La Colonizacion Agricola en Argentina
La Colonizacion Agricola en Argentina
La Colonizacion Agricola en Argentina
Uno de los fenómenos más destacados en la historia rural argentina de la segunda mitad del
siglo XIX es el proceso de expansión de la agricultura moderna. Sorprendiendo a propios y
extraños por la rapidez y magnitud del proceso, Argentina pasó de ser un importador neto de
cereales y harina a constituirse en uno de los mayores exportadores mundiales de esos
productos en algo menos de tres décadas. Esa evolución tuvo un motor principal en Ia
formación de colonias agrícolas, esencialmente con inmigrantes. Con bastante retraso
respecto de Ia experiencia análoga del sur de Brasil, y luego de un largo impasse entre los
primeros y frustrados proyectos encarados al respecto unos 30 años antes, hacia mediados de
Ia década de 1850 comenzaron a arraigar los primeros emprendimientos que lograrían
permanecer. Las colonias fueron surgiendo en cantidad creciente, cubriendo vastas áreas
anteriormente dedicadas a Ia ganadería extensiva o arrebatadas a tribus indígenas
independientes mediante un consistente y continuo avance sobre las fronteras. Los resultados
del proceso hablan por sí solos: la región pampeana, esa vasta y fértil planicie de clima
templado situada en el centro del país, se había transformado al filo del siglo XX en una
moderna fábrica de alimentos. Hacia 1895, la superficie cultivada con trigo en las cuatro
provincias que la componían (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba) había aumentado
al menos 39 veces con respecto a su situación de cuatro décadas atrás. Si bien con
posterioridad a 1890 el derrame de la actividad agrícola hacia fuera de las colonias les fue
quitando a estas protagonismo, por largas décadas todavía las palabras "agricultor" y "colono"
serán prácticamente sinónimos en el mundo rural pampeano.
Se suponía que la productividad de esas pequeñas explotaciones debía de ser muy superior a
la de las grandes, pero no existan incentivos para aumentarla a causa de que los contratos de
arrendamiento no duraban nunca más de tres años. La colonización solo habría sido un
fenómeno puntual, posible por un fuerte apoyo del Estado y, sobre todo, de ciertos lideres
políticos de ideas avanzadas, y no había logrado generar una etapa consistente de propietarios
de tipo farmer, ya que, a partir de 1870, el acceso a la propiedad de la tierra se cerró.
Se ha pensado en general que, una vez fundada la primera colonia, la progresión del fenómeno
tendría necesariamente que ser continua; esa visión, que en esencia retrotraía al pasado la
rápida expansión de la década de 1880, no da cuenta del a veces tortuoso recorrido de los
PROFESORADO PARA LA EDUCACIÓN SECUNDARIA EN AGRONOMÍA
HISTORIA DEL DESARROLLO RURAL Y AGRARIO ARGENTINA
emprendimientos. Nunca fue muy fácil, mucho menos aun antes de ese año, reunir todos los
elementos para que una colonia funcionara; y son justamente los emprendimientos fracasados
los que, aun cuando poco significativos en el total, pueden mostramos mejor las aristas
oscuras del proceso.
Durante el periodo hispánico y hasta la mitad del siglo XIX el dominio criollo en Santa Fe estuvo
reducido a poco más que la ciudad de ese nombre, una franja costera del Paraná al sur de la
misma y el área de los caminos que la conectaban con el interior. Cercada por belicosos
indígenas al sur y al norte de ese estrecho corredor, Santa Fe sobrevivió por momentos
difícilmente a sus ataques. La producción ganadera era ya entonces bastante más notable que
la agrícola, fundamentalmente destinada al autoconsumo y al abasto de los escasos centros
poblados. Las luchas del periodo posterior a 1810 hicieron de Santa Fe un duro e intermitente
campo de batalla. Se produjo una tremenda dislocación económica a causa de la guerra, con
destrucción de muchas fortunas y una acrecida presión por parte de un fisco provincial
siempre exhausto e imperiosamente necesitado de fondos. Solo en la década de 1840 la
conflictividad comenzó a ser menor, las fronteras pudieron en parte consolidarse y las áreas
rurales retomaron la actividad con algo más de certidumbre. Las exportaciones se incrementan
y diversifican, destacándose los cueros vacunos y ovinos, la lana y una amplia variedad de
maderas. EI renovado papel de Santa Fe como centro articulador de un vasto espacio mercantil
entre Buenos Aires y el interior, a través del ascendente puerto de Rosario, fue al respecto un
invalorable motor económico. De todos modos, el crecimiento santafesino de estos años
estuvo muy a la zaga del entrerriano. Hacia 1850 la economía provincial enfrentaba duras
restricciones: la conflictividad política continuaba, las fronteras se encontraban en el mismo
punto que medio siglo antes, la campana rural se veía amenazada no solo por los indígenas,
sino también por un heterogéneo conjunto de bandoleros rurales. Pero pronto el cambio
comenzó a hacerse más evidente. Los gobiernos provinciales hicieron esfuerzos denodados
para expandir la frontera, logrando resultados ya en 1858; hacia fines de la década siguiente el
territorio provincial contaba con alrededor de 57 000 kilómetros cuadrados, o más de cuatro
veces la superficie de diez años atrás. La aparición de las primeras colonias agrícolas, también
en estos años, se ubica así en un contexto económico expansivo.
