Anexos Robo Simple y Robo Agravado
Anexos Robo Simple y Robo Agravado
Anexos Robo Simple y Robo Agravado
[…]
Los Jueces Supremos de lo Penal, integrantes de las Salas Penales Permanente y Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República, reunidas en Pleno Jurisdiccional, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 116º del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, han pronunciado el
siguiente:
ACUERDO PLENARIO
I. ANTECEDENTES
1°. Las Salas Penales Permanente y Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República, con la
autorización del Presidente del Poder Judicial mediante Resolución Administrativa N.° 246-2015-P-PJ, de
10 de junio de 2015, y el concurso del Centro de Investigaciones Judiciales, bajo la coordinación del
señor Pariona Pastrana, acordaron realizar el IX Pleno Jurisdiccional de los Jueces Supremos de lo Penal,
que incluyó el Foro de Participación Ciudadana, al amparo de lo dispuesto en el artículo 116°, del Texto
Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial -en adelante, LOPJ-, y dictar Acuerdos Plenarios
para concordar la jurisprudencia penal.
La primera etapa estuvo conformada por dos fases: el foro de aporte de temas y justificación, la
publicación de temas y la presentación de ponencias. Esta última etapa tuvo como finalidad convocar a la
comunidad jurídica y a las personas en general, a participar e intervenir en la identificación, análisis y
selección de los principales problemas hermenéuticos y normativos que se detectan en el proceder
jurisprudencial de la judicatura nacional, al aplicar normas penales, procesales y de ejecución penal en los
casos concretos que son de su conocimiento. Para ello, se habilitó el Foro de Participación Ciudadana a
través del portal de internet del Poder Judicial, de suerte que se logró una amplia participación ciudadana
a través de sus respectivas ponencias y justificación.
Luego, los Jueces Supremos discutieron y definieron la agenda -en atención a los aportes realizados-, en
la sesión del 12 de agosto último, para lo cual tuvieron en cuenta, además, los diversos problemas y
cuestiones de relevancia jurídica que han conocido en sus respectivas Salas durante el último año. Fue así
cómo se establecieron los seis temas de la agenda, con sendos problemas específicos.
4°. El artículo 239° del Código Penal de 1924, en la redacción que introdujo la Ley N° 23405, de 27 de
mayo de 1982, consideró como agravante del robo, el que este hubiese sido cometido portando “cualquier
clase de arma o instrumento que pudiere servir como tal”. Con esta expresión se aludía a las denominadas
“armas impropias”.
Este antecedente muestra que el legislador desarrolló una noción más amplia de aquella que ha
correspondido tradicionalmente a la agravante de mano armada o de portar armas. Esto es, la necesidad
de que el agente exhiba o lleve consigo un medio confeccionado exclusivamente para potenciar la
capacidad de ataque o de daño contra terceros.
El legislador con dicho texto propició la posibilidad de una interpretación analógica a partir de la función
propia de las armas: su capacidad de servir para atacar y dañar. De allí que, desde aquél entonces, la
doctrina ha rechazado que se configure la agravante si no es posible derivar del medio empleado tal
capacidad ofensiva [Roy Freyre, Luis E: Derecho penal peruano. Parte Especial, Tomo III. Delitos contra
el patrimonio, Instituto Peruano de Ciencias Penales, Lima, 1983, pp. 90-91].
5°. El Código Penal de 1991 no ha reproducido una fórmula alterna similar sino que el legislador se ha
limitado a considerar, en el inciso 3 del artículo 189°, como agravante específica del delito de robo, el
cometerlo a “mano armada”, es decir, que el agente porte y exhiba ante la víctima “un arma”. Si la
interpretación de dicho precepto se hiciera en atención a la doctrina antes señalada, entonces no sería
posible la configuración de la agravante “a mano armada” cuando el agente portara un juguete con forma
de arma o simulara portar un arma que es en realidad un medio que carece de capacidad ofensiva y sirve a
otros fines, como ocurre, por ejemplo, en el caso de los encendedores fabricados con las características
externas de un arma de fuego, es decir, cuando esgrima un “arma aparente”. Se destaca, desde tal
perspectiva, la influencia calificante del peligro personal corrido por la víctima [Soler,
Sebastián: Derecho penal argentino, Tomo IV, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1983, p.
267].
6°. En la actual situación de inseguridad ciudadana se aprecia que los robos que ocurren con mayor
frecuencia se realizan con armas reales y no simuladas. No obstante, la cifra concreta de delitos en los que
se utilizan armas aparentes y armas de fuego inoperativas u otro tipo de objeto, réplicas, de utilería o
simuladas, se incrementa cada vez más y motiva que la judicatura penal de la Corte Suprema se
pronuncie, determinando firmemente la connotación de aquel elemento agravatorio en su dimensión
cabal, para aplicarse como decisión vinculante, sin generar paradojas ni impunidad[1].
Es de resaltar que hoy existe variedad de objetos no letales que tienen las características de un arma de
fuego como las denominadas armas neumáticas, airsoft y paintball que tienen la apariencia de un arma de
fuego auténtica sin serlo; encendedores que copian la forma de un arma de fuego –como dato de la
observación concreta– y juguetes cuya semejanza con una real no puede ser apreciada a simple vista y
que su utilización para la comisión de delitos se incrementa en el marco creciente de la inseguridad
ciudadana extendida en todo el país, ello se puede apreciar en los cuadros de fuente policial contenidos en
los anexos 01 y 02 (ver al final)[2].
Según la información consolidada emitida por las Divisiones Territoriales y Divisiones Policiales en la
Región Policial de Lima, durante el 2014 se incautaron 17 armas de fuego hechizas, 74 réplicas de armas
de fuego y 31 armas de fuego inoperativas, mientras que del 1 de enero hasta el 31 de agosto del 2015 se
incautaron 11 armas de fuego hechizas, 120 réplicas de arma de fuego y 29 armas de fuego inoperativas.
Se eleva por tanto el empleo de elementos con apariencia de arma, en particular de fuego, usadas para
facilitar los robos, reduciendo o anulando la resistencia de las víctimas[3].
En razón de ello ¿hay una necesidad desde la perspectiva político criminal de comprender en las
agravantes del robo el empleo en su comisión de armas de juguete, armas simuladas o armas descargadas
o defectuosas? Esta interrogante es respondida a continuación.
La tesis adecuada a la protección más cabal del delito de robo es la que considera que el delito de robo
tiene la característica de ser pluriofensivo, puesto que afecta esencialmente al patrimonio, pero también a
la integridad física o la salud y la libertad.
Así, el empleo de un arma para apoderarse de un bien mueble implica la configuración de una agravante
específica cuya consecuencia es el incremento de la punición. Todo delito de robo involucra la afectación
simultánea de varios bienes jurídicos (cuanto menos dos) en pos de la sustracción (afectación patrimonial)
que ciertamente es el objetivo final del sujeto activo. Ordenados según la frecuencia de su afectación se
presentan del modo siguiente (sin referirse a un orden de prevalencia):
8°. El artículo 188° del Código Penal sanciona la conducta de quien se apodera ilegítimamente de un
bien mueble total o parcialmente ajeno, para aprovecharse de él, sustrayéndolo del lugar en que se
encuentra, empleando para ello violencia contra la persona o amenazándola con un peligro inminente para
su vida o integridad física. La fórmula legislativa, modificada por el Artículo 1 de la Ley N.° 27472,
publicada el 5 de junio de 2001, ha sido diseñada de la siguiente manera:
Artículo 188.- Robo: “El que se apodera ilegítimamente de un bien mueble total o parcialmente ajeno,
para aprovecharse de él, sustrayéndolo del lugar en que se encuentra, empleando violencia contra la
persona o amenazándola con un peligro inminente para su vida o integridad física será reprimido con
pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de ocho años”.
