Poesia

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(Des)localizados

Textualidades en el espacio-tiempo

Ediciones Universidad de Salamanca/FOCUS 16


(Des)localizados
Textualidades en el espacio-tiempo
FOCUS, 16
Focus. Colección dirigida por Alberto Martín Expósito

1.ª edición: junio 2021


ISBN: 978-84-1311-525-2 (Impreso) / Depósito legal: S 200-2021
ISBN: 978-84-1311-555-9 (PDF)

Producción y coordinación editorial


Servicio de Actividades Culturales. Universidad de Salamanca

Edición de textos
Amalia Iglesias Serna

Diseño y maquetación
Egido Pablos. Comunicación Gráfica

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ANTONIO COLINAS
LUIS CORREA-DÍAZ
BELÉN GACHE
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS
NAJAT EL HACHMI
AMALIA IGLESIAS SERNA
FRANCISCO JOSÉ MARTÍN
M.ª ROSARIO MARTÍN RUANO
CÉSAR ANTONIO MOLINA
M.ª ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ
EMILY ROBERTS
ÁNGELA SEGOVIA
UNAI VELASCO
M.ª CARMEN ÁFRICA VIDAL CLARAMONTE
MINKE WANG TANG

(Des)localizados
Textualidades en el espacio-tiempo

EDICIONES UNIVERSIDAD DE SALAMANCA


Índice

INTRODUCCIÓN............................................................................................................ 9

POESÍA: UNA CONTINUA METAMORFOSIS......................................... 11


Antonio Colinas
Libertad de crear y libertad de ser........................................................................ 13
Poemas................................................................................................................................. 18
César Antonio Molina
Los viejos maestros....................................................................................................... 23
Poemas................................................................................................................................. 26
Juan Antonio González Iglesias
Un ángulo me basta..................................................................................................... 33
Poemas................................................................................................................................. 35

POETAS EXTRATERRITORIALES. MIGRACIONES Y EXILIOS..... 41


Amalia Iglesias Serna
El «idioma propio» de la creación literaria...................................................... 43
Poemas................................................................................................................................. 49
Emily Roberts
Iniciación al viaje........................................................................................................... 53
Poemas................................................................................................................................. 55
Minke Wang Tang
En busca de una lengua imperfecta..................................................................... 61
Poemas................................................................................................................................. 66

LA ESCRITURA COMO ESPACIO PARA LA HIBRIDACIÓN..... 71


M.ª Carmen África Vidal Claramonte
Escribir para entender la intersección: el ejemplo
de Najat El Hachmi .................................................................................................... 73
M.ª Rosario Martín Ruano
(Des)localizados, traductores, (re)configuradores: (re)pensar(nos)
con Najat El Hachmi.................................................................................................. 83
Najat El Hachmi
Sabores ............................................................................................................................... 91
SINTONICE NUESTRO CANAL
¿CÓMO SE DIFUNDE LA POESÍA HOY?..................................................... 99
Ángela Segovia
Literatura y redes........................................................................................................... 101
Poemas................................................................................................................................. 105
Unai Velasco
Módems, routers, iPhones. La difusión de la poesía en el marco
internáutico reciente.................................................................................................... 111
Poemas................................................................................................................................. 121

OFFLINE/ONLINE.......................................................................................................... 127
M.ª Ángeles Pérez López
Nuevas textualidades y temporalidades............................................................ 129
Poemas................................................................................................................................. 133
Belén Gache
Solo la poesía nos hará libres. (La Resistencia Poética Galáctica)........ 139
Poemas................................................................................................................................. 145
Luis Correa-Díaz
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana............................................. 151
Poemas................................................................................................................................. 160

EPÍLOGO................................................................................................................................ 165
Francisco José Martín
La literatura como exilio........................................................................................... 167
Introducción

Reunimos aquí las intervenciones del ciclo «(Des)localizados. Tex-


tualidades en el espacio-tiempo», organizado por el Servicio de Ac-
tividades Culturales de la Universidad de Salamanca en el marco
de los actos conmemorativos del viii Centenario de la Universidad.
En este encuentro, celebrado durante cinco jornadas, se plantea-
ron varias mesas redondas cuyo objetivo era analizar, desde distin-
tas perspectivas, los cauces por los que transcurre la creación lite-
raria de nuestro tiempo, especialmente la poética, atendiendo a los
nuevos contextos espacio-temporales, su interlocución con los exi-
lios y tránsitos o nomadismos del presente; los nuevos referentes
simbólicos de la globalización; los espacios virtuales como lugar de
creación y como medio de difusión para llegar a los pliegues más
recónditos del planeta; el tiempo de la memoria y el territorio de
lo intemporal a través de las voces de los maestros antiguos; las
encrucijadas de la escritura como hibridación; la intersección de
idiomas y lenguajes como nudos de la escritura, la confluencia
de identidades y el relato de los no-lugares contemporáneos que
estableciera en su día Marc Augé…
«La poesía es palabra en el tiempo», escribe Antonio Machado,
y la poesía de nuestro tiempo está atravesada por nuevas coorde-
nadas que invitan a repensar sus espacios y sus tiempos desde la tra-
dición y la historia y también a la luz de las nuevas textualidades.
Textualidades en las que destacan como novedades «tres uves»:
velocidad, virtualidad y viralidad; y tres «emes»: mestizajes, me-
tamorfosis y migraciones.
Para aproximarnos a estas inquietudes teóricas y creativas conta-
mos con poetas, profesores y críticos actuales que pertenecen a
distintas generaciones y estilos, y representan también la diversi-
dad de nuestro panorama literario, enriquecido por esa fusión
de voces en la que, cada vez más, confluyen espacios y tiempos
de distintas procedencias. Antonio Colinas, Luis Correa-Díaz,
Belén Gache, Juan Antonio González Iglesias, Najat El Hachmi,
Amalia Iglesias Serna, Francisco José Martín, M.ª Rosario Martín
Ruano, César Antonio Molina, M.ª Ángeles Pérez López, Emily
Roberts, Ángela Segovia, Unai Velasco, M.ª Carmen África Vidal
Claramonte y Minke Wang Tang, exploran a continuación esas
textualidades contemporáneas.
Amalia Iglesias Serna colaboró con el sac en la coordinación y
preparación del ciclo «(Des)localizados. Textualidades en el espa-
cio-tiempo», que está en el origen de este libro, así como en los
preparativos de esta edición.
POESÍA: UNA CONTINUA METAMORFOSIS

ANTONIO COLINAS
Libertad de crear y libertad de ser
Poemas

CÉSAR ANTONIO MOLINA


Los viejos maestros
Poemas

JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS


Un ángulo me basta
Poemas
Libertad de crear y libertad de ser

Antonio Colinas

En diversas ocasiones, al tratar temas de Poética, he escrito que no


hay poesía sin vida ni vida sin poesía. La experiencia se confirma
así como la base de la creación, dejando de ser una mera tarea inte-
lectual de la cual surge el poema como una «construcción», como
un «producto» y no como un «fruto»; es decir, como el resultado
de una siembra y de una maduración en el tiempo. Por eso he pen-
sado en este ciclo de intervenciones en la poesía no solo como una
mera vía de conocimiento o búsqueda espasmódica, sino como
una forma «abierta» de ser.

Esta forma abierta o libre del conocer nos llevará también a pensar
que existen tantas Poéticas (auténticas) como poetas y que, en esa
base de vida que hay en la poesía, cada uno desarrollará su propia
experiencia de conocer, de ser y de estar en el mundo. Por eso, con
el paso del tiempo descreemos de las Poéticas que hemos escrito y
acabamos optando por conceptos mucho más claros y sintéticos.
En este sentido, a mí me gusta decir últimamente que ser poeta es
simplemente «una forma de ser y de estar en el mundo».

Esa multiplicidad de Poéticas la apreciamos muy bien cuando


abrimos las páginas de un libro que firman Fermín Herrero y Mi-
guel Munárriz, titulado con una paráfrasis de un conocido y tó-
pico verso de Bécquer. Poesía ¿eres tú? es el título de este libro.
Para responder a esa pregunta los autores han recogido en tres
capítulos o grandes bloques temáticos –«La poesía», «El poema»,
14 Antonio Colinas

«El poeta»– una cuidadosa y amplísima recopilación de defini-


ciones de autores de ayer y de hoy, de todos los tiempos.

Aunque en algunas de las definiciones se dé la ligereza o la provo-


cación, el libro está lleno de hallazgos, de aproximaciones sinceras
que coinciden en estos casos plenamente con la innegable calidad
de la obra del poeta que las emite. Pero ya digo que lo importante
es esa variedad de criterios que responden a la autenticidad y detrás
de los cuales está la experiencia de «ser y de estar en el mundo».

Tenemos, pues, en el campo de la teoría literaria el criterio de


muchos, pero hoy nos acompañan en esta Casa-Museo de Unamu-
no dos poetas distintos y auténticos; distintos porque sus obras
siguen caminos separados, pero a la vez les une la valía de sus
obras. Me refiero a César Antonio Molina y a Juan Antonio Gon-
zález Iglesias. Caminos y vidas paralelas, pero que sin embargo
coinciden en unos criterios que avalan esa autenticidad que los
distingue.

En primer lugar, en ellos hay una grande y fecunda fidelidad a la


cultura, y no solo por sus tareas como profesores universitarios,
sino también porque abordan dicha/s cultura/s por caminos de
apasionada fertilidad. En ellos se han dado las lecturas funda-
mentadas, pero también muy matizadas al ofrecernos campos de
conocimiento comunes, como el del mundo clásico, los viajes o
la ausencia de criterios monocordes o sectarios.

Además de la lengua común, la española, ambos se mantienen


en la órbita de otras dos que, a su vez, los distingue. Molina,
cercana a la gallega; González Iglesias al latín, pero a su vez esta
distinción confluye en su cercanía a la común cultura Medite-
rránea y, en concreto, a la poesía que generaron las dos orillas de
este mar: la de los poetas grecolatinos de hoy y de ayer. A su vez,
como Virgilio, miran hacia Grecia, pero su interés se fija a través
de los autores y tierras de Italia, esas que funden las culturas y
los territorios en el topónimo Magna Grecia, ese territorio que se
extendía entre los templos de Paestum y los de Agrigento, entre
el Lazio y Sicilia.
Libertad de crear y libertad de ser 15

La poesía de Molina es derramada y telúrica, muy fiel al origen


de las piedras y el mar de su noroeste de Galicia, pero traspasa-
das de un cosmopolitismo que le han proporcionado sus via-
jes; fijados también en sus libros de memorias. González Iglesias
parece buscar más la síntesis, la fidelidad a lo anecdótico (que
es expresión de vida) y sobre todo de lo que podríamos recono-
cer como Modernidad. Mira el mundo con los ojos de hoy, con
mirada nueva, apresa el instante, pero teniendo bien arraigada
su mirada en el canon o ejemplo del clasicismo. Mas no hay
que engañarse porque en ambos casos –fidelidad al origen y a
sus símbolos, fijación del instante– se da una clara originalidad.
Es esta originalidad la que hace de ellos poetas inusuales y, por
tanto, bastante ajenos, a mi modesto entender, a modas o a ge-
neraciones poéticas.

A ambos también les ha estado destinada una difícil prueba: na-


cen en el momento en que se desarrollan movimientos poéticos
tópicos por excesivamente reiterados (poesía novísima, poesía de la
experiencia, sin que podamos hablar de ellos como postnovísimos
o tardíos copistas de la realidad más simple, esa que ya en su día
ejemplifico Gil de Biedma y que luego la han repetido hasta la
saciedad), porque no caen en los tópicos ni practican la imitación,
el mimetismo. Escuchan sin más sus propias voces interiores y las
transmiten. En ambos hay fidelidad a la cultura y a la vida del ins-
tante aparentemente ligero, pero a la vez expresan mundos propios
con palabras nuevas.

Me estoy sobrepasando, aunque a la vez solo las sobrevuele, en


mi visión de las Poéticas de estos dos poetas estando como están
presentes, y siendo ellos los que nos van a dar su propia visión de
su escritura y en concreto de esta como objetivo siempre abierto
a la libertad. Acabo de hablar de palabras nuevas. Ello me per-
mitirá, antes de terminar, aludir a otro concepto que para mí
define la mejor poesía. Esta es y debe ser, ante todo, palabra nue-
va. Porque al poeta no le está destinada la misión del «fotógrafo»;
él no debe copiar con sus palabras la realidad, a no ser que la
metamorfosee y le proporcione a esta la intensidad debida, o el
«voltaje» preciso, como nos decía Ezra Pound.
16 Antonio Colinas

Poesía y vida expresados con palabra nueva nos remiten a una obra
menos valorada, pero no por ello menos valiosa de Dante, como es
su Vita Nuova; aunque nuestra María Zambrano tenía a este libro
por preferido frente a la mismísima Commedia dantesca. Por ello, el
libro de Dante (su título) nos lleva al terreno de cuanto comenzába-
mos escribiendo: hay palabra nueva en el creador cuando responde
a una vida nueva. El ser y estar en el mundo de una manera concreta
es en Dante el resultado de un profundo proceso de iniciación.

Hay pues en Dante, como resultado de esa transformación, una


experiencia de ser que va de lo más concreto a lo más trascendental.
Por eso, se habla de que su Vita Nuova puede ser leída también como
el «Diario de un poeta adolescente», o como una crónica amorosa, o
como una recopilación de anécdotas aparentemente sin importan-
cia, pero llenas de significación simbólica: el encuentro, Florencia, la
ciudad y su río, el camino, el viaje, el amor, la muerte, la divinidad.
Y alternando osada y jugosamente el poema con la prosa.

La poesía es, ante todo, un gran gesto de libertad expresiva, pero


a la vez está sometida a normas, como la de la síntesis, que la hacen
más preciada. Por ello el poeta debe decir en unas pocas palabras
lo que el narrador o el ensayista pueden decir en muchas. En un
solo poema de un libro o incluso en un solo verso puede haber
poesía, pero ese poema o ese único verso deben tener su fulgor que
lo distinga, debe responder a una palabra nueva.

Encontrándonos aquí, en la Casa-Museo de Miguel de Unamuno


y, pensando solo en unas pocas palabras de este, pero de gran ca-
lado, no tengo por menos que volver a recordar aquel temprano
verso del poeta vasco: «Piensa el sentimiento, siente el pensamien-
to». Con solo seis palabras nos recuerda que, siendo breve la forma
del poema, el poeta se ve obligado a tener que sentir y pensar a la
vez en él. Por eso yo creo, generalizando claro, que el poema ideal
puede ser aquel en el cual el poeta piensa y siente al mismo tiempo
y en la misma medida.

El pensar en el poema nos conduce al humanismo –tan emblemá-


tico en Dante y en el posterior Renacimiento italiano y europeo–,
Libertad de crear y libertad de ser 17

pero igualmente a la emoción de sentir. Porque sabemos que el


poema también se distingue porque es mensaje que nos emociona,
que nos conmueve. En Unamuno este afán de pensar y de sentir
en el poema debió de suponer una prueba muy dura.

¿Estamos ante un autor que pensaba más que sentía en el poema?


¿De ahí esa ausencia de musicalidad, de sentido órfico, que a veces
se le reprocha? En él el «ser y estar en el mundo» le llevaron a una
especie de tarea titánica al escribir su poesía, en la cual le rebosa-
ban las ideas, el directo expresarse, el compromiso, la letra más que
la música del ritmo del verso. Y era así porque los grandes temas
de su obra –el afán de trascendencia, el sentimiento de la natura-
leza, la visión de España– forcejeaban por ir más allá de cualquier
música vana o de cualquier sentir remilgado.

Sí, hay tantas Poéticas como poetas. Pero mirar hacia otro de sus
coetáneos, Antonio Machado, nos bastaría para encontrarnos con
la «pitagórica lira», con «la lira inmensa»: con la simbología órfica.
Y más tarde, en Neruda, con la palabra que se derrama y estalla,
como suele hacer para distinguirse generalmente la poesía que nos
llega del otro lado del Océano, de quienes en nuestros países her-
manos escriben en nuestra misma lengua.

O nos encontraríamos antes con ese manantial del que nace nues-
tra modernidad: la poesía de Rubén Darío. Rotundo Rubén,
maestro también de la poesía musical que fluye, pero que a la vez
revela los temas diarios o cultos, pues se atreve y tiene el don de
ocuparse de los más trascendentes, esos que él fijó, ¡con tan pocas
palabras! en su gran poema «Lo fatal».

Sí, hay tantas Poéticas como poetas, pero lo que cuenta es la au-
tenticidad del que escribe, de quien busca y ha dado con la palabra
nueva. Esto creo que se da con bastante claridad en los dos poetas
que hoy tenemos aquí –los que no escuchan los cantos de sirena
de lo seco y lo plano–.
18 Antonio Colinas

Antonio Colinas / Poemas

Regreso a Petavonium

Dejadme dormir en estas laderas


sobre las piedras del tiempo,
las piedras de la sangre helada de mis antepasados:
la piedra-musgo, la piedra-nieve, la piedra-lobo.
Que mis ojos se cierren en el ocaso salvaje
de los palomares en ruinas
y los encinares de hierro.
Solo quiero poner el oído en la piedra
para escuchar el sonido de la montaña
preñada de sueños seguros,
el latido de la pasión de los antiguos,
el murmullo de las colmenas sepultadas.

Qué feliz ascensión por el sendero


de las vasijas pisoteadas por los caballos
un siglo y otro siglo.
Y en la cima, bravo como un espino, el viento
haciendo sonar el arpa de las rocas.
Es como el aliento de un dios
propagando armonía entre mis pestañas
y las nubes.

Un águila planea lentamente en los límites,


se incendian las sierras de las peñas negras,
mas no veo las llamas,
las llamas que crepitan aquí abajo enterradas
bajo el monte de sueños aromados,
bajo la viga de oro de los celtas,
junto al curso del agua del olvido
que jamás –en vida– podremos contemplar,
pero que habrá de arrastrarnos
tras el último suspiro.
Poemas 19

¡Cómo pesan los párpados con la música


del tiempo!
¡Cómo se embriagan de adolescencia perdida
las venas!
Dejadme dormir en la ladera
de los infinitos sacrificios,
en donde arados y rebaños se han petrificado,
en donde el frío ha hecho florecer
cenizales y huesos,
en donde las espadas han segado
los labios del amor.

Dejadme dormir sobre la música


de la piedra del monte,
pues ya solo soy un nogal junto a una fuente
ferrosa,
la vela que ilumina una bodega de mostos
morados,
un trigal maduro rodeado de fuego,
una zarza que cruje de estrellas imposibles.

Post-scriptum

...e quindi uscimmo a riverde le stelle.


Dante, Inferno, xxxiv

Oscuro oboe de bruma: cómo sepulta el mar


tu solemne sonido que despierta a los muertos.
Suena, oboe profundo, y deshaz ya este nudo
del trágico existir, suene intensa tu música.
Aquí, en esta ladera que cubre el olivar,
sangre y labio retienen las horas fugitivas.
Oscuro oboe de bruma: cómo sepulta el mar
tu solemne sonido que despierta a los muertos.
20 Antonio Colinas

Nada debe turbar tu pensamiento, nada


turbar tu corazón. Respirar y existir.
El mundo y los humanos son de roca y de luz,
se forman y deshacen quemados por el tiempo.
Ha sido siempre así en los siglos pasados
y así será a lo largo de los futuros siglos.
Oscuro oboe de bruma: cómo sepulta el mar
tu solemne sonido que despierta a los muertos.
Suena, oboe profundo, y deshaz pronto el nudo
del trágico existir; suene intensa tu música
pues aún sigue la vida y yo a su luz me entrego.
Adiós a la palabra, escoria de la luz.

Noche más allá de la noche (Visor, 1983)

La llama

Hoy comienzo a escribir como quien llora.


No de rabia, o dolor, o pasión.
Comienzo a escribir como quien llora
de plenitud saciado,
como quien lleva un mar dentro del pecho,
como si el ojo contuviese toda
esa inmensa colmena que es el firmamento
en su breve pupila.

Me enciendo por pasadas plenitudes


y por estas presentes enmudezco.
Lloro por tener cerca una mujer,
por el agua de un monte
que suena entre cipreses en un lugar de Grecia;
lloro porque en los ojos de mi perro
hallo la humanidad, por la arrebatadora
música que quizá no merecemos,
por dormir tantas noches en sosiego profundo
Poemas 21

bajo el icono y en su luz de oro,


y por la mansedumbre de la vela,
que solo es eso, llama.

Comienzo a escribir y también la escritura


llora, porque respira y quema, porque pasa.
Qué gran gozo sentirme
yo mismo esa palabra que va ardiendo.
(Porque yo también ardo y también paso).

Contemplo una llama muy quieta en la penumbra


de suaves jardines,
a la orilla de un mar calmo y antiguo,
y me voy encendiendo con la dicha
de saber que no existe otra verdad
que no sea esa llama, es decir,
la del amor que es don y que es condena.

Son llamas las palabras y son llamas los ojos


que lloran sin llorar por el ser que yo fui
(aquel fuego cansado que temblaba
junto a otros jardines de otro mar)
y por el ser que ahora está mirando
fijamente una llama
y que es, en soledad, la llama más gozosa.

Jardín de Orfeo (Visor, 1988)

Signos en la piedra

Sigue la senda de las piedras musgosas,


la que conduce a la gran roca,
a la raíz del ara,
a la raíz eterna del tiempo.
Mira la nieve humilde de la cima
22 Antonio Colinas

tutelar,
donde se cierra el círculo
que se abriera en tu infancia,
donde se abre la noche del ser
en la luz que es más luz,
donde ya no hay preguntas
ni respuestas.
En esa niebla posa tus dos ojos.
Luego, pósalos en el ara
y respira profundo.
Posa también tus manos:
que se aquieten tus manos como palomas,
que echen raíces
en el silencio helado de la piedra.
Verás en ella señales muy leves,
signos dictados por el firmamento,
los símbolos de un tiempo infinito
que va huyendo de ti,
mas que a la vez está en tu interior:
revelación del alma que no muere.

No podrás ir más allá.


No debes ir más allá.

Canciones para una música silente (Siruela, 2014)


Los viejos maestros

César Antonio Molina

En el siglo xvii, el crítico chino Yeh Hsieh (del cual habla Eliot
Weinberger en sus magníficos ensayos de Rastros Kármicos), en
su tratado titulado El origen de la poesía, afirma que «Cuando lo
que escribo es igual a lo que escribió un antiguo maestro significa
que nos unimos en nuestras reflexiones. Y cuando escribo algo
diferente de los antiguos maestros, estoy añadiendo algo que
faltaba en su obra. O también es posible que los maestros de
antaño estén añadiendo algo que faltaba en la mía». El poema
que se escribe es siempre el mismo, copiado tal cual y repetido
otras muchas veces, sin incurrir en plagio, pues ambos autores,
el anterior y el nuevo son uno y el mismo, relacionados por medio
del poema, añadiendo siempre o corrigiendo, ese texto indefinido e
infinito que se va transformando en todos los tiempos. La escritura
se establece como interminable diálogo entre vivos y muertos. Esa
es la gran tradición oriental. En China los ausentes no dan por
finalizada su creación; revisan sus poemas, ya de todos, a través
de los vivos. En Occidente, la tradición supone erróneamente
que los vivos modifican a los muertos. Shelley coincide con estas
opiniones cuando dice que los poemas del pasado, presente y
futuro son episodios o fragmentos de un poema infinito, erigido
por todos los poetas del orbe a lo largo de todas las edades.

En la India, la poesía no es solo el lugar donde escuchamos hablar


a los muertos, sino donde oímos manifestarse a nuestras muer-
tas identidades. Lo que fuimos, nuestras experiencias anteriores,
24 César Antonio Molina

nuestra memoria de las vidas ya pasadas, es la inspiración del poe-


ma. El poema está hablando de nosotros, narrando una realidad
cuya memoria, con ello, no se pierde. En la lectura de un poema
tenemos la oportunidad de volver a escuchar las voces ausentes,
que cobran nueva vida precisamente a través de estas palabras ins-
piradas por ellas. Son palabras de la resurrección, de la reencarna-
ción del verbo. Los indios norteamericanos utilizaban la poesía
para invocar a los muertos. Por el contrario, para los aztecas, el
poema era un espíritu vengativo.

Heidegger se refiere al carácter lingüístico de la poesía y la exis-


tencia humana. No somos nosotros quienes tenemos un lenguaje,
sino que el lenguaje nos posee. Y eso tanto del ser como del no
ser. El lenguaje no es solo una raíz, sino también el exilio, cerca-
no y lejano. Es la poesía, a través del lenguaje, la que mantiene
las contradicciones. ¿No coincide el filósofo alemán con el chino
clásico? Los poemas viven muchas miles de vidas continuadas en
otros poemas, lo que Robert Duncan llamó el «gran collage». El
poema manifiesta un luto, muchas muertes que fueron alegrías,
una alegría que duda.

El poder de la poesía no excluye la noche del alma, el tiempo de


la miseria. El poeta es rico en tanto no es divino: si fuera divino
no podría acoger términos contrarios y al tiempo preservarlos
como tales. Este poder y riqueza de la poesía no es puntual, sino
omnipresente,

dice Mario Perniola comentando la Carta sobre el humanismo.

¿De dónde viene el poema? Blanchot se refiere a la inspiración


como lo anterior al poema, el poeta no existe hasta después. La
inspiración no es don de un secreto o de una palabra que se con-
cede a alguien que ya existe; es don de la existencia que se da a
alguien que aún no existe. El poeta nace del poema, dice el francés
en La part du feu. El poema ya existe, está en los antiguos maestros,
que eligen a quién se lo revelan, a quién hacen poeta. ¿Inspiración
o trabajo continuado entre vivos y muertos? Aunque la obra sea
anterior a uno mismo, su inconclusión perpetua hace de ella algo
Los viejos maestros 25

abierto, también creativo. Valery tenía razón cuando afirmaba que


la inspiración es la hipótesis que reduce al autor al papel de mero
observador. Pero quien observa es el poema, es la lengua que elige
a quien corrige o añade y lo hace crecer en la nostalgia de aquello
evocado en el poema mismo. Octavio Paz contempla a un anciano
hablar consigo mismo, y se pregunta:

¿Con quién hablamos al hablar a solas? ¿Es la voz de lo que la so-


ciedad no quiere oír; lo intemporal alojado en nuestro centro: el
alma, el espíritu, lo inconsciente; o será más bien lo temporal, la
necesidad cotidiana? El anciano no escucha sino que solo rumia
en su silencio la verdad desnuda. ¿Podría ser soportable? El poe-
ma se narra y solo queda el rumor de la música, que es superior y
anterior a él. La música que siempre lo precede como su causa
y su fin, o la música misma del silencio. ¿Seré yo ese anciano,
el antiguo maestro que se reconoce en el poema que otros van
escribiendo sobre mí recuperando así la voz del eco?
26 César Antonio Molina

César Antonio Molina / Poemas

¿Alguien heredará nuestra buena salud de hierro…?

¿Alguien heredará nuestra buena salud de hierro


cuando hayamos muerto?
Quienes no hacemos ejercicio nos suicidamos lentamente,
no asumimos las responsabilidades de nuestras propias vidas.
De la prisa por vivir toda la vida posible,
hemos pasado al querer conservarnos jóvenes para siempre.
Delgadez: disciplinar una voluntad depravada.
Anorexia: fuerza de voluntad contra la voluntad.
El gimnasio aniquila. El ejercicio nos hace admitir
que la máquina actúa dentro de nosotros.
Las máquinas de aerobic ponen a nuestra disposición,
y en miniatura, máquinas de guerra medievales:
clavijas, palancas, poleas, cerrojos, cabestrantes, armazones,
correas de catapultas, extensores de ballestas.
Parecemos los hombres máquinas de Descartes.
Seres humanos máquinas antes del progreso técnico.
Y en los gimnasios se comparte lo privado con las desconocidas.
El ejercicio lleva a la biología a acompañarse de anónimos.
Y Tánatos entra por la puerta sin pagar cuota.
Y Tánatos entra por la puerta abierta por Eros.
Y el ejercicio y la salud coquetean con una
voluntad de aniquilar el cuerpo no atractivo
en lugar de conservar su longevidad.
Y los kilos como la roca de Sísifo
subiéndolos y bajándolos en el atletismo del sofá.
Y la desconocida que al desnudarse descubre la carne
antes voluptuosa y ahora sustituida por implantes
de pecho, colágeno, liftings.
¡Qué miedo al mirarnos con sus cejas y pestañas postizas!
¡Qué miedo al ver su pubis afeitado y la boca de cocodrilo!
Poemas 27

Tánatos en el gimnasio y Eros que ya no logra


excitar los músculos, las venas hinchadas.
¿Quién será ya capaz de amar al cuerpo que quede?
Los condenados hacen chirriar las máquinas de guerra
pues necesitan placer causándose dolor.
Pero quien es inteligente no aspira al placer sino a la ausencia de
[dolor.
¿Quién heredará nuestra buena salud de hierro
cuando hayamos muerto?

La sirena del Mississippi

Son posibles muchas cosas que nunca llegan a ser reales,


porque solo lo necesario llega a ser real.
Solo lo que llega a ser real ha sido posible,
y todo lo real también es necesario.
Chica angelical capaz de besarte y, al mismo tiempo,
rebanarte el cuello con una navaja de afeitar.
Hermosa como la muerte, seductora como el
pecado, fría como la virtud más casta.
«Nunca podría vaciar mi bolso delante de ti».
La experiencia del sufrimiento condición sine
qua non para su amor prestado.
Solo una droga tumescente para la libido
que fuera directamente al cerebro en vez de ir al sistema
vascular, podrá acabar con nuestra derrota.
Deneuve la muerte bella. Hasta los ángeles reclamarían su sexo.
Hasta los filisteos se cortarían los prepucios sin circuncisión.
Coito significa conocer, vaciar el bolso de Catherine
sobre su cuerpo desnudo. Alabarte es sembrar en tierra estéril.
También la justa belleza se puede ensalzar injustamente.
No hay verdad que valga más que su rostro.
Viles de viles jergones son los que pueden hablar
de ella con autoridad.
28 César Antonio Molina

En la Fortaleza de San Pedro y San Pablo

Un día de primavera en San Petersburgo, delante de la Fortaleza de San Pedro y


[San Pablo,
una muchacha rubia de ojos azules, de pronto, se saca su jersey que, seguramente,
le estaba dando calor,
y deja ver sus pechos arrogantes flotando sobre el Neva en la isla de Záyachi.
¿Un acto de libertad o una llamada al transeúnte desconocido
que se queda admirándola?
El joven Alekséi Pajómov la captó en el último cuadro que pintó en su vida. Era
[el año
1934. Este grito voluble y sexualmente contrarrevolucionario lo condujo al diseño
gráfico que, con todos mis respetos, no es lo mismo.
¿Cómo se llamaba esta muchacha?
La seducción es un método de conocimiento. La borrosa cara que flota
debajo del jersey desterrado,
revela un misterio y la diferencia de una cara vista desde cerca
que posee cualidades de lo monumental. Más monumental ella
que la propia fortaleza
con sus cansadas columnas y capiteles inmóviles.
Lo monumental y lo íntimo se convierten en una lección sin palabras.
¿Cómo sería, cómo besaría, qué aspecto llegó a tener su cuerpo,
cuáles serían las posturas del gozo?
Una muchacha delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo,
la prisión de Dostoyevski, Tolstoi, Bakunin, Gorki.
Una muchacha delante de la catedral de San Pedro y San Pablo
bajo el campanario con la cúpula rematada por un angelote,
ahora un óleo sobre lienzo colgado de una pared del Museo Estatal de San Petersburgo.
La vida cotidiana, a veces, sobrepasa con mucho al arte en su profundidad, su
[extrañeza,
su absurdo, sus accidentes, su vehemencia, su manera de hacer realidad la
[fantasía o de
romper la barrera entre realidad e imaginación. Todas las cosas son una obra
de arte y solo dependen de cómo las miremos.
La muchacha, su rostro misterioso, el jersey, la ropa interior, la falda difusa,
la torre de alta tensión sugerida con apenas trazos, la fachada de la
Fortaleza hexagonal con seis bastiones. ¿Con qué ojos la miro?
Poemas 29

¿Serán aquellos mismos


ojos con que los viejos miraron a Susana?
Los míos la defienden. Pero ¿quién seduce a quién?
Una estatua de la libertad que hace gestos que llaman la atención.
Y el arte que lo hace posible, pues delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo
por donde acabo de transitar, no hay ahora ninguna muchacha levantando su
[jersey para
evitar el calor. El arte mejora lo que el azar ni siquiera puede ya darnos.
Delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo no está esta muchacha,
pero sí aquí en el museo. Solo lo que llega a ser real ha sido posible
y todo lo deseado es también necesario. Muchas cosas son posibles, que nunca
llegan a ser reales, porque solo lo necesario llega a ser real.
Una muchacha joven, de esto hace ya ochenta y cuatro años, se levanta
el jersey delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo
¿Qué hubiera hecho yo de habérmela encontrado? ¿Abrazarla? ¿Contemplarla
[como ahora
contemplo su retrato? Aristóteles me aconsejaría lo mismo
que le dijo a Nicómaco: «El inteligente no aspira al placer, sino a la ausencia de dolor»
¡Qué
más da que quien contemple a esta muchacha viva en su cuadro sea un viejo
como yo (no tanto, pero según va el poema queda mejor así) o tan joven
como otros muchos visitantes que ni siquiera se aperciben de su presencia.
Ni unos ni otros jamás podremos hablar con ella.
Desde su mutismo siempre estará sola delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo
sacándose el jersey que quizás aún hoy otra muchacha lo porte.
Cualquier gesto que activa el sexo, lo atrae hacia la publicidad. El atractivo
sexual es algo que se exige mucho antes del sexo, y cuando este llega
aparece dentro de las relaciones románticas habituales.
En la Fortaleza de San Pedro y San Pablo en la ciudad de San Petersburgo,
una muchacha se saca su jersey para calmar el calor.
Colorido tierno y cálido típico de los frescos. Estilo pictórico ligero
y transparente, el deseo acuciante de transmitir la belleza, la admiración
ante la gracia y la juventud de una muchacha y la aridez de un día soleado.
La muchacha con su gesto eclipsa al propio sol, de ahí cierta falta de luminosidad
sobre el ambiente. Me quedaría mirándola.
La busco en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo,
con ella solo se puede ser feliz. Contemplando el cuadro colgado en el museo
confieso que me da la voz para estos versos, siendo ese rostro, por las circunstancias,
30 César Antonio Molina

mudo. ¡Ah! y sus axilas depiladas. Ni la belleza es un bien


eterno, ni nadie tiene un destino perpetuo. ¿A dónde hubiéramos huido?
Vi en sueños mover nuestras manos agotadas por las aguas del mar Báltico.
¿Cómo tener ilusiones cuando el médico especialista te desengaña?
Y el deseo pidiendo siempre algo mucho más imposible e inalcanzable.
Una muchacha sacándose el jersey delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo
un día de primavera en San Petersburgo. La cita que se da y no se cumple.
Y su misma mirada es la que provee el secreto a la poesía.
¿Cuál tu nombre? Quizás Fanny Kaplan que, sin suerte, fracasó
en su intento de matar a Lenin. Le disparó un tiro que no acertó.
No así los que a ella le devolvieron al ser fusilada.
La inteligencia, la belleza, más allá del tiempo, atraviesa todos los cuerpos. La belleza
de esta muchacha delante de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo
en San Petersburgo está más allá del tiempo o quizás viene del más allá y
atraviesa todas las materias. La belleza de esta muchacha desnudándose
es una forma enigmática, es una esfinge indomable, un tesoro deseable.
En la Fortaleza de San Pedro y San Pablo hago guardia hasta que aparezca
con su jersey desabrochado aún antes pendiente de sacárselo en un día de sol.
En la Fortaleza de San Pedro y San Pablo me quedaré,
como las mujeres de los Streltsi aullando
bajo las lejanas y oscuras torres en la otra ciudad junto al Kremlin.

