U2 2021 Fichaestructuraurbana
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fuera de esa sociedad, a excepción de la determinada por las leyes de la naturaleza. Esta característica de la
ciudad como sistema que relaciona múltiples componentes – población, organización económica, medios
tecnológicos, organización social, sitio – ha sido destacada por diversos autores. De este modo, la
consideración por separado de los elementos físicos de la estructura urbana apunta a mostrar una faceta
del fenómeno, pero que no constituye una estructura autónoma que pueda, de algún modo no explicado,
adosarse a otras estructuras – social, política y económica – que tuvieran existencia más o menos
independiente de la primera. Así, en adelante, hablaremos de “estructura” para referirnos a la dimensión
física de la estructura, que es la que abordaremos en el análisis urbanístico desarrollado en el curso.
Desde las primeras formulaciones, los modelos de estructura urbana apuntan a sintetizar los rasgos
predominantes que caracterizan el proceso de urbanización de una ciudad y permiten ver su dinámica de
transformación (ver Borsdorf, 2003 y Zárate Martín, 2003, en la bibliografía de la Cátedra).
La noción de estructura urbana supone dos atributos:
1. la función de organización, por la que se puede reconocer a la estructura urbana;
2. la cualidad de elemento básico y relevante.
(Además, la noción general de estructura implica la función de sostén o soporte, que en el caso de la
estructura urbana es figurado, pues no sostiene en el sentido constructivo.)
Por lo que la estructura urbana es una síntesis de la organización de los elementos más relevantes y
permanentes de una ciudad que contienen y organizan las actividades urbanas. Esa misma organización de
componentes sirve de pauta para el crecimiento y las transformaciones de la ciudad.
La estructura urbana, entonces, no es un fenómeno directamente observable, como un edificio o una calle,
sino que es un intento de explicación de la forma global de la ciudad. Por esto, la estructura urbana se
explica a partir de modelos, cuya elaboración implica hacer abstracción de los aspectos particulares y
puntuales del espacio urbano, para identificar los elementos que definen la forma global del asentamiento
y sus características particulares.
Por lo general, los elementos urbanos reflejados en los modelos han sido la localización del centro urbano
principal, la distribución de la población por características socioeconómicas, la localización de las
actividades productivas y de las líneas de flujos circulatorios en relación con los elementos anteriores, y los
límites o bordes del sistema, en virtud del proceso de expansión urbana y la relación del núcleo urbano con
su territorio.
En este curso abordaremos a la estructura urbana como un modo particular de análisis de la forma urbana,
por lo que se partirá de la relación entre espacio natural y espacio construido para establecer los
principales elementos: sitio, macroforma, trazados, áreas o distritos, centralidades. Estos elementos se
relacionarán con otros, de importancia para la constitución de los primeros, tales como tramas y tejidos,
equipamientos públicos, espacios públicos e infraestructuras. (Por ejemplo, las áreas y centralidades se
constituyen a partir de las características y variaciones de los tejidos; los grandes trazados adquieren su
jerarquía en relación con las tramas que atraviesan y vinculan.)
Es necesario destacar que las posibilidades de caracterizar a un componente como estructural van a
depender de la escala del área de estudio que se tome como referencia. (Por ejemplo, en el conjunto de
una ciudad, un equipamiento público determinado puede no tener jerarquía de componente estructural, y
sí tenerla cuando se estudia la estructura del sector del que forma parte.)
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Sitio
El sitio, como concreción de la intención humana sobre una localización y extensión limitada de la
superficie terrestre, es el espacio natural pensado en función de las necesidades y posibilidades de un
asentamiento. Los elementos que determinan al sitio son los que conforman los ecosistemas de base: el
clima, el relieve, el suelo, la vegetación, los seres vivos, los cursos de agua, es decir, los que definen, en un
primer momento, la localización de un asentamiento, sus posibilidades de expansión y sus direcciones de
crecimiento.
Pero el sitio alcanza su concreción como tal a partir de las adaptaciones que se le operan para la
localización de las actividades humanas, para adecuarlo a las necesidades, para consolidar y expandir el
asentamiento: terraplenamientos, canalizaciones, construcción de diques, desmontes, entre otras.
Es sabido que el sitio condiciona las posibilidades de desarrollo del asentamiento, tanto por los recursos
naturales que pone a disposición (cursos de agua navegables, praderas cultivables, por ejemplo) como
porque demanda recursos tecnológicos para superar sus obstáculos.
En términos de la estructura urbana, el sitio también es relevante porque define las condiciones de riesgo
por factores naturales a los que puede estar sujeto un núcleo urbano. Lo cual implica la definición de
límites precisos para la extensión o la densificación de la ciudad, y de las condiciones por las cuales esas
limitaciones pueden ser gestionadas.
