Ideario Político de Miranda y Bolívar
Ideario Político de Miranda y Bolívar
Ideario Político de Miranda y Bolívar
PROYECTOS CONSTITUCIONALES
Es un lugar común creer que el proyecto de la Gran Colombia surgió como continuidad
al proyecto de emancipación Colombeia para las colonias hispanas del Nuevo Mundo,
cuando en realidad, sus respectivos promotores, Simón Bolívar y Francisco de Miranda,
se inspiraban en concepciones que tenían más diferencias que semejanzas.
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temor al desafío de cambiar tradiciones seculares en una sociedad donde había una
divergente disparidad de intereses entre las nuevas entidades federales y el poder de la
ciudad de Caracas, entre las clases dirigentes y los distintos grupos sociales de cada
entidad, así como contradicciones no resueltas entre los miembros de las mismas clases
dirigentes que promovían la independencia.
Quizás por estas circunstancias es que Francisco de Miranda, aunque firmó el acta,
también tuvo reparos a la Constitución y declaraba que en ella “…los poderes no se
hallan en justo equilibrio, […] no está ajustada con la población, usos y costumbres de
estos países, de que puede resultar que en lugar de reunirnos en una masa social, nos
divida y separe en perjuicio de la seguridad común y de nuestra independencia…”
Sus colegas le criticaron con acritud pues Miranda, en ninguna de sus intervenciones en
el congreso había objetado la confederación. Atribuían la causa de sus reparos a que la
nueva legislación lo excluía del gobierno por no haber vivido en el país.
A partir de esta objeción y el talante en ocasiones impositivo de Miranda, varios
historiadores posteriormente juzgan que él respaldaba un gobierno centralista en vez de
una confederación. Pero esta visión contradice lo que siempre postulaba en sus
opiniones y proyectos políticos previos (Meza D., G., 2012, pp. 45 - 47).
De haber estado en descuerdo con la confederación, el elocuente y experimentado
Miranda ya lo hubiese planteado en sus disertaciones. A lo que él se oponía, era al
fraccionamiento de las provincias sin consultar la voluntad de sus habitantes. Alegaba
que muchos diputados no conocían siquiera los intereses de los pueblos y regiones que
representaban. Seguramente pensaba en su propio caso, como diputado del Pao.
Miranda consideraba que habría que consultar la voz de los pueblos a través de sus
órganos inmediatos, vale decir, cabildos o ayuntamientos. Según él, estas eran
instituciones de poder regional de larga tradición en las colonias hispanoamericanas, y
constituían la base de un sistema de gobierno confederado.
Aunque Miranda abogaba porque los electores fueran propietarios y contribuyentes, y los
gobernantes y legisladores tuvieran cualidades y méritos para ejercer esas funciones, sus
ideales democráticos se fundamentaban en tres principios: “orden”, “buenas leyes” e
“igualdad de derechos” y éstos debían ser observados homogéneamente en todas las
provincias de la confederación para que hubiese equilibrio entre ellas. Miranda aspiraba a
una sociedad donde “no haya entre nosotros las odiosas distinciones de chaperones,
criollos, mulatos, etc.” (y) “…que los buenos e inocentes indios, así como los bizarros y
morenos libres, crean firmemente que los premios pertenecen exclusivamente al mérito y
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la virtud…” También Miranda había abogado desde 1792 por la participación
democrática de las mujeres (Reyes M., X., 2014, pp. 106-107).
Por otra parte, Miranda era un decidido partidario de instituciones políticas robustas y
representativas y abogaba por la independencia absoluta de los poderes. Él ya había
afirmado en su opinión sobre la situación francesa que: “…El pueblo no sería soberano
si uno de los poderes constituido que le representan no emanase directamente de él, y no
habrá independencia si uno de ellos fuera creado por el otro…” Incluso consideraba que
en particular, el Poder Judicial debía ser electo por consulta popular (Reyes M., X., 2014,
p. 48).