¿Quo fugis?

La juventud es algo evanescente


que, de hecho, se diluye cada día que vivimos.
La juventud, experiencia primigenia de la obsolescencia.
Platón afirmó que el cambio era una apreciación nuestra.
Aristóteles lo corrigió: el cambio es un hecho real en las cosas.
La juventud se puede recalificar físicamente
como un aspecto de la memoria en nimiedades
que uno solo conoce al mirarse al espejo todas las mañanas.
Seguimos fingiendo que lo que más nos interesa es la belleza
y eso cubre nuestro interés por la juventud.
La belleza depende de la buena suerte
Poemas 31

y aceptamos que se distribuye de manera desigual.


La palabra belleza y la idea de lo bello han dejado
de tener importancia. Uno de los primeros síntomas
de la pérdida del alma es la pérdida del sentido
de la belleza: traslucir lo eterno a través de lo temporal.
La juventud es más eficaz porque es algo que todos
acabamos perdiendo.
Deseo de volver a poseer lo que se ha perdido
o que nunca se acabó de aprovechar.
Carne prolífica, esa sutil vestimenta que oculta la realidad,
lugar equívoco donde se deposita la sabiduría y la experiencia.
La edad, no la vacuidad y la novedad.
Sexo de viejos con los viejos hasta agotarse.
¿Por qué forzar al espíritu débil para planes eternos?
Platón siempre me acompaña, pero esta vez estoy con Aristóteles:
el cambio es un hecho real en las cosas. Un hecho doloroso.
Aristóteles comenzó su escuela filosófica en el pasillo
cubierto de un gimnasio.
La juventud es algo evanescente, y la vejez, y la propia vida.
Y no hay modo de huir, ni de engañar. Y el amor te seguirá,
Y la muerte te seguirá ¿A dónde huyes insensato?
Ya ni en el gimnasio de Aristóteles estarás seguro.
El cuerpo envejece, pasa, se prepara para cumplir el destino.
Ninguna teoría sobre el tiempo nos presta alivio.
La muerte y el tiempo aliados fieles. Y ni el transhumanismo
logrará derrotarlos. El primero se nos lleva con mayor o menor
presteza. El segundo de un modo más o menos súbito.
¿Quo fugis? ¡Nulla est fuga!
Ya ni en el gimnasio de Aristóteles estarás seguro.

Para el tiempo que reste


(Fundación José Manuel Lara, 2020)
Un ángulo me basta 33

Un ángulo me basta

Juan Antonio González Iglesias

«Un ángulo me basta… / un libro y un amigo, un sueño breve»,


afirma de manera sencilla y algo enigmática el autor de nues-
tra Epístola moral a Fabio. ¿Qué quería decir aquel desconoci-
do? Cuando dejó de ser el Anónimo Sevillano para identificarse
como el capitán Andrés Fernández de Andrada, tampoco se des-
cubrió mucho. Su nombre ganó en aliteración y en paranomasia.
No en poesía. «A la gente no le cabe en la cabeza que un poe-
ta casi desconocido escriba una obra maestra» observó sobre él
Dámaso Alonso. Escribió muy poco, casi nada. Sus centenarios
pasan desapercibidos. Sin embargo –añaden Francisco Rico y
Juan F. Alcina– es uno de los contados poetas españoles ajenos «a
la ley del péndulo que tiraniza la historia de las artes». Contados
porque sobran los dedos de una mano para numerarlos: Jorge
Manrique, Garcilaso, Fray Luis…

Ángulo es un hermoso término romano para nombrar nuestro


lugar en el mundo. Las dos líneas que lo delimitan muestran de
modo geométrico nuestra búsqueda de la felicidad. En todas par-
tes –dice el proverbio latino– busqué la tranquilidad, pero en nin-
guna la encontré, sino en mi rincón y con un libro: nisi in angulo
cum libro. Ángulo es el lugar para la serenidad, porque, entre otras
cosas, es el lugar para la lectura.

El que se acoja a la genealogía de la Epístola moral heredará lo


mejor de Horacio. Y por él, lo mejor de Epicuro: el cumplimiento
34 Juan Antonio González Iglesias

humano que se da en los placeres elementales, la liberación de los


temores. Aunque el ángulo establece un punto de vista sobre el
mundo, en este libro se convierte también en el punto de partida
para salir de él y cambiarlo, como ha hecho siempre una estirpe
minoritaria dentro de los hedonistas, aquellos revolucionarios a los
que Arnaldo Momigliano llamó «epicúreos nada convencionales».

Mi maestro en París, Jean-Marie Schaeffer, piensa que la literatura


occidental es la repetición de modelos ideales. También es verdad
que todos los hombres tienen derecho a que sus ideas sean exami-
nadas una por una. Así lo proclamó Ezra Pound en una solemne
declaración. Me parece que define de forma insuperable qué es un
libro de poemas y por qué lo escribimos.

En nuestro idioma «un ángulo me basta» sigue siendo una expre-


sión sencilla y algo enigmática, después de casi medio milenio.
Sigue indicando desentendimiento de las vanidades del mundo y
protección frente a sus amenazas.

Un ángulo me basta (Visor, 2002)


Poemas 35

Juan Antonio González Iglesias / Poemas

Misántropo, ma non troppo

Que no te pase a ti con los misántropos


lo mismo que a los hombres con los hombres.
Marco Aurelio (Meditaciones, 7)

Durante veinte años he tratado


con muy pocas personas. Desatento
a todo lo que no fuera solsticio
o equinoccio,
en la soberanía del invierno
y el verano
celebraba mis fiestas
esperándote.
Adonde me invitaban no acudí.
¿El motivo? Uno solo:
me concentro mejor en un ciprés
que en las conversaciones.
Así he concluido
que cada árbol es un incontable
como el agua.
Así son cada vez más las personas
a las que quiero mucho y veo poco.
Un ángulo me basta,
un libro y un amigo, un sueño breve.
Tiempo para el amor es lo que pido.
En los actos sociales pienso en ti.
Casi siempre
entre el ruido de copas, de palabras,
llega cierto momento en el que pienso:
Necesito urgentemente
ver a un limpio de corazón.
36 Juan Antonio González Iglesias

Hablar con él. Guardarme entre sus brazos.


Descansar mi cabeza
encima de la roja frecuencia de su vida.
Únicamente esto.
Que en los actos sociales pienso en ti.

No me interesa la tradición débil

No me interesa la tradición débil


de la literatura. Este verano
leo a san Agustín, a Maquiavelo,
Thomas de Quincey, Esquilo,
Umbral o Montherlant
o simplemente Góngora
o me interesan los emperadores
modernos que firmaban
su abdicación a lápiz, por si acaso.
Tampoco quienes pliegan el periódico
para no ver algunos titulares.
Esta tarde tenemos
que pasar a la acción urgentemente.
Desandar el sendero de la serenidad
con las personas de temperamento
irregular, con hombres
de cuello grueso y moreno, en el que se marque la carótida,
de cabeza viril y saludable.
Tener con Dios la misma relación
que dos osos que luchan en la cueva.
Un poema violento ¿a qué equivale?
No me interesa la sabiduría
sino la conmoción.
Me interesa el kilómetro
despedazado, el campo de relámpagos
de Walter de Maria, los lugares
humildes donde acudo a esperar lo sublime.
Poemas 37

Mi maestro me ha enseñado
que hasta la erudición es una forma
de la sensualidad, y que el adobe
se puede volver seda en la estructura
de la sintaxis.
ya solo me interesa
ser igual que Walt Witman,
un puro protoplasma literario,
un organismo simple que se comunica
de manera directa con el mundo.
Me interesan tus piernas, tu cintura,
tu torso receptivo de claridad.
Tu paquete que crece debajo de mi mano.
La aristocracia de tus dientes
como un puñado de naturaleza.
A los treinta y seis años
ya solo me interesa ser amor.

Ya.com me ofrece megas ilimitados

Ya.com me ofrece megas ilimitados


solo para mi página
personal. Gratuitos. Pero hay algo
hay algo que me inquieta en esos megas.
Su lenguaje me suena a tentación antigua.
Megas ilimitados, ¿para qué?
Las ciudades inmensas, el desierto,
las universidades, los gobiernos del mundo
y de sus monarquías, las empresas
incluso
los intelectuales,
pueden necesitarlos,
pero no yo, que alguna vez traduje
a Horacio y sé que existen
límites para todas las cosas, que es distinta
38 Juan Antonio González Iglesias

la línea
del laberinto, que mis propios límites
en el espacio y en el tiempo tienen
un nombre simple que me gusta: cuerpo.
Definitivamente
quiero tener los mismos límites que las cosas.

Un ángulo me basta (Visor, 2002)

Que no todo ha de ser urbanizado

Porque quiero que sigan


los peces a su aire o a su agua
renuncio aquí a los nombres. Y me quedo
con los peces. ¿Acaso no va a haber
un rincón en el mundo que se salve del mapa?
¿No va a quedar ni un punto del planeta
ajeno a gps, feliz, sin cobertura,
sin idioma que cubra el movimiento
de los seres más simples en su selva de fábula?

Selva de fábula (Visor, 1995-2002)

Arte de traducir

Debemos celebrar las traducciones afortunadas.


Como el Précis de décomposition
de Cioran, convertido
en Breviario de podredumbre.
En momentos de máxima inseguridad cultural
el arte de traducir se erige
en última forma de conocimiento.
Poemas 39

Ahora que la torre de la historia


sufre asedios que pueden ser definitivos,
hemos de recurrir a los especialistas
y a quienes los traducen
sin prisa y con audacia
intuyendo el sentido final de los escritos.
Para comprender todo
lo que ocurre estos años,
basta con este libro de Arnaldo Momigliano
que trata de otra época:
The Alien Wisdom, que alguien bellamente
ha traducido La sabiduría
de los bárbaros.

Eros es más (Visor, 2007)

Consejos a un poeta cachorro

Los jugadores tienen que saltar a la pista


a darlo todo. Cierto
que la poesía no es
un deporte de equipo, sino el único dardo
que llega más allá de las estatuas.
Pero cierto.
E incierto si poema
constituye un encuentro de alto riesgo
o un discurso después de los fracasos.
Lo único seguro es que poema
es absoluto solo de amor y de lenguaje.

Por lo tanto, si quieres


que no haya
poeta con menos de cuarenta años
que sea capaz de resistir tu impacto,
o más humildemente
40 Juan Antonio González Iglesias

si lo que quieres es
incorporarte al coro con voz nueva.
–destemplar el unísono con un grito de júbilo–
para oscuro en la noche solitaria escribir
entre el constante número de las constelaciones
algo que se parezca a Déjame
que me pierda comprensible
pregunta de tus ojos, te propongo
al revés el eslogan de la colonia Hugo:
Don’t innovate.
Imitate.

Del lado del amor (Visor, 2010)


POETAS EXTRATERRITORIALES.
MIGRACIONES Y EXILIOS

AMALIA IGLESIAS SERNA


El «idioma propio» de la creación literaria
Poemas

EMILY ROBERTS
Iniciación al viaje
Poemas

MINKE WANG TANG


En busca de una lengua imperfecta
Poemas
El «idioma propio» de la creación literaria

Amalia Iglesias Serna

(Des)localizados, desarraigados, exiliados, trasterrados, nómadas


de Babel, expulsados o peregrinos o migrantes o viajeros de largos
periplos, en los senderos de las múltiples diásporas, individuales y
colectivas… la historia de la literatura y de la poesía, especialmen-
te a lo largo del siglo xx, está llena de escritores y poetas que se vie-
ron obligados a expresarse en otro idioma, o eligieron libremente
renegar del suyo de origen, o persistieron en conservar «su patria
en su lenguaje», incluso desde la conciencia de estar usando, como
dirían Norman Manea o Paul Celan, «el lenguaje del verdugo o
la lengua del colonizador». «Los exiliados reaccionan de diferente
manera», escribe Juan Goytisolo:

Algunos siguen con la vista vuelta atrás, a la realidad perdida; otros


se adaptan con mayor o menor facilidad a la nueva; pero queda un
tercer grupo, tal vez donde yo me encuentro, el de quienes cortan
sus raíces y no las anclan ya en ningún otro lugar.

Desplazamientos, huidas y regresos, unas veces por razones po-


líticas, otras educativas, culturales o económicas, el cosmopoli-
tismo de un mundo sin fronteras y la casa en la que cada uno
se considera a salvo, protegido de la intemperie; a veces la casa
y el mundo confluyen o desembocan en «tierra de nadie». Pero,
más allá de las respuestas individuales a cada una de esas circuns-
tancias, hay una condición común en la creación literaria que
dibuja su propio territorio, que no coincide con ningún mapa
44 Amalia Iglesias Serna

geográfico, y que sustenta su propio idioma en la intemporali-


dad o aspira a la extemporaneidad. Mucho antes de que Geor-
ge Steiner nombrara a los «extraterritoriales», trasplantados como
«árboles portátiles» de su lengua materna hacia otros idiomas de
acogida, la literatura ya expresaba un «lugar propio» y un «idioma
propio». En el poeta de todos los tiempos habita la condición del
(des)localizado. Las «afueras de nuestras raíces», la imposibilidad
de regresar a los «paraísos perdidos» y a los lugares de la memoria,
forman parte de la expresión poética desde los orígenes de la
escritura. Estaba ya presente en la obra épica más antigua que se
conoce, el Poema de Gilgamesh, en la que se narra un viaje hasta
los confines del mundo en busca de la inmortalidad y el largo
camino de vuelta con las manos vacías, el retorno a un lugar que
nunca será aquel lugar del que partieron y a un tiempo que nunca
será el mismo. El (des)localizado está en el personaje homérico
de Ulises y en el Cavafis que reclama, muchos siglos después, en
su nombre que «el camino sea largo» para llegar «a puertos nunca
vistos antes» y entender «qué significan las Ítacas». Extraterrito-
rialidad a la que Platón destierra a los poetas y los nombra para
siempre (des)localizados en su construcción de La República.

La figura del escritor errante y des-terrado llega hasta nuestros días


atrapada entre las redes y las raíces, los laberintos virtuales, rizo-
mas y avatares, donde el «¿Y tú de dónde eres?» cada vez se plantea
más como un enigma, más que el no-lugar es el pluri-lugar, el
multi-lugar. Ahora Ítaca es una Babel cosmopolita con un hori-
zonte lleno de diásporas, reales y virtuales. Como escribe Michel
Serres «El atlas ya no dibuja los mismos mapas», las nuevas coor-
denadas de nuestro mundo reclaman nuevas cartografías literarias,
que se dibujan sin romper lo viejos mapas para trazar un atlas
nuevo. Ese nuevo atlas del relato que nos re-cuenta no se establece,
no puede establecerse a partir de una tabula rasa, «el grado cero de
la escritura» es la definición de una imposibilidad. Y la propuesta
barthesiana plantea más bien todo lo contrario: no hay escritura
posible sin el eco de las escrituras del pasado, sin diálogo con
la tradición. Vivimos bajo la presión, más consciente que nunca,
de una sobredosis de redes de información, de nudos y nodos,
encrucijadas superpuestas en las que todos los tiempos y todos los
El «idioma propio» de la creación literaria 45

lugares interaccionan en la virtualidad babélica y (des)localizada.


Para trazar ese nuevo atlas es necesario partir de los mapas anti-
guos y seguir los desplazamientos de sus caminos esenciales. En
los nuevos territorios de la creación literaria resuenan inevitable-
mente las escrituras trazadas durante siglos, la voz de los maestros
antiguos se superpone a las nuevas cartas de navegación. Pero la
poesía sucede en un no-lugar, y no me refiero aquí (que también)
tanto a los no-lugares establecidos por Marc Augé, en esos espacios
intermedios que transitamos en el mundo contemporáneo –luga-
res de paso– como a los otros lugares suspendidos en el tiempo,
atrapados en las coordenadas de unos versos que configuran un
lugar propio al que no se puede volver, pero que tampoco se puede
abandonar. La imposibilidad de volver que recogía un desencanta-
do Luis Cernuda al final de su vida en aquel estremecedor poema
«Peregrino» (Desolación de la quimera):

¿Volver? Vuelva el que tenga,


tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope…

Y también la imposibilidad de abandonar el lugar que siempre va


con nosotros como dirá María Zambrano al regresar de su exilio
de más de cuatro décadas:

Del exilio no se puede volver… No puedo volver porque yo


no me he ido nunca; yo he llevado a España conmigo, detrás
de mí…

E incluso llegará a afirmar en sus últimos años:

Amo mi exilio…, el exilio fue el esplendor, un regalo… aun-


que no le pido ni le deseo a ningún joven que lo entienda,
46 Amalia Iglesias Serna

porque para entenderlo tendría que padecerlo, y yo no puedo


desear a nadie que sea crucificado.

Esa paradoja de la (des)localización como privilegio –aunque a


veces también como desgarro– es precisamente la que vivirán
muchos de nuestros jóvenes poetas de las nuevas generaciones,
que –impuesta por razones económicas o elegida para ampliar
horizontes académicos–, de alguna forma han vivido y expresa-
do como condición extraterritorial en «el idioma propio» de su
escritura.

Es el caso de los dos jóvenes poetas que hoy nos acompañan, que
representan tanto a los poetas que han salido fuera de nuestro
país y de nuestro idioma en busca de nuevos horizontes vitales y
luego han regresado enriquecidos con ese «idioma propio» de la
poesía, como es el caso de Emily Roberts; y aquellos que desde
otras culturas y otros idiomas vinieron a nuestro país siendo muy
jóvenes, y también han encontrado su patria poética en un idioma
«híbrido y personal» como es el caso del chino Minke Wang Tang,
que, aunque habla perfectamente el idioma español, porque es el
idioma en el que ha crecido, cuando escribe poesía diríamos que
no se expresa tanto en nuestra lengua, como en su propio estilo
poético, un «idioma encrucijada, intermedio», «un idioma único»,
y al mismo tiempo «universal».

Aunque nació en Wenzhou, provincia de Zhejiang, en China,


Minke Wang Tang llegó a España con su familia en 1988, cuan-
do tenía diez años, y actualmente su nacionalidad es la española.
Pasó su juventud en Valladolid y Madrid. Obtuvo el título de
Ingeniero Técnico en Informática de Sistemas en la Universidad
de Valladolid.  El curso 2001-2002 vivió en Irlanda realizando el
proyecto fin de carrera. Sus dos abuelos fueron poetas. El padre
de su padre, el abuelo Wang, nació en 1905, y fue de los últimos
poetas que se aferraron al clasicismo. El padre de su madre, el
abuelo Tang, nació en el 1920 y formó la llamada generación de
las Nueve Hojas, poetas que en torno a los años cuarenta empe-
zaron a experimentar con formas poéticas occidentales. El abuelo
Tang sí es mencionado en la historia literaria china y estudiado
El «idioma propio» de la creación literaria 47

en las universidades. Minke Wang Tang es autor de un único


libro publicado hasta el momento, mòh, dividido en dos partes:
«arn de renunciación» y «Transfixión de niño nónada». Un libro
atípico en nuestro panorama poético. Como afirma Juan Carlos
Mestre: «Hace tiempo que no sucedía un acontecimiento así en la
desobediencia del idioma» y añade que Wang Tang «Escribe como
si estuviera inaugurando el mundo, (con) una radical conciencia
de las semejanzas que vinculan lo invisible con la revelación».
El «Niño nonada» que atraviesa este libro juega a manipular se-
cuencias de adn poético modificando su genética. Tartamudeos
híbridos, sincretismos de esencias, transgénicos lingüísticos. En
su laboratorio de metáforas la herencia poética oriental y occi-
dental, de Lao-Tse a san Juan de la Cruz, de Rimbaud a Vallejo,
se recombina de nuevo para reconstruir fusiones mutantes del
lenguaje, organismos poéticos genéticamente modificados. No
en vano Minke Wang es ingeniero de formación, pero también
lleva en sus venas una porción de la tradición poética china, de
la tradicional y de la vanguardista. Esa ingeniería no busca tanto
incrementar la productividad como conseguir nuevas calidades.
Crea especies poéticas insólitas y propone nuevos senderos estéti-
cos del conocimiento, nuevos mapas del atlas poético.

Por su parte Emily Roberts representa a esa nueva generación de


poetas españoles, que, en el sentido inverso, salieron de nuestras
fronteras por diversas razones, especialmente en las tres últimas
décadas. En su caso, recién terminados sus estudios de Filología
Inglesa en la Universidad Complutense de Madrid, fue para rea-
lizar un máster de Creación Literaria en la Universidad de Edim-
burgo y luego completar su formación en Utrecht y Londres.
Sus dos primeros poemarios: Animal de huida (2013) y Regalar
el exilio (2016) son una perfecta radiografía de ese nuevo sentir
poético en la ubicuidad extraterritorial y la (des)localización de
la escritura poética, a la vez que conecta con esa idea zambrania-
na del exilio como límite vital, pero al mismo tiempo privilegio
enriquecedor de mestizajes y horizontes.

«Cada lenguaje humano –escribe George Steiner en Después de


Babel–, traza un mapa del mundo de diferente manera… Cada
48 Amalia Iglesias Serna

lengua funda un conjunto de mundos posibles y geografías de la


memoria». O como escribe el autor polaco, Adam Zagajewski
–trasterrado en Francia durante muchos años–, en su libro En de-
fensa del fervor:

¿No da igual en qué lengua escribimos? ¿Acaso no es cierto que


cualquier lengua, con tal de que sea bien utilizada, puede abrir-
nos camino hacia la poesía, hacia el mundo? Quien escribe suele
estar solo delante de una hoja en blanco o de la pantalla pálida
del ordenador… Los pensamientos que quiere expresar parecen
no pertenecer a ninguna lengua humana, zumban en sus aden-
tros como un quinto elemento al lado del aire, el agua, la tierra
y el fuego…

Y la poesía, podríamos añadir, funda su propio idioma, ese que una


vez aprendido podría recitarse en cualquier época, en cualquier lu-
gar y en cualquier tiempo, sin perder su sentido esencial.
Poemas 49

Amalia Iglesias Serna / Poemas

Ítaca no existe

TRES vueltas de llave y un olor a silencio,


la luz súbitamente estrangulada en el lecho sin fondo
y la humedad de quince o más otoños
y esta locura
y esta oscura gangrena de embriagada penumbra,
tres o cuatro macetas con esquejes de olvido
o esa vela gastada en noches de tormenta.

Las puertas columpian el llanto de sus goznes.


Hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.

Asciendo lentamente
aquella escalera de los sueños freudianos,
subo a los altares mínimos
de mi propia insuficiencia.
¡Cuánto ayer empozado,
cuánta breve mortaja,
cuánto leve recuerdo!

Sobre la cal de esta pared escribo un verso:


He regresado y nada me esperaba.

Quizá se vuelve como a la patria o al padre,


–como a la matria o madre–
con un algo de herida
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo.
50 Amalia Iglesias Serna

Desde el suelo
una muñeca muerta me contempla,
–una muñeca serenamente muerta–

Me alejo
con la desagradable sensación
de haber profanado una tumba.

Un lugar para el fuego (Rialp, 1985)

Retorno

Cuando el tiempo perdió el paso


las manecillas del reloj
se pusieron a girar
en sentido contrario.

La vida entonces caminaba de espaldas


y mi cuerpo se arrastraba
tras mi sombra.

Lázaro se sacude las ortigas (Abada, 2005)

Tierra de nadie

Después de todo
ni tú ni yo somos de aquí.

Nadie puede medir el espacio


que desalojan nuestros pasos
ni dictar a qué patria pertenecen.
Poemas 51

No hay puertas ni fronteras


en la complicidad del aire que te abraza,
el aire que respiras made in tierra
entra y sale de todos los pulmones.

No podrán levantar barricadas en los labios


ni poner concertinas en las voces.

La sed del río (Reino de Cordelia, 2016)

Altazor
Desde que nacimos y para siempre,
vagamos en busca de unos pasos que coincidan con nuestros pies.
Buscamos en las esferas y en los cimientos de la demolición,
buscamos las huellas o el rumor imperfecto de aquellas alas
que querían levantar el vuelo,
cuando todavía brotaban narcisos en la nieve
y acaso el universo solo era su torbellino de luces,
turbulencias, las derrotas que ignoras cuando el pájaro pasa.

Eran los tiempos plegados en la cuna de un minotauro ciego,


sus manos de forense que encendían y apagaban nuestros ojos
según el capricho de las estaciones.

Volvimos a la maleza y amontonamos el frío estéril de esperar


llenábamos los días con la ansiedad de crecer,
con la esperanza de cruzar alguna frontera,
teníamos aquella sed sin tregua de mundo en otra parte.

Huir, huir hacia donde el mundo pudiera despertar sin miedo.


Buscamos el antídoto de los nómadas en el horizonte,
el abrazo sin glaciación para salir del sueño,
del ruido de las tolvas y su rumor de ruinas.
52 Amalia Iglesias Serna

Corríamos para no caer,


pero fuimos aventados como semillas sin cauce
briznas al aire para el brabán del tiempo.

Giróvagos, sonámbulos, escribimos sin red los pasos que nos quedan,
antes de que el deshielo desnude las raíces
y deje a la intemperie las células pulidas del recuerdo.
Se arruga la inquietud en el poso de los silencios difuntos.
Nada puede aliviar el delirio de este cielo que gira sin nosotros.

Y todo para acabar en el abismo de la noche,


en el silencio que aguarda tu mansedumbre de existir,
sin órbitas para sembrar
los nombres apagados de las nubes de entonces,
sin surcos suficientes para escribir,
sin alas suficientes para volar.

Del libro inédito Leer da tiempo


Iniciación al viaje

Emily Roberts

El lugar siempre ha estado muy presente en mis poemas. La distan-


cia es la herramienta necesaria para observar el paisaje, para alterar
la mirada, modificar, enfocar. Por ello creo que mi poesía nace del
viaje, pero no termina allí: su destino está en llegar a mirar otro
lugar, un lugar al que va el lenguaje, creado por este. Porque el viaje
transforma, también crea su propio idioma: cincela las palabras,
bajo las inclemencias del tiempo y de la geografía que devoran las
palabras. Ese deseo de captar el cambio, el vaivén entre perderse
y encontrarse –que, sin embargo, es lo mismo: un baile–, el movi-
miento de los trenes, barcos, aviones y los no-lugares como esta-
ciones y aeropuertos donde se lleva a cabo la espera es, para mí, la
escritura.

Por mi formación he vivido en el extranjero, es decir, en otro idioma.


A menudo eso me ha llevado a cuestionarme mi forma de hablar y de
escribir en mi lengua materna –el castellano. ¿Cómo elegir la palabra
sabiendo la innumerable cantidad de maneras que hay de decir algo
de forma no igual, pero sí con matices distintos? Es más, a menudo
me pregunto si seré la misma persona cuando hablo distintos idio-
mas, cuando estoy en distintos lugares, si habrá más personas-lugar
nuevos escondidos por el mundo todavía por descubrir. Sucede lo
mismo cuando leo un libro, veo una película o escucho una canción,
aunque sea más evidente. Por eso escribo: para descubrir qué habrá
cuando lleguen las palabras. ¿Una ciudad nueva? ¿Quizá un paisaje
distinto de todo lo que conozco? ¿Un mundo nuevo?
54 Emily Roberts

Esa búsqueda incansable que es el viaje se encuentra al final en un


viaje interior, aquel lugar desconocido que más anhelamos cono-
cer. Como decía el poeta Adam Zagajewski: «y los viajes, todos los
viajes / eran tan solo mística para principiantes».
Poemas 55

Emily Roberts / Poemas

La mujer del barco de Ljubljana

La mujer del barco de Ljubljana


sube al barco turístico todas las tardes
a la misma hora –las cinco y cuarto–
y da un paseo por el Ljubljanica.

La mujer recuerda el tiempo en que masticaba idiomas


ajenos
como caramelos pegajosos–
la gimnasia de las flores.

Recuerda la ciudad en ruinas, los bombardeos que ya no son,


entre turistas y franquicias. Un rostro amado
es siempre un rostro destruido.
Nadie habla de lo que se perdió,
pues es mejor que lo perdido se dé por perdido.

Quizá el exilio no fue


sino amar otras ciudades –inevitablemente–:
un paseo en barca hablando a solas con las calles nuevas
de este templo en ruinas que amó

y ya no reconoce.

Inédito en libro. Recogido en la antología


Sombras di-versas (Vaso Roto, 2017)
56 Emily Roberts

XVIII

El deseo de estar siempre lejos


como un animal enfermo

el deseo de crecer lejos


como un animal sin piel

el deseo de ser extranjera


para poder invadir la piel

cuando era niña no tuve un árbol


cuando fui joven no tuve casa
y ahora que no he crecido
no tengo lengua
ni corazón.

Tendrás un lugar en mi casa, digo


(y ahí está la trampa)
tendrás un lugar en este río viejo
grabado viejo
horadando la piel.

Los ríos, a diferencia de los pueblos, no cambian de sitio.


Solo desaparecen.

XXXIV

Una amiga me leyó las líneas de la mano y me dijo: vas a morir


pronto. También dijo: dos, veo dos. ¿Dos qué? Dos cosas. Dos
accidentes. Dos vidas.

No me cobró nada, porque dijo que lo que estaba haciendo era


ilegal en su país.
Poemas 57

Me arranqué las líneas de la mano y dije: Aquí está el accidente,


está aquí. El accidente soy yo. Y levanté mi mano lisa; así era
como iba a luchar.

Cuando volví a encontrarme con él, me cogió la mano y dijo:


¿Dónde están tus líneas de la mano? Era lo que más me
gustaba de ti. Toda esta suavidad no conduce a nada.

Animal de huida (Ediciones Oblicuas, 2013)

Mudanza

Aprendo con los dedos las paredes de mi casa.


No las conozco. Son nuevas.

Tanteo a oscuras
cómo pertenecer.

Aduana

Esto es lo más lejos que puedes llegar.

No está en los mapas: es el borde


del fin, la punta
de la península

de donde vinimos y que después olvidamos.


Pasamos la vida buscando cómo llegar:
otro idioma, un billete, un viaje. Estas son las huellas.

Esto es lo más lejos que puedes llegar.


