Historia de Italia

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Historia de Italia

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Este artículo es parte de la serie:

Historia de Italia

Por periodo histórico

 Italia Prehistórica

(Terramaras · Villanovianos)

 Italia prerromana

(Itálicos · Etruscos · Magna Grecia · Galia Cisalpina)

 Antigua Roma e Italia romana (siglo VIII a. C.-siglo V a. C.)

(Monarquía · República · Imperio)

 [[Historia de Italia#Alta Edad Media (s. V al XII)|Edad


Media]] (siglos VI-XIV)

 Renacimiento italiano (siglos XIV-XVI)

Guerras italianas (1494-1559)

 Dominio extranjero (1559-1814)

 Resurgimiento (1814-1861)

 Reino de Italia (1861-1946)

 República de Italia (1946-presente)

Por tema

 Historia militar

 Antiguos Estados de Italia

La historia de Italia está íntimamente ligada a la de la cultura occidental y a


la historia de Europa. Buena parte de los principales acontecimientos históricos
del mundo occidental, así como muchos de los logros que han condicionado la
cultura universal, han tenido lugar en el país o los han protagonizado sus
pueblos.1 2
Heredera de múltiples culturas antiguas, como la de los etruscos y de
los latinos, receptora de la colonización griega y hogar de la Magna Grecia, fue
cuna de la civilización romana y vio nacer la República y el Imperio romano,
legador de gran parte de la cultura occidental y uno de los mayores de
la historia, del cual Italia fue el centro absoluto, tanto político como económico y
cultural.3 4
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, Italia sufrió una serie de
invasiones germánicas, alternadas con intentos bizantinos y francos de
reconstruir la unidad del Imperio romano. Roma, sede del papado y fuente de
legitimidad imperial, fue en esos tiempos un foco que atrajo a figuras
como Justiniano I y Carlomagno.5 6
Durante la Edad Media, Italia se convertiría en un mosaico
de Estados y ciudades-Estado (llamadas liberi comuni) a menudo en lucha
entre sí para conseguir la hegemonía sobre el resto, con frecuentes
intervenciones de las potencias circundantes y de la Santa Sede que, a través
de la figura del papa en calidad de soberano, gobernaba buena parte del centro
de Italia en el territorio conocido como Estados Pontificios, con capital en
Roma.7
La privilegiada situación geográfica de Italia hizo que esta fuera clave en
el comercio continental y favoreció el florecimiento de ricas repúblicas
marítimas conectadas con la historia europea y de todo el Mar Mediterráneo.
La lucha entre el poder temporal imperial, que incluía a Italia, y el espiritual
papal, que tenía su sede en Roma, tuvo en Italia especiales repercusiones
políticas.
Esta herencia de relevancia política la convirtió en foco de las luchas por el
poder en el continente europeo. Además, el legado cultural clásico y
eclesiástico fue el caldo de cultivo de nuevas tendencias. En los
siglos XV y XVI Italia se convirtió en el centro cultural de Europa, dando origen
al Humanismo y al Renacimiento, y fue uno de los campos en los que se
decidió la supremacía europea del Imperio español con la victoria
sobre Francisco I de Francia.
Tras el declive de la Monarquía Hispánica, los Habsburgo de Austria pasarían a
controlar la región, así como buena parte de Europa Central. Transformada en
un campo de batalla durante las guerras revolucionarias francesas y el Primer
Imperio de Napoleón Bonaparte, pasaría a luchar por su independencia. Entre
1848 y 1870 se llevó a cabo la Unificación de Italia, después de una serie de
guerras que implicaron enfrentarse tanto al Imperio austríaco como a la
soberanía papal sobre los Estados Pontificios y, a partir de las cuales, Italia se
instituye como un único reino políticamente unificado bajo la dinastía real de
los Saboya.
Posteriormente, el Reino de Italia, junto con las demás potencias europeas,
llevaría a cabo políticas imperialistas que conformarían el Imperio italiano y que
la llevaron a participar en la Primera Guerra Mundial del lado de la Entente, a
desarrollar el fascismo de Benito Mussolini, a la invasión de Albania y Abisinia,
y a participar en la Segunda Guerra Mundial con las Potencias del Eje junto a
la Alemania Nazi y al Imperio del Japón. Después de la derrota en la Segunda
Guerra Mundial, la monarquía sería derrocada y se instauró la
actual república que tuvo una excelente recuperación, colocando a Italia entre
las mayores economías desarrolladas y entre los países más industrializados
del mundo.
En la actualidad Italia pertenece a importantes organizaciones internacionales,
como el G-4, el G-7 y el G-20, así como a la Unión Europea, a la OTAN,
al Quint y al OCDE.

Índice

 1Definición de Italia

 2Primeras culturas y Edad del Hierro

o 2.1Primeros pobladores

o 2.2Primeras civilizaciones

o 2.3Llegada de pueblos indoeuropeos

o 2.4Los Etruscos

o 2.5Celtas e Ilirios

o 2.6Magna Grecia

 3Roma

o 3.1Orígenes

o 3.2La Monarquía romana

o 3.3La República romana

o 3.4El Imperio romano

o 3.5El Bajo Imperio y la decadencia

 4Alta Edad Media (s. V al XII)

o 4.1El Reino ostrogodo

o 4.2El Exarcado bizantino

o 4.3El Reino lombardo

o 4.4Los francos y el Reino de Italia en el Imperio carolingio


o 4.5Los Estados Pontificios

o 4.6El contexto del sur y el surgimiento del Reino de Sicilia

 5Baja Edad Media (s. XII al XV)

o 5.1Guelfos y gibelinos, el Sacro Imperio y la Liga Lombarda

o 5.2Ciudades-Estado italianas: Comuni y Signorie

o 5.3Las Vísperas sicilianas y el surgimiento del Reino de Nápoles

o 5.4Las repúblicas marítimas

 6El Renacimiento (s. XV al XVI)

o 6.1Los Borgia

o 6.2La Toscana

o 6.3Las guerras hispano-francesas

 7El dominio extranjero y la Unificación (s. XVI al XIX)

o 7.1El dominio español (1559-1714)

o 7.2Borbones y Habsburgos (1712-1796)

o 7.3Las Guerras napoleónicas (1796-1815)

o 7.4La unificación (1815-1914)

 8Reino de Italia (1861-1946)

o 8.1Reino temprano

o 8.2La Primera Guerra Mundial (1914-1918)

o 8.3El régimen fascista (1919-1939)

o 8.4Ocupación italiana de Albania y Etiopía

o 8.5La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

 9República de Italia (1946-presente)

 10Véase también

 11Referencias

 12Bibliografía

 13Enlaces externos
Definición de Italia[editar]

Moneda en plata del siglo I a. C. acuñada en Corfinium (Corfinio) durante la guerra Social,


exhibiendo la inscripción ITALIA, al borde de la personificación de Italia, representada como una diosa
con corona de laurel, símbolo de victoria.

El nombre de Italia ha sido usado desde antiguo, al menos desde el


siglo VIII a. C., inicialmente para designar a las regiones del sur y del centro de
la que se conoce como península itálica, haciendo referencia a los pueblos
itálicos, hablantes de las lenguas llamadas igualmente. La etimología del
nombre es incierta: Pallottino defiende que deriva del gentilicio de uno de los
pueblos itálicos nativos de la región de Calabria, los (v)itàlii, el cual mutua su
nombre de su animal sagrado: el ternero (viteliú en idioma
osco, vitulus en latín y vitello en italiano); y que fue usado por los antiguos
griegos como término general para designar a los habitantes de toda la
península.8
El término se asentó definitivamente cuando, la ciudad itálica de Roma, a partir
del siglo V a. C., unificó gradualmente toda la península conquistando y
federando al resto de pueblos itálicos peninsulares, empezando por los latinos,
de los cuales la misma constituía una aldea, y terminando con
los etruscos hacia el norte y los brucios hacia el sur, unificando así todo el
territorio peninsular bajo un único régimen, el de la República romana, y
dándole nombre de Italia, la cual, desde entonces, constituirá el territorio
metropolitano de la misma Roma.9 10
El nombre de Italia fue usado también en monedas acuñadas por la coalición
de los aliados itálicos (socii) descontentos por no haber aún recibido
la ciudadanía romana, a pesar de la fundamental contribución ofrecida para la
conquista de las provincias (al tiempo la ciudadanía romana había sido
otorgada a muchas ciudades dentro de Italia, pero todavía no a todas, y era
aún totalmente inexistente en los territorios fuera de Italia, que eran
las provincias), que se declaró independiente; es decir, la coalición de los
socios itálicos insatisfechos, compuesta por habitantes de
ciudades samnitas, picenas, apulias y sabinas, entre otras, se levantó contra
Roma y los demás centros itálicos ya provistos de ciudadanía, en el
siglo I a. C., y desplazó la capital de Italia, de Roma a Corfinium (hoy Corfinio),
rebautizada Itálica, con la intención de erigir el Senado en ella y acuñando
monedas, las cuales llevaban imprimida la escrita Italia, y marcando así el
comienzo de la guerra Social (guerra de los aliados),11 o sea, la guerra entre
Roma y las demás ciudades itálicas ya provistas de ciudadanía romana contra
sus aliados itálicos desprovistos de ciudadanía, a la que se puso fin en el año
89 a. C. y con el conseguimiento de la Lex Plautia Papiria, que otorgaba la
plena ciudadanía romana a todos los habitantes de la Italia peninsular; 12
remarcando así aún más la diferenciación de estatus entre Italia (ya territorio
metropolitano de Roma exento de los impuestos provinciales y, tras la
susodicha guerra Social, habitada en su totalidad por ciudadanos romanos de
pleno derecho) y las provincias (los restantes territorios fuera de Italia). 413
Hacia el final de la época republicana, en el año 42 a. C.,14 al territorio de Italia
fueron añadidas, de iure, también las tierras situadas al norte del río Rubicón,
llevando así el territorio metropolitano de Roma y el nombre de Italia hasta los
pies de los Alpes, y englobando dentro de Italia la que hasta entonces había
sido una provincia (a diferencia de la Italia peninsular, que nunca fue una
provincia) conocida con el nombre de Gallia Cisalpina (correspondiente al norte
de Italia) la cual, siete años antes, en el 49 a. C., por voluntad de Julio César y
a través de la Lex Roscia,15 había recibido el Plenum Ius, es decir, la
plena ciudadanía romana para todos sus habitantes (los cuales, diferentemente
de las demás provincias, gozavan ya complexivamente, desde casi un siglo,
del Ius Latii, es decir, de la ciudadanía latina). A partir de entonces, Italia,
quedó en su totalidad como unidad central del Imperio y siguió siendo
administrada de manera totalmente distinta de los territorios provinciales, en
cuanto evolución natural del mismo Ager Romanus y corazón político,
económico y cultural del Imperio Romano.316
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, la palabra Italia, además de
hacer referencia al Reino ostrogodo de Italia y al Exarcado bizantino de Italia,
siguió, en el curso de los siglos, designando al conjunto de Estados, reinos y
repúblicas que poblaban el antiguo territorio de la Italia romana y que
compartían una cierta afinidad cultural, histórica y lingüística, además de
geográfica, destacando especialmente un mismo conjunto de dialectos del
latín, las lenguas italorromances (y el subgrupo de las lenguas galoitálicas),
que darían origen al idioma italiano; mientras, siempre en la alta Edad Media, el
antiguo gentilicio de itálico se convirtió en italiano, quedando el primero como
referencia para todos los habitantes de la Italia romana y prerromana,
hablantes antiguos idiomas itálicos (como el latín), y el segundo como
referencia para todos los habitantes de Italia hablantes lenguas neolatinas
contemporáneas (como el italiano), es decir, desde la época medieval en
adelante. Siglos después, el nacionalismo romántico, así cómo pasó en
muchas otras partes de Europa (como, por ejemplo, en Alemania o en Grecia),
basó en esta unidad cultural, geográfica, histórica y lingüística, su búsqueda de
una unidad política y estatal, que desembocaría en el moderno Estado italiano.2
Algunos territorios que bajo esos mismos baremos podrían ser llamados
italianos, por diferentes cuestiones históricas, no entraron a formar parte
política del Estado italiano moderno, como es el caso de regiones limítrofes
con Eslovenia y Croacia (por ejemplo, la península de Istria, ver Cuestión
Adriática y foibe), con Suiza (la Suiza italiana: el Tesino y la parte italoparlante
de los Grisones) y con Francia (Niza y sus alrededores y la isla de Córcega),
así como Mónaco, Malta y el microestado de San Marino, el cual constituye un
enclave dentro del Estado italiano.
Un caso aparte, único en el mundo y mucho más sui generis, es el resultante
tras el pacto entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede (conocido
como Pactos de Letrán), donde, en 1929, se concedía a la Santa Sede
soberanía política sobre una minúscula parte de la ciudad de Roma, la que
constituye el llamado Estado Vaticano, para que el papa, en calidad de obispo
de Roma y, al mismo tiempo, jefe espiritual de todos los católicos, pudiera
ejercer su poder temporal sobre de un territorio físico sin depender
políticamente de Estado alguno, y obteniendo así una entidad religiosa
estatalizada dentro de la ciudad de Roma.

Primeras culturas y Edad del Hierro[editar]


Artículos principales: Prehistoria en Italia y  Pueblos antiguos de Italia.

Primeros pobladores[editar]
Artículos principales: Arte rupestre de Val Camonica  y  Sassi di Matera.

Matera: la ciudad más vieja siempre habitado en el mundo, con sus casas troglodíticas y cuevas
cavadas que datan del Paleolítico (X milenio a. C.).

Una de las más antiguas trazas de civilización en el mundo: el arte rupestre de Val Camonica (X
milenio a. C.).

La población del territorio italiano sube durante la prehistoria, época de la cual


muchos testimonios arqueológicos importantes han sido encontrados. Italia ha
sido habitada por lo menos a partir del Paleolítico. Varios yacimientos
arqueológicos de esta época, y entre los más importantes al mundo, se sitúan
en Italia.
El sitio de Monte Poggiolo, que data del Paleolítico, e Isernia-La Pineta, son
unos de los sitios más antiguos donde el hombre utilizó el fuego (quizás los
más viejos en absoluto). En las Cuevas de Addaura se encuentran unos
complejos vastos y ricos de grabados, datables entre el Paleolítico superior y
el Mesolitico, grabados únicos al mundo de hombres y animales. Cuando el
hombre se sedentariza y pasa de cazador a pastor y agricultor, deja en Italia
unos de los rastros más importante de toda la prehistoria, constituyente el más
grande conjunto de petroglifos del mundo, sobre una duración de 8000 años,
conocido como Arte rupestre de Val Camonica.
Las primeras culturas más o menos estudiadas en lo que hoy en día es Italia,
incluyen a los ligures, un enigmático pueblo que habitaba el noroeste de Italia.
Durante la Cultura de la Cerámica Impreso-Cardial crearon las primeras
sociedades en Italia, con conocimientos muy adelantados de agricultura y
navegación. Se sabe relativamente poco de estos pueblos,
presuponiéndolos preindoeuropeos y, por ende, antecedentes a
los indoeuropeos, los cuales fueron asimilados pronto por las subsiguientes
culturas.
Primeras civilizaciones[editar]
Artículos principales: Cultura
de Villanova,  Tumbas de los gigantes,  Cultura
nurágica,  Pueblos del Mar  y Shirdana.

Ötzi: la momia más vieja del mundo. Encontrada al sur de los Alpes con un importante y rico equipo
(3300 a. C.).

De forma similar, en el sur (Sicilia, principalmente), los primeros aventureros


incluyen, tras leyendas ciclópeas, a élimos, sicanos y sículos como habitantes
de esas tierras. Sin mucha información sobre ellos, se especula con la
posibilidad de que estos fueran o no indoeuropeos. En Cerdeña se desarrolló
un pueblo con grandes conocimientos de metalurgia y famoso por sus
construcciones megalíticas, las nuragas, cuyo principal yacimiento se localiza
en Su Nuraxi.
Las similitudes fonológicas hacen a algunos estudiosos relacionar algunas de
estas culturas con los Pueblos del Mar: los shirdana con Cerdeña,
los shekelesh con Sicilia y los teresh con los tirrenios, basándose solo en las
similitudes etimológicas. Las evidencias arqueológicas solo sostienen un cierto
auge de la cerámica de origen micénico por todo el Mediterráneo, en medio de
un cambio cultural, diferente según el sitio. Es posible que algunos de los
pueblos del mar operaran desde o se movieran por las costas itálicas. 17
Llegada de pueblos indoeuropeos[editar]
Mapa lingüístico de Italia en la Edad de Hierro. El mapa es posterior a la llegada de los
pueblos osco-umbrios y de su desplazamiento del norte por los etruscos, pero previa a la llegada de
los galos.

Con la Edad del Hierro llegaron a Italia los pueblos indoeuropeos,


principalmente en cuatro grandes migraciones desde el norte. 18 19
Una primera oleada migratoria, probablemente indoeuropea, se dio hacia el III
milenio a. C. Son características de este periodo las estelas o estatuarias de
tipo menhir, que frecuentemente llevaban grabados signos solares,
aparentemente signos distintivos indoeuropeos. Una segunda oleada entre el
final del III milenio y los inicios del II milenio a. C. llevó a la difusión de
poblaciones asociadas a la cultura del vaso campaniforme y del bronce en la
llanura padana, en Etruria, y en las zonas costeras de Cerdeña y Sicilia. Hacia
la mitad del II milenio a. C., una tercera oleada, conocida como cultura de las
Terramaras, junta a pueblos itálicos del grupo latino-falisco, que difunden el uso
del hierro y la incineración de los muertos.
Hacia el final del II milenio y la primera mitad del I milenio a. C., se da la cuarta
y principal oleada asociada a la Cultura de los campos de urnas, es la de los
pueblos osco-umbrios (pertenecientes al mismo grupo itálico de los latino-
faliscos), así como de leponcios y de vénetos. Se trata de contemporáneos al
florecimiento de la preindoeuropea cultura de Villanova, así llamada por uno de
sus principales yacimientos arqueológicos. Se sabe, además, que practicaban
la cremación e incineración de sus muertos, caracterizándose sus necrópolis
por unas urnas típicas de forma cónica. Hablaban las lenguas itálicas, de
origen indoeuropeo. Se asentaron principalmente al norte, junto al Po,
en Emilia, y en el centro de la península (Umbría, Lacio y Abruzos). Más al sur,
aunque la práctica general era la inhumación, se han encontrado también
enterramientos de esta cultura desde Capua, en Campania, hasta Calabria.
De estas culturas provienen la mayoría de los pueblos que habitarían el centro,
el norte y el sur de Italia de forma hegemónica desde entonces. Los latinos,
cuya principal ciudad era Alba Longa, darían con el tiempo lugar a Roma.
Los sabinos, que dieron nombre a la región Sabinia, habitaban cerca, en
ciudades cercanas
como Reate (Rieti), Interocrea (Antrodoco), Falacrinum (Cittareale), Foruli (Civit
atomassa), Amiternum y Nursia (Norcia). Los oscos, que incluyen a
los samnitas, se asentaron en Campania y en el resto del sur de Italia, así
como a los lucanos, entre otros. Los umbros dan nombre a Umbría y habitaron
en el centro de Italia, en ciudades como Perugia, Interamna
Nahars (Terni), Fano, Osimo, Fermo y San Severino Marche, entre otras.
Los Etruscos[editar]
Artículos principales: Etruscos  y  Etruria.

