Lectura 1 - Clase 5 - Psicoterapia 1

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5/9/22, 18:50 PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA

Artículos originales

PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA

Psychoanalitical Pshycotherapy

Juan Diego Lopera Echavarría [email protected]


Universidad de Antioquia, Colombia

PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA
CES Psicología, vol. 10, núm. 1, pp. 83-98, 2017
Universidad CES

Recepción: 02 Mayo 2016


Aprobación: 12 Enero 2017
DOI: https://doi.org/10.21615/cesp.10.1.6

Resumen:
El artículo tiene como objetivo analizar una de las prácticas más importantes de la orientación
psicoanalítica: la psicoterapia, como posible respuesta, entre otras, a la pregunta por las relaciones
entre la psicología y el psicoanálisis. Se presentan algunos antecedentes de la psicoterapia, se plantea
una definición de la misma, se exponen dos clases generales para entender los propósitos
psicoterapéuticos (ascéticos y sintomales) y se establecen algunas afinidades y divergencias a partir de
tres categorías en las que se pueden ubicar diferentes modalidades psicoterapéuticas: a) el
conocimiento psicológico y la transmisión de información al consultante; b) la relación terapéutica; y c)
la transmisión de una actitud analítica al paciente. El presente manuscrito se propone desde una
mirada pluralista e indogmática establecer tanto las afinidades (lo general) en las modalidades
psicoterapéuticas como sus diferencias (lo específico). Muestra que la psicoterapia se remonta a la
tradición filosófica del cuidado del alma (therapeuein heauton), tanto en un sentido específico
(sintomal) como amplio (ascesis subjetiva). Considera que la focalización, más correspondiente con las
psicoterapias sintomales, no se opone ni impide un trabajo de revisión exhaustiva de la vida del
paciente. Privilegia, de los diversos modos de enfocar el trabajo psicoterapéutico, aquel que se basa
en la transmisión de una actitud (analítica) como forma de abordar la existencia; en consecuencia, se
distancia de la concepción de la psicología clínica como la aplicación del conocimiento psicológico al
ámbito clínico.

Palabras clave:
Psicoterapia, Psicoanálisis, Ascético, Sintomal.

Abstract:
This paper aims to analyze one of the most important practices of the psychoanalytic orientation:
psychotherapy, as a possible answer, among others, to the question about the connections between
psychology and psychoanalysis. A background of psychotherapy is presented, and it is set up a
definition of its concept. In addition, two main categories are discussed (ascetical and symptomal), in
order to understand better the psychotherapeutic purposes. Some similarities and differences are
established departing from three categories in which psychotherapeutic approaches are located: 1)
the psychological knowledge and the transfer of information to the consultant 2) the therapeutic
relationship and 3) the transmission of an analytical attitude to the patient. This paper arose from a
pluralistic and non-dogmatic point of view in order to establish both similarities (overall) and
differences (particularities) in psychotherapeutic approaches. It is shown how psychotherapy dates
back to the philosophical tradition of soul caring (therapeuein heauton), both in a specific sense
(symptomal) and an overall sense (subjective ascesis).It is considered that the focus of the symptomal
psychotherapies does not prevent an exhaustive revision of the patient’s life. This article favors the

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different approaches for the psychotherapeutic work, that one based on the transmission of an
(analytical) attitude as a way to face one’s life; in consequence, it takes distance from the conception of
clinical psychology as the application of psychological knowledge to the clinical domain.

Key words:
Psychotherapy, Psychoanalysis, Ascetic, Symptomal.

Introducción

La orientación psicoanalítica constituye un amplio espectro de conceptualizaciones y


formas de abordaje sobre lo psíquico. No es una escuela sino más bien una orientación
metodológica (Gil, 1995; Lopera, Ramírez, Zuluaga, & Ortiz, 2010; Ramírez, 2011; Ramírez, et
al., 2015), en la que confluyen diferentes propuestas que tuvieron sus orígenes en el
psicoanálisis freudiano. Freud diferenció claramente tres aspectos en su descripción del
psicoanálisis: el método de investigación de procesos anímicos inconscientes, la terapia
fundada en esa indagación y el conjunto de conocimientos que derivan de ese camino (Freud,
1923/1998). Este último aspecto, denominado por Freud como psicología de lo inconsciente o
psicología de lo profundo (Freud, 1915/1998, p. 169), ha dado lugar a la diversidad de
enfoques psicoanalíticos en la explicación de los fenómenos psíquicos. Unas corrientes
conservan los fundamentos del psicoanálisis clásico; otras, a partir de una reformulación
radical, proponen una superación definitiva de la teoría freudiana; otras más, ocupan un
lugar intermedio y, aunque conservan algunas ideas fundamentales de Freud, elaboran otros
conceptos, desarrollan nuevas perspectivas de abordaje psicoterapéutico (Mitchel & Black,
2004). En tanto estos enfoques proponen una explicación de lo psíquico, son perspectivas
psicológicas, lo que nos habla de una orientación psicoanalítica en la psicología, al lado de las
orientaciones conductuales, experimentales, cognitivas, existenciales, humanistas,
transpersonales (Ramírez, et al., 2015).