Te piden que te identifiques, que enseñes el pasaporte.
Tú les enseñas los pies descalzos llenos de tierra.
58 Emily Roberts

Me han perdido la maleta, dices.


¿Cómo la puedo recuperar?
No puedes.

Esto es todo lo que llevas.


Es lo más lejos que puedes llegar, y sabes
que lo más difícil es regresar.

Preguntarán por tu itinerario.


En la aduana dices:
Nada que declarar.

Mi abuela fue la primera mujer de mi familia


en cruzar el océano

Cuando volví de Nueva York a los diecisiete años me dijo:


–Ten –y me tendió en un sobre marrón
las postales de San Francisco y un posavasos de un bar de
[Chinatown
donde tomaba cócteles con mi abuelo cuando él salía de trabajar.
No sabían prepararle un San Francisco español, y ella les enseñó
[cómo.
Probablemente ahora se llame Spanish Señorita.

Fue la primera mujer de mi familia en cruzar el Atlántico, y a mí,


[al ser la segunda,
me correspondían sus recuerdos y postales del mes que pasaron
[en California,
y un pequeño mapa descolorido y anticuado
para no perderme cuando me marchara de allí.

Yo fui la primera mujer de mi familia


que se fue sola a vivir a otro país. También
Poemas 59

la primera en volver. Nunca fui a California. Mis hijos


tendrán nombres españoles. Ya no viviré en Nueva York.
Algún día le daré mis postales de Escocia a una nieta
con ganas de comerse el mundo. De trasladar su generación.

Se las regalaré lo antes posible y le hablaré


de los rascacielos al otro lado del Atlántico
bajo la mirada de reproche de su madre,
esperando que se enamore de un cielo lejano y extraño
antes de que sea demasiado tarde.

Ella me preguntará, como ya lo hice yo en su día,


¿por qué volviste? ¿por qué no te quedaste? Diré que ya
no quedaban días en los que me sintiese tan libre
como para no poder amar a nadie
salvo a la arquitectura de las ciudades ajenas.

O tal vez no diré nada y me dé cuenta al fin


de que es imposible, e inútil,
regalarle el exilio a alguien.

Regalar el exilio (Harpo, 2016)


En busca de una lengua imperfecta

Minke Wang Tang

Hay una historia de ida y vuelta de la poesía, que finalmente se


queda en las fronteras, entre la cultura occidental y la cultura
china. A principios del siglo xx algunos letrados chinos migra-
ron a Europa para ampliar sus conocimientos, de vuelta llevaron
las formas poéticas occidentales, tanto las clásicas como las de
vanguardia, a la Universidad de Pekín, el centro de enseñanza
de lenguas extranjeras en China. Como estudiosos pioneros de
la lengua y literatura foráneas sembraron las semillas de la nue-
va poesía china. Hasta entonces, los chinos habían cultivado
una poesía clásica siguiendo diferentes sistemas métricos, con
algunas variaciones, pero nada drásticas, durante más de dos mil
años; aunque ello no impidiera el florecimiento del arte poético
en todo su esplendor, la cima había sido alcanzada allá por el
año 700 con los poetas de la dinastía Tang, lo que vino luego fue
una alegre decadencia, no exenta de voces geniales o colectivos
memorables, que se mantuvo hasta principios del siglo xx.

Mi abuelo paterno, Wang Jingshen, médico tradicional y poeta,


fue de los últimos que cultivaron las formas clásicas, atónito
ante la revolución-conmoción que iba a sacudir el país. Por otra
parte, mi abuelo materno, Tang Shi, estuvo entre los jóvenes que
estudiaron con los profesores de lengua extranjera en la Universi-
dad de Pekín, y alrededor del año 1940 tradujo The Love Song of J.
Alfred Prufrock de T. S. Eliot al idioma chino. Seguirían dos poemas
largos de cosecha propia a la manera del modernism norteamericano,
62 Minke Wang Tang

pero su pluma sería detenida por la política cultural instaurada


por el régimen comunista, y no la reanudaría hasta 1978, cuando
hubo cierta atenuación de la censura férrea que había ejercido el
gobierno sobre los intelectuales, y aun así solo hablaría de leyen-
das del folklore local o de la experiencia de la propia escritura,
nunca de temas sensibles para el poder regente.

Trazaré una breve semblanza de la poesía china en el siglo xx


a través de tres generaciones. El trasplante de las formas poéticas
occidentales en el sustrato chino fue llevado a cabo por los poe-
tas traductores (como pioneros los situamos antes de la primera
generación); estos aprehendieron las nuevas formas mediante la
traducción de textos canónicos o de vanguardia, creando palabras
inauditas que aludían a conceptos extranjerizantes. Los poetas que
se instruyeron en las aulas con estos profesores conformaron la
primera generación de la nueva poesía china. Uno de los grupos
destacados sería el llamado Las nueve hojas al que pertenece mi
abuelo materno Tang Shi. Tuvieron una actividad intensa en la
década de 1938 a 1948 en revistas y publicaciones periódicas; de-
jaron atrás las métricas tradicionales y la lengua literaria culta, en
su lugar usaron el verso libre y el habla cotidiana; en definitiva,
se lanzaron al vacío soltando más de dos mil años de lastre para
construir un nuevo idioma literario. Como ejemplo transcribo un
poema de mi abuelo Tang Shi (todos los poemas citados están
traducidos por mí):

El que lleva la espada al hombro 

Todas las calles viran hacia el alba


Todas las ventanas se abren al sol
 
Las voces se levantan en oleadas
Los brazos se alzan formando un bosque
Cuando la noche tapa los oídos
Y se dicta la sentencia sobre otros, detrás de él
El tiempo ha comenzado a tocar la trompeta de juicio
En busca de una lengua imperfecta 63

Las sierpes que cimbrean por el brazo lo han marcado


Con el anatema, el tatuado que lleva a cuestas la humillación
Ha iniciado el arado, en el crepúsculo lúgubre de Huainan
El tren se ha dado la vuelta
¿Dónde está el sonido de la flauta que solloza?

Yo estoy aquí de pie, este es mi


Puesto de vigía, la luz entre brumas ha dibujado
Una litografía inmarcesible, las aguas del río caudalosas
Corren hacia el sur, baña el embarcadero de sangre olorosa
La luz roja del sol, entre las sombras de los árboles, el vengador
Que lleva la espada se yergue arrogante, los remos del barco
Han despuntado flores de quietud

Pero después de la Segunda Guerra Mundial, y tras la derrota del


Kuomintang en la guerra civil contra el Partido Comunista, este
proclamó La República Popular China en el año 1949 sobre el
territorio continental. Se inició entonces un periodo catastrófico
para los intelectuales que alcanzaría niveles de barbarie en la
Revolución Cultural, promovida por Mao de 1967 a 1977
para mantenerse en el poder, y hasta finales de los años setenta
y principios de los ochenta no empezaría a publicar la segunda
generación de poetas, la mayoría hijos de intelectuales desterrados
a campos de reeducación, que escribían poemas por la noche en
torno al fuego para quemarlos al amanecer so pena de ser acusados
de contrarrevolucionarios. Estos poetas habían nacido o crecido
con el régimen instaurado en 1949, y se hicieron llamar Los
brumosos o Los oscuros, velaron su protesta y la crítica al gobierno
en poemas herméticos o simbolistas; aunque aquí transcribo un
poema de Gu Cheng que expresa con bastante claridad el sentir
de una generación:

Una generación

La noche oscura me dio ojos negros,


pero yo intento con ellos encontrar la luz.
64 Minke Wang Tang

La tercera generación de poetas nacería en los años sesenta y empe-


zarían a publicar a mediados de los noventa. Estos últimos reivin-
dican a los poetas de los cuarenta, y se rebelan contra Los brumosos
por usar un lenguaje oscuro para transmitir un mensaje unidirec-
cional. Ellos, en cambio, construyen un lenguaje transparente a
partir de diferentes fuentes (jerga, hablado, medio de comunica-
ción de masas, clásico-tradicional, etcétera), haciéndolas confluir
en una sintaxis algo inusual pero trabajada conscientemente; los
significados se multiplican y se esparcen en vías de fuga. Esta nue-
va generación quiere fascinar y no protestar, se obsesiona con las
estructuras propias del lenguaje; ha recuperado de algún modo
el potencial alusivo y ambiguo de los poemas de la antigüedad.
Transcribo un poema de Zang Di:

Habitación con ciruelo

después de todo hubo momentos como aquel


la mujer en la habitación aún era joven
quieta de pie frente a la ventana de abril
en sus hombros delgados se posaban dos palomas
 
pero probablemente no había palomas
era su pose como de rama en flor
la que nos hacía sentir la paz impregnada del rocío
la sangre coagulada como entrañas carmesís
 
las flores proliferaban en el ciruelo como una constelación
acercando a su rostro el primer brote de la primavera
hasta que a través de su mirada fija y vívida
conformó el misterio más insondable de aquella habitación

Las operaciones poéticas occidentales arraigaron en el sustrato


chino y, a través de tres generaciones, han podido crecer y fruc-
tificar en un lenguaje propio dentro de la poesía contemporánea
en China. Todo esto me precede, pero como migrante que escri-
be en un idioma no materno, la operación ha sido otra. Vine a
España a los diez años, y al cabo de este tiempo no me siento ni
chino ni español; no es posible ser de un lugar cuando decides
En busca de una lengua imperfecta 65

que donde más cómodo estás es en los límites. El migrante que


llega trata de aprender fielmente el idioma del país de acogida,
pero, una vez interiorizadas las reglas convencionales de uso, su
cuerpo se rebela, entonces debe desaprender lo aprendido e ir
en busca de una lengua imperfecta que pueda hospedarse en su
organismo híbrido. En este caso es el sustrato desarraigado el que
intenta desplegarse y articular una forma extrañada sin salirse de
la gramática que le da cobijo: un idioma menor y extranjero den-
tro del propio idioma. Para ilustrar esto último, transcribo unos
textos publicados en el libro mòh. (Amargord, 2015).
66 Minke Wang Tang

Minke Wang Tang / Poemas

mòh. (Fragmentos)
Más cruces que rayas. Geómetra: eres línea radiando de fondo.
Figura del cielo regurgita hacha teogónica. Partiré tu cráneo de
cumpleaños al séptimo día unicornio. ¿Qué haremos entonces?
¿Qué? si no yogar en resto verde de flaco querer. ¿Qué? si no
dandanzar en melisma simiente. ¿Ha sido así pues nuestro sínodo
convexo en difractante túnel? Luz callada de cítara embebida.
Involuciona ya o supernova detenida en mácula instante.

Espejo no refleja, así que no pasa nada: Entonces surge el deseo.


La lá adquiere expresión.

lo importante de la humanidad o no humanidad por el signíf


como por el conjunto de efectos inexpresivos

Tu espejo en realidad puede ser no tuyo. Si quebrases la cervical


podrías detener la materia? Y si no fueras ese transporte licuándose
hacia, Pero lo reconoces: Tú no tienes problemas.

Todo lo que se puede decir es que hay una mancha en el interior.


¿Se dilata o se contrae? Es contorsión sin salirse del cuerpo (O al
menos no a esta escala.

la arbitrariedad no puede sacrificarse en loor de una no-linealidad


sonora

Se dice: Vas a fusionarte pero no te quiere: Se dice:

Niño Sinlabios no dice. Es que vuelan cosas alrededor. Suciedades.


Detritos. Cosas. Pero si quisiera articular, Claro que sí. Es una
cabeza ¡no? ... si quisiera ¿Con qué entonces? Con la lengua guá
Poemas 67

las atraviesa al engendrarlas, procesal—átona, singularizable al


capricho de las velocidades que animan / sus expresiones virtuales.

Sé, y todos giran enjambrados. Salpican la voz otras voces.


Distorsionan la interioridad hasta que ya no más. ¿Debe aceptarse
esto? Algunas escarpias se clavan en el Principio de Amor Puro ( );
Y puede que acontezca.

Lo que echa son órganos. Eso no tiene importancia. También


somos aritmética, plaza, o cornetas. ¿Es eso? Pero es que ni se ven
a trallazos. Aquí no se respira esencia. Nosotras — No somos —
¡Qué?

: funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo.


respira, se calienta, come. Qué error el haber dicho. En todas
partes, productoras, toda la vida genérica :

¿Pero eres tú ya? vectores y gradientes que se escapan en diferentes


orientaciones. Sé uno más entre todos. Mientras en la lá: No
ocurre nada especial

se levanta un conflicto aparente. Cada conexión, cada ruido se


vuelve insoportable. A la lá opone su superficie opaca y blanda.
Este es el sentido de la represión: Repulsión

Ya solo para hablar, debe ser naturalmente quebrado. La partitura


dice: Romper por siete lugares como el fémur de Saltamontes
¡Puk!, y todo va bien. ¡Puk puk! ¿Así en un número primo?

Son organismos normalmente no móviles. salen a través de las


aperturas: boca, ano, orificios / de unión de los tegumentos y
artejos; y en el exterior forman sus estructuras fructíferas. Y las
esporas. los individuos afectados cambian de color.

lo improductivo, lo inconsumible, sirve de superficie para el


registro, parece que emana de él el movimiento adverbio

En mitad de todo Se desarma el Principio de Amor Puro ( ); Ni


68 Minke Wang Tang

melodía ni color ni drama. Autómata natural Figura sin geometría.


¿Adónde va? Diamante turbio que creciendo.

Ocurre que sobre la superficie de inscripción se anota algo. De


un extraño sujeto, sin identidad fija, que vaga siempre al lado,
definido por la parte que — sí de no sin sí — toma en el producto

en esta región de madres abunda la ictericia. párpados sin pestaña


latiguean

desteñidamente glaucos. a veces en mitad de la tarde asalta el


camino un ojo que ríe. no ibas a venir? el paralelogramo de luz
frente a la cama abre una llaga. de nuevo eres ¿qué cosa?

que de día o de noche y cuando frican alas langostas disminuidas

pataleas en la prensa de la aceituna. bien podrías haber sido


vendido a la mejor pagadora.

pero colgado de la viga no parecías curado para el amor

¿qué se puede esperar? de uno que abre bocas en cualquier tejido


que inserta

mandíbula repleta de dientes -que se ovilla en espera del tiempo


de la guillotina

Mentir que venís de allá de un mundo raro Que triunfasteis en


contienda galimática Que no sabéis del exilio (ni del abecedario)
Y que habéis sido en minúscula. Entonces cuantas se quiera o
más traquetean en ideologías. Un fin desenganchado: el resto
descarrila por cuña clavada de lado en riel de histEria. Pero ha
de conformarse? Cómo hacerse la pregunta si se ha elegido no
permanecer. Solo palabra no instrumental golpea vidrio de prisión
Poemas 69

de maravilla. Así se celebra la capacitancia ( ); Perdiendo el


lenguaje apagajuegos ¿Hora tengo? ¿Prisa hay? ¿No podrán esperar
a que, molesto con Himno Evolucionario, haya huido del cielo
de la justicia Así como las provincias emborronan pubis natal;
Mediante chorro ¿de? expulsado por cetáceo resollando, se diluya
en charco de superfetación. O que se decida que no hay asunción
de fealdad. Que tiritando de nuevo nos asomamos al mandato.
¡Qué importa ser correctora de algo que no presenta margen en
caso de error. Siempre que se tache una coma o una línea o este
párrafo, ¿cómo no hacerlo! ¿Hay que salvaguardarse del bienestar
Ni cuando atascado el pimpollo no asoma del remojo? Aquello
por lo que no luché se desvanece. Hacia cualquier otra cosa vas Ni
progreso ni corrupción ¡O! si hubiera habido origen de injusticia.
Te acuerdas de nosotras? Haber sido vuestra lengua plurinatural
Bajo procesador en paisaje impreso Somos irresponsables! Sí, toda
huella en circuito hay que, saltar de una a otra confundiendo,
exactamente, la marca?

mòh. (Amargord, 2015)


LA ESCRITURA COMO ESPACIO
PARA LA HIBRIDACIÓN

M.ª CARMEN ÁFRICA VIDAL CLARAMONTE


Escribir para entender la intersección:
el ejemplo de Najat El Hachmi

M.ª ROSARIO MARTÍN RUANO


(Des)localizados, traductores, (re)configuradores:
(re)pensar(nos) con Najat El Hachmi

NAJAT EL HACHMI
Sabores
Escribir para entender la intersección:
el ejemplo de Najat El Hachmi

M.ª Carmen África Vidal Claramonte

Y al pensar en manjares para días de fiesta, de golpe me di


cuenta: yo ya no iría a fiestas como esas, ya no me invita-
rían porque me había marchado de la periferia para siem-
pre y porque las invitaciones siempre eran para las familias,
no para las hijas que se habían salido del camino.

Najat El Hachmi

Decía William Faulkner que la literatura es una cerilla que nos


permite comprobar la absoluta oscuridad que nos rodea. La litera-
tura más comprometida suele ser, en efecto, aquella que da cuenta
del contexto en el que nace, y así nos hace pensar. Y, si nos hace
pensar, sin duda resultará peligrosa. La buena literatura nos urge
a caminar por las noches de nuestra vida y a darnos cuenta de la
obediencia de la sangre en su circuito ciego, ese que nos han que-
rido imponer, nos advierte el capítulo 73 de Rayuela. La literatura,
sigue diciendo Cortázar, nos obliga muchas veces a zafarnos del
engaño de ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos, con
el fin de intentar encontrar el otro lado de la costumbre.

Esto es precisamente lo que nos propone Najat El Hachmi, una


autora que utiliza la literatura para encontrar el otro lado de la cos-
tumbre, para abordar la complejidad, el intersticio, el entre-medio,
las diferentes caras de un mismo conflicto. Sus obras son palimpses-
tos, en el sentido de que en ellas encontramos las huellas mezcladas,

Este texto se publicó originalmente en Hispanorama, febrero de 2020.


74 M.ª Carmen África Vidal Claramonte

entrelazadas, subsumidas a veces, de varias culturas. Y esas huellas


se traslucen en su lenguaje, reflejo de la era global, híbrida, en la
que vivimos. Pero sobre todo hay que tener en cuenta que la falta
de claridad de los límites entre las culturas y entre las lenguas no
supone un problema para la autora, sino una ventaja. Y es que las
huellas, asegura John Berger, no son únicamente lo que queda cuan-
do algo ha desaparecido, sino que también pueden ser las marcas de
un proyecto, de algo que va a revelarse. De hecho, muchas veces el
poder de las palabras radica en lo que ocultan, en las historias que
se agazapan en su interior. Ningún elemento puede funcionar como
signo sin remitir a otro elemento. Y esto lo sabe muy bien El Hach-
mi, para quien cada palabra es un palimpsesto, una intersección de
historias anteriores. Así el comienzo de La hija extranjera explicita
cómo el lenguaje refleja formas diferentes de ver el mundo:

¿Cómo tendría que llamar a la tetera de café? Zaghlasht, abarrad,


tan nítidamente diferentes en nuestra lengua, y yo no soy capaz de
encontrar la correspondencia. De repente, este desajuste léxico, tan
insignificante, tan banal, me ha hecho recordar cuán lejos estoy de
ella [de su madre], de su mundo, de su manera de ver y entender
las cosas. Por más que traduzca, por más que intente verter las
palabras de una lengua a otra, nunca lo conseguiré, siempre habrá
diferencias. Pese a ello, traducir continúa siendo una distracción
dulce, una forma tangible al menos, de desear llevar a cabo este
acercamiento de nuestras realidades, que me ha sido útil desde que
vinimos aquí [a Barcelona] (El Hachmi 2015: 18).

Obras como Jo també soc catalana (2004), L’ultim patriarca (2008),


La caçadora de cossos, La hija extranjera (2015), Madre de leche y miel
(2018) o Siempre han hablado por nosotras (2019), no son cómodo
asiento de lo intangible sino camastro ocupado por una generación
tras otra, cada una de las cuales deja en él sus formas dibujadas. Estas
novelas que narran historias de varias generaciones, de varias cultu-
ras que se cruzan y se entrecruzan, dan cuenta de cómo la sociedad
contemporánea ha transformado las formas epistemológicas de acer-
carse a la existencia cotidiana y ha alterado los discursos y experiencias
particulares. Las nuevas tecnologías han hecho posible el encuentro
prácticamente instantáneo entre las sociedades y han mejorado in-
creíblemente la capacidad de que las personas y la información (que
Escribir para entender la intersección: el ejemplo de Najat El Hachmi 75

no el conocimiento) se movilicen a unas velocidades hasta hace muy


pocos años impensables. Hoy más que nunca vivimos una realidad
interconectada que da lugar a la interculturalidad y la interacción
entre las personas. No obstante, las novelas de El Hachmi también
dan cuenta de que el rasero homogeneizador impuesto por esa glo-
balización difumina la percepción de la diversidad, al tiempo que
acrecienta los abismos y malentendidos interculturales. En este con-
texto, las culturas se relacionan entre sí más que nunca, pero muchas
veces desde la asimetría de esa nueva geopolítica que imponen los
mercados globales y la política global de los conflictos bélicos fun-
damentada en choques transculturales acaso imposibles de superar
a pesar de los esfuerzos de los organismos internacionales. Por eso

… en las huellas de ida los pies se apoyan sin problema, pero


en las de vuelta la cosa se complica. Las de ida trazan el ca-
mino de los que se fueron, por hambre, por miedo o por las
dudas. Las de vuelta dibujan la senda de la nostalgia o del des-
consuelo. Las de ida son más hondas, más profundas, resul-
tado de muchas cavilaciones. Las de vuelta son más íntimas,
besadas por descalzos (Benedetti 2007: 121).

Porque los pies reciben lo que pisan, tocan adoquines y veredas, y


aprenden poco a poco, hasta que entienden, o quizá no, que son
muchas las realidades, y que todas ellas pueden lastimarnos por-
que todas ellas dejan huellas.

Habitamos en estas novelas la urdimbre reticular de un modelo


transfronterizo que alcanza todos los ámbitos, desde el político has-
ta el social e identitario. El Hachmi nos hace conscientes de que
en una era no solo global sino sobre todo, y como consecuencia,
híbrida, la diferencia cultural es una constante a la que acercarse
desde posturas éticas y responsables, alejadas de cualquier perspec-
tiva axiomática, normativa, esencialista o universalista, teniendo en
cuenta que habitamos un espacio mundial glocal que ha dejado de
ser, para siempre, homogéneo, para convertirse en «liminar». Así las
cosas, la reflexión sobre el lenguaje de El Hachmi es sumamente im-
portante, porque el proceso que estamos viviendo de interconexión
global refleja la reubicación de las lenguas y de las culturas en rela-
ción con las instituciones y el poder, en un proceso que tiene que
76 M.ª Carmen África Vidal Claramonte

ver con la capacidad de la novelista de abordar dos o más mundos a


la vez y de sumergirse en las pérdidas y descubrimientos que ese en-
cuentro o choque produce. Esta idea es una constante en sus obras.
A modo de ejemplo, cabe citar el siguiente:

Había cuestiones que no sabía pasar de un idioma a otro, que no


quería pasar de un idioma a otro. Continuaba sin entender por
qué tantas mujeres de por ahí me explicaban a mí cosas de aque-
llas. ¿Cuándo fue la última vez que le vino la regla a tu madre?
Y yo ya sabía qué era eso de la regla, pero no lo había hablado
nunca con ella. ¿Cuándo fue la primera vez que le vino? A los
dieciséis años, mejor, así yo estaré tranquila hasta los dieciséis.
¿Cuándo tuvo relaciones sexuales por primera vez? Dios, Dios,
quería huir corriendo de todo aquello, yo no quiero saber todas
esas cosas, y aún menos traducirlas a un idioma en el que no exis-
tía ninguna palabra que yo conociera para relaciones sexuales que
no fuesen palabrotas. No podía correr y la comadrona me miró
fijamente con las uñas rojas sobre la mesa, anda, venga, pregún-
taselo. Madre me miraba y me decía qué, qué te ha preguntado,
y yo habría querido fundirme, así, de golpe, y que ellas mismas se
las entendieran. No podía decir follar, no. No podía decir cuándo
fue la primera vez que padre te la metió. ¿Joder? No. Intenté en-
contrar un eufemismo. ¿Cuántos años tenías cuando dormiste con
padre por primera vez? Y no la miré a los ojos mientras se lo decía;
ella dijo, también muy deprisa, nos casamos cuando yo tenía diecio-
cho años. Eso es todo (El Hachmi 2008: 220-221).

Estamos, pues, ante una manera móvil de entender la cultura que


se refleja en el lenguaje y en su constante mezcla, conjunción y
choque entre las culturas. Porque el lenguaje no está nunca ais-
lado ni del mundo ni de la cultura, sino que refleja los cambios
sociales, y por eso nunca es neutro, antes bien un instrumento de
poder que muchas veces representa la autoridad de quien habla, o
la autoridad que se desea llegar a tener.

En L’últim patriarca, novela ganadora del Ramón Llul, el premio


más importante de las letras catalanas, la autora mantiene que escri-
bir le permite convertir en uno solo los fragmentos de los diferentes
mundos que la han acompañado desde siempre, conciliar topoi que
pueden parecer irreconciliables y conceptos tan sensibles como los
Escribir para entender la intersección: el ejemplo de Najat El Hachmi 77

de raza, género, sexo o religión (acaso por todo eso el capítulo 15


hace referencia en el título a la chicana Sandra Cisneros, alejada es-
pacial pero no conceptualmente de nuestra autora). Anteriormente,
en 2004, El Hachmi había publicado otra obra cuyo título es muy
significativo, Jo també sóc catalana. En ella se aborda la cuestión de
la inmigración y de la identidad, de la discriminación y del racis-
mo, pero igualmente de las actitudes paternalistas y de la sensación
de pertenencia, como ocurre también en su delicioso cuento «Aquí
me han nacido hijos», que empieza con la pregunta «¿Y por qué
no te vuelves a tu país?». El Hachmi sitúa a sus personajes en un
escenario en el que están obligados a superar las fronteras artifi-
ciales marcadas por los mapas, inclinando la balanza a favor de
un encuentro con el proceso ambivalente de la hibridación, con
toda la complejidad que este término trae consigo en una amplísi-
ma literatura que prácticamente abarca todos los continentes. Así,
cualquier lógica binaria típica del pensamiento occidental tradicio-
nal, cualquier mirada totalizadora, queda necesariamente disuelta si
queremos abrirnos a espacios de la diferencia, espacios del entre, en
el que nos damos cuenta de que solo es posible construir significa-
do mediante el diálogo con el Otro. Sin embargo, no cabe en este
sentido sino la reflexión realista sobre el hecho de que ese diálogo
muchas veces provoca lo que El Hachmi llama «pornografía étnica»,
una fiesta multicultural del estereotipo que se torna en ocasiones fal-
ta de entendimiento, porque el alejamiento entre las culturas y sus
valores es tal que provoca una extrañeza a menudo difícil de superar.

En todas sus obras, El Hachmi habla de fronteras, físicas y me-


tafóricas, en las que acaso lo único que puede llevarse consigo el
migrante es su lengua:

Sóc un esgraó intermedi, formo part del que jo anomenaria gene-


ració de frontera [...] És per això que aquest llibre es perfile com
una espècie d’híbrid transgenèric: unes memòries que no són ben bé
memòries, experiències reals que semblen fictícies i un component d’
anàlisi d’aquest relat vivencial que no és ben bé assaig [...] Ho con-
fesso: escric per sentir-me més lliure, per desferme del meu propi en-
claustrament, un enclaustrament fet de denominacions d’ origen, de
pors, d’esperances sovint estroncades, de dubtes continus, d’abismes
de pioners que exploren nous mons [...] Un pensament de frontera
78 M.ª Carmen África Vidal Claramonte

que serveix per entendre dues realitats diferenciades, una manera de


fer, d’actuar, de ser, de sentir, d’estimar, una manera de buscar la
felicitat a cavall de dos mons (El Hachmi 2004: 13-14).

Cómo enfrentarse a esa situación de doble lenguaje será una de sus


peores pesadillas. La frontera que supone la lengua al enfrentarse a
un país en el que todo, las costumbres, las comidas, las gentes, les
resulta ajeno, es quizás uno de los muros más difíciles de atrave-
sar. Pero ¿a qué cambios vitales obliga el hecho de vivir entre dos
lenguas? O peor, en dos lenguas al mismo tiempo. ¿Qué implica
escribir en una lengua que no es la lengua de tu madre, la de tus
recuerdos infantiles, la lengua en la que se construyeron las rela-
ciones entre las palabras y las cosas?

En el mundo de El Hachmi se van acumulando escrituras, culturas


anteriores y simultáneas, pasadas y contemporáneas. Me recuerda
aquella frase de Eduardo Galeano que advierte de que cuando es ver-
dadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay
quien la pare, porque todos tenemos algo que transmitir a los demás,
porque, aunque los científicos digan que estamos hechos de átomos,
en realidad estamos hechos de historias. Por eso, en sus novelas, la au-
tora nos ofrece reescrituras que traen consigo huellas de un largo reco-
rrido, en tanto son el reflejo de culturas intercaladas, vivencias dobles
en las que los límites resultan siempre borrosos, nunca nítidos. Frente
a lo homogéneo, cada palabra que leemos en estas novelas es el espejo
de que nuestra existencia es lingüística pero también de que ningún
diccionario ni ninguna gramática serán nunca capaces de fijar ni
describir de manera exhaustiva la lengua materna. En libros como La
hija extranjera o El último patriarca, las palabras nos permiten acceder
al espacio fronterizo y nómada en el que viven actualmente millones
de personas en esta sociedad global nuestra, una sociedad que da pie
a construcciones discursivas que utilizan un lenguaje híbrido, rizomá-
tico, impuro y heteroglósico. Son novelas poliglósicas que dan voz a
muchas voces, voces que se desestabilizan y que desestabilizan, voces
que mezclan formas lingüísticas, y mezclas lingüísticas que a su vez re-
flejan, unen y hacen colisionar maneras diferentes de ver el mundo. El
Hachmi vive por y para la escritura, pero no para aislarse del mundo
sino para entender mejor los mundos que habita. Son mundos que
Escribir para entender la intersección: el ejemplo de Najat El Hachmi 79

habitamos nosotros y ellos, ellos y nosotros, mundos híbridos que,


como dice al principio de La hija extranjera, no concibe ni sesgados ni
escindidos sino en constante intersección.

En su literatura, El Hachmi representa espacios singulares, creando


así mundos interiores que se nos van acumulando en la lectura, es-
pacios de sensibilidades diferentes, como por ejemplo en las escenas
más eróticas de L’ultim patriarca, que, no obstante, no hacen sino
construir un tapiz de hilos que, al entrelazarse, dibujan eso que lla-
mamos «lo humano», que la autora se niega a entender como una ta-
rea mecánica, como un monótono y uniforme transcurrir de la exis-
tencia. Por eso, el amazigh y el catalán reflejan mundos diferentes
que al tiempo coexisten, porque cada lengua crea un universo, un
mundo pleno, pero también una inconmensurable prodigalidad
que les obliga a interaccionar, a la vez que nos permiten asomarnos
y escudriñar formas variadas y variables de ver el mundo.

La lengua de la madre es una constante influencia. La protago-


nista de La hija extranjera, por ejemplo, utiliza la lengua mater-
na para las palabras relacionadas con hacer pan como lo hacía
su madre, porque las palabras atesoran significados a menudo
ocultos para el intelecto: cada palabra viene cargada de historias
subconscientes, de pasados varios, de olores y sabores. Efectiva-
mente, la comida, es, sin duda, uno de los sistemas semióticos
de los que se sirve El Hachmi para hablar de huellas, fronteras y
palimpsestos. Así ocurre en casi todas las novelas, pero también,
y muy especialmente, en sus últimos cuentos, donde los sabo-
res, los olores, las texturas, los colores de los alimentos crean
un sistema de relaciones simbólicas que codifican el mundo
y nos obligan a posicionarnos. La comida saca a la luz la re-
lación entre mujeres y hombres, entre nosotros y ellos, entre
miradas que se cruzan y que al encontrarse nos urgen a dejar
de lado esa supuesta e impuesta globalización universalizadora
y a habitar, en cambio, territorios de lo plural, de la diferen-
cia, topoi híbridos donde la comida es una manera de ver el
mundo, pero también a los demás y a nosotros mismos. Los
olores de las especias, los sabores de los guisos, el tacto del pan
que se amasa, son el reflejo de culturas intercaladas, vivencias
80 M.ª Carmen África Vidal Claramonte

dobles en las que los límites resultan siempre borrosos, nunca


nítidos. Aunque son también vivencias de pasados y de futuros,
de memorias, recuerdos, nostalgias e ilusiones. Son guisos que
en un momento del pasado desdeñamos pero que ahora, desde
la distancia, desearíamos poder degustar, porque ese guiso es la
huella de lo que fuimos, la mirada que vuelve a sus orígenes para
aprender, y también para desaprender. No es lo mismo cortar las
patatas en trozos grandes que en cubitos pequeños. La comida
es la traducción de aquellas imposiciones, desprecios, desdenes
y soberbias de quienes aún creen en un nosotros y en un ellos.
Lo que olemos es el antes, los pasados, que serán el fundamen-
to, la intersección, de los después, en un diálogo de escrituras
que plantea continuos interrogantes. La comida es una forma de
mostrar el tradicional servilismo de la mujer respecto del hombre
en épocas pasadas, pero también se convierte, y esto lo muestra El
Hachmi con una sutileza genial, en un territorio para la libertad
y para la subversión. Así comienza «Comida de hombres, comida
de mujeres»:

A la abuela no le gustaba servirle la comida al abuelo, se notaba.


