Prevencion Del Lavado de Activos Toso Angela
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* El presente trabajo forma parte del proyecto Fondecyt Nº11121521, del cual la autora es
investigadora responsable. Se agradece al Programa Fondecyt el apoyo brindado para desa-
rrollar esta investigación.
Fecha de recepción: 23 de julio de 2014
Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2014
** Licenciada en Ciencias Jurídicas, Universidad Diego Portales (Chile). Abogada. Doctora en
Derecho, Universidad de Salamanca (España). Profesora de Derecho Comercial, Facultad
de Ciencias Jurídicas, Universidad Católica del Norte, sede Coquimbo (Chile). Correo
electrónico: [email protected].
INTRODUCCIÓN
1 Sobre de la seguridad que se predica respecto del crédito documentario, véase Pardo li-
dón, Francisco José (2003) Medios de cobro y pago en el comercio internacional. Alicante:
Publicaciones Universidad de Alicante, 468 pp., p.35; Checa Martínez, Miguel (1990):
“Financiación y garantías a la exportación”. En Fernández Rozas, José Carlos (director):
Guía Práctica de Comercio Exterior. Madrid: Editorial Castro, Wolters Kluwer, pp.8-37, p.8;
Baker, Walter y Dolan, John (2008) User´s Handbook for Documentary Credits under UCP
600. París: Cámara de Comercio Internacional, 158 pp., p.9; y, Dalhuisen, Jan H. (2013)
Dalhuisen on Transnational Comparative Commercial, Financial and Trade Law. Financial
Products, Financial Services and Financial Regulation. Vol. 3. Oxford: Hart Publishing, 761
pp., p.349.
2 Guerrero Lebrón, María Jesús (2001) Los créditos documentarios. Los bancos intermedia-
rios. Madrid: Marcial Pons, 356 pp., p.14 y Fernández-Armesto y Fernández-España,
Juan (1984) Los créditos documentarios irrevocables en las RUU (1974 y 1983) y en el Derecho
español. La Coruña: División de Artes Gráficas “La voz de Galicia”, 446 pp., p.21.
3 Según se desprende de lo indicado en los artículos 1 y 2 de las Reglas y Usos Uniformes
para Créditos Documentarios de la Cámara de Comercio Internacional, en su versión actual
Nº 600, de 2007.
4 Acerca de las reglas que debe seguir el banco para examinar estos documentos, véase Piza-
rro Amigo, Marcela y Barroilhet Acevedo, Claudio (2008). “Costumbres y prácticas
uniformes para los créditos documentarios. UCP 600”. Revista de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, Nº XXX, pp.155-181, pp.173-177.
11 Álvarez Pastor, Daniel; Eguidazu Palacios, Fernando (2007) Manual de prevención del
blanqueo de capitales. Madrid: Marcial Pons, 645 pp., p.181 y Pieth, Mark; Aiolfi, Gem-
ma (2004) A Comparative Guide to Anti-Money Laundering. A critical analysis of Systems in
Singapore, Switzerland, the UK and the USA. Reino Unido: Edward Elgar, 462 pp., pp.6-7.
12 Es el caso, por ejemplo, de la Declaración de Principios de Basilea del año 1988 (sección
II); el Convenio de las Naciones Unidas para la Represión del Financiamiento del Terro-
rismo de 1999 (art. 18.1 b); la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional de 2000 (art.7.1 a); los Principios Wolfsberg sobre prevención de
blanqueo para la banca privada del año 2002 (principios Nº1 y 2); y, la Convención de las
Naciones Unidas contra la Corrupción de 2003 (art. 14.1 a).
13 Huerta Viesca, María Isabel (2010). “Práctica y crítica de las obligaciones de las entidades
de crédito respecto de sus clientes en prevención del blanqueo de capitales”, Revista de Dere-
cho Bancario y Bursátil, N°117, pp.117-140, p.128.
