URN - Cuadernillo Sobre Argumentación

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Taller de Lectura y Escritura Académica

Cuadernillo teórico
Tercera Parte

LA SECUENCIA ARGUMENTATIVA

LA ARGUMENTACIÓN COMO PRÁCTICA SOCIAL

La argumentación responde a la necesidad de influir en nuestro interlocutor a través


del lenguaje para lograr un consenso con él en un ámbito polémico de nuestras vidas. Las
prácticas argumentativas surgen frente a un tema controvertido o problema (a partir de
una cuestión que es objeto de debate, de valoraciones o juicios divergentes) y siempre se
orientan a convencer y persuadir al destinatario acerca de una idea, creencia o decisión
determinada. Aunque podamos creer lo contrario, la argumentación está presente en casi
todos nuestros actos comunicativos. Por ejemplo, en los diálogos cotidianos, los
enfrentamientos políticos, el discurso publicitario, los negocios, los debates científicos, las
discusiones parlamentarias. Cotidianamente y en el marco de numerosas prácticas
sociales, ante realidades que pueden recibir diferentes interpretaciones, recurrimos a la
argumentación con el objetivo de sostener opiniones o creencias, resolver controversias,
decidir acciones, consensuar, refutar, discutir o evaluar ideas. Esto sucede, en todos los
casos, frente y junto a otras personas a quienes buscamos convencer y persuadir a través
de las palabras; por eso, la práctica argumentativa es esencialmente dialógica – y esto se
manifiesta implícita o explícitamente en cada texto- y además, la relación con el poder es
inherente a ella.

Plantin (1990 y 1996) nos acerca varias definiciones de la argumentación que


subrayan múltiples aspectos de ella:

La argumentación es la operación por la cual un enunciador busca transformar por


medios lingüísticos el sistema de creencias y de representaciones de su interlocutor.

La argumentación es una operación que se apoya sobre un enunciado asegurado


(aceptado) –el argumento- para llegar a un enunciado menos asegurado (menos
aceptable) –la conclusión.

Argumentar es dirigir a un interlocutor un argumento, es decir, una buena razón para


hacerle admitir una conclusión e incitarlo a adoptar los comportamientos adecuados.

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Existen numerosos procedimientos lingüísticos por los cuales las argumentaciones
se sostienen, se construyen atractivas y convincentes y adquieren, como resultado, fuerza
persuasiva. Con el foco en el destinatario, tanto la racionalidad de nuestras justificaciones
o pruebas como el atractivo y fuerza de las pasiones movilizadas -tanto la razón como la
apelación a sentimientos o gustos- juegan un papel decisivo. Por un lado, para lograr la
adhesión del otro, “conocer al adversario” se presenta como la primera garantía del éxito
argumentativo. Una vez que el objetivo está claro, todo el sentido del texto orienta “su
flecha” en función de ese blanco específico. Por otro lado, es importante considerar que la
convicción y persuasión del interlocutor se alcanza no sólo por lo que se dice sino también
por cómo se lo dice: por los recursos discursivos que se emplean (como veremos más
adelante). En resumen, la argumentación busca, a través de numerosas estrategias, la
adhesión del otro al que proyecta como un par: un ser pensante, racional y libre, y en
ningún caso intenta imponer opiniones.

Las condiciones previas a la argumentación: el contacto intelectual

Para argumentar, es preciso, atribuir un valor a la adhesión del interlocutor, a su


consentimiento, a su concurso mental. Por tanto, una distinción apreciada a veces es la de
ser una persona con la que se llega a discutir. El racionalismo y el humanismo de los
últimos siglos hacen que parezca extraña la idea de que sea una cualidad el ser alguien
cuya opinión cuenta, y, en muchas sociedades, no se les dirige la palabra a cualquiera,
igual que no se batían a duelo con cualquiera. Además, cabe señalar que el querer
convencer a alguien siempre implica cierta modestia por parte de la persona que
argumenta: lo que dice no constituye un “dogma de fe”, no dispone de la autoridad que
hace que lo que se dice sea indiscutible y lleve inmediatamente a la convicción. El orador
admite que debe persuadir al interlocutor, pensar en los argumentos que pueden influir en
él, preocuparse por él, interesarse por su estado de ánimo.
[…] No basta con hablar ni escribir, también es preciso [para el orador] que escuchen sus
palabras, que lean sus textos. […] no olvidemos que escuchar a alguien es mostrarse
dispuesto a admitir eventualmente su punto de vista. Cuando Churchill les prohibió a los
diplomáticos ingleses incluso que escucharan las proposiciones de paz que pudieran
hacerles los emisarios alemanes, o cuando un partido político comunica que está dispuesto
a oír las proposiciones que pudiera presentarle la persona encargada de formar gobierno,
estamos ante dos actitudes significativas, porque impiden el establecimiento o reconocen
la existencia de las condiciones previas a una argumentación eventual.
Extraído de Perelman, Chaïm y Lucie Olbrechts-Tyteca (1994) El tratado de la Argumentación.
La Nueva Retórica. Madrid: Gredos, pp. 50-52.

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LOS COMPONENTES BÁSICOS DE LA SECUENCIA ARGUMENTATIVA

Un primer paso para abordar un texto con secuencia argumentativa es identificar


cuál es el problema o eje de debate frente al cual el texto toma posición. Este problema
puede pensarse como una pregunta, frecuentemente un interrogante de tipo cerrado
(sí/no). La identificación del problema resultará muy útil en el momento de confrontar
textos con posturas opuestas, ya que se verán claramente las diferencias si se encaran
como respuestas alternativas a una misma pregunta.
Dado que en todo texto argumentativo se postula una idea y se procura defenderla o
justificarla, la secuencia argumentativa consta básicamente de dos componentes:

Componente 1: a. Hipótesis (o tesis) sostenida


b. Argumentos (que sostienen la hipótesis)

Componente 2 (dimensión polémica): a. Contraargumentos


b. Refutación de los contraargumentos

 La (hipó)tesis, o postura adoptada, puede verse como la respuesta a un


interrogante controvertido y constituye el eje en torno al cual se despliegan los
argumentos. Muchas veces no aparece formulada en el texto y los lectores deben inferirla
a partir de los argumentos presentados. En estos casos, se considera que la tesis está
implícita.
Por otra parte, para expresar adecuadamente la tesis es necesario tener en cuenta
que ésta debe ser una afirmación o una negación, pero no la simple mención del tema de
debate. Por ejemplo, la tesis de un texto se puede formular de este modo: “la lectura sigue
siendo la base de la cultura occidental” o “la lectura perdura a través de los cambios
tecnológicos”, pero no son válidos enunciados como “la importancia de la lectura”, “una
crítica a los medios audiovisuales” o “a favor de la lectura”. Es útil, entonces, pensar que
la tesis siempre debe articularse como una oración completa con sujeto y verbo
conjugado.

 Los argumentos, es decir las razones con las cuales se defiende una postura. Al
igual que la tesis, no suelen aparecer formulados explícitamente. Así, a partir del siguiente
fragmento:

Es indiferente el soporte material de la lectura: ¿una página impresa, un microfilm, la


pantalla de una computadora, un holograma? En el límite, todos exigen esa
capacidad infinitamente difícil: interpretar algo que ha sido escrito por otro.

se puede reconstruir el siguiente argumento:

Aunque sufra cambios en los soportes materiales, la lectura mantiene su esencia.