Sarcófago de los esposos (Sarcofago degli Sposi), ejemplo de arte funerario etrusco del 600 a. C.

Los etruscos fueron un pueblo de lengua preindoeuropea cuyo núcleo histórico


fue la Toscana, a la cual dieron su nombre (eran llamados Τυρσηνοί (tyrsenoi)
o Τυρρηνοί (tyrrhenoi) por los griegos y tuscii y luego etruscii por los romanos;
ellos se denominaban a sí mismos rasena o rašna).
Por mucho tiempo los orígenes de los etruscos se creían desconocidos, debido
a ello surgieron tres teorías que trataban de explicar dicha problemática:

1. La teoría orientalista, propuesta por Heródoto, que cree que los


etruscos llegaron desde Lidia hacia el siglo XIII a. C. Para demostrarlo
se basa en las supuestas características orientales de su religión y
costumbres, así como en que se trataba de una civilización muy
original y evolucionada, comparada con sus vecinos.
2. La teoría autóctona, propuesta por Dionisio de Halicarnaso, que
consideraba a los etruscos como oriundos de la península itálica. Para
argumentarlo, esta teoría explica que no hay indicios de que se haya
desarrollado la civilización etrusca en otros lugares y que el estrato
lingüístico es mediterráneo yno oriental.
3. Teoría de un origen «nórdico», defendida por muchos a finales del
siglo XIX y primera mitad del XX; se basaba solo en la similitud de su
autodenominación (rasena) con la denominación que los romanos
dieron a ciertos pueblos celtas que habitaban al norte de los Alpes, en
lo que actualmente es el Este de Suiza y Oeste de Austria: los ræthii o
réticos, tal origen supuesto solo en parofonías está ya descartado.
Sin embargo, las modernas investigaciones sobre el origen de los etruscos,
llevadas a cabo por un grupo de genetistas y coordinadas por Guido Barbujani,
miembro del departamento de Biología y Evolución de la Universidad
de Ferrara (Italia), llegaron a la conclusión que, genéticamente, el origen de los
etruscos corresponde a la segunda teoría, es decir, la de Dionisio de
Halicarnaso, confirmando así el origen autóctono de la península itálica de este
pueblo.20
Etruria, territorio de los etruscos en Italia.

Desde la Toscana se extendieron por el sur, hacia el Lacio y la parte


septentrional de Campania, en donde chocaron con las polis griegas de
la Magna Grecia (sur de Italia); hacia el norte de la península itálica ocuparon la
zona alrededor del valle del río Po, hasta el sur de la actual región
de Lombardía. Llegaron a ser una gran potencia naval en el Mediterráneo
Occidental, lo cual les permitió establecer factorías en Cerdeña y Córcega. Sin
embargo, hacia el siglo V a. C. comenzó a deteriorarse fuertemente su poderío,
en gran medida al tener que afrontar, casi al mismo tiempo, las invasiones de
los celtas, desde el norte, y la competencia de los cartagineses para los
comercios marítimos, desde el sur.
Su derrota definitiva, por los romanos, se vio facilitada por tales
enfrentamientos y por el hecho de que, los rasena (o etruscos), nunca formaron
un Estado sólidamente unificado, sino una especie de débil confederación de
ciudades de mediano tamaño. Algunas de sus principales ciudades
fueron: Veyes, Chiusi, Tarquinia, Caere, Valathri, Felsina (Bolonia), Aritim (Arez
zo), Volsinios (Orvieto) y Vetulonia, entre otras.
A partir del siglo IV a. C., Etruria (nombre del territorio de los etruscos), fue
gradualmente conquistada y absorbida por la República romana y, los etruscos,
al igual de los demás itálicos, federados por los romanos, volviéndose así parte
integrante de la Italia romana.
En cierto modo predecesores de Roma y herederos del mundo helénico, su
cultura (fueron destacadísimos orfebres, así como innovadores constructores
navales) y técnicas militares superiores, hicieron de este pueblo el dueño del
norte y centro de la península itálica, desde el siglo VIII a. C. hasta la llegada de
Roma. El arte etrusco, influenciado por el griego, marcaría el posterior arte
romano. Son exponentes del mismo: el Apolo de Veyes, el Marte de Todi,
la Quimera de Arezzo o el Frontón de Talamone, entre otros. A tal punto llegó
su influencia que los primeros reyes de Roma fueron etruscos.
Celtas e Ilirios[editar]
Los pueblos celtas del norte de Italia.

A partir del siglo siglo XII a. C. se desarrollaron, en Centroeuropa, las culturas


de Hallstatt y su sucesora de La Tène, de la que derivan los pueblos celtas que
se expandieron por buena parte de Europa. Su expansión hacia el sur los llevó
a asentarse en el noroeste de Italia, en la zona entre los Alpes y el llano al
norte del río Po, con una constante presión hacia el sur de la península,
enfrentados a los pueblos itálicos.
Los taurinos se asentaron en la zona de lo que hoy es Turín, que fue su capital.
Una de las ramas de la gran tribu de los boyos llegó hasta a la actual Bolonia,
cuyo topónimo es de raíz celta, acompañados por lingones y senones (que dan
nombre a Senigallia). La Llanura Padana y la parte norte de la actual región
de Marcas serían llamados por ello Ager Gallicus. Otras tribus incluyen a
los insubrios, que se asentaron en la parte oeste de Lombardía y a
los cenómanos, asentados en la parte oriental de la misma región. En muchos
casos se produjo una asimilación o amalgamación entre los celtas y los
pueblos ligures preexistentes, dando vida así a una cultura celto-ligur.
De forma similar, los ilirios, empujados por los anteriores, se vieron
desplazados hacia el sur, poblando algunas zonas de Véneto (cuyo nombre
viene del pueblo itálico de los vénetos), Istria (por los istrios) y las costas
meridionales del mar Adriático. Algunos defienden que los mesapios, que
ocupaban Apulia, son de origen ilirio, aunque otros les dan un origen helénico o
itálico ilirizado.

Magna Graecia a principios del siglo III a. C.


Magna Grecia[editar]
Artículos principales: Magna Grecia  e  Italiotas.

Templo de Poseidón en Paestum (Campania).

Desde el siglo siglo VIII a. C. la zona sur de la península itálica recibió una


fuerte influencia griega. El descontento con la clase dirigente, el aumento
demográfico, la falta de tierras y el deseo de crear nuevas factorías
comerciales, llevó a los antiguos griegos a crear numerosas colonias en el
extranjero. Su cercanía, así como su relativa poca resistencia a este fenómeno,
hizo del sur de Italia una de las principales zonas de asentamiento griegas.
Varias de las principales polis (ciudades) griegas se ubicaron entre el arco que
forma el Golfo de Tarento (donde destacaban ciudades griegas
como Taras, Síbari, Metaponto, Kalípolis, etc) y el Golfo de Nápoles (donde se
encontraban colonias griegas como Parténope, Pitecusas, Cumas, Poseidonia,
etc), en la parte oriental de Sicilia y, en menor medida, en determinadas zonas
de la costa adriática. El conjunto de estas poderosas polis griegas del sur de
Italia era conocido como Magna Grecia (Gran Grecia) y a sus habitantes
peninsulares se les conocía como italiotas (esto es, griegos del sur de Italia o
itálicos de lengua y cultura griega y, de la misma manera, a los habitantes de
las polis griegas de Sicilia se les conocía como siciliotas).
Los eubeos y rodios fundaron Cumas, Regio de Calabria, Nápoles, Giardini-
Naxos y Mesina; los corintios Siracusa (que a su vez sería un foco de ulteriores
colonias en Italia, como Ancona); los megarenses, Lentini; los partenios-
espartanos, Tarento; los focenses, Elea y
los aqueos Síbari, Metaponto, Turios, Caulonia y Crotona, entre otras.
Mientras, Heraclea de Lucania y Locri Epicefiris, fueron ligeramente
posteriores.
Esta colonización supuso el primer contacto de los pueblos itálicos con la
cultura clásica griega. Las colonias no fueron meros enclaves comerciales, sino
que también fueron hitos de la naciente civilización helénica: Pitágoras residió
en Crotona, Arquímedes y Teócrito eran nativos de Siracusa, Parménides era
natural de Elea... No en vano, los griegos conocían a la región como Magna
Grecia. Supusieron además las primeras democracias de Italia. El contraste
con las poblaciones locales favoreció en muchos casos una aculturación de los
itálicos cercanos a las colonias.
La colonización griega llegó a sus límites en los territorios insulares que rodean
la península. En el caso de Sicilia, los griegos se asentaron en la zona norte,
cerca del Estrecho de Mesina, y en la costa oriental, donde ciudades
como Siracusa tuvieron un papel importante en el mundo griego. Chocó ahí, sin
embargo, con el imperialismo cartaginés. Las Guerras Sicilianas entre griegos y
púnicos no tuvieron un vencedor, aunque la isla terminó dividida en dos esferas
de influencia:

 La zona oriental, con Siracusa, Agrigento, Mesina... quedó bajo control


griego.
 La zona occidental, donde destacaba la colonia cartaginesa
de Panormos (Palermo)... quedó bajo control púnico.
Algo parecido ocurrió con los intentos griegos de establecer colonias frente al
mar Tirreno. Aunque los comienzos en Córcega y Cerdeña fueron
prometedores, con la fundación de Alalia y el establecimiento de una base
en Olbia (Cerdeña), la derrota frente a etruscos y púnicos en la batalla de
Alalia dejó Córcega y Cerdeña en manos cartaginesas. Los nuevos amos del
Mediterráneo occidental se concentraron en el sur de Cerdeña, naciendo las
colonias púnicas de Cagliari, Nora, Sulcis y Tharros.
Las nuevas colonias griegas importaron el gobierno de polis (ciudades-Estado),
muchas veces compitiendo o aún enfrentándose entre sí. Así la rica Síbari fue
derrotada por Tarento, que se convirtió en una de las potencias de la
península. No era infrecuente que se pidiera ayuda a las demás potencias
griegas para combatir a colonias enemigas o a los pueblos itálicos, destacando
campañas como las de Arquidamo II o la de Alejandro de Epiro. Pero la mayor
colonia griega sería Siracusa, que gobernada bajo una serie
de tiranos como Dionisio I, se convirtió en el gran poder de Sicilia, rechazando
una expedición ateniense en el 415 a. C., a pesar de estar Atenas en el cénit
de su poder y encabezando la lucha con los púnicos.
A partir del siglo IV a. C., de la misma manera que los etruscos, los italiotas de
la Magna Grecia, al igual que todos los pueblos itálicos del sur de Italia, fueron
gradualmente conquistados, absorbidos y federados por la República romana,
volviéndose así parte integrante de la Italia romana.
Posteriormente, este movimiento de población desde Grecia a Italia se repetiría
en otros momentos de la historia, dada la cercanía entre ambos países. En la
Edad Media, durante los siglos de dominio bizantino y las posteriores
emigraciones griegas debidas a la conquista otomana de los Balcanes, llegaron
nuevas olas de griegos que encontraron en el Sur de Italia un pueblo hermano
de raíces comunes y, a veces, grecoparlante (ver: grikos del sur de Italia).
Nápoles, especialmente, sería durante siglos uno de los mayores puertos del
Mediterráneo y un foco de cultura griega.21

Roma[editar]
Artículo principal: Antigua Roma
Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de Roma, amamantados por la loba Luperca.

Orígenes[editar]
Artículos principales: Latinos y  Fundación de Roma.

Expansión romana en Italia.

En el 753 a. C. se fundó, a orillas del río Tíber, en la parte central de la región


de Lacio, en el centro de Italia, una ciudad clave para la historia de la
humanidad: Roma.
En base exclusivamente a su origen legendario: la mitología romana vincula el
origen de Roma, y de su institución monárquica, al héroe troyano Eneas, quien,
huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia
el Mediterráneo occidental hasta llegar a Italia, tras un largo periplo. Allí, tras
casarse con la hija del rey de los latinos, pueblo del centro de Italia, fundó la
ciudad de Lavinium.
Posteriormente, su hijo Iulo, fundaría Alba Longa, ciudad de cuya familia real
descenderían los gemelos Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia y del
dios Marte, los cuales, después de haber sido abandonados en el río Tíber por
su madre, salvados y amamantados por una loba llamada Luperca, y criados
por los pastores Fáustulo y Acca Larentia, se asentaron entre las colinas
del Palatino y del Aventino, donde tuvieron una violenta discusión y, tras el
asesinado de Remo por manos de su hermano Romulo, este último, en el día
21 de abril del año 753 a. C, fundó Roma.
Según la historiografía y la arqueología contemporánea, el origen real de
Roma, se debe a unos asentamientos de tribus itálicas de latinos, sabinos (de
ahí el legendario episodio del rapto de las sabinas) y etruscos, que, entre los
siglos X y VIII a. C., se establecieron en el punto del Latium Vetus que se
convertiría en Roma, entre las siete colinas y la confluencia entre el río Tíber y
la Vía Salaria, a 28 km del mar Tirreno. En este lugar el Tíber tiene una isla
donde el río puede ser atravesado. Debido a la proximidad del río y del vado,
Roma estaba en una encrucijada de tráfico y comercio. Alrededor del
siglo VIII a. C. los asentamientos se unificaron en la que se conoce como Roma
Quadrata.22
La Monarquía romana[editar]
Artículo principal: Monarquía romana

La monarquía romana (en latín, Regnum Romanum) fue la primera


forma política de gobierno de la entonces ciudad-Estado de Roma, desde el
momento legendario de su fundación, el 21 de abril del 753 a. C., hasta el final
de la monarquía, en el 510 a. C., cuando el último rey, Tarquinio el Soberbio,
fue expulsado, instaurándose la República romana.
Los orígenes de la monarquía son imprecisos, si bien parece claro que fue la
primera forma de gobierno de la ciudad, un dato que parecen confirmar
la arqueología y la lingüística. Mitológicamente, se enraíza en la leyenda de
Rómulo y Remo. De cualquier manera, tras Rómulo y el sabino Numa Pompilio,
llegó al poder Tulio Hostilio, que expandió el puerto de escala de Roma en la
ruta costera de la sal, a costa de sus vecinos, transformando Roma en la más
influyente ciudad de Lacio.
Tras el reinado de Anco Marcio, ascendió al poder una dinastía de origen
etrusco, los Tarquinios, bajo la que Roma amplió aún más su poder en la
región. Sin embargo, los excesos de Tarquinio el Soberbio fueron origen de
disputas internas, a las que se sumaron la coalición de etruscos y latinos
amenazados por la ciudad, desembocando en la expulsión del rey gracias a la
intervención de Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino. Roma perdió la
mayor parte de su poder frente a los etruscos liderados por el rey de
Chiusi, Lars Porsenna, a lo que se sumó la humillación de un saqueo
por celtas liderados por [[Breno (siglo IV a. C.)|Breno]], que asolaron varias
ciudades italianas.
La República romana[editar]
Artículos principales: República romana e  Italia (época romana).
Ciudad de Roma durante los tiempos de la república. Grabado de Friedrich Polack (1896).

La República (509 a. C.-27 a. C.) fue la siguiente etapa de la antigua Roma en


la cual la ciudad de Roma y sus territorios mantenían un sistema republicano
de gobierno. En circunstancias históricas poco claras, la monarquía romana fue
abolida, en el 509 a. C., y sustituida por la República.
Una característica del cambio fue que la administración de la ciudad y sus
distritos rurales quedó regulada en el derecho de apelar al pueblo contra
cualquier decisión de un magistrado concerniente a la vida o al
estatuto jurídico.La administración ejecutiva quedó dotada de Imperium o poder
omnímodo el cual tenía un origen religioso que arrancaba del
propio dios Júpiter. Los magistrados dotados de imperium eran
los cónsules, pretores y, eventualmente, los dictadores. Sin embargo,
el imperium sólo se ejercía extra pomoerium, es decir, fuera de las murallas de
Roma. En consecuencia, tenía un carácter esencialmente militar. En la ciudad,
y en sus funciones civiles, los magistrados estaban sometidos a limitaciones
legales y controles mutuos.
Con el paso de los años la ciudad fue conquistando a sus
vecinos latinos, sabinos y etruscos, a los que agruparía en la Liga Latina, y
recuperando su antiguo poder en el Lacio. La expansión continuó hacia el sur
y, aceptando una petición de protección de los samnitas de Capua frente a sus
vecinos montañosos, se involucró en las guerras samnitas, con las que
terminaría obteniendo Campania. La ciudad griega de Nápoles logró un
acuerdo similar. Para asegurar el territorio conquistado se fundaron colonias
romanas en varios puntos de Italia, como Ostia, Urbinum
Mataurense (Urbino), Aruminium (Rímini), Cremona, Placentia (Piacenza)
o Mediolanum (Milán). Uno a uno los diversos pueblos itálicos fueron
conquistadas y federados, Roma impuso un protectorado sobre las colonias
griegas del sur, encabezadas por Tarento, que pese a la campaña del rey Pirro
de Epiro, terminaron de igual manera que los demás itálicos bajo el yugo
romano.
Con esto Roma completó la conquista de la intera Italia peninsular que, de este
momento en adelante, quedará como extensión ampliada del antiguo Ager
Romanos, es decir, como territorio metropolitano de la misma Roma,
políticamente diferenciado de cualquier otro territorio fuera de ella, los cuales
serán las provincias.23
La petición de socorro de los mamertinos, un grupo de mercenarios que se
habían adueñado de Mesina, hizo que el avance romano continuara
hacia Sicilia, donde chocó con los cartagineses. Tras ganar la primera guerra
púnica, a tres bandas, entre Roma, Cartago, y Siracusa, Roma se anexionó la
mayor parte de la de isla. Pronto la siguieron Cerdeña y Córcega, ante la
debilidad de Cartago durante la Guerra de los Mercenarios, y la propia
Siracusa, tras la caída de su tirano Hierón II de Siracusa, y su famoso sitio.
Convertida en una de las principales potencias del Mediterráneo, junto
a Cartago y los reinos helénicos, Roma practicó una política exterior cada vez
más importante. Datan de esa época las Guerras Ilirias, en el Adriático, y los
primeros serios choques con Macedonia y las tribus de la Galia.