14 Álvarez/Eguidazu (2007) 194; Richards, James R. (1998) Transnacional Criminal Or-
ganizations, Cybercrime, and Money Laundering. A Handbook for Law Enforcement Officers,
Auditors, and Financial Investigators. Florida: CRS Press, 344 pp., p. 88; Comité de Super-
visión Bancaria de Basilea (2001) Debida diligencia con la clientela de los bancos. 28 pp.,
pp.19-20. Disponible en: http://www.bis.org/publ/bcbs85s.pdf [fecha de visita 30 de abril
de 2014]; y, Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (2003), Orientaciones para la
apertura de cuentas y la identificación del cliente. Disponible en http://www.bis.org/publ/bcb-
s85annex_es.htm [fecha de visita 30 de abril de 2014]. Al respecto, el Capítulo 1-14, apar-
tado II. 2., RAN SBIF establece que los bancos, con los antecedentes obtenidos respecto de
sus clientes, debidamente actualizados, deben “... elaborar perfiles de clientes, que permitan
determinar en forma aproximada, el volumen y tipo de operaciones que harán estos en lo futuro”.
15 Gafisud (2012) Estándares internacionales sobre la lucha contra el lavado de activos y el finan-
ciamiento del terrorismo y la proliferación. Las recomendaciones del GAFI. 134 pp. Disponible
en: http://www.gafisud.info/documentos/esp/Las_Nuevas_40_Recomendaciones.pdf [fecha
de visita 30 de abril de 2014]. La sujeción de los bancos a estas recomendaciones se señala
expresamente en el Capítulo 1-14 RAN SBIF, párrafo I. El Grupo de Acción Financiera In-
ternacional (GAFI) o Financial Action Task Force (FATF) es un organismo intergubernamen-
tal cuyo objetivo es establecer estándares, así como desarrollar y promover políticas orienta-
das al combate contra el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo. Constituye el
principal referente para los Estados en materia de prevención del blanqueo de capitales. Al
respecto, véase http://www.fatf-gafi.org [fecha de visita 26 de junio de 2014].
16 Pérez Lamela, Héctor (2006) Lavado de dinero. Doctrina y práctica sobre la prevención e in-
vestigación de operaciones sospechosas. Buenos Aires: LexisNexis, 575 pp., p.27. Sin embargo,
estas medidas no han estado exentas de críticas. Al respecto véase De Koker, Louis (2014).
“The FATF’s customer identification framework: Fit for purpose?”. Journal of Money Laun-
dering Control, Vol. 17 Nº 3, 16 pp.
17 Lilley, Paul (2005) Dirty Dealing. The Untold Truth about Global Money Laundering, In-
ternational Crime and Terrorism. Londres: Kogan Page, 240 pp., p.176 y Financial Action
Task Force on Money Laundering, FATF-GAFI (2007) Guidance on the Risk-Based Ap-
proach to Combating Money Laundering and Terrorist Financing. High Level Principles and
Procedures. 42 pp. Disponible en http://www.fatf-gafi.org/media/fatf/documents/reports/
High%20Level%20Principles%20and%20Procedures.pdf [fecha de visita 30 de abril de
2014] p.26. Según Huerta (2010) 128, se trata de un régimen de carácter documental, en el
sentido que se basa en el análisis de documentos relativos a los antecedentes de los clientes.
18 Shazeeda, Ali (2003) Money Laundering Control in the Caribbean. Londres: Kluwer Law
International, 310 pp., p.199; Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (2001) 19;
Aliaga Méndez, Juan Antonio (2010) Normativa comentada de prevención del blanqueo
de capitales. Adaptada a la ley 10/2010. Madrid: La Ley, 859 pp., p.52; y, Stessens, Guy
(2000) Money Laundering. A New International Law Enforcement Model. Cambridge: Cam-
bridge University Press, 460 pp., p.146.
19 Fatf-Gafi (2007) 22.
24 The Wolfsberg Group (2011) The Wofsberg Trade Financial Principles, pp. 48. Disponible
en http://www.wolfsberg-principles.com/pdf/standards/Wolfsberg_Trade_Principles_Pa-
per_II_(2011).pdf [fecha de visita 30 de abril de 2014]; y, Fatf-Gafi (2008). Best practices
paper on trade based money laundering. 8 pp. Disponible en: http://www.fatf-gafi.org/topics/
fatfrecommendations/documents/bestpracticesontradebasedmoneylaundering.html [fecha
de visita 30 de abril de 2014].