Como puede verse, para enumerar los argumentos que encontramos en un texto,
debemos realizar un trabajo de síntesis a partir de los enunciados que efectivamente se
presentan en él. Por ello, en general, los argumentos no podrán ser formulados copiando

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literalmente un segmento del texto. En la reelaboración debe ponerse en evidencia una
clara relación de causa-consecuencia de los argumentos con la tesis.

tesis porque argumentos


[postura propia] [razones que sostienen la tesis]

O, desde una postura que prioriza la estructura lógico-formal subyacente a la


argumentación, el esquema puede reformularse como sigue:

premisas entonces conclusión


[razones o axiomas aceptados] [tesis]

En una secuencia argumentativa completa, además de la parte dedicada a la


exposición de los argumentos, suele haber una introducción y un cierre.
En el párrafo introductorio se presenta al lector el tema que se va a tratar y ciertos
antecedentes que justifican su tratamiento (en general, mediante fragmentos narrativos o
descriptivos), y se puede explicitar -o no- la tesis sostenida.
En el párrafo de conclusión se suele sintetizar las ideas principales del texto y
presentar, eventualmente, una apelación a la reflexión del lector o la propuesta de una
línea de acción.

DIMENSIÓN ENUNCIATIVA DE LA ARGUMENTACIÓN

En relación con su construcción enunciativa, los textos argumentativos, por


convención, son tipos de producciones donde se busca expresar valoraciones o enfoques
subjetivos sobre hechos o temas y fundamentar juicios particulares. En ellos, el
enunciador toma postura frente a una cuestión y su voz se percibe fuerte; está
absolutamente identificado con lo que sostiene y asume la responsabilidad discursiva de
lo que expone. El argumentador –el político, el publicista, el juez, el científico, por
ejemplo- se representa en su discurso haciéndose cargo de sus palabras. Es él quien se
propone seducir y persuadir al destinatario para que adopte la tesis que él sostiene, por
medio de diversas estrategias. Por ello, a la vez que discursivamente desarrolla su
versión y postura ante el tema en debate, construye también la imagen de sí mismo que
considera le otorga mayor autoridad para opinar sobre el mismo. Así, presentará sus
ideas desde el lugar del experto, del testigo, de la víctima, del que se rebela, del que se
adecua al statu quo, entre otras posibilidades; siempre en función de la situación
comunicativa en que se encuentre, quién sea su interlocutor y cuál sea la finalidad del
esfuerzo verbal que realiza.
Como toda argumentación se formula desde alguien concreto y está orientada a
alguien también contextuado, el texto argumentativo siempre representa (construye por
medio del discurso), esta vez enfáticamente, el origen y el fin de su existencia. Es decir,
proyecta fuertemente las figuras textuales “enunciador” y “destinatario” que, como ya
vimos, no se identifican con sujetos empíricos.

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a) La figura del orador

La calidad del orador, sin la cual no lo escucharían, y, muy a menudo, ni siquiera lo


autorizarían a tomar la palabra, puede variar según las circunstancias: unas veces, bastará
con presentarse como un ser humano, decentemente vestido; otras, será preciso ser adulto;
otras, miembro de un grupo constituido; otras, portavoz de un grupo. Hay funciones que,
solas, autorizan a tomar la palabra en ciertos casos o ante ciertos auditorios; existen campo
en los que se reglamentan con minuciosidad estos problemas de habilitación.
Perelman y Olbrechts-Tyteca, citado en Reale, Analía y Alejandra Vitale, La argumentación;
una aproximación retórico-discursiva. (1995) Buenos Aires: Ars, p. 12.

b) La figura del destinatario o auditorio

Como la argumentación pretende obtener la adhesión de aquellos a quienes se dirige,


alude por completo al auditorio en el que trata de influir.
¿Cómo definir semejante auditorio? ¿Es la persona a quien el orador interpela por su
nombre? No siempre: el diputado que, en el Parlamento, debe dirigirse al presidente,
puede intentar convencer, no sólo a quienes lo escuchan, sino también a la opinión pública
de su país. ¿Es el conjunto de personas que el orador ve ante sí cuando toma la palabra?
No necesariamente. El orador puede ignorar, perfectamente, una parte de dicho conjunto:
un presidente de gobierno, en un discurso al Congreso, puede renunciar de antemano a
convencer a los miembros de la oposición y contentarse con la adhesión de su grupo
mayoritario. Por lo demás, quien concede una entrevista a un periodista considera que el
auditorio lo constituyen los lectores del periódico más que la persona que se encuentra
adelante de él. […] Con estos ejemplos, se ve de inmediato cuán difícil resulta determinar,
con ayuda de criterios puramente materiales, el auditorio de aquel que habla. Esta
dificultad es mucho mayor aun cuando se trata del auditorio de un escritor, pues, en la
mayoría de los casos, no se puede localizar con certeza a los lectores.
Por esta razón, nos parece preferible definir el auditorio como el conjunto de aquellos en
quienes el orador quiere influir con su argumentación. Cada orador piensa más o menos
conscientemente, en aquellos a los que intenta persuadir y que constituyen el auditorio al
que se dirigen los discursos.
Adaptado de Perelman y Olbrechts-Tyteca, op. cit, pp. 54-55.

En síntesis, la situación argumentativa posee las siguientes características básicas:

- Tema conflictivo y problemático (existen posiciones encontradas).


- El argumentador propone una idea o punto de vista –lo que llamamos
“tesis”- que busca defender en su discurso (demostrando “su verdad”, “su
justicia”, la legitimidad de sus afirmaciones, etc.).

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- Presencia de argumentos (sostenidos sobre estrategias o recursos
que emplea el argumentador para defender su tesis y/o refutar contra-
argumentos).
- Finalidad: adhesión del auditorio (se busca modificar sus
representaciones de mundo, sus opiniones, su punto de vista, sus creencias,
sus acciones).
- Efecto: mediante la argumentación, los destinatarios quedan obligados
a tomar partido (a favor o en contra). Su función es “apelativa”.

