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FACULTAD DE INGENIERÍA AMBIENTAL

Ciclos biogeoquímicos sedimentarios


BERGER, Agustín Guillermo Jürgen

1. Introducción

Los ciclos biogeoquímicos son los movimientos de elementos químicos (ej. C, N, O, H, S, P)

entre los seres vivos y el ambiente, e involucran cambios en los estados de oxidación a través de

diferentes reacciones bioquímicas. Sin embargo, la mayoría de estos elementos no se encuentran

en la naturaleza de forma biodisponible sino que deben ser transformados por distintos

organismos para poder ser incorporados en la cadena trófica. Los ciclos biogeoquímicos son

entonces fundamentales para la vida en la Tierra.

Gracias a los ciclos biogeoquímicos, los elementos se encuentran disponibles para ser usados

una y otra vez por otros organismos; sin estos ciclos los seres vivos se extinguirían por esto son

muy importantes. Estos son procesos naturales que reciclan elementos en diferentes formas

químicas desde el medio ambiente hacia los organismos, y luego a la inversa. (CIIFEN, 2012).

De acuerdo a dónde se encuentran principalmente los elementos químicos que los componen,

los ciclos biogeoquímicos se clasifican en gaseosos y sedimentarios. El más importante de todos

ellos es el hidrológico, ciclo clasificado como gaseoso, y del cual los demás dependen en gran

medida debido a que el agua es quien facilita el transporte de los demás elementos en los distintos

medios. Así, los nutrientes pueden son movilizados dentro del suelo y pueden ser absorbidos por

las plantas, por ejemplo.

En esta revisión bibliográfica, debido a la cantidad y complejidad de los ciclos

biogeoquímicos, únicamente profundizaremos sobre los ciclos del fósforo y del azufre.

Éstos elementos son nutrientes cuyo ciclo transcurre en la litósfera, y por ello se los denomina

sedimentarios. Su transformación y recuperación, es decir el ciclo completo, es mucho más lento


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que los ciclos biogeoquímicos gaseosos debido a que están retenidos en las rocas sedimentarias y

requieren de procesos de meteorización para ser liberados.

“Todas las sustancias mencionadas se mantienen durante largo tiempo en rangos de

concentración bajos, debido a los eficientes mecanismos de la naturaleza” (Garcés Giraldo, 2004,

p.67). La presencia de fósforo y azufre en el medio ambiente cumple con este principio, y está

limitada por el balance natural que responde a la necesidad de los ecosistemas, y al clima

predominante. Sin embargo, la humanidad ha estado alterando los ciclos biogeoquímicos de

forma tal que los ecosistemas se vuelven menos resilientes, es decir, pierden la capacidad de

absorber las alteraciones y retornar a su estado original.

Es el objetivo de esta revisión que el lector se concientice acerca de las alteraciones de los

ciclos biogeoquímicos sedimentarios, y para ello profundizaremos sobre los distintos factores

involucrados y las consecuencias de estos cambios.

2. Azufre

El ciclo biogeoquímico del azufre es de los más complejos, ya que a su paso por el suelo, el

agua y la atmósfera, el azufre pasa por diferentes estados de oxidación.

El S es un elemento químico no metal, abundante en las rocas y sedimentos de la corteza

terrestre, que se encuentra en forma de azufre elemental, sulfatos (calcio, magnesio, sodio, etc.), y

sulfuros. Es un elemento esencial en los seres vivos al ser un importante componente de los

aminoácidos que forman parte de las proteínas, la coenzima A, la tiamina, y otros compuestos

básicos en el cuerpo. Gracias al azufre, las proteínas mantienen su forma y cumplen sus tareas de

forma óptima. Por su parte, el azufre elemental, producido en depósitos de sulfato de calcio

debido a la reducción del S por bacterias, es muy valioso comercialmente, ya que a partir de él se

produce el mundialmente conocido ácido sulfúrico.

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2.1. Descripción del ciclo.

Las plantas absorben los sulfatos del suelo a través de sus raíces, reducen los sulfatos a

sulfuros, y una vez en la estructura vegetal, el azufre puede pasar a través de los seres vivos en la

cadena trófica: Los animales herbívoros se alimentan de las plantas e incorporan el azufre en su

cuerpo; los carnívoros se alimentan de estos, y así obtienen azufre para a su funcionamiento.

