raro de agradecer. Me ha dado una excusa para estar aquí... con él. Pero no es
suficiente para prometerme que me quedaré para siempre.
Asiento como si lo pensara.
—Ahora soy millonaria. Puedo conseguir un guardaespaldas que me siga a
todas partes en Georgia.
Mis cejas se alzan. —Oh, también puedo conseguir uno que esté bueno. Todo
grande, malo y musculoso.
La mirada de Tanner se estrecha en mi cara.
—Será una pena cuando lo mate y lo entierre en una tumba sin nombre. Eres
mía. Caso cerrado.
Mis ojos se abren de par en par ante eso. Seria, ahora que nos ha llevado a esa
línea, me acerco a sus mejillas.
—¿Qué soy para ti, Tanner? No me pidas que me quede si es solo por una
semana o dos, o hasta que te aburras de torturarme.
Bajando su cuerpo hasta que nuestros pechos están apretados, separa mis
piernas con su rodilla, su boca rozando la mía en una suave burla.
—Ya te lo he dicho.
—¿Soy tuya?
Asiente.
Con voz suave, le pregunto: —¿Qué eres para mí?
Apoya su boca en mi oído y susurra:
—Espero que la respuesta sea el hombre que crees que es tan inteligente y
tiene tanta razón en todo, que has decidido no volver a discutir con él.
La risa me sube a la garganta.
—Poco probable. Eso nunca ocurrirá.
Siento su sonrisa contra mi mejilla.
—Entonces me conformaré con el amor de tu vida.
El corazón se estremece con un fuerte golpe y vuelve a la vida tan rápido que
siento el pulso en la garganta.
Tanner se levanta para poder mirarme. No hay nada en sus ojos excepto pura
honestidad.
El acosador ha desaparecido.
El atormentador.
El hombre que destrozó mi mundo sólo para volver a armarlo.
Lo veo a él.
Sólo a él.
Tan abierto y expuesto como siempre estará.
De alguna manera, sé que nunca ha mostrado este lado de sí mismo a otra mujer
antes. Y me asfixia un poco que me lo muestre a mí.
-—Es eso lo que estamos? ¿Enamorados?
Aparece su arrogante sonrisa.
—Más vale que lo estemos. ¿Sabes cuánta mierda he aguantado de ti para
llegar a este punto? Por el amor de Dios, mujer, ¿siempre tienes que ser tan difícil?
Más risas, pero por dentro me derrito en los cojines, absorbida una vez más
por la tormenta.
Sólo que esta vez no me estoy ahogando y luchando dentro de aguas agitadas.
En cambio, estoy felizmente montada en el caótico remolino de ellas.
Me ama.
Este hombre.
Y a pesar de todo, sé que también lo amo.
No estoy segura de si eso me convierte en una idiota o simplemente en una
adicta del castigo, pero no puedo evitar lo que siento.
Mi padre siempre me decía que nunca sería feliz hasta que encontrara a mi
igual. Alguien que sea igual de inteligente. Igual de fuerte. E igual de terco.
Bueno, lo encontré.
O, si quieres ponerte técnico, él me encontró a mí.
Y aunque ha sido un infierno desde el momento en que me gritó por primera
vez aquella noche en la fiesta del Inferno, hubo partes de esta persecución que me
atrajeron a Tanner. Me cimentó en su lugar. Dejó claro que a veces dos personas
pueden ser tan parecidas, pero opuestas al mismo tiempo.
Es astuto y traicionero. Un hombre con el que no hay que meterse a menos que
quieras que tu mundo se destruya. Y yo soy más blanda, una chica con la nariz
enterrada en los libros que le daría a un extraño la camisa de su espalda si lo
necesitara.
Tanner y yo nos equilibramos mutuamente, aunque nos peleemos a cada paso
mientras lo hacemos.
—Bien, me quedo.
Tanner sonríe, pura felicidad en esa expresión.
—Pero sólo porque mi vida está en peligro y todo eso. No porque tú me lo hayas
dicho.
Se inclina para morderme un lado del cuello, y sus brazos me envuelven
mientras gruñe:
—Te juro que si no me dices que me amas y te callas, te encerraré de nuevo en
tu habitación y no te dejaré salir.
Me duelen las mejillas de tanto sonreír. —Bien. Te amo y esas cosas.