Dado que la argumentación desarrolla un papel esencial en la producción de saber,


en tanto facilita una serie de procedimientos de fundamentación y crítica de
razonamientos, está muy presente en el ámbito de los géneros periodísticos y
académicos. De esta manera, el tipo de secuencia argumentativa predomina en géneros
como la nota de opinión, el editorial, el ensayo, el artículo académico o la monografía. Por
lo expuesto, para desarrollar una lectura crítica de textos argumentativos resulta
fundamental identificar, desmontar y comprender la funcionalidad persuasiva de cómo se
construye el enunciador, el destinatario, el referente del texto, se actualizan otros
enunciadores cuyos discursos se activan (para ser refutados, reforzados o criticados) y se
emplean recursos retóricos variados.
El texto argumentativo exhibe con nitidez la subjetividad del enunciador y el carácter
valorativo del lenguaje. Numerosas “huellas” de la enunciación representan o teatralizan
las condiciones de producción en las cuales el texto surge: a quién se dirige, frente a qué
opositores y aliados se constituye, qué roles sociales ocupan cada uno de los
participantes, dónde y cuándo se produce la comunicación, cuál es su objetivo. Entre las
estrategias argumentativas más frecuentes se pueden destacar:

1. La selección léxica. El léxico adquiere, en general, grado calificativo (se


prefiere “desastre político” frente a “problemática rural”; “flagelos virales” frente a
“enfermedades causadas por virus”, “muerte del libro” frente a “decrecimiento de las
ventas de libros”, etc.). Sin embargo, no en todos los géneros discursivos es
apropiado el empleo de este tipo de recursos. Es frecuente encontrar expresiones de
emotividad y calificación que subjetivan el discurso político o periodístico, en tanto que
no es esperable que aparezca este tipo de estrategias en textos académicos, donde
se privilegia la “vía racional”, asociada al discurso científico.
2. El empleo de diferentes modalidades de discurso: epistémicas (“yo pienso
que”, “nosotros creemos que”, “según mi punto de vista”), aléticas (“es necesario que”)
y deónticas (“se debe”, “se debería”, “tenemos que”). Estas se expresan mediante
oraciones asertivas (afirmativas / negativas), interrogativas, exclamativas, imperativas
y todas ellas anclan predominantemente en la figura del locutor, su sistema de
creencias, evidencias, normas éticas y jerarquías ideológicas, o en la figura de algún
otro orador que se selecciona como referencia o autoridad.
3. La presencia de deícticos y marcadores contextuales, a través de los
cuales se activan y recortan las personas, espacios y tiempos que son relevantes a la
escena del discurso (“aquí, en la región patagónica”, “aquí, en Argentina”, “en el
tiempo que nos toca vivir”, “hoy”, “en una semana”, etc.). En la dimensión personal, es
muy significativo analizar el uso que se hace de los pronombres y sus alteraciones a lo
largo del texto. En textos argumentativos es frecuente el uso de los pronombres de

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primera persona: “yo” y “nosotros”; en el caso de “nosotros”, este puede ser “inclusivo”
o “exclusivo”, según involucre o no a la figura del receptor, respectivamente.
4. El empleo de vocativos o términos que aluden a las personas que
intervienen en el discurso (primera y segunda persona) o de las cuales se habla
(tercera persona). El caso de los apelativos vocativos es particularmente importante ya
que es a través de ellos que se selecciona y define al destinatario. Al mismo tiempo,
con ellos se emite una evaluación de la relación establecida entre los interlocutores
(“vos” vs. “usted”, “compañero”, “colega”, “padre”, “Sr. Presidente”, “che”, “boludo”,
etc.).

RECURSOS PARA LA MODALIZACIÓN

Es muy poco probable que pueda dejar de expresarse la subjetividad del enunciador
de un texto. No es lo mismo escribir: “Los estudios sobre microeconomía confirman la
importancia creciente del uso de las tarjetas de crédito” que “Es posible que las tarjetas de
crédito sean crecientemente utilizadas, según indican los estudios sobre microeconomía”.
En el primer caso, el enunciador -por medio del verbo “confirman”- posiciona su
enunciación como una aserción incuestionable; en cambio en el segundo caso la
matización mediante “es posible que” no induce al destinatario a creer sin más en sus
palabras, sino más bien a ponerlas en duda.

Los estudios del discurso identifican cómo en cada lengua se expresan el grado de
certeza que el productor asigna a su enunciado o la forma en que ha adquirido la
información que comunica. Esto se da mediante formas gramaticales - verbos,
sustantivos, adjetivos y adverbios como los señalados en el cuadro- que intensifican o
atenúan lo enunciado en el texto.

DECIR, revelar, señalar, indicar, advertir, afirmar, mencionar,


notificar, exponer, subrayar, apuntar, definir, precisar…
Verbos SABER, conocer, comprender, entender, notar, descubrir, ignorar,
desconocer, dudar, sospechar, creer, opinar, estimar, imaginar,
especular, hipotetizar, admitir, aceptar…
Deber, poder...
Adjetivos cierto, seguro, incuestionable, conocido, dudoso, falso, imposible,
indemostrable, opinable, cuestionable…
Sustantivos conocimiento, hecho, resultado, consecuencia, creencia,
probabilidad, estimación, duda, falsedad, imposibilidad…
Expresiones indudablemente, verdaderamente, en verdad, en realidad, sin
adverbiales lugar a dudas, generalmente, posiblemente, probablemente, tal vez,
acaso…

Extraído y adaptado de López Ferrero, Carmen (2005) “Funciones retóricas en la


comunicación académica: formas léxicas de modalidad y evidencialidad”, Signo y Seña, Buenos
Aires, 14: 115-139.

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Por último, el productor puede acudir a otros comentarios a fin de destacar cierta
mirada que da a alguna de sus afirmaciones. Estos se denominan comentarios de
relevancia y comprenden expresiones como “es interesante señalar…”, “llama la atención
que…”, “nadie pone en duda que…” u otras de sentido similar.

El discurso polémico

Dentro de la variedad de géneros que componen el universo del discurso argumentativo,


la polémica ocupa un lugar de gran importancia. El término polémico tiene su origen en el
adjetivo griego “polemikós”, ‘relativo a la guerra’. Una polémica es una “guerra verbal”,
una confrontación discursiva, de ahí su carácter eminentemente dialógico. Toda polémica
involucra el compromiso de, por lo menos, dos “contendientes”, es decir, dos
enunciadores que elaboran posiciones antagónicas en torno de un objeto común. Estas dos
voces se enfrentan en el enunciado polémico que se constituye, entonces, como un
contradiscurso cuya finalidad es falsificar, refutar el discurso del adversario. […]
En cuanto a sus características enunciativas, el discurso polémico presenta una serie de
constantes. Por tratarse de un discurso “agónico” o de combate, la posición de enunciación
aparece explícitamente marcada en el enunciado a través de distintas clases de índices:
deícticos, moralizadores, elementos que vehiculizan todo tipo de evaluaciones (lógicas,
axiológicas, etc.)
Su finalidad persuasiva, asimismo, determina una fuerte orientación hacia el destinatario
que se manifiesta en apelaciones directas o a través de distintas formas de comentario que
buscan establecer una suerte de connivencia entre enunciador y destinatario (en el caso en
que éste no coincide con el antagonista).
Todo discurso polémico apunta a un blanco que puede identificarse con el discurso de un
sujeto individual o bien con el discurso de un grupo, un sector o una institución. El blanco
puede aparecer en el discurso polémico como uno de los destinatarios o aun como su
destinatario privilegiado (cuando la distancia ideológica que existe entre polemista y
adversario no es máxima) o bien, en el caso contrario, puede ser excluido del campo de
destinación. En este sentido, la relación entre polemista y blanco puede adoptar formas
diversas que van desde la interpelación violenta –que a menudo recurre a distintas figuras
de agresión- hasta otras más próximas al diálogo […].
Cualquiera sea la modalidad de la relación entre el polemista y su blanco, la polémica
presupone siempre un terreno común compartido por los interlocutores ya que, de otro
modo, la refutación se vuelve impracticable.
Adaptado de Reale y Vitale, op. cit., pp. 67-68.

