Acumulación de Pretensiones TSJ SCC 2021
Acumulación de Pretensiones TSJ SCC 2021
Acumulación de Pretensiones TSJ SCC 2021
Exp. AA20-C-2019-000441
En la acción por desalojo de inmueble destinado a local comercial y daños y perjuicios, incoada
ante el Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y Bancario de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, por la SUCESIÓN DE ALIDA
MONSANTO DE PIZZOLANTE, conformada por los ciudadanos MARÍA ESTHER
PIZZOLANTE DE DALY, LAURA PIZZOLANTE DE FERNÁNDEZ FEO, RENZO ANTONIO
PIZZOLANTE MONSANTO, ADRIANA CAROLINA PIZZOLANTE DE OTEYZA, ILSE BEATRIZ
PIZZOLANTE, SERGIO DANIEL PIZZOLANTE MONSANTO y ALIDA PIZZOLANTE DE
KURZAN, titulares de las cédulas de identidad Nos. 4.768.263, 4.772.995, 6.822.631,
6.523.971, 5.962.626, 6.979.461 y 6.914.818, respectivamente, representados judicialmente
por los ciudadanos abogados Antonio Brando y Pedro Nieto, inscritos en el I.P.S.A. bajo los
Nos. 12.710 y 122.774 respectivamente, contra la sociedad mercantil distinguida con la
denominación INDUSTRIAS BIOPAPEL, C.A., inscrita en el Registro Mercantil Cuarto de la
Circunscripción Judicial del Distrito Federal y estado Miranda, en fecha 17 de noviembre de
1997, bajo el N° 36, Tomo 61-A-Cto, representada judicialmente por los ciudadanos abogados
Álvaro Rafael Badell, Víctor Jiménez Escalona y Andreina Peláez Escalante, inscritos en el
I.P.S.A. bajo los Nos. 26.361, 174.807 y 247.074, respectivamente; el Juzgado Superior
Segundo en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, dictó sentencia definitiva en fecha 22 de abril de 2019, declarando lo
siguiente:
“…PRIMERO: SIN LUGAR, la apelación interpuesta los días 10 y 11 de enero de 2017, por los
abogados VÍCTOR JIMÉNEZ ESCALONA, ALVARO BADELL MADRID y ANDREINA PELÁEZ
ESCALANTE, en su carácter de apoderados judiciales de la parte demandada, contra de la
decisión dictada el 9 de enero de 2017, por el Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas,
la cual queda confirmada.
SEGUNDO: PARCIALMENTE CON LUGAR, la demanda de desalojo, impetrada por los
integrantes de sucesión de ALIDA MONSANTO DE PIZZOLANTE, constituida por los
ciudadanos MARÍA ESTHER PIZZOLANTE DE DALY, LAURA PIZZOLANTE DE FERNÁNDEZ
FEO, RENZO ANTONIO PIZZOLANTE MONSANTO, ADRIANA CAROLINA PIZZOLANTE DE
OTEYZA, ILSE BEATRIZ PIZZOLANTE, SERGIO DANIEL PIZZOLANTE MONZANTO y ALIDA
PIZZOLANTE DE KURZAN, contra de la sociedad mercantil INDUSTRIAS BIOPAPEL, C.A. En
consecuencia, SE CONDENA a la parte demandada a: 1) Entregar a la actora, libre de bienes y
personas, los inmuebles constituidos por Galpones, identificados como “NAVES
INDUSTRIALES SECTOR LA GUAIRITA – GUARENAS”, ubicados en la población de
Guarenas, Municipio Plaza del estado Miranda, distinguidos como 1-A, 1-B, 2-A, 2-B, 3-A, 3-B,
4-A, 4-B, 5, 6-A y 6-B. 2) El pago de los cánones de arrendamiento que se sigan venciendo, por
la cantidad de cuatrocientos cinco mil cuatrocientos cuarenta y un bolívares con treinta y cinco
céntimos (Bs. 405.441,35), hoy cuatro bolívares con cinco céntimos (Bs. 4,05), deduciendo de
esta suma el monto correspondiente a la retención del Impuesto al Valor Agregado, a partir del
mes de diciembre de 2016 hasta la entrega definitiva del inmueble. Asimismo, debe
condenársele al pago de los intereses de mora, por cada una de las pensiones insolutas, desde
la fecha de admisión de la demanda, esto es, el 21 de mayo de 2016 hasta que el presente
fallo quede definitivamente firme, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 27 de la Ley de
Arrendamientos Inmobiliarios, los cuales serán determinados conforme a la tasa pasiva
promedio de las seis (6) principales entidades financieras, de acuerdo a la información que
suministre el Banco Central de Venezuela. Cantidades cuantificadas por expertos, mediante
experticia complementaria del fallo, a tenor de lo preceptuado en el artículo 249 del Código de
Procedimiento Civil.
TERCERO: Se imponen las costas del recurso, de conformidad con lo establecido en el artículo
281 del eiusdem…”. (Destacados de lo transcrito).
En fecha 8 de agosto de 2019, esta Sala declaró con lugar el recurso de hecho propuesto y
admitió el recurso extraordinario de casación anunciado por la demandada.
Se dio cuenta en Sala en fecha 22 de octubre de 2019, y se designó ponente al Magistrado Dr.
Yván Darío Bastardo Flores, quien con tal carácter suscribe el presente fallo.
-I-
CASACIÓN DE OFICIO
En garantía del legítimo derecho que poseen las partes a la defensa y libre acceso a los
órganos de administración de justicia para ejercer el derecho a la tutela judicial efectiva de los
mismos y el de petición, consagrado en los artículos 49, numeral 1°, 26 y 51, todos de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, esta Sala en sentencia N° 22 de fecha
24 de febrero del 2000, expediente N° 1999-625, caso: Fundación para el Desarrollo del estado
Guárico (FUNDAGUÁRICO) contra José Milagro Padilla Silva, determinó que conforme a la
disposición legal prevista en el artículo 320 del Código de Procedimiento Civil, y al principio
constitucional establecido en el artículo 257 de la precitada Constitución, referido a que "…El
proceso constituye un instrumento fundamental para la realización de la justicia...", tiene la
prerrogativa para extender su examen hasta el fondo del litigio, sin formalismos, cuando se
detecte la infracción de una norma de orden público o constitucional.
En este sentido, con el fin de aplicar una recta y sana administración de justicia, de
conformidad con lo establecido en el artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, y en aplicación del criterio vinculante sentado por la Sala Constitucional de este
Tribunal Supremo de Justicia en sentencia N° 1353 de fecha 13 de agosto de 2008, expediente
N° 2007-1354, caso: Corporación Acros, C.A., según el cual, la casación de oficio, más que una
facultad discrecional, constituye un verdadero imperativo constitucional, porque “...asegurar la
integridad de las normas y principios constitucionales es una obligación de todos los jueces y
juezas de la República, en el ámbito de sus competencias (ex artículo 334 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela)...”, que “…la casación de oficio no viola principios o
garantías constitucionales, pues, al contrario, se trata de una labor que responde a la
protección y vigencia del Texto Fundamental…”, y que “…la casación de oficio no viola el
derecho a la defensa pues no se trata de un caso de tutela de intereses particulares, sino de
respeto del orden público y de las normas constitucionales…” (Sent. N° 116 de fecha 29 de
enero de 2002, expediente N° 2000-1561, caso: José Gabriel Sarmiento Núñez, y otros. Sala
Constitucional), esta Sala de Casación Civil, procede a obviar las denuncias articuladas en el
recurso extraordinario de casación, dado que la infracción evidenciada no fue denunciada por
la formalizante.