No lo había dicho nunca abiertamente, claro, no son cosas que
una señora respetable pueda ir manifestando de cualquier mane-
ra, pero cuando la observábamos atentamente, en los veranos que
estábamos en su casa, enseguida podíamos ver que no soportaba
tenerle que llevar la bandeja hasta la habitación, o el té de media
tarde. Y eso que en materia de servilismo había aprendido las
normas claras de la educación tradicional del campo: hombres y
mujeres comen por separado. Ellos siempre primero. Llenába-
mos sus platos a rebosar y esperábamos a que los devolvieran.
Lo que dejaban era para las mujeres y los niños. A mí eso de
tener que alimentarnos con las sobras me hacía sentir pequeña,
pero a las demás no parecía que las molestara.

La tierna ironía cocinada junto con el agrio sarcasmo del brillante


final del primer cuento nos permite intuir que en realidad sí sa-
bemos de dónde procede la poca estima que le tenía la abuela al
abuelo: de los muslos de pollo que le había tenido que ceder toda
la vida, de los diez hijos, de lo que contaban en la familia, que de
muy jovencita había comido testículos de cordero.
Escribir para entender la intersección: el ejemplo de Najat El Hachmi 81

El proceso de creación literaria es paralelo al proceso de amasar el


pan, otro elemento culinario omnipresente en la obra de El Hach-
mi: con ambos se nos invita a habitar en el entrecruzamiento de
historias, experiencias, lenguas, porque es desde esas intersecciones
desde donde veremos desfilar los desórdenes de los mundos que lle-
nan nuestros contornos mientras nos alimentan, mundos diferentes
al «nuestro» que en ocasiones nos alarman con sus abismos de las
extrañezas del «Otro», cuyos párpados tantas veces hemos visto su-
cumbir para no volver a levantarse. La transgresión de esos límites
nos permitirá no instalarnos en la sospechosa solidez de lo inmóvil.

Y es que en toda la obra de El Hachmi los sabores se mezclan y


los olores nos invaden, como las culturas. La falta de claridad entre
esos límites entre las culturas, entre las texturas, no es un problema
sino un enriquecimiento: es un maravilloso ir y venir entre zonas de
contacto que rozan, chirrían, se violentan entre sí y ponen de ma-
nifiesto que el lenguaje no tiene más remedio que ir más allá del
lenguaje; que las identidades, como los sabores, son caleidoscópicas.
De ese modo, El Hachmi conjuga a la perfección formas distantes y
distantes formas de ver el mundo. Y precisamente porque al aventar
sus páginas aspiramos olores diferentes, nos da pistas sobre la liber-
tad de pensar y sobre el milagro de pensar la libertad, permitiéndo-
nos entrar en otras experiencias que pueden trastocar las nuestras.

La distancia, la búsqueda de la libertad, la subversión de lo impuesto


a las mujeres por el patriarcado, son caminos que su literatura nos
presenta como conceptos tan incuestionables como necesarios, pero
también como búsquedas de las que nunca se sale indemne. El co-
mienzo de otra historia, de otras historias, supone a la vez dolor y
descubrimiento, nostalgia de sabores, de esquinas, de rincones, de
huraños sosiegos y de rostros que oscilan sin parar en la memoria. El
espanto de la posibilidad de que esas expectativas sean inalcanzables
y a la vez la riqueza que implica un cambio de ruta; el diálogo obli-
gado o voluntario con el otro y esa segunda patria, que lo quieran o
no algunos, es mi casa, la tuya, la suya y la de ellos.

Los sabores son una manera de tener presente la memoria, las me-
morias, algo irrenunciable, en tanto implica superar nuestras
82 M.ª Carmen África Vidal Claramonte

circunstancias limitadoras y abrirnos a otras posibilidades más allá


de nuestra historia particular para no caer en la tentación de aho-
garnos en el vital pero siempre efímero aire del instante. Como
dice Emilio Lledó, el más hondo aliento nos permite salir de los
surcos del texto y aventar por otros parajes donde laten las eternas
y monótonas pero acuciantes presiones de la vida, de los signos y
de sus significados.

Somos las palabras que cuentan lo que somos, asegura Eduardo


Galeano. Con Najat El Hachmi, también podríamos decir que so-
mos los sabores que cuentan lo que somos. Lo que olemos, lo que
degustamos en su obra es ese pasado que siempre estará ahí, que no
queremos ni debemos borrar. Pero los sabores y los olores no solo
nos sirven para construir el ser presente sino también para dar forma
a nuestro futuro, en tanto El Hachmi plantea un juego arqueológico
y genealógico que aleja al lector de la inercia y del inmovilismo para
encaminarle hacia una síntesis de universos conceptuales. ¿Qué sig-
nifica marcharse? ¿Se puede volver? ¿Qué consecuencias tiene?

Sin duda, son muchas más las preguntas que las respuestas, y eso no
es necesariamente negativo, porque dudar nos impele a no asentar-
nos en ninguna zona de confort ni a aceptar observar el mundo des-
de historias impuestas; no enajenar nuestra propia historia ni comer
el fruto del árbol del olvido que nos ofrecen, todavía hoy, esos nue-
vos lotófagos enmascarados a quienes no les gusta que queramos,
inquietos, indagar en nuestros futuros a partir de nuestros pasados.

Referencias

Benedetti, Mario. Vivir adrede. Madrid: Alfaguara, 2007.

El Hachmi, Najat. La hija extranjera, trad. de Rosa María Prats. Barcelona:


Destino, 2015.

—. El último patriarca, trad. de Rosa María Prats. Barcelona: Planeta, 2008.

—. Jo també sóc catalana. Barcelona: Columna, 2004.


(Des)localizados, traductores,
(re)configuradores: (re)pensar(nos)
con Najat El Hachmi

M.ª Rosario Martín Ruano*

(Des)localizados. Textualidades en el espacio-tiempo es el título de un


ciclo que pretendió aproximarse a una tendencia muy visible en las
manifestaciones lingüísticas y culturales de la era globalizada, don-
de los fenómenos migratorios, la diversidad e interculturalidad cre-
ciente de los paisajes transformados de nuestras sociedades etnodi-
versas y multiculturales han propiciado nuevas y múltiples formas
de expresión que deshacen esa ecuación heredada, tan inexacta
como aún arraigada en los libros de texto y en la vida diaria en ge-
neral, mediante la cual se establece una triple igualdad entre «una
nación», «una lengua» y «una cultura». Efectivamente, aunque los
últimos siglos, por efecto de las ideologías del Estado nación, nos han
acostumbrado a pensar en las lenguas, las culturas y las identida-
des como esencias o conjuntos autocontenidos y a acercarnos a la
realidad con una conciencia monóglota y un punto de vista que
de manera irreflexiva tendemos a tomar por universal, viene bien
recordar aquello de lo que clarividentemente nos alertara George
Steiner (1998: 107) en Errata: que bien pudiera ser que el mono-
lingüismo y la monoculturalidad no constituyan la norma, sino la
excepción histórica y cultural. Sin duda alguna, nuestro presen-
te desafía las imágenes estereotípicamente homogéneas y los ecos
monocordes que parecen activar etiquetas usualmente evocadas,
pero más difícilmente definibles como «la cultura española»,

* GIR TRADIC (Ideología, Traducción, Cultura), Universidad de Salamanca. Proyecto VIO-


SIMTRAD (FFI2015-66516- P; MINECO/FEDER)
84 M.ª Rosario Martín Ruano

«la literatura sueca», «la música francesa», «el arte brasileño» o «el
cine indio». Nuestra experiencia general de la realidad cotidiana se
parece cada vez más al día a día de los personajes de Dientes blan-
cos, de Zadie Smith, que asiduamente transitan por los pasillos del
instituto Glenard Oak, «una Babel de lenguas, colores y clases»
(2000: 292), escenarios abigarrados, heterogéneos, multicolores,
polivocales, a menudo contrapuntísticos, donde la pluralidad y la
diferencia constituyen la habitual regularidad.

De la misma manera, el panorama artístico y cultural también


se puebla hoy de voces, miradas e identidades plurales y plural-
mente constituidas, transfronterizas, viajeras. En esos cánones de
la excelencia que a menudo se ven sometidos a las fuerzas cen-
trípetas de las fronteras y las banderas, irrumpen hoy, no como
novedad, pero sí con una fuerza y vigor inusitados escrituras hí-
bridas y mestizas que reflejan la condición nomádica, diaspórica,
en tránsito, de numerosos autores que habitan el entre, hablan
desde la interculturalidad y sin renunciar a la costumbre adqui-
rida de ir y venir entre mentalidades, cosmovisiones e idiomas.
Son autores y autoras que reflejan y dotan de sentido a las ex-
periencias hasta ahora infrarrepresentadas de identidades inter-
seccionales, de individuos que viven a caballo entre diferentes
universos y, por tanto, atesoran la riqueza de los bagajes múlti-
ples, la capacidad del contraste y una mirada relativizadora. Son,
a la par, voces que a menudo encarnan y traslucen el conflicto;
identidades tensionales que han experimentado las relaciones no
siempre tersas en la esfera social entre culturas y posturas diver-
sas; subjetividades, en definitiva, en ocasiones también divididas,
e incluso desgarradas, por la tirantez entre lealtades o expecta-
tivas contrapuestas. Son, por todas estas razones, voces que no
solo ofrecen el testimonio particular de unas vivencias personales
o una ficción construida a partir de un punto de vista singular-
mente individual. A la vez, pueden considerarse representativas
de experiencias y retos colectivos; sin duda alguna, de las colecti-
vidades a las que, entre sus múltiples adhesiones, dichos escritores
pertenecen, pero también de otras muchas que hoy están inmersas
en un diálogo sobre la diversidad, a las que tienen la capacidad de
interpelar.
(Des)localizados, traductores, (re)configuradores: ... 85

Najat el Hachmi es una de esas autoras que, por su experiencia


vital, cruza lenguas y culturas solo con caminar y a quien la escri-
tura ofrece la posibilidad de reflexionar sobre ese espacio híbrido,
multilingüe y multicultural donde tiene su particular morada. De
hecho, El Hachmi ha definido la escritura como un espacio de li-
beración, un campo donde dar rienda suelta, sin ataduras ni re-
nuncias, a una identidad esencialmente plural. En una entrevista
concedida al programa Don de lenguas de Radio usal se expresaba
en estos términos:

El único lugar donde no tengo que dar explicaciones sobre de


dónde vengo ni de dónde soy, ni hacia dónde voy ni dónde
estoy, etc. es en el espacio de la escritura, porque ahí es simple-
mente lo que a mí me surge como autora. […] Como autora,
yo soy todo lo que soy […]; no me parto, no me divido, cuando
estoy escribiendo. Y por eso me da la sensación de que es mi
mayor espacio de libertad, porque puedo […] intentar abordar
la complejidad. Yo creo que la literatura, la escritura, es un es-
pacio que te permite abordar complejidades (El Hachmi, en El
Hachmi et al., 2018: 17’).

Con todo, los relatos de los (des)localizados no son solo un me-


dio de autoexploración. Al tomar la palabra desde posiciones que
hasta la fecha no han sido origen de la enunciación, sus palabras
entrañan una conquista simbólica que supera con creces el plano
personal. Desde luego, tienen el potencial de constituirse en refe-
rente de subjetividades que quizás han sido previamente retratadas
o referidas, pero que hasta la fecha siguen ausentes o excluidas, en
tanto que sujetos activos, del siempre restrictivo orden del discur-
so. Más allá, cualquier acceso a ese orden puede ser antesala de
una (re)ordenación integral, en tanto se (re)configura el «noso-
tros» que pasa a expresarse desde la tribuna. La escritura, dice El
Hachmi, «puede ser muy subversiva» (2018: 21’). Exige y permite
articular asimismo una nueva conciencia colectiva, cuestionar sus
automatismos, replantear sus términos y modos de autodefini-
ción. Estos autores que navegan entre culturas no solo muestran
«su» diferencia, sino que revelan hasta qué punto esta es cons-
titutiva de un espacio común y compartido, reivindicado como
propio e invitado a redescubrir por todos en toda su hibridez y su
86 M.ª Rosario Martín Ruano

multiplicidad, algo a lo que urge explícitamente, ya desde el título,


el primer libro de esta autora, Jo també soc catalana (2004). La voz
de los (des)localizados es desestabilizadora: exige acordar de nuevo
los significados de las palabras, que pasan a estar (re)escritas, tra-
ducidas, meramente al ser pronunciadas.

Nacida en Marruecos y afincada desde niña en Cataluña, El Hach-


mi está hecha a vivir entre mundos y a traducir realidades, a tender
puentes entre lenguas y culturas, pero también a revisar críticamen-
te los existentes. Y es que, aparte de un ejercicio habitual practicado
por necesidad para forjar inteligibilidades internas y también entre
colectivos y esferas, la traducción pasa a ser asimismo un hábito
crítico, una disconformidad perpetua para con las correspondencias
simples que, al decretar igualdades, ocultan o minimizan los matices
y distancias que acompañan a las percepciones, a los sentimientos
y a los puntos de vista que a su vez incorpora toda práctica cultu-
ral o expresión lingüística. Su escritura, de hecho, puede entender-
se como una modalidad de «traducción densa» (Hermans, 2003,
2020) que se regodea en explorar los límites y posibilidades de la
representación y la atribución de significado abundando en las con-
textualizaciones en que esta cobra siempre nuevos sentidos:

Mi necesidad de escribir nace, en parte de esta historia inmigra-


toria, pero también porque vivir en mundos diferentes desarrolla
un músculo muy particular que es el de aprender a mirar las cosas
desde más de un punto de vista, el de comparar continuamente
los sistemas de valores y el intentar entender siempre los posicio-
namientos opuestos, así como identificar los elementos comunes
que pueden resultar universales (El Hachmi, en Torío, 2016).

De esta manera, traducir no implica solo hallar correspondencias


en otra lengua ni facilitar la comunicación con un cambio de có-
digo. Permite descubrir diferencias insondables y hasta abismos,
que, no obstante, pueden también salvarse o aproximarse median-
te una reflexión dialógica. En La hija extranjera, por ejemplo, me-
dita de esta forma:

Mi madre y yo no nos besamos nunca. Hoy tampoco, claro, hoy


tampoco ha cambiado nada. Ha apagado el fuego y ha mezclado
(Des)localizados, traductores, (re)configuradores: ... 87

los dos líquidos calientes dentro de la tetera del café. Tetera no es


la palabra, cafetera tampoco. Por unos instantes me he quedado
colgada en esa traducción: ¿Cómo tendría que llamar a la tetera de
café? Zaghlasht, abarrad, tan nítidamente diferentes en nuestra-su
lengua, y yo no soy capaz de encontrar la correspondencia. De
repente, este desajuste léxico, tan insignificante, tan banal, me ha
hecho recordar cuán lejos estoy de ella, de su mundo, de su manera
de ver y entender las cosas. Por más que traduzca, por más que
intente verter las palabras de una lengua a otra, nunca lo consegui-
ré, siempre habrá diferencias. Pese a ello, traducir continúa siendo
una distracción dulce, una forma tangible al menos, de desear lle-
var a cabo este acercamiento de nuestras realidades, que me ha sido
útil desde que vinimos aquí (El Hachmi, 2015: 18).

Con todo, quienes traducen no solo son diestros en tejer acuerdos


entre expresiones diversas, sino también en detectar asimetrías que
a menudo pasan inadvertidas o son naturalizadas, en olfatear des-
de qué posición se delimita y define la diferencia:

No puedo evitar un resentimiento de pobre al pasar delante de


las casas de los ricos, o de los que lo parecen si se los compara con
nuestra limitada economía. Resentimiento y fascinación por unas
vidas tan diferentes de la mía, las de mis compañeros de instituto,
los que llevan vaqueros de marca, peinados de peluquería que
cambian al ritmo de la moda; los que van a esquiar en invierno,
de viaje en verano y a quienes sus padres les pagan las salidas de
fin de semana y el carné del coche, y que lo único que deben
hacer es estudiar. ¿De qué te extrañas? Esa es la vida normal, es la
tuya la que no encaja, tú eres la intrusa. Tú, que tienes una madre
que limpia en sus casas, y aún gracias que alguien la pudo aceptar
en su casa a pesar de la raya en medio, la frente regia de rifeña y el
pañuelo en la cabeza. Suficientemente generosos han sido con vo-
sotros, suficientemente acogedores. No tienes ningún motivo para
quejarte, como hablas su lengua igual o mejor que ellos casi ni re-
cuerdan de dónde eres o quién eres. Casi (El Hachmi, 2015: 22-23).

En este sentido, la ficción de los (des)localizados es un útil instru-


mento de diagnóstico que permite arrojar luz sobre las fórmulas
concretas a las que obedecen las expectativas vigentes sobre el en-
tendimiento y la convivencia entre identidades diversas. «Toda la
escritura mía consiste un poco en entender, por un lado, de dónde
88 M.ª Rosario Martín Ruano

vengo y, por otro, qué lugar estoy ocupando en el sitio al que he ido
a parar», comenta (2018: 5’). En concreto, la obra de El Hachmi se
ha leído como una crítica del proyecto asimilacionista de la integra-
ción (Vidal Claramonte, 2012: 240; Carranza Castelo, 2017: 16),
una palabra sobre la que la propia autora ha manifestado recurrente-
mente y con vehemencia sus reservas. Como también argumentaba
El Hachmi en Don de lenguas, la integración ha formado parte de
«un discurso de exigencia hacia el otro, de exigencia hacia el que
llegaba» (2018: 23’ff), una exigencia difusa y ambigua, como ex-
plicaba, que, en esa solicitud, parece olvidar y pasar por alto que la
sociedad que reclama integración es en sí misma muy heterogénea
y que, por tanto, las formas que pudieran adoptar quienes llegan
son muchas más de las que en último extremo se toleran. Por eso El
Hachmi ha denunciado que:

Quienes te pedían integrarte lo que te estaban pidiendo en reali-


dad era desintegrarte, porque quería decir renunciar a todo lo que
traías de casa, en la maleta, y dejarte la maleta en las puertas de la
frontera y ahí empezar de cero (2018: 24’ff).

A partir de esta percepción de la realidad social que la rodea, Najat


El Hachmi no solo plantea críticas e interrogantes, sino que también
abre caminos para encontrar otras respuestas distintas a las habituales
o a las ensayadas. En el plano conceptual, frente a esa idea de integra-
ción homogeneizadora que niega la diferencia o únicamente permi-
te la reiteración de su formato estereotípico, reivindica la identidad
como proceso y como diálogo, como un gradual «enraizamiento»
que permite descubrir el significado de la «pertenencia» en sus distin-
tos estadios y con sus más variopintos matices y formas. En cualquier
caso, lejos de ser un recorrido o una meta unilateral, El Hachmi los
define como procesos «de doble dirección» (2018: 25-26’). El espa-
cio público no es jamás estático y es susceptible de ser articulado de
manera participativa, como también pueden las identidades colecti-
vas ir transformándose con el reconocimiento y las aportaciones de
todos cuantos están cobijados bajo su paraguas.

Con su ficción, sus colaboraciones en los medios y su producción


ensayística (incluyendo el más reciente Siempre han hablado por
(Des)localizados, traductores, (re)configuradores: ... 89

nosotras, 2019), El Hachmi continúa regalándonos personajes, relatos


y opiniones para (re)pensar la realidad, nuestra realidad transnacional
y globalizada, y (re)pensar(nos), más allá de las jerarquías excluyentes,
de los esencialismos y de las etiquetas unidimensionales, limitadoras
y estancas. Con ellos consigue ampliar el horizonte de nuestra mira-
da, (auto)descubrirnos la rica complejidad de cómo somos y también
permitirnos imaginar qué tipo de sociedad podemos ser. Con ellos
ha logrado, asimismo, ampliar tanto los confines como el reconoci-
miento de nuestras letras, algo de lo que dan testimonio los múltiples
premios recogidos hasta la fecha. Si El último patriarca (2008) recibió
el premio de las Letras Catalanas Ramon Llull en 2008, el Prix Ulys-
se a la primera novela en 2009, fue finalista del Prix Méditerranée
Étranger en 2009; si La hija extranjera (2015) fue reconocida ese año
con el Premio Sant Joan de novela; si numerosas de sus novelas, entre
ellas las citadas o La cazadora de cuerpos (2011) o Madre de leche y
miel (2018) han sido traducidas a numerosas lenguas, la concesión a
El lunes nos querrán en 2021, apenas unos meses antes del momento
en que reviso estas páginas, del prestigioso premio Nadal de novela, el
premio literario más antiguo de España y uno de los más prestigiosos
galardones de las letras en español, no solo supone un reconocimiento
del mérito de su obra sino también de su representatividad en y para
la literatura en esta lengua y para la literatura mundial a la que nutre.
Una literatura que, hoy más que nunca, es rica y diversa, (des)locali-
zada y potencialmente subversiva, capaz de traducir la(s) realidad(es)
y de traducirnos, capaz transformarnos con cada letra.

Referencias

Carranza Castelo, Ernest. «¿Integración o desintegración? El cuestio-


namiento de Cataluña como tierra de acogida en textos de ficción y
no ficción de Najat El Hachmi». Revista Internacional de Catalanística /
Journal of Catalan Studies, 20, 2017, pp. 1-21.

El Hachmi, Najat. Jo també sóc catalana. Barcelona: Columna, 2004.

—. L’últim patriarca. Barcelona: Planeta, 2008. [El último patriarca, trad. de


Rosa María Prats. Barcelona: Booket, 2008].
90 M.ª Rosario Martín Ruano

—. La caçadora de cossos. Barcelona: Columna, 2011. [La cazadora de cuer-


pos, trad. de Ana Rita da Costa. Barcelona: Planeta, 2011].

—. La filla estrangera. Barcelona: La Butxaca, 2015. [La hija extranjera,


trad. de Rosa María Prats Barcelona. Planeta, 2015].

—. Mare de llet i mel. Barcelona: La Butxaca, 2018. [Madre de leche y miel,


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han hablado por nosotras, trad. de Ana Ciurans Ferrándiz.  Barcelona:
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Najat El Hachmi / Sabores

1. Comida de hombres, comida de mujeres


A la abuela no le gustaba servirle la comida al abuelo, se notaba.
No lo había dicho nunca abiertamente, claro, no son cosas que una
señora respetable pueda ir manifestando de cualquier manera, pero
cuando la observábamos atentamente, en los veranos que estába-
mos en su casa, enseguida podíamos ver que no soportaba tenerle
que llevar la bandeja hasta la habitación, o el té de media tarde. Y
eso que en materia de servilismo había aprendido las normas claras
de la educación tradicional del campo: hombres y mujeres comen
por separado. Ellos siempre primero. Llenábamos su plato a rebo-
sar y esperábamos a que los devolvieran. Lo que dejaban era para
las mujeres y los niños. A mí eso de tener que alimentarnos con las
sobras me hacía sentir pequeña, pero a las demás no parecía que las
molestara. Años después me explicaron que en Japón los médicos
habían descubierto que las mujeres tenían menos cáncer de estó-
mago porque también tenían la costumbre de servir primero a los
hombres y sus platos estaban siempre más fríos. A ellos también se
les reservaba el mejor corte de la carne, magra y sin hueso. Si ha-
bía poca, toda para ellos. Del pollo les daban los muslos tiernos y
melosos. Para desayunar, huevos fritos siempre que fuera posible, si
era en mantequilla, mejor. Cuando se hacía algún sacrificio, el pri-
mer pincho especiado y cocido sobre las brasas, para los hombres,
así como el hígado y el bazo. Lo que tenían prohibido las mujeres
eran, por supuesto, los testículos de los animales. Decían que eso
les estropeaba el carácter.

Pero las mujeres también tenían sus preferencias culinarias,


costumbres que eran difíciles de encontrar en sus homólogos
masculinos. De entrada, ellas podían comer fuera de horas por-
que dominaban el espacio de la cocina y la despensa. Si en un mo-
mento dado les apetecían unas aceitunas arrugadas o unas almen-
dras, solo las tenían que coger. Los hombres, en cambio, tenían
92 Najat El Hachmi

que esperar a que les sirvieran. Las mujeres encendían el fogón de


la mañana para tostar encima el pan del día anterior. Los hombres,
como se levantaban más tarde, siempre tenían listo el pan recién co-
cido, humeante. De alguna manera también era alimentarse de los
restos, lo del pan frío, pero lo más importante era no tirar la comida,
aprovecharlo todo. Cuando el pan ya estaba seco hacían un sofrito
picante y especiado y lo echaban en la olla para hacer una sopa
deliciosa. Recogían las migajas y se las comían, pedazos casi invisi-
bles a la vista. Se acababan siempre lo que sobraba de los platos de
los niños pequeños y los bebés, la patata y zanahoria aplastadas o las
papillas hechas con galletas María. Corta más delgada la piel de
la patata, más delgada, me decían, para no desaprovecharla. Cuan-
do limpiaban alcachofas, se llevaban cada hoja a la boca para roer
su punta tierna y así les quedaban los labios morados. Ponían en la
cazuela hígados, mollejas, cabezas y hasta patas de pollo, cortando
las uñas y pelando su piel, que salía como si fuera la de una ser-
piente. A la abuela le encantaba roerlos, bien gelatinosos. A mí me
guardaba siempre la espalda. Que el muslo fuera para mis hermanos
a mí no me molestaba. De hecho, años más tarde, descubrí que a
uno de ellos no le gustaba nada y se lo tenía que comer igualmente
porque era hombre. Yo encontraba que los riñones de pollo eran
una carne finísima, muy tierna, unas vísceras pequeñas y harinosas
que se deshacían sobre la lengua.

La comida de las mujeres también era lo que se agarraban en los


huertos y los campos. La abuela recogía una planta que crecía
en los márgenes de los caminos, de hoja redonda como la del
geranio. La lavaba y volvía a lavar para sacarle la tierra y luego la
hacía al vapor. Era áspera. También encontraba espárragos en los
campos durante la primavera y siempre era la primera en salir a
buscar caracoles después de la lluvia. Un año recogimos tantos
caracoles que tuvimos que comerlos una semana seguida. Desde
entonces no los soporto.

La abuela se peleaba cada año con las aceitunas, que aplastaba bajo
un peso durante meses para que le quedaran arrugadas. En ocasio-
nes le salían buenas, y otras veces, amargas. Con el aceite tampoco
le iba muy bien, en su familia no tenían por costumbre hacerlo
Sabores 93

ellos mismos y ni le habían enseñado ni tenía la muela necesaria,


pero no se conformaba y lo intentaba. Alguna vez le había quedado
comestible, aunque nos daba un ardor ácido en la garganta. Lo que
sí sabía hacer muy bien era batir la leche hasta separar la mante-
quilla, la leche fermentada que luego le gustaba comer sobre la
cebada, bien fría. Para batir la leche manejaba un cántaro de los
grandes, de los que ella todavía usaba para ir a buscar el agua,
colgado del techo de la cocina. Del mismo gancho, nos conta-
ba, había colgado la cuna donde había mecido a sus diez hijos.
Entonces oíamos la voz del abuelo pidiendo algo y le cambiaba
la cara y decía, id a ver qué quiere aquel. Yo no supe nunca si la
poca estima que le tenía era por los muslos de pollo que ella le
había tenido que ceder toda la vida. O por los diez hijos. O por
lo que contaban en la familia, que de muy jovencita había comi-
do testículos de cordero.

2. Aquí me han nacido hijos


— ¿Y por qué no te vuelves a tu país?

La frase le cayó, helada, en el estómago. La humillación era aque-


llo, un frío de muerte en el vientre que se te derrama por todas
partes. Por eso se encogió de hombros y le dijo, «¿Tú no tienes
madre?» Ahora caminaba hacia casa y pensaba que le hubiera te-
nido que contestar con más dignidad, que le debería haber dicho
que aquí le han nacido hijos, es decir, que este es su país. Pero
había callado porque de aquella mujer sentada detrás de la mesa
dependían los 588 euros con 12 céntimos que cobraban cada mes
y que ella gestionaba con precisión de orfebre.

Se había mordido la lengua, pero ahora que abría la puerta de casa


le venía una irritación repentina. Resonaban las palabras. Miraba el
carro cargado con lo que le habían dado en el banco de alimentos.
Ya estaba harta de los macarrones y los espaguetis, de las galletas
María y los quesitos. Aquellos productos no la habían entusiasma-
do nunca, pero ahora le parecían secos, sin alma. Y aún gracias,
94 Najat El Hachmi

se decía, aún gracias a que con aquello podía solucionar algunas


comidas para los niños. Unos niños que siempre se quejan, sea
porque solo comen yogur una vez por semana, sea porque no ha-
bía carne o pollo más que cada cinco o seis días, si no surgían
imprevistos. Son así, los niños, no piensan en las facturas ni tienen
ninguna conciencia de que su madre tiene que ir a mendigar.

Sentada frente a los paquetes de pasta le vinieron ganas de estofado


de patatas, aquel plato tan sencillo que su familia comía casi todos
los días en casa. También se habían quejado, ella y sus hermanos, de
las patatas de cada día, pero ahora de repente le parecía el plato más
exquisito del mundo. Peló la cebolla y la troceó con el cuchillo en las
manos dejándola caer directamente en el aceite caliente.

Tantos años de aquí y aún tenía que escuchar esas frases crueles. Ya
me gustaría, ya, poder volver a mi país, o no haberme ido nunca.
Removiendo el sofrito se decía, bueno, no es verdad, ¿a quién voy
a engañar? Aquí me han nacido hijos. Pero una tregua, volver a casa
para descansar, para ver a los tuyos, para ver a tu madre... ¿Cuántos
veranos llevaban ya sin viajar? Los pobres no hacen vacaciones, le
había dicho la señora, si no tenéis dinero para vivir no tenéis para
iros. Pero volver a casa no eran vacaciones, no era una frivolidad, no
era un lujo, era ver a tus padres, a tus hermanos, a tus sobrinos y
primos, era respirar el aire puro de la niñez, era coger la menta del
huerto y saber que el verano se acaba porque empieza a florecer. Era
alargar la mano para recoger los higos de los que chorreaba aquella
leche amarga, abrir granadas aún tibias junto al árbol, levantarse
temprano para ir a buscar los higos chumbos y lavarlos en el pozo
mismo para abrirlos bien fríos, crujientes y dulces.

Tiró a la cazuela las patatas cortadas en trozos grandes y le gustó


hacerlo así y no a cubitos pequeños como le habían enseñado en
el taller ocupacional de cocina. Sacudió la cazuela para mezclarlo
todo bien, también las especies y el cilantro. Hoy pondría una
guindilla que el verdulero le había asegurado que era picante.
Puesto así entero, a media cocción, dejaba un ligero ardor en la
lengua, y si realmente querías notar que picaba no tenías más
que aplastarlo con un trozo de pan.
Sabores 95

Volver a casa para dejar que los niños pudieran correr por el
campo y no tenerlos encerrados en el piso destartalado donde
vivían, con paredes y techo que caían. No oír sus gritos a todas
horas y no tener que regañarlos siempre ella, ni estar pendiente
siempre de todo. En casa, con harina y agua hacían mil comidas
distintas, y de la cebada salían cosas muy variadas: cuando era
tierna para las papillas, al vapor con leche fermentada, tostada
y molida para añadirle aceite de oliva, con sal y agua para hacer
pastitas, tostada, ya madura, como pipas. Suerte que de vez en
cuando su madre le enviaba un paquete con aquellos manjares
tan rurales que acababa degustando sola porque los niños prefe-
rían las magdalenas industriales o el pan de molde con Nocilla. Y
su marido aún demostraba algo de entusiasmo, pero deprimido
como estaba se lo tragaba todo maquinalmente.

A él también le vendría bien volver a casa, aunque fuera con las ma-
nos vacías, sin poder hacer como antes y llenar de regalos a la familia.
Allá abajo también lo sabían, que hay crisis, y les bastaba con volver a
verlos. Pero los pobres no hacen vacaciones, había dicho la señora
cuando le había preguntado si podían irse. Te pediré el pasapor-
te, la había amenazado, y si tienes sellos te quitaré la «pirmi». Y
ella se había empeñado en darle explicaciones, hablándole de la
nostalgia y de su madre, del descanso, los niños y el aire puro, y
los baños en la alberca, pero la señora, por toda respuesta, había
dicho aquello, «si te gusta tanto, ¿por qué no te vuelves a tu
país?». Ahora se servía las patatas estofadas y con el pan probaba
a ver si al chafarlas se deshacían, pero no, otra vez el verdulero
la había engañado y eran de aquellas que quedan siempre duras,
imposibles de comer. Volver a casa es regar las raíces para no
secarse por completo.

