Ficha de Risieri Frondizi, Qué Son Los Valores

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Axiología – Primer Semestre 2022

Docente: Lic. Eduardo Murillo

Ficha técnica de Frondizi, R. (2015). ¿Qué son los valores? (3ra ed.). Fondo de cultura
económica.

Cap. I: “¿Qué son los valores?”

1. El mundo de los valores:


Si bien a lo largo de la historia de la filosofía se estudiaron a los valores de manera
particular, no fue hasta la segunda mitad del Siglo XIX que se comienza a estudiar a los
valores desde un enfoque más general. Esto se debe a que se asumió que la cuestión
del valor era parte de la cuestión del ser, cuando en realidad es una cuestión en sí
misma. (p. 11)
Se distingue entre tres clases de realidad (pp. 12-13):
a. La realidad material: Se conforma por todas las cosas que podemos percibir con
los sentidos. Los jónicos se limitaron a ésta, por eso plantearon arkhés materiales.
b. La realidad ideal: Se conforma por las esencias, conceptos y relaciones. Los
pitagóricos, Sócrates y Platón son los que descubrieron esta realidad.
c. La realidad psíquico-espiritual: Se conforma por las vivencias, emociones,
sentimientos, recuerdos, etc. Fue la última en descubrirse por ser la más
naturalizada del ser humano.

Después del surgimiento de la Axiología, aparecieron dos respuestas: la primera


intenta estudiar todo lo antes descubierto a partir de esta nueva rama, mientras que la
segunda busca reducir a la Axiología a la cuestión del ser. De esta última nacen a su vez
dos posturas: una reduce a los valores a la realidad psíquico-espiritual, a vivencias; el
otro lo reduce a la realidad ideal, esencias. Sin embargo, la idea de los valores como
objetos ideales viene de la confusión entre irrealidad con idealidad, debido a la
supuesta intemporalidad del valor. (pp. 13-14)

No se debe confundir el valor con el objeto que lo alberga, con el depositario. Esta
confusión surge porque los valores no existen por sí mismos, sino que dependen de un
objeto material para existir. Por eso, se debe diferenciar el valor del bien: el valor es la
cualidad que puede tener un objeto, pero el bien es el objeto más el valor que
incorpora. (pp. 14-15)

2. El valor como cualidad estructural:


Los valores son cualidades de un objeto; sin embargo, es una cualidad distinta a las
demás. Existen “cualidades primarias” que son cualidades fundamentales del objeto,
como el peso, volumen, etc. y le aportan ser al objeto; las “cualidades secundarias”
son sensitivas, como el color, olor, sabor, etc. y también aportan ser al objeto. Samuel
Alexander incluyó a los valores como “cualidades terciarias”, pero esta clasificación no
es acertada porque los valores no aportan ser al objeto. (pp. 15-17)
Husserl llama a los valores “no independientes”, porque no tienen sustantividad. Los
valores no pueden existir por sí mismos y son de frágil existencia como adjetivo de un
bien. Además, cuando no están en un objeto son meras probabilidades. (pp. 17-18)
Los objetos ideales son de naturaleza intelectual, mientras que los valores suelen ser
de naturaleza emocional. Los objetos ideales “son”, mientras que los valores “valen”.
(p. 18)
Los valores son estructurales, con la irrealidad como una cualidad en el sentido que
dependen de las cualidades empíricas de un objeto, pero no se pueden reducir a estas
cualidades. Es estructural porque es concreta e individual, y depende de la relación
entre sus elementos. (pp. 18-19)
3. Polaridad y jerarquía:
Una de las características principales de los valores es la polaridad, ya que se dividen
entre positivos y negativos; esta división no implica que la existencia de uno sea
consecuencia del otro, ya que existen por sí mismos. (p. 19)
La polaridad implica la ruptura de la indiferencia, ya que una vez que se le atribuye un
valor a algo, nuestra postura respecto a eso no va a ser neutra. (p. 20)
Los valores están ordenados jerárquicamente; normalmente se prefieren los valores
superiores por sobre los inferiores, aunque a veces se elija el inferior en situaciones
circunstanciales. (p. 20)
“Es más fácil afirmar la existencia de un orden jerárquico que señalar concretamente
cuál es este orden o indicar criterios válidos que nos permitan establecerlo.” (p. 20)
Todo individuo y grupo social utiliza tabla de valores, siempre fluctuante y no siempre
coherente, al momento de juzgar las acciones del otro. Por eso, es importante poner
en crítica a toda tabla de valores, y así poder evaluar los criterios que se utilizaron para
formar dichas tablas. (p. 21)