9°. La circunstancia de agravación prevista en el inciso 3) del artículo 189º del Código Penal, se configura
cuando la conducta descrita se lleva a cabo “a mano armada”. Esto es, mediante la utilización de un arma.
En este contexto, cabe determinar a qué intensidad y a qué clase de amenaza se refiere la fórmula del tipo
base cuando señala que el agente debe “amenazar con un peligro inminente para su vida o integridad
física” (se entiende del sujeto pasivo)[4].
En el artículo 188º se alude a una amenaza inminente[5], de allí que no podrá configurar tal exigencia
legal la amenaza de un mal de remota materialización. Tendrá, por tanto, que revestir las calidades de
verosimilitud en la materialización y, además, proximidad[6].
Se hallan afuera, por tanto, las advertencias de inferir males de menor connotación y las amenazas
absurdas.
10°. Según la perspectiva objetiva, la “amenaza inminente” ha de recaer sobre específicos bienes jurídicos
personalísimos: vida o integridad corporal, desde luego puede tratarse de la vida o integridad de la propia
víctima o de la vida o integridad de otra persona a quien la víctima proteja al someterse a la intimidación
del sujeto activo (vis compulsiva) debe ser cierta (real, auténtica). Debido a ello, el mal anunciado a la
víctima ha de ser grave, es decir, debe poner efectivamente en riesgo próximo la vida o la integridad
física.
Si la descripción normativa “mano armada” se entendiera desde la perspectiva objetiva, ceñida al arma
propia (arma auténtica y funcional), la amenaza con arma de utilería o un juguete bélico semejante no
sería cierta y, por tanto, al no ser factible con ella la afectación de la vida o integridad física, tampoco
habría inminencia. Así, la postura objetiva respecto del arma –que exige el aumento de peligro para los
bienes jurídicos de la víctima, (vida o la integridad personal), como consecuencia del uso de la misma, y
no simplemente en la mayor capacidad coactiva o intimidante del autor, como postula la jurisprudencia
española en atención a su ordenamiento penal (Conforme: STSE 1401/1999, de ocho de febrero de
2000)– no resuelve dogmáticamente el problema y genera paradojas.
Este proceder constituye una expresión de la alevosía −más grave aún si se produce el ataque por la
espalda−, en que el desvalor de la conducta se funda en: a) la tendencia interna intensificada del
agente[11] que, para facilitar el delito, procede a traición y sobre seguro (elemento subjetivo distinto del
dolo presente en el sujeto activo), allí se revela la perversidad del autor y se pone en evidencia la
naturaleza subjetiva de la alevosía[12]; y, b) la mayor antijuridicidad, por los medios comisivos que el
agente emplea, revelándose allí la mayor gravedad del injusto, esto es, la naturaleza objetiva de la
alevosía[13], por el empleo de medios o formas para diluir o minimizar el riesgo para quien delinque.
En algunos casos se tratará de alevosía proditoria (el acechar a través de una actuación preparada para que
la víctima no pueda percatarse del ataque hasta el momento del hecho) y en otros de alevosía sorpresiva
(en que el agente no se oculta pero no trasluce sus afanes sino hasta el instante mismo de la agresión).
En uno y otro, el agente cuenta con los efectos psicológicos, fisiológicos y bioquímicos del temor en su
víctima, que se presentarán como reacción natural frente al atentado amenazante.
13°. El amenazado con un arma de fuego comúnmente no puede apreciar a priori –salvo se trate de
persona especializada y según la circunstancias- su autenticidad, si se encuentra, o no, cargada, no es
posible entonces negar la idoneidad de esta arma para la consecución de los objetivos del agente. La
utilización de un arma (ya sea propia, impropia o de juguete con las características de arma verdadera,
replica u otro sucedáneo) genera, pues, el debilitamiento de las posibilidades de defensa, que es
precisamente lo que busca el agente con el empleo de tal elemento vulnerante. Dicho de otra manera, con
el empleo del arma, el sujeto activo se vale de un mecanismo, cierto o simulado, que lo coloca en ventaja
al reducir al sujeto pasivo, y cuya aptitud la víctima no está en aptitud de determinar ni obligada a
verificar –busca, pues, asegurar la ejecución del robo e impedir la defensa del agraviado, de los que es
consciente, e importa un incremento del injusto y una mayor culpabilidad–. Allí radica, pues, lo alevoso
como fundamento de esta agravante.
En el ordenamiento penal peruano no existía una previsión general de tal naturaleza y se hallaba la
alevosía única y directamente vinculada al homicidio calificado (artículo 108.3 del CP).
Hoy, el artículo 46.2.f, del Código Penal peruano[16], señala como una circunstancia genérica de
agravación, el “ejecutar la conducta punible mediante ocultamiento, con abuso de la condición de
superioridad sobre la víctima o aprovechando circunstancias de tiempo, modo o lugar, que dificulten la
defensa del ofendido o la identificación del autor o partícipe”; por lo que el legislador ha extendido la
alevosía a otros supuestos delictivos en cuanto fueran compatibles y no será razonable duplicar la
valoración en los supuestos de robo y otros delitos violentos, ejecutados “a mano armada”, por tratarse de
circunstancias específicamente previstas en los tipos penales correspondientes.
Cabe resaltar que en la Ley N° 30299, Ley de armas de fuego, municiones, explosivos, productos
pirotécnicos y materiales relacionados de uso civil, se ha considerado que las pistolas neumáticas o
símiles de armas de fuego, deben ser objeto de diferenciación para no ser confundidas con las reales, por
lo que en el artículo 12 se establece que “las armas neumáticas o similares a las armas de fuego, deben
presentar un signo distintivo como punta roja o naranja para su importación, comercialización y uso, que
permita su fácil visualización hacia terceros, de modo que pueda distinguirse claramente de un arma de
fuego real” y “no se permite la comercialización, porte y uso de las citadas armas que no presenten la
característica mencionada”[17].
15°. En consecuencia, el legislador nacional ha declarado que en algunos casos hay dificultad para
diferenciar un arma de fuego real de una aparente y debido a ello ha establecido la obligación de hacerlas
distinguibles como requisito para su comercio, porte y uso, lo que abona que, bajo el principio de la
realidad, es indiferente para la víctima en un acto de robo, que el elemento con el que la amenazan sea un
arma funcional o fuera simulada, puesto que esencialmente el grado de semejanza es tal que difícilmente
un experto podría reconocer a priori si se está empleando una verdadera y apta o una falsa (tanto más si el
atacante obra por la espalda o en la oscuridad)[18].
16°. A mayor abundamiento, en el artículo 189°.C del Código Penal, relativo al robo de ganado, se agrava
la responsabilidad, entre otros supuestos, cuando el agente “hubiere portado cualquier clase de arma o de
instrumento que pudiere servir como tal”, con lo que el legislador asumió el sentido amplio de “arma” y
consideró la alevosía contra la víctima en el proceder.