En Entre Ríos, en tanto, los indígenas locales habían sido dominados en 1750; a partir de
entonces se creó allí una vasta riqueza ganadera, que también fue destruida en el curso de las
Iuchas civiles de la década de 1810. Los productores intentaron continuar generando negocios
en medio del caos, lográndolo con importante éxito, sobre todo en las décadas de 1830 y
1840. El cual es tanto más sorprendente cuanto que el gran problema de esa economía, Ia
escasez de mano de obra, se vio incluso acentuado por el ocaso de Ia esclavitud y el
reclutamiento de buena parte de los varones para servir en los ejércitos en marcha. Esta
situación fue resuelta mediante Ia acentuación del uso de técnicas muy extensivas de manejo
del ganado, que compensaban la escasez de unos factores con la abundancia de otros; y, sobre
todo, mediante un cuidadoso y complejo sistema de disposición de Ia mano de obra, la cual
fue férreamente disciplinada desde el Estado por Ia acción del caudillo Justo José de Urquiza,
quien gobernaría sin oposición hasta 1870, logrando una estabilidad política que diferenciaba
netamente a la provincia de su vecina Santa Fe. De esta forma, durante esas décadas convulsas
Ia prosperidad no estuvo precisamente ausente de Ia economía entrerriana; hacia 1850, esta
ya poseía la suficiente solidez como para pretender un Iugar de privilegio en la constelación
rioplatense, cediendo el primero solo a Buenos Aires. Sin embargo, las características que Ie
habían permitido crecer parecen haber estado luego entre los escollos que retrasaron la
puesta a punto de esa economía a los dictados de la nueva época. Esa extensividad pecuaria
PROFESORADO PARA LA EDUCACIÓN SECUNDARIA EN AGRONOMÍA
HISTORIA DEL DESARROLLO RURAL Y AGRARIO ARGENTINA
Gracias a los medios provistos por una previa etapa de crecimiento y menor conflictividad, los
líderes de la época comenzaron a pensar en proyectos de colonización. Existían para ello
motivos válidos y modelos muy cercanos: las colonias del sur brasileño, que desde hacía unos
20 años constituían en áreas de Frontera apoyos estratégicos a las comunicaciones y
consolidaban el dominio territorial, a la vez que formaban núcleos de evidente progreso
material. Para los caudillos provinciales de lo que luego sería Argentina, a menudo en guerra
unos con otros y siempre amenazados por la presión de fronteras inestables, esas realizaciones
concordaban ciertamente muy bien con objetivos tan básicos como la propia supervivencia.
