Enriquecimiento Ilicito
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Enriquecimiento Ilicito
Art. 268 (1): “Será reprimido con la pena del artículo 256, el funcionario público que con
fines de lucro utilizare para sí o para un tercero informaciones o datos de carácter reservado de
los que haya tomado conocimiento en razón de su cargo”.
Art. 268 (2): “Será reprimido con reclusión o prisión de dos a seis años, multa del
cincuenta por ciento al ciento por ciento del valor del enriquecimiento e inhabilitación absoluta
perpetua, el que al ser debidamente requerido, no justificare la procedencia de un
enriquecimiento patrimonial apreciable suyo o de persona interpuesta para disimularlo, ocurrido
con posterioridad a la asunción de un cargo o empleo público y hasta dos años después de haber
cesado en su desempeño.
(Artículo sustituido por art. 38 de la Ley N° 25.188 B.O. 1/11/1999. Vigencia: a los ocho días
desde su publicación.)
Art. 268 (3). “Será reprimido con prisión de quince días a dos años e inhabilitación
especial perpetua el que, en razón de su cargo, estuviere obligado por ley a presentar una
declaración jurada patrimonial y omitiere maliciosamente hacerlo.
En la misma pena incurrirá el que maliciosamente, falseare u omitiere insertar los datos
que las referidas declaraciones juradas deban contener de conformidad con las leyes y
reglamentos aplicables.”
(Artículo incorporado por art. 39 de la Ley N° 25.188 B.O. 1/11/1999. Vigencia: a los ocho
días desde su publicación.)
Citando a José Peco y su Proyecto de 1941, Molinario y Aguirre Obarrio nos dicen que el
primer antecedente de los delitos que aquí se anotan se encuentra en la Ley sobre Probidad
Administrativa, dictada el mayo de 1931 por Guatemala y que dos años después fuera receptada en la
Constitución peruana de 19331.
El Diputado demócrata por Mendoza – y ex gobernador de dicha provincia entre 1938 y 1941
– Rodolfo Corominas Segura, toma aquel proyecto y lo introduce en el debate legislativo en 1936 –
durante la presidencia pseudo constitucional de Agustín P Justo, arribado al poder mediante
elecciones fraudulentas. A esta idea, luego se suma el proyecto en el mismo sentido del Senador
Laureano Landaburu de 1940 y que llegara a tener media sanción por parte de su Cámara.
Recién con el dictado del Decreto – Ley 4778/63, el enriquecimiento ilícito de funcionarios
entró en nuestro Código Penal. Esta norma fue proyectada por una comisión integrada por Oderigo,
Argibay Molina, González Millán y Peña Guzmán. Al año siguiente, en 1964, la Ley 16.648,
1
MOLINARIO, Alfredo J. – AGUIRRE OBARRIO, Eduardo – “Los delitos”, Ed. TEA, Buenos Aires, 1999. T.III,
p.377.
2
El Capítulo IX bis del Título VIII del Libro II del Código Penal fue introducido gracias a la
reforma impulsada y redactada por Ricardo C. Núñez, y que llevara el número de 16.648 y cuya
letra, aunque no la ubicación sistemática, fue modificada por la Ley 25.188. Dentro de este capítulo,
encontramos tres normas:
a) Concepto
Aun a pesar de la reforma de la Ley 25.188 – conocida como “Ley de Ética Pública”-, este
primer acápite del Art. 268 permaneció inalterado desde que saliera de la pluma de Núñez. Sin
embargo, la escala penal fue sustancialmente morigerada en el arduo debate parlamentario que se
llevó a cabo en el mes de septiembre de 1964 y se terminó por disminuir la escala hasta equipararla
con el delito de cohecho (prisión de uno a seis años e inhabilitación especial perpetua), con el que no
guarda relación alguna.
2
B.O. 1/11/1999.
3
Aunque no estamos ante un enriquecimiento en sí, sino ante una probabilidad que ello ocurra,
el uso indebido de datos o información reservada con fines lucrativos no es sino un evidente abuso
de la función o cargo público, abuso devenido en tal al cumplir con el deber de sigilo que se le exige
a todo funcionario, quien además no debe entremezclar el ejercicio de su cargo, con los quehaceres
de su vida personal. Hacer lo contrario no es sino una clara estafa a aquéllos que le confiaran la
función y que en definitiva, pagan su salario.
b) Antecedentes
3
DONNA, Edgardo A. – Derecho Penal. Parte Especial – Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2007, t.III, p.363
4
Esto también surge del diario de sesiones de la Cámara de Diputados del día 3 de septiembre de 1964, al cual tuvo
acceso el autor, mediante la gentileza de la Dirección de Información Parlamentaria de dicho cuerpo.
5
MOLINARIO – AGUIRRE OBARRIO, Ob. Cit., p.380.
4
Para Núñez, “el delito es grave porque, además de representar violaciones a la fe funcional o
burocrática y de la reserva de la información o dato, el hecho puede tener malas consecuencias
para la economía general. Se trata de un delito distinto al del artículo 157 del Código Penal”6.
Coincidimos con Núñez en que esta figura tiende a proteger “a la administración pública
frente a los hechos que, inspirados en un fin lucrativo del agente, pervierten la actuación funcional
pública”7. Esto incluso es lo que ha reflejado el legislador al fijar sistemáticamente la norma bajo
análisis.
Para Creus, dentro de este concepto general de administración pública, se protege más
específicamente con esta norma a “la imparcialidad de los órganos de la administración frente a
terceros, atacada en el caso por quienes se valen de los poderes propios de la función para lucrar
con ellos o hacer lucrar a terceros”8.
d) Tipicidad objetiva
La acción típica es la de utilizar con fines de lucro las informaciones o datos reservados
adquiridos en razón del cargo. Y aquí debemos efectuar varias precisiones, ya que dentro de este tipo
objetivo, encontramos también elementos normativos que deben ser conceptualizados.
Como dice Creus, “utilizar” es valerse del dato o información; es operarlos, manejarlos con la
finalidad prevista en el tipo, es decir, emplearlos con un sentido utilitario. Queda comprendida la
6
NUNEZ, Ricardo C., en Cuadernos de los Institutos, Instituto de Derecho Penal, N° 67, ps. 163, 167.
7
NÚÑEZ, Ricardo, Tratado de Derecho Penal, Marcos Lerner, Córdoba, 1971, p. 140.
8
CREUS, Carlos, “Derecho Penal, Parte Especial”, Astrea, Buenos Aires, 1999, t.II, p.310.
