Lectura 1 - Clase 5 - Psicoterapia 1
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Artículos originales
PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA
Psychoanalitical Pshycotherapy
PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA
CES Psicología, vol. 10, núm. 1, pp. 83-98, 2017
Universidad CES
Resumen:
El artículo tiene como objetivo analizar una de las prácticas más importantes de la orientación
psicoanalítica: la psicoterapia, como posible respuesta, entre otras, a la pregunta por las relaciones
entre la psicología y el psicoanálisis. Se presentan algunos antecedentes de la psicoterapia, se plantea
una definición de la misma, se exponen dos clases generales para entender los propósitos
psicoterapéuticos (ascéticos y sintomales) y se establecen algunas afinidades y divergencias a partir de
tres categorías en las que se pueden ubicar diferentes modalidades psicoterapéuticas: a) el
conocimiento psicológico y la transmisión de información al consultante; b) la relación terapéutica; y c)
la transmisión de una actitud analítica al paciente. El presente manuscrito se propone desde una
mirada pluralista e indogmática establecer tanto las afinidades (lo general) en las modalidades
psicoterapéuticas como sus diferencias (lo específico). Muestra que la psicoterapia se remonta a la
tradición filosófica del cuidado del alma (therapeuein heauton), tanto en un sentido específico
(sintomal) como amplio (ascesis subjetiva). Considera que la focalización, más correspondiente con las
psicoterapias sintomales, no se opone ni impide un trabajo de revisión exhaustiva de la vida del
paciente. Privilegia, de los diversos modos de enfocar el trabajo psicoterapéutico, aquel que se basa
en la transmisión de una actitud (analítica) como forma de abordar la existencia; en consecuencia, se
distancia de la concepción de la psicología clínica como la aplicación del conocimiento psicológico al
ámbito clínico.
Palabras clave:
Psicoterapia, Psicoanálisis, Ascético, Sintomal.
Abstract:
This paper aims to analyze one of the most important practices of the psychoanalytic orientation:
psychotherapy, as a possible answer, among others, to the question about the connections between
psychology and psychoanalysis. A background of psychotherapy is presented, and it is set up a
definition of its concept. In addition, two main categories are discussed (ascetical and symptomal), in
order to understand better the psychotherapeutic purposes. Some similarities and differences are
established departing from three categories in which psychotherapeutic approaches are located: 1)
the psychological knowledge and the transfer of information to the consultant 2) the therapeutic
relationship and 3) the transmission of an analytical attitude to the patient. This paper arose from a
pluralistic and non-dogmatic point of view in order to establish both similarities (overall) and
differences (particularities) in psychotherapeutic approaches. It is shown how psychotherapy dates
back to the philosophical tradition of soul caring (therapeuein heauton), both in a specific sense
(symptomal) and an overall sense (subjective ascesis).It is considered that the focus of the symptomal
psychotherapies does not prevent an exhaustive revision of the patient’s life. This article favors the
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different approaches for the psychotherapeutic work, that one based on the transmission of an
(analytical) attitude as a way to face one’s life; in consequence, it takes distance from the conception of
clinical psychology as the application of psychological knowledge to the clinical domain.
Key words:
Psychotherapy, Psychoanalysis, Ascetic, Symptomal.
Introducción
Este artículo aporta algunos elementos de reflexión sobre la pregunta por las relaciones
entre la psicología y el psicoanálisis, a partir de examinar una de sus derivaciones: la
psicoterapia psicoanalítica. Esta pregunta ha sido central en nuestro continente y en Europa
(Jardim & Rojas, 2010; Kernberg, 2001; León, s.f.; Santamaría, 2002), así como en nuestro
contexto local3.