Legión romana en orden de marcha.

El rearme cartaginés, liderado por Amílcar Barca, llevó a la ocupación púnica


de buena parte de la península ibérica y a un nuevo periodo de rivalidad con
Roma. Con la excusa del asedio a los aliados romanos de Sagunto, el hijo y
sucesor de Amílcar, Aníbal, invadiría Italia a través de los Alpes. Durante
esta segunda guerra púnica, Aníbal infligió históricas derrotas a los Romanos,
culminando en Cannas, pero finalmente se impuso la victoriosa campaña
de Publio Cornelio Escipión, en Iberia, que terminó trasladando la guerra al
norte de África y llevó a la victoria definitiva de los romanos en Zama.
Roma fue, a partir de entonces, la mayor potencia mediterránea. Se anexionó
las provincias cartaginesas en la península ibérica, que amplió mediante varias
guerras en los dos siglos siguientes, durante su conquista de Hispania, a pesar
de contratiempos como el Sitio de Numancia o la resistencia de Viriato. Roma
comenzó a intervenir en Grecia y Macedonia, durante las guerras
macedónicas, conquistándolas tras una victoria en Pidna. Tras una tercera
guerra púnica, largo tiempo buscada por el sector más conservador
del Senado y su portavoz, Marco Porcio Catón, con la que destruyó
definitivamente a sus antiguos enemigos cartagineses, así Roma puso el pie en
África, en lo que hoy es Túnez.
Las herencias del rey Átalo III en Asia y de Nicomedes en Bitinia, le dieron
nuevos territorios en Anatolia, que llevaron a otra guerra con Mitrídates VI del
Ponto y Tigranes I de Armenia, con las que su dominio se amplió a Siria y
Turquía, mientras conquistaba a sus antiguos aliados númidas, liderados
por Yugurta, que se habían vuelto contra Roma. Lo mismo ocurriría con el reino
de Cirene, junto a Egipto, legado a Roma por su último rey, Ptolomeo Apión. La
necesidad de mantener las rutas que conectaban estos territorios llevó a
campañas contra piratas y a ocupar Cilicia, a aliarse y realizar pactos de
protección con ciudades como Marsella o Rodas y a la conquista de la Galia
Narbonense. Publio Clodio Pulcro dirigiría con el tiempo la ocupación
de Chipre, una alejada provincia egipcia sometida a los vaivenes de la política
mediterránea. La construcción de calzadas romanas facilitó las
comunicaciones, tanto en Italia como en las provincias.
Este incombustible expansionismo de la República tuvo importantes
consecuencias sociales, sobre todo debidas al hecho de que el ejército romano
no estaba concebido para las largas campañas de ultramar. La ausencia de
sus hogares tenía duras consecuencias para los confederados itálicos que
componían la base del ejército romano, tanto entre los itálicos provistos
de ciudadanía (que integraban las legiones) como, y sobre todo, entre los
itálicos socii (los aliados, todavía desprovistos de ciudadanía y que
conformaban las alae sociorum, la base mayoritaria del ejército romano).
Esto llevó a la rebelión itálica de los socii (aliados), descontentos por no haber
aún recibido la ciudadanía a pesar de la fundamental contribución ofrecida para
la conquista de las provincias, así como por las rencillas con los demás itálicos
ya ciudadanos, desencadenando la guerra Social (o guerra de los aliados), es
decir, la guerra entre Roma y las demás ciudades itálicas ya provistas de
ciudadanía contra sus aliados itálicos desprovistos de ciudadanía, la cual llevó
al otorgamiento de la plena ciudadanía romana para todos los itálicos, a través
de la Lex Plautia Papiria; acontecimiento que remarcó aún más la
diferenciación de estatus entre Italia (ya territorio metropolitano de Roma
exento de los impuestos provinciales y, tras la susodicha guerra Social,
habitada en su totalidad por ciudadanos romanos de pleno derecho) y las
provincias (los restantes territorios fuera de Italia). 24
En el mismo periodo, el ejército de Metelo había sido asignado al cónsul
sénior, Lucio Casio Longino, para expulsar a los cimbrios, que volvían a
amenazar a Italia desde los Alpes. Cayo Mario introdujo una serie de
importantes reformas.
Mario aplastó a los germanos en la batalla de Vercelae y se convirtió en el
primer hombre de la Roma de su tiempo, cinco veces consecutivas cónsul,
pero a costa de un mayor grado de enfrentamiento político. Mario, de
extracción humilde, representaba el éxito de las clases populares frente a la
tradicional aristocracia romana, que se le opuso agravando un enfrentamiento
entre clases sociales que databa de los mismos orígenes de la ciudad.
Busto de Julio César.

Las reivindicaciones de las clases más pobres, que desde los intentos de
reforma agraria de los hermanos Tiberio y Cayo Sempronio Graco aspiraban al
reparto de tierras públicas fruto de las conquistas que beneficiaban a los
latifundistas, y el nuevo ejército, que dependía del poder de su general para
obtener tierras al licenciarse, dio pie a una serie de conflictos y pulsiones
internas. Lucio Cornelio Sila, antiguo lugarteniente de Mario que se enfrentó a
este en sus últimos años liderando a la aristocracia patricia, reinstauró la paz
tras una dictadura personal, pero con el tiempo se fueron anulando sus
medidas. Se trata de una de las épocas más famosas de la ciudad, con la
oratoria de Marco Tulio Cicerón en el Senado, el intento de golpe de Estado
de Lucio Sergio Catilina o la revuelta de esclavos de Espartaco.
Destaca entonces el poder acumulado por el triunvirato de Pompeyo, Julio
César y Craso, que se repartieron los cargos públicos en Italia y el gobierno de
sus provincias. Craso fue derrotado por los partos en Oriente durante la batalla
de Carrhae, pero César ganó la fama inmortal al conquistar a los
belicosos galos y poner el pie en Britania y Germania.
La enemistad entre el político y general que había conquistado las Galias y
reunido un poder sin precedentes, y la mayor parte de la aristocracia,
desembocaron en una cruenta sucesión de guerras civiles cuando se le trató
de desposeer del mando de sus tropas, previa alianza con su otrora aliado
Pompeyo. César cruzó entonces el río Rubicón, imponiéndose en Italia, y
persiguiendo a los que se le opusieron por los dominios de Roma. Venció en la
clave batalla de Farsalia y logró finalmente el poder absoluto, pero fue
asesinado por un complot liderado por Marco Junio Bruto que reinició la lucha
partidista.
En la nueva la guerra civil los cesaristas persiguieron a lo que quedaba de sus
oponentes mientras se disputaban entre ellos la sucesión. Después de una
lucha con los antiguos lugartenientes de César, Marco Antonio y Marco Emilio
Lépido, el hijo adoptivo y sucesor de Julio César, Cayo Julio César Octaviano,
se hizo con el poder de la facción cesarista y de Roma, terminando con las
guerras civiles.
El Imperio romano[editar]
Artículo principal: Imperio romano
El Imperio romano en su apogeo, en el año 117.

El nacimiento del imperio viene precedido por la expansión de su


capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo, y la larga
sucesión de conflictos internos que marcaron el final de la República.
Tras la victoria final de Augusto, se estableció por fin una paz perdurable,
caracterizada por la concentración del poder en manos del susodicho, primero
como Princeps y luego como Domine. Paralelamente, se continuó con la
pacificación interna y la expansión exterior, buscando la conocida como Pax
Romana, un largo periodo de estabilidad y paz que vivió Europa, el norte de
África y Oriente Medio bajo el yugo romano. Augusto buscó consolidar y
racionalizar las fronteras y crear una administración que permitiera gestionar
los ya extensos territorios bajo el poder romano. Para ello contó con el apoyo
de leales colaboradores como el acaudalado Cayo Mecenas o el general Marco
Vipsanio Agripa.

El territorio metropolitano de Roma: Italia (en rojo), dentro del contexto imperial, en el año 117,


rodeada por las provincias (en rosa).

Sucedido por Tiberio, hijo adoptivo de Augusto, comenzó la transmisión del


poder imperial en una única familia, si bien muchas veces se dieron sucesiones
a hijos adoptivos, como los mismos Augusto y Tiberio. Tiberio resultó un
emperador duro y eficaz, aunque algo inestable con una temporada ausente en
la isla de Capri. Fue sucedido por su hijo adoptivo Calígula, hijo natural del gran
general Germánico. Inicialmente aclamado por todos, fue pronto famoso por su
megalomanía, sus locuras y sus excesos. Finalmente asesinado por un
complot en el que intervino la Guardia Pretoriana, fue sucedido por su
tío Claudio, que era considerado incapaz pero se ganó reputación de buen
gobernante por su hacer. En sus últimos años se vio marcado por su esposa y
probable asesina, que logró colocar a Nerón, hijo adoptivo de Claudio. Nerón
resultó ser un nuevo Calígula, y a su muerte, en otro golpe de Estado, se
produjo el año de los cuatro emperadores, que muestra hasta que punto la
dinastía imperial podía ser frágil frente al ejército. Vespasiano, hábil general y
político, finalmente se impondría, sustituyéndose la dinastía Julio-Claudia por
la Flavia.
Le sucedieron sus hijos, primero el querido Tito y luego el cruel Domiciano, que
murió en otra conspiración. Tras él llegaron los conocidos como cinco buenos
emperadores, que llevaron Roma a su culmen territorial, económico y de
poder: Nerva; Trajano, que extendió las fronteras del Imperio; Adriano, querido
emperador que realizó grandes reformas y visitó numerosas
provincias; Antonino Pío y Marco Aurelio, pensador a la par que defensor de la
fronteras. A este último le sucedió su hijo natural, Cómodo, con el que
reaparecerían muchos de los problemas previamente presentes en cuanto a
sucesiones e inestabilidad.
El año de los cinco emperadores fue seguido de la nueva dinastía Severa, con
emperadores de extracción provincial como Septimio Severo, el cual fue un
capaz general que restableció el imperio tras la dejadez de Cómodo. Le
sucedió su hijo Caracalla, de costumbres militares y buen general aunque
impopular por haber matado a su hermano Publio Septimio Geta, y que murió
asesinado en campaña. Durante un par de años ocuparon el poder el general
que le había asesinado, Macrino, con su hijo, pero se impuso finalmente la
dinastía Severa con Heliogábalo, un polémico adorador del Sol. Tan polémico
resultó que su propia familia apoyó a su primo y respetado general Alejandro
Severo. El nuevo emperador, tranquilo y pacífico, terminaría abandonando el
poder en manos de su madre y abuela, que se dedicaron a reparar los errores
cometidos durante la administración de Heliogábalo. Acabó siendo asesinado.
Fue el último gobierno civil de Roma y el final de la dinastía Severa: con su
muerte, en el 235, se inician cincuenta años de anarquía militar en el Imperio.
Es la llamada Crisis del siglo siglo III.

El Panteón de Agripa, una de las muestras de la arquitectura de la Antigua Roma.

El Imperio romano fue el mayor foco cultural, artístico, literario, filosófico,


científico, militar y técnico de su tiempo. La cultura de la Antigua Roma no solo
es relevante por el Derecho o la asunción del Cristianismo como religión
dominante; también, fue especialmente fructífera en materia de ingeniería civil;
se construyó la primera red de carreteras europeas cuando las calzadas
romanas se expandieron por todo el imperio; entre las obras civiles, destacaron
los puentes y los acueductos para llevar agua desde los acuíferos a las
ciudades. La cultura urbana romana permitió el desarrollo de ciudades
extremadamente complejas, tanto en Italia como fuera de ella.
Roma tomó el relevo de la cultura griega. Destacan autores como Virgilio (autor
de la Eneida, principal poema épico romano), los historiadores Plinio el
Joven, Plinio el Viejo, Tácito, Tito Livio y Suetonio, el poeta Horacio, el
comediante Plauto o el filósofos y orador Cicerón. La romanización de los
territorios ocupados, tanto por la superioridad cultural, la conquista militar y la
creación de colonias, llevaron a expandir el latín por toda Europa y siendo el
germen de las lenguas romances.
En sentido inverso, los romanos importaron numerosos conocimientos de otros
pueblos: la filosofía helenística, el calendario egipcio... El sincretismo romano
importó numerosos cultos de todas partes como la Cibeles anatolia, el griego-
egipcio Serapis o el fenicio Melkart. Hacia los últimos años del imperio cobraron
importancia sectas y cultos orientales como el judaísmo, su escisión cristiana,
el mitraísmo o el culto al Sol Invictus.
La capital de Italia y de todo el Imperio, Roma, se convirtió en la mayor urbe del
mundo de su época, y en la primera metrópolis de la historia, con habitantes
venidos de todas las provincias romanas y numerosos arcos triunfales, como
los de Tito, Augusto o el de Trajano, columnas como las
de Trajano y Constantino y templos votivos por las victorias militares; se
trajeron numerosos obeliscos de Egipto.

El famoso Augusto de Prima Porta.

La paz exterior, la seguridad, la red de comunicaciones que implicaban


calzadas y rutas marítimas, impulsaron el comercio y la economía.
La agricultura y ganadería en la antigua Roma continuó el proceso
tardorrepublicano de concentración de propiedad de la tierra
en latifundios merced a la distribución de las tierras conquistadas y a la ruina
de los pequeños agricultores. El esclavismo fue clave en la explotación de
dichos latifundios y otro motivo del militarismo romano. La ingeniería romana
permitió explotar por primera vez a gran escala minas en Hispania y Britania.
Con gremios nacieron primitivas industrias como el vidrio romano, el garum o
la púrpura. La existencia de una serie de Estados organizados a lo largo de
Eurasia permitió la creación de la Ruta de la Seda, que enlazaba Occidente
con el Imperio chino y la India.
Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando. Augusto,
después de que las guerras que le llevaron al trono le enfrentaran a Cleopatra,
conquistó Egipto, incorporó el antiguo protectorado romano de Galacia y, en su
intento de crear un imperio cohesionado. terminó la conquista de
Hispania contra cántabros y astures, la de Nórico y Rhetium al norte de los
Alpes, y la cuenca del Danubio (Panonia, Moesia y Tracia). Tiberio incorporaría
como provincia Capadocia, que desde los tiempos de la República había
dependido de Roma para sobrevivir entre los imperios de la región. Calígula, en
uno de sus excesos, asesinó al rey de Mauritania y se anexionó el país.
Claudio, tratando de ganarse la fama, invadió Britania, que sería conquistada
finalmente tras varias campañas. Tito es famoso por haber conquistado Judea,
desde tiempos de César aliado o protectorado romano. La lucha con Roma
marcó muchos hitos nacionales en dichos países, como la rebelión de la reina
britana Boudica, las campañas contra los pictos de Cneo Julio Agrícola o la
última resistencia judía en Masada. El imperio llegó a su máxima extensión
durante el reinado de Trajano, conquistador de Dacia (actual Rumanía) tras
las guerras dacias, de Petra y de Asiria, de Mesopotamia y Armenia tras
una guerra con los persas.

Recreación de una legión imperial.

El Imperio romano abarcaba desde el Océano Atlántico, al oeste, hasta las


orillas del mar Negro, el mar Rojo y el golfo Pérsico, al este, y desde el desierto
del Sahara al sur, hasta las tierras boscosas a orillas de los
ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima
estimada sería de unos 6.14 millones de km².
Con el tiempo las fronteras se fueron estabilizando. La derrota ante los
germanos de Arminio en Teotoburgo, en tiempos de Augusto, arruinó la
conquista de Germania proyectada por el emperador. Las constantes guerras
con el Imperio parto en el este marcaron el límite final por Oriente, teniéndose
que librar muchas guerras con persas o Estados levantiscos como Palmira para
conservar lo conquistado. Las dificultades para gestionar el ya inmenso
territorio imperial llevaron a la construcción de limes, o fronteras fortificadas,
para defender un imperio que comenzaba a dar señales de agotamiento.
El sucesor de Trajano, Adriano, abandonó parte de sus conquistas en Oriente
Medio para mejor gestionar el imperio y creó el Muro de Adriano frente a
los pictos escoceses. Marco Aurelio pasó buena parte de su reinado luchando
en las guerras marcomanas contra los sármatas en el Oriente y
los marcomanos en el Danubio, a medida que la presión de
los hunos empujaba a estos y otras tribus (godos, alanos...) contra las fronteras
del Imperio.
El Bajo Imperio y la decadencia[editar]
Artículos principales: Bajo Imperio romano  y  Caída del Imperio romano de Occidente.

El período conocido como Bajo Imperio (284-395) comienza con Diocleciano,


que fue emperador de Roma desde 284 hasta 305. Diocleciano, para facilitar la
administración del Imperio, ideó la Tetraquía, dividiendo el Imperio
entre Occidente y Oriente. Él inaugura la dinastía Constantiniana (305-363),
llamada así en honor al más relevante de sus emperadores. Tras ella, se
sucedieron la dinastía Valentiniana (364-395) y la dinastía Teodosiana.
Desde Diocleciano, el imperio se volvió a unir y a separar en diversas
ocasiones, siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre
herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande, que hizo
del Cristianismo no arriano la religión oficial, quedó definitivamente dividido.

Diócesis de Italia en el año 400.

La oleada de pueblos orientales terminó empujando a las tribus germánicas,


empujadas hacia el Oeste, que varias veces penetraron en un Imperio romano
cada vez más débil. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las
defendiesen, después de que Caracalla hubiera extendido la ciudadanía
romana a todo el Imperio en el siglo III, dejando que Italia (y con ella la misma
Roma) perdiera gradualmente su diferenciación con las provincias.
En muchas ocasiones se llegaron a ceder provincias fronterizas a los germanos
a cambio de que las defendiesen de sus compatriotas
(estableciendo foedus con ellos), pues el servicio militar había sido abolido
entre los italianos. Otras veces se vio como generales se autoproclamaban
emperadores en Galia o Britania, provincia que fue finalmente abandonada
para concentrar las tropas en el continente. El Imperio, sofisticado y rico como
pocos en la historia, era ya decadente, y en los siglos III y IV, sus últimas glorias
vinieron de generales de origen bárbaro como Aecio, que derrotó a Atila en
la batalla de los Campos Cataláunicos y Estilicón, que logró las últimas
victorias contra los germanos.
En el Medio Oriente, la rebelión de Zenobia en Palmira y las guerras con
los sasánidas pusieron varias veces en aprietos al Imperio. La frontera del Rin
fue rebasada por los francos un día que el río se heló y la del Danubio cedió
ante los godos que causaron una histórica derrota a las últimas legiones en
la batalla de Adrianópolis. En el culmen de la debilidad, la misma Italia fue
atacada. La gloriosa ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos de Alarico
I en 410. Atila atacó la península devastando Aquilea (cuyos prófugos fueron el
germen de la desde entonces pujante Venecia) y llegó hasta Roma, que sin
embargo no atacó después de un parlamento con el papa León I el Magno.
Paralelamente, la capitalidad había sido desplazada a Milán primero, y a la
fácilmente defendible Rávena después, mientras que varias provincias iban
siendo conquistadas por diversos pueblos germanos o directamente
abandonadas por el poder central. La parte oriental, más rica y militarmente
fuerte, se convirtió en el gran foco de poder del Mediterráneo, el
naciente Imperio Bizantino, a costa de reducir los recursos de Italia y
Occidente. El cristianismo, otrora perseguido, se convirtió en religión oficial
gracias a los edictos de Milán de Constantino I el Grande de 313, que
proclamaba la libertad religiosa y el de Tesalónica de Teodosio I el Grande, que
hizo el cristianismo oficial en el 380. El obispo de Roma, el papa, empezó a
cobrar importancia política y a ser uno de los principales dirigentes cristianos.
Las ciudades decayeron, produciéndose una emigración al campo, con el
consecuente efecto negativo en el comercio, la cultura y la ciencia.
El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el
año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de
apenas 10 años que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las
insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente.