5
Así las cosas, será sujeto activo de este delito quien debe hacer uso para sí o para un tercero,
debiendo ser funcionario quien emplee para sí o para otro, sin que la referencia al tercero signifique
que el uso de los conocimientos pueda ser realizado por alguien distinto a su detentador.
En el anexo jurisprudencial examinaremos los distintos casos que puede presentar esta acción
típica y cómo los ha ido resolviendo nuestro derecho judicial.
Hemos visto que Molinario y Aguirre Obarrio, con los que coincidimos, exponen que entre
los términos "información" y "dato" media una relación de género-especie. El primero implica una
aproximación global respecto a una medida de gobierno, mientras que el segundo remite a un aspecto
concreto, pero inequívoco, del cual se infiere esa medida13.
9
CREUS, Ob. Cit., p.310-311.
10
DONNA, Ob. Cit., p.367.
11
Dice el Art. 157 del Código Penal: “Será reprimido con prisión de un mes a dos años e inhabilitación especial de uno
a cuatro años, el funcionario público que revelare hechos, actuaciones, documentos o datos, que por ley deben ser
secretos”.
12
DONNA, Ob. Cit., p.368.
13
MOLINARIO – AGUIRRE OBARRIO, Ob. Cit., p.380
6
Luego surge otro segundo elemento normativo del tipo y que es la frase “en razón de su
cargo”.
Al respecto, Creus dice que son informaciones que el autor debe recepcionar o manejar en
virtud de su competencia funcional, lo cual implica que el conocimiento debe ser adquirido en el
desempeño de la función; no es suficiente que el dato o información sea uno de aquellos a los que el
agente haya podido tener acceso por la función, si no se trata de un conocimiento adquirido por razón
funcional (éste lo tiene el ministro de Economía que conoce una información económica reservada,
pero no el ministro de Educación que la sorprende, por tener el despacho contiguo al de aquél, al
escuchar una conversación)14.
e) Tipicidad subjetiva
Claramente, estamos ante una acción que debe darse con dolo directo y que no admite la
culpa en ninguno de sus estadios. Como bien dice Creus, “cognoscitivamente es menester que se
conozca el carácter del dato o de la información, y voluntariamente que se los quiera utilizar con la
finalidad típica, lo cual descarta cualquier posibilidad de reconocer el dolo eventual”15.
El dolo comprende “el objeto de conocimiento del carácter reservado de la información o del
dato, o información privilegiada, el carácter reservado del objeto, así como la utilización abusiva
de la situación cognitiva”16.
14
CREUS, Ob. Cit., p.311.
15
CREUS, Ob. Cit., p.312.
16
DONNA, Ob. Cit., p.372.
7
El ánimo de lucro constituye un elemento subjetivo distinto del dolo, y esto se explica por
cuanto sin él no se puede determinar la conducta prohibida por la norma, mientras que pertenecen a
la culpabilidad aquellos elementos subjetivos que influyen únicamente en la medida de la
reprochabilidad17.
Según Creus, el ánimo de lucro consiste en la aspiración del sujeto de ver incrementado su
patrimonio, sea mediante aumento del activo o disminución del pasivo. Alcanza con que esté referido
a algo mensurable desde el punto de vista económico, sin que necesariamente deba ser dinero.
Tampoco interesa la magnitud del provecho económico buscado; aun si es escaso bastará para
conformar la subjetiva razón de ser de la punibilidad18.
f) Autoría
Dice el Art. 77 del Código Penal, en su parte respectiva, que “por los términos "funcionario
público" y "empleado público", usados en este código, se designa a todo el que participa accidental
17
DONNA, Ob. Cit., p.376.
18
CREUS, Ob. Cit., p.311.
8
Claramente, al exigir una calidad determinada por parte del sujeto activo, ciñe su aplicación a
un círculo específico (los funcionarios y empleados públicos) y entonces lo convierte en un delito
especial.
Asimismo, el sujeto pasivo será el Estado, pues es quien detenta el bien jurídico protegido,
esto es, la administración pública.
g) Consumación y tentativa
El delito se consuma con la utilización del dato o información, ya sea en la operación con la
que se piensa obtener el lucro o con la comunicación a un tercero extraño de quien se espera una
retribución. Esto lo constituye en un delito de mera actividad.
“Será reprimido con reclusión o prisión de dos a seis años, multa del cincuenta por ciento
al ciento por ciento del valor del enriquecimiento e inhabilitación absoluta perpetua, el que al ser
debidamente requerido, no justificare la procedencia de un enriquecimiento patrimonial
apreciable suyo o de persona interpuesta para disimularlo, ocurrido con posterioridad a la
asunción de un cargo o empleo público y hasta dos años después de haber cesado en su
desempeño.
10
a) Concepto
Aquí sí operó una reforma en el texto anterior, por parte de la ley de Ética Pública, Ley
25.188, que incorpora en conceptos tales como el enriquecimiento y el lapso en el cual el delito es
susceptible de ser cometido. Esta Ley, asimismo, establece un término de dos años posterior al cese
en el ejercicio del cargo y sube sustancialmente la escala punitiva, al introducir la pena de multa y
establecer la inhabilitación absoluta perpetua, que anteriormente era de tres a diez años.
Anteriormente a la Ley 25.188, la letra era dada por el Proyecto de Soler – Núñez, que decía:
“Será reprimido con reclusión o prisión de dos a seis años e inhabilitación absoluta de tres a diez
años, el que al ser debidamente requerido, no justificare la procedencia de un enriquecimiento
patrimonial apreciable suyo o de persona interpuesta para disimularlo, posterior a la asunción de
un cargo o empleo público. La prueba que ofrezca de su enriquecimiento se conservará secreta, a su
pedido, y no podrá ser invocada contra él para ningún otro efecto.
La persona interpuesta para disimular el enriquecimiento será reprimida con prisión de uno
a cuatro años".
11
En este último sentido, Chiappini, en un antiguo pero no menos brillante y actual artículo, ha
dicho que el tipo penal en cuestión vulnera garantías constitucionales como el debido proceso, la
defensa en juicio y el estado de inocencia, en cuanto pone en cabeza del imputado la obligación
procesal de probar el origen legal de su enriquecimiento, o cuando menos que su condición es
extraña a la función desempeñada, con lo que la incriminación parte así de una presunción de
culpabilidad21.