Pero también Miranda había advertido anteriormente que si una facción política
imperaba sobre las otras, apoyada en una representación mayoritaria, la coexistencia y el
disenso dejaba de tener su importancia y surgía una forma de despotismo colectivo
fundamentado en la autoridad absoluta que imponen las masas en detrimento de las
facciones minoritarias. De allí que para Miranda, “solamente una sabia división de
poderes podrá dársele estabilidad al gobierno […] si todos los poderes se concentran en
un solo cuerpo, (éste) se arrogará siempre la autoridad de la masa entera y bastará a
una facción dirigir sus tiros a esta masa soberana de hecho para hacer una revolución”
(Reyes M., X., 2014, p. 116).
Es por esto que Miranda había dicho que la experiencia francesa demostraba que hasta
una asamblea de diputados era capaz de pervertir sus funciones y cometer abusos pues
“los cuerpos colegiados, pueden ser tiranos si no hay exacta división de poderes” (Parra
– Pérez, 1992, p. 295).
En el documento de 1801, titulado A los pueblos del continente colombiano al referirse
a los principios sobre los cuales se basaba su idea de independencia, Miranda exhortaba
a conservar la institucionalidad y hacía un llamado: “…no imitéis su tiranía (la opresión
española). No es vuestra idea la de reemplazar un gobierno irregular por otro
semejante; de sustituir a un régimen opresor por otro régimen opresor; de destruir una
tiranía antigua por otra tiranía nueva; en una palabra, de establecer sobre la ruina de
un despotismo extranjero el reino de otro despotismo no menos odioso, el de la licencia y
la anarquía” (Reyes M., X., 2014, p. 179).
Seguramente Miranda era partidario de un poder central consolidado en áreas específicas
como seguridad, defensa y derechos ciudadanos, sin menoscabar la autonomía de las
provincias en otros asuntos de mayor interés regional, en una relación complementaria
entre el poder central y los estados federados.
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Muy probablemente el curtido Miranda, observando las circunstancias para el momento
que estaba viviendo la naciente república, vislumbraba la posibilidad de que viniera una
invasión desde España o se desatara una guerra civil y eso último era lo que él más temía.
De allí que a Miranda le parecían prioritarias medidas enérgicas en materia de seguridad
y defensa y urgía aprobar la unidad militar de todas las provincias en torno al poder
ejecutivo.
Aunque esta solicitud se la negó la mayoría del congreso, meses después le darían la
razón al nombrarlo Dictador y Generalísimo cuando ya era demasiado tarde y los
mayores temores que presentía Miranda, se hicieron una espantosa realidad (Meza D.,
G., 2012, pp. 48 - 49).
Al aceptar la Capitulación de San Mateo y habiendo vivido la terrible experiencia de la
Revolución Francesa, Miranda no parecía estar dispuesto a alcanzar la independencia al
costo de seguir derramando sin límite la sangre de tantos venezolanos. Pero Simón
Bolívar sí lo haría al regresar del exilio en 1813, lanzar el Decreto de Guerra a Muerte y
convertirse en el Libertador.
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Entre sus ideas estaba una presidencia y un senado tanto vitalicios como hereditarios,
además de un poder moral para controlar las ambiciones de los gobernantes. Bolívar
pretendía que esa constitución se adoptara en la Gran Colombia, promoviendo
manifestaciones populares que la exigieran como sustituta a la Constitución de 1821.
La propuesta de nombrar vitalicio a un presidente y además conferirle carácter
hereditario a sus títulos y a los de los senadores, fue la mecha que detonó los ataques de
aquellos que consideraban los planes bolivarianos como una monarquía o una dictadura.
El intelectual colombiano Germán Arciniegas afirma que esos conceptos de Bolívar, no
provenían de Miranda, sino que eran el resultado de su exilio político en Haití, la primera
república negra libre de América. Refiere Arciniegas que en las constituciones de 1807,
1811 y 1816 en Haití, se mantenía la presidencia vitalicia y había la constante de
sucesión, similar a lo que planteó el Libertador en la Constitución de Bolivia. Arciniegas
opina que los trece primeros artículos de la Constitución de Angostura de 1819 los tomó
Bolívar de la del año 1816 de Haití y por eso en Bolivia planteó que el poder ejecutivo lo
ejerciera un presidente vitalicio (Arciniegas, G., 1995, p. 63). Éste nombraría al
vicepresidente para administrar al Estado y sucederle en el mando.