Alta Edad Media (s. V al XII)[editar]


El Reino ostrogodo[editar]
Artículo principal: Reino ostrogodo de Italia

Mapa del Reino ostrogodo de Italia.

Los ostrogodos eran un grupo de godos que habían sido sojuzgados por


los hunos. Tras su liberación de aquellos, eligieron a Teodomiro como rey y se
asentaron bajo protección bizantina en Panonia, en el cauce del Danubio. A
este le sucedió su hijo Teodorico el Grande, que con la bendición del
emperador de Oriente condujo a su pueblo a Italia en 488.
En la península gobernaba el hérulo Odoacro tras deponer al último emperador
romano en 476. Tras una campaña en el Norte de la península, Teodorico tomó
la capital, Rávena, matando a Odoacro en 493 y estableciéndose como señor
del país. Su reinado fue recordado por mantener la administración romana, que
protegió, logrando mantener la estabilidad de Occidente. Regente de sus
primos visigodos al ser abuelo del joven rey, Teodorico, llegó por un tiempo a
parecer ser capaz de reconstruir el antiguo Imperio de Occidente. Mandó
construir y decorar joyas como la Capilla Arzobispal de Rávena, el Baptisterio
Arriano o su mausoleo, obra maestra del arte ostrogodo en Italia.
Sin embargo, en 526, la muerte de Teodorico acabó con esta etapa de paz,
heredando Italia su nieto, Atalarico. El Reino Ostrogodo de Italia se desmoronó,
con un sobrino de Teodorico, Teodato, asesinando a Atalarico, nieto y heredero
del gran rey e iniciando una guerra civil. Los excesos de Teodato rompieron
con el apoyo del Imperio Romano de Oriente al dominio ostrogrodo y propició
una invasión bizantina paralela a las luchas nobiliarias.
El Exarcado bizantino[editar]
Artículos principales: Imperio bizantino y  Exarcado de Italia.

El emblema del Imperio bizantino.

Bajo Justiniano I, el Imperio bizantino inició una serie de campañas con el


objetivo de reconstruir la unidad mediterránea, y principalmente con el intento
de recuperar Italia, centro del antiguo Imperio. La debilidad del reino ostrogodo,
y los deseos bizantinos de recobrar la ciudad de Roma, convirtieron a Italia en
un objetivo. La guerra civil ostrogoda le dio la oportunidad de intervenir en
la guerra gótica, para lo que mandó a su mejor general, Belisario.

El Imperio bizantino en el 565, con las conquistas de Justiniano destacadas.

En 535, Belisario, había invadido Sicilia, Cerdeña y Córcega, dentro de sus


campañas contra los vándalos, y desde allí marchó a través de la península,
entrando en Reggio di Calabria, tomando Nápoles (donde cayó el usurpador
ostrogodo Teodato) y llegando a Roma en 536. Bloqueado allí, tuvo que
mantener la posición hasta que la llegada de refuerzos, los cuales
desembarcaron en Rímini, cambió las tornas. Prosiguió hacia el norte y
tomó Mediolanum (Milán) y Rávena, en 540 , acabando con el nuevo rey
ostrogodo, Vitiges. Un acuerdo con los ostrogodos, que conservaron un reino
en el noroeste de Italia, trajo la paz.
Belisario fue entonces llamado a Oriente, donde los persas amenazaban las
fronteras. Su sucesor, Juan, no logró mantener el control en un momento en
que el Imperio Bizantino andaba escaso de recursos, y en 541 los godos
estaban enfrentados de nuevo con Bizancio, liderados por un enérgico rey
llamado Totila que había recuperado Italia del Norte y tomado Roma. La vuelta
de Belisario permitió recuperar Roma, para perderla de nuevo no mucho
después.
En 548, el eunuco Narsés sustituyó a Belisario. Totila fue asesinado en 552, y
el ejército del último rey godo, Teias, cayó derrotado en 553. Hacia 561 los
bizantinos habían pacificado la zona.
Los bizantinos controlaron Italia desde su capital en Rávena, bajo el Exarcado
de Rávena. El arte bizantino dejó en Italia huellas significativas como las
iglesias de San Nicola in Carcere y Santa Maria in Cosmedin de Roma;
la iglesia de San Vital de Rávena o la basílica de San Apolinar in Classe en la
misma ciudad. El conjunto de edificios tardorromanos, ostrogodos y bizantinos
de la ciudad de Rávena es a día de hoy patrimonio de la humanidad.
El Reino lombardo[editar]
Artículos principales: Reino lombardo y  Langobardia Maior.

La Corona de Hierro de los lombardos, posteriormente convertida en símbolo del Reino de Italia.

Entre los diferentes pueblos germánicos que habían abandonado su antigua


morada para vivir en mejores tierras, se contaban los lombardos (o
longobardos), a los que Justiniano I había dejado asentarse en Panonia, a
condición de que defendieran la frontera. Atraídos por la riqueza de Italia y la
presión de los ávaros, atravesaron los Alpes, ocupando las actuales regiones
de Piamonte, Liguria, Lombardía y Véneto, sin mucha oposición. Milán, el
centro del norte de Italia, cayó en el 569. Le sucedió la caída de
la Toscana, Spoleto en el centro y Benevento en el sur de Italia. Se le
llama Longobardia Maior a la zona del norte de Italia, donde establecieron su
capital, Pavía (la región de Lombardía es llamada así aún hoy por esto),
mientras que Spoleto y Benevento, sus avanzadas en el centro y sur de Italia,
eran conocidas como Longobardia Minor.
Los nuevos señores de Italia organizaron sus posesiones en Ducados
lombardos, como el ducado del Friul, el ducado de Tuscia, el ducado de
Spoleto o el ducado de Benevento, bajo la autoridad de un rey en Pavía. La
falta de una autoridad central durante el mandato de los duques posibilitó la
fragmentación de Italia en treinta y seis ducados cuasiindependientes,
separados por franjas de territorio en manos del bizantino Exarcado de
Rávena. Si bien el reino lombardo volvió a tener un rey, el poder central fue
siempre débil.
Así, mientras se enfrentaban a la oposición de los territorios del Imperio
bizantino en Oriente, y a la de los francos, naciente potencia en Occidente, los
lombardos consiguieron recomponer una monarquía común electiva,
tradicionalmente germánica. Es de destacar el reinado de Agilulfo que
abandonó el arrianismo y se convirtió al catolicismo, generando persecuciones
religiosas entre ambas confesiones.
Mientras los conflictos iconoclastas ocupaban a Bizancio y lo enemistaban con
el papa (pues la posición del emperador de Oriente también regía en sus tierras
italianas), los lombardos aumentaron sus dominios, con el pretexto de socorrer
al papa. En el 750, Aistolfo tomó la ciudad imperial de Rávena.
A partir de este período de la Alta Edad Media, y con la difusión entre el pueblo
de los idiomas romances (de las lenguas italorromances y galoitálicas, en el
caso de Italia), el gentilicio italiano toma el lugar del antiguo gentilicio itálico,
utilizado hasta entonces.
Los francos y el Reino de Italia en el Imperio carolingio[editar]
Artículos principales: Imperio carolingio  y  Reino de Italia (Alta Edad Media).

Miniatura del papa Adriano I solicitando la asistencia de Carlomagno durante un encuentro cerca de


Roma.

La presión de los lombardos sobre el papa hizo que el rey de


los francos, Pipino el Breve, realizará entre 756 y 758 repetidas campañas en
el norte de Italia. El papa, en agradecimiento, le confirmó como rey de los
francos (a pesar de haber usurpado el título) y concedió el rango de patricio a
la familia que había tomado el trono de los merovingios en Francia.
La situación se recrudeció a la muerte de Pipino. El reino franco fue dividido
entre sus hijos, aumentando de nuevo la presión lombarda sobre el papado.
Sin embargo, la reunificación de los francos bajo Carlomagno, llevó a una
nueva intervención en Italia en el 774. Tras una breve batalla, Carlos se hizo
con el reino de Lombardía, que, manteniendo su autonomía, se integró en
el Imperio carolingio que con el tiempo uniría a la mayor parte de Europa
Occidental. Carlomagno auspició un renacimiento cultural y una unidad política
y religiosa, que cristalizó con su coronación como Emperador de Occidente por
el papa León III, en el año 800. Su nuevo imperio se consideraba heredero
del Imperio romano de Occidente, siendo el emperador la máxima autoridad
temporal de Europa y el encargado de velar por la Cristiandad.
Desde entonces, el norte de Italia formó parte de los territorios carolingios, con
el nombre de Reino de Italia.
Los Estados Pontificios[editar]
Artículo principal: Estados Pontificios

Bandera de los Estados Pontificios.

Desde los tiempos en que Constantino I hiciera el cristianismo religión oficial, el


poder de la Iglesia se había ido acrecentando en Italia. La Donación de
Constantino, una falsificación histórica, fue la base de reclamaciones del poder
temporal sobre la ciudad de Roma por parte del papa, que ganó fuerza a
medida que los emperadores la abandonaban. Valga como ejemplo como Atila
parlamentó con el papa Gregorio I Magno al aproximarse a la ciudad. Ya en
tiempos de los bizantinos y en medio de los enfrentamientos iconoclastas, se
eliminó el ducado de Roma ganando la ciudad Gregorio II, con reconocimiento
de su gobierno por parte del rey lombardo Liutprando. Era el Patrimonio de San
Pedro.
Ante la ocupación del territorio por los lombardos, la ayuda de Carlomagno y
los francos a León III fue vital. Comenzó así el cesaropapismo, una estrecha
vinculación papa-emperador. Parte de las tierras arrebatadas a los lombardos
fueron cedidas al papa, que creó entonces un Estado en el centro de Italia,
los Estados Pontificios, germen histórico de la actual Ciudad del Vaticano.
Estos eran administrados directamente por él o mediante vasallos.
El gobierno de estos territorios atravesó una fase clave durante el periodo
conocido como pornocracia. Dicho periodo se caracteriza por numerosas
luchas por el poder en la Iglesia, Roma, e Italia central; entre intrigantes
muchas veces motivados por cortesanas y nobles (particularmente los señores
de Spoleto). Se inicia en el año 904 con Sergio III y su amante Marozia y data
hasta la encarcelación en el 935 de Juan XI por el duque de Spoleto Alberico II,
ambos hijos de Marozia.
El contexto del sur y el surgimiento del Reino de Sicilia[editar]
Artículos principales: Langobardia Minor,  Ducado de Benevento,  Catapanato de
Italia,  Emirato de Sicilia  y Reino de Sicilia.
Mapa político de Italia hacia el año 1000, en la víspera de la llegada normanda.

Los ducados lombardos del sur no llegaron a ser conquistados


por Carlomagno, que tuvo que marchar al norte a combatir a los sajones, y no
formaron parte de su imperio. Los duques lombardos
de Benevento mantuvieron su independencia, llegando a convertirse en el
Principado de Benevento y a empujar hacia el sur a los bizantinos. Sin
embargo, el asesinato del duque Sicardo de Benevento dividió el Estado entre
su hermano, Siconulfo de Salerno, que fue proclamado príncipe de Salerno, y
su asesino, Radelchis, que se hizo con el poder en Benevento. La división
permitió ganar autonomía a nobles en Gaeta, Capua y Amalfi, que formaron
principados y ducados propios. Los restantes territorios del sur, como
en Nápoles, Sicilia y la parte más meridional de la península itálica (Apulia y
Calabria), seguían siendo una provincia bizantina.
En la misma época, el sur de Italia entró en contacto con el islam, inicialmente
como víctima de razias desde el norte de África. Cerdeña fue ocupada por los
árabes en el 710 tras ser abandonada por los bizantinos a su suerte, pero, 70
años después, aprovechando la lejanía con las bases árabes, se produjo una
revuelta isleña que estableció gobiernos locales conocidos
como giudicati. Córcega sufrió también los ataques musulmanes, combinados
con intervenciones francas, lombardas y del marqués de la Toscana Bonifacio
II, para asegurar la frontera.
En el 826, un desertor bizantino ofreció el territorio siciliano al emir musulmán
de Ifriquiya, lo que llevaría a una serie de guerras. Para 965 la isla había sido
convertida en el Emirato de Sicilia, desde el que se lanzaban ataques a los
puertos de la península. Los bizantinos reformaron sus posesiones en la zona
sur de la península tras repeler uno de los ataques musulmanes sobre Bari en
el 876, creando el Catapanato de Italia, en guerra con musulmanes y
lombardos.
La situación dio un vuelco con la llegada de los normandos. Diversas leyendas
envuelven su llegada, siendo la más famosa la que los describe como unos
peregrinos del norte que se ofrecieron como mercenarios a los lombardos.
Inicialmente sirvieron a estos, pero en palabras de Amatus de Montecassino:
Los normandos nunca desearon que ninguno de los lombardos ganara una victoria decisiva, lo que
les hubiera dejado en desventaja. Pero apoyando a uno y luego ayudando a otro evitaron que nadie
fuera totalmente arruinado.

Pronto eran señores de posiciones conquistadas a bizantinos y lombardos,


llegándose a la conquista normanda de Italia Meridional, con los nórdicos
estableciendo un Estado en Nápoles capitaneados por Roberto Guiscardo. De
ahí cruzaron el estrecho de Mesina y llegaron a reconquistar Sicilia a los
musulmanes, que formaría parte de un reino unificado cuando Rogelio II de
Sicilia reunió, en 1130, ambos tronos en el Reino de Sicilia. El reino sería una
amalgama cultural de sustrato latino, lombardo, grecobizantino y normando,
como su arte, ejemplificado en la catedral de Cefalú, la capilla palatina de
Palermo y la catedral de Monreale.
A finales del siglo XII dicho reino pasó a la dinastía imperial alemana de
los Hohenstaufen, cuando el emperador Enrique VI reclamó el trono en 1212
por ser su esposa Constanza I de Sicilia, heredera del reino.25

Baja Edad Media (s. XII al XV)[editar]


Guelfos y gibelinos, el Sacro Imperio y la Liga
Lombarda[editar]
Artículos principales: Sacro
Imperio Romano Germánico,  Güelfos y gibelinos,  Reino de
Italia (Sacro Imperio Romano)  y  Liga Lombarda.

La muerte de Carlomagno y las luchas por retener su imperio repartido entre


sus diversos hijos inició un periodo de guerras civiles que no se estabilizaron
hasta la creación, a principios del siglo X, del Reino de Francia y del
conglomerado del Sacro Imperio en lo que hoy es Alemania, el norte y centro
de Italia, Suiza, Países Bajos y otros territorios orientales de sus ex dominios.
La ausencia de un poder central fuerte supuso la atomización de estas
regiones en principados, obispados, condados y ciudades prácticamente
independientes y con frecuencia enfrentados entre sí. Esto fue particularmente
importante en Italia, donde las ricas ciudades del norte emergieron
como ciudades-Estado comerciales cuasi-independientes. El emperador era
elegido por los principales nobles, lo que facilitó este clima de enfrentamiento
que tuvo en numerosas ocasiones a Italia como campo de batalla.

Enrique IV delante de Gregorio VII en Canossa.

En el siglo X, se introdujo un nuevo elemento de discordia: el enfrentamiento


entre la Iglesia y el Imperio, que fue conocido como la Querella de las
Investiduras de 1073, que inició una serie de conflictos por la primacía
del papa o el emperador en la cristiandad y el Sacro Imperio. Ambos se
discutían el sometimiento teórico del poder temporal imperial al religioso papal
o viceversa, y el derecho al nombramiento de los obispos. La lucha dividió Italia
entre güelfos (por los Welfen de Baviera), que apoyaban al papa,
y gibelinos (por los Hohenstaufen de Waiblingen), los defensores del poder
imperial. A raíz de esto diversos emperadores se enfrentaron al papa e
invadieron Lombardía, apoyando cuando les convenía a antipapas. En
respuesta, diversos emperadores fueron excomulgados, mientras los Estados
Pontificios rechazaron el poder temporal del emperador y promovieron
facciones pro-eclesiásticas.
Ciudades como Florencia, Milán y Mantua abrazaron la causa güelfa, mientras
que otras como Forli, Pisa, Siena y Lucca se unieron a la causa imperial. Se
trataba en general de una lucha por la autonomía, donde las ciudades que
temían el poder del emperador trataban de contrarrestarlo con la influencia
papal, y las cercanas al Lazio Papal buscaban una autoridad imperial que les
garantizara su libertad. Otras veces, eran las luchas intestinas entre ciudades
rivales las que convertían rencillas locales en nuevos episodios de este
enfrentamiento: la güelfa Florencia presentó batalla a la liga gibelina de las
otras ciudades toscanas (Arezzo, Siena, Pistoia, Lucca y Pisa), causando un
largo conflicto que tuvo como máximas exponentes las batallas de Montaperti,
en 1260, (que se celebra en la famosa fiesta del Palio di Siena) y la de
Altopascio, en 1325. Sin embargo, muchas veces, en el seno de una ciudad
coexistían ambas tendencias alternándose según la que fuera más fuerte en el
momento. Con el tiempo incluso se desarrollaron subfacciones dentro de cada
grupo.

Escudo de los emperadores de la Casa de Hohenstaufen, reyes de Sicilia y Emperadores del Sacro
Imperio.