A su vez, desde la vereda de enfrente, existe un amplio sector de juristas de alta talla que
justifican la constitucionalidad de la norma anotada. En esta dirección, está la propia Corte Suprema
de Justicia de la Nación, que ha dicho que “Es improcedente el cuestionamiento constitucional del
artículo 268 (2) del Cód. Penal, si el recurrente no se hace cargo de realizar una crítica concreta y
razonada de los fundamentos en que se apoyó el a quo para rechazar los argumentos expuestos,
pues, si bien aquél reconoció que en el ámbito académico existen discrepancias acerca del bien
jurídico tutelado por la figura penal en cuestión, destacó que los tribunales las han zanjado
concibiendo al interés público por la honestidad, transparencia y probidad en el desempeño de los
funcionarios, como el objeto de protección en el caso, que resulta lesionado por el enriquecimiento
20
SANCINETTI, Marcelo, en MAIER, Julio B. J. y BINDER, Alberto M. (comps.), El delito de enriquecimiento ilícito
de funcionario público. Sobre la inconstitucionalidad del articulo 268 (2) del Código Penal argentino, en El Derecho
Penal hoy. Homenaje al Prof. David Baigún, Editores del Puerto, 1995, p. 291.
21
CHIAPPINI, Julio, El delito de no justificación de enriquecimiento –artículo 268 (2) del Código Penal-, en L. L. 1936-
C-851.
12
Esto también fue receptado anteriormente por la Cámara del Crimen, que dijo que “Resulta
constitucional la figura del art. 268 (2) del Cód. Penal pues es el Estado el que cumple la primer
carga al acreditar el enriquecimiento patrimonial apreciable y la necesidad de justificar fue parte
de los deberes que corresponden al funcionario que aceptó y gozó del cargo público y, aunque el
intimado decida no contestar aquel requerimiento, al Estado le resta la carga de comprobar que el
aumento patrimonial tampoco se encuentra justificado y el funcionario tendrá todas las alternativas
procesales que cualquier imputado posee en aras de ejercer debidamente el derecho de defensa en
juicio. La figura de enriquecimiento ilícito prevista en el art. 268 (2), Cód. Penal es constitucional
toda vez que si el funcionario se colocó en la imposibilidad de acreditar la legitimidad de su
incremento patrimonial -en el caso, se revocó el procesamiento dictado por considerarse que se
había justificado el incremento a través de la pericia contable- ha violado la transparencia que
pretende proteger la norma y, entonces, la invitación a responder sobre elementos de cargo ya
colectados, es una alternativa más, un derecho más, no una forma de violar garantías de la Carta
Magna”23.
Entre los autores, encontramos a Caballero – ex Ministro de la Corte – quien sostiene que “se
alude a la ampliación de la normativa de la Carta Magna mediante la introducción de un Capítulo
Segundo en la Primera Parte -definido como Nuevos derechos y garantías-, cuyo objetivo es
procurar la defensa del ordenamiento democrático mediante la vigencia constitucional con la
advertencia de que su alteración torna de aplicación la pena del artículo 29 de la Constitución
Nacional, el cual fulmina con nulidad absoluta tales actos y conmina con la grave pena de infames
traidores de la patria a sus autores. En este marco se inserta el agregado del nuevo párrafo quinto
del artículo 36, cuyo texto indica que atentará contra el Estado democrático quien incurriere en
grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento; este autor quedará inhabilitado
22
CSJN, 01/12/2009, “Rossi, Domingo Daniel”, Publicado en La Ley 21/12/2009, 11 - DJ24/02/2010, 420 - Sup.
Penal2010 (marzo), 57 – La Ley 2010-B, 230). Asimismo, también ha ratificado esta posición en el conocido precedente
del 22/12/2008, “Alsogaray, María Julia”, publicado en DJ11/02/2009, 288.
23
CNCrim.Corr., sala I, 04/11/2002, “Argüello, Jorge M".
13
A lo expuesto, Caballero agrega que el fundamento de la ley penal ha cobrado mayor energía
con la última reforma constitucional y con el deber impuesto al funcionario a través de la exigencia y
sanción del artículo 274 que, superando al deber general del artículo 277, inciso 2o, castiga al
funcionario que deje de promover la persecución y represión de los delincuentes26.
Añade asimismo que la acción típica del funcionario supone una actitud dolosa, un abuso
funcional del cargo ocupado, lo que desplaza la presunción de inocencia del artículo 18 de la
Constitución Nacional, al imponer la necesidad de subrayar la existencia positiva de deberes al que
está obligado el funcionario en la administración de los fondos públicos27.
Por último, dice el ex Ministro que no se debe partir sólo del hecho del incremento
patrimonial del funcionario, sino de la no justificación de tal enriquecimiento; así tampoco es
admisible arrancar una presunción de ilicitud, sino que lo correcto es concebir la existencia de un
deber impuesto por la norma al funcionario público, cual es, justamente, el de justificar el aumento
apreciable de su patrimonio dado a partir de la asunción del cargo o función pública28.
24
CABALLERO, José Severo, El enriquecimiento ilícito de los funcionarios y empleados públicos (después de la
reforma constitucional de 1994), en La Ley 1997-A-793/798.
25
Ibídem nota anterior.
26
Ibídem nota anterior.
27
Ibídem nota anterior.
28
Ibídem nota anterior.
14
Por último, para sintetizar esta posición cúmplenos referir a dos conceptos básicos esgrimidos
por quienes se erigen en sus defensores. En primer lugar, se dice que la consagración legislativa de
este tipo penal representa la culminación, y hasta la coronación, del esfuerzo de un Estado
democrático y republicano en su pretensión de obturar todo resquicio por donde pueda filtrarse la
corrupción funcional. Como segundo punto se destaca la opinión vertida desde un reconocido sector
de la doctrina procesal, conforme a la cual en materia penal deviene cada vez más intenso (por lógico
y necesario) facilitar, a través de la inversión de la carga de la prueba, el modo de atribuir la
consecuente responsabilidad del incumplimiento ilícito -por ejemplo- a quien no tiene desparpajo en
exhibir su pronta y torcida acumulación de beneficios inexplicables31.
Nosotros descreemos de esta norma por dos razones: en primer lugar, no creemos que la
inflación penal, esto es, la creación de una norma penal tras otra sin ton ni son, haga retroceder
siquiera a la delincuencia en un centímetro. Delitos como el que intenta abarcar la norma que
comentamos no son producto de “delincuencia”, sino de fallas estructurales que tenemos como
Sociedad, como comunidad, como un todo, en tanto y en cuanto hacemos de la perversión de los
valores una constante. Intentar cambiar pensamientos, valores y realidades sólo con la Ley Penal, sin
29
Ibídem nota anterior.