Entre las propuestas enmarcadas en la orientación psicoanalítica encontramos


convergencias y divergencias. Si pretendiésemos hallar la razón por la que son llamadas
psicoanalíticas, y lo hiciéramos a partir del establecimiento de un conjunto de conocimientos
o de conceptos básicos que todas deberían tener, correríamos el riesgo de privilegiar unas y
subvalorar otras, puesto que cada una hace énfasis distintos: en las relaciones objetales, o en
la tensión entre pulsión y defensa, en lo intrapsíquico, entre otros aspectos (Kernberg, 2001;
1993). Por esto, es más apropiado plantear que la razón para que sean psicoanalíticas, pese a
sus grandes diferencias, estriba en un enfoque metodológico que, por un lado, considera
esencial lo inconsciente en las investigaciones, análisis y reflexiones sobre el alma1; y por el
otro, privilegia la subjetividad en el trabajo clínico2 individual o grupal, sin desconocer el
contexto social y cultural.

Este artículo aporta algunos elementos de reflexión sobre la pregunta por las relaciones
entre la psicología y el psicoanálisis, a partir de examinar una de sus derivaciones: la
psicoterapia psicoanalítica. Esta pregunta ha sido central en nuestro continente y en Europa
(Jardim & Rojas, 2010; Kernberg, 2001; León, s.f.; Santamaría, 2002), así como en nuestro
contexto local3.

A lgunos antecedentes filosóficos

Desde la antigüedad clásica el hombre se ha ocupado del alma (psyché) con el propósito de
construir unos conocimientos sobre la misma (tendencia epistémica), pero también desde la
pretensión de cuidarla y cultivarla (tendencia ascética) (Lopera, 2006). El cuidado de sí
(epimeleia heautou) (Foucault, 2002, p. 17; Lopera, 2016) es la expresión directa de una
terapéutica que pretende una ascesis subjetiva: una transformación radical del ser humano
con el propósito de alcanzar la eudaimonía o buen vivir. La imagen que nos transmite Platón
de Sócrates, es precisamente la de un filósofo interesado en cuestionar a los demás con el
propósito de que prestaran atención a su propia alma, y no a otro tipo de bienes (Platón,
1985, 312c; 1988, 66b). Para Hadot (1998, p. 38) la “misión de Sócrates es pues hacer tomar
conciencia a los hombres de su no saber”, para que dirijan la mirada hacia sí mismos.
Aristóteles (1985, 1102a15) resaltó la phrónesis (moderación, prudencia) como lo más
importante en la obra de un filósofo, entendida como una sabiduría práctica que tiende a un
modo de vida virtuoso, excelso. Aubenque (1999) muestra el lugar central de la prudencia en
la concepción filosófica de Aristóteles, en la que se destaca la forma de vida tendiente a la
virtud, mediante una transformación del ser humano.

Según Hadot (1998; 2006), las filosofías antiguas eran fundamentalmente una terapéutica
para las angustias del alma, un modo de vida, más que un discurso filosófico. Destaca que, no
obstante, las diferencias entre los socráticos, los aristotélicos, los estoicos, los epicúreos, los

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cínicos y los escépticos, había una afinidad en la importancia concedida a la búsqueda de la
serenidad de espíritu, mediante el cuidado de sí, el cultivo del alma (Hadot, 2009, p. 177).

Foucault, por su parte, resalta la diversidad de técnicas que, en la antigüedad griega y


romana, estaban destinadas al cuidado de sí (Foucault, 1990; 2000), con lo que se destaca la
importancia que tuvo el abordaje de la psyché (el alma) desde el punto de vista de su cultivo y
ascesis. No obstante, durante la Edad Media, y sobre todo con la creación de las
universidades, se fue perdiendo gradualmente la concepción de la filosofía como terapéutica
y modo de vida, relevándose por la de un discurso teórico alejado de la vida (Hadot, 2006).
Con el advenimiento de la época moderna y la importancia que revistió el método científico
(Brett, 1972; Cassirer, 1932/1994; Descartes, 1637/2008), las reflexiones sobre el alma
privilegiaron la vertiente epistémica basadas preferentemente en el método experimental.

La ascesis fue mirada con desconfianza, como asunto que sólo competía a la religión, a la
metafísica o a unas prácticas supersticiosas relacionadas con las creencias populares. Se
deslindaron de manera radical dos perspectivas: por un lado, las reflexiones (científicas)
sobre el alma entendidas como construcción de conocimientos (psicología epistémica) y, por
el otro, las experiencias y prácticas tendientes al cuidado del alma (psicología ascética y
psicoterapia en sentido amplio). Téngase en cuenta que al hablar de psicología y de
psicoterapia en este contexto, se está haciendo referencia a dos abordajes sobre lo psíquico
que atraviesan gran parte de la historia de la filosofía, y no exclusivamente a la psicología
autodenominada científica a partir del siglo xix y comienzos del xx (Brett, 1972; Lopera,
Manrique, Zuluaga, & Ortiz, 2010).

