La Noche de Los Feos

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ANALISIS OBRA LA NOCHE DE LOS FEOS

ASIGNATURA:

COMUNICACIÓN ESCRITA Y PROCESOS LECTORES I

PRESENTADO POR:

JHOHANA CAMACHO TOBAR


JHON JAIRO JIMENEZ

DOCENTE:

MIYERLAN GIL ROJAS

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS


TECNOLOGÍA EN GESTIÓN EMPRESARIAL
OCTUBRE DE 2020
La noche de los feos
Mario Benedetti

1
Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los
ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de
una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por
los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto
los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna
resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez
unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de
nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos
cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía, pero con
oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras
respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas
parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del
brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad.
Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi
mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi
inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja
quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme,
pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien
formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y
la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi
animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de
otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es
que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si
Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le
faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo
y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un
café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que
pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de
asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad
enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente
simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos
alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y
aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí
mismas un espectáculo mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en
compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el
mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar
del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

"¿Qué está pensando?", pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.


"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la
prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos
hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y
convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.
"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"
"Sí", dijo, todavía mirándome.
"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan
equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es
inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."
"Sí."
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos
a algo."
"¿Algo cómo qué?"
"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una
posibilidad."
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
"Prométame no tomarme como un chiflado."
"Prometo."
"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me
entiende?"
"No."
"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su
cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"
Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."
Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando
desesperadamente de llegar a un diagnóstico.
"Vamos", dijo.

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no
era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la
espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió
una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me
vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo
mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No
éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió
lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y
convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego
progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y


repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina


doble. FIN
ANALISIS DEL TEXTO

ELEMENTOS NARRATIVOS

El texto es una narración realista, ya que expone sucesos reales de una situación vivida, el
lenguaje que predomina la narración es de tipo poético.

TIPO DE NARRADOR.

El tipo de Narrador es un narrado protagonista, ya que es en primera persona porque narra


los hechos que le sucedieron, además de manejarla de manera plural, ya que en varias
ocasiones del texto abarca, por ejemplo: “ambos somos feos” … “por fin entramos...”.

ORDEN LINEAL Y PROGRESIVO

Inicio: (parte amarilla): presentan las personas, el lugar y el principio de las acciones del texto.
Nudo: (parte verde): Desarrolla la historia e inician otros sucesos complementarios en la
historia.
Desenlace: (parte azul): Momento donde define la trama de la narración donde cierran el odio
por su apariencia y se complementan y se aceptan el uno al otro.

RELACION ESPACIO-TIEMPO

Los hechos son narrados en un solo día, los espacios físicos son: la fila a la entrada del cine,
dentro del cine, la cafetería, el apartamento donde sucede el desenlace de la narración.

CARACTERIZACION FISICA Y PSICOLOGICA.

Físicamente:

(Él), “Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a
comienzos de mi adolescencia…” “ojos de resentimiento”. Solo se menciona una pequeña
caracterización de como es su rostro dentro de la lectura.

(Ella): “Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación.”
“Sus ojos también eran de resentimiento”. El menciona una parte pequeña de cómo son sus
rasgos y podemos hacernos una idea de cómo es ella.
Psicológicamente:

Los personajes demuestran que no les importa mucho las opiniones de los demás, se
muestran un poco fríos, a pesar que el golpe de la soledad los tenía un poco abrumados. Pero
al final de la historia terminan aceptándose tan y como son, amándose y dejando de sentirse
feos el uno con el otro

ELEMENTOS DESCRIPTIVOS:

El texto tiene una modalidad descriptiva, ya que el describe las situaciones y el espacio en
donde se encuentran, se describe él y la describe a ella, además también sus emociones y
sus acciones.

El narrador logra realizar una descripción literaria con una visión subjetiva de cada una de las
situaciones, emociones y personas, ya que expresa de manera personal como las percibe
hacia el interlocutor, tanto que logra que este sienta lo que pasa en el texto y pueda
imaginárselo.
Además de manejar muchos adjetivos que ayudan a describir emociones, es muy expresivo,
recurre a comparaciones o metáforas que ayudan a entender lo que quiere transmitir

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