Macroforma
La macroforma es el contorno de la totalidad del núcleo urbano vista en el plano. La macroforma da cuenta
de la extensión de la superficie terrestre ocupada por el asentamiento, medida generalmente en Km2, de
las direcciones en que se expande, de su adaptación al sitio, así como de la continuidad y discontinuidad de
las áreas urbanizadas.
La delimitación de la macroforma depende de los criterios de forma urbana que se definen por la
aglomeración de construcciones. Esto es, la continuidad o discontinuidad de construcciones que se toma
como parte del criterio de distinción entre área urbana y área rural.
Para el ordenamiento urbano, el conocimiento de la macroforma permite, entre otros aspectos, definir el
perímetro urbanizable, es decir, el límite a partir del cual no puede convertirse el suelo rural o el suelo
“rústico” (natural) en suelo urbano. Herramienta que es útil cuando se intenta controlar el crecimiento
urbano para mejorar el aprovechamiento del suelo o para corregir procesos de degradación o
contaminación ambiental.
Trazados
Como proceso de interacción e intercambio, la urbanización genera flujos de personas y bienes que son
conducidos por vías de circulación o “calles” (en el sentido estricto de viario circulatorio). Estas vías internas
a las ciudades organizan y comunican a los distintos sectores urbanos internos, y algunas atraviesan el
territorio y comunican a las ciudades entre sí. Se trata de caminos, calles, avenidas, rutas, autopistas que,
de acuerdo a su tamaño e importancia, pueden ser diferenciados en grandes trazados y tramas.
Si bien la totalidad de la trama urbana vincula y organiza a los distintos usos del suelo y actividades internas
de las ciudades, existe una jerarquía viaria dentro de la ciudad. Cada “calle” se vincula, intermediada por
otras, con el conjunto de la trama urbana. Las calles que se vinculan de un modo más directo con mayor
cantidad de otras calles, o forman parte de los recorridos potenciales más directos de un lugar a otro
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dentro del asentamiento urbano, tienden a ser las más relevantes. Según Hillier (2007), las ciudades
tienden a formar dos tipos de tramas o retículas, unas globalmente importantes, para toda la ciudad, y
otras localmente importantes, que se apoyan en aquéllas.
Las vías que conforman la red viaria más importante, que organizan a la ciudad, son los llamados trazados
jerárquicos. Muchas veces, estos viarios son parte de la vinculación del núcleo urbano con el territorio
circundante, constituyéndose a partir de las rutas de acceso al territorio. Es frecuente que estos grandes
trazados organicen el acceso al centro urbano y a las principales actividades del asentamiento. Por lo cual
también definen las tendencias de agregación de aglomeración urbana, pues los distritos o barrios que se
van incorporando al núcleo urbano conforman, a su vez, núcleos de menor jerarquía que van creciendo,
por ejemplo, alrededor de las rutas de acceso a la ciudad o de las estaciones de tren. Esto es visible en la
macroforma de muchas ciudades, que presentan una configuración de “estrella”, por el agregado de áreas
urbanas sobre los trazados principales.
Dentro de las ciudades, hay grandes avenidas que vinculan diferentes sectores de la misma aglomeración,
definen límites de los distritos internos o son las vías de mayor importancia dentro de los distritos. Por lo
que esos trazados principales tienen jerarquías que, a efectos de este curso, serán clasificados en:
- Vías o viarios territoriales: trazados de escala territorial que llegan o circundan a la ciudad; vinculan la
ciudad con el territorio y organizan el crecimiento de la ciudad;
- Vías o viarios primarios: calles y avenidas principales que vinculan sectores internos de la ciudad en
recorridos largos, también organizan el crecimiento urbano;
- Vías o viarios secundarios: calles y avenidas de importancia en la escala de la ciudad que constituyen
vínculos internos relevantes de la ciudad, definen bordes entre distritos y estructuran localmente a esas
áreas.
Los dos primeros siempre formarán parte de los trazados estructurales de la ciudad. Los viarios secundarios
por lo general están excluidos y tienden a ser relevantes en escalas sectoriales.
En este sentido, se debe tener en cuenta que la jerarquía de los viarios depende de la escala del área de
estudio que se considere. Lo que también es aplicable a casi todos los demás componentes estructurales
de un sector urbano.
