Algunos Desarrollos Teóricos Sobre La Depresión - Artículo

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Algunos desarrollos teóricos sobre la depresión

La necesidad de un abordaje de los aspectos propiamente psicodinámicos


de la depresión justifica la referencia a pensadores como Sigmund Freud,
Erick Erikson, Harry Sullivan, Christopher Bollas y René Spitz.

La depresión desde la perspectiva freudiana

El estado de ánimo depresivo es tratado por Freud especialmente en “Duelo y Melancolía”


(Freud S, 1917), donde es vinculado a situaciones de pérdida real o imaginaria. El duelo y
la melancolía sobrevienen como consecuencia de la pérdida de algún objeto o situación
amada; en ambos casos existe un estado de ánimo doloroso, una pérdida de interés por el
mundo exterior, una pérdida de la capacidad de amar y una inhibición general de todas las
funciones psíquicas (empobrecimiento anímico). Dentro de estas últimas cabe incluir la
actividad laboral.

La depresión en el contexto del ciclo vital de Erikson

Nos interesa aquí la depresión en el caso de la persona adulta, ya que es aquella que está
expuesta a la desocupación. Erikson define dos estadios adultos: la juventud y la adultez
propiamente dicha (Erikson E, 1985:84). En líneas generales, ambos constituyen el
séptimo estadio del ciclo vital, al cual Erikson le asignará la antítesis crítica de
generatividad versus estancamiento. La generativídad abarca, para ser más precisos, la
procreatividad, la productividad y la creatividad.
Estos conceptos aluden al la posibilidad que normalmente debe actualizarse en la adultez
en cuanto a la generación de nuevos seres (los hijos) pero también a la producción de
ideas, incluyendo un tipo de autogeneración que se relaciona con un mayor desarrollo de la
identidad. Alternativamente, el estancamiento es la tendencia opuesta, que puede llegar a
abrumar totalmente a quienes se encuentran inactivados en cuestiones generativas.
El adulto empieza a asumir un compromiso de 'cuidar' de las personas a su cargo, así como
de los productos e ideas por los cuales ha aprendido a preocuparse (Erikson E, 1985:85).
¿Cómo podríamos entender la depresión en este contexto? Al respecto habría que
discriminar entre dos situaciones depresivas: una normal y otra patológica. Cuando una
persona atraviesa una situación de crisis vital, inevitable, como por ejemplo pasar de la
adolescencia a la adultez, hay un sentimiento depresivo que forma parte natural de ese
proceso de crisis, por cuanto hay toda una etapa previa que es experimentada como una
pérdida, por ejemplo, la pérdida del cuerpo potente de la adolescencia. Lo mismo sucede
en las situaciones de crisis accidentales como la desocupación.
A priori, podríamos considerar que un estado depresivo no configura necesariamente una
patología, salvo que, si consideramos las ideas de Erikson, dicho estado inhiba a la persona
en crisis para afrontar y desarrollar sus nuevas capacidades como en este caso la
generatividad y la productividad. Dicho estado depresivo se exacerbará y poco a poco
llevará al sujeto al estancamiento, en la medida en que sea capaz de reactivar, como un
factor desencadenante actual, una situación conflictiva mal resuelta en etapas o estadios
anteriores. "El estancamiento, indica Erikson, señala la patología básica de la adultez e
implica alguna regresión a conflictos previos" (Erikson E, 1985:86) todo lo cual implica
remontar el pasado e iniciar una exploración de la niñez y de los procesos que han quedado
sepultados -pero no inactivos- en el inconciente.
Sin embargo, hay un problema adicional, que es el de la realimentación del estado
depresivo. Esto significa que, cuando dicho estado se instala y produce una situación de
estancamiento que predomina sobre la generatividad, puede provocar a su vez una