Cap. II: “Problemas fundamentales de la Axiología”

1. Los problemas axiológicos en la vida diaria:


Cuando se discute sobre los valores en la vida diaria, normalmente se termina la
discusión con la postura subjetivista “de gustibus non disputandum”, aferrándose al
carácter inmediato e íntimo de la valoración en el individuo. (pp. 24-25)
“Si convertimos a cada hombre en la medida del gusto estético y de la moral, parecería
que no pudiera haber, en sentido estricto, ni "buen gusto" ni moralidad.” (p. 26)
2. ¿Son los valores objetivos o subjetivos?:
“El valor será objetivo si existe independientemente de un sujeto o de una conciencia
valorativa; a su vez, será subjetivo si debe su existencia, su sentido o su validez a
reacciones ya sean fisiológicas o psicológicas, del sujeto que valora.” (p. 27)
El subjetivismo plantea que los valores dependen de alguien que haga una valoración
de los mismos porque si no perderían su sentido, a lo que el objetivismo responde que,
si bien es verdad lo anterior, existe una diferencia entre valoración y valor: la
valoración sí es subjetiva, es el captar un valor; pero el valor es objetivo. (p. 28)
A esto, el subjetivismo responde con el argumento planteado al inicio del capítulo
sobre los gustos, a lo que el objetivismo responde que el hecho que alguien esté
equivocado no niega la verdad ya que ésta no se basa en la valoración de las personas
si no en la veracidad de los hechos; además, la crítica no es a los valores en sí si no a
los bienes que incorporan al valor. (pp. 28-29)
El subjetivismo responde que sí se hace una crítica a los valores en sí, ya que se
concibe la idea de un valor de maneras distintas. Además, que sólo se valora lo que
nos resulta agradable. El objetivismo, por su parte, diría que esto no sucede
necesariamente, ya que existen variadas ocasiones desagradables que igual son
valoradas porque obedecen a un deber mayor, haciendo una diferencia entre la
valoración como hecho psicológico con el acierto de la valoración, ya que si bien dos
valoraciones distintas son similares dentro de la experiencia, la validez de ambas no.
(pp. 30-31)
Ante esta situación, el subjetivismo plantea que la razón por la cual se valora una
situación desagradable es porque se sacrifica el bienestar momentáneo por uno más
duradero. El objetivismo responde que esto no necesariamente es así, ya que hay
ocasiones en las que no se produce ningún bienestar duradero, pero que obedecen al
deber, que no se identifica con lo placentero. Además, no se pueden sacrificar los
valores morales por el placer, que forma parte de un plano bajo de nuestra
personalidad. Se debe separar a lo agradable de lo que se reconoce como agradable, y
lo deseado con lo deseable, ya que el hecho que alguien desee algo, no lo vuelve
necesariamente algo deseable. (pp. 31-32)
“El subjetivista no cree que deba postularse un mundo de lo agradable o lo deseable
"en sí"; ambos tienen que ver con agrados y deseos concretos, efectivos.” (p. 32)
Respecto a la dicotomía entre agradable y lo que se reconoce como agradable, el
subjetivismo plantea que se oponen dos reacciones personales: una más circunstancial
y otra más permanente y común en el individuo. (pp. 32-33)
“Todo lo que tiene de agradable un bien se deriva del agrado que efectivamente
provoca. ¿Podría ser algo agradable si no agradara a nadie, ni existiera la posibilidad
de que agradara? Lo agradable es un concepto que se sostiene en las vivencias
concretas de agrado y no vive en un mundo metafísico. Si cortamos las conexiones
entre el agrado y lo agradable, éste se esfuma por completo.” (p. 33)
3. Sugerencias para una problemática nueva:
La disputa eterna entre estas dos posturas probablemente se deba a que la naturaleza
de los valores no sea la misma respecto a su objetividad o subjetividad, dependiendo
de su jerarquía. En los valores más bajos, los que dependen del agrado, se puede notar