De allí que, con fundamento en lo anterior y autorizada por la facultad establecida en el artículo
320 del Código de Procedimiento Civil, esta Sala de Casación Civil hará pronunciamiento
expreso, para casar el fallo recurrido con base en infracciones de orden público y
constitucional, encontradas en el caso bajo estudio, y al respecto observa:
Esta Sala ha establecido en diferentes ocasiones que la acumulación de pretensiones en una
causa, debe obedecer a la necesidad de evitar la eventualidad de fallos contrarios o
contradictorios en casos que, o bien son conexos, o existe entre ellos una relación de
accesoriedad o continencia. En este sentido, ha sostenido que ella tiene como objetivo influir
positivamente en la celeridad, ahorrando tiempo y recursos al fallar en una sola sentencia
asuntos en los que no hay razón para que se ventilen en diferentes procesos. (Ver, entre otras,
sentencia de 22 de mayo de 2001, caso: Mortimer Ramón contra Héctor José Florville
Torrealba). Sin embargo, debe verificarse si la acumulación se ajusta a derecho, esto es, que
se trate de pretensiones compatibles, que no se contraríen o excluyan entre sí, y que puedan
ser tramitadas en un mismo procedimiento.
Así pueden acumularse dos pretensiones de divorcio, porque ambas se siguen por el mismo
procedimiento especial; pero no pueden acumularse una de privación de la patria potestad con
una de divorcio, porque cada una tiene su procedimiento especial incompatible con el da la
otra.
La exigencia de la unidad del procedimiento es de tal entidad en esta materia, que si bien se
permite la acumulación subsidiaria de dos o más pretensiones incompatibles entre sí, esta
acumulación tampoco es posible cuando no hay unidad de procedimientos (Art. 78 C.P.C.)...”
(Arístides Rengel Romberg. Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano. Tomo II, pág. 110).
(Cfr. Fallo de esta Sala N° 99 del 27 de abril de 2001, expediente N° 2000-178, caso: María
Josefina Mendoza Medina contra Luis Alberto Bracho Inciarte).
Asimismo ha dejado claro esta Sala que la acumulación de acciones es de eminente orden
público.
“…La doctrina pacífica y constante de la Sala ha sido tradicionalmente exigente en lo que
respecta a la observancia de los trámites esenciales del procedimiento, entendido el proceso
civil, como el conjunto de actos del órgano jurisdiccional, de las partes, y de los terceros que
eventualmente en él intervienen, preordenados para la resolución de una controversia, el cual
está gobernado por el principio de la legalidad de las formas procesales. Esto, como lo enseña
Chiovenda, que no hay un proceso convencional sino, al contrario, un proceso cuya estructura
y secuencia se encuentra preestablecidas con un neto signo impositivo, no disponible para el
juez, ni para las partes. Así, la regulación legal sobre la forma, estructura y secuencia del
proceso civil, es obligatoria en un sentido absoluto, tanto para las partes como para el juez,
pues esa forma, esa estructura y esa secuencia que el legislador ha dispuesto en la ley
procesal, son las que el Estado considera apropiadas y convenientes para la finalidad de
satisfacer la necesidad de tutela jurisdiccional de los ciudadanos, que es uno de sus objetivos
básicos.
Dichas disposiciones legales, han sido analizadas por la Sala Constitucional de este Tribunal
Supremo de Justicia, a la luz del derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales como parte
del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva, estableciendo con carácter vinculante, el
siguiente criterio:
“…Visto lo antes expuesto, aprecia esta Sala que, mediante la acción interpuesta, la ciudadana
LILA ROSA GONZÁLEZ DE PÉREZ cuestionó la valoración del juez de la alzada, dado que en
su solicitud de tutela constitucional expuso los razonamientos que –en su criterio- debieron
darse en el caso bajo examen, tomando además en consideración que el juzgador se
extralimitó en sus funciones al declarar inadmisible la demanda, por “inepta acumulación de
pretensiones”, sin que la misma haya sido alegada por la parte demandada durante el proceso.
Al efecto, esta Sala considera necesario precisar que, de acuerdo con el artículo 14 del Código
de Procedimiento Civil, el juez es el director del proceso y debe impulsarlo de oficio hasta su
conclusión, a menos que la causa esté en suspenso por algún motivo legal. No obstante, este
principio ya se anticipa en el artículo 11 eiusdem, donde como excepción al principio del
impulso procesal, se permite actuar al Juez de oficio cuando la ley lo autorice o cuando en
resguardo del orden público o de las buenas costumbres sea necesario dictar alguna
providencia legal, aunque no lo soliciten las partes.
Ahora bien, la aplicación del principio de la conducción judicial al proceso no se limita a la sola
formal condición del proceso en el sucederse de las diferentes etapas del mismo, sino que él
encuentra aplicación provechosa en la labor que debe realizar el juez para evidenciar, sin que
se requiera la prestancia de parte, los vicios en la satisfacción de los presupuestos procesales,
o cuando evidencie, también de oficio, la inexistencia del derecho de acción en el demandante
en los casos en que la acción haya caducado, o respecto a la controversia propuesta se haya
producido el efecto de la cosa juzgada o cuando para hacer valer una pretensión determinada
se invoquen razones distintas a las que la ley señala para su procedencia o cuando la ley
prohíba expresamente la acción propuesta. Todos estos actos están íntimamente ligados a la
conducción del proceso, ya que si no se satisfacen los presupuestos procesales no nace la
obligación en el juez de prestar la función jurisdiccional para resolver la controversia propuesta.
En tal sentido, considera esta Sala que si nuestro ordenamiento jurídico establece que la
relación jurídica procesal debe constituirse válidamente satisfaciendo las formalidades que la
ley determina, sólo después de que se haya depurado el proceso de cualquier vicio que afecte
la válida constitución de la relación procesal o la haga inexistente, es que nace para el órgano
jurisdiccional la obligación de conocer y resolver el fondo de la controversia. Por ello, para
verificar el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales, tanto las partes como el
Juez, están autorizados para controlar la válida instauración del proceso, advirtiendo los vicios
en que haya incurrido el demandante respecto a la satisfacción de los presupuestos
procesales.
Así pues, con independencia de cualquier consideración acerca de los razonamientos del Juez
Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado
Nueva Esparta acerca de la existencia o no de una inepta acumulación de pretensiones y del
carácter de orden público que ostenta la prohibición contenida en el artículo 78 del Código de
Procedimiento Civil, debe esta Sala reiterar que, la valoración forma parte de la autonomía e
independencia de la que gozan los jueces al decidir, quienes -si bien deben ajustarse a la
Constitución y las leyes al resolver una controversia- disponen de un amplio margen de
apreciación del derecho aplicable a cada caso, por lo cual pueden interpretarlo y ajustarlo a su
entendimiento, como actividad propia de su función de juzgar, sin que el juzgador de amparo
pueda inmiscuirse dentro de esa autonomía del juez en el estudio y resolución de la causa,
salvo que tal criterio viole notoriamente derechos o principios constitucionales…” (Sentencia N°
779, del 10 de abril del 2002 expediente N° 01-0464, caso: Materiales MCL, C.A.).
En este mismo sentido, dicha Sala, en fallo N° 1618 del 18 de abril de 2004, expediente N°
2003-2946, caso: Industria Hospitalaria de Venezuela 2943, C.A., estableció:
“…Ahora bien, la sentencia impugnada por la accionante fue dictada en la fase ejecutiva del
proceso de estimación e intimación de honorarios, en virtud de haber finalizado la etapa
declarativa como consecuencia de su falta de impugnación del derecho reclamado y por
haberse acogido a la retasa de los montos intimados. En tal sentido, se ha dicho que el juzgado
de retasa sólo podrá pronunciarse sobre el quantum de los emolumentos, no sobre la
procedencia del cobro de los mismos, ni sobre su carácter judicial o extrajudicial, ya que esta
cuestión debe ser dirimida por el juez de la causa en la fase declarativa del juicio de intimación
de honorarios.
No obstante lo anterior, la Sala estima que el rol del juez como director del proceso no se agota
con este pronunciamiento, porque de existir circunstancias que hagan presumir la
inadmisibilidad de la pretensión, como la misma está estrechamente vinculada con la
constitución válida del proceso, debe ser analizada, incluso en la fase ejecutiva.