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experiencia de frustración por no poder cuidar a sus hijos, por no poder producir ideas,
etc., cayendo en el estado de inhibición propio de la depresión.
Tal experiencia de frustración generativa, tiene para Erikson a su vez un efecto patogénico,
y podemos entender que producirá nuevamente depresión por la pérdida de su capacidad
generativa. Aparecerá por ejemplo una de las características del estado depresivo
descriptas por el DSM-IV, como los sentimientos de inutilidad. El proceso puede seguir
realimentándose y, consecuentemente, agravándose cada vez más, pudiendo seguir tres
posibles caminos: o bien se logra revertir la situación hacia la normalidad, o bien la
depresión se hace crónica (o incluso alternada con fase maníacas), o bien termina con el
suicidio.
Debemos reconocer también la incidencia de los factores sociales y ecológicos en el
surgimiento de la depresión en la adultez, entendiendo por factores ecológicos el conjunto
de los factores culturales que influyen sobre el comportamiento del individuo. Por ejemplo,
hoy en día y debido a cierta conciencia ecológica hay una aceptación general del control de
la natalidad, y entonces la presión social que se ejerce sobre el individuo para que procree
hijos no es tan intensa, y la frustración generativa no se verá incrementada por este factor.
Consecuentemente, su influencia sobre el estado depresivo será menor.
Alternativamente, el consenso social puede valorar mucho el trabajo y la producción de
ideas en el adulto, y entonces una situación de estancamiento debida a conflictos infantiles
en el adulto hará que este incremente el monto de su depresión. Esto tiene relación directa
con el planteo que hará Sullivan acerca de la etiología de los trastornos mentales
(Thompson C, 1966).

La depresión considerada desde la teoría interpersonal de H. Sullivan

Una idea central en la teoría de Sullivan es aquella según la cual la personalidad es


modelada sobre la base de sus experiencias interpersonales infantiles, fundamentalmente
con sus padres, relaciones que pueden quedar enmarcadas como de aprobación o de
reprobación por parte de estos.
Así, una persona valorará sus experiencias conforme a las manifestaciones que reciba de
sus padres y de otras personas ligadas a él. Si los padres lo consideran, lo quieren, lo
aprueban, el niño tendrá consideración por sí mísmo, pero si la actitud de ellos es de
menosprecio, será imposible que el niño se tenga consideración (Thompson C, 1966).
Podríamos imaginar la historia de un niño que crece en medio de experiencias de
desaprobación por parte de los padres. Llega a la adultez, sus padres fallecieron, y tiende a
repetir su vínculo con ellos en otras personas produciéndose lo que Sullivan llama una
distorsión paratáxica, es decir, establece relaciones interpersonales donde el otro es
fantaseado como alguien que oprime, desaprueba, castiga, más allá de su comportamiento
real y efectivo.
Frente a esa persona así fantaseada, el adulto reaccionará entonces con automenosprecio,
tal como había reaccionado en su niñez, lo que justificaría por ejemplo el síntoma del
autorreproche mencionado por el DSM-IV. La persona poco a poco pierde confianza en sus
posibilidades, se siente inútil, y al menospreciarse y fantasearse a sí mísmo juzgará que es
'incapaz' de hacer cosas, de producir, de generar hijos o ideas, sumiéndose así en el estado
depresivo. Así, si está deprimido es porque tuvo una experiencia de pérdida, y lo que el
paciente siente aquí que ha perdido es su capacidad para hacer cosas, aquella
omnipotencia infantil de la que hablaba Freud y que configuraba el narcisismo original. De
aquí también la posibilidad de entender la pérdida de la autoestima en la experiencia
depresiva.
La curación consiste en la gradual discriminación que hace el paciente de lo que ocurre
realmente en sus vínculos inter-personales, insistiendo especialmente en los aspectos
paratáxicos. Esto significa, que el paciente pueda ir discriminando la diferencia que hay

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entre la persona fantaseada y la persona real, y entre sus capacidades fantaseadas y sus
capacidades reales.