que existe una diferencia de gusto entre una persona y otra, lo que llevaría a pensar
que son valores subjetivos puesto que depende de los hábitos, preferencias y contexto
social del individuo. Sin embargo, en los valores de mayor jerarquía como los valores
éticos, notamos que éstos muchas veces sobrepasan nuestros propios intereses
personales, deseos o preferencias, por lo cual tienen un grado de objetividad mayor.
Entre ambos se encuentran el resto de valores, donde el estético es el que lleva grados
de objetividad y subjetividad más equilibrados. (pp. 35-37)
4. El problema metodológico:
Dentro de la filosofía, es común postergar el problema principal para resolver una
cuestión preliminar. En el caso de la Axiología, se postergó la cuestión sobre la
naturaleza objetiva o subjetiva de los valores, para evaluar mejor las cuestiones
metodológicas y criteriológicas que se manejarán para responder a la cuestión
principal después. (pp. 37-38)
Se plantean dos respuestas: la primera se basa en la experiencia, pero cae en los
problemas anteriormente vistos del subjetivismo; y la segunda, que se basa en la
intuición, que puede ser incluso contradictoria. (pp. 38-39)
La problematización de los propios criterios a utilizar es algo propio de la filosofía, ya
que las demás ciencias resuelven sus problemas a partir de ciertos criterios ya
establecidos. (pp. 39-40)
5. ¿Cómo captamos los valores?:
La cuestión metodológica se puede reducir a la pregunta que le da nombre a este
subtítulo. Teniendo en cuenta que los valores dependen de un objeto para poder
existir, la cuestión radica en si el tipo de percepción que se tiene respecto al objeto y al
valor que incorpora es la misma; por ejemplo, si bien se puede percibir un objeto de
manera sensorial, no se puede conocer a el objeto de la misma manera, sino de una
forma más intelectual, ya que se trata de un concepto. (pp. 40-41)
Max Scheler plantea que el intelecto no puede tener una relación directa con los
valores, sino que éstos se nos revelan mediante la intuición emocional, que es certera
y no necesita de un objeto. José Ortega y Gasset apoya esta idea planteando que las
cosas son opacas a nuestra percepción ya que nunca llegamos a percibir el objeto
completamente, mientras que los objetos irreales son transparentes porque las
imaginamos en toda su integridad. (pp. 41-42)
Sin embargo, esta descripción parece no ser acertada porque los conceptos éticos, por
ejemplo, no se pueden captar en su totalidad sin percibirlos de alguna manera.
Además, el valor no se capta sólo intuitivamente, ya que siempre intervienen
elementos intelectuales; y aunque fuera verdad, esto haría que no se puedan percibir
situaciones antiéticas o de contradicción intuitiva, ya que no existe otra intuición que
permita percibir este tipo de situaciones. (p. 43)
Unas cuantas preguntas válidas que hay que preguntar cuando se hacen afirmaciones
sobre los valores, pueden ser: ¿cómo lo sabe?, que elimina afirmaciones dogmáticas y
requieren una justificación; ¿qué significa este término?, que muestra la ambigüedad o
vaguedad de los términos utilizados; y ¿cuáles son las razones relevantes y válidas en
la discusión?, ya que es muy común utilizar razones irrelevantes para justificar un juicio
de valor, ya sea por la falta de claridad sobre las razones que se utilizan para apoyar
una idea, o porque logra con el objetivo de convencer al otro. (pp. 44-45)
Las reacciones emocionales que se producen por este tipo de razones irrelevantes son
las que dan paso a la mayoría de los prejuicios, ya que ciertas características de un
individuo pasan a darle status moral a éste, sin que tenga alguna relación lógica la
característica con la acción del individuo. Por eso es importante evaluar si las razones
que se utilizan para emitir un juicio de valor son relevantes, y por tanto, válidas. (p. 46)