Enrique IV, comenzó la querella al enfrentarse a Gregorio VII. Llegó a


presentarse descalzo y en penitencia ante él durante el Paseo de Canossa en
1077, para lograr que le levantaran la excomunión, pero luego volvió a apoyar
al antipapa Clemente III contra Gregorio y su cuñado Rodolfo de Suabia. Los
siguientes papas no lograron desactivar el conflicto, hasta que Calixto II logró
con el Concordato de Worms, la paz con el hijo y sucesor de Enrique
IV, Enrique V. Por sus términos se diferenciaba entre la coronación canónica
del emperador por el papa y la laica, y se admitía la autoridad del emperador
sobre la Iglesia en Alemania, previa invasión de Italia por Enrique en 1110.
Tras los Enriques, gobernó Lotario II, derrotado por Rogelio II de Sicilia y
enfrentado a Conrado III. Este noble era el primer Hohenstaufen, familia que
comenzó a acumular poder en Alemania. Probablemente el mayor
enfrentamiento entre papa y emperador se produjo con su hijo Federico I
Barbarroja, emperador entre 1155 y 1190, cuya activa política italiana acentuó
la intervención imperial. Las ciudades del norte de Italia se vieron involucradas
en la guerra, cambiando frecuentemente de partido. La Liga Lombarda fue una
alianza establecida el 1 de diciembre de 1167 entre 26 Ciudades Opositoras
del norte de Italia, entre las que
destacan Milán, Cremona, Mantua, Bérgamo, Brescia, Plasencia, Bolonia, Pad
ua, Treviso, Vicenza, Verona, Lodi, Parma y Venecia. Posteriormente se
unieron otras cuatro ciudades más, hasta formar un total de 30. El propósito
inicial de la Liga era combatir la política italiana de Federico I, que en aquel
momento reclamaba el control total sobre el norte de Italia. La respuesta
imperial quedó expresada en la Dieta de Roncaglia, y fue llevada a cabo con la
invasión de 1158 y luego otra vez en 1166. La Liga recibió el apoyo
incondicional del papa Alejandro III y sus sucesores, deseosos tanto de verse
libres de la influencia imperial como de aumentar su poder en la península
itálica. En la batalla de Legnano (29 de mayo de 1176), las tropas imperiales
fueron derrotadas, y Federico se vio forzado a firmar una tregua de seis años
(1177-1183). La situación se resolvió al finalizar ésta, cuando ambas partes
firmaron el Tratado de Constanza, según el cual las ciudades italianas
reconocían la soberanía del emperador de Alemania, pero a su vez éste se
veía obligado a reconocer la jurisdicción propia de cada ciudad sobre sí misma
y su territorio circundante, lo que supuso el reconocimiento de su
independencia de facto.

Sarcófago de Federico II, rey de Sicilia y emperador del Sacro Imperio, en la Catedral de Palermo.
Profundo reformador de Italia y gran guerrero, a su muerte se propagó la leyenda de que solo
dormía en espera de volver a su reino.
Tras Barbarroja, su hijo Enrique VI reuniría tanto el reino alemán como el de
Sicilia, por su matrimonio con Constanza I de Sicilia. El güelfo Otón
IV gobernaría brevemente (1208-1218), dejando el Ducado de Spoleto bajo
dominio papal en 1213, pero terminó alejándose del papado y trató de restaurar
la autoridad imperial en Italia, solo para caer ante el gibelino Federico II
Hohenstaufen, rey de Sicilia e hijo de Enrique VI. Con Federico II, Stupor
Mundi (el asombro del mundo), los Hohenstaufen recuperaron el trono imperial
alemán. Federico II reagrupó unos poblados de los Abruzos para fundar la
ciudad de L'Aquila en 1254, reorganizó el Reino de Sicilia con las
Constituciones de Melfi, y fundó la Universidad de Nápoles. El intento del papa
de reunir a las ciudades güelfas contra él desencadenó, en 1229, una nueva
invasión imperial, que fue seguida por nuevas luchas e incluso una excomunión
de Federico en 1239. Hacia el final de su vida, el papa Inocencio IV logró sin
embargo una victoria en la batalla de Parma. Su muerte en 1250 marcó un
interregno en el trono imperial, a medida que su hijo Conrado IV y su
nieto, Conradino de Hohenstaufen, se enfrentaban al papa en Alemania y en
Italia.
Enrique VIII, terminó con el interregno al ser elegido emperador en 1308, y
pese a pertenecer a una dinastía distinta volvió a enfrentarse por Italia con la
Iglesia. El papa, Clemente V, contó esta vez con el apoyo de Sicilia, que, pese
a la disputa con la Corona de Aragón, estaba en manos de los
proeclesiásticos Anjou de Francia. En 1314 fue elegido Luis IV de Baviera, que
acogió a teólogos contrarios al papa como Marsilio de Padua o Miguel de
Cesena, y se enfrentó al papa Juan XXII. Apoyó al antipapa Nicolás V contra él,
mientras el papa apoyaba a Carlos IV de Luxemburgo como Rey de Romanos.
Este accesió en 1355 al trono, con el apoyo del papa. Su hijo, Wenceslao de
Luxemburgo, tuvo que afrontar la creciente independencia de los nobles
italianos y el Cisma de Occidente desde el comienzo de su reinado como Rey
de Romanos en 1376. En 1400, fue depuesto por Roberto del Palatinado, que
fue derrotado por Gian Galeazzo Visconti cuando trató de imponer su autoridad
sobre Milán. Segismundo de Luxemburgo llegó al poder en 1410, volviendo a
usar el título de emperador y reinó hasta que, en 1437, Federico III de
Habsburgo comenzó la desde entonces interrumpida sucesión de emperadores
de la familia austríaca de los Habsburgo.
Ciudades-Estado italianas: Comuni y Signorie[editar]
Artículos principales: Ciudades-estado italianas,  Signoria y  Comuna medieval.

Así, estos continuos conflictos dieron la ocasión para forjar ciudades-Estado


autónomas, gobernadas por repúblicas (Comuni) o por gobernantes nobiliarios
(Signoria) locales, que gracias al enfrentamiento entre los grandes poderes de
la época, no estaban supeditados a nadie. Historiadores contemporáneos
suelen asociar las Signorie al fracaso de las repúblicas en mantener la ley y el
orden. No era raro que una ciudad se ofreciera a un líder poderoso para
garantizar su prosperidad: Pisa lo hizo posteriormente con Carlos VIII de
Francia y Siena con César Borgia ante la presión de sus enemigos florentinos.
Cada ciudad mantenía su peculiar equilibrio entre un gobierno y otro con
distinto poder de los gobernantes. A veces, una república nominal
enmascaraba el control de una pequeña aristocracia o incluso de una sola
familia. Florencia era una república controlada sin embargo por la
familia Médici, la más rica de la ciudad. En otras, directamente los derechos
hereditarios de una familia eran parte del derecho de la ciudad como en
las monarquías modernas.
El delicado equilibrio entre la Iglesia, la nobleza local, y una pequeña burguesía
fluctuante, con los conflictos permitió el establecerse de repúblicas como
la República de Pisa, cuyas leyes de mar son reconocidas por el papa en 1077,
la República de Lucca, nacida en 1119, o la República de Siena en 1125, las
tres en la región de la Toscana. Bolonia, sede desde 1088 de la universidad
más antigua de Occidente, también tuvo una república, alternada con épocas
bajo la órbita de Milán o el papado. Ciudades costeras
como Venecia, Génova, Ancona o Amalfi, crearon un subtipo particular de
repúblicas, las repúblicas marítimas, fuertemente ligadas al comercio
internacional. De forma no sostenida en el tiempo, otras muchas ciudades
italianas alternaron gobiernos nobiliarios con revoluciones y repúblicas de
dispares duraciones.

En verde, la máxima extensión del poder milanés de los Visconti.

Particularmente clave fue la evolución de Milán, que devendría en la mayor


potencia del norte de Italia. El señorío de Milán estuvo en manos de la
familia Della Torre, que lo perdió al enfrentarse al arzobispo de la ciudad, Otón
Visconti. Con el ascenso de Otón y de su sobrino, Mateo I Visconti, cabeza de
sus ejércitos, en 1277 comenzó el reinado de los Visconti. Apoyaron al
emperador en el norte de Italia y llegaron a sitiar Génova en 1318. Azzone
Visconti conquistaría las ciudades papales de Bérgamo, Cremona y Lodi,
ampliando su poder en la región.
Otras dinastías también aprovecharon los acontecimientos para fundar Estados
en el norte de Italia. La Casa de Saboya, una familia borgoñona que había
unificado la Marca de Turín y el Condado de Saboya, alcanzó el título ducal del
emperador Segismundo en 1416. La
familia Montefeltro controlaba Urbino y Pésaro desde 1213, siendo agraciados
en 1443 con el título de duques de Urbino. Rávena, que estaba bajo dominio
papal, cayó en 1218 bajo los Traversari, a los que en 1270 sustituyeron los Da
Polenta. Rímini cayó en manos de la familia Malatesta en 1239, que desde
1285 también gobernaron en Pésaro y que temporalmente
ocuparon Ancona. Camerino, destruida en 1256, fue desde su reconstrucción,
en 1262, liderada por los Varano, que lo convirtieron en el Ducado de
Camerino. La familia Gonzaga se hizo, bajo Luigi Gonzaga, con el dominio
de Mantua en 1328, que convirtieron con el tiempo en marquesado y ducado.
La Casa de Este, vicarios del papa en Ferrara desde 1332, recibieron en 1452
el gobierno del Ducado de Módena del emperador Federico III de Habsburgo, y
el Ducado de Ferrara del papa Paulo II en 1471. Los Baglioni controlaron, salvo
interludios, la ciudad de Perugia desde 1393.

Estados italianos en 1494

Muchos de estos Estados nobiliarios fueron, en diversos periodos, sometidos u


anexionados por los milaneses (tanto en la etapa de los Visconti como en la de
los Sforza), que pasaron a ser la principal potencia
de Lombardía. Pavía, Alessandria, Lodi y Parma pasaron a depender
del Ducado de Milán. Diversos miembros de la familia Visconti intervinieron
en Cerdeña. El cénit de este dominio fue el reinado de Gian Galeazzo Visconti,
que alcanzó la máxima expansión territorial después de las guerras contra los
señores de Padua, en el Véneto, y de Florencia en Toscana.
Conquistó Verona, Vicenza, Bolonia y temporalmente Padua. Compró el título
de duque de Milán en 1395 por cien mil florines al emperador Wenceslao, y
derrotó a su sucesor Roberto cuando trató de acabar con su poder.
A su muerte, sin embargo, empezó el declive de los Visconti, que fueron
perdiendo territorios. Venecia, que había comenzado su expansión en el
Véneto, erosionó las posesiones milanesas en el oriente de Italia. El intento de
su hijo, Filippo Maria Visconti, de conquistar la Romaña en 1423, le hizo
enfrentarse al emperador y perder Bérgamo y Brescia. Cuando con su muerte
la dinastía Visconti se extinguió, en 1447, Milán pasó a ser la República
Ambrosiana, a pesar de las pretensiones del duque de Orleans, legítimo
heredero. Orleans fue incapaz de tomar posesión de su herencia, pero la
República fue corta. El aventurero Francesco Sforza, casado con una hija del
último Visconti, tomó Milán en 1450 y se autoproclamó duque, en
enfrentamiento a los pretendientes franceses.
Como la mayor parte de Europa, Italia fue asolada en ese tiempo por la peste
negra, que en 1348 causó un grave daño demográfico al acabar con un tercio
de la población del país.26 Culturalmente, esta convulsa época sentó las bases
del esplendor culturar siguiente, destacando el poeta Dante Alighieri y su Divina
Comedia, una de las obras clásicas del idioma italiano, que datan de estos
tiempos.
Las Vísperas sicilianas y el surgimiento del Reino de
Nápoles[editar]
Artículos principales: Vísperas sicilianas,  Corona de Aragón,  Casa de Anjou-Sicilia y  Reino
de Nápoles.

Reino de Nápoles (Casa de Anjou) en naranja, Reino de Sicilia insular (Corona de Aragón) en rojo.


En amarillo las conquistas de Ladislao I de Nápoles, perdidas a su muerte.

A la muerte de Conradino de Hohenstaufen en 1266, el papado maniobró para


colocar en el trono napolitano a Carlos de Anjou, hermano del rey de Francia, a
fin de acabar con al influencia imperial gibelina en el reino. A esta intromisión
papal se opuso Manfredo I de Sicilia, hijo del rey, que logró algunos éxitos
iniciales en su lucha, pero fue definitivamente derrotado – y muerto – en
la batalla de Benevento. La oportunidad llevó al rey aragonés, Pedro III, a
reclamar el reino, al ser su mujer hija del último representante de la dinastía
legítima. Carlos fue impopular por sus impuestos y su administración, y esto, en
1282, le valió una feroz revuelta popular conocida como las Vísperas sicilianas.
Pedro acudió entonces en apoyo de los sublevados sicilianos, ganandose el
trono de la parte insular del Reino de Sicilia. En 1302 la Paz de
Caltabellota dejaba la isla a la dinastía aragonesa, mientras, la parte
continental del hasta entonces Reino de Sicilia – ahora conocida como Reino
de Nápoles – a los Anjou. Como fue típico en la Corona de Aragón, el nuevo
territorio insular terminó en manos de una rama menor de la familia real, siendo
Pedro sucedido por su segundo hijo, Jaime II de Aragón. En Nápoles, los Anjou
reorganizaron la administración y protegieron las universidades y la cultura.
A la muerte de Roberto I de Nápoles hubo una guerra por la sucesión
entre Juana I de Nápoles y Carlos de Durazzo, que dio un breve gobierno
de Luis II de Anjou y finalmente dio el trono a Ladislao I, que impondría su
autoridad hasta Italia central y del norte. Con la muerte de Ladislao, en 1414,
Nápoles perdió sus conquistas y dejó a una reina sin herederos.
La Corona de Aragón en 1443, incluyendo sus posesiones en Italia.

A raíz de una concesión del papa Bonifacio VIII, que trató de reunificar el reino
siciliano en 1295 con la Paz de Anagni, dando a Jaime II de
Aragón Córcega y Cerdeña a cambio de su renuncia a Sicilia, comenzó la
intervención aragonesa en territorios sardos y corsos. La oposición siciliana a
los Anjou hizo que en el trono siciliano continuaran los aragoneses
con Federico II de Sicilia. Por otro lado, el dominio aragonés sobre Cerdeña y
Córcega fue disputado por potencias marítimas como la República de
Pisa (cuyo obispo había recibido también en donación Cerdeña de Gregorio
VII durante la Guerra de las Investiduras) y la República de Génova, cuyo
interés comercial chocaba con los anteriores. La dominación efectiva significó
largas guerras y conflictos dinásticos. Córcega, que no llegó a ser ocupada de
forma efectiva por la Corona de Aragón, terminó entregándose en 1347 a la
República de Génova a cambio de protección.
Fue Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, quien de nuevo logró unir Mallorca y
el Rosellón al tronco principal, y pacificar Cerdeña. Su hijo y sucesor, Martín I
de Aragón, reunió de nuevo Sicilia y Aragón con su matrimonio con Leonor de
Sicilia. Además, su victoria en la batalla de Sanluri, supuso la supresión del
último intento sardo de independencia.
La adopción de Alfonso V de Aragón por la última reina angevina, Juana II de
Nápoles, le dio justificaciones a este para heredar y reclamar el trono
napolitano. Apoyado por el Ducado de Milán, Alfonso conquistó el reino en
1442, que legó a su hijo bastardo Ferrante, el cual resultó una avezado
gobernante.
Las repúblicas marítimas[editar]
Artículos principales: Repúblicas
marítimas,  República de Venecia,  República de
Génova,  República de Pisa  y República de Amalfi.

Bandera que agrupa los emblemas de las cuatro principales repúblicas marítimas: desde arriba a la
izquierda, en sentido horario, los emblemas de Venecia, Génova, Amalfi y Pisa.

El resurgimiento económico y demográfico de los siglos XI y XII tuvo un gran


efecto en Italia, donde confluían dos de los principales ejes económicos de
la cristiandad. Ahí se interconectaban la rutas que, desde las ciudades
comerciales del norte de Alemania y el Báltico (agrupadas en la Hansa),
atravesaban el Rin y el Ródano hacia Italia, con las rutas marítimas que a
través del Mediterráneo trasportaban las especias y productos de lujo de
Oriente y los países musulmanes.
Convertidas en emporios comerciales, muchas ciudades costeras italianas
experimentaron un desarrollo económico que les llevó a crear flotas mercantes
y barrios comerciales en Oriente (Palestina, Bizancio, Siria, Egipto...). Algunas,
particularmente Génova y Venecia, extendieron su dominio a islas y puertos a
lo largo del mar Mediterráneo y el mar Negro, forjando auténticos imperios de
ultramar. Políticamente, supuso el ascenso social de los comerciantes, que
formaron una oligarquía gobernante en muchas de las ciudades del centro y del
norte de Italia. Es la etapa de las repubbliche marinare (las repúblicas
marítimas).
Venecia estaba formada por las islas pobladas por los supervivientes
de Aquilea, que habían estado nominalmente bajo soberanía bizantina dentro
del Exarcado de Rávena. Con Orso Ipato, en el 726, comenzó un autogobierno
local que terminó reconocido en el 803 por el Imperio Bizantino y el Sacro
Imperio. Aunque evolucionó en el tiempo, las grandes familias de la ciudad
lograron un sistema en el que el dogo o gobernante era electivo, y un consejo
le supervisaba. Poco a poco, Venecia se extendió hasta dominar el Véneto, a
medida que el ducado de Milán y el Patriarcado de Aquilea perdieron poder.
Sus rutas marítimas surcaban el mar Adriático hasta las islas del Mediterráneo
Oriental. Sus posesiones incluyeron en su apogeo
el Friul, Istria, Dalmacia, Zara, Rávena, Ragusa, Durazzo, Corfú, las islas
Jónicas, el Archipiélago egeo, Eubea, Imbros, Tenedos, Creta y Chipre. Sus
delegaciones comerciales abarcaban hasta Oriente Medio, y expedicionarios
como el famoso Marco Polo llegaban hasta el Imperio Mongol en China,
siguiendo la Ruta de la Seda.
Archivo:Mediterráneo Oriental 1450 d. C.svg

El Mediterráneo oriental hacia el fin del periodo de las repúblicas marítimas. Los Estados


italianos que dominaron algunos de estos territorios fueron la República de Venecia (territorios en
verde) y la República de Génova (territorios en amarillo).

Génova era un antiguo puerto ligur que, dejado de la mano imperial, terminó sin
más señor que su obispo. Sin embargo, con el tiempo, las magistraturas
elegidas ganaron importancia. Las principales familias nobiliarias y
comerciantes, como los Grimaldi, los Doria y los Spínola, lucharon por el poder
sobre un Estado que llegó a
controlar Liguria, Córcega, Cerdeña, Lesbos, Samos, Caffa...entre otras
posesiones de ultramar. Sin embargo con el tiempo decayó, perdiendo
Cerdeña frente a Aragón, posesiones en Oriente frente a Venecia en la Guerra
de Chioggia, y trayendo la peste a Europa desde el mar Negro. Terminaría
entrando primero en la órbita del Reino de Francia (1394–1409), para después
tener una etapa en la que fue regida por los Visconti milaneses.
Otras repúblicas marítimas incluyen a Pisa, república que tuvo su parte en la
lucha marina contra los árabes en Salerno, Regio y Palermo, además de
controlar Córcega, Cerdeña, y el mar Tirreno, antes de ser desbancada por
Génova y entrar en la órbita florentina; Amalfi, repúblicas independiente de
facto del poder bizantino y lombardo cuando estos flaquearon, tuvo una
significativa importancia histórica antes de ser englobada en el Reino de
Sicilia por los reyes normandos , siendo las Tabulae amalphitanae (o Leyes
amalfitanas) el origen del Derecho marítimo. Las ciudades
de Ancona y Ragusa (esta última sita en la actual costa croata) son también a
veces consideradas repúblicas marítimas.