La Sala, en otras oportunidades (cfr. sentencia nº 779/2002 del 10 de abril) ha señalado que el
juez, de conformidad con los artículos 11 y 14 del Código de Procedimiento Civil, es el director
del proceso y debe impulsarlo de oficio hasta su conclusión; dicha conducción judicial que no
se circunscribe sólo al establecimiento de las condiciones formales del proceso en el sucederse
de las diferentes etapas del mismo, encuentra aplicación provechosa en la labor que debe
realizar el juez para evidenciar, sin instancia de parte, los vicios en la satisfacción de los
presupuestos procesales o en la existencia del derecho de acción en el demandante. En efecto,
si el proceso es una relación jurídica, el mismo debe constituirse válidamente satisfaciendo las
formalidades que la ley determina, y sólo después de que se haya depurado el proceso de
cualquier vicio que afecte su válida constitución o lo haga inexistente, es que nace para el
órgano jurisdiccional la obligación de conocer y resolver el fondo de la controversia.
Se insiste que para verificar el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales, tanto las
partes como el Juez, están autorizados para controlar la válida instauración del proceso, con la
advertencia de los vicios en que haya incurrido el demandante respecto de la satisfacción de
los presupuestos procesales y la falta de oposición por el demandado de las cuestiones previas
a que se refiere el artículo 346 del Código de Procedimiento Civil o de cualquier otro
mecanismo de defensa de cuestiones procesales, no obsta para que el Juez, que conoce el
derecho y dirige el proceso, verifique en cualquier estado y grado de la causa –v.g.: en la
ejecución o en la alzada-, el cumplimiento de los presupuestos procesales, aunque al momento
en que fue admitida la demanda por el Juez de la causa, no se hubiere advertido vicio alguno
para la instauración del proceso.
Pues bien, de los criterios jurisprudenciales transcritos se colige, que es necesario que estén
dados todos los presupuestos procesales para que nazca la obligación del juez de ejercer su
función jurisdiccional y pueda resolver el caso planteado.
Por ello, tanto las partes como el juez, están autorizados para controlar la válida instauración
del proceso y verificar así el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales,
advirtiendo los vicios en que haya incurrido el demandante respecto a la satisfacción de los
mismos.
En este sentido, el artículo 341 del Código de Procedimiento Civil, dispone que el tribunal
admitirá la demanda “si no es contraria al orden público, a las buenas costumbres o a alguna
disposición expresa de la Ley”. De lo contrario deberá negar su admisión expresando los
motivos de su negativa.
Por su parte, en el artículo 78 del Código de Procedimiento Civil se prohíbe la concentración de
pretensiones en una misma demanda, en los casos en que las pretensiones se excluyan
mutuamente o que sean contrarias entre sí; cuando, por razón de la materia, no correspondan
al conocimiento del mismo tribunal, y en los casos en que los procedimientos sean
incompatibles. Así pues, toda acumulación de pretensiones realizada en contravención a lo
dispuesto por la mencionada ley adjetiva, es lo que la doctrina denomina inepta acumulación.
De forma tal que la acumulación de pretensiones es un asunto que atañe al orden público lo
que autoriza la casación de oficio, así lo ha reconocido esta Sala, entre otras, en sentencia N°
99, del 27 de abril de 2001, expediente N° 2000-178, caso: María Josefina Mendoza Medina
contra Luis Alberto Bracho Inciarte, ratificada en sentencia N° RC-262 de fecha 9 de mayo de
2017, caso: Koqueta Boutique 2006, C.A. contra Inversiones Jaime Zighelboim, C.A. y otras,
Exp. N° 2016-950, en la que se señaló:
La doctrina pacífica y reiterada de esta Sala, ha venido sosteniendo que, para que el juez
pueda declarar la inadmisibilidad de la demanda por inepta acumulación de pretensiones, debe
verificar que efectivamente se hayan acumulado pretensiones que se excluyan mutuamente o
cuyos procedimientos sean incompatibles. (Cfr. Sentencia N° RC-262 de fecha 9 de mayo de
2017, caso: Koqueta Boutique 2006, C.A. contra Inversiones Jaime Zighelboim, C.A. y otras,
Exp. N° 2016-950).
Ahora bien, en el presente caso esta Sala ha evidenciado de una revisión del expediente, una
infracción de orden público en su formación, al violentar la acumulación prohibida prevista en el
artículo 78 del Código de Procedimiento Civil proceso por la no aplicación por parte de la
recurrida del artículo 14 eiusdem y las atribuciones del juez como director del proceso, y al
respecto es necesario puntualizar lo siguiente:
La presente causa dio inicio mediante demanda presentada en fecha 21 de abril de 2016, por la
representación judicial de la Sucesión de Alida Monsanto de Pizzolante; en dicho escrito se
observa la Sala que solicitaron la pretensión de desalojo de inmueble destinado a local
comercial conjuntamente con la pretensión de daños y perjuicios, en este sentido, señaló en su
petitorio lo siguiente:
“…III
PETITORIO
Por todo lo antes expuesto, y en virtud de la falta de pago de más de dos (2) cánones de
arrendamientos consecutivas (sic) en que ha incurrido el arrendatario, aunado a su negativa de
entregar el inmueble dado en alquiler, siguiendo expresas instrucciones de nuestra
representada, es por lo que procedemos a demandar, como en efecto lo hacemos, a la
sociedad mercantil INDUSTRIAS BIOPAPEL, C.A., (…) por DESALOJO del inmueble
arrendado, para que convenga en su defecto sea condenada por este tribunal a:
PRIMERO: el desalojo y consecuente entrega del inmueble que ocupa como arrendataria,
constituido por los Galpones ‘NAVES INDUSTRIALES SECTOR LA GUAIRITA-GUARENAS’,
objeto de los contratos antes señalados, ubicados en las inmediaciones de la población de
Guarenas, Municipio Plaza del Estado (sic) Miranda, completamente desocupado y libre de
persona y bienes, en las mismas solventes condiciones en las cuales los recibió.
TERCERO: Solicitamos que al momento de dictarse la sentencia que ponga fin a este juicio se
realice la corrección monetaria o indexación de las cantidades reclamadas y condenadas a
pagar a la demandada todo ello por efecto de la depreciación evidente de nuestro signo
monetario conforme lo indique los índices inflacionario (sic) emanados del Banco Central de
Venezuela.
CUARTO: Al pago de las costas y costos del presente proceso, incluyendo los honorarios de
abogados correspondientes…”. (Destacados de lo transcrito).
Del escrito libelar previamente transcrito se observa que la representación judicial de la actora
demandó el desalojo del inmueble conformado por “…los Galpones ‘NAVES INDUSTRIALES
SECTOR LA GUAIRITA-GUARENAS’, objeto de los contratos antes señalados, ubicados en las
inmediaciones de la población de Guarenas, Municipio Plaza del Estado (sic) Miranda…”,
conjuntamente con los daños y perjuicios correspondientes a la suma de dos millones
cuatrocientos treinta y dos mil seiscientos cuarenta y ocho bolívares con un céntimo (Bs.
2.432.648,1) por “…los meses de arrendamiento insolutos, así como los que se sigan
venciendo hasta la entrega definitiva del inmueble, y los intereses que se generen…”, así como
su indexación.
En este orden de ideas, la Sala observa que ha sido práctica común del foro la acumulación en
la misma demanda, del desalojo de un inmueble destinado al uso comercial así como los daños
y perjuicios, estos últimos con fundamento en el artículo 1167 del Código Civil, incluso en
ocasiones confundiendo los pretensiones de desalojo con la de resolución de contrato, a lo cual
es acumulada la acción de daños y perjuicios.