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ENTRE LA DEMOSTRACIÓN Y LA PERSUASIÓN

La argumentación es una de las construcciones discursivas más complejas, que ha


dado pie a diversas definiciones y ha sido estudiada desde distintos enfoques teóricos.
Históricamente, en el análisis de las prácticas argumentativas se han encontrado
diferentes disciplinas: la lingüística, la retórica (clásica y moderna), la lógica, el derecho, la
psicología, las ciencias políticas, la publicidad, la antropología. Es que el universo del
lenguaje, lo que él desencadena y lo que con él se puede hacer, nos enfrenta con una
pregunta inevitable: por qué algunos hombres seducen a otros con la palabra, y con ella
hacen que cambien sus conductas, y por qué en otras circunstancias otros hombres son
incapaces de influir sobre sus pares aun cuando esgrimen verdades incuestionables.
Como rasgo general y de forma esquemática, podemos decir que toda
argumentación se construye entre y sobre dos pilares. Por un lado, la demostración, que
transita racionalmente el pasaje desde las pruebas hacia la conclusión y, así, evidencia la
justeza y obligatoriedad de esos pasos que sostienen, en el sentido más lógico, la
conclusión o tesis. Por el otro, la búsqueda de persuasión, que pone en foco ya no los
procedimientos ni la cualidad de los argumentos (su justeza, racionalidad o lógica), sino la
relación entre el argumentador y su auditorio y, finalmente, la fuerza de adhesión ejercida
sobre este último (plano que prioriza la dimensión pragmática de la interacción verbal).
Diferentes épocas han sido proclives a considerar más válidas determinadas
estrategias argumentativas sobre otras: en algunos casos, la racionalidad prevalecía
como criterio (subyacía la idea de que el ser humano era primordialmente un ser racional);
en otros, el efecto logrado era el único parámetro para definir la validez de los
procedimientos empleados (los aspectos pasionales eran considerados condiciones
primarias de la vida humana). De manera que, si bien hay estructuras que son idénticas
más allá del paso del tiempo, en algunas épocas se reconocen como legítimos algunos
razonamientos o recursos que son rechazados en otros periodos. El siguiente esquema
sintetiza las características principales de la demostración y la persuasión y ubica a
algunos de los pensadores que desarrollaron las teorías clásicas y modernas más
significativas sobre el tema.

Demostración Persuasión

Exigencias formales Participación de interlocutores


en la construcción del conocimiento

Condiciones necesarias y universales Motivación contextual inmediata

Axiomática explícita (de lo general a lo Proyección del conocimiento de mundo,


particular, principio de no-contradicción, gustos y pasiones del destinatario
etc.)

Finalidad: convicción Finalidad: consenso

Ej.: discurso lógico-matemático: Ej.: argumentación cotidiana, discurso


teoremas, silogismos, lenguajes formales político, discurso religioso, etc.

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Teóricos de la argumentación

Aristóteles Retórica. Grecia, S. IV AC

Toulmin The Uses of Argument. Inglaterra, 1958

Perelman y Olbrechts-Tyteca Tratado de la


Argumentación. Francia, 1958

Anscombre y Ducrot La argumentación


en la lengua. Francia, 1983

Una propuesta radical sobre la argumentación es desarrollada por Ducrot, cuyos


primeros trabajos datan de 1972. Este autor, en algunos trabajos junto a Anscombre,
postula que siempre que se habla se argumenta. Desde una concepción de la
comunicación como esencialmente intencional y con un sesgo de análisis
predominantemente lingüístico, Ducrot postula que la naturaleza esencial de la lengua es
ser argumentativa, dice: “la actividad de argumentar es co-extensiva a la actividad del
habla. Argumentar es hablar y no se puede no argumentar”. Cuando tomamos la palabra
lo hacemos siempre con el objetivo de incidir en los demás y orientamos el discurso en
una dirección hacia una conclusión que deseamos que sea adoptada, alejándolo de otras
posibles.

LA LEGITIMIDAD Y VALIDEZ ARGUMENTATIVA EN DEPENDENCIA CONTEXTUAL

Varias investigaciones que estudian las prácticas argumentativas (Perelman y


Olbrechts-Tyteca, Toulmin, Bourdieu) señalan que los sujetos argumentamos están
amparados y sostenidos por instituciones dentro de las cuales sus discursos tienen
validez. Cada ámbito de praxis (legal, médico, administrativo, religioso, etc.) tiene sus
regulaciones. No es lo mismo el argumento que presenta un periodista en un programa
radial que el que sostiene un académico en una clase magistral, el que expone un
científico en un congreso que el que esgrime un abogado en un tribunal o un sacerdote en
un sermón. Todos ellos están ceñidos por la institución que los cobija y que legitima a
cada uno, con criterios de autoridad, argumentos y presupuestos propios. Por ello, cuando
se extraen argumentos de un ámbito institucional y se los traspasa a otro medio se corre
el riesgo de que los razonamientos se desmoronen ante la invalidez de los soportes que
hacen posible el derivar cierta conclusión de determinados hechos u observaciones.
Además de la apelación a la comunidad disciplinar y la referencia institucional, es
importante el reconocimiento y la aceptación de que existen diversos modos en que el
patrón o estructura argumentativa toma cuerpo en cada campo de actividad humana. A
simple vista advertimos la existencia de distintos tipos de verdades: la verdad de la
política no es la verdad de la religión; la verdad de la religión no es la de la ciencia; la
verdad de la ciencia no es necesariamente la de la ética, y así sucesivamente. Si se
trastocan las diferencias institucionales, se confunden también las legítimas diferencias
que existen respecto de lo que se dice en función desde dónde se lo dice. Solo a partir de
reconocer que no hay dispositivos únicos para la argumentación, sino que ellos y sus
“garantías de inferencia” poseen una dependencia situacional a contextos específicos de