El Renacimiento (s. XV al XVI)[editar]
Artículo principal: Renacimiento italiano

Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, ejemplo de la combinación de ciencia y arte.

El Renacimiento italiano inició la era del Renacimiento, un período de


grandes logros y cambios culturales en Europa que se extendió desde fines del
siglo XIV hasta alrededor de 1600, constituyendo la transición entre
el medioevo y Europa moderna.
Aunque los orígenes del movimiento confinado principalmente a la cultura
literaria, el esfuerzo intelectual y el mecenazgo pueden rastrearse hasta inicios
del siglo XIV. muchos aspectos de la cultura italiana permanecían en su estado
medieval y el Renacimiento no se desarrolló totalmente hasta fin de siglo.
La palabra Renacimiento (Rinascimento en italiano) tiene un significado
explícito, que representa el renovado interés del período en la cultura de la
antigüedad clásica, luego de lo que allí mismo se etiquetó como la edad
oscura.27 Estos cambios, aunque significativos, estuvieron concentrados en las
clases altas, y para la gran mayoría de la población la vida cambió poco en
relación con la Edad Media.
El renacimiento italiano comenzó en Toscana, con epicentro en las ciudades
de Florencia y Siena. Luego tuvo un importante impacto en Roma, que fue
ornamentada con algunos edificios en el estilo antiguo, y después fuertemente
reconstruida por los papas del siglo XVI. La cumbre del movimiento se dio a
fines del siglo XV, mientras los invasores extranjeros sumían a la región en el
caos. Sin embargo, las ideas e ideales del renacimiento se difundieron por el
resto de Europa, posibilitando el Renacimiento nórdico, centrado
en Fontainebleau y Amberes, y el renacimiento inglés.
El renacimiento italiano es bien conocido por sus logros culturales. Esto incluye
creaciones literarias con escritores como Petrarca, Castiglione, y Maquiavelo,
obras de arte de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, y grandes obras de
arquitectura, como la Iglesia de Santa María del Fiore en Florencia y la Basílica
de San Pedro en Roma.
Políticamente fue un periodo de constantes luchas por el poder, cambios
dinásticos, guerras e invasiones extranjeras.

Escudo papal de Alejandro VI.

Los Borgia[editar]
Artículo principal: Alejandro VI

En 1492 ascendió al trono papal el cardenal de origen español Rodrigo Borgia,


que tomaría el nombre de Alejandro VI. Su gobierno pronto se hizo famoso por
su nepotismo y su legendaria falta de moral. El nuevo papa era partidario de
una recuperación del poder político en Italia por la Iglesia, lo que lo llevó a
establecer múltiples y cambiantes alianzas con sus vecinos.
La situación política seguía marcada por el deseo francés bajo Carlos VIII de
Francia de extenderse hacia el sur. La extensión de la casa real napolitana les
daba pretensiones de sucederles, dado el parentesco. A pesar de haber
devuelto a Fernando el Católico el Rosellón a cambio de su neutralidad y de las
simpatías iniciales de Milán, enfrentada al rey de Nápoles, el temor de que
Francia pasara a controlar Italia se extendió. La Guerra italiana de 1494-
1498 le enfrentó a la Liga de Venecia, que unía las reivindicaciones
aragonesas con el Papado, Milán, Venecia y el Emperador, deseos de impedir
el control francés de Italia. Un ejército español fue levantado bajo el mando
de Gonzalo Fernández de Córdoba, que se ganaría el apodo de "El Gran
Capitán" al mando de los nacientes Tercios. Una enconada guerra
en Calabria colocó en el trono al monarca de origen aragonés Fernando II de
Nápoles, con el Tratado de Marcoussis de 1498.
César Borgia por Altobello Melone.

Sin embargo, la muerte del rey francés en 1498, siendo sustituido por su
primo Luis XII, le permitió cambiar de bando. Así, emitió una bula que permitía
el nuevo matrimonio del rey con la mujer de su predecesor, Ana de Bretaña,
necesaria para garantizar la fijación de la poderosa Bretaña a Francia a cambio
del apoyo galo. El nuevo rey, emparentado con los Visconti, antiguos duques
de Milán, reclamó exitosamente el Ducado de Milán que había sido ocupado
por los Sforza. Fue la Guerra italiana de 1499-1501. Con sus tropas, el hijo del
papa y capitán de los ejércitos pontificios, César Borgia, conquistó una tras otra
las ciudades de la Romaña, (Imola, Forli, Rímini, Pésaro, Faenza...) a pesar de
la resistencia de sus señores (Caterina Sforza, los D'Este). César lo convirtió
en su señorío particular como representante del Papado, antes de ser
nombrado en 1501 duque de Romaña. Invadió también el Ducado de Urbino y
amenazó Bolonia y Florencia. César se convertiría en uno de los prototipos de
hombre renacentista y en un claro ejemplo de condottiero o caudillo militar que
marcarían esa convulsa etapa de Italia. Venecia aprovechó la ocasión para
anexar Cremona
Entre tanto, un pacto en Granada había repartido el Reino de Nápoles entre
Francia y España. El país fue fácilmente ocupado en la Guerra de Nápoles
(1501-1504) tras el desgaste acusado durante la primera guerra. Sin embargo,
discrepancias posteriores desembocaron en una guerra en la que Gonzalo
Fernández de Córdoba expulsó del país a los franceses en 1504 tras vencerles
en batallas como Seminara y Ceriñola. Con el Tratado de Lyon, Nápoles se
uniría ya definitivamente en la Corona de Aragón.
En 1503, mientras la situación se complicaba, el papa murió, siendo elegido
como sucesor un cardenal de la familia Della Rovere, con el nombre de Julio II.
Se trataba del principal antagonista desde hace años de los de Borja o
Borgia dentro de la Iglesia. César Borgia cayó en desgracia y terminaría sus
días en Navarra, con sus tierras reincorporadas al papado. Bolonia fue
saqueada en 1506 y definitivamente reintegrada en los Estados Pontificios. Su
hermano Francesco Maria I della Rovere ganó también el trono ducal vacante
de Urbino. Temeroso del beneficio que sacaba Venecia de la lucha en Italia, el
papa reunió a las potencias contra ella en la Guerra de la Liga de Cambrai en
1508 y recuperó Rávena. Sin embargo, el juego de alianzas se complicó, con el
Papado uniéndose a una Venecia derrotada en Agnadello y luego salvada por
la intervención francesa en Marignano. En 1516, los contendientes aceptaron
volver al mapa previo a esta lucha.
La Toscana[editar]

Escudo de armas de los Médicis, señores de Florencia y mecenas del Renacimiento.

Florencia no había intervenido especialmente en las luchas de poder por la


península, pero influidas por ellas había sufrido sus propias convulsiones. La
República Florentina había pasado a estar controlada por la patriarca de
la familia Médici, principal casa de comerciantes de la localidad. Tras la muerte
de Lorenzo de Médici en 1492, quien había llevado a la ciudad al esplendor
cultural y económico que le ganó el sobrenombre de il Magnífico, la ciudad
cayó en manos del predicador y monje Savonarola, fanático religioso y
defensor de una reforma eclesiástica. Esto condujo a una temporada de
disturbios famosos por sus hogueras de vanidades en las que se quemaron
numerosas obras de arte.
El enfrentamiento con el papa Alejandro VI les llevó a excomulgarse
mutuamente, lo que terminó significando el arresto y, tras la muerte de su
defensor Carlos VIII de Francia, la ejecución en la hoguera del monje con la
consiguiente restauración de la preeminencia de los Médici, liderados por el
hijo de Lorenzo, Piero de Médici. Sin embargo este careció de la diplomacia de
su padre, labrándose numerosos enemigos entre los defensores del gobierno
republicano, que terminaron expulsándole. Dedicó desde entonces su vida a
intentar recobrar el poder, infructuosamente.
Esta República se vio marcada por las guerras contra Pisa, Arezzo y otras
ciudades de la Toscana que intentaron aprovechar estas disputas para minar la
supremacía florentina en la región. La ascensión en 1513 de uno de los hijos
de Lorenzo como papa, bajo el nombre de León X, fue determinante para el
retorno de la familia a la preeminencia en la ciudad. Tras un interregno en el
que volvieron a perder el poder tras la muerte del papa, se restablecieron con
la elección del también Médici Clemente VII en 1523. Las posteriores alianzas
con el Papado y el Imperio de Carlos V reforzaron su dominio y lo convirtieron
en un señorío hereditario a partir de Cosme I, al principio como duque de
Florencia.
Las guerras hispano-francesas[editar]
Artículo principal: Guerras Italianas
La decisiva batalla de Pavía que supuso la victoria española en Italia.

El paso del tiempo trajo el relevo generacional y Francisco I se convirtió en rey
de Francia y Carlos I en monarca tanto de los reinos hispanos como de los
territorios de las casas de Borgoña y de Habsburgo. Ambos gobernantes se
enfrentaron por el título de emperador y el dominio de territorios disputados en
Italia y Borgoña, desembocando en la Guerra Italiana de 1521-1526. Francisco
I invadió Italia, pero sufrió derrotas frente a las fuerzas habsburgo
como Bicoca y sobre todo, Pavía. En esta batalla de 1525, donde Francisco I
fue capturado, se marcó el punto de inflexión a favor de España. Francisco tuvo
que abandonar muchas de sus pretensiones sobre Italia y Borgoña. Aunque
tras su liberación se negó a cumplir los términos del acuerdo, España se había
convertido en la mayor potencia del momento.
Alarmado, el nuevo papa Clemente VII reunió a múltiples estados italianos en
una liga contra España. La guerra de la liga de Cognac de 1526 resultó un
desastre: las fuerzas españolas tomaron Florencia y en 1527 se produjo un
afamado Saco de Roma por lansquenetes imperiales. En 1528, el almirante
genovés Andrea Doria cambia de bando pasando de Francia a España y
expulsando a los franceses de Génova. Doria impuso importantes reformas en
la república de Génova, que quedó integrada en la esfera española. La
república fue clave para garantizar las comunicaciones marítimas entre España
e Italia, así como clave en la financiación de la monarquía hispánica. Con la
retirada de Francia con la Paz de Cambrai de 1529, la guerra terminó con el
poder español revalidado y Florencia de nuevo bajo control de los Médici.
La muerte de Francesco Maria Sforza dio ocasión a la Monarquía
Hispánica para reclamar el Milanesado y desencadenó la Guerra italiana de
1536-1538, que dejó con la Tregua de Niza a España en control de Milán y
a Francia como dueña de Saboya. Notablemente Manuel Filiberto de Saboya,
cuyas tierras quedaban ocupadas por los franceses, pasó a servir en los
ejércitos imperiales de Carlos V. La guerra había llegado a implicar en paralelo
acciones fuera de Italia como una invasión imperial en la Provenza.
La elección en 1537 de Paulo III como papa favoreció a su familia,
los Farnesio. Legitimado su hijo bastardo Pedro Luis Farnesio, le concedió los
dominios papales de Parma, Piacenza, Camerino y Guastalla con lo que fundó
el Ducado de Parma, además del Ducado de Castro. El nuevo estado reunió
las tierras entre el poder Médici del sur y el Milanesado de Carlos IV, cuyo
vicario Ferrante I Gonzaga llegó a invadir el nuevo estado. Sin embargo, la
alternando el uso de la fuerza y de la diplomacia, Carlos V casó ese mismo año
a su hija bastarda Margarita de Austria con el heredero de Parma, Octavio
Farnesio. El duque de Florencia Cosme I de Médici, enfrentado a la
profrancesa república de Siena, estableció una alianza similar con su boda
con Leonor de Toledo y se proclamó Gran Duque de Toscana. Varias de las
sobrinas de Carlos V terminarían casándose con casas italianas aliadas a los
Habsburgo como los Gonzaga, Este o Medici, consolidando la influencia de la
dinastía en Italia.
Buscando nuevos apoyos, Francia recurrió al Imperio Otomano de Solimán I,
que le apoyaron durante el sitio de Niza, ciudad proespañola en la frontera
francoitaliana, que resultó infructuoso. La Guerra italiana de 1542-1546, librada
en paralelo a otros conflictos entre habsburgos y otomanos, vería una victoria
francesa en Cerisoles en 1544, pero también una invasión angloespañola
sobre Picardía y finalmente la vuelta al estado inicial.
El siguiente rey francés, Enrique II de Francia, desencadenaría la última guerra
italiana, fracasando en su ataque en Toscana al ser derrotado en la batalla de
Marciano pese a éxitos previos en la frontera germana, terminó con el territorio
sienés repartido entre los florentinos aliados a los españoles y nuevas
guarniciones costeras de la monarquía habsburgo. Los franceses fueron
finalmente rechazado por una alianza entre España y Manuel Filiberto de
Saboya en la batalla de San Quintín de 1557. Tras algunos combates menores
en Flandes, Francia se avino finalmente al tratado de Cateau-Cambresis,
también conocido como de las damas, que puso fin a las guerras en 1559. Por
sus condiciones, Francia renunciaba a Italia, donde España lograba la
supremacía. Entre las implicaciones del tratado Manuel Filiberto recuperó
finalmente sus dominios saboyanos.

El dominio extranjero y la Unificación (s. XVI al XIX)


[editar]
Artículo principal: Italia bajo dominio extranjero

El dominio español (1559-1714)[editar]


Artículos principales: Imperio español e  Italia Española.

La Cruz de Borgoña, estandarte de las fuerzas españolas y bandera del Imperio español.

Carlos V acabó abdicando y repartiendo sus dominios entre su hijo, Felipe II,


que heredó las numerosas posesiones de su padre, incluyendo Cerdeña,
Sicilia, Nápoles, los Presidios de la Toscana y Milán, y su hermano, Fernando I,
que le sucedió en el trono imperial y los dominios originarios de la dinastía
Habsburgo. Aunque Felipe II se estableció en España, designó virreyes para
los antiguos reinos de la Corona de Aragón en Italia y un gobernador para
Milán que gestionaran la administración de las provincias italianas.
Este control de Italia por una potencia extranjera fue al mismo tiempo una
fuente de arte y cultura y un foco para los sentimientos antiespañoles. Los
intercambios culturales fueron bidireccionales: la culta Italia, depositaria de los
tesoros de la Antigüedad Clásica era un lugar de aprendizaje para los artistas
del naciente Siglo de Oro español. Artistas de la talla del pintor Diego
Velázquez o los escritores Francisco de Quevedo y Miguel de
Cervantes peregrinaron en sus comienzos a Italia a aprender de los artistas
del Renacimiento italiano. Otros muchos, como Lope de Vega muestran en su
obra la huella del arte renacentista italiano.
Las numerosas guerras que encaró la monarquía hispánica también tuvieron su
efecto en Italia. Aunque como parte de la Corona de Aragón se libró de
soportar la parte más dura del esfuerzo bélico (que llevó a un endeudamiento
soportado gracias a los banqueros genoveses 28), pasó a ser parte del camino
español, la ruta por la que los soldados españoles marchaban a los campos de
batalla de los Países Bajos y Alemania. El hijo de Margarita de Parma (y nieto
de Carlos V), Alejandro Farnesio alcanzó por ejemplo un notable éxito al
mando del ejército español en las guerras que este libraba en Europa.
Asimismo, la actividad pirata de turcos y berberiscos asoló las costas del golfo
de Tarento y Sicilia, llegándo a tomar los turcos brevemente el puerto
napolitano de Otranto en 1480. Malta, tradicionalmente dependiente del poder
siciliano fue entregado a los Caballeros Hospitalarios en 1530 como baluarte
contra los turcos tras la caída de su base en Rodas. La contribución italiana, no
ya napolitana y siciliana sino incluso de aliados venecianos, genoveses,
florentinos y romanos, reunidos en la Liga Santa fue constante en las guerras
contra el Imperio otomano, como en el Sitio de Malta (1565) o la batalla de
Lepanto (1571). Pescara fue asediada por los turcos en 1566 infructuosamente.
Su hijo y sucesor, Felipe III vio su hegemonía en riesgo ante los recelos de
Francia y potencias locales como Saboya y Venecia. Desde 1613 se dio
la guerra de sucesión de Montferrato, donde el ducado de Montferrato fue
disputado entre Saboya y Mantua, con Francia terminando apoyando a
Saboya. El duque de Saboya, Manuel Filiberto osciló a lo largo de su reinado
entre alianzas con españoles y franceses. En 1618 los recelos al poder español
en Italia explotaron en Venecia en la llamada Conjuración de Venecia, que
supuso la persecución de los pro-españoles en la república. Desde 1620 y con
una Francia en auge en Europa durante el gobierno del cardenal Richelieu, la
política italiana de Felipe III se vio centrada en el asunto de la Valtelina, los
valles del norte de Milán que comunicaban con Suiza y Alemania. El territorio,
históricamente disputado entre Milán y los grisones, fue ocupado por los
españoles sólo para ser expulsados de nuevo por los protestantes suizos con
el apoyo francés.
La España de su sucesor Felipe IV, ya en franca decadencia, vio sus últimos
logros con la Guerra de Sucesión de Mantua, donde, habiendo muerto sin
sucesión el último duque de Mantua, Francia defendió a un candidato a la
sucesión contra Saboya y España. La guerra permitió a Felipe anexionarse el
territorio, aunque la Guerra de los Treinta Años distrajo su atención de Italia. En
ella y en el perenne conflicto en Flandes brilló el general Ambrosio de Spínola,
oriundo de Génova que se había puesto al servicio del rey de España.
Las revoluciones de la década de 1640, en plena decadencia marcada
por Rocroi y los Pirineos, supusieron una sublevación de carácter nacionalista y
antiespañol liderada por Masaniello en el Reino de Nápoles así como en Sicilia.
El reinado del último Habsburgo, Carlos II de España, no trajo grandes cambios
en la vida política italiana, aunque el problema sucesorio que plantó su
testamento, en favor de un pariente francés generó una Guerra de
Sucesión que implicó a prácticamente toda Europa occidental. Mientras en la
península ibérica los acontecimientos favorables a uno y otro bando se
alternaban, el duque de Saboya y Austria tomaron las posesiones españolas en
Italia. La victoria final de Felipe V llevó a la Paz de Utrecht, que supuso el fin de
la presencia española en Italia.
Borbones y Habsburgos (1712-1796)[editar]

Armas de los Habsburgo-Lorrena, grandes duques de Toscana y emperadores de Austria.