Desde la antigüedad clásica el hombre se ha ocupado del alma (psyché) con el propósito de
construir unos conocimientos sobre la misma (tendencia epistémica), pero también desde la
pretensión de cuidarla y cultivarla (tendencia ascética) (Lopera, 2006). El cuidado de sí
(epimeleia heautou) (Foucault, 2002, p. 17; Lopera, 2016) es la expresión directa de una
terapéutica que pretende una ascesis subjetiva: una transformación radical del ser humano
con el propósito de alcanzar la eudaimonía o buen vivir. La imagen que nos transmite Platón
de Sócrates, es precisamente la de un filósofo interesado en cuestionar a los demás con el
propósito de que prestaran atención a su propia alma, y no a otro tipo de bienes (Platón,
1985, 312c; 1988, 66b). Para Hadot (1998, p. 38) la “misión de Sócrates es pues hacer tomar
conciencia a los hombres de su no saber”, para que dirijan la mirada hacia sí mismos.
Aristóteles (1985, 1102a15) resaltó la phrónesis (moderación, prudencia) como lo más
importante en la obra de un filósofo, entendida como una sabiduría práctica que tiende a un
modo de vida virtuoso, excelso. Aubenque (1999) muestra el lugar central de la prudencia en
la concepción filosófica de Aristóteles, en la que se destaca la forma de vida tendiente a la
virtud, mediante una transformación del ser humano.
Según Hadot (1998; 2006), las filosofías antiguas eran fundamentalmente una terapéutica
para las angustias del alma, un modo de vida, más que un discurso filosófico. Destaca que, no
obstante, las diferencias entre los socráticos, los aristotélicos, los estoicos, los epicúreos, los
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cínicos y los escépticos, había una afinidad en la importancia concedida a la búsqueda de la
serenidad de espíritu, mediante el cuidado de sí, el cultivo del alma (Hadot, 2009, p. 177).
La ascesis fue mirada con desconfianza, como asunto que sólo competía a la religión, a la
metafísica o a unas prácticas supersticiosas relacionadas con las creencias populares. Se
deslindaron de manera radical dos perspectivas: por un lado, las reflexiones (científicas)
sobre el alma entendidas como construcción de conocimientos (psicología epistémica) y, por
el otro, las experiencias y prácticas tendientes al cuidado del alma (psicología ascética y
psicoterapia en sentido amplio). Téngase en cuenta que al hablar de psicología y de
psicoterapia en este contexto, se está haciendo referencia a dos abordajes sobre lo psíquico
que atraviesan gran parte de la historia de la filosofía, y no exclusivamente a la psicología
autodenominada científica a partir del siglo xix y comienzos del xx (Brett, 1972; Lopera,
Manrique, Zuluaga, & Ortiz, 2010).
El psicoanálisis
El psicoanálisis desde su origen se ubicó en una posición paradójica con relación a las
tendencias que primaban en ese momento (finales del siglo xix y comienzos del xx): mientras
la psicología estaba interesada en constituirse en una disciplina científica experimental y poca
importancia (o nula) concedía a lo terapéutico (Dilthey, 1945; Watson, 1982/1916; Wundt,
1982/1896), Freud estaba interesado en la curación de las neurosis, en el cuidado y
tratamiento del alma (Freud, 1890/1998), y se basaba en una modalidad no experimental del
método científico: el paradigma indiciario (Ginzburg, 1989), fundamento del método
psicoanalítico por él propuesto.
Inmerso en el espíritu científico de la época, Freud consideraba que todo abordaje del alma
digno de consideración debía basarse en un proceder rigurosamente científico. Afirmó que
“el psicoanálisis es un método de investigación, un instrumento neutral, como lo es, por
ejemplo, el cálculo infinitesimal” (Freud, 1927/1998, p. 36). Lo definió como un método de
investigación de procesos anímicos inconscientes, una terapia fundada en esa investigación y
un conjunto de conocimientos psicológicos ganados por ese camino (Freud, 1923/1998, p.
231). Continuaba con la tradición ascética mediante la aplicación del método científico a un
proceso de ascesis subjetiva (Lopera, Ramírez et al., 2010). Esta situación quizá explique la
razón por la cual los debates acerca de la cientificidad del psicoanálisis surgieron desde el
momento mismo de su origen.