30
Ibídem nota anterior.
31
Ibídem nota anterior.
15
En segundo lugar, últimamente – aunque la norma que comentamos dista de ser nueva –
estamos asistiendo a una detracción de las garantías en pos del avance del poder punitivo en forma
de más y más normas penales que sancionan nuevos delitos, con las vanas esperanzas que
describiéramos en el párrafo anterior. En este sentido, la muy autorizada pluma de Donna en el
mismo sentido sostiene que “se inscribe la tendencia actual…en una especie de guerra santa contra
la delincuencia, e intentando, de esta manera, y con una actitud demagógica, aceptar lo que
aparentemente pide la mayoría de la gente. En otras palabras, se pone en juego el Estado de
Derecho, con el solo fin de alcanzar metas de política criminal”33.
En tercer lugar y para colmo de males, la técnica legislativa utilizada es muy pobre y confusa
y permite permeabilidad en la legalidad estricta y en el principio de inocencia, ambos
constitucionalmente consagrados, pues deja abierta la posibilidad que un inocente entre
perfectamente en la descripción típica. Piénsese en el caso del funcionario que se enriquece
lícitamente y no puede justificar su incremento patrimonial, por el motivo que fuere, obligándolo a
probar que es inocente y que su incremento es legítimo. Que un inocente deba probar dicho estado,
es una barbaridad jurídica, que no puede ser justamente impulsada desde el propio Parlamento. Es
por ello que, desde nuestro punto de vista, el Art. 268 (2) del Código Penal no es una norma jurídica
válida.
32
Ver el concepto en ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro y SLOKAR, Alejandro, Derecho Penal, Parte
General, EDIAR, Buenos Aires, 2000. p.7 y ss.
33
DONNA, Ob. Cit., p.387.
16
Caballero nos dice que el bien jurídico es el interés social existente en que los funcionarios o
empleados públicos no corrompan la función pública y que justifiquen su enriquecimiento al ser
requeridos, como una exigencia no sólo legal sino social34.
Creus afirma que se trata de prevenir conductas anormales que persigan el logro de esos
aumentos patrimoniales prevaliéndose de la condición de funcionario por parte del agente35.
Cartolano nos dice que El bien jurídico tutelado por este grupo de delitos pertenece a la
categoría de bienes jurídicos colectivos referidos al funcionamiento del sistema social. Más
precisamente, se trata de un bien jurídico "institucional" (conforme la clasificación ideada por Bustos
Ramírez), puesto que alude a una de las instituciones básicas del sistema, que tiene a su cargo un
conjunto de prestaciones indispensables para la vida organizada36.
Outeda dice que este tipo penal intenta proteger la imagen de probidad y transparencia de la
administración, evitando que los encargados de los negocios "públicos" realicen conductas indebidas
en el afán de acrecentar su patrimonio37.
Finalmente, Donna dice que “Que el bien jurídico sea la transparencia, la gratuidad y
probidad de la administración pública es una afirmación que no está basada en ningún antecedente
legislativo, ni en el título del propio Código, ni en la estructura de la norma, amén de que avanza
sobre un problema ético que es rechazado por el Estado de Derecho. Lo que sucede es que en vías
de perseguir a funcionarios que se supone deshonestos, y a los fines de que no exista una laguna de
punibilidad, hay toda una corriente que intenta justificar la norma, pero no es ésta la función del
34
CABALLERO, Ob. Cit.
35
CREUS, Ob. Cit., p.312
36
CARTOLANO, Vicente, Aspectos fundamentales del delito de enriquecimiento ilícito, Sup. Penal La Ley, 2011
(febrero), 1.
37
OUTEDA, Diego Martín, El requerimiento de justificación en el delito de enriquecimiento ilícito. La autoridad
competente y su momento de realización – La Ley 2008-B, 852-Sup. Penal 2008 (febrero), 11
17
d) Tipicidad
Tampoco hay paz para definir o dar cuenta de cuál sería la acción típica. Núñez, creador de la
figura, considera que está frente a una figura compleja, en cuanto el tipo exige un enriquecimiento
patrimonial apreciable del autor y la no justificación de su procedencia al ser debidamente requerido
para que se lo haga; así, el primero sería un acto positivo, mientras que la segunda representa una
omisión al deber de justificación emergente del enriquecimiento y del requerimiento o, simplemente,
una imposibilidad de hacerlo39. Esta misma posición es la que sostiene el Dr. Martín Irurzun en su
voto en el caso “Gentile”, que está expuesto en el anexo jurisprudencial que sigue a este análisis.
Allí, dice el Magistrado que “es un delito complejo, esto es, de comisión por omisión, que nace a
raíz de una consecución de actos que permitieron su mejoramiento patrimonial, por medios ajenos a
los funcionales, y que ponen en manos del autor el deber legal de declarar el modo en que ocurrió,
pero que omite hacerlo o no cumple con ello en forma adecuada; de esta manera tendremos por
consumado el tipo delictivo, pudiendo, por ende, suceder aun antes de llevar a cabo el
requerimiento debido”40.
Caballero, por su parte, dirá que la disposición penal requiere la omisión de justificar un
enriquecimiento apreciable por parte del funcionario41. La acción típica sería “no justificar”.
Creus tampoco tenía muy en clara la acción típica y por ello citaba a autores y dudaba en
expresar su propia concepción. Sostenía que cuando la ley habla de no justificar, el significado
complejo del término aludía a la falta de acreditación de la procedencia del enriquecimiento,
provenga de una negativa expresa o implícita (no contestar el requerimiento) o de lo insuficiente de
la prueba de esa procedencia. El autor cordobés cita a Ure y a Orgeira para decir que lo que la ley de
ningún modo exige es que se pruebe "el origen lícito del incremento", y que lo único que se requiere
38
DONNA, Ob. Cit., p.394
39
NÚÑEZ, ob. cit, t. V, vol. I, p. 144.
40
CCCorr.Fed, sala I, 11/10/94, "Gentile, O.".
41
CABALLERO, Ob. Cit.