Cuando los animales mueren y entran en contacto con el suelo, son aprovechados

por organismos descomponedores, tales como bacterias y hongos. Estos desintegran los

cadáveres y la materia queda reducida a

partículas orgánicas: como el azufre está

presente en algunos aminoácidos del

cuerpo, las bacterias del suelo lo

convierten en sulfuro de hidrógeno que

se oxida para producir sulfato; así, los

sulfatos vuelven al suelo y el ciclo se

completa para volver a empezar. Lo

mismo ocurre con las heces de los


Ilustración 1: Ciclo biogeoquímico del azufre. Fuente:
animales, pues también son https://www.lenntech.es/ciclo-azufre.htm

descompuestas.

El sulfuro de hidrógeno (H2S) es un compuesto gaseoso que en la atmósfera se oxida con el

oxígeno atmosférico, lo que produce sulfatos que caen al suelo y al agua por acción de la lluvia.

En la Ilustración 1 se puede apreciar una representación gráfica del ciclo correspondiente.

2.2. Aumento de la concentración.

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La lluvia normalmente tiene un pH que oscila entre 5,5 y 7,0 debido a la presencia de ácido

carbónico natural.

CO 2+ H 2 O↔ H 2 CO 3
−¿¿
+ ¿+ HCO 3 ¿
H 2CO 3+ H 2 O ↔ H 3 O

Sin embargo, cuando la concentración de óxidos de azufre (y de nitrógeno) aumenta de forma

tal que rompe el equilibrio natural y el agua de lluvia se vuelve ácida (el pH varía entre 3,0 y 5,0)

con lo que provoca daños en las estructuras de las ciudades, afecta la superficie foliar de las

plantas, y contribuye a la acidificación de los océanos.

De todos los óxidos que puede formar el azufre, el dióxido de azufre (SO2) y el trióxido de

azufre (SO3) son los principales en materia de estudio pues son los más comunes.

SO 2+1 /2 O2 ↔ SO 3

SO 3+ H 2 O↔ H 2 SO 4

“El SO2 es altamente soluble en agua y relativamente estable en la atmósfera. Se estima que

permanece en esta de 2 a 4 días, intervalo durante el cual puede ser transportado a más de 1000

km del punto de emisión” (Garcés Giraldo, 2004, p.69). Esto provoca que los efectos de la

contaminación por azufre se manifiesten lejos del foco origen de las emisiones, transformándose

en una problemática que excede el ámbito local.

Esta ruptura del balance químico se produce por la contaminación industrial y la ineficiencia

de los motores de combustión interna (principalmente Diesel), procesos antropogénicos en los

cuales se liberan moléculas sulfurosas al aire.

3. Fósforo

El ciclo del fósforo es el ciclo biogeoquímico por el que el fósforo pasa a través del suelo, el

agua y los organismos (litosfera, hidrosfera y biosfera, respectivamente). Es un elemento químico

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no metal que, al igual que el oxígeno, el carbono, el nitrógeno y el azufre, es esencial para la

vida: Participa en la formación de los ácidos nucleicos, la estructura de los huesos, el adenosín

trifosfato (ATP), y su rol es fundamental en la fotosíntesis. Tiene una alta capacidad para

reaccionar al contacto con otras sustancias químicas o elementos, por lo que en la Tierra nunca se

encuentra aislado, sino formando principalmente fosfatos.

La corteza terrestre es la principal reserva de fósforo, y su principal depósito son las rocas

sedimentarias, por lo que es un nutriente limitado. Sin embargo, la cantidad de fósforo que

necesitan los organismos es inferior a la cantidad de nitrógeno que requieren para realizar sus

funciones.

3.1. Descripción del ciclo.

Como se mencionó anteriormente, el fósforo se encuentra en las rocas unido al oxígeno,

formando los fosfatos. La lluvia, el viento, el deshielo y otros agentes físico químicos producen

meteorización de dichas rocas, liberándolos y depositándolos en la corteza terrestre a nivel

superficial o en el fondo de mares y ríos. La contaminación y la escorrentía también liberan

fosfatos al pasar por las rocas.

