Informen de Antropología Cristiana
Informen de Antropología Cristiana
Informen de Antropología Cristiana
NOMBRE:
Miranda Cabrera (1014-0855)
ASIGNATURA:
Antropología Cristiana
TEMA:
Informe sobre
LA ANTROPOLOGÍA CRISTIANA
EN EL CONTEXTO DE OTRAS ANTROPOLOGÍAS
PROFESOR:
Rafael de Jesús Mendoza Guzmán
FECHA
30/01/2022
introducción
Resumen de Articulo
Cuestiones preliminares
Cuando se habla de antropologías y de la antropología cristiana es preciso
hacer algunas distinciones. El término antropología en su sentido más
amplio alude a las ciencias humanas que se ocupan, del estudio del hombre.
Existen diferentes tipos de antropología entre ellas están: antropología
cultural, antropología psicológica, antropología filosófica, entre otras.
El cristianismo, no es un estudio del ser humano. Es un Acontecimiento que
toca hondamente la realidad humana. Se habla analógicamente de una
antropología cristiana, en el sentido de que el hombre-Dios Cristo Jesús
ofrece, con Su Vida y Su Palabra, con Su Estilo y Sus Opciones, con Su
Muerte y con Su Resurrección, un modo de ser y de vivir humanos que
para los que tienen fe religiosa en Él, se convierte en paradigma, anhelo y
vida misma.
El humanismo marxista
Marx en la segunda mitad del siglo XIX creyó haber iniciado con su
filosofar un camino inédito. No se propuso únicamente pensar la realidad,
sino transformarla.
En toda la reflexión de Marx, encontramos un concepto materialista de la
realidad. En medio de esa cosmovisión el hombre es también materia, un
producto de la naturaleza que está volcado hacia ella para satisfacer sus
necesidades básicas. Entre las alienaciones que señaló Marx esta alienación
proveniente de la religión, ya que según él la situación de explotación y de
sufrimiento del obrero era justificada como "voluntad de Dios", y la única
esperanza proveniente de la esfera religiosa era un premio en "el más allá",
donde el hombre se vería liberado de sus angustias y de su dolor presentes.
Propuso la supresión de la explotación del hombre por el hombre mediante
la modificación de las relaciones de producción. Y entonces aparecería un
hombre nuevo, el hombre socialista, reconciliado con sus semejantes y con
la naturaleza. El hombre está condicionado por las realidades
socioeconómicas y por otros múltiples factores, pero no está determinado
por ellos, pues eso sería negar la libertad misma. En ese sentido, no se
comprende bien desde el marxismo cómo un individuo, absolutamente
determinado por las relaciones de producción y completamente alienado,
podría «tomar distancias» de todo ello para construir una sociedad
diferente.
Es más, es en esta historia donde se juega el destino eterno del hombre,
pero se juega en el amor, el servicio, el perdón, la entrega de la vida, la
fraternidad y la justicia, que son las fuerzas que Jesús aseguró cambian a
los hombres y, por ende, al mundo.
El humanismo existencialista
Emmanuel Mounier (19051950) acuñó el término “personalismo” para
“toda doctrina y toda civilización que afirma el primado de la persona
humana sobre las necesidades materiales y sobre los mecanismos
colectivos que sustentan su desarrollo”. Diríamos que es un pensamiento
que toma distancias, tanto del marxismo como del existencialismo.
El existencialismo más difundido quiso ser una protesta contra el idealismo
alemán y el colectivismo marxista, que cosifican al hombre. Los autores
que postulan el existencialismo insisten en destacar el valor del hombre
concreto, inmerso en el mundo y en la historia, capaz de proyectar un
futuro y de crearse valores, forzado a elegir y ser libre, limitado, lleno de
tensiones, ambiguo, contradictorio. El tiempo, el espacio, el propio cuerpo,
los fracasos y la muerte signan en todo momento la finitud radical del
hombre. Para el existencialismo ateo, los otros y Dios son una amenaza a
mi libertad y, por tanto, debo tenerlos lejos y rechazarlos, defendiéndome
de su potencial peligro.
El cristianismo comparte con el existencialismo el aprecio al hombre
concreto, diríamos, a la dignidad inviolable de cada ser humano. El
cristianismo cree al mismo tiempo que no es el hombre el que crea los
valores, sino que los descubre y que se hace tanto más libre cuando más los
asimila.