18
Donna cierra su examen de la acción típica sosteniendo que, según la postura mayoritaria y lo
que la jurisprudencia viene sosteniendo, la acción incriminada es la omisión en la justificación de la
procedencia del enriquecimiento considerable, producido con posterioridad a la asunción de un cargo
público. No justificar significa no dar razones porque no se quiere o no se puede o no poder probar
por insuficiencia de razones o motivos para tener por cierto que el enriquecimiento se debe a
determinada causa. Así, se trata de un delito de sospecha. Dado que la persona se enriqueció y no se
puede probar el cómo, se sospecha que fue mediante cohecho, exacción o algo semejante, y luego se
lo condena por eso43.
Ahora bien, ¿quién debe o puede efectuar ése requerimiento?, pues debe recordarse que la
norma exige para configurarse que haya mediado un debido requerimiento para que se justifique el
enriquecimiento; tiene que ser un requerimiento específico; no lo es reclamar una declaración total
del patrimonio, sino la prueba de la procedencia de lo indicado como enriquecimiento; ese
requerimiento puede formularse mientras el funcionario ocupa cargos públicos o en cualquier
momento posterior al de haber cesado en la función.
42
CREUS, Ob. Cit., p.313.
43
DONNA, Ob. Cit., p.396.
44
CREUS, Ob. Cit. p.313.
19
Volviendo sobre la complejidad del tipo penal estudiado, Todarello hace un muy interesante
análisis que vale la pena citar, comenzando por el conocido voto del Dr. Irurzun, en "Gentile O.", en
su carácter de Juez de la sala I de la Cámara Federal del Crimen, donde se afirmó que "... nos
encontramos ante un delito complejo, esto es de comisión por omisión; el que nace a raíz de una
consecución de actos que permitieron su mejoramiento patrimonial, por medios ajenos a los
funcionales y que ponen en manos del autor el deber legal de declarar el modo en que ocurrió, pero
que omite hacerlo o no cumple con ello en forma adecuada". En sentido similar, la sala I de la
Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional de Capital Federal afirmó en la causa "Arguello",
que el tipo penal tiene una naturaleza compleja, consistente en dos cargas que el derecho impone al
Estado, obligándolo a acreditar, en primer término, el enriquecimiento patrimonial apreciable y
luego, si no se contesta a su requerimiento, a demostrar que el aumento patrimonial tampoco se
encuentra justificado. En la actualidad dicha sala ha modificado su criterio, ello de acuerdo el
contenido del fallo "Culotta" el cual será descripto posteriormente4546.
45
Ver ambos fallos en el anexo jurisprudencial.
46
TODARELLO, Guillermo, El caso "Alsogaray". Una nueva decisión jurisprudencial que interpreta la figura de
enriquecimiento ilícito como delito de acción - La Ley 2005-F, 137-Sup. Penal 2005 (octubre), 47.
20
e) Autoría
Indudablemente a esta altura, puede ser autor de este delito cualquier persona que ocupe o
haya ocupado un cargo público en cualquiera de las funciones del Estado y en cualquiera de sus
niveles (municipal, provincial o nacional), y aplicamos lo ya dicho respecto del Art. 268 (1).
47
DE LUCA, Javier – LÓPEZ CASARIEGO, Julio A., Enriquecimiento ilícito y Constitución Nacional, La Ley 2000-A,
249.
48
DONNA, Ob. Cit., p.397.
21
f) Consumación y tentativa
El delito se consuma cuando, vencidos los plazos fijados para contestar el requerimiento o, en
su caso, transcurridos los plazos procesales pertinentes para el ejercicio de la defensa, el agente no
logró justificar la procedencia del enriquecimiento.
Si consideramos estar ante una omisión, no será posible la tentativa. Ahora bien, si creemos
estar ante un enriquecimiento, esto es, una acción positiva, la tentativa será factible.
g) Tipo subjetivo
Claramente, estamos ante un delito doloso. Ahora bien, ¿dolo de enriquecerse o dolo de
omitir la justificación del patrimonio? De ello dependerá el alcance mismo de la figura.
Cuando la imposibilidad de justificar proviene de una causa extraña al agente, pero la misma
situación se daría si esa imposibilidad hubiese derivado de una conducta culposa de aquél (p.ej., el
que perdió, por negligencia, los elementos de prueba y demuestra tal circunstancia), el tipo,
claramente, no se da, pues, si se incluyesen estos supuestos en el tipo, estaríamos prácticamente
puniendo omisiones culposas o negligencias anteriores al hecho típico mismo49.
49
CREUS, Ob. Cit., p.315.
22
“Será reprimido con prisión de quince días a dos años e inhabilitación especial perpetua el
que, en razón de su cargo, estuviere obligado por ley a presentar una declaración jurada
patrimonial y omitiere maliciosamente hacerlo.
En la misma pena incurrirá el que maliciosamente, falseare u omitiere insertar los datos
que las referidas declaraciones juradas deban contener de conformidad con las leyes y
reglamentos aplicables".
a) Concepto
23
b) Bien jurídico
c) Tipicidad objetiva
Las acciones típicas concretas son dos. La primera es la omisión maliciosa en la presentación
de la declaración jurada patrimonial. Claramente, estamos aquí ante un delito de omisión propia,
consistente en omitir en forma voluntaria y maliciosa, esto es, con el deliberado intento de hacerlo,
perjudicando a la administración pública y su transparencia, por parte de un sujeto especialmente
calificado, que es el funcionario público respectivo.
50
DONNA, Ob. Cit., p.409.
24
La segunda de las acciones típicas reprimidas por la norma es la omisión maliciosa o falsedad
en los datos contenidos en la declaración jurada presentada. Aquí sí se ha presentado la declaración,
pero los datos consignados son incompletos a propósito, o directamente no son fidedignos.
En cuanto al plazo para presentar la declaración, dice el Art. 4 de la Ley 25.188: “Las
personas referidas en artículo 5º de la presente ley, deberán presentar una declaración jurada
patrimonial integral dentro de los treinta días hábiles desde la asunción de sus cargos. Asimismo,
deberán actualizar la información contenida en esa declaración jurada anualmente y presentar una
última declaración, dentro de los treinta días hábiles desde la fecha de cesación en el cargo”.
Ahora bien, si no lo hicieren, dicen los Arts. 8 y 9 de la misma Ley: “Las personas que no
hayan presentado sus declaraciones juradas en el plazo correspondiente, serán intimadas en forma
fehaciente por la autoridad responsable de la recepción, para que lo hagan en el plazo de quince
días. El incumplimiento de dicha intimación será considerado falta grave y dará lugar a la sanción
disciplinaria respectiva, sin perjuicio de las otras sanciones que pudieran corresponder” (Art.8).