Cap. VI: Valor, estructura y situación:

1. Superación de la antítesis:
“El subjetivismo mostró la imposibilidad de separar el valor de nuestras reacciones
psicológicas, necesidades y apetencias. El objetivismo, a su vez, corrigió las
exageraciones del subjetivismo y señaló la necesidad de prestar especial atención a las
cualidades objetivas.” (p. 190)
En el análisis psicológico de Perry y Scheler, se plantea que es imposible separar el
valor de la valoración, entonces se debe analizar a fondo las preferencias, deseos y
otros aspectos relacionados al acto de estimar algo. (p. 190)
Ambas se equivocan inicialmente por el sofisma de la falsa oposición. Ambas coinciden
en que el valor no tiene que ser necesariamente objetivo o subjetivo, ya que ambas
posturas se complementan y se sostienen en los errores de la otra. (p. 190)
Se abarcan 3 preguntas:
1. ¿Deben ser los valores necesariamente objetivos o subjetivos?: Los estados
psicológicos son condición necesaria pero no suficiente para responder a la
pregunta; además, estos estados suponen la existencia de elementos objetivos, no
los excluyen. Entonces, el valor es el resultado de la relación entre el sujeto y el
objeto, donde presenta un aspecto subjetivo y otro objetivo.
2. ¿Tienen todos los valores la misma naturaleza?: La proporción de ambos aspectos
del valor pueden ser diferentes, entonces se tendría que analizar hasta qué punto
esta proporción es similar en todos los valores.
3. ¿De dónde debemos partir en nuestro examen para poder atenernos a la realidad
y no a teorías anticipadas y prejuicios?: Teniendo en cuenta que una postura
filosófica debe tener coherencia lógica y capacidad de explicar los hechos que
pasan en el mundo, se debería partir de la experiencia, lo cual no impide hablar de
sus fundamentos o esencias. Por eso, al abarcar la cuestión de los valores, hay que
tener en cuenta que el objeto es el valor, y la actividad surge necesariamente
cuando el valor se relaciona con un sujeto. (pp. 191-192)

Algo que se debe tener en cuenta es la distinción entre el status metafísico de las cosas
(independientes al individuo), y la relación gnoseológica entre el sujeto y las cosas
(dependientes del individuo). Entonces, se puede decir que el valor o puede existir sin
la relación entre el sujeto y el bien que alberga dicho valor, y que supone ciertas
propiedades en el objeto que hacen que la valoración sea posible. También se debe
tener en cuenta que el punto de partida de análisis es la actividad del sujeto, en este
caso la valoración, que es lo que le permite relacionarse con el objeto. (pp. 192-194)