El psicoanálisis

El psicoanálisis desde su origen se ubicó en una posición paradójica con relación a las
tendencias que primaban en ese momento (finales del siglo xix y comienzos del xx): mientras
la psicología estaba interesada en constituirse en una disciplina científica experimental y poca
importancia (o nula) concedía a lo terapéutico (Dilthey, 1945; Watson, 1982/1916; Wundt,
1982/1896), Freud estaba interesado en la curación de las neurosis, en el cuidado y
tratamiento del alma (Freud, 1890/1998), y se basaba en una modalidad no experimental del
método científico: el paradigma indiciario (Ginzburg, 1989), fundamento del método
psicoanalítico por él propuesto.

Inmerso en el espíritu científico de la época, Freud consideraba que todo abordaje del alma
digno de consideración debía basarse en un proceder rigurosamente científico. Afirmó que
“el psicoanálisis es un método de investigación, un instrumento neutral, como lo es, por
ejemplo, el cálculo infinitesimal” (Freud, 1927/1998, p. 36). Lo definió como un método de
investigación de procesos anímicos inconscientes, una terapia fundada en esa investigación y
un conjunto de conocimientos psicológicos ganados por ese camino (Freud, 1923/1998, p.
231). Continuaba con la tradición ascética mediante la aplicación del método científico a un
proceso de ascesis subjetiva (Lopera, Ramírez et al., 2010). Esta situación quizá explique la
razón por la cual los debates acerca de la cientificidad del psicoanálisis surgieron desde el
momento mismo de su origen.

En un comienzo Freud pretendía una curación de los síntomas de las neurosis, pero su
trabajo de investigación le mostró la necesidad de ampliar el campo de análisis hacia la
infancia del sujeto, privilegiando así esa indagación que conduciría, por añadidura, a la
modificación de los síntomas (Freud, 1923/1998, pp. 246-247; 1912/1998). Y de manera más
precisa, en lo que corresponde a entender su propuesta psicoterapéutica como un proceso
de ascesis subjetiva, dice: “Nosotros, los analistas, nos proponemos como meta un análisis
del paciente lo más completo y profundo posible; […]. Lo que de tal suerte cultivamos es cura
de almas en el mejor sentido” (Freud, 1926/1998, p. 240). Este énfasis en lo ascético no
significó una subvaloración de los síntomas, pues en algunas circunstancias era necesario un
trabajo sobre los síntomas concretos, ya presentes, mediante una terapia sintomal (Freud,
1895/1998, p. 269), con lo que se complementaría el trabajo de ascesis subjetiva.

Muy tempranamente Freud definió psicoterapia como tratamiento (terapia) del alma
(psique); en sus palabras:

(…) tratamiento desde el alma -ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con
recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre.
Un recurso de esa índole es sobre todo la palabra, y las palabras son, en efecto, el
instrumento esencial del tratamiento anímico (Freud, 1890/1998, p. 115).

Esta definición es aplicable a la manera como Freud concibió el tratamiento analítico hasta
el final de su vida, y que se confirma con la cita en la que se refiere a la cura de almas.

La psicología freudiana y sus derivaciones

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Freud construyó una serie de conocimientos sobre el psiquismo, su proceso de constitución
y lógica de funcionamiento. Estas teorizaciones fueron llamadas psicología de lo inconsciente,
psicología profunda (Freud, 1923/1998, p. 247), psicología del ello. En conjunto, consisten en
la metapsicología freudiana (Freud, 1915/1998, p. 178), punto de partida para las
elaboraciones de sus discípulos y de los autores considerados postfreudianos. Estas
construcciones posteriores se conocen como teorías psicodinámicas (o más propiamente
psicoanalíticas), fundamento de las distintas vertientes actuales. De esas teorías iniciales de
Freud derivan: la orientación filosófica y existencial (Binswanger, 1973); la psicología del yo
desarrollada inicialmente por Hartmann (1964); la teoría de las relaciones objetales en varias
vertientes: aquella que privilegia el concepto de relación (Mahler, 1972), la que da más
importancia al objeto (internalizado), y la que da igual peso al factor pulsional y a la relación
de objeto; las psicologías de la identidad y del self; y la perspectiva culturalista, entre otras
(Kernberg, 2001).

Wyss (1964) realiza una clasificación por grupos -el grupo británico, el neoyorquino, entre
otros- y por temas, clasificación con la que Bleichmar y Leiberman (1997) coinciden
parcialmente; Stephen Mitchel y Margaret Black (2004) retoman autores clásicos y analizan
las propuestas de los que llaman revisionistas contemporáneos, como Jacques Lacan, Otto
Kernberg, Roy Schafer y Hans Loewald; Otto Kernberg (1993; 2001) analiza las divergencias y
convergencias en las concepciones sobre la técnica psicoanalítica contemporánea.