51
JESCHEK, Hans Heinrich, Tratado de Derecho Penal, Parte General, Ed. Comares, Granada, 1999, p.546-547.
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Ahora bien, existiendo la intimación, la tipicidad sólo se perfeccionará cuando haya expirado
el plazo de quince días reglado por la normativa expuesta
En cuanto a los sujetos obligados, dice el Art.5 de la norma que venimos citando: “Quedan
comprendidos en obligación de presentar la declaración jurada: a) El presidente y vicepresidente
de la Nación; b) Los senadores y diputados de la Nación; c) Los magistrados del Poder Judicial de
la Nación; d) Los magistrados del Ministerio Público de Nación; e) El defensor del pueblo de la
Nación y los adjuntos del defensor del pueblo; f) El jefe de gabinete de ministros, los ministros,
secretarios y subsecretarios del Poder Ejecutivo; g) Los interventores federales; h) El síndico
general de la Nación y los síndicos generales adjuntos de la Sindicatura General de la Nación, el
presidente y los auditores generales de la Auditoría General de la Nación, las autoridades
superiores de los entes reguladores y los demás órganos que integran los sistemas de control del
sector público nacional, y los miembros de organismos jurisdiccionales administrativos; i) Los
miembros del Consejo de la Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento; j) Los embajadores,
cónsules y funcionarios destacados en misión oficial permanente en exterior; k) El personal en
actividad de las Fuerzas Armadas, de la Policía Federal Argentina, de Gendarmería Nacional, de la
Prefectura Naval Argentina y del Servicio Penitenciario Federal, con jerarquía no menor de coronel
o equivalente; l) Los rectores, decanos y secretarios de las universidades nacionales; m) Los
funcionarios o empleados con categoría o función no inferior a la de director o equivalente, que
presten servicio en la Administración Pública Nacional, centralizada o descentralizada, las
entidades autárquicas, los bancos y entidades financieras del sistema oficial, las obras sociales
administradas por el Estado, las empresas del Estado, las sociedades del Estado y el personal con
similar categoría o función, designado a propuesta del Estado en las sociedades de economía mixta,
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Dada la nómina precedente, surge claro que estamos ante un delito especial en cuanto a que
los sujetos activos que pueden desarrollar las conductas típicas están específicamente determinados
por la Ley. No vemos entonces otra posibilidad más que la autoría directa o inmediata.
d) Tipicidad subjetiva
Se trata de un delito doloso, que exige dolo en todos los elementos mencionados; esto es,
omitir voluntariamente, con malicia, la presentación de una declaración jurada, conociendo la
exigencia de su presentación (aunque nos resulta muy difícil la justificación del desconocimiento de
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En cuanto a la segunda de las acciones, debe conocer que lo que está presentando contiene
datos falsos o inexactos o incompletos, y debe haber querido ello expresamente, o conocido que ello
no describía la veracidad de su realidad patrimonial.
e) Consumación y tentativa
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1- Es improcedente el cuestionamiento constitucional del artículo 268 (2) del Cód. Penal, si el
recurrente no se hace cargo de realizar una crítica concreta y razonada de los fundamentos en que se
apoyó el a quo para rechazar los argumentos expuestos, pues, si bien aquél reconoció que en el
ámbito académico existen discrepancias acerca del bien jurídico tutelado por la figura penal en
cuestión, destacó que los tribunales las han zanjado concibiendo al interés público por la honestidad,
transparencia y probidad en el desempeño de los funcionarios, como el objeto de protección en el
caso, que resulta lesionado por el enriquecimiento apreciable e injustificado del agente público
durante la relación funcional, lo cual constituye la acción típica. (Del dictamen del Procurador Fiscal
que la Corte hace suyo).
Cabe desestimar el planteo del recurrente que reedita su discrepancia sobre la inteligencia de
una norma de derecho común, como es el art. 268 (2) del Cód. Penal, materia propia de los jueces de
la causa, si — en el caso— la decisión cuenta con fundamentos suficientes que descartan la tacha de
arbitrariedad, sin que resulte afectada tal conclusión por la mención que en el pronunciamiento
apelado se hace de la Convención Interamericana contra la Corrupción y de la Convención de las
Naciones Unidas contra la Corrupción, sobre la cual el apelante pretende estructurar el carácter
federal del asunto, pues, estuvo dirigida a destacar la concordancia de sus definiciones con la
redacción de la disposición legal nacional, sin mengua de los fundamentos de derecho común en que
se fundó la decisión. (Del dictamen del Procurador Fiscal que la Corte hace suyo).
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2- Frente a la ausencia de agravio federal específico en cuanto a la aplicación del artículo 268
(2) del Cód. Penal, no corresponde que la Corte Suprema de Justicia de la Nación se pronuncie al
respecto, pues, acreditada la falta de gravamen efectivo, la pretensión de la recurrente — tendiente a
cuestionar su validez constitucional— implica solicitar que se emita una declaración general o un
pronunciamiento abstracto sobre la norma penal aplicada, lo cual excede la competencia del Tribunal
(del dictamen del Procurador General que la corte hace suyo).
Más allá de la discusión acerca del delito de enriquecimiento ilícito — art. 268 del Cód. Penal
— , en cuanto a si puede pesar sobre el funcionario una suerte de renuncia implícita a ciertas
garantías constitucionales por haber ingresado a la administración pública, es improcedente el
recurso extraordinario contra la sentencia que declaró la constitucionalidad de la norma referida y
condenó a la apelante por ese delito, si su reiterada cooperación con la investigación, su pedido de
ser requerida para justificar el incremento patrimonial, sus respuestas detalladas, la intervención del
experto de su confianza en los estudios contables y su amplitud al prestar declaración indagatoria,
descartan toda posibilidad de que se haya visto obligada a autoincriminarse, o que la estructura del
tipo penal le haya impedido conocer el hecho imputado, afectado la presunción de inocencia, o su
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Corresponde remitir las actuaciones a la justicia provincial para que investigue los hechos
denunciados en ellas si de lo actuado surge que no se ha realizado una investigación suficiente como
para que la Corte Suprema de Justicia de la Nación pueda ejercer las facultades que le confiere el art.
24, inc. 7°, del decreto-ley 1285/58 (Adla, XVIII-A, 587), como consecuencia del prematuro planteo
de una inhibitoria. (Del voto en disidencia de los doctores Fayt, Belluscio, Petracchi y Bossert).