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acción desde donde reclaman su pretensión de validez, es que se accede a analizar
críticamente el poder del discurso y su legitimidad relativa.
Sin negar este anclaje institucional desde donde cada argumentación legitima
relativamente su uso, Toulmin (1958) –a partir de un modelo teórico lógico, formal y
evolutivo (orgánico)- propone que el andamiaje estructural de la argumentación es único y
generalizable para cualquier ámbito. Este autor propone una estructura argumentativa
ternaria compuesta básicamente por dato, conclusión y garantía. Según su modelo,
funciona como dato el conjunto de los hechos, manifestaciones empíricas o
evidencias por el que el argumentador busca justificar su tesis (por ejemplo, los síntomas
visibles de una enfermedad, las cifras de ingreso y egreso de personas de un país, las
tasas de natalidad/mortalidad, etc. para un estudio demográfico). La conclusión es la
postura o idea que el enunciador sostiene, es decir, su tesis. Y, finalmente, la garantía se
conforma por aquellos conocimientos, métodos o axiomas -pertinentes y propios a un
área de trabajo- que avalan la selección de los datos y el pasaje desde ellos hacia la
conclusión. En este sentido, la garantía “autoriza” el proceso de inferencia en el ámbito de
un campo de conocimiento o práctica particular.
Según Toulmin, entonces, para poder alcanzar la conclusión a partir de los datos
presentados, el argumentador realiza indefectiblemente un pasaje que se sostiene
(explícita o implícitamente) sobre una proposición, conocimiento, axioma o ley que
“garantiza” que la vinculación y el pasaje son legítimos y válidos. Es justamente la
garantía el elemento intrínsecamente ligado al campo de producción del que se trate:
economía, política, religión, justicia, etc. En este sentido, Toulmin señala cómo, a pesar
de que el contexto de producción-recepción condiciona la selección de los datos, las
garantías y las conclusiones, los tres elementos estructurales están presentes y operan
de la misma forma en toda argumentación, otorgándole "coherencia interna" y
"racionalidad".
Finalmente, el modelo de Toulmin añade tres elementos secundarios que operan en
la estructura: el calificador o modalizador, el soporte o “respaldo” y la restricción. El
calificador remite a la posibilidad de limitar el grado de generalización con el que se
presenta la conclusión (con frases como “probablemente”, “en casi todos los casos”,
“seguramente”, "normalmente"). El respaldo está compuesto por argumentaciones
secundarias que sostienen la garantía como verdadera en un campo de práctica
específico; y la restricción remite a los casos excepcionales en los que la conclusión no
puede derivarse de los datos. Estos tres elementos se añaden en el modelo de Toulmin a
los tres básicos (dato, conclusión y garantía) completando la estructura lógica del discurso
argumentativo y resaltando su fuerza de convicción. Si bien no siempre en una
argumentación se encuentran las seis partes explícitas, los tres pilares primarios de la
estructura (datos, conclusión y garantía) operan indefectiblemente.
Para ejemplificar, se presentan a continuación argumentos de diferentes ámbitos o
campos de la praxis humana a los fines de desmontar su esqueleto lógico.

En el ámbito legal

El grado de fuerza y certeza de un argumento legal depende de dos factores: la calidad de


la evidencia disponible y la fuerza precisa y relevante de los estatutos y la jurisprudencia.
(…) Tomemos el siguiente ejemplo: Jorge murió sin redactar su testamento, ¿qué ocurrirá
con Mary, su esposa?

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Dadas las leyes vigentes, no se ha revelado que Jorge haya
redactado su testamento.
GARANTÍA DATO

Entonces la viuda debe percibir


presumiblemente gran parte de la herencia del difunto
PASAJE CONCLUSIÓN

En la ciencia

En campos como la medicina y las ciencias naturales también es posible encontrar


argumentos que varían en cuanto a su fuerza, sea por una falta de comprensión teórica en
relación a ciertos hechos o por insuficiencia de evidencia fáctica. En cada caso registramos
tal estado de cosas mediante la explicitación de que nuestras conclusiones son provisorias
y, por consiguiente, inciertas. Por un lado, puede no haber dudas teóricas relevantes
respecto a un caso particular por lo que no habrá problemas con la aplicación de dar
garantías. Sin embargo, puede ocurrir que la cantidad de información fáctica relevante de
la que disponemos sea inadecuada. El caso inverso, por otra parte, nos presenta un
sustancial cuerpo de información fáctica… pero tal evidencia es explicada ambiguamente
por las consideraciones teóricas relevantes al caso analizado. Veamos un ejemplo que
ilustra acerca de la primera situación:

Un médico está tratando a un paciente enfermo de una dolencia mortal con una nueva droga. Este
medicamento ha sido muy efectivo en las pruebas clínicas preliminares, pero las estadísticas acerca de
tales experimentos son aún fragmentarias. En tales circunstancias, el médico no puede decir “este
tratamiento funcionará”. Sí está habilitado a señalar que esta droga ha mostrado ser efectiva en un
número considerable de casos experimentales, por lo que hay posibilidades reales de que funcione en este
caso.

Y un ejemplo que grafica nuestra segunda consideración:

Enfrentado a un nuevo fenómeno, el físico duda. ¿Esto debe ser explicado por la teoría
gravitacional, por la teoría electromagnética, o por cuál teoría? Si la evidencia fáctica recogida sugiere
que el fenómeno es gravitacional sólo en forma tentativa, el físico se verá limitado a una conclusión
condicional: “suponiendo que este fenómeno sea un efecto puramente gravitacional, G entonces
presumiblemente C”. Mientras la teoría gravitacional sea aceptable para explicar este fenómeno, dicha
teoría actuará como garantía de la inferencia. Pero si esta presunción inicial falla, la inferencia no será
válida. Es por eso que, al no estar seguros de si el fenómeno es o no gravitacional, usamos calificadores
del tipo “probablemente”, “presumiblemente”.

Nuestro ejemplo comentado anteriormente sobre el paciente y el médico, se ilustra,


entonces siguiendo el esquema básico:

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La experiencia clínica indica que
RESPALDO
una infección respiratoria requiere aplicar penicilina.
GARANTÍA

Este paciente padece Entonces, este paciente necesita


una infección respiratoria. presumiblemente, ser tratado con penicilina,
DATO CALIFICADOR CONCLUSIÓN

a menos que el paciente sea alérgico a la penicilina.


RESTRICCIÓN

Toulmin, Stephen, Richard Rieke y Allan Kanik (1979) Introduction to Reasoning. Londres:
Macmillan Publishing Company. Traducción parcial de N. Pinkus para la Cátedra de Semiología
(CBC-UBA), pp. 3-6.

LA CONSTRUCCIÓN DE ARGUMENTOS: ALGUNOS RECURSOS


En relación con la escritura de textos argumentativos, ya a partir de la Retórica
Aristotélica -continuada por la cultura romana y retomada a mediados del siglo XX por
Chaïm Perelman a través de la Nueva retórica- se plantea que para defender una
determinada postura se construye una argumentación en varias etapas:
o Planificación (inventio): se debe, por un lado, seleccionar los argumentos más
convenientes en función del contexto en el que se produce la argumentación; es decir, se
elegirán las ideas más adecuadas en función del destinatario –con sus saberes, intereses
y concepción del mundo- y del ámbito de circulación –cotidiano, académico, empresarial,
político, etc.
o Puesta en texto (dispositio): además de definir qué ideas utilizará para
sostener su postura, el enunciador prevé además el modo en que esos argumentos serán
plasmados en su texto de la manera más convincente. En otras palabras, planifica
también cómo será la estructura de su texto (dispositio propiamente dicha, según la
retórica tradicional) y cuáles serán los recursos que le servirán para argumentar más
eficazmente (elocutio).
o Finalmente, se produce la puesta en acto del discurso argumentativo: a este
paso se lo denomina actio.

Los recursos argumentativos más habituales son los que siguen:

Ejemplo: se trata de un caso concreto que sirve como ilustración de un concepto más
general. Si bien este recurso tiene una función clarificadora (tal como se usa en las
explicaciones), en los textos argumentativos se elige el ejemplo más evidente o más

13
impactante de aquello que se quiere demostrar, para causar un efecto emotivo (positivo o
negativo) en el destinatario:

Ciudades, edificios, calles y parques, el medio físico en general que, muchas veces se
muestra excluyente y agresivo, “discapacitante” (por ejemplo, una escalera a la entrada
impide entrar a todas las personas que utilizan ruedas para desplazarse sillas de ruedas,
carritos de bebé o las que tienen dificultades de ascender escalones, personas mayores
o con lesiones).

