La Última Noche de G Cardano
La Última Noche de G Cardano
La Última Noche de G Cardano
Cardano
Joaqun Collantes Herniz Antonio Prez Sanz G. Cardano as que mi vida, precisamente, termina hoy, da 21 de septiembre del ao de 1576. No todos podrn precisar con exactitud matemtica el da de su muerte y hasta la hora y el minuto como yo, que para eso soy un gran astrlogo ms amigo de las estrellas que de los hombres, que ellas iluminan la noche y no traicionan. As pues, adis; me despido de una vida plena como pocos mortales la han disfrutado, que yo s, pues lo puedo asegurar y por lo tanto, lo aseguro. Y as lo firmo en el citado da 21 de septiembre del ao 1576, en la ciudad de Roma. Gerolamo Cardano El anciano dej la pluma sobre la mesa, baj la tapa del tintero, meti las cinco hojas de papel que haba llenado con una letra pulcra y ordenada en una carpeta de cuero repujado y se levant al comprobar que la luz de la tarde haba comenzado a decaer. Despus de una ltima ojeada a las nubes que aparecan teidas de rojo por los ltimos rayos del sol, al bosque cercano que tantas veces haba recorrido en busca de hierbas para sus pcimas y ungentos y al descuidado jardn que en su da estuvo cuidado pero tampoco tanto, cerr las cortinas considerando que ya se haba despedido suficientemente del paisaje. Despus, encendi su mejor vela de cera pura, se descalz y se tumb sobre el cubrecamas de piel de zorro con tapabocas de armio que le regalara en el ao 1553 John Hamilton, arzobispo de Edimburgo y primado de Escocia, por haberle curado de sus dificultades respiratorias, que resultaron provocadas por la alergia a las plumas de sus almohadas y edredones y no por algo ms grave como l, en su hipocondra, imaginaba. Y se ri al recordar el episodio que, a su vez, le trajo a la memoria que bien podra ponerse para esta especial ocasin de despedida del mundo la bata de brocado que le regalara en su visita a Besanon el obispo de Lisieux que, como todos, y aunque disimulara por eso de que era hombre de iglesia, le rog que le hiciera su horscopo y unos cuantos amuletos a cambio de lisonjas y regalos, como la preciosa bata que se puso ante el espejo. -Imponente! le dijo a su imagen reflejada en el espejo. Y repiti imponente al imaginarse que as lo veran al da siguiente el notario y el alguacil del distrito y el cardenal que se las daba de matemtico cuando en el fondo era un patn purpurado con nfulas de cientfico, que a los tres haba citado a las nueve de la maana con el pretexto de entregarles sus horscopos y unos amuletos contra el mal de ojo, pero con la intencin aviesa de que lo descubrieran yaciendo elegantemente ataviado sobre el adornado lecho y se encargaran de divulgar la noticia de que aquel hombre sabio, o sea l, Gerolamo Cardano, haba muerto en el da y hora predichos. Que por esta premonicin y clculo astrolgico pens, an ante el espejo- mis admiradores me admirarn an ms, y me tendrn en adelante por an mejor mago de lo que ya me consideraban en vida al haber adivinado la fecha exacta de mi muerte mediante la astrologa y la adivinanza y los clculos matemticos, ciencias stas en las que soy maestro. Aunque es de suponer que mis detractores, que tambin los tengo, y muchos, para denigrarme una vez ms harn correr la voz de que, por no dar mi brazo a torcer y no fracasar en mi augurio, ayud a la muerte en su intento en el da y hora augurado ingiriendo caaheja, que, como saben todos los que lo saben, es tan venenosa como la cicuta, en fin.