(Corte Suprema de Justicia de la Nación, 27/05/1999, Saadi, Ramón E.).
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Es constitucional el art. 268 inc. 2° del Cód. Penal -en el caso, se condenó a un integrante del
ex Concejo Deliberante por enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos- pues no se advierte
ningún óbice constitucional en que a los funcionarios o empleados públicos se les exijan ciertos
deberes en calidad de requisitos previos y permanentes a partir del inicio de la relación de empleo
público, durante ella y hasta determinado tiempo posterior a su desvinculación de la función, que en
ciertos casos importan renuncias admisibles a garantías fundamentales, como la obligación de
presentar declaraciones juradas patrimoniales que significan resignar el derecho a la privacidad.
El requerimiento de justificación exigido por el art. 268 inc. 2° del Cód. Penal -que reprime el
enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos- no constituye una inversión de la carga de la prueba
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6. Resulta constitucional la figura del art. 268 (2) del Cód. Penal pues es el Estado el que
cumple la primer carga al acreditar el enriquecimiento patrimonial apreciable y la necesidad de
justificar fue parte de los deberes que corresponden al funcionario que aceptó y gozó del cargo
público y, aunque el intimado decida no contestar aquel requerimiento, al Estado le resta la carga de
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La figura de enriquecimiento ilícito prevista en el art. 268 (2), Cód. Penal es constitucional
toda vez que si el funcionario se colocó en la imposibilidad de acreditar la legitimidad de su
incremento patrimonial -en el caso, se revocó el procesamiento dictado por considerarse que se había
justificado el incremento a través de la pericia contable- ha violado la transparencia que pretende
proteger la norma y, entonces, la invitación a responder sobre elementos de cargo ya colectados, es
una alternativa más, un derecho más, no una forma de violar garantías de la Carta Magna.
Es inconstitucional el delito de enriquecimiento ilícito previsto en el art. 268 (2) del Cód.
Penal -en el caso, la mayoría revocó el procesamiento pero declarando la constitucionalidad de la
norma- por violar garantías constitucionales que amparan al acusado (Del voto del doctor Donna).
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala I, 04/11/2002, Argüello,
Jorge M.).
7. La norma del art. 268 (2) del Cód. Penal, impone al magistrado acreditar, primeramente y
sin colaboración alguna del investigado, que se haya producido un incremento patrimonial apreciable
y que no guarda correspondencia con los ingresos que el funcionario debía obtener en algún período.
Sólo después, puede llamarlo a dar explicaciones sobre esa diferencia y será en el caso de que omita
toda justificación al respecto en que podrá habilitarse su incriminación.
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La figura penal descripta en el art. 268 (2) del Cód. Penal --enriquecimiento ilícito de
funcionario público- resulta inconstitucional por violar el principio de culpabilidad, al invertir la
carga de la prueba debiendo el funcionario investigado probar que el enriquecimiento es
perfectamente lícito (del voto en disidencia del doctor Donna).
El art. 268 (2) del Cód. Penal -enriquecimiento ilícito de funcionario público- es
inconstitucional pues si el imputado ejerciera el derecho de negarse a declarar, consagrado en la
Constitución Nacional, sería condenado por esa sola circunstancia (del voto en disidencia del doctor
Donna).
Es inconstitucional la figura descripta en el art. 268 (2) del Cód. Penal por tratarse de un tipo
penal abierto que es completado por el juez o por el fiscal al momento del requerimiento de
justificación (del voto en disidencia del doctor Donna).
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala I, 31/07/2000, Llanos,
Sergio C.).
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La ley no establece fórmula alguna acerca del modo y tiempo en que debe realizarse el
requerimiento de justificación patrimonial en el delito de enriquecimiento ilícito, y por ende, no
existe obstáculo alguno para que el reclamo de justificación se efectúe al momento de la indagatoria,
siempre que se detalle con la mayor precisión posible el enriquecimiento injustificado que, en
principio y con el grado de probabilidad exigido en esa etapa, se haya comprobado.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala V, 22/06/2010, R. A. H .).
Sala B
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11. Es competente la justicia federal y no la penal económico para entender en un proceso por
el delito de enriquecimiento ilícito de un funcionario público, pese a que en la última se esté
investigando la participación que dicho imputado pudo haber tenido en el enriquecimiento ilícito de
otro funcionario público, al no verificarse, en los distintos procesos, identidad en los hechos que se
investigan, teniendo en cuenta que la competencia por conexión -arts. 41 y sigtes., Cód. Procesal
Penal de la Nación- es de naturaleza excepcional.
Corresponde aplicar el art. 42 inc. 3° del Cód. Procesal Penal de la Nación y otorgar
competencia al juez en lo penal económico y no a la justicia federal, al haber prevenido, para
entender en el proceso por presunto enriquecimiento ilícito de un funcionario público, si allí se
investiga la participación que pudo haber tenido éste en el enriquecimiento ilícito de otro funcionario
-en el caso, la mayoría sostuvo que debían investigarse por separado- pues ante la eventual existencia
de una hipótesis de identidad de objeto procesal corresponde evitar sentencias contradictorias
mediante la sustanciación de ambas causas ante el mismo tribunal (del voto en disidencia del doctor
Grabivker).
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico, sala B, 05/07/2004, Menem, Carlos
Saúl y otros s/inc. de falta de acc. interp. por la defensa de Ramón Rosa Hernández).
Sala I
12. Desde su propia génesis, la figura del enriquecimiento ilícito, prevista en el art. 268 (2)
del Cód. Penal es reconocida como alternativa de otra u otras -en el caso, se analizaba si la
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Atento a que la imputada, al ser condenada como autora del delito de enriquecimiento ilícito,
fue sancionada por haber acrecentado apreciablemente su patrimonio personal con bienes de origen
ilícito, sólo quedaron atrapados en dicha atribución los dineros correspondientes a partidas de gastos
reservados que ingresaron en su activo, pero no así la conducta de haber distribuido entre algunos de
sus colaboradores parte de los fondos correspondiente a dichas partidas — en el caso, no se hizo
lugar a la excepción de cosa juzgada planteada por la defensa, debido a que la investigación se
encontraba en una etapa preliminar y resultaba prematura— , no advirtiéndose que se encuentre
protegida, esta conducta, por la garantía que veda al Estado la doble persecución penal.