La depresión y el objeto transformacional de Bollas

El objeto transformacional propuesto por Christopher Bollas está referido al primer objeto
que se ocupa del cuidado del niño desde el momento de nacer, que normalmente es la
madre. Esta madre es experimentada por el bebé no tanto como un objeto recortado y
separable de él, porque aún no está individualizada plenamente como 'otra', sino que es
vivenciada como un objeto transformacional (Bollas C, 1989:30). es decir como un objeto
identificado con transformaciones acumulativas tanto externas como internas del bebé. La
madre, con sus cuidados, sus caricias, etc. está continuamente alterando o transformando
el ambiente del niño, y estas transformaciones externas hacen que también se produzcan
cambios internos, los cuales no solo tienen que ver con el desarrollo de su motricidad (la
madre juega con él y esto estimula los movimientos infantiles), sino también con su
desarrollo mental, porque el bebé va encontrando afecto y seguridad en ella.
Recién después, sobre esta base vivencial, el niño podrá representarse el objeto materno y
establecer un vínculo con él como con un otro diferente. Hasta entonces, el vínculo es
simbiótico, hay una indiferenciación, la madre no es aún representada sino vivida,
experimentada. Es, para usar una expresión de Bollas, un algo 'sabido no pensado', un
saber anterior a toda representación.
Cabe rescatar, entonces, lo importante del objeto transformacional: es el objeto que, con
sus estimulaciones adecuadas, lo está transformando al bebé externa e internamente. De
esto puede desprenderse que si una persona no contó con este objeto en su función
transformadora, sobrevendrá la patología. El sujeto seguirá buscando ese objeto
transformacional en el ambiente. "Este aspecto de existencia temprana -indica Bollas-
pervive en ciertas formas de búsqueda de objeto en la vida adulta, en que este es requerido
por su función de significante de transformación" (Bollas C, 1989:30).
Bollas (Bollas C, 1989:35), refiere el caso de Peter, un paciente que le llegó por derivación
de otro profesional con un diagnóstico de depresión.
Por la sintomatología descripta por Bollas, Peter presenta varias de las características del
depresivo según el DSM-IV, las suficientes como para justificar el diagnóstico indicado:
expresión y estado de ánimo triste, aspecto desaliñado, trabaja a su pesar y no encuentra
placer en ello, tiene grandes dificultades para relacionarse con los demás, etc. De los
diversos acontecimientos cotidianos que relata Peter, a Bollas le llamó la atención el hecho
de que invariablemente, cada semana, iba a visitar a su madre, lo cual empezaría a revelar
la posibilidad de una conducta adulta de búsqueda del objeto transformacional.
Bollas planteó así una hipótesis de trabajo: Peter no ha tenido un objeto transformacional
lo suficientemente estimulador como para provocar en él los cambios que requieren el
desarrollo de su personalidad. Hoy, de adulto, los busca en aquella madre, pero sin
embargo no obtiene resultados, porque hace varios años que se encuentra en la misma
situación. Por lo demás, su madre, ya anciana, está en menos condiciones aún de proveer
ese objeto.
Por lo tanto, debemos dotar a Peter de un objeto transformador en la situación terapéutica,
y es así que el mismo analista se erige en tal (del mismo modo que por ejemplo puede
erigirse como objeto transicional según Winniccott, o en objeto del self según Kohut).
El objeto transformacional, dice Bollas (Bollas, 1989), es entonces un objeto disponible
para el uso del paciente. El analista presta su persona para vincularse con el paciente, lo
cual no significa que el analista deba hacer exactamente lo mismo que la madre que no
tuvo como acariciarlo o cuidarlo, sino generar transformaciones externas, estimulaciones,
palabra mediante, para que se activen en Peter las transformaciones internas que tiene

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postergadas. Pero, simultáneamente con esto, la interpretación debe estar orientada a que
el paciente reconozca interiormente la necesidad de reparación de su self.
Resulta así una explicación psicodinámica de la depresión. El cuadro depresivo expresa
una inhibición general para las actividades experimentadas como no placenteras, porque
precisamente su vínculo simbiótico original estaba empobrecido en cuanto a cuidados
maternos, que son precisamente la fuente del placer. En esa temprana edad, el niño debía
realizar actividades para su subsistencia, indudablemente, pero no estaban teñidas del
placer derivado de la estimulación y del afecto.

René Spitz y la depresión anaclítica

Las investigaciones de Spitz han demostrado las graves consecuencias que produce en los
niños la privación afectiva durante el primer año de vida. Una de ellas: morir por falta de
cariño.

1. Introducción.- Ubiquemos previamente a la depresión anaclítica y al hospitalismo


dentro del conjunto de las patologías de las relaciones de objeto, según la clasificación de
René Spitz (esquema 1). Las patologías en las relaciones madre-hijo abarcan según este
autor dos grupos importantes: las perturbaciones psicotóxica provocadas por una actitud
maternal incorrecta, y las enfermedades defectivas emocionales, provocadas por una
actitud maternal insuficiente. Insuficiente en cuanto al suministro de afecto, o suministro
libidinal.