18°. Es de resaltar que las valoraciones sobre autenticidad y funcionabilidad de armas de fuego son
atendibles y exigibles en el específico caso de los delitos de tenencia ilícita de armas de fuego (artículo
279° del Código Penal).
III. DECISIÓN
19°. En atención a lo expuesto, las Salas Penales Permanente y Transitoria de la Corte Suprema de
Justicia de la República, reunidas en Pleno Jurisdiccional, y de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 116º del texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial;
ACORDARON:
20°. ESTABLECER como doctrina legal, los criterios expuestos en los fundamentos jurídicos 9° al 18°.
21°. PRECISAR que los principios jurisprudenciales antes mencionados deben ser invocados por los
jueces de todas las instancias judiciales, sin perjuicio de la excepción que estipula el segundo párrafo del
artículo 22° de la LOPJ, aplicable extensivamente a los Acuerdos Plenarios dictados al amparo del
artículo 116° del estatuto orgánico.
VISTOS: el recurso de nulidad interpuesto por el fiscal superior contra la sentencia emitida el treinta de
octubre de dos mil dieciocho por la Tercera Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de
Lima Norte, en el extremo en el que le impuso al sentenciado Giovanni John Romero Lecarnaqué la pena
de seis años y seis meses de privación de libertad como autor del delito contra el patrimonio-robo
agravado en grado de tentativa (artículo 189.4 del Código Penal), en agravio de Denisse Gabriela Oyola
Trebejo; con lo demás que contiene.
CONSIDERANDO
1.1 El representante del Ministerio Público impugna únicamente el extremo del quantum de la pena, pues
considera que esta debe ser mayor a la impuesta, ya que a los acusados se les encontró en un vehículo
predispuestos para la comisión de varios delitos de robo al encontrarlos con placas clonadas; además, se
les halló en poder de la cartera de la agraviada y con una réplica de arma (Pietro Beretta), por lo que la
conclusión anticipada a la que se acogió el acusado no fue tan significativa.
2.1 El ocho de abril de dos mil diecisiete, a las 09:00 horas aproximadamente, cuando la agraviada
Denisse Gabriela Oyola Trebejo salía de su vivienda en compañía de su hermana adolescente a fin de
tomar su movilidad, se percató de que un taxi de color negro circuló en sentido contrario cerca de ella y
regresó; entonces, bajó un sujeto (el acusado Romero Lecarnaqué), quien con una mano la cogió del
brazo y la otra mano la puso a la altura de su cintura, haciendo un ademán de querer sacar un arma de
fuego; el asaltante la amenazó con palabras soeces, forcejearon y, como había vecinos en la zona, le
sustrajo en forma violenta el bolso y abordó rápidamente el vehículo negro que era conducido por el otro
sujeto (Gamarra Villanueva), quien lo esperaba, pero dicho vehículo no pudo huir porque habían
tranqueras en el vecindario.
Entonces, los vecinos les tiraron piedras y, al empotrarse el vehículo, los encausados se bajaron, pero los
vecinos los detuvieron, mientras que la policía llegó. Cuando hicieron el registro vehicular, observaron
que las placas estaban adulteradas (placas clonadas imantadas) y en el interior encontraron el bolso de la
agraviada y una réplica de arma de fuego de color plomo con negro, marca Pietro Beretta.
3.1 La conducta del acusado se encuentra tipificada en el artículo 188 concordante con el artículo 189.3 y
4 del Código Penal (a mano armada y con el concurso de dos o más personas), que sanciona con una pena
privativa de libertad no menor de doce ni mayor de veinte años. El representante del Ministerio Público
en su acusación solicitó que se le imponga una pena de trece años de privación de libertad.
5.1 La materialidad del delito, el grado de tentativa y la responsabilidad del acusado no es un tema
cuestionable, por cuanto, a pesar de que a nivel preliminar negó los hechos y dijo no conocer a su
coacusado y que lo confundieron con otro sujeto al ver que un hombre le arrebató el bolso a la agraviada,
en el juicio oral solicitó acogerse a la conclusión anticipada, pero sin aceptar el hecho de que hizo uso de
arma de fuego (réplica) al momento del robo, por lo que la Sala en el plenario esperó que concurriera la
agraviada y que declarara para que así el Ministerio Público se pronunciase.
5.2 La agraviada declaró tanto preliminarmente en presencia del fiscal como en sede sumarial en el
sentido de que el acusado la cogió del brazo y se puso la otra mano en la parte de la cintura posterior; fue
intimidada con un arma de fuego de color plateado; la tenía escondida el acusado Romero Lecarnaqué en
la parte de la cadera, quien se levantó el polo haciendo un ademán de querer sacarla, y la réplica de arma
de fuego que le pusieron a la vista era la misma que tenía el intervenido Romero Lecarnaqué cuando se
levantó el polo y se la mostró; sin embargo, en el plenario precisó que utilizaron un arma porque el que le
arrebató sus pertenencias puso la mano atrás, pero no sacó a relucir el arma.
5.3 Los policías que intervinieron en la aprehensión de los acusados y efectuaron el registro vehicular,
Jorge Monrroy Ríos y Rolmer Gonzales, declararon preliminarmente en presencia del fiscal y en el
plenario, y se ratificaron en las diligencias (acta de registro vehicular) y las declaraciones en el sentido de
que escucharon y vieron que un sujeto forcejeaba con la agraviada, por lo que fueron en su ayuda y los
vecinos ya los habían detenido; que los sujetos intentaron darse a la fuga, pero se chocaron; y que
encontraron en el vehículo negro una réplica de arma de fuego de color gris, las placas clonadas y el bolso
de la agraviada con sus pertenencias (dinero y teléfono celular), que le fueron devueltas a la agraviada,
quien reconoció a ambos como los sujetos que la asaltaron (en el caso del acusado Romero Lecarnaqué,
forcejeó y le arrebató el bolso).
5.4 En el juicio oral, el coacusado Gamarra Villanueva dejó de asistir, por lo que lo declararon reo
contumaz, y posteriormente a la emisión de la sentencia recurrida fue capturado y sometido a juicio; este
se acogió a la conclusión anticipada en todos los extremos y reconoció en ese sentido toda la imputación,
incluso el uso del arma de fuego.
5.5 A juicio oral también concurrió la testigo Dora Condorcanqui, quien es vecina de la agraviada; refirió
que presenció en parte los hechos; cuando le preguntaron si le encontraron algún tipo de arma al acusado,
indicó que los policías dijeron que sí, pero ella no la vio, y que también dijeron que había placas clonadas;
si bien escuchó los gritos y vio el forcejeo, no pudo dar razón de que el acusado Romero Lecarnaqué le
enseñó a la agraviada la réplica de arma de fuego para intimidarla y así poder despojarla de su bolso.
5.6 En todo caso, sobre el uso del arma de fuego por parte del acusado, surge duda en este Supremo
Tribunal al respecto, al tener en cuenta las declaraciones de la agraviada, que a modo de aclaración
manifestó que el acusado hizo el ademán, pero que no sacó a relucir el arma de fuego, por lo que dicho
agravio (agravante a mano armada) fue materia de absolución por el Colegiado Superior y el
representante del Ministerio Público no impugnó tal extremo, por lo cual quedó consentido.