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14. Corresponde confirmar el procesamiento del imputado por el delito previsto en el art. 268
(3) del Cód. Penal si omitió presentar su Declaración Jurada Integral Patrimonial, una vez cesado en
su cargo -en el caso, tenía un contrato de plazo fijo en Lotería Nacional Sociedad del Estado-, pese a
haber sido fehacientemente intimado, sin que a ello obste la alegación de falta de dolo planteado por
la defensa, así como la falta de malicia exigida por el tipo penal que se enrostra, pues se trata de
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15. Corresponde sobreseer, por prescripción de la acción penal, al imputado en orden al delito
de enriquecimiento ilícito, si desde que se aceptó su renuncia al cargo — en el caso, ostentaba la
función de Asesor ad honorem de la Presidencia de la Nación— hasta la fecha en la cual se presentó
la denuncia en su contra, transcurrió el plazo de extinción de la acción, de conformidad con lo
previsto por los arts. 62, inc. 2 y 268 2) del Código Penal.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 31/03/2010 -
Yoma, Emir Fuad).
16. A efectos de la prescripción del delito de enriquecimiento ilícito, resulta aplicable el plazo
de seis años previsto como máximo de pena en el art. 268 (2) del Código Penal, texto según ley
25.188, cuando uno de los hechos atribuidos se relaciona con el origen de los fondos utilizados para
las compras de inmuebles ocurridas durante la vigencia de la citada ley ya que, el art. 2 del Código
Penal no obliga a aplicar la ley más benigna cuando dos o más rijan sucesivamente durante el tiempo
que dure la comisión del hecho, sino que obliga a aplicar la ley más benigna de las que rijan en el
tiempo intermedio entre el de su comisión y la extinción de los efectos de la condena.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 01/12/2009 -
Barros Reyes, Nélida M. R. y otros).
17. Debe desestimarse el planteo de inconstitucionalidad del art. 268, 2, del Código Penal
interpuesto por la defensa de un ex ministro, si la pretensión no encuentra relación directa con la
calificación provisoriamente asignada a los hechos en orden a los cuales ha comenzado a transitar la
causa.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 10/06/2009 -
Miceli, Felisa).
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19. Corresponde confirmar el auto por el cual se procesó a un ex funcionario público como
autor del delito de enriquecimiento ilícito -art. 268 inc. 2, Cód. Penal-, si éste ha visto incrementado
su patrimonio de un modo apreciable durante el transcurso de la función pública que desempeñó y no
ha podido justificar dicha circunstancia de modo fehaciente.
A efectos de probar la comisión del delito de enriquecimiento ilícito -art. 268 inc. 2, Cód.
Penal- resulta necesario remontarse a la situación patrimonial del imputado al momento de la
asunción de sus funciones pues sólo de este modo puede analizarse su evolución; y, persistir en lo
contrario puede generar cuestionamientos en etapas procesales que exijan mayor certeza que la
requerida para dictar un procesamiento.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 27/05/2005 - G.
O., R. E. y otros).
20. No puede asignarse entidad delictiva, en los términos de la figura del enriquecimiento
ilícito, ni a la circunstancia de que el sujeto no conteste el requerimiento de justificación patrimonial
que se le efectúa en un proceso judicial, ni a la insuficiente explicación acerca del origen del
enriquecimiento que realice en ese mismo marco -en el caso, se rechazó la nulidad articulada por la
defensa sosteniendo que no había delito si no había habido requerimiento-, pues ambas situaciones
deben reputarse manifestaciones del ejercicio del derecho de defensa en juicio, que debe ser
garantizado al imputado libre de presiones y sujeciones de cualquier índole y no sometido a la
coacción que implica la posibilidad de incurrir en responsabilidad penal.
Lo que constituye el juicio de disvalor ínsito en la figura del enriquecimiento ilícito no es que
el funcionario no justifique su enriquecimiento cuando ello le es requerido, sino todos los datos
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21. Para acreditar las exigencias subjetivas que contienen las figuras previstas en el art. 268
(3) del Cód. Penal es preciso determinar que han existido motivos para ocultar o sustraer
determinados aspectos de la situación patrimonial del funcionario del contralor de las autoridades
pertinentes, no configurándose el delito por la mera omisión -en el caso, el funcionario había alegado
que desconocía la obligación de presentar la declaración jurada solicitada y que había tenido
problemas personales que le impidieron hacerlo-, incluso negligente, de presentar la declaración
jurada pertinente.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 30/12/2003 -
Chescotta, Jorge).
22. Corresponde confirmar la resolución que convirtió en prisión preventiva la detención que
sufría el imputado, por ser prima facie autor penalmente responsable de los delitos previstos en los
arts. 265 -negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas- y 268 del Cód. Penal
-enriquecimiento ilícito de funcionarios-, en tanto por actuar como síndico titular del Banco
Hipotecario Nacional y encontrarse habilitado para autorizar el ingreso de las solicitudes de créditos,
las otorgaba con el objeto de facilitar y mejorar el precio de venta de los inmuebles, en principio de
su propiedad, ofreciéndolos en venta con financiación del Banco que él mismo obtenía sin
impedimento alguno.
(Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, sala II, 11/08/1989 - Di
Fonzo, Amadeo J.).
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23. No comete el delito de falsificación de documento público el funcionario que falsea los
datos que debe contener una declaración jurada propia de cargos y actividades desempeñadas por el
imputado, sino más bien constituye una de las figuras de enriquecimiento ilícito de funcionarios o
empleados contempladas por el Código Penal -en el caso, se confirmó el procesamiento del acusado,
aunque modificándose la calificación otorgada en primera instancia-, pues la intervención del
funcionario declarante no es exigida para dar fe para todos, sino que sólo está destinado a vincular al
declarante respecto a la manifestación que hace bajo juramento de algo que el receptor ignora.
Corresponde confirmar la resolución que dictó auto de procesamiento al imputado, por los
delitos de defraudación a la Administración Pública, agravada por su calidad de funcionario público,
en concurso con el delito de enriquecimiento ilícito por la ocultación en la declaración jurada que
debía efectuar ante el Ministerio de Educación del desempeño de un cargo en el Conicet, y en la
declaración presentada ante este último organismo del cargo de Decano de Facultad, pues muestra
que ha existido con tales omisiones la intencionalidad de ocultar la incompatibilidad existente (del
voto del doctor Loutayf Ranea).
(Cámara Federal de Apelaciones de Salta, 13/02/2009, Insausti, Oscar Guillermo).
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