Actualmente, nada se considera real si no ha sido registrado por los medios. Si lo real se
construye y manifiesta a través de los medios, no es extraño entonces que los sujetos
formados de esa manera mediaticen todo. Incluso su deseo. No hay ceremonias sin
videos, no hay turismo sin cámara, no hay alumnos sin grabador, no hay empresa, por
pequeña que sea, que no esté (o aspire a estar) informatizada. Por supuesto, no hay
hogar sin televisión.

Comparación: este recurso consiste en vincular dos objetos o conceptos, que se


presentan como equivalentes en algún punto. A partir de esa correspondencia, las
características de un elemento se “transfieren” al otro. La eficacia de este recurso consiste
en comparar lo que se quiere demostrar con otro elemento que ya sea aceptado por el
destinatario, de manera que éste pase a aceptar también la nueva idea:

Todo es ya, todo es ahora. El mail no deja de actualizarse y de aumentar la cantidad de


correos recibidos. Uno los lee como si se tratara de una guerra no declarada en la que el
objetivo consiste en que el contador no salga de cero.

Lo real nos desafía desde su lugar de posible desencanto, sufrimiento y muerte. El sujeto
contemporáneo, ante el peligro, se vuelve clásico. Imita a los héroes fundantes de
nuestra tradición cultural. Como Ulises, se ata al mástil de las relaciones mediatizadas y
no consumadas. Pero sigue manteniendo viva la fascinación por el cada vez más distante
objeto de deseo.

Metáfora: consiste en utilizar un término perteneciente a otro campo semántico en medio


del discurso. Puede verse como una comparación condensada en la que uno de los
elementos de la comparación no aparece. Este recurso también permite incorporar en el
discurso elementos de fuerte impacto emotivo.

Ese tipo de “búsquedas” son posibles en la red de redes, Internet. Es la clase de piedras
lanzadas al vacío que forman parte de las modalidades de comunicación que en la red se
desarrollan.

Los seres humanos no son simplemente cáscaras externas de forma, tamaño y


movimiento; tienen una vida interior que no es accesible a la información en la forma
normal, a menos que la introspección privada se cuente como una forma públicamente
disponible de información.

Definición: a través de ella se señala el modo en el que debe ser comprendido un


término determinado. Ahora bien, existen múltiples definiciones de una misma palabra y
según la tesis que se busque defender, se seleccionará la definición más conveniente
para desarrollar un argumento a partir de ella. Por eso, más que una función clarificadora,

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la definición tiene aquí una función persuasiva. En los siguientes ejemplos, dos
definiciones diferentes de cultura permiten sostener tesis opuestas:

La cultura es el patrimonio de grandes obras y de pensamiento que la humanidad ha ido


construyendo a lo largo de la historia. Por ello, la escuela debe transmitir este legado a
sus alumnos para ayudarlos a trascender los hábitos y creencias que los mantienen en
la ignorancia.

La cultura es el conjunto de costumbres, creencias, discursos y creaciones materiales


que una comunidad produce. Por ello, es fundamental respetar la diversidad cultural sin
imponer aquellas formas que erróneamente se consideran más “legítimas”.

Es importante no confundir la definición con una descripción (no todas las oraciones que
utilizan el verbo ser son definiciones). Mientras que la descripción es una repuesta a la
pregunta ¿cómo es?, la definición responde a ¿qué es?:

La cultura es un aspecto fundamental de la vida en sociedad [esta es una descripción


que aporta características de la cultura pero no alcanza para distinguirla de otros
“aspectos fundamentales”].

Pregunta retórica: se trata de una pregunta cuya respuesta queda respondida de manera
implícita. Podría considerarse que detrás de toda pregunta retórica hay una afirmación o
negación que el lector debe reponer. La eficacia argumentativa de este recurso consiste
en que las afirmaciones y negaciones presentadas a través de una pregunta son más
difíciles de refutar por un eventual adversario.

¿Qué más barato, hoy en día, que acceder a la red? Muchos son los proveedores que
otorgan direcciones electrónicas gratuitas, uno de los primeros pasos para la
comunicación. [= Hoy en día, acceder a la red es muy barato]

El único peligro por estos lares es no querer volver. ¿Quién no ha pensado en quedarse
al conocer Bombinhas? Esta tierra con forma de península y emplazada por encima de
Florianópolis ha ido convirtiéndose poco a poco en una meca del ecoturismo. [=Todos
piensan en quedarse allí al conocer Bombinhas]

Planteo hipotético: es la presentación de situaciones imaginarias y el desarrollo de las


consecuencias que estas tendrían en caso de suceder. Este recurso permite enfocar el
tema de debate de la manera más conveniente para la propia argumentación, sin que
nadie pueda rechazar el planteo, puesto que es imaginario.

Todavía no se ha inventado nada más allá de la lectura: si esta no existiera, no habría


hipertextos, Internet, CDROM ni programas de computadora. Las nuevas tecnologías no
reemplazan a la lectura: la asumen como punto de partida.

Si alguien no resulta competente para la música, la sociedad no se conmueve, ni los


psicopedagogos se preocupan por encontrar algún tipo peculiar de "dislexia musical" que
podría quizás ser superada con tal o cual entrenamiento específico. Ser músico es una
profesión; y quienes quieren dedicarse a la música se someten a un riguroso
entrenamiento.

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Argumento por autoridad: tiene la función de otorgar mayor legitimidad al planteo propio
a partir de la mención de otros enunciadores prestigiosos que sostienen posturas
similares. Es importante que las fuentes citadas sean adecuadas al ámbito de circulación
(por ejemplo, en una monografía académica no resultará apropiado incluir citas de textos
muy generales, como los diarios, revistas no especializadas o libros de autoayuda). Por
otra parte, siempre es necesario orientar la interpretación de la cita en el sentido que se le
desea dar en el texto, de modo que se relacione claramente con la tesis que se quiere
sostener:

Umberto Eco aconsejaba a quienes estaban preparando una monografía que


fotocopiaran sólo aquello que estuvieran seguros de poder leer al día siguiente.
Cualquier investigador sabe que fotocopiar sin ton ni son sirve para muy poco, incluso
hay quien piensa (yo, por ejemplo) que es mejor copiar a mano la cita que se va a usar.

¿Cómo ocuparse de lo humano sin tomar partido? Yo me adhiero plenamente a esta


reflexión de Simone Weil: “La adquisición de conocimientos hace que nos acerquemos a
la verdad, pero cuando se trata el conocimiento de lo que se ama, y en ningún otro caso”
(L’enracinement, p.319).

Generalización: en este caso se asigna la responsabilidad enunciativa a un colectivo


amplio, en vez de a un locutor especificado. Por medio de este recurso se simplifica o se
exagera el alcance de una afirmación.