Si bien existen confluencias en las múltiples propuestas también existen profundas


diferencias, razón por la cual, al denominar psicología psicoanalítica4 nos estamos refiriendo
a la orientación psicoanalítica en la psicología con sus múltiples vertientes. Otto Kernberg es
uno de los autores que más se ha interesado en señalar estas diferencias, sin descuidar las
afinidades. En cuanto a las divergencias más importantes señala, en el aspecto técnico, la
oposición entre quienes hacen énfasis en una perspectiva constructivista (en especial, en el
análisis interpersonal e intersubjetivo), que privilegian la relación que se construye en el aquí
y en el ahora entre analista y paciente, por contraste con el análisis llamado estándar, clásico,
que considera esencial los aspectos transferenciales derivados del pasado (allá y entonces)
(Kernberg, 2001, pp. 204-205). Asimismo, existen diferencias en cuanto a los énfasis teóricos
sobre lo que denomina motivación inconsciente: para algunos, la teoría pulsional; para otros
las relaciones objetales (en contra del privilegio del factor pulsional, que deja en segundo
plano la importancia de la relación de objeto en la estructuración del psiquismo) y, para otros
más, “la teoría de la organización estructural (“primera y segunda tópica” en el psicoanálisis
francés)” (Kernberg, 2001, p. 206).

Ramírez (2011) propone como elementos centrales y confluyentes entre las diversas
corrientes, los siguientes aspectos: la importancia concedida a la escucha de las formaciones
de lo inconsciente, la verbalización, y el análisis y manejo de la transferencia; todo ello basado
en la aplicación del método psicoanalítico:

La orientación psicoanalítica en la psicología se basa en la aplicación del


métodopsicoanalítico en la práctica psicológica, incluyendo la investigación o
construcción teórica. El método psicoanalítico es el análisis de un discurso mediante la
contrastación dialéctica entre el discurso (teoría) y la experiencia (práctica) a partir de
la escucha de las formaciones de lo inconsciente, y se sustenta en una apertura hacia
el discurso inconsciente que permite su análisis y la posterior intervención del
analítico. La orientación psicoanalítica, al estar basada en una actitud, se diferencia de
la psicología dinámica, que se sustenta en una teoría particular sobre lo psíquico que
es aplicada al trabajo psicológico (2011, p. 72).

Resta señalar, sin pretender profundizar en este aspecto, que no ignoramos la diferencia
entre psicología y psicoanálisis, aunque nos interese mostrar sus afinidades. El psicoanálisis
es fundamentalmente un método de investigación del alma; de allí que se denomine psyché-
análysis, resaltando la perspectiva analítica como procedimiento básico; la psicología, en
cambio, es esencialmente un tratado, un conjunto de conocimientos articulados sobre el
alma, lo que se destaca en su denominación: psyché-logos. Asimismo, dada esta diferencia, se
derivan otras: el psicoanálisis ha privilegiado la experiencia de transformación o ascesis
subjetiva, en la que los aspectos singulares e incluso peculiares son los que se tienen en
cuenta (Ramírez, 2012a); la psicología, por su parte, en tanto ha buscado constituirse en una
ciencia, deja de lado esos aspectos singulares (no generalizables en conjuntos de
conocimientos válidos) propios de un proceso de transformación subjetiva. No obstante,
psicología y psicoterapia han estado muy relacionados, al punto de que esta última se
considera una aplicación de la primera. Conviene, en consecuencia, centrarnos en la
psicoterapia propiamente dicha.

La psicoterapia : ascética y sintomal

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La psicoterapia ha sido central en la psicología psicoanalítica, lo que ha llevado a que
muchos homologuen, de manera errónea, psicología psicoanalítica con psicoterapia
psicoanalítica. La psicoterapia se define como un tratamiento del alma con el propósito de
moderar el sufrimiento o de transmitir una actitud ante la existencia. La psicología, incluso en
su vertiente ascética, abarca muchos más aspectos, tanto a nivel teórico como práctico, en
particular, procura la construcción de un conocimiento sobre lo psíquico: psyché-logos, que
literalmente significa tratado, discurso sobre el alma (Lopera, Manrique et al., 2010). En
cambio, psyché-therapeuein sería cuidado, cura del alma, en el sentido de therapeuein
heauton (cuidado de sí) (Foucault, 2002, p. 110; 1987). Desde esta perspectiva, el tratamiento
psicoanalítico sería una modalidad (entre otras) de psicoterapia.

El dispositivo terapéutico freudiano consistió en un artificio metodológico (Ramírez, 1991)


fundamentado en cuatro elementos: asociación libre (verbalización), atención flotante
(escucha analítica), análisis y manejo de la transferencia (vínculo o relación paciente-analista)
e interpretación (conjunto de intervenciones) (Freud, 1912/1998). A partir de esta propuesta
diversos psicoanalistas han elaborado otras, modificando tanto el proceder técnico como la
psicopatología o caracterología correspondientes con dichas innovaciones. En sentido
general, podemos agruparlas en psicoterapias ascéticas y sintomales (Lopera, 2006).

