Gregorio Reynolds
Gregorio Reynolds
Gregorio Reynolds
PANTEÍSMO
Gregorio Reynolds
Fue poeta, diplomático y traductor, considerado uno de los máximos exponentes del
movimiento modernista en las letras bolivianas de la primera mitad del siglo XX. Fue
doctor en Letras, tuvo el cargo de rector y doctor honoris causa de la Universidad
de San Francisco Javier, en Chuquisaca, y también se desempeñó en algunos cargos
diplomáticos. Es autor de una extensa y fecunda obra lírica constituida por dieciocho
poemarios. Entre sus primeros poemarios se encuentran Quimeras (1915) y El cofre
de Psiquis (1918), de este último resaltan poemas como «La llama» y «Aquellas
noches». En 1923 publicó Horas turbias; en 1925, Redención; y, en 1935, Prisma.
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En la mirada de hidalgo
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La llama
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Menta
En el viejo sofá
de terciopelo verde,
lloras por algo que has perdido
para siempre.
De la esmeralda de anillo
saltan reflejos verdes;
fosforescencia de luciérnagas
de un tremedal con hálito de peste.
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Un distante violín de radio raspa
una sonata verde
que estira en trémolos de angustia
sus rechinantes erres.
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lo que hasta hace poco rato fuiste:
la primavera verde;
la ilusión, la esperanza, el amor férvido
y el pregusto del máximo deleite,
sino la decepción irremediable,
la fruta verde
que destempla los nervios
con su acidez algente.
Mi alma se diluye
en la bruma de ajenjo del ambiente,
en el verdor amargo, glauca nébula
de morbidez que nos envuelve.
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por el delirium tremens,
cadáveres lamidos por las llagas
de la penumbra verde,
esqueletos con musgo, fuegos fatuos,
larvas de pesadilla, blandos vermes,
viejos estanques con nenúfares,
tumbas rodeadas por cipreses,
cobriza herrumbre de los cofres
en las basílicas solemnes,
sombras que tiemblan con verdor de azufre,
fantasmas lívidos que encienden
amarillentos cirios
de tenebrario... Miserere!
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Cronos
15
A un cadáver
16
EL ENVIDIOSO
17
CONFORMIDAD
18
To be or not to be
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cariños, esperanzas, inquietudes
entre tantos despojos del recuerdo,
flores, marchitas flores,
amores que pasaron con el ciento!
II
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formada como el velo
de Penélope —ausencia— en su constante
tejer y destejer, tejer de nuevo.
Continuo, taladrante, irresistible,
penetra hasta los sesos
ese diabólico tornillo
del mismo pensamiento.
La idea fija inexorablemente
se incrusta en el cerebro.
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y el intentar zafarse del peligro
y no poder mover siquiera un dedo,
y no poder gritar, y la pavura
que debe de sentir el cataléptico
al congelarse en el espanto
la crispatura del cabello…
Y la espada de luz de la alborada
que decapita al monstruo del desvelo:
la luz, la luz del sol que nos libera
del opresor aliento.
¡Ah, las sufridas, insufribles horas
de calofrío y bostezo!
III
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hasta romper el freno,
cinco sentidos ya insensibles casi
para darle sentido al sentimiento.
23
—¿Y la belleza de las formas
corporizada en Venus?
Belleza, pudridero sostenido
por armazón de huesos.
IV
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Vamos, así, muriendo poco a poco,
vamos, así, sufriendo,
saturados de hastío y aguardando
el perennal sosiego.
¿Será sosiego acaso?
¿Será, por suerte, el término?
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Nostalgia
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y mariposas y canciones
y frescas risas de mujer.
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dan tus noches embrujo sensual,
hondamente sumidos
en una férvida ansiedad,
en las sombras recatan sus sombras
la dama y el galán.
Almas unidas al recuerdo
de una emoción que nunca volverá,
almas entre despiertas al conjuro
de la ternura de un cantar,
siguen soñando y suspirando
por un antiguo amor quizás…
La serenata se deshoja
bajo la luna de cristal.
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Contigo sufro y seguiré sufriendo
hasta que tu martirio tenga fin.
cuanto más lejos en el tiempo y la distancia,
más cerca estás, más cerca.
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