En un comienzo Freud pretendía una curación de los síntomas de las neurosis, pero su
trabajo de investigación le mostró la necesidad de ampliar el campo de análisis hacia la
infancia del sujeto, privilegiando así esa indagación que conduciría, por añadidura, a la
modificación de los síntomas (Freud, 1923/1998, pp. 246-247; 1912/1998). Y de manera más
precisa, en lo que corresponde a entender su propuesta psicoterapéutica como un proceso
de ascesis subjetiva, dice: “Nosotros, los analistas, nos proponemos como meta un análisis
del paciente lo más completo y profundo posible; […]. Lo que de tal suerte cultivamos es cura
de almas en el mejor sentido” (Freud, 1926/1998, p. 240). Este énfasis en lo ascético no
significó una subvaloración de los síntomas, pues en algunas circunstancias era necesario un
trabajo sobre los síntomas concretos, ya presentes, mediante una terapia sintomal (Freud,
1895/1998, p. 269), con lo que se complementaría el trabajo de ascesis subjetiva.
Muy tempranamente Freud definió psicoterapia como tratamiento (terapia) del alma
(psique); en sus palabras:
(…) tratamiento desde el alma -ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con
recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre.
Un recurso de esa índole es sobre todo la palabra, y las palabras son, en efecto, el
instrumento esencial del tratamiento anímico (Freud, 1890/1998, p. 115).
Esta definición es aplicable a la manera como Freud concibió el tratamiento analítico hasta
el final de su vida, y que se confirma con la cita en la que se refiere a la cura de almas.
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Freud construyó una serie de conocimientos sobre el psiquismo, su proceso de constitución
y lógica de funcionamiento. Estas teorizaciones fueron llamadas psicología de lo inconsciente,
psicología profunda (Freud, 1923/1998, p. 247), psicología del ello. En conjunto, consisten en
la metapsicología freudiana (Freud, 1915/1998, p. 178), punto de partida para las
elaboraciones de sus discípulos y de los autores considerados postfreudianos. Estas
construcciones posteriores se conocen como teorías psicodinámicas (o más propiamente
psicoanalíticas), fundamento de las distintas vertientes actuales. De esas teorías iniciales de
Freud derivan: la orientación filosófica y existencial (Binswanger, 1973); la psicología del yo
desarrollada inicialmente por Hartmann (1964); la teoría de las relaciones objetales en varias
vertientes: aquella que privilegia el concepto de relación (Mahler, 1972), la que da más
importancia al objeto (internalizado), y la que da igual peso al factor pulsional y a la relación
de objeto; las psicologías de la identidad y del self; y la perspectiva culturalista, entre otras
(Kernberg, 2001).
Wyss (1964) realiza una clasificación por grupos -el grupo británico, el neoyorquino, entre
otros- y por temas, clasificación con la que Bleichmar y Leiberman (1997) coinciden
parcialmente; Stephen Mitchel y Margaret Black (2004) retoman autores clásicos y analizan
las propuestas de los que llaman revisionistas contemporáneos, como Jacques Lacan, Otto
Kernberg, Roy Schafer y Hans Loewald; Otto Kernberg (1993; 2001) analiza las divergencias y
convergencias en las concepciones sobre la técnica psicoanalítica contemporánea.
Ramírez (2011) propone como elementos centrales y confluyentes entre las diversas
corrientes, los siguientes aspectos: la importancia concedida a la escucha de las formaciones
de lo inconsciente, la verbalización, y el análisis y manejo de la transferencia; todo ello basado
en la aplicación del método psicoanalítico:
Resta señalar, sin pretender profundizar en este aspecto, que no ignoramos la diferencia
entre psicología y psicoanálisis, aunque nos interese mostrar sus afinidades. El psicoanálisis
es fundamentalmente un método de investigación del alma; de allí que se denomine psyché-
análysis, resaltando la perspectiva analítica como procedimiento básico; la psicología, en
cambio, es esencialmente un tratado, un conjunto de conocimientos articulados sobre el
alma, lo que se destaca en su denominación: psyché-logos. Asimismo, dada esta diferencia, se
derivan otras: el psicoanálisis ha privilegiado la experiencia de transformación o ascesis
subjetiva, en la que los aspectos singulares e incluso peculiares son los que se tienen en
cuenta (Ramírez, 2012a); la psicología, por su parte, en tanto ha buscado constituirse en una
ciencia, deja de lado esos aspectos singulares (no generalizables en conjuntos de
conocimientos válidos) propios de un proceso de transformación subjetiva. No obstante,
psicología y psicoterapia han estado muy relacionados, al punto de que esta última se
considera una aplicación de la primera. Conviene, en consecuencia, centrarnos en la
psicoterapia propiamente dicha.