No es extraño entonces que, en la relativa paz de inicios de la década de 1850, la predica de
algunos intelectuales exiliados y de unos pocos comerciantes ansiosos de hacer negocios
encontrara fácil eco en esos líderes. En todos los proyectos discutidos y llevados a cabo en esta
etapa, los gobiernos provinciales entregarían la tierra gratuitamente, y habrían de construir la
infraestructura de la colonia. Para los empresarios, el negocio consistía en la valorización de la
tierra recibida, que siempre era mucha más que la necesaria para poner en marcha los
emprendimientos; y en el pago estipulado por contrato de una parte de las cosechas, a fin de
redimir los gastos adelantados a los colonos en concepto de pasajes y manutención inicial. Los
proyectos hacen incluso expresa referencia a las ventajas de orden político, estratégico y
militar que tendría la colonización: tanto para el resguardo de las puntas fronterizas como para
el aumento poblacional, clave en la visión de los caudillos de la época como base a largo plazo
para el mantenimiento de ejércitos respetables. El mismo planteamiento de las pocas
fundaciones de esos años acusa su carácter: siempre en zonas de frontera, se trataba cuando
más de puntos de abastecimiento ligados a guarniciones militares, sin pensar ni prever en
otros desemboques alternativos para su producción agrícola. Así, esas ventajas estratégicas no
guardaban relación con las de orden práctico. Para empezar, las áreas de frontera rioplatenses
distaban mucho de los núcleos poblados principales, y, sobre todo, de los grandes cursos de
agua en los que por entonces se basaba el comercio. Aisladas entre vastos desiertos, las
colonias agrícolas constituían un absurdo desperdicio de recursos: la abundancia de mano de
obra provista por las familias de los colonos, que era clave en la diferencia de productividad
con el entorno ganadero criollo, se perdía irremediablemente por falta de consumidores a
quienes vender el amplio abanico de productos que era capaz de elaborar. Por otro lado, se
había creído ingenuamente que bastaría con instalar a los inmigrantes en esas tierras vírgenes,
y que estos obtendrían resultados solo con ponerse a trabajar tal como lo hacían en Europa. En
un contexto de aguda escasez de mano de obra, cualquier hombre más o menos apto podía
conseguir por su trabajo condiciones muy ventajosas, por lo que esas colonias aisladas y esas
pesadas deudas a redimir eran una fortísima tentación a la huida. Aun cuando la tierra se
entregara gratuitamente, era posible con poco dinero, adquirir porciones similares mucho
mejor situadas; la escuálida demanda de un paquete de soldados, cuya paga llegaba muy tarde
y a veces nunca, no constituía, por otro lado, precisamente un medio para Iograr hacer
fortuna. De ese modo, no se trataba solo de la dificultad en las comunicaciones o Ia posibilidad
de invasiones indígenas; esa colonización, así planteada, era sencillamente inviable. Al
PROFESORADO PARA LA EDUCACIÓN SECUNDARIA EN AGRONOMÍA
HISTORIA DEL DESARROLLO RURAL Y AGRARIO ARGENTINA
advertirse esto, se comenzó a designar parajes menos alejados, y más cerca de los cursos de
agua. Sin embargo, había aun otros problemas: era utópico esperar, de las inestables
autoridades provinciales o de la vacilante Confederación, que casi nunca contaban siquiera con
los mínimos fondos necesarios para sus gastos más inmediatos, los desembolsos ligados a la
construcción de infraestructura, por mínima que esta fuese. El repudio de contratos firmados,
el pase de los colonos de una a otra administración como si se tratara de brasas calientes, la
irritación de una población criolla a la que se Ie exigían servicios de guerra sin compensarla con
ventajas como las que se otorgaban a extranjeros exentos de cargas militares, formaron así
parte ineludible del difícil contexto en que debieron desenvolverse estos proyectos iniciales,
muchos de los cuales fracasaron. Quedaron así en evidencia no solo la extrema precariedad
del andamiaje institucional de la época, y su nula capacidad para embarcarse en proyectos de
mediano plazo, sino, además, la imprevisión de los empresarios que habían subestimado los
enormes costos, riesgos y complicaciones de emprendimientos de estas características. El
esquema del desarrollador que era poco más que un intermediario, haciéndose cargo tan solo
de aportar la gestión y algunos de los elementos más indispensables ligados al punto de
partida del emprendimiento, como los pasajes y unos pocos gastos iniciales mas, había
fracasado. Si la división de tareas así esquematizada comprendía que el suministro de esos
bienes era imposible para la contraparte estatal, de todo modo los mismos no constituían sino
una porción mínima de lo que era imprescindible desembolsar para poner a punto una colonia.
Mal que bien, los colonos formaban conjuntos de personas que, en sus pueblos de Europa,
contaban con un complejo y amplio abanico de bienes, instituciones y servicios, que iban
desde iglesia, escuela, club social, hospital, mercado, biblioteca, hasta un comité que
organizara las fiestas de carnaval o vigilara el cumplimiento de las normas de higiene.
Trasladarlos a cuatro chozas perdidas en medio de un desierto equivalía a quitarles de
improviso cosas que para ellos eran fundamentales para el desempeño de la vida cotidiana, y
que, por otra parte, constituían, si se quiere, una porción necesaria de esos elementos de
"civilización" que los pensadores de la época querían difuminar por las pampas. Si se pretendía
que el "trasplante" echara raíces y formara parte de un cambio social y cultural de
envergadura, no podía ignorarse la necesidad de incorporar, con la misma planta, algo de la
tierra del lugar de origen para permitirle una adaptación mejor al nuevo medio.