En estos casos se recurre a demandar el desalojo y los supuestos daños y perjuicios causados
al actor, equivalentes a los meses que supuestamente se han dejado de pagar y los que se
dejen de pagar hasta que se le haga la entrega del inmueble a la actora, y la pretensión de dar
por terminado el contrato y la devolución del inmueble tiene dos fundamentos o bases legales
distintas, el desalojo fundamentado en el artículo 40 de la Ley de Regulación del Arrendamiento
Inmobiliario para el uso Comercial (o si es por resolución de contrato por el 1167 del Código
Civil), mientras que la pretensión del cobro de los cánones causados hasta la fecha de la
presentación de la demanda y de los que se causen posteriormente hasta la entrega del
inmueble, tienen como fundamento el artículo 1167 del Código Civil.
En este sentido, conviene aclarar que tanto la acción de desalojo como la de resolución de
contrato de arrendamiento tienen como finalidad obtener la devolución del inmueble y la
terminación del vínculo contractual, sin embargo, estas acciones presentan diferencias
sustanciales entre una y otra; por un lado en la acción de desalojo es la voluntad del legislador
la de no permitir la acumulación de otra pretensión distinta a la de la devolución del inmueble y
la terminación del contrato, atenuando así el rigor de la acción resolutoria, por su parte en la
acción de resolución de contrato si pueden acumularse otras pretensiones como la de daños y
perjuicios prevista en el artículo 1167 del Código Civil.
De esta manera se observa que desde el año 1947, en Venezuela la legislación que regula la
materia inquilinaria establece supuestos de hecho en los cuales solo se puede obtener la
terminación del contrato de arrendamiento y la devolución del inmueble arrendado a través de
la demanda de desalojo, estando vedado el ejercicio de la acción resolutoria cuando se está en
presencia de las causales de desalojo.
Es así que tanto en la derogada legislación inquilinaria (Decreto Legislativo sobre Desalojo de
Viviendas del 27 de septiembre de 1947, Ley de Regulación de Alquileres del 1º de agosto de
1960, reformada parcialmente el 2 de enero de 1987 y Reglamento de la Ley de Regulación de
Alquileres y del Decreto Legislativo sobre Desalojo de Viviendas del 5 de febrero de 1972),
como en la legislación vigente (Decreto con Rango y Fuerza de Ley de Arrendamientos
Inmobiliarios, Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda y el
Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley de Regulación del Arrendamiento Inmobiliario para el
uso Comercial), cada vez que determinado supuesto de hecho fue establecido como una
causal de desalojo, no es permitido el ejercicio de la acción resolutoria.
Esto se manifiesta en la legislación derogada, cuando se trataba de la falta de pago del canon
de un arrendamiento a tiempo indeterminado, por cuanto sólo era posible intentar la acción de
desalojo y no la de resolución de contrato, estableciéndose como causal de desalojo la falta de
pago; esto se desprende del artículo 1° del Decreto Legislativo sobre Desalojo de Viviendas del
27 de septiembre de 1947, que establece “…Solo podrá solicitarse y acordarse válidamente la
desocupación de casa: a) Cuando haya dejado de pagar el canon de arrendamiento…”; en este
sentido “solo” indica el imperativo del legislador de que no se puede solicitar por motivos
distintos la desocupación del inmueble, por la vía de la demanda de desalojo, excluyendo otras
acciones.
En esta ley fue introducido el cambio de que en los contratos a tiempo indeterminado, podía ser
intentada la acción resolutoria por causales distintas a las de desalojo, tal como lo prevé el
parágrafo segundo del artículo 34 al señalar que “…Queda a salvo el ejercicio de las acciones
judiciales que correspondan por otras causales distintas a las previstas en el presente
artículo…”.
En el caso del Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley de Regulación del Arrendamiento
Inmobiliario para el uso Comercial de 2014, aplicable en caso de marras, igualmente se
establece como causal de desalojo, la falta de pago del canon de arrendamiento, sin que la ley
haga distinción entre contratos a tiempo determinado o indeterminado; es preciso señalar que
en esta normativa el legislador agregó como causal de desalojo en su literal i) del artículo 40
“…Que el arrendatario incumpliera cualesquiera de las obligaciones que le corresponden
conforme a la Ley, el contrato, el documento de condominio y/o las Normas dictadas por el
‘Comité Paritario de Administración de Condominio’…”. Esto va en sentido contrario al uso que
el legislador venía haciendo respecto del establecimiento de ciertos supuestos de hecho como
causales de desalojo, puesto que una de las características del desalojo es que sus causales
son taxativas y no abiertas o extensivas.
Ahora bien, en materia de arrendamiento comercial, para obtener la devolución del inmueble
arrendado solo es posible ejercer la acción de desalojo, porque no solo los supuestos de hecho
contenidos en los literales del a) al h) del artículo 40 son causales taxativas de desalojo sino
que también lo son cualquier incumplimiento contractual o legal del arrendatario, a tenor de lo
previsto en el literal i), previamente señalado, tal como este lo dispone; dejándose claro que
dichas disposiciones son de eminente orden público y, por ende, de interpretación restrictiva.
En el supuesto que se pretendiese sostener que en materia de arrendamiento comercial tendría
cabida la acción resolutoria en los casos en que se esté en presencia de un supuesto de hecho
distinto a los contenidos en los literales a) al h) del artículo 40, ya que el literal i) de este artículo
opera como el equivalente del parágrafo segundo del Decreto con Rango y Fuerza de Ley de
Arrendamientos Inmobiliarios, y la único aparte del parágrafo único del artículo 91 de la Ley
para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda, es preciso señalar que no
cabe duda que se está en presencia de causales taxativas de desalojo, lo que trae como
consecuencia necesaria que solo pueda ejercerse la acción de desalojo y que quede excluida
la acción de resolución de contrato.
Permitir el ejercicio de la acción resolutoria en materia comercial inquilinaria sería darle entrada
a una interpretación extensiva y vaciaría de contenido lo establecido en el artículo 40 del
Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley de Regulación del Arrendamiento Inmobiliario para el
uso Comercial, ya que le daría cabida al ejercicio de la acción de resolución de contrato,
incluso en los supuestos de hecho establecidos en dicho artículo dirigidos para la acción de
desalojo, convirtiendo una norma de orden público en una norma de carácter disponible por las
partes.
En este sentido esta Sala mediante sentencia RC-018 de fecha 16 de enero de 2014, caso:
Seguros Horizonte, C.A. contra BP Oil Venezuela Limited, Exp. N° 2013-353, señaló la
prelación de las normas especiales sobre las generales, de conformidad con el principio de
especialidad de la materia, de la siguiente manera:
De allí que esta Sala aplicando por analogía lo expresado en el criterio jurisprudencial
transcrito, concluye que por ventilarse el presente caso ante una jurisdicción especial
aeronáutica cuyo conocimiento transitorio corresponde a la jurisdicción marítima, conforme lo
prevé la Reforma Parcial de la Ley de Aeronáutica Civil, se excluye indefectiblemente el fuero
atrayente de la jurisdicción contenciosa administrativa, a pesar de que actúe como actora una
empresa del Estado, como lo es Seguros Horizonte C.A. cuyo patrimonio está constituido por
aportes de la República, siendo que el Instituto de Previsión Social de la Fuerzas Armadas
(IPSFA) es el principal accionista con una participación decisiva de la República Bolivariana de
Venezuela, puesto que las acciones de indemnización por daños y perjuicios con ocasión de la
actividad aeronáutica, son competencia de la jurisdicción marítima…” (Destacado de la Sala).
Del criterio antes transcrito, se observa que constituye una derogatoria de la norma general la
norma especial en virtud del principio de especialidad de la materia; en este sentido cabe
recordar que las normas inquilinarias son especiales y que habiendo disposición expresa legal
que regula determinado supuesto no puede acudirse a normas de derecho común, para regular
ese mismo supuesto. Consagrando de manera expresa que la ley acción disponible es el
desalojo, mal puede pretenderse que para el mismo supuesto puede ejercerse una acción
distinta a la especial.