Cualquiera puede obtener un número de identificación en la red (ICQ). Cada vez que
uno ingrese, ya sea a contestar mensajes o a realizar alguna búsqueda en la web, el
programa anuncia a todos los amigos del conectado que el usuario tal y cual está “on-
line”. Quien tenga muchos amigos en la red será inmediatamente saludado por todos
ellos (siempre que estén suficientemente desocupados).

Alusión: referencia a una cosa que no se nombra explícitamente y sin embargo se


deja entender.

Quienes hoy se oponen a la ley de matrimonio igualitario son los mismos que
antes se oponían a la unión civil, a las campañas de prevención de VIH y al voto
femenino.

Concesión: la figura se refiere a la admisión de un argumento para rebatirla


enseguida:

Se podrá prever un futuro donde la lectura resigne su hegemonía frente a


otras formas de transmisión, pero ese futuro todavía no ha llegado y, si llega,
llegará por la lectura y no a pesar de ella.

Ironía: voz que proviene del griego=locución disimulada. Se utiliza cuando se dice lo
contrario de lo que se piensa y se quiere dar a entender:

Pero no querría hablar del futuro, porque ya los suplementos de ciencia de


los diarios exaltan suficientemente el mundo maravilloso que nos espera.
Querría hablar del pasado y del presente.
Definiciones extraídas de Palleiro, María Inés (coord.) (2008) Formas del discurso. De la teoría de
los signos a las prácticas comunicativas. Buenos Aires: Miño y Dávila, pp.115-117.

16
LA POLIFONÍA Y LA INTERTEXTUALIDAD EN LA ARGUMENTACIÓN

El término polifonía (que tomamos de Bajtin) refiere las variadas formas que adopta
la interacción de múltiples voces dentro de una secuencia discursiva o un enunciado.
Además del enunciador y el destinatario, en el discurso argumentativo participan y
se hacen presentes de múltiples maneras, numerosos “otros” cuyas voces sociales avalan
o refutan las ideas, opiniones o creencias expresadas en el texto. Como una marca más
del despliegue de su subjetividad, el locutor suele manipular esas voces, incorporándolas
a través de formas de cita directas, indirectas, fragmentarias o de reformulaciones libres.
De esta manera, no sólo se actualiza -incluso en el texto escrito- la situación dialógica de
toda comunicación, sino que se habilita la incorporación de expresiones ajenas, el
distanciamiento irónico frente a ideas expresadas por otros, la parodia o el guiño cómplice
o censurador en relación con las opciones ideológicas del productor.
Existen diferentes estrategias para incluir otras voces en nuestro texto. La tensión
entre “lo propio” y “lo ajeno” en el discurso se manifiesta a través de distintas formas que
permiten delimitar lo que dice el enunciador principal de lo que dicen los demás, tales
como: las citas, las alusiones (o “citas encubiertas”) y las referencias, que pueden darse
en el texto principal o en las notas al pie.
Así, la polifonía enunciativa se manifiesta a través de dos estilos:

1. Estilo directo: permite la mención literal y explícita de lo enunciado por la


voz que se desea recuperar en el texto.

Así, en 1942, Lebendeff reflexionaba “me permito indicar... que el aspecto forestal del
Parque Nahuel Huapi quedó en gran retardo, especialmente con lo hecho en el aspecto
turístico. En todo caso el balance de la economía forestal no era hasta ahora a favor de
los bosques” (p,210).

Thomas Robert Malthus, cuyo nombre diera origen a términos como “catástrofe
maltusiana” y “maldición maltusiana,” era un apacible matemático, clérigo y, a decir de
sus críticos, el referente supremo del vaso medio vacío. Cuando unos cuantos filósofos
de la Ilustración, atolondrados por el éxito de la Revolución Francesa, comenzaron a
predecir el mejoramiento continuo e ilimitado de la condición humana, Malthus aplastó
sus predicciones. La población humana, observó, aumenta a una tasa geométrica,
duplicándose cada 25 años más o menos si no encuentra obstáculos, mientras que la
producción agrícola aumenta a una tasa aritmética, con mucha mayor lentitud. Allí yacía
una trampa biológica de la cual la humanidad jamás podría escapar.
“La capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la de la tierra
para producir alimento para la humanidad –escribió en su Ensayo sobre el principio de
la población, en 1798–. Esto implica que la dificultad para conseguir alimento ejercerá
sobre la población una fuerte y constante presión restrictiva”.

Como ha señalado Rizzardo (1995:119): “Integrar ciertas cuestiones identitarias en las


finalidades de las políticas públicas conduce necesariamente a una definición de la
cultura que no se reduce a la esfera de intervención del ministerio a cargo. Pues los
debates sobre la identidad atraviesan numerosas políticas públicas, pero no de manera
equivalente”.

17
1.a) Sobre el uso de comillas

El uso de las comillas tiene en su base dos valores diferentes. El primero es el


reconocimiento de la mostración en el discurso de un término o fragmento sobre el que
llamamos la atención para predicar algo a la manera de “mención”. El segundo es con el
que hacemos uso de las palabras de otro manteniendo, a la vez, la distancia. En ambos
casos, las comillas atraen la atención del destinatario hacia lo señalado. Demarcan el
margen que se establece entre un fragmento resaltado y el discurso no entrecomillado
con el que el locutor se muestra abiertamente identificado. En todos los casos, las
comillas demarcan un borde, una “zona de frontera” o interacción entre un interior y un
exterior al discurso. Son marcas explícitas de la tensión constitutiva del discurso, de su
naturaleza heterogénea.

En 1776, a la edad de 53 años, Adam Smith publicó un libro sorprendente que


con el tiempo le ganaría el título de “fundador de la economía moderna”.

En este sentido, Levi-Strauss- el fundador del estructuralismo en Antropología-


va a sostener que es necesario partir de las “partículas y fragmentos de restos
que aún se pueden reunir” de los modos de vida de esos pueblos primitivos.

En el acto físico de escribir, afirma en la Edad Media el inglés Orderic Vitalis,


“todo el cuerpo participa” (Clanchy, 1979, p.90).

Cuando se usan para demarcar una sola palabra (o una frase nominal), pueden
tener distintos sentidos. Entre ellos, indicar que se trata de palabras que el locutor se ve
obligado a usar, pero no comparte, o incluir términos “aproximados”, menos rigurosos,
pero más accesibles al destinatario.

De alguna manera, lo que ambas escuelas [antropológicas] van a tener en


común es la tendencia a especializarse en “pueblos primitivos”.

[al abordar al individuo en su red social comunitaria se obtenía] una ganancia


doble: para el entrevistado, al proporcionarle una “caparazón” frente al
entrevistador

El “precio” de los niños es toda la gama de costos en que tienen que incurrir los
padres para criar un niño.

2. Estilo indirecto: en este caso hay un reformulación de las palabras del


otro, para integrarlas al discurso propio.

Como ha señalado Briscoe (1991), cada año miles de profesores asisten a cursos o
participan en encuentros con la intención de perfeccionarse profesionalmente y poder
utilizar nuevas técnicas, nuevos materiales curriculares, nuevas formas de favorecer el
aprendizaje de sus alumnos y alumnas.