5.7 No obstante, se debe tener en cuenta que la sentencia no fue emitida bajo los alcances del Acuerdo
Plenario n.° 5-2008/CJ-116; las demás circunstancias del delito se dieron, como la violencia ejercida
contra la agraviada, el despojo de sus pertenencias y el concurso de dos personas, por lo que únicamente
se tiene que el delito no se consumó, al haberse estrellado el vehículo donde iban los imputados y por la
intervención oportuna de los vecinos y la policía; y resulta a su favor solo una causa de disminución de la
punición, el grado de ejecución —tentativa—; y, al ubicarse la pena en el tercio inferior, que oscila desde
los doce años y los catorce años y ocho meses de pena, la impuesta por la Sala de juzgamiento no resulta
proporcional a las circunstancias del hecho, habiéndose determinado sin la apropiada observancia del
principio de legalidad.
Por lo tanto, se debe elevar la pena impuesta, más aún si se tiene en cuenta que el procesado registra
antecedentes vigentes por similar delito.
5.8 De otro lado, se advierte que la Sala ha realizado un erróneo cómputo de pena, teniendo en cuenta que
a la fecha el sentenciado viene cumpliendo una condena por otro delito de robo agravado en grado de
tentativa (Expediente n.° 4351-2013) a catorce años de pena privativa de libertad (computada desde el
diecinueve de marzo de dos mil dieciocho y que vencerá el dieciocho de marzo de dos mil treinta y dos).
En consecuencia, la pena impuesta en la presente causa deberá computarse al vencimiento de su primera
condena.
5.9 La pena impuesta al procesado no ha tenido en cuenta la condición jurídica de este, quien ha hecho
del delito un modo de vida. Adicionalmente, el robo agravado cometido que origina este caso se
encuentra sancionado con una pena mínima de quince años y el fiscal solicitó que se le impongan trece
años de pena privativa de libertad. En consecuencia, la pena debe adecuarse al principio de legalidad, lo
que significa que debe estar dentro del mínimo y máximo que establece el tipo penal, por lo que debe
incrementarse o reducirse conforme refieren los artículos 45 y 46 del Código Penal. Y, si bien existe el
criterio de conciencia, dicho criterio está circunscrito necesariamente a la pena conminada, con las
especiales consideraciones que la determinación de la pena establece.
Por lo tanto, imponer seis años y seis meses de privación de libertad rebasa dichos márgenes legales,
rebajando sin justificación legal ni fáctica, razón por la que se debe incrementar dicha pena, conforme
requiere el Ministerio Público.
Adicionalmente, la ejecución de esta condena será cuando se haya cumplido la otra pena que tiene el
sentenciado.
DECISIÓN
Por estos fundamentos, de conformidad con el dictamen del señor fiscal supremo en lo penal, los señores
jueces supremos integrantes de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República:
VISTO: el recurso de nulidad interpuesto por la defensa del sentenciado ERMENEGILDO QUISPE
HUAHUASONCCO contra la sentencia conformada del siete de marzo de dos mil diecinueve (foja
1134), emitida por la Sala Penal de Apelaciones y Liquidadora de la Corte
Superior de Justicia de Madre de Dios, en el extremo que le impuso cuatro años y cuatro meses de pena
privativa de libertad como autor del delito contra el patrimonio en la modalidad de robo con agravantes,
en perjuicio de Mariano Bárbaro Jacinto Irco.
Intervino como ponente la jueza suprema SUSANA CASTAÑEDA OTSU.
CONSIDERANDO
SENTENCIA CONFORMADA
PRIMERO. En la sesión de juicio oral del 5 de marzo de 2019, de conformidad con lo previsto en el
artículo 5 de la Ley N.° 28122, Ermenegildo Quispe Huahuasoncco, previa consulta con su abogado, se
acogió a la conclusión anticipada del debate oral como autor del delito de robo con agravantes. En esta
sesión, la defensa sostuvo que se le debía imponer cuatro años de pena privativa de libertad suspendida en
su ejecución. Por su parte, el fiscal superior señaló que no se oponía a este pedido y que, en todo caso,
correspondía a la Sala Superior dictar la sentencia conforme a ley.
El 7 de marzo de 2019, se dio lectura a la sentencia conformada en la que la Sala Superior le impuso
cuatro años y cuatro meses de pena privativa de libertad, extremo que es materia de recurso de nulidad
por parte de la defensa.
A las 21:30 horas, se dirigieron a la plaza para dejar las motocicletas y, luego, a la tienda del agraviado,
Mariano Bárbaro Jacinto Irco. El sentenciado y Ttito Challco se encargaron de distraerlo aparentando
comprar cigarros, fósforos y dulces, mientras que el menor de edad y Ojeda Robles ingresaron por la
parte posterior y lo cogieron del cuello para que no grite. Él se defendió con un golpe de puño y cogió una
pala, pero uno de ellos lo golpeó con un machete, lo que fue aprovechado para que le sustraigan dos mil
doscientos cincuenta nuevos soles de la caja y huyan del lugar. Acto seguido, el agraviado denunció los
hechos ante la comisaría. El personal policial, al realizar un operativo, ubicó una de las motocicletas y
capturó al menor de edad y a Ttito Challco.
Estos hechos fueron tipificados por el fiscal superior en el artículo 188 del Código Penal (CP); con las
agravantes previstas en los incisos 2, 4 y 7, primer párrafo, artículo 189, del acotado Código, tipificación
aceptada por la Sala Superior cuando efectuó el control de legalidad y emitió sentencia.
3.1. La pena impuesta por la Sala Superior de cuatro años y cuatro meses de privación de libertad no está
acorde con los principios de proporcionalidad y humanidad de las penas ni con los fines de
resocialización.
3.2. No se consideró que su patrocinado, al momento de los hechos, tenía veinte años de edad, tiene una
familia y trabaja como agente de seguridad; tampoco se tuvo en cuenta la realidad carcelaria ni los
problemas que atraviesa.
3.3. En la sentencia se sostuvo que a su cosentenciado Abraham Ttito Challco se le impuso cuatro años y
cuatro meses de pena privativa de libertad, y que, en ese sentido, ante una idéntica situación, de hecho
debe existir una misma respuesta jurídica; sin embargo, no se efectuó un análisis con relación a la
culpabilidad concreta de su patrocinado, pues su grado de participación es inferior al de su cosentenciado.
CUARTO. El delito de robo, en su figura básica, se encuentra previsto en el artículo 188 del CP y se
produce cuando el agente se apodera de un bien mueble total o parcialmente ajeno, luego de haberlo
sustraído del ámbito de vigilancia que sobre él ejerce su legítimo propietario o copropietario, con empleo
de violencia física contra las personas o amenazándolas con un peligro grave e inminente para su vida o
integridad física[2].
La violencia o las amenazas –como medio para la realización típica del robo a diferencia del hurto– han
de estar encaminadas a facilitar el apoderamiento o a vencer la resistencia de quien se opone al
apoderamiento. En consecuencia, la violencia es causa determinante del desapoderamiento y está siempre
orientada a neutralizar o impedir toda capacidad de actuación anterior o reacción concomitante de la
víctima que pueda obstaculizar la consumación del robo[3].
QUINTO. Las agravantes del robo se encuentran previstas en el artículo 189 del CP. En el caso que nos
ocupa, a Ermenegildo Quispe Huahuasoncco se le condenó por las agravantes de los incisos 2, 4 y 7,
primer párrafo, artículo 189, del acotado Código[4], referidas a la comisión durante la noche, con el
concurso de dos o más personas y en agravio de un anciano, respectivamente.