Por ello, en materia inquilinaria, solo es posible demandar cobro de los daños y perjuicios
causados por el arrendatario al cuando la misma legislación especial inquilinaria permite el
acceso resolutoria. Así por ejemplo, en materia de oficinas, el Decreto con Rango y Fuerza de
Ley de Arrendamientos Inmobiliarios, que es aplicable en esos casos, establece que tratándose
de contratos a tiempo determinado, puede demandarse su resolución. Al permitirse el ejercicio
de la acción resolutoria, es perfectamente posible acumular a ésta, el cobro de daños
adeudados, mientras que esa misma ley, establece de manera expresa que cuando se trate de
contratos a tiempo indeterminado, si se está en presencia de alguna de las causales taxativas
de su artículo 34, solo se podrá demandar el desalojo y en esos casos, no podrá acumularse la
acción de cobro de daños y perjuicios.
En este sentido, se tiene que la acción de desalojo es una acción especial y propia del derecho
inquilinario, cuyo principal objetivo es el obtener la devolución del inmueble arrendado (y por
vía de consecuencia la terminación del contrato), por lo que al no existir en la legislación
inquilinaria norma alguna que autorice el cobro de daños y perjuicios, para lograr esta finalidad
debe acudirse a la norma de carácter general contenida en el artículo 1167 del Código Civil (lo
que implica demandar la resolución del contrato y la acumulación de la acción de daños);
siendo que la legislación especial inquilinaria prohíbe en determinados casos el ejercicio de la
acción de resolución de contrato, permitiendo únicamente la acción de desalojo, para la
protección del arrendatario como débil jurídico.
Dichas acciones se excluyen entre si tal como ha quedado evidenciado de las razones
anteriormente expuestas, puesto que el legislador ha considerado convenientemente que en
los supuestos de hecho que se califican como causales taxativas de desalojo, no pueda
intentarse la acción por resolución de contrato la cual está facultada por la legislación ordinaria
para la acumulación de la pretensión de los cobros por los daños causados, esto como medida
de protección al arrendatario, débil jurídico de la relación.
Ahora bien, respecto a la facultad del juez como director del proceso la Sala Constitucional
mediante sentencia N° 1089, de fecha 22 de junio de 2001, caso: Williams Chacón Noguera,
Exp. N° 2001-892, ha señalado que:
De tal manera que, una vez iniciado el proceso, éste no es un asunto de exclusividad de las
partes, pues al ejercitarse la función jurisdiccional se está en presencia también del interés
público. En este sentido, el artículo 14 del Código de Procedimiento Civil, establece lo
siguiente:
“El Juez es el director del proceso y debe impulsarlo de oficio hasta su conclusión a menos que
la causa esté en suspenso por algún motivo legal” (omissis).
De tal modo, que es en el pronto desarrollo del proceso y en la realización del orden jurídico
que no se concibe la figura del juzgador como un mero espectador ante un debate en el cual se
compromete una de las funciones primordiales del Estado (jurisdiccional); antes por el
contrario, el juzgador es el director del proceso y es en esta función en la que le corresponde
impulsar el mismo, mediante la formación progresiva del procedimiento como fase externa de
aquel, a través de su intervención o dirección tendente a obtener la mayor cercanía posible de
la averiguación de la verdad material de los hechos, ya que, si se dejara a merced de las partes
la labor de indagar la verdad del objeto de la controversia, éstas tan sólo lo harían dentro de los
parámetros que más convengan a sus respectivos intereses…”. (Destacado de la Sala)
Dichas disposiciones legales, han sido analizadas por la Sala Constitucional de este Tribunal
Supremo de Justicia, a la luz del derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales como parte
del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva, estableciendo con carácter vinculante, el
siguiente criterio:
“…Visto lo antes expuesto, aprecia esta Sala que, mediante la acción interpuesta, la ciudadana
LILA ROSA GONZÁLEZ DE PÉREZ cuestionó la valoración del juez de la alzada, dado que en
su solicitud de tutela constitucional expuso los razonamientos que –en su criterio- debieron
darse en el caso bajo examen, tomando además en consideración que el juzgador se
extralimitó en sus funciones al declarar inadmisible la demanda, por “inepta acumulación de
pretensiones”, sin que la misma haya sido alegada por la parte demandada durante el proceso.
Al efecto, esta Sala considera necesario precisar que, de acuerdo con el artículo 14 del Código
de Procedimiento Civil, el juez es el director del proceso y debe impulsarlo de oficio hasta su
conclusión, a menos que la causa esté en suspenso por algún motivo legal. No obstante, este
principio ya se anticipa en el artículo 11 eiusdem, donde como excepción al principio del
impulso procesal, se permite actuar al Juez de oficio cuando la ley lo autorice o cuando en
resguardo del orden público o de las buenas costumbres sea necesario dictar alguna
providencia legal, aunque no lo soliciten las partes.
Ahora bien, la aplicación del principio de la conducción judicial al proceso no se limita a la sola
formal condición del proceso en el sucederse de las diferentes etapas del mismo, sino que él
encuentra aplicación provechosa en la labor que debe realizar el juez para evidenciar, sin que
se requiera la prestancia de parte, los vicios en la satisfacción de los presupuestos procesales,
o cuando evidencie, también de oficio, la inexistencia del derecho de acción en el demandante
en los casos en que la acción haya caducado, o respecto a la controversia propuesta se haya
producido el efecto de la cosa juzgada o cuando para hacer valer una pretensión determinada
se invoquen razones distintas a las que la ley señala para su procedencia o cuando la ley
prohíba expresamente la acción propuesta. Todos estos actos están íntimamente ligados a la
conducción del proceso, ya que si no se satisfacen los presupuestos procesales no nace la
obligación en el juez de prestar la función jurisdiccional para resolver la controversia propuesta.
En tal sentido, considera esta Sala que si nuestro ordenamiento jurídico establece que la
relación jurídica procesal debe constituirse válidamente satisfaciendo las formalidades que la
ley determina, sólo después de que se haya depurado el proceso de cualquier vicio que afecte
la válida constitución de la relación procesal o la haga inexistente, es que nace para el órgano
jurisdiccional la obligación de conocer y resolver el fondo de la controversia. Por ello, para
verificar el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales, tanto las partes como el
Juez, están autorizados para controlar la válida instauración del proceso, advirtiendo los vicios
en que haya incurrido el demandante respecto a la satisfacción de los presupuestos
procesales.
Así pues, con independencia de cualquier consideración acerca de los razonamientos del Juez
Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado
Nueva Esparta acerca de la existencia o no de una inepta acumulación de pretensiones y del
carácter de orden público que ostenta la prohibición contenida en el artículo 78 del Código de
Procedimiento Civil, debe esta Sala reiterar que, la valoración forma parte de la autonomía e
independencia de la que gozan los jueces al decidir, quienes -si bien deben ajustarse a la
Constitución y las leyes al resolver una controversia- disponen de un amplio margen de
apreciación del derecho aplicable a cada caso, por lo cual pueden interpretarlo y ajustarlo a su
entendimiento, como actividad propia de su función de juzgar, sin que el juzgador de amparo
pueda inmiscuirse dentro de esa autonomía del juez en el estudio y resolución de la causa,
salvo que tal criterio viole notoriamente derechos o principios constitucionales…” (Sentencia N°
779, del 10 de abril del 2002 expediente N° 01-0464, caso: Materiales MCL, C.A.)…”.
En este mismo sentido, dicha Sala, en fallo N° 1618, del 18 de agosto de 2004, expediente N°
2003-2946, caso: Industria Hospitalaria de Venezuela 2943, C.A., estableció:
“...Ahora bien, la sentencia impugnada por la accionante fue dictada en la fase ejecutiva del
proceso de estimación e intimación de honorarios, en virtud de haber finalizado la etapa
declarativa como consecuencia de su falta de impugnación del derecho reclamado y por
haberse acogido a la retasa de los montos intimados. En tal sentido, se ha dicho que el juzgado
de retasa sólo podrá pronunciarse sobre el quantum de los emolumentos, no sobre la
procedencia del cobro de los mismos, ni sobre su carácter judicial o extrajudicial, ya que esta
cuestión debe ser dirimida por el juez de la causa en la fase declarativa del juicio de intimación
de honorarios.