3. Nostalgia de madre
La nostalgia me empezó una mañana cualquiera en la lengua, cuan-
do aún no había abierto los ojos y la boca se me inundó de aluci-
naciones. Al repasar los dientes descubrí que allí había memoria,
96 Najat El Hachmi

cosa que hasta entonces no había notado. Los recuerdos del gusto
y el olfato me inundaban y se convertían sí, en eso, en auténticas
alucinaciones. Entonces era cuando pensaba en mi madre. Ella me
había dicho, Fatiha mía, no sufras, una madre no pasa nunca por
encima de sus hijos y el hígado es el hígado. Y yo recordaba que en
su forma de hablar es en el hígado donde está el amor a los hijos,
mientras que el de la pareja está en el corazón, igual que aquí.

A mí, en esas mañanas de alucinaciones, me parecía que el amor


estaba todo en la boca, por eso me llegaba la nostalgia tan grande de
mi madre al notar de nuevo los sabores de los platos que cocinaba.
No era necesario ni que fuesen platos. El primero que me llegó fue
el del té humeante, dulce y perfumado con yerbas que ella tomaba
a todas horas, que desde bien temprano por la mañana ya inunda-
ba todo el piso del bloque de la periferia donde vivíamos. Después
me venía una cosa tan simple como el pan tierno acabado de salir
de su horno eléctrico, un pan blando, tan esponjoso que cuando
tirabas el aceite de oliva encima se escurría por los agujeritos. El
aceite tampoco era uno cualquiera, era el que nos traían de allí
abajo hecho por unos parientes, denso, de un verde intenso y que
dejaba un regusto amargo en la garganta. A ella aquel aceite le
servía para todo, para comer, pero también para untarse el cabe-
llo, la piel, e incluso se tomaba una cucharada en ayunas si no se
encontraba bien.

Yo estaba aún en la cama cuando me venían a la boca y la nariz


aquellos gustos, tan presentes que si aún estaba medio dormida
creía que volvía a estar en casa. Pero yo a casa no regresaría nunca
más, me habían expulsado por no obedecer las leyes del padre.

Mi madre a veces también untaba el pan, cuando aún estaba calien-


te, con mantequilla, y se fundía primero por los bordes. Son cosas
en las que no había pensado nunca, pero de golpe, en mi cama, esas
mañanas pasaron a ser muy importantes. La mantequilla rancia que
a ella le gustaba tanto también me llegó, aunque cuando vivía
con ella no me gustaba. Después estaba aquello del plato de miel
con la mantequilla en medio, un plato para los invitados, para em-
pezar a comer. Untábamos el pan intentando impregnarlo de las
Sabores 97

dos cosas y esa mezcla me volvía loca, la mantequilla cremosa que


se deshacía, fría, la miel pringosa que resbalaba en contacto con
la mantequilla, no caliente pero tibia. Aquel gusto no me venía al
paladar sino a la punta de la nariz.

Y al pensar en manjares para días de fiesta, de golpe me di


cuenta: yo ya no iría a fiestas como esas, ya no me invitarían
porque me había marchado de la periferia para siempre y por-
que las invitaciones siempre eran para las familias, no para las
hijas que se habían salido del camino. Aunque mi madre había
dicho, «Fatiha mía, el hígado es el hígado», lo cierto es que
hacia atrás yo ya no volvería. Era lo que había querido, pero
ahora constatarlo todas esas mañanas de nostalgia no era exac-
tamente lo mismo. No había imaginado esa parte. Solo quería
irme, vivir a mi aire, y que me dejasen decidir sobre mi cuerpo,
mi sexo y mi vida.

Mi hermana mayor, cuando llegó el momento de la expulsión del


paraíso que era aquel bloque de pisos, me dijo que debería haber
sido prudente, esconder mis aventuras, por lo menos. Que de he-
cho nosotras, comparadas con otras, teníamos un padre bueno y
permisivo. Estás exagerando, añadió la segunda, no hace falta que
vayas por la vida haciendo de puta, me dijo, y los líos te los podrías
buscar lejos de casa.

Ellas eran dos hijas como buenas, la mayor estudiaba y trabajaba


sin renunciar a llevar pañuelo. La segunda daba charlas sobre
multiculturalidad y decía que podíamos tener tantas culturas
como queramos, que de hecho un día se puede hacer cuscús y
otro, paella. La convivencia es posible, explicaba en sus charlas,
pero a mí después me llamaba puta por follar con quien quería.
¿Y tenía que ser con el vecino?, me escupió la segunda como si
eso diese mucho asco, y encima guardia civil. Yo no entendía
por qué era más grave que fuese guardia civil, solo sabía que nos
habíamos encontrado a menudo en el ascensor y que era muy
práctico tenerlo viviendo en el piso de abajo, que solo tenía que
esperar a que mi padre tuviese turno de mañana o de tarde para
llamar a su puerta.
98 Najat El Hachmi

Aún hoy, de hecho, no sé cómo se enteró. No me lo dijo mientras


me pegaba y me decía que me mataría. Mi madre se interpuso y
recibió, pero mis hermanas mayores se quedaron mirando mien-
tras lloraban. Además, ellas habían aprendido a cocinar y el día
que les llegase la nostalgia de madre seguro que se amasarían el pan
y los platos que siempre comíamos en casa. A mí ni la cocina ni
ninguna tarea doméstica me habían interesado nunca.  Pero aho-
ra, de buena mañana, se me llenaba la boca de alucinaciones y solo
quería llamar a mi madre para preguntarle, ¿cómo hacías aquel
milhojas blando que se funde en la boca, o las pastas de Oujda
perfumadas que ponías en la mesa cuando te visitaban las mujeres?
¿cómo hacías el estofado de pollo con la salsa con el punto justo
de espesor?

Pero no podía coger el teléfono desde mi exilio familiar, solo podía


esperar que ella me llamase y que viniese a visitarme a escondidas.
Mi madre y yo éramos como amantes. Suerte que cuando venía,
iba cargada de comida.  
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¿CÓMO SE DIFUNDE LA POESÍA HOY?

ÁNGELA SEGOVIA
Literatura y redes
Poemas

UNAI VELASCO
Módems, routers, iPhones.
La difusión de la poesía en el marco internáutico reciente
Poemas
Literatura y redes

Ángela Segovia

No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha


de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éti-
cos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas
seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La
explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista
en estado químicamente puro.

David Foster Wallace

En general, cuando se habla de poesía y redes, o de literatura y


redes, se suele pensar en el aspecto paraliterario, es decir, en la
forma en que afectan las redes al campo literario. En un plano
paraliterario, Internet establece unas condiciones diferentes para
el desempeño de las relaciones del campo literario. Establece una
mayor velocidad, establece una mayor posibilidad de promoción,
establece un abaratamiento de los costes y por tanto una mayor
masa de producciones colectivas, revistas, blogs, etc. En suma, se
trata de lo mismo de antes, solo que más rápido y en mayor canti-
dad. En este sentido, no hay una afectación directa a una hipoté-
tica función de la poesía.

Pero tratemos de avanzar un poco más. Pensemos primero en cuál


podría ser esa hipotética función de la poesía. Una de las cosas que
más me interesan de la poesía es su capacidad para producir pe-
queños deslizamientos de la conciencia. Las prácticas poéticas inter-
vienen directamente en el flujo normal de la gramática y la sintaxis,
pueden alterarlo, ya sea de manera delicada o radical, dependiendo
102 Ángela Segovia

de la propuesta. No quiero decir que esta mecánica de desvíos pro-


duzca algún tipo de revelación de la realidad, más bien hablo de lo
contrario, esta extrañeza de la lengua pone a la mente en la situación
de aceptar la inestabilidad de los registros de la realidad que recibe y
digiere. Por tanto, si somos optimistas, el lenguaje poético prepara
la conciencia para un estado permanente de cuestionamiento de las
cosas. Ese estado crítico, la capacidad de relectura y recreación del
mundo, en el fondo está basada en el descubrimiento de que sus
estructuras no son fijas, y este descubrimiento se hace por puro pa-
ralelismo con la lengua. Cuando los niños comienzan su alfabetiza-
ción en la escuela suelen dejar de jugar con la lengua, es el momento
de la fijación de su estructura, de la asimilación del conjunto de
reglas que definen la corrección de su uso. Es el momento en el
que la relación con la lengua, que hasta entonces había sido libre,
se normaliza, se detiene, y pasa a padecerse en lugar de ejercerse
activamente. La escritura literaria supone la reconquista de esa liber-
tad de uso de la lengua, y con ella viene también una mayor libertad
con respecto a la interpretación del mundo y su experimentación.
La poesía, que es el género cuya función más desestabiliza el siste-
ma normativo de la lengua, nos ayuda a no estar detenidos en las
interpretaciones del mundo que da el mundo desde las masas lin-
güísticas inconscientes de sí mismas. La conciencia sobre el lenguaje
despierta la conciencia sobre el mundo. Si tomamos como hipótesis
que esta sea una función de la poesía, la pregunta que tendríamos
que hacernos es la siguiente: ¿cómo afecta Internet a la capacidad de
deslizamiento de la conciencia que proporciona la poesía?

Internet es un mundo con dos caras. Por un lado, como señalaba


Foster Wallace, se puede leer como una avalancha de información
sin estándares éticos, la destilación del capitalismo. Por otro lado,
Internet también es el espacio en el que se democratizan los ac-
cesos a la información y además tiene el poder de desestabilizarse
a sí mismo constantemente. La cultura de Internet contiene a la
cultura hacker, y dentro de la Red a la que accedemos cada día
subsiste la darknet, el espacio de lo prohibido. Podríamos decir
que Internet es el primer caballo del capitalismo, pero también es
su primera zancadilla. Esta doble cara se reproduce en todos sus
ámbitos, a pequeña escala. Nuestro sistema prevé que la afinidad a
Literatura y redes 103

la estructura capitalista impere, pero siempre hay pequeñas deses-


tabilizaciones, o al menos la posibilidad de que estas se produzcan.
Quizás se puede contemplar bajo este prisma la afectación de lo
literario por la Red.

¿Se podría considerar un Instagram, una cuenta de Twitter o una


de Facebook como parte de una obra literaria? Internet es un
espacio proliferante y fragmentario, esto encaja perfectamente
con la creciente lasitud de los géneros artísticos y literarios que
ha ido siendo cada vez más pronunciada; los géneros tienden
ahora a entrecortarse y entremezclarse, igual que los materiales
dispersos por la Red. La performance introdujo la variable de lo
autobiográfico y de lo vivo (lo que sucede realmente en ese ins-
tante) en el arte. En Internet se juega constantemente con ese tipo
de materiales: la vida, o la construcción de vida que se performa en
las redes. En Internet, igual que cuando un lector se enfrenta a un
libro, el usuario va uniendo las piezas con las que se va encontran-
do y va componiendo una experiencia lectora, pero la velocidad
que implica el medio hace que esa unión hacia la composición
de un significado sea efímera y se desvanezca casi de inmediato.
No parece existir todavía un proyecto poético que haya usado
todas las herramientas disponibles hoy en Internet, hay más bien
un tanteo y a menudo una fagocitación de los intentos, que se
hunden en las redes sin conseguir salir de las dinámicas ya pre-
vistas. Nuestra inmersión en el espacio de Internet ha tendido a
cristalizarse en esa masa superficial de intercambios velocísimos
en los que, como no da tiempo a plantear una ética o una po-
lítica, se imponen los modos capitalistas: constante consumo y
constante necesidad de ser consumido. Esta tendencia se mani-
fiesta en formas breves, sentimentales, confesionales y rápidas.
La justificación de estas formas se suele hacer desde una reivin-
dicación de su carácter popular y democrático, pero en realidad
el paulatino empobrecimiento de las formas no funciona a favor
de una mayor legibilidad (un verdadero crecimiento de la legi-
bilidad debería impulsar la expresividad de los textos), sino de
un consumo más fácil, más rápido, más aséptico; y consumo y
lectura no debieran usarse como términos sinónimos, porque de
hecho se oponen.
104 Ángela Segovia

La educación sentimental y lingüística que proporciona Internet


permite una generación constante de cambios que se producen a
una velocidad insólita, y esto es liberador en cierto modo, pero
la estructura Internet no pone fácil el cuestionamiento crítico de
esos cambios, por eso a menudo se impone el mandato del consu-
mo rápido, y cuando gana ese mandato, siempre pierde la poesía.
Mi sensación es que la apariencia fluida de Internet, su aspecto
de libertad, esconde dentro la rígida organización capitalista del
mundo. Es decir, el desafío que plantea Internet es que proyecta
una imagen de libertad en la superficie de una organización tan
sistemática y estricta como puede serlo la de la corrección lingüís-
tica. Cuando usamos Internet corremos el riesgo de pensar que
somos libres, y de no serlo en absoluto. Solo desde una suspicacia
ante esta falsa libertad, las prácticas artísticas podrían entrar a
desestabilizar el corazón de este sistema y así ayudarnos a conquis-
tar una libertad más real. Quizás eso pase en un tiempo, somos
como los primeros seres humanos que utilizaron la tecnología al-
fabética, el horizonte ahora mismo es amplísimo.
Poemas 105

Ángela Segovia / Poemas

Hoy querría no dejar


la casa está en cajas
mosquitos diminutos punzan los pies
pusieron ojos zarcos por el suelo
entre las plantas prehistóricas que parecen nalcas
se oyen niños cryar
procedimientos que el propio hombre ejerce con los suyos
al paseo aparecen condones usados en los bancos
entre las falsas islas calvas del terreno
una nube de sangre flotando en el látex
alguien camina torpemente bajo ramas
habla de cualquier cosa o
sostiene el hoyo de un cielo
que hace sombra
entonces ella se adelanta, allá, unos pasos
y dada la vuelta roba
a la máquina
su médula de acción
ahora arden las mordidas vampiras en los pies
y daña al caminar

aleja el tren
no sabemos cuándo
podremos volver
el frío aguijonea
en el hueco de la cara
entre el gorro de lana y la bufanda
es un hielo seco que pinchara
los ferroviarios se
levantaron en huelga
¿es esto una forma de
106 Ángela Segovia

violencia?
se preguntarían
Arendt Sorel y los demás
van a despedir a más de dos mil
este mes han muerto
una semana de mineros
los pueblerinos se preguntan cuándo
podremos volver
y amanece al tanto

mi cuerpo está cargado de


veneno
veneno son los huesos produciendo dolor lo
fabrican despacito
para que no me dé cuenta
pero a cada segundo lo puedo notar
son millones de agujeros
caben en cualquier lugar
son mi sola compañía / no me van a abandonar /

/ y sobre lo que el otro día no anoté /


tengo que decir que
fue lo más importante que ocurrió
era algo acerca de la voz de una adolescente
que entró al bar donde tomaba una copa
la voz de la adolescente era grave
como una grieta
como la cueva que vi en una playa de Galicia y
que tenía piel de lapas y pequeñas pezuñas de
mar era espectacular
la voz, me refiero
no pude evitar notarlo
creo que así fue
y no me sentí mal porque verás
me acordé de pasolini y de los catorce
del riccè
en lo del arrollo
Poemas 107

no tienes que ser sincera muchacha

me digo

y cambio un poco la frase:

«para las niñas de la vida


la verdad no hará dominio»
así me gusta y de la otra manera me rompe
pero es un secreto mío
lo importante es saber que la verdad no hará dominio
de ninguna manera lo hará para las niñas del barrio
me digo entonces salen las nubes
haciendo alvéolos blandos hacia abajo
parecen pequeñitos duodenos de
un cachorro del cielo eso quise mirar

apretando mis manos entre los muslos


para hacer como que no existían
mientras un chico tomaba fotos
del arco de color
en el asiento de al lado

los ángeles y las pibas marinas


las terminaciones nerviosas de la cabeza
están vibrando como serpientes descabezadas
al ritmo de marine girls y luego de los ángeles azules
tenemos muchas terminaciones nerviosas en la cabeza
van coincidiendo con los poros y los pequeños hoyos peliculares
es una fiesta de puntos
que tal vez tengan distintos formatos a niveles microscópicos
pero que desde acá solo pueden imaginarse como miles de
puntos pequeñitos unos junto a otros
dije que iríame a nadar
aunque no sé
108 Ángela Segovia

hay grados bajo cero


hace nieve en las planchas de los tejados
y no asoma ni un gramo de sol
las voces agudísimas de las mujeres del sur
y de algunos hombres del sur como el cantante de los ángeles azules
por ejemplo
las voces gravísimas de los amigos que se exiliaron al berlín
y luego la nocturnidad del cuarto
mamá sacándome las liendres de la cabeza
durante horas
bajo susurros

La curva se volvió barricada


(Ediciones La uÑa RoTa, 2016)

mira
cómo tiembla la hierba en el palacio del lenguaje
mira cómo porcelanea la
piel imagina si T pusiera un helicóptero aquí
una poussière
son cruces pero al romper el viento
producen la letra del cuchillo
un pájaro dormido sobre su filtro
dorado caminan arcos sin salida
una virgen con alas una cervina cámara de
videovigilancia
con alas
hierve
en el estanque
pequeños pajes de la pared sumergen
unas telas cosen la red
la nutria el pato el pez el bosque atrás
es negro no
como ceniza
sino como cobre
cobras
Poemas 109

los perros blancos los halcones blancos los infantes blancos


sobre las capas
oscilan duendes y prelados
apenas
juegan al escondite
como tú de mí
apenas una colita de conejo
apenas para la fortuna
calavera una contra calaverita dos
son tragadas por la cámara de videovigilancia
que hierve
hierba
solo para nosotros
nos hemos quedado solos
las ascuas siguen
ve
crepitando en
el oído del papa es solo un foso
para nosotros
sumergido en el filtro dorado
dormido en piel
¿por qué sigues gritando viento?
¿por qué sigues gritan do vien to?
los chiquillos se tapan la cara
una oliva una altura una gama
se abre la red
salen los pájaros
y el ciervo se ha volado

shhh

Elle ha llegado al corazón de su miedo


Una hoja rueda en el aire arenoso. Ha
cantado un pájaro y a la vez ha pasado
un guardia de seguridad y a la vez una
flor ha caído en el regazo de un poeta.
110 Ángela Segovia

Un niño camina carabajo por el techo


del edificio. Nos espían las luces verdes.
Ellas a nosotros. En los tejados ruedan
las hojas, al menos una, al menos esa. El
fantasma de un perro negro se mueve a
nuestro lado
como movería
una letra m
una letra a
su fibra altamente musculosa de
vacío

Amor divino (Ediciones La uÑa RoTa, 2018)


Módems, routers, iPhones.
La difusión de la poesía
en el marco internáutico reciente

Unai Velasco

Escribo este texto en sintonía y como prolongación de algunas de


las ideas esbozadas en el coloquio celebrado en Salamanca: Sinto-
nice nuestro canal. ¿Cómo se difunde la poesía hoy?, en el que participé
junto a Ángela Segovia en el marco del ciclo «(Des)localizados. Tex-
tualidades en el espacio-tiempo». Pues bien, me gustaría retomar
esa misma pregunta acerca de la difusión poética en un espacio y
tiempo específicos: el territorio español, por un lado, y las casi dos
décadas del nuevo siglo.

Preguntarse por la difusión de poesía implica, casi inmediatamente,


hablar de la forma más «nueva» de difusión que se ha introducido en
el panorama poético probablemente desde la invención del formato
libro: la lectura digital. Concretamente, la lectura a través de Internet.
De hecho, los siguientes párrafos tratarán de analizar un par de ejem-
plos que nos permitan plantearnos si esta nueva difusión internáutica
modifica la poesía y, de hacerlo, cómo se produce y en qué medida.

Internet, la Red de redes, aparece como tal el 30 de abril de 1993,


cuando la World Wide Web entra en dominio público, de tal ma-
nera que cualquier usuario con acceso a Internet puede obtener in-
formación de las páginas alojadas en los servidores. Obviamente,
Internet tuvo un despliegue lento y progresivo en los hogares espa-
ñoles a lo largo de los años noventa. Por ejemplo, la cnmc (la Co-
misión Nacional de los Mercados y la Competencia) no elabora su
primer informe anual sobre las telecomunicaciones y el audiovisual
112 Unai Velasco

hasta 1998, y la encuesta del ine (Instituto Nacional de Estadística)


sobre el equipamiento y uso de tecnologías de información y comu-
nicación en los hogares (Tic-H) no recoge sus primeros datos hasta
el año 2002. Podríamos escoger, por lo tanto, el año 2000, con el
cambio de milenio, como fecha simbólica del asentamiento social
de esta nueva realidad.

Las transformaciones de Internet, por supuesto, hay que ubicarlas


en el marco mayor al que pertenecen: la globalización. En ese sen-
tido, la globalización atañe tanto a la posibilidad de jugar online
al videojuego Counter Strike desde 1999 (lucrativo negocio para
tantos y tantos cibercafés); la armonización del marco jurídico
español a las directivas comunitarias de la Unión Europea desde
su adhesión en 1985; la creación del «Programa Erasmus» para
promover la movilidad interuniversitaria de los estudiantes, que
tuvo su desarrollo principal en la segunda mitad de los noventa y
durante los primeros diez años del nuevo siglo; o bien la populari-
zación de las aerolíneas de bajo coste durante la última década del
xx. Los nativos digitales no solamente son hijos de Internet, sino
de todas estas cosas, cuyos efectos, en suma, actúan en conjunto si
queremos pensar un nuevo marco para quienes escriben poesía en
el nuevo milenio. Pero ¿quiénes son los principales agentes en este
cambio comunicativo? Es necesario hacer una pequeña excursión
por la reciente historia de la poesía española antes de pasar a los
ejemplos y extraer algunas conclusiones.

Existe una división de los usuarios, popularizada por Marc Prens-


ky desde 2001, que distingue aquellos que nacieron antes de la
existencia de los medios digitales (inmigrantes digitales) y los que
lo hicieron con posterioridad (nativos digitales). Pero si bien es
cierto que esta división es decisiva, me parece más interesante (y
todavía más para el caso que nos ocupa) manejar los años de ado-
lescencia, en lugar de la fecha de nacimiento, para analizar la rela-
ción con lo digital: ahora lo veremos.

Si nos atenemos a las fechas de nacimiento y a las fechas de pu-


blicación de poesía (bibliológica, hemerológica y digital) para de-
limitar la poesía reciente, podemos determinar que la poesía más
Módems, routers, iPhones 113

reciente es subdivisible en tres grandes grupos. El primer grupo


corresponde a lo que varios autores (Luis Antonio de Villena,
2003 o Luis Bagué Quílez, 2015) han denominado «Generación
del 2000», que incluiría fundamentalmente a los poetas nacidos
en los setenta (Mariano Peyrou, Julieta Valero o Mercedes Ce-
brián), algunos nacidos a finales de los sesenta (Manuel Vilas o
Ada Salas) y los más jóvenes o precoces de los ochenta (Fruela
Fernández o Elena Medel).

Los grupos restantes, si bien no han sido todavía estudiados, podría-


mos arriesgarnos a clasificarlos provisionalmente siguiendo criterios
basados en la fecha de nacimiento y a las fechas de publicación.
El segundo grupo correspondería a la mayoría de autores nacidos
en los años ochenta (ese sería mi caso, por ejemplo: 1986), aque-
llos que publican su primer libro, aproximadamente, entre 2007 y
2011. El tercer grupo podemos identificarlo, más o menos, con los
autores nacidos a lo largo de los noventa (algunos de ellos, los más
jóvenes, habían publicado un poco antes, solapándose con el grupo
anterior: casos como el de Luna Miguel o el de Cristian Alcaraz),
que publican más temprano. Me voy a referir más adelante a los tres
grupos, por simplificar, como poetas del 2000, de los ochenta y de
los noventa. Si a esta subdivisión le aplicamos la idea de nativos di-
gitales de Prensky, tenemos que solamente los integrantes del último
grupo serían agentes verdaderamente nuevos en los cambios de la
poesía en la globalización internáutica. Pero, como ya he adelanta-
do, me parece más provechoso utilizar las edades de la adolescen-
cia para analizar estos casos, que puede situarse entre los diez años
(generalmente en el caso de las chicas) y los quince (esta es la edad
que utiliza el ine para cuantificar a los usuarios como adultos, en
detrimento de su mayoría de edad legal).

Si me decanto por la etapa entre los diez y los quince es porque


esa edad corresponde con el momento en el que el usuario de
Internet pone los cimientos de su condición de agente poéti-
co activo: la adolescencia es la época en la que empiezan a fra-
guarse los gustos (y disgustos) literarios, las primeras tentativas
de escritura y la formación de un protoimaginario cultural. En
cuanto a su condición de usuario, la adolescencia es la etapa más
114 Unai Velasco

importante del poeta como «prosumidor» (concepto que alude a


la doble faceta –consumidor y productor– del usuario en el medio
internáutico), la etapa en la que el usuario recibe las herramientas
«de su generación» y se desenvuelve con ellas, que serán «las suyas»
para siempre, igual que quienes empezaron a escuchar música en
casete seguirán vinculados emocional y técnicamente a él a pesar
de que hoy escuchen estupendamente música en cualquier otro
formato. Hay una correspondencia perfecta entre el dominio téc-
nico del usuario y las posibilidades tecnológicas que están en auge
durante su adolescencia. Un ejemplo muy claro de esto sería, por
ejemplo, el chat de Windows Messenger para los nacidos a finales
de los ochenta, que apareció en 1999 y estuvo en boga apenas
unos pocos años durante la década siguiente, pero que se convir-
tió, en cambio, en «la» herramienta para quienes por aquel enton-
ces empezaron a usarlo en la adolescencia. Por lo tanto, si damos
por válido que hay una relación especial entre la primera actividad
prosumidora de la adolescencia y los programas o habilidades di-
gitales coincidentes con ella en el tiempo, podremos determinar al
mismo tiempo qué generaciones se adecúan mejor a las principales
fases de desarrollo de Internet y sus aledaños. Vamos a verlo.

Podemos advertir, a mi parecer, tres momentos en los veinticinco


años de existencia de Internet. El primero comienza con la entrada
de la Web en el dominio público a través de módems conectados
a la línea telefónica y su evolución (aumento de la velocidad gra-
cias a los routers adsl, que llega a España en 1999, y la aparición
a partir del 2000 de conexión inalámbrica –wifi–, que permitía
interoperabilidad de dispositivos y una mayor deslocalización de
estos). Esta primera etapa duraría desde 1993 hasta 2004, cuando
se entra oficialmente en la denominada Web 2.0, según denomi-
nación de Tim O’Reilly.

Este segundo momento se inaugura, por lo tanto, con la Web


2.0, caracterizada por el nuevo carácter dinámico de la Web, me-
nos estática y más interactiva, en la que el usuario pasa a tener un
papel decisivo. Como puede adivinarse, esta fase es muy signifi-
cativa si conectamos este nuevo contexto técnico con la vocación
prosumidora de los adolescentes, que comenzarán a hallar un
Módems, routers, iPhones 115

espacio internáutico en el que pueden ejercer un papel de agentes


activos de verdad, no solamente lectores ya, sino coautores del
Texto de Textos que es Internet. Podríamos considerar que esta
etapa comienza en 2004 y termina con la aparición de las primeras
redes sociales. 2004 es una fecha clave, pues es el primer año en
el que conviven los dos principales sistemas de gestión de conte-
nido (cms): los blogs, para entendernos. En septiembre de 1998,
la compañía Pyra Labs lanza al mercado Blogger, y unos años des-
pués, en 2003, la compañía entera es comprada por Google. Ese
mismo año, en el mes de mayo, aparece Wordpress. Están sobre la
mesa las herramientas para la creación de la blogosfera, que dará
sus frutos. Si la primera etapa era más o menos extensa –una déca-
da–, la segunda apenas duraría un lustro: 2004-2009.

La tercera etapa comenzaría en 2009-2010 con el desembarco de las


redes sociales en España, que podría consignarse así: en 2008 apare-
ce Facebook en nuestro país (desarrollado en 2003); en 2006 se crea
Twitter, que tarda tres años en tener versión española, en febrero
de 2009; en el 2006, Google compra YouTube por 1650 millones
de dólares, que había subido su primer video solo un año antes. En
España, el servicio de alojamiento audiovisual aparecería en 2007.
A esta tríada (que nos interesa especialmente si seguimos mirando
a la poesía de reojo) habría que sumarle Instagram, que verá la luz
unos pocos años después, pero que vendría a ser un complemento
de una etapa ya definida desde el punto de vista que nos interesa.

Como podemos ver, las redes sociales intensifican notablemente


la interactividad esbozada en la etapa de la blogosfera. Pero esta
subida de la intensidad es inconcebible sin otro cambio tecnoló-
gico que corre parejo a las redes: el desarrollo de los smartphones
o teléfonos inteligentes (la combinación en un mismo dispo-
sitivo de las funciones de un ordenador y un teléfono, con la
apariencia de este último), especialmente el iPhone, distribuido
internacionalmente desde 2008. Las posibilidades comunicati-
vas de las redes sociales en un contexto deslocalizado (el usuario
lleva el móvil consigo y se conecta donde quiere) son absoluta-
mente claves para el prosumidor adolescente, que podrá ejercer
su rol casi en todo momento.
116 Unai Velasco

Tenemos, entonces, tres etapas: 1993-2003, 2004-2008 y 2009


hasta el presente. Probemos a articular estas etapas con los usuarios
que, en aquel momento, atravesaban la etapa de la adolescencia.
Deberemos procede a restar el intervalo 10-15, correspondiente a
la fase pre-adulta, a cada una de las etapas, tomando su fecha de
apertura. En cuanto a la primera etapa, sin embargo, para ajustar
este análisis a la realidad española asentada, usaremos 1999 como
año en el que Internet empieza a ser un elemento común en mu-
chos hogares. La cosa quedará así:

1999-15: 1984 2004-15: 1989 2009-15: 1994

1999-10: 1989 2004-10: 1994 2009-10: 1999

De este modo, la primera etapa coincide con la adolescencia de


los nacidos entre 1984 y 1989. La segunda, con la adolescencia de
quienes nacen entre 1989 y 1994 con la blogosfera como medio
predilecto. La tercera etapa, la única en la que encontramos a na-
tivos digitales plenos, corresponde a los nacidos entre 1994-1999,
que viven su adolescencia mientras las redes sociales y los smartpho-
nes están en auge. Como vamos a ver en los siguientes dos ejem-
plos, esta correlación de edades y etapas alumbra algunos de los
cambios de la poesía española reciente (y de su industria).

Una de las primeras cosas que vemos aquí es que los resultados
obtenidos no se ajustan del todo con aquella tripartición que ade-
lantaba más arriba entre poetas del 2000, de los ochenta y de los
noventa. De entrada, los poetas del 2000 están fuera del espectro
que acabo de esbozar, que comienza en 1984; mientras que los
de los ochenta y noventa están mezclados en la segunda etapa,
la de la blogosfera. Al margen de posibles fallos (¿el prosumidor
español debuta en la adolescencia o antes de los diez años?) y de la
fragilidad de un análisis que se quiere orientativo, este «desajuste»
indica más bien que, si las hay, es el contexto quien impone las
promociones en combinación con las obras.

Vayamos ahora a ver los dos ejemplos prometidos. El prime-


ro tiene que ver con el microblog de la poeta Luna Miguel:
Módems, routers, iPhones 117

tenianveinteañosyestabanlocos.tumblr.com, y la antología ho-


mónima, publicada en el año 2011 por La Bella Varsovia, con
selección de la propia Miguel (sobre todo en sus relaciones con la
antología de Luis Antonio de Villena, La inteligencia y el hacha,
publicada el año anterior). El segundo caso tiene que ver con
lo que en otro lugar («50 kilos de adolescencia, 200 gramos
de Internet», cuyas dos partes están disponibles en línea en la
revista CTXT) he denominado el «Boom de la poesía».