El humanismo personalista
Emmanuel Mounier acuñó el término «personalismo» para «toda doctrina y
toda civilización que afirma el primado de la persona humana sobre las
necesidades materiales y sobre los mecanismos colectivos que sustentan su
desarrollo». El personalismo tiene también, como el marxismo, un interés
en transformar el orden social injusto y propiciar la liberación del hombre
para que éste se realice más plenamente como persona. Esa transformación
de la sociedad y de cada individuo supone la acción comunitaria, siempre
más eficaz que la individual. El personalismo establece una distinción entre
los términos «individuo» y «persona».
Individuo es el ser humano replegado sobre sí mismo, disperso, egoísta,
separado y evasivo, un número dentro de la masa. Pasar de individuo a
persona es el modo de desarrollar plenamente la propia vocación y vivir
integrado y feliz. Me parece que, en línea de máximas, el cristianismo se
acerca bastante al personalismo en su visión sobre el hombre, aun cuando
no se pretenda desde la fe cristiana un proyecto determinado de sociedad,
de comunidades o pueblos en el sentido de organización socio-política
establemente constituida.
El humanismo nihilista
En la segunda mitad del siglo XIX, la obra del filósofo alemán Friedrich
Nietszche representa la crítica más furibunda contra lo que se ha dado en
llamar «la cultura establecida». Nietszche considera que Dios es el
principal opositor para la realización plena del hombre. En consecuencia,
hay que «matar» a Dios para que el hombre viva. Con el derrumbamiento
de los viejos valores que sustentaban la religión, acompañada de
supersticiones y mitos, se puede iniciar un nuevo camino en el que el ser
humano se haga dueño de su propio destino y establezca los valores
necesarios para vivir.
Para Nietszche, el cristianismo representa un falso universo de ideales y de
valores que en realidad deprime y aprisiona el sentimiento vital del
hombre. Ese destino ha formado una «moral de esclavos». Hay que fundar
una nueva moral, «de señores», donde se retome el impulso de lo instintivo,
lo vitalista y natural del hombre, que emerge fuerte como ansia de poder y
de dominio. «Superhombre», caracterizado por un deseo grande de vivir y
por la voluntad de poder, no sometido a ningún precepto moral, pues podrá
forjar sus propios valores e ideales, ser «fiel a la tierra» y rechazar las
utopías espirituales de un «más allá».
Será un hombre atado a la noria del «eterno retorno». El pensamiento de
Nietszche está caracterizado por la ambigüedad y la queja, reflejo de su
propia vida atribulada y mentalmente desequilibrada. Sin embargo, es una
ayuda preciosa para comprender la crisis del hombre contemporáneo, de la
cual Nietszche representa su grito paradigmático. Algunos han visto en las
expresiones más sangrientas de los totalitarismos del siglo XX un intento
de realizar su sueño del «Superhombre».
El humanismo postmoderno
Se dice con frecuencia que estamos inmersos en la postmodernidad. En los
tiempos modernos se creyó haber llegado a una explicación sistemática,
totalizante y racional de Dios, del hombre y del mundo. Con el desarrollo
de las ciencias positivas o experimentales, el hombre de la modernidad se
sintió protagonista de un progreso ilimitado que finalmente traería una era
de felicidad y bienestar para todos los pueblos de la tierra. Las dos guerras
mundiales, las dictaduras en su vertiente totalitaria, los campos de
exterminio y de concentración, el incremento de la brecha entre ricos y
pobres, las injusticias sociales, los genocidios y las enfermedades que
todavía se muestran incurables, han puesto nuevamente en evidencia la
ambigüedad de una ciencia y un progreso que no tienen en cuenta la verdad
sobre el hombre y sus referentes éticos.
Todo lo anterior ha generado un hombre desencantado de la razón,
escéptico de cara a la verdad, que rechaza la metafísica y los valores
absolutos, en los cuales ve el peligro del totalitarismo y la imposición. El
hombre postmoderno propugna, pues, una especie de tolerancia permisiva,
intelectualismo irracional, inmoralidad autorizada, agnosticismo
confesional, relativismo dogmático. Lo que para el cristianismo hace más
difícil el desafío que le presenta la postmodernidad es precisamente la
deserción que esta hace de todo lo que es racionalidad. Al apostatar de la
razón, queda sólo el ámbito del sentimiento que, divorciado del logos, se
convierte en la esfera más mutable y pasajera de lo humano.
Esta deserción, por tanto, aparentemente serena y pacífica, no quiere ni
busca confrontarse, no ya con el cristianismo como Verdad revelada, sino
con la Verdad en su vertiente filosófica de búsqueda de respuesta a las
interrogantes más profundamente humanas.
Opinion personal
Me pareció interesante la lectura ya que nos ayuda comprender sobre las
diferencias que hay entre antropología y antropología cristiana también nos
enseña a tener amor al prójimo sin importar lo material.
Conclusión