Esquema 1 – Clasificación etiológica de las enfermedades psicogénicas en la infancia


según las actitudes maternales

Patología Características CAUSA (actitud de la madre) EFECTO (dolencia


del infante)
Perturbaciones Un origen está en las Franca repulsa primaria Coma en el recién
psicotóxicas relaciones madre-hijo nacido (Ribble)
incorrectas. Tolerancia excesiva angustiosa Cólico del tercer mes
Por lo tanto, es un primaria
factor etiológico Hostilidad enmascarada de Eczema infantil
cualitativo. angustia
Fluctuación entre el mimo y la Hipermovilidad
hostilidad (cabeceo)
Oscilaciones cíclicas del humor Juegos fecales
materno
Hostilidad compensando Hipertimia agresiva
concientemente (Bowlby)
Enfermedades Un origen está en las Privación emocional parcial Depresión anaclítica
defectivas relaciones madre-hijo
emocionales insuficientes.
Por lo tanto, es un Privación emocional total Hospitalismo
factor etiológico
cuantitativo.
(Modificado de Spitz R, “El primer año de vida del niño”, pág. 157).

En el esquema, las expresiones 'causa' y 'efecto' deben tomarse con cuidado. Spitz no dice
que la actitud maternal sea la 'única causa', pues también deben considerarse factores
etiológicos congénitos. Por ejemplo, el cólico del tercer mes aparece no solamente por una
actitud maternal de tolerancia angustiosa, sino que debe existir también en el niño una
hipertonicidad congénita.

2. Enfermedades defectivas emocionales.- Concentrémonos en el segundo grupo de


patologías, que incluye la depresión anaclítica y el hospitalismo derivadas,

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respectivamente, de una privación afectiva parcial y total. Los adjetivos 'parcial' y 'total'
hacen referencia al tiempo de privación afectiva transcurrido desde que el niño es separado
de la madre. Así por ejemplo, y como pronto veremos, una privación total es una privación
de más de cinco meses, y una privación parcial es una privación hasta ese lapso,
aproximadamente.
En las patologías psicotóxicas, la personalidad individual de la madre es muy importante:
su hostilidad o su ciclotimia, por dar un ejemplo. En cambio, en las enfermedades
defectivas emocionales la personalidad maternal es algo secundario, porque precisamente
y por lo general la madre no está presente físicamente, y el sustituto que se le proporciona
al niño es inadecuado o casi inexistente. Podríamos decir que aquí la madre 'peca' por
defecto: al no estar presente, no puede darle al niño el suficiente amor que necesita para su
normal desarrollo, y de aquí el nombre de enfermedad 'defectiva'. Naturalmente no
hablamos aquí de una madre que deliberadamente abandona a su hijo. Lo hace por
razones ajenas a su control: la madre puede enfermarse, morirse, o el niño requerir una
hospitalización por otros motivos, todas situaciones accidentales donde podrá verse
privado del afecto y el cuidado maternal.
Los dos síndromes indicados (depresión anaclítica y hospitalismo) podemos entenderlos
en realidad como dos etapas de un mismo proceso que se va dando en el tiempo. Así, al
principio se instala una depresión anaclítica. Si la situación de privación afectiva persiste,
luego de una fase de transición el cuadro desembocará en el hospitalismo. Ayudándonos
visualmente con el esquema 2, podremos seguir este proceso a través de cuatro etapas, que
son las siguientes:

Esquema 2 – Evolución de la enfermedad defectiva emocional

Buena Depresión Periodo de Hospitalismo


relación con anaclítica transición (irreversible)
la madre (reversible) (reversible)