As que el anciano, despus de sus reflexiones ante el espejo, se volvi a tumbar en el lecho cruzando las manos sobre el pecho ensayando, incluso, un gesto de dignidad que fuera recordado y divulgado por los que lo descubrieran hasta que descompuso el gesto al recordar que no haba lavado la copa del resto de pcima ingerida. Y volvi a levantarse para lavar la copa mientras reconoca en voz alta: -Que s, que s, que de saberse podra considerarse una trampa. Pero yo tan slo lo veo como una ligera ayuda a mi prediccin, por si acaso. Y aunque me considero tan infalible como el Papa, nunca se sabe. Y si predije que morira tres das antes de cumplir los 75 aos pues morir, que adems de ser un gran mago, adivino, cientfico y matemtico soy un hombre de palabra. Una vez colocada la copa lavada en el estante entre las otras que completaban la media docena Cardano volvi al lecho colocando cuidadosamente los pliegues de la bata paralelos a los bordes de la colcha. Y vuelta a cruzar los brazos sobre el pecho y vuelta a levantarse al pensar que quiz sera ms eficaz que mantuviera su carta de despedida entre sus manos, no fuera a ser que con el jaleo del descubrimiento de su cadver pasara desapercibida dentro de la carpeta, perdindose as una prueba ms de su genio e ingenio. Y ya de paso tomara un ejemplar de su Ars Magna, su obra maestra al servicio de la Matemtica, para que la imagen fuera completa, pasando a la posteridad con su mejor obra en las manos. As que volvi al lecho para tumbarse con la carta de despedida y su Ars Magna en las manos, la obra que se consideraba, con diferencia, el mejor libro de lgebra publicado hasta entonces, en el que utiliz la geometra para demostrar la identidad algebraica referida al cubo de una diferencia, frmula que repas mentalmente, sonriendo al recordarla: (a - b)3 = a3 - b3- 3ab(a-b). Y en esas estaba cuando volvi a levantarse considerando que podra rodearse tambin de alguna obra ms, aunque quiz fuera excesivo hacerse acompaar de las 21 que haba escrito sobre la que consideraba ciencia de las ciencias: la Matemtica. Como, por ejemplo, su Practica Arithmeticae, escrita en 1538. Pero claro recapacit ante el estante de los libros- tampoco es cosa de llenar el lecho con mis obras, que entonces parecera vanidad. Pero la Practica Arithmeticae, s. Y con esta obra volvi al lecho para volver a colocarse con estudiada naturalidad. -Qu trajn! exclam, aadiendo en voz alta, cerrando los ojos y tratando de calmarse: -En realidad la muerte solamente es un trnsito hacia otra vida, pero, claro, para eso habra que creer que existe otra vida, que no es el caso y ahora ya puedo decirlo sin temor a la Inquisicin, que bastantes quebraderos de cabeza me dieron con el asunto del horscopo de Cristo, que se necesita estar faltos de sentido del humor. Y ya que la muerte no llega con la rapidez que imaginaba bien puedo entretener la espera en dar un repaso a mis recuerdos a partir de los disgustos acarreados por confeccionar el citado horscopo de Cristo, materializados en los 163 das que pas privado de libertad acusado de hereja, con la acusacin de haber atribuido todos los santos sucesos de la extraordinaria vida de Nuestro Seor a la influencia de los astros. El sagrado tribunal me impuso la abjuracin de vehementi, aunque, gracias a la intercesin de mis poderosas amistades, me libr de un castigo mayor, lo cual era lgico ya que todos los miembros del tribunal eran antiguos clientes mos, a los que les hice el horscopo y ms de una pcima para conseguir los favores de una dama, que lo mismo hice para el cardenal Giovanni Morone, mi protector y hasta al mismo Papa Pio V. En fin, la frontera entre religin y supersticin es tan delgada Call un momento. No quera que la muerte, la Negra Seora, lo tomase por sorpresa sumergido en sus pensamientos. Contuvo la respiracin unos segundos para comprobar si poda or sus pasos acercndose. Pero nada... Quizs el primer efecto de la pcima fuera la sordera... No tena ninguna