No obstante lo anterior, la Sala estima que el rol del juez como director del proceso no se agota
con este pronunciamiento, porque de existir circunstancias que hagan presumir la
inadmisibilidad de la pretensión, como la misma está estrechamente vinculada con la
constitución válida del proceso, debe ser analizada, incluso en la fase ejecutiva.
En el caso en cuestión se denunció la inepta acumulación de pretensiones, porque en el juicio
de intimación y estimación de honorarios iniciado por los abogados Alexis José Balza Meza,
María Elena Meza de Balza y Elizabeth Bravo Márquez contra la accionante se reclamaron
honorarios judiciales y extrajudiciales, los cuales tienen un procedimiento distinto, cuya
acumulación está prohibida por el legislador para mantener la unidad del proceso.
La Sala, en otras oportunidades (cfr. sentencia nº 779/2002 del 10 de abril) ha señalado que el
juez, de conformidad con los artículos 11 y 14 del Código de Procedimiento Civil, es el director
del proceso y debe impulsarlo de oficio hasta su conclusión; dicha conducción judicial que no
se circunscribe sólo al establecimiento de las condiciones formales del proceso en el sucederse
de las diferentes etapas del mismo, encuentra aplicación provechosa en la labor que debe
realizar el juez para evidenciar, sin instancia de parte, los vicios en la satisfacción de los
presupuestos procesales o en la existencia del derecho de acción en el demandante. En efecto,
si el proceso es una relación jurídica, el mismo debe constituirse válidamente satisfaciendo las
formalidades que la ley determina, y sólo después de que se haya depurado el proceso de
cualquier vicio que afecte su válida constitución o lo haga inexistente, es que nace para el
órgano jurisdiccional la obligación de conocer y resolver el fondo de la controversia.
Se insiste que para verificar el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales, tanto las
partes como el Juez, están autorizados para controlar la válida instauración del proceso, con la
advertencia de los vicios en que haya incurrido el demandante respecto de la satisfacción de
los presupuestos procesales y la falta de oposición por el demandado de las cuestiones previas
a que se refiere el artículo 346 del Código de Procedimiento Civil o de cualquier otro
mecanismo de defensa de cuestiones procesales, no obsta para que el Juez, que conoce el
derecho y dirige el proceso, verifique en cualquier estado y grado de la causa –v.g.: en la
ejecución o en la alzada-, el cumplimiento de los presupuestos procesales, aunque al momento
en que fue admitida la demanda por el Juez de la causa, no se hubiere advertido vicio alguno
para la instauración del proceso.
Por ello, tanto las partes como el juez, están autorizados para controlar la válida instauración
del proceso y verificar así el cumplimiento de los llamados presupuestos procesales,
advirtiendo los vicios en que haya incurrido el demandante respecto a la satisfacción de los
mismos. (Cfr. Sentencia N° RC-687 de fecha 13 de noviembre de 2014, caso: Moralba
González de Tellechea, contra Matilde Da Silva de Cañizalez y otros, Exp. N° 2014-279).
Ahora bien, observa la Sala del libelo de la demanda, transcrito previamente, el cual no se
transcribe nuevamente en atención al principio de brevedad del fallo y por ende se da por
reproducido en este acto, que el demandante acumuló en su libelo de la demanda la pretensión
desalojo de inmueble y la pretensión de cobro por daños y perjuicios la cual se fundamenta en
el artículo 1167 del Código Civil, juicios que se sustancian y deciden por procedimiento
disímiles, el primero de conformidad con el procedimiento oral previsto en los artículos 859 y
siguientes del Código de Procedimiento Civil, por remisión expresa del artículo 43 de la Ley de
Regulación del Arrendamiento Inmobiliario para el uso Comercial, y el segundo conforme al
procedimiento ordinario previsto en el Código de Procedimiento Civil, en sus artículos 338 y
siguientes. Asimismo tal y como fue reseñado en los acápites supra desarrollados, la acción de
desalojo es una acción especialísima de la materia inquilinaria, la cual excluye, por no estar
autorizada en las normas legales especiales, la acumulación de la pretensión de daños y
perjuicios.
En este orden de ideas, la Sala Constitucional de este Máximo Tribunal en sentencia N° 357 de
fecha 19 de noviembre de 2019, caso: José Juan Marín Girón, Exp. N° 2018-125, al conocer en
revisión constitucional, se pronunció sobre la inepta acumulación de una acción especial
derivada del desalojo conjuntamente con el cobro de los cánones de arrendamiento vencidos,
de la forma siguiente:
“En lo que atañe a la tercera denuncia formulada respecto al error en que incurrió el Juzgado
Superior Primero en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del
Estado Carabobo, con sede en Valencia, cuando estimó que las dos pretensiones (desalojo y
cobro de cánones vencidos) esgrimidas por la empresa Polígono Industrial C.A., contra la
sociedad mercantil accionante en amparo, no habían sido planteadas de manera principal, sino
como subsidiaria una de la otra, esta Sala Constitucional aprecia que ambas pretensiones
persiguen finalidades disímiles; tal y como ocurre cuando se demanda la resolución y el
cumplimiento de un contrato de manera principal, en una de ellas se pretende acabar con el
vínculo o nexo contractual y en la otra, por el contrario, se persigue el cumplimiento de lo
pactado. En tal sentido, esta Sala Constitucional en sentencia N° 669 del 4 de abril de 2003
(caso: Magaly Gallo de Perdomo), expresó lo siguiente:
Ahora bien, en el caso de autos la acción ejercida no es la resolución sino el desalojo, las
cuales presentan diferencias importantes en tres aspectos primordiales a saber: la primera (la
acción de resolución) se encuentra dirigida a poner fin a una relación arrendaticia por escrito a
tiempo determinado, independientemente de la naturaleza o índole del incumplimiento y a los
contratos verbales o por escrito a tiempo indeterminado por motivos de incumplimiento distintos
a los contemplados en el artículo 34 de la Ley de Arrendamientos Inmobiliarios, mientras que la
segunda (la acción de desalojo) resulta aplicable a una relación arrendaticia, verbal o por
escrito a tiempo indeterminado, con el objeto de obtener la devolución del inmueble arrendado,
por alguna de causales taxativas establecidas en el artículo 34 eiusdem. Otra de las diferencias
presentes entre ambas acciones, es que la sentencia que se pronuncie sobre la resolución de
un contrato es, en principio, recurrible a través del ejercicio del recurso de casación -siempre
que la cuantía de la causa así lo permita- mientras que la sentencia que acuerde el desalojo no
admite posibilidad alguna de incoar dicho recurso, conforme lo prevé el artículo 36 de la ley
especial que regula la materia y, por último, la acción de desalojo requiere, respecto de la
causal de falta de pago, que el arrendatario hubiere dejado de pagar el canon de
arrendamiento correspondiente a dos (2) mensualidades consecutivas; mientras que en la
acción de resolución en el contrato a tiempo determinado, la falta de pago de una pensión
arrendaticia es causa o motivo suficiente para que el arrendador proceda a demandar la
finalización de la relación contractual.
A pesar de que ambas acciones (desalojo y resolución) persigan el mismo objetivo, esto es la
devolución o entrega material del bien inmueble arrendado, ambas responden a motivos o
circunstancias disímiles para su ejercicio; por lo tanto, no resulta posible aplicar a la acción de
desalojo lo previsto en el artículo 1.167 del Código Civil, respecto de la acción de resolución y
la acumulación a ésta de una pretensión dirigida a obtener el pago de cánones de
arrendamientos insolutos.