2. Carácter relacional del valor:


Cuando el sujeto realiza la valoración de un objeto, la existencia del objeto es
imprescindible, ya que la valoración es el resultado de la traducción de ciertas
propiedades en el objeto y no tanto una proyección psicológica del sujeto. (pp. 194-
195)
El sujeto y el objeto no son homogéneos ni estables: en el sujeto, los estados
fisiológicos y psicológicos hacen que la valoración de una cosa cambie en diferentes
momentos; en el objeto, la composición físico-química es diferente de objeto en
objeto, tanto en densidad física, temperatura, volumen, etc. y en las condiciones
exteriores en las que se encuentra dicho objeto. Además, también influye el contexto
social y cultural en el que se realice la valoración, el cual incluye a las personas,
lugares, educación, tradición, el prestigio, etc. (pp. 195-196)
En el ámbito ético es mucho más complejo y posee más variantes, ya que la valoración
ética se relaciona con el comportamiento real de la gente y del contexto en el que vive,
ya que factores como la religión, costumbres, el sistema económico, etc. y razones de
carácter individual, como la edad, son las que ayudan a formar determinados valores
morales. Esto funciona como un contra argumento al objetivismo, que formó escalas
de valores teniendo como medida al hombre adulto blanco europeo, las cuales son
resultado del desarrollo de la cultura occidental y el cristianismo, que aportaron a esta
visión absolutista del valor. (pp. 196-197)
Sin embargo, esto no implica que el valor se deba reducir a las circunstancias sociales,
culturales o subjetivas, ya que falta el aspecto objetivo. Este aspecto está más
presente en los valores superiores (éticos y estéticos), que en los del agrado, y en
ambos están presentes los aspectos subjetivo y objetivo. (pp. 197-198)
La relación entre ambos aspectos y compleja y dinámica por dos causas: ambos no son
homogéneos ni simples, y la interrelación es compleja en sí. En el aspecto subjetivo, si
se tienen en cuenta las características anteriormente mencionadas, el carácter
dinámico es mayor porque en el plano psíquico todas las vivencias valorativas se
apoyan en las vivencias anteriores a la valoración, y éstas son a su vez cambiantes y
mantienen relación mutua. En el aspecto objetivo, la valoración no puede existir sin un
valor, ya que el bien posee ciertas cualidades que obligan al sujeto a tener un cierto
tipo de valoración a pesar del interés o condición psíquica del individuo; estas
cualidades no están sólo en el bien, sino también en las condiciones objetivas que
rodean a este bien, como la luz o la temperatura, por ejemplo. (pp. 199-202)
Un valor no se da de forma aislada, sino siempre acompañado de otros valores
(belleza-valor religioso, estética-utilidad, etc.). Un argumento que se utiliza para
defender la independencia del valor es que la valoración que sé del objeto no modifica
el valor objetivo, así como el entendimiento de una fórmula no modifica a la fórmula
en sí. Sin embargo, este argumento presupone que los valores son comparables a las
matemáticas, lo que haría que el valor sea un objeto ideal, sin demostrar pruebas
suficientes que demuestren que esto es así. El intento de argumentar la objetividad de
los valores se puede ver en autores como Scheler o Hartmann, que recurren a la
intuición emocional, la cual puede ser contradictoria y sólo tener sentido en un
determinado contexto social y cultural, además que se puede ver modificada por la
propia concepción del mundo por parte del individuo. Estos problemas no hacen que
no se deba tomar en cuenta la intuición, sino que se la deba tomar en cuenta junto a
toda la información que brinda la experiencia, para poder contrastar ambas y tener
una visión más completa de tema. Además, si no se toma en cuenta a la experiencia,
puede surgir un conflicto entre lo que un objeto es por definición, y lo que es por
experiencia. (pp. 202-205)
3. El valor como cualidad estructural:
Otro error en la discusión es reducir a los valores a sus propiedades descriptivas
(sensibles) o ser algo completamente aparte de ellas. (p. 205)
G. E. Moore plantea que reducir a los valores a sus cualidades es una falacia
naturalista, pero él cae en una falacia de falsa oposición al reducir al valor como una