noticia de este efecto secundario. Y tranquilo por el imponente silencio que le rodeaba sigui con su soliloquio. -Y hablando de disgustos, cmo no recordar mi desgraciado matrimonio, los problemas causados por mi hijo pequeo Aldo, vago redomado, pendenciero y jugador y, sobre todo, el calvario pasado con la condena y muerte por ahorcamiento de mi otro hijo Giambatista acusado de envenenar a su mujer Qu familia! Pero en fin, fue la que me toc en suerte, que tambin el Destino, ya puesto, podra haberme enviado otra. Aunque, bien mirado, no me puedo quejar, ya que seguramente para compensar mi poca fortuna como esposo y padre, la suerte trajo a mi casa, para trabajar como criado a mis rdenes, el ltimo da de noviembre del ao 1536, al joven hurfano Ludovico Ferrari. Lo recuerdo como si fuera ayer. En la calle ya se sentan los rigores de lo que luego sera un invierno mucho ms fro de lo habitual. Desde el primer da me impresionaron su brillante inteligencia y su excelente disposicin a ayudar en todo lo que se le demandaba. Justo lo contrario que mis hijos! A las pocas semanas ya segua, sin esfuerzo, mis explicaciones sobre los fundamentos de la geometra del gran maestro Euclides y sobre las artes de la aritmtica y del lgebra. En tan slo cuatro aos, cuando apenas contaba 18, haba aprendido casi todo lo que yo poda ensearle del noble arte de la Matemtica, que aunque me condene por inmodestia no era poco. Aunque he de reconocer que en este campo fue un apoyo impagable en mis aventuras por los extraos caminos de esta procelosa ciencia. Gustosamente le ced mi puesto de profesor en la Fundacin Piatti cuando slo contaba 20 aos, aunque a lo largo de los dos aos siguientes mil veces me arrepent, ya que el exceso de tiempo libre, mal consejero para el alma, condujo a mi espritu, de nuevo, a los tenebrosos caminos del juego, que seis aos antes ya haban dado con mis huesos y los de mi familia en la casa de beneficencia de Miln y que en esta ocasin a punto estuvieron de llevarme a la tumba demasiado temprano. En el ltimo momento el puesto de profesor de medicina en la Universidad de Miln me salv de volver al infierno de la ludopata. De poco me sirvieron en esa ocasin mis clculos matemticos; aunque estoy convencido que la aritmtica tambin puede poner un poco de orden en ese voluble mundo del azar; estoy seguro de que, no tardando mucho, algn hombre de ciencia, menos propenso que yo a dejar sus caudales en las mesas de juego, pondr contra las cuerdas a la diosa Fortuna. Los recuerdos bullan en la mente del anciano. No saba si por los efectos alucinatorios del veneno o por lo que tantas veces l mismo haba podido comprobar en muchos de sus pacientes: que en la antesala de la muerte toda nuestra vida desfila ante nuestro ojos con ms precisin que las pginas de un libro. Y en ese desfile de hechos, historias y personajes, otra vez Ferrari, ya no tan joven, apareca en primer plano. -Pobre Ludovico mo. Ya va para diez aos que en mala hora dej este mundo. No quiso hacerme caso cuando le aconsej quedarse en Miln y no aceptar ese puesto en la Universidad de Bolonia, donde yo tena la ctedra de medicina. Y mucho menos llevarse con l a la bruja de su hermanastra. Menos de un ao dur. Si no me hubiese jurado no volver a apostar, apostara mi vida, aunque en estos momentos no sea una apuesta muy alta, a que ella lo envenen Y el recuerdo de su discpulo lo llev hasta las puertas de Santa Mara del Giardino en Miln, la tarde de 10 de agosto del ao 1548. Ferrari est radiante. Por fin se va a dilucidar pblicamente el desafo lanzado a Niccolo Tartaglia en forma de cartel (realmente era una carta pblica que Ferrari mand a Tartaglia y de paso a los ms notables matemticos italianos. Aunque en realidad fueron doce desafos al ser doce los carteles que acabaran lanzndose entre s los dos matemticos. Ferrari -aunque todo el mundo saba que realmente era Cardano quien est detrs de todo el asunto- quiere zanjar de forma definitiva la amarga polmica suscitada por la publicacin en el Ars Magna del mtodo de Scipione del Ferro,
redescubierto por Tartaglia, para la resolucin de la ecuacin cbica. Y de paso bajar los humos a ese tartamudo, cascarrabias, presuntuoso y acomplejado matemtico. Oficialmente, Cardano no estuvo presente en el torneo pblico. Pero Ferrari saba que, disfrazado de comerciante oriental y bien situado en primera fila, su maestro no se perda ni un detalle de la disputa cientfica. De los 31 problemas del ltimo cartel muchos llevaban el inconfundible sello de Cardano, del sabio prolfico que ahora, mientras espera a la Parca y a pesar de que su mente comienza a estar un poco confusa, recuerda el enunciado de uno de los problemas, el 17. Le tena especial cario, pues de nada serviran a Tartaglia para resolverlo sus versos de la cbica: Divide el nmero 8 en dos partes de manera que su producto multiplicado por la diferencia entre las partes sea tan grande como sea posible, demostrando cada paso La trampa era perfecta. Poco poda sospechar Tartaglia que tendra que echar mano de las cnicas de Apolonio si quera encontrar la solucin. Aunque el viejo grun dio con la solucin, las partes pedidas eran:
Pero no fue capaz de explicar cmo lo haba conseguido. - Todava no consigo comprender cmo Tartaglia lleg a la solucin correcta. No era tan malo, el viejo testarudo. Ahora me arrepiento de algunos de los trminos utilizados contra l en alguna de mis cartas y de no haber podido aclarar ms tarde mis disputas con l. La historia, espero, nos reservar un sitio a los dos... cuando todo esto se aclare. Aunque lo cierto es que con el que se cabre del todo fue con el problema 27 cuyo enunciado tambin recuerdo: Este es un tringulo rectngulo tal que cuando se traza la perpendicular, uno de los lados con la parte de la base opuesta hace 30, y el otro lado con la otra parte hacen 28. Cul es la longitud de uno de los lados? -Y no le faltaba razn para enfadarse. An recuerdo la carta que dirigi a Ferrari clamando contra l y contra m porque habamos propuesto un problema del que no tenamos la solucin general, como quedaba claro en mi Ars Magna. El viejo Niccolo nos haba pillado. Menos mal que de los problemas 15 y 23 s tenamos las respuestas: Enunciado del problema 17: Encuentra dos nmeros tales que al sumarlos hacen tanto como el cubo del menor sumado al producto de su triple con el cuadrado del mayor y el cubo del mayor sumado a su triple multiplicado por el cuadrado del menor hace 64 ms que la suma de esos nmeros. Enunciado del problema 23: Esto es un cubo tal que sus lados y sus caras sumados son igual a la cantidad proporcional entre dicho cubo y una de sus caras. Cul es el tamao del cubo? -Estos s que fueron dos seores problemas. En fin, parece que fue ayer cuando vimos salir de la ciudad, derrotado y a escondidas, al pobre Tartaglia, avergonzado de su derrota. Pero ahora que espero a la Muerte eso ya no tiene importancia, nada tiene importancia. Y ahora que lo pienso creo
-Ser posible! Creo que lo tengo. Es ms: dira que lo tengo. Lo tengo! Lo tengo! Tanto tiempo en su busca y precisamente ahora lo he encontrado. Al fin lo he conseguido, que ms vale tarde que nunca y se puso a buscar una hoja de papel de la ltima resma que haba encargado para comprobar, con desesperacin, que se le haba terminado. As que, abriendo nervioso el Ars Magna por las ltimas pginas utiliz los mrgenes para escribir notas y frmulas, nmeros y signos mientras repeta febrilmente: -Lo tengo, lo tengo. Tengo el procedimiento para resolver la ecuacin de quinto grado, nada menos que la ecuacin de quinto grado, s, la ecuacin de quinto grado. Ahora s que estoy seguro de que mi nombre estar por encima del de Tartaglia y de Ferrari en el Olimpo Matemtico! Pero su mano se par de repente como si se hubiera congelado mientras que el fro ascenda por su brazo camino del corazn. Y ni siquiera tuvo fuerzas para lamentar su mala suerte. Se limit, con un ltimo esfuerzo, a escribir en el ltimo espacio de margen libre cinco palabras en latn: HANC MARGINIS EXIGUITAS NON CAPERET. Y a continuacin, en italiano, NO ME QUEDA TIEMPO!! Finalmente apag la vela con la mano al no tener fuerza para soplar la llama y se arrastr hasta su lecho aferrado a su Ars Magna, mientras susurraba: -Espero que dentro de doscientos o trescientos aos algn matemtico descubra mis indicaciones y encuentre al menos papel suficiente para desarrollar el mtodo para resolver cualquier ecuacin de quinto grado sin el impedimento de la falta de espacio para anotarla. Muy poco poda imaginar Gerolamo Cardano que su visin difusa de un mtodo general para resolver la quntica sera una quimera, su ltima quimera en esta vida, y un canto de sirena en el que sucumbiran los mejores matemticos durante casi tres siglos. Incluso para una mente privilegiada como la suya, agudizado su ingenio por los momentos previos a salto al ms all, era imposible adivinar lo que dos jvenes en los primeros aos del siglo XIX demostraran de forma irrefutable. Dos jvenes a los que la muerte arrastr consigo en edades muy tempranas, como si la quntica ejerciera su maldicin. Dos jvenes que destrozaran la ltima visin matemtica de Cardano: La ecuacin general de quinto grado no puede resolverse siempre utilizando un nmero finito de sumas, restas, multiplicaciones, divisiones y extracciones de races. Ni todo el papel del mundo, ni todo el tiempo de la eternidad le hubiesen bastado para encontrar su frmula mgica. Joaqun Collantes Herniz Antonio Prez Sanz