SEXTO. El artículo 5 de la Ley N.° 28122 regula la institución de la conformidad, por el cual una vez
que la Sala Superior inste al acusado si acepta ser autor o partícipe del delito materia de la acusación y
responsable de la reparación civil, si se produce su confesión, luego de la formal y expresa aceptación de
su abogado defensor, se declarará la conclusión anticipada del debate oral y se emitirá, en el plazo
correspondiente, la sentencia conformada respectiva.
DÉCIMO. En cuanto a la determinación judicial de la pena, conforme con el Acuerdo Plenario N.o 4-
2009/CJ-116[8], constituye un procedimiento técnico y valorativo regulado por el CP, en cuya
apreciación se deben considerar los hechos y las circunstancias que la rodean.
Robo durante la noche: no es trascendental determinar la hora en que ocurrieron los hechos [RN
081-2021, Lima Este]
VISTOS: el recurso de nulidad interpuesto por el procesado Carlos Eduardo Canales Bobadilla contra la
sentencia del catorce de enero de dos mil veinte (foja 646), dictada por la Sala Penal Liquidadora
Permanente de Ate de la Corte Superior de Justicia de Lima Este, mediante la cual se condena al antes
mencionado como coautor del delito contra el patrimonio- robo agravado, previsto en los incisos 2, 3 y 4
del primer párrafo del artículo 189 del Código Penal, en agravio de William Aron Valenzuela Arroyo y
Frederic Sonder Ortega Morales, imponiéndole nueve años de pena privativa de la libertad efectiva y S/
1500 (mil quinientos soles) por concepto de reparación civil, que deberá pagar de forma solidaria a favor
de cada uno de los agraviados; con lo demás que contiene al respecto.
CONSIDERANDO
I. Imputación fiscal
Primero. Se imputa a los acusados Carlos Eduardo Canales Bobadilla, David Villegas Ruiz y Glismar
Jhon Ataulluco Chaiña haber incurrido, a título de coautores, en el delito de robo agravado en agravio de
William Aron Valenzuela Arroyo y Frederic Sonder Ortega Morales, toda vez que aquellos sustrajeron y
se apoderaron de las pertenencias de los agraviados; para materializar el robo en cuestión, emplearon la
amenaza contra los mencionados agraviados, valiéndose incluso de un arma de fuego para amedrentarlos.
Tal hecho delictivo se suscitó el veintitrés de septiembre de dos mil quince, aproximadamente a las 02:00
horas (dos de la madrugada), cuando los agraviados William Aron Valenzuela Arroyo y Frederic Sonder
Ortega Morales transitaban por la avenida San Alfonso (distrito de Santa Anita), circunstancias en las que
de manera sorpresiva fueron interceptados por los ahora acusados Carlos Eduardo Canales Bobadilla y
Oscar David Villegas Ruiz, siendo el primero quien amenazó con un arma de fuego al agraviado Frederic
Sonder Ortega Morales, apuntándole a la altura del pecho y le exigió tanto a este como al otro agraviado
(William Aron Valenzuela Arroyo) que entregaran sus pertenencias, motivo por el cual el agraviado
Ortega Morales entregó su mochila de color negro, conteniendo una túnica color blanco, dos biblias y una
billetera color azul, con su DNI y dinero en la suma de S/ 70.00 (setenta soles), situación que fue
aprovechada por su coacusado Oscar David Villegas Ruiz para sustraerle también su mochila al otro
agraviado, William Aron Valenzuela Arroyo. Luego de haber conseguido su propósito criminal, los ahora
acusados Carlos Eduardo Canales Bobadilla y Oscar David Villegas Ruiz se alejaron y abordaron una
camioneta de color blanco para darse a la fuga con rumbo desconocido. Ante ello, los agraviados
solicitaron auxilio a personal policial que patrullaba por el lugar de los hechos y es así que juntos fueron
en búsqueda de dichos sujetos, a la altura de la intersección formada por las avenidas Julio C. Tello y
Ramón Castilla en Santa Clara (distrito de Ate), los agraviados reconocen la camioneta blanca en la que
fugaran los hoy acusados Carlos Eduardo Canales Bobadilla y Oscar David Villegas Ruiz, que se trataba
de la camioneta marca Nissan, modelo Station Wagon, con placa de rodaje A7U-669, conducida por el
hoy acusado Glismar Jhon Ataulluco Chaiña; al efectuarse el registro de dicho vehículo se encontró en su
interior los bienes sustraídos a los agraviados. Pero no solo eso, sino que además, en un jardín situado al
lado de donde se encontraba detenido el vehículo intervenido, la autoridad policial halló precisamente un
arma de fuego tipo revólver, marca Taurus, conforme se corrobora con el Acta de hallazgo y recojo de
arma de fuego obrante en autos.
II. Iter procesal
Segundo. En el presente caso, el cinco de octubre de dos mil quince (foja 110), se recepciona la denuncia
fiscal contra Carlos Eduardo Canales Bobadilla, Oscar David Villegas Ruiz y Glismar Jhon Ataulluco
Chaiña. Mediante auto de procesamiento del cinco de octubre de dos mil quince, el Segundo Juzgado
Penal de Transitorio de La Molina y Cieneguilla de la Corte Superior de Justicia de Lima Este, les dicta el
Auto de Procesamiento y Apertura de proceso penal en la vía deproceso ordinario contra los acusados
como presuntos autores del delito contra el patrimonio-robo agravado, en agravio de William Aron
Valenzuela Arroyo y Frederic Sonder Ortega Morales, y por el delito contra la salud pública, tráfico
ilícito de drogas- microcomercialización de drogas, en agravio del Estado.
Cuarto. Culminada la etapa de instrucción, se elevaron los Autos a la Sala Superior y estos fueron
remitidos a la Fiscalía, quien, mediante dictamen acusatorio del dieciséis de noviembre de dos mil quince
(fojas 300 a 321), formuló acusación contra Carlos Eduardo Canales Bobadilla, Oscar David Villegas
Ruiz y Glismar Jhon Ataulluco Chaiña, como presuntos autores del delito contra el patrimonio-robo
agravado, en agravio de William Aron Valenzuela Arroyo y Frederic Sonder Ortega Morales; solicitando
se les imponga trece años de pena privativa de la libertad efectiva, y el pago de S/ 1500 (mil quinientos
soles) por concepto de reparación civil; y no hay mérito para formular acusación contra Carlos Eduardo
Canales Bobadilla, Oscar David Villegas Ruiz y Glismar Jhon Ataulluco Chaiña, por delito contra la
salud pública, tráfico ilícito de drogas-microcomercialización de drogas, en agravio del Estado,
solicitando el archivo definitivo en este extremo, emitiéndose la resolución respectiva, archivándose de
forma definitiva en dicho extremo.
Quinto. Mediante auto del veintiuno de enero de dos mil diecinueve, se declara haber mérito para pasar a
juicio oral, en el extremo del delito de robo agravado, señalándose fecha para el desarrollo del juicio oral,
el cual fue reprogramado en reiteradas oportunidades. En ese ínterin, mediante auto del cinco de junio de
dos mil diecinueve, se declaró reos contumaces a los acusados Carlos Eduardo Canales Bobadilla, Oscar
David Villegas Ruiz y Glismar Jhon Ataulluco Chaiña; se revocó la comparecencia con restricciones y,
reformándola, se dictó mandato de detención contra los antes indicados reservándose su juzgamiento
hasta que sean habidos. Es así, que mediante Oficio número 9341-2019-DIRNIC-DIRINCRI
PNP/DIVPJR-DEPREQ.SCI, del quince de agosto de dos mil diecinueve, el Departamento de
Requisitorias pone a disposición del órgano jurisdiccional al requisitoriado Glismar Jhon Ataulluco
Chaiña, disponiéndose su ingreso al recinto penitenciario, señalando fecha para el inicio del juicio oral —
cuatro de septiembre de dos mil diecinueve—.