Tras la Guerra de Sucesión Española en 1714, las posesiones del Imperio


español fuera de la península ibérica, entre ellas el dominio de Milán, Nápoles y
Cerdeña, pasaron a la otra rama de la familia Habsburgo, emperadores
de Sacro Imperio y archiduques de Austria. El pretendiente Carlos heredó el
título imperial como Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. La Casa
de Saboya, por su apoyo en la guerra recibió el título de rey y la isla de Sicilia.
En 1717 hubo un intento español de recobrar las posesiones italianas perdidas
que tomó Sicilia y Cerdeña, pero una coalición de Austria, Francia, Gran
Bretaña y Holanda derrotó a los españoles en la batalla del cabo Passaro.
Reorganizando la situación de Utrecht, austríacos y piamonteses
intercambiaron Sicilia por Cerdeña en el Tratado de La Haya de 1720, dando
origen al Reino de Cerdeña o del Piamonte con el fin de facilitar la defensa de
los territorios. Se trató de apaciguar las pretensiones españolas entregando
el Ducado de Parma y el Gran Ducado de la Toscana a Carlos, hijo del nuevo
rey español.
Sin embargo, los Pactos de Familia entre los Borbones y la debilidad austríaca
en la Guerra de Sucesión Polaca permitió a Carlos conquistar la corona
del Reino de las Dos Sicilias dando lugar a una nueva rama de la dinastía,
los Borbón-Dos Sicilias. A cambio, Austria recibía el pequeño ducado de
Parma. Francisco Esteban, duque de Lorena desposeído por los reajustes
territoriales era compensado con el Gran Ducado de la Toscana. Sin embargo,
la situación seguía sin ser definitiva: El ascenso de Carlos al trono español
como Carlos III de España tras la muerte de su hermano y la incapacidad de su
hijo primogénito llevó la herencia de sus reinos italianos a su segundo
hijo Fernando I de las Dos Sicilias.
Pero sobre todo, el reparto de los reinos fue perturbado por la Guerra de
Sucesión Austríaca (1740-1748). La muerte de Carlos VI dejando como
heredera a su hija María Teresa I de Austria, ante la falta de hijos varones, no
fue reconocida por las potencias europeas pese a la Pragmática Sanción de
1713 que su padre había promulgado. Con diversos intereses, Prusia, Francia
y España atacaron y comenzaron una guerra que terminó en Italia con la
devolución a los Borbones de Parma, Guastalla y Piacenza. Felipe, hijo
de Felipe V de España, dio con ello nacimiento a la Casa de Borbón-Parma.
Las implicaciones en Alemania y el resto de Europa de la guerra causaron
la Guerra de los Siete Años (1756-1763) como revancha sin más efectos en
Italia. El matrimonio de María Teresa con Francisco Esteban supuso la
incorporación de Toscana a sus dominios en la nueva casa de Habsburgo
Lorena.

Italia 1796

Las Guerras napoleónicas (1796-1815)[editar]


Artículos principales: Guerras Revolucionarias Francesas y  Guerras Napoleónicas.

Mapa de Italia durante el dominio Francés.


Tras la Revolución francesa de 1789 Italia no se convirtió en un gran campo de
batalla, aunque hubo enfrentamientos con Saboya cuando los franceses
trataron de ocupar las tierras situadas más allá de los Alpes (Niza y el condado
de Saboya). La cosa se complicó dado que el Imperio austríaco, enemigo de
los revolucionarios, dominaba buena parte del país. Por ello, se encomendó en
1796 al joven general Napoleón Bonaparte que realizara una maniobra de
distracción contra los intereses austríacos en el sur, mientras que las
principales fuerzas atacaban por el Norte.
Sorprendentemente, fue el débil ejército de Italia el que en batallas
como Lodi y Dego obtuvo la victoria mientras el ejército del Rin se quedaba
estancado. Napoleón puso fin al dominio austríaco de Italia, que dividió en
repúblicas afines a Francia como la República Ligur, la República Cisalpina, y
la República Partenopea mientras conquistaba la gloria militar y escalaba
puestos en su ascenso al poder. Tras sufrir repetidas derrotas, los austríacos
firmaron en 1797 el tratado de Campoformio con el que Austria se rendía a
Francia y le reconocía sus conquistas, incluidas Lombardía, a cambio de
Venecia. El fracaso de la siguiente expedición de Napoleón en Egipto dio la
oportunidad a Austria de volver a intervenir en Italia, pero la derrota en
la batalla de Marengo supuso la definitiva renuncia a Italia, que desde entonces
fue uno de los territorios más firmemente controlados por Napoleón.
Las diversas repúblicas se convertirían en la República de Italia, cuyo
presidente fue Napoleón y que se convertirían en el Reino de Italia. Nápoles
fue conquistada, y el Reino de Nápoles entregado a José Bonaparte, primero, y
a Joaquín Murat posteriormente. Los Estados Pontificios fueron anexionados a
Francia en 1804, ante la poca cooperación del papa.
Durante el posterior transcurso de las Guerras Napoleónicas Italia estaría
controlada por los franceses hasta los últimos momentos. El Congreso de
Viena de 1815 marcaría la restauración del sistema político previo.
La unificación (1815-1914)[editar]
Artículos principales: Unificación Italiana  e  Imperio Austrohúngaro.

La Europa posterior al Congreso de Viena estuvo marcado por un desarrollo


del nacionalismo vinculado al romanticismo, una intensa actividad
revolucionaria de carácter liberal y, a partir del conflicto social de la Revolución
industrial, por el movimiento obrero. Italia no fue ajena a estas luchas, que
tuvieron su foco en el deseo de unir a las distintas regiones de habla y cultura
italiana en un mismo país. Se habla muchas veces de un Risorgimiento, un
renacer de la cultura italiana y de la conciencia nacional. Grupos masónicos
como los carbonari, y revolucionarios como la Joven Italia de Mazzini o el
aventurero Giuseppe Garibaldi, proliferaron en este ambiente con el apoyo de
Reino Unido y Francia, interesados en desgastar a los austríacos. Los grandes
enemigos a batir en la construcción de esta identidad nacional fueron los
intereses temporales del papa y los monarcas absolutistas como el Reino de
las Dos Sicilias y especialmente el dominio extranjero austrohúngaro
de Lombardía, el Véneto y la Toscana.
Giuseppe Mazzini, uno de los primero ideólogos del Risorgimiento.

Tan temprano como en 1820, coincidiendo con la revolución liberal en España,


hubo insurrecciones sin éxito. Guglielmo Pepe llegó en el Reino de las Dos
Sicilias a tomar la parte continental y forzar al rey a una constitución liberal,
pero la intervención de la Santa Alianza, una coalición de monarcas
absolutistas abortó la situación. En 1823, Santorre di Santarosa trató de
producir una revolución en el Piamonte, usando los colores de la
antigua República Cisalpina. Sin embargo, la intervención del rey Carlos Félix
de Cerdeña motivó que fuera un fracaso. En 1830, se repitió la situación. Tras
unas declaraciones de Francisco IV de Módena en las que alentaba el
nacionalismo italiano, los revolucionarios se organizaron y produjeron
levantamientos en Bolonia, Parma, Pésaro, Urbino y Romaña. El papa Gregorio
XVI pidió ayuda a Austria, y en 1831 Metternich había sofocado la revuelta.
La Primavera de los pueblos de 1848 fue ya un intento cercano al éxito, con
sublevaciones en Mesina, Milán y Palermo, pero la falta de apoyo
de Saboya permitió a los austríacos aplastar la insurrección. Tras la batalla de
Custoza, el Armisticio de Salasco recuperó el statu quo del Congreso de Viena.
Apenas un año después, se proclamó la República Romana presidida
por Mazzini, mientras Leopoldo II de Toscana tenía que
abandonar Florencia y Carlos Alberto de Cerdeña entraba en guerra con
Austria. De nuevo, los austríacos retomaron la insurrecta Venecia29 pese a la
resistencia de Leonardo Andervolti y frustraron los deseos de unificación de
Saboya en la batalla de Novara. El ejército francés de Napoleón III, ferviente
católico y defensor del papa, acabó con la República Romana.29
Italia en 1860 durante la unificación italiana y la anexión francesa de Niza y Saboya.

El conde de Cavour, primer ministro del Piamonte.

El Reino del Piamonte fue el protagonista final de este proceso. Camilo


Benso, conde de Cavour, primer ministro desde 1852, obtuvo el apoyo
del Segundo Imperio Francés. El 14 de mayo de 1859, un ejército francosardo
declaró la guerra a Austria e invadió Lombardía con apoyo francés en 1859.
Merced a las sucesivas victorias en Montebello, Palestro y Magenta, la región
fue conquistada y el 5 de junio, los sardos entraron en Milán. Giuseppe
Garibaldi, vuelto del exilio y al mando de los Cazadores de los Alpes, operó al
norte retomando Como. Tras una última y dura lucha, con la victoria
de Solferino fueron liberadas Brescia, Bérgamo y Verona. Los austríacos se
replegaron detrás del Quadrilatero, su línea defensiva que separaba el Véneto
del resto de la península. La crudeza de la lucha motivaría a Henri Dunant a
escribir Un Recuerdo de Solferino y a fundar la Cruz Roja. El 10 de noviembre,
se firmó el Tratado de Zúrich, que ratificó la tregua que se había alcanzado en
Villafranca. Según sus términos, Austria cedía Lombardía a Francia, que a su
vez se la entregaba al Piamonte a cambio de Niza y la comarca de Saboya.
Los estados italianos formarían una coalición encabezada por el papa.
A pesar de que el balance global había sido una ganancia de territorios para los
italianos de Piamonte-Cerdeña, estos se sintieron traicionados. Contra la idea
de dejar el resto de territorios italianos como estaban tras la paz, se apoyaron
regímenes prounificación en el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de
Parma y el Ducado de Módena, así como las Delegaciones
Papales de Bolonia, Ferrara y Romaña. Estos territorios se agruparon como
las Provincias Unidas de Italia Central, que se unieron al Reino de Cerdeña tras
un referéndum en marzo de 1860.

Giuseppe Garibaldi, revolucionario italiano.

El 6 de mayo de 1860, el aventurero y discípulo de Mazzini, Giuseppe


Garibaldi embarcó en la llamada Expedición de los Mil con destino al Reino de
las Dos Sicilias. Sorprendentemente y a pesar de su inferioridad numérica,
ganó la batalla de Calatafimi y entró en Palermo. Desde ahí cruzó el estrecho
de Mesina y puso en aprietos Nápoles. La retirada hacia el norte de Francisco
II de las Dos Sicilias le permitió entrar en la capital. Otro plebiscito apoyó la
incorporación al Piamonte, mientras que la resistencia real sufría un golpe en
la batalla del Volturno. Tras ser asediado en Gaeta el rey se exilió. Las últimas
fortalezas (Mesina y Civitella del Tronto) cayeron a comienzos de 1861. El 17
de marzo de 1861, el soberano del Piamonte, Víctor Manuel II, era
coronado rey de Italia.

Carmine Crocco, bandolero italiano.


Entre tanto, después de la anexión del Reino de las Dos Sicilias, estalló una
rebelión en las regiones del sur, debido a los problemas sociales persistentes y
a las promesas incumplidas por parte del nuevo gobierno. La rebelión,
conocida como «brigantaggio post-unitario», se transformó en una sangrienta
guerra civil que duró casi diez años. El Gobierno borbónico en el exilio explotó
la rabia del pueblo en un intento de recuperar el trono, nombrando algunos
bandoleros para conducir las revueltas, de los cuales el más famoso
fue Carmine Crocco.
En 1866, aprovechando que Alemania se enfrentaba a Austria en la guerra de
las Siete Semanas, los italianos también le declararon la guerra a Austria. Al
concluir esta se anexionaron el Véneto con su capital, Venecia,
aunque Bolzano, Trento y algunas de las regiones en disputa siguieron en
manos austríacas.
Por último, en 1870, y aprovechando que Alemania en su propio proceso
de unificación había desencadenado la guerra francoprusiana y que Francia
tuvo que llamar a todas las tropas que defendían Roma de una posible invasión
italiana (Napoleón III, ferviente católico era el principal defensor del papa),
Víctor Manuel invadió los Estados Pontificios y proclamó Roma capital de Italia.
Esta anexión generó un conflicto entre Iglesia y Estado conocido
como Cuestión Romana, que no se resolvería hasta 1929, con la creación de
la Ciudad del Vaticano.
El nacionalismo italiano siguió manteniendo sin embargo sus reclamaciones
sobre regiones que consideraba italianas, pero que permanecían en manos
extranjeras, a las que calificaba de Italia Irredenta. Esta incluía varias ciudades
y comarcas en la frontera con Austria y Croacia, a las que los sectores más
extremistas añadían Niza y Saboya, Malta, Córcega y la región italoparlante
de Suiza.

Reino de Italia (1861-1946)[editar]


Artículo principal: Reino de Italia (1861-1946)

Desde 1861 hasta 1946, Italia fue el reino gobernado por la casa de Saboya,
esta entidad política fue el Reino de Italia.
Reino temprano[editar]
Fue llamado Statuto Albertino, y permaneció sin cambios desde que Carlo
Alberto lo concedió en 1848 incluso a pesar de los amplios poderes concedidos
al rey (como, por ejemplo, nombrar a los senadores).
La final expansión del Reino de Italia fue en el Adriático oriental con la Dalmacia italiana.
En color violeta los territorios del Reino de Italia en Dalmacia entre 1918 y 1947, con las islas de
Cherso y Lussino cerca de Istria, la provincia de Zara al centro y las islas de Lagosta y Cazza en el
Adriático meridional.
En color amarillo los límites del italiano Gobiernatorado de Dalmacia entre 1941 y 1943, durante la
segunda guerra mundial.

El nuevo estado sufría varios problemas tanto por la pobreza general y


el analfabetismo como de las profundas diferencias culturales entre varias
partes: incluso hubo revueltas por el retorno a las antiguas leyes. 30
En política exterior, Italia fue mientras tanto excluida del reparto colonial
de África en la Conferencia de Berlín. Logra sin embargo establecer algunas
posiciones en Eritrea y Somalia cuando la empresa italiana de navegación
Rubattino compra la Bahía de Assab, que el gobierno comprará el 10 de marzo
de 1882. Poco a poco las fuerzas italianas van conquistando la costa entera
hasta ocupar la ciudad portuaria de Massawa en el 5 de febrero de 1885. El 1
de enero de 1890 se declara Eritrea colonia italiana. La expansión no logra
avanzar mucho más, fracasando en su intento de conquistar Etiopía, que
liderada por Menelik II los expulsó en la batalla de Adua.
La política nacionalista del Reino de Italia estuvo centrada a finales del
siglo XIX alrededor de las "Tierras italianas irredentas", especialmente en el
mar Adriático. Los territorios de Trieste, Istria, Dalmacia, poblados
mayoritariamente por Italianos, fueron objeto de muchas reivindicaciones
políticas por parte del Irredentismo italiano y terminaron por llevar a Italia a
la primera guerra mundial en contra del Imperio austriaco.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918)[editar]
Artículo principal: Primera Guerra Mundial

Las agitaciones en los Balcanes permitió a Italia ocupar las Islas


del Dodecaneso, con las que formó el Dodecaneso italiano y la
actual Libia ante la debilidad del Imperio otomano. Mientras el ambiente
internacional se iba enrareciendo, Italia se acercó al bloque alemán, debido a
los conflictos coloniales con Francia, que en su expansión por Argelia y Túnez
amenazaba la posibilidad de extenderse por el norte de África de Italia.
Sin embargo, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Italia permaneció
neutral, ya que la Triple Alianza sólo tenía intereses defensivos, y el Imperio
austrohúngaro era el que comenzaba la guerra. Sin embargo, ambos bandos
trataron de acercar a Italia a su lado, y en el 15 de abril de 1915 el gobierno
italiano se unió al Pacto de Londres al declarar la guerra a Austria a cambio de
varios territorios (Trento, Trieste, Istria, Dalmacia). En octubre de 1917, los
austríacos, que habían recibido refuerzos alemanes, rompieron las líneas
italianas en Caporetto, pero los italianos, ayudados por los aliados, pararon su
avance en el río Piave, no lejos de Venecia. Después de otro año de guerra de
trincheras y una triunfal ofensiva italiana, la exhausta Austria se rendía a los
aliados el 4 de noviembre de 1918, siendo pronto seguida por Alemania.

Benito Mussolini y Adolf Hitler.

El régimen fascista (1919-1939)[editar]


Artículo principal: El Fascismo en Italia

En la posguerra, Italia recibió los territorios prometidos en el acuerdo de 1915


excepto Dalmacia, que pasó al recién formado reino de Yugoslavia, siendo el
origen de la Cuestión Adriática. Italia prosiguió su expansión por el Adriático,
bombardeando y ocupando Corfú en 1923 como respuesta al asesinato de un
diplomático italiano, y anexionándose la ciudad de Fiume (hoy Rijeka) en 1924
que había sido declarada libre.
Algunos trabajadores italianos, inspirados en la Revolución rusa, causaron
miedo al gobierno, lo que produjo la aparición de un pequeño partido fascista,
liderado por Benito Mussolini (un antiguo socialista convertido en nacionalista),
cuya violenta reacción a las huelgas fue mucho más apreciada que la tibia
reacción del gobierno. Después de varios años de incidentes, en octubre de
1922, los fascistas emprendieron una marcha sobre Roma (Marcia su Roma).
Los fascistas eran un número reducido, pero el rey dio orden al ejército de no
intervenir, y formó una alianza con Mussolini, convenciendo al partido liberal de
aprobar el gobierno liderado por los fascistas. Durante los años
siguientes, Mussolini (al que se apodó el "Duce", el líder) suprimió todos los
partidos políticos,31 y limitó las libertades para "prevenir revoluciones".
En 1929 Mussolini pactó con la Iglesia católica (Pactos de Letrán), con la que
Italia había estado en conflicto desde la anexión de los Estados Pontificios en
1870, permitiendo la formación del estado del Vaticano y obteniendo de la
Iglesia el reconocimiento de la unidad de Italia. Inicialmente mantenía buenas
relaciones con Francia y Gran Bretaña pero en 1935-1936 la situación cambio
por la invasión italiana de Etiopía y por las afinidades ideológicas entre el
partido fascista italiano de Mussolini y el nacionalsocialista (nazi) alemán
de Adolf Hitler.
Ocupación italiana de Albania y Etiopía[editar]
Artículo principal: Imperio Italiano

El imperio italiano en 1940.