Los trazados ferroviarios también suelen ser muy relevantes en las ciudades y tienen, por lo general, una lógica de diseño, de
trazado en el plano, que responde a la escala territorial. En el caso de nuestras ciudades, estos grandes trazados son previos a la
extensión de las tramas urbanas sectoriales. Por estas razones, suelen representar rupturas o interrupciones de tramas y trazados
hasta llegar, en algunos casos, a ser el límite entre sectores o distritos urbanos por completo diferentes entre sí. Los trazados
ferroviarios tienen incorporadas instalaciones específicas, que son grandes áreas de talleres y estaciones, y, como expresión de su
origen industrial, también están vinculados con instalaciones fabriles y puertos. Por otro lado, en las grandes ciudades, las
estaciones de tren han sido el núcleo de concentración de urbanización que definió barrios o hasta localidades completas.
En un nivel local o sectorial cobran importancia las tramas viarias, conformadas por las calles que
establecen la diferencia entre el suelo de uso predominantemente circulatorio y las manzanas que
constituyen el suelo para la localización de actividades. Las tramas definen la separación entre el espacio
público y el espacio privado y constituyen la principal permanencia del paso del tiempo sobre un territorio
concreto. Esta condición de permanencia es la que hace que se las considere como un “elemento duro”.
El entrecruce de calles que configura las tramas puede aparecer como resultado de las construcciones que
se van agregando hasta formar manzanas – tal es el caso de los trazados de las ciudades medievales o de
las villas miseria – o en la delimitación de manzanas y calles como paso previo al parcelamiento del suelo,
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necesario para la construcción de edificios y a la localización de usos del suelo. Este es el caso de la
cuadrícula fundacional española, que caracteriza a nuestras ciudades, y el de los loteos que se producen de
continuo en las ciudades. Por lo que la diversidad de las tramas viarias dentro de las ciudades expresa, por
lo general, los diversos momentos del proceso de urbanización.
En el nivel local, donde muchas características particulares de las tramas adquieren relevancia, pueden ser
jerárquicas algunas vías consideradas de tercer nivel en la escala global. También por esta razón, hay viarios
especializados que pueden cumplir roles jerárquicos limitados a un sector, tales como carriles de
circulación exclusiva de transporte o vías peatonales, entre otros.
Centralidades
Dentro de una ciudad, la centralidad es la aglomeración, en un sector determinado, de diversas actividades
que pueden incluir a la residencia pero no se limitan a ella, y abarcan al intercambio comercial, las
actividades político-administrativas, las actividades financieras, los servicios, los equipamientos públicos,
entre otras. Esas múltiples actividades contienen tanto las relacionadas con la función urbana (las
actividades principales que sostienen a la ciudad) como, principalmente, las actividades que sostienen la
funcionalidad interna de la ciudad, es decir, que son parte de la vida social.
La centralidad es dinámica, es decir que, en la medida en que el núcleo urbano crece, las actividades
tienden a atraer a otras actividades, lo que constituye la cualidad de centralidad: actividades localizadas
que atraen la localización de otras actividades y forman un sistema complejo que atiende a las necesidades
funcionales de la ciudad o de una parte de ella. Por esta razón, las áreas centrales de las ciudades se
caracterizan por la concentración, diversidad y calidad de los comercios y servicios localizados allí.
En la mayoría de las ciudades, la primera centralidad se ha ido conformando con su núcleo inicial, donde se
localizaron las actividades alrededor de las cuales se fue dando la aglomeración urbana. Como es de
esperarse, estas actividades primigenias constituyen la función urbana que dio origen al núcleo – un
puerto, una colonia agrícola, un mercado, una sede de gobierno, por ejemplo – y su localización está
directamente relacionada con las características del sitio y de los trazados – caminos – que la vinculaban
con el territorio.
Con el paso del tiempo, y a partir del crecimiento y desarrollo de la ciudad, el efecto de aglomeración de
actividades se reproduce en otros sectores de la ciudad, por lo general como resultado de la dificultad de
acceso al centro principal. Así, surgen y se consolidan centros secundarios – comunmente, a lo largo de los
grandes ejes viales – que reproducen en menor escala actividades encontradas en el centro principal o
aglomeran algunos tipos específicos de comercios o servicios. En las grandes aglomeraciones urbanas, esto
configura un sistema jerárquico de centralidades, desde las de importancia territorial hasta las de alcance
puramente local.
Los trazados y las tramas definen la integración o segregación, esto es, las condiciones de accesibilidad
entre los diferentes sectores o distritos urbanos. Una condición para la creación del efecto de centralidad
es la accesibilidad y, por lo general, las áreas de centralidad están atravesadas por las vías de circulación
que tienen mayor integración dentro del sistema viario, los trazados principales. Por lo que la localización y
configuración sobre el plano de las centralidades urbanas depende siempre de una condición estructural: la
accesibilidad entre los diversos sectores urbanos. También por esto, las áreas centrales vistas en el plano
pueden tomar diversas formas, siendo las radiales y lineales las más corrientes. Y, por la misma razón, la
centralidad urbana no siempre tiene relación con el centro geométrico de la macroforma de la ciudad sobre
el plano.