7 10 12 Muerte
meses meses meses

1) Buena relación con la madre.- Jamás puede instalarse una depresión anaclítica si antes
el niño no tuvo buenas relaciones con su madre. Precisamente, 'depresión' significa
pérdida de un objeto valorado, y 'anaclítica' significa que ese objeto fue suministrador de
alimento, de cuidados, etc., pero fundamentalmente afecto. Una condición necesaria para
el desarrollo de la depresión anaclítica es que el infante, entonces, antes de la separación
de la madre haya tenido buenas relaciones con ella.
2) Depresión anaclítica.- Spitz realizó una serie de observaciones, donde comprobó que
cuando ciertos niños eran prácticamente privados de la madre entre el 6to. y el 8vo. mes de
vida, y luego de haber tenido relaciones satisfactorias con ella, comenzaban a desarrollar
un síndrome llamado depresión anaclítica (diferente a la depresión adulta, y de la
depresión de la posición depresiva kleiniana).
La depresión anaclítica comienza cuando el niño deja de recibir afecto matenal (en las
observaciones de Spitz esto ocurrió entre el 6to y el 8vo. mes, pero cabe suponer que
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podría haber sucedido antes o después, pero siempre dentro del primer año de vida). A
partir de allí irán apareciendo una serie de síntomas hasta alcanzar un punto álgido en el
tercer mes a partir de aquella interrupción afectiva. Estos síntomas van apareciendo en el
siguiente orden:
a) En el primer mes aparece lloriqueo, y el niño se aferra al observador que está junto a él y
se vuelve exigente. b) En el segundo mes, el lloriqueo se transforma muchas veces en
gemidos. Se inicia la pérdida de peso y se detiene el índice de desarrollo. c) En el tercer
mes los niños se niegan al contacto. Yacen postrados en sus camitas casi todo el tiempo, lo
cual es un índice patognomónico (es decir, un indicador que revela en forma inconfundible
y típica que se ha instalado determinada patología, en este caso, la depresión anaclítica).
Empieza el insomnio, continúa la pérdida de peso, hay tendencia a contraer enfermedades;
el retraso motor se generaliza y por último se inicia la rigidez facial. Si en algún momento
dentro de estos tres meses la madre vuelve, el niño se recupera y vuelve a mejorar, de
manera que su depresión anaclítica es reversible. Si la madre sigue ausente, el niño
ingresará entonces en un periodo de transición:
3) Periodo de transición.- Es un periodo de dos meses consecutivo a los tres meses que
duró la depresión anaclítica, y es una suerte de continuación de ésta. Lo que se observa en
este periodo es que se instala con firmeza la rigidez facial, el retraso motor crece y pasa a
ser letargo, mientras que el índice de desarrollo empieza a decrecer. Afortunadamente, el
retorno de la madre durante este periodo de transición permite la mejoría del niño, es
decir, todavía el proceso depresivo es reversible (más allá de si deja o no cicatrices en años
posteriores, lo que está por verse). Si, en cambio, persiste la ausencia del objeto amoroso,
el niño ingresa en el cuadro llamado hospitalismo:
4) Hospitalismo.- Cuando la separación excede los cinco meses (tres de depresión
anaclítica, más dos del periodo de transición), la sintomatología cambia radicalmente
apareciendo el hospitalismo. El hospitalismo implica una privación total de afecto. De
hecho, una adecuada caracterización de este síndrome podría ser la siguiente: si se priva a
los infantes, durante el primer año, de todas las relaciones de objeto por periodos que
duren más de cinco meses, darán muestras de síntomas cada vez más graves de un
empeoramiento que parece ser, al menos en parte, irreversible. La naturaleza de la relación
madre-hijo, si la hubo, anterior a la privación parece tener escasa influencia en el curso de
la enfermedad.
Durante el hospitalismo, llamado así por haber sido observado en niños internados en
instituciones y separados de la madre, los síntomas de la previa depresión anaclítica se
acentúan, aumenta el retroceso del índice de desarrollo (que se detecta mediante tests
especiales), aparecen movimientos espasmódicos o atípicos y, en algunos de los casos, se
llegaba incluso al marasmo (adelgazamiento excesivo) y muerte.

3. Conclusiones.- Estas patologías vistas ponen de manifiesto la enorme importancia del


establecimiento del objeto libidinal en el primer año de vida. Si el niño puede contar con
este objeto firmemente establecido, podrá descargar sobre él sus impulsos libidinales e
incluso también los agresivos (etapa ambivalente de la segunda mitad del primer año). Y
así, si al niño lo privan de ese objeto libidinal tan importante, no podrá descargar tampoco
sus impulsos agresivos hacia afuera, hacia el objeto, con lo cual se vuelcan sobre sí mismo,
que es el único objeto que les queda: un ejemplo típico es golpearse la cabeza contra el
respaldo de la cama, arrancarse el cabello, etc.

Pablo Cazau (1992)

Bibliografía consultada

American Psyquiatric Association (1992) DSM-III-R. Barcelona: Masson.

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Bollas C (1989) La sombra del objeto. Buenos Aires: Amorrortu.
Erikson E (1985) El ciclo vital completado. Buenos Aires: Paidós.
Erikson E (1985) El ciclo vital completado. Buenos Aires: Paidós.
Freud S (1917), Duelo y melancolía, en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1968.
Spitz René, (1979) El primer año de vida del niño, Cap. 14 y 15. México, Fondo de Cultura
Económica, 1979.
Thompson C (1966) El psicoanálisis. México: Fondo de Cultura Económica, 4° edición.

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