Defectos La Vasija Agrietada
Defectos La Vasija Agrietada
Defectos La Vasija Agrietada
No somos perfectos. Todos tenemos facetas de nosotros mismos que nos agradan, que
consideramos nuestras cualidades y con las cuales nos identificamos. También tenemos otras
características que nos disgustan en nosotros mismos y/o en los demás, de las cuales nos
avergonzamos y no queremos mostrar, pues las consideramos defectos.
A veces el primer paso para trabajar con nuestros defectos es simplemente reconocerlos. Es
más fácil ver “la paja el ojo ajeno” que “la viga en el propio”, como dice el refrán. En ese
sentido, suele ocurrir que aquellas actitudes que más nos molestan en los demás son
problemáticas también para nosotros. En segundo lugar, es importante aceptarlos, pues el
reconocimiento y la aceptación son el punto de partida inexcusable para limar y tratar de
mejorar en aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos desagradan o nos causan
problemas. Tratar de “pulir” nuestros defectos es un buen objetivo para estar mejor con la
vida, con nosotros mismos y con los demás. En tercer lugar, creo que es importante relativizar.
A veces tendemos a etiquetar los defectos o virtudes propios o ajenos en términos absolutistas
y caemos en el juicio, la devaluación, la comparación o la crítica. Y, en realidad, ninguna de
nuestras facetas puede considerarse enteramente en blanco y negro, sino que, más bien, nos
movemos en distintos tonos de gris. Cualidades y defectos son polaridades que se trata de
equilibrar más que de rechazar o ensalzar totalmente. Mi capacidad de ser generoso, o alegre
o amable son sin duda cualidades excelentes, pero habrá ocasiones en que sencillamente no
sean la forma más adecuada de responder a una situación concreta. De igual manera, puede
que haya estado lidiando toda mi vida con mi tendencia a ser “borde”, a ser dependiente, a
sentirme inseguro…Pero si rasco un poco seré capaz de ver que, en ocasiones, “ser borde” me
ha servido, por ejemplo, para pararle los pies a alguien que se estaba pasando de la raya o “ser
inseguro” me ha ayudado a actuar con cautela y prudencia o a prepararme a conciencia para
afrontar una determinada situación.
Por último, a veces los defectos son maestros de vida. Puede que lo que consideras tu mayor
defecto oculte un auténtico tesoro. Porque los defectos tienen dos caras. Si le das la vuelta a
aquello que más te molesta, encontrarás aquello que más anhelas cultivar. Si te molesta la
hipocresía es que deseas ser auténtico, si te molesta la cobardía es que admiras el coraje… Y
eso que anhelas forma parte de ti mismo, pero es una semilla que tienes que regar. Es ese
sentido tus defectos te muestran el camino para crearte y construirte, para hacer crecer las
flores que llevas dentro.
En cierta ocasión una aguadora caminaba, como cada día, a través de un boscoso sendero en
un profundo valle a los pies de una majestuosa montaña. De sus hombros colgaba un palo y, a
sus extremos, dos vasijas. A uno de los lados una vasija agrietada, por cuyas hendiduras se
resbalaba el agua fresca, de suerte que, al finalizar el camino desde el manantial hasta la
aldea, solo la mitad del agua permanecía en el recipiente. Del otro lado, una vasija perfecta,
nueva e impecable que, incluso después de un sinuoso camino a pie, conservaba todo el agua
al llegar al destino.
Habéis de saber que incluso las vasijas tienen alma y si pegas bien el oído a sus paredes,
puedes escuchar sus susurros. La vasija perfecta alardeaba de sus logros, pues cumplía sin
tacha el fin para el cual fue creada y se mostraba orgullosa de ello. La vasija agrietada, por su
parte, no podía dejar de avergonzarse, pues solo cumplía a medias su cometido y se sentía, por
ello, inútil y fracasada.
Un día la aguadora, que era una persona sensible, y que había aprendido a intimar con las
vasijas que, al fin y al cabo, llevaba cada día sobre sus hombros, sintiendo una intuición, acercó
sus oídos a la vasija agrietada y esto fue lo que escuchó:
– Quería decirte que lo siento. Debido a mis grietas el agua se escurre y solo puedes llevar
hasta la aldea la mitad del agua que deberías llevar. Esto me entristece. Por mi culpa te ves
obligada a hacer más viajes. Me siento avergonzada.
– No te preocupes por eso ahora. Hoy, cuando caminemos de regreso a la aldea, quiero que te
fijes en las bellísimas flores que crecen a lo largo del sendero.
La tinaja agrietada así lo hizo y, en efecto, durante el recorrido disfruto contemplando todas
las hermosas y fragantes florecillas que iluminaban el camino. Pero al llegar y observar que,
como siempre, solo quedaba en su interior la mitad de la carga, volvió a sentirse apenada. Y
suspiró.
– ¿Te has dado cuenta de que las flores crecían solo en tu lado? Sembré semillas a lo largo del
camino, porque sabía de tus grietas y quise aprovecharlas para crear algo bello. Esas grietas te
hacen única. Es cierto que solo la mitad del agua llega a la aldea, pero, si no fuera por ellas, no
hubiera sido posible regar esas hermosas flores.