La mayoría de psicoterapias psicoanalíticas dan vital importancia a un trabajo de revisión


exhaustiva de la existencia del paciente: un proceso en el que se busca la modificación
subjetiva más radical posible, lo que llamamos psicoterapia ascética. Hemos entendido la
palabra ascesis no en el sentido cristiano de renuncia y mortificación, sino en el del
despliegue del propio ser, que comprende la puesta en juego de las potencialidades y la
elaboración constante de sí, mediante un cuidado de la propia alma (Foucault, 2002; 1993;
Lopera, 2016; Lopera, Ramírez et al., 2010; Ramírez et al., 2015). En Freud este propósito es
claro. En las propuestas derivadas de Klein, Bion, Anna Freud, Fairbairn, Winnicott, Kohut y
otros, se busca que la relación terapéutica pueda crear las condiciones más favorables
posibles para que el paciente pueda desplegarse -partiendo, si es del caso, de ese punto en el
que su desarrollo fue perturbado- y su auténtica personalidad, o su auténtico self, puedan
expresarse naturalmente. El énfasis puesto cada vez más en las relaciones de objeto
tempranas (Kernberg, 1993) muestra un trabajo exhaustivo que contempla, no sólo las
experiencias presentes de la vida del paciente -el aquí y ahora-, sino también las vivencias
más arcaicas de la infancia (Kernberg, 2001). Guntrip, refiriéndose al psicoanálisis en tanto
tratamiento, sostiene que en éste se buscan resultados radicales mediante una exploración
analítica profunda y cabal (1971, p. 174). Miller (2001) propone una diferencia entre
psicoanálisis (puro y aplicado a la psicoterapia) y psicoterapia, señalando que esta última no
tiene en cuenta el goce y, en consecuencia, deja intacta la idea de la omnipotencia del otro,
incluso la preserva.

La tendencia ascética no desconoce la importancia de que los síntomas y problemas


específicos puedan resolverse; no obstante, le da más énfasis a ese cambio psíquico
profundo, porque lo considera correlativo con un modo de vida más acorde con las
posibilidades del paciente. En ocasiones, esa ascesis lleva a que el paciente reconozca sus
limitaciones, capacidades, elecciones y, aunque no necesariamente esto hace la vida más
confortable, sí más consonante con su ser, más armónica con su subjetividad.

En este campo psicoanalítico también hay una gran cantidad de propuestas


psicoterapéuticas sintomales. Los tratamientos breves procuran un trabajo focalizado (Braier,
1984), sintomal. Según Atxotegi (1994, p. 36), las psicoterapias5 surgieron por dos motivos: la
demanda creciente de asistencia psicológica en diversas instituciones; y la “necesidad de
adaptar la técnica psicoanalítica a toda la gama de trastornos psicopatológicos y no tan sólo a
los trastornos de tipo neurótico abordados por la técnica clásica”. Para esta autora existe la
cura-tipo o tratamiento psicoanalítico clásico; y, además, las psicoterapias psicoanalíticas, que
tienen objetivos limitados. Entre estas últimas, se refiere a psicoterapia psicoanalítica (véase
también Bolívar, 1990), psicoterapia breve o focal, psicoterapia de apoyo, psicoterapia
institucional, etc. Por nuestra parte incluimos la consultoría psicoanalítica en las propuestas
sintomales.

La focalización terapéutica puede definirse como la restricción del trabajo a un aspecto de


la vida del paciente (Ramírez, 2012b). Esta manera de proceder ha sido objeto de variadas
críticas, en particular, por parte de quienes consideran que el tratamiento psicoanalítico
clásico es el único válido. No obstante, muchas circunstancias de la vida requieren este tipo
de intervención (un sufrimiento intolerable derivado de un síntoma crónico, el deseo del
paciente de trabajar un solo aspecto de su vida, restricciones institucionales, limitaciones de
tiempo y dinero, formación y deseo del terapeuta). La focalización puede tener efectos
insospechados, pues constituye una acción local, puntual que, en muchos casos, es la vía más
idónea para iniciar cambios en otros niveles. Es frecuente que grandes cambios se hayan
posibilitado a partir de modificaciones que parecían insignificantes en principio. Desde esta
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óptica no habría oposición entre la vertiente ascética y la vertiente sintomal: la primera puede
producir cambios puntuales y la segunda puede iniciar un proceso de mayor alcance que el
imaginado inicialmente.