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La psicoterapia ha sido central en la psicología psicoanalítica, lo que ha llevado a que
muchos homologuen, de manera errónea, psicología psicoanalítica con psicoterapia
psicoanalítica. La psicoterapia se define como un tratamiento del alma con el propósito de
moderar el sufrimiento o de transmitir una actitud ante la existencia. La psicología, incluso en
su vertiente ascética, abarca muchos más aspectos, tanto a nivel teórico como práctico, en
particular, procura la construcción de un conocimiento sobre lo psíquico: psyché-logos, que
literalmente significa tratado, discurso sobre el alma (Lopera, Manrique et al., 2010). En
cambio, psyché-therapeuein sería cuidado, cura del alma, en el sentido de therapeuein
heauton (cuidado de sí) (Foucault, 2002, p. 110; 1987). Desde esta perspectiva, el tratamiento
psicoanalítico sería una modalidad (entre otras) de psicoterapia.
Ahora bien, esta categorización se articula con otra, que también establece diferencias y
afinidades entre diversos modelos. Nos referimos a tres enfoques de trabajo que hemos
denominado: a) psicoterapias que ofrecen conocimientos psicológicos al consultante, b)
psicoterapias que se centran en la relación terapéutica y c) psicoterapias que transmiten una
actitud al paciente; las cuales desarrollamos a continuación.
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Adler, del análisis clásico, o incluso ¿por qué no?, de la psicología del sí mismo-, hasta
que haya podido captar con más precisión la necesidad esencial del paciente y
transmitirle ese entendimiento mediante una interpretación más correcta (Kohut,
1993, pp.108-109).
Kernberg (1993) destaca la confluencia de los diferentes modelos en una actitud que llama
indoctrinación. Para él, es evidente la amplia preocupación respecto a los riesgos de seducir
involuntariamente al analizando a la teoría o al lenguaje del analista.
La relación terapéutica
Otros teóricos, por el contrario, consideran que el analista debe ser cálido y afectuoso en la
relación establecida con su paciente, procurando recrear el ambiente suficientemente bueno
que es en sí mismo reparador. Para Winnicott (1998) la relación terapéutica no es la que cura
en sí misma, aunque, por supuesto, no se le resta importancia. En la relación terapéutica el
protagonista es el paciente, y el analista sólo ofrece el medio especializado para la curación,
así como una técnica adecuada para tal propósito. Según Fairbairn (1962) lo que posibilita la
cura es la relación del paciente con el analista, más allá de los detalles de la técnica. Para
Guntrip, el supuesto fundamental sobre el cual descansa el tratamiento psicoanalítico es el
establecimiento de una relación confiable entre el analista y el paciente, relación que estimula
la capacidad de insight de este último y que puede ser terapéutica (Guntrip, 1971, p. 175). La
psicoterapia no puede ser concebida como una técnica, “sino tan solo como la posibilidad de
una relación personal genuina, capaz de brindar confianza, comprensión y respeto” (Guntrip,
1971, p. 180). Kohut señala que una buena relación entre el analista y el paciente permite a
este último vivir una experiencia de resonancia empática que se constituye en fundamento
de su sentimiento de seguridad (1993, p. 114).