cualidad simple, y que por eso sea indefinible. La falacia naturalista consiste en
identificar una cualidad no natural con una natural (placer-bien en el hedonismo, por
ejemplo), ya que el hecho que uno tenga una propiedad no natural, no significa que
ambas sean equivalentes; el valor no es intrínseco, pero comparte con las
características intrínsecas el depender de la naturaleza intrínseca del objeto. Esto
implica que existen cualidades naturales que forman cualidades axiológicas, lo que las
convierte en condiciones necesarias pero no suficientes para el valor, ya que parecería
ser que existe una cualidad que dependa de las cualidades naturales pero que no se
reduzca a ellas. El autor propone que esta cualidad es estructural, la cual es empírica
pero no descriptiva, donde la relación activa de sus miembros es más importante que
su naturaleza (Ej. Un ramo de flores, donde más importante que las flores es su
disposición). En la estructura se pueden cambiar propiedades pero hasta un cierto
límite, que es cuando deja de incorporar al valor. (pp. 205-212)
Las características de la estructura son: 1) Sus propiedades no se encuentran en
ninguno de sus miembros –no partes- o la simple suma de estos, 2) es una unidad
concreta (real) y no una abstracción (un concepto o una forma), y no se apoya en
ningún ente meta-empírico, 3) supone la independencia de todos sus miembros, con
una interdependencia condicionada por el conjunto, y 4) sus miembros no son
homogéneos, ya que cada uno desempeña una función específica. (pp. 212-213)
4. Valor y situación:
El valor no es una estructura, sino una cualidad estructural que surge de la relación
sujeto-objeto. La relación se da en una situación y contexto específicos. Esta situación
presenta varias características: afecta a ambos miembros, y por ende a la relación que
mantienen; está constituida por las condiciones físicas, culturales y sociales (política,
economía, prejuicios, creencias, etc.); estas condiciones determinan la importancia de
un valor, ya que el valor existen en conjunto con la estructura; el conjunto de
necesidades y aspiraciones influye en el comportamiento del sujeto y condiciona la
escala de valores; el sujeto se encuentra en un lugar y momento determinado, donde
los hechos modifican la jerarquía de valores. Todos estos factores varían en
importancia de acuerdo a la situación y condiciones del sujeto. (pp. 213-217)
Aunque exista una estrecha relación entre el sujeto y sus condiciones, no se debe dejar
de lado la existencia de experiencias personales, influidas por la situación. De mismo
modo, la situación comienza donde el objeto termina. Todos estos factores
constituyen al valor, y por eso el valor es de naturaleza compleja y cambiante. La
supuesta dicotomía que plantea Hartmann entre el valor como objeto irreal o real no
tiene sentido, ya que el aspecto irreal del valor se encuentra en su estructura, y el
aspecto real está en que se incorpora a un objeto de esta naturaleza. (pp. 217-220)
“Si se denomina situación al complejo de factores y circunstancias físicas, sociales,
culturales e históricas, sostenemos que los valores tienen existencia y sentido sólo
dentro de una situación concreta y determinada.” (p. 220)
Los beneficios en ver al valor como una cualidad estructural son: 1) mantiene su
relación con la realidad, 2) su complejidad se explica por los variedad de factores que
lo constituyen, y 3) ayuda a resolver problemas morales, ya que reconoce su
complejidad y la imposibilidad de una solución universal, y opta por elegir siempre el
valor de orden superior. (pp. 221-222)
5. La jerarquía de los valores:
“Que exista alguna clase de ordenamiento jerárquico no significa que sea
necesariamente fijo y absoluto; puede sufrir cambios similares al de los valores. El tipo
de jerarquía depende de la naturaleza del valor” (p. 222)
El problema de la existencia de un orden jerárquico parte de la realidad cotidiana,
donde la idea de “lo mejor” se identifica de manera personal pero también social, y
tiene la función de hacer posible la convivencia ya que ayuda a resolver conflictos
axiológicos. La existencia de algo “bueno” implica la existencia de algo “mejor”, y la
posibilidad de colocar a un valor por encima de otro, la existencia de la jerarquía, es lo