Desde nuestro punto de vista, la categorización de las psicoterapias en ascéticas y


sintomales permite pensar aspectos comunes sin desconocer las diferencias. Consideramos
mucho más productivo este abordaje que aquel que solo resalta las discordancias. Además,
posibilita ver que hay una gama de propuestas que va desde las que intervienen en aspectos
puntuales y focalizados de la vida de las personas, hasta aquellos que abarcan su existencia,
su historia, sus vicisitudes, de la manera más amplia posible. Así tenemos: la consultoría
psicoanalítica, la terapia breve de orientación psicoanalítica, la psicoterapia psicoanalítica, el
análisis terapéutico, la cura psicoanalítica (Ramírez, et al, 2015). Otto Kernberg (2001)
diferencia entre psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica y psicoterapia de reforzamiento,
todas basadas en los presupuestos conceptuales psicoanalíticos. Estas tres modalidades de
tratamiento coinciden, a su juicio, en el uso de la interpretación, el manejo de la transferencia
y la neutralidad técnica; ahora bien, difieren en el uso específico que hacen de cada una de
estas tres estrategias técnicas: el psicoanálisis las emplea con el mayor rigor posible, en el
sentido clásico freudiano; la psicoterapia psicoanalítica introduce algunas variaciones, como
por ejemplo, tener más en cuenta el aquí y el ahora al momento de interpretar y manejar la
transferencia; y la psicoterapia de reforzamiento acude más a la actitud directiva del
terapeuta (conserva menos la neutralidad técnica) y se mezcla más con la sugestión
(Kernberg, 2001).

Ahora bien, esta categorización se articula con otra, que también establece diferencias y
afinidades entre diversos modelos. Nos referimos a tres enfoques de trabajo que hemos
denominado: a) psicoterapias que ofrecen conocimientos psicológicos al consultante, b)
psicoterapias que se centran en la relación terapéutica y c) psicoterapias que transmiten una
actitud al paciente; las cuales desarrollamos a continuación.

T ransmisión del conocimiento psicológico

La transmisión de teoría al paciente -recomendarle lecturas específicas sobre técnicas o


sobre la concepción psicológica en la que se sustenta el modelo psicoterapéutico- está
prácticamente ausente de las psicoterapias psicoanalíticas. Es más acorde con los modelos
conductuales y cognitivos clásicos (Caro, 1997). Sin embargo, el lugar que ocupa la teoría en el
proceder del clínico psicoanalítico es aún asunto de debate. Muchos sostienen que la teoría
debe ser una guía y una perspectiva para leer e interpretar las manifestaciones y expresiones
del paciente. Freud en ocasiones consideró importante el papel de la teoría para la
comprensión de un caso. No obstante, en la descripción que hace de la técnica de la atención
flotante, muestra con claridad que el analista debe escuchar suspendiendo en lo posible sus
propias expectativas y sus concepciones teóricas previas, pues de lo contrario, nunca hallará
nada nuevo (Freud, 1912/1998, pp. 111-112).

En las psicoterapias psicoanalíticas la teoría es entendida desde sus relaciones con la


experiencia, esto es, con el proceso psicoterapéutico vivido por el mismo psicoterapeuta, en
su proceso de formación. En primer lugar, porque dicha teoría deriva de la experiencia
acumulada de los psicoterapeutas; y en segundo lugar, porque se considera que puede ser
comprendida cuando ha sido incorporada por el clínico, es decir, cuando ha sido vivida.

Las diferencias en las concepciones teóricas llevan a distintas intervenciones. Desde la


teoría de las relaciones objetales se concibe lo psíquico como resultado del encuentro entre
la tendencia innata a la relación y el ambiente materno que le corresponde. Se rechaza la
teoría clásica de que lo psíquico está regido por el principio de placer-displacer y que la
pulsión sería esencial en su proceso de estructuración. Se relativiza -y en algunos casos se
rechaza- el concepto de pulsión de muerte, y se da mayor importancia a la tendencia humana
a la realización y despliegue vital.

A partir de estas diferencias teóricas se procede en el trabajo psicoterapéutico: ya sea


otorgando mayor importancia a la calidad de la relación que se establece entre el analista y el
analizando, o privilegiando el lugar del analista como un objeto pulsional al que se dirigiría la
libido del paciente en el proceso transferencial. También hay diferencias en la concepción de
la sexualidad, el cuerpo y la agresión, como ocurre entre Kohut y Kernberg, derivando en
intervenciones distintas (Mitchel & Black, 2004, p. 285). Para Kohut, “El analista sagaz, en
especial si conoce la teoría de la psicología del sí-mismo, verá en la mentira de su paciente (al
menos en ciertos casos) una primera, tímida afirmación de sus derechos como individualidad
independiente (…)” (1993, p.117).

[El analista] (…) resistirá la tentación de amoldar su entendimiento del paciente a


preconceptos teóricos rígidos -ya procedan de la teoría de Klein, de Rank, de Jung, de

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Adler, del análisis clásico, o incluso ¿por qué no?, de la psicología del sí mismo-, hasta
que haya podido captar con más precisión la necesidad esencial del paciente y
transmitirle ese entendimiento mediante una interpretación más correcta (Kohut,
1993, pp.108-109).

Kernberg (1993) destaca la confluencia de los diferentes modelos en una actitud que llama
indoctrinación. Para él, es evidente la amplia preocupación respecto a los riesgos de seducir
involuntariamente al analizando a la teoría o al lenguaje del analista.