[3] STC número 198-2005-HC/TC, fundamento segundo: “Respecto al alegato del recurrente de que no se
habría demostrado la preexistencia del bien materia del delito, este colegiado considera que, aun cuando
el derecho a la prueba constituye un elemento del debido proceso, y la presunción de inocencia obliga al
órgano jurisdiccional a una actividad probatoria suficiente que desvirtúe el estado de inocencia del que
goza todo imputado, en nuestro ordenamiento la prueba se rige por el sistema de valoración razonable y
proporcional (‘Sana Crítica’) En virtud de ello, el juzgador dispone de un sistema de evaluación de los
medios probatorios sin que estos tengan asignado un valor predeterminado (‘Tarifa Legal’) […]”.
[4] Recurso de Nulidad número 144-2010/Lima, fundamento octavo: “Que, de otro lado, si bien la prueba
de la preexistencia de la cosa materia del delito es indispensable para la afirmación del juicio de tipicidad,
no existen razones legales que impidan al Tribunal de instancia admitir a tales fines la propia declaración
de la víctima, pues el artículo doscientos cuarenta y cinco del Código Procesal Penal en vigor no impone
límite alguno a las pruebas con las que se puedan acreditar la posesión del bien, sobre todo en los casos de
robo de dinero en efectivo; si se excluyera tal posibilidad, se establecerían exigencias incompatibles con
su naturaleza jurídica […]”.
[5] Ejecutoria Suprema. Recurso de Nulidad número 1742-2018 Lima Norte, del ocho de nagosto del dos
mil diecinueve.
Robo: ¿tocar el hombro y decir «no te muevas» configura amenaza? ¿El principio de inmediación
sirve para interpretar el lenguaje corporal y gesticular del declarante? [Casación 414-2019, Cañete]
SENTENCIA DE CASACIÓN
VISTOS: en audiencia pública, el recurso de casación, por las causales previstas en los numerales 3 y 5
del artículo 429 del Código Procesal Penal —en adelante CPP—, interpuesto por Steve Anderson Cañaris
Quilca contra la sentencia de vista emitida el catorce de noviembre de dos mil dieciocho por la Sala Penal
de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Cañete, que confirmó la de primera instancia, emitida
el diecisiete de agosto de dos mil dieciocho, que lo condenó como cómplice primario del delito contra el
patrimonio-robo agravado, en perjuicio de Jaime Eduardo Cárdenas Rivera, a doce años de pena privativa
de libertad y fijó en S/2,000.00 (dos mil soles) el pago por concepto de reparación civil.
FUNDAMENTOS DE HECHO
Primero. Itinerario del procedimiento
1.1 La señora fiscal de la Segunda Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Cañete formuló requerimiento
de acusación contra Jorge Vicente Vilcatoma y Steve Anderson Cañaris Quilca como autor y cómplice
primario, respectivamente, del delito contra el patrimonio-robo agravado—conducta prevista y
sancionada en el artículo 188 del Código Penal (tipo base) con las circunstancias agravantes contenidas en
los numerales 3 y 4 del primer párrafo del artículo 189 del mismo cuerpo legal—, en perjuicio de Jaime
Eduardo Cárdenas Rivera, y solicitó que se les imponga la pena privativa de libertad de doce años y se
fije el pago solidario de S/2,000.00 (dos mil soles) por concepto de reparación civil.
1.2 Superada la etapa intermedia y el juicio oral de primera instancia, el juez del Segundo Juzgado Penal
Colegiado Supraprovincial Conformado de la Corte Superior de Justicia de Cañete emitió sentencia el
diecisiete de agosto de dos mil dieciocho —fojas 93 a 122 del cuaderno de debate—, en la que condenó a
Jorge Vicente Vilcatoma y Steve Anderson Cañaris Quilca como autor y cómplice primario,
respectivamente, del delito contra el patrimonio-robo agravado, en perjuicio de Jaime Eduardo Cárdenas
Rivera, a doce años de pena privativa de libertad y fijó en S/2,000.00 (dos mil soles) el pago por concepto
de reparación civil.
1.3 Contra tal decisión, interpuso recurso de apelación el sentenciado Cañaris Quilca —fojas 128 a 138
del cuaderno de debate—, lo que determinó que el catorce de noviembre de dos mil dieciocho se emitiera
la sentencia de vista —fojas 172 a 184 del cuaderno de debates—, que confirmó la de primera instancia
en todos sus extremos.
1.4 Contra la sentencia de vista, el sentenciado Cañaris Quilca interpuso recurso de casación —fojas 226
a 233 del cuaderno de debate—, que fue admitido en sede superior —fojas 234 a 235 del cuaderno de
debate—. Elevados los autos a la Corte Suprema, la Sala Penal Transitoria se avocó al conocimiento de la
causa, y el veinticuatro de junio dos mil veinte se emitió el auto de calificación —fojas 31 a 35 del
cuadernillo de casación—.
1.6 En cumplimiento de lo establecido en el inciso 1 del artículo 431 del CPP, se señaló fecha de
audiencia de casación para el dieciséis de marzo del año en curso —foja 48 del cuadernillo de casación—,
en la cual intervino el abogado Marlo Máximo Salazar Salvador, defensa técnica del sentenciado Cañaris
Quilca. Inmediatamente culminada, se produjo la deliberación de la causa en sesión privada, en la que se
efectuó el debate, en virtud del cual, tras la votación respectiva y con el número de votos necesarios,
corresponde pronunciar la presente sentencia de casación, cuya lectura se dará en audiencia pública en la
fecha.
2.1 El Ministerio Público sostiene que el veinte de febrero de dos mil diecisiete a las 15:00 horas,
aproximadamente, en circunstancias en que el agraviado Jaime Eduardo Cárdenas Rivera transitaba por el
parque del centro poblado La Florida del distrito Nuevo Imperial, los acusados Vicente Vilcatoma y
Cañaris Quilca, quienes se encontraban a bordo de un vehículo menor (moto lineal) conducido por
Cañaris Quilca, se estacionaron en una esquina. Bajó Vicente Vilcatoma, quien interceptó al agraviado y
con palabras soeces venció su resistencia y sustrajo de su bolsillo la suma de S/1,800.00 (mil ochocientos
soles), así como su celular de marca Huawei, luego de lo cual regresó al vehículo donde lo esperaba
Cañaris Quilca, y ambos se dieron a la fuga.
2.2 El agraviado avisó a su padre, quien alertó a la Comisaría de Nuevo Imperial, que con apoyo de
personal policial del Depicaj de Cañete logró intervenir a los imputados. Se halló en poder del acusado
Jorge Vicente Vilcatoma el dinero, así como el celular del agraviado.
3.1 Cañaris Quilca interpuso recurso de casación ordinaria por las causales previstas en los numerales 3
—errónea interpretación de la ley penal— y 5 —apartamiento de doctrina jurisprudencial— del artículo
429 del CPP. Solicita que se declare fundado su recurso, se modifique la tipificación y se disminuya la
pena.