(…omissis…)
De los criterios señalados en la cita previamente transcrita, se tiene que si bien las acciones de
desalojo y resolutoria persiguen el mismo objetivo, esto es la devolución o entrega material del
bien inmueble arrendado, las mismas responden a motivos o circunstancias disímiles para su
ejercicio; por lo tanto, no resulta posible aplicar a la acción de desalojo lo previsto en el artículo
1167 del Código Civil, respecto de la acción de resolución y la acumulación a ésta de una
pretensión dirigida a obtener el pago de cánones de arrendamientos insolutos.
Lo anteriormente expuesto, a juicio de esta Sala deja ver palmariamente que en el presente
caso, estamos en presencia de un típico caso de inepta acumulación de pretensiones
excluyentes así como por procedimientos disímiles, que engendra la inadmisibilidad de la
acción, a tenor de lo dispuesto en los artículos 78 y 341 del Código de Procedimiento Civil;
razón por la cual considera la Sala que se encuentran dados los supuestos de la inepta
acumulación de pretensiones prevista en el artículo 78 del Código de Procedimiento Civil,
conforme a la doctrina y jurisprudencia antes citadas en este fallo.
DECISIÓN
PRIMERO: CASA DE OFICIO TOTAL y SIN REENVÍO el fallo recurrido, proferido por el
Juzgado Superior Segundo en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y Bancario de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en fecha 22 de abril de 2019, y en consecuencia
DECRETA SU NULIDAD ABSOLUTA.
Se declaran NULAS todas las actuaciones procesales del presente juicio, incluyendo la
sentencia dictada por el Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, del Tránsito
y Bancario de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en fecha 9 de
enero de 2017.
Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Civil, del Tribunal
Supremo de Justicia, en Caracas, a los dieciséis días del mes de diciembre de dos mil veinte.
Años: 210º de la Independencia y 161º de la Federación.
___________________________
Vicepresidente,
___________________________________
___________________________
Magistrada,
________________________________
Magistrada,
_______________________________
Secretaria Temporal,
__________________________
Exp. AA20-C-2019-000441
Secretaria Temporal,
En este sentido, observamos que según la interpretación de la Sala, la Ley especial que rige
los arrendamientos de inmuebles de uso comercial prohíbe la acumulación de la pretensión de
daños y perjuicios derivados del incumplimiento del contrato de arrendamiento. Esta conclusión
deriva de la afirmación de que la demanda por desalojo y la acción de resolución de contrato
son pretensiones distintas.
Al respecto observamos que, si bien el término desalojo originalmente fue utilizado para
referirse a una causa de extinción del contrato de arrendamiento distinta a la acción de
resolución, actualmente la utilización del término por el legislador abarca supuestos que
constituyen causas de resolución por incumplimiento y otros hechos jurídicos que determinan la
extinción del contrato.
En efecto, el Código Civil y otras normas especiales que han regido el contrato de
arrendamiento establecen la voluntad unilateral de las partes como hecho extintivo del contrato.
Así el artículo 1615 del Código Civil reglamenta esta facultad unilateral de poner fin al contrato
a tiempo indeterminado, sin que ninguna de las partes esté incursa en algún tipo de
incumplimiento.
Así también el artículo 34 del Decreto Ley de Arrendamientos Inmobiliarios (1999) y el artículo
91 de la vigente Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos estableció la
posibilidad de poner fin unilateralmente al contrato a tiempo indeterminado bajo ciertas
condiciones que no implican incumplimiento alguno del arrendatario, por ejemplo, la necesidad
del propietario de ocupar el inmueble o alguno de sus parientes consanguíneos dentro del
segundo grado.
También la Ley faculta al arrendador a pedir el desalojo por causa extraña no imputable a
ninguna de las partes por deterioro del inmueble al extremo de hacerlo inhabitable (artículo 93
LRCA) o que vaya a ser objeto de demolición o de reparaciones mayores que ameriten la
necesidad de desocupar el inmueble (artículo 40 de la Ley de Regulación del Arrendamiento
Inmobiliario para el Uso Comercial). En este supuesto, es la imposibilidad absoluta sobrevenida
de cumplir la obligación lo que causa la extinción del contrato.
No obstante, bajo el mismo término (desalojo) el legislador agrupa una serie de hechos que
configuran casos típicos de incumplimiento culposo del contrato de arrendamiento, por ejemplo,
la falta de pago de los cánones y todos los señalados en los literales b, c, d y f del artículo 40
de la Ley de Regulación del Arrendamiento Inmobiliario para el Uso Comercial.
De esto se concluye que el legislador no utiliza el término desalojo en un sentido riguroso que
signifique algo distinto y excluyente del concepto de resolución, ya que en el sentido amplio que
la ley le atribuye, abarca diferentes causales de terminación del contrato como la resolución por
incumplimiento, la denuncia unilateral o resolución ad nutum, la imposibilidad sobrevenida de la
prestación y hasta el cumplimiento del término extintivo (esto último se evidencia de los literales
g y h del artículo 40 eiusdem).
En consecuencia, al establecer en el literal i del referido artículo que es causal de desalojo que
el arrendatario incumpliera cualesquiera de las obligaciones que le corresponden conforme a la
Ley, el contrato, el documento de condominio y/o las Normas dictadas por el “Comité Paritario
de Administración de Condominio”, el legislador no hace otra cosa que dejar abierta la
posibilidad de alegar como causal cualquier otro incumplimiento culposo que el juez determine
como suficientemente grave para decretar la resolución del contrato.
En este orden de ideas, visto que toda demanda de desalojo basada en el incumplimiento de
las obligaciones del arrendatario, no es otra cosa que una pretensión de resolución, no existe
razón alguna para excluir la posibilidad de acumular a ésta la pretensión de indemnización por
los daños y perjuicios derivados del incumplimiento.
Por otra parte, la aplicación de las normas de Derecho común para regir el mérito de la
controversia en modo alguno determina que las pretensiones se tramiten mediante un
procedimiento distinto, baste decir que en cualquier procedimiento especial (Agrario, Laboral,
Contencioso Administrativo, Tributario, etc.) se pueden hacer valer pretensiones regidas en lo
sustantivo por el Código Civil conjuntamente con aquellas que determinan la especialidad de la
materia. Máxime cuando el Tribunal competente es el de la jurisdicción civil ordinaria, como lo
dispone la ley especial de arrendamiento comercial.
Según el Diccionario Esencial de la Lengua Española Editorial Larousse, S.A. 1999, criterio es
un ‘principio o norma de discernimiento o decisión’, una ‘opinión, parecer’, mientras que
jurisprudencia es el ‘conjunto de sentencias de los Tribunales’. ‘Norma de juicio que suple
omisiones de la ley y que se funda en las prácticas seguidas en los casos análogos’.
En anteriores oportunidades esta Sala ha hecho referencia a los criterios jurisprudenciales, sus
cambios y la relación que existe entre los mismos y los principios de confianza legítima y
seguridad jurídica en el ámbito jurisdiccional en los siguientes términos:
‘En sentencia n.° 956/2001 del 1º de junio, caso: Fran Valero González y Milena Portillo
Manosalva de Valero, que aquí se reitera, esta Sala señaló:
‘La expectativa legítima es relevante para el proceso. Ella nace de los usos procesales a los
cuales las partes se adaptan y tomándolos en cuenta, ejercitan sus derechos y amoldan a ellos
su proceder, cuando se trata de usos que no son contrarios a derecho’.
Con la anterior afirmación, la Sala le dio valor al principio de expectativa plausible, el cual
sienta sus bases sobre la confianza que tienen los particulares en que los órganos
jurisdiccionales actúen de la misma manera como lo ha venido haciendo, frente a
circunstancias similares.