que le da sentido a todas las dimensiones sociales. El problema radica en determinar la
naturaleza de la jerarquía, la cual no puede ser determinada de manera absoluta a
priori como lo intentó Scheler, ya que se puede llegar a una contradicción; además,
esta jerarquía está vinculada a la condición social y personal que tienen en común los
filósofos que apoyan esta postura: hombres intelectuales adinerados europeos.
Además, el problema general con este tipo de tablas de valores es el problema
gnoseológico, ya que no podemos saber con certeza que esa tabla es la correcta,
porque apela a intuiciones, falacias de autoridad y tradiciones que hacen que no
sobreviva a la crítica. (pp. 223-225)
Otro concepto a descartar es el del bien supremo. Teniendo en cuenta que un valor se
compone por la relación objeto-sujeto-situación, no puede existir un bien supremo
universal. El problema de la jerarquía depende de la concepción que se tenga del
valor, ya sea objetiva, subjetiva o estructural. La idea de “mejor” también dependerá
del sujeto, tanto individual como colectivo. El conflicto entre valores normalmente es
entre conjuntos de valores, y no dos valores aislados. (pp. 225-226)
La determinación de la altura de un valor debe considerar a las reacciones del sujeto y
a las cualidades del objeto. Las preferencias no son suficientes como criterio a utilizar,
ya que lo que le da valor a un objeto, lo que lo hace preferible, son los hechos y las
razones en las que se apoya. Se puede preferir un objeto por gusto personal o por las
cualidades del objeto. Por eso, como plantea Perry, no es válido que la preferencia le
dé más valor a un objeto, porque puede ser motivada por meros gustos personales. Si
la jerarquía no dependiera de cualidades objetivas, no existirían valoraciones erróneas,
ya que todas serían válidas. Por eso la relación entre el sujeto y la cualidad objetiva es
importante, porque esta cualidad produce ciertas vivencias en el sujeto; esta relación
hace posible el poder hablar de lo deseable y no sólo de lo deseado. (pp. 227-228)
El aspecto objetivo que ayuda a determinar “lo mejor” también depende de cómo se
encarna el valor, ya que la jerarquía no depende sólo del valor abstracto, sino de la
calidad del mismo al momento de realizarse. También se debe tener en cuenta la
situación, ya que el cambio de condiciones afecta a la tabla de valores del sujeto, y
este cambio puede afectar en mayor o medida dependiendo de cuánto cambien las
circunstancias. Respecto a la dinámica del conjunto, el sujeto es el menos estable, el
objeto es el más estable (aunque sigue sufriendo cambios), y la situación es el
resultado de factores cambiantes de naturaleza física y humana. Ni el subjetivismo ni
el objetivismo toman en cuenta a la situación, ya que ésta afecta la relación de ambos.
(pp. 228-230)
Esta complejidad se refiere a los valores intrínsecos, no tanto a los valores
instrumentales, ya que éstos ya cuentan con un valor básico, y lo único que hay que
hacer es evaluar el cumplimiento de su función (Ej. Evaluar si alguien es buen médico
es más fácil que evaluar si alguien es buena persona). Hay personas que resuelven esta
complejidad asignando un valor supremo y dando valoraciones de carácter
instrumental teniendo como medida a este valor; sin embargo, este valor supremo
viene de la propia conveniencia, ideología o religión. (p. 231)
“[…] la evaluación requiere el ejercicio pleno de la razón y de la experiencia total,
además de imaginación para prever y responsabilidad para decidir.” (p. 232)
Esta complejidad no niega que en una determinada situación se pueda elegir entre un
valor y otro, o que muchas veces se tengan que tomar decisiones con la posibilidad de
equivocarse. La evaluación no resuelve por completo la cuestión, pero sí alcanza un
alto grado de probabilidad, por eso siempre está abierta a críticas y rectificaciones. La
falta de una verdad absoluta no debe llevar al individuo al escepticismo o al
relativismo, sino a reconocer que una cuestión tan compleja no puede tener
soluciones de carácter simplista. La existencia de “lo mejor” y de “lo peor” incita a la
elevación moral y a luchar contra la injusticia. (pp. 232-233)

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