• No se configuró el delito de robo porque no hubo de por medio amenaza. El decirle a una persona “no te
muevas y dame tus pertenencias” y “no voltees y avanza”, sin tener contacto físico violento, no puede ser
considerado como tal.
• En la fecha de la comisión de los hechos contaba con diecinueve años; no obstante, al determinarse la
pena no se tomó en cuenta ello, con lo cual se apartó de lo establecido en el Acuerdo Plenario número 4-
2016/CIJ-116.
3.3 En el auto de calificación se declaró bien concedido el recurso de casación formulado por las causales
previstas en los numerales 3 y 5 del artículo 429 del CPP.
3.4 El tema controvertido en la presente casación es determinar si los hechos imputados se subsumen en
el delito de robo agravado y si hubo apartamiento del Acuerdo Plenario número 4-2016/CIJ-116 al
imponerse la pena.
1.1 El hurto y el robo coinciden en sus elementos típicos básicos: en ambos el bien jurídico protegido es
el patrimonio. Pero el hurto solo admite la violencia sobre la cosa, es por lo general clandestino o
subrepticio, el agente utiliza la habilidad o la destreza y generalmente la víctima no se da cuenta en el
momento en que es despojada de sus pertenencias.
1.2 En el robo, en cambio, se afectan también otros bienes jurídicos, como la vida, la integridad física o la
libertad, ello mediante la violencia física o la amenaza, por lo que para subsumir el hecho en uno u otro
tipo penal se debe determinar la existencia de violencia o amenaza.
1.3 Está descartado en el caso sub judice el empleo de la violencia física para la perpetración del ilícito y
el recurrente cuestiona que haya existido una real amenaza que configure el delito de robo; afirma, por lo
tanto, que se trató de un hurto agravado (por el concurso de dos personas).
1.4 La amenaza de peligro inminente es una forma de intimidación criminal que utiliza el sujeto activo
para doblegar a la víctima y así facilitar la consumación del delito. No implica la aplicación de fuerza
física sobre la víctima.
1.5 En la sentencia casatoria emitida por la Sala Penal Permanente el primero de junio de dos mil
dieciocho, en la Casación número 496- 2017/Lambayeque, se señala que: a) no cualquier amenaza
configura este delito; debe ser inminente, esto es, debe ser cierta, real o auténtica y debe recaer sobre
específicos bienes jurídicos personalísimos, como son la vida o la integridad personal; b) debe tratarse de
la amenaza de un mal futuro grave, pero no es necesario que el agente activo haga saber de manera
expresa a la víctima la acción que va a realizar o que le dará muerte si se resiste; basta que de cualquier
modo le haga saber de ese riesgo; c) el contexto situacional o secuencial de los hechos puede aclarar que
desde la perspectiva de la víctima existió un anuncio de peligro inminente, y d) el juez en la valoración
probatoria se encuentra obligado a observar las máximas de la experiencia.
1.6 Asimismo, en la ejecutoria suprema emitida el nueve de octubre de dos mil diecisiete por la Sala
Penal Permanente en el Recurso de Nulidad número 1915-2017/Lima Sur, fundamento 2.5, se señala lo
siguiente:
La doctrina ha sido uniforme en precisar que no es necesario que la amenaza sea invencible, sino
meramente idónea o eficaz para lograr el objeto que persigue el sujeto activo; además, la amenaza
requiere de la siguiente condición: la víctima debe creer que existe la firme posibilidad de que se haga
efectivo el mal con el que se le amenaza.
1.7 De todo esto se desprende que la interpretación de si se trata de una entrega forzada por la amenaza
debe derivarse del contexto en el que se produce el hecho.
1.8 Nadie da voluntariamente sus bienes a un extraño sin razón alguna, solo porque se los pida, a menos
que se trate de un acto de caridad; este es un hecho innegable.
1.9 En la sentencia de primera instancia se señaló que el agraviado manifestó que andaba distraído y
alguien vino por detrás y le dijo en tono amenazante: “No te muevas”, por lo que lo único que atinó a
hacer fue agacharse y dicho sujeto procedió a coger sus pertenencias y le dijo: “No te levantes; avanza y
no voltees”. En la sentencia de vista se agrega, además, que de la escucha del audio de dicha declaración
se aprecia que el agraviado dijo: “Me agarró el hombro, como quien diciendo no te muevas y solamente
me tocó y yo ‘quieto’ no logré verlo”, y agregó “que se dedicaba al negocio de venta de pollos hacia los
mercados y un mes antes le habían robado con pistola, dispararon al carro donde él iba, por eso tuvo
miedo”.
1.10 Cabe acotar que la inmediación en el juicio oral le permite al a quo interpretar las declaraciones que
se vierten ante este no solo a través del lenguaje verbal, sino también a través del lenguaje corporal y
gesticular del declarante; fue precisamente de esta declaración del agraviado en el juicio oral que dicho
Colegiado concluyó que el citado agraviado se sintió amenazado con la actitud del agente activo, quien no
solo le tocó el hombro, sino que le habló con términos imperativos: “no te muevas”, “no te levantes”, “no
voltees”.
1.11 No se trató de simples frases sugerentes carentes de intimidación, como pretende hacer creer el
recurrente, sino de órdenes reforzadas con amenaza no verbal, pero implícita en el contacto físico que
tuvo el autor del hecho con el agraviado, pues le puso la mano sobre el hombro, signo que la víctima
interpretó como de dominio y amenaza a su integridad física, pues afirmó que ante ello se agachó, se
quedó quieto y permitió el despojo de sus pertenencias, temor acrecentado por el hecho de que poco
tiempo antes había sido víctima de un robo agravado con empleo de arma de fuego.
1.12 El contexto de la comisión del hecho en el presente caso evidencia que el agraviado se sintió
realmente amenazado en su integridad física y este fue el medio utilizado por los perpetradores del ilícito
para conseguir la sustracción de sus bienes; el factor sorpresa (abordado por la espalda) resulta
intimidante, aún más en el contexto actual, en el que los delincuentes no dudan en atacar a la víctima si
esta se resiste.
1.14 Resulta correcta la subsunción del ilícito sub judice en el tipo penal previsto en el artículo 189
del Código Penal y no en el de hurto agravado, tipificado en el artículo 186 del citado código, por lo que
la pena concreta debe determinarse a partir de la conminada en el delito de robo agravado, esto es, no
menor de doce ni mayor de veinte años de privación de libertad.
1.16 No obstante, de la lectura del recurso de apelación del casacionista no se desprende que haya
invocado este agravio al impugnar la sentencia de primera instancia, por lo que, al amparo de lo dispuesto
en el literal d) del inciso 1 del artículo 428 del CPP, debe desestimarse este extremo de la pretensión.
DECISIÓN
Por estos fundamentos, los señores jueces supremos integrantes de la Sala Penal Permanente de la Corte
Suprema de Justicia de la República:
I. DECLARARON INFUNDADO el recurso de casación, por las causales previstas en los numerales 3
y 5 del artículo 429 del CPP, interpuesto por Steve Anderson Cañari Quilca contra la sentencia de vista
emitida el catorce de noviembre de dos mil dieciocho por la Sala Penal de Apelaciones de la Corte
Superior de Justicia de Cañete, que confirmó la de primera instancia, emitida el diecisiete de agosto de
dos mil dieciocho, que lo condenó como cómplice primario del delito contra el patrimonio-robo agravado,
en perjuicio de Jaime Eduardo Cárdenas Rivera, a doce años de pena privativa de libertad y fijó en
S/2,000.00 (dos mil soles) el pago por concepto de reparación civil; en consecuencia, NO CASARON la
sentencia de vista impugnada.