En el mar y ríos, las corrientes

que emergen desde el fondo de las

aguas llevan parte del fósforo hacia

la superficie, el cual es absorbido

por el fitoplancton que servirá de

alimento para los animales marinos.

Por su parte, las aves que se

alimentan de peces producen guano,


Ilustración 2: Ciclo biogeoquímico del fósforo. Fuente:
https://www.lenntech.es/ciclo-fosforo.htm
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es decir, excremento rico en fósforo que al caer sobre el suelo actúa como fertilizante, tras lo cual

este elemento retorna al suelo. Las plantas lo absorben a través de sus raíces para usarlo en sus

procesos vitales.

Al morir las plantas y los animales, bacterias descomponedoras disgregan la materia orgánica,

y el fósforo se reintegra al suelo en forma de fosfatos solubles. Finalmente puede formar nuevas

rocas sedimentarias como fosfato inorgánico, llegar a los fondos marinos o ser absorbido por las

plantas. En la Ilustración 2 se puede apreciar una representación gráfica del ciclo

correspondiente.

3.2. Aumento de la concentración.

Ya habíamos dicho que el fósforo es un nutriente limitado, y esta limitación balancea el

ecosistema. Sin embargo, cuando el fósforo de los fertilizantes, estiércol o residuos orgánicos es

acarreado por los escurrimientos hasta los lagos y océanos, se produce eutrofización: crecimiento

excesivo de algas y microorganismos que disminuyen la cantidad de oxígeno disuelto en el agua.

Además, cuando todas esas algas mueren y son descompuestas, se emplean grandes cantidades de

oxígeno en el proceso. Este aumento desmedido en el requerimiento de oxígeno puede agotar el

oxígeno disuelto en el agua y conducir a la muerte de otros organismos acuáticos como los peces

y moluscos, creando finalmente una zona muerta.

4. Alteración de los ciclos del azufre y del fósforo

Los ciclos biogeoquímicos son susceptibles de alteraciones al igual que cualquier sistema en

equilibrio. Si bien la homeostasis de los mismos permite flexibilidad y amplitud en la

composición y concentración de los elementos que los constituyen, muchas veces se alcanza un

desequilibrio tal que desencadena el deterioro de los ecosistemas.

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Catástrofes ambientales como las erupciones volcánicas o los movimientos sísmicos, pueden

ser causantes de alteraciones momentáneas que serán absorbidas por el ambiente. “A pesar de la

estabilidad que percibimos, la Tierra está cambiando continuamente” (D’Antoni, 2012, p.14). Sin

embargo, desde la revolución industrial, este desequilibrio se vio favorecido por las actividades

antropogénicas: La intensidad y frecuencia con que el hombre fue liberando sustancias nocivas al

ambiente no permitieron que la naturaleza absorbiera el impacto negativo de las mismas.

El ciclo del azufre y el ciclo del fósforo no son ajenos a estas alteraciones, y al estar

disponibles en menor concentración y ser de más difícil disponibilidad, el impacto que sufren es

más notorio. Analizaremos cada uno por separado.

4.1. Azufre

La mayor parte del SO2 es producido principalmente por los volcanes y luego por la oxidación

de sulfuro de hidrógeno originado por los microorganismos. En las erupciones volcánicas,

grandes nubes compuestas por dióxido de carbono, dióxido de azufre y otros gases, son emanadas

a la atmósfera, generando aerosoles: partículas pequeñas y persistentes de ácido sulfúrico y de

iones sulfato, producto de las reacciones del SO2. Estas partículas actúan reflejando la energía

solar, evitando que alcancen la superficie terrestre. En adición, las cenizas volátiles también

contribuyen al impedimento del paso de la energía solar, pero no tienen efecto duradero ya que

no son persistentes en la atmósfera debido a su propio peso.