Cuando Alemania se anexionó Austria e invadió Checoslovaquia, Italia vio la


oportunidad de convertirse en un miembro del eje. Después de
que Hitler invadiera Checoslovaquia sin avisar a Mussolini, este decidió
anexionarse Albania. El rey italiano Víctor Manuel III, se opuso al plan, por ser
excesivamente arriesgado.
El régimen fascista trató de ampliar su imperio colonial, retomando la conquista
de Etiopía, que, tratando de evitar las reivindicaciones italianas, firmó acuerdos
comerciales con Japón y Estados Unidos para buscarse su favor. En la noche
del 2 al 3 de octubre de 1935, tropas italianas procedentes de Eritrea
invadieron Etiopía. La capital, Adís Abeba, fue tomada por los italianos el 5 de
mayo de 1936. Italia se anexionó formalmente Etiopía el 9 de mayo de 1936. El
emperador tuvo que exiliarse en Gran Bretaña y la Sociedad de Naciones no
resolvió el conflicto en favor de los intereses etíopes a pesar de las
reclamaciones de Francia y el Reino Unido.
A pesar de ello, Roma dio un ultimátum a Tirana el 25 de marzo de 1939,
exigiendo la aceptación de la ocupación italiana. El rey, Zog, rechazó aceptar
dinero en compensación por la colonización de su país, y en el 7 de abril de
ese mismo año, las tropas de Mussolini invadieron Albania. Tras una breve
resistencia, especialmente intensa en Durrës, los italianos resultaron
vencedores.
El rey Zog, su mujer, Geraldine Apponyi, y su hijo Leka huyeron a Grecia y,
posteriormente, a Londres. El 12 de abril, el parlamento albanés votó a favor de
unificar el país con Italia. Víctor Manuel III tomó la corona albanesa, y los
italianos establecieron un régimen fascista bajo Shefqet Verlaci, cuyos servicios
militares y políticos dependían de Italia.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)[editar]
Artículo principal: Italia en la Segunda Guerra Mundial

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Italia permaneció neutral (con el


consentimiento de Hitler), pero declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña el 10
de junio de 1940, cuando Francia se veía derrotada. Mussolini creyó que Gran
Bretaña pediría la paz, lo que resultó un error de cálculo.
Después de que el ejército alemán invadiera Polonia, Francia y Dinamarca,
Mussolini decidió usar Albania como cabeza de puente para invadir Grecia. Las
fuerzas italianas desembarcaron el 28 de octubre de 1940 y en un encuentro
entre ambos dictadores, Mussolini sorprendió a Hitler con el anuncio de la
invasión. Mussolini contaba con una rápida victoria, pero la resistencia griega
fue superior a la esperada, rechazando el ataque italiano, y contratacando en
Albania. Los griegos tomaron Korçë y Gjirokastër y amenazaron Vlorë.
El miedo a caer bajo el dominio griego evitó la cooperación entre los albaneses
y las fuerzas griegas, y las tropas de Mussolini se reagruparon en Albania
Central. Incómodo ante esta situación en los Balcanes, Hitler intervino el 6 de
abril de 1941, en coalición con Bulgaria y Hungría contra Grecia y Yugoslavia.
Un mes más tarde la Albania dominada por Italia se había visto engrandecida
con el territorio de Kosovo. Irónicamente, el nacionalismo albanés consiguió
sus metas bajo dominio extranjero.

Mapa del Mare Nostrum Italiano en 1942. El color verde delimita las áreas controladas por Italia,
mientras que el rojo delimita las inglesas.

El 22 de mayo se firmó el Pacto de Acero, que consolidó la alianza entre las


dos dictaduras. Con la sola excepción de la armada, las fuerzas italianas
colaboraron con las alemanas en Grecia y el norte de África. Desde la
primavera de 1941 hasta noviembre de 1942 la Italia de Mussolini consiguió
extender su control a toda el área central del Mediterráneo (Mare Nostrum
Italiano).
Tras la fallida invasión de la URSS (1941-42) y la entrada de los Estados
Unidos en la guerra (1941) la situación del Eje se deterioró. En mayo de 1943
el mariscal Bernard Montgomery derrotó definitivamente a las Afrika Korps en
el norte de África y en julio tropas aliadas invadieron Sicilia. El rey Víctor
Manuel III mandó arrestar a Mussolini y nombró al mariscal Badoglio primer
ministro. Entre tanto, las tropas coloniales británicas habían logrado que Haile
Selassie recuperara el trono etíope.
El nuevo gobierno continuó oficialmente como aliado del eje, pero comenzó a
negociar la paz con los aliados, lo que no gustó a Hitler que envió tropas a Italia
con el pretexto de luchar contra la invasión aliada. El 8 de septiembre de 1943
el nuevo gobierno declaró un armisticio con los aliados, sin declarar la guerra a
Alemania, lo que dejó desorientado al ejército. Badoglio y la familia real se
desplazaron entonces a la zona controlada por los aliados. En la subsiguiente
confusión el ejército italiano fue barrido por los alemanes (excepto en Roma y
en la isla griega de Cefalonia), quedando las tropas de Hitler como dueñas del
norte de Italia que, tras la liberación de Mussolini, se convertiría en la República
Social Italiana. Con la ocupación alemana surgió un movimiento de oposición
armada (la llamada Resistencia partisana) que aglutinó a los opositores al
fascismo y al nazismo. A través de una guerra de guerrillas los partisanos
contribuyeron a desestabilizar el poder de los alemanes y del gobierno de
Mussolini.
Mientras los aliados empujaban lentamente a las tropas alemanas al norte
(Roma cayó en junio de 1944 y Milán en abril de 1945) la monarquía finalmente
declaró la guerra a Alemania. La liberación italiana se concretó en abril de
1945.

República de Italia (1946-presente)[editar]


Artículo principal: Historia de la República italiana

En el referéndum de 1946, se selló el fin de la monarquía de la Casa de


Saboya, desprestigiada por su implicación en la Segunda Guerra Mundial y la
dictadura fascista, y el nacimiento de la República italiana. En 1948 entró en
vigor una nueva Constitución. Con ajustes menores en la frontera en favor
de Francia y Yugoslavia y la pérdida de su imperio colonial, se llegó a la
configuración territorial definitiva del país. En las primeras elecciones hubo una
dura lucha entre la Democracia Cristiana, favorecida por los Estados Unidos y
los poderosos Partido Socialista Italiano y Partido Comunista Italiano, que eran
respaldados por la otra potencia vencedora, la URSS. Las presiones
del presidente de los Estados Unidos Truman llevaron a la exclusión de los
comunistas del gobierno y permitieron a la larga la victoria cristianodemócrata
en las Elecciones generales de Italia de 1946.32
La Italia de la posguerra fue, junto al Benelux, Francia y Alemania, el corazón
del europeísmo. En 1949 Italia se adhirió a la Organización del Tratado del
Atlántico Norte y en 1955 se unió a las Naciones Unidas. Ese mismo año, se
fundó la Comunidad Económica Europea, antecesora de la Unión Europea, de
la que Italia fue miembro fundador. Desde entonces Italia ha participado de los
avances en pro de una política comunitaria, con participación en eventos como
la creación del Euro (1999).
Foto de Aldo Moro el segundo día de su secuestro.

Durante la década de los años 70 Italia sufrió una crisis social llamada


posteriormente como los anni di piombo (años de plomo), en donde la
insatisfacción por la situación política-institucional caótica con gobiernos que
duraban apenas unos pocos días, se tradujo en un principio en violencia
callejera y sucesivamente en lucha armada, llevada a cabo por grupos
organizados de izquierdas que usaron el terrorismo como arma con el objetivo
de crear las condiciones para influenciar o derrocar el orden institucional y
político italianos. Tras algunos ataques y asesinatos contra jóvenes
neofascistas ("matar un fascista no es delito", se decía), algunos no dudaron en
responder formando a su vez grupos armados. Estas turbulencias llegaron a su
apogeo en 1978 con el asesinato del líder cristianodemócrata Aldo Moro por
las Brigadas Rojas, que supuso el fin de la política de reconciliación con los
comunistas conocida como compromiso histórico italiano. La intervención de
los servicios secretos italianos y de algún otro país, a los que se les considera
responsables de una "estrategia de la tensión", agravó la crisis deteniendo a
miles de activistas de extrema-izquierda. 32 El brutal atentado contra la estación
de Bolonia fue uno de los más duros golpes de aquellos enfrentamientos.
Atribuida a Ordine Nuovo, un grupo terrorista de ultraderecha, nunca se llegó a
aclarar completamente.
Esa Italia inestable se vio asimismo salpicada por escándalos judiciales. Es
conocida la lucha contra la mafia, que saltó a la fama con el asesinato del
juez Giovanni Falcone (1992). El ex primer ministro democratacristiano Giulio
Andreotti fue acusado de ser un padrino político de la mafia. También fue un
escándalo el reconocimiento oficial de la existencia de la Operación Gladio, en
la que servicios secretos de la OTAN auspiciaban actividades anticomunista.
En 1992 los jueces del Tribunal de Milán, el más famoso Antonio Di Pietro,
empezaron muchos procesos, conocidos como Operación Manos Limpias,
contra partidos políticos descubriendo una corrupción enorme. La mayoría de
los diputados del Parlamento fueron involucrados.
Silvio Berlusconi.

En 1994 aprovechando de la crisis de los partidos tradicionales, Silvio


Berlusconi empresario mediático y propietario de tres cadenas de televisión
privadas fundó un nuevo partido Forza Italia que ganó las elecciones con la
ayuda de su control de los medios de comunicación. Berlusconi gobernó en
coalición, con el apoyo de la federalista e incluso separatista Liga Norte, que
empezó a ganar influencia en el norte del país (Padania), rico e industrializado
y otros partidos conservadores o neofascistas como Alianza Nacional por solo
ocho meses.

Romano Prodi.

Acusado de corrupción y de hacerse con el control del estado, Berlusconi fue


un revulsivo para la oposición. En 1996 ganó las elecciones una coalición de
centro izquierda, el Olivo, encabezada por Romano Prodi. Las tensiones
internas en la coalición de izquierdas hicieron que solo dos años después
hubiera sido sustituido por Massimo D'Alema y permitieron en 2001 a Silvio
Berlusconi recuperar el poder. Bajo su segundo gobierno, Italia fue miembro de
la alianza que participó en la lucha antiterrorista de Estados Unidos, en
Afganistán e Irak, países en los que aún mantiene tropas.
La historia se repitió cuando Prodi logró volver al cargo de primer ministro. El 9
y 10 de abril de 2006, en elecciones generales, la coalición de Berlusconi fue
derrotada por la centroizquierdista alianza L'Unione, que postulaba al
expresidente de la Comisión Europea y ex primer ministro Romano Prodi, por
un estrecho margen, que le llevó a depender de los senadores vitalicios en el
senado. Este nuevo gobierno comenzó un proceso de reformas para
modernizar el país, pero tuvo que encarar numerosas crisis por la fragilidad de
la coalición, como en la elección de los presidentes del Congreso y Senado,
que dividió a la coalición, o la pérdida de una moción de confianza sobre la
política exterior, que se ganó la oposición de los comunistas. El 25 y 26 de
junio de 2006, los italianos rechazaron en un referéndum la propuesta del ex
primer ministro Berlusconi para dar más poderes al jefe de gobierno y dar los
primeros pasos al federalismo, reclamación de una Italia del norte cada vez
más federalista. Los resultados fueron una victoria política para Romano Prodi.
Sin embargo, varias polémicas en torno a un caso de espionaje móvil o
controversias sobre cambios en la dirección de la Guardia de Finanzas han
seguido poniendo en jaque a la clase política.
En abril de 2008 Silvio Berlusconi gana las elecciones al frente de una coalición
y es nombrado primer ministro. Su gobierno volvió a dar escándalos como
la ley Alfano, uno de los intentos de Berlusconi de evitar su persecución legal
por delitos de corrupción o los escándalos de su villa en Cerdeña.
Paralelamente comenzó un proceso de reorganización política buscando
disminuir las coaliciones inestables: en marzo de 2009 los partidos que
formaban la coalición, Forza Italia, Alianza Nacional y otros, se unen para
formar un nuevo partido, el Popolo della Liberta. El sucesor de Prodi y
exalcalde de Roma, Walter Veltroni congregó a las izquierdas en un
nuevo Partido Democrático que no ha logrado recuperar el poder ni bajo
Veltroni ni bajo una variedad de líderes. Tampoco ha logrado Berlusconi la
estabilidad política afrontando la secesión de Gianfranco Fini, presidente del
Parlamento, que abandonó el partido gubernamental dejándolo sin mayoría en
el congreso.33 34 Tras la crisis de gobierno de 2018, asume Giuseppe
Conte como primer ministro.

Véase también[editar]
 República Romana
 Imperio Romano
 Imperio Romano de Occidente
 Estados Pontificios
 Reino de Sicilia
 Reino de Nápoles
 Ducado de Milán
 República de Venecia
 Reino de Italia
 Unificación de Italia
 Historia territorial de Italia

Referencias[editar]
1. ↑ «Encyclopædia Britannica: History of Italy».
2. ↑ Saltar a:a b «Fabrizio Coppola – Istituto Scientia: Breve storia dell'Italia e degli
italiani».
3. ↑ Saltar a:a b «Encyclopædia Britannica: Sharply distinguished from Italy were the
provinces of the empire.».
4. ↑ Saltar a:a b «Arthur Keaveney: Rome and the unification of Italy».
5. ↑ Historia I, Las civilizaciones del viejo continente
6. ↑ «Cristina La Rocca from Oxford University: Italy In The Early Middle Ages: 476-
1000».
7. ↑ «John Navone:Italy in the High Middle Ages 1150-1309».
8. ↑ Guillotining, M., History of Earliest Italy, trans. Ryle, M & Soper, K. En Jerome
Lectures, Seventeenth Series, p. 50.
9. ↑ «Encyclopædia Britannica: Italy, ancient Roman territory».
10. ↑ «Theodore Mommsen: The History of Rome».
11. ↑ «Dr. Christopher J. Dart:The Social War, 91 to 88 BCE.A History of the Italian
Insurgency against the Roman Republic».
12. ↑ «Gallo Anna Rosa, Università degli Studi di Bari: lex Plautia Papiria».
13. ↑ «Encyclopædia Britannica: Provinciae, Roman possessions outside Italy from
which tribute was required».
14. ↑ «Università Ca' Foscari di Venezia: La Gallia Cisalpina, dalla morte di Cesare alle
lotte triumvrali. (Lex Roscia del 49 a.  C. - Annessione all'Italia romana 42 a.  C.)».
15. ↑ Gardner, J. F., The Dictator, in Griffin, M., A Companion to Julius Caesar. The
Lex Roscia was introduced in 49 BC by the praetor Lucius Roscius Fabatus on
behalf of Julius Caesar. (2009), p. 65
16. ↑ «Leonardo Cecchi: La profonda romanizzazione dell'Italia ».
17. ↑ Vermeule: op. cit., pág. 271.
18. ↑ Mallory, J. P. y Douglas Q. Adams. Encyclopedia of the Indoeuropean cultures,
Bell Beaker pp. 53,54,55.
19. ↑ Mallory, J. P. y Douglas Q. Adams. Encyclopedia of the Indoeuropean cultures,
Italic languages pp. 315-319.
20. ↑ «Guido Barbujani: Confermata l'origine autoctona degli Etruschi».
21. ↑ Wanderlingh Attilio, The Neapolis days, Intra Moenia, Naples april 2001
22. ↑ «Giovanna Cicala: La storia delle origini di Roma, fra archeologia, letteratura e
mito».
23. ↑ «The Roman Italy. Encyclopaedia Britannica».
24. ↑ «Rome and the unification of Italy».
25. ↑ Cristina La Rocca, ed. Italy in the Early Middle Ages: 476-1000 (2002).
26. ↑ Stéphane Barry and Norbert Gualde, "The Biggest Epidemics of History"-La plus
grande épidémie de l'histoire, in L'Histoire n.º310, June 2006, pp.45-46
27. ↑ edad oscura por "Edad Media"
28. ↑ Dice Francisco de Quevedo en su clásico Poderoso Caballero es Don Dinero:

Nace en las Indias honrado


Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.

Francisco de Quevedo

29. ↑ Saltar a:a b 1979 - Daniele Manin and the Venetian revolution of 1848-49, Paul
Ginsborg, Wersten Printed Services, Bristol.
30. ↑ «La lingua scritta e amministrativa di tutti gli Stati italiani preunitari era l'italiano, fin
dal XVI secolo».
31. ↑ Marco Palla Mussolini e il fascismo. Giunti, 1994, página 49
32. ↑ Saltar a:a b A History of Contemporary Italy: Society and Politics, 1943-1988,  Paul
Ginsborg, (1998), Palgrave Macmillan, 2003 - ISBN 978-1-4039-6153-2
33. ↑ Italy and its discontents: family, civil society, state, 1980-2001, Paul Ginsborg,
2003, London: Palgrave Macmillan ISBN 1-4039-6152-2
34. ↑ Silvio Berlusconi. Televisión, poder y patrimonio, 2006, Editorial Foca, ISBN 978-
84-95440-83-9, 200 págs, Ver libro en inglés en google books

Bibliografía[editar]
Antigüedad Clásica

 1959 - Indro Montanelli. Historia de los Griegos. Historia de Roma ISBN


84-01-41031-2
Italia y España

 2006 - Colomer, José Luis (dir). España y Bolonia. Siete siglos de


relaciones artísticas y culturales. Centro de Estudios Europa
Hispánica. ISBN 84-934643-5-X
 2004 - Boccario, Piero (dir.) España y Génova. Obras, artistas y
coleccionistas. Centro de Estudios Europa Hispánica. ISBN 84-933403-
4-0
Italia, reunificación

 1979 - Paul Ginsborg, Daniele Manin and the Venetian revolution of


1848-49, Wersten Printed Services, Bristol
Italia contemporánea

 2003 - Paul Ginsborg, A History of Contemporary Italy: Society and


Politics, 1943-1988, Palgrave Macmillan, 2003 - ISBN 978-1-4039-
6153-2
 2003 - Paul Ginsborg, Italy and its discontents: family, civil society,
state, 1980-2001, London: Palgrave Macmillan ISBN 1-4039-6152-2
 2006 - Paul Ginsborg, Silvio Berlusconi. Televisión, poder y patrimonio,
Editorial Foca, ISBN 978-84-95440-83-9, 200 págs.

 2005 - Paul Ginsborg, Silvio Berlusconi: television, power and


patrimony, London: Verso, 2005 ISBN 1-84467-541-6

Enlaces externos[editar]
  Wikisource contiene obras originales de o sobre Historia de
Italia.
 Documentos de la historia de Italia.
 Riami Cronología de la historia de Italia desde 1861 hasta 1994 (en
italiano).

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