En esta categoría se parte del supuesto de que el paciente es quien debe tomar sus propias
decisiones y que el psicoterapeuta es sólo un medio para ello. Se procura que la propia teoría
sea puesta en suspenso o dejada a un lado mientras se escucha al paciente, y que lo que guíe
el trabajo psicoterapéutico sea más bien un método, una actitud, que se expresa como docta
ignorancia fundamentada en la aceptación de la propia ignorancia sobre la realidad del otro y
en el reconocimiento del saber sobre un método de análisis, de un camino que permite a
cada paciente acceder a su propia verdad (Lopera, Ramírez et al., 2010).
Esta actitud varía de acuerdo con cada enfoque de trabajo: quienes hacen énfasis en el
establecimiento de una confianza básica, enseñan al paciente la importancia de ese tipo de
vínculo. Quienes sostienen la conveniencia de analizar los problemas -pensarlos,
reflexionarlos, resignificarlos- transmiten al paciente la importancia de analizar. No se
transmite entonces una teoría abstracta sobre lo psíquico, sino más bien una actitud, una
forma de ver la vida. Para Freud se trata de permitir al paciente enfrentarse a su verdad, para
que tome sus propias decisiones y elija su estilo de vida (Freud, 1917/1998, p. 395). Cuando
Guntrip (1971) concibe la psicoterapia como una experiencia de relación genuina que
posibilita confianza, comprensión y respeto, eso es precisamente lo que muestra y transmite
a sus pacientes como lo más valioso de su trabajo. En rigor no es una teoría sino una actitud.
Lacan propone, como esencial, la transmisión del método analítico, pues afirma: “Si tan sólo
les hubiese enseñado aquí este método implacable de comentario de significantes, esto no
habría sido en vano, al menos así lo espero. Espero incluso que no les quede nada más”
(Lacan, 1988, p. 303).
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No se trata entonces de enseñarle, y mucho menos imponerle una forma diferente,
“mejor” de vivir. Él mismo, al reconocer su deseo, ha de responsabilizarse por su
destino y decidir el camino que habrá de recorrer, las renuncias, aceptaciones y
modificaciones que elegirá (Ramírez, 2012a, p. 367).
Para Schnitter (2004), el trabajo psicoterapéutico, como una de las modalidades del trabajo
clínico, sería más un modelo de investigación, es decir, una forma de razonamiento que se
fundamenta en la relación establecida entre el clínico y su paciente. Afirma:
Conclusiones
La psicoterapia tiene una larga tradición filosófica si la entendemos como cuidado y cultivo
de sí, de la propia alma. La expresión therapeuein heauton (cuidado de sí) (Foucault, 2002, p.
110; 1987) muestra cómo la cura de sí, tan importante en la filosofía antigua, era considerada
esencial en la definición misma de la filosofía como manera de vivir (Hadot, 1998; 2006; 2009).
El intento de establecer confluencias -sin desconocer las divergencias- entre los diferentes
modelos a partir de la clasificación en ascéticos y sintomales, por un lado, y de los énfasis
dados al conocimiento psicológico, a la relación terapéutica y a la transmisión de una actitud,
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por el otro, pretende resaltar una perspectiva indogmática y pluralista, desde la cual es
posible concebir el propio modelo psicoterapéutico como uno más entre otros, y trascender
así las posiciones radicales que proceden descalificando las demás propuestas y sólo
considerando como válidas las propias. No significa renunciar a la psicoterapia que es de
nuestra preferencia; se trata de abrirse a otros discursos, dejarse permear y enriquecerse de
los aportes de los demás, creando así una verdadera comunidad de trabajo y de discusión.
Referencias
Bleichmar, N., & Leiberman, C. (1997). El psicoanálisis después de Freud. México: Paidós.
Consejo Directivo Universidad de Antioquia. (1979). Acuerdo N°. 12 de 1979, junio 25.
Medellín: Universidad de Antioquia.
Eysenck, H., & Wilson, G. (1980). El estudio experimental de las teorías freudianas. Madrid:
Alianza Editorial.
Foucault, M. (2000). “La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad”. Nombres.
Revista de Filosofía, 10(5), 257-280.
Foucault, M. (1993). Historia de la sexualidad. 2. El uso de los placeres. México: Siglo XXI.
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