II. DISPUSIERON que la presente sentencia casatoria sea leída en audiencia pública y que, acto
seguido, se notifique a todas las partes apersonadas en esta sede suprema.
III. IMPUSIERON el pago de costas procesales al recurrente, que serán liquidadas por la Secretaría de
la Sala Penal Permanente y ejecutadas por el Juzgado de Investigación Preparatoria correspondiente.
IV. MANDARON que cumplidos estos trámites se devuelva el proceso al órgano jurisdiccional de origen
y que se archive el cuadernillo de casación en la Corte Suprema.
¿Cuáles son las circunstancias agravantes comunes del delito de robo? [RN 1217-2019, Lima Este]
VISTO: el recurso de nulidad interpuesto por la representante del Ministerio Público contra la sentencia
condenatoria (foja doscientos treinta y seis) del veintitrés de agosto de dos mil dieciocho.
CONSIDERANDO
Primero. El representante del Ministerio Público, en su recurso formalizado (foja doscientos cincuenta y
siete), sostuvo que interpuso el presente recurso en el extremo de la pena privativa de libertad impuesta:
1.1. Este Ministerio Público solicitó se imponga al acusado doce años de pena privativa de libertad, al
haber determinado que la pena concreta se ubica dentro del primer tercio o tercio inferior. El referido
tercio prevé una penalidad entre 12 años y 8 meses. En consecuencia, bien pudo haberse solicitado este
último extremo y con ello se seguía dentro del tercio inferior. Sin embargo, dicha petición de pena fue
realizada analizando la naturaleza del caso, así como de las circunstancias atenuantes que pudieran existir
en el caso concreto.
1.2. El procesado ha sido objeto de una rebaja de ocho años de pena privativa de libertad y a
consideración de este Ministerio no existen circunstancias atenuantes en favor del procesado. Dicho
acusado no aceptó acogerse a los alcances de la Ley 28122.
1.3. El procesado durante todo el procedimiento no ha demostrado encontrarse arrepentido del hecho
cometido; por el contrario, ha negado cínicamente los cargos en su contra.
1.4. En tal sentido, el Ministerio Público considera que la pena que le corresponde al acusado es doce
años de pena privativa de libertad, que es el mínimo legal y no la pena impuesta.
Segundo. En la acusación fiscal (foja ciento cincuenta y dos) se incrimina a Víctor Raúl Huayhuameza
Janampa, quien con la participación de un menor de edad y sujetos desconocidos, se apoderaron de las
pertenencias de la agraviada Yudith Maldonado Berrocal, el diez de mayo de dos mil quince, a las cinco
horas con treinta minutos, aproximadamente, cuando la agraviada caminaba con su enamorado Jenri Luis
Tananta Tejeda por las inmediaciones del Asentamiento Humano Montenegro en el distrito de San Juan
de Lurigancho, cuando aparecieron por la espalda el imputado y el adolescente Kevin Alonso, y otros
sujetos desconocidos. Uno de ellos sujetó por la espalda al enamorado de la agraviada, quien logró
zafarse, y empezó a correr para solicitar ayuda. La agraviada hizo lo mismo, pero fue interceptada por
Víctor Raúl Huayhuameza Janampa, quien la sujetó del cuello, provisto de un arma blanca (cuchillo),
mientras que los sujetos desconocidos aprovecharon para abrazar a la agraviada y despojarla de su
teléfono celular y la suma de ciento cincuenta soles. Al notar la presencia policial se dieron a la fuga, pero
se logró intervenir a Huayhuameza Janampa, quien fue llevado a la comisaría del sector.
Cuarto. Así, tenemos que la sanción punitiva para el delito materia de investigación (robo con
agravantes) previsto en el artículo ciento ochenta y ocho (tipo base), con las agravantes contenidas en el
artículo ciento ochenta y nueve, incisos dos y cuatro, del Código penal, modificado por la Ley treinta mil
setenta y seis, vigente al momento de los hechos, tiene un rango no menor de doce ni mayor de veinte
años; luego, tenemos que la sanción punitiva solicitada (foja ciento cincuenta y dos) por el Ministerio
Público, es de doce años.
Quinto. Del análisis del fundamento jurídico decimocuarto, se advierte que el Colegiado, si bien ponderó
las condiciones generales y específicas del encausado (grado cultural, no registra antecedentes penales,
policiales ni judiciales, la ingesta de alcohol al cometer el delito, su inmadurez emocional y que se trataba
de un joven de veintitrés años de edad); no obstante, no consideró la forma ni circunstancias como se
perpetró el ilícito penal (el acusado provisto de un arma blanca-cuchillo sujetó del cuello a la agraviada
Yudith Maldonado Berrocal, quien lo reconoció, mientras que los otros sujetos desconocidos
aprovecharon para abrazarla y despojarla de sus pertenencias); de otro lado, a excepción del estado de
ebriedad, no se advierten otras circunstancias atenuantes que permitan una disminución de la pena por
debajo del mínimo legal.
Sexto. En tal sentido, se tiene que el Colegiado no ponderó de forma adecuada que el evento delictivo se
perpetró a través de circunstancias agravantes comunes (durante la noche y con el concurso de dos o más
personas), por lo que la pena concreta establecida, en la recurrida para el delito de robo con agravantes
instruido resulta inadecuada, no guardando correspondencia con la responsabilidad y gravedad del hecho
cometido.
En consecuencia, en atención a que este Supremo Tribunal se encuentra habilitado, pues el representante
del Ministerio Público interpuso recurso de nulidad, de acuerdo con lo establecido en el apartado tres, del
artículo trescientos, del Código de Procedimientos Penales, necesariamente debe incrementarse la pena,
pero no al ámbito pretendido por el Ministerio Público, por la existencia de una causal de disminución por
debajo del mínimo legal, conforme señala el artículo 21 del Código penal. En efecto, debe considerarse el
estado de ebriedad en que se encontraba el procesado al momento de la comisión del tipo penal, situación
que amerita la reducción de la pena por debajo del mínimo legal conminado, por lo que prudencialmente
debe fijarse en nueve años de pena privativa libertad efectiva.
DECISIÓN
Por estos fundamentos, declararon HABER NULIDAD en la sentencia del veintitrés de agosto de dos
mil dieciocho (foja doscientos treinta y seis), en el extremo que se le impuso a Víctor Raúl Huayhuameza
Janampa como autor del delito contra el patrimonio, robo con agravantes; en perjuicio de Yudith
Maldonado Berrocal, cuatro años de pena privativa de libertad suspendida en su ejecución por el periodo
de prueba de tres años, bajo reglas de conducta; en consecuencia, reformándola, IMPUSIERON a Víctor
Raúl Huayhuameza Janampa nueve años de pena privativa de libertad, la misma que empezará a
calcularse una vez que sea capturado y para su reclusión en el Establecimiento Penitenciario que se
señale, ORDENARON su captura inmediata, debiendo para ese efecto, la Sala Penal, cursar los oficios
respectivos, Y los devolvieron.