Es por eso que acercar la cultura al turismo implica darla a conocer como
emergente de procesos históricos que se expresan en instituciones y prácticas
sociales siempre cambiantes y contingentes, intentando –como lo plantea Geertz
(1987)- trascender la visión que postula la cultura como un producto acabado
definido desde una concepción inmóvil. En ese sentido el turismo también forma
parte de los procesos que contribuyen a la construcción, reconstrucción y

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modificación continua de esa red de significaciones que solemos denominar
cultura.

En el discurso argumentativo, la palabra del otro no siempre se identifica con nitidez.


Como ya se ha señalado, esto se debe a que esa palabra introducida está siempre
subordinada a la voz del enunciador, cuya finalidad no es necesariamente transmitir con
fidelidad lo que otro sostuvo, sino traer al propio discurso fragmentos de otro que puedan
ser útiles para la propia argumentación.
Así, si bien puede haber citas directas de oraciones o párrafos completos, lo que
suele predominar, por el contrario, son los enunciados referidos en discurso indirecto,
discurso indirecto libre y la alusión. Por otro lado, tampoco es común que se faciliten al
lector todos los datos sobre el discurso citado: quién lo dijo, dónde y cuándo, sino que
suelen hacerse generalizaciones para atribuir la responsabilidad de un enunciado; en vez
de ofrecerse párrafos completos, se suelen transcribir solo algunas palabras textuales y
abundan las reformulaciones libres que el enunciador hace de la palabra del otro.
También es frecuente cierto uso de comillas que si bien señalan la textualidad de la cita,
tienen como fin la distancia del enunciador respecto de ella.
Extraído de Narvaja de Arnoux, Elvira, Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira (2002) La lectura
y la escritura en la universidad. Buenos Aires: Eudeba, pp.53-54.

Entre los diferentes recursos polifónicos, la intertextualidad designa,


específicamente, la relación que se establece entre dos textos, a partir de la inclusión de
uno (o una parte del mismo) en otro, en forma de cita o alusión. Este juego apela a las
competencias culturales e ideológicas de los destinatarios. En todos los casos el lector
debe ser activo para interpretar el motivo de su incorporación o referencia. Su
decodificación es más fácil cuanto más estereotipado y “universal” es el enunciado
aludido o citado; en cambio, en los casos en los que la alusión remite a universos
culturales restringidos, la recuperación de las referencias puede plantear dificultades o, en
ciertas ocasiones, ser utilizada para seleccionar auditorio.
Cuando un discurso -su estilo, lengua, registro o género- es interrumpido por
fragmentos que remiten a textualidades ajenas, se rompe la “isotopía” del texto principal,
introduciéndose en su interior “otras voces”. El concepto de “isotopía estilística” refiere el
equilibrio formal/temático/estilístico que construye cada texto en su interior a fin de
mantener cierta homogeneidad en las opciones de registro, tono, forma, selección léxica,
opciones gráficas en un texto escrito, etc. Las inclusiones generan, por contraste, efectos
de sentido que ponen en evidencia valoraciones del enunciador. Las marcas perceptibles
de estas inclusiones de “lo ajeno” pueden ser fónicas (se altera la calidad de la voz: por
ejemplo, se imposta), prosódicas (se acelera el ritmo o se rompe con la curvatura
entonacional esperable de una frase), gráficas (cambio de tipografía), sintácticas (se
invierte el orden típico de una oración), léxica (se incluyen términos en inglés en un texto
español, se introducen arcaísmos para promover un tono serio o solemne, o
coloquialismos en un texto formal) o genéricas, por ejemplo cuando se usa un fragmento
propio del género teleteatro en la vida cotidiana, o el género carta en una canción, o
cuando se introducen rasgos de oralidad en textos escritos (género epistolar, afiches,
novelas, etc.). De este modo puede ingresar un discurso diferente en cuanto sociolecto
(grupo social), dialecto (geográfico), cronolecto (grupos de edad), lecto profesional, de
pertenencia política, etc.
Los efectos de lectura dependen del funcionamiento global del texto y del entorno
verbal en el que se incluyen los elementos disruptivos. En algunos textos, la ruptura
puede tender a caracterizar a un personaje, en otros una situación; puede funcionar como

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índice de prestigio o de una pertenencia cultural o social específica; puede también
reforzar la autoridad del enunciador o desacreditar al oponente. En todos los casos, el
contraste, a partir del juego poético que crea (su espacio intertextual), pone en evidencia
la adscripción ideológica del enunciador, su sistema de valoración y jerarquías y se
orienta a reforzar el sentido de su discurso y su intención comunicativa.

LOS CONECTORES OPOSITIVOS CON FUNCIÓN POLÉMICA

Los conectores opositivos pueden utilizarse, dentro de textos -o segmentos de texto-


argumentativos, con una función polémica; es decir, pueden usarse para refutar las ideas
de otros enunciadores. En estos casos, como hemos visto, la voz de los oponentes
aparece en el texto a través de citas refutativas (donde se presentan los argumentos a
invalidar) y a continuación se incluye el rechazo o la refutación de esos enunciados. Ahora
bien, el modo en que suele relacionarse la cita con la refutación es a través de estos
conectores opositivos, es decir, palabras o expresiones que vinculan ideas opuestas.
Los conectores opositivos más habituales son pero, sin embargo y no obstante. A
continuación, aparece un conector opositivo, que introduce la refutación y da lugar a la
presentación de la postura propia:

Sin embargo, las empresas turísticas ya instaladas tienen la posibilidad de aprovechar


productivamente la tecnología. En efecto, esta les permite aumentar la eficiencia y
reducir los costos, incrementar el conocimiento del cliente y perfeccionar las acciones
de marketing y desarrollar el comercio electrónico… Por su parte, para el cliente
también surgen nuevas ventajas…

La polémica también puede manifestase en el texto mediante la concesión. En este


caso, se aceptan –en parte- argumentos opuestos a la postura propia, pero se demuestra
que estos no alcanzan para invalidar toda la postura. Los conectores concesivos más
frecuentes son aunque y a pesar de, pero los conectores opositivos (pero, sin embargo,
no obstante, aun así) pueden cumplir también esta función, dependiendo del contexto. Por
ejemplo, en el texto “Barreras arquitectónicas” se incluye la siguiente concesión,
introducida por el marcador textual “es bien cierto que”:

Muchas veces, ofreciendo la entrada a todos, los espacios pueden ser amigables e
integradores. Es bien cierto que existen muchas limitaciones que dificultan la
integración en el medio de una forma plena e igualitaria.

Esta idea resulta hasta cierto punto contradictoria con la postura de la autora (es
posible crear un entorno inclusivo). Sin embargo, en el texto se demuestra que el
argumento contrario no llega a invalidar su postura:

Pero todo intento de eliminación de barreras e integración social de las personas con
algún tipo de discapacidad debe ser recibido como un paso más en la difícil lucha por
conseguir una vida mejor y de mayor calidad.

De este modo, la autora admite parte de los argumentos opuestos (o


contraargumentos), pero incluye nuevos elementos que le permiten continuar defendiendo
su propia postura. Así fortalece su propia posición, ya que logra adelantarse a algunas
objeciones que podrían realizarse frente a su texto, y logra neutralizarlas por anticipado.

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