—¿Y esas cosas? —Esos ojos verdes se encuentran con los míos mientras
arquea una ceja.
—Bésame y cállate —me burlo.
Lo hace, su boca reclama la mía con tal posesión masculina que me deja sin
aliento.
La nuestra no es la historia perfecta.
No es lo que cualquiera pensaría al imaginar un romance.
Pero es la historia que se ajusta a lo que somos y a lo que siempre hemos sido.
Tanner nunca me habría merecido si no me hubiera demostrado lo mucho que
puede cambiar. Tal vez no para el resto del mundo. Bueno, definitivamente no para
el resto del mundo. Pero para mí, no es quien una vez fue.
Y aunque odie admitirlo, me habría convertido en otro grupito de Tanner sin
relevancia si no hubiera luchado contra él.
Necesitábamos que esto se uniera.
Cada parte de esto.
No sólo porque nos echó en cara el uno al otro, sino porque reveló quiénes
somos debajo de las máscaras y la superficie limpia. Ha sacado lo mejor de nosotros
porque hemos tenido que luchar mucho para llegar a este punto.
Rompiendo el beso, presiona su frente contra la mía.
—Así que sobre eso de hacer lo que te dicen. ¿Estamos seguros que no
podemos renegociar eso mejor? Realmente me haría la vida más fácil.
Sacudo la cabeza y pongo los ojos en blanco.
—Eso, Tanner, será una lucha hasta el final.
La comisura de su boca se curva ante eso.
Se mueve para que sus labios rocen los míos, me besa suavemente y dice:
—Reto aceptado.
N
unca en mi vida he encontrado el sol tan odioso como en Miami, Florida.
No entiendo qué ve la gente en este lugar.
Caminar afuera se siente como entrar en un horno, el maldito sol
te ciega a pesar de lo fuerte que es el tinte en tus gafas de sol, y dondequiera que
mires, hay otro loco hijo de puta haciendo algo tan típico de Florida que finalmente
creo todos los informes de noticias que salen de este lugar.
Creo que el sol les fríe el cerebro, y si no consigo lo que he venido a buscar y
me voy a la mierda, podría encontrarme tan loco como el resto de los nativos,
disfrutando realmente del calor, la humedad y la arena.
Recostado en mi asiento, miro a través del parabrisas de mi auto de alquiler,
con el teléfono pegado a la oreja mientras espero que Tanner responda.
Hoy es la primera vez que vuelve a la oficina desde que Luca aceptó vivir con
él, y ya he recibido cinco renuncias de los abogados asociados y tres llamadas de
Lacey amenazando con renunciar.
Aún no es mediodía.
Pude suavizar las cosas con los abogados, y le prometí a Lacey suficiente dinero
para que la pesadilla valiera la pena, pero antes de que nos arruinemos, necesito
poner a Tanner al teléfono para saber por qué está haciendo la vida de todos un
infierno.
—¿Qué demonios está pasando?
Su voz es sorprendentemente alegre. —¿Qué quieres decir? He sido
perfectamente agradable hoy.
—Agradable, mi trasero. Hiciste llorar a dos hombres adultos y a otro empezar
a cuestionar sus pobres elecciones de vida. Estos son abogados de la Ivy League,
Tanner. Quédate en tu maldita oficina hasta que regrese.
Una risa baja retumba en la línea. —Te dije que hicieras tu viaje rápido. No se
puede confiar en mí cerca de los imbéciles.
—No todo el mundo es un imbécil.
—Lo dices tú. Me tengo que ir. Ocúpate de tus cosas y vuelve.
La sospecha me atraviesa. —Estás haciendo esto para apresurarme, ¿no?
—Como he dicho: Me tengo que ir. Diviértete en Miami.
La línea se corta y meto el teléfono en el bolsillo, miro hacia el hotel donde he
estacionado y dejo caer la cabeza contra el reposacabezas.
En general, me alegro de cómo ha salido todo para Luca y Tanner. No ha sido
fácil verlos pasar por esto. Desde luego, no ha sido divertido.
Te juro que el trabajo que costó juntarlos fue como arrear gatos. Justo cuando
tenías a uno en fila, el otro se ponía a correr. No se podía hacer otra cosa que
atraparlos juntos.
Así que eso es lo que hice.
