La Eutonasia
La Eutonasia
La Eutonasia
la vida humana como algo útil y placentero, olvidando su valor intrínseco. Algunos países
han lega lizado o despenalizado la eutanasia, ante la solicitud de sus nacionales, pero
imponiendo unos requisitos para llevada a cabo. Justifica esta determinación la consideración
de la eutanasia como muerte digna, en condiciones humanas, sin sufrimiento, miseria o
dolor.
Sea cual sea la definición que se acepte de eutanasia, el problema moral consiste en
averiguar si cualquier autoridad, privada o pública, puede por la fuerza quitar la vida a una
persona inocente, niño o adulto lisiado, o de algún anciano o persona senil. Esta decisión
olvida el valor incuestionable de la vida humana en cualquier circunstancia o contexto.
Sin embargo, la ética médica establece que el médico nunca podrá reconocer motivo alguno
que justifique la eutanasia, ya que esta es una acción intrínsecamente inmoral: es un
homicidio, aunque subjetivamente pueda haberse ejecutado por compasión.
La Asociación Médica Mundial define la eutanasia como el acto deliberado de dar fin a la vida
de un paciente, sea por su propio requerimiento o a petición de sus familiares, y la califica de
contraria a la ética. Es, por tanto, conveniente analizar a la luz de la ética los argumentos
esgrimidos en favor de dicha práctica.
Los principales argumentos a favor de la eutanasia están relacionados con el derecho a una
vida y a una muerte dignas, fundamentados en la autonomía del paciente, en su derecho de
no sufrir y, en último término, a exigir la eutanasia como un acto piadoso o bien a disponer
de su vida.
Si por muerte digna se entiende la cesación inmediata y definitiva del dolor, entonces la
eutanasia se convierte en la "terapéutica más fácil y efectiva". Pero, si por el contrario, se
asume la muerte con grandeza de ánimo, encarándola, ejercitando en ella todas nuestras
capacidades personales, se constituye en el último paso dentro del camino hacia la plenitud
humana; último si es que no se posee la certeza de quienes- dentro del marco de la doctrina
cristiana- ven en la muerte el umbral que los conduce a la presencia de Dios.
El dolor físico del enfermo puede ser tratado eficazmente. La medicina dispone de un
completo arsenal terapéutico capaz de controlar el dolor en un 95% de los casos. En la
actualidad, a la utilización de las drogas analgésicas hay que añadir los llamados agentes
coadyuvantes, que vienen a neutralizar o paliar los efectos psicológicos y físicos añadidos a
los cuadros de dolor.
5. Derecho al Suicidio
El problema radica aquí en que la eutanasia no es un suicidio sino un homicidio; acto éste
que exige del médico un juicio sobre si es razonable o no la petición, o lo que es igual, si el
paciente debe o no ser matado. En este punto cabe recordar las apreciaciones de Pastor en
el sentido de que el derecho-deber de la vida aparece como el primero y más fundamental
de todos los derechos que posee la persona; un derecho que es anterior al respeto de la
libertad del sujeto, puesto que la primera responsabilidad de su libertad es hacerse cargo
responsablemente, ante todo, de su propia vida. De lo anterior se deduce que la petición de
eutanasia por parte del paciente y/o su ejecución por parte del médico no es un derecho de
la persona, sino una acción arbitraria que va en contra de todo el ser personal.
Acortar la vida de una persona para liberarla de una vejez o enfermedad angustiosa es un
argumento que, con un poco de sentimentalismo, puede convencer, pero es, en sí mismo, la
solución menos humana y la que pone de manifiesto la incapacidad del médico en tratar y
aceptar la muerte natural del enfermo. Este "acto piadoso" comporta además la emisión de
un juicio valorativo por parte del médico, sobre la condición del paciente, que es susceptible
de error. En este punto, aceptar la eutanasia equivaldría a subordinar la vida humana al
mundo de la subjetividad y el relativismo.
La postura que se asume frente a la eutanasia suele estar relacionada con las creencias
religiosas. Desde la ética cristiana, se puede encontrar un valor y un sentido al dolor y a la
muerte, por lo que no tendrían sentido argumentos como preferir la muerte al sufrimiento.
En la ética secular, por el contrario, la propia libertad se convierte en el último eje,
sustituyendo a Dios como horizonte final de la decisiones humanas. Ante esta "apología de la
libertad", autores como Pastor expresan que todos somos conscientes de que existen límites
a nuestra capacidad de obrar y de que la aceptación de éstos no implica una merma de
nuestra libertad, sino que posibilitan el perfeccionamiento personal.
Unos de los limitantes que reconoce la ética cristiana es la inviolabilidad de la vida humana la
que, a su vez, es condición indispensable para el ejercicio de la libertad y de todos lo demás
derechos, además de ser el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria
de toda actividad humana y de toda convivencia social (...),los creyentes ven en ella un don
del amor de Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar.
Según los principios que rigen la ética cristiana, y que ven en ella un don del amor de Dios,
se puede afirmar que nadie puede atentar contra la vida de un hombre inocente sin oponerse
al amor de Dios hacia él; que todo hombre tiene el deber de conformar su vida con el
designio de Dios y que la muerte voluntaria, o sea el suicidio, es tan inaceptable como el
homicidio.
La Iglesia cristiana, que así se expresa del suicidio, lo hace de manera igualmente categórica
de la eutanasia, por la que entiende una acción ti omisión que por naturaleza, o en la
intención, causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor, y la considera inadmisible
por cuanto nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o
embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además, puede
pedir este gesto homicida para sí ni puede consentido. Se trata, en efecto, de una violación
de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la
humanidad.
La Iglesia, por intermedio de S.S. JUAN PABLO II, hace un llamado expreso para que las
súplicas de los enfermos muy graves, que alguna vez invocan la muerte, no sean atendidas
como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas, en efecto, son casi siempre
peticiones angustiadas de asistencia y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo que
necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural, con el que pueden y deben
rodeado todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeros.
Los anteriores lineamientos de la Iglesia se oponen a los preceptos que dicta la ley civil en
aquellos países en los que la eutanasia ha sido legalizada. Ante esta disyuntiva S.S. JUAN
XXII manifestó, refiriéndose a la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral, que la
autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios. Por lo tanto, si las leyes o
preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y
consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar
en conciencia (...), más aún, en tal caso, la autoridad dejaría de ser tal y degeneraría en
abuso.
Así pues, el aborto y la eutanasia son considerados crímenes que ninguna ley humana puede
pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia
sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas
mediante la objeción de conciencia.
3. En el caso de los médicos, sus virtudes específicas -la compasión, la prevención del
sufrimiento, el no discriminar entre sus pacientes- terminaría por volverse contra ellos, de
modo que se verían imposibilitados de negar la muerte "liberadora" a un paciente si, en
circunstancias semejantes, la ha dado a otros. Asimismo, quien sucumbió una vez a la
tentación de ejecutar una eutanasia, o se arrepiente definitivamente, o ya no podrá dejar de
matar, ya que lo considerará éticamente congruente consigo mismo y bueno -en cuanto a la
naturaleza del todo- por lo que lo hará en casos cada vez menos dramáticos y saltándose, en
nombre de la ética, las barreras legales.
6. La muerte, por último, pasaría de ser un destino personal a ser un simple gesto técnico
rutinario, ejecutado púlcramente.