Por ello, la doctrina de casación, sin ser fuente formal del Derecho, en virtud de que sienta
principios susceptibles de generalización, cuya desaplicación puede acarrear que la decisión
proferida en contrario sea casada, se constituye en factor fundamental para resolver la litis y,
en los casos en que dicha doctrina establezca algún tipo de regulación del proceso judicial, sus
efectos se asimilan a los producidos por verdaderas normas generales.
Conforme a lo expuesto, esta Sala ha reiterado en múltiples fallos (Vid. sentencia nº 3702/2003
del 19 de diciembre, caso: Salvador de Jesús González Hernández, entre otras), que la
aplicación retroactiva de un criterio jurisprudencial, iría en contra de la seguridad jurídica que
debe procurarse en todo Estado de Derecho’. (Subrayado añadido)
Del fallo que antecede cuya doctrina aquí se ratifica se deduce que los cambios de criterios
jurisprudenciales se producen cuando el Tribunal altera o modifica explícita o implícitamente la
doctrina que había asentado con anterioridad; sin embargo, es preciso el señalamiento de que
no todo abandono de un criterio anterior supone indefectiblemente un cambio de criterio
jurisprudencial, ya que puede que el mismo sea aparente, fenómeno éste que “tiene su origen
en la inercia de entresacar frases generales de las sentencias sin preocuparse del caso
debatido o de limitarse al fallo sin conocer las verdaderas circunstancias del caso’ o ‘cuando se
invocan sentencias anteriores como contrarias a la actual y las citas extraídas son obiter o bien
la invocación es errónea porque la sentencia invocada o no tiene que ver con la cuestión
debatida o dice lo mismo que la sentencia actual’. (Cfr. Puig Brutau, J. Cómo ha de ser
invocada la doctrina civil del Tribunal Supremo, Medio Siglo de Estudios jurídicos, Valencia,
España 1997, p. 189).
Tampoco existe cambio de criterio jurisprudencial cuando la nueva doctrina se deriva de un
cambio en la legislación o si el Tribunal se pronuncia, por primera vez, respecto del caso en
litigio o este es diferente al que invoca la parte como jurisprudencia aplicable.
Asimismo, se desprende de la doctrina que fue transcrita, que la Sala Constitucional tiene
potestad para la revisión del cambio de criterio jurisprudencial de las demás Salas de este
Tribunal, en tanto y en cuanto dicho cambio vulnere derechos o principios jurídicos
fundamentales, bien sea porque carezca de una motivación suficiente y razonable, es decir,
aparezca como arbitrario o irreflexivo; o cuando la nueva interpretación de la Ley no sea válida
para la resolución de una generalidad de casos, sino tan sólo del caso concreto, o cuando se le
dé eficacia retroactiva, es decir a situaciones jurídicas o fácticas que surgieron con anterioridad
al cambio pero cuyo litigio se resuelve con base en dicha mutación de criterio jurisprudencial,
máxime si la norma incorpora algún obstáculo o requisito procesal o sustantivo que no se
exigía para el momento en que se produjo la relación jurídico material o que el mismo entrañe
una limitación, desmejora o restricción significativa de un derecho o facultad o comporte una
evidente situación de injusticia.
En el caso sub examine, advierte esta Sala que en la sentencia n.° RC-00457/2004, la Sala de
Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia cambió el criterio jurisprudencial que había
asentado en decisión n.° 58 de 21 de marzo de 2000, caso: Hildegardis Mata de González y
otros vs Pedro Rafael Palacios Barrios y Tucker Energy Services de Venezuela S.A. respecto
de la aplicación supletoria del artículo 223 del Código de Procedimiento Civil al emplazamiento
por carteles que establecía el artículo 77 de la derogada Ley de Tránsito Terrestre de 1996, tal
y como lo afirmó la solicitante, lo cual comprobó esta Sala por notoriedad judicial mediante la
lectura de ambos fallos en el sitio web de este Tribunal, en el que, además, encontró que, con
posterioridad al cambio de criterio en cuestión, se produjo una decisión en un caso análogo en
la que se acogió esa nueva doctrina. (Vid. s.S.C.C. RC-00616/2004 de 15 de julio, caso:
Sebastiano Mangiafico Latina).
Observa esta Sala que, en la sentencia cuya revisión se pretende, la Sala de Casación Civil no
precisó el por qué abandonó o se apartó del criterio que imperaba para ese entonces, es decir,
el por qué adoptó la nueva orientación, por lo que dicho cambio jurisprudencial careció de
motivación.
Comprueba, además, esta Sala que en dicho veredicto se le dio eficacia retroactiva al cambio
de criterio jurisprudencial por cuanto se aplicó para la resolución del caso que lo originó, lo cual
vulneró los principios jurídicos fundamentales de seguridad jurídica y confianza legítima, así
como el derecho constitucional a la igualdad de la recurrente en casación (aquí solicitante),
quien tenía la expectativa plausible de que su asunto se decidiera de acuerdo con la
jurisprudencia que imperaba, para ese entonces, en casos análogos…”.
En el caso de autos, la Sala adopta una interpretación novedosa que restringe el derecho de
acumular pretensiones en un juicio de arrendamiento que inició en el año 2016, por lo que la
declaratoria de inadmisibilidad de la demanda por aplicación de esta nueva doctrina que
cambia radicalmente la forma en que han sido interpretadas y aplicadas estas normas durante
la historia del Derecho inquilinario, resulta lesiva del principio constitucional de confianza
legítima y expectativa plausible.
“…El derecho a la tutela judicial efectiva, de amplísimo contenido, comprende el derecho a ser
oído por los órganos de administración de justicia establecidos por el Estado, es decir, no sólo
el derecho de acceso sino también el derecho a que, cumplidos los requisitos establecidos en
las leyes adjetivas, los órganos judiciales conozcan el fondo de las pretensiones de los
particulares y, mediante una decisión dictada en derecho, determinen el contenido y la
extensión del derecho deducido, de allí que la vigente Constitución señale que no se sacrificará
la justicia por la omisión de formalidades no esenciales y que el proceso constituye un
instrumento fundamental para la realización de la justicia (artículo 257). En un Estado social de
derecho y de justicia (artículo 2 de la vigente Constitución), donde se garantiza una justicia
expedita, sin dilaciones indebidas y sin formalismos o reposiciones inútiles (artículo 26
eiusdem), la interpretación de las instituciones procesales debe ser amplia, tratando que si bien
el proceso sea una garantía para que las partes puedan ejercer su derecho de defensa, no por
ello se convierta en una traba que impida lograr las garantías que el artículo 26 constitucional
instaura.
En este orden de ideas, considera esta Sala, que la decisión de un tribunal de última instancia
mediante la cual se declare inadmisible una acción, basada en un criterio erróneo del juzgador,
concretaría una infracción, en la situación jurídica de quien interpone la acción, del derecho a la
tutela judicial efectiva, lo cual si bien no ha sido alegado por los accionantes, puede ser
analizado de oficio por el juez constitucional, tal como ya lo ha dicho esta Sala en numerosos
fallos.
Ha dicho esta Sala, reiteradamente, que los errores de juzgamiento en que pueda incurrir el
juez en el cumplimiento de su función, en la escogencia de la ley aplicable o en su
interpretación, o en la apreciación de los hechos que se les someten y las infracciones legales,
sólo será materia a conocer por el juez constitucional cuando constituyan, a su vez, infracción
directa de un derecho constitucionalmente garantizado…”.
En virtud de las anteriores consideraciones, disiento del fallo aprobado por la mayoría porque
adopta una interpretación lesiva del derecho a la tutela judicial efectiva y aplica
retroactivamente un cambio de criterio que lesiona la confianza legítima de las partes.
Presidente de la Sala,
_____________________________
_____________________________________
Magistrado,
___________________________
Magistrada,
_________________________________
VILMA MARÍA FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Magistrada,
__________________________________
Secretaria Temporal,
____________________________
Exp.: Nº AA20-C-2019-000441.
http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scc/diciembre/311141-RC.000314-161220-2020-19-
441.HTML