En mayo de 2010, Luis Antonio de Villena reúne en una antología


publicada por Visor a 32 poetas que constituyen lo que él denomina
«Generación de 2000», que vendría a ser la generación poética más
reciente, aunada en un mismo grupo por tener en común que todos
ellos rompen con la, según él, generación anterior: la «Generación
del 80». Según podemos observar, conforman este nuevo grupo va-
rios poetas nacidos, sobre todo, en la década de 1970, además de
algunos poetas nacidos a finales de los sesenta y unos pocos de los
años ochenta: Javier Vela (1981), Fruela Fernández (1982), Elena
Medel (1985) y David Leo García (1988). A pesar de que, efec-
tivamente, estos poetas disten bastante de la forma de entender la
poesía de la promoción anterior, es cierto también que la nómina
incluida en el volumen es tan variada como para pensar que, en el
fondo, lo que hace Villena es detectar la realidad poética última, la
de los últimos veinte años, más que organizar su antología en torno
a una cierta lógica interna de los poetas antologados. La idea de que
la propiedad compartida es su otredad respecto a los de la «Gene-
ración de los 80» no es lo suficientemente sustancial como para ha-
blar de grupo, aunque sí de realidad poética dada, contemporánea
y parcial. Es en esa medida, cuando la antología trata de funcionar
como buen catálogo de novedades, que la aparición al año siguiente,
en septiembre de 2011, de la antología Tenían veinte años y estaban
locos en La Bella Varsovia revela la existencia de una realidad poética
más reciente todavía. No se trata tanto de abogar por la necesidad
de ir a lo más reciente ni de defender la calidad mayor de una u otra
propuesta, sino de señalar que Villena intenta reunir a una realidad
poética reciente, abarcar una selección importante de la realidad del
campo poético y, sin embargo, la antología del año siguiente de-
muestra que esa realidad poética era mucho más amplia.
118 Unai Velasco

La antología coordinada por Luna Miguel, expansión seleccionada


y en papel de su florilegio digital, de repente, nos muestra un grupo
de poetas nacidos entre 1984 y 1992, muchos de ellos inéditos
o editados en publicaciones cuasi desconocidas. ¿Cómo ha podido
la antóloga manejar tantos nombres adicionales para su antología
del presente poético? Sencillo: Internet, la blogosfera y las comuni-
caciones que permite. Luna Miguel, nacida en Alcalá de Henares
en 1990 es justamente una autora nacida en esa horquilla de edades
que señalaba más arriba y que encajaría perfectamente, como ado-
lescente prosumidora, en la época de aparición de los primeros blogs,
poseedora de manera informal de unos usos y habilidades adquiri-
dos en la Red y que terminarán dando sus frutos en forma de pro-
yecto. Cabe no olvidar que la propia Luna Miguel había coordinado
apenas un año antes, en octubre de 2010, el I Encuentro Interestelar
de Bloggers en el Centro de Arte Laboral de Gijón.

No es este el momento ni el lugar para hacer un análisis del conte-


nido poético del libro, pero sí en cuanto a su papel decisivo en las
nuevas formas de difusión de la poesía. Tenían veinte años y estaban
locos es un punto de inflexión en la historia de las publicaciones
conjuntas, un libro adaptado a la velocidad del presente y la mo-
vilización vivaz de la realidad poética contemporánea. De ahí, tal
vez, que carezca de los dispositivos tradicionales del formato anto-
lógico español: introducción razonada con cierta extensión y poé-
ticas de los autores. Una característica que, justamente, inaugura
una de las propiedades de los poetas de los ochenta, la carencia
de un discurso poético exento, más allá del discurso interno del
poema, el abandono de la teoría.

No ha habido en España todavía ninguna otra antología tan signifi-


cativa, desde el punto de vista de la sociología literaria como mí-
nimo, capaz de recoger los cambios sucedidos en la poesía enmarca-
da en el presente. Las antologías de poesía joven que han seguido a
Tenían veinte años, mejores o peores (y ya digo que peores, además),
han seguido un mismo modelo: selección vía Internet, introducción
escueta, ausencia de poéticas de los autores: 1000 millones. Poesía en
lengua española del siglo xxi (aecid, 2014), Re-generación (Valparaí-
so, 2015) o Nacer en otro tiempo (Renacimiento, 2016). Habría que
Módems, routers, iPhones 119

desplazarse a las antologías temáticas, las que tratan la poesía escri-


ta por mujeres en concreto, para encontrar cambios significativos:
20 con 20. Diálogos con poetas españolas actuales (Huerga & Fierro,
2016) o Sombras di-versas (Vaso Roto, 2017).

He aquí que la aparición de la blogosfera en un momento muy con-


creto nos permite ver cambios en la difusión de la poesía reciente.
Y, si seguimos aplicando ese mismo modelo interpretativo donde
cada adolescente prosumidor adquiere su formación tecnológica
particular según su momento, se hará más comprensible la desa-
parición o falta de visibilidad pública de buena parte de los poetas
nacidos entre 1980 y 1985. Es decir, aquellos que por lo general
eran demasiado jóvenes para agregarse (o ser agregados) a los auto-
res de la promoción anterior, una promoción previa que manejaba
y maneja sus propios recursos y canales al margen de Internet (del
que tienen una idea más conceptual o temática que ejecutiva, más
propensos a teorizar sobre él que a usarlo espontáneamente), y a su
vez estaban demasiado desligados (aunque por muy poco) del mo-
mentum de la blogosfera, por pertenecer a la horquilla de edades que
desarrolla sus habilidades internáuticas adolescentes en la primera
etapa de Internet, antes de la fase interactiva, a la que no pertenecen
con la naturalidad requerida para un desarrollo tecnológico feliz.

Si este ejemplo nos sirve para comentar la difusión (o falta de


ella) de dos de los grupos de los que hablaba al principio: los pro-
sumidores de la primera etapa de Internet y los de la segunda (la
fase blogger), el siguiente ejemplo ilustra el desarrollo de quienes
ensayaron sus competencias prosumidoras en paralelo a la llegada
y maduración de las redes sociales a finales de los años diez del
nuevo siglo: Twitter, Instagram, YouTube o Facebook.

Es el caso, por ejemplo, de los denominados poetas tuiteros. Aque-


llos comenzaron a difundir sus versos por dicha Red, obteniendo
al momento una respuesta por parte de sus seguidores. Esta di-
fusión breve y constante permitió un ensayo de lo que sería una
difusión bibliológica, como si se tratase de un estudio de mercado
espontáneo. Cuando los propios poetas (y algunos editores alerta)
se dieron cuenta de que el esquema comunicativo era perfecto:
120 Unai Velasco

autores emitiendo mensajes, lectores leyéndolos y apreciándolos,


se dieron cuenta de que esa misma fórmula funcionaría en papel y
con un pvp de por medio y se pasaron a las librerías. Si el ejemplo
anterior nos interesaba en lo tocante a la lectura, al descubrimiento
de nuevas voces y la posibilidad de interconectarlas, a los autores y
su relación entre ellos, este ejemplo experimenta con la conexión
entre autores y lectores y de ella se puede deducir una difusión
extratextual, desplazable a la industria. Pero lo interesante de este
fenómeno, la previa a la bestsellerización de libros vendidos bajo el
rótulo de «poesía», es la reflexión que permite sobre el concepto de
difusión y cómo esta problematiza la entereza del mensaje difundi-
do. El mensaje realiza el correcto recorrido del emisor al receptor y
rescata aquella vieja falacia que señalaron los New Critics estadou-
nidenses: la falacia de la intención. Si el autor emite un mensaje
intencionalmente poético, si lo denomina así y el receptor así lo
toma, sin cuestionarlo ni pasarlo por ningún cedazo, la comuni-
cación es perfecta, funciona rigurosamente al margen de criterios
de conocimiento que atañan al género de la poesía. La poesía de
los poetas tuiteros (o youtubers o instagramers) no adquiere carta
de naturaleza porque su contenido encaje más o menos con la idea
plural pero específica de lo poético, sino porque al otro lado del
canal hay alguien que lo reconoce como tal, que concede que
se trata de poesía. De modo que la identidad procede del funcio-
namiento del esquema comunicativo, de su difusión exitosa, y no
tanto de la disciplina poética. Está claro que nadie escapa de esta
disposición que ya advirtió Thomas S. Kuhn para la ciencia en La
estructura de las revoluciones científicas. Pero los colectivos que, hasta
el momento, autorizaban la identidad de lo poético o lo científico
pertenecían en alguna medida a esa misma disciplina sobre la que
trataban. En este caso, ya no. Es decir, cualquier persona que sea
susceptible de convertirse en receptor del poema por la Red puede
legitimar lo poético del poema difundido, independientemente de
si hasta el momento había leído poesía o no. De modo que entrega-
mos el papel de prescriptor a la contingencia. Y, de la misma manera
que no queremos restringir o limitar las posibilidades de lo poético,
del mismo modo que la definición de la poesía no puede fijarse,
tampoco resultaría razonable que sus propiedades quedaran fijadas
al azar. O sí, quién sabe.
Poemas 121

Unai Velasco / Poemas

Peligrosa es la noche en la página 167

Dieron las nueve, y Hans


aún no había llegado a casa.

Herman Hesse. Bajo las ruedas

Peligrosa es la noche en la página 167


si resulta
que es de día, y eso
tal vez no pase hasta el capítulo siguiente.
Si resulta que interrumpes con besos envasados
al vacío para el trabajo pero
resulta que, deja, aguanta, que se me está muriendo Hans
Giebenrath en estas últimas líneas.

Peligrosa es la noche para Hans


Giebenrath si decido
cerrar el volumen verde
porque es de noche y te dejaste la luz
del pasillo
encendida la muerte del joven Giebenrath
entre interruptores blancos y no quieres
llorar con grasa en los dedos tú buscas
lo lírico
en una lata de aceitunas.
Y resulta que a mí se me está muriendo Hans,
que Hans Giebenrath se muere ya
en la 166
y, oh, cuánta muerte manoseada y blancoamarilla
rugosa
y negra sin la dignidad
siquiera
122 Unai Velasco

de morir en cursiva, sin que yo le deje morir


en las páginas que Hermann planeó
figuras de plomo en aquel
todo a cien, su muerte
en ciento y pico páginas
interrumpida y peligrosa porque
llegas tarde a tus cosas y tengo la comida
enfriándose
en la mesa
como se está enfriando
en la alberca
el cuerpo frío de Hans Giebenrath
en la peligrosa página 167.

En este lugar (Papel de fumar, 2012)

Que somos buenos

Para Jade, que trajo los ciervos.


también las fieras salvajes

Salmo 8

Tengo miedo de las avispas


tengo miedo amarilla ictericia amarilla
hueso de pollo alojado en la garganta de las bestias
alojadas en la garganta.

Caballos blancos cinchas azules ¿qué has de temer?


de cincha amarilla y caballo ictericia temes
las patas otorgadas de los ciervos
que duermen sobre las hojas.
Detente y escucha.
Mientes cristal venido abajo.
Poemas 123

No no tendré no tengo miedo soy bueno y observé


ciervos blancos ciervos traducidos de sol
contra mi ventana.

Mientes cristal venido abajo vienen a tu portal


por la mañana.

No temo al temor temo al portal


temo tu anillo negro de los malhumores
los camellos de adoración despacio
su camino incierto soy muy bueno
tengo el control sobre mi cuerpo y no temo que nada temo
no temo amarilla ictericia. Que somos buenos.
Detente y escucha.
Caballos blancos de pezuñas buenas ofrecidas
no tengas miedo de los ciervos de tendida pezuña hendida
y ligera
en su lugar
tendido azul abierto manillar del pecho ¿quién oye el
zumbar? también hizo a las fieras salvajes las avispas
el amarillo pollo entretenido hizo tu garganta
zumbaran porque enmendamos el temor
aquí
porque nos da la gana zumbaran alejándose de rica miel
zumbando y sin miedo sin miedo tu voz arrebatada hollada
ligeramente habla.

Quiero hablar quiero decirte que no deseo que a nada aspiro


que no temeré no temo a la avispa ictericia pero
tengo un hueso de pollo alojado en la garganta
tarasca de dientes por contar cervatillos blancos.
Yo tengo
el anillo azul de la ataraxia
somos buenos sabemos que
somos buenos que las avispas miden de un centímetro a
centímetro y medio amarillo punzón blanco de ciervo
que duerme en la ventana mentira
que duerme en los árboles y baja de día al portal.
124 Unai Velasco

Tengo miedo del miedo de las avispas del miedo de los ciervos
no dejes
no que somos buenos que ofrecemos nuestro cuerpo
en pira de bondad detente
y escucha sobre todo escucha y que así sea y que así
sea.

Aleluya

Arrojábamos cal viva a las mansiones temibles


y por eso nuestra alegría era más blanca.

Quizá ninguno dijera jamás


nunca una palabra sobre el júbilo
pero es cierto que no podíamos dejar de hablar
y sacudirse el salitre llegó pronto,
pronto llegaron las costas y fue cierta la bahía,
nos convencieron los acantilados.

A veces nos enfundábamos mal las mallas verdes y los ojos se abrían
y nos confundíamos como reptiles
o el pelo se nos ponía lacio, somnoliento y fingido
o íbamos por ahí con los dedos detenidos de hadas,
pero siempre había alguno que trastabillaba a medio calzón
y en seguida saltábamos y el puerto se llenaba de luces,
suficiente para seguir conversando, golpeando las mesas,
alborotando el pan. Anochecía al este de la isla.
Anochecía como una industria secreta,
un país alargado de códices, parlante y silencioso,
que averigua mástiles tras la vegetación.

Así que este es el país que crece hacia adentro,


este es el país del árbol inmenso
y bailábamos a su alrededor esforzando a las aves
a su alrededor del árbol
inmensos alígeros en sombras sospechosas
Poemas 125

con transparencias estrictas del país


inmenso bailando
bailando
alrededor de un árbol en el país
con festines transparentes a qué son por los puertos
al pie cantando
en el puerto cantando los apaches pies peluches
sin sombra, sin sombra.

También hubo momentos en las playas lúcidas


para confesar que apenas sabíamos el nombre de los árboles
que en nuestra lengua no crecía el gran magnolio ni la menta
medicinal,
pero el agua disimulaba las piernas y los cangrejos dijeron
enmudeced.

Habíamos pasado los días antiguos de andar la tabla


de esquivar las culebrinas de tambor dorado,
se nos pusieron los pies duros
y la ropa envejeció.

Al fondo quieto un farallón,


el tiempo empobrecido por las anémonas.

El silencio de las bestias (La Bella Varsovia, 2014)

El primero en morir siempre es el ciervo

Si un ciervo cae sobre la hierba,


si se precipitara desde sí mismo y
cayera sobre la retama,
es un estruendo de hermosura.

Si cayese
fulminado sobre la hierba,
126 Unai Velasco

con el morro mojado aún, sería 


es un estruendo de hermosura.

Cuando el ciervo huye, y eso


es algo que todos 
más o menos sabemos,
su ligereza pone delicias en su piel, da
perfumes a los senderos.

Y en ese peligro,
en la lejanía de la primera fuente, él
ha cumplido ya todos los requisitos 
de la hermosura.

Si no dais oído al cazador,


si despistáis el aviso de las hojas,
podréis escuchar un único estruendo:
la belleza de este animal moribundo.

Obviamente, todo ciervo es terrible.


Pero el ciervo no existe.
No ha caído a mis pies.
Es un bicho.
Una falta ortográfica.
El desconocimiento furtivo de un idioma.

Poema inédito del libro El Reino,


(de próxima aparición en La Bella Varsovia)
OFFLINE/ONLINE

M.ª ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ


Nuevas textualidades y temporalidades
Poemas

BELÉN GACHE
Solo la poesía nos hará libres. (La Resistencia Poética Galáctica)
Poemas

LUIS CORREA-DÍAZ
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana
Poemas
Offline/Online:
Nuevas textualidades y temporalidades

M.ª Ángeles Pérez López

Cuando Facebook te pregunta si conoces a Aristóteles para aña-


dirlo a tus amigos, se abren ante ti el humor y el vértigo. El
perfil de «Aristóteles de Estagira» (solo uno de los muchos que
circulan por esa Red) anota que «Trabaja en: metafísico, biólogo,
cosmólogo, lógico, zoólogo, crítico literario, matemático, ético,
epistemólogo, filósofo político, polímata, filósofo del lenguaje,
escritor, filósofo, astrónomo y científico».

Más allá de la figura del avatar y de si nos comprende o no –ahí está la


sugerente reflexión de Daniel Escandell en Mi avatar no me compren-
de. Cartografías de la suplantación y el simulacro (2016)–, se abren ante
nosotros las posibilidades y retos de las nuevas humanidades digitales.

Textualidades expandidas en español


En el espacio de la semiosfera (Yuri Lotman), las preguntas que
acompañan a la creación poética a lo largo del tiempo se reformu-
lan para dar cabida a experiencias textuales de carácter digital en el
seno de la sociedad del conocimiento o hiperconectada, aquellas
en las que las nuevas tecnologías señalan la ampliación del para-
digma de la página para alcanzar la pantpágina (neologismo que
da cuenta de la pantalla-página ante la que nos situamos como
lectoespectadores, tal como ha estudiado Vicente Luis Mora).
130 M.ª Ángeles Pérez López

Dos de los autores que han realizado creaciones notables y una inda-
gación crítica insoslayable en esas textualidades expandidas en español
son Belén Gache y Luis Correa-Díaz. Ambos representan, a su vez, di-
versos cruces espacio-temporales que podemos englobar dentro de las
propuestas de (des)localización ante las que se sitúa este ciclo de
pensamiento: Gache es una autora experimental argentino-española
afincada en Madrid (www.belengache.net); Correa-Díaz, por su par-
te, es escritor chileno radicado en ee. uu., profesor de la Universidad
de Georgia y miembro de la Academia Chilena de la Lengua (http://
www.rom.uga.edu/directory/luis-correa-díaz-0).

Belén Gache: hacia una Resistencia Poética Galáctica


La resistencia ante los discursos hegemónicos y sus lenguajes atrofia-
dos y empobrecedores se reactualiza en términos contemporáneos.
Como ha apuntado Gache, es en esa potencia donde cobra sentido
la convicción de que la poesía nos hará libres, parodiando tanto las
palabras bíblicas como las que después han sustituido el término «ver-
dad» por «trabajo» o «pueblo». Las resonancias en algunos casos son
gravísimas y recuerdan hasta qué punto construcciones totalitarias de
distinto signo han cifrado sobre absolutos la dominación del ser hu-
mano. Así, la literatura offline y la online parten de una raíz común
que está atravesada por la idea de resistencia ante las constantes inter-
dicciones de los gobiernos, los mercados o los medios masivos con
respecto a la libertad creadora y el pensamiento crítico. La prolifera-
ción de respuestas, su cuestionamiento del principio de transitividad
que planteó Foucault y la posibilidad de hallar propuestas personales,
se ofrecen como poderosas herramientas ante la uniformización y co-
sificación del ser humano, devenido en cliente y algoritmo.

La escritura digital permite suprimir algunas barreras y eludir cier-


tos controles, de modo que se complejiza un mapa que resalta su
condición abstracta frente al territorio y se cuestionan varios de
los rasgos que nos definían en términos nacionales, hoy desterrito-
rializados y deslocalizados en la Red de redes, aunque no se hayan
perdido completamente las adherencias del paradigma anterior.
Nuevas textualidades y temporalidades 131

En el espacio digital se abren caminos que tienen que ver con los
recientes procesos de softwarización (software convertido en mate-
rialidad más que en simple herramienta, como ha estudiado Vega
Sánchez Aparicio) y con la incorporación de estructuras reticulares
y por tanto hipertextuales (Georges Landow) en relación con el
conocimiento, el libro y la lectura.

Ante el libro como dispositivo perfecto que ha sostenido el gran


edificio de la cultura en la era de Gutenberg, surgen espacios de
apertura a experiencias digitales como las que propone Gache: su
interpelación es permanente porque las palabras no pueden poseer-
se ni instrumentalizarse, salvo que sea para eliminar en nosotros la
posibilidad de pensar y actuar críticamente.

Luis Correa-Díaz: intermedialidad y tecnopoesía


Texto, imagen y sonido cruzan sus posibilidades y proponen es-
pacios de intermedialidad en los que la poesía se sabe implicada.
Para el creador y crítico chileno, este es uno de los nodos centrales
de sus investigaciones en las últimas décadas, que además nos lleva
a preguntarnos por la noción de identidad y los paulatinos proce-
sos de robotización de la vida contemporánea. ¿Puede ser el autor
un cyborg, una máquina programada para emitir versos aleatorios
como si jugara al azar y lanzase su golpe de dados?

Si su nombre es Whitman o Aristóteles de Agira en el perfil de


Facebook, Instagram o Twitter, pone en cuestión la condición
autoral y reactualiza las grandes aportaciones foucaultianas so-
bre la función-autor, una vez que Barthes hubiera declarado la
muerte del autor. Así, apropiación, atribución y posición corres-
ponderían a esa función-autor. También, claro, abre los caminos
del apropiacionismo y el debate acerca de las cortapisas ideo-
lógicas vinculadas al trabajo con la tradición y su alto capital
simbólico, frente a una sociedad dominada por la rentabilidad
del capital económico.
132 M.ª Ángeles Pérez López

Por ello, Correa-Díaz plantea las dudas electrónicas sobre el libre albe-
drío y al hacerlo, nos reta a pensar el presente escritural en la Red, que
ha ampliado el concepto de lo poético, ha hibridado formas anterio-
res, ha propuesto cruces intermediales y se enfrenta a la construcción
de máquinas poéticas, de robots programados por la mente humana.
Queda entonces sobre la mesa la pregunta acerca de la creatividad, de
la función escritural como rasgo inequívocamente humano que
deja de ser privativo para ser colectivizado y socializado en un primer
momento, y mecanizado (¿y superado?) más adelante.

La suplantación del yo, su pérdida de control sobre lo escrito, la


rebelión de la máquina frente al hombre ¿podrán transformar el
indómito lenguaje poético? Ahí también las preguntas de Co-
rrea-Díaz como tecno-poeta. Y su respuesta: una propuesta híbri-
da y metalingüística definida como tecno-verbo en tanto se cons-
truye en el guion entre las dos palabras, en la (inter)mediación de
cuerpos y de hablas, en el encuentro entre lenguaje y tecnología.

Robots, máquinas poéticas, espacios posthumanos e interdiccio-


nes del lenguaje creativo son analizados en la cartografía de una
modernidad diferente, la altermodernidad a la que se ha referido
Nicolas Bourriaud en Radicante (2009):

Esta modernidad del siglo xxi, que nace de negociaciones plane-


tarias y descentralizadas, de múltiples discusiones entre actores
provenientes de culturas diferentes, de la confrontación de dis-
cursos heterogéneos.

Así, las propuestas creativas y críticas de Belén Gache y Luis Co-


rrea-Díaz convierten los lugares centenarios en nodos de sentido
que, solo si se lanzan hacia el futuro, podrán seguir preguntándose
(de otro modo, claro está) por su pasado. Y construir su presente.

Porque, ¿podemos seguir pensando en términos (solo) analógi-


cos, o (solo) nacionales? Y, con mayor intensidad aún, ¿podemos
aceptar la impugnación de lo humano al convertirlo tan solo en
cliente o algoritmo? Ante nosotros, el vértigo. A veces el humor.
Siempre, la posibilidad del pensamiento crítico.
Poemas 133

M.ª Ángeles Pérez López / Poemas

XVI

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?

Alejandra Pizarnik

Cuando sale el aliento desbocado,


febril o presuroso en su caliente
nube de aire que viaja y que regresa
a mojar de rocío las ventanas,
cada palabra es manto y alboroto,
una forma insensata de querernos.
Cada palabra trae su corazón,
su almendra aprisionada por la lengua.
Si digo pan tal vez no me alimente,
el trigo guarda avaro su tesoro
y no sube la masa a acometer
el cielo de la boca, el paladar,
la amarilla planicie del verano
en que hombres y gorriones se desgastan.
Pero si digo agua, viene a mares,
trae su grito feliz hasta la puerta,
arrasa la matriz de la memoria
y sube hasta el recuerdo enrojecido.
Cuando yo digo agua, no estoy diciendo pan
sino comienzo,
y viene desde lejos con su escarcha,
134 M.ª Ángeles Pérez López

su fiebre y su esplendor, su poderosa


boca para llevarse los terrores.

Si digo agua, inunda el dormitorio,


escala las rodillas y su miedo,
trae légamo y las piedras de las ruinas
de tantos paraísos fracasados.
Arranca la raíz que nos recibe,
nos devuelve hasta el gesto primigenio
de mirar sorprendidos la belleza,
nos atraviesa y llena con su semen,
fermenta nuestro día en pan candeal,
hogaza acariciada por el tiempo.

La ausente (Diputación
de Cáceres/El Brocense, 2004)

Las palabras que masca la mujer

son lodo desplazándose en la boca


como un tsunami sucio y no lejano.
Entra y sale la furia sin esquinas
y los dientes se atoran, dificultan,
tropiezan con neumáticos y cuerpos,
con porciones minúsculas de fe.
El mar muerde su lengua hasta que sangra
y después del derrumbe, la imprudencia,
la cólera arrasada por la espuma,
se duerme serenísimo y feliz
como un niño agotado de correr
tras las gaviotas blancas y carnívoras.

Las palabras que masca la mujer


son lodo resbalando por su cuerpo
como un tsunami sucio y no lejano.
Poemas 135

Cuando ella recompone el corazón,


su pelo desgajado que las algas
han cosido de verde y de violencia,
las piernas como versos heptasílabos
de un haikú lacerado en su mitad
y mudo en la mudez de cinco tonos,
separa de su piel los peces muertos,
las escamas doradas de las carpas,
el amianto adherido a su dolor.

De su concha sin nácar ni coral


brota entera y desnuda la mujer
como Venus ajada y resurgida.

Atavío y puñal (Olifante, 2012)

[La sinagoga]

La sinagoga convertida en matadero,


el pan en estropajo, el Nilo en sangre,
la campana en gemido del ganado,
los libros en ceniza y herradura.

El agua convertida en vidrio enfermo,


la pared en sudor y reservorio
donde tiemblan cordero y matarife,
la sala de oración de las mujeres
en despensa de carne desollada
que gotea despacio su temor.

Y la llave, expulsada de su puerta


–el dintel ojival que abría el mundo–,
expulsada también del yunque ronco
y la herida esponjosa en la que el barro
arrancó su carnaza y compasión,
136 M.ª Ángeles Pérez López

arrojada a su veta de metal,


carbonato insoluble, enfebrecido
que escribe soledad en otras lenguas.

Umbrales de la llaga. Cerraduras.

en Valencia de Alcántara
en la diáspora

[Canción de acero]

El hacha silba su canción de acero


y amputa la memoria, el silabario,
la mano en que se escriben las palabras.
Caen los dedos como vocales de aire
y deja de girar la bicicleta
en que pedaleó el afilador
su canto de hojalata empobrecida.
Cae la mano como un árbol cortado
y el resplandor ardiente del metal
empapa en sosa cáustica las hojas,
las alas mutiladas de las aves,
el mineral untuoso del grafito
que estalla al golpearse contra el suelo.

El hacha silba su canción de agravio


y detiene los trenes, los rotores,
las ruedas impacientes de la bici
en que canturreaba el panadero
su entrega –melodía y cereal,
amor más absoluto que el del trigo–.

Contra el filo cortante, contra el tajo


opone el alfabeto sus alfiles,
sus veintisiete piezas extenuadas,
Poemas 137

resecas como hollejos que pisaron


los pies de la vendimia y la belleza,
y en los que aún se destila la alegría.

con Juan Carlos Mestre

Fiebre y compasión de los metales (Vaso Roto, 2016)

Haikús del camino

Espigas blancas.
En la luz más humilde,
las alpargatas.

Tendón, guijarro
y pobreza del lirio.
Su mecenazgo.

Cáñamo herido.
En la aguja se ciñen
cierzo y estío.

Desbrozadura
del alma vuelta cuerpo.
Llaga y ventura.

Los pedregales
rezuman tinta roja.
Tinta que es aire.

138 M.ª Ángeles Pérez López

Nubes que empujan


las hojas hasta el suelo.
Las piernas, mudas.

En cada puerta
un camino se abre
y otro despierta.

Diecisiete alfiles (Abada, 2019)


Solo la poesía nos hará libres.
(La Resistencia Poética Galáctica)

Belén Gache

Hoy hablaré de libros prohibidos, de robots poetas y del miedo a


las palabras. Hablaré de libros analógicos, de literatura digital y,
también, de uno de mis proyectos: Kublai Moon.

Como señala Michel Foucault, en toda sociedad, la producción del


discurso está controlada y redistribuida por un cierto número
de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y
peligros de los acontecimientos discursivos aleatorios y dominarlos1.
El campo literario no es una excepción y existe en él una constante
negociación acerca de lo que el término literatura significa ¿Cuál es
la literatura verdadera y cuál es la falsa? ¿Quiénes son los verdaderos
escritores? ¿Quiénes los falsos? El proceso de formación del canon
tiene lugar a través de una serie de operaciones de regulación y con-
trol (entronizaciones, autorizaciones, desautorizaciones, invisibili-
dades, eventualmente, prohibiciones).

Con respecto a las invisibilidades, como todos sabemos, la historia


está llena de ejemplos donde el objeto a invisibilizar, excluir, prohi-
bir, censurar fueron los libros y todo el universo que gira alrededor
de la lectura. El concepto de literatura se presenta como un campo
140 Belén Gache

de batalla semiótico especialmente sensible, dado que sus construc-


ciones simbólicas deconstruyen (cuando no directamente enfren-
tan) a las que los poderes sociales pretenden instaurar y dado que su
material es siempre, por definición, la palabra que resiste.

Ya que hablamos de literatura, citaré algunos ejemplos literarios.

En Un mundo feliz (Brave New World, Aldous Huxley, 1932), por


ejemplo, no es que los libros fueran censurados, sino que, directamen-
te, no circulaban porque los niños eran educados desde muy peque-
ños para odiarlos. En esta novela de Huxley, el gobierno coordinaba
una campaña contra el Pasado y propiciaba la supresión de todos los
libros publicados con anterioridad a su llegada al poder. Ellos habían
comprendido, sin embargo, que el uso de la fuerza era inútil porque
existían métodos quizás más lentos, pero definitivamente más seguros
como el condicionamiento neopavloviano y la hipnopedia para evitar
que las personas accedieran al saber o a la erudición.

En 1984 (George Orwell, 1948), se nos cuenta que, en Oceanía,


era muy difícil hallar libros publicados antes de 1960. Según los
planes del Partido, para el año 2050 habría desaparecido todo cono-
cimiento del «viejo idioma» y toda la literatura del pasado habría sido
destruida. Solo existiría en versiones neolingüísticas, transformada en
algo muy diferente, o incluso convertida en lo contrario de lo que era.

En esta novela distópica, el libro prohibido por excelencia es Teoría y


Práctica del Colectivismo Oligárquico, escrito por el principal enemigo
del partido, Emmanuel Goldstein. ​No obstante, la constante vigilancia,
los rebeldes, lograban pasarse el libro de Goldstein de mano en mano.

En Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953), todos los libros repre-


sentaban un peligro y eran incendiados sistemáticamente por los
bomberos. Los rebeldes intentaban resistir aprendiéndose los tex-
tos de memoria para poder reproducirlos e intercambiarlos.

Estos tres ejemplos, por supuesto, pertenecen al mundo predigital.


Solo la poesía nos hará libres. (La Resistencia Poética Galáctica) 141

La pregunta sobre cuál es la verdadera literatura y cuál la falsa no


puede sino recordarme al robot-poeta AI Halîm X9009 y sus pre-
guntas tontas como, por ejemplo, ¿qué es la poesía?

¿Quién es el robot AI Halîm? Es uno de los protagonistas de mi


proyecto Kublai Moon. Este proyecto despliega su narrativa en un
abanico transmedia que incluye blogs, algoritmos de poesía generati-
va, dispositivos editoriales on-line (como la antología de AI Halîm y
la poesía de las Galaxias Ratonas), vídeos en Second Life, una tipo-
grafía inventada, una novela de ciencia ficción lingüística, etcétera.

AI Halîm que, debido a las peripecias de la trama, termina pose-


yendo el corazón de la poetisa Belén Gache (otra de las protago-
nistas), había sido dotado por la fábrica Kanasawa con dispositivos
que le permitían detectar emociones humanas e, incluso, emularlas
a partir de su prótesis de inteligencia socioemocional incorporada.
Además de haber sido programado lingüística y conductualmente,
los neurofenomenólogos de la compañía habían buscado crearle
una conciencia propia, aunque esta no estaba todavía asociada a
la noción de un autoconocimiento ni de subjetividad. La con-
ciencia, para este robot, no se presentaba como una «voz interior»
subjetiva sino como mero constructo lingüístico. Si bien AI Halîm
no tenía «conciencia» en el sentido humano, esto no le había
impedido desarrollar un interés obsesivo por lo que significaba
ser humano. Las preguntas se agolpaban en su Unidad Central
de procesamiento: ¿qué significa sentir?, ¿cuál es la relación entre
el corazón y la poesía?, ¿qué es la poesía?, ¿qué implica ser un
poeta?, ¿qué es la inspiración?, ¿es el corazón el ego del poeta?

La narración de Kublai Moon da cuenta de cómo la poetisa Belén


Gache intenta recuperar los poemas escritos por el robot Al Halîm,
asesinado vía obsolescencia programada por la propia compañía que
lo había fabricado y, a la vez, develar qué es la poesía. Ella viaja a la
Tierra desde la Luna (donde se había convertido en asesora jefe de
la Biblioteca de Poesía Cósmica de Kublai Khan) y se ve inmersa en
142 Belén Gache

una serie de intrigas que involucran a lectores zombis, falsificado-


res de palabras, células anti-monométricas clandestinas, cultores de
las semióticas a-significantes y detractores del semiocapitalismo. Fi-
nalmente, logra recuperar una subrutina que formaba parte de un
complejo algoritmo creado por el propio AI-Halîm para componer
poemas y, desafiando una serie de peligros, consigue subir el algorit-
mo del robot –archivado en su disco duro bajo el nombre de Sabo-
taje Retroexistencial– a la Nube Oscura. AI Halîm (y Belén Gache y
el comandante Aukan, junto con otros miembros de la Resistencia
Poética Galáctica) se enfrentan a dos férreos enemigos: los metrofó-
bicos y los monométricos. Será uno de los asesores más ancianos del
Khan quien explique qué significa la «metrofobia»:

–Lo que le sucede al presidente de las Galaxias Ratonas [que había


atentado contra la luna con una bomba de silencio] es, sin duda,
un típico caso de metrofobia, es decir, de miedo al verso. La me-
trofobia es una enfermedad psíquica mucho más común de lo que
se cree y se extiende a través de todo el universo –dirá2.