La relación terapéutica

En esta categoría o enfoque de trabajo la teoría se ubica en un lugar secundario. Desde


muy temprano Freud se percató de la importancia de la relación del paciente con el analista,
a la que llamó transferencia. Consideró que un tratamiento psicoanalítico requería la
instalación de una neurosis artificial o de transferencia y su resolución definitiva a través de
su análisis (Freud, 1917/1998). La concepción sobre lo psíquico, así como su propia
experiencia clínica, le mostraron que la actitud del analista debía ser la de abstinencia con
respecto a expresar sus sentimientos y afectos hacia el paciente.

Otros teóricos, por el contrario, consideran que el analista debe ser cálido y afectuoso en la
relación establecida con su paciente, procurando recrear el ambiente suficientemente bueno
que es en sí mismo reparador. Para Winnicott (1998) la relación terapéutica no es la que cura
en sí misma, aunque, por supuesto, no se le resta importancia. En la relación terapéutica el
protagonista es el paciente, y el analista sólo ofrece el medio especializado para la curación,
así como una técnica adecuada para tal propósito. Según Fairbairn (1962) lo que posibilita la
cura es la relación del paciente con el analista, más allá de los detalles de la técnica. Para
Guntrip, el supuesto fundamental sobre el cual descansa el tratamiento psicoanalítico es el
establecimiento de una relación confiable entre el analista y el paciente, relación que estimula
la capacidad de insight de este último y que puede ser terapéutica (Guntrip, 1971, p. 175). La
psicoterapia no puede ser concebida como una técnica, “sino tan solo como la posibilidad de
una relación personal genuina, capaz de brindar confianza, comprensión y respeto” (Guntrip,
1971, p. 180). Kohut señala que una buena relación entre el analista y el paciente permite a
este último vivir una experiencia de resonancia empática que se constituye en fundamento
de su sentimiento de seguridad (1993, p. 114).

Desde modelos humanistas (Rogers, 1972), existenciales (Binswanger. 1973, p. 122) y


fenomenológicos (Orange, 2013, 2012), se ha dado también un lugar central a los efectos
terapéuticos de dicha relación; incluso en los modelos cognitivos posracionalistas (Mahoney
& Oyler, 1997).

La transmisión de una actitud

En esta categoría se parte del supuesto de que el paciente es quien debe tomar sus propias
decisiones y que el psicoterapeuta es sólo un medio para ello. Se procura que la propia teoría
sea puesta en suspenso o dejada a un lado mientras se escucha al paciente, y que lo que guíe
el trabajo psicoterapéutico sea más bien un método, una actitud, que se expresa como docta
ignorancia fundamentada en la aceptación de la propia ignorancia sobre la realidad del otro y
en el reconocimiento del saber sobre un método de análisis, de un camino que permite a
cada paciente acceder a su propia verdad (Lopera, Ramírez et al., 2010).

Esta actitud varía de acuerdo con cada enfoque de trabajo: quienes hacen énfasis en el
establecimiento de una confianza básica, enseñan al paciente la importancia de ese tipo de
vínculo. Quienes sostienen la conveniencia de analizar los problemas -pensarlos,
reflexionarlos, resignificarlos- transmiten al paciente la importancia de analizar. No se
transmite entonces una teoría abstracta sobre lo psíquico, sino más bien una actitud, una
forma de ver la vida. Para Freud se trata de permitir al paciente enfrentarse a su verdad, para
que tome sus propias decisiones y elija su estilo de vida (Freud, 1917/1998, p. 395). Cuando
Guntrip (1971) concibe la psicoterapia como una experiencia de relación genuina que
posibilita confianza, comprensión y respeto, eso es precisamente lo que muestra y transmite
a sus pacientes como lo más valioso de su trabajo. En rigor no es una teoría sino una actitud.
Lacan propone, como esencial, la transmisión del método analítico, pues afirma: “Si tan sólo
les hubiese enseñado aquí este método implacable de comentario de significantes, esto no
habría sido en vano, al menos así lo espero. Espero incluso que no les quede nada más”
(Lacan, 1988, p. 303).

En la orientación psicoanalítica en la psicoterapia (Lopera, 2004) se busca la moderación del


sufrimiento a través de la transmisión de una actitud de escucha, análisis y respuesta. Lo que
se transmite en este caso es el método analítico; al respecto Ramírez expresa:

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No se trata entonces de enseñarle, y mucho menos imponerle una forma diferente,
“mejor” de vivir. Él mismo, al reconocer su deseo, ha de responsabilizarse por su
destino y decidir el camino que habrá de recorrer, las renuncias, aceptaciones y
modificaciones que elegirá (Ramírez, 2012a, p. 367).