La variación de actividades que implica el efecto de centralidad, y la aparición de nuevas centralidades,
significa la modificación de áreas urbanas a lo largo del tiempo, lo que termina modificando la
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configuración original del tejido urbano. En esas modificaciones en las actividades, en el parcelamiento, y
en las modificaciones y sustituciones de tipos construidos para albergar más actividades, el estudio de las
áreas centrales exhibe los procesos de surgimiento, auge y decadencia de las actividades urbanas.
Es necesario destacar que no siempre las centralidades abarcan el intercambio de un gran número de
actividades sino que, por lo general, señalan una fuerte tendencia de concentración comercial y
administrativa, aunque no alberguen actividades terciarias de otro tipo, localizada sobre vías que aseguran
la accesibilidad entre sectores urbanos.
Áreas internas, sectores o distritos: los rasgos generales de los tejidos urbanos.
Los sectores urbanos que se reconocen en la estructura se definen a partir de las características funcionales
y/o morfológicas generales de los tejidos como combinación parcelamiento, usos del suelo y edificaciones
en cada manzana y área.
La relación entre la distribución de las actividades en la ciudad, las diversas formas constructivas, los
procesos de urbanización históricos y las características socioeconómicas de la población, definen distintos
modos de configuración del uso y ocupación del suelo, así como del ambiente urbano, que conforman
áreas o distritos reconocibles. La identificación y delimitación de áreas homogéneas de ocupación y uso del
suelo es un procedimiento necesario para establecer la distinción entre los sectores o áreas internas a una
ciudad. Esta caracterización se completa al vincular los rasgos generales de los tejidos con datos de
población, como la cantidad de habitantes, hasta su distribución en franjas de edad, tipos de empleos o
ingresos familiares.
En nuestras ciudades, la mayor parte del suelo tiene uso residencial, combinado con usos compatibles con
él, los que pueden ir desde el comercio hasta ciertos tipos de industria. La densidad de los sectores urbanos
tiene dos dimensiones: la densidad constructiva (que presupone la densidad de determinados tipos de
usos, especialmente los residenciales) y la densidad de población. Ambas densidades tienen un modo bruto
y un modo neto. La densidad bruta considera la variable (m2 construidos o cantidad de habitantes) en
relación con la totalidad del área de estudio de la que se trate. La densidad neta, toma las mismas variables
pero descuenta las superficies de calles y espacios públicos, para tomar sólo las áreas de las manzanas
pasibles de ser ocupadas con usos localizados.
Un elemento clave en la distribución y características de los diferentes distritos o sectores urbanos es el
entramado viario, los grandes trazados y las condiciones de vinculación que estos definen entre esos
sectores. Pero, sobre todo, la definición de los distritos dentro de una ciudad descansa sobre el estudio de
los tejidos urbanos.
El tejido, conformado por el parcelamiento, las construcciones y los usos dentro de las parcelas, es
considerado un “elemento blando” ya que su modificación puntual, parcial y continua es parte de la vida
urbana. Sobre la misma trama, el parcelamiento se modifica, los lotes se subdividen, se generan parcelas
internas y también se unifican para albergar usos que requieren de mayor superficie para su desarrollo. Las
actividades cambian, evolucionan, se especializan, mientras que las construcciones se amplían, se
demuelen, y a veces llegan a albergar funciones distintas para las que fueron concebidas. La compra y
venta de edificios y lotes, la construcción o reforma de edificaciones, la inserción de nuevas actividades en
edificaciones existentes, la unificación de lotes o la subdivisión de otros son, entre muchas acciones más,
modificaciones al espacio que todos los días se producen en las ciudades como consecuencia y parte de la
vida social.
En nuestro medio, la fijación del patrón catastral – esto es, el trazado viario y el parcelamiento – por lo
general asume un papel fundacional en tanto condiciona de manera decisiva los desarrollos urbanísticos
futuros. Por su parte, el “agregado” edilicio, como construcción social más susceptible a los cambios,
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expresa espacialmente los perfiles sociales y culturales de los habitantes de una ciudad, así como los usos y
los modos de ocupación del suelo.
Las relaciones entre aquellos elementos que resultan más perdurables a través del tiempo y aquellos otros
más susceptibles de sufrir transformaciones hacen que la ciudad sea un hecho único e irrepetible.
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