Todo lo que se necesitó fue que Tanner me diera permiso para empezar el
desafío sobre Luca, lo cual hice. Y por suerte, el muy imbécil nunca me preguntó por
muchos de los detalles porque estaba demasiado metido en el juego como para estar
en el espacio mental adecuado para ello.
Le dije que había hecho algunos cambios en el juego, pero no le expliqué que
esos cambios implicaban jugar el desafío con él también.
En todo caso, Tanner debería haber sabido que yo fui la persona que puso a
Sawyer en la mira de Luca. El coqueteo intencional de Sawyer era obvio para
cualquiera... excepto para Tanner, aparentemente. Sabía que su mierda de alfa celoso
se encendería por eso, pero no fue lo único que hice.
Otro juego era necesario.
Y se llevó a cabo perfectamente.
Trata de juntar dos fuerzas obstinadas sin ser creativo y verás lo bien que te
funciona.
El hecho de que Tanner cayera en la trampa sólo me hace sacudir la cabeza.
Después de que Tanner arrastrara a Luca a su casa y pidiera que se acabara el
desafío, supe que esa mujer volvería corriendo a su casa en cuanto tuviera la primera
oportunidad. Habría sido un ciclo interminable, así que corté esa mierda antes de
empezar a recorrer ese camino.
Llevando a Mason y a Ava a un lado, preparé la treta. Ellos siguieron la
corriente sin rechistar, y qué trabajo tan increíble hicieron.
Mientras Ava hacía correr a Luca todo el día, envié a Mason al apartamento a
destrozar el lugar. Sí, fue una mierda, pero le dije que no destruyera nada importante.
Hizo un desastre con las fotografías de Luca, pero todas eran rescatables. Sacó toda
su ropa de las perchas, pero no la destruyó.
Lo que sí destruyó fueron los muebles baratos que sabía que a ella le
importaban una mierda. Hizo que fuera imposible para ella volver a casa. Y cuando
Ava la llevó allí a la hora que se suponía, Mason hizo que todo pareciera legítimo
fingiendo atacar a Ava.
Nadie salió herido en el proceso.
Me aseguré de eso.
Pero funcionó para lograr lo que quería.
Luca no tenía otro lugar al que ir que a casa de Tanner. No podía huir. No podía
esconderse. Se vio obligada a aprender a resolver las cosas con él, al igual que él se
vio obligado a aprender a resolver las cosas con ella.
Sí, tuve que mentirles a ambos para seguir insistiendo en ese tema, pero no me
llaman Fraude por nada. Mentir es lo que hago. Torcer la verdad para conseguir lo
que quiero no es nada nuevo para mí.
Y nunca me siento culpable por ello.
Por eso no me siento culpable por lo que les hice a Tanner y Luca. Ellos
necesitaban ese empujón, y yo me alegré de dárselo. Estoy feliz de que los dos estén
juntos ahora para poder concentrarme en cosas más importantes.
A saber, la perra molesta que duerme en el hotel de lujo que estoy mirando.
Me hace gracia que haya pensado que puede huir de mí tan fácilmente.
Suspirando, me doy cuenta de que no hay nada más que hacer en este momento
que seguir adelante.
Abro la puerta y gimo al sentir el calor chocar contra mi cara.
Florida.
De todos los malditos lugares que podía elegir, vino a un país de las maravillas
de cemento construido sobre un maldito pantano, con mosquitos del tamaño de tu
cabeza y reptiles que te tragan entero.
Odio este lugar, y me enoja aún más cuando salgo de mi auto, cierro la puerta
y cruzo el estacionamiento con una zancada de piernas largas, feliz por el aire
acondicionado que sale cuando las puertas de cristal del hotel se abren.
La música playera suena suavemente en los altavoces que hay sobre mi cabeza,
con hermosas mujeres caminando con bikinis, grandes sombreros y pareos de
colores coordinados. Hay un aire en este lugar que mezcla los lujos de la riqueza con
la pereza de los calurosos días de verano.
No quiero tener nada que ver con ello.
Pero aun así, al acercarme a la recepción, esbozo una sonrisa falsa.
La única manera de que esto funcione es si encuentro una empleada con la que
hablar, así que cuando un hombre se gira para hablar conmigo, tropiezo como si
tropezara con mi propio zapato, derribando intencionadamente una taza de café
caliente que se derrama por la parte delantera de su camisa blanca.
—Oh, mierda. Lo siento mucho, no quería...