D’Antoni (2012) sostiene que cuando las grandes masas de gases de la erupción llegan a la

estratósfera pueden producir un amplio efecto de enfriamiento (p.31). Esto resultaría beneficioso

en la medida en que ayudarían a combatir el calentamiento global, debido a las razones

anteriormente expuestas. Por otra parte, la inyección de CO2 aumentaría la concentración de

dicho gas favoreciendo el efecto invernadero, mientras que los sulfatos podrían reaccionar con el

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ozono afectando negativamente la capa homónima. Sin embargo, actividades antropogénicas

como la quema de carbón para la generación de electricidad o el uso de motores de combustión

interna, provocan el desequilibrio de la concentración de los gases atmosféricos quitándole al

sistema su capacidad amortiguadora. En el siguiente acontecimiento podemos tomar noción de lo

anteriormente expuesto, independientemente que hable de otro gas:

La erupción de 1980 del Monte Santa Helena emitió aproximadamente 10 millones de

toneladas de CO2 a la atmósfera en solo 9 horas. Sin embargo, actualmente la humanidad tarda

solo 2.5 horas en emitir la misma cantidad. Si bien las grandes erupciones explosivas como esta

son raras y solo ocurren globalmente cada 10 años más o menos, las emisiones de la humanidad

son incesantes y aumentan cada año (Servicio Meteorológico Nacional, 2018).

Este desequilibrio provoca, como se detalló en el apartado 2.2. AUMENTO DE LA

CONCENTRACIÓN, lluvia ácida que modifica el pH de los océanos y altera la vegetación. En el

primero de los casos, los efectos se ven sobre los organismos que forman sus exoesqueletos

fijando calcio y carbonatos del agua marina para formar carbonato de calcio, como el fitoplancton

(que es la base de la cadena alimenticia marina), los mariscos, moluscos, y los arrecifes de coral.

En la medida en que disminuye el pH del agua del mar disminuye drásticamente la disponibilidad

de carbonato según:

H 2 SO4 +Ca CO3 →Ca SO4 + H 2 O+CO 2

CO 2+ H 2 O↔ H 2 CO 3

En cuanto a los efectos sobre la vegetación, la lluvia ácida provoca la remoción de nutrientes

del suelo como el Ca (calcio), el Mg (magnesio), o el K (potasio) por lixiviación, y el aumento de

la concentración de aluminio que está inmovilizado en forma de óxidos e hidróxidos. De esta

manera, el aluminio libre se incorpora a las plantas a través de las raíces, impidiendo su

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crecimiento al interferir en la asimilación de nutrientes. Por su parte, el magnesio resulta

necesario para la producción de clorofila de las plantas, por lo que su disminución produce el

amarilleo de las hojas, impidiendo la fotosíntesis.

Si bien la severidad de los efectos de la lluvia ácida dependen en gran medida del tipo de suelo

donde caiga, la acidificación de los suelos reduce la capacidad de crecimiento de las plantas, y

afecta a los brotes nuevos, secándolos, disminuyendo así la biodiversidad. Las áreas más

afectadas son las que tienen un lecho rocoso, ya que el suelo presenta poca capacidad de

neutralización del ácido. En suelos calizos, el efecto es menor ya que se neutraliza de forma

natural según:
2+¿+ HCO3 −¿ ¿ ¿
+¿ ↔Ca ¿
CaCO 3 + H 3 O

Esta misma reacción es la que sufren las estatuas y edificios con componentes de calcita y

mármol. Sin embargo, este tipo de estructuras tienden al deterioro total pues no hay reposición

del carbonato de calcio extraído.

Se ha visto que los fosfatos son también eficaces contra la lluvia ácida, al neutralizar los

protones aportados por la misma. Sin embargo, como vimos anteriormente y profundizaremos

más adelante, los fosfatos originan un problema aún más grave en lagos y embalses como es la

eutrofización, por lo que no es una alternativa a tener en cuenta como paliativo para esta

problemática.

4.2. Fósforo

Debido a su alta reactividad, el fósforo se encuentra en la naturaleza en forma de fosfatos,

principalmente en las rocas sedimentarias originarias de suelos. Debido a la inmovilidad del

fósforo en el suelo, la deficiencia de este elemento es muy común en los suelos naturales, por lo

que en la actividad agropecuaria se lo adiciona a través de abonos y fertilizantes.