En otra correspondencia a Briceño Méndez le Bolívar le ratificaba entusiasmado: “Yo
concibo que el proyecto de constitución […] tan firme y tan robusto con un ejecutivo
vitalicio y un vicepresidente hereditario, evita las oscilaciones, los partidos y las
aspiraciones (que producen las frecuentes elecciones), como ha sucedido recientemente
en Colombia […] en él están reunidos todos los encantos de la federación, toda la
solidez del gobierno central; toda la estabilidad de los gobiernos monárquicos”
(Biblioteca Simón Bolívar, 1978, pp. 471; 481).
Probablemente, después de ver la excesiva sangre vertida, la voluble opinión pública y
las frecuentes diferencias entre los dirigentes, las razones que condujeron a Bolívar a
formular estos planteamientos, se expresaron en una carta enviada a Sucre hecha poco
después de redactarse la Constitución para Bolivia, donde le confesaba con fatalismo:
“Nosotros somos el compuesto de esos tigres cazadores que vinieron a la América a
derramarle la sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar
después con los frutos de esos esclavos arrancados del África. Con tales mezclas físicas,
con tales elementos morales, ¿Cómo se pueden fundar leyes sobre los héroes y
principios sobre los hombres? ” (Arciniegas, G., 1995, p. 53).
Por otra parte, el rechazo al federalismo era pieza clave en el proyecto de Bolívar pues lo
consideraba algo impracticable en las nuevas naciones. Bolívar creía ya desde 1812 en su
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Manifiesto de Cartagena, que era inviable concebir a las nacientes repúblicas en una
federación de estados independientes como en el caso de la Constitución de los Estados
Unidos de América, donde los estados podían tener leyes y tributación distintas,
manteniendo un poder ejecutivo, legislativo y judicial común en la capital, también sede
de la fuerza militar.
A diferencia de Miranda, Bolívar creía que las naciones debían ser administradas
centralizadamente, sin admitir el concepto de asociación entre varios estados o
provincias. Pero Arciniegas señala que el sentimiento de toda América, de oposición al
centralismo, precisamente fue lo que condujo a la lucha contra el imperio español
(Arciniegas, G., 1995, p. 263).
Haciendo una analogía con nuestro tiempo, Arciniegas (1995) afirma que el gran
problema institucional de España ha sido su rechazo a adoptar el sistema federal y que
más bien un discreto pacto social de federación probablemente habría sosegado las
tendencias separatistas que se han larvado en el país vasco, en Galicia y que han aflorado
más recientemente, en Cataluña.
Ese sentimiento secular opuesto al centralismo, prevaleciente en las que fueron colonias
españolas hasta hacía poco tiempo, probablemente haya provocado el rechazo de muchos
en Venezuela a permanecer como un departamento dependiendo políticamente de la
distante Bogotá, a la cual consideraban como un centro urbano que pretendía imponer
una hegemonía sobre toda la Gran Colombia (Arciniegas, G., 1995, p. 201).
El proyecto de la Gran Colombia tenía que escoger entre un modelo centralista como el
español, que provocaba fuerzas disociadoras, y el de una confederación con un pacto
verdaderamente equilibrado entre pueblos diversos que comparten muchas cosas en
común. Al optar por el primero, se condenaba definitivamente al fracaso la posibilidad
de mantener unida a la Gran Colombia.
El ambicioso proyecto Colombeia de integración regional promovido por Miranda, no
contó con suficiente respaldo para haberse intentado su viabilidad; y la Gran Colombia
de Bolívar fue otro proyecto constitucional que no prosperó en el tiempo que fue
propuesto, por la incapacidad de establecer acuerdos sólidos que equilibraran los
intereses dispares entre las clases dirigentes y los distintos estamentos sociales con
seculares tradiciones, ubicados en regiones con geografías muy diversas y muy pobres
infraestructuras de comunicación, tanto internas como externas.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
MEZA DORTA; Giovanni (2012). El olvido de los próceres. Caracas. Editorial jurídico
venezolana.
REYES MATHEUS, Xavier (2014). Miranda, más liberal que libertador. Caracas.
Editorial CEC S.A. Colección Huellas.