25 En cuanto al contenido de las medidas “normales” de debida diligencia, la Circular UAF
Nº 0049 establece que los sujetos obligados deben contar con los siguientes antecedentes
de sus clientes: a) nombre completo (en el caso de personas jurídicas se deberá registrar la
razón social de la persona jurídica); b) sexo; c) nacionalidad; d) número de cédula nacional
de identidad o número de pasaporte (se deberá exigir la exhibición de el o los documentos
originales, debiendo el sujeto obligado conservar fotocopia de estos); e) profesión, ocupa-
ción u oficio y giro en el caso de personas jurídicas; f ) dirección o residencia en Chile o
país de origen o residencia; y, g) correo electrónico y/o teléfono de contacto. Por su parte,
en el Capítulo 1-14 RAN SBIF se realiza una distinción entre aquellos clientes que mantie-
nen una cuenta corriente con la institución de aquellos que no la tienen. Con relación a la
identificación de los primeros, se ha de cumplir con lo dispuesto en el Capítulo 2-2 RAN
SBIF, referido a cuentas corrientes bancarias y cheques. Respecto de aquellos clientes que no
mantienen una cuenta corriente con el banco, pero que habitual u ocasionalmente realicen
operaciones con este, se recomienda, al menos, aplicar las exigencias establecidas en el Ca-
pítulo 2-2 RAN SBIF. Sin embargo, se permite, considerando la naturaleza, características
y nivel de riesgo de los productos y servicios que contraten con el banco, omitir ciertos re-
quisitos como, por ejemplo, la exigencia de una fotografía del cliente y la impresión digital.
Finalmente, la SBIF añade un requisito con relación a aquellos formulados por la UAF en
su Circular Nº 0049. En operaciones no habituales o cuando se trate de clientes ocasionales
o expuestos políticamente, se establece que el banco deberá exigir una declaración sobre el
origen de los fondos, a la que deberá acompañarse aquella documentación que la sustente.
Ello, cuando se trate de “… una operación que supere el umbral menor entre el definido por la
Ley 19.913 y el reglamentado internamente” (Capítulo 1-14 RAN SBIF, apartado II.2). El
umbral al que parece referirse la SBIF es el indicado en el artículo 5 de la Ley 19.913, esto
es, 450 UF o su equivalente en otras monedas.
26 Esta nota interpretativa abarca tanto las transferencias transfronterizas (que se verifican
cuando ordenante y beneficiario se encuentran en países distintos) como las domésticas (que
se realizan cuando ordenante y beneficiario se encuentran ubicados en el mismo país). Sobre
el particular véase Gafisud (2012) 74-80.
27 Ahora, GAFI no define lo que debe entenderse por “relación comercial” ni por “transacción
ocasional”.
30 Siguiendo la visión expuesta, entre otros, por: Marimón (2001) 179-235; Vidal Solá,
Arturo (1958) Crédito documentario irrevocable. Barcelona: Bosch, 217 pp., pp.41-42; y,
Fernández-Armesto y Fernández-España (1984) 52. En oposición a los autores que con-
templan el crédito documentario con una visión global, considerando el establecimiento de
una relación jurídica triangular (que se forma entre el ordenante, el banco y el beneficiario).
Una descripción de las principales teorías unitarias puede consultarse en Marimón (2001)
153-214. Actualmente, se ha hecho progresivo abandono de las teorías que intentan explicar
el crédito documentario desde una perspectiva unitaria. Ello no obsta al reconocimiento de
una unidad económica en las relaciones que se pueden verificar en el crédito documentario.
Al respecto, véase Puente Muñoz, Teresa (1972) Los créditos documentarios. Barcelona:
Reus, 70 pp., p. 30 y Carrascosa González, Javier (1997). “Medios de pago internaciona-
les”. En Calvo Caravaca, Alfonso; Fernández de la Gándara, Luis; y, Blanco-Rosales Limo-
nes, Pilar. Contratos Internacionales, Madrid: Tecnos, 732-862 pp., p.754.
31 Marimón Durá, Rafael (2007). “La nueva edición de las reglas de la CCI para los créditos
documentarios (UCP 600)”. Revista de Derecho Mercantil, N º 263, pp.7-68, p.17 y Martí-
nez Montenegro, Isnel (2013), “El crédito documentario: ¿mecanismo o garantía de pago
según la normativa UCP 600?”. Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política, Vol. 4 Nº2,
pp. 43-70, p.54.
tiago: Editorial Jurídica de Chile, 162 pp., p.11, reconoce que existe un mandato entre el
ordenante y el banco emisor.
36 Si se sustenta que la relación entre el ordenante y el banco emisor corresponde a una comi-
sión, conviene intentar armonizar las normas del C.Com. con aquellas orientadas a la pre-
vención del lavado de activos. En primer lugar, se debe tener presente lo indicado en el art.