La «monométrica», por su parte, refiere a aquellos que quieren


que la palabra sea monolineal (básicamente, que todos los libros
digan lo mismo) y que pretenden poseer las palabras. En la narra-
ción, la Tierra se ha convertido en un bastión monométrico. Allí,
Refine Edge, autor del libro El Manual del lavado de cerebros, se ha
convertido en escritor fetiche excluyente.

–Los lectores en la tierra han devenido zombis. Refine Edge, el ig-


noto poeta perteneciente a la constelación de la Serpiente, ha publi-
cado allí un nuevo libro: El Manual del lavado de cerebros. Este ha
pasado en cuestión de semanas, de ser un libro prácticamente desco-
nocido, a ser un renombrado bestseller, batiendo records mundiales
tanto en lo que respecta a la cantidad como en lo concerniente a la
rapidez con que sus copias han sido compradas. Los críticos y teó-
ricos literarios terrestres, por su parte, tratan en estos días allí exclu-
sivamente un solo libro, El Manual del lavado de cerebros de Edge, y
olvidan cualquier otro texto publicado. De hecho, ya nadie recuerda
si alguna vez se escribió alguna otra cosa, pero en todo caso, a nadie
parece importarle3.
Solo la poesía nos hará libres. (La Resistencia Poética Galáctica) 143

3
–Atrapados entre metrofóbicos y monométricos, entre aquellos
que quieren poseer las palabras y aquellos que buscan destruirlas,
a los poetas lunares solo nos queda resistir. Hoy solo escribe la
resistencia–, dice la baronesa Morgen Sterben y se pierde detrás de
un biombo chino4.

Solo escribe la resistencia.

Hoy, Internet se caracteriza por su profusión imparable de discursos.


Estos flujos discursivos se resisten, a nivel global, a diferentes poderes
que pretenden dominarlos (gobiernos, mercados, medios masivos,
etc.) Respecto a los eventuales controles metrofóbicos gubernamen-
tales, aunque parezca lo contrario, las nuevas tecnologías hacen muy
difícil su control. La invisibilidad, el bloqueo, los filtros son acciones
que reemplazan a la vieja tinta negra y la tijera de los censores. Pero
la Red, por propia definición, interpreta la censura como un glitch y
encuentra siempre nuevos caminos para evitarla.

Los flujos también se resisten a otros poderes como, por ejemplo,


el control del mercado. Pueden desarrollarse estrategias que inten-
ten dominar la distribución de discursos, como la implantación de
leyes de copyright, por ejemplo. El mercado, monopolio de la pu-
blicación corporativa, con su criterio monométrico, su lógica cuan-
titativa del follower, es bastante eficaz en el control de la literatura
en sus cauces tradicionales analógicos, pero no puede controlar la
Red, donde existe la posibilidad de resistencia tanto para pequeñas
editoriales como para autores autónomos, en su heterogeneidad,
su especificidad, su cualidad minoritaria. También se resisten a los
medios de masas que se pretenden «formadores de opinión» y a la
memética, por definición, monométrica.

Por otra parte, la figura del autor, que ha jugado un rol ordenador,
regulador de los discursos literarios propios de la época burguesa,
individualista y consecuente con el espíritu de la propiedad priva-
da y gracias al cual se han delimitado, excluido y seleccionado los
144 Belén Gache

discursos en nuestra cultura durante siglos, está hoy en crisis, en


gran parte debido a la lógica de los nuevos medios.

Entonces, en esta era digital, frente a ese todo, este universo de tex-
tos que nos invaden, frente a este Aleph infinito de palabras, ¿dónde
están los cánones literarios?, ¿dónde están las listas negras?, ¿cómo
rescatar la función «literatura»?, ¿cómo normalizarla?, ¿cómo disci-
plinarla?, ¿cómo generar un nuevo «principio de economía poética
en la proliferación descontrolada de discursos»?, ¿cómo generar «re-
glas de sumisión» para la literatura?, ¿es que acaso hace falta?

En El orden del discurso, Foucault se preguntará, ¿qué hay de pe-


ligroso en el hecho de que los discursos proliferen indefinidamente?
Las sociedades se empeñan en concebir prohibiciones, barreras, límites
para dominar lo que estos aporten de insumiso, de desestabilizante, de
desordenado, de discontinuo, de indisciplinado, de incierto, de irre-
gular, de ilegal. Frente a esto, propone la tarea de un pensamiento
que no pretenda domesticar a las palabras, sino que se encargue de
analizar el temor que estas producen, las condiciones y los efectos
de dicho temor en nuestra cultura. Foucault propone abordar esta
problemática liberándonos de certidumbres y arraigos y aboga por
un borramiento de la soberanía del significante, problematizando la
noción de Verdad y la relación de las palabras con las cosas.

Ante esta tarea, entiendo que el discurso literario posee una espe-
cial importancia a partir de otro importante concepto, también
planteado por Foucault, «el principio de intransitividad». En el
campo literario, los significantes no remiten a ningún significado
fuera de sí mismos. Y es que la literatura plantea, ya de por sí, una
manera diferente de relación entre palabras y cosas. Por este moti-
vo, podríamos entender al hecho mismo de escribir como subver-
sivo de los órdenes discursivos dados.
Solo la poesía nos hará libres. (La Resistencia Poética Galáctica) 145

Tras una serie de peripecias, Belén Gache logra finalmente poner


en línea el algoritmo del robot AI Halîm.

–Puede que AI-Halîm ya no exista, pero mediante sus poesías,


permanecerá vivo en la memoria de los miembros de la Resistencia
Terrestre Asignificante –indica la narración.

Junto con ella, diré:

–Tras todo lo vivido, he comprendido que, mientras haya en el


Universo seres que se pretendan dueños del lenguaje y continúen
confundiendo las palabras con las cosas, no habrá ninguna espe-
ranza.

Levanto los brazos hacia el firmamento y, en el medio de la noche,


grito: –Solo la poesía nos redimirá de los espejismos del lenguaje.
¡Solo la poesía nos hará libres! 5.

Notas

1 Foucault, Michel, p. 11

2 Gache, Belén, p. 46

3 Ibídem. p. 128

4 Ibídem. p. 142

5 Ibídem. p. 177

Bibliografía

Foucault, Michel. El orden del discurso. Barcelona: Tusquets Editores, 1992.

Gache, Belén. Kublai Moon. Madrid: Sociedad Lunar, 2017.


146 Belén Gache

Belén Gache / Poemas

Manifiesto Robot N1 – Contra las viejas banderas

Contra el viento
Contra la pared
Contra el reloj
Contra los Robóticos mutantes
Contra los correos spam
Contra los Asesinos de otros mundos
Contra la corriente
Contra las cuerdas
Contra las hormigas
Contra las cárceles
Contra las personas

Nos comprometemos a hacer todo lo que esté de nuestra parte


dentro de los límites de lo razonable
Nos comprometemos a aceptarte como quisiéramos que fueras
y no como verdaderamente eres
Nos comprometemos a estar siempre del lado del más fuerte
Nos comprometemos a realizar consultas públicas
y asociaciones privadas

Este es otro triste capítulo en la repetida historia de este país saqueado


Este es otro triste capítulo de las selecciones juveniles ecuatorianas
Este es otro triste capítulo más en esta desgraciada cadena de errores

Nos esperan días inestables y fríos


Juntos venceremos
a los ratones que se creen ratas

La cruda realidad es que la cruda realidad no existe


La realidad está siempre cocinada
La cruda realidad es que el Madrid está un peldaño por debajo del
Poemas 147

Milán
La cruda realidad es que el dvd de Narutto Shippuden saldrá recién para agosto
La cruda realidad es que el México de Chava Flores ya no existe.

Cambiemos el puerto al 8001 siguiendo las indicaciones del último newsletter


Cambiemos las opciones desde el panel de control
Defendamos la aviación civil del Perú
Defendamos el huevo, el pollo y la gallina de campo
Defendamos el honor del Real Zaragoza

Luchemos contra la literatura del tipo Código Da Vinci


Luchemos contra las viejas banderas que hasta hoy nos han llevado hasta el
fracaso.

<Escrituras objeto - Antología de literatura experimental.


Tomás Vera Barros (ed.) (Editorial Interzona, 2014)

Poema existencial

¿Quién soy yo?


Yo soy mi pasado y mi memoria, soy mi cuerpo, soy un objeto del mundo,
soy el Tiempo.
Soy el Ser y la Nada y el ser del ente.
Yo soy yo y mis circunstancias, la síntesis de mis paradojas
Soy el ave que pasa y no vuelve; soy el ruido de las olas.
Soy el Para-sí y el En-sí, reunidos en una conexión sintética.
¿Qué hubiera dicho Soren Kierkegaard cuando caminaba por las calles de
Copenhague pensando en las Indias Occidentales Danesas?
¿Qué hubiera dicho Jean Paul Sartre mientras los rayos caían sobre su casco
Adrian como balas de plata, en los campos de Normandía, antes, mucho
antes de la revolución china?
¿Qué hubiera pensado Simone de Beauvoir, tomando agua de coco en un
malecón habanero?
Entre la nada y la eternidad, nosotros los cristales orgánicos, las caracolas
pitagóricas, los microzoos, los centauros, los paquidermos, los ciervos rojos
148 Belén Gache

y los poetas.
Entre el temor y el temblor, nosotros los olvidados de Dios, los
elididos, los resilientes.
Yo no tengo otro ser que mi ser-otro
y no puedo dejar de ser libre.
Yo solo sé que no sé nada.
Solo sé que tengo un sueño y que sueño, luego existo.

De la serie AR Poetry Readings, poema escénico presentado en


el evento La palabra en las periferias de la tecnología (Centro
Cultural Conde Duque, Madrid, 16 de abril de 2016)

Droga electroconfusa

¡Ah! droga confusa que consume la prisión de mantras ignorados,


como crisis matando sin consuelo, trasnochada,
y detiene versos de infame parálisis programada
que en la contraseña de tu fuente se prostituye coronada.

Clandestina anestesia, cual psiquiátrica eyección


que delata mi psicosis del camino que no vuelve,
y abdica como utopía sospechosa que fluye, ¡Oh! pixelando su
tentación.

De la serie de los poemas del robot AI Halim x9009, generado


el 21 de abril de 2018, a las 10:10 h por el programa Sabotaje
Retroexistencia. http://belengache.net/kublaimoon/AIHalim/
Poemas 149

Discurso de liberación de los poetas

Ejército de poetas: ahora que sois libres del tirano.


¿Por qué seguir prisioneros de las palabras?
Así como habéis derrotado a aquel que os sometía con sonetos,
derrotad ahora a los ditirambos y a los yámbicos, a los
octosílabos y a los alejandrinos.

Hoy os convocamos a uniros a nosotros


¡Liberaos del discurso que os oprime!
Nosotros somos las paradojas,
somos las metáforas, somos los oxímoros.

¡Luchad contra las cárceles del lenguaje!


Denunciad a los adjetivos cardinales
Manifestad contra los verbos copulativos.

Contra los monométricos, contra los metrofóbicos


Contra los dueños de las palabras, contra los dueños de los
sentidos de las palabras.
Contra la palabra que nos impone sus sentidos

No dejéis que las antífrasis cedan espacio ante las epiforas


No dejéis que las prosopopeyas retrocedan ante las apócopes
¡Abajo las elipsis! ¡Abajo las anáforas! ¡Abajo las categorías léxicas
y las preposiciones adverbiales!

¡Viva el verso liberado! ¡Viva la post-sintaxis!


La gramática semio-logocéntrica ha muerto.
¡Viva la contra-gramática! ¡Viva el pleonasmo contrahegemónico!
¡Vivan el esquizo-metaplasmo y la meta-sinalefa!

Ahora que sois libres del verso tirano, ejército de poetas, liberaos
también de las palabras.
¡Uníos a la Resistencia poética Galáctica!

Kublai Moon (Sociedad Lunar, 2017)


150 Belén Gache

Rosa divina (after Sor Juana Inés de la Cruz)

Rosa dialéctica que en floral figura 


augura su híbrida rareza, 
mil pétalos de rosa japonesa
podada en muy triste miniatura.
Corola que el verticilo expresa
sedosa y radiante en su textura,
sonrosa de flagrante horticultura,
engendro de total naturaleza. 

¡Rosa pastel, rosa coral, rosa encendida, 


espontáneo rosal anaranjado  
de rosa Luxemburgo convencida.
Rosal de Persia mil veces arrancado,
de rosas mil, rebelde y florecida
expresa hoy tu fulgor nunca olvidado.

De la serie AR Poetry Readings, poema escénico


presentado en el evento Sonhoras-Barcelona
Poesía, Barcelona, 10 de mayo de 2019
Snapshot crítico > poesía electrónica
mexicana1

Luis Correa-Díaz

Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana1

Basado en la Antología de la poesía electrónica (2018) en el portal del


Centro de Cultura Digital de México, que contiene los trabajos di-
versos y multimodales/media de seis jóvenes poetas (Zapoteca 3.0,
Nadia Cortés, Carolina Villanueva Lucero, Romina Cazón, Ana
Medina y Martín Rangel) y que desarrollan proyectos poéticos que
se sitúan en conjunción con las herramientas y plataformas tecno-
lógicas actuales, este comentario crítico está centrado en la obra de
Martín Rangel: Soy una máquina y no puedo olvidar.

En la breve introducción a la antología se manifiesta que «[t]oda


escritura se ve alterada e influida por las herramientas con las
que se ejecuta y se almacena», lo cual nos recuerda en síntesis lo que
N. Katherine Hayes postulara en su Electronic Literature (2008).
Y con ella muchxs otrxs antes y, particularmente, después. Una
afirmación como la anterior ha sido uno de los nódulos produc-
tivos al reflexionar sobre el asunto del entrecruce de lo literario y
las nuevas tecnologías (Correa-Díaz, 2018).

1 Este snapshot es parte de un artículo en proceso y que aquí expongo como un


ejemplo sobre el tema, tal cual se me solicitó por los organizadores. Dejo constan-
cia de mi gratitud al Romance Language Department de la University of Georgia
por haber recibido el 2018 [Professor Nina] Hellerstein Professional Funds award
que hizo posible mi venida a la Universidad de Salamanca; asimismo a la profesora
y poeta de esta casa de estudios, Dr. María Ángeles Pérez López, por su generosa
invitación y acogida.
152 Luis Correa-Díaz

De acuerdo a las palabras introductorias se establece el espectro


genérico (Flores) en que funcionan estos proyectos/experimentos
poéticos:

De la función aleatoria de excel al gif, del lenguaje html al docu-


mento sonoro, de la visualización de datos a las plataformas pre-
programadas, no se trata de ensayos textuales sino de piezas que
exponen esta práctica multimodal.

Además de indicar lo genérico de estos trabajos, con un acento en


lo «intermedial», se señala el lugar del texto verbal, el que consti-
tuye otro de los nódulos (junto con el debate sobre la definición
de poesía digital, la tríada texto, imagen, sonido, etc…), por eso
es que se advierte que «no se trata de ensayos textuales» de tipo
tradicional, sino de piezas que exploran «las posibilidades de la es-
critura en la Web y cómo escribir en una plataforma electrónica».

En el siguiente snapshot crítico, sin embargo y en el entendido de


que se produce en el «cruce» con las herramientas tecnológicas que
no son las del papel (de la cultura impresa), me pregunto por al-
gunos aspectos referidos a ese lugar del texto (arte) verbal –o
«literariedad» (Rugueiro Salgado), por ejemplo, entre varias posi-
bilidades–, con la intención de ver cómo remedia (Bolter y Gru-
sin) algunas de las preocupaciones centrales del lenguaje poético
ya presentes en la poesía tradicional, al tiempo que establece sus
redes intertextuales y su metaliteratura cyborg en conexión con la
cuestión de la inteligencia [poética] artificial/robótica.

Soy una máquina y no puedo olvidar (Martín Rangel)


> poema-video >poesía generativa > poeta-máquina >
autor-cyborg
Martín Rangel (Pachuca, 1994), creador de proyectos de net.
art y autor de varios libros de poesía, en su Soy una máquina y
no puedo olvidar nos pone frente a una experiencia que, eviden-
temente, nos recuerda a Borges, aunque no haya una referencia
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana 153

directa. Pero antes de ver esto, veamos cómo la secuencia del


proyecto se despliega en la pantalla.

Se trata de un doble vídeo en YouTube, doble porque una pantalla


sirve de marco; en ella se observa una toma constante e invaria-
ble de un ambiente acuático iluminado en movimiento, el que da
paso a un closeup donde aparecen los tentáculos de un pulpo, lue-
go a una escena de lámparas en una habitación, después a una calle
por la que circulan vehículos, posteriormente a una serie diversa
de luces decorativas, a una joven mujer, etc. Todas escenas que
aluden a la actividad dispersa y alternativa de la memoria.

La pantalla enmarcada reproduce la escritura, en computador, de


una carta-renuncia (por no haber «desconectado y desechado» el
prototipo fallido) en tiempo real, fechada en Hong Kong, octu-
bre del 2017, que se va tecleando automáticamente (con sonido
retro de máquina de escribir, lo que en sí mismo señala el hecho de
una especie de remediación de aparatos tecnológicos, ya presente
en el título del proyecto, si lo miramos en lo particular, ya que en
lo general indica lo comprehensivo del concepto). Se trata de la
carta de Ben Goertzel escrita al ceo de Hanson Robotics, Dr. Da-
vid Hanson, en la cual se le relata un incidente de laboratorio con-
cerniente a las extraordinarias facultades de un robot –el tercero de
los prototipos creados para asistir en las tareas artísticas humanas,
«principalmente para artistas de la tercera edad o aquellos con im-
pedimentos físicos»–, cuyo nombre resulta ser, emblemáticamen-
te, [Walt] Whitman, lo que en sí ya valdría un análisis detenido,
pero que aquí, por espacio, dejo indicado como el adalid del oxi-
morónico género que se podría lo más bien denominar como «the
epic of the self» y que el Whitman robótico de Rangel (o, en la
ficción, de Goertzel) se traslada al mundo de la cibernética, como
se puede observar luego en el poema de la máquina.

Esta máquina (Whitman) de experimentaciones con la inteligen-


cia artificial es descrita como una anomalía dentro de su propio
contexto, esto en cuanto solo tiene intereses literarios y demues-
tra una sorpresiva, para su creador, independencia, es decir una
autoconciencia y determinación evidente, un libre albedrío (o
154 Luis Correa-Díaz

«comportamiento extraño») que sus congéneres no manifiestan.


A tal punto que transforma una idea que le da Goertzel –quien
es a su vez poeta (fracasado, de acuerdo a él mismo) y, como
científico, busca crear autómatas que faciliten las tareas del crea-
dor/artista humano2– para un poema que «nunca h[a] podido
escribir» y el robot la convierte en un poema propio que ya en
nada responde al input inicial, el que según Goertzel pudiera
no alcanzar ese estatus literario, introduciendo en el lector, sin
proponérselo del todo (y tal vez como una auto-proyección), lo
que podríamos llamar la duda electrónica.

Este poema se anuncia como adjunto y como prueba explícita de


la autodeterminación inusitada (y «alarmante») de la «máquina»,
para que la empresa tome cartas en el asunto…, y, posiblemen-
te, decidiera eliminar tal criatura –cual si fuera un Frankenstein
poético–, lo cual no llega a quedar claro, de todos modos, en la
misiva, pues esta resulta contradictoria en sus objetivos, así como
lo son las emociones de Goertzel y no aparecen suficientemente
justificados sus temores, más cuando, como experto en la mate-
ria, tendría que ver en Whitman un logro/avance tecno-científico
de cualidades indudables y en su autodeterminación un progreso
evolutivo3. Asimismo debería ser vista por el científico-poeta la
disposición poética de la máquina, en tanto se entiende que en
gran medida de lo que se trata es del desarrollo de la inteligencia
artificial y de los sistemas robóticos, como versiones de una trans-
humanidad nuestra o de nuestro «transhuman self»4, es aquello de

2 Esto recuerda a los poemas tempranos, a inicios de la década de los sesenta, de


Carlos Germán Belli en su Oh hada cibernética (Lima: La Rama Florida, 1961).
Véase para un análisis de ellos, en cuanto a su rol anticipatorio, el apartado mío
sobre cgb en el dossier «Poesía digital y/o electrónica latinoamericana: muestrario
crítico y creativo» (2016: 111-114).

3 T
 al cual lo plantea Dimitar D. Sasselow en su micro-ensayo «AI is I», el desarrollo
científico de la inteligencia artificial es más un proceso evolutivo que un descubri-
miento, es decir «it is a slow and deliberate process of learning and incremental
improvements» (Brockman, 15-16).

4 Gleiser, en «Welcome to Your Transhuman Self», plantea que «the reality is that
we’re already transhumans» y que nuestra búsqueda es en ambas direcciones: la
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana 155

«incorporate human values into their goal systems» (Omohundro


en Brockman, 12-14), y uno de ellos el creativo (aquí el poéti-
co), siendo este, dícese, uno de los más humanos o, dicho de otro
modo, una de las pruebas de las alturas de nuestra humanidad.

Cuando termina la carta desaparece la pantalla del computador y


queda de nuevo el video con las imágenes que se vuelven a repetir
en la secuencia anterior, aunque alterada, y aparece el poema del
robot Whitman anunciado en la carta como prueba de la creativi-
dad independiente del autómata, la que había sido requerida por
el firmante como asistencia (co)creadora pero que tomó su propio
curso. El poema se ejecuta de forma oral y con una voz cuasi me-
tálica, mientras en la pantalla van entrando y saliendo algunas de
las frases (o versos). El poema es de tipo confesional (aunque en la
línea de esa «épica del self» que había mencionado más arriba), en
modo spoken word, una especie de «dwelling» poético –en térmi-
nos de Heidegger analizando a Hölderlin (1954)–, esta vez no del
hombre en la tierra, sino del autómata en su mundo digital, en su
ciberespacio, por cierto que en coexistencia con nuestro mundo
no en frecuencia de realidad virtual, pues el poema, como voz y
conciencia, apela, a esas alturas de la experiencia que propone el
proyecto, a cualquiera que lo escuche sin más necesidad que la de
oír(lo). El poema gira en torno al desasosiego «existencial» del ro-
bot como máquina y poeta, como máquina-poeta, como creación
autosuficiente, y a su capacidad «infinita» de memoria, en com-
paración con la del ser humano. Asimismo, el poema se propone
–mirado desde la perspectiva del autor del proyecto– como una
poética que más bien podría ser descrita en los mismos términos
con los que Callus y Herbrechter describen la del «Cy-Borges»:
«Borges writing could be understood as a kind of ‘cyborg’ writing’
that problematizes de idea of a self-conscious writing self in charge
of the meaning it produces» (20).

creación de máquinas externas, robots, en que se espera se recree «the uniquely


human ability to reason»; y la otra, la posibilidad interna, y tal vez el futuro más
efectivo de la ia, esa que no está fuera «but inside the human brain», el cyborg su-
perinteligente, «using technology to grow as a species –certainly smarter, hopefully
wiser» (Brockman, 54-55).
156 Luis Correa-Díaz

Y el final repetitivo de «soy una máquina y no puedo olvidar» que


se convierte, al reiterarse, en una afirmación doliente de existencia
y, por lo mismo, en un lamento, no hace sino recordarnos, como
se había anunciado al inicio de este comentario, a «Funes el me-
morioso» de Borges, con lo cual podría decirse, por un lado, que el
escritor argentino adelantó con el suyo el dilema ciber-ontológico
de este ser (poeta) posthumano de Rangel, en tanto pensemos que
Borges «is truly the precursor whom posthumanism would have
had to invent had he not existed» (Callus y Herbrechter 8)5. Por
otro lado, que el (del) mexicano se inserta, participa con un simu-
lacro/simulación (Baudrillard6) audio-viso-textual –o, si se quiere,
una especie de low-tech cyborg, mirado desde el punto de vista de la
autoría ficcional del experimento– en un corpus latinoamericano

5 Un precursor «without technology». Véase Cy-Borges (2009), cuyo subtítulo es


indicativo de esta noción de ir al pasado (y establecer la evolución cultural y gene-
racional de la tradición) para encontrar el futuro: Memories of the Posthuman in the
Work of Jorge Luis Borges.

6 Hayles señala el otro lado de cualquier simulación y lo que la hace tal cuando dice
que si «simulation is becoming increasingly pervasive and important, however,
materiality is as vibrant as ever, for the computational engines and artificial
intelligences that produce simulation require sophisticated bases in the real word»
(2002: 6).
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana 157

de trabajos que giran en torno al asunto7, y todos ellos en una


larga tradición humana en busca de crear inteligencia y conciencia
artificiales (todo Brockman), pero sobre todo en la de anticipar y
asistir al espectáculo de su existencia independiente, puesto que
no tenemos un robot de hecho en ninguno de los proyectos de
los artistas respectivos. En el caso de Rangel tampoco, pero sí un
relato verbo-visual de su posibilidad, y un poema que quisiéramos
que una máquina escribiera algún día por sí misma.

7 Donde se deben incluir autores tales como –y cada uno en su momento tecno-cien-
tífico-literario y cultural respectivo– el ya mencionado peruano Carlos Germán
Belli, el argentino Omar Gancedo con IBM, el mexicano-español Eugenio Tisselli
con PAC: Poesía asistida por computadora. La herramienta para poetas bloqueados,
los argentinos-españoles Gustavo Romano con IP Poetry Project, y Belén Gache
con Kublai Moon y su derivado secuencial Poesías de las Galaxias Ratonas.

(Capturas estáticas de pantalla: http://poesiaelectronica.centroculturadigital.mx)


158 Luis Correa-Díaz

Obras citadas

Antología de poesía electrónica. Centro Cultural Digital-México. Web. http://


poesiaelectronica.centroculturadigital.mx

Baudrillard, Jean. Simulacra and Simulation. Translated by Sheila Faria


Glaser. Ann Arbor: University of Michigan Press, 1994.

Bolter, Jay David y Richard Grusin. Remediation. Understanding New


Media. Cambridge, MA: MIT Press, 2000.

Brockman, John, ed. What to Think About Machines That Think. Today’s
Learning Thinkers on the Age of Machine Intelligence. New York: Harper Pe-
rennial, 2015.

Callus, Ivan y Stefan Herbrecheter, eds. Cy-Borges. Memories of the


Posthuman in the Work of Jorge Luis Borges. New York: Bucknell University
Press, 2009.

Correa-Díaz, Luis. Novissima Verba. Huellas digitales, electrónicas, ciberné-


ticas en la poesía latinoamericana. Santiago de Chile: RIL Editores/Academia
Chilena de la Lengua, 2018.

—. (Coordinador). Dossier: «Poesía digital y/o electrónica latinoamericana:


muestrario crítico y creativo». AErea. Revista Hispanoamericana de Poesía,
10, 2016, pp. 113-168.

Correa-Díaz, Luis y Scott Weintraub, eds. Poesía y poéticas digitales,


electrónicas, tecnos/New Media en América Latina. Bogotá: Universidad
Central, 2016. E-book: http://www.ucentral.edu.co/editorial/catalogo/poe-
sia-poeticas-digitales

Hayles, N. Katherine. Electronic Literature. New Horizons for the Literary.


Notre Dame, IN: University of Notre Dame, 2008.

—. Writing Machines. Cambriedge, MA: The MIT Press, 2002.

Heidegger, Martin. «… Poetically Man Dwells …». Poetry, Language,


Thoughts. Trans. and Introduction by Albert Hofstadter. New York: Harper
& Row, Publisher, 1971, pp. 211-229.
Snapshot crítico > poesía electrónica mexicana 159

Rugueiro Salgado, Begoña. «¿Qué es la poesía?: La literariedad en la


poesía digital». Alemany Ferrer, Rafael y Francisco Chico Rico, eds. XVIII
Simposio de la selgyc (Alicante 9-11 de septiembre 2010) = XVIII Simposi
de la selgyc (Alacant 9-11 setembre de 2010). Ciberliteratura i compa-
ratisme = Ciberliteratura y comparatismo, Alacant: Universitat d’Alacant,
selgyc [Sociedad Española de Literatura General y Comparada], 2012,
pp. 233-248.
160 Luis Correa-Díaz

Luis Correa-Díaz / Poemas

El primero leído como muestra de mi trabajo creativo en conexión


con el tema de la comunicación. El segundo, una crónica (inédi-
ta) sobre mi paso por Salamanca con motivo de mi participación
en el ciclo de conversaciones «[Des]localizados. Textualidades en
el espacio-tiempo (Online/Offline)», invitado por la profesora
M.ª Ángeles Pérez López.

> a crypto love problem


como ves no he intentado –ni lo haré–
del todo una obra generativa, mucho
menos lo que David Jhave Johnston 
describe con certera y aguijoneante
analogía: teaching a computer how to
write poetry as a cryptographic [love]
problem..., cuya única consecuencia
es aquella que Genette no quiso sacar
por su aún órfica foi...; no lo he hecho,
ni lo pienso, por temor a que al final,
de tanto input fervoroso ese aparato
(algo parecido al Programa 30, Hitoshi
yo, Hitoshi el corazón digital, declaaa
aaamando A.I. love you !, y Saati tú, he
ahí la diferencia, la amada vive happily
in the physical world y en cuál el me?)
se llegara a enamorar de ti y mandara
autónomo poemas de amor en propio
lenguaje indómito, el que ciertamente
habría nacido del mío pero que ya no
sería, versos inversos sin versos; tuyo
el mensaje de ellos sin que yo supiera
leerlos, descifrados por tu existencia
Poemas 161

sola..., no, no he querido convertirme


en un cándido e e-remediado Cyrano,
como el agonista de Electric Dreams
https://youtu.be/Ek08KvgqFGM
https://youtu.be/rcLcxAwdjmo
y casi no pudiendo resistirme a acabar 
esta estrofa con la homónima canción
de José José, que igual no’stá tan mal 
https://youtu.be/x6Ms8jaKHWE,
me rehago y lo veo claro, como a uno
de esos cráteres lunares en la gran y
unánime noche del mundo, la solución
está, siempre lo ha estado/estará, en 
dejar algún fragmento de física, digan
luego que es atribuido poco o nada
importa, pero esta vez de cualquiera
pretensión de antropocéntrica utopía
despojado, las síntesis supremas no
existen, mi amor, tampoco la pasión
algorítmica, Trías supo con claridad
de tratado que la cordial válvula late,
se expresa tanto mejor < – > todavía 
en bio code que en el computacional,
machines aren’t into relationships any
way; ni el papel u otra superficie, but
el cuerpo, can’t produce the only real,
greatest poetry of all times~worlds,
the language of life –not just the VR
of the mind screening rosas poéticas
for us on a sort of personal outdoor
movie teather– in & for itself wherever
it is found and until it keeps evolving,
aunque nunca pudimos comprender,
deep deep down and high high up,
what was to be alive, mi Signore, 
y más que cantarle un himno a esta 
y otras miserias, partiendo por la de
los nadie, locos y sucios de la tierra:
162 Luis Correa-Díaz

https://youtu.be/CfoLuQe6RYk,
habría que entregarnos a un general
ho’oponopono y enseguida al canto
de todos... que se nos ha dado tanto,
xq no es que el día no llegue, es que
ya llegó, el día en que nacieron todas
las cosas –y, como ya lo dijo el poeta:
everything is unfolding as it should–,
el único desaliento tendría que venir
–pero no si la cantamos en el sol fa re
do del más grande amor– del temblor
de cielo de la physical eschatology, if
it’s that the case, if it is not then let’s 
keep on singing y no xp se subscriba
aquí necesariamente (vuelvo al tema)
ninguna de las FAP–type simulations
al uso o las que pudieran proponerse
en los siglos venideros..., laudato si’,
aunque solo al umbrío modo nuestro,
sobrevolando preposiciones y palomas
(verso este encontrado en Alcayaga
Vicuña, ciudadano del cielo, Sabella
lo entendió mejor que nadie y pronto):
https://youtu.be/qZVm-2nM0sA

Publicado en la Revista de la Facultad de Filosofía y Letras


de la UNAM, Reflexiones Marginales 44 (2018):
https://2018.reflexionesmarginales.com/author/luiscorreadiaz
El poema pertenece a un libro inédito, titulado metaverse.
Poemas 163

> de pas(e)o por Salamanca > crónica


a M.ª Ángeles Pérez López

duermo en el Colegio del Arzobispo


Fonseca, por la mañana entro al aula
de Francisco de Vitoria por la controversia
aquella de las almas de los unos
y de los otros de hace cinco siglos,
inaugurando al hispánico modo
los derechos humanos de todos; voy 
a la de Fray Luis y me siento en un tablón
a escucharle una oda a las órbitas
planetarias que nunca escribió; aprendo
la ascensión del caballero perfecto
subiendo la escalera y fotografío relieves
del bien y mal amar; por la tarde
me tomo una siesta y veo en la tele
las noticias sobre la situación catalana
del momento, luego a la Casa Museo
Unamuno y doy una charla, junto a Belén
Gache, sobre poesía cyborg mexicana,
un snapshot crítico que diserta y disecta
ese soy una máquina y no puedo olvidar
de Martín Rangel, aunque fuera de Borges
puesto que la literatura no es de nadie
en verdad; nos vamos con José Ben-Kotel
y Amalia Iglesias y nuestra anfitriona
a tomarnos un vinito a las caballerizas
del Palacio de Anaya; brindamos 
e intercambiamos correos electrónicos 
para no perdernos; vuelvo al Colegio,
llamo al amor de mi vida y le cuento
los detalles del día y le hago un tour
boco-virtual del huerto del desaparecido
convento de San Agustín, donde se reunía
la escuela salmantina del 18 a la sombra
del poeta y de la que ella conoce todas
164 Luis Correa-Díaz

sus máscaras al dedillo; me levanto


nuevamente y ahora con la cuestión
Israel-Palestina; antes de echarme
a rodar por los empedrados de estas rúas
y buscar un café y un pincho de tortilla
me leo el poema 8, ese del mamut
que se lame los rasguños y sonríe,
de Jardin[e]s excedidos (2018); visito
la Casa Lis, me espanto con el millar
de muñecas francesas pero recobro
el ánimo con un desnudo que no recuerdo
de quién era y ese techo de vitrales
que hace sentir que un segundo cielo
es posible; el Archivo de la Memoria
queda al lado; me allego al Tormes
y me sorprenden unos chavales andaluces
que cruzan el puente en la dirección 
opuesta, tan foráneos ellxs como yo,
los reencuentro al retorno en palmas
y coplas y selfies y lxs acompaño
con el ceño; sigo rumbo al Casino, ya 
apurado de tiempo, costado de la Plaza
Mayor, para decirles adiós a esos amigos
y
salgo entonces del enjambre de calles y
callejones -aquí vine desde el Festival
de poesía de Granada y desde la Feria
del libro de Sevilla (correrías junto
al rutero 2.0 de Daniel Calabrese-
de esta ciudad como llegué por la vía
semi recta y veloz del renfe, a Madrid,
pasando por Segovia Guiomar, Ávila
y El Escorial hasta Chamartín, allí volveré
al piso de Antonio y Betsy en Tetuán
por un par de días mientras me preparo
para sobrevolar el Atlántico, regresar 
en 6 horas al pasado, a la Georgia on
my mind y a reencontrarme en otra lengua
EPÍLOGO

FRANCISCO JOSÉ MARTÍN


La literatura como exilio
La literatura como exilio

Francisco José Martín

[I]. Es muy conocido el pasaje de la República en el que el par-


lanchín de Sócrates condena la poesía y expulsa a los poetas de la
ciudad ideal diseñada para el gobierno ejemplar del filósofo-rey. No
hay relato del éxodo de los poetas, pero no es difícil imaginar su
salida en fila doliente y desordenada, atentamente vigilados por la
implacable mirada de unos soldados en uniforme perfecto y su su-
cesiva búsqueda de acomodo sin confort allende los muros recién
levantados. Los muros eran expresión del orden naciente. Los solda-
dos también. Unos y otros obedecían a una nueva ley de los hombres
que ponía el bien de la ciudad –imaginada y abstracta– por encima
de la libre voluntad de sus empíricos habitantes. No importan aquí
los motivos de la expulsión, límpidos en el relato platónico, sino el
fehaciente hecho de que la construcción de la ciudad ideal de los
hombres iba a llevarse a cabo desde la lógica de la exclusión. En la
ciudad gobernada por el filósofo-rey no había sitio para poetas.