Para Schnitter (2004), el trabajo psicoterapéutico, como una de las modalidades del trabajo
clínico, sería más un modelo de investigación, es decir, una forma de razonamiento que se
fundamenta en la relación establecida entre el clínico y su paciente. Afirma:

Podemos definir la clínica como método de investigación, como una forma de


razonamiento sobre cierto tipo de datos. Esta idea no es nueva. En el trabajo de Piaget
sobre el pensamiento esto es evidente y en la obra Freudiana podemos ver el ejemplo
de la diversidad de la clínica como método de investigación y como forma de
intervención (2004, p. 6).

Conclusiones

La psicoterapia tiene una larga tradición filosófica si la entendemos como cuidado y cultivo
de sí, de la propia alma. La expresión therapeuein heauton (cuidado de sí) (Foucault, 2002, p.
110; 1987) muestra cómo la cura de sí, tan importante en la filosofía antigua, era considerada
esencial en la definición misma de la filosofía como manera de vivir (Hadot, 1998; 2006; 2009).

La clasificación en psicoterapias ascéticas y sintomales permite un examen más riguroso de


cada propuesta, y más acorde con sus criterios. Muchas de las críticas a las psicoterapias
psicoanalíticas (que pretenden una ascesis subjetiva) se basan en criterios que son
exclusivamente aplicables a las psicoterapias sintomales, lo cual es un error; asimismo, los
cuestionamientos realizados a las psicoterapias breves -el que se les conciba como la
aplicación del cobre de la sugestión (Freud, 1919/1998, p. 163)6 y se piense que siempre sería
mejor una trabajo diferente- desconocen que precisamente sus objetivos buscan una eficacia
sintomal, para lo cual utilizan la focalización como estrategia fundamental.

La focalización, que apunta a un aspecto concreto, no se opone a un trabajo que pretenda


la revisión exhaustiva de la existencia de un paciente. Cambios puntuales y en apariencia
triviales pueden generar o, al menos promover, un proceso de movimiento psíquico cuyas
consecuencias últimas se desconocen, aunque quizá tiendan a un cuidado de sí. Incluso, en
muchas ocasiones las pequeñas modificaciones son las únicas posibles dadas las
circunstancias.

Las conceptualizaciones sobre lo psíquico -estructura, desarrollo y expresiones- tienen una


incidencia directa en la manera como se lleva a cabo el trabajo psicoterapéutico. Sin
embargo, estas teorías hacen parte de la experiencia acumulada de los terapeutas y son
tomadas de manera flexible, al punto de que se da más énfasis a otros aspectos como, por
ejemplo, a la relación terapéutica o a la transmisión de una actitud. Esto permite comprender
por qué autores como Schnitter hablen de clínica psicológica y no de psicología clínica, puesto
que, a su modo de ver, no se trata de la aplicación de la psicología general al ámbito clínico -o
al psicoterapéutico-, sino más bien, de un modo de razonamiento que consiste en un
emergente no establecido de antemano: “(…) el método es un emergente, se va construyendo
en el contexto de la relación entre los sujetos” (2004, p. 5). Esta concepción de la clínica es
completamente coincidente con la que desarrolla Manrique et al. (2016).

Si se pone en cuestión la idea clásica de que la psicología clínica es la aplicación de los


conocimientos psicológicos generales y, además, se privilegia la transmisión de una actitud -
no de la teoría preestablecida-, entonces la psicoterapia, como una modalidad de aplicación
de la clínica psicológica, no sería una ciencia aplicada como proponen algunos modelos
conductuales y cognitivos clásicos. Se trataría de la aplicación de un método o de una actitud
científicos. De allí que se hable de modo de razonamiento, método analítico (Lopera, Ramírez
et al., 2010), o establecimiento de una actitud de confianza básica que permita las
condiciones más óptimas para la relación.

Esta forma de concebir el proceso psicoterapéutico -como un emergente de la relación


entre el psicoterapeuta y el paciente-reconoce la importancia del azar, la incertidumbre y el
devenir en los sistemas complejos no simulables (Pagels, 1991). El ser humano es
precisamente una de estas realidades complejas, y su abordaje psicoterapéutico ha de tener
en cuenta estas características en lugar de ignorarlas. Al respecto, Schnitter plantea que: “[…]
el razonamiento clínico debe incluir la diversidad, la incertidumbre y el movimiento, no la
exactitud de la clasificación, sino el contexto vincular o relacional con el sujeto” (2004, p. 9).

El intento de establecer confluencias -sin desconocer las divergencias- entre los diferentes
modelos a partir de la clasificación en ascéticos y sintomales, por un lado, y de los énfasis
dados al conocimiento psicológico, a la relación terapéutica y a la transmisión de una actitud,

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por el otro, pretende resaltar una perspectiva indogmática y pluralista, desde la cual es
posible concebir el propio modelo psicoterapéutico como uno más entre otros, y trascender
así las posiciones radicales que proceden descalificando las demás propuestas y sólo
considerando como válidas las propias. No significa renunciar a la psicoterapia que es de
nuestra preferencia; se trata de abrirse a otros discursos, dejarse permear y enriquecerse de
los aportes de los demás, creando así una verdadera comunidad de trabajo y de discusión.

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