243 Nº1 C.Com. En virtud de la citada disposición, si el banco rehúsa a la apertura del cré-
dito habrá de “… dar aviso al comitente de su repulsa en primera oportunidad”. Si la entidad
no cumple con esta obligación, tendrá que indemnizar al comitente los daños y perjuicios
que sobrevengan. La circunstancia de que el art. 243 Nº1 C.Com. no establezca la obliga-
ción de comunicar las razones por las cuales se rechaza el encargo, resulta adecuada frente a
la obligación que pesa sobre la entidad, en tanto sujeto obligado por las medidas de preven-
ción del lavado de activos, de abstenerse de “… informar al afectado o a terceras personas, la
circunstancia de haberse requerido o remitido información a la Unidad de Análisis Financiero,
como asimismo, proporcionarles cualquier otro antecedente al respecto” (art. 6 Ley 19.913).
37 Puga Vial, Juan Esteban (2005). El acto de comercio. Crítica a la teoría tradicional. Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, 266 pp., p.211.
38 Garrigues, Joaquín (1960) Contratos bancarios. Madrid: S/E J., pp. 633-634 y Marimón
(2001) 188. Así, el banco se obliga personal y exclusivamente a favor de las personas que
contraten con él (art. 255 C.Com.) y el ordenante carece de acción directa contra los ter-
ceros con los que la entidad hubiere contratado en su propio nombre, aun cuando pueda
compeler a esta a que le ceda las acciones que hubiere adquirido (art. 257 C.Com.).
47 Garrido, José María (1995) Las instrucciones en el contrato de comisión. Madrid: Civitas,
192 pp., p.73.
48 Leiñena, Elena e Irákulis, Nerea (2007) El régimen unificado de la comisión mercantil y
el mandato en el derecho de obligaciones y contratos, Madrid: Editorial Dykinson, 170 pp.,
pp.75-76.
49 Tal vez, un supuesto en que podría generarse un perjuicio para el comitente producto de la
actuación del banco, se podría dar si este no guarda, frente a terceros, el secreto exigido por
la ley respecto del hecho de haber realizado un reporte de operación sospechosa a la UAF
(artículo 6 Ley 19.913).
50 Esta expresión es utilizada comúnmente por los autores al referirse al banco ante el cual se
solicita la apertura del crédito documentario. En este sentido, véase, por ejemplo, Molina
Martínez, Luis (2002) El crédito documentario y sus documentos. Madrid: FC Editorial, 440
pp., p.113. También suele señalarse al ordenante como cliente del banco emisor del crédito.
En este sentido, véase Cancino (1968) 29.
como emisor del crédito, significa que entre ambos existe una vinculación
previa a la operación de crédito documentario (dada por ejemplo, por la
existencia de un contrato de cuenta corriente, préstamos, depósitos, etc.).
En estos supuestos, y atendiendo a la noción de cliente que se desprende
del apartado I del Capítulo 1-14 RAN SBIF, debiera considerarse que el
ordenante es un cliente del banco emisor51. Ello traerá como consecuen-
cia que dicho ordenante habrá sido conocido por la entidad emisora de
forma previa a la solicitud de apertura del crédito documentario, lo que
irá en directo beneficio de la celeridad de la operación.
En todo caso, según se señala en el apartado III de la Circular UAF
Nº 0049, el banco deberá actualizar la “ficha de cliente” que posea res-
pecto del ordenante. En este supuesto, la entidad podrá cotejar la infor-
mación acerca de la actividad declarada por el cliente con aquella relativa
al crédito cuya apertura se solicita. De este modo, el banco emisor podrá
determinar si la solicitud de apertura del crédito documentario es co-
herente con los antecedentes anteriormente aportados por el cliente en
relación con su actividad. La entidad habrá de tener en cuenta el nivel de
riesgo que, desde el punto de vista del blanqueo de capitales, involucra
la operación que el ordenante se propone realizar. Luego, si el cliente se
niega a entregar todo o parte de la información KYC “… dicha negativa
deberá ser considerada una señal de alerta a objeto de analizar el envío de un
reporte de operación sospechosa a la UAF”52.
Si el ordenante no requiere la apertura del crédito documentario a
“su” banco, cabe preguntarse si aquel debe concebirse como un cliente
de la entidad emisora, por el hecho que esta reciba el requerimiento co-
rrespondiente y abra el crédito en los términos solicitados. Considerando
la noción de cliente contemplada en la normativa chilena de prevención
del lavado de activos, la respuesta a esta interrogante ha de ser afirmativa.