Al principio me mira mal, pero luego esboza una sonrisa profesional.
—No hay problema. Los accidentes ocurren.
Por dentro, me regaña.
Con un par de servilletas, solo consigue manchar más la mancha y se rinde.
Con un chasquido de dedos, llama a una empleada, cuyos ojos se abren de par
en par al ver su estado y luego se dirigen a mí.
—Encárgate de nuestro invitado —grita el hombre antes de salir furioso hacia
los baños.
Le dedico una sonrisa temblorosa y me disculpo profusamente.
—Siento mucho haber hecho eso, es que...
Suspiro y dejo que las palabras queden en suspenso un momento antes de
decir:
—Estoy muy nervioso, para ser sincero, y me he tropezado con mis propios
pies.
Ella se lo cree.
—¿Por qué estás nervioso? ¿Te estás registrando?
Sacudiendo la cabeza, apoyo los antebrazos en el mostrador y sonrío. —No, en
realidad.
Mirando a mi alrededor, como si temiera que alguien nos oyera, hago lo que
siempre he hecho mejor: Mentir a través de mis malditos dientes.
—Mi novia se aloja aquí y quiero darle una sorpresa. Está en la habitación 14B.
Se llama Ivy Callahan.
La mujer me mira extrañada, pero pasa los dedos por el teclado del ordenador
para confirmarlo.
—Llevamos cinco años juntos. De hecho, me ayudó a cuidar de mi madre
moribunda cuando nos conocimos y, ya sabes cómo es eso. Nos enamoramos en
medio de la tragedia.
Los ojos de la mujer se suavizan.
Lucho por no poner los míos en blanco.
—Ivy, ella es —suspiro como si la mujer que odio más que nada en este mundo
caminara sobre el agua.
—Es una santa en todo lo que puede ser, así que quiero sorprenderla como en
esos vídeos que siempre se ven en las redes sociales. Ella no tiene ni idea de que
estoy en el país. Acabo de regresar de Afganistán. Soy un soldado —le digo.
La mano de la mujer se lleva al pecho, sus ojos se suavizan más.
—He sido herido —continúo—, e Ivy ha estado muy preocupada. Tuvo una
crisis mental por ello, de hecho, tuvo que pasar unos meses en un hospital. Vino aquí
para descansar un poco después de la horrible experiencia.
En eso, no estoy mintiendo del todo.
Ivy es, de hecho, una perra loca.
—Así que luché como un demonio para estar a su lado después de enterarme
de lo horrible que han sido las cosas para ella, y ahora he vuelto, y ella no lo sabe. Su
madre me ha dicho dónde puedo encontrarla y...
Me detengo de nuevo, miro a mi alrededor y saco una caja del bolsillo. Al abrir
la tapa, lucho por no sonreír cuando la mujer jadea al ver el anillo de compromiso que
hay dentro.
En ese momento sé que la tengo.
Algunas personas son demasiado fáciles de leer.
—¿Te estás declarando?
Asiento y vuelvo a meter el anillo en el bolsillo.
—Ella cree que estás herido en otro país, y que se enamoraron de una manera
tan triste, y...
Su mano vuela hacia su boca. —Es como una novela romántica.
Claro.
Si ella lo dice.
Nunca he leído una, así que no lo sé.
No tarda en imprimirme una llave electrónica y deslizarla por el mostrador
hacia mí.
—¿Vas a grabar esto? Me encantaría verlo.
Mierda. Ya está llorando.
Le guiño un ojo.
—Oh, definitivamente. Una vez que diga que sí y nos besemos y todo eso, me
aseguraré de publicarlo para enseñártelo.
La mujer chilla y yo lucho contra el impulso de estremecerme.
Agitando las manos como si me espantara, dice:
—Bueno, vete. No dejes que te retenga.
Sonrío y asiento en señal de agradecimiento, y lucho contra una sonrisa cuando
me susurra:
—Buena suerte. —Mientras me dirijo al ascensor.
El ascensor no tarda nada en llegar a la planta del vestíbulo. Al entrar, me doy
la vuelta y veo a la recepcionista bailando prácticamente en su sitio con las manos
apretadas contra la boca.
Sonriendo y saludando mientras se cierran las puertas, la expresión
desaparece de mi cara en cuanto se cierran.
Dado lo temprano que es, sé que Ivy aún estará en la cama después de haber
estado de fiesta toda la noche según sus redes sociales.