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En los últimos años, diversos trabajos han puesto de manifiesto la movilidad de este nutriente

en los suelos agrícolas, y la cuestión comenzó a ser abordada desde un punto de vista ambiental

(Edwards & Withers 1998; Haygarth & Jarvis 1999; McDowell et al. 2001a, b; Tunney et al.

2003). Razón de este nuevo enfoque fue el aumento de la concentración de fósforo en los

sistemas acuáticos debido al uso excesivo de abonos y fertilizantes.

Fernández-Marcos (2011) sostiene que la aplicación al suelo de estos productos con base en el

contenido de nitrógeno da lugar a una acumulación progresiva del exceso de fósforo en el suelo,

aumentando paulatinamente el fósforo asimilable en el mismo y el riesgo de contaminación de

aguas (p.27). El fosforo en exceso adquiere movilidad y alcanza, por escorrentía o lixiviación, los

ríos y lagos. Bajas concentraciones de fósforo pueden producir eutrofización de aguas

superficiales. Generalmente se considera la concentración de 0,1 ppm como umbral de

eutrofización (Fernández-Marcos, 2011, p.26). Otros factores que contribuyen con este fenómeno

son los detergentes domésticos que contienen fosfatos en su formulación y las aguas negras que

no son tratadas en plantas depuradoras.

Existen casos donde la eutrofización es contrarrestada por las corrientes marinas que regulan

las concentraciones de nutrientes. Explicado por D’Antoni (2012), el mar Mediterráneo (,) que

tiene muchas fuentes de contaminación, es un ejemplo del caso donde el flujo de aguas pobres en

nutrientes que recibe diariamente del Atlántico evita la eutrofización (p.63).

A pesar de las excepciones que pudieran existir, este fenómeno tiene lugar en la gran mayoría

de lagos, ríos y estuarios que reciben exceso de nutrientes provenientes de actividades

antropogénicas, y que maximizan la proliferación de algas. En ocasiones, dichas algas adoptan un

crecimiento exponencial al disponer de nutrientes en exceso, y cubren toda la superficie

impidiendo el ingreso de luz e intercambio de gases. Por otro lado, los florecimientos de

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cianobacterias además de generar mortandad de peces y alterar las propiedades del agua con sus

toxinas, en las plantas de tratamiento la alta carga de detritos orgánicos reaccionan con el cloro y

forma compuestos cancerígenos conocidos como trihalometanos. En esta reacción se reemplazan

tres de los cuatro átomos de hidrógeno del metano (CH4) por átomos halógenos (F, Cl, Br, I). Por

ejemplo, el triclorometano o cloroformo se obtiene según:

CH 4 +6 Cl−¿→ CH Cl +3 HCl ¿
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El cloroformo es un compuesto orgánico volátil (COV) que reacciona con el oxígeno y la luz

del ambiente para oxidarse a fosgeno (COCl2). Este compuesto es un gas venenoso, menos denso

que el aire, que se degrada en la atmósfera originando compuestos que destruyen la capa de

ozono. Otro producto del triclorometano es el CCl4 (tetracloruro de carbono) y es considerado el

principal agente destructor de la capa de ozono debido a su reactividad.

Retomando la cuestión del exceso de fertilizantes que se agregan al suelo para mejorar la

productividad de los mismos y aumentar los rindes de los cultivos, encontramos el origen

principal de los mismos en las rocas ricas en este mineral. Los fosfatos que se emplean en su

producción se extraen de minas, por lo que la explotación de las mismas es una actividad

destructiva que modifica terminalmente los ecosistemas.

“La producción de fertilizantes químicos tradicionales utiliza el 80% de la producción

mundial de fosfatos. El 20% restante se destina a la producción de detergentes, la alimentación

animal y otras aplicaciones especiales. Aproximadamente un 10% es para la producción de

fosfatos grado alimenticio para animales” (Godoy y Chicco, 2008).

Esta elevada tasa de extracción ha puesto en riesgo las fuentes naturales al punto tal que

quedan pocos yacimientos en la litósfera. Como ha ocurrido con otros recursos, esta escasez no

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solo elevará los costos de producción sino que además podría dar origen a enfrentamientos

armados por el control de las canteras.