La aceptación de apertura de un crédito documentario entre el banco
emisor y el ordenante implica la celebración de un contrato de comisión
entre ambos sujetos. Por lo tanto, aquí no solo se da lugar a una simple
conexión o comunicación entre las partes, sino que se verifica una rela-
ción jurídica, cuya fuente es el contrato. Se trata de un contrato (comi-
sión) que tiene un carácter mercantil y que se encuentra vinculado a la
actividad profesional de la entidad emisora. Ello desde el momento en
que la comisión se enmarca en el contexto de una operación de crédito
51 Conviene recordar que la SBIF señala que “… son clientes todas las personas naturales y jurí-
dicas con las cuales la entidad establece o mantiene una relación de origen legal o contractual,
como consecuencia de la prestación de un servicio o contratación de un producto, ofrecido en el
marco de las actividades propias de su giro y de conformidad a las disposiciones legales y regla-
mentarias. Esta relación puede ser ocasional o habitual”.
52 Apartado III, Circular UAF Nº 0049.
cumplan las condiciones documentales impuestas para ello59. Para dar co-
bertura jurídica a esta situación, se ha considerado que desde que el ban-
co comunica al beneficiario la apertura del crédito, se crea una relación
jurídica, en virtud de la cual se atribuye al beneficiario la facultad para
perfeccionar el contrato60.
Este problema intenta ser solucionado por algunos autores indicando
que la aceptación del beneficiario en el crédito documentario es tácita61,
que opera por el mero silencio62 o bien que debe entenderse prestada
anticipadamente, al celebrarse el contrato de compraventa63. Para otros,
esta declaración contenida en el contrato subyacente no sería aceptación
previa sino una oferta, de forma que el beneficiario, al consignar la men-
cionada cláusula en el contrato de venta, emitiría la oferta de celebración
de un contrato de crédito documentario con el banco, por cuenta del
ordenante. Por su parte, el banco al abrir el crédito, manifestaría su acep-
tación, perfeccionándose de esta manera el contrato con el beneficiario.
La perfección del contrato entre el banco y el beneficiario así entendida
explicaría que el banco emisor se obligue al pago desde la emisión de la
carta de crédito64. Luego, se ha señalado que el banco, al emitir un crédi-
to documentario dirige al beneficiario una oferta contractual irrevocable
65 Tapia Hermida, Antonio (1997). “La presentación de los documentos fuera de plazo en el
crédito documentario”. Revista de Derecho Bancario y Bursátil, Nº 65, pp.299-325, pp. 305-
306; Vidal (1958) 99; y, Pizarro y Barroilhet (2008) 163.
66 Marimón (2001) 210.
67 Guerrero (1998) 162. Lo dispuesto en el art. 7 b) RUU, reafirma lo anterior, al señalar
que: “El banco emisor está irrevocablemente obligado a honrar desde el momento en que emite el
crédito”.
68 Marimón (2007) 18 y Cancino (1968) 99.
69 Recalde Castells, Andrés (1994). “El crédito documentario”. Anuario Facultad de Derecho
Universidad Alcalá de Henares, Volumen III, pp.135-162, p.155; y, Carrascosa (1997) 756.
De este modo, y según se señala en Alonso Ureba, Alberto y Viera González, Arístides
(1994): “El crédito documentario”, en Alonso Ureba, Alberto y Martínez-Simancas Sán-
chez, Julián (coord): Derecho del mercado financiero. Operaciones bancarias de activo y pasivo,
Tomo II, Vol. 1. Madrid: Civitas, pp.735-782, p.758, la emisión de la carta de crédito por
el banco emisor no sería un negocio abstracto, en el sentido de carente de causa. Lo que
sucede es que en el banco hay una voluntad implícita de que dicho negocio juegue con total
independencia, tanto de la comisión como de la compraventa.
70 Siguiendo a De castro y Bravo, Federico (2002) El negocio jurídico. Madrid: Civitas, 552
pp., p.34, se trataría de una “… declaración o acuerdo de voluntades, con que los particula-
res se proponen conseguir un resultado, que el Derecho estima digno de su especial tutela,
sea en base solo a dicha declaración o acuerdo, sea completado con otros hechos o actos”.