Pero, paralelamente, las propias posibilidades del negocio motivaron un creciente aumento
del precio de la tierra, que sólo el continuo avance sobre las fronteras Iogró morigerar. Si bien
a fines de la década de 1880 la inflación de valores fundiario terminó en una crisis de Ia cual
sólo lograrían recuperarse muchos años después, la tendencia de largo plazo era bastante
clara. Pero, de todos modos, más alIá de algunos momentos puntuales, el ritmo de
valorización de la tierra no podía competir con la tasa de ganancia esperada por los múltiples
negocios agrarios; entre otras cosas, por Ia propia existencia de una vasta oferta de tierras
nuevas que deprimía los precios, además de la misma incertidumbre inherente a un mercado
en formación completamente convulso. Así, para el nuevo agricultor-empresario la inversión
en tierras no era tan conveniente como el uso productivo del capital que podía gastarse en
elIas; y, por otra parte, la escasez de este obligaba a encarar un uso creativo del mismo,
buscando entre otras cosas minimización de riesgos a través de una amplia gama de
instrumentos, entre ellos Ia mayor versatilidad posible en las formas de tenencia. Las pautas
de la agricultura extensiva implicaban, como hemos dicho, un ahorro mayor, y costos más
competitivos, en la medida en que lograra aumentarse la escala operativa; para lo cual, la
compra de tierras aparecía como un factor poco racional en tanto podía invertirse más
productivamente el dinero arrendando una superficie mayor que la que hubiera podido
comprarse con el mismo. Así se explican en buena parte varios de los fenómenos de la época,
comunes además a otras economías similares: por ejemplo, el aumento en la proporción de
arrendatarios agrícolas, a fin de aprovechar coyunturas de mercado favorables ampliando
elásticamente la escala productiva mediante el arriendo, y evitando al mismo tiempo la
compra de tierras a fin de no distraer del proceso productivo los ingentes capitales que este
necesitaba; y no es casualidad que ocurriera entonces algo muy similar en otras regiones de
agricultura extensiva tan distantes como las praderas australianas o las del oeste americano. O
la difusión de técnicas predatorias del suelo (wildcat), por las que se reducían costos
operativos y se intentaba aprovechar la demanda internacional y los ciclos de buenos precios
cultivando varios años seguidos el mismo cereal sobre la misma tierra, sin atención a formas
más conservacionistas de explotación. Por otro lado, para la creciente masa de nuevos
productores agrícolas, el arrendamiento constituía una forma muy conveniente de ensayarse
PROFESORADO PARA LA EDUCACIÓN SECUNDARIA EN AGRONOMÍA
HISTORIA DEL DESARROLLO RURAL Y AGRARIO ARGENTINA
en la actividad, así como para encarar cambios de escala de manera más rápida de lo que
hubiera sido posible a través del tradicional sistema de venta de parcelas en las colonias; se
reducían o suprimían también los tiempos de hipoteca, con lo que el traspaso en caso de no
adecuación se agilizaba; y podía accederse a tierras de mayor productividad. Pero en Entre
Ríos estas formas de tenencia más versátiles solo pudieron expandirse limitadamente. Karl
Kaerger efectuaba algunas agudas consideraciones al respecto, cuando en 1897 afirmaba que
una de las diferencias entre la colonización santafesina o cordobesa y la entrerriana era que en
esta última no había tenido lugar la colonización "preparatoria" que consistía en establecer
arrendatarios o medieros en explotaciones ganaderas (estancias), con contratos que duraran
de tres a cinco años y con la obligación de sembrar alfalfa (a fin de ser utilizada como forraje)
luego del ultimo trigo. Mientras que esta práctica contribuía a hacer descender el precio de la
tierra dado que a cambio de encontrar gente que aceptara esos contratos los estancieros
estaban dispuestos a ofrecerles condiciones más favorables, a los ganaderos entrerrianos no
les resultaba útil sembrar alfalfa puesto que al cabo de algunos años esta se perdía
necesitando la tierra ser abonada en forma. Las consecuencias eran, primero, que la tierra era
cedida en condiciones más gravosas, y, segundo, que no existían grandes extensiones
disponibles para el arriendo, redundando en límites a la capacidad de los agricultores para
ampliar su escala productiva, o incluso para acumular capital. Por lo cual, los colonos trataban
de arrendar o comprar tierras cercanas a las que ya poseían, lo cual presionaba sobre la
demanda en las áreas proporcionalmente más colonizadas, aumentando aún más los precios.
No sorprende así que, para 1895, las explotaciones agrícolas entrerrianas estuvieran 69% en
manos de propietarios, mientras que en Santa Fe los mismos solo detentaran 50% del total;
pero, mientras en Entre Ríos solo existían 97 segadoras y 19 máquinas agrícolas movidas a
vapor, en Santa Fe las cifras respectivas eran de 12359 Y 1640, evidenciando ampliamente el
considerable retraso técnico de que adolecía Entre Ríos con respecto a su vecina, sin dudas a
causa de la escasa capitalización de sus unidades productivas.