Llego a la decimocuarta planta y salgo con paso tranquilo y sosegado hacia su
habitación.
La manilla emite un pitido silencioso cuando deslizo mi tarjeta por la cerradura,
una luz verde parpadea justo cuando se abre para dejarme entrar.
Ya puedo saborear la victoria de este viaje y me abro paso a través de su lujosa
suite, hasta llegar a su habitación, donde está durmiendo.
Ivy Callahan es absolutamente hermosa. En todo lo que hace, esta mujer es
capaz de atraer las miradas, su cabello blanco y rubio siempre la hace destacar entre
la multitud, y su actitud de mierda es suficiente para montar mi columna vertebral
desde el día en que la conocí.
Golpeando mi mano contra la puerta, le digo:
—"Servicio de habitaciones".
Sus ojos azules se abren de golpe mientras gime.
Se levanta sobre un codo y deja caer la sábana lo suficiente como para que
pueda ver su camisón rosa hielo, con el fino tirante deslizándose por su hombro.
Me ve y se queda inmóvil, con el cabello revuelto enmarcando su cara.
—¿Gabriel?
No parece tan emocionada de verme como pensaba.
—Buenos días, amor. ¿Te alegras de verme?
Sus ojos se redondean de miedo, como debe ser. Hay un infierno que pagar
por la última broma que me hizo.
—¿Cómo me encontraste?
Sonrío. —El personal de limpieza de tu casa te odia tanto como yo.
Sentada, hace una mueca y tira de la sábana para cubrirse el pecho. Me alejo
de la pared y me acerco a ella.
Me arrodillo, le agarro la barbilla y sonrío cuando intenta apartarse de mí.
—¿De verdad creías que podías escapar?
Esos ojos azules se estrechan en mi cara.
Qué luchadora es esta mujer.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta, con una voz enfermizamente dulce—. ¿No
aprendiste la lección la última vez?
Mi sonrisa se amplía, pura maldad rodando por mis pensamientos.
—En realidad, tal y como yo lo veo, acabamos de empezar.
Ella me devuelve la sonrisa porque es así de perra.
—Tienes que irte antes de que llame a seguridad.
Bajo mi boca hasta rozar la suya. Hay una chispa que nos atraviesa a los dos.
Puede que nos odiemos, pero no se puede negar la química.
—No harías algo tan común y aburrido.
Poniendo los ojos en blanco, se separa de mi agarre.
—Espero que sepas que pienso que eres un imbécil. Esto no va a pasar. No me
importa que hayas venido hasta aquí. Te dejaré atrás como siempre he hecho.
—Oh, cariño, no esperaba menos de ti.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
Vuelvo a atrapar su rostro y la beso antes de que pueda quejarse, su lengua se
desliza sobre la mía incluso cuando lucha por apartarse.
Para terminar, arrastro mi boca hasta su oído y sonrío al ver cómo suena sin
aliento.
—Odio tener que decírtelo, Ivy, pero la venganza es una mierda.
Octavo Círculo.
Fraude.
También conocido como Gabriel Dane.
Es un rayo de sol que calienta tu corazón con ojos amables y una sonrisa
deslumbrante.
No dejes que te engañe con esa lengua de plata ni que te seduzca con un cuerpo
que atrae las miradas de todas las mujeres. Este hombre domina el engaño y es un
demonio que solo ofrece bonitas mentiras.
Gabriel es mi antiguo némesis.
Soy la chica que siempre se defendió.
Él tiene todas las razones para odiarme tanto como yo lo odio a él.
Ahora que me ha encontrado, está decidido a hacerme pagar por nuestro
pasado.
Excepto que hay dos pequeños detalles que Gabriel no conoce y que serán su
perdición final:
No hay reglas cuando se trata de nuestra guerra.
Y yo he aprendido a mentir tan bien como él.
Lily White es una autora éxito en ventas a la que le gusta adentrarse en el
lado oscuro del romance. Es conocida por sus series Masters, Target This, Wishing
Well y The Five.
Cuando no está escribiendo como Lily White, puedes encontrar otros libros
suyos bajo el nombre de M. S. Willis, donde ha escrito las series Control, The Estate
y Because of Ellison (romance contemporáneo).
Lily disfruta estirando sus músculos de escritora al continuar desafiándose a sí
misma con cada libro que publica.