5. CONCLUSIONES

Los ciclos biogeoquímicos son alterados por las actividades del hombre, de eso no hay duda

alguna, y existe vasta bibliografía donde se exponen las causas y efectos sobre el medio

ambiente. Si bien puede haber variación en los datos y diferencias en los enfoques de análisis, las

actividades humanas provocan la alteración de los ecosistemas por el simple hecho de llevarse a

cabo. Sin embargo, estas alteraciones podrían ser moderadas, dando lugar a la recuperación del

equilibrio de la naturaleza, a la resilencia de los ecosistemas.

Encontramos en autores como D’Antoni (2012), Godoy y Chicco (2008), Fernández-Marcos

(2011), o Garcés Giraldo (2004), un abordaje similar acerca de la responsabilidad antropogénica

sobre las alteraciones de los ecosistemas. Si bien cada uno de ellos lo sustenta con diferentes

enfoques o estudios, coincidimos que es fundamental tomar acciones concretas para revertir la

alteración de los ciclos biogeoquímicos. Para ello, la comunidad internacional debe asumir el

compromiso en la reducción de emisiones contaminantes, y mejorar la eficiencia en el uso de

recursos naturales.

En relación a los ciclos sedimentarios puntualmente, pequeñas acciones significan grandes

resultados: la optimización en el empleo de fertilizantes y abonos ricos en nitrógeno y fósforo, no

solo evitaría la eutrofización de lagos y estuarios, sino que además mejoraría los costos de

producción de alimentos al emplear solamente la cantidad requerida por los cultivos.

Respecto a las emisiones de compuestos sulfurosos, la sustitución de energías de origen

mineral o fósil por energías alternativas (eólica, geotérmica, solar, etc.) ayudaría a reducir las

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concentraciones de dióxido de azufre en la atmósfera, con la consiguiente restitución de la

característica levemente ácida de las lluvias.

En concordancia con D’Antoni (2012, p.71), estos cambios en busca de sustentabilidad, son

lentos y en detrimento de las economías. Sin embargo, es el único camino para devolver la

resilencia a los ecosistemas y evitar la destrucción permanente de los mismos: pérdida de

biodiversidad por extinción, agotamiento de recursos no renovables, dificultad en la obtención de

los recursos renovables, reducción de la productividad de los suelos, o aumento de enfermedades,

por mencionar algunas consecuencias.

Podríamos finalmente vaticinar que la profundización de estas alteraciones terminará

repercutiendo sobre la misma especie humana, diezmando su población mediante escasez de

alimentos y agua potable, epidemias, catástrofes naturales, y guerras por el control de las pocas

fuentes de recursos que queden.

6. REFERENCIAS

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http://www.ciifen.org/index.php

%3Foption=com_content&view=article&id=580%253Aciclos-

biogeoquimicos&catid=98%253Acontenido-1&Itemid=131&lang=es

D’Antoni, H. (diciembre, 2012). El cambio global. Procesos naturales e intervención humana.

Acta bioquímica clínica latinoamericana, 46(3). Recuperado de

http://www.scielo.org.ar/pdf/abcl/v46s3/v46s3a01.pdf

Edwards, A.C. & Withers, P. (1998). Soil phosphorus management and water quality: a UK

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Fernandez-Marcos, M. L. (2011). Contaminación por fósforo procedente de la fertilización

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https://www.researchgate.net/publication/230688083_Contaminacion_por_fosforo_proce

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Garcés Giraldo, L. F. y Hernández Ángel, M. H. (2004). La lluvia ácida: un fenómeno

fisicoquímico de ocurrencia local. Revista Lasallista de Investigación, 1 (2), 67-72.

Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/695/69510211.pdf

Godoy, S., Chicco, C.F. (mayo, 2008). Fuentes de fósforo alternativas en la nutrición de aves.

Ponencia desarrollada en el marco del X Congreso Internacional de Avicultura.

Maracaibo, Venezuela. Recuperado de http://www.wpsa-aeca.es/articulo.php?

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Haygarth, P. & Jarvis, S.C. (1999). Transfer of phosphorus from agricultural soils. Advan.

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