75 Es factible que esto ocurra, particularmente, si se sustenta la postura que establece que la
obligación del banco emisor frente al beneficiario emana de una declaración unilateral de
voluntad. En este caso, no podrá argumentarse que la relación entre ambos tiene un origen
legal. Si bien, según se señala en Abeliuk Manasevich, René (2008) Las obligaciones, Tomo
I. Santiago: Editorial jurídica de Chile, quinta edición actualizada, 581 pp., p.56, “…en un
sentido amplio toda obligación encuentra su razón de ser en el ordenamiento jurídico…”,
luego, el mismo autor indica que las obligaciones legales “…son aquellas en que la ley es
la fuente directa e inmediata de las obligaciones, y no existe un hecho del deudor en que
la obligación tenga su fundamento”. Desde esta perspectiva, resulta claro que la obligación
asumida por el banco emisor de honrar el crédito frente al beneficiario no tiene como fuente
la ley, ya que no hay un precepto concreto que formule dicha obligación, sino que esta nace
de su propia declaración de voluntad.
76 Al respecto, véase lo indicado en el apartado 1.3. de este trabajo.
77 Salvo que se estipule que el crédito ha de ser abierto en un banco determinado, en virtud de
la “cláusula de crédito documentario” contenida en el contrato de compraventa o en el ins-
trumento a través del cual se haya acordado que el pago habrá de efectuarse a través de este
medio de pago.
CONCLUSIONES
banco emisor venga, en todo caso, obligado a aplicar las medidas de di-
ligencia debida respecto del beneficiario del crédito documentario. Ello
dependerá, en definitiva, de la postura que se sustente acerca de la califi-
cación jurídica de la relación entre ambos sujetos.
En este escenario, podrían surgir problemas por la distinta interpre-
tación realizada por los bancos respecto de los límites de sus deberes y la
que, en su caso, realizase la autoridad encargada de la supervisión en el
cumplimiento de las medidas de diligencia debida. Por otro lado, se corre
el riesgo que exista una aplicación desigual de las medidas de conocimien-
to de los clientes por parte de las entidades de crédito, lo que podrá deri-
var en conflictos de competencia al interior del mercado bancario. Final-
mente, y lo que es más importante, esta falta de precisión puede redundar
en una insuficiente aplicación de las medidas de prevención del blanqueo
de capitales por los bancos, mermándose así la eficacia de las mismas.
En virtud de la unidad funcional de la operación de crédito docu-
mentario, no será posible impedir de manera efectiva el lavado de activos
si no se aplican las medidas de diligencia debida a todos quienes intervie-
nen en ella. Desde esta perspectiva, el banco emisor debiera estar obliga-
do a conocer tanto al ordenante como al beneficiario del crédito.
La solución puede pasar por reformular la definición de cliente con-
templada en el Capítulo 1-14 SBIF, de modo que sea comprensiva de la
naturaleza de las diversas relaciones que los bancos pueden establecer con
sus clientes. Otra alternativa podría ser eliminar el concepto de cliente
de dicho texto y reemplazarlo por un sistema similar al formulado por
GAFI. Este se cimenta sobre la base de parámetros que determinan la in-
dentificación de los clientes y no en función de un concepto.
3. Finalmente, resulta necesario poner de relieve que uno de los de-
safíos más importantes que enfrenta el banco emisor de un crédito docu-
mentario para dar cumplimiento a las medidas de debida diligencia, dice
relación con las previsiones concretas que deberá aplicar para prevenir el
lavado de activos en cada caso. Según se pudo constatar, si bien, las me-
didas KYC se pretenden formular de manera similar en la Circular UAF
Nº 0049 y en el Capítulo 1-14 SBIF, existen algunas diferencias. Estas
diferencias se refieren, entre otros aspectos, al hecho que el primer ins-
trumento no contiene una definición de cliente a efectos de la aplicación
de las medidas KYC y el segundo sí. Ello se explicaría por el hecho que la
Circular UAF Nº0049 está llamada a ser aplicada por todos los sujetos
obligados. En estas condiciones, elaborar un concepto de cliente resulta
una tarea prácticamente imposible. Por ello, se comprende que esta labor
quede entregada, en este caso, a quienes ejercen la supervisión de la acti-
vidad bancaria. Aunque se entiende que la UAF y la SBIF tienen ámbitos
de supervisión diversos, las diferencias en la formulación de las medidas
KYC pueden generar cierta confusión para los bancos al momento de ela-
borar sus sistemas internos de prevención del lavado de activos. En aras
BIBLIOGRAFÍA CITADA