Un Hombre Infiel
Un Hombre Infiel
Un Hombre Infiel
Sus ojos estaban líquidos. Desde una silla del café a las afueras del Museo de
Antioquia, miró primero las esculturas del maestro Botero, luego, a las jovencitas
que pregonaban la venta de minutos de celular, después, a la pareja de turistas que
buscaban dudosos quién les tomara una fotografía, hasta que su mirada se posó
sobre las mujeres que exhibían su cuerpo mientras caminaban hacia la iglesia de la
Veracruz. Cuando las perdió de vista, su mirada se proyectó al vacío, al cielo gris
de aquella tarde de mayo. Su particular belleza me hizo verla lejana, inalcanzable.
Dudé. Su café, humeante, permanecía intacto. Esperaba. Esperaba con la ansiedad
de quien sabe que su espera es inútil. Percibí cómo sus ojos se fueron llenando de
odio. No paraba de mirarla. Quizá por esa sensación extraña que se experimenta
cuando sentimos que alguien ha puesto sus ojos en nosotros, ella giró la cabeza y
nuestras miradas se cruzaron. Sus dientes hirieron un extremo de sus labios, y en
sus ojos se reflejó la venganza.
Me le acerqué.
Recorrió mi cuerpo con la mirada, primero con recelo, pero esa mirada se fue
tornando dócil, sumisa, necesitada. En unos minutos estaba llorando en mi hombro.
Descargó toda su rabia en mí. Era el deseo mezclado con el odio. Mi deseo. Su
odio. Luego de hacerle -de permitir que me hiciera- el amor hasta el cansancio, me
fui a casa. Caminé con sigilo hacia mi cuarto y le di un beso a mi esposa; dormía
profundamente.
*Cuento publicado por primera vez en el libro Taller de Escritores I, Luz Bibiana Díaz Martínez, Carlos
Alberto Álvarez Muñetón. Fondo Editorial ITM. Medellín, 2012.