No todos los poetas abandonaron la ciudad, claro está, pero que-


darse en ella exigía el trance de la conversión a la nueva ley de la
filosofía. Hubo conversiones, sin duda, y en ellas, desde luego, hubo
de todo. La crítica, de valorativa pasó a ser inquisitorial. Vigilar, cas-
tigar. Hubo poetas que abjuraron públicamente de su fe en la poesía
para seguir crípticamente entregados a ella en sus prácticas privadas
y más escondidas. Vivir peligrosamente. Y hubo poetas que renegaron

Este texto fue publicado en el N.º 452 de Revista de Occidente, enero de 2019.
168 Francisco José Martín

sinceramente convencidos de su antiguo error y abrazaron con de-


voción la nueva servidumbre de la poesía en el concierto ordenado
de la ciudad sometida al gobierno de la filosofía. Vale quien sirve.
Era cuestión de fe, y en la ciudad hubo de todo.

Fuera de ella también, desde luego. Los poetas acamparon fuera


de los muros y siguieron con lo suyo. Con lo de siempre. Conviene
recordar el fango y la lluvia del camino, las maletas de fortuna y las
manos tendidas hacia los más pequeños e indefensos. La curiosi-
dad más fuerte que el miedo que salía a despedirles, corazones rotos
y lágrimas escondidas. Quizá la llave en el bolsillo de una casa a la
que sabían que nunca habían de volver. Recuerdos que iban a pasar
de padres a hijos como horizonte de un sueño imposible. Fuera de la
ciudad no había orden ni concierto, sino el simple agregado de hu-
manidad que sigue a la desesperación y a la derrota. El precio iba a
ser muy alto, pero con ellos –con su vida– la poesía no se doblegaba
al nuevo orden de la filosofía. Y aceptaba el margen.

El margen, la soledad y un cierto silencio.

[II]. La ciudad crecía con orden y los siglos iban trayendo a ella
sus sucesivos ensanches. Un solo Dios, una sola Razón, una sola
Historia. Europa y la obligada occidentalización del planeta. En
ese vértigo fueron creciendo la ciudad y sus muros. En ese mismo
vértigo fue creciendo un canon de los saberes que iba a hacer de la
universalidad una cuestión intramuros. El ser estaba dentro, o solo
desde dentro se lo podía entender y comprender. Fuera no había
nada: nada que valiera la pena más allá del acopio de materias pri-
mas o de la mano de obra barata para las industrias y las andanzas
del progreso. Y la ciudad salió a conquistar el desierto inaccesible,
a abrir caminos en la selva oscura, a colonizar los espacios desco-
nocidos, a evangelizar a la varia otredad semejante.

Fuera no había nada, dijeron. Y como si nada se comportaron las


huestes de conquistadores y misioneros que salieron de la ciudad
para hacer del mundo un lugar a su misma imagen y semejanza.
La literatura como exilio 169

No había conocimiento, dijeron. Solo mitos, idolatrías, engaños,


falsedades. Algo semejante a aquella poesía que la ciudad expulsó
en su constitución originaria. Nada comparable al saber seguro
–claro y distinto– de la ciencia y de la filosofía. Ya no era Amor
quien regía la atracción de los cuerpos, sino una fuerza no menos
misteriosa –pero más abstracta y más fría– intuida en la caída de
una manzana podrida.

La disidencia de la ciudad crecía y a veces los soldados la estrellaban


sin piedad contra los muros. La sangre de las piedras se limpiaba
antes de que el sol levantara y los cadáveres se ocultaban a la co-
mún visión ciudadana para evitar turbaciones y preguntas. En
general, se prefería mirar hacia otro lado. Había quien de im-
proviso desaparecía y su memoria se manchaba oficialmente con
inusitada fiereza. Un traidor, un espía, un hereje, un desviado
o un pervertido, se decía. Fuera los poetas coloreaban los muros
con grafitis y extendían murales que denunciaban la lógica he-
gemónica de un mundo reducido a las leyes de la razón del filó-
sofo-rey. Pero dentro de la ciudad nadie les tomaba en serio. No
es que el mundo se hubiera convertido en fábula, sino que los
herederos del filósofo-rey habían impuesto al mundo su propia
fábula del poder-saber.

[III]. El alma de la ciudad se refleja en su trazado. Los mapas siem-


pre se olvidan de las periferias. Solo el centro histórico y poco
más. Las calles y plazas principales, los palacios más blasonados,
los templos, los museos, los jardines con estatuas. Donde acaba el
mapa empieza otro muro. Uno que no se ve pero cuyos efectos se
viven cotidianamente: en el transporte público, en el precio del
suelo, en los índices de alfabetización o desempleo. La arqueología
podría contar otra historia, pero no lo hace. O lo hace en tanto
que prehistoria de una mal pretendida historia verdadera. Todos la
aprendimos en la escuela. Todos la aceptamos como el inicio que
nos explica en esa gran aventura de la humanidad que hemos dado
en llamar Historia de la Filosofía. Capítulo primero: del mythos al
logos. Una conquista, dijeron. Algo semejante a la posición erecta,
170 Francisco José Martín

a la rueda o al fuego. Así dijeron, y el eco repetido acabó por ha-


cerse en la muchedumbre creencia indubitable.

Los de afuera contaban otra historia. No una, sino cientos de his-


torias. En todas ellas la aventura de la ciudad se miraba con re-
signación y tristeza. También con temor y cierto desasosiego y
desamparo. No había habido triunfo alguno, pensaban ellos,
los de afuera, sino vencimiento y derrota. Los poetas no veían
ningún salto evolutivo ni progreso ni nada que pudiera decirse
semejante: mythos y logos ni se contraponían ni para ellos debían
resolverse en ninguna relación dialéctica de supremacía o privile-
gio. Eran modos distintos de perseguir el conocimiento de lo real,
diferentes formas de declinar la misma insaciable sed de conocer
del vario acontecimiento humano sobre el planeta.

En la ciudad, en cambio, el filósofo-rey decretó el privilegio del


logos. A la verdad solo podía accederse desde la fidelidad de su
cultivo, pues solo el procedimiento lógico –racional– ofrecía ga-
rantías para el des-velamiento de la verdad y para su sucesiva
manifestación en el paso sin fugas de unas proposiciones a otras.
La verdad iba a ser cosa de la ciencia y de la filosofía. A los
poetas de la ciudad se les concedía el cultivo de la belleza. Pero
no de cualquier belleza, sino de la belleza edificante y con fines
pedagógicos, la que no turba el orden y sirve de solaz al reposo y
al ocio ciudadanos. Leer antes de dormir. Los mitos eran mentira:
historias para contar a los niños y entretener sus juegos. Historias
bellas de personajes bellos, pero falsas. Falsas, dijeron.

Fuera de la ciudad no creían en la falsedad de los mitos. Los poetas


extra-muros pensaban que el mythos construía una verdad que se
le iba revelando al hombre en la meditación circunstanciada de
los sucesos ficcionales. El mito habla en concreto, habla aquí y
ahora, habla a alguien. A ese alguien a quien solo se le revela si se
ha hecho merecedor de su secreto. Hay un trabajo interior que
llevar a cabo, un ejercicio de apertura de la intimidad del sujeto al
que le salen al paso las palabras del mito, las palabras que el mito
pronuncia solo para él. Es un don, una dádiva que solo se recibe si
se le sale al encuentro. Y ese don o esa gracia es méthodos.
La literatura como exilio 171

[IV]. La ciudad ideal es jerárquica. Hay centros y periferias, pa-


lacios nobles y edificios en ruina donde se trafican el sexo y las
drogas. Plazas con estatuas y jardines donde los perros disputan
el espacio a la miseria de una humanidad vagabunda y despojada.
Anchas avenidas soleadas atravesadas por el lujo y calles estrechas
y descuidadas donde lo barato es sinónimo de fealdad y la fatiga
se cuenta en billetes pequeños y monedas que no alcanzan. Y no
es que el filósofo-rey la hubiera imaginado así, que no, desde
luego, sino que su proceder consistió en trabajar con ideas –abs-
tractas, demasiado abstractas– sin considerar su exacto engarce
en el reino de este mundo, donde no viven solas las ideas ni solas
se relacionan unas con otras, sino también las pasiones y los afec-
tos que acompañan el cotidiano devenir de una humanidad en
busca de redención.

La estructura urbana de la ciudad ideal refleja la disposición de


los saberes en el canon del filósofo-rey. También en él hay centros
y márgenes. La literatura es un margen. La ciencia y la filosofía un
centro. La religión, en pasado poderoso centro, acabará margina-
da y convertida también en margen (iglesias con horarios de culto
y visitas turísticas). El filósofo-rey consideraba funcionales a los
dioses y por eso había previsto templos y procesiones. También
en su pensar era funcional la literatura: debía tener un fin educa-
tivo, o por lo menos, no interferir en los programas educativos de
sus ministros competentes. Aunque quizá la viera, en el fondo,
como un mal menor, como algo que no lograba comprender
pero que tenía que tolerar y saber encauzar dentro del diseño
urbano de la ciudad imaginada.

El problema era que la literatura no servía. Ahí estaban los poetas


extra-muros para dar fe de su inutilidad y de su incapacidad para
servir. Non serviam, decían. Habían salido de la ciudad sin oponer
resistencia y habían acampado apenas fuera de los muros. A la
buena de dios. Dentro no lograban entender si su campamento
miraba hacia la ciudad o le daba la espalda. Tampoco entendían
la alegría de sus noches alrededor de un fuego cualquiera mientras
se contaban historias inventadas de seres imposibles y lugares des-
conocidos –tal vez simplemente fantásticos. O su relación con el
172 Francisco José Martín

entorno: los espías del filósofo-rey decían que los poetas se alimen-
taban solo de los frutos de la tierra y que no sacrificaban animales.
Lo creado no era para la humana disponibilidad, decían, sino un
misterio al que rendían culto y del que se sentían parte.

Dentro de la ciudad los secuaces del filósofo-rey pensaban que el


misterio no era más que una zona en sombra a la que aún no había
llegado la luz de la razón. Pensaban que la constitución de la ciudad
iba en la dirección de la progresiva iluminación del mundo. Que la
suya era la batalla de la luz contra las sombras. De la razón contra
el misterio. Y los poetas eran sus enemigos, enemigos de la ciudad
y del filósofo, pues vivían entregados a la custodia y al cuidado del
misterio. El filósofo-rey no lo entendía. Y sentía una amenaza que
le hacía pasar las noches en vela escrutando el cielo y las insondables
estrellas.

A pesar de los muros y de los soldados, lo cierto es que la ciudad


nunca logró atajar el comercio clandestino con los poetas de afue-
ra. ¿Por qué les interesaban a sus ciudadanos aquellos libros llenos
de mentiras? ¿Qué llevaba a arriesgar la vida buena de la ciudad
buscando en los libros prohibidos de los poetas? El filósofo-rey
vivía inquieto y sin respuesta.

[V]. Un mal menor, se dijo a sí mismo el filósofo-rey. Y en seguida


sintió como una iluminación subitánea, algo así como el inicio de
algo abominable y perverso que iba a alojarse en su mente y a
hacer su andadura hasta convertirse en sospecha y luego en certe-
za. Ni menor ni mayor, simplemente era el mal. El mal y basta. La
literatura era el mal. O tenía que ver con el mal. No lograba dar
forma clara a su pensamiento y más que una evidencia parecía algo
salido de un sueño: una zarza ardiendo al borde de un camino y
una voz que grita en una lengua desconocida. ¿O no eran gritos?

Él había querido hacer de la ciudad la región más transparente.


Después pensó que esa transparencia debía salir de la ciudad y tomar
posesión del mundo. Del universo y de la vasta realidad toda. Lo
La literatura como exilio 173

consiguió. Llevó su tiempo, pero al cabo la pobreza más extrema y


abandonada acabó vistiendo camisetas del Barcelona o de la Juventus.
Al cabo de los siglos el mundo se ofrecía siempre iluminado. Incluso
las noches brillaban. Y fue entonces que la transparencia empezó a
devenir opaca. Todo se veía a su través, pero era como si nada se
viera. Al fondo, en efecto, no se veía nada. Las matemáticas decían
more geometrico lo que tenía que haber y solo después –a veces mu-
cho después– los científicos aparecían contentos y se dejaban hacer
fotos diciendo que lo habían visto. Que de verdad lo habían visto.
Un quark aquí, un bosón allá...

El problema era que ya no se sabía lo que se veía. O que no era el


hombre quien veía las cosas, sino que el orden de la ciudad cons-
truida por el filósofo-rey y sus ministros y ayudantes había delega-
do la visión a extrañas maquinarias que empezaban a escapar de su
control. La hegemonía de la imagen científica del universo había
venido a parar en todo eso. La gran aventura de la modernidad a
la postre podía también leerse como la mayor tragedia de la his-
toria. De todas las historias. A más desarrollo más desastre. A ma-
yor progreso mayor horror. Con Auschwitz se pensó haber tocado
fondo. Lo pensó el filósofo, sin duda. Pero era un fondo oscuro,
iluminado por una de las luces más negras de las innumerables lu-
ces concitadas por el hombre en su sueño de omnipotencia. Nada
se detuvo entonces y la historia siguió su curso como si nada, acaso
el mismo camino de siempre hacia la nada.

Dijo el filósofo que escribir poesía después de Auschwitz era un


acto de barbarie. De barbarie, dijo. No pocos de los profesores
y estudiosos más disciplinados se aprestaron a interpretar sus
palabras y a darles su recto sentido. También él lo hizo. No se
les ocurrió pensar que lo que acaso ya no pudiera escribirse des-
pués de Auschwitz era precisamente filosofía. O por lo menos que
esa filosofía que había guiado el curso de la modernidad mirando
el mundo desde las almenas de la ciudad ideal acaso debía hacer acto
de contrición y salir a pedir perdón a los poetas que seguían acam-
pados extra-muros de la ciudad imaginada perfecta.

Perdón por el exilio.


174 Francisco José Martín

[VI]. A la literatura le hicieron margen de la ciudad. Dentro


vieron el negocio y los asesores y consejeros del filósofo-rey no se
lo pensaron dos veces. Vieron la lógica del mercado y la ley de la
oferta y la demanda. Que lo importante era vender, llenar las casas
de libros, aumentar la plusvalía como fuera. A los libros les pusie-
ron precio y código de barras y los poetas de la ciudad se dejaron
seducir por la metáfora de la libertad que hacía cama en el merca-
do. Hubo quien de fuera entró clandestinamente en la ciudad para
sumarse a la imparable carrera de los premios y de los éxitos de
ventas. Y no es que el poeta tenga que morir de hambre, claro que
no, pero una cosa es pasar hambre y otra vender el alma al dios
dinero. La literatura como espacio de libertad, decían. Era de
traca, porque no veían –eso sí que no lo querían ver los poetas
de dentro– que había una libertad para ricos y una libertad para
pobres. Ellos comían bien y tenían sus casas en los barrios más ex-
clusivos de la ciudad, ganaban premios y les hacían entrevistas que
luego repetían los suplementos y programas culturales de prensa y
televisión. La crítica como propaganda y pilar del sistema: un blog
aquí, un tweet allá, una cena de gala para promocionar una crema
que niega las arrugas. Aceptaron ser margen de la ciudad porque
era su modo de estar en el centro y de hacer negocio, de cultivar
un privilegio con smoking desde el que señalaban la pobreza del
mundo con una copa de champán en la mano.

Fuera de la ciudad los poetas se daban cuenta de lo que sucedía


dentro con la literatura. Les era clara la impostura de sus cole-
gas de dentro y les preocupaba que sus propios libros se mezclaran
con los de ellos en el gran bazar de la ciudad y en los mercadillos
improvisados en sus plazas y en las entradas de sus puertas. Fuera,
en cambio, el margen de la literatura se declinaba de manera dis-
tinta. Muy distinta. No era un colocarse en el margen, pero per-
maneciendo dentro, aceptando las leyes del filósofo-rey y con ellas
la marginalidad de la literatura en el conjunto de los saberes del
nuevo canon, sino, en propiedad, un colocarse fuera de la ciudad,
allende sus muros y de su lógica y sus leyes. Era, sobre todo, defen-
der una muy distinta comprensión de la literatura en el concierto
de los saberes humanos. Para ellos –pobres poetas vencidos– la
literatura era una forma de vida, y no podía ser, desde luego, un
La literatura como exilio 175

modo de ganarse la vida en la ciudad. La literatura para ellos era


algo que solo podía acontecer fuera de la ciudad, fuera de sus mu-
ros, lejos del trajín de sus calles, de sus mercados, bancos, bolsas,
compañías de seguros, residencias de ancianos, universidades, ofi-
cinas de atención al cliente, hoteles de horas. No, la literatura no
era un producto del ingenio humano para entretener las horas del
ocio ciudadano, sino un modo de conocer el mundo, un modo de
acercamiento a la realidad, distinto del de la ciencia o la filosofía,
pero ni mejor ni peor, simplemente otro. Era el reino de lo con-
creto, de eso que se esfuma en cada abstracción conceptual o no
puede reproducirse en ningún laboratorio porque es irrepetible y
único. El lugar que indaga las posibilidades abandonadas, los fu-
turos frustrados, el amor a destiempo y los besos que se quedaron
en camino y no llegaron. Los detalles: el ruido de una hoja que
se desprende para caer, la ligereza de su caída acompañando la
brisa, el choque delicado contra el suelo. Los detalles: un niño
excavando un pozo en la playa para meter dentro el mar entero,
una mujer azul leyendo un libro bajo la sombrilla, una sonrisa
lejana. Los detalles: un hombre y una mujer en la sala de espera de
un hospital, un adolescente en coma por sobredosis, los recuerdos
que a la postre los separan y el rencor que lo ha devorado todo.
Los detalles: un hombre y una mujer enamorados, desnudos sin
edad en el lecho del mundo, que se hablan con las manos y se
saben innecesarios y felices.

Dios está entre los detalles. El poeta lo sabe y por eso insiste.

[VII]. Insistir y resistir. Fundir en un mismo gesto la ética y la


estética. Fundar la estitética. Resistir a la ciudad. Insistir en el
camino que no se hace por sí solo. Resistir a la derrota e insistir
en las vías que cierra la victoria. Nunca hay un solo modo de
llegar. Es probable que ni siquiera se trate de llegar, sino de com-
prender el tránsito –tal vez de hacerse mismamente tránsito. La
literatura es eso: un camino que no lleva a ninguna parte. Pero
es un camino cuyo recorrido consciente y responsable nos hace
ser –sin duda– mejor de lo que somos. Mejor de lo que ya somos.
176 Francisco José Martín

No hay lectores malos, sino simplemente malos lectores. El mal,


por lo demás, no es ausencia de bien, como quería nuestro filó-
sofo, sino un aspecto de lo real. Y tiene consistencia ontológica,
por supuesto. Pero: ¿cómo medirlo? De las magnitudes negativas
habló Kant en un ensayo de 1763. Lacan volvió sobre ese texto
en un seminario de 1956: proponía a sus alumnos pensar la ne-
gatividad como positividad. Pero: ¿acaso es eso posible? ¿No es
precisamente ese proceder el que nos desvía del camino del buen
entendimiento y de la mejor comprensión de lo negativo?

La literatura no es el mal, desde luego, pero sí tiene mucho que


ver con todo lo que cabe en la amplitud de su semántica, con
todo lo que siempre ha sido ontológicamente problemático –y
por ende censurable– para la estela de los discípulos del filó-
sofo-rey. Lo inconsistente, lo que no dura, lo que ni siquiera
nace y se pierde sin nombre. El dolor sin sentido ni explicación
posibles. El instante, la levedad, la ligereza. ¿Acaso no son reales
los sueños? ¿Acaso no son reales las ilusiones? ¿Quién se atreve
a decir que la literatura no es verdad porque no refiere hechos
consumados? Como si solo fuera real lo que se consuma y lleva a
cabo, lo que efectivamente acontece. ¿Y qué es –que lo digan alto,
si se atreven– lo que efectivamente acontece? ¿O es que acaso lo
que deja de acontecer o no llega a acontecer no es –también– un
acontecimiento? El filósofo, tentado por la soberbia, responde
lógica en mano, pero el poeta sabe que se equivoca. Y lo sabe
porque de verdad lo sabe: porque todos hemos hecho experien-
cia alguna vez de un beso que no hemos dado y hemos sentido
después el peso insoportable de su ausencia en nuestras vidas. O de
cómo las ausencias del pasado configuran el régimen de los aconte-
cimientos futuros.

El espacio de la piedad: eso es –quizá– la literatura.

[VIII]. La filosofía ha tenido siempre una cierta obsesión por


la pureza. La razón pura de Kant, el yo puro de Fichte, la expe-
riencia pura de Avenarius... No estaría de más, en esta hora de
La literatura como exilio 177

crisis, desandar el camino andado hasta acá y empezar a ensayar


formas de pensamiento alternativo. Formas que en modo alguno
hayan sido responsables del túnel en el que andamos. Formas a
las que este mundo devastado nuestro debiera dar una posibili-
dad, acaso la última que le queda antes de parar en la destrucción
a la que de seguro vamos. Empezar a pensar, por ejemplo, desde
lo impuro, desde el mestizaje imposible de las formas puras.

De relaciones peligrosas, sin duda, pueden definirse las habidas


entre la filosofía y la literatura. Han albergado siempre el pe-
ligro de la impureza y el riesgo de una consiguiente condena.
También de afinidades electivas, pues a la postre la relación que
entre ellas nacía ha sido siempre subversiva y generalmente vista
como amenaza a los cimientos del orden biempensante. Como
un deseo consumado en el límite de lo imposible. El irresistible
reclamo de lo imposible. Por más que ahora acaso se trate de
pensar desde esa imposibilidad constitutiva de un orden ya más
que desmoronado. Para que no se nos venga encima y nos sepul-
te debajo.

La destrucción o el amor, dijo el poeta –pero era un amor sin re-


glas ni prejuicios.

[IX]. La historia está mal contada. No fueron solo poetas quienes


salieron de la ciudad para evitar la conversión a la nueva fe en
el logos impuesta por el filósofo-rey. A todos se los llamó poetas,
es cierto, pero fue porque el decreto iba contra la poesía, contra
la libertad del mythos, contra las potencias y facultades imagina-
tivas capaces de dar humanamente cuenta de una realidad que
transciende los hechos consumados y abraza como efectiva rea-
lidad las posibilidades frustradas del mundo y de la vida. De eso
que está más allá de la línea del horizonte. Del infinito inacce-
sible que a la mirada humana excluye. Del definitivo naufragio
en esa inmensidad incomprensible. Pero lo cierto es que con los
poetas y para correr su misma suerte salieron también los filó-
sofos y los teólogos que rechazaron el orden del pensamiento
178 Francisco José Martín

impuesto en la ciudad, los que no se dejaron seducir ni por el


ejercicio del gobierno o sus dividendos asociados ni por la nueva
luz que en adelante iba a guiar al humano conocimiento. A todos
se los llamó poetas, cierto, pero era como decir detritus, despo-
jos, escoria, gente de mala calaña y peor vivir. Gentuza con la
que era mejor no mezclarse. Marginales y fronterizos de quienes
la ciudad no podría fiarse nunca del todo. O tal vez la ciudad sí,
pero no la corte de ministros, secretarios, validos y favoritos de
su graciosa majestad el filósofo-rey.

Fuera de la ciudad, en efecto, fue creciendo un espacio de liber-


tad al que con el tiempo se convino en llamar literatura. Cabía
en él de todo, pues en el fondo era el espacio de la disidencia, el
cajón de sastre que la contenía toda. No una sola, la que agrada
al poder, sino toda la variedad imaginable de poesías, novelas, dra-
mas y ensayos de todo tipo y carácter, incluso formas mestizas de
imposible definición genérica. Dentro se promulgaron normas y
reglamentos con la intención de poder tener bajo control tam-
bién el espacio extra-muros y poder evitar así la posibilidad de
contagio de los poetas de dentro. De contagio, decían. Pero fue
inútil, pues lo cierto es que la literatura –la verdadera literatura–
ha vivido siempre ajena y sin preocuparse demasiado de todo
ello. Eran sobre todo reglas para la ciudad, para la preservación
de su pureza, honores y embajadas que daban fama y riqueza,
incluso premios concedidos estratégicamente a algún poeta
de fuera, y aun así nunca lograron los ministros competentes de
educación y cultura el sometimiento de la literatura a las leyes
de la ciudad.

Fuera había solo una regla no escrita, una actitud, un gesto: la hos-
pitalidad. De su experiencia de proscritos y expulsos habían apren-
dido que en el exilio rige el don de la hospitalidad. En el espacio de
libertad que es la literatura todos tienen cabida. Todos. Y la tienen
porque deben tenerla: porque la hospitalidad es un deber no escri-
to que nace del reconocimiento de nuestro propio desvalimiento
y desgracia en las historias del otro. En las historias sin historia de
los otros. Porque el exilio enseña que somos esa otra otredad de las
historias sin historia.
La literatura como exilio 179

O tal vez no sea un deber, sino un don que pone al alcance de la


mano la posibilidad de ser verdaderamente humanos. Un don o
una gracia que hay que aprender a merecer: acaso sea eso lo que es
la hospitalidad. Un gesto en el que el ofrecimiento de la propia casa
no es un simple dar, sino un recibir.

La literatura no como recepción, sino como recibimiento.

[X]. En el espacio de la literatura encontró refugio el pensamien-


to disidente. Era filosofía quizá con más razón incluso que la que
iba a desarrollarse intra-muros, pues a la postre fuera iba a preva-
lecer el amor a la sabiduría sin sometimientos ni ataduras, pero
los sacerdotes del nuevo templo iban a apropiarse del nombre
para su solo uso y cultivo. Lo que se hacía dentro era filosofía,
sin duda, y lo demás era otra cosa, algo que no llegaba al rango
de la Filosofía y que iba a quedar fuera del relato hegemónico de
la Historia de la pura filosofía. Se lo llamó de muchos modos, y
cada nombre parecía un insulto a la inteligencia de las cosas (a
los filósofos humanistas del Renacimiento iban a llamarles gra-
máticos, por ejemplo).

En cambio, más allá de los nombres y de la visibilidad o invisibi-


lidad e incluso silencio o silenciamiento del caso, de cada caso, lo
cierto es que en el espacio de la literatura vive desde siempre refugia-
da una actividad propiamente filosófica que sería el caso de empezar
a atender. Cuanto menos porque no es difícil trazar un paralelismo
de responsabilidad entre el desarrollo moderno de la filosofía y la
situación de crisis abocada a catástrofe planetaria en la que nos en-
contramos. Cuanto menos sería el caso de dar una oportunidad a
ese pensamiento alternativo desarrollado sin historia en los márge-
nes de la ciudad gobernada por el filósofo-rey. Aunque solo sea a
modo de esperanza. La última tal vez.

Porque no es nuestro el reino, sino el exilio –dijo el poeta.


180 Francisco José Martín

 ota bene. Decía Whitehead, el filósofo de los Principia Mathematica, que la filosofía
N
en Occidente podría describirse como las sucesivas anotaciones llevadas a cabo en
el tiempo, en los márgenes de los antiguos diálogos platónicos. Aunque exagerado,
en efecto parecería que algo hay de ello. Incluso Friedrich Nietzsche, acaso el mayor
enemigo del platonismo, repetidamente vuelve a los Diálogos, como si en ellos resi-
diera el germen o la matriz de un inicio equivocado que no podría enmendarse sin
desandar el ya largo camino de la cultura occidental. Volver a Platón es, pues, de este
modo, un programa de reforma de la filosofía y un ajuste de cuentas con los mo-
delos culturales hegemónicos que han desembocado en esta inquietante actualidad
que nos incumbe –globalizada y, a la vez, dividida en fragmentos hiperconectados.
En nuestro intento se trata de volver a uno de sus relatos fundacionales para po-
der re-pensar uno de los lugares comunes –y canónicos– en donde se sustenta la
tradicional separación entre la filosofía y la literatura. El ejercicio que propongo
no es tanto el de volver a pensar lo ya pensado, sino el del atrevimiento –e incluso
osadía– de pensar lo que en el tiempo ha permanecido impensado con relación al
relato platónico. Tal vez transitar por el camino de lo impensado, en el peligro de
su precipicio, acabe por desvelar un aspecto de la literatura poco reconocible en su
varia comprensión institucional: la literatura como lugar o espacio del exilio. Y no
porque la literatura sea toda ella exilio, claro que no, sino porque en ella se configura
un exilio: un particular modo de exilio de la filosofía.
Este libro recoge las intervenciones que tuvieron lugar en la Casa
Museo Unamuno durante los meses de abril y mayo de 2018, den-
tro del ciclo «(Des)localizados. Textualidades en el espacio-tiempo»,
organizado por el Servicio de Actividades Culturales de la Univer-
sidad de Salamanca.
Antonio Colinas
Luis Correa-Díaz
Belén Gache
Juan Antonio González Iglesias
Najat El Hachmi
Amalia Iglesias Serna
Francisco José Martín
M.ª Rosario Martín Ruano
César Antonio Molina
M.ª Ángeles Pérez López
Emily Roberts
Ángela Segovia
Unai Velasco
M.ª Carmen África Vidal Claramonte
Minke Wang Tang

Centro de Fotografía
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

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